Siglo XVIII Guerras Anglo-Españolas en el siglo XVIII (1726-48) Viaje del Glorioso (1747)

Antecedentes

La historia del mítico Glorioso comienza en 1738, cuando fue construido en los astilleros de La Habana con los planos de Antonio de Gaztañeta. Contaba con 70 cañones. Aunque se trataba de un barco robusto, lo cierto es que España no había alcanzado todavía su apogeo en lo que a la industria naval se refiere. Felipe V (1700-46) había sentado las bases económicas que permitirían al marqués de la Ensenada a partir de entonces, con Fernando VI (1746-58), impulsar la renovación de las fuerzas navales. Como le dijo este al Rey en una carta fechada precisamente un mes antes de partir el Glorioso hacia la aventura que les vamos a contar: “Yo no diré que pueda tener una marina que compita con la de Inglaterra en pocos años, porque, aunque hubiese caudales para hacerla, no hay gente para tripularla. Pero sí que es fácil tener el número de barcos que baste para que, unidos con los de Francia, se prive a los ingleses del dominio que han adquirido sobre el mar”.

En enero de 1738 se ordenó su construcción en el astillero de La Tenaza en La Habana de 2 navíos de 70 cañones y uno de 50 (navíos que serían posteriormente llamados Glorioso, Invencible y Bizarro).

A primeros de 1740 todavía no habían concluido las obras, debido al aumento de la actividad naval británica, siendo terminados en el otoño de ese año. Como todos los buques de la Armada Real tenía un nombre religioso, siendo su nombre el San Ignacio de Loyola, conocido por su alias el Glorioso.

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Maqueta del buque San Ignacio de Loyola, conocido como el Glorioso

A finales de 1741, Pedro Mesía de la Cerda fue nombrado capitán del buque, el segundo comandante era el capitán de fragata Francisco de León y Guzmán, el jefe de la primera batería era el teniente de navío Juan Manuel Pérez de Alderete, marqués de Casinas, y el de la segunda, don Joseph de Rojas y Recaño, del mismo empleo. En 1742 fue botado y fondeado en La Habana como buque insignia de la escuadra del teniente general Rodrigo de Torres. El capitán Pedro Mesía era cordobés de nacimiento y miembro de la Orden de San Juan de Jerusalén. Contaba entonces con 47 años, era entonces un veterano de campañas navales como la expedición a Cerdeña, la batalla del Cabo Passaro y la muy agraciada del año 1719 batalla del Cabo de San Vicente. También estuvo en la expedición a Orán y en otros viajes y comisiones por las aguas de América.

En 1743 llegó a la península con caudales, y a finales de octubre de 1744, partía de La Habana una pequeña escuadra bajo el mando del teniente-general Rodrigo de Torres, en la que figuraba como nave capitana el Glorioso. El 5 de enero entraba en el puerto de La Coruña junto al navío Castilla, pese a que los británicos conocían el propósito del viaje y habían movilizado 3 grandes escuadras, consiguieron llegar a puerto y descargar sus mercancías.

Tras cumplir su misión, el Glorioso, sería sometido a una serie de reparaciones menores en el arsenal de La Graña (La Coruña), lapso durante el que su capitán y tripulación fueron asignados al departamento de Ferrol. Durante los siguientes meses realizaría varias salidas en compañía de otros buques de guerra, con la misión principal de proteger el tráfico de embarcaciones españolas y francesas en la zona del Atlántico.

En marzo de 1746, durante una de esas misiones, la pequeña escuadra española sufriría los efectos de una fuerte tormenta cerca del cabo de Finisterre, tras la cual las autoridades dieron por desaparecido el San Ignacio de Loyola, pensando que había naufragado. Afortunadamente, el navío pudo llegar a Cádiz, donde sería reparado y aprestado en el arsenal de La Carraca. Su siguiente y trascendental misión consistiría en dirigirse a Veracruz (México) capitaneando un gran convoy de 18 navíos. Una vez descargadas sus bodegas en el puerto mejicano, el Glorioso sería avituallado nuevamente para poder acometer su tornaviaje a Europa.

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El Glorioso fondeado en Cádiz (1746). Lámina de Carlos Parrilla

La Carrera del Glorioso, los Combates del Glorioso o el Viaje del Glorioso es como se conoce a una serie de cuatro enfrentamientos navales que tuvieron lugar en 1747, durante la guerra de la Oreja de Jenkins, y en el marco de la guerra de Sucesión Austríaca; entre el navío el Glorioso, de 70 cañones, y varios escuadrones de navíos y fragatas ingleses que trataban de capturarlo.

Primer combate en el Atlántico (26 de julio de 1747)

El navío zarpó de Veracruz el 28 de mayo de 1747, entrando en La Habana, de donde zarpó a finales de junio, transportando un gran cargamento de plata, oro, géneros medicinales, grana fina y silvestre, vainilla, azúcar, bálsamo, cacao, cueros y un valioso regalo personal del virrey de Filipinas destinado al rey Fernando VI; el cargamento estaba valorado en 4 millones de pesos de plata.

