Siglo XVIII Guerras Anglo-Españolas en el siglo XVIII (1726-48) Ataque de Vernon a Cartagena de Indias (13 de marzo-20 de mayo de 1741)

Organización del viaje

La extrema facilidad con que los británicos habían destruido Portobelo (que no recuperaría su importancia portuaria hasta la construcción del Canal de Panamá) condujo a un cambio en los planes británicos. En lugar de concentrar su siguiente ataque sobre La Habana con la intención de conquistar Cuba, como se había previsto, Vernon partiría otra vez hacia Nueva Granada para atacar Cartagena de Indias, puerto principal del virreinato y punto de partida principal de la Flota de Indias hacia la península Ibérica. Los británicos reunieron entonces en Jamaica la mayor flota vista hasta entonces, compuesta por 186 naves (60 más que la famosa Armada Invencible de Felipe II), con 10 navíos de tres puentes (más de 80 cañones), 28 navíos de línea (de 2 puentes), 12 fragatas y paquebotes de 20 a 50 cañones, 2 bombardas, 9 brulotes, y 130 buques de transporte.

La flota inglesa estaba formaba en tres escuadras:

  • Escuadra del vice-almirante Edward Vernon: con los buques Princess Carolina (80), Torbay (80), Chichester (80), Oxford (70), Burford (70), Deptford (70), Worcester (60), Strafford (60), y Princess Louisa (60); las fragatas Shoreman (40), Squirrel (20), Seahorse (20); brulotes Eleanor (10), Vulcan (8), Cumberland (8), Strombolo (8), Success (8); la bombarda Alderney (6 + 2 de 13 ”); y el tender Pompey.
  • Escuadra del contraalmirante Chaloner Ogle: con los buques Princess Amely (80), Russell (80), Norfolk (80), Shrewsbury (80), Jersey (60), Rippon (60), York (60), Tilbury (60), Windsor (60), y Litchfield (50); las fragatas Experiment (20), y Sheerness (20); los brulotes Phaeton (8), y Vesuvius (8); la bombarda Terrible (6 + 2 de 13 ”); el ténder Goodly.
  • Escuadra del comodoro Richard Lestock: con los buques Boyne (80), Suffolk (70), Prince Frederick (70), Hampton Court (70), Lion (60), Montagu (60), Dunkirk (60), Defiance (60), y Weymouth (50); las fragatas Astrea Prize (20) y Wolf (10), los brulotes Aetna (8), y Firebrand (8); el tender Virginia Queen.

Además participaron, sin estar integrados en ninguna escuadra: las fragatas Anglesea (40) y Ludlow-Castle (40); las corbetas Cruizer (8) y Spence (8); los buques hospital Scarborough (18) y Princess Royal (18) y el tender Elizabeth.

A bordo de las cuales iban 2.620 piezas de artillería y más de 27.000 hombres; entre los que se incluían 10.000 soldados británicos encargados de iniciar el asalto mandados por el brigadier Wentworth, 12.600 marineros, 1.000 macheteros esclavos de Jamaica para fajinas y 4.500 milicianos de Virginia entre los que se encontraba Lawrence Washington, hermanastro del que sería padre de la independencia de Estados Unidos.

Los siguientes buques, incluidos por varias informaciones en el orden de batalla, no llegaron a participar en el asedio por los motivos que se indican:

  • El Cumberland (80). Se averió en el tránsito entre Spithead y Portugal, quedándose en Lisboa reparando (no hay que confundirlo con el brulote del mismo nombre).
  • El Buckingham (70), el Prince of Orange (70) y el Superb (60) resultaron dañados por una fuerte tormenta durante el tránsito a las Indias y no llegaron a tiempo. El Superb (60) se incorporó a Cartagena el 3 de mayo, solo para la evacuación.
  • El Augusta (60). Salió de Jamaica hacia Cartagena en la escuadra de Lestock, pero encalló a la salida de Port Royal, rompió el timón y tuvo que volver a puerto.

Las fuerzas de desembarco estaban compuestas por:

  • 6 RIs de Royal Marines, cada uno de ellos con 10 Cías de 100 hombres, que con los oficiales sumaban 6.930 (RI-1 de marines del coronel Wolfe, RI-2 del coronel Robinson, RI-3 del coronel Lowther, RI-4 del coronel Wynyard, RI-5 del coronel Cochrane, y RI-6 del coronel Moreton).
  • 4 RIs de Infantería, cada uno de ellos con 815 hombres, sumando 3.260 (el futuro RI-24 del coronel Wentworth, el RI-15 del coronel Harrison, el RI-34 del coronel Cavendish, y el RI-36 del coronel Fleming).
  • El RI americano del coronel Gooch, basado en Virginia (más tarde RI-43), formado por 4 BIs de colonos americanos voluntarios, divididos en 36 compañías dirigidas por oficiales ingleses de 114 hombres cada una, totalizando con la plana mayor 4.300 hombres de las colonias (Pennsylvania, Nueva York, Massachusetts, Virginia, Carolina del Norte, Nueva Jersey, Maryland, Connética y Rhode Island). Entre ellos se encontraba el capitán Lawrence Washington, hermano mayor del futuro presidente, con los voluntarios de Virginia
  • Otros como 200 voluntarios americanos independientes, un destacamento de las islas de Sotavento de 300 hombres, y 1.000 negros esclavos macheteros.

La difícil tarea de defender la plaza corrió a cargo del veterano marino Blas de Lezo, curtido en numerosas batallas navales de la guerra de Sucesión Española en Europa y varios enfrentamientos con los piratas en el mar Caribe y Argelia. Apenas contaba con la ayuda de Melchor de Navarrete y Carlos Desnaux, una flotilla de 6 naves: la nave capitana Galicia (70) más los buques San Felipe (80), San Carlos (60), África (60), Dragón (60) y Conquistador (60); y una fuerza de 3.000 (1.500 soldados regulares de los RI España (12 Cías), RI Aragón (12 Cías) y 12 Cías de los RIs Toledo, Lisboa y Navarra, 500 hombres RI Fijo de Plaza (9 Cías) o y 300 de milicia urbana (5 Cías), a la que se unieron 600 indios flecheros del interior), a estos se sumaron las tripulaciones de los barcos cuando fueron hundidos (unos 600).

Para repeler los ataques enemigos, el entorno defensivo de Cartagena de Indias contaba con un buen entramado de posiciones bastante bien artilladas, aunque en general sus soldados de guarnición eran escasos para afrontar con ciertas posibilidades un ataque de tal potencial. El conjunto de estos puntos defensivos estaba constituido por un número total de 6 baterías medias, 2 de grueso calibre en el revellín y las murallas, 7 baluartes, 3 fuertes y 2 castillos o fortalezas. En teoría, todo este sistema defensivo, debería estar artillado para cumplir con eficacia la defensa de la plaza, con 620 bocas de fuego; pero a pesar de haber instalado en las defensas incompletas de esas posiciones, alrededor de la mitad de las piezas navales de la escuadra de Lezo, en el momento del ataque inglés solamente se hallaban bien instalados y en estado operativo alrededor de 400 cañones de muy variados calibres.

Llegada de los ingleses a Cartagena

A las nueve de la mañana del día 13 de marzo de 1741, se avistaron en el horizonte a la altura de punta Canoa, al norte de las murallas de la ciudad de Cartagena de Indias, las primeras velas de varios buques desconocidos que lentamente se aproximaban. Identificaron que eran dos navíos de línea y a una fragata de indudable línea inglesa. La avanzadilla de la escuadra inglesa fondeó a unas tres millas (5 km) de Punta Canoa. Los buques fueron identificados como el Weymouth (50) y el Superb (60), y la corbeta Spence (8), de esta última sin apenas pérdida de tiempo arriaron varias chalupas y sus tripulantes armados con solo sus consiguientes escandallos de plomo empiezan a sondear las zonas próximas a sus posiciones, tratando encontrar un fondeadero adecuado para toda la escuadra.

Al día siguiente, sobre las nueve de la mañana, la corbeta Spence (8) trató de dar caza, sin conseguirlo, a una balandra que traía un despacho del gobernador francés de Leozan. Entrando en el puerto por el canal de Bocachica, e informó al virrey Eslava del peligro de ataque de una flota británica.

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Llegada de la flota del vicealmirante Edward Vernon a Cartagena de Indias el 15 de marzo de 1741

La imponente flota del vicealmirante Edward Vernon llegó a la bahía de Cartagena después, y ordenó las maniobras oportunas para que las naves inglesas situaran sus flancos frente a las defensas de Cartagena.

El 15 de marzo, llegaron los primeros buques ingleses a Playa Grande y dos días después fondearon sobre la misma playa los 195 navíos, pertenecientes a las tres escuadras. Lezo embarcó en el navío Galicia (70), ordena largar velas y junto al San Carlos (60), el África (64) y el San Felipe (80) se dirige a Bocachica, y envió a los buques Dragón (60) y Conquistador (60) a Bocagrande; estos navíos, anclados, podían hacer fuego únicamente desde una de las bandas, por lo que Lezo ordenó que fuese desembarcada parte de la artillería de sus navíos con el fin de formar baterías en tierra allá donde se necesitasen, incluyendo parte de la dotación para servir los cañones.

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Blas de Lezo observa a la flota británica de Vernon desde su buque insignia el Galicia. Autor: Antonio Navarro Menchón.

Al llegar, envió un despacho al virrey solicitándole que se avisase al gobernador de la ciudad de Santa Marta para que aún no saliese de allí la escuadra de Rodrigo de Torres a auxiliar a Cartagena de Indias. El almirante Rodrigo de Torres había abandonado Cartagena de Indias y se había dirigido a Santa Marta, que se encontraba a solamente un día de navegación. Lezo ignoraba en esos momentos que Torres ya no estaba en Santa Marta. Esta información sí había llegado a conocimiento del virrey Eslava pero este no se la había comunicado aún a Lezo.

El 17 de marzo a media mañana, 6 navíos ingleses se separan del resto de la flota y costeando hacia el suroeste se sitúan delante de Tierra Bomba, no se acercan más porque ante el fuego de las baterías costeras se alejan y fondean fuera de alcance de los cañones de Bocachica.

