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Antecedentes
Alarmado Clemente VII tras la victoria del emperador Carlos V en Italia sobre los franceses en la Cuarta guerra Italiana (1521-26), trabajó para formar una liga antiimperial.
El 22 de mayo de 1526, las repúblicas italianas de Milán, Florencia y Venecia, el papa Clemente VII y Francisco I de Francia; sellaron en la ciudad francesa de Cognac una gran alianza con el objetivo de aislar a España y frenar la imparable hegemonía de Carlos V. Enrique VIII de Inglaterra, frustrado en su deseo de tener un tratado firmado en Inglaterra, rechazó unirse.
Francisco I acaba de firmar el tratado de Madrid, jurando sobre los Evangelios y dejando como rehenes a sus propios hijos; pero consideraba que ese documento era papel mojado que se ha visto forzado a aceptar por su largo cautiverio.
Las ciudades italianas, siempre recelosas de un poder dominante, acudieron a la llamada. Francisco I, humillado por el rey hispano, no se contentó con esta alianza y buscó la alianza con el poderoso sultán turco Solimán el Magnífico.
Solimán el Magnífico encontró vía libre para iniciar su incursión en el continente. Desde Estambul inició la campaña, y el 29 de agosto de 1526, sucedió la batalla de Mohács, donde murió el Rey Luis II de Hungría y los ejércitos cristianos fueron barridos por los otomanos, que conquistaron Belgrado y Budapest. Para Carlos V este hecho tenía connotaciones personales, pues su hermana María era la esposa del difunto, con quien la casa de Austria guardaba excelentes relaciones. Una gran amenaza se cernía sobre Viena, la cuna de la dinastía.
La reacción de Carlos no se haría esperar. Había que mandar los tercios de Italia a la defensa de Viena, en apoyo de su hermano Fernando y en venganza de la amiga Hungría. Sin embargo, el enfrentamiento no se produjo.
El saqueo o saco de Roma (1527)
La primera acción hostil del Imperio español contra el Papa consistió en apoyar al cardenal Pompeo Colonna, quien desde enero de 1526 se encontraba en abierto enfrentamiento con Clemente VII. Financiadas por el Emperador, las tropas de Colonna ocuparon Roma en septiembre de ese año. La ciudad fue parcialmente saqueada y el Papa se vio obligado a refugiarse en el castillo de Sant’Angelo (tumba del emperador Adriano), donde quedó encerrado junto a la Guardia Suiza que estaba encargada de proteger al Papa. Esta primera ocupación por parte de fuerzas vinculadas a Carlos I debía haber servido de advertencia a Clemente VII, que originalmente aceptó las duras condiciones del embajador español Hugo de Moncada, pero no consiguió más que espolearle. Se acordaba una tregua de 4 meses y el Papa abandonaba la Liga.
El papa Clemente VII incumplió lo pactado con Carlos I pocos meses después. No solo se negó a salir de la Liga de Cognac, sino que reforzó las defensas de Roma para que no volviera a producirse una incursión como la de Colonna y ordenó una ofensiva en la zona próxima a Nápoles contra las tropas del virrey español, Carlos de Lannoy.
En los primeros enfrentamientos, las tropas imperiales, en clara inferioridad numérica, apenas lograron mantenerse, en junio de 1526 las tropas de la Liga entraban en Lodi. Como réplica, las tropas imperiales marcharon hacia Lombardía, forzando al duque de Milán a capitular y abandonar Milán en junio. En uno de estos enfrentamientos Bandas Negras de Giovanni Médici, que intentaban frenar el avance de los lansquenetes imperiales, bajo el mando de Frundsberg, que penetraban en Lombardía; Giovanni murió de un cañonazo cerca de Mantua en 1526, pero las Bandas continuaron luchando con el Papa y el rey francés.
Tras la conquista de Milán las tropas imperiales se hicieron con el dominio del norte de Italia. El ejército del emperador derrotó al ejército francés en Italia, pero no hubo fondos disponibles para pagar a los soldados.
Cansado de las promesas incumplidas, Carlos I ordenó a comienzos de 1527, que se reuniera un ejército. Estaría compuesto por unos 5.000 españoles a las órdenes de Alfonso de Ávalos, marqués del Vasto, 10.000 lansquenetes al mando de Jorge de Frundsberg, 3.000 soldados de infantería italiana comandada por Ferrante I Gonzaga, 700 hombres de armas y los 800 jinetes ligeros de Filiberto, príncipe de Orange.
