Siglo XVIII Guerras Anglo-Españolas en el siglo XVIII (1726-48) Viaje de Anson alrededor del mundo (1740-44)

Inicio del viaje

El 16 de septiembre de 1740, otra escuadra británica mandada por el comodoro George Anson formada por 8 buques: Centurion (60), Gloucester (50), Severn (50), Pearl (40), Wager (24), Tryal (8), y los barcos mercantes, el Anna y el Industry, con 1.683 tripulantes y 500 infantes; se dirigió hacia Sudamérica con la intención de bordear el cono sur y llegar al istmo de Panamá, donde atacarían por sorpresa las posiciones españolas partiendo en dos el territorio controlado por España y enlazando con las fuerzas de Vernon tras tomar estas Cartagena. España había conseguido infiltrar agentes de inteligencia en la corte londinense, por lo que conocidas las intenciones de Anson, inmediatamente se envió una flota de cinco buques a las órdenes de José Alfonso Pizarro con los buques Asia (64), Guipúzcoa (64), Hermione (54), Esperanza (50), la fragata San Esteban (40), y una balandra auxiliar. La idea del almirante Pizarro era mantener contacto con Anson, sin entrar en combate en el océano Atlántico, doblar el cabo de Hornos antes que los ingleses y combatirlos en el Mar del Sur (océano Pacífico), donde no tendrían apoyo de ninguna flota británica, ni oportunidad de escapar.

Pizarro se enteró de que Anson estaba por zarpar; para ganarle la delantera, anticipó su propia partida desde España en una semana, contando con provisiones solamente para 4 meses.

La escuadra de Anson llegó a Madeira el 25 de octubre de 1740, tomando el viaje cuatro semanas más de lo normal. Los oficiales portugueses informaron de que barcos de guerra, probablemente españoles, se habían visto en el extremo occidental de la isla, así que Anson envió un barco de reconocimiento, pero regresó sin verlos. Se aprovisionaron con urgencia de alimentos frescos y agua, y los barcos partieron sin incidentes el 3 de noviembre.

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Viaje del comodoro George Anson alrededor del mundo 1740-44. Mapa de la ruta

Después de tres días en el mar en el que se transfirieron los suministros, y el mercante Industry regresó el 20 de noviembre. En ese momento, los alimentos habían comenzado a pudrirse y los barcos estaban infestados de moscas. Había una necesidad desesperada de proporcionar ventilación adicional a las cubiertas inferiores. Normalmente, los portillos de los cañones se abrirían, pero dado que los barcos iban tan cargados y sumergidos en el agua con el peso de las provisiones, esto era imposible y hasta seis agujeros de ventilación tuvieron que ser abiertos en cada barco.

Sin embargo, esto sería parte de un problema más grande que iba a tener consecuencias desastrosas. Con la tripulación normal de los barcos, las cubiertas de la tripulación estaban atestadas de hamacas separadas unos 35 cm aunque el sistema de rotación significaba que solo la mitad estaría abajo en cualquier momento, así que efectivamente cada hamaca tendría unos 70 cm. Sin embargo, los enfermos e infantes de marina habían incrementado el número de hombres a bordo en un 25 % y fueron obligados a permanecer abajo la mayoría del tiempo, como si estuvieran de esta forma en cubierta.

El tifus o fiebre del barco, se transmite por los piojos del cuerpo, que prosperan en condiciones calientes, húmedas e insalubres. Después de dos meses en el mar, la enfermedad y la disentería se cebaban en las tripulaciones.

La escuadra llegó a la isla de Santa Catarina, una gran isla frente a la costa portuguesa del sur de Brasil el 21 de diciembre y los enfermos fueron enviados a tierra, 80 solamente en el Centurion (60). A continuación comenzó una limpieza a fondo de los barcos, lavando primero las cubiertas de la tripulación, y luego encendiendo fuegos en el interior y cerrando las escotillas de manera que el humo matará a las ratas y otras alimañas, para luego rociar todo con vinagre.

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Viaje del comodoro George Anson alrededor del mundo 1740. Escuadra navegando, en primer plano el navío Centurión. Autor Gordon Frickers

Anson tenía la esperanza de permanecer únicamente el tiempo necesario para recoger leña, agua dulce y provisiones, pero el mástil principal del Tryal (8) necesitó reparaciones que les llevaron casi un mes. Mientras tanto, los hombres en la costa, en tiendas de campaña, quedaron expuestos a los mosquitos y la malaria no tardó en aparecer. Aunque 28 tripulantes del Centurion (60) fallecieron mientras estaban en puerto, el número de enfermos llevados de vuelta a bordo cuando se fueron el 18 de enero de 1741 había aumentado de 80 a 96, aunque tuvieron disponibles gran variedad de frutas y verduras.

Aunque Portugal no estaba en guerra, el gobernador fue más tarde relevado porque había notificado la presencia de los británicos a los españoles, en Buenos Aires, donde había llegado la escuadra de Pizarro, donde requirió abastecimientos adicionales. Aunque estaba a la espera de provisiones, Pizarro partió inmediatamente al sur para conseguir llegar al cabo de Hornos, antes que los británicos, a pesar de no estar abastecido, dejando la balandra en el puerto por considerarla incapaz de cruzar el Cabo.

Temporales destrozan a la escuadra española

Inmediatamente al oeste del cabo de Hornos la escuadra del general Pizarro, nada más pasar el Cabo, fue azotada por un violento temporal del noroeste, que los arrastró nuevamente hacia el Atlántico y dispersó todos sus buques. El día 7 de marzo de 1741 la escuadra enfrentó otro al noroeste del cabo, con tanta nieve que había constantemente medio metro de ella sobre la cubierta. La furia del viento arrojó los buques hacia el este, y después de muchas tentativas infructuosas para avanzar lo perdido, a mediados de mayo los navíos Asia (64), Esperanza (50) y San Esteban (40) tuvieron que regresar al Río de la Plata. El Hermione (54) encontró su fin en aquellos terribles mares, muriendo toda su tripulación. El Guipúzcoa (64) encalló y se perdió en las costas de Brasil.

Las desgracias que sufrió esta escuadra fueron terribles. A un escorbuto destructor siguió un hambre cruel, siendo tal que se vendía cada galleta por 50 reales. Sucedió el hecho inaudito de que un marinero conservara oculto en su cama por algunos días el cadáver de su hermano con el fin de aprovecharse de la escasísima ración que le tocaba. Los trabajos duros de la vida en el mar, las enfermedades y el hambre destruyeron la mayor parte de las tripulaciones de la escuadra. El Asia perdió más de 350 hombres. Lo mismo sucedió con el San Esteban (40) que varó en el Río de la Plata, y aunque fue reflotado, posteriormente sería declarado inútil. En el Esperanza (50) no sobrevivieron más de 58 tripulantes. El Guipúzcoa (64) tuvo que arrojar el ancla y parte de su artillería al agua. El 4 de abril desarboló este bajel de todos sus palos, día en que ya habían fallecido 250 hombres a bordo. La ración diaria estaba reducida a 45 gramos por individuo, y solo 30 a los que no podían trabajar por encontrarse enfermos.

