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Primeros ejércitos musulmanes
Los primeros efectivos del ejército musulmán en la Península Ibérica fueron los 13.000 bereberes (la mayoría peones con escasos jinetes) que Tariq trajo consigo en 712, al año siguiente Muza trajo consigo 18.000 árabes y sirios en el que predominaba la infantería, es probable que trajesen consigo algunos caballos de raza árabe a la península. No se puede determinar con seguridad el número de bereberes que se asentaron en la Península, se sabe que unos regresaron y otros nuevos acudieron atraídos por el botín, había elementos de las tribus masmuda, nafza, wazdadya, malzuza, zanata, miknasa, madyuna, awraba, y zuwara. Los árabes y sirios se establecieron en las mejores plazas, enviando a los bereberes a la frontera o marcas.
Pronto hubo el enfrentamiento entre árabes y bereberes, en los que estos abandonaron las marcas, permitiendo la expansión de la Reconquista. Más tarde las revueltas bereberes fueron seguidas por la de los muladíes o cristianos conversos.
Reclutamiento
Los ejércitos musulmanes en la península siguieron el mismo modelo del califato de Damasco, e integraban tres clases de tropas: los mercenarios o ghulams que pasaron a llamarse hasham, las tropas reclutadas o gundis que eran ejércitos regionales y finalmente los voluntarios de la guerra santa. Posteriormente se incorporarían efectivos tribales del otro lado del estrecho como almorávides, almohades, benimerines, etc.
Los mercenarios o hasham
Continuaron representando el núcleo principal del ejército musulmán. Entre estos mercenarios, que percibían una soldada o mustaziga y estaban organizados en unidades de carácter regimental, en su reclutamiento solamente tenía en cuenta las cualidades militares, empezando por la lealtad; de aquí su múltiple procedencia: gallegos (todos los del noroeste de la Península), francos (del noreste de la Península y de las Galias), eslavos (germanos y eslavos) y norteafricanos (beréberes y negros). Se sabe que la guardia de Al Hakam I (796-822) contaba con 3.000 jinetes y 2.000 infantes gallegos, francos (cristianos) y quizás hasta eslavos.
Los reclutados o gundis
Eran el segundo elemento de las tropas califales por su importancia. Los contingentes eran movilizados en los junds (curas o provincias después de Almanzor), en cumplimiento del deber de todo musulmán de participar en la lucha contra los infieles. Los gundis así reclutados por los gobernadores al recibir la orden del califa lo eran en un número determinado, comunicado anticipadamente.
De estos se seleccionaba a algunos para ser soldados profesionales desplegados permanentemente en la frontera que se llamaron ghazis. Solían portar casco metálico y cota de malla completa. Un hecho diferenciador de al-Ándalus con respecto al resto del Islam fue que llevaban la cota de malla a la vista, según la moda europea, mientras que el resto de musulmanes la solía cubrir con el burud.
La movilización, denominada istinfar obligaba a los inscritos en el diwan (divan), o registro. Solamente los sirios estaban inscritos en el diwan o registro de las tropas que recibían pagas; estaban exentos del diezmo, era su deber esencial ir a la guerra y no estaban obligados sino al pago del impuesto de feudatarios sobre las gabelas que percibían de los cristianos.
Los datos concretos del reclutamiento son bastante vagos. Comprendían a todos los habitantes de al-Ándalus, también árabes, sirios, bereberes y muladíes inscritos en el diwan. Las exclusiones a esta obligación debieron ser importantes, implicaba una prestación en metálico, suponía unos ingresos que servirían para atender a los gastos que suponían los mercenarios.
La eficacia de los gundis ha sido puesta en duda en algunas fuentes árabes, achacándoles poca disciplina, ausencia de bravura y hasta escasa habilidad para montar a caballo.
