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La guerra de los Treinta Años fue una guerra librada en la Europa Central (principalmente el Sacro Imperio Romano Germánico) entre los años 1618 y 1648, en la que intervinieron la mayoría de las grandes potencias europeas de la época. Esta guerra marcó el futuro del conjunto de Europa en los siglos posteriores.
Orígenes de la guerra
A mediados del siglo XVI, la frágil paz de Augsburgo, un acuerdo firmado por el emperador Carlos V de Alemania (Carlos I de España) y los príncipes luteranos en 1555, había confirmado el resultado de la primera dieta de Espira; y en realidad había hecho acrecentar con el tiempo los odios entre católicos y luteranos. En dicha paz se había establecido que:
- Los príncipes alemanes (alrededor de 360 de ellos) podían elegir la religión (luteranismo o catolicismo) en sus señoríos de acuerdo con su conciencia. Era el principio de cuius regio, eius religio.
- Los luteranos que viviesen en un estado eclesiástico (bajo el control de un obispo) podían continuar siendo luteranos.
- Los luteranos podían conservar el territorio que habían tomado a la Iglesia católica desde la paz de Passau (1552).
- Los obispos de la Iglesia católica que se convirtiesen al luteranismo tenían que entregar su diócesis.
En los inicios del siglo XVII se incrementaron las tensiones entre las naciones de Europa. España estaba interesada en los principados alemanes, debido a que Felipe III, nieto de Carlos V, era un Habsburgo y tenía territorios alrededor de la frontera occidental de los estados alemanes (Flandes, el Franco Condado). Francia también estaba interesada en los estados alemanes porque deseaba recuperar la hegemonía a costa del poder de los Habsburgo, como había tenido durante la Edad Media. Suecia y Dinamarca estaban interesadas por razones económicas en los estados germánicos del norte a orillas del mar Báltico.
Durante la segunda mitad del siglo XVI, las tensiones religiosas también se habían intensificado. La paz de Augsburgo tuvo consecuencias a lo largo de la segunda mitad del siglo XVI, ya que los obispos se negaban a abandonar sus obispados. De hecho, los términos del tratado de Augsburgo fueron utilizados para un resurgimiento del poder católico. Las tensiones y resentimientos entre católicos y protestantes no habían hecho sino acrecentarse desde la firma del tratado, y en muchos lugares de Alemania se destruían iglesias protestantes y había limitaciones y obstáculos al culto protestante. A la disminución de estas tensiones no ayudó nada el calvinismo que se extendía por toda Alemania; y cuya exclusión, junto a los anabaptistas, de las congregaciones protegidas específicamente en la paz de Augsburgo, pudo contribuir al conflicto. Lo que añadió otra religión a la disputa, pues los católicos de Europa Central (los Habsburgo de Austria o los reyes de Polonia) estaban tratando de restaurar el poder del catolicismo.
Los Habsburgo estaban principalmente interesados en extender su poder, así que estaban a veces dispuestos a transigir y permitir el protestantismo. A la larga esto incrementó las tensiones. Rodolfo II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, y su hermano y sucesor, Matías I, no practicaban una política católica agresiva, ya que estaban más interesados en incrementar el poder y las posesiones de los Habsburgo. Eran también muy tolerantes (como su abuelo y su padre, Fernando I y Maximiliano II), lo que permitió que diferentes religiones se extendieran a su aire y que chocasen entre sí libremente. Suecia y Dinamarca, que querían dominar los estados alemanes del mar Báltico, eran países de confesión luterana.
Estas tensiones estallaron con violencia en la ciudad alemana de Donauwörth en 1606. La mayoría luterana obstaculizó los intentos de los residentes católicos de hacer una procesión y provocaron así una revuelta violenta. Los católicos de la ciudad solicitaron la intervención del duque Maximiliano I de Baviera en su apoyo.
Fernando II, emperador del Sacro Imperio, cuyas acciones provocaron la Tercera Defenestración de Praga al enviar delegados a dicha ciudad.
Una vez hubo cesado la violencia, en Alemania los calvinistas, cuya religión estaba todavía en sus comienzos y constituían una minoría, se sintieron amenazados y se agruparon en la liga de la Unión Evangélica (también conocida como liga Protestante), creada en 1608, bajo el liderazgo de Federico IV del Palatinado, el Príncipe elector del Palatinado. Este príncipe tenía en su poder el Palatinado de Renania, uno de los estados que España deseaba para sí a fin de proteger el Camino Español. Esto provocó que los católicos también se agrupasen en la liga Católica, bajo la jefatura del duque Maximiliano I.
