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Conspiración de Catilina (63 -61 AC)
Planeamiento de la conspiración
Lucio Sergio Catilina había sido partidario de Sila y miembro del partido conservador. Pero cuando su situación financiera tocó fondo no vaciló en volverse violentamente contra los optimates para salir del paso, así que el único modo en que podría liberarse de sus deudas era hacerse elegir cónsul. Para lograrlo cortejó al partido popular, favoreciendo su programa de división de la tierra entre los que carecían de ella y saquear las provincias en beneficio de Roma.
Cuando en al año 63 AC, Catilina logró presentarse a las elecciones consulares acompañado de Cayo Antonio Híbrida, fueron vencidos por Marco Tulio Cicerón y Cayo Antonio.
Tras el fracaso, comenzó a planear la realización de un plan mucho más desesperado: la de asesinar a los cónsules, saquear a la ciudad misma y hacerse con el poder. Es dudoso que Craso y César siguieran apoyando a Catilina en este siniestro plan.
Enarbolando la bandera de defensa de las clases populares, reunió entre sus adeptos a todos los opositores políticos de Pompeyo y del senado romano.
Descubrimiento de la conspiración
La parte más ambiciosa del plan consistía en el asesinato de Cicerón, hecho que acontecería el 7 de noviembre de año 63 AC. Sin embargo, Cicerón fue alertado por Fulvia una mujer de la nobleza, amante de Quinto Curio, partícipe de la conspiración, quien tenía una vida escandalosa, y por ese motivo había sido echado del Senado por los censores. Había contado a Fulvia sobre los planes contra Cicerón. La mujer delató lo que iba a acontecer, y Cicerón logró salvarse.
Como cónsul, Cicerón emprendió rápidamente la acción. Reunió diligentemente nuevas pruebas. Además, se previno contra una posible insurrección militar. Hizo guarnecer de hombres las murallas de Roma, armó a los ciudadanos y luego convocó una reunión del Senado.
Catilina tuvo el descaro de aparecer en la reunión, pues a fin de cuentas era senador. Cicerón se levantó y pronunció el discurso más elocuente y eficaz de su vida, exponiendo frente a Catilina todos los planes, las acciones y las intenciones de este. A medida que hablaba, los senadores que estaban sentados cerca de Catilina se alejaron de él, dejando al conspirador solo y rodeado de asientos vacíos.
Las apasionadas palabras de Cicerón le dieron el triunfo, y Catilina, escapó por la noche para unirse al ejército que estaba siendo reclutando por Cayo Manlio en Etruria, dejando a Cornelio Lentulo la lucha en Roma, este sería descubierto y ejecutado.
La conspiración en Roma fue desbaratada, hallándose cartas que incriminaron a cinco rebeldes, que fueron ejecutados sin un juicio, a petición de Catón. César pronunció en vano un discurso instando a que los conspiradores fuesen juzgados.
Catilina y Manlio fueron declarados por decreto hostis o enemigos de la República, el 15 de noviembre, quedando privados de sus derechos civiles y sometidos al derecho de guerra.
El Senado entonces puso a cargo de los dos cónsules encargados de hacer frente a la insurgencia: Cayo Antonio fue comisionado para marchar contra Catilina, mientras que Cicerón se quedó para proteger la capital.
Batalla de Pistoria 62 AC
Cayo Antonio reunió dos ejércitos: uno que consistía en tres legiones bajo el mando del pretor Quinto Cecilio Metelo Celer, para proteger los pasos de montaña que Catilina podía utilizar para ir a la Galia, para cortar su retirada e impedir refuerzos; y el otro bajo el mando del cónsul Antonio con otras tres legiones para perseguir a Catilina y obligarle a presentar batalla.
El ejército rebelde disponía de unos 10.000 efectivos, estaban mal equipados, pues solo la mitad tenía el armamento completo; el resto llevaban armas de circunstancias y disponían de muy poca caballería. Iniciaron la marcha hacia la Galia, para luego volverse hacia Roma en multitud de ocasiones, en un vano intento de evitar el combate.
En enero del 62 AC, el ejército romano de Antonio, mandado por Marco Petreyo, ya que el cónsul Antonio estaba enfermo de gota, se enfrentaron con el de Catilina a 360 kilómetros al norte de Roma en Pistoria (actual Pistoia). Catilina había elegido un estrecho valle, que muchos historiadores han identificado como el campo de Tizzoro. Decidió enfrentarse a Antonio, porque el terreno no permitía el uso de caballería y tenían que combatir en un frente estrecho, que compensaba la inferioridad numérica, su idea era derrotar a Antonio por separado y desanimar a los otros ejércitos.
Catilina situó a vanguardia las 10 cohortes mejor armadas, mientras que los 12 restantes fueron colocadas en la segunda línea como reserva. El flanco derecho estaba mandado por Manlio, el izquierdo por Fiesole, mientras que él, con libertos y colonos, ocupó el centro con el águila, que se decía que era la de Mario en guerra contra los cimbrios.
El ejército consular tenía 3 legiones (15.000 efectivos) y Petreyo situó las cohortes de veteranos a vanguardia y detrás las menos experimentadas. Tras la orden de ataque, la primera línea rebelde aguantó durante un cierto tiempo, el mismo Catilina luchó con bravura en la batalla, y una vez constatado que no existía esperanza de victoria, se lanzó contra el grueso del enemigo, encontrando la muerte. Todo el ejército rebelde cayó en el campo de batalla, y según Salustio con heridas frontales. A Catilina se le cortó la cabeza y esta fue llevada a Roma, como prueba pública de que el conspirador había muerto.
El primer triunvirato: César, Pompeyo y Craso
En el año 60 AC, los tres generales más poderosos de Roma, Cayo Julio César (el favorito de la plebe), Cneo Pompeyo Magno (quien triunfaba en Hispania) y Marco Licinio Craso (el hombre más rico de Roma); firmaron un acuerdo tácito llamado Triunvirato (Gobierno de tres personas), para dividir el Gobierno de Roma.
Con la ayuda de Craso y Pompeyo, Julio César fue elegido cónsul. César impulsó una ley agraria de repartición de tierras entre los soldados veteranos de Pompeyo. Apoyó a los partidarios de Craso en la expulsión de Cicerón, senador enemigo de Craso y contrario a las reformas sociales y políticas en Roma. También la administración adoptada por Pompeyo en sus logros en Oriente fueron confirmadas por la Asamblea Popular.
