¡Ayúdanos a mejorar el blog!
Si ves alguna palabra mal escrita, o frase que no tenga mucho sentido, es muy fácil hacérnoslo saber. Sólo tienes que seleccionar las palabras que te resulten sospechosas y pulsar las teclas CONTROL y ENTER. Se abrirá un formulario con el texto seleccionado, y con pulsar enviar recibiremos tu notificación.
También puedes abrir el formulario pulsando el siguiente botón
Llegada del duque de Alba
La intención primera era que Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, también Ferdinandus Toletanus Dux Albanus, el III duque de Alba conocido como el Gran Duque de Alba; llegara lo antes posible a esas tierras con un destacamento que impusiera el orden, pero se optó por otra solución que dilató en el tiempo la actuación; Alba iría a Italia, desde donde saldría con todo su ejército. Salió de Italia el 21 de junio con 8.780 infantes españoles de los tercios de Nápoles, Sicilia, Cerdeña y Lombardía y 1.200 jinetes, de caballería española, italiana y alemana, incluyendo 200 arcabuceros a caballo. Atravesó Saboya, Borgoña, Lorena y Luxemburgo, lo que se llamó “el Camino Español”, llegando finalmente a Flandes el 22 de agosto.
El Duque llegó a Bruselas el 28 de agosto de 1567, como capitán general de los ejércitos de los Países Bajos, presentándose ante la gobernadora Margarita de Parma. Aunque el gobierno de los Países Bajos seguían en manos de la hermana del Rey, Margarita de Parma; tenía poderes especiales del Rey. Una de las primeras medidas establecidas por Alba fue el establecimiento del Tribunal de Tumultos, un órgano jurisdiccional excepcional, que aplicaba una justicia castrense sobre todos aquellos que habían participado en las revueltas de agosto del año 1566.
El 9 de septiembre, Alba convocaba al Consejo de Estado en Bruselas para comunicarles cueles eran las órdenes del Rey y las medidas a tomar; entre las que destacan los nuevos tributos que se implantarían para poder sufragar los gastos generados en los Países Bajos, incluido el mantenimiento de las tropas españolas que habían sido llevadas para sofocar las revueltas. A la salida del Consejo fueron apresados por orden del gobernador, dos de los nobles más importantes de los Países Bajos, los duques de Egmont y Horn. Eran dos de los principales nobles flamencos que habían prestado relevantes servicios al Rey, y que serían decapitados en la Gran Plaza de Bruselas el 5 de junio del año siguiente. Los sediciosos fueron juzgados y ejecutados sumariamente, lo que provocó algunas protestas debido a que se excluían todos estos casos de la justicia ordinaria.
El problema económico se agravó debido a que este mismo año de 1568 el pirata inglés William Hawkins, hermano del más famoso pirata John Hawkins, apresó una escuadra española que se dirigía a Flandes con quinientos mil ducados para hacer frente a las pagas de los soldados españoles.
Operaciones en 1568
Batalla de Heiligerlee (23 de mayo de 1568)
El príncipe Guillermo de Orange, otro de los principales nobles flamencos y muy apreciado por el padre de Felipe II, se había refugiado en las propiedades de su familia materna en Alemania. Desde allí financia a los piratas denominados “pordioseros del mar” y levantó un ejército de mercenarios alemanes de su propio bolsillo y lo puso al mando de sus hermanos.
Luis y Adolfo de Nassau, hermanos de Guillermo de Orange, entraron en los Países Bajos por el norte al frente de un ejército de unos 6.000 hombres la provincia de Groninga (Groningen).
El duque de Alba, conocedor de la ocupación del castillo de Wedde, que era propiedad patrimonial del conde, y del campo en tierras Frisonas por 6.000 infantes a cargo de Luis de Nassau; envió Juan de Ligne, conde de Arembergh, al mando de 5 banderas de alemanes, auxiliado por las 10 compañías del tercio de Cerdeña a cargo de Gonzalo de Bracamonte, que fueron embarcados en Ámsterdam con 6 piezas de artillería y se unieron con el conde a su llegada a Frisia.
El conde de Mega o Megen, acompañado por el castellano Andrés de Salazar, con 4 compañías de su coronelía, y las 3 compañías de jinetes ligeros, partieron tras él, habiéndose de reunir en tierras de Groninga.
Juan de Ligne estatúder (presidente) de Frisia, se refugió en la ciudad de Groninga a la espera de la llegada de los refuerzos. Luis de Nassau intentó hacerles salir, simuló un ataque y los tercios finalmente respondieron.
El 22 de mayo la arcabucería del tercio de Cerdaña trababa escaramuza con los rebeldes, haciendo que estos se retirasen a Dam (actual Appingedam) donde tenían su alojamiento. Las murallas de la villa, que habían sido demolidas en 1536 por orden de Carlos V, no hacían ese lugar el idóneo para el planteamiento de defensa alguna; por lo cual, los rebeldes abandonaron Dam caminando hacia el este, encontrando alojamiento fuerte en la abadía de Heyligerlee, 30 km al sur, era un monasterio de monjas agustinas, que era un lugar elevado sobre la campiña circundante.
El 23 de mayo, las tropas de Arembergh y Bracamonte, avanzaban aprisa tras los enemigos, recibiendo aviso durante la mañana que el conde de Mega llegaría esa misma noche; no obstante, no aguardan la llegada de los refuerzos y siguieron en su acoso a los rebeldes.
Al llegar por el camino que conducía a la abadía, vieron a los enemigos dispuestos para el combate. Estaban desplegados en dos escuadrones, uno de unos 1.600 infantes, y el otro de unos 900, guarnicionados ambos con mangas de arcabuceros, a un lado la caballería, y al otro, sobre una pequeña loma contigua a un bosque, una manga de arcabuceros mayor.
Los arcabuceros españoles que iban en vanguardia por el camino, llegaron al puesto que ocupaba esa manga de arcabuceros, y con las seis piezas de campaña que llevaban, comenzaron a batirles, desalojándoles de la posición, obligándoles a retirarse hacia sus escuadrones.
La vanguardia real formada 250 arcabuceros españoles más 200 coseletes (piqueros protegidos con armadura), impacientes, iniciaron la carga contra las posiciones enemigas arcabuz, pica y espada en ristre. Se lanzaron valientemente a por el enemigo sin esperar a la llegada del grueso del Tercio que les seguían a cientos de metros y persiguieron a los arcabuceros enemigos a la deshilada (sin mantener ninguna formación), los enemigos inteligentemente se refugiaron tras las posiciones bien defendidas en el monasterio.
La vanguardia sería derrotada por las mangas de arcabuceros y los propios escuadrones del enemigo, que siguieron manteniendo su formación, detrás de un terreno privilegiado. Emboscados, rodeados y en inferioridad numérica la vanguardia del Tercio fue aniquilada y 6 piezas de artillería capturadas.
Juan de Linge, conde Arembergh, que iba al mando de la caballería, viendo el peligro de la vanguardia, lanzó su caballería para intentar rescatarla y evitar la tragedia. Sin embargo, fue incapaz de alcanzar a los arcabuceros. La caballería de Adolfo de Nassau le salió al paso y se interpuso en su camino. Juan de Ligne y Alfonso de Nassau, ambos al frente de sus jinetes, murieron en el choque. También perecieron tres capitanes, siete alféreces y 450 soldados del Tercio por la precipitación y soberbia de sus mandos. Pocas bajas hubo en la parte rebelde.
Vista la derrota de la vanguardia y de la caballería española, las 5 banderas alemanas negociaron su rendición rápidamente, negociando no servir al rey de España por seis meses.
Los españoles, que no habían formado escuadrón, viendo la huida de la vanguardia y el resto de los alemanes que huían; comenzaron a huir seguidos por los rebeldes. Tuvieron la suerte de encontrarse con las tres compañías de caballos que venían con el conde Mega a cargo del castellano Andrés de Salazar. Oyendo las cornetas de la caballería, y temerosos de la llegada de un refuerzo; se retiraron los rebeldes a su puesto en la batalla, salvándose entonces los que huían.
Los restos de las fuerzas de Heiligerllee, fueron recogidas por el regimiento del conde de Mega, que avanzaba tras Salazar. Tras pasar la noche en Zuidbroek, se retiraron tras lar murallas de Groninga, guardada por cuatro banderas de alemanes del coronel Schamburg.
Murieron unos 450 españoles en la batalla, entre ellos, los 200 coseletes que se adelantaron tan temerariamente, perdiéndose las seis piezas de artillería. Entraron en Groninga algo más de 1.000 españoles, cuando la lista del tercio de Cerdeña hecha en julio de 1567 era de 1.728 hombres. El duque de Alba, calificó como vergonzosa y cobarde la retirada del tercio de Cerdeña, y dos meses después, llamó a su presencia al maestre de campo y a todos sus capitanes y los degradó con carácter inmediato. A continuación reunió a todo el ejército y decidió disolver el Tercio.
Asedio de Groninga o de Groningen (1568)
Encerrados en Groninga (actual Groningen) las tropas reales desde el 24 de mayo, el duque de Alba resolvió enviarles un refuerzo, compuesto por las 6 banderas restantes del regimiento del conde de Mega y 4 banderas más del coronel Schamburg. Chapín Vitelli, con cargo de maestre de campo general, fue enviado con 1.500 jinetes herreruelos (que llevaban varias pistolas) recién reclutados por el duque Erico de Brunswick, 10 banderas del regimiento de valones recién reclutadas por el señor de Hierges, y las 5 de valones de Gaspar de Robles, señor de Billy. Estas 15 banderas o compañías de valones, suponían un refuerzo de 3.000 efectivos adicionales a los enviados por delante, y a los acantonados en Groninga.
