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Antecedentes
Los emperadores bizantinos consideraban a los pechenegos como sus más importantes vecinos al norte, y eran, en efecto, tales tribus eran un factor esencial del mantenimiento del equilibrio de naciones (equilibrio compartido con los rusos, los magiares, los búlgaros y el imperio Bizantino) en la Europa oriental. Constantino Porfirogénito dedicó varias páginas a los pechenegos en su libro “De Administratio Imperio” (Sobre la administración del Imperio), escrito en el siglo X y dedicado a su hijo y presunto sucesor, Romano. Aconsejaba a su hijo que mantuviese ante todo la paz con los pechenegos para bien del Imperio, ya que mientras haya buena inteligencia entre el Imperio y los pechenegos, dice el autor, ni rusos ni magiares ni búlgaros podrán atacar el territorio bizantino. Se desprende también de diversos pasajes del libro que los pechenegos servían de intermediarios a las relaciones comerciales de los distritos bizantinos de Crimea (thema de Cherson), con Rusia, Jazaria y otros países vecinos. Los pechenegos desempeñaban, pues, en el siglo X, un papel muy importante, a la par político y económico, en las preocupaciones del imperio Bizantino.
Pechenegos en la frontera del Imperio bizantino
En la segunda mitad del siglo X y comienzos del XI, cambiaron las circunstancias. La Bulgaria oriental fue, conquistada bajo Juan Tzimiscés, y Basilio II prosiguió la conquista hasta colocar toda Bulgaria bajo el dominio bizantino. Los pechenegos, antes separados del Imperio por los búlgaros, pasaron a ser vecinos inmediatos de aquel, justo al otro lado del Danubio, y pasaron a interesarse por las riquezas del Imperio bizantino.
Aquellos nuevos vecinos eran tan fuertes, tan numerosos, y siempre listos para atacar, realizaban incursiones de saqueo constantemente contra el Imperio, regresando a sus tierras con el botín conseguido. Teofilacto de Bulgaria, el escritor eclesiástico del siglo XI, escribió acerca de las invasiones de los pechenegos, a quienes llamaba escitas: “Su invasión es como un relámpago; su retirada es a la vez pesada y ligera: pesada de botín, ligera por la rapidez de su huida… Lo más terrible es que son más numerosos que las abejas a principios de primavera y nadie sabe cuántos millares o decenas de millares son, puesto que su número es incalculable”.
Sin embargo, hasta el siglo XI los pechenegos no fueron realmente peligrosos para el Imperio, hasta que estos fueron presionados por el este por otra tribu de origen turco, los cumanos, y empezaron a cruzar el Danubio.
G. Vasilievski, primer historiador que ha esclarecido el papel histórico de los pechenegos, escribió respecto a la penetración de aquellos pueblos en territorios bizantinos: “Ese suceso, que ha escapado a la atención de todos los historiadores modernos, tuvo una importancia considerable para la historia de la Humanidad. Por sus consecuencias fue casi tan importante como el cruce del Danubio por los godos, que abrió la era llamada de las invasiones bárbaras”.
Guerra civil pechenega
Durante el reinado del emperador Constantino IX Monómaco (1.042-1.055), Tirek, khan de los pechenegos, tuvo serios conflictos con su jefe militar, Kegen. Tirek, noble de nacimiento, estaba profundamente celoso de los éxitos militares de Kegen, de origen muy humilde, y organizó un complot para asesinarlo.
Cuando Kegen conoció los planes del kan Tirek, escapó llevándose a sus seguidores, unos 20.000, hasta llegar a un pequeño islote cerca de la desembocadura del río Danubio. Desde allí, envió un mensajero al emperador bizantino para pedirle permiso para asentarse en territorio imperial. La petición del líder pechenego fue aceptada por el emperador, a cambio de que Kegen abrazase la religión cristiana e hiciera todo lo posible por convertir también a sus seguidores. Además, debía mantenerse en la ribera sur del Danubio y ocuparse de la defensa de la frontera bizantina contra incursiones de otras tribus del norte del río.
Kegen y los suyos no querían mantenerse a la defensiva, y muy pronto comenzaron una serie de incursiones cruzando el río, sobre las tierras del kan Tirek.
Tirek decidió terminar con el problema de forma definitiva, y en diciembre de 1048 cruzó con total facilidad el helado Danubio con un enorme ejército, arrasando con todo lo que encontraban a su paso.