Julio César deseaba conquistar la zona de la Galia, consiguiendo ser nombrado gobernador de la Galia Cisalpina, originado la guerra de las Galias que lo tuvo entretenido desde el 58 al 51 AC.
Mientras Craso quería también obtener una victoria militar, y pidió ser nombrado gobernador de Oriente para atacar a los partos. En el 53 AC en la batalla de Carras fue muerto, quedando el poder entre César y Pompeyo.
Pompeyo se quedó en Roma, donde fue atraído al bando conservador senatorial, mientras que César optó por el bando de los populares. Los optimates y los populares decidieron resolver sus diferencias a mamporros, las bandas de matones entre los que se encontraban gladiadores y esclavos de ambas facciones, se enfrentaban en las calles, dejando diariamente muchos muertos. El Senado eligió como dictador a Pompeyo, que restableció el orden en la ciudad, acabando con las bandas.
En el 49 AC, Pompeyo propuso una ley, en la que para optar al consulado había que estar en la ciudad, siendo aprobada por la asamblea. Esto excluía a César que se encontraba en las Galias y no tenía tiempo para presentar la candidatura, y César debía abandonar el mando y licenciar a las legiones en la primavera o declararse enemigo de la república.
César acampó amenazadoramente en Rávena con la XIII legión, su favorita. Pompeyo tomó el mando de dos legiones en Capua y empezó a reclutar levas ilegalmente.
El 7 de enero, el Senado proclamó el estado de emergencia y concedió a Pompeyo poderes excepcionales, trasladando inmediatamente sus tropas a Roma. El 10 de enero, César recibió la noticia de la concesión de los poderes excepcionales a Pompeyo, e inmediatamente ordenó que un pequeño contingente de tropas de paisano, cruzara la frontera hacia el sur y se infiltrara en la más cercana que era Ariminum (Rimini). Al anochecer, César avanzó hasta el río Rubicón, que era la frontera natural entre la provincia de la Galia Cisalpina e Italia.
César se dirigió a la legión diciendo que no tenía dinero para pagarles, y que si perdían serían considerados traidores, exhortando a los que quisieran marchar que podían hacerlo. Todos respondieron unánimemente excepto Tito Lavieno, su lugarteniente.
Campaña de César en Italia 49 AC
La situación estratégica era la siguiente:
- Pompeyo y el Senado disponían de dominio absoluto en el mar, 2 legiones veteranas en Italia, 8 legiones en Hispania, una en Siria, Macedonia, África y Sicilia.
- César la legión XIII en el Rubicón, otra en Ravena y 8 legiones en las Galias entre el Saona y el Loira.
César inició su marcha hacia Roma y tomo por sorpresa Aríminum, ciudad en la que se encontraba Marco Antonio que se había infiltrado con varias cohortes de paisano. Sin perder tiempo, ordenó a Antonio que con 5 cohortes atravesara los Apeninos y tomara la ciudad de Arretium, mientras él con otras 5 cohortes ocupó en forma sucesiva Pisauro, Fano y Ancona.
Llegaron a Roma las noticias de las sucesivas ocupaciones de las ciudades de la costa adriática y de Arretium, llegando a Roma oleadas de refugiados que, a su vez, provocaban que otras oleadas de refugiados abandonasen Roma. Un ambiente de terror se apoderó de Roma y su mundillo político. Ante el rápido avance de César, carente de las suficientes fuerzas y temiendo su popularidad entre la plebe y los pueblos itálicos, Pompeyo dio Roma por perdida y ordenó evacuar el Senado, declarando traidores a la República todos los magistrados que se quedasen en Roma.
César aguardó unos días la llegada de otras cuatro legiones y caballería de las Galias, e inició la persecución del Senado. El 1 de febrero marchó sobre Auximun (Osimo) donde derrotó a Accio Varo que reclutaba soldados para Pompeyo.
En Corfinium se encontraba el nuevo gobernador de la Galia Transalpina, Lucio Domicio Enobarbo, quien odiaba por igual a Pompeyo y a César. Se le había ordenado que marchara hacia el sur con sus hombres, pero este desobedeció las órdenes de Pompeyo. Llevó a cabo el único intento de contener a César en Italia: decidió encerrarse en la ciudad de Corfinium, situada en un estratégico cruce de caminos.
El 13 de febrero, César cruzó el río Pescara y sitió Corfinium, que estaba en un estratégico cruce de caminos que se rindió el 19.
Pompeyo, con el resto de senadores y su ejército, tras abandonar Roma se dirigieron a Brindisium (Brindisi) con la intención de cruzar el mar Adriático y adentrarse en Grecia y oriente, donde Pompeyo contaba con innumerables recursos con los que hacer frente a César. César marchó rápidamente hacia Brindisi.
El 25 de febrero, llegó a Brindisi y organizó el envío gradual del ejército, ya que no había suficientes barcos para transportar todo en un solo convoy. El 4 de marzo, los cónsules Cayo Claudio Marcelo y Lucio Cornelio Léntulo Crus zarparon del puerto de Brindisi con la mayor parte de sus fuerzas y cinco días después llegaba el ejército cesariano con su caudillo a la cabeza. En el puerto quedaron 20 cohortes bajo el mando de Pompeyo quedó atrapada en la ciudad esperando al regreso de la flota.
Asedio de Brindisi
César tras llegar a Brindisi tenía 6 legiones: 3 veteranas y 3 recién formadas. Ordenó inmediatamente a sus hombres bloquear la salida del puerto a mar abierto mediante la construcción dos torres en los extremos de la estrecha boca del puerto. Mandó construir diques a ambos lados, pero la parte central era demasiada profunda, por lo que decidió unirlos entre sí con una cadena sobre balsas de 9 metros de largo y una de cada cuatro tenía una torre de dos plantas con una catapulta, ancladas en medio del canal.
Para hacerle frente, el general republicano armó varios mercantes que había en el puerto con torres de tres pisos con armas de lanzamiento. Tras varios días de duelo de artillería naval, César solamente había podido bloquear la mitad del canal, cuando llegó la flota republicana de vuelta. Avanzando dentro del puerto en una hilera de barcos el 17 de marzo.