Era muy frecuente ver caer muertos a los hombres, extenuados de fatiga y hambre, llegando a tanto esta calamidad, que solamente unos 100 de los 700 hombres de que constaba la tripulación, incluso los oficiales, estaban en estado de trabajar. El 25 de abril se perdió este buque en la costa de Brasil, a 30 millas al sur de la isla Santa Catalina, teniendo en el acto del naufragio 30 cadáveres sobre la cubierta.

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Tormenta en el cabo de Hornos

El navío Hermione (54) fue hundido en las inmediaciones del cabo de Hornos; el navío Guipúzcoa (64) se estrelló en la costa de Brasil; la fragata San Esteban (40), habiendo varado en el Río de la Plata, aunque sacada a flote, fue dada por inútil; el navío Esperanza (50), que logró cruzar el cabo de Hornos y pasar al Pacífico después de varias tentativas, y llegar a Valparaíso. Allí Pizarro junto con un grupo de marinos que habían cruzado los Andes por tierra, se reunió con el buque.

En Valparaiso, Pizarro tomó el mando de una escuadrilla formada por el Esperanza (50) y tres barcos armados por el virrey de Perú. Desde el puerto de El Callao, tres de ellos fueron estacionados cerca de la costa de Concepción, mientras que el cuarto fue enviado al archipiélago de Juan Fernández. No consiguieron detectar la escuadrilla de Anson, y renunciaron a la espera a principios de junio, con la conclusión de que los barcos de Anson, o bien se habían perdido en el mar o se habían ido a otra parte. La carta que emplazaba de forma incorrecta Juan Fernández, salvó a la escuadrilla de Anson, los nueve días que Anson perdió tratando de encontrar las islas retrasaron su llegada hasta después de que el barco español se hubiese ido.

Pizarro tras permanecer año y medio en Lima, regresó a Buenos Aires, donde reacondicionó el navío Asia (64) y regresó a España 5 años después de su partida.

Los temporales destrozan la escuadra de Anson

Anson navegó el 18 de enero de 1741 con la intención de detenerse en puerto San Julián (cerca de la entrada oriental del estrecho de Magallanes), donde no había presencia europea, pero si supuestamente generosos suministros de sal. Cuatro días más tarde, en una tormenta, el mástil reparado del Tryal (8) se rompió, obligando al Gloucester (50) a remolcarlo.

Durante la misma tormenta, el Pearl (40) fue destacado de la escuadra en misión de reconocimiento, durante el mismo su capitán murió, tomando el mando Sampson Salt, primer teniente. Sampson entonces avistó cinco naves con el barco insignia con los colores ingleses, pero quedó consternado al comprobar en el último momento que los barcos eran españoles. La tripulación arrojó frenéticamente por la borda todo lo que no necesitaban de inmediato e izaron velas extra. Los barcos españoles se abstuvieron de perseguir al Pearl (40) que pudo escapar al caer la noche.

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La escuadra de Anson en el estrecho de Magallanes en 1741. Autor J. Mason

A pesar de que se sabía que los barcos españoles estaban en algún lugar de la zona, la escuadra británica no tuvo más remedio que hacer escala en San Julián, que se sabía no tenía árboles ni agua dulce y casi sin sal. El mástil roto del Tryal (8) fue simplemente removido y colocado un mástil de repuesto para sustituir el palo roto, reduciendo su aparejo que probablemente fueron la clave que le permitió capear los feroces temporales por llegar.

Las naves llegaron al estrecho de Le Maire, la entrada de la ruta del cabo de Hornos, el 7 de marzo de 1741, con un clima inusualmente bueno, pero que poco después se volvió un violento vendaval del sur. Después de evitar ser arrastrados hasta la isla de los Estados, Anson ordenó al Tryal (8) navegar en cabeza, observando el hielo. Sin embargo, aunque llevaba suficiente vela para mantenerse por delante de los otros barcos, el barco era peligrosamente inestable, con los hombres sobre la cubierta con frecuencia expuestos a las aguas congeladas. Dado que la cubierta de los cañones estaba siendo continuamente rociada, hubiera sido imposible hacer disparos de advertencia, el Tryal (8) fue retirado de esa misión y el Pearl (40) ocupó su lugar.

Mientras luchaban contra fuertes vientos y mares enormes con las tripulaciones debilitadas por el tifus y la disentería, estalló el escorbuto. Cientos de hombres murieron por enfermedad en las semanas durante e inmediatamente después de luchar en la travesía del cabo de Hornos.

A principios de abril, los barcos se dirigieron hacia el norte creyendo estar a unas 300 millas al oeste de tierra. Sin embargo, debido a la falta de alternativas en ese momento, los barcos tenían que determinar su posición este-oeste por estimación. Calculando la distancia recorrida sabiendo la velocidad del barco y el rumbo, lo que no tenía en cuenta las corrientes oceánicas desconocidas y así, en la noche del 13/14 de abril, la tripulación del mercante Anna se alarmó al ver los acantilados de cabo Negro a solamente 2 millas de distancia. Dispararon el cañón y encendieron las lámparas para advertir a los demás y apenas fueron capaces de salir a mar abierto, aunque no había gran preocupación, ya que el Severn (50) y el Pearl (40) ya se habían perdido y no los habían sido vistos desde el día 10.

El 14 de mayo de 1741, en el archipiélago Guayaneco, al sur del golfo de Penas; una tormenta golpeó a la fragata Wager (24) que se había perdido de vista, naufragando frente a las islas Guayaneco y después de varios intentos de seguir hacia el norte, unos pocos sobrevivientes lograron alcanzar la isla de Chiloé, entre ellos el capitán Cheap y el guardiamarina John Byron. Allí fueron apresados por las autoridades españolas y unos meses después fueron conducidos a Santiago y Valparaíso, para, finalmente, ser canjeados por prisioneros españoles.

El 23 de mayo, ya rebasados del cabo de Hornos y próximos a la costa de Chiloé fueron sorprendidos por otro temporal; tanto el Centurion (60) como el Gloucester (50) informaron de que todas las velas estaban rotas o sueltas, y que la tripulación era insuficiente y estaba demasiado débil para intentar la reparación hasta el día siguiente, así que los barcos se dispersaron.

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Barcos en una tempestad siglo XVIII

Las instrucciones de navegación de la escuadra incluían tres puntos de reunión si los barcos quedaban dispersos y el Centurion (60) alcanzó el primero, Socorro (isla Guamblin, en la costa de Chile) el 8 de mayo. Después de esperar dos semanas y no ver a los otros barcos, Anson decidió dirigirse al tercer punto de reunión en la rada de Cumberland (puerto de San Juan Bautista), en la isla Robinson Crusoe del archipiélago Juan Fernández; ya que el segundo, Valdivia estaba en la costa y sería muy peligroso en caso de encontrar una playa a sotavento.

El archipiélago de Juan Fernández fue avistado en la madrugada del 9 de junio. Sin embargo, en ese momento solo quedaban ocho hombres y los oficiales restantes y sus sirvientes, capaces de trabajar en la nave. Después de anclar por la noche, estaban demasiado débiles para izar el ancla a la mañana siguiente, pero tuvieron la suerte de ser liberados por el soplo de una borrasca. Mientras maniobraban en la bahía quedaron consternados al no encontrar a los otros barcos esperándoles allí, pero luego vieron que el pequeño Tryal (8) se acercaba. De los 86 tripulantes y marinos, 46 habían muerto y únicamente el capitán, Charles Saunders, su teniente y tres marineros eran capaces de estar en cubierta. Los que aún podían trabajar llevaron desesperadamente a los enfermos a tierra.