El domingo 19 de marzo, los ingleses continuaron sin disparar y estudiaban la zona de operaciones, salvo el buque Princess Amely (70), que tomó posición frente a la batería de La Chamba efectuando sobre la misma un feroz bombardeo. Realizó su cometido con tal intensidad y atino que a los servidores de las piezas costeras prácticamente no les dio tiempo a defenderse ni a efectuar un solo disparo. Los 7 cañones allí emplazados y sus parapetos defensivos, fueron completamente destruidos. Una vez silenciada la batería de la Chamba, dos navíos ingleses de 70 cañones fondearon enfrente de Boca Grande e iniciaron mediciones y sondeos, con el propósito de obtener datos necesarios, que favorezcan el desembarco de sus tropas de infantería.

Por la tarde toda la armada inglesa quedó anclada en la Punta de Hicacos, muy cerca del puerto de Cartagena; donde estaban los buques españoles el Dragón (60) y el Conquistador (60) que impedían el paso a la bahía Interior de Cartagena por Bocagrande.

Batalla de Bocachica (20 de marzo al 6 de abril de 1741)

Al día siguiente 20 de marzo, se inició la gran batalla. Al amanecer, toda la armada inglesa, excepto los tres navíos que permanecían desde hacía días en La Boquilla, pusieron rumbo suroeste y navegan hacia Tierra Bomba. Llegados a su destino se posicionaron con gran orden y fondearon perfectamente alineados de acuerdo con la estrategia prevista, cuando por fin terminaron de maniobrar cada embarcación estaba fondeada en una posición determinada, según la función asignada.

El primer objetivo de Vernon, era destruir la batería de Chamba que contaba con 4 cañones. Perdieron el tiempo en bombardear una defensa inexistente porque la batería, a pesar de la preocupación de Lezo por un posible desembarco, por orden del virrey Eslava había sido abandonada dos días antes y retirados sus 4 cañones. Cinco navíos ingleses Norfolk (80), Russell (80), Shrewsbury (80), Princess Amelia (80) y Litchfield (50) sometieron a un fuerte bombardeo a la batería.

Después se dirigieron a las baterías de Santiago de 9 cañones y San Felipe con 7 cañones, pues si lograban arrasarlas por medio de un intenso fuego naval sus tropas de asalto podrían desembarcar sin estar expuestas al fuego de las baterías costeras.

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Ataque de Vernon a Cartagena de Indias 1741. Movimientos ingleses

El capitán de fragata Lorenzo Alderete que también mandaba la batería de La Chamba destruida el día anterior, solo disponía para repeler el inminente ataque de 9 cañones en la batería de Santiago y de 7 en la de San Felipe de Bocachica con un total de 80 hombres entre soldados y artilleros.

Una vez que la escuadra atacante acabó de posicionarse y fondeó, comenzaron el ataque sobre las 12:00 horas los navíos de línea Norfolk (70), Russel (80) y Shrewsbury (80). Comenzaron a acercarse a la costa en formación abriendo fuego contra el fuerte de San Felipe (7) para impedir en lo posible el fuego costero de réplica, dado el estado de destrucción del fuerte, Lorenzo Alderete ordenó replegarse al fuerte de San Luis. La retirada se realizó en perfecto orden y no sin antes de abandonar el fuerte, quemar la pólvora y clavar o inutilizar los cañones para que no pudieran ser reutilizados por el enemigo.

Una vez destruida la batería de San Felipe (7), los 5 buques se dirigieron a la batería de Santiago (9), que sí tuvo ocasión de abrir fuego. Aunque sus disparos no causaron graves daños a los navíos Norfolk (70) y Russel (80), que solamente tuvieron 6 muertos; el Shreswbury (80) perdió el timón de un certero disparo de las baterías españolas y, con grandes dificultades en su gobierno, fue empujado por el viento hacia el canal de Bocachica. Allí se puso a tiro de los cañones del castillo de San Luis, la batería de Varadero y los cañones de los navíos de Lezo, que no desaprovecharon la ocasión para machacarlo. Sus mástiles quedaron destrozados y el casco como un queso de gruyere. El navío inglés salió del atolladero al ser remolcado por botes a remo. El navío quedó enteramente destrozado y desmantelado, habiendo recibido 240 balazos, 16 de ellos a ras de agua con 20 muertos y 40 heridos en su tripulación.

Los ingleses pudieron desembarcar 500 granaderos al mando del teniente-coronel Cochrane y conquistar posteriormente la batería sin apenas esfuerzo. Alderete se retiró de la batería de Santiago y trasladó al castillo San Luis todos los pertrechos y pólvora que pudieron transportar, pero que antes de abandonar definitivamente el fuerte, clavó los cañones y quemó el resto de explosivos, municiones, almacenes y depósitos y finalmente envenenó los pozos y aljibes.

Tras el desembarco de Cochrane, las condiciones del mar empeoraron, y el desembarco fue suspendido, al día siguiente continuaron con las tropas del coronel Wolf y los RIs de Wenworth y Guise. Al mismo tiempo numerosos buques de transporte descargan gran cantidad de pertrechos, y cañones de artillería. Las tropas desembarcadas en Tierra Bomba emplazaron una batería de 12×24 al pie de la destruida batería de Santiago, otra de 12 morteros y una más al noroeste del castillo de San Luis.

El castillo de San Luis de Bocachica tenía planta cuadrada con cuatro bastiones y foso, 49 cañones, 3 morteros y una guarnición de 300 soldados mandados por el ingeniero jefe Carlos Desnaux. Al otro lado de Bocachica estaba el fuerte de San José con 13 cañones y 150 soldados, y entre ambos los 650 metros de anchura del canal de Bocachica estaban bloqueados por una cadena y cuatro navíos de línea españoles. Desde el mar, el castillo de San Luis y sus defensas complementarias, constituían un conjunto casi inexpugnable, pero desde tierra la cuestión era muy distinta. En el lado del castillo lindante con el canal estaba poco fortificado, su artillado no era en absoluto comparable al emplazado en las demás murallas y en los planes defensivos del castillo, nunca se había previsto un posible ataque desde Tierra Bomba.

Esa misma los ingleses destacaron 4 navíos de línea a los que enseguida se unieron otros 3 más y en perfecta formación de combate contra el castillo de San Luis, los defensores no abrieron fuego hasta que el enemigo estuviera cerca. Los navíos ingleses confiados en su superioridad y potencial de fuego se mostraron poco precavidos y se aproximaron demasiado a la costa para así realizar con mayores garantías la misión encomendada; sin embargo, fueron alcanzados por el fuego preciso de los defensores, y solo al anochecer otros barcos ingleses pudieron retirar remolcados a cuatro de estos navíos muy seriamente dañados.

Al amanecer las bombardas Alderney y Terrible artilladas con morteros de grueso calibre, acompañadas por sus barcos auxiliares reemplazaron a los navíos de línea en el bombardeo. A partir de entonces, los bombardeos fueron de 24 horas, se sucedieron diariamente contra todas las posiciones del castillo. Los navíos encargados de ejecutar los ataques diurnos se relevan de cuatro en cuatro y por las noches las bombardas remplazan a los barcos de guerra y con sus grandes morteros continuando la misión de demoler el castillo.

El 21 de marzo, general Wentworth, máxima autoridad de las fuerzas terrestres inglesas, desembarcó y mandó asentar y apuntar los cañones para empezar a batir las murallas de San Luis desde tierra.

El 22 de marzo, los 4 buques que estaban bombardeando en el castillo, fueron arrastrados por las corrientes y se acercaron al castillo, los defensores abrieron fuego desde San Luis y desde la batería de Varadero, causando graves daños a 2 de ellos; también fueron alcanzados por los buques Galicia (70) y África (60), Vernon viendo en peligro a los dos buques, envió 7 más para sacarlos del apuro.

El día 23 de marzo, los negros macheteros acabaron las obras y se finalizó el asentamiento de la primera batería de asalto, su emplazamiento definitivo se había posicionado detrás de la zona donde se instalaría el campamento británico. A partir de ese momento los jamaicanos reanudaron las obras de alojamiento anteriormente interrumpidas y empezaron a levantar las instalaciones donde acamparían las tropas, que estaban a la vista desde el castillo. Los defensores giraron los cañones y comenzaron a bombardear el asentamiento artillero y el campamento, causando bajas a los ingleses.

Vernon cada vez más impaciente por entrar en la bahía, envió al navío Rippon (60) a bombardear la batería de Varadero para silenciar cuanto antes aquel importante bastión de apoyo a San Luis. Además, durante el consejo de guerra de la noche, se dispuso que a primeras horas de la mañana atacase nuevamente el comodoro Lestok. Este a bordo de su navío Boyne (80) y acompañado por los navíos Princess Amely (80), Prince Frederick (70), Hampton Court (70), Sulffolk (70) y Tilbury (60) se aproximarían aún más al castillo, para proseguir con el acostumbrado bombardeo, que esta vez según sus órdenes se efectuará desde corta distancia.

Aquella misma noche cuando alrededor de las 24:00 horas, Vernon conoció el bombardeo sufrido por sus infantes de marina, ordenó incrementar la ofensiva desde tierra. Para ello mandó desmontar de sus barcos 20×24 cañones y desembarcarlos en la playa, y junto a una batería de gruesos morteros; formar con todas estas piezas y con los trenes de asalto ya situados en tierra, un conjunto artillero de gran capacidad de fuego, al que con su arrogancia característica bautizó con el espectacular nombre de “La Gran Batería”. Este poderoso material de guerra fue consignado al general Wentworth y con la orden tajante de emplazar con la máxima urgencia todo este conjunto artillero.