Pompeyo decidió evacuar la ciudad lo más rápido posible. Primero hizo tapiar las puertas, construyó barricadas o zanjas en la mayoría de las calles, dejando abiertas dos que conducían al puerto pero fortificadas. Luego ordenó a la mayoría de sus hombres que se embarcaran, dejando una retaguardia de honderos y arqueros para vigilar las murallas. Una vez embarcada la fuerza principal, debían trasladarse a barcos pequeños y escapar.
La evacuación salió bien, a pesar de que la gente de Brundisi aparentemente se enfrentaba a César, pero en realidad le proporcionaba información. Los hombres de César pudieron capturar fácilmente las murallas y entrar en el puerto, pero luego tuvieron que tomar una ruta larga hasta el puerto para evitar las zanjas y trampas de Pompeyo. Esto permitió que la mayor parte de la flota de Pompeyo escapara, con solo dos cargueros que chocaron contra el rompeolas.
César ahora se enfrentaba a un dilema. La única forma de terminar la guerra rápidamente sería seguir a Pompeyo y derrotar al ejército del Senado en algún lugar de los Balcanes, pero ya no había barcos en la mayor parte de la costa italiana. Por lo tanto, tenía que convocar barcos del norte del Adriático, Sicilia y la Galia, lo que habría causado un gran retraso y habría dejado inactivo al ejército de César durante algún tiempo. Para evitar esto, César decidió dar la vuelta y realizar un atrevido ataque contra España, donde esperaba el propio ejército de Pompeyo.
César hizo una breve visita a Roma, convocó a los pocos senadores que todavía quedaban, exigiendo el derecho a quedarse con los fondos de emergencia de la ciudad.
En abril ordenó Cayo Estrabonio Curio que con las antiguas tropas de Domicio, invadiese Sicilia y Cerdeña para proteger las rutas y suministros de trigo.
Curio desembarcó con éxito en Útica al mando de dos legiones para tomar la provincia de África, que permanecía bajo el mando de Publio Accio Varo. Tras una victoria inicial de Curio, que fue una escaramuza cerca de Útica, su ejército sería posteriormente aniquilado el 24 de agosto en la batalla del Río Bagradas por las fuerzas combinadas de Juba I y Varo. Curio murió en la batalla.
Tampoco Dolabela pudo lograr sus propósitos al ser dispersada su escuadra frente a las costas de Dalmacia en el Adriático, mientras que Cayo Antonio se vio forzado a capitular en Iliria.
Campaña de César en Hispania 49 AC
Marcha a Hispania
La estrategia de Pompeyo que con sus tres ejércitos situados en Hispania, Sicilia y Grecia, era aislar a Italia y hacerla capitular por hambre. Además, estaba pactando con los dacios de Burebista y tenía una alianza con Farnaces del Ponto y con Egipto.
No hacer nada habría sido el fin, César abandonó Roma el 6 de abril y se dirigió a Hispania, antes de partir pronunció la célebre frase: «Me enfrentaré primero a un ejército sin general y después a un general sin ejército», el plan consistía en una guerra rápida, por lo tanto, César no podría preparar suficientemente las campañas y no podría acumular los efectivos. Dejó a Marco Emilio Lépido como prefecto en la capital y a Marco Antonio al mando en el resto de la península itálica.
César se había enterado de que Lucio Vibullio Rufo había sido enviado por Pompeyo a Hispania; mientras Enobarbo ocupaba Massilia (Marsella) con siete barcos comprados en la isla de Giglio y Cosa. Lo había precedido jóvenes nobles locales, que como embajadores pompeyanos, habían salido de Roma poco antes de su abandono por Pompeyo.
César había enviado previamente 3 legiones para cerrar los pasos de los Pirineos, con el resto de las fuerzas sitió Marsella que contaba con 20.000 efectivos. Una vez completado el cerco, dejó tres legiones al mando de sus legados Cayo Trebonio y Décimo Junio Bruto Albino para continuarlo, e inmediatamente, y sin perder tiempo, se dirigió con el resto de las tropas a la Hispania.
Los habitantes de Massilia cerraron las puertas a César y pidieron ayuda a los albicios, una tribu bárbara que vivía en las montañas al nordeste de la ciudad, de los que eran desde hace mucho sus protectores. Acumularon todo el trigo que pudieron de las regiones vecinas, organizaron fábricas de armas en la urbe y repararon las murallas, puertas y la flota. Estaban listos para aguantar un largo asedio. César envió quince embajadores para recordarles que había conquistado toda Italia con facilidad y no deseaba hacerles la guerra. Fue durante esas negociaciones cuando llegó Enobarbo con su flotilla. Bien recibido por los locales, fácilmente se hizo con el gobierno de la ciudad.
Su primera orden fue enviar la flotilla en todas direcciones para capturar todos los buques de carga disponibles, algunos de ellos fueron desguazados para reparar otros navíos y otros mercantes son armados. Se organizó las reservas de trigo y demás materias primas para soportar el asedio. César respondió llevando tres legiones en las cercanías e iniciando un asedio. También estableció en Arelate la construcción de 12 buques de guerra, que fueron acabados en 30 días y cuyo mando se confió a Décimo Junio Bruto Albino. Tres legiones (VIII, XII y XIII) quedaron a las órdenes del legado Gayo Trebonio para continuar con el asedio. El 5 de junio partía a Hispania.
Hispania estaba ocupada por tres ejércitos pompeyanos a las órdenes de los legados Lucio Afranio, en la Citerior con 3 legiones; Marco Petreyo en la Ulterior con 2 legiones, entre el paso Cástulo y el río Anas, con dos legiones; y Marco Terrencio Varrón en las tierras de los vetones, cruzando el Anas, en la Lusitania, con 2 legiones. En total los ejércitos pompeyanos de Hispania constaban de 7 legiones y 80 cohortes auxiliares.
La estrategia de los pompeyanos Afronio y Petreyo, que habían reunido sus 3 y 2 legiones respectivamente, era evitar una batalla campal con el fin de no arriesgarse a una derrota, la de César hacer una campaña con lo más rápida y con las menores perdidas posibles.
