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Archiduque Ernesto de Austria (1594-96)
A la muerte de Alejandro Farnesio, el gobierno de Flandes y el mando del ejército volvieron a recaer en el veterano conde de Mansfield, como ya había sucedido en dos ocasiones anteriormente, siendo ratificado en su cargo por el rey Felipe II. Poco después el nuevo gobernador volvía a recibir la misma orden que su predecesor, enviar tropas a Francia para apoyar a la “Liga Católica”; el leal conde obedeció y mandó un ejército de 6.000 infantes y 1.000 jinetes al mando de su hijo Carlos de Mansfield. De nuevo, la salida de tropas restaba operatividad a las tropas reales en Flandes, que reducidas en número, se veían limitadas a llevar a cabo labores de contención de los rebeldes; de lo que de nuevo se aprovechó Mauricio de Nassau atacando ciudades que pasaban a su poder por no poder ser defendidas.
Felipe II quería poner a un miembro de la casa de Austria en tal puesto, así lo habían hecho con don Juan de Austria, y con Alejandro Farnesio. A la muerte de Alejandro Farnesio, duque de Parma, como no disponía de miembros de la casa de Austria de su propia dinastía; acudió a la otra rama de la familia, la del emperador Rodolfo, pensando en el archiduque Ernesto, hermano del Emperador, quien accedió al nombramiento de aquel como gobernador de Flandes.
A principios de 1594 llegaba el archiduque Ernesto de Austria a Flandes. Poco después de llegar, sin atender la postura del conde de Fuentes, al mando de los tercios de Flandes, entabló conversaciones con los rebeldes del norte, a lo que Felipe II no se opuso. La respuesta de los rebeldes dio la razón al de Fuentes, ya que no solamente rechazaron la oferta de diálogo, sino que se dispusieron a continuar la guerra con más fuerza que nunca.
Asedio de Groninga o Groningen (19 de mayo al 22 de julio de 1595)
Antecedentes
En preparación para el sitio de Groninga o Groningen, Guillermo Luis de Nassau capturó cuidadosamente los muchos de los fortines que las tropas españolas tenían, comenzando en 1589 en la batalla de Zoutkamp, en la que Guillermo Luis retomó la ciudad.
Durante la campaña de Mauricio de Nassau de 1591, se hicieron todos los planes para proceder a un posible asedio de Groninga. Casi la mitad del ejército era inglés y escocés; 12 compañías inglesas y 10 escocesas estuvieron presentes en esa campaña bajo el mando de Francisco Vere. Estas fueron pronto reforzadas por otras 8 compañías con unos 3.5000 hombres que habían sido otorgadas, a regañadientes, por la reina Isabel I durante una campaña de reclutamiento.
Las etapas iniciales de la campaña fueron la captura de Delfzijl; el principal puerto de tránsito hacia Groninga. El año siguiente, cuando las fuerzas españolas estaban comprometidas en Francia para detener el colapso de la Liga Católica allí; las fuerzas holandesas e inglesas bajo Mauricio y Francisco Vere pasaron a la ofensiva. Steenwijk y Coevorden fueron tomados por los holandeses y los ingleses. Mauricio después mandó a Guillermo Luis con una fuerza destacada para capturar las altas turberas al este de Groningen junto con las ciudades de Winschoten y Slochteren, asegurándose de que la ciudad quedara aislada de los estados alemanes. A continuación se apoderó de Geertruidenberg, solo para descubrir que un gran ejército español en el sur, aseguraba que su ejército no podía abandonar esa área. Guillermo Luis capturó un fuerte estratégico sobre una colina de arena que estaba en construcción y que cortaba completamente el acceso a Groningen. Francisco Verdugo, el comandante español en el sur, al enterarse de la pérdida de fuertes intentó marchar para recuperarlo, pero era final del año decidió no hacerlo. Verdugo entonces sitió Coevorden en el otoño de 1593, sin embargo, Mauricio marchó en su socorro durante la primavera de 1594. Verdugo levantó el sitio el 6 de mayo y los españoles se retiraron sin aventurarse en un enfrentamiento.
Después del socorro de Coevorden, las tropas holandesas e inglesas partieron allí el 19 de mayo y marcharon a Groningen. El ejército español había estado plagado de motines y deserciones y la pérdida importante de Wedde por una traición, significaba que Groningen era ahora un objetivo fácil para los anglo-holandeses.
El asedio
El 22 de mayo, la fuerza principal angloholandesa había llegado y comenzó un bloqueo de la ciudad. El plan determinado fue abrir trincheras y atacar el lado sur de la ciudad. Anteriormente, Groningen, a pesar de ser una gran ciudad, estaba guarnecida por 400 alemanes y frisios católicos bajo el alcalde Alberto Jarges. Las murallas de la ciudad estaban bien provistas de artillería, y cuando Mauricio se acercó a la ciudad, llegaron 600 tropas españolas y flamencas de refuerzo bajo el mando del comandante Jarichs Liauckema, lugarteniente de Verdugo, entraron en la ciudad por el Poelepoort, aumentando la guarnición a unos 1.000 efectivos. La ciudad, sin embargo, tenía lealtades divididas; los pobres estaban profundamente apegados a la fe católica, pero los burgueses estaban preocupados por la economía y, por lo tanto, veían una mayor ventaja con la república.
Mauricio se estableció su sede en la aldea de Haren, desde esta posición se realizaron los acercamientos hacia varios puntos fuertes de la zona. 5 cañones de asedio fueron colocados contra la torre Drenkelaar, 10 contra el revellín del Oosterpoort, 12 contra Heepopoort, 6 contra la presa Pas y 3 contra el bastión en el ángulo sur. Mauricio ordenó detener el agua que fluía con tierra: se construyeron pequeños canales para llevar sus armas de asedio y los suministros. La mayoría de los pequeños fuertes circundantes guarnecidos por españoles, habían asido abandonados y el único bastión que quedaba en Aduarderzij tuvo que ser tomado por asalto por tropas bajo Guillermo Luis. Con esta captura, el ejército también podría ser provisto por suministros desde Frisia. Vere, con su contingente inglés, trabajó codo a codo en las trincheras con los regimientos de Frisia y Zelanda. Cuando las armas abrieron fuego hubo una respuesta constante y continua desde las murallas, y aunque el Drenkelaar fue parcialmente destruido, y se hizo mucho daño a las paredes y las puertas, la defensa demostró ser terca.
A finales de mayo surgió una crisis cuando la reina Isabel ordenó el regreso de sus tropas inglesas con la necesidad de enviarlas a Francia debido a la amenaza española en Brest. Vere consintió y pidió a los holandeses que reemplazaran a las tropas inglesas en las guarniciones de Ostende, Flushing y Briel para evitar el colapso de la campaña, lo cual fue hecho y el asedio continuó.
El 3 de junio, las armas fueron asentadas en una posición opuesta al Oosterpoort y Vere había alojado a sus hombres en la contra-pendiente a lo largo del foso, donde fueron expuestos a los disparos. Mientras tanto, los sitiadores se vieron obstaculizados por la lluvia, y se intentó una gran salida de la ciudad en el Heerepoort, donde los ingleses fueron sorprendidos con graves pérdidas. El capitán Wrey, parado en la parte superior de la trinchera, fue muerto por disparos, y varios hombres murieron y resultaron heridos antes de que los españoles fueran repelidos.
Mientras que algunos en el campo anglo-holandés esperaban un largo asedio, la gran mayoría esperaba una breve lucha, en la creencia de que la ciudad quería ser parte de la República. Sin embargo, la élite de Groninga había dicho firmemente no negociar un tratado con Mauricio, ya que habían contado con un una fuerza de socorro por parte de las tropas del gobernador Ernesto de Austria. Ordenó a Pedro, conde de Fuentes, que socorriera la ciudad y ordenó a la guarnición que no entablara ninguna negociación so pena de muerte. Mientras tanto, con esa potencial noticia, la guarnición española disparó furiosamente con la esperanza de debilitar las defensas de los sitiadores, pero solo logró batir la tierra. Fuentes se esforzó en reunir un ejército de menos de 5.000 hombres, sin embargo, debido a un motín en sus filas, así como al hostigamiento de la caballería holandesa. Finalmente, con la enfermedad, la deserción y las bajas, se abandonó el intento de socorro.
El Oosterpoort a mediados de junio se convirtió en el principal foco de los cañonazos de los sitiadores y los ingenieros holandeses e ingleses cavaron minas bajo el fuerte revellín frente al bastión. La noticia pronto se extendió por la ciudad y muchos dentro de ella querían comenzar las negociaciones para capitular. La ciudad y los sitiadores comenzaron las negociaciones, pero estalló la lucha entre la ciudadanía. Alberto Jarges y Liauckema ordenaron luchar como un recordatorio de que todos serían ejecutados si los españoles aliviaban la ciudad. La construcción de minas continuó en Oosterpoort, y el 18 de junio fue muerto el capitán inglés Eduardo Brooke. El hermano menor de Francisco Vere, Horacio Vere, recibió su primera compañía y fue ascendido a capitán como reemplazo de Brooke. No mucho después, Mauricio y Vere estaban haciendo un reconocimiento cerca de las murallas, debajo de un gran escudo, cuando recibió un disparo, y ambos fueron arrojados al suelo, pero con heridas menores.
El 5 de julio, la mina estaba completada y se colocaron explosivos en los túneles durante la noche, que luego fueron detonados. Las enormes explosiones fueron presenciados tanto por los sitiadores como por los sitiados. Poco después de que el polvo se hubiera asentado, los bastiones afectados fueron atacados. Tras feroces combates cuerpo a cuerpo, los sitiadores en los que muchos escoceses se distinguieron, ocuparon el puesto antes del amanecer. Las pérdidas fueron fuertes entre los atacantes con 150 bajas, pero infligieron la pérdida de 200 hombres en la guarnición.
La captura de esta posición clave fue demasiado para la guarnición; sin esperanza de socorro, la única opción era rendirse. Unos días después, Liauckema y los principales ciudadanos entraron en la sede de Mauricio, y se acordaron los términos de la rendición.
Secuelas
Después de que las armas se habían callado, la ciudad obtuvo un acuerdo favorable, Groninga y su ciudadanía se confirmaron en todos sus derechos ancestrales. La guarnición debía marcharse, y la ciudad debía recibir magistrados nombrados por Guillermo Luis, como estatúder (gobernador) de Friesland. Cerca de 400 tropas españolas y otros 300 defensores murieron o fueron heridos. Se rechazó la solicitud de que se mantenga al menos una iglesia católica para el culto. En Groninga el tratado se hizo conocido como el «Tratado de Reducción» y la ciudad fue admitida como una provincia en la unión. En términos religiosos, sin embargo, los aspectos cambiaron radicalmente, alterando así los acuerdos que Van Oldenbarnevelt había permitido antes del asedio. Después de la capitulación, todos los monjes y sacerdotes partieron, muchos de los cuales habían huido a la ciudad desde los distritos circundantes, junto con los sobrevivientes del ejército de ocupación en el sur de los Países Bajos. El consejo de la ciudad quedó vacío de católicos, se declaró “libertad de conciencia en materia religiosa”, siempre y cuando no se hiciese profesión pública de la católica bajo pena de muerte, y se les obligó a sufragar los gastos de la guerra contra España.