A la mañana siguiente, cuando los navíos británicos más cerca de lo habitual abrieron fuego contra el castillo recibieron por respuesta una serie de disparos, no solo desde el fuerte de San Luis; sino también desde la batería de San José situada en el islote de Barú (isla Draga) al otro lado de Boca Chica. A estos disparos rápidamente se sumaron las enérgicas andanadas largadas desde los navíos, Galicia (70), África (60), San Carlos (60) y San Felipe (80). En la lucha siguiente, el Boyne (80) fue muy seriamente dañado se vio obligado a retirarse; poco después lo hicieron el Prince Frederik (70) y el Suffolk (70). Los tres bastante mal parados y con bajas tan sensibles como la del comandante del primero, lord Beauclerk uno de los mejores oficiales de la marina de guerra inglesa y la del jefe de los ingenieros Moore. Para escapar de tan eficaz bombardeo, los otros tres navíos largaron velas y se alejaron a todo trapo de Boca Chica. Tampoco la misión encargada al Rippon (60) atuvo el éxito deseado, las baterías que pretendía destruir le mantienen alejado de la costa y desde aquella distancia de seguridad, muchos de sus disparos ni siquiera alcanzan a los parapetos de la batería.

Las bajas sufridas en el fuerte San Luis, apenas fueron percibidas por los ingleses, pues los muertos y los heridos eran trasladamos al anochecer a Cartagena a bordo del buque África (60) e inmediatamente se sustituían las bajas, también los desperfectos sufridos durante el día eran reparados durante la noche.

El viernes viernes 24 de marzo, el vicealmirante inglés a bordo de su nave capitana celebró un consejo de guerra y como cada vez estaba más nervioso exigió a sus mandos que las nuevas acciones militares a emprender fueran ya las definitivas. La primera decisión adoptada en ese consejo fue la de acallar de una vez por todas, las baterías de El Varadero y Punta Abanico, emplazadas en isla Barú e isla Abanico; pues cuando cruzan su fuego con las de San Luis eran las causantes en gran parte de las excesivas pérdidas navales sufridas por sus barcos.

Para llevar a cabo esta misión específica y destruir de una vez por todas al buque Princess Amely (80), seriamente dañado desde el combate del día anterior junto con el Litchfield (50) y la fragata Shoreham (32). El ataque conjunto de estos tres navíos sometió a las baterías a un bombardeo de más de cinco horas y resultó tremendamente efectivo, cumpliendo su objetivo marcado y destruyendo las baterías; sin embargo, los ingleses cometieron el inexplicable y gravísimo error de no rematar su misión y no se molestaron en ocuparlas a continuación. Cuando se retiraron los barcos atacantes, Blas de Lezo envió un barco para retirar los muertos y heridos, reconstruir los parapetos con tierra compactada, y con restos de barcos asentar los cañones que no han sido totalmente destruidos, y transportar desde el castillo de San Luis otras piezas de artillería. Al amanecer, las baterías estaban de nuevo operativas.

El bombardeo contra el fuerte de San Luis era constante y nada alteraba la rutina diaria, los cuatro navíos ingleses que bombardean el fuerte eran sustituidos cada seis horas por otros cuatro mantienen durante todo el día su frecuencia normal de andanadas. Los trabajos para asentar la Gran Batería avanzaban a un ritmo mucho más lento que el deseado por Vernon, el nuevo jefe de los ingenieros militares, sustituto del fallecido Moore, trabaja obsesionado ante la posibilidad que un contraataque sorpresa de los defensores de San Luis le cogiera desprevenido. Preocupado por paliar este posible evento a cada yarda construida la dotaba de inmediato de unos refuerzos tan exagerados como si se tratase de una primera línea defensiva. Tan exageradas precauciones los trabajos de implantación de la Gran Batería se realizaban con gran lentitud y sigilo.

El día 25 de marzo, Lezo propuso abandonar el fuerte y hundir los barcos para bloquear la entrada a la bahía, pero el virrey Eslava se negó a ello; pues era partidario de la defensa cerrada a base de fortificaciones, el Virrey creía que la flota española anclada en la Habana, atacaría a los ingleses por retaguardia.

El día 27 de marzo, entraron en acción por primera vez las baterías de cañones y morteros, realizando unas cuantas descargas de prueba.

El martes 28, con las primeras luces del amanecer el mando inglés envió a 13 navíos más para incrementar el potencial de fuego en su bombardeo naval e intentar otra vez destruir definitivamente la “resucitada” batería de Punta Abanico. Al mismo tiempo, las baterías de tierra disparan con mayor intensidad y además durante la noche avanzaron sus piezas a posiciones más próximas al castillo y era tal la lluvia de fuego y metralla que caía sobre el castillo, que a los pocos defendían les pareció un verdadero infierno.

Vernon decidió quitar de en medio esas molestas baterías españolas. Pero no lo haría con sus navíos, ya que no quería exponerlos al fuego, sino que ordenó una acción de comando a realizar mediante un desembarco a unos 800 metros del lugar donde se encuentra emplazada la batería de Punta Abanicos, para tomarlas al asalto desde tierra. Así, en la primera hora del 30 de marzo, al mando del capitán de navío Thomas Watson, desembarcan 200 soldados y 300 marineros en el lugar indicado.

La pequeña batería española de Varadero, al mando del alférez de navío Gerónimo Loyzaga, disponía de solamente 4 cañones y 15 hombres. Los españoles intentaron variar la dirección de los cañones al verse atacados por un flanco, pero no pudieron resistir mucho tiempo. Los ingleses consiguieron tomar la posición española cuando Loyzaga y sus hombres se habían retirado hacia al fuerte de San José.

Lezo se percató de las intenciones enemigas y para reforzar las baterías envió de inmediato en dos botes un grupo de soldados para reforzar la posición.

A continuación los ingleses se dirigieron a tomar la batería de Punta Abanicos de 14 cañones. Vernon ordenó al capitán Jolly que se acerase con su navío Rippon (60) lo más posible para destruirla; la batería fue sometida a un fuerte bombardeo tras el cual solamente quedaban operativos 2 cañones y unos 15 hombres, que resistieron con fuego de fusilería el ataque por tierra, pero finalmente, se retiraron también hacia el fuerte de San José. La batería fue ocupada por los ingleses para evitar su reactivación.

Con la caída de esta dos baterías, a los ingleses se les abría camino hacia última de ellas, el fuerte de San José. Pero lo pensaron mejor: si se dirigían hacia ella caerían bajo el radio de acción de la propia batería y de los navíos de Lezo. Así que se conformaron con haber desalojado a los españoles de las dos baterías costeras que tanto molestaban a Vernon. Cuando el teniente británico al mando de los expedicionarios comprobó que la isla ya está despejada de enemigos hizo las señales convenidas para iniciar el desembarco de las tropas de inglesas, que ocuparon sin ninguna oposición todo el norte de la isla de Barú.

El día 1 de abril, los ingleses desplazaron la Gran Batería mas cerca de las murallas, al día siguiente los 20 fue secundado por las andanadas disparadas desde los navíos ingleses, consiguieron abrir brecha en las murallas.

El comodoro Lestock, con los navíos Boyne (80), Princess Amelia (80), Prince Frederick (70), Hampton Court (70), Suffolk (70) y Tilbury (60) iniciaron el ataque por mar el 2 de abril, siendo recibidos por los disparos de los castillos de San Luis y San José y los cuatro navíos españoles. El contralmirante Ogle, con otros cuatro navíos, debía apoyar a los buques de Lestock. El fuego británico fue contestado también por la nueva batería de Punta Abanicos, que había vuelta a ser reactivada, siendo destacado el Princess Amelia (80) para destruir dicha batería. El navío Boyne (80), que se encontraba más al sur, se sotaventó y sufrió un duro castigo, teniendo que retirarse al llegar la noche. El Prince Frederick (70) y el Hampton Court (70) siguieron disparando durante la noche, pero antes del amanecer estaban tan destrozados que Vernon ordenó su retirada.

El Suffolk (70) y el Tilbury (60) estaban fondeados más al norte y sufrieron menos, aunque su efectividad contra el castillo de San Luis fue casi nula. Mientras tanto, Blas de Lezo enviaba al castillo todos los recursos disponibles, mientras sus navíos no dejaban de disparar. Solamente el día 2 de abril el navío Galicia (70) efectuó 760 disparos. El 3 de abril fondearon cerca de Punta Abanicos los navíos Princess Amelia (80), Litchfield (50) y la fragata Shoreham (40) para apoyar un nuevo desembarco de tropas al mando del capitán de navío Watson, consiguiendo destruir, por segunda vez, la batería española.

Una bomba inglesa cayó en el polvorín del castillo de San Luis, haciendo estallar la pólvora y municiones (ya escasas) que quedaban. Todos sabían ya que la caída del castillo de San Luis era cuestión de horas. La posición se ha tornado absolutamente insostenible después de haber aguantado durante muchos días un bombardeo con una media de 62 bombas cada hora. Según anotó el propio Blas de Lezo, 18.000 cañonazos y más de 6.000 bombas fueron lanzadas contra el castillo de San Luis de Bocachica.

El día 3 de abril, los ingleses enviaron al primer pelotón de asalto formado por un sargento, 12 granaderos y 20 soldados, todos ellos voluntarios, se dirigieron hacia la brecha abierta por su artillería y empiezan a escalar las derruidas murallas del castillo de Luis y cuando quedó manifestada la débil respuesta presentada por los defensores, prepararon el asalto general.

La noche del 3 al 4 de abril se celebró un consejo de guerra a bordo del navío Galicia (70) el virrey Eslava y Blas de Lezo. Los dos comandantes estaban heridos, Eslava en una pierna y Lezo en una mano y en el muslo. Esa misma noche se enviaron al castillo de San Luis y al fuerte de San José fuerzas españolas para cubrir la retirada de sus defensores.

El general Wenworth realizó el 4 de abril el asalto definitivo al castillo, mientras Vernon, para apoyarle, desembarcó tropas la tarde del 4 de abril en Punta Abanicos. El avance británico fue en tres columnas al mando del general Blakeney. El coronel de ingenieros Carlos Desneux trató de rendirse izando la bandera blanca, pero los británicos siguieron disparando y Desnaux no tuvo más remedio que retirarse con sus hombres a la playa del canal para ser embarcados en las lanchas y llevados a Cartagena.

Perdido el castillo de San Luis, los ingleses empezaron a penetrar por el canal. Ocuparon el fuerte de San José, una posición ya vacía, pues ha sido evacuada poco antes. Los botes que transportan hombres y material remaban con todas sus fuerzas hacia la ciudad. La evacuación mediante los botes se había organizado en tres oleadas: una con Eslava, otras con Desnaux, y la tercera con Lezo.

