Edad Media La Reconquista Reino de Asturias (739-913)

Batalla de Covadonga (722)

En el año 718 se sublevó un noble llamado Pelayo. Junto con un pequeño grupo decidieron rebelarse negándose a pagar impuestos exigidos, el jaray y la yizia. El bereber Otman ben Neza, conocido por los cristianos como Munuza, que era el valí (gobernador) del tercio noroccidental de la península, reunió sus tropas bereberes locales, y derrotó a Pelayo y sus seguidores, haciéndolos prisioneros y Pelayo fue enviado a Córdoba.

Sin embargo, Pelayo consiguió escapar y regresó a Asturias, y organizó una segunda revuelta en los montes de Asturias. Esta vez Manuza acudió con su ejército y fue derrotado. Manuza pidió ayuda a Córdoba, que envió a Al Qama con un cuerpo expedicionario, acompañado por el obispo Opas, así como el nuevo vali Ambasa.
Pelayo esperó a los musulmanes en el angosto valle de Cangas Onís en los Picos de Europa, allí se refugió en la cueva de Covadonga con unos 300 seguidores, con algunas mujeres. Al Qama intentó asaltar la cueva, pero fue rechazado. Mandó llamar al obispo Opas, que no consiguió convencerlo. Finalmente, decidió sitiarlos y que se entregaran por hambre. Mando llevar máquinas de asedio como catapultas y balistas con escasos resultados. Finalmente, los musulmanes se cansaron del asedio y regresaron al llano. Posiblemente con la llegada del invierno o por la muerte de Al Qama.

La versión musulmana, según el cronista Al Maqqari (Tremecén, 1578-El Cairo, 1632):

Dice Isa Ibn Ahmand al-Raqi que en tiempos de Anbasa Ibn Suhaim al-Qalbi, se levantó en tierras de Galicia un asno salvaje llamado Belay [Pelayo]. Desde entonces empezaron los cristianos en al-Ándalus a defender contra los musulmanes las tierras que aún quedaban en su poder, lo que no habían esperado lograr. Los islámicos, luchando contra los politeístas y forzándoles a emigrar, se habían apoderado de su país hasta que llegara Ariyula, de la tierra de los francos, y habían conquistado Pamplona en Galicia y no había quedado sino la roca donde se refugia el rey llamado Pelayo con trescientos hombres. Los soldados no cesaron de atacarle hasta que sus soldados murieron de hambre y no quedaron en su compañía sino treinta hombres y diez mujeres. Y no tenían que comer sino la miel que tomaban de la dejada por las abejas en las hendiduras de la roca. La situación de los musulmanes llegó a ser penosa, y al cabo los despreciaron diciendo «Treinta asnos salvajes, ¿qué daño pueden hacernos?». En el año 13316 murió Pelayo y reinó su hijo Fábila. El reino de Belay duró diecinueve años, y el de su hijo, dos”.

La versión cristiana, según las crónicas de Alfonso III, Crónica de Albelda, datada en el año 881:

Alqama entró en Asturias con 187 000 hombres (cifra muy exagerada). Pelayo estaba con sus compañeros en el monte Auseva y que el ejército de Alkama llegó hasta él y alzó innumerables tiendas frente a la entrada de una cueva. El obispo Oppas subió a un montículo situado frente a la cueva y habló a Pelayo para convencerle. Tras fracasar en su intento…Alqama mandó entonces comenzar el combate, y los soldados tomaron las armas. Se levantaron los fundíbulos, se prepararon las hondas, brillaron las espadas, se encresparon las lanzas e incesantemente se lanzaron saetas. Pero al punto se mostraron las magnificencias del Señor: las piedras que salían de los fundíbulos y llegaban a la casa de la Virgen Santa María, que estaba dentro de la cueva, se volvían contra los que las disparaban y mataban a los caldeos. Y como a Dios no le hacen falta lanzas, sino que da la palma de la victoria a quien quiere, los caldeos (musulmanes) emprendieron la fuga…

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Batalla de Covadonga. Vista desde el exterior. Autor Fernando Mota
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Batalla de Covadonga. Vista desde la cueva. Autor César Cantú. Historia Universal
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Don Pelayo. Autor Augusto Ferrer-Dalmau

Las fuerzas cordobesas cuando regresaban a casa sufrieron por los valles de Cantabria, sufrió una tragedia en uno de esos valles, pues fueron sepultados por uno de esos frecuentes aludes o argayos que es el nombre que reciben en la terminología local los desplazamientos de tierra.

Munuza, al conocer el desastre de la expedición de castigo, decidió abandonar Asturias por el puerto de la Mesa, siguiendo el valle del río Trubia, pero no logró su objetivo, pues fueron alcanzados por los astures en Olalíes y allí encontraron la muerte.