La llegada de estas tropas a Groninga, animó al bando real, pero apenas si se trabaron algunas escaramuzas, continuando el sitio de la villa por los rebeldes, sin que estos llegaran a disponer su artillería de asedio en ningún momento contra las murallas de la villa. Enfadado con las noticias que le llegaban, el duque Alba decidió partir él en persona al mando del ejército.
Se ordenó que las tropas españolas partieran de sus acuartelamientos hasta la villa de Bolduque, donde debía reunirse todo el ejército de campaña que había de acudir a Groninga.
Alonso de Ulloa, partió desde Gante con 15 banderas del tercio de Nápoles, dejando 2 en el castillo. Julián Romero partió a cargo de las 10 banderas del tercio de Sicilia desde Bruselas. Sancho de Londoño, condujo desde Maastricht, las 10 del tercio de Lombardía que estaban a su cargo.
Dio comisión el duque al señor de Noirquermes, para reclutar a 1.000 jinetes borgoñones, y al señor de Blondeau y al conde de Reulx, lo propio, reuniendo cada uno un regimiento de 10 banderas de infantería valona. Estas tropas se reclutaron solo para la ocasión.
Las 10 banderas de alemanes del conde de Ebrestain (6 alojadas en Valenciennes y 4 en Maastricht) recibieron orden de que partieran de sus alojamientos hacia Nimega, pero se amotinaron, pues querían recibir las pagas atrasadas antes de partir. Se les pagó, pero como era el coronel pariente de los Nassau, ponía excusas para partir, y finalmente envió a su teniente de coronel, con solo 7 compañías de su regimiento.
Además de los jinetes borgoñones, fueron movilizadas varias compañías de lanzas italianas y albanesas a cargo de los capitanes Juan Bautista del Monte, Aurelio Palermo y Jorge Machuca, y una de españolas a cargo de Lope de Acuña, que había sido teniente de la compañía del prior. Viajaban asimismo las compañías de la guardia ordinaria del duque, y la de arcabuceros a caballo del capitán Montero.
Encargó al duque de Greisonne, que sacara de Malinas varias piezas de artillería: 8 piezas de asedio y 8 de campaña, que no fueron preparadas a tiempo. No obstante, se llevaron 4 de asedio y 6 medias culebrinas de campaña, que partieron detrás del ejército, pero que debido a las dificultadas de transporte, y a la velocidad a la que viajaba la infantería, no llegaron a tiempo.
Como un ataque de demostración, el ejército caminó hasta Bolduque cada cual por su camino. Tras recibir Londoño la orden de tomar Berchen o Bergen, tuvo que reunir a su tercio que había partido de Maastricht, que estaba repartido entre Venlo y Grave, y tomando 5 piezas de artillería de Arnhem, fue a sitiar Bergen, huyendo su guarnición a Emmerich sin aguardar batalla.
Había sido enviado el prior de Castilla (Hernando de Toledo, primogénito bastardo del duque de Alba) general de la caballería, junto con Francisco de Ibarra a Deventer, donde debían aprovisionarse de municiones y vituallas, para llevarlas a Groninga.
Una vez reunida la infantería en Bolduque, se dio orden que caminasen a Deventer por diferentes itinerarios. Puesto que era necesario cruzar los ríos Mosa, Rin, Wessel y Waal; se hizo acopio de barcas en los caminos por los que iba cada unidad, para cruzar sin problemas, y no retrasar la marcha.
El 10 de julio se reunieron en Deventer, donde estaba también Hans Bernard, con 400 herreruelos. El 11 de julio partieron de Deventer, llegando a Omme. El 13 llegaron a Coevorden y el 14 de julio a Rolde o Roden, a 2 leguas (12 km) de Groninga. Habían cubierto casi 200 kilómetros a pie en apenas cinco días, desde Bolduque hasta Rolde.
Estando en la villa de Rolde, se tuvo noticia de un refuerzo que estaban esperando por los rebeldes, a cargo del conde de Hoochstrate, se estimaban de 600 a 800 herreruelos y de 1.000 a 1.500 arcabuceros franceses, valones y loreneses, que al final quedarían reducidos solo a 500 jinetes y 600-800 infantes.
Chapín Vitelli, que se había adelantado, recogió los jinetes de Brunswick, y regresó a Groninga con instrucciones para el conde de Mega del duque de Alba de sacar todas las tropas que pudiera de Groninga, pues pensaba presentar batalla nada más llegar.
El 14 de julio partió de Rolde, llevando 400 mosqueteros a cargo de los capitanes Montesdoca, Diego de Bracamonte y Lorenzo Perea, en 200 carros para que llegaran descansados el día de la batalla, llegando a las 10 de la mañana.
Salieron de Groninga las 7 banderas de Ebrestain, las 4 de Mega, los regimientos de Hierges y Robles, y el tercio de Cerdeña, dejando la villa a cargo de Schamburg con sus 4 compañías. Puesto que la artillería que había provisto el Duque todavía estaba por llegar, las 5 piezas que sacaron de la villa fueron las únicas presentes aquel día.
Los rebeldes, que tenían dispuestas sus fuerzas en dos alojamientos, sacaron las tres banderas que estaban en una abadía a 1,5 km de Groninga, y las juntaron en el alojamiento atrincherado que tenían delante de Groninga, a la otra banda del río. Los rebeldes estaban formados en 2 grandes escuadrones de infantería y uno de caballería, con su arcabucería destacada en la trinchera que les protegía, estando el río entre la trinchera y su plaza de armas.
Hecho esto, se ordenó a Diego de Enríquez e Íñigo de Medinilla, que con sus dos compañías de arcabuceros, más 150 mosqueteros (de los que habían venido en los carros) a cargo de Montesdoca y Diego de Bracamonte; cubiertos por 400 arcabuceros a cargo del maestre de campo Gonzalo de Bracamonte, caminando detrás para recogerlos en caso de que fueran derrotados; se dirigieron a tomar el puente de la izquierda de la plaza del enemigo.
Al mismo tiempo, las compañías de lanzas de Sancho de Ávila y Basta, y la de arcabuceros a caballo de Montero, fueron enviadas con doble intención: la una, para que cubriera a los enviados contra el puente, y la otra, que hicieran creer al enemigo que tenían reconocido un paso por el cual vadear el río.
Para llegar a ese puente, tenían los rebeldes un bastión en el camino guarnicionado con algunas tropas. A pesar de que el camino era un dique con pantanos a los lados, por el que solamente podían caminar siete hombres de ancho, el cuerpo de guardia del puente se retiró a la otra parte del río, presionado por la arcabucería y mosquetería española.
No obstante, habían previsto los rebeldes llenar de fajinas (haces de leña fina seca) el puente, al que prendieron fuego. Siguiéndolos Diego Enríquez y Alonso de Vargas cruzaron el puente comenzando este a arder, quemándose las barbas y los vestidos. Los que no pudieron cruzar el puente, lo hicieron por un vado que hallaron, en el cual les llegaba el agua al pecho. Una vez cruzado, comenzaron a cargar contra la caballería que habían dejado de retaguardia, haciéndola huir.
Desde la casa roja, Robles lanzó a su vez ataque contra la trinchera sin foso que guardaba el puente, ganándola, y haciendo que los que la guardaban se retirasen y quemasen el puente. La caballería albanesa que les seguía cruzó a nado el río, lanza en ristre atacaron a los que huían.
Viendo los escuadrones de los rebeldes que comenzaban los de Alba a cruzar el río, se retiraron, iniciándose la persecución por parte de 2.000 arcabuceros a cargo de Chapín Vitelli, así como la caballería que consiguió cruzar, volviendo a Groninga los perseguidores a las 10 de la noche. Las bajas del enemigo varían entre las 300 que da Mendoza, y los 900 infantes y 500 herreruelos que da Gaspar de Robles. Lo cierto es que los rebeldes consiguieron escapar con bastante bien pie de esta batalla, en comparación con otras, y no teniendo quien les recogiera, pero el estar al otro lado del río, fue lo que les salvó de las tropas del duque de Alba.
Aquella noche, se alojó el ejército entre la villa y el campo. Se ordenó que durante el día 15 de julio, se reparasen los puentes, y el Duque acudió a Groninga para poner las guardias de la villa. Ordenó asimismo, que se habilitasen puentes de barcas para que al amanecer del día siguiente se cruzase el río partiendo en busca de los enemigos. Cuando partió Alba el día 16 se dirigieron al este, y mandó que se adelante Chapín Vitelli con 2.000 arcabuceros para que fueran preparando los alojamientos donde habrían de hacer noche.
Lo seguía con todo el ejército, quedando en Groninga la guarnición de Schamburg, y los 1500 jinetes herreruelos de Brunswick, que se consideraban de poco servicio por no poder campear en tierras llenas de lagunas, lodazales, canales y fosos, con caminos por los que solamente pasaban 7 o 9 infantes a la vez. Pero no dejó atrás los 500 jinetes españoles, italianos y albaneses, y los 400 herreruelos de Hans Bernard, imprescindibles para adelantarse y reconocer el camino.