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Viaje del almirante Anson alrededor del mundo en 1740. Encuentro en la isla del archipiélago Juan Fernández. Autor Severino Baraldi

Teniendo en cuenta la mortandad en el Centurión (60) y el Tryal (8), parecía probable que las tripulaciones de los otros barcos estarían todas muertas si no fueran capaces de llegar al archipiélago de Juan Fernández en los siguientes días. El 21 de junio se avistó un barco con una sola vela, aparentemente en problemas, pero pasaron otros seis días antes de que el barco estuviese lo suficientemente cerca para ser identificado como el Gloucester (50). Un gran bote fue enviado al encuentro del barco, pero fueron incapaces de llevar el barco al fondeadero de la bahía Cumberland. El barco fue arrastrado hacia el mar y hasta el 23 de julio el Gloucester no fue capaz finalmente de echar el ancla. Desde que había salido del puerto de San Julián, 254 tripulantes habían muerto, quedando 92 hombres, en su mayoría debilitados por el escorbuto. Las hojas frescas y el pescado permitieron a algunos recuperarse rápidamente, pero otros estaban demasiado débiles y murieron en tierra.

Sorprendentemente, el mercante Anna fue avistado el 16 de agosto y sin dificultad aparente encontró su camino hacia la bahía Cumberland.

Después de perder de vista el 24 de abril a los otros barcos, había tratado de hacer la cita en Socorro y había ido a tierra. Cuando habían perdido toda esperanza, vieron la entrada a un puerto (actual bahía Anna Pink, en Chile), y pudieron refugiarse. Durante dos meses se quedaron para realizar las reparaciones necesarias en el barco y permitir a la tripulación recuperar su salud antes de partir para Juan Fernández. El puerto tenía buen suministro de agua dulce, plantas silvestres y caza. Dada la abundancia de provisiones y dado la mínima tripulación del barco mercante, gozaban de una salud mucho mejor incluso que la de los barcos de guerra en el momento en que hicieron tierra. Sin embargo, un examen realizado en el casco del barco después de la llegada a Juan Fernández determinó que estaba tan dañado que era imposible repararlo, así que Anson hundió el barco y su tripulación fue transferida al Gloucester (50).

Anson se preparó para navegar en septiembre de 1741, pero antes de salir hizo un censo que encontró que de los 961 tripulantes originales que habían salido de Inglaterra en los barcos Centurión (60), el Gloucester (50), el Tryal (8) y el mercante Anna, 350 aproximadamente un tercio, estaban presentes, los demás habían muerto. Mando echar a pique el Anna por no haber gente para gobernarlo.

El destino de los de los otros tres barcos era en ese momento desconocido. El navío Savern (50) y la fragata Pearl (40) no pudieron doblar el cabo de Hornos y tuvieron que volver a las costas de Brasil.

Depredaciones de Anson en las costas del Pacífico

Recompuestas las tripulaciones en Juan Fernández y reparadas las averías, Anson se lanzó a recorrer las costas del Pacífico hasta México, sin temor a persecución de ningún género.

El 12 de septiembre el Centurión dio caza al bergantín español Nuestra Señora del Monte Carmelo, capturando de su cargamento 23.000 pesos en dinero, azúcar y aguardiente de Pisco, con lo que se repararon las tripulaciones.

El Gloucester (50) fue enviado al norte a cazar fuera de Paita, pero se mantuvo lo suficientemente lejos en el mar para no ser visto desde tierra. 29 prisioneros españoles iban embarcados para ayudar a los hombres, aunque solo siete fueron de alguna utilidad, aunque todos tenían que ser custodiados.

El Centurion (60), el Carmelo y el Tryal (8) esperaban aguas afuera de Valparaíso. El Tryal (8) tomó el Arranzazu, un barco mercante desarmado de 600 toneladas de tres veces su tamaño que transportaba cargas de poco uso, excepto por 25.000 pesos en plata. El Tryal había sido gravemente dañado por las tormentas, por lo que sus cañones fueron trasladadas a la embarcación capturada y lo hundieron. El Centurion (60) capturó al Santa Teresa de Jesús, cuya carga apenas tenía valor, pero entre los pasajeros había tres mujeres. Anson demostró que era un oficial de un ejército disciplinado y no un bucanero implacable, y así trató bien a los prisioneros, incluyendo la asignación de un guardia para las mujeres, a las que permitió mantener sus camarotes. El Nuestra Señora del Carmen un buque de 270 toneladas, fue capturado y un marinero irlandés a bordo reveló que el Gloucester había sido avistado por un barco que llegaba a Paita, y que las autoridades habían sido alertadas.

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Viaje del comodoro George Anson alrededor del mundo. Ataque a Paita (Panamá) 1741

Habiendo sido visto, Anson decidió atacar de inmediato Paita, con la esperanza de interceptar un tesoro que iba a ser enviado a México al día siguiente. Dado su pequeño tamaño, pocas esperanzas de conquistar una de las poblaciones más importantes de los españoles. 60 hombres desembarcaron en la noche en los botes y tomaron la ciudad con apenas un disparo de los españoles. Un marinero murió, pero se cree que fue por «fuego amigo». La mayoría de los residentes simplemente huyeron a una colina que domina la ciudad.

Los hombres de Anson permanecieron en la ciudad durante tres días, transportando el contenido de la casa de aduana a los barcos, junto con ganado para alimentar a la tripulación. A la salida, Anson ordenó que los presos fuesen enviados a tierra y se quemó la ciudad, con excepción de sus dos iglesias. El barco Soledad fue tomado como presa y tripulado por 10 hombres y un teniente, el resto de los barcos fueron hundidos. El recuento de dinero del botín llegó a 30.000 libras que, según las reglas, iba a ser distribuido por su rango, independientemente de quien realmente hubiera ido a tierra. Esta fue una de muchas disputas sobre el reparto de los botines.

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Incendio de Payta por la flota de Ansón en noviembre de 1741. Se aprecia a los buques Centurión y Tryal. Autor Samuel Scott, museo naval de Greenwich

Mientras tanto, el Gloucester (50) había capturado a dos pequeñas embarcaciones que les reportaron otros 19.000 libras.

Desde allí, Anson se dirigió a la costa de Panamá con la idea de enlazar con las fuerzas inglesas que, según suponía, ya se habrían apoderado de aquellas tierras. Su decepción fue grande cuando tuvo noticias de que el ataque de los ingleses a Cartagena de Indias había fracasado y que se encontraba aislado en aguas hostiles y dependiendo de sus propios medios. Por ello, se tomó la decisión de dirigirse hacia las costas de Méjico con la idea de interceptar el galeón de Manila, pues sabía que el galeón zarpaba de Manila cada año en julio, cargado de productos importados de China y especias, tardando 6 o 7 meses en cruzar el Pacífico y regresando a Acapulco en los meses de enero o febrero.