La supuesta batalla de Covadonga en el 722, aunque no fuese más que una escaramuza, tuvo una importancia tal que polarizó en torno a don Pelayo un foco de independencia del poder musulmán, lo cual le permitió mantenerse independiente e ir incorporando nuevas tierras a sus dominios. Los árabes desistieron de controlar esta zona montañosa, dado que requería muchos recursos y no merecía la pena el esfuerzo. Los cristianos de la zona no representaban un peligro, y controlar el extremo más alejado supondría más costes que beneficios.

Mientras tanto, la dinastía Omeya de Damasco fue derrocada y subió al poder la dinastía Abassí de Bagdad. Uno de los supervivientes, Abderramán ben Omeya, se trasladó a Córdoba y se proclamó emir independiente (756-788). Las luchas internas musulmanas en la Península propiciaron que Carlomagno, rey de los francos, penetrara hasta el sur de los Pirineos, en una zona donde los pamploneses habían logrado mantener cierta independencia, apoyándose, según les convenía, en astures, musulmanes o francos.

Alfonso I el Católico (739-757), realizó incursiones en  el Valle del Duero y trasladó hasta Asturias, a los cristianos que estaban por allí desperdigados matando a los musulmanes. De esta forma, consolidó su pequeño reino y la meseta septentrional se convirtió en un territorio de nadie entre los dominios musulmanes y los cristianos, lo que se denominaría el “Desierto del Duero”.

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Conquistas de Alfonso I el Católico. Construyendo castillos en la frontera. Autor J. G. Mencia

La sorprendente expansión de este minúsculo reino pronto preocupó a las autoridades califales, que enviaron sucesivas incursiones anuales o aceifas sobre este territorio; eran tanto operaciones de castigo como operaciones de saqueo. Normalmente, ejecutaban dos al año simultáneamente, una sobre la zona de Galicia reneralmente desde Mérida y la otra sobre Álava desde Medinaceli, evitando pasar por el Desierto del Duero, ya que los ejércitos tenían que vivir de lo que saqueaban, y en el Duero apenas había recursos. El objeto de hacer dos aceifas, era que el rey cristiano no tenía fuerzas suficientes para enfrentarse a ambas al mismo tiempo.

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Conquistas durante el reino de Asturias

Batalla del río Burbia (791)

El emir Hishan I,  estaba dispuesto a anexionarse el Reino de Asturias, para ello organizó como en todos los años dos aceifas o incursiones mandadas por dos veteranos generales de su padre Abderramán I: Ubayd Allah Abu Uthman y Yusuf ibn Bujt.

  • Ubayd Allah Abu Uthman partió hacia el saliente de Alava y Bardulia. Derrotó a los cristinanos y les persiguió por los montes y valles que riegan el Ebro y sus afluentes de la margen izquierda, desde las Conchas de Haro hasta el Escudo de Cantabria.
  • Yusuf ibn Bujt marchó hacia Galicia. Se adentró en la región y la devastó. Cuando regresaba victorioso por la via romana que unía Lugo con Astorga, le salió al encuentro el rey Bermudo I en la confluencia del rio Burbia con el río Valcárcel, donde hoy se alza Villafranca del Bierzo. Cuando los musulmanes regresaban de Galicia con el botín de sus saqueos; los cristianos, al mando de Bermudo I, les esperaban en el río Burbia, cerca de Villafranca del Bierzo. Los musulmanes, con el hábil general Yusuf ibn Bujt, lograron defenderse y a continuación contraatacaron aplastaron a las fuerzas astures. El rey Diácono fue arrollado y vencido, sufriendo numerosas bajas.

En septiembre de ese mismo año Bermudo I abdicó a favor de Alfonso II el Casto, quien traslado la capital a Ovetao (Oviedo).

Batalla de Lutos o de los Lodos (794)

En el 794, Hishan I, envió de nuevo dos aceifas o incursiones a territorios cristianos, una dirigida por Abd al-Karim que había devastado las tierras de Álava el año anterior; mientras que la otra al mando de Abd al-Malik, que había vencido a las fuerzas de Carlomagno el año anterior, se dirigió al corazón del reino, y sin encontrar resistencia saqueó la propia corte de Oviedo, destruyendo también las iglesias construidas por Fruela. En el camino de regreso a través del Camino Real del Puerto de la Mesa, el rey Alfonso II y sus hombres le tendieron una emboscada en un angosto paso, cuya situación se supone que pudo ser Los Lodos, en el concejo asturiano de Grado. Como consecuencia del ataque, la mayor parte de los musulmanes y el propio Abd al-Malik resultaron muertos.

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Batalla de Lutos o de los Lodos en 874. Victoria de Alfonso II el Casto contra Abd al-Malik. Autor Fernando Mota

Batalla de las Bábias (795)

 El emir Hisham I  quiso vengar la derrota en la batalla de Lutos.   Para ello envió al año siguiente a Abd al-Walid, con un gran ejército de unos 10.000 jinetes, contra el Reino de Asturias.