Los combatientes de la fé o al-muhahidim
Después de los reclutados o gundis, que se pueden considerar como regulares, el ejército musulmán estuvo siempre reforzado por los combatientes de la fe (al-muhahidim o (muya-hidīn), que acudían como voluntarios de la guerra santa o yihad. Procedían tanto de al-Ándalus como del otro lado del estrecho, se solían emplear como carne de cañón delante de la formación. Estaban mandados por el sayj al guzāt o «maestro de los voluntarios de la fe«, este cargo que sería suprimido por Muhamad IV (1.325-33).
Los bereberes o recluta africana
Almanzor estimuló la venida a al-Ándalus de bereberes, hasta convertirla en un flujo continuo. En ocasiones fueron grupos tribales completos los que fueron invitados a pasar a al-Ándalus, entre ellos, como más conocidos, el de los Banu Ifran y el sinhachi de los príncipes zivíes, que luego fundarían un reino taifa en Granada.
Las reclutas africanas del fin del siglo X (dice Lévi-Provencal) parecen haber formado en la Península dos categorías bien distintas. Una se componía de contingentes berberiscos regularmente reclutados y alistados, que recibían su sueldo y llevaba el nombre de murtazika; y otra agrupaba a los voluntarios o mutawia que venían a tomar parte en las expediciones de verano. Los primeros, además del sueldo, tenían derecho a participar en el botín. Los segundos, en cambio, no tenían más que riesgos y peligros; únicamente en caso de victoria se les daba una parte de lo tomado y gratificaciones en especies.
La guardia personal
La guardia personal estaba formada por soldados profesionales que deban protección a la máxima autoridad, solía estar formada por mercenarios extranjeros, así la Guardia Califal, comenzó con Al Heken que una guardia palatina de 3.000 jinetes y 2.000 infantes, todos ellos esclavos o mercenarios eslavos. Almanzor incorporó los norteafricanos. Los almohades incorporaron la Guardia Negra, formada por 10.000 esclavos o mercenarios negros fanáticos del Senegal. Los nazaríes incorporaron la Guardia Africana o Margrawas pertenecientes a los Banu Abdal-Wad y diversos grupos zanetas.
Organización
La división en unidades, tenía como base el número cinco o pentómica, cada unidad tenía su propia bandera.
- La unidad tipo brigada o raya tenía 5.000 hombres, estaba mandado por un amir, estaba compuesto por 5 batallones o alam. Llevaba una bandera como signo de distinción.
- La unidad tipo batallón o alam tenía 1.000 hombres, estaba bajo el mando de un caíd, estaba compuesto de 5 compañías o liwas. Llevaban un estandarte como signo de distinción.
- La unidad tipo compañía o liwa tenía 200 hombres, y estaba bajo el mando de un naqib, estaba compuesto por 5 secciones o bandas. Llevaba un pendón como distinción.
- La unidad tipo sección o banda tenía 40 hombres, estaba bajo el mando de un arif, estaba compuesto de 5 pelotones o uqdas. Llevaban un banderín.
- La unidad tipo pelotón o uqda tenía 8 hombres, estaba mandada por un nazire, que portaba una lanza-guión.
Había también administradores de justicia, pagadores, encargados del diwan y médicos y cirujanos.
Los efectivos rondaban los 35.000 hombres, en tiempos de Almanzor doblaron este número y la división del territorio en curas, o provincias, tomaba el nombre de thugur cuando se aplicaba a las zonas fronterizas con cristianos, siendo verdaderas marcas militares con la misión de contener o repeler las incursiones enemigas.
Había de ocuparse también de tener bien guarnecidos los puntos más débiles de la frontera, relevando las fuerzas allí apostadas cada seis meses. Estas tropas debían alojarse separadamente, lejos de las poblaciones, y estar suficientemente atendidas para impedir que molestasen a los pobladores de aquellas. Para cumplir con estos cometidos debía el caíd contar con adalides de confianza y confidentes, a ser posibles infieles.