Las tropas imperiales partieron desde el Milanesado y aparecieron en Florencia, donde los regidores accedieron al pago que estipuló Carlos de Borbón para evitar el saqueo de la ciudad, antes de retomar el camino hacia Roma. No en vano, las órdenes del Emperador a Carlos de Borbón era limitarse a presionar al Papa pero sin ocupar Roma. Lo que no había previsto Carlos I era la dificultad de sujetar a un ejército al que se le adeudaban, frente a una presa tan lucrativa como era la antigua capital del Imperio romano.
Los 10.000 lansquenetes alemanes eran en su mayoría protestantes, se les debía varias pagas, tenía las arcas vacías y la tensión empezaba a elevarse. De hecho, un conato de motín fue apagado en marzo con el dinero de los florentinos. Cuando las tropas se situaron frente a las murallas romanas el día 5 de mayo y fueron conscientes de que el Papa no tenía pensado pagar la indemnización que le reclamaba Carlos I, todo quedó alineado para la tragedia.
Dentro de la ciudad una parte la facción y los seguidores de la familia Colonna intrigaban contra el Papa y muchos habitantes de la ciudad esperaban el ejército imperial con ansias, pues estaban descontentos con la gestión del pontífice y las subidas de impuestos. Por si no fuera poco la ciudad no contaba con suficientes efectivos.
Las tropas que defendían Roma estaban formadas por 3.000 soldados italianos dirigidos por Renzo da Ceri, ciudadanos romanos que se presentaron a la defensa organizada en milicias y por la Guardia Suiza del Papa. Clemente VII había despedido en marzo 2.000 soldados suizos, que habían dejado Roma para engrosar las filas del ejército de la Liga comandada por el duque de Urbino. También había licenciado unos 2.000 soldados de las Bandas Negras a cargo de Orazio Baglioni, pero parece ser que una parte de ellos se quedaron y participaron en la defensa de la ciudad en mayo.
Las fortificaciones de la ciudad incluían murallas imponentes y poseían una buena artillería, de la que el ejército imperial carecía. El duque de Borbón necesitaba conquistar la ciudad deprisa, para evitar el riesgo de verse atrapado entre la ciudad asediada y el ejército de la Liga.
El 6 de mayo, los soldados españoles lanzaron una acometida desde la puerta Torrione, mientras los lansquenetes atacaron a la puerta del Santo Spirito. Precisamente junto a esta puerta cayó muerto Carlos de Borbón de un disparo de arcabuz, que, según su propia biografía, fue realizado por el escultor Benvenuto Cellini.
Sin la principal cabeza del ejército, las tropas desataron su furia en Roma y arrasaron monumentos y obras de arte durante días. Las violaciones, los asesinatos y los robos se sucedieron por las calles romanas, donde ni siquiera las autoridades eclesiásticas afines a los españoles se libraron del ultraje. De hecho, la abundancia de luteranos entre los lansquenetes, dio un significado anticatólico al saqueo, haciendo gala de su sentimiento iconoclasta, destruyeron todas las imágenes sagradas que encontraron a su paso y muchos de los monumentos que habían sobrevivido desde la época clásica, por ser considerados paganos. «Los imperiales se apoderaron de la cabeza de San Juan, de la de San Pedro y de la de San Pablo; robaron el oro y la plata que las recubría y las tiraron a la calle para jugar a la pelota», describen las crónicas del periodo sobre el terror desatado.
Refugio en el castillo de Sant’Angelo (1527)
Cuando dio comienzo el saqueo, Clemente VII se encontraba orando en su capilla y apenas tuvo tiempo de ser evacuado antes de que los saqueadores alcanzaran la Basílica de San Pedro. La mayoría de soldados de la Guardia Suiza fueron masacrados por las tropas imperiales en las escalinatas de la Basílica de San Pedro. Así, el sacrificio de 147 de los 189 componentes de la Guardia aseguró que Clemente VII pudiera escapar con vida y ser llevado, a través del Passetto di Borgo, un corredor que todavía une la ciudad del Vaticano al castillo Sant’Angelo. Cubierto de un manto morado para evitar ser reconocido por el característico hábito blanco de los papas, Clemente VII permaneció un mes recluido en el castillo junto a 3.000 personas de toda clase y condición que llegaron huyendo de un ejército que estaba completamente fuera de control.
Después de tres días de estragos, Filiberto de Chalons, príncipe de Orange, se elevó como nueva cabeza del ejército en sustitución del fallecido Borbón y ordenó que cesara el saqueo, pero pocos soldados obedecieron. No en vano, la decisión de situar su residencia en la biblioteca Vaticana salvó el lugar y sus valiosos textos del saqueo. Poco a poco, el ejército recuperó la disciplina y los gritos de desesperación cesaron en Roma.