El emir también organizó otro ejército contra Galicia, para evitar el apoyo a Asturias de las fuerzas gallegas enemigas. Esta columna entró en Galicia, devastó la región y cuando volvía victoriosa tuvo que combatir contra los cristianos, siendo vencida por ellos. En este combate los musulmanes sufrieron muchas bajas y apenas pudieron escapar, dejando numerosos prisioneros en poder de los cristianos.

Alfonso II de Asturias, que había reforzado su ejército con efectivos machus,  acampó cerca de Astorga, base de operaciones habitual de los ataques contra Asturias. Atravesó el puerto de Mesa y esperó el combate después de obligar a los aldeanos a refugiarse en las montañas, tratando de garantizarse la posible retirada por los puertos de la Mesa y de Ventana.

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Guerreros astures al comienzo de la reconquista. Un hondero, un infante y un arquero. Autor A. Manzano

Abd al-Karim envió contra los cristianos una vanguardia de 4.000 jinetes mandados por Farach ibn Kinanah, jefe de la división Sidonia. Abd al-Karim con el grueso progresaba detrás, las fuerzas combinadas derrotaron a los asturianos, que tuvieron que huir por el puerto de Ventana, perseguidos por la caballería musulmana.

Los musulmanes en su persecución volvieron a derrotar a las fuerzas asturianas, Alfonso envió 3.000 jinetes al mando de un tal Gadaxara con la delicada misión de detener a los musulmanes. En la confluencia del río Quirós con el río Pielgo, más allá de Casares, y a pesar de lo angosto del lugar, fueron de nuevo derrotados con grandes pérdidas, siendo Gadaxara hecho prisionero. La batalla del río Quirós supuso el sacrificio de la caballería cristiana, en la que el propio Gadaxara fue hecho prisionero, que no fue en vano, pues permitió al rey Alfonso abandonar el Monte Albo y retirarse a tiempo, huyendo a Oviedo perseguido por sus enemigos.

El rey tuvo que volver a huir. El sacrificio heroico de Gadaxara y sus jinetes había permitido a Alfonso ganar una nueva defensa: el castillo construido a orillas del Nalón para prevenir cualquier ataque a Oviedo.

Aunque presentó de nuevo resistencia en la torre junto al Nalón, volvieron a ser derrotados de nuevo en la batalla del río Nalón, juzgó más seguro retirarse a Oviedo. Los musulmanes consiguieron capturar Oviedo, Alfonso consiguió huir a las montañas.

Dado lo avanzado el invierno, los musulmanes tuvieron que retirarse a sus tierras sin haber acabado con Alfonso II de Asturias, que pudo escapar.

La revancha de Alfonso II se tomó la revancha en el 796, muerto Hishan y cuando su sucesor estaba envuelto en luchas internas, Alfonso realizó una cabalgada hasta Lisboa, tomando la ciudad y saqueándola.

Primera Batalla de Morcuera (863)

En el año 863 el emir Muhammad I comprendió que debería detener la osadía del rey Ordoño I y organizó una expedición contra las tierras de Álava al mando de su hijo Abd al-Rahman y el general Abd al-Malik ibn Al-Abbas.

Los musulmanes realizaron razias en las tierras, destrozando cultivos, arrancando árboles, incendiando casas y pueblos, desmantelando fortalezas y matando o apresando a los hombres que no se habían refugiado en lugar seguro. El rey Ordoño no les plantó batalla en el llano y les dejó actuar en el mismo; pero decidió atacarles cortándoles la retirada. Para ello envió su ejército al mando de su hermano, Gatón, el repoblador de Astorga en 854 y el derrotado en el Guadacelete en el 859.

Los cristianos se apostaron en el paso más estrecho de la Hoz de la Morcuera. No se descarta que pudiera ser en el angosto valle del nacimiento del Ega o en otro de los estrechos pasos que permiten bajar al río Ebro desde los llanos de Álava. Abd al-Malik encontró que los cristianos cerraban el paso a los musulmanes, pero atacó y venció la resistencia enemiga y los dispersó. Como si fuera un plan organizado, aparecieron entonces el resto de las tropas de Ordoño I en ayuda a los apostados. Se entabló una dura batalla por ambas partes, pero la victoria quedó del lado musulmán, que provocaron innumerables muertos y heridos entre los cristianos.

Diecinueve de los condes del ejército asturiano murieron en la batalla de ese día.

Los musulmanes debieron de sufrir también gran número de bajas, porque el año siguiente no se envió ninguna otra expedición contra los asturianos. Tras ese año de descanso se lanzaron otras tres expediciones consecutivas.

