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Llegada de Luis de Requesens
Con el nombramiento de Luis de Requesens y Zúñiga como gobernador de los Países Bajos, Felipe II quisiese dar un giro hacia la moderación en la política aplicada en los Países Bajos, pues reunía las condiciones políticas, diplomáticas y militares para imprimir ese giro.
Luis de Requesens, a quien Felipe II conocía desde niño, era comendador mayor de la orden de San Juan en Castilla; había sido embajador del rey en Roma, “lugarteniente general de la mar” en la batalla de Lepanto, y gobernador general de Milán, en donde se encontraba, cuando Felipe II le comunicó que quería nombrarle gobernador general de los Países Bajos.
Requesens hizo todo lo posible para evitar ese nombramiento, alegando problemas de salud, de conocimiento, pues carecía de experiencia militar en la guerra terrestre, e incluso reconocía que la empresa desbordaba sus capacidades. Don Luis no consideraba que la cuestión de los Países Bajos pudiera resolverse de forma favorable para España; daba por perdida Holanda y asumía que el monarca carecía de los recursos necesarios para pagar el ejército durante mucho tiempo.
En las conferencias celebradas en Breda con flamencos y valones la primera y con holandeses la segunda, don Luis propuso el perdón general a sublevados y emigrados a cambio de que volvieran a la obediencia del catolicismo y del rey; accedió a la supresión del Tribunal de Tumultos, también llamado Tribunal de Sangre, símbolo de la represión española, y la derogación del impuesto de las alcabalas establecido por el duque de Alba; también ordenó la retirada de la estatua de este se había erigido en Amberes.
Durante todas las operaciones de Flandes, los soldados españoles fueron una minoría en el ejército real: a comienzos del gobierno de Requesens no había más que 7.900 españoles, de un total de 59.000 hombres. Los valones eran 20.000, los alemanes 25.000. En 1575, solamente había 3.000 españoles de un total de 39.000 hombres.
Batalla naval de Reimerswaal, de Scheldt o de Walcharen (29 de enero de 1574)
En abril de 1573 toda la isla de Walcheren estaba en poder de los holandeses, a excepción de las ciudades de Middleburg y Arnemuiden, que estaban siendo sitiadas por los mendigos del mar.
La flota española mandada por Sancho de Ávila partió del puerto de Amberes para tratar de abastecer ambas ciudades. El 22 de abril se enfrentaron a una flota de los mendigos del mar mandada por el almirante Worst. Algunos barcos españoles lograron alcanzar su objetivo, pero la mayor parte de los barcos españoles se vio obligado a regresar a Amberes.
A primeros de enero de 1574, solo quedaba la ciudad de Middleburg, que estaba defendida por el español Cristóbal de Mondragón y era objeto de un duro asedio.
Luis de Requesens encargó a Julián Romero y al almirante de Glimes el mando de una flota de 75 naves que partiendo de Bergen op Zoom llevarían suministros a Middelburg navegando por el Oostercheld (brazo oriental del río Escalda) y bordeando la isla de Walcheren; 30 naves más, bajo el mando de Sancho Dávila partirían de Amberes por el brazo occidental del río con el mismo objetivo.
Mientras tanto, el almirante Luis Boisot al mando de la flota de los mendigos del mar zarpó del puerto de Flesinga en dirección a Bergen op Zoom, colocándose en disposición de ataque frente a Reimerswaal, ciudad bajo control holandés. Schot y Klaaf Klaafzoon eran los capitanes del buque insignia holandés. El propio Guillermo de Orange le visitaría antes de la batalla.
Sancho Dávila zarpó de Amberes y esperó las noticias de la llegada de la flota de Romero para entrar juntos en ayuda de Middleburg.
El 29 de enero de 1574, la flota de Romero zarpó de Bergen op Zoom, dividida en tres escuadras de 25 naves cada una. A la salida del puerto dispararon una salva a modo de saludo, en honor del gran comandante, pero una descarga de uno de los barcos prendió fuego a su propio almacén de pólvora; la explosión catastrófica resultante no solo destruyó el barco, sino que mató a todos los que estaban a bordo. La flota con poca moral debido a la ocurrencia luego navegó lentamente, cuando en Walcheren cerca de Reimerswaal divisó una gran flota. Los españoles pensaron que los barcos eran amigos y se dirigieron a su encuentro despreocupadamente, pero pronto descubrieron que la flota era, de hecho, la de Luis Boisot, almirante de Zelanda. Intentaron alejarse y, con el tiempo empeorando, sin embargo, ya era demasiado tarde y formaron así una línea de batalla. Boisot ordenó un ataque y ambas flotas se alinearon para la batalla en el estuario del río Escalda.
