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Antecedentes
Entre 1070 y 1080, Solimán ibn Kutalmish, un primo lejano de Malik Shah I, soberano de la Gran Selyucia, subió al poder en Anatolia occidental. En 1075, Solimán conquistó las ciudades bizantinas de Nicea (İznik) y Nicomedia (İzmit). Desafiando a Malik Shah, se declaró a sí mismo Sultán en 1077 y estableció la capital en Nicea. El sultanato fue ampliado, pero cuando Solimán fue asesinado en Antioquía (Antakya) en 1086 por Tutush I, el soberano selyúcida de Siria, la dinastía se vio abocada a su fin cuando el hijo de Solimán, Kilij Arslan, fue encarcelado. Cuando Malik Shah murió en 1092, Kilij Arslan fue liberado e inmediatamente se apoderó de nuevo de los territorios de su padre. Derrotado por los cruzados en 1097, retrocedió hacia Anatolia, donde estableció su estado alrededor de Iconio (Konya). En 1107 capturó Mosul, pero el mismo año murió cuando luchaba frente a Mehmed Tapar, hijo de Malik Shah.
Iconio (Konya) fue capturada por Malik Shah II pero fue de nuevo conquistada por el hijo de Kilij Arslan, Mesud, en 1116 con la ayuda de los danisméndidas cuyas posesiones finalmente fueron incluidas en el sultanato. A la muerte de Mesud en 1156 el reino incluía casi toda Anatolia. Izz ad-Din Kilij Arslan II (1156–1192), el hijo de Mesud, conquistó las últimas posesiones de los danisméndidas en 1174 tras la muerte de Nur al-Din, quién había proclamado Anatolia Oriental y Armenia como un protectorado.
Manuel I Comneno “el Grande” (1143-80). El joven basileo había heredado de su antecesor y de su abuelo un ejército formidable y un estado en franca recuperación. El tercer soberano Comneno era un personaje inquieto y lleno de energía, sumamente temperamental y audaz, al que la idea de restablecer el antiguo orden imperial le entusiasmaba sobremanera. En esa sintonía ya había intentado someter a los turcos de Rüm poniendo sitio a su capital, Iconio (Konya) en 1146, pero la llegada de la Segunda Cruzada le obligó a levantar el asedio. Por tanto, las escaramuzas que tuvieron lugar con los turcomanos en 1159 mientras regresaba de someter Antioquía y Cilicia, le dieron la excusa perfecta para regresar al corazón de Asia Menor.
Manuel I mantuvo la paz con el sultán selyúcida de Rüm, Kilij Arslan II, durante la década de 1170. Manuel pudo recuperar Cilicia e imponer su soberanía sobre el principado cruzado de Antioquía, y a ello le ayudó el hecho de que el emir de Alepo, Nur al-Din, muriese en 1174; pues su sucesor Saladino estuvo más interesado en Egipto y en debilitar a los turcos. Parecía, pues, factible que el Imperio capturara la ciudad de Iconio (Konya) y recuperara sus territorios perdidos o, al menos, acabara con la amenaza selyúcida y sus constantes depredaciones.
Movimientos previos
Kilij Arslan II, sabedor de su precaria posición, intentó evitar el enfrentamiento y encontrar un compromiso. Manuel I Comneno no aceptó ninguna componenda y, seguro de sus posibilidades, optó por la guerra. En 1.175 se rompió la tregua, cuando Kilij Arslan renunció a devolver el territorio conquistado a los danisméndidas (Sivas y Malatya), el enemigo común de ambos.
Manuel reunió un ejército (unos 40.000 hombres), era supuestamente tan grande que se extendía a lo largo de diez millas. El punto de reunión era el centro de adiestramiento militar de Lopadio, adonde había confluido el resto de las tropas procedentes de los ducados y themas asiáticos que iban a tomar parte de la campaña, en el que también participaron soldados húngaros, enviados por el rey Bela III de Hungría. Se dirigió hacia su frontera con los selyúcidas.
Arslan quiso negociar, pero Manuel, convencido de su superioridad, rechazó cualquier acuerdo. Envió parte de sus fuerzas con Andrónico Vatatzés hacia Amasia, mientras que el grueso de sus tropas se dirigían a la capital selyúcida de Iconio. Ambas rutas atravesaban una zona muy boscosa, donde los turcos podían preparar emboscadas; el ejército que se dirigía a Amasia fue destruido en una de esas emboscadas.