En vanguardia marchaban los españoles, seguidos de los valones, los alemanes del conde de Mega, detrás el resto de los alemanes con la artillería, y a la retaguardia, toda la caballería pesada.
Adelantándose el duque de Alba con dos compañías de jinetes, una de ellas la de arcabuceros de César de Ávalos, tuvo aviso de que se retiraban dos compañías de infantería rebelde de Dam, y que estaban desalojando todos los puestos tomados en Frisia. Asimismo, marchaban las 2 que tenían en Delfzijl y la del castillo de Wedde.
Teniendo noticia de que caminaban a Zuidbroek en persecución del enemigo derrotado en Groninga, mandó a César de Ávalos para que con los 500 arcabuceros de la avanzadilla de Chapín Vitelli, y con su compañía, tomara un paso del camino de Dam a Zuidbroe; para derrotar a los de la guarnición que huían, pero quedaron a la espera, pues los de Dam, temiendo quizás el camino estaría tomado, tomaron otro alternativo, más largo, pero a la postre más seguro.
Se alojó el ejército en Slochteren, donde se avituallaron, y desde donde estuvieron enviando jinetes para averiguar el camino que habían tomado los enemigos, pero sin noticia de estos, pues aparte de que les llevaban casi dos días de ventaja, los habitantes eran unos herejes; y no colaboraban dando información fiable a los jinetes que se enviaban.
No obstante, el 18 de julio, el capitán Montero consiguió averiguar el camino seguido por los rebeldes; teniendo noticia segura de que estaban alojados en Reyden (Ems). Era una villa cerrada del arzobispo de Munster, en Alemania, lugar magnífico para la defensa, pues en el río Ems había un puente ancho que podía ser cruzado rápidamente y que podía ser quemado una vez pasado; dejando atrás al Duque, que sin barcas suficientes para hacer puente, no podría seguirlo, perdiéndose en tierras de Westfalia.
El día 19 de julio, partieron para Reyden, pasando por Heilegerlee y Wedde, donde tuvieron noticia de que los rebeldes no habían entrado en Reyden. Sabiéndolo, partió el día 20 hacia allí, por temor a que los rebeldes intentasen llegar al puente, llegando a la villa a mediodía. Allí hicieron un revellín (fortificación triangular) para guardar el puente, dejando una compañía de alemanes a custodiarlo.
Estando allí, se tuvo noticia de que el enemigo estaba a dos leguas al norte, siguiendo la ribera del Ems. Se envió a Chapín Vitelli con 50 celadas (jinetes ligeros) para que se acercasen a reconocer el sitio de los rebeldes y saber si tenían barcas para cruzar el río. Regresando Vitelli aquella noche, explicó que el enemigo estaba en los contornos de Jemmingen, una villa sin amurallar del condado de Emden, aunque sin tener claro el lugar exacto del alojamiento.
El día 21 de julio, se partió a Jemmingen, para atacar a los rebeldes antes de que escapasen y se perdieran. Caminaron desde Reyden por el dique y camino en la margen izquierda del Ems, legua y media larga (unos 8 km), dejó el duque a su hijo el prior con la mayor parte de la caballería guardando un puente.
Ordenó adelantarse a Sancho de Ávila con 30 arcabuceros a caballo para que tomara lengua (tomar contacto) con el enemigo, y el propio duque, con señor de Noirquermes, Chapín Vitelli y tres jinetes, partió por otro camino para lo propio.
El Duque, viendo que había un lugar que convenía ser guardado, ordenó que uno de los jinetes que le acompañaba fuera a avisar al Prior, para que mandase a César de Ávalos con su compañía y 200 arcabuceros del tercio de Lombardía para que quedase de guardia en una bifurcación del camino.
Por su parte, Sancho de Ávila había llegado a una aldea donde prendió a un herreruelo del enemigo, que envió inmediatamente al Duque, pidiéndole asimismo que le entregara 500 arcabuceros; pues los infantes de la aldea estaban abriendo las esclusas y puertas de los diques, para que entrase por ellos la creciente de la marea, y de esa manera impedir el paso a sus perseguidores.
El herreruelo informó de que había dormido la noche anterior en la aldea donde había sido capturado, y que el día lo pasó en el campo principal, habiendo salido de Jemmingen la tarde anterior, y de que no había intenciones de mover el campo. Otros, decían que el enemigo había cruzado el río, y estaba ya a salvo a la otra parte del río. Otros que se había embarcado para marchar a Emden, o que se estaba embarcando para esto o para cruzar el Ems, y que convenía enviar arcabucería a impedírselo. El Duque dedujo que lo de las barcas no podía ser, pues contando el enemigo con 12.000 hombres; y no habría barcas para cruzarlos a todos, tardando más de dos horas en ir y volver, por la anchura y fuerza del río, que impedía cruzarlo perpendicularmente, y que con pocas barcas, estarían ya peleando entre sí para tomar los primeros puestos y embarcarse. Y las barcas que habían visto algunos, eran las de los villanos de la tierra, que temerosos del saqueo que llevaban aparejado los ejércitos, intentaban salvar hacienda y vida cruzando el río, pero en aquel momento no se supo. Se decidió de marchar sobre Jemmingen con precaución y guardando los pasos.
Al frente marchó Sancho de Ávila, Alonso de Vargas y el castellano Andrés de Salazar, con la compañía de arcabuceros a caballo del capitán Montero, acompañados por 30 jinetes particulares. Tras ellos iban 500 arcabuceros de los capitanes Marcos de Toledo, Diego Enríquez y Hernando de Añasco, adelantándose a caballo estos capitanes con Sancho de Ávila para reconocer el enemigo antes de llevar sus tropas. Otros 500 arcabuceros a cargo del maestre de campo Julián Romero y 500 más a cargo de Sancho de Londoño, con 300 mosqueteros más. Estas tropas (los 1.500 arcabuceros y los 300 mosqueteros) habían sido sacados de varios tercios por Francisco de Valdés, sargento mayor del tercio de Lombardía. Iban seguidos por las compañías de jinetes de César de Ávalos y el conde Curcio.
Tras esta caballería marchaban los maestres de campo Alonso de Ulloa y Gonzalo de Bracamonte con los escuadrones, manteniendo el orden con que partieran de Reyden, pero apretados por las estrechuras de los caminos o diques por los que caminaban, quedándose a distancia de la vanguardia para recogerlos en caso de que fueran derrotados por el enemigo.
Sancho de Ávila llegó con los suyos a un puente sobre un canal que desaguaba o recogía agua del río Ems. Se encontró unos jinetes y arcabucería del enemigo, que abrían las dos o tres esclusas del canal, antes de dejar sus puestos para acogerse en Jemmingen, y de esa manera inundar la campiña y obstaculizar el avance de sus perseguidores.
Cargando Sancho de Ávila sobre ellos, los hizo retirarse y pudieron cerrar a tiempo las esclusas, aunque en la campiña llegaba el agua ya a la altura de las rodillas.
Batalla de Jemmingen (21 de junio de 1568)
Continuó Sancho de Ávila avanzando sobre el camino, cruzando los puentes sobre los distintos canales, hasta que a las 10:00 horas llegó al último puente antes de llegar a Jemmingen. De allí enviaron los enemigos, apercibidos por la retaguardia en retirada, un grueso de arcabuceros (Mendoza da la enorme cifra de 4.000) para volver a tomar las esclusas para abrirlas.
Dispuestos a defender el paso, desmontaron los arcabuceros a caballo y todos los jinetes particulares que iban con Dávila (unos 500), manteniéndolo por media hora, gracias precisamente, a la estrechez de paso, que impedía que muchos atacantes se aproximaran a la vez. En este tiempo, llegó la arcabucería que iba de vanguardia, haciendo retroceder a los rebeldes hasta su campo.
Romero y Londoño que habían dejado atrás a los capitanes Rodrigo Zapata y Diego de Carvajal, que con 200 arcabuceros guardaban sendos pasos en el camino que habían dejado atrás; desde los cuales se temía que podían ser atacados por retaguardia por la guarnición de un castillo del conde de Emden que estaba en la otra orilla, desde donde habían realizado varios disparos. Así pues, enviaron un refuerzo por si los 200 no fueran suficientes.
El duque de Alba por su parte, marchaba por otro camino a Jemmingen, con parte de la caballería que tenía el prior, guardando ese paso.
La vanguardia española continuó avanzando, y reconociendo la posición rebelde en Jemmingen. Londoño y Romero, informaron que la posición principal enemiga se encontraba en Jeminngen donde estaban atrincherados, el plan de Alba era sacar a los holandeses de sus trincheras y evitar un ataque frontal. Para ello ordenó a su vanguardia de 1.500 arcabuceros y 300 jinetes que lanzasen escaramuzas sobre la posición protestante (A). Londoño y Romero mandaron a pedir picas (ayuda) al Duque, pero este rechazó la petición, respondiéndoles de que se bastaban ellos solos para romper al enemigo. No contentos con la respuesta, las volvieron a pedir, demandando asimismo caballería que les guardara la retaguardia. El astuto duque de Alba desoyó sus solicitudes y los dejó solos en dicha posición, para usarlos como cebo.
El resto del ejército español tenía dificultades para moverse y permaneció detrás bloqueando la península (B).
