Edad Media La Reconquista Invasión Almohade 1147-1230

Origen de los almohades

Hacia el año 1120 surgió un nuevo movimiento religioso en el Norte de África, cuyos miembros serían conocidos como los “al-mohades” que en árabe significa defensores de la unidad. El fundador era Ibn Tumart, un visionario chiita, pero que aceptaba a los sunitas. Logró aglutinar bajo su mando a una confederación tribal bereber extendida por el Alto Atlas. Ibn Tumart, cuyo nombre completo es Abu Abd Allah Muhammad Ibn Tumart, era un fanático religioso, que se presentaba a sí mismo y a sus hombres como los verdaderos musulmanes que habrían de restaurar el Islam en toda su pureza. Creía en la unidad de la fe sin fisuras ni concesiones y tenía al Corán como su única guía vital. De hecho, se atribuía ser descendiente del profeta Mahoma por la línea de su hija Fátima, lo que hizo que nadie discutiese sus palabras. Y si alguien lo hacía, se le consideraba hereje. Ibn Tumart se sometía a una vida austera, comía poco, vestía sencillamente y dedicaba largas horas a la oración y la meditación.

Expulsado de Marrakech en el 1120 por las autoridades almorávides, con las que se había enfrentado a pesar de las escasas diferencias doctrinales que tenía con estas; Ibn Tumart se instaló en su región natal del Sus. Allí predicó contra los almorávides y, a finales del 1121, sus seguidores lo reconocieron como mahdi. Los jefes bereberes se unieron rápidamente, ya que no eran tan estrictos y la llamada a la oración no se hacía en árabe, sino en bereber. Poco después se trasladó a Timnal, donde tuvo que repeler sucesivas campañas almorávides. Su movimiento fue extendiéndose por las montañas, si bien no logró conquistar la cercana capital almorávide, que atacó en el 1130.

Poco después de esta derrota, en agosto del 1130, falleció Ibn Tumart, y le sucedió al frente del movimiento Abd al-Mumin, cuyo nombre completo es Abu Muhammad Abd al Mumin ben Alí ben Alwi ben Yala.

En el 1132, Abd al-Mumin dirigió su primera campaña militar, contra las tribus de la región del río Draa, al sur del Gran Atlas. A continuación las fortalezas almorávides que rodeaban el Gran Atlas y que habían sido construidas para prevenir ataques contra las llanuras y contra la capital, Marrakech.

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Expansion del imperio Almohade

Se sabe que a su regreso a Tinmel se proclamó califa. Tras varias campañas con suerte diversa, los almohades consiguieron apoderarse del alto Sus. Hasta entonces los choques no dejaron un claro vencedor: mientras que los almohades se extendían sin freno por las montañas, los almorávides seguían controlando las llanuras.

A continuación tuvo lugar la larga campaña de siete años que concluyó con la derrota total de los almorávides. La primera derrota de estos les privó de casi toda la Tadla. Incluso algunos grupos de cenhegíes de la montaña se pasaron a las filas almohades.

La lucha contra los almohades quedó a partir del 1139 en manos del nuevo heredero al trono almorávide, Tasufin ben Alí ben Yúsef, que se había destacado en la lucha contra los cristianos de la península Ibérica y había sustituido a su hermano como tal a su hermano Sir, fallecido.

Manteniéndose en las montañas, estos avanzaron por los valles del Atlas medio y lo sometieron hasta la línea del río Muluya. A finales del 1141, en las sucesivas campañas habían dominado el Atlas Medio y gran parte de la zona de los oasis, incluido Tafilalet. Los almorávides perdieron el contacto con su región de origen, el Sáhara. Hacia el 1142/3, los almohades alcanzaron los alrededores de Tremecén, en donde se les unió la tribu Kumiya, a la que pertenecía al-Mumin. En el 1142, los almohades se apoderaron de gran parte del Marruecos septentrional montañoso, aunque sin infligir grandes derrotas al enemigo.

Por su parte, los almorávides tenían que recurrir cada vez más a las fuerzas destacadas en al Andalus para resistir al avance almohade. A partir de 1132, dependieron cada vez más de un mercenario catalán, Reverter, que había sido vizconde de Barcelona y cuyas tropas constituían el cuerpo de élite del ejército almorávide.

A medida que fue conquistando nuevos territorios, el número de soldados de Abd al Mumin iba aumentando, y cuando los beréberes Zanata se adhirieron al movimiento almohade; se sintió lo suficientemente fuerte como para abandonar la guerra de guerrillas en territorio montañoso en que había consistido su táctica hasta ese momento, y decidió enfrentarse a los almorávides en las llanuras en batallas campales.

Los ejércitos de Abd al Mumin y Tasufin se enfrentaron en Tremecén en 1145; el derrotado emir almorávide falleció ese mismo año. El camino a Fez quedaba así abierto (la ciudad caería tras un asedio de nueve meses en 1146), siguieron Miknasa y Salé y, el 24 de marzo de 1147, Marrakech. El resto del año Abd al-Mumin se dedicó a purificar la ciudad y aplastar una revuelta en el Sus, aunque no dejó de enviar un pequeño contingente a al-Ándalus, donde los reinos cristianos estaban realizando importantes conquistas.

La caída de Tánger y de Ceuta en mayo-junio de 1148 completó la conquista almohade de Marruecos, conquista que había durado casi unos veinte años, desde la primera ofensiva infructuosa contra Marrakech en 1130.

La conquista de Ifriqiya (Tunicia) fue relativamente fácil, ya que las dinastías Sinhaya de Bugía y Qayrawan estaban muy debilitadas. Entre otros factores por las incursiones de las tribus árabes beduinas de los Banu Sulaym y de los Banu Hilal, así como por los ataques normandos, quienes durante el reinado de Roger II, habían conseguido ocupar algunos puertos tunecinos. Esta presencia cristiana hacía que la penetración almohade en la zona pudiese ser presentada como guerra santa.

Abd al Mumin pasó dos años en el puerto de Salé, reuniendo un gran ejército y se lanzó luego hacia el Este, ocupando Argel, Bugía y la Qala de los Banu Hammad. En Sétif infligió una gran derrota a los árabes nómadas a servicio de los Hammudíes de Bugía (1153). Tras la batalla, Abd al Mumin incorporó a esos mismos árabes a su ejército y abandonó por un tiempo la conquista de Ifriqiya.

Unos años después, en el mes de junio de 1159, Abd al Mumin llegó a Túnez tras una marcha de seis meses. Después de conquistar la ciudad, marchó contra Mahdiyya, en poder de los normandos, conquistándola en enero de 1160.

Durante esta campaña conquistó Susa, Qayrawan, Sfax, Gafsa, Gabes y Trípoli. Volvió después a Marrakech. Por primera vez, el occidente islámico quedaba unificado bajo una única dinastía originaria de la región.

Conquista almohade de Al-Andalus

Entre 1144 y 1147, los andalusíes se rebelaron contra los almorávides, siendo liderados, según de qué zona se tratase, bien por los jueces, bien por los jefes militares andalusíes, bien por figuras religiosas carismáticas.

El primero en rebelarse fue un sufí, Ibn Qasi, descendiente de conversos cristianos. Al mando de sus novicios transformados en soldados, en 1144 estaba gobernando en Silves, Beja, Mértola y Niebla, llegando a atacar Sevilla, donde el comandante almorávide Yahya b. Ali b. Ganiya los detuvo. Pero este no pudo acabar con la rebelión de Ibn Qasi, pues se vio obligado a ocuparse de otra rebelión, la del caíd Ibn Hamdin en Córdoba (1145).

Otros caídes se rebelaron en Málaga, Jaén, Granada y Valencia. A pesar de que estos caídes gobernantes parece haber gozado del apoyo popular, no consiguieron crear ejércitos estables y efectivos y, por tanto, su autoridad duró poco tiempo.

Las disensiones internas en su movimiento llevaron a Ibn Qasi a pedir ayuda a los almohades, lo cual explica que la primera región de al-Ándalus en caer en manos almohades fuese la occidental. En septiembre de 1145, Ibn Qasi marchó a Marrakech y en 1146 estada de vuelta en el Algarve con apoyo almohade. Los primeros almohades llegaron a la península en el año 1146 penetrando por Tarifa y Algeciras, llegando a Jerez, pero en 1147, tuvieron que replegarse y abandonar las plazas de Algeciras y Tarifa, que habían tomado como avanzadilla para la posterior invasión.

