Siglo XVIII Guerras Anglo-Españolas en el siglo XVIII (1726-48) Guerra de la Oreja de Jenkin. Ataque británico en el Caribe (1739-40)

Primer ataque a la Habana (octubre-noviembre de 1739)

El 4 de agosto de 1739, tres meses antes de que Inglaterra declarase la guerra a España el 23 de octubre de ese año; el almirante Edward Vernon había salido del puerto de Portsmouth con una escuadra de nueve navíos con un plan de operaciones concreto para atacar las Indias españolas en el Caribe.

Tras llegar a Jamaica, el almirante Vernon organizó una poderosa flota y se dirigió con ella para atacar la plaza de La Habana en los meses de septiembre a noviembre de 1739, simultaneando el mismo con los ataques a La Guaira y Portobelo con una flota de 57 barcos, y dispuso el bloqueo de La Habana para evitar que llegaran refuerzos.

El comodoro Brown se presentó ante La Habana los primeros días de noviembre de 1739 con seis buques de guerra. Pero sus intenciones no eran las mismas que las de Waterhouse en La Guaira: Brown pretendía recabar información sobre las posiciones españolas y realizar unos bombardeos y desembarcos de alcance limitado para comprobar las defensas habaneras. Ejecutaron algunos bombardeos a distancia esperaban los británicos que la artillería española descubriera sus posiciones y potencia de fuego.

El ingeniero militar D. Antonio Arredondo escribió un informe sobre el asedio: “El 17 de septiembre, como a las diez del día, se descubrieron en la Costa de Barlovento dos navíos, el uno de 70 cañones y el otro de 20, y habiendo dado caza a diferentes barcos españoles del tráfico de la Costa, disparándoles con bala, la mencionada fragata dió fondo con bandera inglesa delante del Puesto de Bacoranao, situado a dos leguas a barlovento, y comenzó a batirlo.”

Así comenzó un asedio que se prolongaría hasta el 16 de noviembre. Durante el sitio los británicos apresaron numerosas balandras y goletas que acudían a La Habana con cargamentos de añil y cal. Realizaron una serie de cortos desembarcos, que permitieron a los españoles hacer prisioneros y recabar datos sobre los efectivos y nombres de los oficiales británicos.

Los ingleses capturaron algunas pequeñas embarcaciones mercantes españolas y bombardean el castillo de Cojimar para después efectuar varios desembarcos. El gobernador español, Juan Francisco Güemes de Horcaditas, dispuso el envío de tropas para rechazar los desembarcos. Y no solo los desembarcos fueron rechazados sino que también se consiguieron algunos prisioneros de entre los británicos, a los que hicieron “cantar”, consiguiendo información sobre las fuerzas inglesas.

Otra acción de Brown consistió en reconocer los fondeaderos cercanos a La Habana, como el de bahía Honda, para posibles operaciones futuras. En estas ocasiones no llegó más allá del reconocimiento visual.

Según el diario del ingeniero Arredondo, el gobernador y capitán general de Cuba, mariscal de campo don Juan Francisco Güemes de Horcasitas, se distinguió en la planificación y preparación de la defensa ante lo que parecía un ataque inminente. También lo hicieron las guarniciones de Cojimar, Matanzas, castillo de El Morro, castillo de La Punta, etc., todas ellas arengadas por el gobernador Güimes y exhortadas a combatir contra el invasor “por la honra de Dios, del Rey nuestro Señor, y de la Patria.”

Persuadidos de lo inútil de sus esfuerzos, los británicos se retiraron de las costas cubanas el 17 de noviembre de 1739.

Primer ataque a La Guaira (22 de octubre de 1739)

Tras arribar Vernon a la isla de Antigua a principios de octubre de 1739, envió tres navíos: Princess Louisa (60), Strafford (50) y Norwich (50) bajo mando del capitán Thomas Waterhouse a interceptar las naves mercantes españolas que hacían la ruta entre La Guaira (Venezuela cerca de Caracas) y Portobelo (Panamá). Tras divisar Waterhouse varios buques de pequeño porte en el puerto de La Guaira, decidió atacar poniendo en práctica un plan muy rudimentario. Este consistía simplemente en arriar la bandera británica de sus barcos e izar la bandera española, para entrar tranquilamente en el puerto y una vez en él tomar las naves y asaltar el fuerte.

El gobernador de la provincia de Venezuela, el brigadier Gabriel José de Zuloaga había preparado las defensas del puerto de forma muy diligente, y las tropas españolas estaban bien mandadas por el capitán Francisco Saucedo. Así, el 22 de octubre, Waterhouse entró en el puerto de La Guaira enarbolando sus navíos la bandera española. Los artilleros del puerto esperaron a que la flota británica estuviese a tiro, y llegado el momento abrieron fuego simultáneamente sobre los británicos. Tras tres horas de intenso cañoneo, Waterhouse ordenó la retirada de sus maltrechos barcos, que hubieron de recalar en Jamaica para acometer reparaciones de urgencia. Como justificación de su derrota, Waterhouse alegó ante Vernon que la captura de unas pequeñas embarcaciones no hubiesen justificado la pérdida de sus hombres, y la culpa del fracaso la tuvieron los pilotos de los navíos, que eran unos incompetentes.