Lezo sacrificó sus cuatro navíos tratando de cerrar la entrada a la bahía. Hundir los navíos en el lugar adecuado y sin personal especializado era una tarea bastante complicada, sobre todo cuando se dispone de muy poco tiempo y todo son prisas.

Dos de ellos fueron amarrados junto al buque mercante Jardín de La Paz, para cerrar más eficazmente la entrada, se prendieron fuego, pero el capitán por desgracia olvidó que el mercante albergaba en sus bodegas 40 barriles de pólvora. Cuando prendió fuego al citado transporte, el barco empezó a arder y estalló en mil pedazos. El fuego se propagó a los navíos atracados a su costado el África (60) y el San Felipe (80), que no pudieron ser barrenados por el incendio; solo la tripulación del San Carlos (60), pudo cumplir con su cometido, el buque Galicia (70) cayó en manos de los ingleses, junto con 11 oficiales y 40 soldados de la marina antes de poder barrenarlo. Los británicos remolcaron el navío Galicia para dejar paso a los buques británicos.

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Batalla de Cartagena de Indias (1741). Hundimiento del buque San Felipe.

Los primeros navíos de la armada inglesa entraron al interior de la bahía, sin grandes dificultades se abrieron paso por el canal, con solo sortear al buque San Carlos (60) hundido en las aguas de entrada y evitar los restos del África (60) y San Felipe (60), que aún estaban ardiendo. En este mismo momento, los navíos ingleses Burford (70), Oxford (70), Weymouth (50), Cruizer (8) y Wocester (60) entraron en la Bahía Interior, y anclaron lejos del alcance de los cañones españoles.

Por la tarde de ese mismo día entraron los navíos Weymouth (50) y Cruizer (8) para destruir dos baterías de 8 y 4 cañones situadas en Pasacaballos. El Cruizer (8) penetró hasta la ensenada y se apoderó de cuatro grandes barcazas.

Vernon había necesitado 16 días de combate y la pérdida de 700 hombres para doblegar a los 400 defensores del castillo de San Luis. Desde el 20 de marzo, hasta el 6 de abril, el castillo recibió el impacto de 6.068 bombas y 18.000 cañonazos. Hasta tal punto fue importante su resistencia que Vernom se había planteado la posibilidad de abandonar el asedio.

Desembarco de los ingleses (7 al 18 de abril 1741)

Con la Bahía Exterior ocupada por la flota británica, abierto el paso hacia la Bahía Interior, Vernon reagrupó sus barcos y decidió establecer su cuartel general en Punta Perico, que estaba situada en un extremo de Tierra Bomba; una posición privilegiada para observar el desarrollo de las operaciones porque desde allí se divisaba el castillo Grande o de Manzanillo y toda la Bahía Interior cartagenera.

Vernon tenía opciones. Una era repetir la acción que había realizado Drake en 1586: un ataque directo, avanzando por la zona de La Caleta en dirección a las murallas y baluartes de la ciudad en su zona sureste. La gran diferencia es que cuando atacó Drake no había murallas. Para atacarlas con eficacia y no perder semanas como en Bocachica, Vernon tendría que apoyar a las tropas de tierra con masivos bombardeos navales, mucho más intensos que en aquel canal, y esto exigía exponer abiertamente sus navíos, cosa nada convincente para él. El vicealmirante, con la experiencia de Bocachica aún reciente, consideraba que las fuerzas navales había que preservarlas para operaciones futuras.

Otra diferencia, muy importante, es que se habían iniciado las primeras lluvias, pues se iba acercando el final de la época seca en Cartagena de Indias. Eso hacía que el terreno desde Bocagrande hasta las murallas, además de estrecho, lo que dificultaba maniobrar grandes masas de infantería; se tornaba pantanoso, de capa freática muy elevada, lo que entorpecía mucho tanto los movimientos de la infantería como los de la artillería que había que trasladar, existiendo el riesgo de quedar inmovilizadas.

Hasta el día 7 de abril, los británicos se dedicaron a desembarcar tropas y pertrechos para realizar el ataque definitivo que creían les llevaría a la victoria. A Vernon y Wentworth les parecía que la mejor la opción era atacar por tierra, pero antes debían asegurar los flancos, el acceso a Cartagena estaba protegido por los fuertes de Santa Cruz y el fuerte de San Sebastián y el día 11 ocupaban prácticamente sin lucha el fuerte de Santa Cruz.

El 8 de abril los buques el Dragón (60) y el Conquistador (60) fueron fondeados en el Surgidero, y Blezo mandó desmontar y bajar a tierra todas las piezas de artillería de una sola de las bandas de cada navío. También ordenó fondear en la misma boca del Surgidero detrás de los buques de guerra los barcos mercantes Trechuelo, La Inglesa, La Gran Bestia, El Rayo, Camparela y Arizón, además de un bergantín y una balandra que también se hallaban en el puerto, todos muy juntos y bien amarrados entre sí. El objeto de esta especie de puente de barcos era el de taponar si llegara el caso el acceso de buques por el paso del Surgidero que lleva hasta los mismos muelles de Cartagena.

El lunes 10, se renovaron las hostilidades, los navíos ingleses una vez que se aproximaron lo suficiente, se situaron en línea y empiezan a bombardear sin descanso el fuerte de Santa Cruz el Grande. No considerando posible resistir en el castillo más de dos días, y no deseando sufrir más daños evitables, después de clavar los cañones y envenenar los aljibes, con la pólvora sobrante los españoles abandonaron el fuerte y se retiraron a la ciudad con todos los pertrechos militares que pudieron transportar.

Eslava convocó un consejo de guerra. Ordenó hundir sin lucha los dos navíos de guerra con la idea de que la altura de sus mástiles complicaría el tránsito de barcos enemigos y esto, según Eslava, era mejor que hacerlos combatir. También ordenó abandonar el castillo de Santa Cruz el Grande, ambas decisiones fueron tomadas en contra de la opinión de Lezo y con mucho disgusto de este.

Al día siguiente 11 de abril, los ingleses tras bombardear el abandonado castillo de Santa Cruz el Grande con un buque de 70 cañones, al no tener respuesta, tomaron el castillo que previamente había sido abandonado, y, sin problemas, se hace dueño de la fortificación.

El paso por el canal lo dificultaba especialmente el navío el Conquistador (60) que por falta de lastre no estaba totalmente hundido y una gran parte de su popa sobresalía de las aguas. Esto hizo pensar a los ingleses que la entrada estaba bloqueada, y como sin cruzar el canal del Surgidero no se podía bombardear a la ciudad; enviaron al navío Weymouth (50) a comprobar si el barco español está solamente mal hundido o si se encuentra acostado sobre otro barco también hundido y realmente bloquea el paso por el canal. El navío inglés amarró un cabo en la parte más sobresaliente de la popa del barco español, y en posición de barlovento esperó la llegada de una ráfaga fuerte de viento, para aprovechando su empuje y con todas las velas desplegadas intentar mover al barco hundido. Cuando un golpe de viento hinchó su velamen, verificó con gran alegría que el problemático navío no está trabado. Al día siguiente se arrastró el buque y el camino a Cartagena quedaba abierto, pasaron dos bombardas, tres fragatas de 50 cañones y el navío de línea Weymouth (50) para bombardear Cartagena. La caída de Cartagena en manos británicas parecía inminente y los habitantes comenzaron a abandonar la ciudad.

Fue entonces cuando Edward Vernon cometió el error de dar la victoria por sentada y mandó a Jamaica un informe anunciando la inminente ocupación de Cartagena de Indias. El informe se reenvió más tarde a Londres, donde las celebraciones alcanzaron cotas aún mayores que las realizadas por Portobelo, llegando a acuñarse medallas conmemorativas en las que aparecía Blas de Lezo arrodillándose ante Vernon. Por aquel entonces Lezo era tuerto, cojo y tenía una mano impedida debido a diferentes heridas sufridas años atrás (era conocido como Mediohombre), pero ninguna de estas taras se reflejó en las medallas con el fin de que no se tuviese la idea de haber derrotado a un enemigo débil.

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Moneda conmemorativa de la conquista británica de Cartagena de Indias. A la izquierda “Verdaderos héroes británicos tomaron Cartagena”. A la derecha dice “The pride of Spain humbled by Ad. Vernon” (El orgullo de España humillado por el almirante Vernon) las de Lezo de rodillas entregando la espada.

En días sucesivos los británicos fueron realizando aproximaciones con barcos y lanchas así como algunos bombardeos, pero no parecen tener un objetivo claro excepto la búsqueda del lugar donde realizar un desembarco. Vernon, temeroso de perder más navíos frente a la artillería española, solamente envió a bombardear Cartagena uno de ellos, el Oxford (70). El resto de buques atacantes son bombardas y fragatas.

El jueves 13 de abril, el bombardeo sobre Cartagena era sin cuartel, y a partir del mediodía con las posiciones de tiro bien corregidas; las bombas empiezan a caer de forma continuada sobre Cartagena, y como la artillería inglesa también utilizaba en algunas de sus piezas proyectiles incendiarios, a primeras horas de la tarde había varias casas ardiendo y otras seriamente dañadas.

Simultáneamente otra escuadra asediaba al fuerte Manzanillo. Mientras tanto, las tropas inglesas acampadas en Bocachica fueron embarcadas y atravesando en sus lanchas casi toda la Bahía Interior, desembarcaron sin apenas riesgo en la ensenada de Manzanillo. Se situaron enfrente del Tejar de Gracia a 5 km de Cartagena, los ingleses querían unir estas nuevas tropas a las que ya acampaban en la tierra firme de la Popa, y una vez reunidos, dar el asalto definitivo al fuerte de San Felipe de Barajas.

El virrey Eslava procedió a reforzar la batería de la Media Luna, que cierra la ciudad a espaldas de San Felipe e incrementa en todo lo posible el número de defensores del último bastión defensivo de Cartagena, el castillo de San Felipe de Barajas.

