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Antecedentes
La tregua de Niza, con la que había terminado la guerra italiana de 1536 – 38, había aportado muy poco a la resolución del conflicto entre el emperador Carlos V el rey de Francisco I; aunque las hostilidades habían terminado, ninguno de los dos monarcas estaba satisfecho con el resultado de la guerra. Francisco seguía deseando para sí el Milanesado, sobre el cual tenía derechos dinásticos, y Carlos insistía en que Francisco debía cumplir con lo acordado en el tratado de Madrid. Ambos seguían con sus reclamaciones, Carlos sobre el ducado de Borgoña y Francisco sobre Nápoles y Flandes.
Las negociaciones entre las dos potencias continuaron durante 1538 y 1539. Este año Francisco invitó a Carlos, que afrontaba la rebelión de Gante en los Países Bajos, a pasar por Francia en su camino desde España hacia el norte. Carlos aceptó, siendo bien recibido; pero mientras su deseo era discutir con su anfitrión de asuntos religiosos, dejó de lado las diferencias políticas, y cuando abandonó el territorio francés no se había llegado a ninguna conclusión.
En marzo de 1540 Carlos propuso solucionar el problema mediante la boda de su hija María con el hijo de Francisco Carlos de Angulema; la pareja heredaría los Países Bajos, Borgoña y Charolais tras la muerte del Emperador. A su vez Francisco cesaría en sus reclamaciones sobre los ducados de Milán y Saboya, ratificando los tratados de Madrid y de Cambrai, y aliándose con Carlos. Francisco, considerando la pérdida de Milán como un precio demasiado alto por la futura posesión de los Países Bajos, y reacio a ratificar los tratados, hizo su propia contraoferta: el 24 de abril accedió a renunciar a Milán a cambio de la entrega inmediata de los Países Bajos. Las negociaciones continuaron durante semanas, pero fueron abandonadas en junio de 1540 sin que ambas partes hubieran llegado a un acuerdo.
El ducado de Milán sería de nuevo la causa de la discordia. En octubre de 1540 Carlos decidió dar la investidura del ducado de Milán a su hijo Felipe, lo que causó malestar en Francia. La guerra estallaría por un pretexto simple dos años después, en julio de 1542, cuando dos enviados franceses que iban a negociar con el Imperio otomano murieron, se acusó a las autoridades españolas del Milanesado. Era una simple escusa para ir de nuevo a la guerra e intentar recuperar el ducado de Milán.
Francisco I empezó su ataque en los Países Bajos en 1542. Pero Carlos V consiguió una alianza con Enrique VIII, por lo que los ingleses desembarcarían en Normandía en 1544. Por otro lado, en el frente sur, los franceses se apoderaron de Niza con la ayuda de la flota turca. También lograron una victoria en el Piamonte. Pero Carlos V reaccionó astutamente y al apoyo de Inglaterra se sumó la recuperación de Luxemburgo por las tropas imperiales, que permitió el avance de las tropas imperiales hacia la champaña francesa en dirección a París.
En abril de 1543 el sultán Solimán I había puesto la flota otomana de Barbarroja a disposición del rey de Francia. Barbarroja zarpó de los Dardanelos con más de cien galeras y penetrando por la costa italiana llegó en julio a Marsella, donde fue recibido por Francisco de Borbón, comandante de la flota francesa. El 6 de agosto la flota conjunta franco-otomana se presentó ante Niza, bajo dominio imperial, y desembarcando sus tropas puso asedio a la ciudad. Niza cayó el 22 de agosto, aunque la ciudadela resistió hasta la liberación de la ciudad el 8 de septiembre.
Barbarroja amenazó a sus aliados con retirar su apoyo si no se le daban los medios necesarios para reabastecer su flota; en respuesta, Francisco ordenó la evacuación de los habitantes de Tolón (excepto los cabezas de familia), y entregó la ciudad a Barbarroja para ser utilizada como base de operaciones para su ejército de 30.000 soldados durante los siguientes ocho meses. El rey francés, incómodo por la presencia de los otomanos, les negó su ayuda para recapturar Túnez, y la flota otomana partió hacia Estambul en mayo de 1544, saqueando a su paso la costa napolitana.