La escuadra del Centurion y el Gloucester y los seis barcos capturados (Tryal Prize, el Carmelo, el Santa Teresa de Jesús, el Nuestra señora del Carmen, y el Soledad) partieron a continuación hacia Acapulco. Quedaban dos meses antes de que llegase, lo que normalmente era un margen amplio, pero tanto el Centurion y el Gloucester arrastraban los barcos capturados y los vientos estaban en contra de ellos. Con poca agua, se detuvieron en la isla de Quibo (isla de Coiba), donde también capturaron tortugas gigantes para alimentarse, algunas de ellas mantenidas vivas hasta que las necesitasen.

Con una buena nutrición desde la salida de Juan Fernández, siete meses antes, sólo dos miembros de las tripulaciones habían muerto.

Al llegar el 26 de enero de 1742 a lo que pensaban era la latitud de Acapulco, la flota se volvió al este y al ver una luz en la distancia a través de la oscuridad, el Centurion y el Gloucester se juntaron creyendo que era el galeón. Dawn reveló que no era más que un incendio en una montaña.

Anson necesitaba saber si el galeón ya estaba en el puerto de Acapulco, pero no veía como, manteniendo los barcos mar adentro para evitar ser detectados, y enviando uno de los botes a buscar el puerto y ver si el barco había llegado. Después de cinco días volvieron incapaces siquiera de localizar el puerto. Tras navegar más a lo largo de la costa el bote fue enviado de nuevo y esta vez encontró Acapulco, donde capturaron a tres pescadores, que confirmaron que el galeón había llegado tres semanas antes; pero que el galeón de salida, cargado de plata, se haría al mar el 3 de marzo, en dos semanas, y que tenía una tripulación de 400 hombres y 58 cañones.

Tratar de entrar en Acapulco para capturar el galeón de retorno habría sido una locura, no era como Paita y estaba defendido por varias baterías, por 200 soldados y 1.000 milicianos; estas fuerzas además habían sido reforzadas desde que se tuvo la noticia de Paita, además había que añadir los 50 cañones del galeón y los soldados embarcados, por lo tanto, Anson decidió no atacar al galeón en puerto y cazarlo en alta mar.

El plan era que el Centurion y el Gloucester tomarían parte en cualquier acción así que los hombres de Anson se concentraron en esos barcos, complementados por los esclavos tomados de los españoles que estaban capacitados para usar armas y a los que prometieron la libertad.

Permanecieron lo suficientemente lejos en alta mar durante el día para evitar ser avistados, pero se acercaban por la noche para evitar que el galeón tratase de escapar al amparo de la oscuridad.

Los tres barcos capturados tenían una tripulación mínima, pero seguían siendo útiles para mantener un puesto de observación más lejos. No pasó nada. Los españoles habían visto el bote, ya que había navegado a lo largo de la costa, y habían decidido dejar salir al galeón, sospechando con razón que les esperaba una trampa. Al inicio del mes de abril, cuando el agua de nuevo escaseaba peligrosamente, se dirigió al noreste a Zihuatanejo, donde William Dampier había informado que había una fuente de agua buena. Dejó a siete hombres en un cúter de patrulla delante de Acapulco para informar en caso de que el galeón se hiciese a la mar.

Conseguir el agua demostró ser mucho más difícil de lo esperado, ya que el río había remodelado el paisaje desde la visita de Dampier en 1685 y los hombres tuvieron que caminar un kilómetro tierra adentro para llegar a un agua de una calidad apenas aceptable.

Dado que los españoles estaban en alerta por la presencia de la escuadrilla inglesa, era evidente que el camino de regreso, más que volver por el cabo de Hornos; sería bien a través de China o bien a la colonia portuguesa de Macao más arriba en Cantón, donde había una base de la Compañía Británica de las Indias Orientales.

Antes de abandonar todavía quedaba la cuestión de qué hacer con los barcos apresados. Anson ya había decidido destruir el Carmelo y el Carmen, y dada la escasez de hombres, solo quedaban 280 hombres y algunos negros, los destinó al Centurión y al Gloucester. Concluyó que no había más remedio que sacrificar también el Aranzazu, ya rebautizado como el Premio del Tryal (Tryal’s Prize) y trasladar a sus hombres, a pesar de que sus impresionantes 600 toneladas estaban en buen estado y apto para el mar.

El cúter no volvió de manera que Anson zarpó hacia Acapulco, con la esperanza de encontrar a sus hombres. Concluyendo que habían sido capturados, envió a seis prisioneros españoles a tierra en un bote pequeño con una nota diciendo que liberaría al resto si sus hombres quedaban en libertad. Al tercer día, esperando una respuesta, el cúter apareció, pero no desde el puerto. La tripulación estaba muy mal de salud después de haber sido incapaz de tomar tierra para encontrar agua y sufrían graves quemaduras después de seis semanas en un bote abierto. A su llegada, Anson envió a 57 de sus prisioneros a tierra, incluidos todos los españoles, pero mantuvo 43 de otras razas. El 6 de mayo de 1742 pusieron rumbo al oeste, adentrándose en el océano Pacífico.

Travesía del Pacífico

Basándose en los relatos de los primeros viajes, Anson esperaba que la travesía del Pacífico sería fácil y le llevaría unos dos meses. Otros viajeros habían descendido al sur de Acapulco, para recoger los vientos alisios que soplaban constantemente hacia el oeste. Sin embargo, ninguno de ellos había partido en mayo, cuando la banda de vientos favorables se había trasladado más al norte al acercarse el verano. El Centurión (60) y el Gloucester (50) perdieron siete semanas con el calor y los vientos variables o la ausencia de ellos, antes de abandonar y encaminarse de nuevo al norte.

En circunstancias normales, ese retraso hubiera sido una molestia, pero con los barcos y las tripulaciones en malas condiciones, los desastres llegaron pronto. El trinquete del Centurion se partió solamente unos días después de partir de Acapulco y el Gloucester (50) perdió su palo mayor a mediados de junio; y aunque se hicieron unas improvisadas reparaciones, la nave era mucho más lenta. El escorbuto estalló entre los primeros prisioneros capturados en los barcos españoles y luego, a finales de junio, entre los miembros de la tripulación regular.

Durante julio, el Gloucester (50) perdió la mayor parte del aparejo restante y el 13 de agosto apareció una gran vía de agua, llegando en el interior el agua a los siete pies de profundidad a pesar del continuo bombeo. El capitán Mitchell envió una señal de socorro a Anson, pero la primera respuesta fue que las fugas en el Centurión eran en ese momento tan graves, que también estaba en peligro de hundirse. Sin embargo, cuando Anson supo todos los detalles vio que no había otra alternativa, que salvar todo lo posible del Gloucester (no mucho, excepto el oro capturado). Transfirió la tripulación que de los 97 hombres que aún estaban vivos, solo 27 estaban útiles, y luego incendió el barco para asegurarse de que el casco no derivase hacia la isla española de Guam.