El emperador del Sacro Imperio y rey de Bohemia, Matías de Habsburgo, falleció en 1619, pero habiendo testado a favor de su primo hermano, Fernando III de Estiria. Fernando, que al convertirse en rey de Bohemia y emperador del Sacro Imperio había pasado a llamarse Fernando II, era un católico convencido que había sido educado por los jesuitas y quería restaurar el catolicismo. Por ello era impopular en Bohemia, que era predominantemente calvinista. El rechazo de Bohemia a Fernando fue el detonante de la guerra de los Treinta Años.
Aunque inicialmente se trataba de un conflicto político entre estados partidarios de la reforma y la contrarreforma dentro del propio Sacro Imperio Romano Germánico: la intervención paulatina de las distintas potencias europeas convirtió gradualmente el conflicto en una guerra general por toda Europa, por razones no necesariamente relacionadas con la religión: búsqueda de una situación de equilibrio político, alcanzar la hegemonía en el escenario europeo, enfrentamiento con una potencia rival, etc.
Causas de la guerra
Causas religiosas
Había un conflicto entre católicos y protestantes. Uno de los principales factores que desembocó en la guerra fue el nombramiento de un católico como nuevo emperador del Sacro Imperio, Fernando II.
Causas políticas
Las monarquías europeas de la Edad Moderna estaban muy relacionadas entre sí por vínculos familiares. Por este motivo, cuando el rey de una dinastía de un país moría sin descendencia, había conflictos políticos en Europa por la cuestión sucesoria. De ese modo, tener descendencia se convirtió en uno de los aspectos más importantes a la hora de garantizar la supervivencia de una dinastía real. Los reyes portugueses Sebastián I y Enrique I murieron sin descendencia. Felipe II de España, alegando derechos sucesorios, invadió Portugal (1581) y se hizo nombrar rey del país lusitano.
Causas económicas
La importancia de la zona en conflicto: el mar del Norte y la zona del Báltico. Hay numerosas rivalidades por el control del tráfico comercial de estas zonas, de las más importantes durante la Edad Moderna. Suecia, Dinamarca y Holanda, que en principio eran aliadas por ser de religión protestante, fueron rivales por el dominio económico de estas zonas.
Ambiciones personales
Las ambiciones de los personajes en los distintos estados van a influenciar mucho para que sus estados entrasen en la guerra. En Francia los cardenales Richelieu y Nazarino, en conde-duque de Olivares en España en el que pesó tanto la lucha y defensa de España en los Países Bajos como su ambición personal. La ambición no solo se encontraba en los reyes y sus validos, sino en otros personajes como Bernardo duque Sajonia o Wallesntein.
Fases de la guerra
La guerra de los Treinta Años llegó a su final con la paz de Westfalia y la paz de los Pirineos. Supuso el punto culminante de la rivalidad entre Francia y los territorios de los Habsburgo (el imperio Español y el Sacro Imperio Romano Germánico) por la hegemonía en Europa; que conduciría en años posteriores a nuevas guerras entre ambas potencias.
El mayor impacto de esta guerra, en la que se usaron mercenarios de forma generalizada, fue la total devastación de lugares enteros que fueron esquilmados por los ejércitos necesitados de suministros. Los continuos episodios de hambrunas y enfermedades diezmaron la población civil de los Estados alemanes y, en menor medida, de los Países Bajos e Italia, además de llevar a la bancarrota a muchas de las potencias implicadas. Aunque la guerra duró 30 años, los conflictos que la generaron siguieron sin resolverse durante mucho tiempo.
Durante el curso de esta, la población del Sacro Imperio se vio reducida en un 30 %. En Brandeburgo se llegó al 50 %, y en otras regiones incluso a dos tercios. La población masculina en Alemania disminuyó a la mitad. En los Países Checos la población cayó en un tercio a causa de la guerra, el hambre, las enfermedades y la expulsión masiva de checos protestantes. Solo los ejércitos suecos destruyeron durante la guerra 2.000 castillos, 18.000 villas y 1.500 pueblos en Alemania.
La larga serie de conflictos que forman la guerra pueden dividirse en cuatro etapas diferenciadas:
- La revuelta Bohemia (1618-25).
- La intervención danesa (1625-29).
- La intervención sueca (1630-35).
- La intervención francesa (1626-48).