La primera división de Romero se acercó y lanzó su primera andanada produjo muchas bajas entre los holandeses Schot y Klaafzoon cayeron heridos de muerte, y el almirante Boisot perdió un ojo.
Los holandeses atacaron y aprovechando la estrechez del estuario en el que se encontraban, abordaron las naves españolas, entablándose una lucha cuerpo a cuerpo entre ambos bandos. La lucha duró dos horas, pero finalmente los anglo-holandeses tomaron la delantera. La propia nave de Glymes estaba encallada en un banco de arena del que no podía desconectarse. Los rebeldes holandeses que percibían su angustia la atacaron por todos lados y la incendiaron. El capitán Rowland Yorke con su banda de tropas inglesas partió del buque insignia del vicealmirante Joos de Moor y junto con la compañía de inglés del coronel Tomás Morgan de otro barco flamenco abordó varios barcos españoles. Romero se apresuró a ayudar a de Glimes, pero todos sus intentos de extinguir las llamas resultaron ineficaces y se hundió en pocos minutos llevando al Almirante con ella, pero no antes de un mástil llameante, luego prendió fuego a la nave de Romero. Los hombres de Morgan, que incluían al famoso soldado Roger Williams, pudieron aprovechar y abordaron, mientras que los soldados holandeses lo hicieron, al otro lado, tomaron el barco al tomar la bandera. En la lucha casi capturaron a Julián Romero, pero pudo escapar a través de su ojo de buey cuando su nave comenzó a arder.
Un capitán de una compañía escocesa de nombre de Robinson condujo a sus hombres y luego tomó la nave del vicealmirante. Los españoles en completo desorden lograron liberarse en el mal tiempo pero perdieron otros cinco barcos más en la persecución que se detuvo debido a la caída de la noche, y en ese momento la batalla había terminado.
Los españoles se retiraron en desorden a Bergen op Zoom, desde cuyo puerto el gobernador Luis de Requesens fue testigo de la derrota. En ese momento habían perdido 15 barcos capturados y hundidos con hasta 1.200 bajas entre heridos, capturados o muertos, siendo completamente derrotados. La flota anglo-holandesa había sufrido alrededor de 300 bajas con la pérdida de 2 barcos hundidos; algunos habían quedado varados pero luego fueron rescatados.
Sancho Dávila que ya había navegado a Flushing, al recibir las noticias de ese desastre se retiró a toda velocidad a Amberes retrocedió hacia Amberes, con lo que los suministros que debían aprovisionar Middleburg nunca llegaron a su destino. Nueve días después, sin esperanzas de ser socorrido, Cristóbal de Mondragó se vio obligado a capitular, rindiendo Middelburg a cambio de regresar con su guarnición y con el clero católico a provincias leales a la Corona.
La destrucción de parte de la flota española en la batalla de Reimerswaal, junto con la rendición de Middleburg, dejaría a los angloholandeses el control naval de toda la costa de Zelanda.
Asedio de Leiden o de Leide (octubre de 1573 – octubre de 1574)
Primer asedio (octubre 1573- abril 74)
La ciudad de Leiden o de Leide fue tomada por los rebeldes en 1572. Los protestantes reforzaron rápidamente sus defensas que eran muy firmes y bien ubicadas.
Dos años después, la recuperación de la ciudad de Leiden por los católicos ofrecía la posibilidad de asestar un duro golpe a la rebelión; ya que su toma separaría a los rebeldes de las provincias de Holanda y Zelanda y dificultaría el comercio de los puertos de Zelanda con el resto de las provincias.
El maestre de campo general de Holanda Francisco de Valdés Francisco Valdez, fue el encargado de retomar la ciudad. Fue ayudado por católicos holandeses leales a la corona con mapas y consejos.
La defensa de la ciudad de Leiden fue confiada a Juan van der Does, señor de Nordwyck, tanto las mujeres como los hombres trabajaban día y noche en las murallas para fortalecerlas, y también se hacía acopio de provisiones y se organizaba un plan de distribución. Cuando el asedio comenzó en octubre de 1573, las defensas estaban reforzadas y tenían alimentos suficientes para aguantar el asedio. El sitio fue muy difícil para los españoles, porque la tierra era demasiado suelta para cavar hoyos, y las obras de defensa de la ciudad eran difíciles de romper. Los defensores de Leiden era un ejército rebelde que consistía en tropas francesas, inglesas, escocesas y hugonotes. El líder de los rebeldes holandeses, Guillermo el Silencioso, príncipe de Orange, intentó liberar a Leiden enviando un ejército a los Países Bajos bajo el mando de su hermano, Luis de Nassau. Valdés detuvo el asedio en abril de 1574 para enfrentar a las tropas rebeldes invasoras, pero Sancho Ávila llegó primero y derrotó al ejército de Orange en la batalla de Mook, donde cayó Luis Nassau.