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Guerra de Asiento o de la Oreja de Jenkin (1739-48). Ataques ingleses en el Caribe

Primer ataque a Portobelo (2-3 de diciembre de 1739)

Preparativos

Tras los ataques por sorpresa en La Guaira y La Habana, aunque no consiguieron grandes resultados. Los navíos se replegaron entonces a Port Royal (Jamaica), donde se concentraba la flota de Vernon, y el 5 de noviembre partieron 6 buques de línea: el Burford (70), Hampton Court (70), Worcester (60), Princess Louisa (60), Strafford (50), Norwich (50); la fragata Sherness (40) y 2 ténderes para realizar una operación de mayor envergadura contra el puerto panameño, esta vez bajo el propio almirante Edward Vernon. Quince días más tarde la flotilla se presentó ante Portobelo (o Puerto Bello, como se le conocía entonces), donde Vernon decidió prescindir de la fragata Sherness y enviarla a patrullar las aguas en torno a Cartagena para vigilar la escuadra de Lezo.

Además dejó orden en Jamaica de que en cuanto estuviesen listos el navío Windsor Castle (60) y las fragatas Diamond (40) y Anglesea (40) se dirigieran a Portobelo para unirse a su escuadra y darle más tranquilidad para llevar a cabo su heroico ataque.

Puerto Bello (actual Portobelo, en Panamá), era un centro de exportación de plata en el virreinato de Nueva Granada en noviembre de 1739. Además de ser una plaza mal defendida por falta de artillería y provisiones, estaba descuidada por gobernador de la plaza, Francisco Martínez de la Vega no había actuado conforme a la situación de guerra inminente, siendo la defensa muy deficiente y sin haber reforzado sus fuerzas.

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Ataque de Vernon a Portobelo (1739). Plano del ataque

Ataque y destrucción de la ciudad

Portobelo era una localidad pequeña, apenas defendida por tres fuertes: el Todofierro, situado junto a la entrada del puerto, tenía en teoría 32 cañones, pero solamente 9 estaban montados en sus cureñas; los fuertes el Gloria y el San Jerónimo estaban en el interior y en teoría tenía 20 cañones cada uno: las guarniciones de los tres apenas sumaban un total de 700 hombres. Para facilitar aún más las cosas a los invasores, el negligente gobernador Francisco Javier de la Vega no se había preocupado lo más mínimo de reforzar las defensas de la ciudad, como sí lo habían hecho los responsables de otras plazas fuertes.

Las posiciones se encontraban prácticamente abandonadas a sí mismas, algunos cañones ni siquiera estaban debidamente colocados y la coordinación entre las diferentes guarniciones era prácticamente nula. Como remate, la fuerza naval encargada de defender el puerto se reducía a un par de fragatas guardacostas mandados por Francisco de Abarzoa el Triunfo (20) y el Astrea (20) que no tenían nada que hacer contra los barcos de guerra de Vernon.

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Captura de Porto Bello por el almirante Edward Vernon en 1739. Autor Peter Monamy

La mañana del 2 de diciembre de 1739, el comandante de la plaza de Portobelo, mandó al comandante de los guardacostas Francisco de Abazoa, defender con 53 soldados de marina el castillo de Todofierro. Dicho comandante se hallaba anclado cerca del mencionado castillo con los buques guardacostas Santa Bárbara, Santa Rosa, San Pedro y un paquebote.

Para intentar apoyar la defensa del castillo de Todofierro se utilizaron los pocos cañones que tenían desmontados los barcos guardacostas para montarlos en dicho castillo, introduciéndose también en él la dotación de los esos barcos, 144 hombres (de ellos 20 milicianos) al mando del teniente de marina Juan Francisco Garganta; es decir, fueron llevados artilleros de marina para poder manejar la artillería de tierra que no tenía artilleros.

Al castillo de Gloria se enviaron un total de 80 hombres para defenderlo al mando del capitán del presidio Sebastián Meléndez.

Los buques ingleses, puestos en línea, bombardearon el castillo de Todofierro desde corta distancia mientras penetran en la bahía. Al primer disparo de los buques ingleses huyeron el condestable y los 20 milicianos. Poco después desertaron algunos soldados. Al castillo de Todofierro no podía apoyarle la artillería del fuerte de San Jerónimo, porque no tenía cañones disponibles, ni la del fuerte de Gloria, porque estaba tan lejos que sus cañones no alcanzaban a los atacantes. Tras dos horas de bombardeo el castillo Todofierro estaba arrasado. Dentro de sus escombros quedaban solamente 11 hombres de los guardacostas, el resto eran bajas y, sobre todo, deserciones. Los 11 hombres que quedaban se habían quedado sin pólvora. Un fácil desembarco inglés apoyado por disparos de fusilería desde los navíos acabó con la resistencia y el castillo se rindió.

Tras destrozar el fuerte Todofierro sin ningún problema, los británicos desembarcaron una fuerza expedicionaria dirigida por el teniente Broderick que se hizo cargo de la fortaleza.