En 1150, el califa almohade logró reunir en Salé a varios reyes taifas andalusíes con el objetivo de asegurar el paso del Estrecho, su hijo Abu Yaqub es nombrado gobernador de al-Ándalus con residencia en Sevilla. Las taifas de Évora-Beja, Niebla-Tejada, y Badajoz se entregan a los almohades. En 1155 conquistaron Granada y el 1157 expulsaron a los castellanos de Almería.

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Guerreros almohades: de izquierda a derecha: guerrero de élite bereber de la tribu hintata con cota de malla y acolchado; guerrero de élite almohade con cota de malla y armadura de escamas; centro guerrero almohade con cota de malla larga; arquero andalusí con cota de malla corta; a la derecha guerrero guarda fronteras andalusí.

Entre 1159 y 1165 se produjo la guerra entre los almohades y Muhámmad Ibn Mardanish, conocido como “el rey Lobo”, que había conseguido crear un reino en Murcia, autoproclamándose emir independiente. Formó un poderoso ejército mixto cristiano-musulmán en el que los más intrépidos caballeros cristianos eran su vanguardia. Con ellos conquistaría Jaén, Úbeda, Baeza y Carmona atacando grandes ciudades como Sevilla, Córdoba y Granada.

Al-Mumin murió en el año 1163. Sería su sustituto, Abu Yaqub Yusuf, quien derrotaría a Ibn Mardanish o rey Lobo en la batalla de Fahs al-Yallab cerca de Murcia en 1165, tras lo cual conquistó Valencia (1169) y Lorca (1170), dando por conquistado el sur peninsular.

Tomó una serie de medidas, entre las que destacaba un hábil uso de la propaganda para lograr la adherencia del pueblo a su doctrina. Con el fin de que su llegada no supusiese una ruptura total con el régimen anterior, conservaron Marrakech como capital del Imperio, aunque, eso sí, purificando todas las mezquitas y ciudades conquistadas, como si de lugares impíos se tratasen.

Para ayudarle en su tarea, el califa almohade se hizo rodear de élites llegadas desde el Magreb. Los nuevos invasores no querían repetir los fallos de sus predecesores, que optaron por incorporar a cristianos y a judíos en sus sistemas de gobierno. La pureza debía mantenerse ante todo. Hasta tal punto llegó la obsesión almohade por imprimir su sello religioso, que las monedas comenzaron a ser acuñadas en forma cuadrada y con inscripciones de tipo religioso, para asemejarse al libro del Corán.

Para organizar su Imperio, Abu Yusuf Yaaqub al-Mansur ofreció una tregua a los reinos cristianos, ya que los cristianos tampoco se encontraban en una situación idónea.

A pesar de la tregua, el nuevo califa organizó un sistema de espionaje para averiguar los movimientos de reyes cristianos, ordenando diseñar una tupida y eficaz red de espías para que le informara constantemente de los últimos acontecimientos, mediante cartas o delegaciones personales.

Situación de los reinos cristianos

Mientras en la Península Ibérica, Aragón y Cataluña se unieron permanentemente. En 1147 los caballeros franceses y alemanes que se dirigían a la Segunda Cruzada, conquistaron Lisboa, entregándosela a Alonso Enriques, que se había convertido en rey de Portugal.

Alfonso VII conquistó Coria, Jaén y Córdoba,   pero a su muerte en 1157 se dividió en reino entre León y Castilla.

El avance cristiano continuaba en el Norte de la Península, donde las últimas fortalezas musulmanas en el valle del Ebro fueron conquistadas (Tortosa cayó en manos cristianas en 1148, Lérida y Fraga en 1149).

Los castellanos ocuparon Almería en 1147, su puerto se había convertido en un nido de piratas que saqueaban la costa mediterránea. Cuando el rey castellano leonés Alfonso VII logró obtener el apoyo de Ramón Berenguer IV, de García V Ramírez de Navarra y de la flota genovesa, manteniéndose en esa ciudad hasta la conquista almohade del año 1157.

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Campañas cristianas tras la caída de los almorávides

En el reino de Aragón, Alfonso II asedió Valencia en 1172, donde concertó una alianza con el nuevo rey sarraceno a cambio de duplicar el tributo a pagar; así, el rey de Aragón, de acuerdo con el emir de Valencia, atacó Játiva y Murcia, de donde se tuvo que retirar a raíz de una incursión de Navarra en las fronteras de Aragón.

En 1177, el monarca castellano Alfonso VIII conquistó Cuenca con ayuda de Aragón.

En 1178 los almohades realizaron una ofensiva en Portugal, rápidamente respondida por Alfonso VIII, el cual, no solo repelió el ataque, sino que realizaría una campaña predatoria por la Baja Andalucía, firmando la paz con los almohades en el 1190.

Batalla de Alarcos  (1195)

En abril de 1190, el califa desembarcó en Tarifa, subió directamente a Córdoba, y aceptó la tregua con Castilla, una vez obtenida otra con León; pues su objetivo era Portugal, que había realizado varias incursiones contra sus territorios. Siguió el valle del río Guadiana, subió al Tajo, enviando tropas contra Silves y Évora. Tomó Torres-Nova, pero en Tomar fue detenido. Regresando a Sevilla en agosto. En abril del año siguiente, desde Sevilla atacó Alcacer do Sal, que tomó en junio, plantándose luego ante Silves, que un mes más tarde fue conquistada. Los portugueses firmaron treguas, y Abu Yusuf regresó triunfalmente al Magreb. Varios problemas le retuvieron allí, pues tuvo que hacer frente a los alzamientos de al Yaziri (en Marrakech) y de al-Asall (en el Zab).

En el año 1195, Abu Yusuf Yaaqub al-Mansur supo que los cristianos, al mando de arzobispo de Toledo, Martín López de Pisuerga; habían roto la tregua para saquear las inmediaciones de Sevilla (que era la capital almohade en la península), este desafío de la fuerza castellana enfureció sobremanera a Yaaqub, quien decidió mandar todas sus fuerzas disponibles para atacar al monarca castellano.

El 1 de junio de 1195, Yusuf, al frente de sus poderosas huestes almohades, cruzó el estrecho de Gibraltar y desembarcó cerca de Tarifa. En Sevilla logró reunir un ejército de 30.000 hombres, entre caballería y peones, mercenarios y tropa regular. Entre ellas se encontraban las tropas de Pedro Fernández de Castro «el Castellano», quien había roto sus vínculos de vasallaje con su primo, el rey Alfonso VIII, y se había unido a los almohades.

El 4 de julio Yusuf partió de Córdoba, cruzó Despeñaperros por el puerto del Muradal y avanzó sobre la explanada de Salvatierra, camino de Alarcos, su objetivo final era Toledo.

Un destacamento de la Orden de Calatrava, junto a algunos caballeros de fortalezas cercanas intentaban localizar a las fuerzas almohades, de cuya proximidad habían tenido noticia, se toparon de repente con ellas y fueron exterminadas.

Alfonso VIII pidió inmediatamente la ayuda de los reyes de León, Navarra y Aragón, puesto que el poder almohade los amenazaba a todos, y se apresuró a reunir a todas las tropas disponibles, los caballeros de Toledo, y a marchar hacia Alarcos. En el camino se le unieron los Maestres de las Órdenes Militares de Santiago y de Calatrava con sus mesnadas.

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Los almohades (muwahidun) siglo XII-XIII: 1 el principe almohade Muhammad al-Nasir conocido como Miromolin; 2 infante andalusí; 3 guardia almohade. Autor Angus McBride

Alarcos era el extremo de las posesiones de Castilla, la frontera con al-Ándalus. Era determinante cortar el paso a los musulmanes e impedir su avance. No esperó los refuerzos de los  demás reyes cristianos, que estaban en camino.

El 16 de julio el gran ejército almohade fue avistado y era tan numeroso que no se pudo calcular cuántos hombres lo formaban. Alfonso VIII, confiando en la fuerza de la caballería pesada castellana, en vez de retirarse a Talavera, que estaba solamente a unos pocos días de distancia y a donde habían llegado las huestes leonesas.

Los almohades llegaron, plantaron el campamento en la colina de La Cabeza,  muy cerca de Alarcos. Alfonso decidió presentar batalla.  Al día siguiente, en la madrugada del 19 de julio, el ejército almohade formó alrededor de la colina de La Cabeza, frente a Alarcos.