César había ordenado a Cayo Fabio que fuera a Hispania con tres legiones (VII, IX, XI) por delante él. Fabio se encontraba en el Narbo Martius, cerca de Narbona, y recibió la orden de ocupar los pasos de los Pirineos.
El César partió con 3 legiones para unirse a Cayo Fabio.
Batalla de Ilerda (Lérida)
Primeros enfrentamientos
Fabio expulsó a las guarniciones de Afranio de los pasos pirenaicos, y envió mensajeros para ganar el apoyo de las tribus de la región. Realizó varias incursiones en busca de alimentos, enfrentándose a la caballería pompeyana, consiguiendo llegar a las inmediaciones de Ilerda (Lérida) acampando no lejos de la ciudad. Posteriormente, construyó dos puentes de madera sobre el río Sicoris (Segre), el pons propior y el pons ulterior. Los pompeyanos controlaban un puente de piedra próximo a la ciudad.
Afranio y Petreyo llegaron a Ilerda con su ejército el 20 de junio, viendo las escasas fuerzas de Fabio, decidieron buscar batalla inmediatamente, procediendo a avanzar con el objetivo de ocupar un puente con 4 legiones. Lucio Munacio Planco, comandante de una legión, decidió ocupar una colina cercana al pons propior, enfrentándose exitosamente a un enemigo superior y consiguiendo detenerle. Cuando Fabio llegó con el resto del ejército los pompeyanos se retiraron, pero controlaban la zona y dificultaban el abastecimiento de los pompeyanos.
Llegada de César
El 23 de junio César llegó al campamento de Fabio escoltado por una guardia personal de 900 jinetes germanos. Mientras tanto, uno de los puentes fue destruido por una inundación repentina causada por una tormenta, pero durante la noche siguiente se trabajó para reconstruirlo completamente. Después de reconocer personalmente el lugar, el procónsul ordenó a 6 cohortes guarnecer el campamento y el nuevo puente, y con todo el ejército marchó hacia Ilerda, llegando a un llano perfecto para una batalla campal, Desplegó al resto del ejército en tres líneas (triplex acies) muy cerca de Afranio.
Los pompeyanos respondieron desplegándose frente a su campamento, que estaba sobre una colina al sur de Ilerda. César percibió que Afranio no atacaría y decidió acampar allí mismo. Conociendo que podía ser atacado mientras se construía el campamento, ordenó a la tercera línea no levantar una empalizada o valum, fácilmente visible desde la distancia, sino que cavasen una fosa o fossatum de 15 pies (4,5 metros de profundidad). Al llegar la noche los Césarianos se retiraron tras el foso y permanecieron en armas toda la noche.
Al día siguiente César decidió continuar la construcción. Se asignó a tres legiones un sector por fortificar mientras otras tantas daban cobertura. Entre tanto, Afranio y Petreyo desplegaron sus legiones al pie de la colina de su campamento y ofrecieron batalla. César no interrumpió su trabajo y los pompeyanos no atacaron y volvieron a sus cuarteles. En la tercera jornada las empalizadas estaban listas y algunas cohortes empezaron a traer el equipaje desde el campamento de Fabio, que fue abandonado.
Entre Ilerda y el campamento pompeyano había una llanura de 450 metros atravesada por una pequeña elevación. El 27 de junio César quiso ocupar esa elevación y bloquear el acceso enemigo a la ciudad, así que ordenó a tres legiones, una para ocupar la colina y las otras dos para explotar el éxito. La maniobra fue detectada por los vigías de Afranio, que envió tropas a ocupar la colina, llegando antes al estar más cerca. Pronto ambos bandos enviaron refuerzos y se inició una batalla.
La posición de los Césarianos comenzaba a ser insostenible, dado que los pompeyanos controlaban la altura y podían envolverlos. El procónsul decidió enviar a la legión IX para ayudar a sus tropas y esta hizo retirarse a sus enemigos detrás de los muros de Ilerda, pero los soldados quedaron vulnerables, pues estaban entre la colina y la ciudad, desde donde les lanzaban todo tipo de proyectiles. Tras cinco horas de combate sin tregua, César ordenó la retirada protegida por su caballería. Los legionarios de Afranio aprovecharon la misma para atacar cuesta abajo.
Los cesarianos tuvieron 300 muertos entre los que había 4 centuriones y más de 600 heridos. Afranio mantuvo la pequeña loma, dejando una pequeña guarnición y mandó fortificarla.
Crisis de César
Al día siguiente otra tormenta repentina produjo una violenta inundación que destruyó los puentes de madera cesarianos, dificultando las comunicaciones, quedando atrapados sin posibilidad de cruzar el Sicoris. En cambio, el puente de piedra pompeyano seguía en pie, permitiéndoles cruzar cuando querían.
A César no le podían llegar convoyes con trigo de las tribus aliadas de Italia o de la Galia, mientras que Afranio había acaparado suministros, y la guerra había asustado a los locales, que alejaron a sus ganados de la zona del conflicto.
César no podía reconstruir los puentes, pues el fuerte caudal impedía los trabajos tanto como los ataques de proyectiles pompeyanos, que controlaban las riveras.
Cuando el general pompeyano supo que una caravana con numerosos materialesde construcción esperaban encontrar un método para cruzar el río y llegar al campamento, así es que César decidió atacar. La caravana contaba con arqueros rutenos de Aquitania, jinetes, legionarios, esclavos y no combatientes. Alrededor de 6.000 personas. Afranio salió con toda su caballería y tres legiones para destruirlos. Les atacó por sorpresa, pero los jinetes Césarianos lograron organizar cierta resistencia, permitiendo a la mayoría escapar a las colinas. Murieron 200 arqueros, algunos jinetes y una pequeña cantidad de porteadores.
César contaba con una importante superioridad en caballería: 3.000 jinetes veteranos de sus campañas previas, casi 3.000 nuevos jinetes galos y 900 germanos. Los pompeyanos rondarían los 5.000 jinetes principalmente hispanos.
César construyó un nuevo puente de barcazas, construyendo barcos de poco calado similares a los curragh galos, el 10 de julio consiguió restablecer los suministros, y pasar la caballería para protegerlo y cortar los suministros a los pompeyanos.