Segundo asedio (mayo a octubre 1574)
Durante el breve respiro del asedio, Orange había aconsejado a los ciudadanos de Leiden que reabastecieran su ciudad con suministros, y que reforzaran la guarnición rebelde para ayudar a defender la ciudad. Sin embargo, hicieron caso omiso de su consejo, con el resultado de que cuando el ejército de Valdez regresó para continuar el asedio el 26 de mayo de 1574, estaban en tan malas condiciones como lo habían dejado anteriormente. La ciudad consideró rendirse, porque casi no había posibilidad de alivio y los suministros estaban disminuyendo. El ejército rebelde había sido derrotado.
Mientras los españoles de regreso a Leiden, se amotinaron como siempre por no recibir sus pagas, esta vez les dijeron que no les pagaban porque los mercaderes de Amberes no adelantaban el dinero. La soldadesca se dirigió hacia Amberes y la presión fue suficiente para liberar el dinero. Solucionado el motín, tomaron el castillo de la Haya, y el fuerte de Valkenbuch que estaba guarnicionado solo por ingleses, se estableció una discusión sobre degollar o no a los ingleses que se habían rendido, pues la reina Isabel mantenía que no estaba ayudando a los rebeldes, decidiendo perdonarlos. En mayo tomó los fuertes de Alfen y Masencluse que protegían su acceso a la ciudad y comenzó al asedio de nuevo.
El príncipe de Orange, sin embargo, estaba decidido a aliviar la ciudad. Por lo tanto, envió una paloma mensajera a la ciudad suplicando que se mantuviese durante tres meses. Para cumplir esta promesa, quiso romper los diques, y permitir que el mar inundase la tierra baja (de la misma manera que Alkmaar se salvó), para que el asedio se pudiera levantar usando la flota rebelde, y los españoles serían forzados a retirarse ante el mar entrante. Pero el daño al campo circundante sería enorme, y, por lo tanto, la población de la zona resistió el corte de los diques. Sin embargo, al final, el Príncipe prevaleció y los diques exteriores se rompieron el 3 de agosto. Anteriormente, el almirante Luis Boisot había reunido una flota de más de 200 embarcaciones pequeñas, tripuladas por 2.500 veteranos marineros holandeses, y llevando una gran tanda de provisiones que se habían acopiado para levantar el asedio.
Desafortunadamente, poco después de que se rompieron los primeros diques, el príncipe de Orange cayó con una fiebre violenta y como él era la fuerza motriz de todas estas maquinaciones, el alivio planeado de la ciudad sitiada se detuvo por completo. Más importante aún, la inundación de las afueras tomó más tiempo de lo esperado porque el viento no era favorable. Durante ese tiempo, el 21 de agosto, los habitantes de Leiden enviaron un mensaje al Príncipe diciendo que habían resistido durante tres meses, dos con comida y otra sin comida. El Príncipe les respondió, nuevamente por una paloma mensajera, que todos los diques habían sido perforados y el alivio llegaría pronto.
Sin embargo, hasta el primer día de septiembre, cuando el Príncipe se había recuperado de su dolencia, la expedición continuó en serio. Había más de 25 km entre la flota rebelde de liberación y Leiden, pero se cubrieron los primeros 15 sin dificultad. En la noche del 10 de septiembre, la flota se encontró con el fuerte Land-scheiding, que bloqueaba su camino a Leiden y lo capturaron en un ataque sorpresa nocturno que fue exitoso. Los españoles habían descuidado fortalecer fuertemente ese importante puesto. A la mañana siguiente, los españoles respondieron para tratar de recuperar el puesto, pero fueron rechazados con la pérdida de varios cientos de hombres. El dique se cortó, y la flota procedió a través de la brecha hacia Leiden.