Las reformas implantadas por Almanzor dieron una nueva estructura y naturaleza al ejército del califato. Lo más destacado de sus medidas fue la berberización del ejército, pero este fenómeno se inició en realidad durante el reinado de Alhakan II (961-976) con la admisión a su servicio de grupos guerreros berberiscos. Incorporó primero una escolta negra o abid, comprada a su señor Chafar ibn Ali; admitió un número indeterminado de guerreros reconocidos, que eran clientes de los idrisíes, vencidos por sus tropas en el norte de África, e hizo venir también a los jinetes de los Banu Birzal, procedentes del sur de Ifriquiya.
También introdujo Almanzor grandes modificaciones en la estructura tribal de las unidades de los junds, rompiendo así los lazos familiares y de clientela. De esta forma creyó consolidada su posición personal en el poder, al prevenir el peligro que representaba la aristocracia militar del califato y abrir el camino hacia el robustecimiento del hasad al igual que facilitó la exención del servicio militar de al-Ándalus a cambio de subsidios.
Composición
Los ejércitos se componían de caballería ligera, caballería pesada (que iban mejor protegidos, pero nunca alcanzaron la protección de los cristianos), infantería ligera, infantería pesada, arqueros y ballesteros.
La caballería
Los musulmanes pronto se dieron cuenta de la importancia de la caballería, en el siglo VIII no había muchos jinetes, y los peones eran transportados en mulas. Almanzor, caudillo de Al-Hakem, consciente de la importancia de la caballería, estableció la primera yeguada militar en la Península, situándola en almunya o almunia Amiriya cerca de Córdoba. Se cuenta que tenía más de 2.000 yeguas seleccionadas y se completaba con las Caballerizas Califales en las que tenía 2.000 caballos, dispuestos en dos cuadras a la orilla del río, frente al Alcázar. En cada casa había 10 instructores (arif), cada uno de los cuales tenía a su cargo 100 caballos; los cuidaban, eran alimentados en su presencia, y procuraban reemplazar los inútiles a fin de que se estuviesen siempre preparados, por si ocurría repentinamente alguna cosa a que fuese necesario acudir prontamente. Cuando había que hacer alguna expedición parecían uno solo.
Ziyad Ibn Aflah, caballerizo del califa y del zalmedina de Medina Azahara, ensalza la calidad de los potros que anualmente se concentraban en la almunia Amiriya; eran procedentes del destete de las más de 3.000 yeguas que tenía el califa en las marismas, junto a 500 sementales, en un claro paralelo con la posterior Saca de las Yeguas.
También se establecieron de equitación en los campamentos militares donde se enseñaba todo lo concerniente al caballo y recibían instrucción. Ese interés repercutió en los tratados dedicados al caballo, que solían incluir apartados para la buena monta y el dominio del animal; detalles sobre cómo darle las órdenes; la correcta colocación de las diferentes armas; la interpretación de los sonidos del animal; o consejos sobre el mejor cuidado para un mayor rendimiento en las lides, todo ello con gran profusión de detalles.
Los jinetes ligeros llevaban varias azagayas o jabalinas, y arcos que lanzaban el enemigo en sucesivas cargas. Los pesados llevaban lanza (rumh) de hasta 5 metros. Podía atarse el pañuelo de una mujer como pendón, una idea árabe típicamente romántica, que más tarde se extendió a la Europa medieval. Los jinetes árabes llevaban dos espadas, una espada corta árabe y una hoja más larga herencia de la caballería sasánida, también podían llevar hacha de arzón de doble filo (tabarzin, de tabar que es hacha y zin que es caballo) y algunos una maza (dabbus).
Los jinetes montaban a la jineta, con sillas coceras que eran muy planas y casi sin borrenes, sus estribos estaban más recogidos, más apropiadas para la caza y las carreras.
La proporción entre infantería y caballería fue variando con el tiempo, en los primeros siglos sería 1/1 dado que las aceifas o razzias estaban compuestas en su mayoría por jinetes. Posteriormente, paso a 3/1 y al finalmente 6/1 cuando la caída de Granada, debido a que las operaciones eran de asalto de ciudad en ciudad fortificada.