El 16 de abril, en la zona llamada La Quinta, en la parte más estrecha del istmo de la península de la Popa, desembarcaron 1.400 británicos al mando del general Blakeney, reforzados por granaderos y 200 americanos. A las ocho y media de la mañana empezó el intercambio de fuego, aguantándolo tan solo los piquetes de marina y del RI de Aragón, pasando a ocupar los tejares de Gabala y Lozano. Entre las filas españolas no había en la zona el suficiente número de hombres ni trincheras para oponerse a semejante fuerza y retrocedieron.

El virrey decidió enviar refuerzos, unos 75 soldados veteranos, que tenía inactivos en el lado norte del Cerro de San Lázaro, que se dirigiesen al lado sur para oponerse a los ingleses. Los veteranos en retirada se situarían en una posición mucho más fuerte en las faldas del cerro de San Lázaro y en el propio castillo de San Felipe de Barajas.

El 17 de abril, una compañía americana venida de la colonia de Virginia al mando del capitán Lawrence Washington, el hermano mayor del que sería después primer presidente de EE. UU., ocupó el cerro La Popa a 140 metros sobre el nivel del mar. Este accidente geográfico suponía una amenaza para el castillo de San Felipe de Barajas estando los soldados ingleses a menos un kilómetro del mismo. La artillería que los británicos pudieran instalar en La Popa podría batir con ventaja al castillo que defendía el acceso a la ciudad. La Popa no estaba dotada de las convenientes defensas que proponía Lezo y que el virrey no había aprobado. Sin embargo, los ingleses carecían de medios para subir hasta allí los pesados cañones.

Vernon intentó nuevamente una maniobra de pinza atacando Cruz Grande cerca de la Boquilla, desembarcó un grupo de 300 soldados que se aproximaban hacia la ciénaga de Tesca. El virrey, obrando con diligencia, envió 200 hombres para reforzar al capitán Antonio de Mola. Este refuerzo fue suficiente para contener a los ingleses y rechazarlos, produciéndose una precipitada huida de los atacantes, que dejaron 16 muertos, armamento, heridos y prisioneros, quedando los españoles en posesión de este lugar. A los ingleses solo les quedaba una opción que era el asalto y toma del castillo de San Felipe de Barajas.

Ataque al castillo de San Felipe de Barajas (20 de abril de 1741)

El día 18 de abril, los ingleses practicaron la guerra psicológica e intentaron convencer a la ciudad de que se rindiese. Lo hicieron enviando a un negro jamaicano con un pliego dirigido a Tomás Lobo, un clérigo de Cartagena de Indias; en el cual se prometía a todos los ciudadanos el derecho a libre comercio con Inglaterra y se garantizaba el ejercicio de la religión católica a cambio de que diesen obediencia al rey inglés.

Lezo recomendaba reorganizar las fuerzas y emprender un ataque, aprovechando la oscuridad de la noche y el conocimiento que se poseía del terreno, para desalojar al enemigo de las posiciones que habían alcanzado tras el desembarco. Eslava no era partidario de ello, sino de parapetarse tras las murallas de la ciudad. Lo único que quedaría fuera de ellas sería el castillo de San Felipe de Barajas.

Para Cartagena de Indias son días de febril actividad: se acogía a los últimos habitantes que estaban extramuros en caseríos cercanos, se organizaban partidas de guerrilleros, se formaban trincheras en las calles, se sacrifican caballos para que sirvieran de alimento a la población, se tapiaban puertas, etc.

Eslava y Lezo decidieron superar sus diferencias para dedicarse a la defensa de Cartagena. Lezo se haría cargo del castillo de San Felipe de Barajas, y Eslava de la ciudad.

El castillo de San Felipe de Barajas en esa época era apenas un pequeño fuerte triangular de piedra de unos 20 metros de lado. Estaba edificado en lo alto de la colina de San Lázaro a 40 metros de altura sobre el nivel del mar y a 500 metros de la batería de la Media Luna en la puerta del barrio de Getsemaní en la ciudad. El Virrey había ordenado reforzar el castillo con un pequeño hornabeque o defensa avanzada hecha de terraplén de tierra coronado por una empalizada; más cerca de la ciudad se construyó una plataforma para una batería de cinco cañones que flanqueaba la principal vía de aproximación, triplicando el tamaño de la fortificación. Los defensores del castillo no pasaban de unos 500 hombres entre soldados del RI España, un piquete de milicianosal mando del capitán don Miguel Pedrol y 250 infantes de marina al mando del teniente de navío Manuel Moreno el gobernador del castillo era el coronel de ingenieros Carlos Desnaux.

Lezo ordenó desbrozar las inmediaciones del castillo con el fin de que el enemigo no pudiera ocultarse y, de esta forma, cuando se acercara, poder apuntar su fuego a un blanco visible. También ordenó profundizar el foso con la finalidad que las escalas que emplearían los asaltantes se quedasen cortas y no pudieran alcanzar la altura de la muralla. Estos trabajos se realizaron aceleradamente de noche, utilizando a todo el personal disponible. También ordenó cavar trincheras a lo largo de la ladera sur del castillo con el fin de dar profundidad al despliegue defensivo, disparar sobre el enemigo en fuego cruzado y dar protección a las murallas contra el fuego de artillería inglés.

Vernon estimó que Cartagena de Indias podría aguantar solo dos o tres días más, muy ufano y convencido de su próxima victoria, que lo cubriría de gloria; envió la corbeta Spencer, al mando del capitán William Laws, a Gran Bretaña, con dos españoles prisioneros y el estandarte del buque Galicia, adelantando sus previsiones futuras de los acontecimientos, anunciando que esperaba la victoria y, por tanto, la tan inminente como inevitable conquista de Cartagena de Indias.

Lezo jugaba la baza del tiempo a su favor y conocía de primera mano las bajas que podían causar las enfermedades, pues, tiempo atrás pudo ver la mortandad causada entre los españoles que habían llegado con la escuadra de Rodrigo de Torres. Caían al suelo súbitamente y morían en poco tiempo sin que les diera ninguna bala. El escorbuto, el vómito negro (también llamado fiebre amarilla) u otros males empezaban a diezmar las filas de los atacantes.

Las guerrillas españolas se envalentonaron por todas partes hasta el punto que el Virrey y Lezo tenían que contener a los embravecidos que deseaban salir de las murallas y enfrentarse cuerpo a cuerpo con los invasores británicos.

Vernon convocó un consejo de guerra para coordinar las acciones de ataque. Deseaba que el castillo fuera atacado cuanto antes, porque cada día que pasa los españoles perfeccionan cada vez más sus trincheras y refuerzan sus defensas. Además, estaba muy molesto con la resistencia de los fuertes de Manzanillo y El Boquerón y, en consecuencia, exigió al general Wentworth que acabase de una vez por todas con ellos.

El 19 de abril, dos soldados españoles haciéndose pasar por desertores, se presentaron ante los ingleses y les proporcionaron información falsa sobre el estado de las defensas. Les dijeron que el lado este del castillo era el más deficiente en defensas y fortificaciones, cuando en realidad era el más empinado y de más difícil acceso.

El 20 de abril, tras estudiar la información de los dos supuestos desertores, a las 4 de la madrugada, Wentworth ordenó tomar por asalto el castillo de San Felipe de Barajas. Con el auxilio de bombas y escalas, 3.200 hombres divididos en tres columnas, cada una precedida de 2 compañías de granaderos. El coronel John Wynyard avanzó por el este por la ladera de San Lázaro de mayor pendiente; simultáneamente por el norte, el coronel Grant realizó unas maniobras de distracción y para completar el cerco asaltante; el general Cathcart a cuyas fuerzas de asalto se unieron los colonos americanos, bajo las órdenes del capitán Lawrence Washington, atacó por el noreste. Se dejó una reserva de 800 hombres.

El castillo de San Felipe de Barajas estaba defendido el coronel de ingenieros Carlos Desnaux con por 300 hombres de los que 200 eran marineros y artilleros navales de Lezo mandados por el teniente de navío Manuel Moreno. Los demás eran soldados veteranos y un grupo de milicianos. En las trincheras, Lezo dispuso otros 600 hombres. Todos ellos esperaron la inminente ofensiva a gran escala que realizarían los enemigos.

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Ataque de Vernon a Cartagena de Indias (13 de marzo-20 de mayo de 1741). Defensores españoles: a la izquierda fuerzas de marina. A la derecha soldados regulares y milicianos.

La columna de la derecha, al mando del coronel John Wynyard llegó a las inmediaciones cuando empezaba a amanecer, por lo que había perdido el factor sorpresa. Se desvió hacia donde el terreno era más escarpado. En este numeroso se encontraban los marines americanos al mando de William Gooch, y los colonos virginianos del capitán Lawrence Washington. Entre la tenue claridad, los soldados españoles situados en las posiciones más avanzadas de las trincheras observan vagamente un grupo humano acercándose. No dudaron en abrir fuego. Los soldados británicos más avanzados se vieron obligados a buscar protección en las irregularidades del terreno, desde donde respondieron al fuego. En medio de la confusión creada, los dos supuestos desertores españoles escaparon tras haber cumplido su misión de llevar a los ingleses al lugar conveniente. Todos los defensores españoles pudieron escuchar los disparos de fusilería, por lo que todos quedaron alertados y ocuparon las posiciones de combate.

De repente, los ingleses se vieron bajo mucho fuego procedente del castillo y no tienen más opción que intentar el asalto directo mientras los disparos españoles hacían mella en sus filas. Los defensores disparaban con todo, bala de cañón, metralla, fusiles y pistolas, a toda sombra que se moviera. La oscuridad reinante y el terreno impidió a los ingleses llevar a cabo un fuego eficaz.

El fuego de San Felipe de Barajas contra las columnas inglesas fue acompañado por los cañones de las murallas de Getsemaní y del fuerte de El Boquerón, que no había sido tomado por los ingleses. En la oscuridad el fuego no fue problema para los españoles, pues habían realizado ensayos en los días previos habiendo calculado los ángulos de deriva y de tiro de las piezas.

Con mucho esfuerzo, los ingleses finalmente consiguieron llegar a los pies de las murallas tras haber ido dejando atrás muchos compatriotas muertos, cumpliendo así la orden del coronel Wynyard. Pero para su sorpresa, descubrieron que las escalas eran demasiado cortas, de tal manera que no podían atacar ni huir debido al peso del equipo. Ante el nutrido fuego español, casi todas las escalas y demás pertrechos fueron abandonadas por los soldados ingleses para poder coger sus fusiles mientras que los españoles disparaban constantemente contra ellos causándoles muchísimas bajas.