El almirante Boisot y el príncipe de Orange habían sido mal informados en cuanto a la inundación las tierras, y habían supuesto que la ruptura del Land-scheiding inundaría el país tierra adentro hasta llegar a Leiden. En cambio, la flotilla rebelde una vez más encontró su camino bloqueado, esta vez por el dique de Greenway, a menos de una 1,5 km tierra adentro del Land-scheiding, que todavía estaba a un pie sobre el nivel del agua. Una vez más, sin embargo, los españoles habían dejado el dique en gran medida indefenso, y los holandeses lo rompieron sin mucha dificultad. Esta vez los vientos del este que empujaron el agua hacia mar adentro, y la superficie cada vez mayor de la tierra que cubría el agua, la inundación fue en esta época tan superficial que la flota quedó completamente varada. La única vía que era lo suficientemente profunda para que pudieran proceder fue por un canal, que conduce a un gran lago interior llamado Zoetermeer (lago del sur). Este canal, y el puente sobre él, estaban fuertemente defendidos por los españoles, y después de una breve lucha anfibia, el Almirante abandonó la empresa. Envió un mensaje abatido al Príncipe, diciendo que a menos que el viento girase y pudieran navegar alrededor del canal, estaban perdidos.
Mientras tanto, en la ciudad, los habitantes clamaron por la rendición cuando vieron que sus compatriotas habían encallado. Pero el alcalde Adrián van der Werff convenció a sus ciudadanos para esperar, diciéndoles que tendrían que matarlo antes de que la ciudad se rindiera, añadiendo que podrían comer su brazo si estuvieran realmente tan desesperados. De hecho, miles de habitantes murieron de inanición. Para aumentar sus problemas, como a menudo ocurría en esa época, una plaga apareció en las calles de la ciudad y cerca de 8.000 murieron por esa causa sola. La ciudad solo resistió porque sabían que los soldados españoles masacrarían a toda la población en cualquier caso, para dar ejemplo al resto del país, como había sucedido en Naarden y las otras ciudades que habían sido saqueadas. El almirante Boisot envió una paloma a la ciudad, asegurándoles de una ayuda rápida.
El día 18, el viento cambió otra vez y, soplando fuertemente desde el oeste, con el aumento del nivel del agua, la flotilla pronto pudo hacer un circuito alrededor del puente y el canal, y entrar con éxito al Zoetermeer. Una sucesión de aldeas fortificadas se interponía ahora en el camino de la flota de alivio, y el almirante holandés temía incluso perder su premio, pero los españoles, aterrorizados por la crecida de las aguas, apenas ofrecieron resistencia. Cada una de sus fortalezas, ahora convertidas en islas, fueron abandonadas por las tropas realistas en su huida, a excepción de la aldea de Lammen. Este era un pequeño fuerte bajo el mando del coronel Borgia, y situado a un km de las murallas de Leiden.
Era un obstáculo formidable, pero afortunadamente para los rebeldes holandeses, los españoles, expertos en la lucha terrestre y no en la guerra anfibia, habían perdido la esperanza de mantener una competencia tan desigual contra las fuerzas combinadas del mar que acababan de llegar y las barcas de los veteranos marineros holandeses. En consecuencia, el comandante español Valdez ordenó la retirada en la noche del 2 de octubre, y el ejército se retiró a la Haya, volviéndose más temeroso por un terrible ruido que escucharon procedente de la ciudad, y supusieron que los hombres holandeses habían roto otra presa más. De hecho, era parte de la muralla de Leiden, erosionada por el agua del mar, había caído, dejando a la ciudad completamente vulnerable al ataque, si hubieran elegido quedarse.
Al día siguiente, los rebeldes liberadores llegaron a la ciudad y alimentaron a los ciudadanos con arenque y pan blanco. La gente también festejó con hutspot (guiso de zanahoria y cebolla) en la noche. Según la leyenda, un pequeño huérfano llamado Cornelio Joppenszoon encontró una olla llena de hutspot que los españoles tuvieron que dejar cuando abandonaron el fuerte Lammenschans, con prisa por escapar de las aguas que subían.
Al ser preguntados los ciudadanos por Guillermo de Orange qué deseaban como compensación por haber resistido el asedio inundando sus campos, estos solicitaron ser la sede de una universidad, que fue fundada al año siguiente en Leiden y que sigue en activo, siendo la universidad más antigua del país.
El 3 de octubre se celebra cada año un festival en Leiden, con un parque de atracciones y una docena de discotecas al aire libre en la noche. El municipio ofrece arenque gratis y pan blanco a los ciudadanos de Leiden.