Retirada de los pompeyanos
Afranio, temiendo quedar atrapado en Ilerda decidió marchar hacia Octogesa (Mequinenza?) donde les esperaban barcazas para cruzar el río Iberus (Ebro) para reunirse con Varrón que disponía de 2 legiones. Dejó un destacamento menor para guarnecer el puente, su campamento e Ilerda y el 25 de julio se dirigió al sur con su ejército.
César al darse cuenta dejó una legión para proteger el campamento y salió inmediatamente en su persecución, enviando a su caballería por delante para cortarles el paso.
Después de dejar una legión en el campamento, César ordena el cruce del río, que fue muy difícil. Usaron líneas de animales de cargas para ralentizar la corriente y que los legionarios pudieran estar en la otra orilla al anochecer. Afranio y Petreyo se asustaron al ver esto y sus soldados querían retirarse a las colinas para librarse de la caballería enemiga. Entonces llegó la noche y ambos bandos acamparon.
Fue entonces que algunos pompeyanos se alejaron para buscar agua y fueron capturados por la caballería de César. Así, el caudillo supo que sus enemigos estaban sacando silenciosamente a su ejército del campamento y ordenó dar señal de levantar el propio, lo que fue oído por los pompeyanos, que deciden encerrarse de nuevo en su campamento para evitar un combate con la caballería Césariana en plena noche.
Al día siguiente, Petreyo salió con algunos jinetes en secreto. El Césariano Lucio Decidio Saxa hizo lo mismo, ambos exploraban el mismo sector y avisaron de que a pocos kilómetros el camino entraba en un desfiladero, el primer bando en llegar allí, podría detener al oponente.
Petreyo y Afranio convocaron un consejo militar. Algunos oficiales querían marchar de noche para alcanzar el desfiladero, pero otros indicaron que era imposible, pues la caballería Césariana exploraba constantemente la zona y si los atacaba, sus infantes romperían filas aterrados. De día, en cambio, el ser vistos huyendo daba vergüenza a los soldados y los hacía mantener las posiciones. Por eso decidieron marchar al día siguiente.
En cambio, después de un reconocimiento, César hizo salir a sus soldados al atardecer y dando un amplio rodeo por un sendero montañoso bloquea la ruta hacia Octogesa. Al ver salir a los soldados cesarianos por otra ruta, totalmente contraria al parecer, los pompeyanos celebraron y los insultaron por retirarse, pero al ver a César girar sus fuerzas y acercarse al desfiladero; apresuradamente reiniciaron la marcha dejando el parque y algunas cohortes a su suerte en el campamento, pero no podían apresurarse por los ataques de la caballería cesariana.
Los pompeyanos quedaron aislados y sin suministros, por lo que se detuvieron en una colina, enviando 4 cohortes auxiliares al monte más alto de la zona para refugiarse allí y encontrar otro camino. La caballería cesariana les rodeó y masacró a la vista de todos en la llanura. Los lugartenientes de César le rogaron que se uniese al combate, mientras los aterrados pompeyanos no se atrevieron a intervenir, pues apenas han resistido a los jinetes. Sin embargo, César no interviene, sabedor que el enemigo aislado se rendirá con suficiente tiempo y no desea una masacre de romanos perfectamente evitable.
Afranio y Petreyo debían bajar de su colina tarde o temprano por carecer de agua. Al final regresaron a su campamento, mientras César ordenaba construir uno nuevo más cerca del enemigo y bloquea todos los caminos a Octogesa. Al día siguiente, los oficiales pompeyanos discutieron si retirarse a Tarraco o a Ilerda. También ordenaron a auxiliares, jinetes y legionarios proteger a los porteadores que se dirigían a recolectar agua de la caballería cesariana.
Afranio y Petreyo acompañaron a los porteadores, dejando a los soldados en el campamento que empezaban a conversar y a pensar si podían esperar piedad de César. Finalmente, decidieron enviar a los centuriones con César con la promesa de unirse a él si les perdonaban la vida a todos, incluyendo sus comandantes. Tribunos y centuriones empezaron a rendirse y los cesarianos y pompeyanos empiezan a celebrar el acuerdo, invitándose al campamento contrario a conversar. La alegría se transmitió a las unidades auxiliares. Incluso el joven hijo de Afranio llegó a rogar por su vida y la de su padre.
Cuando Afranio se enteró, se encerró en su tienda. En cambio, Petreyo reunió a su séquito personal, sirvientes privados, algunos auxiliares y jinetes bárbaros y atacó a los invitados cesarianos, que se defienden espada en mano y huyeron a su campamento; incluso dio muerte a un oficial propio que intentó contenerlo.
Luego, Petreyo reunió a sus hombres y les suplicó que no lo entreguen al enemigo. Les exigió a todos jurar no desertar ni negociar, empezando por los tribunos y centuriones. Después, hizo traer a los Césarianos que aún estaban en el campamento y los ejecutó, aunque la mayoría fueron ocultados y escaparon durante la noche. Así, Petreyo logró que sus soldados no se atrevieran a volver a pensar en rendirse. En cambio, César ordenó reunir a los pompeyanos en su campamento y mandarlos de vuelta, pero estos pidieron quedarse con él.
Los pompeyanos tenían problemas para recibir comida y agua. Al menos, cuando salieron de Ilerda los legionarios llevaban reservas de alimentos para 22 días, pero los auxiliares no. Por eso, gran número de estos últimos desertaba cada jornada. Petreyo y Afranio acabaron por decidir retirarse a Ilerda, donde quedaban algunas reservas de suministros y estaba más cerca que Tarraco. Pero la caballería Césariana atacaba constantemente a su retaguardia y de cerca César los seguía acechando con sus legiones.
Los pompeyanos acosados por la caballería de César, tenían que detenerse constantemente, hasta que llegaron a una colina donde levantaron un nuevo campamento. Entonces observaron que César construía uno propio y enviaba a sus jinetes a recolectar comida, por lo que decidieron reiniciar la marcha aprovechando la ventaja. Sin embargo, César se dio cuenta, dejó algunas cohortes al cuidando el campamento con los bagajes y sale a perseguirlos con sus legiones descansadas. Su caballería pronto se unió y cayó sobre los pompeyanos, dispersando o matando a muchos. Afranio y Petreyo se dieron cuenta de que ya no pueden retroceder pero tampoco encontrar un lugar con agua donde abastecerse.