Batalla de Cerisoles o de Ceresole (11 de abril de 1544)
Mientras tanto, las fuerzas imperiales habían avanzado a través de Lombardía hacia Turín, que estaba en manos de los franceses desde el final de la guerra anterior en 1538. La guerra entre las fuerzas francesas de Guigues Guiffrey, señor de Boutières, y las fuerzas imperiales de Alfonso de Ávalos, marqués de Pescara, había alcanzado un punto muerto en el Piamonte el invierno de 1543/4.
La situación francesa, centrada en Turín, se había extendido hacia una serie de poblaciones fortificadas: Pinerolo, Carmagnola, Savigliano, Susa, Moncalieri, Villanova d’Asti y Chivasso entre otras; mientras tanto, Ávalos controlaba un conjunto de fortalezas situadas en el perímetro del territorio francés: Mondovi, Asti, Casale Monferrato, Vercelli e Ivrea. Ambos ejércitos se enfrascaron en ataques a puntos defensivos del enemigo. Boutières tomó San Germano Vercellese, cerca de Vercelli, y sitió Ivrea; a su vez, Ávalos capturó Carignano, a tan solo 24 kilómetros al sur de Turín, y procedió a guarnecerla y fortificarla.
El marqués del Vasto puso bajo asedio la localidad de Mondovi con 12.000 hombres (3.000 alemanes, 7.000 italianos y 2.000 españoles) el 15 de septiembre de 1543. Estaba defendida por una guarnición francesa al mando de Charles de Dros que debería aguantar lo suficiente para que llegara un socorro que nunca apareció. El 3 de noviembre entregó Mondovi a los imperiales. Después dejaron a un lado Savigliano y cruzaron el río Po por Lombriasco para conquistar Carignano, que estaba a escasos 20 km de la capital piamontesa. Viendo la importancia de dicha posición, del Vasto ordenó fortificarla y dejar unos 4.000 efectivos de guarnición al mando de Pirro Colonna.
Durante el invierno de 1543/4 Francisco I reforzó considerablemente su ejército, con 9.000 infantes más y 300 hombres de armas, poniendo a Francisco de Borbón, conde de Enghien y duque de Vendôme, que no tenía experiencia al mando de un ejército. Los franceses tomaron las villas de Crescentino y Palazzolo en la ribera izquierda del Po sin mucha oposición.
Borbón, alentado por este buen comienzo, no se contentó e inició el asedio de Carignano, que estaba defendida por Pirro Colonna con 4.000 efectivos. Para establecerse en la vital ribera derecha ordenó construir antes un puente de barcas y cuando estuvo terminado, a primeros de febrero de 1544, cruzó con su ejército hacia la villa de Villastellone para proceder al asedio. Un mes después recibió avisos del socorro imperial, que se dirigía vía Carmagnola y, en consecuencia, extendió sus líneas para impedir ese refuerzo ocupó esa población para dejar sin posibilidad de ayuda a Colonna. También ordenó que varias patrullas de caballería desplegaran haciendo un arco entre Villastellone, Sommariva y Racconigi, para detectar la llegada del socorro y los movimientos de Ávalos.
Ávalos una vez reforzado con el contingente de lansquenetes, abandonó Asti para dirigirse a Carignano, y levantar el asedio. Contaba con una fuerza compuesta unos 15.000 infantes, de los que probablemente unos 4.000 eran arcabuceros, unos 1.000 jinetes de los que 200 hombres de armas. Ávalos era consciente de su debilidad en caballería, pero consideraba que podría compensarla mediante la experiencia de su infantería y el gran número de arcabuceros con que contaba su ejército.
Ávalos inició su lenta aproximación con bastantes dificultades debido a la pertinaz lluvia que se estaba produciendo en esa región. La caballería francesa que vigilaba de cerca los movimientos de las tropas imperiales descubrieron que estas se dirigían directamente hacia las posiciones del ejército francés. El 10 de abril, Ávalos ocupó la villa de Ceresole de Alba, situada a unos ocho kilómetros al sur del lugar donde se encontraban las tropas francesas. Ese mismo día, ambas vanguardias chocaron en una escaramuza, aunque sin consecuencias finales. Los oficiales de Borbón le instaron a lanzar un ataque inmediatamente, pero este decidió establecer el combate en un lugar de su propia elección. Verificada la retirada de ambos enemigos a sus respectivos campamentos, todos sabían que ahora sí, la batalla era inminente.