Mauricio con sus oficiales principales, incluyendo a Guillermo Luis y Francisco Vere hicieron una entrada triunfal en Groninga el 15 de julio. Mauricio después regresó, por Ámsterdam, haciendo una entrada triunfal en La Haya, donde fue agasajado en medio de un gran regocijo.
Para la República, la captura de Groninga fue una victoria importante. El ejército español había sido expulsado de las provincias del norte y la restauración de las siete provincias fue completa. Verdugo que había sido derrotado una vez más fue así retirado de Frisia por el archiduque Ernesto de Austria y su posición fue asumida por Herman van den Bergh.
La caída de Groninga también cambió la relación de fuerzas en el condado alemán de Frisia Oriental, donde el conde luterano de Frisia Oriental, Edzard II, se opuso a las fuerzas calvinistas en Emden. Los Estados Generales ahora colocaron una guarnición en Emden, forzando al Conde a reconocerlos diplomáticamente en el Tratado de Delfzijl de 1595. Mauricio y su ejército se detuvieron por un tiempo antes de lanzar una campaña en el noreste de la zona del Rin para retomar las ciudades de Twente, como Enschede, Oldenzaal y Lingen. Sin embargo, esta campaña, que tuvo lugar el año siguiente, resultó ser un fracaso con el asedio de Groenlo.
Groninga permaneció unida a Ommelanden, pero no fue hasta 1795 cuando se convirtió en provincia.
Asedio de Groenlo o de Grol (14 al 24 de julio de 1595)
Antecedentes
Para formar una cabeza de puente en Twente, Mauricio planeó un asedio a Groenlo o Grol, a pesar de los desalientos del sobrino y asesor militar de Mauricio, Guillermo Luis, conde de Nassau-Dillenburg, quien pensó que las fortificaciones de la ciudad eran casi inexpugnables. Guillermo Luis aconsejó a Mauricio que retardase el sitio de Lingen, pero Mauricio no le hizo caso y comenzó los preparativos para sus planes de todos modos. Mauricio tuvo grandes dificultades para encontrar suficientes fondos y tropas para sus planes, por lo que la campaña en Twente no comenzó hasta 1595, cuando finalmente comenzó el asedio de Groenlo.
El asedio
El asedio comenzó el 14 de julio, con la llegada de Mauricio a Groenlo, junto con 6.000 soldados de infantería varias compañías de caballería y 16 cañones. La llegada a Groenlo se retrasó porque uno de los cañones se atascó cerca de la ciudad de Vragender, hoy parte de Lichtenvoorde. Cuando el gobernador español de Groenlo, Juan van Stirum, se dio cuenta del avance de Mauricio, ordenó el regreso de sus tropas a Groenlo, que temporalmente había destinado en Goor. En su camino de regreso a Groenlo, las tropas españolas fueron emboscadas por las fuerzas de Mauricio, que mataron al menos a 40 españoles.
Al día siguiente, Mauricio comenzó la construcción de un campamento base al oeste de Groenlo y la construcción de varias trincheras. Guillermo Luis, que ayudaba a Mauricio en el asedio, estacionó sus tropas al este. La construcción de los campamentos y las trincheras se completó en una semana, después de lo cual Maurice envió un mensaje a Stirum para capitular, acompañado con tres disparos de advertencia. Juan van Stirum envió una carta de respuesta en la que se negó a rendirse y declaró que iba a defender a Groenlo por “Dios y el Rey hasta su última gota de sangre”. Stirum usó dos cañones para disparar fragmentos de hierro a los sitiadores y envió un mensaje a sus superiores pidiendo refuerzos.
Llegada de Mondragón
Para responder a la solicitud de ayuda de Stirum, el general de 81 años y gobernador de Amberes Cristóbal de Mondragón, apodado “el buen viejo Mondragón”, fue enviado a Groenlo, acompañado por 7.000 soldados de infantería y 1.300 hombres de caballería. Aunque a Mondragón se le ordenó principalmente mantener a Groenlo alejado de los holandeses, planeaba un enfrentamiento con Mauricio para detener su campaña en Twente. Cuando Mauricio supo de la llegada de Mondragón el 21 de julio, aceleró los preparativos del campo de batalla y completó las trincheras el mismo día. Además, Mauricio ordenó el desmantelamiento de varios puentes. Consciente de que las tropas de refuerzo lideradas por Mondragón representaban una gran amenaza para la campaña, Mauricio comenzó a bombardear a Groenlo el 24 de julio y ordenó su rendición inmediata. Después de una fuerte deliberación con Guillermo Luis, suspendió el asedio al día siguiente, temiendo que las tropas de refuerzo que se aproximaban atacarían por la espalda y rodearían a las fuerzas holandesas.
Secuelas
Debido a la escasez de medios de transporte, Mauricio quemó los campamentos, junto con equipos difíciles de llevarse, y condujo a sus tropas a través de Borculo y Ulft a Zelhem. La campaña en Twente fue suspendida y Mauricio usó sus tropas para combatir a varios grupos de bandidos en la zona. La artillería fue enviada a la ciudad de Doesburg, que estaba en manos de los holandeses. Mauricio suspendió su campaña de Twente hasta 1.597, cuando puso sitio a Groenlo con éxito.
El asedio duró del 11 al 28 de septiembre de 1597 y terminó en la captura de la ciudad de su guarnición española. Después de la captura, las tropas se movieron para tomar Bredevoort y formaron parte de las exitosas ofensivas de Mauricio contra los españoles en 1597. Groenlo fue retenido por las Provincias Unidas hasta el asedio en 1606 por Ambrosio Spínola.
Archiduque Alberto de Austria (1596-1621)
Menos de un año después de haber llegado a Flandes como gobernador, a finales de 1.594 moría el archiduque Ernesto, nombrando como sucesor al conde de Fuentes, don Pedro Enríquez de Acebedo, hasta esos momentos al mando de las tropas reales en Flandes, siendo ratificado por Felipe II en el puesto.
En 1595 comenzó con la declaración de guerra de Francia. Esta nación tras el fin de las guerras de religión y el ascenso al trono de Enrique de Borbón como Enrique IV; reivindicaba la devolución de las plazas francesas en manos de España, desde la guerra, en las cercanías de la frontera franco-flamenca, trasladándose a esta zona la guerra. El duque de Fuentes, con gran experiencia militar supo contener la guerra con Francia, pero este nuevo frente, debilitaba su posición en el norte, por lo que Nassau, siempre atento a los problemas españoles, supo aprovechar la ocasión para atacar desde sus posiciones en el norte.
Siguiendo su política de tener un gobernador de la casa de Austria, Felipe II nombraba como nuevo gobernador de los Países Bajos al archiduque Alberto, hermano del fallecido Ernesto y del emperador Rodolfo. Por iniciativa del rey Felipe había sido criado en España, donde recibió formación religiosa, estando a punto de ser nombrado cardenal arzobispo de Toledo cuando el rey le comunicó su interés por nombrarle gobernador de los Países Bajos. También tenía formación de gobierno, y había sido gobernador del reino de Portugal durante diez años, tras el acceso a su trono del rey Felipe, a quien había acompañado en la conquista de este reino.
A primeros de febrero de 1596 llegaba el archiduque Alberto a Luxemburgo y el 11 del mismo mes hacía su entrada en Bruselas.
Siguiendo instrucciones del propio Felipe II escribió al magistrado y al Consejo de Gobierno de La Haya para tratar de llegar a un avenimiento con los rebeldes.
La guerra contra Francia fue muy favorable a los tercios españoles, dirigidos por el conde de Fuentes, conquistando ciudades como Calais, Adres, la doncella de Francia, y Hulst, y al año siguiente Amiens. Pero en Flandes, donde Alberto dedicaba sus energías a asuntos políticos, las cosas no eran nada de buenas, ya que Mauricio de Nassau, gran estratega a la hora de aprovechar las circunstancias favorables, seguía con sus campañas conquistando poco a poco ciudades leales.
Tras tres años de guerra, en febrero de 1598 se reunían en Vervins los comisionados de los reyes de España y de Francia para tratar sobre las paces entre ambos reinos. Junto a los embajadores de España y Francia, el Papado actuaba de intermediario; acudieron también embajadores de Inglaterra y de los rebeldes flamencos que trataban de estorbar la conclusión de un tratado, que provocaría el retorno de las tropas españolas a Flandes y su disposición para hacer frente a los rebeldes. Por fin el 2 de mayo de 1598 se firmaba el “tratado de paz de Vervins” entre Francia y España, poniendo fin a tres años de guerra.
Básicamente, el tratado ponía en vigor el firmado 39 años antes en 1559, entre Felipe II y Enrique II; en el que se reconocía la soberanía española sobre las 17 provincias y los condados de Borgoña y Charluis, pasando a ser entonces dote de la infanta Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II e Isabel de Valois. En ese tratado España se comprometía a devolver las plazas ganadas durante la última guerra en el reino de Francia.
El 12 de julio de 1598 el archiduque Alberto recibía los poderes para gobernar como soberano de Flandes, así como el compromiso de boda con la infanta Isabel Clara Eugenia, que aportaba estas tierras como dote de su boda. El archiduque reunió en Bruselas a los Estados Generales de los Países Bajos, comunicándoles la nueva situación, y tras serle leídos los privilegios de la tierra, y jurar que los respetaría, le fueron prestando fidelidad los representantes de las provincias.
Felipe II, muy mayor y cansado, ordenó al archiduque Alberto que regresase a España para contraer las nupcias con la infanta Isabel, por lo que dejó como gobernador de Flandes a su primo el cardenal Andrés, quedándose al mando del ejército el almirante de Aragón don Francisco de Mendoza. La división del gobierno entre el cardenal Andrés y el almirante de Aragón, provocó que surgieran tensiones y diferencias, siendo destituido de su cargo este; manifestándose como un gran error, pues el cardenal carecía de experiencia militar y tampoco era un buen político, y el siempre atento Mauricio de Nassau lo aprovechó para seguir ganando posiciones.
Tras diez meses de ausencia, en agosto de 1599 regresaba a Flandes el archiduque Alberto, acompañado de su esposa la infanta Isabel. A su llegada se encontró con un ejército agotado y disminuido, sin pagas recibidas y malquerido por los naturales que empezaban a estar cansados de la presencia de tropas extranjeras y de guerra.
Mientras los soberanos celebraban su nueva situación y recibían agasajos de las provincias leales, dejando de lado los negocios de la guerra, Mauricio de Nassau no permanecía ocioso, aprovechando la situación favorable para sus intereses.