La leyenda
Magdalena de Moons vivía en La Haya, donde estaba destinado Valdez. Allí se conocieron. Él se enamoró de ella aunque ella era 30 años más joven. En 1574, durante el segundo asedio de Leiden, con el bloqueo a la ciudad muy avanzado y apunto esta de rendirse; Magdalena, según la leyenda, persuadió a Francisco para que retrase un día el ataque previsto para tomar la ciudad por la fuerza (donde vivían familiares suyos) a cambio ella se casaría con él. Gracias a este acto de “sacrificio” de la bella holandesa, dice la leyenda, se pudo ganar el tiempo justo necesario para que la flota protestante llegara hasta Leiden para socorrerla del sitio al que había sido sometida. Así Magdalena se convirtió en la heroína de Leiden.
No se sabe si la leyenda es cierta. Lo que se conoce es que Magdalena era católica y que nuestros protagonistas se casaron cuando el rey Felipe II les dio licencia. Se ha demostrado recientemente que años después de la muerte de Valdés, Magdalena seguía firmando como “viuda de Valdés”.
Batalla de Mook o Mookerheide (15 de abril de 1574)
Durante el asedio de Leiden, Luis de Nassau partió en febrero de 1574, con un ejército compuesto de 6.000 infantes y 3.000 jinetes, procedente de Alemania con el que intentó unirse a Guillermo de Orange; para unir fuerzas y atacar Brabante, con el fin de distraer la atención de los españoles, que estaban sitiando Leiden.
Esa provincia no contaba casi con tropas españolas. A primera vista parecía un buen plan, pero todo cambió a la hora de llevarlo a cabo. Requesens, en cuanto tuvo noticias del movimiento de los enemigos, envió a las pocas fuerzas que tenía a mano, para que le cortaran el paso del río Mosa, mientras acudían los efectivos que había llamado de Holanda.
La vanguardia española que marchaba contra Luis de Nassau, no se limitó a defenderse; sino que tomó la iniciativa y actuó atacando mediante escaramuzas y sobre todo una encamisada que tuvo lugar el amanecer del 18 de marzo, en la que participaron 300 arcabuceros españoles y otros tantos valones, apoyados por caballería. Se saldó con 700 infantes enemigos degollados, muchos caballos inutilizados y la captura de una enseña. Por el lado español, fueron 3 los hombres que fallecieron y 4 valones muertos y algunos heridos.
Con estas operaciones el gobernador consiguió que Nassau no pasara con sus fuerzas el río Mosa, teniendo que abandonar su proyecto de tomar Maastricht y además, consiguió unos días vitales para reunir un ejército de 6.000 efectivos que confió al genial Sancho Dávila conocido como «el Rayo de la Guerra«.
Con una marcha rápida los españoles cortaron las líneas de retirada de los protestantes, pasaron el río Mosela cerca de la ciudad de Nimega (Nijmegen) y escaramuzan el 14 de abril con elementos de la vanguardia del ejército protestante. El día siguiente los dos ejércitos se despliegan en una llanura cerca del pueblo de Mook entre una zona de colinas el Moockerhyde y la Mosela.
Nassau dispuso a su derecha 1.600 jinetes en cuatro escuadrones de 400 jinetes, y en una loma que cerraba el campo, otros 1.000 en 2 escuadrones de 500. Los restantes, hasta los 3.000 con que había empezado las operaciones, habían desertado o habían sido víctimas de los combates anteriores. Formó el grueso de su infantería a la izquierda, en un solo escuadrón de 25 banderas o compañías, casi todas de arcabuceros, y otro de menor entidad con 10 banderas, que dispuso en una trinchera frente a la aldea.
El ejército español había desplegado entre el río Mosela a su derecha y un bosque en su izquierda. En el flanco derecho había situado un escuadrón de infantería valona mandado, por Mondragón con 16 compañías; en el centro 2 escuadrones españoles que tenían unas 30 compañías de los tercios de Lombardía, Flandes, Nápoles y Sicilia, mandados por los maestres de campo Hernando de Toledo y Gonzalo Bracamonte; en el ala izquierda tenemos la caballería desplegaba con 1 escuadrón de 170 arcabuceros a caballo en vanguardia, detrás 3 escuadrones de lanzas españolas (mandados por Monte, Mendoza y uno que se desconoce) con 400 jinetes y 1 escuadrón de 200 reiteres alemanes del conde Stenck.
Antes de comenzar la batalla, llegó un refuerzo de 300 arcabuceros españoles del tercio de Sicilia y 4 banderas de Lombardía que, aunque amotinadas, había marchado también desde Holanda.