Los turcos también habían destruido las cosechas y envenenado las aguas. Aslan mandó constantes ataques sobre el ejército bizantino para forzarle a dirigirse al valle del Meandro y tomar un difícil paso entre montañas, el Tzyvritzé, ante el cual permanecían las ruinas de la vieja fortaleza de Myriokephalon (miríada de cabezas), en las alturas actualmente conocidas como Asar Kalesi. Este paso, de unos 25 kilómetros de longitud, se inicia con un estrecho desfiladero al que siguen secciones muy sinuosas, irregulares y boscosas, que alternan anchuras y estrecheces, a veces limitadas por vertiginosos precipicios. La zona central es una amplia llanura elevada de casi 6 kilómetros de anchura. Después, una segunda sección estrecha similar a la primera continúa antes de abrirse a la región periférica de Iconio, ciudad que apenas dista 50 kilómetros del final del paso.
Despliegue inicial
Los generales más expertos de Manuel le previnieron del peligro pasar a través del difícil desfiladero teniendo al enemigo enfrente; pero los príncipes más jóvenes confiaban en sus proezas y estaban ávidos de gloria. Convencieron a Manuel, que conocía bien el terreno, de que siguiera avanzando, en lugar de retroceder y flanquear a través de la ruta que pasaba por la ciudad de Philomelion, (actual Aksehir).
Las tropas bizantinas, en total no superaban los 25.000 hombres iban en orden de marcha a través de Tzivritze de la siguiente formación:
- Vanguardia: Tropas griegas de los ducados y themas occidentales bajo el mando de Juan y Andrónico Ángel; tropas griegas de los ducados y themas orientales comandadas por Constantino Makroducas; y fuerzas occidentales, probablemente alemanes, y mercenarios cumanos y valacos a cargo de Andronico Lampardas
- Ala derecha: soldados del principado vasallo de Antioquía y mercenarios latinos, bajo el mando de Balduino de Antioquía, cuñado del emperador.
- Ala izquierda: húngaros y mercenarios de diferentes nacionalidades bajo el mando de Teodoro Mavrozomes.
- Logística: bestias de carga y tren de logística y asedio, no combatientes en su mayoría griegos.
- Centro: Tagmatas, entre ellas parte de la Guardia Imperial, mandas por Manuel I Comneno.
- Retaguardia: Unidades de elite (infantería y caballería) nativas y mercenarias mandas por Andrónico Contostéfano.
En la madrugada del 17 de septiembre de 1176, la vanguardia bizantina estableció contacto visual con los selyúcidas.
El ejército turco parecía esperar al bizantino en las estrecheces de la entrada del paso, lo cual era, en teoría, la opción más juiciosa, dada su teórica inferioridad. La vanguardia bizantina (sobre todo infantería) arremetió casi inesperadamente contra los turcos que aparentaban haber sido sorprendidos y emprendieron lo que parecía una alocada huida a través del paso.
El ejército bizantino siguió a su vanguardia sin tomar más precauciones. Penetraron en tromba por el paso siguiendo el orden que traían.
Cuando la vanguardia llegó al final de la primera parte del paso, la retaguardia empezaba a entrar. Las secciones habían perdido contacto y el ejército estaba estirado al máximo; sobre todo el ala derecha que intentaba no perder de vista a los que marchaban por delante, ni tampoco los trenes de bagajes y de asedio, que cada vez hacía más lento su camino en aquel espacio tan difícil.
Primer día
Importantes destacamentos turcos se habían ocultado entre los árboles y barrancos, en los sectores más propicios de aquel primer tramo del paso. En un momento dado cayeron como una marea furiosa sobre la desparramada ala derecha y los trenes de bagajes. Los soldados imperiales estaban tan apretujados que apenas podían mover las manos. La carnicería fue grande. Balduino mismo resultó muerto, los carros incendiados y los animales yacentes bloquearon el camino.