Segunda Batalla de la Morcuera  (865)

Tras su victoria en la Primera Batalla de la Morcuera de dos años antes y después de reponer las bajas habidas y de descansar a sus tropas, el emir organizó un nuevo y muy numeroso ejército que puso otra vez al mando de su hijo Abd al-Rahman y del general Abd al-Malik ibn Al-Abbas. Todas las provincias y ciudades de Al-Andalus enviaron soldados. Además de Córdoba, y otras ciudades cuya aportación se ignora, sabemos de las siguientes: Sidonia: aportó cerca de 6.800 jinetes, Elvira: 2.900, Málaga: 2.600, Jaén: 2.200, Cabra: 1.800, Écija: 1.200, Priego, Algeciras, Tacorona, Carmona, Fahs al-Balud, Morón, Todmir, Rovdina, Calatrava y Otero aportaron entre todas ellas unos 20.000 jinetes, sin contar los infantes.

En esta ocasión el objetivo era la fortaleza de Amaya, repoblada cinco años antes (860) por el conde Rodrigo de Castilla. Abd al-Malik ibn Al-Abbas guio el ejército hasta Toledo. Allí tomó la vía romana que conducía a Zaragoza hasta Sigüenza o Medinaceli. En uno de estos dos puntos tomó la calzada romana que llevaba hasta Osma. Una vez en Osma, siguieron la calzada romana hasta Clunia, donde torcieron al oeste por la calzada romana de Cantabria, que conducía directo hasta Amaya. Cruzaron el río Arlanza por Tordomar, y el río Arlanzón por Pampliega, entrando en la gran llanura del Pisuerga por el boquete de Castrojeríz, atravesando el río Odra por el puente de Matajudíos y el río Pisuerga por Melgar.

Una vez allí, avanzaron hacia el noroeste rápidamente durante tres días hacia Amaya para sorprenderla. Amaya emerge imponente en la llanura amarillenta desde muchos kilómetros de distancia. Sus proporciones se agigantan conforme uno se acerca. Es una peña de unos 300 metros de altitud, 1.000 metros de larga y unos 500 metros de anchura.

El río Odra y otros arroyos le sirven de foso. Su cumbre, plana, es suficiente para mantener un buen ejército. En un extremo se erguía un castillo. Ante su visión, el general Abd al-Malik ibn Al-Abbas decidió no atacarla y entrar en tierras del norte de Castilla. Eligió como punto de entrada la Hoz del Paradiso, defendida por cuatro fuertes, que permitía el acceso a los valles de Ordejón y de Humada y tomar la calzada romana en dirección a Mena. Tras atacar y arrasar los fuertes, el ejército musulmán cruzó los dos de kilómetros y medio que mide la hoz, y entró en los verdes valles norteños.

El ejército musulmán comenzó sus acostumbradas razzias, arrasando las tierras de cuatro condes: Rodrigo, de Castilla; Diego, de Oca; Gonzalo, de Burgos; y Gómez, de Mijancos. Abd al-Malik finalizó la campaña atacando el castillo de Salinas de Añana, en las tierras del conde Rodrigo de Castilla, situado a mitad del curso de los ríos Omecillo y Bayas en su camino al Ebro, dominando el acceso a las tierras vizcaínas. Una vez desmantelado el castillo y arrasados sus muros, Adba al-Malik se inició la retirada, llegaron al valle de Miranda, cerrada planicie entre montañas que cruza el río Ebro desde Sobrón hasta las Conchas de Haro.

El conde castellano Rodrigo intentó cortarle el paso en el desfiladero de la Hoz de la Morcuera, que estaba fortificado.

El ejército cordobés sorprendió al ejército cristiano, que estaba reforzando las fortificaciones del paso, e intentó cruzarlo en fuerza. El miércoles 8 de agosto de 865 comenzó la batalla. Los musulmanes atacaron de frente a los cristianos. Estos aguantaron la acometida en las trincheras y se entabló una lucha encarnizada. Durante horas nadie cedió terreno, pero al cabo los cristianos se vieron obligados a retroceder empujados por la superioridad numérica del enemigo y se acogieron a la segunda línea de defensa: el cerro del extremo final de la hoz. Con el foso y la trinchera en poder del enemigo, los cristianos combatieron en la colina. El combate seguía siendo duro, y al llegar la noche aún no se había decidido. Los musulmanes pararon sus ataques y establecieron su campamento frente a los castellanos y alaveses.