Batalla de Nieuport o Primera batalla de las Dunas (2 de julio de 1600)
Antecedentes
Alentados por las noticias sobre un motín en varios tercios del ejército de Flandes, Mauricio de Nassau, que estaba al tanto de los problemas de los españoles para aprovecharse de la situación, decidió atacar a un pequeño contingente español y poner fin a las actividades de los corsarios españoles que operaban frente a Dunkerque y Nieuport (actual Nieuwpoort); sobre todo el marino genovés Federico de Spínola, que con una pequeña flota de cinco galeras, se dedicaba a acometer barcos rebeldes, buscando la gloria y la fortuna, pero también el servir a la corona, poniendo en riesgo su fortuna y su propia vida, que perdería pocos años después en esas tierras.
Los Estados Generales de Holanda bajo Johan van Oldenbarneveldt, ordenaron a Mauricio de Nassau que tomará el mando del único ejército de campo de la costa de Flandes y que capturara la ciudad de Nieuport. La divergencia de opiniones sobre este asunto entre Mauricio y Van Oldenbarneveldt, fue una señal temprana de que los dos líderes de facto de la República Holandesa comenzaban a separarse; esta rivalidad eventualmente llevaría al arresto y ejecución de Van Oldenbarneveldt en 1619.
A Mauricio no le gustaba el plan, sobre todo porque los Estados Generales querían un asalto anfibio. Sin embargo, aceptó comandar el ejército. Reunió en Flushing 12 regimientos de infantería y 25 tropas (escuadrones) de caballería, unos 12.000 soldados de infantería, unos 2.000 jinetes y 38 cañones. Sin embargo, el mal tiempo impidió que la flota zarpara. Mauricio decidió suspender el desembarco y marchar por tierra, un plan que prefería. Los holandeses avanzaron desde Sas van Ghent hasta Ostende, bordeando Brujas, que estaba bajo dominio español. El día 22 de junio cruzó el estuario del río Escalda en una multitud de pequeñas embarcaciones y llegaron a Ostende el 27 de junio y expulsaron a las escasas fuerzas españolas que vigilaban el puerto. Dejaron una guarnición de medio regimiento Ghistelles y 4 tropas, y siguieron hacia el sur, a Nieuport, el 30 de junio de 1600.
El 1 de julio, Mauricio llegó frente Nieuport, envió dos tercios de su fuerza a través del río Yser para bloquearlo desde el oeste. Esa noche, mientras se preparaba para un asedio regular, recibió noticias de que el Archiduque estaba muy cerca de un ejército de campaña.
Mauricio esperaba que el mal estado del ejército español de Flandes impidiera una respuesta adecuada a su ofensiva. Pero estaba muy equivocado. Los holandeses no tenían informes fiables sobre como evolucionaba la situación de las tropas españolas en Brabante. Cuando el archiduque Alberto supo que los holandeses habían cruzado el río Scheldt, reunió las fuerzas que tenía a mano y marchó a Brabante para evitar un amotinamiento.
El archiduque les prometió a los amotinados todo lo que pedían si tomaban las armas. Su capacidad para convencer a los amotinados de volver a la lucha en cuestión de horas le permitió disponer de un ejército de 8.000 infantes y 1.000 jinetes. Cuando Mauricio llegó a Nieuport, Alberto le seguía con un día de retraso. El archiduque avanzó contra la línea de comunicaciones de Mauricio, cortando sus enlaces con Ostende. Esta hábil maniobra dejó atrapados a los holandeses entre Nieuport y el ejército de Alberto.
Mauricio sabiendo que estaba cortado de su base, envió a su primo Ernesto Casimiro I de Nassau-Dietz a Leffinghem, para retrasar el avance español, mientras él reunía la mejor parte de su ejército para cruzar nuevamente el Yser y reunirse con el resto, para enfrentar al Archiduque, no le quedaba más opción que presentar batalla, o arriesgarse a una retirada potencialmente desastrosa por mar.
Ernesto Casimiro, al mando de los regimientos Edmonds (escocés) y Van der Noot (holandés), junto con 4 tropas (escuadrones) de caballería y 2 tropas de pistolas, recibió la orden de tomar el puente Leffinghen pero, al llegar, encontró que el enemigo ya lo tenía en su poder. Ernesto desplegó su fuerza detrás de una zanja, esperando combatir y demorar el paso del enemigo. Pero los españoles ya habían cruzado con una gran fuerza al otro lado del puente y cargaron directamente contra ellos atravesando su centro, derrotando a la infantería de inmediato; mientras su caballería huía presa del pánico, mataron rápidamente a los escoceses, mientras que los holandeses aguantaron un poco más, pero finalmente tuvieron que refugiarse en Ostende, no obstante consiguieron el propósito de dar tiempo a Mauricio.
Después de esa victoria fácil, el Archiduque sostuvo una conferencia con sus capitanes. La mayoría instó a atrincherar al ejército a través del camino hacia Ostende, forzando a Mauricio a atacar a lo largo de un estrecho frente donde la caballería holandesa, en su mayoría jinetes pesados, no sería efectiva contra la caballería española más ligera. Sin embargo, los amotinados, que habían sido convocados por el Archiduque con la promesa del saqueo, estaban ansiosos por luchar y convencieron al resto.
La derrota de Ernesto Casimiro y el haber dejado anteriormente un destacamento en Ostende, Mauricio estaba ahora en igualdad numérica con Alberto. Pero los esfuerzos de Ernesto Casimiro le permitieron desplegar a su ejército para la batalla que tendría lugar la mañana del 2 de julio.
Despliegue inicial
El ejército contaba con una gran cantidad de extranjeros. Un tercio de los hombres eran ingleses y escoceses, otro tercio estaba formado por hugonotes franceses, valones y suizos. En cuanto a la infantería holandesa, Mauricio trató de reformarla. Cuándo él tomó el mando de las fuerzas holandesas, sus fuerzas consistían en mercenarios y contingentes enviados por monarcas europeos enviados para combatir bajo su mando y a sus expensas. Mauricio convirtió a este ejército en uno permanente, y trató de normalizar todo el equipamiento militar, desde la longitud de la pica hasta el calibre de las armas de fuego. También trató de normalizar la instrucción militar, no importaba el origen de las tropas.
Por otro lado, confiaba en reproducir la flexibilidad de la legión romana. Con este fin, organizó los regimientos en dos batallones o más. Cada batallón tenía en teoría 550 hombres, 300 con armas de fuego y 250 piqueros. En cuanto a la caballería, formada por coraceros y caballería ligera, era un arma secundaria, armada con pistolas, ya que la lanza estaba prohibida, y que difícilmente derrotaría a una formación bien entrenada de infantería.
Los españoles eran unas unidades muy experimentadas. El ejército de Alberto estaba formado por tercios españoles, valones e italianos. También había un regimiento formado por desertores ingleses y reforzados por católicos de Inglaterra. Las líneas españolas normalmente estaban formadas con más hombres de fondo que las holandesas. En total, los españoles eran inferiores en número a los holandeses. En caballería había lanceros ligeros, caballería ligera y coraceros, que eran inferiores en número a los holandeses. Desplegaron de la siguiente manera:
- Flanco norte:
Provincias Unidas: 4 cañones, 650 mosqueteros ingleses.
España: 6 cañones, 600 jinetes, 1.400 infantes, entre los que se incluye a los amotinados. - Centro:
Provincias Unidas: 9.300 infantes.
España: 7.300 infantes, en los que se incluye a los tres tercios españoles. - Flanco sur:
Provincias Unidas: 1.200 jinetes.
España: 1.000 jinetes.
Por lo tanto, el ejército avanzó en orden de batalla a lo largo de la costa.
La batalla
Sobre las 13:00 horas, empezaron las escaramuzas entre las vanguardias de ambos lados, la marea estaba llegando, por lo que la playa era cada vez más pequeña y al mismo tiempo, la flota holandesa disparaba contra el flanco español cada vez más cerca.
Alberto, viendo el peligro, ordenó abandonar la playa y subir lentamente por las resbaladizas dunas, el nuevo despliegue en las dunas se finalizó sobre las 14:30 horas, desplegando su ejército en tres líneas en la playa y las dunas. Mauricio se adaptó al despliegue ordenando a su ejército que ocupara las dunas y también reordenó su ejército en tres líneas.
El nuevo despliegue quedó de la siguiente manera:
Ejército español:
- Primera línea: primer tercio provisional (amotinados españoles), segundo tercio provisional (amotinados valones), 7 tropas de caballería ligera (amotinados).
- Segunda línea; tercio Monroy (español), tercio Villar (español), tercio Sapena (español), tercio Avila (italiano), 1 tropa de lanceros ligeros, 5 tropas de coraceros.
- Tercera línea: tercio La Barlotte (valón), tercio Bucquoy (valón), regimiento de Bostock (inglés, levantado de la guarnición de deserción de Deventer y reforzado por refugiados católicos ingleses), 6 tropas de caballería ligera.
Ejército holandés:
- Primera línea: regimiento de Horacio Vere (inglés), regimiento Francisco Vere (inglés), regimiento de Hertinga (frisio, era un regimiento de doble tamaño, con 19 compañías, incluidas dos compañías de guardia a pie de Mauricio), 6 tropas de coraceros, 3 tropas de caballería ligera.
- Segunda línea: regimiento de Domerville (hugonotes franceses), batallón suizo (4 compañías), regimiento de Marquette (valón compuesto en su totalidad de desertores de los colores españoles), 6 tropas de coraceros.
- Tercera línea: regimiento de Ernesto Casimiro I de Nassau-Dietz (alemán, teniente coronel Huysmann al mando), regimiento Hurchtenburch (holandés), Ghistelles (holandés, 6 compañías fuertes, ya que las otras se habían quedado en Ostende para reforzar la guarnición), 3 tropas de coraceros.
La batalla se reanudó sobre las 15:00 horas. Francisco Vere, vio dos dunas prominentes delante. En una desplegó una compañía selecta de ingleses y holandeses y en la otra dos cañones respaldados por infantería holandesa. Francisco Vere descartó enviar a cualquier grupo de avanzada, y esperó a que llegara el ejército español.
Los españoles enviaron una avanzada de 500 arcabuceros para cubrir su avance; pero pronto se toparon con las dunas de los dos rebeldes y tuvieron que detenerse, los tercios amotinados de la primera línea, que habían reclamado el derecho de ocupar la vanguardia, asaltaron la colina de Vere. Sin embargo, no lograron expulsar a las tropas anglo-holandesas de sus posiciones. Un segundo ataque tampoco tuvo éxito. Poco después, el archiduque Alberto mandó a cuatro tercios contra el resto de la línea de Vere. La caballería española los cubría, pero recibieron de inmediato la carga de la caballería holandesa, que los puso en fuga.
Alberto ordenó que avanzara la segunda línea de la infantería española. Los tercios de Sapena y Ávila avanzaron rápidamente contra el regimiento frisón de la derecha holandesa.
Mauricio vio avanzar a dos tercios contra la derecha de Vere. Temiendo que los holandeses pudieran sucumbir, mandó a su segunda línea que reforzaran el flanco. Sin embargo, su posición le impedía ver la situación en la izquierda de Vere, por lo que no le mandó refuerzos. Vere pudo resistir durante un tiempo. Los amotinados tuvieron poco éxito, y se retiraron tras sufrir grandes bajas.