El martes 25 de julio, mientras navegaba próximo a la costa de la isla de Flores, en el archipiélago de las islas Azores, la tripulación del Glorioso distinguió entre la niebla a un convoy de buques mercantes ingleses. Cuando a mediodía la niebla comenzó a disiparse, los españoles divisaron diez buques británicos, tres de los cuales eran buques de guerra: el navío de línea Warwick (60), la fragata Lark (40) y el paquebote Montagu (16); además del transporte de tropas armado Beaufort (20).

De la Cerda ordenó prepararse para el combate y continuó navegando hacia el noreste en dirección a Ferrol, manteniendo el barlovento. John Crookshanks, jefe del convoy, tras divisar al navío español ordenó su persecución. Con el paso de las horas y comprobando que se alejaba de la ruta marcada, ordenó al capitán del Beaufort (20) que permaneciera junto al resto de los transportes para protegerles, e inició la caza del solitario buque. A media tarde el Montagu (16), el más veloz de los buques ingleses, ya navegaba tras la estela del Glorioso. Sobre las 21:00 horas, con los horizontes oscurecidos, el capitán español ordenó virar su buque hacia el sureste, en un intento de despistar a sus perseguidores en la oscuridad de la noche. Para evitarlo, el Montagu (16) disparó varios cañonazos y encendió fuegos a bordo para marcar su posición. La táctica a emplear por John Crookshanks era sencilla en teoría: sobrepasar a su presa durante la noche para ganarle la proa. Si lo lograba, podría lanzarle una andanada en una posición muy ventajosa, obligándole a virar. De este modo, daría tiempo al Warwick (60) para alcanzarle.

También disparó cuatro cañonazos a la popa del Glorioso, que no le alcanzaron. Pedro Mesía ordenó entonces trasladar cuatro cañones, dos de 18 libras a la cámara baja y dos de 24 a los guardatimones, con los que se podría disparar desde la popa del navío contra su perseguidor, impidiendo así al paquebote inglés acercarse demasiado. Después de un errático intercambio de fuego entre ambos barcos, que duró toda la noche; a las 11:00 horas del 26 de julio los otros dos barcos de guerra británicos se encontraban ya cerca del buque español. El comandante del bergantín se apartó entonces, para ir a hablar con ellos.

A las 14:00 horas, el Montagu (16) arribó sobre el Warwick (60), para regresar dos horas más tarde a popa del Glorioso. Sería precisamente entonces, a las 16:00 horas, cuando se produjo un chubasco que curiosamente dejó al Glorioso sin viento, pero no fue así para los barcos ingleses, circunstancia que aprovecharon para acercarse al buque español. Sobre las 21:00 horas, con los horizontes «abromados» y advirtiendo Pedro Mesía que los tres bajeles enemigos se le venían encima, tomó la iniciativa. Se acercó de improviso sobre el Montagu (16), que lo tenía pegado a su estribor, y le disparó algunos cañonazos. El capitán Connelly, comandante del pequeño paquebote inglés, ordenó alejarse para no regresar. La maniobra había situado al Glorioso al costado de babor de la fragata Lark (40). El enfrentamiento fue corto. La descarga cerrada de todos los cañones de la banda de estribor sorprendió a la tripulación de la fragata, que a pesar de responder al fuego, vieron cómo su mastelero de sobremesa se venía abajo. Tras un cañoneo que duró, según los testigos, poco más de cinco minutos, John Crookshanks ordenó separarse del Glorioso. Ya no regresaría.

En esos momentos, con una visibilidad prácticamente nula, debido a las nubes y nieblas que ocultaban la luna, Pedro Mesía podría haber cambiado de rumbo y haber aprovechado la oscuridad de la noche para dejar atrás a sus perseguidores. Sin embargo, con gran seguridad, como si lo hubiera estado planeando durante días, viró su barco en redondo y se dirigió hacia el Warwick (60), manteniendo el barlovento. Al pasar por el costado del navío inglés, todos los cañones de la banda de babor y toda la fusilería embarcada dispararon una descarga cerrada sobre el sorprendido enemigo.

Mesía ordenó de nuevo virar en redondo su barco y situarse al costado del Warwick, al que disparó otra descarga cerrada con la artillería de su otra banda. De este modo los dos barcos irían intercambiando andanadas hasta las 24:00 horas, en que los dos quedaron inmovilizados por falta de viento. El enfrentamiento, sin desmayo por ambos contendientes, continuaría hasta pasadas las tres de la mañana, en que al entrar un poco viento del este-noreste, el capitán Erskine, comandante de Warwick (60), decidió que había sufrido suficiente castigo. Aprovechó el viento favorable y se alejó para siempre del Glorioso. Las bajas españolas fueron cinco muertos (entre ellos dos civiles) y 42 heridos, de los cuales siete lo fueron de gravedad.