A la mañana siguiente los musulmanes reanudaron el combate. Al parecer los musulmanes desbordaron las fortificaciones y los cristianos pronto cedieron ante el empuje de las tropas de Abd al-Malik. Se desorganizaron y huyeron en desbandada, perseguidos implacablemente por los musulmanes. Estos hicieron una espantosa carnicería entre sus enemigos, y apresaron gran número de combatientes que llevaron cautivos a Córdoba. De los que huyeron, muchos murieron ahogados en el Ebro al tratar de cruzarlo por la zona de Haro. La matanza acabó hacia el mediodía y Adb al-Malik pudo regresar victorioso a Córdoba con las cabezas de sus enemigos clavadas en la punta de sus lanzas.

Las bajas del conde Rodrigo, que actuaba como segundo del rey Ordoño I, fueron considerables. Las crónicas árabes hablan de unos 20.000 infieles muertos. En cualquier caso, la derrota sufrida fue lo suficientemente grave como para retrasar algunos decenios la repoblación cristiana de aquellas tierras e impidió el avance de Ordoño y Ramiro hacia La Rioja.

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Guerreros musulmanes de los siglos VIII al X: (1) jinete íbero, (2) oficial árabe, (3) infante bereber. Autor Angus McBride Para Osprey

El historiador musulmán Ibn Idari cuenta en su libro al-Bayan al-Mughrib la historia de la siguiente manera:

Después de obtener tales éxitos pensó en salir del país por el desfiladero de Al-Markawiz (La Morcuera). Se había apartado de Al-Mallaha (Salinas de Araña) para acampar, cuando Rodrigo, avanzando a la cabeza de sus tropas y de las levas que había reunido, instaló su campo cerca del foso vecino del Marka­wiz, foso cuyos accesos, desde hacía años, se había cuidado de hacer más difíciles mediante trabajos ejecutados por medio de corveas; separado de la montaña y provisto de un talud elevado, era in­franqueable. Abd al-Rahman instaló su campo sobre el Ebro y el general Abd al-Malik situó sus tropas en orden de batalla, mientras que los cristianos tomaban igualmente sus disposiciones y colocaban tropas en em­boscada en los dos flancos del desfi­ladero. Los musulmanes atacaron a los cristianos de frente y comenzó un combate encarnizado; pero los nuestros se batieron de tal suerte que sus enemigos, descubriendo el foso, se retiraron sobre una colina vecina. En­tonces Alb al-Rahman hizo instalar su tienda y dio órdenes a los soldados de hacer otro tanto y de establecer campamento. Después los nuestros volvie­ron a atacar vigorosamente a los cristianos. Alá les golpeó en el rostro y nos entregó sus espaldas de modo que se hizo de ellos una horrible matanza y que gran cantidad de prisioneros quedaron en nuestras manos. El resto huyó, sin detenerse, hacia la región de Al-Ahrum (Haro) y debió arrojarse al Ebro sin poder encontrar un paso vadeable, por lo que muchos se ahogaron. La matanza duró desde la aurora del jueves 12 Rachab [9 de agosto 865] hasta mediodía, y nuestras tropas, gracias a la ayuda divina, salieron sanas y salvas del combate. Después de comenzada la matanza, algunas bandas lograron refugiarse en lugares abruptos y en las espesuras; pero no escapa­ron tampoco a la persecución y la muerte. El foso fue destruido y llenado, de suerte que los musulmanes pudieron atravesarlo sin peligro y cómodamen­te. Alá concedió a los musulmanes un insigne favor al permitir­les obtener esta brillante e importante victoria; ¡alabado sea el Señor de los mundos! Después de la batalla se reunieron 20.472 cabezas”.

Esta derrota de los cristianos supuso un freno en la repoblación de la Meseta Central, tarea que tendrá que proseguir su hijo Alfonso III, quién se enfrentará además con un sector de la nobleza asturiana cuyas ambiciones de poder no se habían apagado. Mohamed I aprovechó la debilidad de los cristianos hacerse con las fortalezas de Cerezo del Río, Tirón, Ibrillos y Grañón; envió nuevas incursiones  en los años 866 y 867.

Batalla de Polvoraria o Polvorosa  (878)

En el año 878,  Muhammad I quiso poner freno a la repoblación del “desierto del Duero” iniciada por  Alfonso III el Magno de Asturias, aprovechando inestabilidad interna del emirato musulmán.

Para poner freno a la osadía del asturiano, el emir montó una amplia operación ofensiva, mediante dos acciones:

  • La principal, reunido en Córdoba bajo el mando de su hijo Al Mundir y de Walid ben Ganim, se dirigiría contra León. Sin embargo, y a fin de restarle apoyos al monarca asturiano, les ordenó que, previamente, se encaminaran al valle del Ebro para combatir a los Banu Qasi. Una vez atacados estos en Zaragoza y Tudela, se dirigirían a León, donde se les uniría un contingente reunido en Toledo, después de recogida la cosecha.
  • La secundaria, bajo el mando de Warrak  Ben Malik. Debería entrar en Galicia por el camino de Coimbra. Cercaron la ciudad pero no consiguieron conquistarla.