Mauricio envió a toda su caballería contra el flanco español, a excepción del pequeño cuerpo de caballería en la segunda línea que se mantuvo en reserva detrás de la infantería. Los coraceros holandeses fácilmente derrotaron a la caballería española más ligera, y la caballería amotinada, que acababa de unirse, huyó del campo de batalla para no regresar jamás. Sin embargo, los holandeses fueron controlados por la tercera línea de infantería española, con el apoyo de algunas armas de fuego, y se retiraron con grandes pérdidas.
Alberto, al ver que los ingleses no podían resistir más, mandó a los tercios de Monroy y Villar, sus unidades más experimentadas, a que atacasen a los ingleses. Los ingleses, bien entrenados en las nuevas tácticas de Mauricio, mantuvieron el fuego sobre los españoles que avanzaban cuesta arriba a paso firme, cubiertos por una pantalla de arcabuceros. La lucha se mantuvo indecisa por un tiempo, hasta que se produjo el empuje de las picas, los españoles finalmente consiguieron desalojar a los ingleses de la cima de la colina. Francisco Vere, viendo el riesgo, pidió refuerzos, pero no llegaron a tiempo y los ingleses finalmente fueron derrotados. Algunos hombres se arrojan al mar para escapar. Vere casi fue capturado cuando mataron a su caballo. El ejército holandés estaba preso del pánico, y los gritos de victoria de los españoles se oían por todo el campo de batalla.
Sin embargo, los españoles, estaban agotados después de un día de lucha y por la marcha en terreno difícil, aprovecharon su ventaja muy lentamente. Aún más peligrosamente, estaban desordenados, con unidades de mosquetes y picas mezcladas, hicieron un breve alto, para después seguir con el combate.
Sin embargo, Mauricio aprovechó bien ese breve respiro. Viendo que los españoles estaban desorganizados, ordenó a su caballería de reserva contra ellos, solo eran 3 tropas (escuadrones). Su oportuna carga tuvo mucho éxito y los españoles comenzaron una lenta retirada. Vere, que había sido capaz de reunir a algunas compañías inglesas detrás de una batería, se unió a la lucha, y fue reforzado por los regimientos en la tercera línea que finalmente había llegado. Los españoles, fuertemente atacados, retrocedieron en desorden.
En la derecha holandesa, el Archiduque había empeñado su tercera línea en el asalto. Mauricio vio su oportunidad y le pidió a su cansada caballería un último esfuerzo. Bajo el mando de su primo Luis, se realizó otra carga, y la caballería española finalmente fue expulsada del campo de batalla. La infantería española, ya comprometida en todo el frente, esta vez no pudo repeler el ataque en su flanco y comenzó a ceder terreno. Después de un tiempo, el frente se derrumbó, Alberto perdió el control de sus unidades que huían en masa del campo de batalla, dejando atrás sus armas. La caballería holandesa los persiguió, causándoles grandes pérdidas. Los supervivientes se dispersaron en todas las direcciones, pero la inactividad de la guarnición holandesa en Ostende permitió al ejército español evitar la destrucción total.
Secuelas
Las pérdidas españolas fueron altas, cerca de 2.500 muertos, incluidos muchos oficiales, y 600 prisioneros, entre ellos Francisco Hurtado de Mendoza fue capturado cenó con Mauricio esa misma noche, fue llevado a La Haya y tratado con gran distinción hasta su intercambio en 1602. Se perdió el tren de artillería y el tren de bagajes. La mayoría de las bajas sufridas fueron en las unidades de élite de la segunda línea, soldados veteranos que eran muy difíciles de reemplazar.
Las pérdidas holandesas también fueron altas. Con las bajas de Leffinghen, ascendieron a unos 2.000, también en los mejores regimientos, los veteranos escoceses e ingleses, los que más sufrieron.
Aunque Mauricio había expulsado a un ejército español del campo de batalla, toda una hazaña en el siglo XVI, la batalla no consiguió nada. Las líneas de comunicación holandesas estaban estiradas al límite y Mauricio pronto se vio forzado a retirarse también. Los flamencos, a los que Mauricio esperaba incitar a la rebelión contra la corona española, permanecieron leales a la monarquía española. Además, el gran puerto de Dunkerque, que había sido el objetivo principal de la campaña, estaba fuera del alcance y en manos de los españoles. Los corsarios con base en este puerto continuaron atacando las naves comerciales y pesqueras holandesas.
En el lado táctico, la batalla fue paradójica. El ejército de Mauricio había vencido a un ejército español. Sin embargo, su infantería reformada había sido desalojada de una fuerte posición defensiva por la infantería española usando sus métodos tradicionales y fue solo su caballería la que había salvado a los holandeses de la derrota. La batalla de Nieuport es considerada como el primer desafío al dominio de los tercios en la guerra de los siglos XVI y XVII.
Estratégicamente, la lección extraída de esta batalla fue que era más ventajoso sitiar y capturar ciudades que intentar ganar en campo abierto. Esto caracterizaría cada vez más las operaciones en la guerra de Flandes o de los Ochenta Años a partir de entonces.
Asedio de Ostende (5 de julio de 1601 a 20 de septiembre de 1604)
Antecedentes
A diferencia de otras plazas de los Países Bajos, que durante la guerra cambiaron de manos varias veces, Ostende nunca antes había sido conquistada por los españoles. Era la única posesión de la república holandesa en Flandes y su captura era una cuestión estratégica para los ejércitos del Imperio español. Las provincias holandesas leales a España, molestas por las constantes incursiones hostiles que los corsarios de la flota de las Provincias Unidas hacían contra ellos desde Ostende, ofrecieron financiar el asedio con 300.000 florines mensuales.
Ocupando una superficie de menos de un kilómetro cuadrado, estaba dividida en dos partes, la ciudad vieja junto al puerto y la nueva, ambas separadas por un canal, con puentes que las unían; el conjunto estaba fuertemente amurallado y aislado de tierra firme por terreno arenoso y pantanoso; rodeada por el este por el canal Geule, ancho, profundo y navegable, que servía como entrada para el tráfico marítimo hacia la ciudad; por el oeste por el canal Old Haven, que por su poco calado no era navegable pero tampoco se podía vadear fácilmente (ambos canales servían como fosos defensivos, cuyo nivel de agua podía ser regulado desde las esclusas situadas en la ciudad); por el sur un entramado impracticable de arroyos y pantanos; y por el norte abierta al mar, por donde podía recibir refuerzos y suministros durante la pleamar sin impedimento.
Su conquista no parecía sencilla con los medios al uso en la época: excavación de trincheras y minado subterráneo. Ya en 1587, durante los preparativos de la invasión de Inglaterra por la Armada Invencible, Alejandro Farnesio, gobernador de los Países Bajos en nombre de España, había rechazado la idea de su conquista por considerarla una empresa temeraria.
El sitio de Ostende fue una campaña completa dentro de la guerra, que acaparó las energías de ambos bandos en conflicto, extendiéndose por toda la zona geográfica circundante: una sucesión constante de combates terrestres y navales, intentos de asalto y contraataques, obras de ingeniería militar e innovaciones tecnológicas, labores de espionaje y diplomacia, misiones para conseguir apoyo financiero, motines y deserciones de ambos bandos. Tuvo cobertura mediática internacional, espectadores ajenos contemplando el sitio, justificaciones religiosas. Escuela militar de Europa, universidad de la guerra, nueva Troya, gran carnaval de la muerte, fueron algunos de los calificativos que se le dieron.
El número de efectivos en Ostende osciló entre 8.000 y 20.000, relevándose a lo largo del asedio, (esta cifra no incluye los acompañantes no combatientes en la retaguardia: mochileros, criados, prostitutas, comerciantes, etc.), participando los tercios españoles de Rivas, Monroy y Villar.
Las fuerzas defensoras de Ostende, parte del ejército de las Provincias Unidas, reorganizado años antes por Mauricio de Nassau; basaba su fuerza en la inexpugnabilidad de las fortificaciones de la plaza, la superioridad de los holandeses en el mar y la imposibilidad física de los tercios de cerrar la parte norte de Ostende, por donde durante todo el asedio la ciudad recibió refuerzos y suministros por vía marítima. El número de soldados de la guarnición varió durante la campaña entre 3.000 y 8.000, sin contar el personal civil.
Aunque en ambos bandos la atención sanitaria estaba prevista en los campamentos, con la presencia de barberos, médicos, boticarios y hospitales de campaña, el alto número de heridos después de un combate, desbordando la capacidad del personal médico, hacía que las amputaciones fueran la solución habitual. Las deficientes condiciones higiénicas extendían las infecciones y la peste, causante de mayor número de muertes que los combates.
La ciudad fue escenario de uno de los mayores duelos artilleros de toda la Historia Moderna, siendo arrojados sobre la plaza más de 250.000 proyectiles, fuego respondido con el lanzamiento de aproximadamente 50.000 sobre las líneas de sitio. Pero, la magnitud del choque no solo se quedó ahí, sino que serían más de 70 las minas y hornillos explosivos detonados en el espacio ocupado por las defensas, lo que las dejó arruinadas y las convirtió en un montón informe de escombros.
En el conflicto participaron actores de múltiples nacionalidades: los defensores holandeses contaban con la ayuda de un numeroso contingente de ingleses enviados en apoyo de la causa protestante por Isabel I de Inglaterra, por aquel entonces en guerra contra España, escoceses, flamencos, franceses con el favor de Enrique IV de Francia y alemanes de los principados protestantes. Por parte de los atacantes, los tercios del Imperio español estaban compuestos por soldados reclutados en todos los dominios de los Habsburgo, castellanos, portugueses, italianos, alemanes, valones, suizos, borgoñones, flamencos leales a España, irlandeses, además de mercenarios de otros países. El papa Clemente VIII también apoyaría la causa católica de los atacantes, enviando dinero y asesores militares. Emanuel van Meteren, cronista del sitio, lo definiría como “una olla podrida de nacionalidades”.
El asedio en 1601
El 5 de julio de 1601 entre 12.000 y 20.000 soldados de los tercios del Imperio español bajo el mando del archiduque Alberto de Austria pusieron cerco a la villa de Ostende. Los defensores contaban con 7.000 u 8.000 hombres, entre ellos 2.000 ingleses. A mediados de julio llegó sir Francisco Vere, militar inglés, héroe de la batalla de Nieuport, designado por los Estados Generales de los Países Bajos para ocuparse de la defensa de la plaza en sustitución del gobernador Carlos van der Noot.
El archiduque puso Ostende bajo asedio, dividiendo su ejército en dos partes: una acantonada en la parte que daba hacia Nieuport y la otra en Brendene, que daba hacia La Esclusa.
50 piezas de artillería españolas cañoneaban la ciudad, mientras los soldados de los tercios intentaban cegar los fosos para poder vadearlos. El conde de Bucquoy, al mando de las fuerzas sitiadoras al este de Ostende; ante la imposibilidad de hacer lo mismo debido a la corriente del canal Geule, comenzó la construcción de un dique desde su posición hacia la ciudad, donde colocar artillería con la que batir los barcos que entraban y salían por el norte. Estas obras eran constantemente interrumpidas por las crecidas del mar, desarrollándose bajo el fuego proveniente de la ciudad, que seguía recibiendo refuerzos y suministros por su lado norte por vía marítima.