Según Ben Hayyan, la cifra de los jinetes que formaron parte de la expedición estival contra Galicia, dirigida por Abderramán, hijo del emir, se dividía así: el cantón de Elvira, suministró 2.900; Jaén, 220; Cabra, 1800; Baga (Priego), 900; Tacorona, 297; Algeciras, 290; Écija, 1.200; Carmona, 185; Sidonia, 6.790; Málaga, 2.600; Fahs al-Ballut, 400; Morón, 1.400; Todmir, 156; Ravina, 106; Calatrava y Oreto, 38. Hay que añadir a tales cifras el número de cordobeses que participaron igualmente en la expedición.
Para la campaña de 1002 (la última que realizó), Almanzor reunió 46.000 jinetes y 26.000 infantes, sin contar la impedimenta.
La infantería
La infantería jugaba un papel fundamental, pues se organizaba en densos bloques de lanceros, arqueros y ballesteros cuya función era parar las cargas de la caballería pesada enemiga, dejando pasillos para su caballería. En cada bloque, los lanceros se organizaban en filas, arrodillados y protegidos por sus escudos, con el extremo de sus lanzas clavadas en el suelo.
Los infantes pesados llevaban una lanza larga (harba) con una cruceta o esfera en la base de la punta que la convierte en un instrumento también útil para la caza del jabalí y maza (dabbus), también otras armas ofensivas como el sable, daga y puñal.
Tras ellos había arqueros y lanzadores de jabalinas, que disparaban por encima de ellos. Las jabalinas servían para apoyar a las flechas con proyectiles más pesados, que podían dañar a los caballeros con armadura.
Los arqueros musulmanes empleaban dos tipos de arcos: el árabe o turco (qaws turkiyya) normalmente empleador por los jinetes, y el franco (ifranchiyya) que era más grande y usado por los infantes. A partir del siglo XI empezaron a utilizar la ballesta.
Emplearon tres tipos de ballesta: la manual o manubalista, la de estribo y la de torno. La de torno tenía más alcance, pero era más lenta de cargar. En cuanto a los dardos o virotes empleados los había de diferentes tipos según la finalidad: tajadero, vira, viratón, bodoque, cuadradillo, virote y pasador, los dos últimos se empleaban para atravesar cotas de malla y corazas.
Como infantería ligera solían emplear infantes con honda (wadhaf) o azagaya (mizra).
Los infantes gundis o reclutados era habitual que llevasen una túnica, sobre la que se ponía protecciones de cuero, acolchadas o de fieltro más o menos elaboradas, debieron ser mucho más comunes que la protección metálica, documentada en algunos beatos mozárabes.
Los mercenarios a menudo adoptaron elementos procedentes de Europa, como la cota de malla (yadla) o la de placas metálicas (masruda). Cuando era corta se llamaba salil o badan (badana). Si cubre pecho, pero no espalda, es yawsan.
El turbante oculta un yelmo o capacete sencillo de metal. El escudo circular pequeño será poco a poco desplazado por piezas mayores de forma variada como el escudo de cometa y la adarga o escudo de piel.
Tácticas
Según Ibn Hudauyl, los distintos tipos de ataques precisaban de la montura unas características particulares, de modo que era preferible “Usar yeguas para algaras y expediciones nocturnas, es decir para ataques por sorpresa. Los sementales son más convenientes cuando se entabla combate por líneas, se mantiene una posición defensiva, han de hacerse marchas, guerrear, y otras acciones marciales descubiertas. Los caballos castrados se eligen para emboscadas y para ir en vanguardia, porque resisten más y son capaces de mantenerse más tiempo en tensión”.