(A) A las 10 de la mañana, el comandante español mandó una manga de 300 arcabuceros (100 españoles y 200 valones) en escaramuza contra el escuadrón enemigo de 10 compañías del ala derecha. Tras hora y media de lucha, decidieron hacerse con la trinchera y desalojar a los rebeldes espada en mano.
(B) Nassau ordenó un contraataque de infantería y volvió a recuperarla. Poco después los españoles mandaron una nueva manga con 300 arcabuceros (200 españoles y 100 valones) y 100 piqueros (C) que se lanzaron al ataque y tomaron de nuevo la trinchera, una parte de la infantería protestante huyó hacia Mook.
(D) En el mismo momento los escuadrones españoles avanzaban para apoyar la vanguardia. Los protestantes no podían aguantar mucho y se retiraron hacia atrás. Con disciplina, la infantería española se detuvo sobre sus posiciones esperando el contraataque de la numerosa caballería enemiga.
(E) Los rebeldes, por medio de la caballería intentaron restablecer la situación, ordenado una carga que dispersa a 170 arcabuceros a caballo, y después a los 200 reiteres de Stenck que se retiraron en desorden.
(F) Los tres escuadrones españoles de lanceros cargaron cuando los jinetes rebeldes se habían retirado para recargar sus armas, atacándoles por el frente y por el flanco, deshaciendo a los jinetes enemigos.
(G) Los jinetes rebeldes se reorganizaron y lanzaron otro ataque que, también acaba en fiasco, ante una contracarga de las celadas, huyeron del campo de batalla, llevándose consigo los jinetes de reserva, dejando sola a la infantería rebelde, que rápidamente huyó en pánico, perseguida por los españoles y valones espada en mano. Muchos de los protestantes se ahogaron intentando cruzar el río Mosela.
El ejército protestante perdió más de 2.500 infantes y 500 jinetes y sobre todo dos de sus líderes, Luis de Nassau y su hermano Enrique de Nassau.
Tras la batalla, los soldados españoles se amotinaron y decidieron dirigirse a Amberes, donde estaba el gobernador de Flandes Luis de Requsens para reclamarle las pagas atrasadas.
Entraron en la ciudad sin resistencia y se dirigieron al castillo de la ciudad, donde se había parapetado Luis de Requesens. Cuando los amotinados quisieron ocupar el castillo, el alférez Francisco de Salvatierra mató al sargento mayor y al jefe de los amotinados y luego los tiró al foso. Al final, Luis de Requesens tuvo que salir y apaciguó a los amotinados diciendo que el retraso se debía a que los comerciantes de Amberes se negaban a adelantar el dinero.
Los ciudadanos de Amberes, temerosos de un posible saqueo sin control por parte de los españoles les dieron ropa y telas por un valor de seis pagas; con lo que los soldados se quedaron satisfechos, con lo cual calmaron los ánimos, curiosamente los mismos comerciantes se los volvieron a comprar a mitad del precio, ya que los soldados solo querían metálico, haciendo doble negocio.
Asedio de Zierikzee (octubre de 1575 a julio 1576)
Tras el fracaso en el asedio de Leiden, Requesens estableció negociaciones con los rebeldes para establecer la paz, estableciendo reuniones en Breda, durante tres meses estuvieron dialogando hasta que el 13 de junio de 1575 decidió suspenderlas porque no se hacía ningún progreso. Las conversaciones habían servido para dar tres meses de respiro a los rebeldes y situar a la corona española tres meses más cerca de la bancarrota.
Tan pronto como se cancelaron las negociaciones, el ejército español hizo una demostración de fuerza lanzando una ofensiva tratando de dividir a las dos provincias rebeldes y hacerse con un puerto rebelde para que pudiesen llegar los suministros desde España en barco. Una columna mandada por el maestre de campo Sancho Dávila, avanzó desde Urech por Oudewater y Buren hacia Schoonhoven y el Leck; mientras que una segunda mandada por Cristóbal Mondragón atravesaría arriesgadamente el ancho pero poco profundo estuario que lleva a las islas de Schouwen y Duiveland.
Debido a su ubicación estratégica en el extremo norte de la isla Schouwen, Bommenede había sido fortificada en 1574 por los rebeldes. La ciudad estaba dotada de un foso de defensa y probablemente cuatro bastiones. A pesar de estas obras, la ciudad fue sitiada por Mondragón en un asedio de 20 días. En el asalto final se dice que un mosquetero cuyo apellido era Toledo, desenvainó espada y cogió una rodela y cargó contra el enemigo en las murallas; sus camaradas al verlo hicieron lo mismo y es así como culminó el asalto al fortín, tras seis horas de combate, en los que los españoles mataron a todos los rebeldes holandeses (unos 700) y los españoles perdieron unos 100 hombres, sin contar con los heridos.