Los primeros compases la mayor amenaza no fueron los atacantes, sino las salidas de los defensores. En la primera de ellas, el 9 de julio, Francisco Vere desembarcó en las arenas opuestas a Ostende. Van der Noot lo encontró al borde del agua y le entregó las llaves de Ostende. La guarnición entonces consistió en 30 compañías de holandeses en dos regimientos de 2.600 hombres a los cuales el Vere añadió sus 8 compañías de 100 hombres cada uno, que elevaron el total a 3.500 hombres. Otros 1.500 efectivos ingleses bajo Eduardo Cecil llegaron el 23 de julio para construir la guarnición.
El 27 de julio, las tropas inglesas dirigidas por Eduardo Cecil hicieron una salida contra los 2.500 hombres del tercio de Monroy y obtuvieron un gran segmento de trincheras de los españoles, a los que pusieron en fuga; y los persiguieron a las colinas de arena con el apoyo de la artillería de la ciudad, finalmente los españoles contuvieron el ataque. Las bajas infligidas fueron de 600 incluyendo muchos prisioneros. Entre los muertos se encontraban don Diego Idiaquez, hijo de un ex secretario de estado de Felipe II, y propio maestre de campo de dicho tercio, falleció a causa de un cañonazo, siendo sustituido por Simón Antúnez.
El 4 de agosto, los españoles mantuvieron un tremendo cañoneo contra la ciudad con todas sus baterías, y Francisco Vere fue gravemente herido en la cabeza. Vere fue a Middelburg para curarse de su herida, y en unas pocas semanas estaba convaleciente. En septiembre regresaría a Ostende junto con más soldados reclutados en Holanda, Inglaterra y Escocia.
Mientras tanto, el fuego rlde artillería de los sitiadores continuó y los soldados de la guarnición cavaron refugios subterráneos en el mercado cerca del bastión «Pekel», para protegerse de la lluvia de disparos.
Los Estados Generales en este momento exigieron que Mauricio marchase para socorrer la ciudad. Vere se sentía frustrado por la falta de respuesta holandesa de los Estados Generales y de Mauricio; particularmente cuando algunas compañías veteranas, incluida la de Eduardo Cecil, fueron sacadas de Ostende para unirse a las fuerzas de Mauricio en el campo.
Mauricio de Nassau, finalmente al frente del ejército de las Provincias Unidas marchó a socorrer a la ciudad. Contra la opinión de los Estados Generales, que le instaban a enfrentarse a los asediadores y expulsarlos del campo de batalla; consciente de la imprudencia de provocar un ataque directo, optó por recorrer las áreas circundantes, en un intento por bloquear los suministros españoles y desviar la atención de estos fuera de Ostende. Puso sitio y tomó Rhinberg, después continuó en Meurs en agosto, que también fue capturado, y en noviembre plantó asedio a la ciudad de Bolduque; que resultó fallido por el socorro de Federico van den Berg, primo de Mauricio al servicio del archiduque, tras el fracaso se retiraron a los cuarteles de invierno.
Alberto de Austria envió a un espía llamado Coningsby, quien pasó a Inglaterra, consiguió cartas de recomendación para Francisco Vere y entró en Ostende al servicio de los defensores; desde dentro informó a los españoles, hasta que fue descubierto y expulsado de la ciudad.
En diciembre de 1601 el número de los defensores de la guarnición había bajado a menos de 3.000; de las fuerzas españolas que iniciaron el asedio quedaban menos de 8.000 hombres aptos para el servicio de los 25.000 totales. La artillería de los tercios había disparado 163.000 proyectiles dentro de la ciudad y no quedaba dentro de ella ningún edificio sin daños. Durante los primeros seis meses y, en general, durante todo el sitio se dispararon en promedio 1.000 disparos por día. No fue hasta finales de noviembre cuando los españoles habían estado trabajando adelantando sus baterías, formando rellenado los fosos hundiendo enormes canastas de mimbre llenas de arena y piedras, construyendo plataformas flotantes, sobre las cuales se montaron cañones en el «Geule».
El 4 de diciembre se produjo una brecha entre el Porcespic y el Helmund y el Archiduque estaba preparad para el asalto. Vere se aseguró de que estuviera fuertemente guarnecido y colocó allí a la compañía de Juan Ogle, pero fueron despertados por la alarma y corrieron a las murallas para descubrir que los españoles estaban asaltando la brecha. Una fuerza de tres a cuatro mil españoles intentaba asaltar la posición; la falange de los piqueros españoles logró ganar la brecha, pero fueron forzados a salir por un contraataque. Los españoles después lanzaron más ataques, pero fueron repelidos nuevamente. Siguió una lucha feroz, y los sitiadores retrocedieron mientras Vere ordenaba que ataran manojos de paja en el extremo de las picas y que se prendieran, para que los españoles en retirada pudieran ser disparados con efectividad cuando retrocedieran.
El asalto nunca pasó la brecha, ya que los españoles encontraron los escombros casi imposibles de combatir y sufrieron muchas bajas. Al final, el ataque fue un desastre y después de media hora los españoles habían perdido más de 500 hombres, casi una cuarta parte de la fuerza atacante.
La posición en Ostende al final del invierno era peligrosa; después de casi cinco meses y medio de asedio y después de dos meses sin refuerzos. Además, las obras exteriores como el Polder tuvieron que ser abandonadas temporalmente debido a las tormentas y las condiciones muy frías. El 23 de diciembre, enterado Francisco Vere de los preparativos de un gran asalto inminente a la ciudad por parte de las tropas españolas; propuso parlamento a los españoles, en una estratagema por ganar tiempo para esperar la llegada de refuerzos. Envió a dos de sus capitanes, Juan Ogle y Carlos Fairfax, como rehenes al campamento de los sitiadores; mientras estos enviaron a Mateo Antonio, intendente general del ejército español, y a Mateo Serrano, gobernador de La Esclusa (Sluis), al interior de la fortaleza de Ostende para negociar las condiciones de la rendición. El día 25, durante el transcurso de las conversaciones llegaron tres naves con 600 zelandesas como refuerzo a Ostende, tras lo cual Vere rompió las negociaciones.
El plan de Vere había funcionado, después de lo cual, él inmediatamente rompió todas las negociaciones. Los españoles, en particular el Archiduque, estaban indignados; o regañadientes, liberaron a Ogle y Fairfax una vez que Serrano y Antonio regresaron. Alberto se negó a ver a ninguno de sus generales durante varios días y los culpó por recomendar suspender el asalto y permitir que las negociaciones siguieran adelante.
Asedio en 1602
A principios de enero, dos de las baterías sitiadoras, que tenían 18 cañones, lanzando proyectiles de 20 kgm de peso, manteniendo un fuego constante contra los fuertes de Porcespic, Helmund y Sandhill. Varias casas, que habían sido derribadas por el fuego del cañón, fueron demolidas para sacar las vigas y los travesaños, para ser utilizados como empalizadas.
Los sitiados se prepararon para un gran ataque. Durante la marea alta, Vere cerró la compuerta oeste, que permitió que el agua entrara en la zanja de la ciudad desde el antiguo refugio en la parte trasera del fuerte «Helmund», con el fin de retener la mayor cantidad de agua posible. Horacio Vere y Carlos Fairfax, con 12 compañías armadas con picas y mosquetes, estaban estacionados en el fuerte «Sandhill. Vere tomó posición con seis de sus veteranas compañías inglesas y escocesas cerca. Dos compañías más; una inglesa y una holandesa ocuparon el reducto de Schottenburgh y de allí a la iglesia destruida estaban 300 zelandeses que habían llegado el día 26. Diez compañías holandesas ocuparon posiciones en la iglesia las «Tablas de Moisés», el «revellín del norte» y «Flamenburgh», mientras que cuatro cañones grandes protegían el puerto y el casco antiguo.
Las dos obras más importantes, que flanquean la brecha, el «Porcespic» y el «Helmund», contenían diez compañías holandesas e inglesas junto con nueve cañones cargados con metralla. En el «baluarte del oeste» se colocaron dos culebrinas para barrer el viejo refugio. A lo largo de la muralla de la ciudad vieja, y en la brecha que se había hecho bajo el «Sandhill», se habían apilado piedras y ladrillos de las ruinas de la antigua iglesia, aros con petardos atados, fuegos artificiales, cuerdas untadas de brea y granadas de mano estaban listos para ser lanzados sobre los atacantes.
Por la noche, el ejército español se había movilizado para un gran asalto y se los vio derribar escalas y municiones. El conde Farnesio, con 2.000 soldados españoles e italianos, recibió órdenes de atacar el fuerte «Sandhill» y la cortina de la antigua muralla de la ciudad. El gobernador de Dixmunde, con 2.000 españoles, atacaría el fuerte «Helmund» y el Porcespic; una fuerza de 500 hombres debía escalar el revellín del oeste, mientras que un número similar atacó la «Plaza del Sur». En el lado este, el conde Bucquoy iba a lanzar un asalto, especialmente atacando el revellín oriental y las defensas del nuevo refugio; en total, el asalto ascendería a unos 10.000 efectivos.
Vere ordenó a sus ingenieros que subieran a la brecha para reparar rápidamente las empalizadas. El Archiduque disparó un arma como una señal a Bucquoy, y los sitiadores se precipitaron al asalto desde todos los puntos justo cuando se acercaba la oscuridad de la noche. Estos ingenieros descubrieron inmediatamente al conde Farnese cruzando con sus 2.000 italianos y formándolos en batallones del lado de Ostende. Vere se dirigió a la parte superior de «Sandhill» y emitió órdenes para que todo estuviera listo, y que no se disparase hasta que él diera la señal.
Cuando los españoles estuvieron al alcance eficaz de las armas, Vere dio la orden de fuego sobre los batallones españoles que se dirigían hacia el pie de «Sandhill». A lo largo de la cortina del casco antiguo, los españoles se abalanzaron sobre la brecha, pero a medida que subían se encontraron con disparos de artillería desde los baluartes. Se les arrojaba ascuas ardientes, piedras y escombros sobre ellos, antes de que se lanzaran los aros llameantes. Los españoles consiguieron subir a duras penas a la cima del «Sandhill» y el «Schottenburgh», pero fueron repelidos tres veces con fuertes pérdidas, mientras que la lucha en la brecha continuó durante el espacio de una hora.
Se hicieron asaltos similares en el revellín occidental, y en la «Plaza del Sur», mientras que en el lado este tres batallones de españoles se atrincheraron en el margen del «Geule». Luego atacaron el trabajo de «media luna española» que se llevó a cabo después de fuertes combates. Vere ordenó su recuperación y se abrió fuego pesado desde los baluartes y luego una compañía inglesa los expulsó con una pérdida de 300 hombres, la mayoría capturados.