Las expediciones militares se llamaban gazawat o gazúas y de ordinario se hacían en verano aceifa (al–saifa que significa cosecha), aunque algunas veces tenían lugar en invierno (satiya). Era condición precisa que en los territorios adonde se dirigía la expedición hubiera buena cosecha, ya que el ejército había de vivir sobre el terreno. Por eso, los años de hambre o de carestía no solían hacerse incursiones en territorios, también evitaban pasar por el desierto del Duero. Fuera o no el califa al frente de las tropas, los preparativos eran los mismos. En Córdoba se concentraban los diferentes efectivos, y allí se les equipaba. Los efectivos de las fronteras acudían a la zona de operaciones. Parece que la organización de las columnas militares respondía a la tradición omeya siria, y a la de los ejércitos abasíes.
Había otras operaciones de menor importancia, casi siempre realizadas por las tropas de frontera, que se denominaba algara o incursión, que se aplicaba a las tropas de caballería que entraban en territorio enemigo para coger cautivos y apoderarse de botín, en un ataque rápido y hecho por sorpresa. Los métodos eran los mismos entre moros y cristianos. Los musulmanes consideraban las algaras una buena práctica en el dominio de sus corceles.
Los ejércitos musulmanes avanzaban en la forma clásica de la Edad Media:
- Almogadama o vanguardia normalmente caballería con la misión de reconocer el terreno y proporcionar cobertura.
- Ayanahaim o flanqueos compuestos por caballería ligera.
- Alqab o centro, donde iba el rey o el jefe.
- Sasaca o retaguardia.
Hecha una etapa, se levantaba el campamento.
En la batalla la táctica preferida era la de Karr wa-farr, que literalmente significa carga y retirada, empleaban ataques seguidos de bruscos repliegues con el fin de descomponer las formaciones enemigas, con el fin de asentarlas el golpe definitivo cuando hubiesen perdido su cohesión. Los cristianos la denominaron tornafuye.
Otra táctica empleada era la del envolvimiento, las fuerzas de las ayanahaim o flanqueos, que normalmente eran caballería ligera, envolvían al grueso adversario y le atacaba por los flancos y retaguardia.
El ejército nazarí
El ejército nazarí se caracterizaba por la mezcolanza, influidos militarmente por cristianos y africanos, al igual que la caballería ligera castellana debía mucho a su homóloga granadina.
Muhammad ibn Nasr (1.232-38) más conocido como “Al-Hamar” o “El hijo del Rojo” (por el color de su barba), el primer rey nazarí, consolidó los dominios del reino de Granada, estableció el esquema básico del que sería el ejército del reino. En el reino Nazarí de Granada el estamento noble estaba formado por dos grupos: el autóctono y el foráneo. El autóctono estaba formado los antiguos terratenientes, que tenían grandes posesiones y extensos señoríos; vivían holgadamente, a veces hasta con lujo. El foráneo lo integraban las familias nobles que se habían visto obligadas a emigrar de los territorios ocupados por los cristianos; sus miembros se veían obligados a buscar empleo en la corte y malvivían cuando no lo alcanzaban.
Tamaño del ejército
Durante la crisis castellana entre Pedro I y Enrique II, Muhammad V declaró la Guerra Santa y el ejército granadino cobró especial importancia en la recuperación de plazas como el Burgo, Priego, Iznájar, Utrera, las razzias sobre Jaén, Úbeda, Baeza (1367) o contra Córdoba. En aquella ocasión, el ejército movilizado fue de 7.000 jinetes, 80.000 peones, de ellos 12.000 eran ballesteros.
Ateniéndonos a las noticias que nos da Mármol, parece que el número que llegó a alcanzar el ejército nazarí fue de 8.000 jinetes y más de 75.000 ballesteros, y que solamente en las Alpujarras podían reclutarse hasta 50.000 hombres.
Organización del ejército
La máxima autoridad del ejército era el rey, encabezando a las tropas, como el caso de Yusuf I en la batalla de El Salado o de Boabdil cuando fue capturado en 1483 mientras comandaba el ejército en Lucena. El zabalmedina era la máxima autoridad militar, solamente por debajo del rey.