El día 5 de junio firmó con la Santa Sede un tratado que puso fin momentáneamente al conflicto, al día siguiente 6 de junio el Papa se rindió. Se comprometió a pagar una suma de 400.000 ducados a cambio de su vida y le cedió al Sacro Imperio Romano Germánico Parma, Piacenza, Civittavechia y Módena. El verano en la ciudad fue muy difícil, casi sin víveres sus habitantes eran retenidos por las tropas imperiales y obligados a pagar rescates, se recurrían a las amenazas y la violencia para cobrar. Al parecer también se desató un episodio de peste en la ciudad que diezmó a las tropas imperiales, murieron unos 5.000 soldados imperiales. No tuvieron otra opción que evacuar la ciudad dejando atrás una urbe desolada y destruida que apenas se tenía en pie.
Aunque en septiembre volvieron los lansquenetes y se produjo de nuevo la profanación de la ciudad, los saqueos y los crímenes.
Carlos I fue rápidamente consciente de las graves consecuencias que para su imagen de campeón del catolicismo iba a tener el suceso. El Emperador se dejó ver durante unos meses con ropa de luto por lo ocurrido en Roma.
Aunque una de las condiciones del tratado fue violada poco después cuando Clemente VII se escapó de la custodia imperial para refugiarse en Orvieto, lo cierto es que la actitud del Papa cambió radicalmente a partir del oscuro suceso. Como muestra de ello, el 24 de febrero de 1530 (fecha del aniversario de su nacimiento del monarca) el Papa accedió a imponer la corona del imperio a Carlos V de Alemania en una pomposa ceremonia celebrada en Bolonia. Además, tras muchos titubeos y vacilaciones, denegó el divorcio de Enrique VIII de Inglaterra, que deseaba casarse con Ana Bolena, y declaró válido su primer matrimonio con Catalina de Aragón, la sobrina del Emperador.
Durante el saco de Roma, los saqueadores españoles, alemanes e italianos robaron parte de las obras de arte que se hallaban en el propio Vaticano, causando cuantiosas pérdidas al arte y la economía vaticanos. El mecenazgo tardó años en recuperarse, y artistas como Giulio Romano y Marcantonio Raimondi optaron por emigrar a regiones vecinas.
En conmemoración del saqueo y de la valentía de la Guardia, los nuevos reclutas de la Guardia Suiza prestan juramento el 6 de mayo de cada año.
Asedio de Nápoles (1528)
El saqueo de Roma, y la consiguiente eliminación de Clemente VII de cualquier papel real en la guerra, provocó una acción frenética en los franceses. Enrique VIII y Francisco pactaron en agosto en Amiens la liberación del Papa.
Un ejército francés entró en Italia en agosto hacia Lombardía, al mando de Odet de Foix y de Pedro Navarro a Génova, donde Andrea Doria se unió rápidamente a los franceses y se hizo con la mayoría de la flota genovesa, dirigiéndose a Nápoles para llevar a cabo un asedio. Así que, a pesar del éxito alcanzado, dejó inconclusa la situación en Lombardía y se dirigió a Roma contando con el apoyo del marqués de Mantua, el de la nueva república de Florencia, así como del duque de Ferrara, quien recuperó los territorios de Módena y Reggio. El Papa ayudado por algunos oficiales arrepentidos, logró huir disfrazado de mercader y refugiarse en la ciudad de Orvieto en diciembre de 1527 ante la proximidad de las tropas francesas.
El ejército imperial acantonado en Roma emprendió camino al sur seguido por el francés, que puso sitio a Nápoles.
Hacia fines de febrero de 1528, comandante francés Odet de Foix, conde de Lautrec se dirigió a Nápoles con el ejército francés. Pedro Navarro que marchaba en vanguardia se encargó de someter varias zonas y luego se reunió con Lautrec frente a la capital, para acometer la conquista del último bastión de los imperiales. El sitio y el campamento, cuya traza fue diseñada por Navarro, establecieron el 9 de abril el campamento en la colina de Poggioreale antes era llamada monte de Leutrecco. El pronóstico era de triunfo claro para los de la Liga: 26.000 hombres frente a 10.000 hispano-alemanes (además de unas reducidas infantería napolitana y caballería ligera albanesa).
El bloqueo marítimo de Nápoles, se había encargado a Andrea Doria, ayudado por su sobrino Juan Andrea. A finales de abril, el gobernador de Nápoles, Hugo de Moncada intentó romper el bloqueo naval en el golfo de Salerno, pero fue muerto y lanzado al mar. Durante la batalla se hizo prisionero a Alfonso de Ávalos, marqués de Pescara. Carlos V nombró como nuevo gobernador de Nápoles a Filiberto de Chalons.