A medianoche, los españoles habían sido rechazados en todos los lugares con fuertes pérdidas, y se arremolinaban en el vado en confusión. Vere vio una oportunidad que no podía perder, y ordenó que se abriera la compuerta oeste, a través de la cual las aguas que habían sido almacenadas en la zanja de la ciudad y que habían sido cerradas con la marea alta; corrieron por el refugio en un gran torrente mientras los españoles caminaban por allí. El daño infligido por ese torrente fue tremendo y llevó a muchos de los asaltantes al mar.
Una vez que las aguas se hubieran calmado, los defensores lanzaron un contraataque, salieron de las murallas y se aseguraron un gran botín. Los españoles en su huida, se desprendieron de todo lo que llevaban. Los ingleses fueron los primeros en la refriega y consiguieron pistolas españolas, sotanas de sacerdotes, espadas, cadenas de oro, colgantes y escudos esmaltados fueron tomados a los muertos y moribundos. Había montones de muertos españoles e italianos junto al «Sandhill» y a lo largo de la muralla del casco antiguo, en medio de un equipo de asedio roto. Entre los muertos se encontraron una joven española vestida de hombre, que había caído en el asalto y debajo de su vestido había una cadena de oro adornada con piedras preciosas, junto con otras joyas y plata.
Ese asalto se saldó con la muerte de entre 800 y 1.500 soldados de los tercios; aproximadamente otros 2.000 murieron ahogados cuando desde la ciudad abrieron las esclusas que anegaban los fosos. En ese momento representaban casi un cuarto de la fuerza total del ejército sitiador. Muchos nobles, jefes y comandantes fueron muertos o desaparecidos; el conde de Imbero, un italiano extremadamente rico, fue muerto por un soldado inglés de la compañía de Fairfax; también lo fue Durango maestre de campo, don Álvarez Suárez (Caballero de la Orden de Santiago), el rehén durante el parlamento don Simón Antonio y el gobernador de Amberes. La pérdida de la guarnición fue de 40 muertos y 100 heridos; Horacio Vere resultó herido en la pierna con una astilla, mientras que dos capitanes y otros cuatro oficiales fueron muertos.
Tras el fracaso de este asalto, los soldados de los tercios se amotinaron como protesta por el elevado número de bajas habidas, culpando a sus mandos de haberles llevado a una muerte segura; el archiduque Alberto de Austria hubo de sofocar el motín con el fusilamiento de varios de los participantes.
En marzo de 1602, Francisco Vere sería destinado a servir con las fuerzas de Mauricio de Nassau, por lo que su lugar en la defensa de Ostende lo ocuparía el coronel zelandés Federico van Dorp. Vere dejó Ostende el 7 de marzo, acompañado por su hermano Horacio y Juan Ogle, así como la mayoría de sus compañías inglesas, pero las tropas inglesas restantes continuaron luchando en Ostende hasta el final. El nuevo gobernador llegó con una nueva rotación de ocho compañías holandesas y frisonas, y en junio llegaron más refuerzos colocaron la guarnición en 5.000 hombres en total.
En julio de este mismo año Mauricio puso sitio a Grave, tomándola el 18 de septiembre, y continuó su avance por Brabante y Luxemburgo.
Ambrosio de Spínola Grimaldi, marqués de los Balbases, junto con el conde de Fuentes, gobernador de Milán, reclutó dos tercios 8.000 hombres en Italia, a costa de su propio patrimonio y del crédito concedido por los banqueros genoveses. Esta fuerza partió hacia Ostende para reforzar las tropas del archiduque, la condición era que se le diera el mando de uno de los tercios. Su hermano Federico Spínola había llegado a La Esclusa (Sluis), desde donde hostigaba a los holandeses por mar con cinco galeras. Las perdería en sus enfrentamientos con la flota holandesa, posteriormente se le concederían otras ocho, para que siguiera con sus operaciones de corsario, las galeras dado su poco calado y maniobrabilidad, eran muy útiles en los canales y ensenadas.
La falta de pagas y la escasez de víveres entre los asediadores llevaron a un cuerpo de 3.000 soldados de los tercios italianos a amotinarse; se hicieron fuertes en Hoogstraeten, desoyendo los llamamientos a la disciplina que les hizo el archiduque; alentados por Mauricio de Nassau, se pasaron a las filas enemigas.
No hubo más ataques en Ostende durante el resto de 1602, pero hubo un brote de peste durante el verano para ambos ejércitos que causaron la pérdida de la vida y la enfermedad. Otras 36 compañías de infantería holandesas llegaron en noviembre de 1602 en una rotación que reemplazó a las que llevaban más tiempo. Los intentos españoles para evitar el paso de los barcos que entraban en Ostende por bombardeo fracasaron. Los españoles construyeron una gran plataforma cerca de las dunas occidentales y se contentaron con bombardear la ciudad desde allí.
El último día del año en 1602 llegó una gran flota con provisiones para durar muchos meses más y nuevamente los españoles no pudieron detener la entrada de los barcos. El alivio incluía vacas, ovejas, vino, pan y otros alimentos suficientes para abastecer a una de las ciudades más grandes de Europa. Como resultado, los precios de mercado eran más baratas en Ostende que en cualquier otro lugar de Europa en ese momento.
Asedio en 1603
En la noche del 13 de abril de 1603, una tormenta hizo estragos y las mareas estaban peligrosamente altas, causando daños en la ciudad y en sus defensas. Tan pronto como la tormenta pasó, los españoles lanzaron otro ataque esta vez sobre el «Porcespic» por una fuerza de casi 8.000 españoles e italianos. Sin embargo, la posición estaba bien defendida por holandeses, ingleses y escoceses, y los atacantes fueron repelidos a pesar de lograr ganar un punto de apoyo en las murallas.
El ataque al reducto había sido una finta; los españoles estaban en ese mismo momento asaltando tres fuertes externos, la Plaza del Sur, la Plaza del Oeste y la Plaza Polder. Los españoles habían plantado escalas de cuerda, y estaban escalando las murallas mientras sucedía la lucha en el Porcespic. Las tres posiciones estaban en manos de los españoles cuando terminó la lucha en el Porcespic. Dorp hizo todo lo posible para reunir a los fugitivos y alentar a los que se habían quedado. Al día siguiente, los españoles consolidaron sus nuevas posiciones y giraron las armas recién capturadas y dispararon contra la ciudad. El costo fue alto en ambos lados alrededor de 1.500 bajas entre ambos durante el asalto.
A pesar de la pérdida, los sitiados fortalecieron sus trabajos internos asegurándose de que los españoles no explotaron el éxito. La conclusión de que otro asalto habría fallado a pesar de la captura de los fuertes y habría sido costoso.
El 26 de mayo, tuvo lugar la batalla naval de Sluys, en la que Federico Spínola con 5 galeras fue derrotado por una escuadra angloholandesa mandada por Joos de Moor, que tenía 5 barcos y varias embarcaciones menores, Spínola murió en la batalla, y poniendo fin a cualquier sueño de bloqueo de Ostende, las bajas fueron 414 soldados españoles y 720 angloholandeses.
Tras dos años de campaña, los progresos que las tropas del Archiduque habían logrado en el asedio eran escasos: los intentos por cegar el Old Haven por el oeste no habían dado el resultado esperado, y el dique que Bucquoy mantenía por el este no había conseguido detener el transporte marítimo a la ciudad: el puerto seguía recibiendo barcos con tropas de refuerzo y víveres suficientes. Solamente los reductos exteriores habían sido conquistados.
En octubre de 1603, Ambrosio Spínola sucedió a Alberto de Austria en el mando de las fuerzas españolas. Spínola, proveniente de una familia noble genovesa, no tenía ninguna experiencia militar anterior, pero su conocimiento de la teoría militar, su implicación personal en el conflicto y su personalidad carismática, sirviendo como incentivo a las tropas, acelerarían los avances hacia la conquista de la ciudad.
Spínola se centró en atacar la ciudad por la parte oeste y suroeste, paralizando la construcción del dique que las tropas del conde de Bucquoy levantaban en la parte este.
Pedro van Gieselles sustituyó a Carlos van der Noot que tenía problemas de salud, en el gobierno de la ciudad a finales de 1603.
Asedio en 1604
Spínola esperaba evitar un asalto a gran escala y dispuso, en cambio, que sus tropas a través del sistema de fortificaciones de campo trabajen lentamente hacia la parte noroeste de Ostende. Aunque este procedimiento fue costoso, resultó ser exitoso para los españoles.
Ordenó a las tropas arrojar salchichones (estructuras de mimbre rellenas de piedras y tierra que eran hundidas en los fosos por los soldados de los tercios) y fajinas a través de la corriente de Yperlet que estaba protegida por gaviones construidos. Los inventos no ayudaban a los españoles, sin embargo, el puente levadizo móvil de Targone montado en cuatro ruedas de diez pies fue dañado e inmovilizado por un solo disparo de cañón; luego fue destruido por más fuego de los sitiados después de lo cual fue abandonado.
Los españoles continuaron cavando trincheras cada vez más cerca y comenzaron a construir una mina bajo Porcepisc y el baluarte del oeste.
Entre febrero y marzo de 1604 la ciudad sufrió graves daños a causa de las fuertes tormentas. El 12 de marzo, los españoles lanzaron un decidido esfuerzo para llevar el baluarte Polder pequeño. El pequeño fuerte pronto se vio abrumado y los defensores finalmente fueron expulsados de allí; el primer éxito de desgaste se había registrado para Spínola. Gieselles fue muerto poco después cuando observaba la posición capturada, y fue sucedido por el coronel Juan van Loon, quien murió cuatro días después por el impacto de una bala de cañón, su sustituto provisional Jacques de Bievry fue herido y evacuado a Zelanda.
Jacobo van der Meer, barón de Berendrecht, fue el siguiente en ser nombrado comandante de Ostende el 1 de abril, pero al día siguiente el revellín Polder fue asaltado por los españoles. En una acción sangrienta que duró muchas horas, se tomó el puesto, pero una vez más el costo fue muy alto, todos los defensores fueron muertos y muy pocos escaparon.
El 18 de abril, Spínola ordenó otro asalto esta vez en el revellín occidental. Después de una acción cuerpo a cuerpo en la que se perdieron gran número de oficiales y soldados en ambos bandos, finalmente cayó el fuerte. Este fue un éxito importante para los españoles que ahora habían trabajado con galerías y zanjas a lo largo de toda la contraescarpa hasta que estuvieron muy cerca del Porcelsic. Poco después, los españoles atacaron al propio Porcelsic, pero fueron repelidos con nuevas pérdidas, pero a pesar de esto, Spínola emprendió un asedio formal del recinto.
Mauricio de Nassau recibió la noticia de la captura de los revellines oeste y Polder con asombro y albergaba los primeros temores sobre el destino de Ostende. Decidió lanzar un ataque en Ostende o La Esclusa (Sluis); este último fue elegido con la esperanza de sacar a los españoles o capturar La Esclusa (Sluis), un puerto interior similar a Ostende. Mauricio y su primo Guillermo Luis de Nassau, al frente de un ejército de 11.000 a 18.000 hombres ingleses y holandeses penetraron en Flandes en abril de 1604, poniendo sitio a la ciudad de La Esclusa (Sluis) el 25 de abril; aunque Luis de Velasco, general de la caballería española, y más tarde el propio Spínola acudieron en su socorro, no pudieron evitar su pérdida el 19 de agosto, cuando el gobernador de la ciudad Mateo Serrano la rindió a los holandeses.