Todos los días fallecían de ocho a diez hombres y la entrada de agua llegó a ser tan grave que incluso Anson tuvo que hacer su turno en la bomba. Era una carrera para encontrar tierra, hasta Guam, antes de que el barco se hundiera. Tinian, situada al norte y un poco al este de Guam, fue avistada el 23 de agosto, pero tardaron cuatro días en encontrar un fondeadero seguro. Anson había izado una bandera española con la esperanza de obtener una mejor recepción y una proa (un tipo de barco malayo multicasco) con cuatro nativos y un español salieron a su encuentro. Afortunadamente, eran los únicos en la isla, de modo que el Centurión llegó a la costa y echó anclas. Los enfermos, 128 en total, fueron desembarcados, una tarea en la que Anson y la propia tripulación de la proa ayudaron, pero 21 murieron durante el desembarco o inmediatamente después.

La isla era un paraíso tropical con abundancia de frutas y otros vegetales comestibles cerca de la playa, y con agua dulce y ganado que habían sido llevados allí para proveer de carne a la guarnición española en Guam. En pocos días, los hombres mostraron signos claros de mejoría. De particular importancia fue el árbol del pan. El fruto es rico en almidón y cocido y horneado tiene un sabor entre la patata y el pan. Los grandes elogios que había cosechado de la anterior expedición del francés Dampier y los de la misma tripulación del Centurión; llevarían más tarde a Joseph Banks a enviar al Bounty a recoger ejemplares de la planta para intentar cultivarla en el Caribe y que sirviese para alimentar a los esclavos de las plantaciones.

La siguiente prioridad era reparar el Centurión. La tripulación movió los cañones y más tarde, los barriles de pólvora, a popa para levantar la proa fuera del agua y los carpinteros reemplazaron parte del casco. Lo calafatearon de nuevo con masilla, pero cuando los cañones y los barriles se volvieron a colocar en su lugar, el agua comenzó a entrar de nuevo. La filtración, al parecer, no había sido encontrada y corregida sin las instalaciones portuarias adecuadas.

El principal defecto de Tinian era la falta de una zona protegida de manera que cuando en la noche del 18 de septiembre estalló una violenta tempestad, el barco fue arrastrado hacia el mar. Para la disminuida tripulación de 109 hombres e infantes de marina a bordo del barco, y los 107 hombres en la isla, este evento era profundamente inquietante. Aunque el teniente Saumarez, en el Centurión, había encendido bengalas y disparado el cañón de señales, la furia de la tormenta significó que nadie en tierra era consciente siquiera de lo ocurrido hasta la mañana siguiente.

Dado el estado del barco y que los vientos del este continuaban, los de tierra asumieron que el Centurión había sido arrojado tan al oeste que, si la tripulación tenía suerte, podrían ser capaces de llegar a Macao, donde se tendría que reparar, o lo más probable, pensaban que quizás se hubiera hundido. En cualquier caso, en ese momento dependían de sí mismos.

Había un bote pequeño en la isla, una embarcación construida para transportar carne de vacuno a Guam, que quizás podría albergar 30 hombres y, por lo tanto, en su estado actual era claramente insuficiente. No deseando ir a Guam, donde irían a la cárcel, decidieron alargar y remodelar el bote e intentar el viaje de 2.200 millas (3.540 km) hasta Macao. A medida que los trabajos avanzaban, surgían crecientes preocupaciones sobre la capacidad para adaptar todos a bordo, sobre la falta de provisiones para emprender un largo viaje y la carencia de instrumentos de navegación. Muchos expresaron en privado su preferencia por permanecer en la isla, optando por un lugar seguro, aunque aislado, ante la posibilidad de perecer en el mar.

Para sorpresa de todos, el Centurión reapareció después de 19 días causando que Anson mostrase una gran emoción. La tripulación había luchado heroicamente para mantenerlo a flote en pugna con los cañones sin amarrar rodando, las troneras abiertas que permitían entrar agua del mar, y el ancla colgando por debajo, y únicamente con el mástil de mesana aparejado; al mismo tiempo que hacían frente a la filtración original en el casco. Poco a poco, habían recuperado el control y la nave fue capaz de navegar contra el viento para reaparecer en Tinian.

Unos días más tarde fueron desviados de nuevo, esta vez con la mayoría de los hombres a bordo y fueron capaces de volver cinco días después. Aunque todavía no estaba en condiciones óptimas para navegar, el 20 de octubre, después de tomar agua y frutas frescas, el Centurión partió rumbo a Macao, donde llegaron después de algunas dificultades para encontrarlo y entraron en el puerto el 11 de noviembre.

Los portugueses habían establecido el asentamiento en 1557, pero en años posteriores, gran parte de la actividad comercial europea se había trasladado a Cantón, aguas arriba del río Perla. En ambas zonas, los chinos mantenían, sin embargo, un firme control como Anson pronto aprendería con frustración. Su causa se vio entorpecida por su negativa a pagar los gastos portuarios en consonancia con la práctica estándar europea en aquellos tiempos, en que solo los barcos mercantes eran inspeccionados y gravados, ya que los barcos de guerra estaban exentos de visita. Los chinos no hacían esa distinción y, como tal, consideraban la negativa como un ataque a su soberanía.

El gobernador portugués de Macao le dijo que no podía hacer nada para ayudarle sin recibir instrucciones del chuntuck provincial, o gobernador chino, en Cantón, pero cuando Anson contrató un barco para llevarlo allí, los chinos inicialmente le impidieron el embarque. A su llegada, se le dijo que los comerciantes locales, actuarían como intermediarios, pero después de un mes de espera no había avances.

Entre los comerciantes chinos, el Centurión era considerado como una especie de barco pirata, al haber destruido otros barcos e interrumpido el comercio del Pacífico, lo que mantenía el galeón de Acapulco en el puerto, una opinión aparentemente promovida por los rivales europeos. Las actividades de la Compañía Británica de las Indias Orientales estaban a merced de las autoridades chinas y su interés era mantener a Anson a cierta distancia, al menos hasta que cuatro barcos hubiesen salido del puerto esa temporada.

Anson fue capaz de conseguir provisiones adicionales, de contrabando de los barcos de las Indias Orientales, que fueron dejadas en el Centurión al pasar por Macao, pero no conseguía la necesidad urgente repara el barco.

Nuevamente de regreso a Macao, Anson se dirigió directamente al chuntuck (gobernador) señalando que sus intentos de comunicarse con él por los canales normales habían fracasado y elevando una «demanda» de ayuda de todo tipo. Dos días más tarde, llegó un alto mandarín con otros funcionarios y carpinteros para hacer una inspección. Al recorrer el barco, el mandarín quedó impresionado por los cañones de 24 libras y la amenaza implícita del daño que podrían infligirles. El permiso para trabajar en el barco se le concedió probablemente porque los chinos se dieron cuenta de que era de su interés reacondicionar el barco para deshacerse de ellos. Pronto, el barco estuvo completamente descargado y un centenar de hombres se pusieron a trabajar, mientras el barco era carenado.

En medio de estas circunstancias, Anson recibió cartas de Inglaterra en que se informaba de los buques Severn y Pearl que consideraba perdidos, habían llegado a Inglaterra sanos y salvos.

Captura del galeón de Manila

Aunque Anson había dado a conocer que el barco iría a Yakarta y desde allí a Inglaterra, había decidido que, habiendo fracasado tan estrepitosamente en el cumplimiento de las ambiciosas órdenes dadas, salvaría algo la expedición si aprovechase para capturar el galeón justo antes de que llegara a las Filipinas. Era un gran riesgo, ya que era probable que esa temporada hubiera dos galeones, porque desde su llegada a Acapulco el galeón anterior permaneció en el puerto.