César no dejó a sus tropas establecer tiendas para impedir al enemigo intentar escabullirse de nuevo. Los pompeyanos montaron su campamento durante la noche y el día siguiente, dejaron una guarnición en el campamento y marcharon con el grueso de sus fuerzas a por agua, además, la falta de forraje les obliga a matar a sus animales de carga.
César deseaba rendirlos por sed, así que decidió bloquear el camino con una zanja y una empalizada. Al tercer día la obra está casi terminada y desplegó a sus legiones y caballería para defenderla y trasladó su campamento para acercarlo al enemigo, tanto que en caso de derrota pueda refugiarse rápidamente. Estaban organizadas en dos líneas y una más de reserva, una primera de 4 cohortes, una segunda de 3 y una final de otras 3; sus arqueros y honderos estaban en el centro y su caballería en las alas.
Los pompeyanos formaron sus legiones en dos líneas y una de reserva, con el fin de detener los trabajos, pero no atacaron y al atardecer ambos ejércitos se retiraron a sus respectivos campamentos. Al día siguiente, los pompeyanos intentaron vadear el río Sicoris para escapar, pero César lo detectó y ordenó a sus jinetes y auxiliares germanos atacar, colocando después vigías en ambas orillas.
Capitulación de Afranio y Petreyo
El 29 de julio, después de 4 días sin leña, agua ni forraje para los animales, los pompeyanos pidieron una reunión fuera de la vista de los soldados cesarianos, lo que César rechazó. Después de que el hijo de Afranio se ofreciese como rehén y se estipulara un lugar público a elección de César, este accedió. En la conferencia, Afranio dijo a César que no estuviera enojado por ser leales a Pompeyo, y que ahora no podían seguir con los sufrimientos, faltos de agua y encerrados como animales. Por ello pedía piedad. César los felicitó, pues habían cumplido su deber de la mejor manera posible, preocupados siempre del bienestar de sus soldados, pero que los soldados pompeyanos, que habían negociado previamente tenían la razón, porque solo querían el bien de sus compatriotas.
El 2 de agosto los pompeyanos capitularon. Los ciudadanos que vivían en Hispania fueron licenciados de inmediato, los demás prisioneros fueron liberados al llegar al río Varus. César se comprometió a dar granos a los pompeyanos hasta llegar a ese punto. También ordenó a sus soldados devolver toda propiedad confiscada a los vencidos. El procónsul actuó como juez para decidir cuánto dinero se debía pagar como justa indemnización en cada caso. Las legiones pompeyanas casi se amotinaron por no recibir su paga de Petreyo y Afranio, pero ellos dijeron que no era el momento, así que César fue quien tomó la decisión, dejando satisfechos a todos.
Dos días más tarde, con casi un tercio de los prisioneros licenciados, César ordena a dos de sus legiones marchan como vanguardia al sur, el resto las seguirá poco después. Encargó al legado Quinto Fufio Caleno guiar al resto de los pompeyanos al río Varus, donde se disolvieron. Permitió a todos los oficiales unirse a Pompeyo si querían y no obligó a nadie a luchar para su causa contra su voluntad. Tampoco hizo ejecuciones, a pesar de que Petreyo había matado a algunos de sus soldados en una tregua.
Movimientos de Varrón
La conducta de Varrón cambió cuando recibió informes de Afranio exagerando sus éxitos sobre César. Movilizó 30 cohortes de auxiliares para apoyar a sus dos legiones; envió granos a Afranio, Petreyo y Enobarbo; mandó construir 10 barcos de guerra en Gades (Cádiz) y muchos más en Hispalis (Sevilla). Entregó los tesoros del templo de Hércules a Gades y la guarneció con 6 cohortes a cargo del équite Cayo Galonio, amigo de Enobarbo. Llevó a cabo una campaña de propaganda, pronunciando discursos contra César, afirmando que muchos soldados lo habían abandonado por Afranio y por último, empleó el miedo para recolectar gran cantidad de dinero y granos.
En todas las ciudades que considerada favorable a César, Varrón dejó guarniciones y les impuso tributos, mientras que a los individuos les quitó sus propiedades para uso público y les obligó a jurar lealtad a él mismo y a Pompeyo. El problema vino cuando entendió que toda su provincia favorecía a César después de conocer del resultado de Ilerda, así que el legado decidió retirarse a Gades con sus legiones y resistir allí apoyándose en su flota y reservas de comida todo el tiempo que fuera posible. En cambio, César estaba apurado por volver a Italia, pero no quería dejar ninguna fuerza pompeyana activa en Hispania.
Afranio, al ver su retirada cortada, intentó desesperadamente regresar a Ilerda, pero, fue detenido de nuevo por la caballería cesariana, estando acorralado y sin provisiones, decidió rendirse sin apenas haber luchado el 2 de agosto. Los soldados pompeyanos fueron incorporados a las unidades Cesarianas.
El legado y tribuno cesariano Caleno avanzaba con 2 legiones, seguido de cerca por César con 600 jinetes, enviando un edicto a todas las autoridades de las provincias para que se reunieran en Corduba. Todas las ciudades mandaron delegados, asistieron todos los ciudadanos de renombre y se cerraron las puertas a Varrón, guarneciendo puertas, torres y muros con dos cohortes. Casi al mismo tiempo, la gente de Carmona expulsó a las tres cohortes pompeyanas que la guarnecían.
Al enterarse, Varrón aceleró la marcha a Gades, pero no lo intentaron cortarle la ruta, en el camino le informaron del edicto de César, los nobles locales y los tribunos de la guarnición conspiraron y forzaron a Galonio a salir pacíficamente mientras aún podían asegurar su seguridad. Se retiraron sus insignias y se le permitió marcharse a Hispalis. Varrón decidió que debía ir a Itálica, pero le informaron que la ciudad le cerraba las puertas.
Viéndose atrapado, decidió enviar mensajeros a César prometiéndole entregar sus fuerzas a quién él decidiera. César envió a su primo Sexto Julio César. El 7 de septiembre, Varrón llega a Corduba, donde se rindió personalmente, mostró las cuentas de la provincia, entregó dinero y granos e indicó las fuerzas navales que poseía. Recibió la clemencia de César.
Más tarde se dirigiría al sur contra Varrón que aún disponía de 2 legiones.