Importantes destacamentos turcos se habían ocultado entre los árboles y barrancos, en los sectores más propicios de aquel primer tramo del paso. En un momento dado cayeron como una marea furiosa sobre la desparramada ala derecha y los trenes de bagajes. Los soldados imperiales estaban tan apretujados que apenas podían mover las manos. La carnicería fue grande. Balduino mismo resultó muerto, los carros incendiados y los animales yacentes bloquearon el camino.
Con Balduino muerto y el ala derecha puesta fuera de combate, la presión del ataque pasó al ala izquierda. Manuel se dio cuenta de que poco podía hacer, más que contemplar la matanza desde su posición, y durante algún tiempo no fue capaz de tomar medida alguna.
Sus mejores oficiales al final consiguieron que reaccionara: reunió a sus tropas, las organizó en formación cerrada para que se fueran abriendo paso por el desfiladero, limpiando de enemigos el recorrido. Los arqueros turcos dispararon sobre los animales de tiro que empezaron a caer como moscas, que intencionalmente los abatían a fin de impedir el trabajo de limpieza al que se habían entregado algunos soldados y no combatientes bizantinos por expresa indicación de Manuel. Hubo pues que renunciar a las valiosas maquinarias de asedio, al agua y a las vituallas, empujaron fuera los carros y con el fin de permitir que todas tropas, al caer la tarde, llegaran a la llanura abierta de la mitad del paso. Allí la vanguardia y los tágmata les esperaban, en una posición fortificada en un tiempo récord, porque intuían que atrás habían ocurrido problemas serios.
Durante toda la noche los bizantinos hubieron de repeler los feroces ataques de los jinetes arqueros turcos.
Segundo día
Al día siguiente, Manuel y sus oficiales pudieron valorar la situación. El ejército imperial no había sufrido pérdidas decisivas, y seguía siendo muy superior al turco. Sin embargo, se habían perdido el forraje, los alimentos y el agua, y, sobre todo, el tren de asedio imprescindible para tomar Iconio, cuya construcción no podía improvisarse.
Los turcos exhibieron la cabeza cortada de Andrónico en lo alto de una pica, que había resultado vencido en una emboscada ante los muros de Amasea.
Mientras el Emperador, a fuerza de cargas frontales de caballería, intentaba perforar el cerco dispuesto por los turcos, una tormenta de polvo se abalanzó de improviso sobre la comarca, cegando por igual a turcos y a bizantinos. La confusión generada por la falta de visión fue tan grande, que muchos sucumbieron a manos de sus propios compañeros.
Habiéndose percatado de lo precaria que era su situación, los bizantinos volvieron a ponerse en movimiento con el Basileo a la cabeza hacia el campamento fortificado. La tormenta de polvo había casi amainado, de modo que las imágenes invadieron de nuevo los sentidos de los combatientes, caballos y soldados muertos por doquier.
Secuelas
Durante la madrugada del 18 de septiembre, el emperador reunió en consejo a sus generales. Procedía, por tanto, llegar a un acuerdo con Kilidj Arslan, el cual tampoco estaba en condiciones de batir al ejército imperial. De tal modo, se acordó que Manuel y su ejército podrían ir en paz a cambio de eliminar sus fuertes y ejércitos de la frontera en Dorileo y Siblia. Solo se cumplió con el desmantelamiento de la segunda. Dorileo siguió en manos bizantinas.
No existen fuentes confiables de las bajas sufridas, se supone que serían de un 30 por ciento en ambos bandos.
Las condiciones aceptadas por Manuel para sellar una nueva paz eran la demolición de las fortalezas de Dorileo y Siblia, solo se cumplió con el desmantelamiento de la segunda. Dorileo siguió en manos bizantinas y no fue hasta la muerte del Emperador, acaecida en 1180, debido a la inoperancia de sus sucesores, lo que animó a los selyúcidas a seguir la conquista. Pero no conseguirían mucho, ya que en el período que va desde Miriocéfalo hasta la Cuarta Cruzada solo unas pocas plazas cayeron bajo el control turco: Sozópolis y Cotileo en 1182, Dadybra en 1186 y Dorileo en 1190.
Los mejores tagmatas (regimientos) bizantinos, al marchar en la vanguardia, prácticamente resultaron indemnes al término de la batalla, en los años siguientes a la batalla obtendrían algunos triunfos como en el valle del Meandro y en Claudiópolis.