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Bombardeo de Portobelo por el almirante ingés Vernon (3 de diciembre de 1739). Autor Samuel Scott

Vernon hizo noche y, al día siguiente, día 3 de diciembre, dispuso continuar el ataque. Pero no iba a exponer sus barcos a los cañones del fuerte Gloria: dispuso que se preparasen botes para realizar el asalto.

Ante la evidencia de la situación (una gran diferencia entre las fuerzas inglesas y españolas, falta de artillería y continuas deserciones), se decidió que capitular sería lo más conveniente. Aquella noche cesó el fuego enemigo y todas las familias de Portobelo, incluidos oficiales y el capitán del presidio, Sebastián Meléndez, huyeron al monte.

Al amanecer del día 3 de diciembre entraron los 6 navíos ingleses en el puerto, donde les esperaba el alférez de navío Francisco de Medina, encargado de presentar a Vernon el manifiesto para la negociación de la capitulación. Según sus cláusulas, el castillo de La Gloria y el resto de la plaza serían entregados con las siguientes condiciones:

  • la posibilidad de que la guarnición saliese del castillo de La Gloria con todo su armamento, además de conceder a los vecinos el privilegio de recoger sus enseres y poder tomar la dirección que deseasen;
  • que los soldados españoles fuesen escoltados por soldados ingleses;
  • poder llevar con ellos dos cañones montados sobre sus ajustes, con diez tiros de pólvora cada uno, y la mecha encendida;
  • que se entregara el castillo de la Gloria a los cuatro días de firmadas las capitulaciones;
  • el respeto debido a las imágenes y personas relacionadas con el culto;
  • respecto a la Marina, que se les entregaran dos fragatas y un paquebote con las que abandonar la plaza.

Vernon acepto los términos y ordenó respetar las haciendas de los civiles, en previsión de una buena relación con la población cuando Inglaterra sustituyese a España como poder regional. Los ingleses no tenían intención de quedarse en el lugar. Su misión era la de impedir que este fuese usado como enclave comercial por la corona española, pero sin tener que dejar tropa para defender lo conquistado y mermar así sus fuerzas.

Eufórico por la fácil victoria, o quizá decidido a quitarse la espinilla de La Guaira, o tal vez furioso porque no encontró ni rastro del oro que debía guardarse allí (pues había sido enviado de vuelta a Perú, en previsión de un ataque británico); Vernon ordenó entonces la destrucción sistemática de la ciudad, labor que se prolongó de forma impune durante meses. Los tres castillos fueron demolidos hasta los cimientos, los cañones desmontados y arrojados al mar, e incluso se destruyeron los baluartes que había junto al río Chagres. Tras esto, los buques ingleses levaron anclas y regresaron a Jamaica.

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Captura de Puertobelo por el almirante Vernon (3 de diciembre de 1739). Se aprecian los buques Burford (70), el Strafford (60) y el Worcester (60). Autor George Chambers

Secuelas del ataque

Portobelo no volvió a recuperar la importancia previa a este ataque hasta la construcción del Canal de Panamá, ya que la ruta de la Flota de Indias se modificó tras el ataque de Vernon. A partir de entonces la mayoría de los cargamentos procedentes de Perú se dirigieron directamente a las actuales Colombia y Venezuela, sin recalar en Panamá. También hubo un cierto aumento del tráfico que partía de Lima y llegaba a España tras bordear el cabo de Hornos y hacer escala en Buenos Aires.

A pesar de que el botín conseguido tan solo ascendía a unos 10.000 pesos destinados a la paga de la guarnición española. Las dos fragatas guardacostas fueron incorporadas a la escuadra inglesa con los nombres de Triumph (ex Triunfo) y Astraea (ex Astrea), y también la balandra. La Triumph (20) fue enviada a Inglaterra para dar noticia de su triunfo (muy adecuado, pensaría Vernon, que la fragata llevase precisamente el nombre de Triumph), a donde llegó en marzo de 1740. El éxito fue enormemente magnificado por la naciente prensa inglesa, la cual publicó toda clase de sátiras sobre las fuerzas españolas al tiempo que lanzaba vítores a Vernon.

Durante una cena en honor a este a la que asistió el rey Jorge II de Gran Bretaña, en 1740, se presentó un nuevo himno creado para conmemorar la victoria, “Rule, Britannia!”. Un vestigio de estas celebraciones puede aún encontrarse en el mapa de la ciudad de Londres: la conocida calle de Portobello Road, aunque urbanizada en la segunda mitad del siglo XIX, deriva su nombre de una granja situada anteriormente en el lugar, y denominada Portobello Farm en conmemoración de esta batalla.

El propio Vernon fue recibido como un héroe por el rey Jorge II y durante una cena en su honor se tocó por primera vez el actual himno nacional británico God Save the King.