Los rebeldes eran unos 12.000 infantes y 3.000 jinetes, estaban formados en dos escuadrones de infantería tras una trinchera, con la caballería en dos escuadrones a la derecha, el río a su izquierda, y Jemmingen a retaguardia, haciendo frente al camino o dique de la ribera izquierda del Ems por el que avanzaban los españoles. Guardaban la entrada del camino a la plaza fuerte de los rebeldes, 5 piezas de artillería, flanqueadas por 2 revellines (fortificación triangular) con su guarnición.
A medida que se aproximaban los españoles, iban dejando arcabucería tras de sí, para cubrirse la retirada por si acaso, sin saber que el duque hacía lo propio. Así, al tiempo que Londoño y Romero dejaron dos casas guardadas con arcabuceros y mosqueteros a cargo de los capitanes Íñigo de Medinila a Pedro González Mendoza, y un cruce de un camino perpendicular al dique por el que iban a cargo de Juan de Salazar con 100 arcabuceros; el Duque envió a Félix de Guzmán con 300 arcabuceros y a César de Ávalos con dos compañías de jinetes a la aldea donde habían capturado al herreruelo con la misma idea, pero sin comunicárselo a los de la vanguardia.
Durante tres horas la vanguardia española lanzó varios ataques de baja intensidad sobre la posición holandesa. Los holandeses se replegaron y lanzaron un pequeño contraataque con su infantería (C).
Luis de Nassau envió barcas río arriba del Ems para reconocer las fuerzas españolas que marchaban por el camino, así como su entidad, Los exploradores informaron que era solo arcabucería y que no había más refuerzos (D). Entonces Luis de Nassau decidió lanzar un ataque general sobre la vanguardia española, ordenó salir a los dos escuadrones de infantería a cargar contra ellos, caminando por la campiña rasa. Los cerca de 1.000 arcabuceros de la vanguardia formaron una extensa línea y demostraron por qué eran temidos en medio mundo. Varias descargas fueron suficientes para que el miedo inundara los corazones de los soldados de Nassau que, desesperados, detuvieron drásticamente su avance y trataron de volver a sus posiciones defensivas (E).
Fue el momento que esperaba el Duque para atacarles de flanco, al mando de la caballería y cargó contra el maltrecho flanco del protestante.
Los escuadrones de los rebeldes, atacados por la arcabucería de vanguardia, y por la caballería del Duque, entre la 13:00 y las 14:00 horas. Viendo la trampa demasiado tarde Luis de Nassau ordenó la retirada general a las trincheras, pero las tropas huyeron en pánico ante el avance victorioso de los españoles. La vanguardia española mandada por Lope de Figueroa, viendo la retirada de los escuadrones del enemigo, se lanzó, acompañado de los 30 jinetes particulares, sobre los reductos que guardaban la artillería, ganando los dos revellines y las piezas (F).
Finalmente llegó toda la infantería española (G), los protestantes abrumados huyeron sin ofrecer más resistencia (H), cada cual como pudo. Muchos intentaron montarse en las pocas barcas que había, quedando atrapados entre el embarcadero y los españoles que los iban matando. Los que consiguieron montar en las barcas, las sobrecargaron tanto que las volcaron y hundieron, el río Ems tiene una anchura en su cauce normal de más de 500 metros. Inundado entre diques, es superior a un kilómetro, ahogándose los que en ellas iban.
En Groninga tuvieron noticia rápida de la derrota de los rebeldes, pues los sombreros que bajaban río abajo y que fueron vistos por los pescadores que faenaban en el estuario del Ems, reconociendo la hechura alemana de los sombreros, dedujeron la victoria española. Formando el terreno donde habían elegido refugiarse los rebeldes una península, Reiderland, con el Dollart al oeste y el río Ems al este, y el terreno poco adecuado para andar, no había sitio por donde escapar.
Algunos herreruelos consiguieron cruzar a nado hasta una isleta que había en el río, donde cruzando al día siguiente las tropas del rey, los atraparon y degollaron.
Otros herreruelos consiguieron marchar al sur, y buscaron un puente por el cual cruzar el rio Ems, para entrar en Westfalia, fueron a parar al puente de Reyden, guardado por el revellín que custodiaban los alemanes, donde algunos fueron muertos, y otros escaparon.
Como siempre, la peor parte la llevaban los infantes que huían. Se estima que entre 7.000 y 10.000 de los 12.000 que formaban el ejército de Nassau murieron atravesados por las espadas o ahogados en el río. El 22 de julio, día siguiente, salieron tres tropas a buscar lo que hubieran encontrado refugio. Lope de Figueroa, el señor de Hierges, y Gaspar de Robles, cada uno con 400 arcabuceros fueron entrando en casas y bodegas, matando a los que atrapaban. Si ofrecían demasiada resistencia, quemaban la casa.
Muchos soldados, los que primero cayeron sobre el abandonado bagaje, se hicieron ricos. Se consiguieron 16 piezas de artillería, 20 de las 24 banderas de la infantería y 1.500 caballos, entre los de los herreruelos, carros y bagaje.
Como consecuencia de la importante victoria de los ejércitos imperiales, el ejército de Luis de Nassau quedó totalmente destruido y este tuvo que refugiarse en Alemania; dejando al duque de Alba con las manos libres para dirigirse contra su hermano Guillermo de Orange, al que también vencería unos meses después en la batalla de Jodoigne.
Batalla de Jodoigne (20 de octubre de 1568)
El 20 de abril de 1568, Joost de Soete, señor de Villars, penetró en territorio de los Países Bajos por el sur a la altura de Maastricht procedente de Alemania, al frente de un ejército de 3.000 soldados. Su intención era conquistar alguna plaza importante que le sirviera como base de operaciones para posteriores avances. Marchando hacia el norte llegó a Roermond; ante la negativa de la ciudad a entregarse a los rebeldes, estos comenzaron los preparativos para tomarla por la fuerza.
Sancho Dávila y Sancho de Londoño al frente de 1.600 soldados fueron enviados por el duque de Alba en socorro de la ciudad. Ante la proximidad de estos, Villars abandonó el asedio de Roermond y retrocedió hacia Erkelens, en Alemania, seguido por las fuerzas españolas.
Ambos ejércitos se encontrarían entre Erkelens y Dalen (Dahlen). En el enfrentamiento que siguió los tercios españoles causaron cerca de 1.700 bajas a los rebeldes, entre ellas toda la caballería. Villars, con el resto de sus tropas, se retiró hacia Dalen, donde se haría fuerte.
A las cuatro de la tarde Sancho de Londoño con 600 soldados de infantería alcanzó el lugar. La caballería de Dávila, dificultada por el terreno, no llegaría hasta pasado el enfrentamiento. En media hora Londoño y sus hombres derrotaron totalmente el ejército rebelde. Villars consiguió refugiarse en la ciudad, pero poco después sería hecho prisionero, siendo posteriormente ejecutado.
A primeros de octubre de 1568, un ejército de mercenarios reclutado por Guillermo de Orange inició su invasión por el sudeste de Bélgica. Se dirigía hacia Francia para unirse con las tropas que los hugonotes franceses le envían de refuerzo. Su plan era sencillo, entrar por Brabante con su ejército mercenario de 21.000 infantes y 9.000 jinetes recién reclutados, engrosar sus filas con las supuestas poblaciones oprimidas que les darían cobijo y alimentos.
El 4 de octubre de 1568, cruzó el río Mosa a la altura de Stockem, en el obispado de Lieja. De allí se dirigieron a la población de Tongres, perteneciente al obispado, que ante tal ejército le abrió las puertas, el 10 de octubre Orange escribió al príncipe-obispo de Lieja para decirle le proporcionasen paso y alimentos para su ejército. Gerardo de Groesbeek que era el obispo se negó y pidió ayuda al duque de Alba.
Orange se dirigió con su ejército a Sint-Truiden de camino a Jodoigne, donde desde Francia, Francisco de Hangest, señor de Genlis, con un ejército de hugonotes franceses (otros 3.000) se dirigía hacia allí para reunirse con Orange.
Mientras el Duque había reunido 16.000 infantes y 5.500 jinetes y seguía al ejército de Orange, acosando su retaguardia. Entre Tongres y Sint-Truiden, apresaron más 100 carretas con comida y pertrechos.
Guillermo pretendía entrar en batalla rápidamente contra las fuerzas españolas, pero el duque de Alba, no quiso arriesgarse a una derrota; ya que sabía que difícilmente podría sustituir las bajas, seguía acosando su retaguardia, produciendo escaramuzas todos los días. La estrategia del duque de Alba era dejar pasar los días, puesto que conocía las dificultades económicas por las que pasa Guillermo y sabía que no podría mantener al ejército por mucho tiempo.
La noche del 19 al 20 de octubre, al paso de un pequeño, pero complicado arroyo llamado Jaulche, de camino a Jodoigne; 2.000 arcabuceros españoles de la vanguardia atacaron a 5.000 arcabuceros rebeldes al mando del conde de Hoogstraaten, que habían dejado atrás con el fin de proteger al ejército mientras cruzaba arroyo.
El duque de Alba envió a su hijo Fadrique Álvarez de Toledo y Enríquez de Guzmán al frente de la caballería y de 4.000 arcabuceros, que se lanzó contra la colina que ocupaba la retaguardia enemiga y los derrotó. Murieron 3.000 arcabuceros alemanes frente a 30 españoles.