Despliegue inicial
A las tres de la mañana, Enghien y sus tropas despertaron e iniciaron su aproximación, estaban divididos en vanguardia, batalla y retaguardia, como era común en la época. Era el lunes de Pascua, 11 de abril. En su avance se encontró con el ejército imperial ya desplegado sobre una pequeña zona elevada a la salida de Cerisoles, entre el río Ricciardo, al sur y un pequeño arroyo al norte y cercano a Pautasso que guardaban sus flancos.
Su línea de batalla tendría unos 1.300 metros de longitud y desplegó de la siguiente manera:
- Ala izquierda, 300 jinetes ligeros florentinos bajo el mando de Rodolfo Baglioni.
- Flanco izquierdo, 6.000 infantes italianos bajo las órdenes de Ferrante Sanseverino, príncipe de Salerno.
- Centro, estaban dispuestos 7.000 lansquenetes en dos grandes cuadros bajo las órdenes de Eriprando Madruzzo y el barón de Leitier. A su estaba Ávalos junto a una fuerza de caballería pesada de unos 200 hombres a las órdenes de Carlo Gonzaga.
- Flanco derecho 5.000 soldados de infantería alemanes y españoles en dos cuadros bajo el mando de Ramón de Cardona y el barón de Seisneck.
- Ala derecha 300 jinetes ligeros italianos a las órdenes de Felipe de Lannoy, príncipe de Sulmona.
Los franceses procedieron a imitar ese despliegue, aunque estiraron unas decenas de metros más su línea, desplegando de la siguiente manera:
- Ala derecha, 450 jinetes ligeros en tres compañías bajo el mando de Des Thermes, Bernadino y Mauré.
- Flanco derecho, 4.000 infantes franceses mandados por De Tais.
- Centro-derecha, un escuadrón de 80 gendarmes bajo el mando Guigues Guiffrey, señor de Boutières.
- Centro, 4.000 piqueros suizos en 13 compañías de veteranos bajo el mando conjunto de Wilhem Frölich de Soleura y el capitán St. Julian.
- Centro-izquierda, el propio Borbón con tres compañías de caballería pesada, una compañía de caballería ligera y los voluntarios venidos desde París, lo que sumaba un total de 450 jinetes.
- Flanco izquierdo, estaba formada por dos columnas de infantería, 3.000 reclutas de Gruyères y 2.000 italianos, bajo el mando del señor de Descroz.
- Ala izquierda, de la formación se encontraban unos 400 arqueros montados mandados por Dampierre.
Ambos ejércitos intentaron ocultar su verdadero número y posición. Borbón ordenó a sus soldados suizos permanecer ocultos en el terreno tras la cresta de la elevación, mientras que del ejército de Ávalos inicialmente solamente el ala derecha era visible para el ejército francés. Ninguno de los dos mantuvo una reserva, los franceses tenía 20 piezas de artillería, mientras que los imperiales 16.
Desarrollo de la batalla
Ávalos envió partidas de arcabuceros para intentar localizar los flancos franceses; Borbón por su parte, envió unos 800 arcabuceros a las órdenes de Montluc para dificultar el avance de las tropas imperiales. La escaramuza entre los arcabuceros de ambos ejércitos continuó durante casi 4 horas.
Cuando las disposiciones de los dos ejércitos fueron reveladas, Borbón y Ávalos mandaron abrir fuegos a sus artillerías. El fuego de artillería cruzado que siguió por varias horas; no tuvo, sin embargo, efectos importantes debido a la considerable distancia que separaba ambos ejércitos, a las pocas piezas involucradas y al gran despliegue.