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Medalla conmemorativa de la captura de Porto Bello en 1739. Anverso los bustos de Vernon y Brown escrito. “ADMIRAL • VERNON • AND • COMMODORE • BROWN”. Reverso 6 buques ingleses entrando en Portobello. Escrito “HE • TOOK • PORTO • BELLO • WITH • SIX • SHIPS • ONLY”

Paradójicamente, la fácil victoria en Portobelo acabó por perjudicar mucho más a Inglaterra que a España, puesto que los ingleses tomaron la deficiente defensa de Portobelo como un anticipo de lo que serían el resto de las acciones bélicas contra las plazas españolas. Esta circunstancia provocó en los mandos ingleses un peligroso exceso de optimismo, que les llevaría a cometer gravísimos errores tácticos con posterioridad. En medio del clima de euforia tras la toma de Portobelo, Vernon no tuvo problemas para demandar todos los barcos y hombres que quiso, con los que partió en 1741 para atacar Cartagena de Indias.

El 20 de diciembre de 1739 se celebró una junta de guerra en Cartagena a la que acudieron Blas de Lezo, Antonio Espinola, Francisco de Ovando y Solís, Pedro de la Cerda, Miguel de Lovio y Antonio Parra del Castillo. En ella se decidió no acudir a Portobelo debido al mal estado en que se hallaban los cuatro navíos que se encontraban en Cartagena, advirtiendo que la partida de las naves supondría dejar indefensa la ciudad.

Primer ataque a Cartagena de Indias (13-20 de marzo de 1740)

Tras el éxito de Portobelo, en diciembre de 1739 el almirante Vernon recibió el mando de una flota mucho más grande y de una fuerza militar terrestre de desembarco bajo el mando de Lord Cathcart. El primer objetivo era la captura de La Habana, donde los astilleros podían reparar y construir barcos para la campaña, pero lord Cathcart murió durante el viaje y Vernon consideró La Habana un puerto demasiado protegido para sus posibilidades, prefiriendo atacar Cartagena de Indias.

Cartagena de Indias era considerada tanto por él como por el gobernador de Jamaica, Edward Trelawny, un objetivo prioritario. Desde su llegada al Caribe, los ingleses habían intentado por todos los medios conocer el estado de las defensas de Cartagena sin conseguirlo. Incluso en octubre de 1739 Vernon había enviado a su primer teniente Percival junto con dos españoles a bordo del buque Fraternity, con la excusa de hacer entregar una carta a Blas de Lezo y otra al que en aquel momento era el gobernador de Cartagena, don Pedro Hidalgo. Percival aprovecharía para hacer un estudio pormenorizado de las defensas españolas, pero esto no fue posible porque como era previsible, Hidalgo prohibió la entrada del Fraternity en el puerto. Así pues, de nuevo con el objetivo de tantear las defensas españolas de aquella plaza, el 7 de marzo de 1740 Vernon partió de Port Royal al mando de dos brulotes, tres bombardas y un paquebote, llegando a aguas de Cartagena el 13 de marzo.

Blas de Lezo había llegado a Cartagena de Indias el 7 de marzo junto con el nuevo gobernador de la ciudad caribeña, el coronel Pedro José Fidalgo, así como con Melchor de Navarrete, recién nombrado teniente del Rey y comandante de la guarnición Fija de Cartagena. Lezo había sido nombrado teniente-general de la Real Armada, la función principal de Lezo era el mando de los guardacostas, aunque en realidad debía encargarse, subrepticiamente, de las defensas de la ciudad gracias a su dilatada trayectoria.

El virrey de Nueva Granada había fallecido el 23 de febrero de 1740, así que ante la amenaza británica don Blas de Lezo había asumido el mando interino de gobernador de la plaza de Cartagena de Indias a la espera de la llegada del nuevo virrey.

Tras los inevitables cambios del terreno por el paso del tiempo (que había transformado la línea de costa), la modificación de las entradas naturales al puerto y los respectivos planes de mejora fortificada a causa del asalto de 1697, Cartagena de Indias era vulnerable por cuatro lugares:

  • a) Por el sur, a través de Bocachica. En el siglo XVIII esta era la única entrada viable para todo tipo de buques hacia la bahía de Cartagena, como paso previo a la bahía interior. Quedaba muy al sur de la ciudad (a unos 11 kilómetros en línea recta con la ciudad), estrecha (unos 800 metros) y fácil de defender. El estrecho estaba protegido por el castillo de San Luis en Tierra bomba, reconstruido parcialmente entre 1714 y 1725 tras el desastre de 1697. Justo enfrente de este castillo se situaba el fuerte de San José, cuyas baterías bajas cerraban el angosto canal de Bocachica por el sur en la isla Barú. Estos dos fuertes protegían el acceso a la Bahía Exterior.
  • b) Por el oeste de la ciudad, mediante un ataque directo desde el mar. La Avenida del Mar del norte, al oeste de Cartagena y de cara al mar, protegía naturalmente las murallas, y los bajos arenosos hacían el desembarco en esta zona una operación de muy alto riesgo; ya que las tropas quedarían expuestas de lleno al bombardeo artillado de los baluartes de la ciudad (Santo Domingo, Santiago, y Santa Cruz).
  • c) Por el noroeste, a través de Bocagrande. Hasta mediados del siglo XVII esta había sido la entrada natural al puerto. Sin embargo, el oleaje en dirección noreste modificó en poco tiempo la línea de costa, haciendo aumentar los bajos y extendiendo la línea de costa en dirección al mar (unos mil metros). Además, hacia 1640 dos galeones portugueses quedaron varados aquí y con el paso del tiempo Bocagrande quedó cerrada excepto para chalupas y embarcaciones de muy poco calado. Hasta 1632 Bocagrande estaba flanqueada por dos castillos (Santángel y San Matías), pero al cerrarse la entrada fueron abandonados. Un desembarco en esta zona dejaría a las tropas sin coberturas navales y expuestas a las dos fortificaciones que protegían la bahía interior de Cartagena (Santa Cruz y San Juan de Manzanillo). Por esta zona se produjo el ataque de Drake a Cartagena en 1586.
  • d) Por el norte, mediante un desembarco anfibio en Playa Grande (a unos 8-9 kilómetros de la ciudad) y un movimiento en dirección sur hasta las murallas del enclave. Sin embargo, la alejada línea de costa haría el desembarco difícil y existían accidentes naturales que impedían o ralentizaban el avance, como el Caño de Juan de Angola. En esta zona no existían fortificaciones debido a la propia naturaleza arenosa del terreno y la insalubridad del medio acuático circundante. Pero si el ataque se producía por aquí, los enemigos quedarían igualmente expuestos al fuego de los baluartes de la ciudad hacia el norte (Santa Catalina y San Lucas).