Poco después de salir de Macao el 19 de abril de 1743, Anson informó a la tripulación que quedó encantada con la noticia. Todos habían sufrido mucho y perdido amigos, por lo que la captura por lo menos les reportaría una gran recompensa económica.

Al llegar el 20 de mayo llegaron al cabo Espíritu Santo, el lugar normal en que el galeón llegaba a tierra. Las velas altas fueron retiradas para evitar que el barco fuese visto desde tierra y comenzaron una rutina de virar hacia atrás y hacia delante para permanecer estacionados y practicando con los cañones y el abordaje. Había 227 hombres a bordo, de los cuales 50 eran negros, siendo la mitad de la tripulación normal.

Pasó el mes de mayo y entraron en junio esperando con vigías en las cofas día y noche. Justo cuando estaban perdiendo la esperanza, el galeón fue descubierto en la mañana del 20 de junio de 1743 por el guardamarina Proby. Al mediodía, el Centurión maniobró para cortar la fuga del galeón a tierra y a las 13:00 horas, se cruzó frente al barco español, a una distancia muy cercana que permitía a todos sus cañones disparar al objetivo, mientras que prevenía que los españoles pudieran devolver el fuego.

Mientras tanto, los tiradores apostados en los mástiles sorprendieron fuera de los mástiles a sus homólogos, con los oficiales del galeón en la cubierta y los que manejaban los cañones. Los barcos se separaron, pero el Centurión todavía fue capaz de hacer fuego de metralla en la cubierta del galeón y estrellar balas de cañón contra su casco.

Después de noventa minutos, los españoles se rindieron y acabó todo. Anson envió a Philip Saumarez y 10 hombres más y encontraron una escena horrible, con las cubiertas del “Nuestra Señora de Covadonga, cubiertas de cadáveres, vísceras y las extremidades desmembradas”. En el Centurión un único hombre había muerto, dos más fallecieron posteriormente por las heridas y 17 resultaron heridos. El barco había recibido unos 30 impactos. En el Covadonga, las cifras fueron 67 muertos y 84 heridos de una tripulación de 644 hombres. La carga del galeón consistía en 1.313.843 reales de a ocho y 35.682 onzas de plata.

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El buque Centurion capturando al galeón Nuestra Señora de Covadonga en 1743. Autor Kennedy Hickman

Los españoles se habían enterado de la presencia de Anson en el Pacífico cuando recibieron noticias de Guam y, aunque el capitán portugués propuso una ruta alternativa más larga hacia Manila, fue revocada por los oficiales españoles. Un comerciante de Cantón había enviado dos cartas al gobernador de Filipinas, la primera dando cuenta del terrible estado del Centurión a su llegada, pero la segunda, señalando que el barco había sido reparado y expresando sospechas de que Anson podría tener el objetivo de interceptar el galeón. A pesar de ello, solo se hizo un esfuerzo a medias, enviando un barco de vigilancia que encalló, dejando el galeón sin protección.

El galeón de 700 toneladas era más pequeño que el Centurión, pero no estaba preparado para un ataque por sorpresa. Había 44 cañones a bordo, pero 12 de ellos estaban apartados. El resto eran solamente de 6 a 12 libras y fueron montados en las cubiertas expuestas. Había también 28 cañones giratorios, pero como los hombres del Centurión no hicieron ningún intento de abordarles, fueron de poca ayuda y, en cualquier caso, aquellos manejándolos habrían sido abatidos por los tiradores o la metralla.

Anson necesitaba alejarse lo más pronto posible en caso de que los barcos españoles apareciesen y decidió regresar a Macao. Envió a otros 40 hombres al galeón y por la noche, las reparaciones más urgentes se habían completado. Tres centenares de prisioneros fueron transferidos al Centurión y metidos en la bodega con dos escotillas abiertas para proporcionar un poco de aire, pero con cuatro cañones giratorios apuntándolos para evitar fugas. Se les proporcionaba solamente una pinta de agua cada día y, aunque ninguno murió en el viaje a Macao, las condiciones abajo fueron terribles. Los ingleses reclutaron 55 tripulantes principalmente negros e indios a los que prometió la libertad. Llegaron a Macao el 11 de julio.

Vuelta a Cantón

La reaparición de Anson en China fue recibida con incredulidad y alarma, tanto por las autoridades chinas como por los comerciantes europeos. En su visita anterior, el Centurión estaba claramente en peligro, pero ahora con el maltratado Covadonga a remolque, que había sido renombrado como Centurión’s Prize, se confirmaron los temores de China; de que estaba usando su puerto como base para la piratería o la guerra, mientras que los europeos temían que sus privilegios comerciales pudieran ser revocados y que la pérdida de la carga del galeón arruinaría el comercio con Manila.

Al llegar a Macao, Anson envió a 60 o 70 presos a tierra antes de que los chinos detuvieran la descarga del resto y luego siguió a Cantón, con la intención esta vez de no dejarse engañar por los chinos. El mandarín a cargo de la fortaleza de Bocca Tigris subió a bordo, pero quedó intimidado por la artillería pesada de los barcos y en su lugar trató de persuadir a los pilotos contratados para que confundieran la nave a través de los bajíos. Al enterarse de esto, Anson amenazó con colgar a uno de ellos si el barco naufragaba.

Una vez pasados los fuertes, el barco esperó el permiso para continuar aguas arriba. Anson ordenó que uno de los cañones pesados se disparase dos veces al día para recordar a todos que había un nuevo poder con el que tratar. Después de dos semanas y algunos políticos, el permiso llegó lo que le permitió llegar a Whampoa, a corta distancia de Cantón; la mayoría de los presos fueron puestos en botes que partieron para Macao. Fue capaz de garantizar provisiones frescas, pero los comerciantes no le ofertaron provisiones del mar.

Anson estaba ansioso de exponer su caso directamente ante el virrey y había emitido una petición a la llegada, pero se le dijo que esperara hasta después del verano. Anson envió un mensaje diciendo que llegaría el 1 de octubre, pero cuando estaban a punto de llegar un mensajero; le dijo que el virrey quería posponer la reunión y luego vino otro mensajero más indicando que el virrey le había esperado todo el día y se sentía ofendido, ya que Anson no se había presentado.

Anson se invitó a sí mismo a quedarse en la factoría inglesa, en Cantón, que como las de otras naciones, estaba justo fuera de la muralla de la ciudad, en la orilla del río. A los extranjeros se les prohibía entrar en la ciudad llevando armas de fuego y oficialmente solo se les permitía ponerse en contacto con los comerciantes de Hong. Al final de cada temporada comercial, tenían que dejar Macao o salir de China por completo. A pesar de que fue capaz de conseguir las provisiones que necesitaba, no pudo obtener el permiso para que las llevaran a la nave. El destino intervino y su tripulación se ganó el elogio en un gran incendio que se declaró en la ciudad. Una invitación para ver al virrey el 30 de noviembre llegó poco después.