El primer choque real fue protagonizado por las caballerías ligeras ubicadas en las alas, y tuvo como vencedores a los más numerosos franceses; pues la fuerza de Thermes, aún cayendo prisionero en la acción tras ser alcanzada su montura, destrozó a Baglioni, mientras que Dampierre, con más dificultad, también terminó por dispersar a Sulmona algo más tarde.
Ávalos, tras observar los movimientos franceses, ordenó un avance general de toda la formación imperial.
El centro-derecha imperial seguía avanzando para tomar contacto con sus enemigos. Los lansquenetes en dos grandes cuadros se dirigieron contra los suizos de Frölich y a los franceses de Tais, de modo similar, Cardona y Seisneck contra Dros y Gruyéres.
Montluc, notando que el desorden entre los italianos, les había obligado a detenerse, sugirió que De Tais atacara a la columna de lansquenetes de Madruzzo que avanzaba en el campo de batalla en lugar de atacar a los italianos. De Tais siguió el consejo y la formación francesa se desplazó a la izquierda para atacar a los lansquenetes por el flanco. Madruzzo dividió sus hombres en dos grupos, uno de los cuales se desplazó para interceptar a los franceses, mientras que el otro continuó subiendo la cuesta de la elevación hacia los soldados suizos que estaban esperando en lo alto de la cresta.
La infantería francesa había sido organizada con una primera línea de piqueros seguida inmediatamente por otra de arcabuceros, quienes recibieron la orden de abrir fuego hasta que las dos columnas no entraran en contacto. Montluc, quien aseguró haber concebido la idea de esta formación escribió: “De este modo deberíamos matar todos sus capitanes de la línea frontal. Pero nos encontramos con que habían sido tan ingeniosos como nosotros, ya que tras su primera línea de piqueros habían situado pistoleros. Ninguno de los dos bandos dispararon hasta que estuvieron tocándose —y entonces hubo una matanza en masa: se dispararon todas las armas: la fila frontal de ambos bandos cayó abatida”.
De esos dos combates principales, los franceses tomaron ventaja frente a los lansquenetes, en parte gracias al refuerzo de la caballería pesada de Boutières, mientras sufrían la destreza de los alemanes por la otra parte. Borbón, viendo que reculaban Dros y Gruyéres, se anticipó al peligro de ver rota su línea y cargó a las tropas de Cardona por su lado izquierdo, desatendiendo el centro. A continuación, Dampierre, regresando de la persecución ante Sulmona, lo hizo por el lado derecho y entre ambas fuerzas de caballería pudieron detener a la victoriosa infantería imperial. Ávalos pudo tener entonces su oportunidad, pero con sus flancos abiertos por la huida de su caballería ligera; no estaba coordinando con sus restantes fuerzas, quizás porque él mismo había sido herido por un arcabuzazo. Además, la maniobra de la caballería de Gonzaga no funcionó y dejó sin órdenes precisas de avanzar a la infantería de Salerno, la cual no se había movido de su sitio en toda la batalla hostigada por la caballería enemiga de Thermes.
Fue un error capital, pues sin esa ayuda numérica, los lansquenetes fueron finalmente masacrados y el contraataque de Borbón para estabilizar la situación más al norte tampoco pudo ser molestado. Con el flanco izquierdo y el centro imperial en claro retroceso, Cardona se quedó solo resistiendo. Al final y tras resistir algunas cargas enemigas, la llegada de más infantería francesa desde el centro hizo que muchos imperiales se rindieran, entre ellos el propio Cardona (que fue posteriormente intercambiado por Thermes). Más suerte tuvo su compañero Seisneck, el cual huyó a caballo, junto a algunos de sus hombres. Los restos del ejército imperial se retiraron hacia Asti. Borbón se contentó con proseguir el sitio de Carignano y desistir de la idea de conquistar Milán por falta de hombres.
Secuelas de la batalla
Las bajas fueron inusualmente altas, 2.000 franceses entre muertos y heridos, los imperiales sufrieron unos 5.000 muertos y 3.150 prisioneros.