La Bahía Interior estaba protegido por el castillo de Santa Cruz el Grande en Bocagrande , y el fuerte de San Juan el Manzanillo, en la península de Manzanillo. El castillo de Santa Cruz el Grande, se encontraba a medio terminar. Dos de sus cortinas estaban sin acabar, partes completas de los muros se mostraban descubiertas, los parapetos no tenían el espesor adecuado y las bóvedas interiores eran demasiado bajas y delgadas, inapropiadas para soportar un duro bombardeo. Ninguno de los baluartes de la ciudad había podido ser reparado o reformado desde 1735 por falta tanto de dinero como de materiales, y la última intervención que se hizo en el Castillo de Santa Cruz fue en época de Herrera, allá por 1728.

El acceso a la ciudad estaba protegido por el castillo de San Felipe de Barajas en la península de la Popa y el fuerte del Boquerón.

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Cartagena de Indias, probables ejes de ataque a la ciudad

Blas de Lezo y el gobernador Pedro Fidalgo habían llegado en el momento posible. Con el aire enrarecido por las constantes fricciones con los ingleses, las arcas casi vacías y todo por hacer, ambas autoridades pasaron revista a la situación de la guarnición a finales de 1737. Y el panorama no podía ser más desolador. No pudieron encontrar más de 150 soldados, 600 fusiles estropeados, 90 cañones de artillería (todos en pésimo estado), 90.000 libras de pólvora (de principios de siglo), y 14.000 balas de artillería. Un informe de ese mismo año indicaba que todas las fortalezas, castillos y baluartes de la ciudad disponían de un total de 207 cañones, cuando su número efectivo debía ser el doble. Las desesperadas peticiones de suministros y materiales (a España) y de dinero (a Santa Fe y Quito) fueron recurrentes e insistentes desde ese momento.

A lo largo de 1739 los esfuerzos se incrementaron pese a que los recursos aún eran muy escasos. Ese año tan solo llegaron 90.126 pesos en ayuda dineraria, que representaba el 70 % del costo total únicamente de la guarnición fija. Esto explicaría por qué el batallón no solo no incrementó su número, sino que disminuyó hasta las 508 plazas, mientras que los cañones de las fortificaciones pasaron a 219 piezas, sin duda gracias a las buenas artes de Lezo reparándolos. En abril de 1739 llegaron desde España 1.000 fusiles y 400 quintales de pólvora, absolutamente indispensables para armar correctamente al batallón ante los acontecimientos que se avecinaban.

Consciente de que el próximo objetivo sería Cartagena, Lezo elaboró varios informes solicitando desesperadamente fusiles, cañones, pólvora, balas, harina y toda clase de suministros, que jamás llegaron a tiempo. Sin embargo no se mantuvo inactivo, revisando los fuertes e instruyendo las fuerzas.

Vernon partió de Port Royal (Jamaica) el día 7 de marzo del año 1740 para atacar Cartagena de Indias. La escuadra estaba compuesta de 8 navíos de línea, 2 brulotes, 3 bombardas y 1 paquebote. Llegó frente a Cartagena de Indias el 13 de marzo, y fondearon en Playa Grande, a unos dos leguas (10 km) de la ciudad. Desembarcan botes para reconocer la costa, los fondos, las mareas, el terreno, observar las defensas, buscar zonas adecuadas para desembarcos, y sondear el paso hacia el interior de la bahía. Los navíos recorrieron, desde una distancia fuera del alcance de los cañones, toda la costa desde La Boquilla hasta Bocachica.

Después del reconocimiento, que duró cinco días, el día 18 de marzo, los buques ingleses abrieron fuego sobre la ciudad desde una distancia prudente, al mismo tiempo ordenó que las bombardas se acercasen un poco más a la plaza. Así Vernon exponía al fuego enemigo a buques secundarios en lugar de a sus grandes navíos de línea.