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Batalla de Alarcos (1195). Campo de batalla y despliegue de fuerzas

 Despliegue Inicial

Yusuf dispuso sus fuerzas en la forma clásica:

  • La almogadama o vanguardia compuesta de la milicia de voluntarios de la jihad: benimerines, alárabes, algazaces y ballesteros bajo el mando de Abu Jalil Mahyu ibn Abi Bakr, eran unidades básicas y muy maniobrables como carne de cañón para aguantar la embestida cristiana.
  • El alqab o centro bajo el mando de su visir Abu Yahya ibn Abi Hafs se componía de la los hentata o la tropa de élite almohade.
  • Los ayanahaim o flancos: En el izquierdo la caballería magrebí compuesta por los zanetas, masmudas y otras tribus bajo el mando de Yarmun. En el derecho la caballería de al-Andalus mandada por ibn Sanadid.
  • En sasaca o retaguardia, el propio califa con su guardia negra personal y los almohades.

El ejército cristiano, que contaba con unos 25.000 efectivos, formó en dos líneas: en la delantera o vanguardia a, la caballería pesada, unos 10.000 hombres, al mando de don Diego López de Haro, detrás el grueso con la caballería e infantería. Alfonso VIII con sus caballeros se situó en el cerro del Despeñadero.

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Batalla de Alarcos (1195). Despliegue inicial

Primera fase

La vanguardia musulmana avanzó. La carga cristiana fue un tanto desordenada, pero su impulso fue enorme. El primer envite fue rechazado por la vanguardia. Los cristianos retrocedieron y volvieron a cargar y de nuevo fueron rechazados. Solo a la tercera carga consiguió la caballería cristiana romper la formación del centro de la vanguardia, haciéndolos retroceder colina arriba. Alcanzaron la segunda línea llegando al propio visir, la élite henteta trató de protegerlo, pero cayó en combate.  La caballería cristiana maniobró hacia la izquierda para enfrentarse con las tropas de al-Ándalus al mando de ibn Sanadid. A pesar de la muerte del visir, el ejército almohade prosiguió con el combate. Tres horas habían pasado desde el comienzo de la batalla, llegaba el mediodía. El calor y la fatiga comenzaron a afectar a la caballería pesada cristiana.

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Batalla de Alarcos (1195). Primera fase

Segunda fase

Tras repetidas maniobras de desgaste, los musulmanes cerraron la salida a los cristianos: en un rápido movimiento envolvente, con su caballería ligera de los flancos, rebasaron a las tropas cristianas y les atacaron por la retaguardia, los arqueros cerraron el cerco por los flancos. La vanguardia cristiana quedó completamente rodeada. Una parte de los jinetes musulmanes se dirigen hacía el grueso de las tropas cristianas para evitar que recibieran refuerzos.

El rey Alfonso viendo que su caballería pesada no tenía salvación, dio por perdida la batalla y se retiró con las fuerzas que aún no habían entrado en combate.

El ejército cristiano no estaba preparado para aquella nueva táctica, que desbarató los cuadros castellanos. Diego López de Haro trató de mantener su posición a toda costa, pero finalmente consiguió romper el cerco con alguno de sus caballeros y  refugiarse en el inacabado castillo.

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Batalla de Alarcos (1.195): Segunda fase

La fortaleza fue cercada por 5.000 hombres. Mientras Alfonso VIII huyó hacia Toledo, el castillo opuso resistencia, pero acabó por rendirse.

Las crónicas árabes lo describen de la siguiente manera: “Obscurecióse el día con la polvareda y el vapor de los que peleaban, que parecía noche: Las cabilas de voluntarios alárabes y algazaces y los ballesteros acudieron con admirable constancia, y rodearon con su muchedumbre a los cristianos y los envolvieron por todas partes. Senanid, con sus andaluces, zanetes, musamudes y gomares, se adelantó al collado donde estaba Alfonso, y allí venció, rompió y deshizo sus tropas infinitas, que eran más de trescientos mil entre caballería y peones.

Allí fue muy sangrienta la pelea para los cristianos, y en ellos hicieron horrible matanza. Había entre ellos diez mil caballeros de los armados de hierro como los primeros que habían acometido, que eran la flor de la caballería de Alfonso, y habían hecho su azala cristianesca y jurado por sus cruces que no huirían de la pelea mientras quedase hombre con vida, y Dios quiso cumplir y verificar su promesa en favor de los suyos.

Cuando la batalla andaba muy recia, muy trabada contra los cristianos, éstos viéndose ya perdidos comenzaron a huir y acogerse al collado en que estaba Alfonso para valerse de su amparo, y encontraron allí a los muslimes que entraban rompiendo y destrozando, y daban cabo de ellos.

Entonces volvieron brida y tornaron sobre sus pasos, y huyeron desordenadamente hacia sus tierras y a donde podían. Entraron por fuerza en la fortaleza los vencedores quemando sus puertas y matando a los que las defendían; apoderándose de cuanto allí había, armas, riquezas, mantenimientos, provisiones, caballos y ganado.

Halláronse en Alarcos veinte mil cautivos, a los cuales dio libertad Amir Amuminin después de tenerlos en su poder, cosa que desagradó a los almohades y a los otros muslimes, que lo tuvieron por una de las extravagancias caballerescas de los reyes”.

Los muertos entre los castellanos fueron muy numerosos. Entre los que cayeron en la batalla se encontraban los obispos de Ávila, Segovia y Sigüenza, y los Maestres de la Orden de Santiago y de la portuguesa Orden de Évora. Por parte de los musulmanes también debieron de tener pérdidas importantes, aparte del visir murió Abu Bakar que mandaba la vanguardia, Abu Yusuf volvió a Sevilla para restablecer sus numerosas bajas y tomó el título de al-Mansur Billah (el victorioso por Alá).

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Batalla de Alarcos (1195). Los musulmanes rodeando a los caballeros cristianos

Secuelas

Todas las fortalezas de la región cayeron en manos almohades: Malagón, Benavente, Calatrava, Caracuel, etc., y el camino hacia Toledo quedó despejado. Las fronteras volvieron a las riberas del Tajo, oponiendo los musulmanes un frente homogéneo desde Portugal a Cataluña, a lo largo del Tajo y del Ebro.

En los dos años siguientes a la batalla, las tropas de al-Mansur devastaron Extremadura, el valle del Tajo, La Mancha y toda el área cercana a Toledo. Marcharon contra Montánchez, Trujillo, Plasencia, Talavera, Escalona y Maqueda, pero fueron rechazadas por Pedro Fernández de Castro «el Castellano», que tras la batalla pasó a servir al rey Alfonso IX de León, quien le nombró su mayordomo mayor. Abu Yusuf abandonó sus asuntos en al-Ándalus, volviendo enfermo al norte de África, donde acabaría muriendo.

En un golpe de mano de los caballeros calatravos, solamente el castillo de Salvatierra, junto a Sierra Morena, pudo ser recuperado (1198) en los 17 años en los que la zona estuvo en poder almohade. Quedó como una posición aislada castellana en territorio almohade, hasta que fue tomado por estos en 1211.

Batalla de las Navas de Tolosa (1212)

Después de la derrota en la batalla de Alarcos, Alfonso VIII  solicitó apoyo al papa Inocencio III para favorecer la participación del resto de los reinos cristianos de la península Ibérica; y la predicación de una cruzada por la cristiandad, prometiendo el perdón de los pecados a los que lucharan en ella. Todo ello con la intercesión del arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada, que fue el encargado de predicar la cruzada.

En 1209, considerándose suficientemente preparado, quebrantó las treguas  que tenía con los almohades y reanudó las hostilidades, dirigiendo una expedición por tierras de Jaén. Al año siguiente pobló el lugar de Moya. Estas violaciones de los acuerdos hicieron que los almohades también se preparan activamente para la guerra.

Muhammad an-Nasir, más conocido como Miramolín, joven de 30 años, también convocó la yihad o guerra santa.

Desembarcó en el 1211  y escogió una presa fácil: la fortaleza de Salvatierra, que estaba prácticamente aislada de Castilla a más de una jornada de la frontera, en pleno país enemigo y sin esperanzas de inmediatos socorros. El castillo resistió dos meses de asedio y se entregó por capitulación. El ejército almohade volvió a Sevilla.