La disentería y el frío extremo del invierno causaron enormes estragos entre los pechenegos de Tirek, que también fueron derrotados militarmente por varios pequeños ejércitos de los reinos de la zona búlgaros, húngaros, etc.
El kan Tirek y varios de sus jefes militares fueron finalmente capturados y enviados a Constantinopla, donde fueron convencidos de aceptar el cristianismo a cambio de su vida y su libertad. Tirek fue bautizado en las aguas del Danubio con el nombre de Juan y se le concedió el título de patrikios pasando a ser aliado o symmancos.
El kan Tirek y sus seguidores fueron asentados en el thema de Distra, en las por entonces desérticas regiones de Sárdica (actual Sofía) y Naissus (actual Nish); donde se dedicarían a labrar la tierra, pagar impuestos y proporcionar reclutas para el ejército bizantino. 15.000 guerreros pechenegos estaban en el ejército cuando el emperador bizantino los envió a Asia Menor para tratar de detener la invasión de los turcos selyúcidas. Su destino era la Iberia Caucásica, actual este de Georgia, donde deberían unirse con las tropas de los señores locales y los ejércitos bizantinos para rechazar la invasión.
Cuando transitaban por tierras de Bitinia, se rebelaron, asesinaron a sus jefes y dieron media vuelta, cruzaron de nuevo el Bósforo y se dirigieron a la región de Sardica, convenciendo a las tribus locales para que se unieran a su rebelión. También se le unieron los pechenegos que estaban asentados en las cercanías de Nish, y todos juntos se retiraron al norte del Danubio, donde se instalaron en lugares bien protegidos y comenzaron a atacar la región de Tracia en Imperio bizantino.
Para hacer frente a esa nueva amenaza, el emperador bizantino pidió ayuda al kan Kegen y sus tropas, que acamparon en las cercanías de Constantinopla a la espera de órdenes. Pero se produjo un intento de asesinato del emperador, que le fue atribuido a seguidores de Kegen, que fue arrestado y encarcelado.
Cuando las noticias de su arresto llegaron a sus seguidores, estos huyeron de Constantinopla y se unieron a los rebeldes.
El Basileo se dirigió entonces en busca de ayuda al kan Tirek, que juró solemnemente que terminaría con la rebelión. Pero en cuanto salió de la capital del Imperio olvidó su juramento y se puso a la cabeza de los rebeldes.
El emperador reunió a sus ejércitos de Europa y Asia, y se dirigió a las montañas balcánicas. Pero sus tropas fueron rodeadas y su campamento incendiado, viéndose obligado a retirarse. Los pechenegos ya dominaban el terreno entre el Danubio y Andrianópolis (actual Edirne).
Al año siguiente, en junio de 1050, otro ejército combinado bizantino se encontró con los pechenegos en las cercanías de Adrianópolis, siendo de nuevo derrotado, aunque la llegada de refuerzos bizantinos evito la catástrofe.
El emperador bizantino decidió cambiar de táctica. Liberó a Kegen del calabozo en donde se encontraba y lo envió a los pechenegos rebeldes para que intentara crear divisiones entre ellos. Pero los pechenegos se percataron de la jugada imperial, y asesinaron a Kegen.
Un año después, en 1051, un ejército bizantino bajo mando de Nicéforo Brienio derrotó por tres veces consecutivas a tres destacamentos pechenegos en tres combates diferentes, dos cerca de Adrianópolis y uno cerca de Chariópolis.
Estas tres derrotas convencieron a los pechenegos de la necesidad de ser más cuidadosos en sus incursiones, aunque no terminaron con ellas, que continuaron durante el año siguiente.
Sin embargo, a finales del reinado de Constantino IX la situación empeoró. La última expedición del emperador contra los pechenegos concluyó con el exterminio completo del ejército bizantino. He aquí lo que acerca de ello se lee en la obra de Vasilievski: “En una tremenda noche de matanza, los aplastados regimientos bizantinos fueron exterminados por los bárbaros casi sin resistencia. Solo muy pocos de ellos pudieron huir y llegar a Adrianópolis. Todo el provecho de las victorias anteriores se perdió”.
Tras esta terrible derrota, el Imperio no podía continuar la lucha contra los pechenegos. El emperador hubo de comprar la paz a un alto precio. A cambio de los generosos presentes ofrecidos por el emperador, los pechenegos prometieron vivir pacíficamente en las provincias que ocupaban al norte de los Balcanes. El emperador confirió, además, títulos honoríficos bizantinos a los príncipes pechenegos.