La ofensiva contra la marca aragonesa no produjo los resultados apetecidos, por cuanto, si bien devastaron los campos y saquearon la comarca, no consiguieron las ciudades de Zaragoza y  Tudela, defendidas por los hijos de Musa, Ismail y Furtun. Sin haber logrado el objetivo de  someter y conquistar a los hermanos Musa, se encaminaron hacia León siguiendo el valle del Ebro.

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Guerreros del reino de Asturias preparándose para ir a la guerra delante de la iglesia de Santa María del Naranco mandada construir por Ramiro I.

Alfonso decidió que el conde gallego Hermenegildo, que recientemente había ocupado Coimbra, se hiciese cargo de la amenaza a Galicia. Mientras él se hacía cargo de las otras dos, batiéndolas por separado.

Decidió oponerse primero a la amenaza procedente de Toledo, que juzgó que era más débil y sus mandos menos cualificados.

Las tropas musulmanas habían partido de Toledo en dirección a Zamora, y desde aquí se dirigían a León, que era su objetivo final.

Alfonso eligió como campo  de batalla zona situada entre los ríos Órbigo y Tera, ambos afluentes del Esla, a unos 6 km al suroeste de la ciudad de Benavente (Zamora).  Cerrando la calzada romana que conducía a Astorga, y que  cruzaba el río Esla por el puente de Arcos de la Polvorosa (a unos 6 km al sur de Benavente) y por el puente sobre el río Órbigo en Santa Cristina de la Polvorosa (3 km  de Benavente).

La idea era coger al ejército musulmán entre los tres ríos y un bosque de encinas donde podía ocultar sus tropas.

Los musulmanes avanzaron con la formación de vanguardia, grueso y retaguardia. Cuando la vanguardia había cruzado ambos puentes y el grueso estaba entre ambos, dos fuerzas cerraron ambos puentes y con el resto  Alfonso atacó de flanco al grueso, destruyéndole completamente, la vanguardia y la retaguardia consiguieron huir. Las bajas entre las filas musulmanas se dice que fueron muy elevadas, entre 12.000 y 13.000 muertos. De aquí viene la frase “poner los pies en polvorosa”.

Batalla de Valdemora  (878)

Sin pérdida de tiempo, los vencedores se desplazaron al nuevo escenario donde planeaban presentar batalla al principal ejército musulmán procedente del valle del Ebro, venían siguiendo la calzada romana de Burgos a León.

Alfonso eligió como  campo de batalla la orilla del río Esla, cerrando el puente de Mansilla de las Mulas (a 14 km de León), teniendo a retaguardia el río Órbigo.

Sin embargo, al llegar a las inmediaciones de Mansilla, el hijo del emir tuvo conocimiento del desastre de Polvoraria. Estas noticias influirían de forma negativa en la moral de su ejército, que junto con el cansancio acumulado por sus tropas, desde su salida de Córdoba,  pasando por Zaragoza hasta llegar a las proximidades de León; le impulsaron a tratar de eludir el enfrentamiento con los cristianos y volver a sus bases.

Alfonso, enardecido por su reciente victoria, no estaba dispuesto a desperdiciar la oportunidad, y conociendo mejor el terreno,  salió en su persecución, dándoles alcance en el valle de Valdemora, situado a unos 30 km al noreste de Benavente. No se conoce si se dirigían a Benavente o hacia Medina de Rioseco.

No se dispone de detalles de la batalla, pero aunque Al-Walid y el príncipe lograron escapar de la muerte en el combate, no consiguieron evitar el desastre de su ejército.

No mejor suerte le cupo al tercer esfuerzo islamita, el que progresaba por el oeste peninsular. Al Warraq ben Malik, devastó inicialmente la comarca lusitana, pero al poner sitio a Coimbra, se encontró con la decidida defensa que le opuso el conde gallego Hermenegildo, por lo que tubo de levantar el cerco de la plaza después de sufrir sensibles pérdidas.

Vikingos en la península Ibérica

Primera invasión (844)

El 1 de agosto del año 844 cuentan las crónicas que se avistaron por primera vez las temibles naves vikingas asomando por el litoral del Cantábrico. Seguramente  formaban parte de la escuadra que venía de saquear algunas poblaciones francesas, aunque no desembarcaron salvo para obtener agua.

Estos normandos fueron bordeando la costa y llegaron hasta Galicia. Al avistar el faro de la Torre de Hércules (Farum Brigantium) pensaron  que probablemente habría una importante población acompañando a aquel impresionante monumento y se decidieron a desembarcar. Sin embargo, no encontraron más que pequeñas aldeas como la pequeña población de Clunia, que dejó de existir ese mismo día. Desde ese lugar, los vikingos saquearon toda la zona de alrededor y continuaron hasta adentrarse en la provincia de Lugo. Desgraciadamente para ellos, se toparon con un ejército formado por las huestes  de Ramiro I de Asturias y de algunos señores locales que se atrevieron a plantarles cara, pues ya estaban avisados de esa presencia y llevaban tiempo observando los movimientos de los escandinavos. Empujaron a los vikingos hasta la ribera del Miño y les obligaron a librar combate en un lugar llamado actualmente Camporramiro.