Alfonso VIII, reunió el ejército en Toledo en el verano de 1212, no todos los reinos cristianos acudieron. Alfonso IX de León, primo y vasallo del rey de Castilla, se negó a prestar su ayuda y aprovechó la salida de las tropas castellanas hacia el sur para invadir la Tierra de Campos. Sancho VII el Fuerte de Navarra, también primo del rey castellano, tampoco quiso colaborar, pues era amigo de al-Nasir, que le había proporcionado grandes sumas de dinero. Todo lo contrario que Pedro II de Aragón  fue incondicional colaborador de Alfonso VIII y, junto a él, todos los grandes magnates de su reino.  Llegaron además numerosos cruzados de toda Europa, especialmente del Mediodía francés, pero también de Alemania e Inglaterra. Fueron los llamados ultramontanos en la Crónica del Arzobispo.

Los almohades se muestran a la defensiva apoyándose en un  grupo de castillos andaluces en Sierra Morena y que se sostienen en la línea Ubeda-Baeza.

Los cristianos avanzaron y tomaron los casillos de Malagón, en el que los tramontanos, que serían unos 1.5000 caballeros, pasaron a cuchillo a musulmanes y judíos. El siguiente castillo que tomaron fue el de Calatrava, Alfonso respetó la vida de musulmanes y judíos, lo que enfureció a los tramontanos que se marcharon, de los 1.500 caballeros solamente se quedaron 150.

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Avances cristianos durante los almohades

Siguieron avanzando y tomaron Alarcos y Carcuel donde se incorporó Sancho VII de Navarra con 200 caballeros.

Los musulmanes se encontraban acampados en las Navas de Tolosa, o llanos de La Losa, zona cercana a la localidad de Santa Elena (donde se ha abierto un Centro de Interpretación de la batalla), al noroeste de la provincia de Jaén. Habían cerrado todos los accesos a la península con fuerzas.

Los cristianos hicieron un alarde de fuerza en el puerto del Muradal, mientras otra fuerza cruzaba por el paso del Rey, que estaba poco guarnecido, y finalmente  llegaron el viernes 13 de julio a la Mesa del Rey. Acamparon a varios kilómetros del campamento musulmán que estaba en el cerro de las Viñas, donde los almohades  llevaban  varios días de espera. Habían elegido la llanura de las Navas de Tolosa porque la zona era propicia para el empleo de la caballería.

Se produjeron varias escaramuzas el viernes y el sábado, y el domingo 16  Alfonso VIII formó su ejército para la batalla.

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Batalla de las Navas de Tolosa (1212). Campo de batalla y despliegue de fuerzas

Despliegue inicial

Alfonso contaba con unos 3.500 caballeros y 8.000 peones o infantes desplegó en la manera tradicional:

  • La delantera o vanguardia estaba mandada por Diego López de Haro con voluntarios leoneses. A su flanco izquierdo iban los aragoneses a los aragoneses mandados por García Romeu, en su flanco derecho los ultramontanos y  las milicias de Álava mandados por el obispo de Narbona.
  • La medianera o centro estaba mandado por Gonzalo Núñez de Lara en el que iban las órdenes militares y milicias castellanas; el flanco izquierdo estaba mandado por Jimeno Cornel con caballeros y obispos aragoneses y catalanes; y el flanco derecho estaba mandado por Alfonso Téllez de Meneses con voluntarios portugueses y castellanos.
  • La zaga o retaguardia estaba mandada por el rey Alfonso VIII, en su centro iban los caballeros castellanos y obispos castellanos; el flanco izquierdo mandado por el rey Pedro II de Aragón con aragoneses y catalanes; en   el flanco derecho se situaron los navarros mandados por el rey Sancho VII el Fuerte de Navarra, reforzados con milicias concejiles castellanas de Ávila, Segovia y Medina del Campo.

Miramamolín que se le supone una fuerza de 20.000 efectivos, desplegó de forma muy parecida a la batalla de Alarcos:

  • En la almogadama o vanguardia situó honderos, arqueros y ballesteros, que eran muy numerosos y detrás voluntarios yihadies e infantería andaluza que servían de carne de cañón, los primeros se dejaban rebasar y atacaban por flancos y retaguardia a los caballeros.
  • En el alqab o centro situó la infantería pesada almohade y andalusí.
  • En los ayanahaim o flancos situó en el izquierdo la caballería magrebí y en el derecho otro la caballería ligera andalusí.
  • En la sasaca o retaguardia  la caballería almohade.
  • En el campamento situó el palenque, que era una fortificación de campaña destinada a impedir la penetración de la caballería enemiga y acoger a las fuerzas propias; se componía de una estacada reforzada con cadenas y probablemente precedida de una cava o foso pequeño, estaba defendida por la guardia negra personal, que estaban unidos unos a otros con cadenas, para evitar la idea de huir.
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Batalla de las Navas de Tolosa (1212). Despliegue inicial.

Primera fase

La iniciativa del combate corrió a cargo de los cristianos. Este se inició con una carga de la vanguardia capitaneada por Diego López de Haro. Los cruzados descendieron por la ladera de la Mesa del Rey, cruzaron el barranco de los Quiñones y chocaron contra las fuerzas de la vanguardia enemiga. Estas se deshicieron y pusieron en desordenada fuga, pero no dejaron ni un muerto en el campo. Siguieron avanzando y atacaron la segunda línea de la vanguardia que ocupaba las Cañadillas del Calvario. Allí se produjo el primer encuentro digno de tal nombre. Los caballeros hicieron, dicen las crónicas, una gran carnicería entre los voluntarios y andaluces. Es muy probable que estuviesen destinadas solamente a frenar y desorganizar las embestidas cristianas antes de que alcanzasen a los almohades propiamente dichos.

La carga cristiana continuó progresando y chocó con la infantería pesada almohade que ocupaba la pendiente del cerro de los Olivares, habían perdido efectivos, fuerza y cohesión; además los contingentes enemigos rebasados  así como la caballería de los flancos ahora se cerraban sobre sus flancos y retaguardia, cercando completamente la vanguardia.

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Batalla de las Navas de Tolosa (1212). Fase 1. La vanguardia cristiana de López de Haro carga contra los musulmanes. Autor Jesús Cano de la Iglesia.

Segunda fase

Alfonso VIII ordenó que atacase toda la  segunda línea cristiana para rescatar a  la vanguardia, primero los flancos y después el centro. Cruzaron  fácilmente la vanguardia musulmana, abrieron paso hasta alcanzar alqab o centro, quedando trabadas delante de la infantería pesada.  Miramamolín lanzó su caballería almohade, que junto con la ligera y las fuerzas desbordadas volvieron a envolver a las fuerzas, poniéndolas en grave aprieto. Los cristianos consiguieron recomponer sus líneas y la batalla continuaría sin un vencedor claro, con avances y retrocesos.

Alfonso quiso lanzar sus reservas, pero  el propio arzobispo de Toledo, lo convenció para que aguardase a que la situación madurase un poco más.

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Batalla de las Navas de Tolosa (1212). Fase 2. Miramolín envía la caballería para acosar por los flancos, Alfonso VIII emplea el centro o medianera. Autor Jesús Cano de la Iglesia.
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Batalla de las Navas de Tolosa (1212). Autor Francisco Paula Halem, Palacio del Senado, Madrid

Tercera fase

Alfonso dio la orden de avanzar a la reserva, que será conocida como “la carga de los tres reyes”. Los cristianos arrollaron a los almohades, destrozando las formaciones enemigas, las fuerzas cercadas en un último impulso, consiguieron romper la línea de infantería enemiga que comenzó a refugiarse en el palenque. La fortificación del Miramamolín tuvo que ser asaltada simultáneamente por varios lugares a juzgar por la cantidad de caballeros que luego incorporarían a sus escudos las simbólicas cadenas o estacas. Pero la tradición dice que Sancho de Navarra fue el primero.

Miramamolin huyó seguramente antes de que realmente las tropas almohades estuvieran perdidas, pero al ver huir a su emir, las tropas se desmoralizaron y comenzaron también a retirarse de forma desorganizada.

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Batalla de las Navas de Tolosa (1212). Asalto al Palenque a la izquierda el rey castellano, a la derecha el rey aragonés. Autor de la derecha Giuseppe Rava
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Batalla de las Navas de Tolosa (1212). Fase 3. El asalto al palenque, el escudo con dos lobos con corderos en la boca corresponde a López de Haro, señor de Vizcaya, a partir de la batalla añadirían cadenas al escudo.