La intención de Vernon era quemar la ciudad y todo lo que en ella podía contenerse, ya que las bombas que lanzaron las bombardas eran incendiarias. También quería que las baterías de costa respondiesen a su cañoneo para así descubrir su número, potencia y posición. Pero lo hicieron torpemente, pues solo lograron incendiar tres casas. Es sabido que las condiciones del mar hacen que el frente marítimo de la ciudad sea una defensa natural.

Vernon estableció un bloqueo naval en el acceso a la bahía, pero no se atrevió a forzar el paso al interior. Lo que pretendía era provocar a Blas de Lezo, para que saliera con sus barcos a enfrentarse en mar abierto. Lezo conocía las motivaciones de Vernon, y dicha respuesta no llegó a producirse.

Mientras, continuaba con su agresión arrojando bombas y, finalmente, sus bombardas causaron daños considerables en edificios emblemáticos como el convento de La Merced y la Catedral.

Los cañones de las defensas españolas que estaban orientados hacia la costa no alcanzaban a las bombardas inglesas, quedando cortos sus tiros para desesperación de Lezo. No todos los cañones estaban dotados de cureñas con las rampas ingeniadas por Lezo, pues Blas había dispuesto este ingenio sobre todo en los lugares críticos, como era Bocachica.

Blas de Lezo incapaz de mantenerse inactivo, no le faltaban ideas y no tardó en poner el juego su gran iniciativa: el día 18 de marzo ordenó desmontar algunos cañones de 18 libras de sus navíos (que tenían mayor alcance que los cañones de los fuertes), transportarlos hasta una posición en tierra desde donde calculó que alcanzarían a las bombardas enemigas, y volverlos a montar en la posición elegida, ocultos entre la abundante vegetación del lugar. A continuación, se les incorporó a las piezas el mecanismo ingeniado por Lezo. Las rampas de madera que dispuso para utilizar con los cañones modificaban la elevación, alargaban el tiro y aumentaban la eficacia de la pieza, realizando el disparo con un mayor ángulo de elevación. Con este sistema disminuía la velocidad del proyectil, pero podía compensarse esta pérdida con una carga un poco mayor de pólvora, mientras que se incrementaba el alcance, que era lo que se pretendía.

Los británicos desembarcan 400 hombres, tratando de conocer las defensas de Bocagrande y la zona de Castillo Grande, también llamado Santa Cruz, lo que fue un fallido intento, fracasando completamente el desembarco, ya que fueron rechazados sin problemas por la guarnición española, muchos de los ingleses fueron hechos prisioneros.

El día 20 de marzo las bombardas inglesas se acercaron de nuevo a la costa a la distancia de seguridad que ya conocían para continuar su bombardeo, y de pronto fueron recibidas por el fuego de los proyectiles que lanzaban los cañones navales instalados en tierra. Los disparos fueron tan certeros que alcanzaron y ahuyentaron a las bombardas. Cinco de los buques ingleses también fueron alcanzados. No podían identificar el origen exacto del fuego ni el tipo de artefacto que los lanzaba. La artillería española, con sus tiros cruzados sorprendieron de tal modo a los ingleses que estos se vieron obligados a desistir en su empeño porque corrían el riesgo de acabar seriamente dañados incluso los navíos. Vernon no daba crédito a lo que veía y sin evaluar con detalle lo que estaba pasando ordenó alejarse para no exponer sus medios navales.

Tras tres días de bombardeo británico, en los que los ingleses habían lanzado 350 bombas sobre la ciudad, Vernon ordenó la retirada el día 21 de marzo, dejando a los navíos Windsor Castle (60) y Greenwich (50) en las proximidades con la misión de interceptar cualquier nave española que se aproximase. En opinión de Vernon, la misión había sido un éxito. El engreído vicealmirante escribió a Gran Bretaña, adonde notificó que hubiera tomado fácilmente Cartagena de Indias de haber contado con más buques de guerra y 3.000 hombres de desembarco.

Tras la marcha de los ingleses, Lezo dispuso una cadena con dos cables a la entrada de Bocachica entre el castillo de San Luis y el fuerte de San José. Proveyó al castillo de San Luis de hombres procedentes de sus buques y de 40 días de víveres. Finalmente, fondeó al buque Dragón (60) en la ensenada de Tierra Bomba y mandó fabricar dos baterías de seis y siete cañones en Pasacaballos “rodeada de agua para su mayor seguridad” y otra batería de seis cañones en el Varadero.

Destrucción de la fortaleza de San Lorenzo el Real del Chagres (22-24 de marzo de 1740)

Tras la destrucción de Portobelo en noviembre del año anterior, Vernon se dispuso a eliminar el último bastión español en la zona, atacando la fortaleza de San Lorenzo el Real del Chagres, situada a orillas del río Chagres y en las proximidades de Portobelo, en la actual Panamá. Esta fortaleza era base de barcos guardacostas españoles, y estaba defendida por tan solo 11 cañones y una treintena de soldados al mando del capitán de infantería Juan Carlos Gutiérrez Cevallos. Dentro del río se encontraban dos balandras españolas y un mercante, con una tripulación de 350 hombres.

Vernon con esta acción busca redondear la acción que el año anterior había realizado contra Portobelo y, al mismo tiempo, conseguir una fácil y rápida victoria que anulase el efecto de chasco que se había llevado en su primera visita a Cartagena de Indias.