Fue una ocasión marcada por una gran ceremonia, Anson señaló, a través de un intérprete, los muchos intentos que había hecho para conseguir una audiencia a través de intermediarios, pero ya que no habían sido sinceros; había sido obligado a enviar a un oficial a la puerta de la ciudad con una carta para ser entregada directamente al virrey. El virrey le aseguró que esa carta era de hecho la primera vez que había sido informado de su llegada.

Anson le explicó entonces que la buena temporada para regresar a Europa había llegado, que las disposiciones estaban listas y que solo necesitaba la aprobación del virrey. Esta fue inmediatamente dada. No se hizo ninguna mención de las tasas portuarias no remuneradas y Anson creó un precedente, pero cuando el siguiente barco de guerra británico entró en Cantón en 1764, se pagaron los derechos normales.

Regreso a Inglaterra

El 7 de diciembre de 1743, partieron de Cantón haciendo escala en Macao. Vendieron el galeón, con grandes descuentos, en 6.000 libras, lo que permitió al Centurión partir el día 15. Anson estaba ansioso por llegar a Inglaterra antes de que las noticias del tesoro que llevaba llegasen a Francia o España, para que no intentasen detenerlo.

El barco se detuvo el 8 de enero en la isla de Prince, en el estrecho de Sunda, entre las islas indonesias de Sumatra y Java para aprovisionarse de agua potable y otros suministros y llegó a Ciudad del Cabo, cerca del cabo de Buena Esperanza, el 11 de marzo. Salieron el 3 de abril, después de contratar 40 de tripulación adicional principalmente ingleses y holandeses. Llegaron a casa, en Spithead, el 15 de junio de 1744, deslizándose entre la niebla y evitando a una escuadra francesa que vigilaba el canal de la Mancha, pues los franceses habían tenido noticias de su llegada y esperaban cazarle.

De todos los que partieron solamente 188 lograron regresar. Junto con los supervivientes del Severn, el Pearl y el Wager, unos 500 habían sobrevivido de los 1.900 originales que habían salido en septiembre de 1740, todos, salvo un puñado, fallecidos por enfermedad o hambre.

Anson se convirtió en una celebridad a su regreso y fue invitado a un encuentro con el rey. Cuando el tesoro fue paseado por las calles de Londres, fue recibido por grandes multitudes.

Las disputas por el dinero del botín terminaron en los tribunales y enfrentaron a los oficiales entre sí. La cuestión principal era el estatus de los oficiales del Gloucester y del Tryal una vez que llegaron a bordo del Centurión, ya que Anson no les había promovido formalmente a oficiales del barco insignia. Según el reglamento del Almirantazgo, habían perdido su rango y de manera efectiva eran marinos normales, pero parece evidente que sin la transferencia de esos oficiales experimentados, el Centurión no hubiera sobrevivido en el Pacífico ni hubiese sido capaz de capturar al galeón español. La diferencia para un oficial era recibir 500 o 6.000 libras, y aunque los tribunales decidieron inicialmente en favor de los oficiales del Gloucester y el Tryal, perdieron en la apelación, una decisión que podría haberse visto influida por la victoria del ya entonces almirante Anson sobre la flota francesa en la batalla del Cabo Finisterre.

A Anson le correspondieron tres octavos del botín a distribuir del Covadonga que según una estimación llegaron a 91.000 en libras comparación con las 719 que hubiera ganado como capitán durante un viaje de 3 años y 9 meses. En contraste, un marinero habría recibido unas 300 libras, que corresponderían al salario de unos 20 años enrolados.

El regreso de la expedición de Anson aumentó el interés en el Pacífico como objeto del comercio británico y del poder imperial. Pero dadas las condiciones traicioneras del cabo de Hornos y el dominio español en América del Sur, había esperanza de encontrar una ruta alternativa al Pacífico a través de un paso del Noroeste en la parte septentrional de América del Norte. Una expedición, al mando de Christopher Middleton, se había montado mientras Anson estaba ausente, pero fue bloqueada por el hielo. El gobierno ofreció 20.000 libras esterlinas para cualquier persona que también volvió con las manos vacías.

Anson presionó para seguir con las expediciones de descubrimiento después de haber alcanzado la paz con España, pero las relaciones entre ambos países eran delicadas y los viajes fueron cancelados por temor a provocar una disputa mayor.

Motín en la fragata Wager (24)

Después de sufrir todas las peripecias que hubo de experimentar la escuadra de que formaba parte, y de salvar el cabo de Hornos; esta fragata tuvo que sufrir además nuevos temporales en el océano Pacífico, sobre las costas occidentales de la Patagonia. Llena de averías, encalló en la mañana del 14 de mayo de 1741, un poco antes del amanecer, en la costa norte del archipiélago Guayaneco, situado al sur del golfo de Penas y al norte del archipiélago de Wellington. El casco de la fragata se mantuvo a flote, apoyado en las mismas rocas en que había encallado.

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Viaje de Ansón alrededor del mundo. La fragata Wager alejándose de la flota

Al amanecer pudo desembarcar la tripulación y salvar parte de los víveres y la carga, con mucha dificultad a causa de la fuerza del mar. Con las velas y los fragmentos de la fragata los náufragos construyeron tiendas de campaña para resguardarse de la inclemencia de la estación invernal en la que se hallaban, y a poner a cubierto los víveres y la carga, en una región donde las lluvias alcanzan los 8.000 milímetros anuales.

El capitán David Cheap trató de mantener el control, pero, naturalmente, la mayoría lo culpó por la pérdida del barco. Las disposiciones del Almirantazgo establecían que los salarios no se obtendrían después de un accidente, así que la mayoría no consideraban a Cheap como autoridad. En ese momento Cheap llevaba pistolas en todo momento.

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Viaje de Ansón alrededor del mundo. La fragata Wager encallando en la costa de Chile

Su decisión apresurada de disparar a un miembro de la tripulación borracho el 10 de junio, seguida por su negativa a permitir que el médico le tratase significó que la víctima tardó dos semanas en morir y eso le enemistó con la mayoría de sus restantes partidarios. Después de su muerte, 100 tripulantes seguían vivos en la playa, con los alimentos limitados a los rescatados del naufragio y escaso refugio contra los feroces vientos y las lluvias invernales. La única esperanza probable de salvación era una lancha de 38 pies (11,58 m), un cúter de 30 pies (9,14 m), y dos pequeños botes. El carpintero alargó la lancha hasta los 50 pies (15,24 m) y añadió una cubierta, de modo que la mayoría, aunque no todos, podrían ir a bordo, le bautizaron con el nombre de Speedwell.

El capitán David Cheap se propuso seguir al norte, atrapar algún buque español del cabotaje y reunirse en seguida con Anson, que se suponía estaba en el archipiélago de Juan Fernández.

Pero la desmoralización de los náufragos no tardó en producirse y la rebelión estalló encabezada por el artillero John Bulkely, protestando contra los propósitos del capitán. Bulkely proponía volver atrás, correr por el estrecho de Magallanes, dirigirse a las costas de Brasil y buscar en ellas los medios para regresar a Europa. Pero como el capitán Cheap, con su fuerte carácter, se mantuviera firme en su propósito, el día 9 de octubre estalló el motín, apoyado por 81 hombres de los 92 a que estaba reducida la tripulación de la Wager. El 9 de octubre de 1741, cuando la chalupa modificada estaba lista, Cheap todavía no se había comprometido así que Bulkeley lo arrestó bajo la acusación de asesinato y fue atado, y los amotinados comenzaron sus aprestos para la vuelta a Brasil.