A la petición de un oficial del ejército español para cruzar el río y lanzarse contra el ejército de Guillermo, el Duque respondió que es a los soldados a quienes corresponde querer cruzar y combatir para distinguirse, no a su comandante.
El 23 de octubre reunieron sus ejércitos Orange y Genlis. Desde entonces, fue peregrinar de los rebeldes buscando ciudades (ahora sí, dentro de los Países Bajos) que apoyasen la rebelión, pasaron por Namur, Nivelles, etc., repitiéndose la misma historia que en Groningen, o en Roermonde, la población no respondía a la llamada. Mientras tanto el duque de Alba les seguía presionando sin descanso, pero sin ofrecer batalla.
Los rebeldes decidieron dirigirse a Lieja, el 3 de noviembre pusieron sitio a la plaza. Al poco se dieron cuenta de lo bien protegida que estaba la ciudad, el duque de Alba había enviado unas cuantas compañías de valones. Aun así, hicieron los preparativos para iniciar el asedio a Lieja en la noche del 4 al 5 de noviembre. Al ser rechazado y al saber que el duque de Alba estaba poco más de 50 kilómetros y que no podrían rendir la ciudad, el 5 de noviembre levantó el campo y entró en Francia con su ejército, donde se disolvió, finalizando su intento de invasión.
Mendigos del mar
Con Guillermo fuera de Holanda sin muchos apoyos, y con los principales líderes decapitados parecía que el duque de Alba había terminado con la rebelión. Urgió al Rey a poner en práctica la segunda parte del plan, el viaje del Rey a Flandes ejerciendo el papel de rey clemente con sus súbditos. El Rey no pudo, o no quiso, viajar a Flandes, dejando al duque de Alba solo en su papel de represor. La falta de dinero para pagar a sus soldados llevó al duque a imponer un impuesto (alcabala) del diez por ciento sobre todas las compraventas, medida que fue vista como un castigo colectivo, y que volvió a poner en su contra a la población.
En noviembre de 1570, un periodo de tormentas sin precedentes acabó por minar la resistencia de los muros de contención que cedieron, las consecuencias fueron tremendas, una línea de costa de cerca de 400 kilómetros quedó literalmente arrasada. El mar no encontró ninguna dificultad para adentrarse en el continente más de 50 kilómetros y unos 20.000 km2 de superficie literalmente tragados por el mar. Desde Groninga hasta las puertas de Amberes se dejó sentir un tsunami que arrasó con personas, viviendas, haciendas, animales y todo lo que se le puso por delante.
Gaspar de Robles estatúder de Frisia y Groninga, propuso la rebaja de impuestos y organizó de inmediato la reconstrucción y fortalecimiento de los diques destruidos, pero a pesar de sus esfuerzos, el hambre se estableció, su medio de subsistencia había quedado inservible, los campos para los agricultores, y las barcas para los pescadores. Aparecieron los “mendigos del mar” que asaltaban los barcos y los “mendigos de los bosques” que asaltaban los caminos.
Guillermo de Orange, decidió aprovecharse de la ocasión para financiarlos y potenciarlos, para sus fines. La actividad principal de los “mendigos del mar” era apresar barcos con destino a Flandes, en especial los provenientes de la península Ibérica, para quedarse con su carga. Mandó a su hermano Luis de Nassau al puerto de la Rochelle, puerto controlado por los hugonotes, donde tenía buenos contactos, para ser utilizado como puerto franco. También estableció contacto con Isabel I de Inglaterra para usar puerto inglés de Dover; donde estuvieron protegidos por la reina hasta 1572, en que con el fin de ganarse la amistad de Felipe II desterró de Dover a Guillermo van der Marck. El capitán de los mendigos, que había jurado no raparse la barba ni cortarse las uñas hasta el día en que se vengase, en los sacerdotes y religiosos, la muerte de los condes de Egmont y de Hornes, ajusticiados por los españoles.
Van der Marck con una flota de 24 embarcaciones de diversos tamaños y aproximadamente 200 hombres, pusieron rumbo a Zelanda. Acuciados por el cansancio y la falta de víveres, remontaron el río Mosa hacia Brielle.
La ciudad, amurallada, estaba poco poblada y se hallaba sin guarnición militar que la defendiera. El 1 de abril los mendigos dividieron su flota en dos: mientras Van der Marck se acercaba por el norte, William de Blois, señor de Treslong, atacó por el sur. Los lugareños, que en su mayoría habían huido ante la presencia de los asaltantes, no opusieron resistencia, y los mendigos tomaron fácilmente la ciudad. Las iglesias y los conventos fueron saqueados, quemadas las imágenes, asesinados con crueldad los eclesiásticos que no logran ponerse a salvo.
El 25 de junio de 1572 una flotilla, mandada por el capitán Marino Brant, atacaba la pequeña ciudad de Gorcum. Las fuerzas leales al rey se hicieron fuertes en la ciudadela, donde fueron a refugiarse todos los sacerdotes y religiosos. Las dos comunidades femeninas habían sido puestas a salvo con anterioridad.
En la noche del 27 de junio la guarnición tuvo que capitular. Brant juró respetar la vida y la libertad de todos los defensores y refugiados.
Los gueux o mendigos querían dinero, y como los franciscanos, fieles cumplidores de su regla, no lo llevaban, fueron maltratados sin piedad. El hallazgo de los cálices y demás vasos sagrados, ocultados en la torre, dio pie para una orgía sacrílega. Durante ocho días del 28 junio al 7 de julio, tuvieron que soportar cuantas burlas y crueldades fueron capaces de inventar una soldadesca ebria: parodias litúrgicas, simulacros de ejecución, torturas inauditas, en la prisión de Gorcum.
El 7 de julio fueron conducidos a Brielle. Los reclamaba van der Marck desde su cuartel general. Y el emisario de confianza era el canónigo apóstata Juan de Omal. Las burlas y malos tratos se multiplicaron durante el trayecto y a la llegada al puerto de Brielle. Medio desnudos y atados de dos en dos fueron conducidos a la ciudad, entre los insultos del populacho, y obligados a parodiar una procesión.
En Brielle, fueron conminados a apostatar de su fe católica, solo dos accedieron, librándose así de la muerte; el resto fueron torturados y ejecutados el 9 de junio, siendo ahorcados 19 frailes en el antiguo convento de Santa Isabel.
Guillermo de Orange envió una carta en la que instaba a las autoridades competentes a liberar a los religiosos, pero la misiva llegó tarde, o según otros autores se negaron a cumplir la orden.
Tras ser ahorcados, bajaron sus cuerpos y se ensañaron con ellos descuartizándolos y llevándolos por la ciudad como trofeos. Los diecinueve fueron canonizados por Pío IX el 29 de junio de 1867.
El duque de Alba enterado envió al conde de Bossu, estatúder de Holanda y Zelanda, con la misión de sofocar la rebelión. Bossu llevaba diez compañías de la guarnición de Utrecht. Llegado a Brielle, pero sus tropas fueron rechazadas por los holandeses, que prendieron fuego a algunos barcos españoles, obligando a las fuerzas de Bossu a retirarse hacia Róterdam.
El 17 de abril de 1573, una flota española dirigida por Sancho Dávila, con la intención de recuperar Flesinga (Flushing), ciudad que controlaba la desembocadura del río Escalda, se enfrentó a los barcos de los rebeldes holandeses, bajo el mando de Lieven Keersmaker. Estos abandonaron inicialmente el combate, pero regresaron cuando la flota española fue batida por la artillería de la ciudad. Cinco barcos españoles se perdieron, el resto consiguió alcanzar las ciudades de Middelburg y Arnemuiden.
El 22 de abril, los mendigos tomaban el puerto de Flesinga, con lo que cortaban la salida al mar de Amberes; y el 21 de mayo, el puerto de Enkhuizen, cortando la salida al mar de las provincias del norte, las más ricas de los Países Bajos, con el fin de acabar con su comercio. Posteriormente siguieron hacia Dordrecht y Gorcum, donde detuvieron a un cierto número de religiosos católicos que fueron ejecutados sin fórmula de juicio, los que después serían llamados los mártires de Gorcum.
El éxito de los mendigos del mar dio un nuevo impulso a la sublevación en primavera en la mayor parte de los Países Bajos contra el gobierno del duque de Alba.
El ámbito de actuación de los “mendigos del mar” no se circunscribió a las costas del canal de la Mancha, sino que también operaron en el Atlántico, donde solían interceptar el comercio marítimo de España con América.
También surgieron en los Países Bajos los “mendigos del bosque” (en francés, gueux du bois), gente que formó las guerrillas que consiguieron expandir el movimiento insurreccional, hasta controlar, a fines de 1573, las provincias de Zelanda y Holanda.
El éxito de los mendigos fue la mecha que volvió a encender la rebelión por la región. Las ciudades de las provincias de Holanda, Zelanda, Frisia, Güeldres y Utrecht reclamaban la presencia de Guillermo, el cual volvió por el norte al frente de un ejército, y su hermano Luis atacó desde el sur al mando de otro.
Alzamiento en los Países Bajos en 1572
Tras esta ocupación, otras ciudades abrieron sus puertas a los mendigos, y pronto muchas ciudades de Holanda y Zelanda estuvieron en manos rebeldes, con las notorias excepciones de Ámsterdam y Middelburg. Las ciudades rebeldes convocaron entonces a los Estados Generales de los Países Bajos (aunque técnicamente no estaban facultadas para ello) e instauraron a Guillermo de Orange como estatúder de Holanda y Zelanda.