No hay datos sobre las bajas pero se supone que fueron muy altas para los almohades y altas para los cristianos.

Todo el dispositivo almohade que defendía la frontera se vino abajo y cundió el pánico. En los días siguientes los cristianos progresaron hacia el sur conquistando castillos y lugares y destruyeron Baeza y Úbeda. Alfonso VIII explotó con ello suficientemente su victoria. No es probable que su mermado ejército pudiese haber continuado avanzando.

Conquista de Mallorca (1229)

Ante los ataques de los piratas mallorquines, los mercaderes de Barcelona, Tarragona y Tortosa pidieron ayuda al monarca para acabar con la amenaza. Así, en una reunión en Barcelona el 23 de diciembre de 1228 le ofrecieron sus naves, mientras que los nobles catalanes acordaron participar en la empresa a cambio del botín y dominios territoriales.

Aunque un grupo de caballeros aragoneses participó en la campaña debido a sus obligaciones con el rey, la conquista de Mallorca sería una empresa fundamentalmente catalana, y catalanes serían también posteriormente la mayoría de sus repobladores.

El 5 de septiembre de 1229 partía de Salou, Cambrils y Tarragona la flota cristiana rumbo a Mallorca, formada por 155 naves, la mayor parte de ellas catalanas, con una fuerza de 1.500 caballeros y 15.000 infantes, entre los que había almogávares.

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Conquista de Mallorca por Jaime I el Conquistador (1229). Movimiento de fuerzas

El desembarco de las tropas cristianas había sido pactado con un cacique local en la bahía de Pollensa, pero los fuertes vientos de mistral obligaron a Jaime I a desviarse hacia la parte sur de la isla; por lo que finalmente se llevó a cabo durante la medianoche del 10 de septiembre de 1229, en la costa de la actual localidad turística de Santa Ponsa, núcleo de población del término municipal de Calviá. En la localidad de Santa Ponsa se eleva una cruz conmemorativa del acontecimiento y se celebran representaciones durante las mismas fechas del desembarco.

El ejército cristiano avanzó por tierra y día 13 se encontraron con el ejército enemigo que los esperaba en la sierra de Portopi, que tenía unos 3.500 jinetes y 25.000 infantes, en la batalla de Portopi, los musulmanes fueron derrotados y se refugiaron tras las murallas de Palma (Madina Mayurqa).

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Batalla de Portopi en Mallorca (1229). El rey Jaime I de Aragón durante la batalla. Autor Justo Jimeno

Aunque la batalla fue ganada por las tropas cristianas, estas sufrieron bajas de importancia como las de Guillem y Ramón de Montcada que iban en vanguardia. Tras este enfrentamiento, el camino hasta la capital de la isla, Madîna Mayûrqa (Mallorca), se presentó libre de obstáculos para las tropas invasoras que se prepararon para el asedio a la ciudad. Los musulmanes crucificaron a varios soldados aragoneses a la vista de las tropas de Jaime.

Jaime I ordenó que se montasen dos trabuquetes, una catapulta y un mangonel turco con los que posteriormente comenzaron a bombardear la ciudad. Teniendo Jaime en mente lo que le ocurrió a su padre en Muret y presintiendo que el asedio iba a ser largo, ordenó construir una empalizada alrededor del campamento que garantizase la seguridad de sus tropas.

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Conquista de Mallorca por Jaime I (1.229). Llegada a la la ciudad. Autor Ángel García Pinto

Los cristianos abrieron brechas, derribaron muros y torres de defensa, pero los defensores.

Tras duros combates, Jaime I logró tomar Madina Mayurqa el 31 de diciembre de 1229. El último valí (governador), Abú Yahya, murió y los cristianos incendiaron la ciudad y pasaron a cuchillo a la población. La matanza fue tan grande que los miles de cadáveres no pudieron ser enterrados y las tropas fueron diezmadas por una epidemia de peste. Los nobles que participaron en la conquista planearon quedarse con el botín y no repartirlo entre la tropa, pero la revuelta de las tropas ante esta situación hizo que finalmente accedieran a repartirlo entre sus hombres. El saqueo de la ciudad duró hasta el 30 de abril de 1230.

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Conquista de Mallorca por Jaime I (1229). Asalto a la ciudad.

Los musulmanes que lograron huir, pudieron organizarse en la Serra de Tramuntana y resistir durante dos años, hasta mediados de 1232, hasta la conquista total del territorio.

El reparto de las tierras y bienes de la isla fue total y se realizó según lo pactado con anterioridad en las Cortes y según lo que se dispuso en el ‘Llibre del Repartiment’. El rey Jaime I dividió la isla en 8 partes, la mitad pasó a formar la medietas regis y la otra mitad la medietas magnatis. Madina Mayurqa pasó a llamarse Ciudad de Mallorca, ya que Jaime I dotó a la ciudad de una municipalidad que abarcaba a toda la isla. Posteriormente, la ciudad vivió una época de prosperidad económica por su privilegiada situación geográfica para comerciar con el Magreb, Italia y el resto del Mediterráneo. Tras la toma de la ciudad, la mezquita pasó a ser empleada como templo cristiano y alrededor del 1300 empezó la construcción de la catedral (seu) de Santa María.

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Conquistas cristianas después de la batalla de las Navas de Tolosa

 Conquista de Valencia por Jaime I

En 1229, ante la debilidad de los almohades, la Valencia musulmana se dividió entre el gobernador almohade Zayd Abu Zayd, y los musulmanes valencianos que los veían como extranjeros. Se produjo una guerra civil en la que un noble hispano-musulmán llamado Zayyan ibn Mardanis derrocó al gobernador y se convirtió en rey del territorio valenciano, surgiendo unas terceras taifas.

En abril de 1229, Abu Zayd, se entrevistó con el monarca aragonés en Calatayud firmando un pacto secreto, en virtud del cual se hacía vasallo de Jaime I, reconocía los tratados de reparto con Castilla, aceptando que el rey de Aragón hiciera conquista de Valencia. Posteriormente, en 1232, Abu Zayd volvió a reunirse en Teruel con Jaime I, renunciando a todos sus derechos a favor del rey de Aragón, además se convirtió al cristianismo, permitiéndole conservar su estatus social y propiedades.

La conquista de Valencia fue planeada en una reunión en Alcañíz a la que asistieron el noble aragonés Blasco de Aragón, el Maestre de la orden de los Hospitalarios, el provenzano Hugo de Fullalquer y el propio Rey. Se desconoce con exactitud la fecha, pero se puede datar en la segunda mitad de 1231, pero fue muy importante, ya que en ella se fijó la estrategia a seguir y la elección del lugar por donde debía de iniciarse. Blasco de Alagón, mayordomo real y como conocedor de esas tierras valencianas, puesto que allí estuvo desterrado dos años. Recomendó evitar los castillos y atacar posiciones en llano, como Burriana o Valencia, a las que podía acceder tanto por tierra como por mar, ya que los castillos dependían de las ciudades y al caer estas caería todo el arco defensivo. Jaime I aprobó el ataque a Burriana por tierra.

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Conquista de Valencia por Jaime I

Conquista de Burriana (1233)

El 1224 Jaime I llamó a los nobles de Aragón para iniciar la conquista de Burriana (Valencia) entrando por Teruel; entonces Abu Zayd le pidió una tregua, la cual aceptó a cambio de la quinta parte de las rentas de Balansiya y Mursiyya. Durante el verano de 1225, Jaime I intentó el apoderarse del castillo de Peñíscola, pero los nobles aragoneses le dieron la espalda y fracasó.

En Teruel se reunió la hueste en mayo de 1233. Se adentraron en territorio valenciano hasta Jérica (Xérica), por el valle del río Palancia, saqueando gran parte del valle. Posiblemente, Jaime I pretendía presionar de manera directa sobre Jérica, pero no fue posible al no disponer del armamento necesario, ya que las catapultas habían ido por mar hacia Burriana para asediar ese lugar.