Mantuvieron organización de origen persa del diwan (consejo) que es una especie de consejo de ministros, donde por supuesto estaba el de la guerra, asesoraban al rey. Estaba presidido por el wazir-hayib o gran visir. Cada uno de los ministros recibían el nombre de visir o wazir. El gran visir y los visires podían mandar ejércitos, de ahí que hubiera tantas luchas por el poder e incluso guerras civiles en el reino de granada, sobre todo cuando había un rey débil.
Para ayudar a los visires estaban los hayib o secretarios, que estaban al frente de cada una de las ramas del ministerio, y que podían mandar ejércitos menores.
Había un cargo, el alfaqueque o al-fakkak, que era una especie de embajador que se encargaría de la política exterior granadina tramitando en nombre del rey los asuntos relacionados con incidentes fronterizos, paces, treguas, y el rescate de cautivos. Si entraba en territorio cristiano gozaba de inmunidad diplomática y de gran prestigio entre los señores cristianos de la zona, fronteros o adelantados.
Territorialmente, el reino de Granada estaba dividido el yunds (provincias), cada una de las cuales estaba mandada por un walí o valí (gobernador), cuya guarnición principal estaba en la capital (Cádiz, Málaga y Almería), donde tenían un pequeño ejército, de él dependían todas las fortalezas de su territorio.
El ejército estaba organizado en la guardia palatina, mercenarios, fuerzas del norte de África y milicias.
La guardia palatina, que era una copia de los mamelucos egipcios, eran conocidos como los malughum. Normalmente, procedían de niños comprados y adiestrados como los mamelucos y también de entre los cristianos prisioneros convertidos al Islam llamados elches, a diferencia de los egipcios, sus hijos no heredaban el puesto, y no podían esperar alcanzar posiciones militares. Sus efectivos eran 700, de los cuales 200 eran de caballería. Vivían en la Alhambra, en la zona militar.
Los voluntarios del norte de África, llamados al-ghuzat, en un principio eran los voluntarios de la fe; posteriormente eran tribus pagadas, las más conocidas eran los gazules, guzats masmudas, zenetes, Gumara o gómeres o los Banú al-Sarrax o Abrencerrajes, estaban bajo su propio mando que recibía el nombre de shaykh al-ghuzat, estas fuerzas normalmente eran enviadas a las fortalezas fronterizas. Era tal su importancia, que para conquistar Granada el primer paso fue impedir que llegaran refuerzos por mar, por lo que fue necesario movilizar las escuadras castellana y aragonesa para esa misión.
La Muttavia, de mercenarios temporales (hasan) reclutados para una determinada empresa y en el que se alistaban los guerreros de toda condición social granadinos o emigrados, que eran licenciados al finalizar la misma, eran famosos los ballesteros de las Alpujarras.
Las milicias estaban formadas por fuerzas reclutadas entre los súbditos, que en caso de necesidad todos los hombres en edad militar eran movilizados. En al caso de los más pudientes que podían permitirse tener un caballo, se empleaban como caballería auxiliar, en el caso de los demás formaban la infantería auxiliar.
En cuanto a la organización, sigue manteniendo la estructura pentómica de los ejércitos islámicos:
- Raya o bandera (brigada), formado por 5.000 soldados, bajo el mando de un amir (general).
- Alam o estandarte (batallón), formado por 1.000 soldados al cargo del caíd (teniente-coronel).
- Liwá o pendón (compañía), de 200 soldados liderados por el naqib (capitán).
- Banda o banderín, (sección) compuesto por 40 soldados dirigidos por un arif o alarife (alférez).
- Uqda o guion (escuadra) compuesta por 8 hombres al mando de un nazir (sargento).