Al mismo tiempo, ejércitos rebeldes ocupaban ciudades, desde Deventer hasta Mons. El propio Guillermo avanzó entonces con sus propias tropas hacia el sur, capturando Roermond y Lovaina.
Guillermo había contado con la intervención de los hugonotes, pero la matanza de San Bartolomé el 24 de agosto marcó el comienzo de una ola de violencia contra los protestantes franceses. Tras una victoria española sobre su ejército, Guillermo se vio obligado a retirarse a Enkhuizen en Holanda.
Aprovechando el levantamiento de las tierras del norte Orange volvió a entrar en escena con nuevas tropas reclutadas enviando a los Países Bajos varios ejércitos:
- En norte Guillermo de Berg comandó uno de los pequeños ejércitos de mercenarios, financiado por su cuñado el príncipe de Orange. Inicialmente fue exitoso y conquistó en poco tiempo a Doetinchem, Zutphen, Deventer, Zwolle, Kampen y Steenwijk. Sin embargo, no sería capaz de resistir la embestida de las tropas españolas bajo don Fadrique regresando a Alemania.
- En el centro el propio Guillermo de Orange con otro ejército tuvo también éxito conquistando las ciudades de Roermond, Diest, Leuven, Mechelén, Dendermonde y Mons (Bergen).
- En el sur desde Francia su hermano Luis de Nassau, de nuevo con el apoyo en dinero y tropas del almirante Coligny con 10.000 infantes y 2.000 jinetes, haciéndose con ciudades de Flandes, Hanau y Artois. De igual manera, muchas ciudades de estos territorios y de Brabante se levantaron contra los españoles.
Asedio de Mons o de Bergen (24 de mayo al 11 de septiembre de 1572)
El 23 de mayo de 1572 Luis de Nassau llegó a Mons (Bergen en holandés) junto con Mos de Genlis y con 1.000 soldados de infantería y 500 de caballería, que acamparon en las inmediaciones de la ciudad. Tras averiguar los horarios de apertura de las puertas de Mons, al día siguiente, 50 jinetes con Luis de Nassau al frente penetraron en la ciudad; tras ellos entró el grueso del ejército, que venciendo a la guarnición española defensora tomó el control de la villa. Tres días después llegarían 2.000 soldados franceses más y pocos días más tarde el conde Montgomery con otros 1.300 de infantería y 1.200 de caballería.
El duque de Alba, envió a su hijo don Fadrique con 4.000 soldados de los tercios españoles, a sitiar Mons.
Mientras tanto, Guillermo de Orange había reclutado en Alemania un ejército de 14.000 soldados de infantería y 3.000 de caballería. El 7 de julio cruzó el Rin, entrando en los Países Bajos.
Adrián de Hangest, señor de Genlis, enviado a Francia por Luis de Nassau, volvió hacia Mons con un ejército de 10.000 hugonotes franceses. Las órdenes de Luis de Nassau eran que Genlis debía unir sus fuerzas a las de Guillermo de Orange. A mediados de julio, Genlis cruzó la frontera de Francia y llegó a 10 km de Mons. Don Fadrique, enterado de su llegada, avanzó hacia él con 4.000 soldados de infantería, 1.500 jinetes y 3.000 lugareños llevados para la ocasión. Noircames, al mando de la caballería española, cargó contra el ejército francés, seguido por la infantería; los hugonotes fueron contundentemente derrotados: Genlis fue hecho prisionero, 1.200 franceses resultaron muertos en el enfrentamiento y los demás dispersados; en los días siguientes muchos de estos serían asesinados por los lugareños. En torno a 100 conseguirían entrar en Mons.
Guillermo de Orange avanzó por el interior del país. El 23 de julio, tras tomar Roermond, sus tropas se amotinaron, negándose a seguir avanzando hasta que se les hubieran satisfecho las pagas atrasadas. El 27 de agosto, con las garantías de pago de algunas ciudades de Holanda, cruzaron el Mosa, avanzando por Diest, Termonde, Oudenaarde y Nivelles.
En la noche del 11 al 12 de septiembre, Julián Romero, militar español, penetró en el campamento de Guillermo de Orange en Hermigny al mando de 600 arcabuceros, quedando como reserva, en retaguardia, otro número igual; donde también figuraban alabarderos, así como unidades de caballería ligera, cuyo fin era proteger la retirada de las fuerzas que realizaban la incursión.
En este ataque murieron 600 rebeldes por solamente 60 españoles, fueron desbarrigados cientos de caballos e incendiada y destruida gran cantidad de la impedimenta enemiga. Allí estuvo a punto de morir Guillermo de Orange, el jefe de los rebeldes flamencos, al que salvaron los ladridos de su perra spaniel que dormía a su lado. Se dijo, que a partir de entonces, durmió siempre con un animal de esta raza junto a él.
Guillermo de Orange se retiró con su ejército hacia Wronne, Nivelles, Malinas y Orsoy; cruzando el río Mosa. Sus tropas, amotinadas por la falta de paga, se dispersaron en dirección a Alemania. Guillermo salió, casi solo, hacia Holanda.
Tras la derrota de los hugonotes franceses en Mons y la retirada del ejército de Guillermo de Orange, Luis de Nassau se encontró aislado en Mons; sus tropas, formadas por hugonotes franceses, se amotinaron al sentirse traicionadas por el apoyo del rey de Francia a la matanza de San Bartolomé, acordando la entrega de la ciudad.
Luis de Nassau sería recibido por el duque de Alba, el duque de Medinaceli y don Fadrique. La ciudad sería evacuada el 21 de septiembre, y el 24 de septiembre el duque de Alba entró en Mons. Dejando como gobernador de la ciudad a Felipe de Noircames.
Todas las ciudades que habían aceptado la autoridad del príncipe Guillermo de Orange, muchas por temor a represalias, volvieron a la lealtad al duque de Alba. Sin embargo, Alba avanzó sobre Mechelen (Malinas), una de las ciudades que prestó apoyo al ejército de Orange, y donde el Príncipe había dejado una pequeña guarnición. En represalia por la asistencia brindada por la ciudad al ejército rebelde de Guillermo de Orange, y para satisfacer los atrasos de sueldo de los soldados de los regimientos españoles, el duque de Alba permitió a las tropas bajo el mando de su hijo don Fadrique el saqueo la ciudad.
Después de acabar con la amenaza de Orange en el sur, Alba envió a su hijo don Fadrique a las dos provincias rebeldes Gelderland y Holanda.
Saqueo de Malinas o de Mechelen (2 de octubre de 1572)
De entre todas las ciudades que se encontraban en la ruta del ejército de Guillermo de Orange, Malinas (Mechelen en holandés) se destacaría especialmente por la ayuda brindada a las tropas de este. Unos meses antes la ciudad se había negado a acoger a los tercios del duque de Alba.
A los soldados de los tercios participantes en el asedio de Mons, compuestos por soldados de varias nacionalidades del imperio español, se les debían varios meses atrasados de paga. A fin de resarcirles, el duque de Alba les autorizó a saquear Malinas, en represalia por la negativa de la ciudad a aceptar los tercios españoles y por haber acogido al ejército de Guillermo de Orange.
Don Fadrique, hijo del duque de Alba, y Felipe de Noircames, gobernador de Henao, avanzaron con sus tropas desde Mons hasta Malinas (Mechelen). Ante la presencia de estos, la escasa guarnición de Malinas abandonó la ciudad, dejándola indefensa. El 2 de octubre las tropas de don Fadrique cruzaron el foso que rodeaba la ciudad, pasaron las murallas y tomaron control de Malinas sin encontrar resistencia. A pesar de las solicitudes de clemencia que las autoridades religiosas de la ciudad hicieron a los asaltantes, el saqueo comenzó inmediatamente.
El saqueo de una ciudad estaba regulado por una ordenanza especial, un bando que fue leído a los soldados después de la toma de la ciudad. Tenía que limitarse a tres días: la primera jornada se reservó a los españoles, la segunda a los valones y la tercera a los alemanes. Los eclesiásticos y los objetos sagrados eran teóricamente intocables; las violaciones, los golpes, las heridas y los homicidios estaban rigurosamente prohibidos.
A pesar de las normas, se desvalijaron indiscriminadamente iglesias, monasterios, almacenes y casas particulares sin hacer distinciones entre católicos o calvinistas, las viviendas de los particulares como los palacios de las antiguas gobernadoras de los Países Bajos, Margarita de Austria y María de Hungría, la casa del cardenal Granvela, secretario de estado de España. Asesinatos, robos y violaciones fueron habituales en la ciudad durante los tres días que duró el saqueo, era muy normal ver mujeres desnudas por las calles.
El botín conseguido por los soldados, estimado en varios millones de florines, sería enviado a Amberes para ser canjeado por dinero en efectivo.
Tras el saqueo de Malinas, los tercios de don Fadrique marcharon por Maastricht, Roermond, Venlo y Zutphen hacia Haarlem, en el norte del país. A su paso saquearían también la ciudad de Zutphen (17 de noviembre). El resto de las ciudades que habían acogido al ejército de Guillermo de Orange se libraron de correr la misma suerte mediante el pago de una sustanciosa cantidad.