A pesar de la derrota del ejército imperial, la batalla acabó por tener unas mínimas consecuencias estratégicas. Debido a la insistencia de Francisco I, el ejército francés reanudó el asedio de Carignano, donde Colonna, que fue capaz de resistir unas cuantas semanas. Poco después de la rendición de la ciudad, Borbón se vio obligado a enviar a Picardía 23 compañías de infantería de italianos y gascones, y casi la mitad de su caballería pesada; debido a que la región había sido invadida por el emperador Carlos V, dejando a Francisco de Borbón sin los efectivos necesarios para tomar Milán.
Batalla de Serravalle (junio de 1544)
A pesar del colapso del ejército imperial-español bajo Alfonso de Ávalos en la batalla de Cerisoles o de Ceresole, la batalla demostró ser de poca importancia estratégica. Ante la insistencia de Francisco I de Francia ante la inminente invasión de la propia Francia por las fuerzas del emperador Carlos y Enrique VIII de Inglaterra obligó a Francisco a retirar gran parte de su ejército del Piamonte, dejando al Borbón sin las tropas que necesitaba para tomar Milán.
Los españoles, que tenían todos los lugares fuertes de Lombardía, pudieron evitar que Borbón tuviera más éxito.
Pietro Strozzi, un líder militar italiano al servicio francés, que había reunido un ejército de más de 10.000 soldados en Mirandola; avanzó audazmente hacia Milán, con la esperanza de unirse a Borbón allí, pero el 2-4 de junio, el ejército imperial-español comandado por Alfonso de Ávalos, interceptó y derrotó al ejército franco-italiano de Pietro Strozzi y el conde de Pitigliano. El ejército de Strozzi fue destruido y los españoles obtuvieron el control total de la Lombardía, poniendo fin a la ofensiva francesa de Francisco Borbón, conde de Enghien, para tratar de capturar el ducado de Milán o Milanesado.
El Milanesado permanecería en manos del emperador Carlos, y al final de la guerra vieron un retorno al status quo en el norte de Italia. En mayo de 1544, el Emperador invadió Francia con dos ejércitos. Uno de ellos, liderado por el comandante imperial Ferrante Gonzaga, virrey de Sicilia, tomó Luxemburgo y se dirigió hacia Commercy y Ligny. El 8 de julio, Ferrante Gonzaga sitió Saint-Dizier, y el segundo ejército dirigido por el emperador Carlos estacionado en el electorado del Palatinado, pronto se unió a él.
Mientras tanto, Enrique VIII había enviado un ejército de unos 40.000 hombres a Calais bajo el mando de Tomás Howard, duque de Norfolk, y Carlos Brandon, duque de Suffolk.
Paz de Crépy (18 de septiembre de 1544)
Viendo la capital del reino amenazada por dos frentes, Normandía y Champaña, Francisco I acuerda firmar la paz de Crépy en septiembre de 1544. A Carlos V también le venía bien este acuerdo debido a los problemas financieros que venía trayendo a causa de los conflictos habidos durante tantas décadas, y preocupado por el creciente amenaza religiosa en Alemania, consultó con Enrique la cuestión de si debían continuar la invasión o negociar la paz. La paz de Crepy se basaba en la devolución de los territorios incorporados por ambos países desde la tregua de Niza de 1538.
Carlos, necesitado de fondos y preocupado por el creciente amenaza religiosa en Alemania, consultó con Enrique la cuestión de si debían continuar la invasión o negociar la paz. Sin embargo, en la fecha en que Enrique recibió la misiva del emperador ya este había concluido un acuerdo con Francisco la paz de Crépy el 18 de septiembre de 1544.
Según los términos del acuerdo Francisco y Carlos renunciarían a sus reclamaciones territoriales y establecerían el statu quo acordado en la tregua de Niza de 1538; Carlos de Angulema contraería matrimonio bien con la hija de Carlos I (María), en cuyo caso recibiría como dote los Países Bajos españoles y el Franco Condado, o bien con su sobrina (Ana), en cuyo caso recibiría el ducado de Milán. Para alivio de Carlos V, la muerte de Carlos de Angulema, duque de Orleans falleció en 1545, dejaría el acuerdo sin completar, por lo que esa dote nunca fue a parar a manos de Francia. Finalmente, Francia se comprometió a renunciar a su alianza con el Imperio otomano.