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Asalto inglés del castillo de San Felipe de Barajas (20 de abril de 1741). Maqueta del museo Naval de Madrid.

La otra columna corrió una suerte aún peor tras un duro combate. Penetró en el radio de tiro de los cañones españoles y fracasó igualmente en su ataque, cayendo herido su comandante, el coronel Grant. Los ingleses fueron mantenidos a raya, tan solo pequeñas unidades de granaderos ingleses consiguen iniciar el ascenso a las murallas, apoyados por el limitado fuego de algunos mosquetes. Desde las troneras del castillo los defensores los abatieron con facilidad, incluso a los asaltantes que esperaban a pie del castillo su turno para subir. El fuego de los españoles estaba provocando una carnicería entre los asaltantes.

El general Wenworth envió entonces los 800 hombres de reserva para continuar el avance. Pero ahora, habiendo fracasado en otros lados, el combate se centraba en un solo flanco: las trincheras.

Después de horas de combate se solicitó por parte española un alto el fuego para hacer oración. A los ingleses le venía muy bien por estar cansados y retirar a los heridos. En el campo de batalla se hizo un silencio sepulcral.

Los británicos una vez finalizada la tregua llamaron al asalto con toque de corneta y se lanzaron nuevamente. Colocaron en vanguardia a sus temidos granaderos con la bayoneta calada. Se aproximaron a las últimas trincheras españolas. La artillería inglesa dejó de disparar para no causar bajas en sus propias tropas, dada la proximidad con los españoles.

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Batalla de Cartagena de Indias (20 de abril de 1741). Blas de Lezo defendiendo el castillo San Felipe de Barajas. Autor Jose Ferré Clauzel. https://www.joseferreclauzel.com/

El avance inglés por la ladera era lento. El zigzag de la trinchera presentaba múltiples flancos defensivos que cogieron a los asaltantes entre fuegos cruzados. Desde el castillo se disparaba en apoyo de los defensores atrincherados. El empuje inglés, poco a poco, fue perdiendo fuerza. El fuerte sol, abrasador, contribuye a disminuir la contundencia de los asaltantes.

A las 6 de la mañana salió de la ciudad el teniente Melchor de Navarrete, al mando de dos compañías, una de ellas de milicianos, que calaron bayonetas y cargaron sobre el flanco izquierdo de la fuerza atacante. La guarnición del fuerte abandonó sus parapetos y se sumó al ataque a la bayoneta. Los ingleses huyeron, dejando en el campo sus escalas y útiles de asedio, dejando 900 muertos y más de 1.000 heridos.

Muchos ingleses buscaron escapar hacia las lanchas con la esperanza de alcanzar sus barcos, otros no pudieron alcanzar las barcas y se arrojaron directamente al Caño de Gracia con la intención de alcanzar a nado sus lejanos navíos. Otros esperaban ser recogidos en lanchas y Blas propuso al virrey enviar un destacamento de 300 hombres hacia el Playón, para atacar a los que esperaban. Eslava ordenó detener el ataque y retornar a las trincheras y fortificaciones.

Los sitiados registraron solo 20 bajas. Blas de Lezo pidió reforzar la guarnición del fuerte con 200 soldados al mando de Melchor Navarrete.

Los británicos se vieron obligados a pedir alto el fuego: solicitaron una tregua para recoger muertos y heridos. El virrey Eslava concedió tiempo para recoger los muertos, pero los heridos quedarían como prisioneros. Recogieron unos 600 cadáveres, entre ellos, más de 40 oficiales. Dejaron muchos centenares de muertos sin recoger. Las armas y pertrechos que los ingleses dejaron abandonadas se cuentan por millares: fusiles, bayonetas, pistolas, picos, palas, etc. Los españoles llevaron a la ciudad unos 400 ingleses heridos que fueron hechos prisioneros.

Varios prisioneros británicos aseguraron, que además de las bajas sufridas en el ataque, el ejército inglés había perdido hasta ese momento, más de 2.500 hombres a causa del cólera y por diversas enfermedades tropicales como el escorbuto y la malaria. Los británicos que carecían de provisiones frescas y había guerrillas para no dejarlos abastecerse. Estas guerrillas si aprovisionaban a la plaza rompiendo el bloqueo, gracias al laberinto de ciénagas, canales, etc… que rodeaban a Cartagena.

Desde la noche del día 20 hasta la tarde del día 21 de abril hubo algunos combates aislados. Después los británicos solicitaron nueva tregua para proceder a un canje de prisioneros, a lo que accedió Eslava. Se fijó el día 30 como fecha para efectuar dicho canje.

Blas de Lezo, incluso se permitió el peligroso lujo de alejarse de sus propias líneas para aventurarse a reconocer el terreno a caballo y casi se metió entre las líneas enemigas, lo que da idea de la desmoralización y confusión inglesas.

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Blas de Lezo reconociendo la zona a caballo después de la batalla del fuerte de San Felipe. Autor Augusto Ferrer Dalmau. https://augustoferrerdalmau.com/

Wentwort y Vernon se recriminaron mutuamente el fracaso. El día de abril 24, Vernon ordenó repetir el asalto, pero los soldados británicos se negaron a realizar dicho asalto y Vernon ordenó la ejecución de 50 soldados para restaurar la disciplina, pero el ataque se canceló.

Vernon decidió el 25 de abril conquistar el fuerte de Manzanillo para poder acercar la flota y bombardear San Felipe, el fuerte estaba defendido por el capitán de milicias Baltasar Ortega con 24 milicianos, la guarnición retiró los cañones de la muralla al interior de la fortaleza. Lo sometieron a un bombardeo inmisericorde, primero a cargo del navío Weymouth (70) y tres bombardas, y luego con 13 navíos, hasta convertirlo en ruinas, pero no conseguían que se rindiera. El duro bombardeo destruyó la muralla y creando una gran brecha.

Desembarcaron 1.600 hombres a una prudente distancia del Manzanillo y cuando estaban cerca suspendieron el fuego para que la infantería británica comenzase el asalto. Los españoles aprovecharon para volver a poner los cañones en posición, y cuando los británicos intentaron penetrar en la fortaleza por la brecha, descubrieron que los cañones que creían destruidos les disparaba metralla a quemarropa. Tras las primeras andanadas de la artillería española, los británicos huyeron, dejando 200 muertos tras de sí. Esto desmoralizó la tropa de asalto británica y ya nadie quiso exponerse contra ningún baluarte o muralla, por fácil que pareciera.

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El jueves 27 de abril, Vernon puso el capturado buque Galicia al mando del capitán Hore y armado con 16 cañones de 18 y 12 libras a disparar sobre edificios de la ciudad, había sido transformado en una batería flotante. El propósito claro era humillar el honor español y vengarse. La nave avanzó hacia Cartagena flanqueada por las bombardas y cuando estuvo al alcance de los fuertes recibió fuego desde los fuertes, hasta la puesta del sol, cuando se suspendió el fuego. Al día siguiente el Galicia que había recibido 56 impactos, le cortaron las amarras y fue arrastrado por las corrientes hacia el fuerte Manzanillo, quedando varado. Días después, el 29 de abril, finalmente, los ingleses le prendieron fuego a lo que quedaba del navío debido a su estado ruinoso.

El 30 de abril, el general Wentworth solicitó a los españoles una tregua para intercambiar prisioneros, tregua que fue aceptada y acordada, se produjo el canje de los prisioneros, devolviendo los españoles más de 500 ingleses heridos y enfermos. Entre los prisioneros españoles liberados estaba el alférez de ingenieros Ordigoisti, que informó de las fortísimas perdidas inglesas: 1.500 muertos en San Felipe, 700 en Bocachica, 200 en el Manzanillo y 2.500 muertos por enfermedad.

Para entonces había comenzado la temporada de las lluvias, y la fiebre amarilla hacía estragos entre la marinería británica: en los barcos morían diariamente entre 25 y 30 marineros. Sus cuerpos eran arrojados al mar, flotando en la bahía, por lo que la peste pronto hizo su aparición.

A primeros de mayo los británicos estuvieron reparando anclas, palos y velas que les eran necesarios para poder salir del infierno en que para ellos se había convertido la bahía de Cartagena de Indias. Siguieron realizando algunos bombardeos, pero lo único que conseguían era gastar munición. Los españoles no cedieron, sino que al contrario, las partidas de guerrilleros no paraban de hostigar a los ingleses en retirada. Incluso Lezo insistió al virrey en reanudar las operaciones a mayor escala, pero Eslava se negó.

El 9 de mayo, Vernon asumió que era completamente imposible que sus tropas pudieran tomar al asalto la fortaleza de Cartagena de Indias, los disparos de las tropas españolas era una resistencia insalvable para sus fuerzas. Vernon ordenó la retirada, levantar el asedio y volver a Jamaica. Había fracasado estrepitosamente. Tan solo acertó a pronunciar, entre dientes, una frase: “God damn you, Lezo!”.

Vernon envío de una última carta a Lezo: “Hemos decidido retirarnos, pero para volver pronto a esta plaza, después de reforzarnos en Jamaica”. A lo que Lezo respondió con ironía: “Para venir a Cartagena es necesario que el rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor, porque esta solo ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres.”

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Blas de Lezo contemplando la retirada de la armada británica en Cartagena de Indias. Autor ?

Fueron tantas las bajas inglesas, que tuvieron que abandonar 5 barcos y hundirlos allí mismo por falta de tripulantes para poderlos gobernar en la mar, no les quedaban suficientes marineros.

Hasta el 20 de mayo estuvieron saliendo embarcaciones inglesas de Cartagena. El último en abandonar el sitio fue Lestock. De los 195 buques se contaron en la retirada 186. Antes de su retirada definitiva, los británicos se dedicaron a demoler las estructuras ocupadas y clavar los cañones abandonados.

Casi la totalidad de los cañones que desembarcaron, unos 1.400, se quedaron para siempre en tierras americanas.