Una vez tomada se dirigió a la ciudad de Zierikzee, que había tenido tiempo suficiente para preparar y reforzar sus defensas. Los españoles cuando llegaron no pudieron asaltar Zierikzee, y, por lo tanto, trataron de cortar todos los suministros a la ciudad y rendirla por el hambre. Los holandeses se vieron en apuros y recurrieron a romper los diques cercanos y anegar todo el territorio, con el fin de que pudiesen llegar pequeñas embarcaciones con suministros.
Hasta febrero de 1576, a pesar del intenso fuego, las pequeñas embarcaciones holandesas pudieron llegar a la ciudad y abastecerla, los defensores también hicieron varias incursiones que infligieron bajas y daños al ejército español. Pero en marzo, los españoles habían sellado todo acceso a la ciudad.
Los holandeses bajo el almirante Lodewijk van Boisot y Guillermo de Orange hicieron 3 intentos para romper el sitio. El 11 de abril se libró una importante batalla naval, pero terminó de forma indecisa. Un segundo ataque el 27 de mayo falló porque los españoles habían sido advertidos. Además, el almirante Boisot fue muerto. Después de un tercer intento fallido, los holandeses se retiraron el 13 de junio.
El hambre ahora forzó a los defensores a comenzar las negociaciones, que concluyeron el 29 de julio. La guarnición podía abandonar la ciudad, pero Zierikzee tuvo que pagar 200.000 florines para salvar sus vidas y evitar el saqueo. La ciudad fue ocupada por los españoles.
Pero el 12 de julio estalló un motín de las tropas españolas, que no recibieron su paga largamente esperada y prometida. Extorsionaron dinero y bienes de la población y abandonaron Zierikzee el 3 de noviembre. Se dirigieron a Brabant, y Modragón no tuvo otra opción, sino seguir a sus tropas.
Motín de Alost o de Aalst (1576)
El 25 de marzo de 1576 fallecía de peste don Luis de Requesens. La rapidez de los acontecimientos imposibilitó que se tomasen las medidas oportunas referentes a la sucesión, por lo que se dio un estado de falta de poder que sería aprovechado por los rebeldes. El Consejo de Estado se hizo cargo del gobierno de las provincias y el ejército quedó al mando del duque de Mansfield. Esta situación fue ratificada posteriormente por el propio Felipe II, confiando en que al estar formado el Consejo por naturales del país sabrían llevar a mejor término la guerra. Sin embargo, esto fue catastrófico para los intereses de la corona, pues el Consejo de Estado estaba lleno de traidores y personas que solo miraban por sus intereses.
El 1 de septiembre de 1575, se produjo la segunda quiebra de las finanzas de Felipe II de España, lo que hizo imposible pagar los sueldos de los soldados del ejército de Flandes; algunas de estas unidades no habían cobrado nada durante más de dos años y medio, obligándolas a vivir a expensas de la población, generalmente a través del robo. En julio de 1576, el tercio de Valdés con 1.600 hombres se amotinó, escogieron a sus jefes y decidieron dirigirse a Brabante, donde se hacen fuertes en la ciudad de Alost (Aalst) y para saquearla sin piedad. La ciudad era lealista y su saqueo causó furor e indignación entre la población. El Consejo de Estado, confiando en la indignación causada por los desórdenes y la fatiga de la guerra; autorizó a la población de los Países Bajos españoles a armarse para expulsar a todos los españoles, soldados o no, y ponerse bajo su mando, así como el mando de las unidades valonas y alemanas.
Orange aprovechó la ocasión que le proporcionaba la muerte de don Luis de Requesens, el motín de las fuerzas españolas y la falta de pagas, entablando conversaciones con miembros del Consejo de Estado y gobernadores de villas para organizar una revuelta generalizada. Los Estados Generales del sur y el Consejo de Estado se reunieron para dar forma a un tratado que permitiera la unificación del país a pesar de sus diferencias religiosas. En la “Pacificación de Gante” quedaban comprometidas las provincias del sur, representadas en los Estados Generales reunidos en Bruselas y las provincias de Holanda y Zelanda para aunar fuerzas en torno a un programa concreto: la expulsión de los españoles y otras fuerzas extranjeras, y la convocatoria de una reunión de delegados de las 17 provincias para acordar una fórmula que hiciese posible resolver la cuestión religiosa. Acordaban además en nombrar a Guillermo de Orange como gobernador de las 17 provincias y almirante general de Holanda y Zelanda.