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Viaje de Ansón alrededor del mundo. La fragata Wager es desmantelada

El 13 de octubre emprendieron su regreso en el Speedwell, el cuter y una lancha, dejando un bote para el capitán Cheap, el teniente Hamilton y el cirujano. Alrededor de una docena de hombres habían huido del campamento (para evitar el castigo severo con que a menudo Cheap les condenaba) y se quedaron en la isla.

La lancha en que iban el guardiamarina John Byron y 9 hombres, abandonó a los amotinados a poco avanzar y regresó al archipiélago Guayaneco para unirse al capitán Cheap.

El viaje de estos hombres es una de las más aventuradas odiseas de la historia de la navegación. El Speedwell y el cúter pusieron rumbo al sur, a los pocos días durante un vendaval perdieron al cúter, no había espacio en el Speedwell y 10 hombres, supuestamente voluntarios, fueron desembarcados en tierra.

Sin ningún tipo de embarcación pequeña, la única manera de llegar a tierra en busca de comida era nadar en el agua helada, y pronto los que estaban demasiado débiles o los que no sabía nadar, comenzaron a morir. Con disputas relativas a la navegación, las corrientes salvajes, la lluvia y la niebla, les tomó un mes llegar al Atlántico y aún estaban lejos de estar a salvo.

El Speedwell llegó cerca de la costa el 14 de enero de 1742, en la bahía Freshwater, en lo que hoy es la ciudad balnearia de Mar del Plata. Aquellos que nadaron hasta la costa encontraron agua dulce y focas. Ocho de ellos quedaron consternados al ver al barco partir sin ellos y más tarde acusaron a Bulkeley de abandonarles para ahorrar suministros. Bulkeley, Baynes y otros 31 hombres, navegaron hacia el norte, alcanzando las aguas portuguesas de Río Grande el 28 de enero. Tres hombres murieron durante el viaje y el resto estuvieron cerca de perecer. Finalmente, algunos de esos hombres regresaron a Inglaterra, cada uno siguiendo la ruta que pudo.

Los ocho hombres abandonados permanecieron un mes comiendo carne de foca hasta que decidieron ir a Buenos Aires, 483 km más al norte. Se quedaron sin comida y agua y se vieron obligados a regresar. Un día, Isaac Morris y otros tres retornaron al campamento para encontrar a dos hombres muertos por apuñalamiento y otros dos desaparecidos. Se habían acabado los pedernales para las armas de fuego y el fuego se había apagado. Con pocas provisiones, después de un tercer intento fallido a Buenos Aires, fueron capturados por los indios que los tomaron como esclavos y fueron vendidos de un grupo indígena a otro. A finales de 1743, un comerciante inglés que vivía en Buenos Aires pagó por la liberación de tres de ellos; el cuarto, de raza mixta, fue conservado por los indios. Sin embargo, los españoles les encarcelaron y a principios en 1745 fueron llevados a bordo del antiguo barco insignia de Pizarro, el Asia, como prisioneros de guerra.

Mientras tanto, en Guayanecos, isla que hoy lleva el nombre de Wager, quedaron finalmente el capitán Cheap, el teniente Hamilton, el cirujano Elliot, los 9 hombres que conducía Byron y otros 7 que anteriormente se habían dispersado entre las islas, en total quedaban 19 hombres.

El tiempo fue tan crudo durante el mes de noviembre, que solo pudieron emprender viaje rumbo a Chiloé a principios de diciembre, con los dos botes de que disponían.

Remaron hasta la costa, pero fueron castigados por las continuas lluvias, vientos y olas que amenazaban los botes. A veces eran capaces de llegar a tierra, pero a menudo tenían que dormir en los botes. Una noche, mientras estaban en la costa, uno de los botes anclados volcó y fue arrastrado por el mar con sus dos guardias: uno de ellos fue capaz de llegar a tierra, pero el otro se ahogó. Desde ese momento era imposible que todos cupiesen en el único bote que les quedaba, y cuatro infantes de marina fueron dejados en tierra con fusiles para valerse por sí mismos. Sin embargo, el viento les impidió franquear el cabo de modo que volvieron a recoger a los infantes solamente para encontrar que habían regresado a la isla de Guayanecos (Wager) a principios de febrero de 1742. Con una muerte en el viaje, solamente quedaban ahora 13 en el grupo.

Un indígena local acordó guiar a los hombres hasta la costa de la isla de Chiloé, con la promesa de mantener el barco hasta su llegada cuando partirían de nuevo. Dos hombres murieron y después de enterrar sus cuerpos, los seis marineros remaron en el bote para no ser vistos de nuevo, mientras el capitán Cheap, Hamilton, Byron, Campbell y el moribundo cirujano Elliot, estaban en tierra en busca de comida. El indio acordó entonces llevar a los otros cuatro en canoa a cambio de lo único que aún tenían, un mosquete.

Finalmente fueron tomados prisioneros por los españoles a mediados de junio de 1742. Afortunadamente, los españoles los trataron bien y fueron finalmente llevados a Santiago, la capital del interior, donde fueron puestos en libertad condicional. Los españoles sabían que Anson había sido generoso con los prisioneros que había tomado.

Después de permanecer 8 meses en la ciudad de Castro, fueron conducidos por mar a Valparaíso y después a Santiago, donde fueron recibidos por el gobernador José Antonio Manso de Velasco. Los cuatro hombres permanecieron en Santiago hasta finales de 1744 y se les ofreció un pasaje en un barco francés con destino a España. Campbell decidió no aceptar el ofrecimiento, y tomó un mulo por los Andes y se unió al almirante Pizarro en Montevideo, en el navío Asia, donde encontró a Isaac Morris y los dos marineros que habían sido abandonados en la bahía Freshwater. Después de algún tiempo más en prisión en España, Campbell llegó a Inglaterra en mayo de 1746, seguido por los otros tres, dos meses después.

Secuelas del viaje

Las cartas españolas incautadas en el Covadonga añadieron muchas islas que los británicos desconocían en el Pacífico, y algunas de esas islas en el Pacífico Norte Occidental se conocen actualmente como archipiélago Anson.

Anson fue comparado con Francis Drake y fue promovido en consonancia, llegando a ser primer lord del Almirantazgo, en 1751, cargo en el que permaneció hasta su muerte en ocurrida en 1762. Aunque fue criticado por la pérdida de Menorca durante la guerra de los Siete Años, no cabe duda de que fue el artífice de las decisivas victorias en las batallas de Quiberon y Lagos (1759); que sentaron las bases de la definitiva supremacía naval inglesa, y de las campañas que permitieron a los ingleses tomar Filipinas y La Habana en 1762.

En cuanto al Centurión, fue totalmente reconstruido en 1745 y, participó mandado por Peter Denis en la batalla de Finisterre de 1747. En 1752 tuvo que ser sometido a nuevas reparaciones y volvió al servicio activo, de manera que en 1759 participó en la campaña que terminó con la toma de Quebec y en 1762 en la toma de La Habana.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2020-02-23. Última modificacion 2023-06-19.
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