Secuelas del ataque

Las bajas del bando inglés, finalmente, se estiman entre 9.000 y 12.000 muertos y 7.500 heridos o enfermos. Las españolas, en 800 muertos y 1.200 heridos o enfermos. El parlamentario John Pembroke mencionaó un total de 18.000 bajas, producidas 9.000 por “Admiral One Leg” (en referencia a Lezo, al que califica de un excelente líder, curiosamente los británicos no mencionaron nunca al Virrey) y otras 9.000 por el “General Yellow Fever and Admiral Cholera”. Probablemente incluía muertos y heridos.

Del RI americano del coronel Gooche murieron casi nueve de cada diez hombres. De los 4.300 iniciales, regresaron a casa ilesos 17 oficiales y 130 soldados, acompañados de 256 enfermos. De los 40 barcos de transporte que les habían llevado a Jamaica, solo cuatro fueron necesarios para conducirlos de vuelta, uno a Nueva York, dos a Virginia y otro a Carolina del Norte.

Las bajas inglesas son difícil de determinar por el silencio impuesto, el Royal Marines-Historical Timeline mencionó que de los 6.930 hombres de ese cuerpo que salieron de Spithead, reembarcaron en la retirada 3.382, 1.103 de ellos enfermos o heridos, que fallecieron en el regreso casi todos. Es decir, que sobrevivió un 30 por 100. Lo que hace suponer que los regimientos de infantería ingleses sufrieron una suerte similar.

Los británicos perdieron por combate contra los fuertes y otros daños, 19 navíos, 4 fragatas y 27 transportes. Los navíos Shrewsbury (80), Russell (80), Prince Frederick (70), Lion (60), Jersey (60), las fragatas Anglesea (40) y Wolf (20), el brulote Success y el transporte de municiones Astrea Prize (antigua fragata española Santa Bárbara) posiblemente fueron hundidos.

Los navíos que se trasladaron a Inglaterra tras la batalla, Torbay (80), Princess Amelia (80), Chichester (80), Norfolk (80), Princess Carolina (80), Burford (70), Hampton Court (70), Windsor (60) y Falmouth (50), la bombarda Terrible y los brulotes Eleanor y Cumberland, lo hicieron en deplorable estado, muchos remolcados, otros sin poder navegar por sí solos. Tardaron años en volver a estar operativos.

Lo peor llegó cuando Vernon ya se había marchado. Una semana después el virrey Eslava envió un informe a Madrid, al secretario de Indias José de la Quintana. Informaba que Blas de Lezo era un farsante y se vería obligado a restituirlo a España si no lo sacaban de Cartagena; que su comportamiento había sido negligente; que abandonó Bocachica desde que llegaron los ingleses; que sus buques no estaban preparados, que hundió sus buques sin combatir; y una sarta de mentiras para atribuirse el mérito de la victoria.

El rey de España Felipe V premió a Sebastián de Eslava con su ascenso a capitán general de los reales ejércitos por real cédula en octubre del mismo año 1741. En 1.749 fue nombrado capitán-general de las costas del mar océano en Andalucía. El 23 de febrero de 1750 fue nombrado director general de Artillería española, y posteriormente director general de la Infantería española. En 1754 fue nombrado ministro de la guerra, cargo que desempeñó hasta su muerte el 21 de junio de 1759. A su muerte se le concedió a título póstumo el título de marqués de la Real Defensa, que recayó en su sobrino Gaspar de Eslava y Monzón, por no tener descendencia.

Las bajas españolas fueron de 200 hombres, entre ellos Blas de Lezo, que falleció de sus heridas el 7 de septiembre de 1741, lo lamentable, es que nadie sabe dónde está enterrado. Sus restos quedaron en una fosa común. Blas de Lezo no recibió el reconocimiento merecido y además fue denostado por su rey. Pasados 20 años, recibió su primer reconocimiento con la concesión de un título honorífico en la persona de su hijo el título póstumo de marqués de Ovieco por el rey Fernando VI, ostentándolo su hijo don Blas Fernando de Lezo y Pacheco así como sus descendientes hasta la actualidad. 70 años después se publican las primeras monografías sobre el ilustre marino.

El 21 de noviembre de 2009 se descubrió una placa en la que fue su casa en Pasajes. Una escultura, donada por el gobierno español, en Cartagena de Indias; el 12 de marzo de 2014 se inauguró en el paseo de Canalejas en Cádiz el primer monumento a Blas de Lezo en España. Un busto en una calle de San Sebastián y se puso su nombre a la fragata de la Armada Española F-103 de la clase Álvaro de Bazán.

Ataque inglés a Cuba (1741)

Vernon trató de paliar este gran fracaso con la ayuda de refuerzos llegados desde Europa, en Panamá. Allí esperaba repetir el éxito de Portobelo y fue precisamente a ese lugar adonde se dirigió. Sin embargo, los españoles abandonaron la plaza que seguía en ruinas y se replegaron hacia la ciudad de Panamá, desbaratando el posterior intento británico de desembarcar y plantar batalla en tierra.

Edward Vernon atracó en Jamaica junto con los restos de su flota. Allí contó con la ayuda del gobernador Trelawney para reparar las embarcaciones y reorganizar las fuerzas. Tras un breve período de descanso ideó un plan para capturar Santiago de Cuba, segunda ciudad en importancia de la mayor de las Antillas. No obstante, el proyecto iba un poco más allá, pues Vernon junto al general Wenworth pretendía apoderarse de toda Cuba una vez dominada la urbe.

Vernon ordenó que parte de su escuadra zarpase rumbo a Inglaterra al mando de Richard Lestock, con 11 navíos: Hampton Court (70), Burford (70), Windsor Castle (60), Princess Carolina (80), Princess Amelia (80), Russell (80), Norfolk (80), Shrewsbury (80), Torbay (80), Chichester (80), Falmouth (50); 3 brulotes: Cumberland (8), Success (8), Eleanor (10); 1 bombardas: Terrible (6+2); y 1 téndere Goodley. Zarparon de Port Royal el 6 de julio.

El plan inicial de Vernon incluía la toma de Santiago de Cuba, donde se establecería una base desde la que poder bloquear el Paso de los Vientos situado entre Cuba y La Española (república Dominicana y Haiti).

A primeros de julio zarpó de Port Royal el navío Rippon, al mando del capitán James Rentone, que había sustituido a Jolly por fallecimiento de este en el mes de mayo. Su misión era reconocer las defensas españolas.

Cinco días después, el 11 de julio, zarpó de Port Royal la escuadra de Vernon con 9 navíos: Boyne (80), Cumberland (80), Grafton (70), Kent (70), Worcester (60), Tilbury (60), Chester (50), Montagu (60) y Tyger (50); 3 fragatas Shoreham (40), Experiment (20) y Sheerness (20), 3 brulotes, 1 bombarda Alderney (6+2), 2 balandras, 2 buques hospital y un tender. Había embarcado en 40 transportes pertrechos y unos 4.000 hombres al mando del general Wentworth, presentándose el 18 de julio en la bahía de Guatánamo, que Vernon cambió por el nombre de Cumberland Harbour. En Port Royal quedaron al mando del capitán Thomas Davers los navíos Suffolk (70), Strafford (60), Dunkirk (60), Bristol (50), Litchfield (50) y el brulote Vulcan (8) para proteger el tráfico. Otros tres navíos: York (60), Augusta (60) y Deptford (70), estaban en puerto abasteciéndose, con órdenes de Vernon para que se le unieran lo antes posible.

Si en Cartagena de Indias tuvo que enfrentarse al competente Blas de Lezo, en Cuba tuvo que enfrentarse a otro militar competente, Francisco Cagigal de la Vega que era el gobernador en Santiago de Cuba, contaba con 36 años de experiencia militar. Durante su estancia en el cargo desplegó un eficaz servicio de inteligencia en las colonias inglesas de la zona, especialmente en Jamaica. Desde años antes se previó un enfrentamiento entre España y Gran Bretaña, por lo cual la corte hispana le encargó que averiguara los movimientos de los ingleses y de sus escuadras.

Apoyado por el capitán-general Juan Francisco de Güemes y Horcasitas, Cagigal de la Vega envió al santiaguero Miguel Moncada Sandoval a tierras jamaicanas para conocer de antemano los planes británicos. Mediante un complejo ardid, en el que saboteó el timón y la vela de su embarcación, Moncada estuvo unos 15 días en el puerto inglés averiguando cuanto podía.

Mezclado entre los habitantes de aquella isla, el valeroso santiaguero percibió un ambiente bélico, pues casi todos hablaban de la futura guerra que se aproximaba. Apresuró su misión y sin levantar sospechas pudo entrever lo que se estaba preparando: una invasión al oriente cubano. Con mucho tino memorizó algunos datos vitales relativos al número de navíos ingleses, su porte, estado de la tripulación, tropas de tierra y demás información de interés. Gracias a su labor y la de otros, también enviados desde Cuba, se conoció de antemano la invasión.

Los trabajos de inteligencia salvaron la situación, antes del desembarco de los ingleses, de toda la isla se enviaron compañías de milicias y de La Habana fuerzas regulares. Arribaron a la urbe milicias procedentes de Trinidad, Sancti Spíritus, Jiguaní y Manzanillo. Blancos, mestizos, indios y esclavos se unieron bajo una misma causa: defender la tierra donde nacieron de los invasores extranjeros.

Cagigal de la Vega conocía que las probabilidades de éxito dependían de la experiencia y la estrategia que debía desarrollar para equiparar la desventaja numérica existente entre sus tropas y el enemigo. Por eso, en un primer momento, retiró el ganado de la región y cortó los demás suministros, incluso el agua. Luego ordenó a las milicias hostigar al enemigo. Del resto se encargarían el calor, las zonas pantanosas y los enjambres de mosquitos.

Desde Santiago de Cuba se envió un destacamento de 400 hombres, y el capitán de Guantánamo, Pedro Guerrero, reforzó los destacamentos con 130 milicianos. Pero por aquel entonces, los ingleses ya estaban desembarcando en la bahía.

Los ingleses fondearon en bahía Escondida, situada cerca del paso de Barlovento, al sur de la isla, a unos 140 km de Santiago. El 18 de julio desembarcaron los 3.400 soldados dirigidos por el general Thomas Wentworth, entre ellos se encontraban los supervivientes del regimiento virginiano de Lawrence Washington.