Regreso de César a Roma
César agradeció a hispanos y romanos por su apoyo, ordenó devolver el dinero y propiedades requisados por Varrón a sus legítimos dueños, otorgó recompensas a ciertas comunidades e individuos y ordenó restaurar el tesoro del templo de Hércules. Continuó a Gades, donde llegó el 17 de septiembre, momento en que se rindió la flotilla de Varrón y concedió la ciudadanía romana a muchos vecinos. En esas naves llegó a Tarraco el 25 de septiembre, para ser recibido por embajadas de toda la región.
El 1 de octubre partió a Massilia a supervisar la rendición de la ciudad. Fue por tierra, primero a Narbo y luego a Massilia, donde se enteró de que el pretor Lépido había logrado que lo nombraran dictador. A finales de octubre la ciudad se rinde, tras saber de sus éxitos en Hispania, dejando dos legiones en ella.
Dejó la península ibérica a cargo de Quinto Casio Longino con 4 legiones. Había ganado el apoyo de las ciudades hispanas, especialmente en la Bética, y sumado a Varrón y otros como sus lugartenientes. César regresó a Roma el 12 de diciembre.
Sobre los vencidos, Varrón sirvió bajo las órdenes de Pompeyo en la batalla de Farsalia y nuevamente capituló y fue perdonado. Afranio también luchó contra César en Farsalia y después en Tapso, donde fue capturado por los aliados locales del procónsul tras esta batalla y ejecutado. Petreyo volvió a luchar contra César en Farsalia, Ruspina y Tapso, después de esta última derrota libró un duelo a muerte con el rey de Numidia, Juba II, y, siguiendo lo pactado, el vencedor (Petreyo) se suicidó.
Campaña de César en Grecia (48 AC)
Llegada de César a Grecia
Aunque en España César había dado un durísimo golpe al prestigio y poder de Pompeyo, este aún era dueño de la parte oriental del Imperio. Contaba con más de 300 naves con las que dominaba el mar; su ejército crecía diariamente. Tenía 9 legiones con 36.000 hombres, 7.000 jinetes, 3.000 arqueros y 1.200 honderos y Metelo Escipión estaba en camino desde Siria con dos legiones más. Su base de operaciones era Dirraquio (Dyrraquium, actual Durazo) que estaba solamente a un día de viaje desde Italia.
César reunió 12 legiones en Brindisi no quiso esperar más y embarcó en los transportes disponibles el máximo de soldados, 7 legiones, sin cargamento de trigo, ni esclavos, ni animales. Eran unos 20.000 hombres y 600 jinetes. El resto quedó al mando de Marco Antonio esperando el regreso de los transportes para trasladarlos.
Zarpó el 4 de enero del año 48 AC y al día siguiente desembarcó en Palaeste (Palase), puerto ubicado 150 kilómetros al sur de Dirraquio. Inmediatamente, envió un embajador a Pompeyo con una propuesta de paz y avanzó hacia el norte. El almirante pompeyano Marco Bíbulo, alertado, destruyó 30 naves de transporte cuando regresaban a Brindisi.
Pompeyo no se imaginó que César intentaría una maniobra así en pleno invierno, por lo que la noticia del desembarco lo encontró en camino a Macedonia donde pensaba reclutar tropas. Regresó hacia Dirraquio a marchas forzadas, entrando en ella muy poco antes que llegara César. Después armó su campamento en la orilla norte del río Semani en la localidad de Kuci frente al de César que estaba en la ribera sur.
Marco Antonio finalmente se decidió a emprender el traslado de 4 legiones y 800 jinetes que estaban en Brindisi. A fines de febrero zarpó hacia la costa donde se encontraba César, pero sus naves recalaron al norte de Dirraquio debido a un fuerte viento del suroeste que tuvieron durante la travesía. Antonio envió los transportes de regreso a Brindisi para completar el traslado. Pompeyo, en cuanto supo de este desembarco, levantó su campamento y marchó hacia el norte para sorprender a Marco Antonio. César también se desplazó hacia el noreste en dirección a Tirana y avisó a Antonio la maniobra de Pompeyo. Las fuerzas de César y Marco Antonio se reunieron en Scampi.
Tras el fracaso de impedir la unión de las fuerzas enemigas, Pompeyo retrocedió a Asparagium, localidad cercana a Rozina y César decidió ampliar su zona de operaciones; para lo cual envió a Domicio Calvino con 2 legiones y 500 jinetes a Macedonia para enfrentarse a Metelo Escipión que avanzaba desde Salónica para reunirse con Pompeyo. Después envió una legión más 5 cohortes y 200 jinetes a Tesalia y Etolia para procurar el abastecimiento de cereales para su ejército. Pocos días después de la partida de estos destacamentos, César tuvo conocimiento de un grave desastre.
Cneo, el hijo mayor de Pompeyo, que mandaba una flota de naves egipcias y con ella había capturado sus naves en la base naval de Oricus y después había navegado hasta la base donde M. Antonio había dejado los transportes y los incendió. De esta manera César vio destruida toda su flota en Grecia, quedando sin ningún buque para comunicarse con Italia.
César, ante esta situación, decidió dar la batalla ante su adversario. Descendió hasta Asparagium y dispuso su ejército en orden de batalla frente al campamento de Pompeyo, pero este rehusó el combate. Entonces César se dirigió hacia Dirraquio (Durazo) para aislar a Pompeyo de su base.
Batalla de Dirraquio o de Dyrraquium (48 AC)
César acampó su ejército, compuesto por 22.000 hombres, en unos cerros a pocos kilómetros al este de Dirraquio, desde donde podía ver la vanguardia de Pompeyo. Al comprobar que estaba aislado de su base, Pompeyo tomó posición inmediatamente al sur del lugar en que se encontraba César, quedando separados por un torrente.
César hizo construir una trinchera de 22 kilómetros de largo alrededor de la posición en que se encontraba Pompeyo, quien a su vez, había construido defensas de 12 kilómetros de largo a un kilómetro y medio de la costa. Pompeyo tuvo dudas entre invadir Italia o atacar a César, decidiéndose por esta última opción, porque la primera significaba perder su base de Dirraquio donde tenía almacenados sus aprovisionamientos y sus máquinas de guerra.