Los pechenegos dentro del Imperio Bizantino
Los guerreros pechenegos se fueron instalando con sus familias en suelo imperial en 1045, 1047 y 1059.
Los pechenegos asentados en el imperio actuaron como aliados en las guerras contra Hungría. Cuando Belgrado fue ocupada brevemente por tropas húngaras en 1059, parece que fue en represalia porque los bizantinos habían alentado a los pechenegos para atacar a través de la frontera sur de su reino, cuando una nueva ola de pechenegos llegó desde el norte, empujados por los cumanos.
En 1071, los pechenegos asolaron la región alrededor de Sirmio, al parecer fueron alentados a hacerlo por el comandante bizantino de Belgrado, el dux Nicota (Nicetas). Este hombre era y probable que fuese el comandante de la provincia Sirmio, y no solo el estratego de Belgrado.
Es muy probable que los pechenegos que participaron en estas acciones contra Hungría fuesen los que establecieron entre Nis y Sofía. Un relato de la primera cruzada (1.096) menciona pechenegos en el servicio militar bizantino bajo el mando del duque de la thema Búlgara. Se dice que atacaron a los cruzados cerca de Belgrado. Estos Pincenariis qui Bulgariam inhabitabant al parecer tenían como misión vigilar el tráfico en el río Sava y el Danubio desde sus pequeñas embarcaciones (naviculas).
Además de este testimonio de Alberto de Aquisgrán, hay otro por Odo de Deogilo, referente al mismo recorrido por el thema de Bulgaria, que parece haber sido defendida por pechenegos y cumanos.
La presencia de los pechenegos en Belgrado está atestiguada arqueológicamente por los hallazgos de calderos de barro de una capa de ocupación de finales del siglo XI.
Mientras que los pechenegos «buenos» se establecieron en la parte occidental de las provincias del Danubio y parece haber permanecido fieles servidores a los emperadores bizantinos, otros apoyaron o incluso iniciaron rebeliones. Sus talentos militares fueron claramente apreciados por otros rebeldes como los habitantes de Dristra, que en 1072 aceptaron como su líder un cacique pechenego llamado Tatrys o Tatos, muy probablemente un príncipe de la región pechenega autónoma creada en 1053 por el emperador Constantino IX. Según Attaleiates, los habitantes de Dristra entregaron a Tatos el control de la frontera.
Los pechenegos desde Cumania jugaron un papel clave, no solo en el inicio, sino también en el curso del motín, que comenzó como una protesta contra la falta de protección y de interés por parte del gobierno central, y terminó en la secesión. De aliados del Imperio, los pechenegos así rápidamente se convirtieron en enemigos, al igual que aquellos que todavía vivían al norte del Danubio y que también se unieron a la rebelión.
Sin embargo, no todos los pechenegos se volvieron contra el emperador bizantino.
Con las invasiones normandas y selyúcidas, en 1080, Bizancio había perdido un área de 78.000 km², más de la mitad de la mano de obra del Imperio se habían perdido, junto con gran parte de su suministro de cereales. En este contexto, Alejo Comneno, un joven y exitoso general, que había estado luchando contra los turcos, subió al trono en 1081, empezando la reconstrucción del Imperio.
Victoria de Taticius 1086
Aprovechando la debilidad, los pechenegos allanaron Tracia, frente a unas fuerzas imperiales débiles. En 1084, sitiaron Durostolón. Durante el mismo período, la guerra contra los normandos había alcanzado su pico y Alejo no pudo asignar más a los hombres contra los pechenegos.
En la primavera de 1086, 50.000 nómadas invadieron el territorio imperial, una vez más. Gregorius Pacurianos, doméstico del Oeste y general Nikolaos Branas fueron enviados junto con 17.000 hombres para enfrentarse a ellos. Los invasores superaron a los bizantinos a 3: 1. Pacurianos sugirió que deberían esperar refuerzos, pero Branas insistió en que deberían atacar alegando que él y sus hombres estaban listos para luchar.
Finalmente, la opinión de este último se impuso y el ejército recibió la orden de atacar. Los soldados de Asia Menor, Tesalia y Macedonia, así como una unidad de tropas francas salieron del campamento gritando, empezaron a formar para la batalla.