La «Cronica General de España» de Rodrigo de Toledo y Lucas de Tuy afirma: «Y así ocurrió allí que el rey don Ramiro los venció y desbarató, y luego mandó poner fuego a la flota y les quemó LXX naves«.

Los nórdicos abandonaron Galicia, pero sus fuerzas, aunque mermadas, seguían siendo una gran fuerza. Les quedaban entre 80 y 100 embarcaciones y una fuerza de unos 1.800 guerreros, llegaron el 17 de septiembre al puerto de Lisboa, ciudad que atacaron, sin éxito, durante varios días. Mientras tanto estuvieron arrasando los alrededores de la ciudad intentando hallar el modo de entrar y saquearla. Pero las murallas eran fuertes y los vikingos carecían de máquinas de asalto: «En el año 230, los madjus (nombre con el que los árabes le designaron) que habitaban en las tierras más lejanas de Al-Andalus invadieron las tierras de los musulmanes, presentándose ya en el mes de Du-l-higga del año 229 ( 20 de agosto – 17 septiembre del 844 ) ante Usbuna ( Lisboa ) quedándose allí durante trece días«.

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Invasiones vikingas en la península Ibérica. Autor J. Monsalvo Antón

Los vikingos embarcaron de nuevo y se dirigieron hacia el sur de la península Ibérica, alcanzaron Cádiz y la tomaron (Qabpil, la Isla Menor, en Cádiz), después navegaron por el Guadalquivir para dirigirse tierra adentro hasta Medina Sidonia, remontando el río hasta Sevilla.

Llegaron a Sevilla el 25 de septiembre y esta vez sí tuvieron éxito, lograron tomar la ciudad sin apenas resistencia (aunque la alcazaba nunca llegó a rendirse) y desde allí comenzaron sus incursiones tierra adentro a lomos de los caballos que robaron. El botín conseguido fue cuantioso.

El emir Abderramán II, organizó rápidamente un ejército en Córdoba con el fin de expulsar a los intrusos, estaba estupefacto frente a unos guerreros que en cuestión de días habían saqueado tres ciudades de su territorio y que se desplazaban a una velocidad impensable. Logró reunir un importante ejército y decidió tender una emboscada a los vikingos al sur de Sevilla, en un lugar llamado «Quintos de Muafar».

Al amanecer, cuando las tropas vikingas salían de Sevilla en dirección a Morón, las tropas musulmanas esperaron a la señal convenida para abalanzarse en masa hacia los invasores, degollaron a muchos de ellos y lograron entrar en Sevilla para liberarla de nuevo. Varios destacamentos vikingos se habían dispersado aguas arriba para saquear, y los que lograron escapar con vida de Sevilla decidieron regresar a sus naves y seguir remontando el Guadalquivir; con la esperanza de encontrar parte de las tropas que se habían dirigido hacia Córdoba, finalmente lograron reunirse de nuevo y regresar río abajo, hostigados permanentemente desde ambas orillas por los musulmanes.

Una vez dejaron atrás Sevilla, parlamentaron con los musulmanes y aceptaron devolver todos los prisioneros que habían hecho a cambio de ropa y víveres que les permitiera continuar su viaje. También pidieron que el califa de Córdoba enviara un emisario como embajador suyo a su rey.

Sin embargo, cerca de la actual Tablada, el 11 de noviembre, fueron finalmente alcanzados por el grueso del ejército musulmán, la batalla fue cruenta y murieron muchos hombres, se habla de más de 500 hombres y cuatro barcos. El castigo para los apresados fue ejemplar y muchos acabaron colgados de las palmeras de Tablada.

Pero no todos cayeron, los que lograron escapar del degüello lograron desquitarse, asaltando la ciudad de Niebla y saqueándola antes de volver al Atlántico. Así concluyó la primera de las incursiones vikingas en la Península, pero no olvidaron a aquellos «blamenn» (hombres negros), como ellos llamaban a los sarracenos, pues hablarían de todas las riquezas que habían visto, lo que daría pie a futuras expediciones.

Segunda invasión vikinga (856)

En el año 858, de nuevo, otra armada vikinga capitaneada por Hasting y por Bjor Jernside (Costado de Hierro) hijo de Ragnar Lodbrok, atacaron las costas de Francia y posteriormente se dirigieron a la Península. La expedición vikinga que salió de su base del río Loira con 62 naves.