Pompeyo atacó el centro del muro de circunvalación de César, pero este resistió obligándole a retirarse. Pompeyo, con la información de unos desertores del bando de César planificó efectuar un ataque combinado por tierra y por mar contra el ala izquierda de César. Esta iba a ser atacada simultáneamente por el frente, por el costado y por la retaguardia.
El 9 de julio por la noche se inició el ataque combinado contra el punto débil revelado por los desertores, que permitió a Pompeyo sorprender a las 2 cohortes de guardia en ese sector, cuyos soldados presas de pánico huyeron hacia el interior, impidiendo el avance de los refuerzos.
César logró llegar con 33 cohortes hasta su antiguo campamento, asaltó el muro y expulsó a las fuerzas de Pompeyo. Pero este desplegó su caballería y 60 cohortes, contraatacó e hizo huir a las tropas de César que entraron en pánico, César intentó detener la desbandada de sus hombres acudiendo sin yelmo para que lo reconocieran, al no poder contenerlos optó por ordenar la retirada.
Afortunadamente para César, Pompeyo creyó que la retirada era una trampa que le tendía César y por eso no lo persiguió. Las pérdidas de César fueron 32 centuriones, 950 hombres y 32 estandartes.
La mañana del día 11, César llegó a su antiguo campamento de Asparagio y se puso de nuevo en camino y tras rechazar a los jinetes de Pompeyo, el 14 de julio llegó a Apolonia.
Batalla de Farsalia (9 de agosto del 48 AC)
César se unió a Calvino en Aginium, y Pompeyo se unió a Escipión en Larisa. Ambos ejércitos una vez reunidos, marcharon hacia Farsalia. Pompeyo continuó con su estrategia de agotar a las fuerzas de César y evitar enfrentamientos directos. Después de acorralar a César, los senadores prominentes en el campo de Pompeyo comenzaron a discutir pidiendo una victoria decisiva. Aunque Pompeyo estaba fuertemente en contra, finalmente cedió y aceptó la batalla de César en un campo cerca del lugar donde tuvo lugar la batalla de Cinoscéfalos en el 197 AC.
César contaba con 2.000 jinetes galos germánicos e hispanos, 7.000 auxiliares y 8 legiones (30.000 legionarios). Dejó 2 cohortes en el campamento y desplegó 72 apoyándose en el río Eunipeo, en triplex acies en tres grupos mandados por Marco Antonio en el flanco izquierdo con tropas auxiliares junto al río y 2 legiones (IX y VIII), Domicio Calvino en el centro con 3 legiones (XI, XII y V?) y Publio Sila en el flanco derecho (VI?, VII? y X); en su ala derecha situó la caballería. A retaguardia y en oblicuo desplegó una cuarta línea de 6 cohortes muy expertas escondidas de la vista.
Pompeyo contaba con 7.000 jinetes (númidas de Juba, hispanos, itálicos y sirios), 9.000 auxiliares y 11 legiones (45.000 hombres). Desplegó al norte de César: en el ala derecha junto al río 600 jinetes del Ponto, a continuación 103 cohortes (había dejado 7 en el campamento) en tres grupos: las 4 legiones cilicias e hispanas al mando de Afranio Léntulo en el flanco derecho, las 3 legiones sirias al mando de Metelo Escipión en el centro y las 4 legiones italianas al mando de Domicio Enobarbo en el flanco izquierdo; en el ala izquierda 6.500 jinetes al mando de Tito Labieno y detrás arqueros y honderos.
La estrategia de Pompeyo era de asegurar el ala derecha apoyada en el río, y derrotar con su caballería el ala derecha de César para envolver sus legiones por retaguardia.
Ambos ejércitos estuvieron uno frente a otro, y como Pompeyo no se decidía atacar, a pesar de tener ventaja numérica, César avanzó, y cuando estaba a unos 200 del adversario, detuvo su avance, con el fin de tomar aliento.
Pompeyo lanzó su ala izquierda (6.400 jinetes) contra el ala derecha César cuya caballería (2.000 jinetes) con infantes ligeros intercalados, comenzaron a retroceder. Los pompeyanos intentaron presionar con más fuerza, pero poco a poco los infantes que atacaban desde abajo y la caballería cesariana consiguieron detener el avance.
En ese momento, César ordenó avanzar a las 6 cohortes, que atacaron de flanco a la caballería pompeyana, haciéndola huir con grandes pérdidas. Los arqueros y honderos que les seguían, quedaron sin protección y viendo que los jinetes huían cuesta arriba, intentaron huir, pero fueron masacrados por las cohortes y tropas ligeras, mientras la caballería Césariana perseguía a la pompeyana fuera del campo de batalla.
Mientras tanto las legiones habían chocado cuerpo a cuerpo y no había claro vencedor, entonces la legión I y III de Pompeyo fueron atacadas por la retaguardia, desmoronándose su flanco izquierdo, Pompeyo huyó a su campamento esperando el resultado de la batalla, a continuación todas las legiones emprendieron la huida. César animó a sus exhaustos hombres a seguir avanzando y asaltar el campamento. Pompeyo montó un caballo y huyó a Larissa.
A la mañana siguiente rodeó con 4 legiones al resto del ejército pompeyano (unas 4 legiones) que se había hecho fuerte en un monte, que posteriormente se rindieron.
Los muertos de César fueron 30 centuriones y 1.200 soldados, mientras que los pompeyanos tuvieron unos 10.000 muertos y unos 25.000 prisioneros.
Entre los muertos estaba Domicio Enobarbo, pero César perdonó a muchos de los senadores supervivientes. El más famoso de ellos fue Marco Bruto, más tarde uno de los líderes de los asesinos de César. Cicerón, que no había estado presente en la batalla, también decidió buscar el perdón de César. Cato, que tampoco había estado en el ejército, escapó a África, donde se unió a Metelo Escipión.
Después de un día o dos, la mayoría de los sobrevivientes se rindieron a César y fueron tratados con su misericordia normal. Algunos de los nobles sobrevivientes huyeron y escaparon al exilio o se unieron a las Repúblicas restantes en la costa oeste.
Después de la batalla, Pompeyo huyó a la costa, donde encontró un barco amigo. Huyó a Lesbos, donde se reunió con su esposa. De allí se trasladó a Egipto, donde esperaba recibir ayuda de Ptolomeo XIII.