De inmediato atacaron a los pechenegos que ya habían comenzado a inundar las colinas. Losbizantinos se habían desplazado unos pocos cientos de metros cuando fueron repentinamente flanqueados por miles de jinetes ligeros pechenegos y, al mismo tiempo que el centro de la formación imperial estaba sufriendo un ataque de la caballería pesada pechenega.
El ejército bizantino fue incapaz de soportar la presión del ataque y, por lo tanto, perdió su cohesión, rompió su formación y se inició la matanza. Pacurianos, herido en su brazo, siguió luchando. Pero su caballo murió y al caer se rompió el cuello. Unos metros más allá, Branas estaba cayendo, alcanzado por incontable flechas.
La noticia del desastre golpeó a Alejo como si hubiese sido alcanzado por un rayo, mientras que estaba acampado a las afueras de Didymoteicho. Sin embargo, el emperador no era un hombre que iba a perder fácilmente la esperanza. Llamó inmediatamente al doméstico del Este, Taticius, que seguía luchando contra los turcos, para que cruzase el Helesponto con tantos hombres como pudiese y reunirse con él en Adrianópolis. Allí, él le entregó 8.000 soldados griegos y un cuerpo de 1.500 mercenarios latinos de Cícico, bajo Unvertopoulos. Taticius, en la cabeza de 25.000 soldados, se trasladó al norte, hacia Philippopolis.
Los exploradores encontraron la fuerza principal de los pechenegos que regresaba con el botín y los prisioneros. El ejército imperial atacó a los pechenegos que estaban desprevenidos. Fueron dispersados dejando atrás su botín, los presos y 4.000 muertos. Taticius intentó perseguirlos con el fin de derrotarlos por completo, pero el intento fracasó porque era demasiado peligroso para el ejército imperial el marchar a través de la zona montañosa de Bulgaria. Así, regresó a Constantinopla (octubre 1.086). Esta victoria fue sobre todo una táctica y no de carácter estratégico, porque los pechenegos regresaron al año siguiente.
Batalla de Drastar o de Drista (1087)
En emir turco propuso una alianza con los pechenegos para destruir por completo al Imperio bizantino.
En la primavera de 1087, Alejo recibió la noticia de una gran invasión desde el norte. Los invasores eran los pechenegos del noroeste del mar Negro, junto con oguzes y magiares, le informaron de que las fueras invasoras eran unos 80.000 efectivos.
Los pechenegos y sus aliados invadieron Tracia y acamparon en el área de Scoteinon, cerca del río Ebrus. Los generales Nicolaos Maurokatakalon y John Vempetziotes marcharon contra ellos con 25.000 soldados.
Los dos generales bizantinos se dirigieron hacia el fuerte Pamfilon, entre Didimótico y Rhaidestus, con el fin de organizar su defensa. Pero los caminos imperiales estaban llenas de civiles que estaban tratando de encontrar refugio contra los pechenegos.
Los bizantinos habían sido identificados a los exploradores pechenegos y estaban seguros de que al día siguiente tendrían que enfrentar al enemigo. Cuando amaneció, el general Maurokatakalon subió a una colina cerca de las llanuras de Didimótico y observó que millares de pechenegos estaban llegando para presentar batalla. El general estaba impresionado, pero sus oficiales le recomendaron atacar inmediatamente.
Maurokatakalon y Vempetziotes dividieron su ejército en tres partes y se movieron rápidamente, sorprendiendo al enemigo. En la intensa lucha que siguió, el general pechenego Gelgu sufrió un golpe mortal. Mientras tanto, el general magiar Solomon, una flecha se le clavó en un ojo. Los nómadas entraron en pánico y empezaron a retirarse, dejando 9.000 muertos en el campo de batalla.
A pesar de la derrota seguían siendo un ejército formidable y se volvieron a enfrentar ese mismo año un ejército bizantino bajo el mando del akolouthos (jefe de la guardia varega) Nambites, que fue derrotado por los pechenegos en Drastar o Distra. Después de la derrota en la batalla de Drastar o de Drista, no se dispone de detalles de la batalla.