Jaime I llegó a Burriana a mediados del mes de mayo de 1233, con un ejército constituido por 2.5000 infantes y 2.000 caballeros, asediándola. Los de Burriana contaban con refuerzos del rey valenciano, alcanzando la cifra de 2.500 soldados más la población civil. Jaime mandó construir dos trabuquetes y empezó a bombardear la ciudad. Debilitados por el asedio y la falta de ayuda, los sitiados pidieron un mes de prórroga. El Rey les conminó a rendirse en un día o prepararse para la batalla final, los sitiados claudicaron, finalmente, a condición de poder abandonar la ciudad, produciéndose su entrada el día 16 de julio.

Tras su conquista, salieron de Burriana 7.032 musulmanes, pero eso no significó que vivieran todos en la ciudad, dentro de las murallas, sino más bien que se habían refugiado allí dentro huyendo de la guerra. Se les concedió 5 días para llevarse consigo lo que pudieran portar encima. En algún hecho de armas de ese momento se situaría la legendaria anécdota que vincula la cimera del rey conquistador con el dragón que significaría «d’Aragón«.

La rendición de Burriana trajo consigo también, la de caida de parte de los castillos situados al norte. Peñíscola se entregaría de forma pacífica.

La segunda incursión tuvo un objetivo más concreto: obtener un lugar situado en la desembocadura del río Júcar, Cullera. Su carácter costero le permitió esta vez enviar por mar los aparatos ofensivos, fundíbulos, que necesitaba y que no tuvo en la primera incursión, marchó a Cullera en junio de 1235. El paraje donde ubicó su ejército se encontraba cerca de la villa, entre el castillo y el río, en la parte norte de esta forma tenía el camino expedito para volver hacia Burriana en caso de emergencia.

Como sucede en este tipo de asedios, la población de Cullera y de las alquerías de su término buscaron protección en la zona próxima al castillo, de forma que la ladera quedó llena de personas y animales. Jaime I utilizó las catapultas, pero los proyectiles no podían alcanzar el castillo, frustrado, el rey levantó el asedio y se retiró con sus tropas.

Batalla de Puig de la Cebolla (1237)

Jaime I, después de la toma de Burriana y la campaña fallida de Cullera; se dispuso a emprender el ataque final a la ciudad de Valencia (Balansiya), reuniendo las Cortes generales en Monzón el 28 de octubre de 1236 donde conseguiría la ayuda necesaria, incluso el Papa Gregorio IX calificaba la acción de «cruzada» y otorgaba una bula el 2 de febrero de 1237. Después de una estancia en Montpellier, entre finales de 1236 y principios del 1237, el ejército, concentrado en Teruel, empezó a bajar siguiendo el curso del río Palancia, tomando Vall de Uxó, Nules, y asediando Almenara. A continuación se tomaron Bétera, Paterna, y Moncada, y finalmente el 25 de junio de 1237 el Puig de Cebolla, también denominado Enesa, y después de Santa María, situado cerca de la capital valenciana.

Hasta ese momento no había tenido lugar ningún choque importante entres las fuerzas cristianas y musulmanas, pero cuando el rey aragonés estaba reconstruyendo un castillo en el Puig de la Cebolla para crear así una plaza fuerte; recibió noticias de que Zayvan, el rey de Valencia, se encontraba en Puçol con todas sus fuerzas militares con la intención de presentar batalla campal. Jaime I contaba en ese momento únicamente con 2.000 infantes y un centenar de caballeros, no obstante decidió responder al caudillo musulmán accediendo a entablar el combate.

No obstante, el Zayvan decidió echarse atrás y renunciar al combate, de esta manera el rey aragonés tuvo tiempo de regresar a Cataluña en busca de víveres y material para sus soldados, que quedaron al mando de su tío Bernardo Guillermo de Entenza, señor de Fraga. El rey de Valencia, al enterarse de la partida de Jaime I, decidió presentar batalla a los cristianos situados en el Puig de la Cebolla, reuniendo un ejército de 600 jinetes y 11.000 peones.

Ante semejante fuerza, no es de extrañar que la hueste de Guillermo de Entenza se sintiera atemorizado. La noche anterior a la batalla, d´Entença se reunió con sus hombres para decidir que hacer; se barajó la posibilidad de abandonar la posición, pero convenció al resto de guerreros para entrar en combate.

El día 20 de agosto de 1237, a la salida del sol, Zayvan se presentó en la llanura, ante la montaña de la Patà, donde se encuentra el castillo. En vanguardia situó a los infantes de la frontera de Xèrica, de llíria, de Onda y de Sogorb; estos peones iban por delante de los soldados más experimentados, lo que hace pensar que para reclutar tan gran ejército, el rey Zayvan tuvo que contar con muchos hombres que tenían poca o ninguna experiencia militar. Tras ellos se desplegó la caballería.

Bernardo Guillermo de Entenza dejó a una guarnición en el castillo para apoyar a la fuerza que salió de este para enfrentarse a los musulmanes. Desplegó su fuerza de unos 50 caballeros y 1.000 infantes.

La batalla comenzó a mediodía y los primeros ataques de los sarracenos, comenzaron a retroceder hacia la ladera de la montaña en donde podrían ser auxiliados por la guarnición del castillo. Al parecer desde las murallas grirtaron que llegaba el rey Jaime, y a los lejos apareció un ejército, que en realidad eran los 200 mulos de transporte que con mantas y sábanas se habían disfrazado como caballos destreros, también participaron las tripulaciones de tres galeras con banderas, trompetas y estandartes. Los sarracenos al verlos se dieron a la fuga. Sufriendo unas 10.000 bajas.

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Batalla de Puig de la Cebolla (1237). Atribuida a la aparición de Sant Jordi. En la imagen, detalle de la pintura central del Retablo del Centenar de la Pluma. Autor Marcial de Sax.

Asedio de Valencia

Jaime cruzó el río Guadalaviar (Turia), por el marjal del Grao con las pocas tropas que disponía, acampando con sus tiendas y desplegando sus banderas en unas alquerías que había a mitad de camino entre Valencia y el Grao. Allí decidieron esperan que se les fueran sumando más caballeros.

Al siguiente día, los almogávares fueron a tomar Ruzafa, capturando a los sarracenos que había. Fue en Ruzafa donde el rey instalaría sus reales (campamento) debido a su situación estratégica que permitía controlar la salida de tropas sarracenas de la ciudad, pues las puertas más próximas, Boatella y Xerea, estaban bastante distantes entre sí y permitían disponer del tiempo necesario para organizarse.

Durante los 5 meses de asedio fueron pocos los enfrentamientos entre ambos bandos, pues Zayyan optó por encerrarse en la ciudad a resguardo de las murallas. Pero podemos destacar alguna.

  • Intento de abrir una brecha en la barbacana (entrada fortificada). Cubiertos con distintos artefactos de madera, los cristianos hicieron un pequeño boquete, si bien carecía de otro valor que no fuera psicológico, pues era estrecho y no podía acceder nadie por él.
  • Ataque a la torre de la Boatella. Esta torre se encontraba separada de la muralla, como posición avanzada de defensa. Tras un primer intento fallido de asaltarla, acudió el rey con 200 caballeros y todos los ballesteros disponibles. Prendieron fuego a la torre y los 10 defensores, viendo el fuego, intentaron entregarse, rechazándolo los atacantes, por lo que murieron abrasados.
  • Se registraron distintos duelos entre sitiados y sitiadores, algún caballero retaba a los contrincantes saliendo de la muralla fuertemente armada y si alguien aceptaba con la autorización del rey, se entablaba el combate. Cuando uno de los dos moría o caía herido se daba por finalizado, regresando uno a sus filas y siendo recogido el otro por sus compañeros.
  • En estos combates ambos bandos guardaban una distancia de seguridad para no ser abatidos. En uno de ellos, el Rey se acercó demasiado a las murallas y fue saeteado en la frente por un ballestero, sin mayores consecuencias que una cicatriz de por vida y varios días de reposo en su tienda.

Las negociaciones las llevaron directamente el rey Jaime y su mujer Violante de Hungría con Abu-l-Hamlek, sobrino del rey Zayyan. Fueron necesarias dos reuniones para alcanzar el acuerdo verbal. El 29 de septiembre de 1238 Abu-l-Hamlek pactó con Jaime I que, como prueba de que su tío aceptaba las condiciones, izarían una bandera del rey aragonés en la torre de Ali Bufat. La noticia fue mal recibida en las filas cristianas, pues les interesaba entrar al asalto para poder conseguir botín.