La caballería nazarí
Sus efectivos debieron oscilar entre 7.000 y 8.000 jinetes, de los cuales la mitad estaban en la capital. Utilizaban solo un caballo. Desde el comienzo de la dinastía nazarí hasta comienzos del siglo XIV, en el reino de Granada convivieron dos corrientes militares: la imitación de los ejércitos cristianos, por un lado, y la de origen hispanomusulmán con influencias orientales y magrebíes. Con la llegada del siglo XIV, las tropas nazaríes sufrieron el influjo berberisco; debido sin duda al apoyo recibido por el sultanato benimerín y voluntarios de origen bereber. Se introdujo el uso del estribo corto y la monta «a la jineta» (con las piernas dobladas, lo que implicaba una silla de montar especial sin arzón alto) frente «a la caballera» cristiana (con las piernas rectas con silla de arzón alto). Se cubría con cota de malla y posteriormente con petos y espaldares, sin portar una armadura completa como los castellanos.
Daban más importancia a las panoplias norteafricanas, como el escudo llamado daraqa, o adarga por los cristianos, la creación de unidades de caballería ligera que sustituirán a las de caballería pesada y tácticas militares propias de las tribus del Magreb.
La caballería estaba organizada en escuadrones, según el fresco de la batalla de la Higueruela en El Escorial se aprecia que formaban en 3 filas con 8 jinetes cada una bajo un banderín, desconozco si había una unidad superior a escuadrón. Normalmente, la caballería se situaban en las alas.
Su armamento consistía en lanza, espada jineta (recta), y daraqa (adarga) para su protección, aunque algunos llevaban arcos y ballestas y no llevaban escudos.
La infantería nazarí
Era la mayoría del ejército, estaba compuesta por unos pocos profesionales, pero la mayor parte eran a tiempo parcial, reclutados cuando la situación lo requería; una gran porción eran ballesteros, siendo muy diestros en el manejo de este tipo de arma.
La táctica de infantería estaba copiada de los cristianos, consistente en poner en primera fila a los soldados de a pie con grandes escudos, lanzas largas e incluso dardos penetrantes. Con la rodilla hincada en tierra, se preparaban a aguantar la embestida con las lanzas, mientras los de las filas de atrás lanzaban todo tipo de proyectiles, como virotes, dardos, flechas e incluso piedras. Colocada detrás en los flancos, la caballería estaba dispuesta a saltar entre ellos una vez que los infantes habían atacado al enemigo.
En la época de Muley Hacén y Boabdil, los nazaríes utilizaron por primera vez el arma de fuego portátil, a la que denominaron espingarda, y a su usuario espingardero. Su primer uso está documentado en la batalla de Egea (1394) posiblemente con armas de fuego capturadas a los castellanos.
La artillería nazarí
La primera utilización documentada de la pólvora en la península Ibérica fue en el asedio de Niebla en 1262 realizado por Alfonso X, que a pesar del empleo de cañones, la ciudad fue tomada tras 9 meses de asedio. Estos primeros cañones llamados por los árabes aparatos de la nafta (alat al-naft), disparaban con pólvora (barud) piedras de fuego (sujur mind-nat), es decir piedras redondeadas o bolaños. Durante muchos años se desconoce si se siguieron utilizando, hasta que vuelven a ser citado de nuevo en el asedio de Huescar (1324) por el emir Isamail I y posteriormente en el asedio de Algeciras (1344). En el asedio, se hace referencia al empleo por los musulmanes de un arma de fuego que podría compararse a los cañones. El cronista alfonsino denomina a aquellos primitivos artilugios con el nombre de “truenos”, por el estruendo que producían al ser disparados, y hace hincapié en el mucho daño que ocasionaban en los hombres las “pellas de hierro” por ellos lanzadas.
El empleo de los cañones por los nazaríes se estancó, mientras que los Reyes Católicos potenciaron esta nueva arma que era capaz de destruir muros y torres. Francisco Ramírez de Madrid fue el general de la artillería, que recibió el sobrenombre de “el Artillero”, se encargó de crear un cuerpo de artillería que sería esencial para la conquista del reino de Granada.
Las fortalezas nazaríes
El sistema defensivo del reino nazarí, su recia arquitectura militar, fue el elemento más importante para el mantenimiento del reino y del estado, junto a los elementos militares de la frontera interior y los económicos que aportaba la frontera marítima, y aquellos otros que procedían del interior del reino.