Los españoles amotinados de Alost o Aalast, salieron de esta ciudad y se presentaron en el castillo de Amberes para socorrer a sus compañeros, donde llegaron el 4 de octubre.
Asedio de Amberes (1576)
En octubre de 1576, un ejército rebelde de 6.000 hombres se dirigió a Amberes donde la población les abrió las puertas. Una vez establecidos en la ciudad comenzaron a batir las defensas del castillo defendido por Sancho Dávila y a asediarlo.
Además del castillo de Amberes, solo quedaba guarnición española en Liere, Maastricht, Utrecht, Viennen, Gante, Valenciennes y en Alost (Aalast), aunque en este último caso estaba bajo el control de los amotinados. Los españoles combatían en solitario en la mayor parte de las plazas, sin que se pudieran fiar de nadie más. En Maastricht, los mercenarios alemanes cambiaron de bando al ser pagados más, de manera que los españoles quedaron atrapados dentro de la ciudad en dos torreones del castillo. Afortunadamente para ellos, Fernando de Toledo, hijo bastardo del duque de Alba, y Martín de Ayala acudieron en rescate de los españoles de Maastricht. Frente a este inesperado fracaso, los rebeldes se dirigieron a Gante y, como temía Sancho Dávila, finalmente a Amberes.
Los rebeldes nada más llegar a Amberes repartieron armas entre la población para sitiar la ciudadela, aún bajo el poder de los españoles. 14.000 ciudadanos armados y 6.000 soldados rebeldes iniciaron un asedio contra la pequeña fuerza defensora dirigida por Sancho Dávila. Sin embargo, al enterarse de la traición del pueblo de Amberes, las tropas españolas que permanecían amotinadas en la ciudad de Alost (Aalast), esperando sus pagas atrasadas, decidieron acudir en ayuda de sus compatriotas. Lo que no habían conseguido las eternas negociaciones, ni las promesas del Rey, ni las noticias del levantamiento rebelde, lo pudo el ver a los compañeros traicionados y acorralados.
Sin encontrar oposición, los amotinados consiguieron entrar en el castillo de Amberes ante la alegría de Dávila, que a esas alturas lo veía ya todo perdido.
Porque no hay nada más peligroso que acorralar a un animal herido. Los amotinados, cerca de 3.000, juntaron sus esfuerzos con 600 soldados traídos por los capitanes Julián Romero y Alonso Vargas arremetieron desde el castillo contra los 20.000 hombres armados de Amberes. A pesar de la inferioridad numérica, los soldados de los tercios se abrieron paso entre las trincheras rebeldes provocando el caos entre sus filas. Al ver que muchos de sus enemigos se habían atrincherado en el ayuntamiento de Amberes, desde cuya posición disparaban a los españoles, los soldados de los tercios prendieron fuego al edificio.
El incendio se extendió a 80 casas vecinas para ruina de la ciudad. Así, lejos de lo que tradicionalmente se ha relatado, el responsable de la destrucción fue el fuego y no el saqueo, que paradójicamente fue bastante limitado para lo acostumbrado en aquella época, pero que fue exagerado por los medios holandeses acuñando el término de la furia española.
La indignación de las provincias y el Consejo de Estado por el saqueo no tuvo límites. El 8 de noviembre firmaron la pacificación de Gante que exigía la salida de los soldados españoles de los Países Bajos, acuerdo que don Juan de Austria tuvo que aceptar para no perder totalmente el control de las provincias.
En esas circunstancias es como Juan de Austria firma el edicto Perpetuo el 7 de enero de 1577, que obligaba a las partes a aceptar los acuerdos contenidos en la pacificación de Gante, donde las provincias rebeldes reconocerían a Felipe II como su Rey y a don Juan de Austria como su tutor. Se extendía la tolerancia religiosa a todo el territorio y los tercios españoles, italianos, alemanes y borgoñones; fuente de desórdenes desde que no cobraban, deberían abandonar el país para no volver. A no ser por guerra con un país extranjero, que entonces sí eran bienvenidos. Para que el compromiso fuera ‘perpetuo’ ambas partes renunciarían a toda alianza contraria al Edicto. Como colofón habría una amnistía general para empezar, como quien dice, de cero.