El 9 de octubre de 1238 el rey Jaime hacía su entrada en Valencia, después de un asedio de seis meses. Gran parte de la población se quedó en la ciudad, solo una minoría decidió marcharse.

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Entrada de Jaime I en Valencia. Fernando Richart Montesinos Museu de Belles Arts de Castelló

Batalla de Jerez (1231)

Como consecuencia de los problemas internos del Imperio almohade, este fue descomponiéndose. La muerte del califa almohade Yúsuf II en 1224, hizo que los acontecimientos se fueran acelerando, haciendo que surgieran los terceros reinos de taifas. En los distintos sitios los gobernadores se fueron declarando independientes del poder almohade como el gobernador de Murcia que creó su propio reino, otros gobernadores como Alhamar de Sevilla, Zayyan de Valencia y Mahfuz de Niebla se fueron declarando reyes independientes. Cuando este viajó a África para que lo proclamaran emperador; otro pretendiente, Al-Bayyasi (anterior gobernador de Sevilla), fue reconocido rey en ciudades del Alto Guadalquivir.

En 1217 murió Alfonso VIII y se hizo cargo Alfonso IX que conquistó algunas plazas como Loja y Alhama, falleciendo en 1230, se hizo cargo Fernando III el Santo, rey de Castilla entre 1217 y 1230 y rey de Castilla y León desde 1230 a 1252, decidió dar un impulso a la reconquista.

La primera parte de la reconquista entre 1224 y 1230, siendo rey de Castilla En 1224 Fernando parte de Toledo con un contingente de grandes hombres de Castilla, el maestre de la Orden de Santiago y a los que, posteriormente, se les unió la Orden de Calatrava con su maestre al frente; se dirigieron a Sierra Morena y se concentraron en el Castillo de Baños, donde Al-Bayyasi les rindió parias. Después, Fernando marchó contra la ciudad de Quesada y otros castillos, que fueron rápidamente tomados. Posteriormente, siguió con sus conquistas por el reino de Jaén. Fernando entabló tal amistad con Al-Bayyasi acompañando al rey en sus conquistas por Andalucía.

Posteriormente, Fernando dirigió una ofensiva contra la fortaleza de Priego (Córdoba), que tomó, y prosiguió hasta la ciudad de Loja, ciudad que también conquistó. Después tomaron la ciudad de la Alhama, que había sido abandonada por sus moradores ante el temor hacia los cristianos. De esta forma llegaron hasta la misma vega de Granada, donde, temiendo seguir la misma suerte que las anteriores plazas; los habitantes parlamentaron con Fernando y ofrecieron la liberación de 1300 esclavos cristianos y la rescisión del contrato que obligaba a Álvar Pérez de Castro a servir al rey de Granada, pasando a engrosar la expedición cristiana, tras lo cual tomó la decisión de regresar a Toledo.

En otoño de 1225 Fernando volvió a reunirse con Al-Bayyasi en Andújar exigiéndole la entrega de los castillos de Borjalimal, Salvatierra y Capilla para cumplir el pacto de las Navas. Al-Bayyasi, le ofreció el alcázar de Baeza, que fue ocupado por la Orden de Calatrava. Salvatierra y Borjalimal se rindieron pronto, mientras que Capilla resistió, pero finalmente fue tomada, tras un asedio, a mediados de 1226. Mientras transcurría el asedio de Capilla, llegaron noticias de la muerte de Al-Bayyasi tras una revuelta de los cordobeses, que le acusaban de ayudar a los castellanos en la conquista de Capilla. Tras su muerte y como consecuencia del pacto de vasallaje, Fernando III se hizo cargo de sus posesiones y, a pesar de que Baeza pidió ayuda a Jaén, fue finalmente conquistada el 1 de diciembre.

En 1231 tomó la plaza de Cazorla en Jaén, junto. De nuevo organizó una expedición contra al-Ándalus, bordearon la ciudad de Córdoba, arrasando la campiña y asaltaron el castillo de Palma del Río. El caudillo Ibn Hud fue con sus tropas a enfrentarse a esta expedición en un olivar cerca de Jerez, teniendo lugar una batalla. Finalmente, Ibn Hud se batió en retirada, dejando Jerez a su suerte, haciendo los cristianos un formidable botín.

En 1231 inició un gran incursión, se inició en Salamanca, pasando por Toledo; donde se les unieron 40 caballeros toledanos, incluyendo al Rodrigo Jiménez de Rada. A continuación se dirigieron hacia Andújar, y desde allí, se encaminaron a devastar las tierras de Córdoba. Posteriormente, se dirigieron al municipio cordobés de Palma del Río, donde exterminaron a todos los habitantes y tomaron la localidad, dirigiéndose a continuación hacia el reino de Sevilla y hacia Jerez de la Frontera, donde instalaron el campamento cristiano en las cercanías del río Guadalete.

El emir Ibn Hud, reunió un numeroso ejército mucho mayor que el cristiano, lo dividió en siete cuerpos, se interpuso con él entre el ejército cristiano y la ciudad de Jerez de la Frontera, obligando a los castellano-leoneses a combatir. Antes de la batalla que se libró a continuación, conocida como la batalla de Jerez de la Frontera por haberse librado en las inmediaciones de la ciudad; los castellano-leoneses, mandados por Álvaro Pérez de Castro «el Castellano«, mataron a los prisioneros que previamente había capturado durante la cabalgada en el valle del Guadalquivir.

Álvaro Pérez ordenó que los peones se separaran de la caballería cuidando de la presa, mientras la caballería realizaba una carga en el centro de la formación enemiga, que consiguió abrir una brecha en las filas musulmanas. Una vez rota la formación, se volvieron hacia los flancos en lo que se conoce como carga de tornada, quedando los musulmanes envueltos entre estos y la retaguardia de las tropas cristianas. En vista de ello, las tropas musulmanas, presas del pánico después de ver deshecha su línea de combate, emprendieron la retirada, convirtiéndose entonces la batalla en una masacre generalizada de los musulmanes que huían hacia la ciudad de Jerez de la Frontera.

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Caballería cristiana contra la almohade

El ejército cristiano se atribuyó la victoria en la batalla de Jerez, así como su ausencia de bajas; a la presencia durante la misma del Apóstol Santiago, patrón de España, quien, según las crónicas de la época, fue visto durante la batalla, portando un estandarte blanco y una espada, combatiendo junto al lugar donde luchaba Álvaro.

Tras la batalla de Jerez de la Frontera se debilitó el poder del rey Ibn Hud, lo cual facilitó la penetración en el valle del Guadalquivir conquistándose las ciudades de Jaén, Córdoba en el 1236, Sevilla en 1248.

Conquista de Córdoba (1236)

En 1233 una hueste organizada por el obispo de Plasencia con la participación de las órdenes militares se apoderaron de Trujillo; y, en 1233, del castillo de Montiel, que fue muy importante para la Orden de Santiago. Ese mismo año Fernando incorporó las ciudades de Baza y Úbeda. En 1234 nuevamente las órdenes militares se apoderaron de Medellín, Alange y Santa Cruz y en torno a 1235 de Magacelac y Hornachos.

El gobernador almohade de Córdoba firmó en 1235 una tregua de un año con Fernando III. Para esto, el emir debió pagar 430.000 maravedíes. Sin embargo, esta tregua no impedía que los castellanos atacaran baluartes que ya no dependían del emir, por lo que tomó los castillos de Iznatoraf y San Esteban.

La conquista de Córdoba la inició un grupo de almogávares que se encontraban en Andújar. Esta población y su castillo se había convertido en lugar de reunión para quienes combatían en la frontera desde que el rey de Baeza la entregara a Fernando III. Así, aquellos almogávares tuvieron noticia de la dejadez de la vigilancia de las murallas que rodeaban la ciudad de Córdoba y decidieron actuar.

El 24 de enero de 1236, un día lluvioso de invierno, se dirigieron a las cercanías de Córdoba y cerrada ya la noche; se disfrazaron de musulmanes, consiguieron escalar la muralla oriental en un punto que actualmente es conocido como la puerta del Colodro, en recuerdo de aquel grupo que asaltó la muralla. Poco a poco el pequeño grupo fue eliminando los guardias que vigilaban hasta llegar a la puerta de Martos o del Sol, donde le esperan sus compañeros. Abrieron las puertas, entraron en la Axarquía, y rápidamente abrieron otras puertas como la de Andújar, la de Baeza y la de Plasencia, que probablemente recibieron sus nombres, como recuerdo del origen de los soldados que entraron por ellas.