Asedio de Harleen (diciembre 1572 – julio 1573)
Tras la toma de Brielle y Flesinga por los mendigos del mar en abril de 1572, la ciudad tardó un tiempo en unirse a la rebelión contra Felipe II debido a la reticencia de los funcionarios, aunque finalmente el 4 de julio de 1572 se puso a favor del príncipe de Orange.
Durante la campaña que ese otoño de 1572 llevó a cabo por don Fadrique de Toledo, la ciudad de Zutphen fue tomada el 17 de noviembre y sus habitantes fueron muertos por las tropas españolas. El 1 de diciembre le tocó el turno a Naarden que sufrió la misma suerte.
La ciudad de Ámsterdam que todavía era leal a Felipe II, hizo llegar a Haarlem el mensaje de que era posible llegar a una solución negociada con don Fadrique, por lo que la ciudad envió una delegación de cuatro miembros a iniciar las negociaciones. El gobernador de la ciudad, convenció a la milicia de permanecer fiel a Guillermo de Orange y substituyó a la administración de la ciudad por personajes afines a Guillermo. Cuando la delegación enviada a Ámsterdam volvió, se les condenó por traición y fueron enviados al príncipe Guillermo.
Tras conquistar unos pasos intermedios, Fabrique llegó a Haarlem el 12 de diciembre. Falto de municiones y vituallas, su ejército la suerte de recibir la noticia de la llegada del señor de Lumay con 3.000 hombres de refuerzo para los rebeldes de la villa. Sin tardanza fueron contra ellos y, debido a una espesa niebla, atacó por sorpresa, degollando a la mayor parte, haciéndose con 8 banderas, 4 piezas de campaña y todos los carros de munición y vituallas que llevaban. Con las provisiones y municiones arrebatadas al enemigo se dispuso don Fadrique al asedio de la ciudad.
Tras establecerse el asedio, el día 18 de diciembre se había situado la primera batería de cañones, comenzando a batir contra las murallas y se preparó un estrecho puente sobre el hielo que les sería necesario en el ataque. El día 20 se hizo el primer asalto al revellín que fracasó, dejando 200 muertos y que obligó a don Fadrique a establecer un asedio en toda regla.
La dificultad en aislar completamente a la ciudad del exterior fue el motivo de la larga duración del asedio, ya que los sitiados recibían continuamente provisiones y refuerzos del exterior. La proximidad del lago Haarlemmermeer permitía el envío de refuerzos mediante embarcaciones, y al helarse los campos y canales, mediante trineos tirados por mulas. Los holandeses también usaron hombres calzados con patines para hacer llegar pertrechos a la ciudad. Los sitiados hacían frecuentes salidas en las que atacaban a las tropas españolas y durante las cuales aprovechaban para introducir víveres. Se daba el caso que la situación de los sitiadores era peor que la de los sitiados, ya que las líneas de suministros del ejército español eran cortadas constantemente por los rebeldes holandeses.
Operaciones en 1573
Continuación del asedio de Harleen
Don Fadrique de Toledo, hijo del duque de Alba, viendo la dificultosa situación de sus tropas en el sitio (condiciones pésimas, privaciones para la tropa, graves bajas, hasta el mismísimo Julián Romero había perdido un ojo de un tiro); le envió una carta a su padre diciéndole que si se recrudecía el sitio, levantaría el asedio. Su padre encolerizado le contestó que “Si alzaba el campo sin rendir plaza, no le tendría por hijo; que si moría en el asedio, él iría en persona a reemplazarle, aunque estuviese enfermo y en cama; y que si faltaban los dos, iría de España su madre a hacer la guerra lo que no había tenido valor o paciencia para hacer su hijo”.
Haarlem debía caer en manos españolas. El 17 de enero se conquistó el revellín. Siguió una guerra de minas en la que los españoles intentaron hacer volar las defensas de la ciudad y los holandeses cavaban contraminas para hacer volar las minas de los españoles. El 31 de enero se lanzó otro asalto que de nuevo acabó en fracaso.
Cometieron el error los sitiados de colgar de las almenas varios cadáveres de españoles. Comenzaba de esta forma una escalada de provocaciones violentes que habría de ser la perdición de los sitiados. Los españoles respondieron lanzando al interior de la fortaleza cabezas cortadas acompañadas de diversos mensajes que decían: “cabeza de Filipo Coninx, que vino con dos mil hombres a libertar a Haarlem; cabeza de Antonio Pictor, el que entregó la ciudad de Mons a los franceses”. Contestaron los de Haarlem lanzando 12 cabezas cortadas como mensaje de que no eran rácanos a la hora del pago del impuesto de la décima. También colocaron imágenes de santos sobre los muros para que recibieran los balazos de los españoles y representaban también parodias burlescas de sacerdotes y monjas en las murallas.
Finalmente el 29 de marzo, con la ayuda de la ciudad de Ámsterdam, los españoles cortaron los accesos a Haarlem por el lago Haarlemmermeer, aislando completamente a la ciudad. Desde el exterior se intentó entrar suministros en la ciudad mediante hombres equipados con pértigas para salvar los obstáculos a través de los canales y zonas inundadas.
Tan pronto como la primavera de 1573 deshizo los hielos, presentaron los rebeldes en el lago embarcaciones de remo construidas a modo de galeotas ligeras, de poco calado, con 11 a 18 bancos, artillería gruesa en la proa. El conde de Bossu, estatúder de Holanda, hizo construir otras semejantes en Ámsterdam que dieron nuevo aspecto nuevo al asedio, combatiendo en el agua para impedir que los mendigos pudieran socorrer la plaza. Pronto empezaron las escaramuzas, que finalmente se tornaron en batallas, aumentando por ambos bandos el número de bajeles, quedando ordinariamente las ventajas para la armada española, más ágil habituada a los parecidos encuentros en las guerras con los turcos. Una de las galeotas, la mayor que se apresó a los rebeldes, tenía una pieza de 44 libras y otra de 13 libras. Este fue en el principal encuentro que tuvo lugar en Haarlemmermeer el 26 de mayo entre la armada 150 bajeles de los mendigos del mar bajo el mando de Martín Brand, no llegando la de los católicos 100, si bien en calidad suplían la diferencia del número. El combate estuvo indeciso durante algún tiempo, pero finalmente favoreció a la armada española del conde de Bossu, que deshizo por completo a los rebeldes, capturándoles 21 navíos y haciéndoles muchos muertos.
Seis meses duraron los asaltos fallidos, las escaramuzas y las penurias del campo de don Fadrique hasta que, finalmente, el príncipe de Orange en persona intentó ir a socorrer a los sitiados. Estos, de vez en cuando, recibían socorros por tierra o por mar gracias al empleo de palomas mensajes mediante las que daban a conocer la localización del lugar del encuentro. Tuvo la fortuna un hambriento soldado español de cazar una de estas palomas para comérsela, enterándose los españoles del siguiente refuerzo para los sitiados. Atacó don Fadrique al de Orange causándole 3.000 bajas y tomándole todas las banderas, la artillería y más de 300 carros de municiones y vituallas que de mucho servirían en el campamento español. Teniendo noticia de lo ocurrido, tres días más tarde los sitiados se rindieron sin condiciones.
Siguiendo las órdenes de su padre, don Fadrique pasó por las armas solamente a los valones, franceses e ingleses de la guarnición, unos 2.300 entre soldados y mandos; respetando las vidas de los soldados de la región exhortándoles a no servir en contra del rey y ahorcó a varios principales de la ciudad. Durante el asedio murieron en total 4.000 hombres del ejército de don Fadrique y 13.000 protestantes. De la dureza del asedio da una idea el que tanto don Fadrique como don Rodrigo de Toledo resultaron heridos así como don Gonzalo de Bracamonte y Julián Romero, todos los principales comandantes del ejército español.
Asedio de Alkmaar (agosto a octubre de 1573)
El asedio de Alkmaar duró desde el 21 de agosto hasta el 8 de octubre de 1573. Alkmaar fue asediado por el ejército español, mandado por don Fadrique, el hijo del duque de Alba. El asedio terminó cuando se emitió la orden que los diques alrededor de Alkmaar fuesen abiertos, inundando la zona, lo que hizo imposible que los españoles continuaran el asedio.
Alkmaar era una ciudad de gran valor estratégico, siendo la puerta de entrada a la parte norte de Holanda. En aquel tiempo, los pólders (tierras ganadas al mar del Norte) Beemster y Schermer aún no habían sido recuperados al mar, por lo que cualquier tráfico hacia el norte tenía que pasar forzosamente por Alkmaar. La ciudad de Alkmaar estaba situada al final de la península, en medio de las lagunas de Holanda Septentrional.
Después del asedio de Haarlem, los mendigos del mar fueron a Alkmaar, con orden de Guillermo de Orange para entrar en la ciudad. Inicialmente, Alkmaar rechazó la entrada de los mendigos, pero cuando el ejército español también apareció a las puertas de la ciudad, optaron por ponerse del lado de Orange. Los mendigos tomaron la guarnición en Alkmaar y decidieron defender la ciudad contra don Fadrique.
Al principio, el asedio no pintaba bien para Alkmaar. Sus defensas no estaban en buen estado, y tuvieron que hacer ajustes apresurados. Afortunadamente, las tropas españolas habían sufrido grandes pérdidas en el asedio de Haarlem. Además, el suelo alrededor de Alkmaar era muy húmedo y pantanoso, lo que dificultaba a los españoles mover sus equipos de asedio, y por si fuera poco, las fuerzas se negaron a seguir combatiendo si no recibían los atrasos.