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Ataque de Vernon a San Lorenzo el Real del Chagres (22-24 de marzo de 1740)

A las 3 de la tarde del 22 de marzo de 1740, una escuadra británica compuesta por los navíos Strafford (60), Norwich (60), Falmouth (50) y Princess Louisa (60), la fragata Diamond (40), las bombardas Alderney, Terrible y Cumberland, los brulotes Success (8) y Eleanor (10), y los transportes Goodly y Pompey, bajo mando del propio Vernon, comenzaba a cañonear la fortaleza española con las bombardas, para no exponer sus navíos. Por la noche se sumaron al bombardeo el resto de los buques. Ante la abrumadora superioridad de las fuerzas británicas, el capitán Cevallos rindió el castillo el 24 de marzo, tras resistir dos días.

Los ingleses capturaron el mercante Nuestra Señora de Guadalupe, cuya tripulación era 350 hombres y las dos balandras. A continuación dinamitaron lo que queda del castillo y se apropiaron de artillería y pólvora. Por último, abandonaron la plaza sin tomar ninguna otra medida adicional, e inmediatamente Vernon envió una balandra a Inglaterra para dar noticias, debidamente manipulados, al parlamento británico de su nueva gran hazaña, para mayor ensalzamiento propio, añadiéndose más gloria a la obtenida anteriormente en Portobelo.

Sin embargo, esta vez las noticias en Inglaterra no fueron bien recibidas ni por el Rey ni por el Almirantazgo. Se criticó de Vernon el hecho de que se esté alejando de la misión principal y emplease recursos en objetivos secundarios. El plan estratégico inglés contemplaba dos puertos fundamentales: La Habana y Cartagena de Indias, así como señalaba el estrangulamiento del istmo de Panamá tomando Portobelo. Otros objetivos importantes eran Veracruz, en Méjico, y Panamá. Pero Vernon ni siquiera lo ha intentado con Veracruz y, lo peor, no había obtenido ninguno de los dos puertos clave.

Después de la destrucción del fuerte, se dirigió hacia el punto de reunión de las fuerzas inglesas en el propio Portobelo, desde donde se dirigiría de nuevo a Cartagena de Indias.

Segundo ataque a Cartagena de Indias (3 de mayo de 1740)

Mientras los británicos mantenían sus fuerzas repartidas en el Caribe entre Portobelo y Cartagena, se producía en España un hecho que tendría un valor determinante con posterioridad: partían del puerto gallego de Ferrol los navíos Galicia (70) y San Carlos (60) transportando al teniente-general de los reales ejércitos Sebastián de Eslava y Lazaga que sustituiría a don Pedro Hidalgo como gobernador de Cartagena de Indias. Tras tener Vernon noticia de esto, envió inmediatamente a cuatro navíos de su flota a interceptar los buques españoles, pero estos consiguieron finalmente burlar la vigilancia británica. Entraron en el puerto de Cartagena el 21 de abril de 1740 y desembarcaron allí al nuevo gobernador y varias centenas de valiosísimos soldados veteranos.

El nuevo virrey llegaría el 24 de abril de 1740: era el teniente-general del real ejército Sebastián de Eslava y Lazaga, era caballero de la Orden de Santiago y comendador de la Orden de Calatrava, de 56 años de edad y amplia experiencia tanto militar como administrativa. Prácticamente había participado en todos los combates importantes de los últimos 40 años, pero a su llegada pronto empezaron las discrepancias con Blas de Lezo.

Tras el tanteo al que habían sido sometidas las defensas de Cartagena por parte de las fuerzas británicas en el mes de marzo, Vernon decidió regresar al mando de 13 buques de guerra y una bombarda con intención de tomar la plaza.

Los barcos ingleses se dedicaron a reconocer la ensenada de Barú, por lo que desde el principio parece que nuevamente van a posponer el verdadero ataque. Lezo, por su parte, se dirigió a Bocachica y formó con dos barcos una línea defensiva en la misma entrada, en una posición que resulta fácilmente visible por el enemigo. Allí esperó un tiempo, hasta que los barcos ingleses asoman al otro lado de Bocachica. Observaron y vieron a los barcos españoles perfectamente situados y en posición de combate, pero algo alejados.

Pronto se marcharon, rumbo norte. Pero antes de irse se tomaron su tiempo para reconocer la zona y realizar un ataque, quizás creyendo que podría tener éxito, como los realizados anteriormente en otras plazas españolas con defensas débiles. Intentarían forzar el paso de Bocachica y así comprobar sus defensas.

Lezo tenía la responsabilidad de la defensa, ya que Eslava acababa de llegar y aún no había tenido tiempo de hacerse cargo.

Vernon lanzó sus barcos a la mayor velocidad posible con los navíos más potentes en vanguardia para romper las defensas por la acumulación de fuego en cabeza, era una acción impetuosa y valiente. Lezo les dejó acercarse a la entrada de Bocachica, y cuando estaban dentro del alcance eficaz, comenzaron a recibir fuego de la artillería española desde todos los lados: desde la batería de varadero, desde el castillo de San Luis, el fuerte de San José y desde los navíos de Lezo. Y, de pronto, el navío en cabeza comprobó que había una cadena tendida a lo ancho del canal.