La batalla fue dura, y los castellanos finalmente obligaron a los musulmanes a replegarse hacia la Medina. La ciudad estaba tenía dos recintos amurallados, la Axarquia y La Medina, que era la parte principal de la ciudad donde se encontraban los principales edificios, la gran mezquita y el alcázar. Al amanecer del 25 de enero, media ciudad era castellana y estaba defendida por un ejército reducido y aislado. La otra media era musulmana. Y el gobernante Ibn Hud se disponía a acudir en ayuda de los soldados de la Medina.

Fernando III, alertado por un emisario que le informó de la situación, reunió inmediatamente fuerzas de León, de Salamanca, de Zamora y de Toro y de las órdenes militares y marchó hacia Córdoba. Llegó a la ciudad en febrero, y se situó en el sur, para cortar las ayudas que pudieran llegar a la ciudad.

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Fernando III el Santo entrando en Córdoba el 29 de junio de 1.236. Junto a él su madre Berenguela de Castilla, su esposa Beatriz de Suabia había fallecido recientemente.

Ibn Hud, dando la ciudad por perdida, decidió retirarse a Almería e ir a proteger esa plaza con sus barcos, abandonando la ciudad a su suerte. Los cordobeses resistirían un poco más, pero fue inútil: exhaustos y hambrientos por el largo asedio, entregaron la ciudad el 29 de junio de 1236.

El Rey dejó como gobernador de la ciudad a Alfonso Téllez de Meneses.

Conquista de Sevilla (1252)

Entre 1240 y 1243, sus conquistas se extendieron en abanico sin encontrar apenas resistencia: Chillón, Gahete, Pedroche, Santa Eufemia, Ovejo, Setefilla, Hornachuelos, Almodóvar, Luque, Lucena, Santaella, Montoro, Aguilar, Baena, Écija, Marchena, Morón, Osuna y Estepa.

En 1245, estando Fernando en Martos, Pelayo Correa le animó para tomar Jaén. Fernando partió para Jaén con la compañía de su hermano menor, Alfonso de Molina, y ayudándose de las órdenes de Calatrava y de Santiago principalmente. Jaén pertenecía al reino taifa de Arjona, cuyo rey era Áhmed ben Yúsuf ben Násar, conocido como Aben Alahmar, que finalmente trasladó su reino a Granada. Además de Martos, Fernando también había tomado Úbeda. El sitio se prolongó desde mediados de diciembre de 1245 hasta febrero de 1246. Finalmente, Alahmar entregó Jaén y reconoció el dominio del rey Fernando de sus tierras, el Reino de Granada, en vasallaje, pagando la mitad de sus rentas, calculadas en 150.000 maravedíes anuales.

Los preparativos cristianos para tomar Sevilla fueron largos. Se organizó una flota en los puertos cántabros mandada por Ramón Bonifaz, designado primer almirante de Castilla, para controlar el acceso fluvial a la ciudad e impedir la llegada de bastimentos y refuerzos. Se convocaron los concejos para que proveyeran de dinero, hombres y víveres para la campaña para la primavera de 1247, estableciéndose Córdoba como punto de concentración; finalmente, se llevó a cabo una serie de operaciones contra las poblaciones que rodeaban la capital: Carmona, Lora del Río, Setefilla, Cantillana, etc. que concluyó con la toma de Alcalá del Río, enclave defensivo estratégico a las mismas puertas de Sevilla, que costó un asedio de varias semanas.

El infante don Alfonso y sus tropas se asentaron en la Buhaira (Huerta del Rey) controlando el sector oriental de la ciudad y los Caños de Carmona que la abastecían de agua. En la puerta de la Macarena, se establecieron las tropas del infante don Enrique y las tropas de las órdenes de Calatrava y Alcántara. En las proximidades del Arroyo Tagarete se instalaría el arzobispo de Santiago. Por su parte, Fernando III avanzó por el sur hasta las inmediaciones de la Puerta de Jerez.

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Cerco de Sevilla por Fernando III el Santo

La flota cristiana se dispuso a atacar a la flota musulmana, que se encontraba en superioridad numérica, en el río Guadalquivir y Fernando III envió refuerzos terrestres. Finalmente, Bonifaz logró vencer a la flota musulmana, consiguiendo aislar Sevilla de refuerzos marítimos desde el norte de África; pero descubrieron que el emir de Niebla, Amen Amanfon, enviaba refuerzos y víveres desde la fortaleza de San Juan de Aznalfarache utilizando el puente de barcas que unía en castillo de Triana con la ciudad. El 3 de mayo, los barcos cántabros superaron la barrera de la Torre del Oro, que contaba con cadenas que impedían el paso de barcos. Una de las embarcaciones rompió el puente de barcas que unía el castillo de Triana con la ciudad más o menos por su parte central y dejó a Sevilla completamente aislada, intensificándose el asedio.

Los musulmanes estuvieron completamente encerrados desde mayo de 1248, aguantando hasta noviembre. Entonces, las autoridades castellanas comenzaron con las negociaciones con el emir árabe de la ciudad, Axataf, ofreció distintos acuerdos a Fernando III. El rey envió misivas a la ciudad amenazando con pasar a cuchillo a sus habitantes si se derribaba una sola teja de la mezquita o un solo ladrillo de su alminarete. El 23 de noviembre se produjo la entrega de las llaves de la ciudad, que aún se conservan en la Catedral. A partir de este hecho, Fernando III, concedió una tregua a la población musulmana para que recogiese sus pertenencias y se marchase.

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Asedio de Sevilla (1248) por Fernando III el Santo

Fernando III, a pesar de su precaria salud, continuó la acción militar hacia el Bajo Guadalquivir. Sometió la zona de las Marismas y la comarca próxima al estrecho de Gibraltar e, incluso, preparaba una expedición contra el Norte de África, que no pudo realizar porque le sorprendió la muerte el 30 de mayo de 1252.

Sitio de Niebla (1262)

Nada más acceder al trono, Alfonso X el Sabio se enfrentó con la necesidad de consolidar las conquistas realizadas por su padre en tierras andaluzas y de incorporar lo que quedaba de al-Ándalus: Cádiz y Niebla; con excepción del reino nazarí de Granada, con el que estableció una relación de vasallaje, similar a la que había mantenido Fernando III.

En 1253, recuperó Morón, incorporó Tejada y ocupó la importante plaza de Jerez. A causa de la sublevación de los nobles castellanos, Alfonso X tuvo que esperar hasta 1262 para ocupar definitivamente Cádiz y terminar con la taifa de Ibn Mahfuz, de Niebla, que comprendía, aparte de la capital, importantes localidades como Gibraleón y Huelva.

No fue una conquista fácil, por ser Niebla una ciudad muy fortificada, además Aben-Mahfot, el último rey musulmán de Niebla, reforzó las murallas ante la proximidad de las tropas cristianas capitaneadas por Alfonso X El Sabio. El asedio se prolongó durante nueve meses, y según parece, a causa de una epidemia que diezmó a los sitiadores.

Fue necesario el uso, según dice la «Crónica real», de ingenios o máquinas de guerra por el ejército castellano para que cayera Niebla el 12 de febrero de 1262. Se dio así por terminado el período expansivo del reino castellano-leonés que, en unos treinta años, redujo a los musulmanes al reino granadino. Fue el escenario en el que se utilizó por primera la polvora en la península Ibérica. Las fuentes hablan de “engennos” o ingenios que algunos expertos atribuyen a armas de fuego, aunque también se puede referir a la maquinaria de asedio, por lo que no está claro del todo. Con certeza fueron empleados posteriormente en el sitio de Algeciras en 1344 por parte de Alfonso XI.

A partir de este momento se produjo un parón de más de un siglo en la reconquista, Castilla estaba asimilando sus conquistas y repoblando los nuevos territorios, y se vio envuelta en guerras civiles, mientras que Aragón dirigió su mirada hacia el Mediterráneo.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2015-03-31. Última modificacion 2022-04-20.
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Comentarios:

  1. carlos Diaz dijo el 2020/09/14 a las 12:55 pm

    gran aporte. enhorabuena

  2. Vicenta Nogués dijo el 2021/03/16 a las 5:47 pm

    Interesante y ameno, el texto, las fotos. Fácil de localizar los temas. Gracias por la aportación.

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