El lunes 13 de julio, los mendigos del mar que eran 800 efectivos, solicitaron entrar en la ciudad. El consejo todavía estaba considerando que hacer. El siguiente jueves, entraron en la ciudad porque el ejército español se acercaba. Se desconoce si entraron a la fuerza.
El miércoles 5 de agosto, los soldados españoles recibieron una paga extra después de seis semanas, de espera, algo muy normal en la época, pero que proporcionó un tiempo precioso a los rebeldes, que pudieron armar y adiestrar a 1.300 hombres de la ciudad, y reparar los desperfectos en las defensas.
El viernes 21, Alkmaar estaba rodeado. Don Fadrique mandó asentar baterías en lados opuestos de la ciudad, con la esperanza de dividir la guarnición. Después de cañonear la ciudad durante 12 horas, logró hacer una brecha en las murallas y ordenó un ataque. A medida que las tropas avanzaban, confiando en la victoria, gritaban como si la ciudad fuera ya suya. Cruzaron el foso y atravesaron la brecha, solo para verse atrapados en luna zanja. Tres veces se repitió el ataque, solo para ser rechazados. Los disparos de cañón creaban huecos en las líneas de avance. Los disparos de mosquetes eran mortales a corta distancia y desde la parte superior de las murallas, los defensores arrojaron aceite hirviendo, ramas untadas de brea y así como grandes piedras, que caían sobre los asaltantes. Los que lograban alcanzar la parte superior de la muralla se encontraban con las armas blancas de los defensores. Toda la ciudad estaba comprometida en el esfuerzo. Incluso niños pequeños corrían entre el arsenal y los defensores en las murallas, llevándoles munición y misiles de todo tipo. El asalto había comenzado a las tres de la tarde; pero a las siete de la tarde, la oscuridad se estaba cerrando y era evidente que Alkmaar caería ese día.
El domingo, el líder de los mendigos, Jacob Cabeliau, también escribió una carta a Diederik Sonoy, el gobernador de Orange, pidiendo apoyo y solicitando permiso para inundar las tierras alrededor de la ciudad.
El martes 25 de agosto, los españoles planearon un ataque fingido contra la Kennermerpoort (puerta de Kennermer) para causar confusión con los defensores. Mientras tanto, el mensajero de Alkmaarder van der Meij había llegado a Sonoy.
El viernes 15 de septiembre, el ejército español realizó un gran ataque en las murallas de Alkmaar. La lucha causó mucho daño en la ciudad. Tres veces asaltaron la Friesepoort (puerta de Frisa), pero los asaltos fueron rechazados. El punto de inflexión de la batalla fue cuando Sonoy ordenó que se abrieran las compuertas y que se rompieran los diques. Los alrededores de Alkmaar se inundaron y los españoles tuvieron que terminar su asedio. Finalmente, el 8 de octubre, todo el ejército español se había ido y Alkmaar era libre.
La retirada de los españoles ahora se conoce como la entrega de Alkmaar, que fue una de las primeras ciudades de Holanda en ser liberada. Hasta el día de hoy este evento se celebra cada año el 8 de octubre.
Batalla de Zuiderzee (11 de octubre de 1573)
Para castigar a Ámsterdam por haber prestado asistencia a los españoles en su conquista de Haarlem, Holanda del Norte envió una flota para bloquearla por mar, cortando el comercio oceánico de la gran ciudad. El duque de Alba se sintió obligado a acudir en ayuda de la ciudad que se encontraba casi sola en toda Holanda para mantener la causa española. Construyendo una flota aún más grande con la cual abrumar a los holandeses, encargándoselo al gobernador español Maximiliano de Hénin-Létard, conde Bossu.
El Zuiderzee (actualmente llamado IJsselmeer) era una ensenada de unos 50 km de anchura y una profundidad media de 5 o 6 metros, abierta hacia el mar del Norte. Era utilizada como vía de comunicación marítima entre las ciudades de sus orillas: Ámsterdam, Hoorn, Enkhuizen, etc. Por su situación geográfica, las rutas de abastecimiento tanto españolas como holandesas pasaban preferentemente por Zuiderzee, por lo que los rebeldes no cesaban de intentar pequeñas escaramuzas y asaltos contra los puertos españoles que lo circundaban o los barcos que lo atravesaban.
En 1573, el conde de Boussu, armó una flota de 30 barcos y 1.300 hombres para poner fin a estos ataques destruyendo las fuerzas rebeldes. El buque insignia de esta flota era el Inquisición, de 250 toneladas, estaba reforzado por blindajes en sus costados. En el lado opuesto, la flota holandesa estaba formada por 24 barcos más pequeños y con armamento más ligero, 700 marineros formaban las tripulaciones holandesas, el capitán del Hoorn, Jan Floor, había asumido el mando de la flota holandesa en sustitución del herido Cornelis Dircksz, alcalde de Monnickendam.
El conde zarpó con su flota de Ámsterdam el 5 de octubre de 1573. El primer bombardeo tuvo lugar ese mismo día. Los Mendigos del Mar tenían mucha menos potencia de fuego en comparación con los españoles, por lo que intentaron abordar barcos españoles para luchar cuerpo a cuerpo a bordo.
Los Mendigos del Mar hostigaron a los españoles constantemente. Debido a la carencia de armamento pesado de los holandeses, en lugar de trabar combate de artillería intentaron abordar las naves españolas, avanzando hacia ellas frontalmente para minimizar los daños de la artillería pesada española. Los fuertes vientos impidieron la maniobra de abordaje, evitando la oportunidad holandesa de victoria. Con su estrategia frustrada, la flota de los Mendigos del Mar no tenía muchas posibilidades contra las armas españolas, y sufrió graves pérdidas.
No fue hasta el 11 de octubre cuando el viento amainó y los holandeses pudieron atacar por sorpresa. Durante la confusa batalla, el marinero del Hoorn, Jan Haring, está ahí cuando el barco de Jan Floor se enfrentó con el Inquisición. En un instante sabe qué hacer. Se sube al aparejo del barco del Almirantazgo y baja la bandera española con sus propias manos. Jan Haring recibió un disparo desde el mástil del barco y cayó mortalmente herido sobre cubierta, pero resulta ser un punto de inflexión en la batalla: los demás barcos españoles creyeron que el almirante Bossu había ordenado la retirada.
La batalla se redujo alrededor del barco del almirantazgo y algunos otros barcos españoles restantes duró toda la noche, pero el 12 de octubre, después de 28 horas de lucha y cuando quedó claro que los barcos que habían huido no regresarían, los españoles se rindieron. Cuando subieron al Inquisición, se descubrieron que 220 de sus 300 hombres habían muerto y todos menos 15 del resto resultaron heridos, el conde de Bossu se entregó a los holandeses. Bossu sería encarcelado en el antiguo orfanato de Hoorn durante tres años hasta la Pacificación de Gante (1576). Los 200 soldados capturados fueron intercambiados a los Mendigos por 200 prisioneros que habían sido capturados durante la ocupación de Haarlem. El cuerpo de Jan Haring fue transportado con reverencia por la ciudad y depositado en la Oosterkerk.
Conscientes de que era la mayor consecuencia para ellos mantener la superioridad del mar, los holandeses aclamaron esta victoria con alegría, ofreciendo gracias públicas por ello en todas las iglesias de Holanda. Los españoles perdieron 6 barcos y 300 marineros fueron hechos prisioneros.
Final del duque de Alba en Flandes
A finales de 1573, el 29 de noviembre, el duque de Alba traspasaba los poderes de gobernador general de los Países Bajos y capitán general de los ejércitos, a don Luis de Requesens, comendador mayor del reino de Castilla. Requesens, hombre de gran experiencia diplomática y militar, era de gran confianza del rey, y acudía con instrucciones de negociar una solución con los rebeldes menos radicales. El 18 de diciembre salía Alba de los Países Bajos junto con su hijo Fadrique, tras seis años de campañas casi continuas.
Los autores no se ponen de acuerdo acerca de las razones de la destitución de don Fernando Álvarez de Toledo. Para algunos como Lindsay, su final estuvo marcado por la mala gestión económica, que no solamente le impidió pagar a los soldados, sino que arruinó la actividad económica e industrial, de una tierra fundamentalmente comercial, creando un caldo de cultivo para la rebelión. Para otros tuvo más influencia la crueldad que había mostrado en la toma de algunas ciudades, que generó un sentimiento de rechazo en la población local.
Otro factor fue la situación económica general de España, en quiebra desde 1560, con una actividad comercial limitada a la exportación de materias primas y a la importación de productos manufacturados. Carecía de un ejército profesional, estaba incapacitada para ejercer su soberanía sobre los Países Bajos y mucho más para hacer frente de forma efectiva a una rebelión; añadiendo que toda la riqueza proveniente de América se iba en pagar los gastos de mantener las guerras en Flandes, Italia, contra el turco o contra Inglaterra; sin que ni siquiera la enorme cantidad de metales preciosos procedentes de aquellas tierras fueran suficientes para el tamaño de la carga económica, y difícilmente un estado en quiebra podría asumir esos gastos.
Lo cierto es que el duque de Alba había escrito cartas a Madrid solicitando, primero la venida del Rey a esas tierras, como había prometido, y, poco después, solicitando su relevo en el puesto de gobernador.