Los reyes nazaríes no abandonaron en ningún momento el mantenimiento de sus fortalezas fronterizas o interiores. En ellas descansaba la seguridad del reino. Jalonaban la línea de la frontera y, elevadas sobre emplazamientos estratégicos, vigilaban los caminos de acceso al interior, por donde se producían las incursiones cristianas. En general, eran de planta irregular y adaptadas a la topografía de su emplazamiento.
Las más pequeñas eran las atalayas (al-talai) o torres de vigilancia que se empleaban al igual que las cristianas en tareas de vigilancia, estaban situadas en puntos estratégicos y se empleaban para dar la alarma de una fuerza hostil.
El al-hisn o recinto fortificado cuya principal función era dar protección al campesinado y su ganado en tiempos de guerra, así como el control y la vigilancia de los caminos. Estas fortalezas-refugios alcanzaron amplísima difusión. Generalmente, estaban desprovistos de edificios, si se exceptúan los aljibes que aseguraban el aprovisionamiento de agua.
El al-qala era otro tipo de fortificación no urbana situada en una posición estratégica para dominar caminos y valles de ríos de mucho tránsito. Alrededor de muchas de estas fortalezas de origen rural se fueron asentando población civil permanente, lo que supuso la formación de arrabales. Con el transcurso del tiempo llegaron a constituir poblaciones importantes. De ahí el nombre de Alcalá de muchas ciudades.
La rábida o ribat era una fortaleza militar y religiosa musulmana edificada en la frontera con los reinos cristianos. Se trataba de monasterios fortificados en los que se concentraban temporal o permanentemente monjes o morabitos para hacer oración y entrenarse en el deber sagrado islámico de yihad o guerra santa. Solían ser edificios de planta cuadrada, con torres circulares en las esquinas y semicirculares en la cortina de la muralla. Rabitat Ruta (Rota), así como los pueblos que tienen Rábida.
El alcázar o al-qasr, que significa, era un castillo palacio para residencia de la aristocracia. Muchas ciudades tienen el nombre de Alcázar o Alcaceres.
La alcazaba o al-qasaba, que eran las grandes fortalezas de las capitales de las antiguas, como las de Málaga, Almería y Granada. Se componían de la alcazaba (fortaleza propiamente dicha), la madina que era el centro de la ciudad y los arrabales (ar-rabad) o barrios periféricos, algunos de los cuales estaban amurallados. Además de sus fines militares, la alcazaba o ciudadela tenía también funciones políticas y administrativas, actuando a modo de residencia del poder político. Estas ciudades fortalezas disponían de una guarnición fija importante con caballería para acudir en auxilio de zonas amenazadas.
La marina nazarí
Tenían una flota de barcos ligeros armados en corso y distribuidos por el mar Mediterráneo; los tripulaban generalmente mercenarios, incluso almogávares, que realizaban incursiones por el litoral de los países cristianos y en los lugares próximos a aquel, apresando a sus habitantes, hombres y mujeres. Luego regresaban con estos cautivos a tierra musulmana, conduciéndoles a Granada, presentándolos al sultán que se quedaba con los que quería. Su misión esencial era el cuidado y la vigilancia del litoral granadino: Almuñécar, Málaga, Almería y Algeciras tenían las principales atarazanas del reino, y el puerto por excelencia del Mediterráneo en el siglo XI V era el de Málaga.
Los enfrentamientos con las nuevas armadas aragonesa y castellana, mucho más potentes; la mermaron y el siglo XV no se puede considerar importante. En la batalla del Estrecho, fue la marina de los benimerines o meriníes la que llevo la mayor parte de la acción, también Aragón prestó ayuda de marina, al ser solicitada por los granadinos en los tratados que con ellos habían hecho. Aun así, los barcos granadinos realizaron algunas incursiones en las costas cristianas con cierto éxito, e, incluso, intervinieron en favor de los castellanos en un momento determinado en que estos tenían querellas con Aragón.