El buque abordó la cadena que impedía el paso, pero no consiguió romper ni sobrepasarla por tener los anclajes firmemente sujetos. Los buques ingleses quedaron situados a tiro de toda la artillería española. Para colmo, les falta espacio para maniobrar: el primer navío trataba de zafarse de la cadena mientras recibía fuego de los navíos de Lezo, fuego que el navío inglés no puede contestar debido a que se encuentra de proa.

El resto de la columna inglesa estaba detrás, detenida. A causa de los disparos españoles, uno de los navíos ingleses giró como un trompo, otro fue desarbolado del mastelero de gavia y, al final, los ingleses se zafaron de allí como pudieron. El navío inglés de vanguardia, atascado, tuvo que emplear sus botes y los del navío que le seguía para remolcarlo fuera de la zona de peligro.

Tras el fracaso, Vernon ordenó la retirada no sin antes haber arrojado unas 300 bombas sobre la ciudad. Vernon, una vez más sostuvo que el ataque británico no era más que una maniobra de tanteo, si bien la consecuencia principal de su acción fue poner en sobre aviso a los españoles.

El 31 de octubre de 1740, llegó a Cartagena de Indias la escuadra del almirante Rodrigo de Torres, procedente de España con una flota de 10 navíos, que llevaba tropas de refuerzo. A finales de enero de 1741, abandonó la plaza y se dirigió a La Habana tras realizar brevísima estancia en Santa Marta, dejando uno de sus navíos, el San Felipe (80) como refuerzo para la pequeña escuadra de Blas de Lezo.

Actitud de los franceses

En el mayor de los secretos zarpó una escuadra de Brest el 2 de septiembre de 1740, compuesta por 18 navíos al mando del teniente-general Antoine-Francois d’Antín y otra había salido ya el 25 de agosto desde Tolón con 12 navíos al mando de Rochalart. El punto de reunión se fijó en Santo Domingo, quedando en el Caribe 20 navíos, pues 6 debían regresar a Brest y 4 a Tolón. La escuadra de d’Antín llegó a la isla Martinica en el mes de octubre de 1740 desembarcando tropas y pertrechos, tras lo cual se dirigió a Port Louis, en la isla de Santo Domingo. En el mes de diciembre se unieron las dos escuadras francesas. En enero de 1741 zarparon las escuadras rumbo a Francia.

Los planes aliados eran los siguientes: la escuadra de Torres debía atacar a Vernon en igualdad o inferioridad del británico. Con la llegada de las escuadras francesas, eran ellos, Torres, D’Antín, Lezo, quien debían tomar las decisiones más adecuadas a cada momento, pero en resumen, debían derrotar a Vernon y atacar Jamaica antes de que llegaran las escuadras de refuerzo británicas. En diciembre de 1740, reunidas las escuadras de Torres y Lezo en Cartagena de Indias, se reciben órdenes desde Fointanebleau, donde el embajador español en París le comunica a Torres que las escuadras española y francesa deben colaborar en derrotar a Vernon. El virrey Eslava convocó una Junta en el Cabildo de Cartagena los días 12 y 13 de diciembre a la que asisten Torres y Lezo. Se determinó reunirse en Santa Marta para decidir allí cuál serían las futuras operaciones contra la escuadra británica, que se mantiene en aguas de Jamaica.

La llegada a Jamaica de la escuadra de Chaloner Ogle cambió la situación. La escuadra francesa había recibido órdenes de París de regresar a Europa. Francia no iba a exponer el sacrificio de tantos años en una batalla, pero el problema que tenía era justificar esa retirada ante la corte española. Para ello propuso nuevos planes encaminados a distraer tropas y navíos británicos de las Indias, atacando Escocia, Mahón y la escuadra de Haddock en el Mediterráneo. A los consejeros de Felipe V no les convenció esas propuestas. Si se atacaba Escocia, Holanda y Austria entrarían en conflicto, y para atacar Mahón y a la escuadra de Haddock bastarían las escuadras que se estaban armando en Europa, por lo que no había necesidad de retirar buques del Caribe. La orden de retirar las escuadras francesas fue del 7 de octubre, por supuesto sin el conocimiento del gobierno español, y antes de partir la escuadra de Ogle, aunque los franceses ya sabían que se iba a producir.

España volvió a encontrarse sola. La escuadra de Lezo regresó a Cartagena de Indias, a la que se incorporó el navío San Felipe (80) de la escuadra de Torres, mientras que Torres zarpó rumbo a La Habana; a cuyo puerto llegaría el 26 de enero de 1741 escoltando a los galeones, temiendo que La Habana fuese atacada por Vernon. Los franceses dejaron 7 navíos en el Caribe al mando del jefe de escuadra conde de Roquefueil. Era la oportunidad que Vernon estaba esperando. Lejos de Cartagena de Indias las escuadras de Torres y d’Antín, los británicos podían apoderarse de esta plaza, fundamental para sus aspiraciones.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2020-02-22. Última modificacion 2022-09-01.
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