El 22 de mayo el comandante de las Bandas Negras, Orazio Baglioni, cayó en una emboscada cerca del río Sebeto y fue muerto.
Sin embargo, el almirante genovés negoció durante el asedio un cambio de bando con el Emperador, se había producido un cambio de alianza de Génova, que había pasado al servicio de Carlos V a cambio de la libertad de Savona. Así, el 4 de julio, tras la firma del nuevo contrato, las naves de tío y sobrino Doria pasaron de impedir el abastecimiento y refuerzo para la guarnición hispano-germana a procurarlo, y comenzaron a atacar desde el mar a los sitiadores.
En el verano de 1528, para privar de agua a los sitiados y acabar con su fuerte resistencia, el comandante francés aconsejado por Navarro, destruyó los conductos del acueducto della Bolla, cuyas aguas inundaron los terrenos cercanos. Debido al calor, se produjo una gran pestilencia, los mosquitos y otros insectos, propagaron entre las tropas aliadas un virulento brote de peste, que produjo la muerte de muchas personas, entre ellas el mismo Odet de Foix, que murió el 15 de agosto. Su cargo pasó después a manos de Luis de Lorena, señor de Vaumont, que también murió pocos días después por la misma causa. Tras esto, fue nombrado comandante Miguel Antonio, marqués de Saluzzo.
Daluzzo ordenó la inmediata retirada del ejército, que abandonó la artillería, tiendas y pertrechos entre el 29 y 30 de agosto. Cuando los imperiales observaron la huida de sus enemigos, salieron de la ciudad en su persecución. Mediante la caballería ligera alcanzaron en Aversa al grupo más numeroso de ellos, en el cual que se hallaba Pedro Navarro y Carlos de Navarra, que fueron capturados por el capitán albanés Socallo.
Navarro había servido al Gran Capitán en numerosas campañas, y se pasó a los franceses en 1515, hay que reseñar que Navarro era del valle del Roncal de Navarra, y Navarra se pasó a los franceses. Después de pasar un tiempo en la posada del maese de campo Alarcón (antiguo compañero suyo), quién mejoró ligeramente de sus dolencias, Navarro fue recluido de nuevo, por orden de Carlos V, en el Castel Nuovo. Quedó bajo la custodia del alcaide Lluís d’Icart (con quien ya coincidió en Brescia en mayo de 1516, cuando este último era el capitán de la guarnición española a la que se enfrentó), quien mandó construir una chimenea en su aposento, al ver los temblores que padecía. Murió en el mencionado castillo hacia septiembre de 1528. Sobre ello existen varias hipótesis. Una afirma fue asesinado por orden de Carlos V, la más lógica es que murió de viejo, tenía cerca de 70 años y padecía de la peste. Fue sepultado bajo una losa de la iglesia napolitana de Santa María la Nueva, junto a los restos de Lautrec, en una capilla propiedad del Gran Capitán.
Asedio de Génova (1529)
Andrea Doria partió de Nápoles a Génova su ciudad natal, donde expulsó a los franceses y se hizo con el control de la ciudad. Aclamado en su ciudad por la expulsión de los franceses recibió el título de Padre de la Patria. Aunó a las familias rivales de la ciudad para un buen gobierno de esta. Carlos por su parte le otorgó numerosos títulos entre ellos el prestigioso Toisón de Oro.
Los franceses enviaron un ejército a Génova para liberarla, estaba comandado por Francisco de Borbón, duque de Saint Pol, un ejército imperial dirigido por Antonio de Leyva le salió al encuentro, en enfrentamiento decisivo tuvo lugar en Landrino, localidad lombarda cercana a Pavía el 21 de junio de 1529. En la batalla de Landriano, los franceses fueron completamente derrotados, poniendo fin a las esperanzas de Francisco I de recuperar su posición en Italia.
Paz de Cambrai o paz de las Damas (1529)
La paz ahora era buscada por ambos bandos, Carlos V, con problemas financieros, la extensión de la Reforma en Alemania y la amenaza turca sobre Hungría y Austria. Por su parte el papa Clemente VII al verse derrotado decidió abandonar la Liga y buscar la paz con Carlos. El pacto se firmó el 29 de junio de 1529, y es conocido como el tratado de Barcelona, ciudad donde se firmó. El Papa salía de la Liga de Cognac, comprometiendo a la restauración de Sforza en Milán y Médici en Florencia, la restitución de Rávena, Cervia, Módena y Reggio al Papa, así como la investidura del reino de Napóles y la coronación imperial de Carlos.