Esta vez fueron directamente a Faro Brigantino con la idea principal de saquear Santiago de Compostela, cuyo renombre ya se había extendido por la Europa cristiana. Utilizaron la ría de Arosa para penetrar con sus rapidísimas drakkars, saquearon Iria Flavia (Padrón) y llegaron a Santiago, pero se encontraron con una fuerte defensa por parte de sus habitantes durante dos semanas. Finalmente, ante el empuje invasor, se decidió el pago del «danegeld» para evitar el saqueo.

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Desembarco vikingo. Autor Angus Mcbride

A pesar de todo, los vikingos no se dieron por satisfechos e intentaron el asalto a la ciudad. La providencia quiso, sin embargo, que apareciera el conde don Pedro de Právia al mando del ejército que el rey Ordoño I (hijo de Ramiro I) había logrado reunir para repeler la invasión. Tras un duro combate los vikingos fueron derrotados y obligados a embarcar. «En aquel tiempo los normandos vinieron de nuevo a las costas de Galicia, donde fueron derrotados por el conde Pedro«.

La expedición continuó a pesar de la derrota, bordearon la Península hacia el sur saquearon la ciudad de Algeciras; los invasores penetraron en la ciudad con la intención de capturar botín, obligando a los habitantes a escapar a las colinas próximas a la ciudad. Entre los estragos que los asaltantes cometieron destaca el incendio de la mezquita llamada «Alhadra»; ante la visión del edificio principal de la ciudad ardiendo, los algecireños montaron en ira y expulsaron a los normandos de la villa. En la refriega capturaron dos de los drakkars, con cuyas maderas construyeron las puertas y las vigas de una nueva mezquita.

Continuaron por el río Guadalquivir, como en la primera expedición, para alcanzar de nuevo Sevilla, pero esta vez la ciudad ya estaba prevenida y los emisarios habían puesto en alerta al ejército. Se dispuso una flota para repeler el ataque. Finalmente, ambas escuadras se encontraron en algún punto del río Guadalquivir y se produjo una batalla naval que terminó con la pérdida de algunas naves vikingas y su retirada hacia la desembocadura.

Se adentraron entonces en el Mediterráneo y lograron saquear algunas ciudades del norte de África, donde parece que hicieron prisioneros que en meses posteriores llevarían, junto con el resto de productos exóticos, hasta Irlanda, donde comerciaron con ellos, llamándolos «hombres azules». Posiblemente, sea la primera mención de esclavos negros o tuaregs en esta lejana zona de Europa.

Continuaron su ruta y sus ataques a lo largo de la costa, así saquearon la ciudad de Uriwala (Orihuela) y todo su territorio de alrededor. Menorca, Mallorca, Ibiza y Formentera fueron también víctimas de sus saqueos. Se dirigieron a Cataluña donde saquearon un par de monasterios cercanos al río Ter; y llegaron hasta la zona del Rosellón, ya en territorio franco, se harían fuertes en una isla en medio del río Ródano, en una zona llamada «La Camarga» y decidieron allí pasar el invierno y preparar las futuras correrías.

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Raid vikingo, se puede observar el estandarte del cuervo

Al llegar la primavera, se hicieron de nuevo a la mar bordeando la costa italiana, saquearon Génova y la ciudad de Luna, unos 200 kilómetros al norte de Roma. Para regresar a sus tierras del norte de Europa, pasaron de nuevo por las costas españolas y realizaron una intrépida excursión, pues remontaron nada más y nada menos que los ríos Ebro, Aragón y Arga. Llegaron hasta Pamplona (otras teorías hablan de que quizás llegaron desde el golfo de Vizcaya a través de la ría de Mundaka). Lo cierto es que los barcos vikingos atracaron al pie de Pamplona, y asaltaron la ciudad con tal fiereza que lograron tomar como rehén al mismísimo rey García Iñiguez; que tras arduas negociaciones, el soberano sería liberado y sus hijos tomados como rehenes mientras él intentaba reunir la suma de 70.000 dinares como rescate.

Las murallas de Pamplona serían reforzadas y desde Tudela hasta la capital se implementarían en la ribera una docena de puestos de vigía.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2015-03-30. Última modificacion 2022-04-17.
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Comentarios:

  1. Brottor dijo el 2017/04/19 a las 5:03 pm

    Un buen resumen de una época muy intensa, muy interesante.
    Precisamente acabo de sacar en preventa una novela basada en la vida de Don Pelayo y la batalla de Covadonga. Por si alguien está interesado, aquí dejo el enlace del proyecto: https://www.verkami.com/projects/17525-la-rebelion-del-norte

  2. AQ dijo el 2024/08/20 a las 6:54 pm

    Enhorabuena por esta página. Tengo una pregunta: ¿Quiénes eran «los efectivos machus»? Gracias

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