Batalla de Doristolon (1088)
Tras la victoria, los pechenegos continuaron sus redadas. El emperador Alejo estaba perdiendo la paciencia. Las guerras contra ellos habían costado el Imperio una gran cantidad de dinero y mano de obra. Miles de civiles fueron asesinados, mientras que enormes áreas de Macedonia, Tracia y Bulgaria habían sido destruidas. Todos los intentos de Alejo comprar o dividir a los pechenegos habían fracasado. Se dio cuenta de que solo por las armas se podía solucionar la situación.
Por lo tanto, él personalmente llevó una nueva campaña en contra de ellos. En el 10 de mayo 1087 que dejó Constantinopla, en la cabeza de algunos de 2/3 de la Tagmata Imperial (3.000 inmortales, 800 vestiaritai, 2.000 archontoula y 700 chomatinians) y marcharon hacia Adrianópolis. En su camino hacia la ciudad, se añadieron más unidades de su ejército, elevando su fuerza numérica.
En Adrianópolis, Alejo se unió con las fuerzas de la Katakalon y Vempetziotes. Adriano Comneno, el nuevo domesticus del Oeste, se unió a ellos con la «Latinikon», una unidad de 6.000 mercenarios franceses, italianos y normandos. Alejo marchó hacia el norte llegando a una zona llamada Lardaea (Bulgaria central). Mientras tanto, la flota Imperial recibió la orden de moverse hacia el río Danubio en la zona de Doristolon, el fin de cortar la retirada de los pechenegos.
El Emperador se quedó en Lardaea durante 40 días, a la espera de más refuerzos. Su objetivo era ahora para golpear los pechenegos duro y aniquilarlos, y no solo interceptar sus incursiones. En el consejo de guerra, expresó su intención de golpear a los nómadas en el norte de Bulgaria. Sus generales mayores, Nikephorus Bryennios y Gregorius Maurokatakalon, objetaron esta idea, mientras que sus más jóvenes, George Paleólogo, Nikephorus Mellisinus y los dos hijos del ex emperador Romano IV Diógenes, Nikephorus y León (18 y 16 años respectivamente), dijeron que estaban dispuestos atacar y matar a los enemigos.
Alejo, llevado por los comentarios optimistas de sus jóvenes generales, levantó su espada y gritó: «los pechenegos solo entienden el lenguaje de acero!» Por lo tanto, una gran fuerza de 54.000 hombres avanzaron a través de la zona montañosa de Bulgaria y se reunieron de nuevo en Doristolon. Allí, una fuerza de 70.000 pechenegos les esperaba listos para la batalla.
La sangrienta batalla duró hasta altas horas de la noche y las bajas fueron eran enormes por ambos lados. Después de los primeros enfrentamientos, los pechenegos se refugiaron detrás del laager o fortificación con sus carros colocados en un círculo y se defendieron desde allí. Alejo estaba tratando de romper sus defensas con continuos ataques. Sin embargo, los pechenegos luchaban ferozmente y contragolpeaban. La batalla estaba indeciso hasta el atardecer, cuando de repente, aparecieron 36.000 pechenegos avanzaron hacia el campo de batalla. La moral del ejército imperial estaba rota y se retiró en completo desorden. El emperador, con su espada en la mano, continuó luchando heroicamente. Finalmente, entendió que la causa estaba perdida y decidió retirarse con los soldados que permanecieron cerca de él.
Las bajas romanas ascendieron a 11.000 muertos y 6.000 hombres capturados. Los pechenegos tuvieron 9.500 muertos. En esta batalla Alejo sufrió un golpe de una lanza. A pesar de que no estaba herido, un dolor continuo le estaba molestando por años. El emperador reunió a los restos de su ejército, compró los prisioneros mediante la entrega de grandes cantidades de dinero a los pechenegos y comenzó a reclutar hombres adicionales.
A pesar de que Phillipopolis había sido conquistada por los nómadas (agosto de 1088), Alejo trató de limitar las incursiones pechenegas con tácticas de guerrilla, pequeñas incursiones y ataques a pequeña escala; con el fin de ganar tiempo para reunir a los soldados de Asia Menor, a pesar de que la situación era trágica allí también.
El duro invierno de 1089-90 impidió tanto las incursiones bizantinas como las pechenegas detuvieron. Sin embargo, en la primavera de 1090, regresaron y capturaron Chariopolis. En el junio de 1090, el Ejército Imperial fue derrotado una vez más. Lo peor fue que la élite Archontopouloi Tagma (hijos de oficiales muertos) fue casi aniquilado, perdiendo unos 300 hombres. Esto entristeció al Emperador.