Como resultado de la amenaza de que la antigua contraescarpa (pared exterior) pudiera ser tomada o demolida, Van der Meer ordenó construir una nueva. Un plan para este trabajo ya había sido enviado al lugar y un distinguido ingeniero inglés, Ralph Dexter, llegó con sus asistentes para llevar a cabo la pesada tarea, quien calculó que el trabajo tomaría tres semanas. Las nuevas posiciones defensivas cortarían la ciudad en dos y se eliminarían los cimientos de casas reducidas a escombros por el bombardeo.
Le dijeron a Meer que faltaba tierra, por lo que ordenó que se utilizaran los cadáveres de ambos lados para apuntalar las murallas de este refugio final; las cabezas y los huesos se usaban como fajinas, pero no podían ofrecer una resistencia adecuada al fuego de los cañones. El nombre de Nova Troia que significa que Nueva Troya o Pequeña Troya fue otorgada al último atrincheramiento de los sitiados, ya que anunciaron que resistirían mientras los antiguos troyanos defendieran Ilión. Las nuevas defensas fueron nombradas según las antiguas como Nuevo Helmund, Nuevo Polder y Nuevo baluarte del oeste.
Para el 11 de mayo, los españoles habían afectado una esquina del Porcepsic y desde ese punto amenazaban la nueva contraescarpa antes de que pudiera completarse. Van der Meer advirtió a La Haya que la guarnición estaba cerca del agotamiento y no estaba seguro de cuánto tiempo podría sostener la defensa de la muralla principal. Sin embargo, murió poco después por una herida de mosquete; su posición sería ocupada por el coronel holandés Uytenhoove.
El 29 de mayo, la mina largamente preparada surtió efecto bajo el fuerte Porepsic. Después, los españoles lanzaron un asalto en dos frentes, uno en la brecha y el otro en el baluarte del Polder. Los españoles pronto se amontonaron en la brecha y se produjo una feroz lucha. Después de una larga y desesperada lucha con grandes pérdidas en ambos lados, el Porepsic fue finalmente conquistado y retenido por los españoles. Sin embargo, el asalto al baluarte del Polder fue repelido y se retiraron los intentos de tomar el puesto.
El 2 de junio, la mina que se había construido debajo del baluarte Polder fue explosionada, produciendo una brecha de cuarenta pies de ancho y los españoles lanzaron otro asalto y saltaron al cráter. Cuando salieron del cráter y llegaron al baluarte Polder para su sorpresa se encontraron con las nuevas defensas. Los sitiadores habían calculado dónde explotaría la mina y se habían retirado del Polder y habían construido un nuevo conjunto de defensas (conocido como el Nuevo Polder) directamente detrás con baterías de flanqueo para el inminente asalto. Los mosqueteros y piqueros protegidos por sus nuevas obras estaban listos y después de disparar fuertemente contraatacaron a los confundidos asaltantes. Después de recuperarse tras una breve, pero severa lucha, los españoles se retiraron sufriendo aún más pérdidas. Spínola suspendió los asaltos durante dos semanas mientras continuaba el trabajo en otra mina bajo el baluarte occidental, pero sabía que tenía que tomar Ostende antes de que Mauricio pudiera tomar La Esclusa.
El 7 de junio, llegaron refuerzos al bastión, cinco compañías en total: dos inglesas, dos escocesas y una de Frisia, todas bajo el mando de Carlos Fairfax.
El 17 de junio, los españoles crearon la mina bajo el baluarte occidental. Los asaltantes atacaron la brecha y se encontraron de nuevo con fuego pesado de los sitiados con el gobernador Uytenhoove, vestido con una armadura que conducía a sus tropas. Los sitiados lanzaron un contraataque y después de una hora de lucha desesperada los españoles fueron rechazados con grandes pérdidas. Sin embargo, Uytenhoove fue gravemente herido en el combate cuerpo a cuerpo. Tras el rechazo en el baluarte oeste, los españoles lanzaron otro ataque contra el Polder. Aquí también hubo un salvaje combate cuerpo a cuerpo con picas y garrotes, pero los sitiadores finalmente abrumaron el baluarte Polder, mientras que los sitiados se retiraron a sus atrincheramientos internos. Las pérdidas a ambos fueron elevadas con 1.200 hombres perdidos en la lucha. Uytenhoove sería reemplazado por Daniel d’Hertaing; el quinto reemplazo dentro del año y el último.
El 25 de julio, un convoy logró entrar en Ostende con refuerzos de 800 zelandeses, lo que fue una compensación, pero fue el último gran refuerzo que obtendría la guarnición. Poco después de las tormentas fuera de estación, se produjeron estragos en las defensas de Ostende y con ello los barcos de suministros holandeses tuvieron dificultades para llegar a Ostende.
El 22 de agosto, dos días después de la rendición de La Esclusa (Sluis), una combinación de marea alta y otra tormenta arrasó una proporción significativa de la Nueva Troya que redujo aún más la posición de los defensores; las defensas del norte fueron abandonadas dejando solo a Helmund y a Sandhill ligeramente custodiados. Eventualmente este fue abandonado, ya que la posición apenas podía ser defendida y el 13 de septiembre los españoles tomaron posesión de los fuertes que los había desafiado durante casi tres años y comenzaron a bombardear las murallas frente al Old Haven. La posición era insostenible, los sitiados ahora estaban resistiendo en el casco antiguo cubierto de escombros. La sangrienta guerra de desgaste había tenido éxito por última vez y la guarnición envió mensajeros a Mauricio para que los tratase de ayudar.
Sin embargo, la captura de La Esclusa (Sluis) hizo menos esencial que la República se aferrara a Ostende; él y los Estados Generales habían evaluado la situación con Guillermo Lodewijk señalando que cualquier alivio de ese tipo sería difícil. Entonces se tomó la decisión de otorgar a la guarnición de Ostende el permiso para rendirse. Daniel Hertaing decidió entonces despedir a todos los desertores españoles, a los predicadores herejes y a otros potenciales alborotadores que podrían haber causado problemas durante la rendición. La lucha, sin embargo, continuó durante los días anteriores a la capitulación; Carlos Fairfax, el comandante de las compañías inglesas que aún luchaban en Ostende, fue muerto en una batalla el 17 de septiembre.
Finalmente, el 20 de septiembre el gobernador de Ostende, Daniel Hertaing rindió la ciudad ante las fuerzas de Ambrosio Spínola. Los 3.000 ocupantes de la ciudad fueron respetados y se les permitió marchar hacia Flesinga.
Secuelas
Hasta ese momento los españoles habían perdido aproximadamente 55.000 hombres en los combates. Los holandeses y sus aliados habían perdido en la región de unos 40.000; los registros indican que se necesitaban casi 1.000 soldados sanos cada mes para reemplazar a los heridos, muertos y enfermos. Entre julio de 1601 y junio de 1604, un total de 151 compañías holandesas e inglesas sirvieron en Ostende una media de 2.800 efectivos.
Después de la rendición, el ejército español entró en una ciudad completamente devastada que sorprendió a muchos. De los 3.000 civiles en Ostende, la mayoría se había ido en masa durante la primera parte del asedio, pero al final solo quedaron dos civiles; la esposa de un forastero y la amante un oficial herrero.
Después de la captura final, Ambrosio Spínola fue nombrado comandante general de campo y comandante supremo del ejército en Flandes, mientras que Juan de Ribas fue nombrado nuevo gobernador de Ostende.
La guarnición, mientras tanto, llegó a La Esclusa (Sluis) recién capturada y Mauricio los recibió con pompa, tanto oficiales como soldados rasos fueron promovidos o recompensados de otro modo.
Bajo Spínola, los españoles hicieron importantes avances en el territorio holandés, capturando a Oldenzaal, Lingen, Rijnberk y Groenlo a pesar de los esfuerzos de Mauricio.
Los españoles no repitieron el éxito que Mauricio había logrado entre 1.590 y 1.600, pero Spínola había logrado ganancias significativas en poco tiempo y había causado pánico en la República cuando invadió el barrio Zutphen de Gelderland, demostrando que el interior de la República era aún vulnerable al ataque español. Sin embargo, Spínola estaba satisfecho con el efecto psicológico de esa incursión y no presionó el ataque. Mauricio decidió una rara campaña de otoño en un intento de cerrar la brecha aparente en las defensas orientales de la República. Él retomó a Lochem, pero su asedio a Oldenzaal fracasó en noviembre de 1606.
El asedio de Ostende y la subsiguiente campaña de Spínola habían agotado tanto el tesoro español que en noviembre de 1607 Felipe III anunció una suspensión de pagos después de que el Real Tesoro español se declarara en quiebra. Ambas partes estaban agotadas antes de la tregua que se concluyó en 1609.
Asedio de Lingen (agosto de 1605)
Después del asedio devastador de Ostende, el 2 de julio de 1605, el cuartel general holandés recibió informes de que Ambrosio Spínola con el ejército principal ejército de Flandes se dirigía hacia las fortalezas del Rin, en Colonia. Mauricio y sus comandantes, que secretamente planeaban sitiar a Amberes, tuvieron que abandonar toda esperanza. Los movimientos de Ambrosio Spínola no solo evitaron que las tropas holandesas desembarcaran cerca de Amberes, sino que también obligaron a los holandeses a abandonar su intento de capturar otras ciudades menores. Los Estados Generales, alarmados por el avance español, ordenaron a Mauricio que se dirigiera hacia el Rin con todas sus tropas.
El ejército de Spínola se estimaban inicialmente en unos 8.000 soldados de infantería y 3.000 de caballería, pero unos días más tarde, los nuevos informes holandeses estimaron que los españoles contaban con 16.000 efectivos. A fines de julio, tras dejar atrás 50 compañías de infantería para proteger a Ijzendijke, Mauricio trasladó rápidamente el resto de su ejército, incluidas 61 compañías de infantería y 6 compañías de caballería, hacia Deventer. Llegó allí el 10 de agosto. Dos días antes, el 8 de agosto, Spínola llegó y puso sitio a la ciudad fortificada de Oldenzaal. La guarnición holandesa se rindió a los españoles al día siguiente. El mismo día, el ejército de Spínola marchó sobre Lingen.
El 10 de agosto, el ejército español puso sitio a Lingen. La noticia de que Oldenzaal había caído, y que Spínola estaba marchando sobre Lingen llegó a la sede holandesa en el mismo día.
La fortaleza-ciudad de Linger estaba defendida por una guarnición de 500 a 1.000 soldados holandeses bajo el capitán Martín Cobben, más la milicia de la ciudad. Esperando que Mauricio viniera en su ayuda, trataron de aguantar el asedio durante nueve días. El esperado alivio de Mauricio no llegó a tiempo, y Spínola obligó a la guarnición a rendirse, y la ciudad cayó el 19 de agosto.