Los transportes regresaron a Jamaica, perdiéndose tres de ellos en un naufragio, mientras Vernon quedaba en alta mar en espera de la llegada de un convoy con 2.000 hombres de refuerzo.

Allí no había guarnición española, por lo que el desembarco fue tranquilo y eficaz. Rápidamente fortificaron playa del Este, punto estratégico a la entrada de la bahía, y fundaron la villa de Cumberland, en honor al duque de Cumberland, hermano del rey Jorge II. A los pocos días tenían las condiciones creadas para atacar por tierra a Santiago de Cuba, pues una incursión marítima podría sería rechazada por las baterías del Morro y la Socapa.

Desde la base de operaciones en Cumberland, el general Wentworth arribó a Santa Catalina, actual ciudad de Guantánamo. Allí se dispuso a marchar rumbo a Santiago, a unos 140 km de distancia.

Sin embargo, careció de iniciativa debido a las enfermedades tropicales que mellaban continuamente la moral de la tropa y la labor de milicias de la zona como los “tiradores de Tiguabos”, quienes conocían el abrupto paisaje y no concedían descanso al invasor inglés. El líder de aquella guerrilla era Marcos Pérez, tatarabuelo del mayor general Pedro Agustín (Periquito).

Tras 4 meses de intensas bajas, habían caído unos 2.000 casacas rojas (como se conocía a los soldados británicos), más de la mitad de los efectivos desembarcados en la bahía guantanamera. El 23 de julio Wentworth ya daba por fracasada la iniciativa, hecho que le valió una reprimenda por parte de Vernon. Las tropas se retiraron definitivamente Guantánamo el 18 de diciembre de 1741 sin apenas haber disparado, dejando tras de sí muchas armas en la bahía, por lo que se pensó que el embarco de la tropa debió ser precipitado. Aunque la flota británica continuó bloqueando el puerto de Santiago hasta el mes siguiente. Posteriormente, el grueso de las naves regresó a la base jamaicana de Port Royal, mientras que unos pocos barcos se dirigieron al Paso de los Vientos para realizar actividades de corso, y otros fueron enviados a vigilar a la flota española de La Habana.

La escuadra española surta en La Habana, aprovechó la ocasión para realizar travesía hasta Santander escoltando a los galeones con los caudales, regresando a La Habana sin novedad. Las noticias de este nuevo fracaso preocupó en las altas esferas británicas, que no comprendían cómo se había decidido atacar la insignificante plaza de Santiago de Cuba en vez de neutralizar y destruir la escuadra española atacando La Habana, corazón de la isla de Cuba.

A principios del año 1742, se obtuvieron más noticias de Jamaica en Santiago de Cuba por mediación Miguel Pérez, otro vecino de la ciudad que había pasado a Jamaica en febrero con un pliego para el almirante Vernon. A su llegada a la isla reconoció haber visto 22 buques de guerra, de los que 13 estaban en carena. Dos semanas después se avistaron fuera de los cayos 18 navíos más, de guerra y transporte.

El 16 de marzo, Vernon se encontraba fuera de Jamaica con diez de sus buques y Ogle en Kingsiston, quien se hizo a la mar el 18 del mismo mes con cuatro navíos más.

Tras reclutar a toda la gente de la plaza que se pudo, el 19 de marzo de 1.742 el gobernador de Jamaica partió de Port Royal con un buque de 70 cañones. Toda la tropa y milicias que llevaban sumaban 4.500 hombres, incluyendo algunos refuerzos de Europa, agregándose a este número 800 negros. Esta expedición dejaba la isla prácticamente sin gente y con solo tres navíos reparándose.

El 27 de mayo, se ponía en estado de navegar el primero de los navíos de 70 cañones fabricados por el constructor Pedro Torres en el astillero de la Habana. Para habilitar el buque se tomaron todos los efectos del navío la Reina, incluso su nombre.

En el mes de junio llegaban a la Habana desde Veracruz otros 2.380.139 pesos. Estos caudales eran conducidos de nuevo por la Bizarra. Debido a lo elevado de la suma del presupuesto, Benito Antonio Spínola partió de La Habana con 6 navíos en su busca; aunque, debido a la presencia de buques ingleses en la zona, el 17 de abril se optó por reforzar la misión con otros dos, el Santiago y el San Antonio. Todos ellos entraron en el puerto de la ciudad el 2 de junio de 1742.

Seis de los bajeles que iban con Vernon se dirigieron a La Guayra, donde esperarían a la tropa española de refuerzo que debía llegar embarcada procedente de San Sebastián. Después atacarían Puerto Cabello. Las noticias, mal fundadas, eran que Vernon se reuniría con Ogle en Cartagena o en Portobelo; desde donde pasarían a tomar la ciudad de Panamá, de esta forma favorecer a Anson, que llegaba por el Mar del Sur muy falto de víveres, con tres de los cinco buques con los que había partido de Inglaterra.

Secuelas del ataque

En el mes de octubre de 1742 llegó una fragata procedente de Londres con órdenes para que Vernon regresara a Inglaterra. El almirante partió de la isla el 28 del mismo mes con un navío de 80 cañones, y algunos otros de a 60. Estos buques de guerra, junto con otras embarcaciones menores, sirvieron de escolta a 35 naves mercantes y de transporte que condujeron a la reserva a 1.200 hombres de los que se hallaban en la Nueva Georgia.

Vernon fue sustituido en el mando de la flota por Chaloner Ogle, al llegar a Inglaterra tuvo que explicar que la presunta victoria en Cartagena de Indias nunca existió. Esto causo tal vergüenza al rey británico Jorge II que prohibió escribir sobre el asunto a los historiadores ingleses. Vernon fue relevado de su cargo inmediatamente, y nunca más tuvo otro cargo. Aunque para tratar de ocultar aún más la derrota, a su muerte fue enterrado con todos los honores en la abadía de Westminter, como si hubiera sido un exitoso héroe.

Durante el año 1743 se armó un navío de 80 cañones en Jamaica, que se sumó a otros 14 que ya se encontraban en la isla. Otros cuatro realizaron operaciones de vigilancia y corso, uno en las inmediaciones de Santiago de Cuba y otros tres cerca de Cartagena y Portobelo. Además, una flota de 66 embarcaciones mercantes había partido en dirección a Inglaterra, convoyadas todas ellas por un buque de guerra.

Cuba no volvería a tener un papel relevante en la guerra hasta el 9 de abril de 1748, año en que el contralmirante británico Charles Knowles trató de forzar la entrada a la bahía de Santiago de Cuba. Sin embargo, una vez más la aventura inglesa fracasó. La respuesta dada por la artillería ubicada en el castillo del Morro, bajo las órdenes del entonces gobernador de Santiago, Alonso Arcos y Moreno, destruyó dos naves y dejó un centenar de muertos y el doble de heridos, mientras las fuerzas santiagueras apenas sufrían bajas.

Posteriormente dejó Jamaica con la intención de interceptar la Flota de Indias en su viaje desde Veracruz a La Habana. Tras rondar durante varios meses las costas de la isla, la escuadra de Knowles se enfrentó finalmente con la flota de La Habana mandada por el general Andrés Reggio el 1 de octubre en el canal de las Bahamas. Este enfrentamiento terminó sin un claro vencedor. Posteriormente, Knowles puso rumbo a La Habana, donde el 12 de octubre se topó casi por casualidad con una pequeña escuadra española de 6 barcos dirigida por Reggio y el también general Benito Spínola. A pesar de su superioridad, la flota británica solo pudo hundir un barco y dañar lo suficiente otro como para obligar a su propia tripulación a incendiarlo. Las otras cuatro naves españolas regresaron a La Habana.

Knowles, no obstante, consideró que no lo había hecho mal y mandó un informe a Londres diciendo que se disponía a capturar la Flota de Indias. Para su sorpresa, lo que recibió fue una reprimenda, ya que los gobiernos británico y español habían firmado la paz pocos días antes.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2020-02-23. Última modificacion 2023-02-13.
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Comentarios:

  1. Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel dijo el 2020/03/14 a las 6:57 pm

    Estuve esperando meses para leer sobre detalladamente sobre el sitio de Cartagena de Indias. ¡Valio cada maldito segundo de lectura! Espero que hagan de las guerras de independencia Hispanoamérica y muestren la realidad de esas guerras sin ningún romanticismo caracterizadp de ese vio perro masón de Bolívar.

  2. RUBEN DARIO POLO dijo el 2020/04/27 a las 10:34 am

    MUCHAS GRACIAS POR TAN PRECIADA INFOGRAFIA

  3. Adelina Covo dijo el 2021/08/13 a las 5:04 pm

    Estimados amigos:

    De dónde sacaron ustedes la siguiente información:
    «…y con bajas tan sensibles como la del comandante del primero, lord Beauclerk uno de los mejores oficiales de la marina de guerra inglesa y la del jefe de los ingenieros Moore.»

    Lo pregunto porque estoy escribiendo sobre la batalla, y estaba tomándolos como referencia, porque la info está muy bien organizada; pero según el relato de Smollet, murió el 3 de abril, siendo una de las bajas más sensibles para los británicos.
    Además que, las dos historiadoras, García y Aguado, en el mejor libro historiográfico qué he leído sobre Blas de Lezo y la Batalla, lo mencionan dirigiendo la construcción de una batería después del 24 de marzo.
    Pero su relato está tan bien elaborado, que me gustaría hablar algo más con ustedes, por lo que les agradecería me respondan al correo electrónico.

    Gracias de antemano por su amable atención,

    (no tienen que hacer visible mi comentario, solo corregir el error y escribirme)

    1. arre caballo dijo el 2021/08/14 a las 12:53 pm

      No hay error, si mira la bibliografía en Internet, Beauclerk murió el 22 de marzo, fecha que también figura en el monumento de la abadía de Westminster.

      Respecto al dato creo que lo obtuve de la publicación BAUTISMO DE FUEGO Y SANGRE DE BLAS DE LEZO, cuyo autor es Francisco Jimenez-Alfaro Giralt.

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