Tras la derrota de sus ejércitos y el abandono del Papa de la Liga, Francisco I buscó la paz con Carlos V. Las negociaciones comenzaron en julio de 1529 en la ciudad fronteriza de Cambrai; fueron llevadas principalmente entre la madre de Francisco, Luisa de Saboya, por los franceses y su cuñada, Margarita de Austria por su sobrino el Emperador (conociéndose como la paz de las Damas). Se firmó el 3 de agosto de 1529 en Cambrai. Los términos finales reflejaban en gran parte los del tratado de Madrid de hacía tres años; Francisco I renunciaba a sus derechos sobre Artois, Flandes y Tournai, y era obligado a pagar un rescate de dos millones de escudos de oro para que fueran liberados sus hijos. Francisco I también renunciaba a sus reclamaciones en Italia y abandonaba a sus aliados italianos: Venecia, Florencia, Alfonso de Este y Francisco Sforza.
Asedio de Florencia (1529-30)
Conforme al tratado de Barcelona entre Carlos I y Clemente VII, el Emperador se comprometía a suprimir la república de Florencia y reponer a los Médici que habían tenido que abandonar el gobierno de la ciudad.
Filberto de Chalon, príncipe de Orange que había sustituido a Hugo de Moncada como virrey de Nápoles marchó con un potente ejército imperial a sitiar la ciudad de Florencia.
Después de conquistar Spelo en territorio de Peugia, se dirigió a la capital a la que asedió, la ciudad estaba defendida por Malatesta Bagglioni, aliado de Florencia, se llegó a un acuerdo, por el que Malatesta podía abandonar la ciudad con armas y equipos e ir donde quisiera.
Tras la entrada en Perugia, llegó a Florencia, el cerco comenzaría en noviembre de 1529 y duraría hasta después de la decisiva batalla de Gavinana en agosto de 1530. Con la consiguiente derrota la ciudad, sabía que no podía aguantar mucho tiempo, el nuevo comandante Ferrnate Gonzaga inició conversaciones con Malatesta, la ciudad se rendiría ante el ejército imperial el 10 de agosto de 1530.
Batalla de Gavinana (3 de agosto 1530)
En el caluroso mes de agosto el capitán Baglioni Malatesta se quedó como defensor de la ciudad de Florencia, mientras el afamado condottiero Francesco Ferrucci con 3.500 mercenarios a sueldo de los florentinos, salió para romper el cerco de la ciudad, recuperando las ciudades de Volterra y San Miniato. Llego a Pisa donde descansó unos días de las heridas recibidas en Volterra. Fue tiempo suficiente para que los imperiales se reagrupasen.
Se reunieron unos 9.000 soldados bajo el mando Filiberto de Chalón, que contaba también con los condottieros Fabrizio Maramaldo, Alessandro Vitelli y Niccolò Bracciolini
Filberto de Chalon, príncipe de Orange partió en busca de Ferrucci. En San Marcelo, las tropas de Ferrucci pasaron a cuchillo a todos los habitantes, bajo el pretexto de que eran partidarios de los Médicis, prendiendo fuego a la ciudad, y prosiguiendo su avance hacia Gavinana.
En las inmediaciones de la ciudad se encontraron ambas fuerzas, y en el enfrentamiento cayó muerto Filberto por un disparo, esto provocó dudas en los soldados imperiales. Mientras se combatía en el exterior, Marameldo entró en la ciudad con unos 1.000 mercenarios, mientras que en el otro lado entró Ferruci con parte de sus fuerzas; la lucha en el interior de la población se recrudeció, luchando casa por casa, al final del día la batalla se inclinó del lado de Marameldo, y Ferrucci volvió a ser herido y cayó prisionero, sus seguidores se retiraron y en los bosques circundantes muchos fueron hechos prisioneros.
Debido a las rencillas que había entre ambos, Maramaldo lo ejecutaría en público cuando este estaba malherido, reprochándole el asedio que sufrió en Volterra. Ferrucci pronunciaría unas palabras que se harían célebres, “patético, te encuentras con un hombre muerto”.
El mando de las tropas imperiales cayó en Ferrante Gonzaga, que continuó con el asedio.
Con esta derrota la república de Florencia se rendiría días después, el 10 de agosto de 1530. Los Médicis tomarían el poder de nuevo en la ciudad y Alejandro de Médici se consagraría con duque de la Toscana.
Este sería el último episodio que daría fin a la guerra que comenzó con la creación de la liga de Coñag.