La pérdida de Lingen provocó una gran inquietud en la sede holandesa, y Mauricio tuvo que optar por una estrategia defensiva. Marchó a las ciudades amenazadas por Spínola con unos 12.000 efectivos el 30 de agosto, y colocó guarniciones con una fuerza total de 8.100 hombres, repartidos Deventer, Zutphen, Zwolle, Rheinberg, Bredevoort y Groenlo. A mediados de septiembre, Spínola volvió al Rin, cruzó el río y tomó Mülheim an der Ruhr, y puso sitio a Wachtendonk el 8 de octubre. El 9 de octubre, tropas holandesas lideradas por Federico Enrique y Mauricio lanzaron un ataque contra las tropas españolas en Mülheim an der Ruhr, la caballería holandesa fue repelida tras un duro enfrentamiento; pero la infantería holandesa mandada por Horacio Vere, consiguió que Mauricio se retirase y salvar su ejército de la destrucción total. Wachtendonk cayó en manos españolas el 28 de octubre, y el 8 de noviembre, el castillo de Krakau también fue tomado por Spínola. Las tropas holandesas y españolas se instalaron en los cuarteles de invierno a fines de noviembre y terminaron las temporadas de campaña.
Asedio de Groenlo (3 al 14 de agosto de 1606)
Spínola mandó a Luis de Velasco que reconociese Groenlo, también llamada Grol o Grolla con 1.200 jinetes y que tomase las primeras posiciones. Esta ciudad era una de las más importantes y populosas del condado de Zutphen, lugar estratégico por el que las tropas rebeldes pasaban a invernar a países neutrales. Estaba situada en una llanura, rodeada de murallas con 5 baluartes, medias lunas, contraescarpas y estacadas. Contaba además con un foso ancho y un sistema hidráulico que inundaba los alrededores. La toma de la plaza era muy importante para los católicos, ya que aseguraría la posesión y las comunicaciones con las plazas de Oldenzaal y Lingen.
El asedio
El 5 de agosto llegó ante las murallas de la citada Groenlo el grueso del ejército con Ambrosio Spínola a la cabeza. Se dividió a la tropa en dos cuarteles: uno formado por los tercios españoles de Simón Antúnez, Íñigo de Borja y Velasco y Pedro Sarmiento, junto con unos 500 irlandeses, mientras que el otro se componía del tercio de italianos del conde de San Jorge, el de borgoñones del señor de Balançon y 600 ingleses. Después de situarse en sus posiciones cada nación, el marqués ordenó que se iniciase el avance para llegar a los baluartes y a las medias lunas más débiles. Las tropas avanzaron 500 pasos hacia las defensas en muy pocas horas, a pesar del fuego de artillería y mosquetería que recibían del enemigo. Para impedir cualquier dificultad en el aprovisionamiento de las tropas, el general genovés financió de su propio bolsillo la compra en la ciudad alemana de Mühlheimde todas las vituallas y bastimentos necesarios para llevar a cabo el asedio. La moral de los soldados era, por tanto, muy alta, ya que no padecían ningún sufrimiento, a excepción del producido por el propio combate.
Los defensores, sabedores de que en muy poco tiempo iban a quedar aislados dentro de Groenlo, decidieron realizar una salida con 600 infantes para intentar romper las líneas españolas. Los atacantes fueron rechazados por las tropas católicas con la pérdida de 100 hombres en el inútil intento de romper el cerco.
El 8 de agosto llegaron a los cuarteles de Spínola el conde de Solre y los soldados de Felipe de Torres y de los hermanos Embden. En un tiempo muy corto cavaron sus trincheras y llegaron a la misma altura de las defensas enemigas de la que estaba el resto de sus camaradas. En el transcurso de los trabajos de acercamiento a la plaza fue herido Cristóforo Embden. Al cuarto día de sitio, Velasco arengó a los españoles para que obtuviesen el premio y la gloria de ser los primeros en entrar en la ciudad. El discurso fue incendiario para la moral de los soldados: un alférez avanzó en solitario hacia la media luna, lo que hizo que el resto de sus compañeros le siguiesen en tromba.
Los atacantes llegaron hasta donde se encontraban los holandeses, que tuvieron que retirarse, por lo que los soldados españoles se adueñaron de la media luna. Una vez asegurada la posición, se cegó el foso con fajinas para que posteriormente se pudiese cruzar sin problema alguno.
Al mismo tiempo, los italianos y borgoñones también se señorearon de la media luna que tenían que tomar, después de haberla atacado un grupo de soldados armados con granadas, lo que hizo que los rebeldes se retirasen sin apenas combatir. El foso se cruzó gracias a un artificio del ingeniero militar Targone, que consistía en un puente flotante de madera sobre los toneles.
El enemigo, desde unas casamatas situadas al pie de las murallas, disparaba con 4 piezas de artillería contra los soldados que intentaban llegar al foso. La munición utilizada eran saquillos de balas que, una vez disparados, se expandían y causaban, al modo de metralla, gran daño a las tropas hispánicas, que se defendían como podían del fuego enemigo con sus mosquetes y arcabuces. Los españoles tuvieron 40 muertos y heridos, por lo que se decidió su retirada para no sufrir más bajas.
Finalmente y a pesar de la dificultad, se logró hacer avanzar 2 cañones que, una vez bien en posición, abrieron fuego y silenciaron las 4 piezas de artillería enemigas. Los españoles fueron capaces de franquear el foso y llegar hasta un baluarte, donde los soldados alemanes empezaron a cavar una mina para volarlo. Balazon, en su sector, también cruzó el foso y se acercó a otro de los baluartes que zapó con rapidez.
Ante la futilidad de la continuación de la defensa, los rebeldes solicitaron un alto el fuego para mantener negociar las condiciones de rendición. El 14 de agosto se les otorgó unas bastante honrosas: salieron de Groenlo 1.100 soldados con las armas y banderas, proporcionándoles 100 carros para transportar el bagaje, pero tuvieron que dejar en la plaza y en poder de los atacantes 11 piezas de artillería, pólvora y gran cantidad de municiones. Las bajas holandesas habían sido unos 200 muertos y heridos, mientras que las hispánicas habían ascendido a 200 hombres muertos, entre ellos varios civiles, y unos 350 heridos.
Asedio de Mauricio (noviembre de 1606)
Tras la partida de Spínola, dejando una guarnición. Spínola se enfrentó de nuevo a los acostumbrados motines de las tropas por falta de paga. Intentó aplacarlos arrestando a los cabecillas, pero no consiguió aplacarles. Mauricio de Nassau que estaba al tanto, recuperó Lochem y prosiguió su marcha hasta Groenlo. El 24 de octubre comenzó el asedio al frente de un ejército de 15.000 soldados de infantería y 3.000 de caballería.
A primeros de noviembre, Spínola consiguió convencer a su ejército dándoles una pequeña paga y prometiéndoles que pronto recibirían el resto, cruzó el río Lippe con 6.000 soldados de infantería, 1.200 de caballería y 10 cañones. Ante las noticias de la llegada de Spínola, Mauricio replegó sus tropas en Lebel; a pesar de la superioridad numérica de las fuerzas holandesas de Mauricio de Nassau, este decidió levantar el asedio el 12 de noviembre y retirarse hacia Zelem, eludiendo el combate contra la opinión de sus oficiales, alegando que el ejército estaba muy débil para un enfrentamiento. Ese mismo día Spínola, habiendo liberado la ciudad, marcharía con sus tropas en dirección a Münster.
Tregua de los Doce Años o tregua de Amberes (1609-21)
En 1606 ambos bandos estaban agotados por el esfuerzo bélico. El 14 de diciembre de 1606 el Consejo de Estado aconsejó al rey Felipe III abandonar Flandes.
Inesperadamente los holandeses hicieron una oferta de cese de hostilidades y la lucha finalizó el 24 de abril de 1607, por casi ocho meses, y se iniciaron conversaciones.
Aprovechando este periodo de tregua, el archiduque Alberto promulgó varios edictos contra cualquiera que se hubiese amotinado alguna vez desde que él llevaba en Flandes, en los que se les declaraba traidores y fuera de la ley, dándoles un plazo de un mes para salir de estos estados. El cumplimiento de estos decretos era difícil para unos pobres soldados que se habían amotinado precisamente por la falta de pagas, necesarias para su subsistencia y mantenimiento; por lo que difícilmente podrían salir del país si no tenían medios para ello, además en muchos casos estos soldados habían contraído matrimonio con mujeres flamencas y habían formado familias que ahora se les obligaba a abandonar a su suerte. A muchos de los soldados les costó la vida el no abandonar Flandes en el plazo establecido, siendo muertos unos a manos de la justicia y otros a manos de naturales del país, para así cobrar las recompensas puestas por el Archiduque.
Las conversaciones continuaron, estando representado el rey Felipe III por Richardot, quien ya había participado en los tratados de Vervins y de Londres, como representante del rey de España, y por Ambrosio de Spínola. el archiduque no tenían un margen de maniobra, ya que debían cumplir las órdenes directas del rey de España. Felipe III dirigía personalmente las operaciones militares y se encargaba de nombrar o destituir a los distintos generales y oficiales del ejército.
Tras el fallecimiento de Richardot, en enero de 1609, fue nombrado mancisidor para ocupar su puesto, acompañando a Spínola en las negociaciones con las Provincias Unidas. Ambos bandos aceptaron la presencia de intermediarios franceses, ingleses y venecianos para que el tratado no se estancara ni naufragase por la intransigencia de las dos partes. Finalmente se llegó a un acuerdo de tregua que se firmaba en la ciudad de Amberes el 9 de abril de 1609, estableciendo que tendría una duración mínima de doce años.
Según los términos del acuerdo, ambas partes se comprometían a:
- Mantener un cese en las hostilidades durante un plazo de 12 años.
- Levantamiento del embargo que prohibía a las Provincias Unidas el comercio con Europa.
- Libertad comercial para las Provincias Unidas en las Indias.
- Los calvinistas holandeses no aceptaron garantizar la libertad religiosa para los católicos.
A excepción de conflictos puntuales de escasa importancia, la tregua sería respetada por ambas partes.
La firma de la tregua fue objetivamente favorable a las Provincias Unidas: supuso el reconocimiento de facto de la independencia de las siete provincias del norte de los Países Bajos: Holanda, Frisia, Groninga, Güeldres, Overijssel, Utrecht y Zelanda que otros países del entorno pronto reconocieron oficialmente. Durante los años que duró la tregua, las Provincias Unidas establecieron relaciones diplomáticas con varios países y se expandieron comercialmente por todo el mundo.
Para España, que consideró la tregua como un acuerdo provisional, aparte de un alivio momentáneo en el maltrecho estado de sus finanzas, supondría un golpe al prestigio español, por cuanto las concesiones hechas a los Países Bajos eran mayores de las imaginables poco tiempo atrás.
La tregua de los Doce Años conllevó un periodo de paz en Europa conocido como la Pax Hispánica, en el que España mantuvo su preponderancia en Europa como primera potencia política, económica y cultural a nivel mundial.