En los días siguientes fallecerían cinco de ellos. En cuanto a los daños materiales, el buque sufrió cuatro impactos de bala de cañón en su casco a la altura de la primera batería y daños considerables en el aparejo. La mayor parte de ellos serían reparados en pocos días. Según el informe del capitán español, se efectuaron 406 cañonazos de 24 pulgadas, 420 de 18, 180 de 8 y 4.400 disparos de fusil. Si se tiene en cuenta que los fusileros españoles era 140, se realizaron 30 disparos de media en las 6 horas de enfrentamiento con la Lark y el Warwick. En la batalla de Borodino, la infantería francesa realizó 15 disparos en 12 horas.

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Combate entre el Glorioso y el Warwick el 16 de julio de 1747. A la derecha la fragata Lark. Autor Carlos Parrilla Penagos

Cuando el Almirantazgo británico tuvo noticia de este enfrentamiento, el capitán Crookshanks fue sometido a un consejo de guerra por denegación de auxilio y negligencia en combate. Declarado culpable, fue expulsado de la Royal Navy.

Segundo combate en Finisterre (14 de agosto de 1747)

Después de este primer combate, el Glorioso continuó navegando hacia España. El 14 de agosto, ya en las proximidades del cabo de Finisterre, en Galicia, los vigías del Glorioso divisaron en el horizonte tres velas. Según las fuentes inglesas se trataba del navío de línea Oxford (50), la fragata Shoreham (24) y la balandra Falcon (14). Todos ellos pertenecientes a la escuadra del almirante John Byng. A las 16:00 horas, los tres buques sobrepasaron al Glorioso por ambas bandas a distancia prudencial sin hacer fuego. El Oxford (50) por sotavento y los dos pequeños por barlovento.

Nada más sobrepasar al buque español, los tres barcos se reunieron para hablar. Pedro Mesía, al comprobar que el navío más grande mareaba su trinquete para venir sobre él, tomó la iniciativa. Viró en redondo y se dirigió decidido hacia el buque inglés de mayor porte, ganándole el barlovento. Al igualarse con los barcos contrarios, ambas bandas dispararon todos sus cañones sobre ellos. La fragata y la balandra, situadas a barlovento del Glorioso, también dispararon sobre este.

Con la mar picada, de la Cerda observó que le había entrado mucha agua por las portas de su primera batería. Así que volvió a virar en redondo el navío y en esta ocasión, ante la sorpresa de los británicos, pasó por sotavento del Oxford (50). Con ese movimiento había conseguido dejar a los tres barcos enemigos a su costado de babor, evitando con ello combatir entre dos fuegos. Pero también, emplear sus dos baterías al completo sobre un navío que no podía utilizar las suyas. El capitán Smith Callis, comandante del Oxford (50), nunca quiso presentar todo el costado de su buque.

Después de dos andanadas, salió del fuego, huyendo ignominiosamente del combate. El duelo había durado casi tres horas, un enfrentamiento donde escasearon los cañonazos, pero donde el sentido táctico y la audacia del capitán español le habían dado la victoria. Prueba de ellos fueron las escasas bajas, cinco heridos leves. Los daños también fueron mínimos: Un balazo en el mastelero de velacho, otro en la verga mayor y otros dos que pasaron el costado por la segunda batería. La opinión desfavorable que el capitán español apuntó en su diario de navegación sobre Callis, se vería refrendada al día siguiente, cuando los tres bajeles volvieron a pasar a unas dos millas de la proa del Glorioso, sin hacer maniobra alguna por buscar el enfrentamiento.

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Combate entre el Glorioso y el Oxford el 14 de agosto de 1747. El buque inglés de 50 cañones huyó tras un breve combate. Autor Augusto Ferrer Dalmau

Como había sucedido anteriormente con su compañero, el capitán Callis fue sometido a un consejo de guerra. Pero a diferencia del comodoro Crookshanks, Callis fue absuelto y restituido con honor.

El Glorioso navegó hacia el sureste en busca de la costa, divisando el cabo Finisterre al noreste en las últimas horas de la tarde, a una distancia de entre cuatro y cinco leguas. El miércoles 16 de agosto de 1747, sobre las 08:00 horas, se levantó una espesa niebla que oscureció toda la costa, obligando a gobernar el navío hacia el sur. Pasado el mediodía, y habiendo despejado un poco, Pedro Messía volvió a divisar el Cabo, esta vez a una legua de distancia. Había llegado el momento de buscar un fondeadero seguro, dirigiéndose a la ría de Corcubión, quedando fondeado en la bocana de la ría. Sería definitivamente el 18 de agosto por la noche cuando el navío llegaría a las inmediaciones de la población de Corcubión, comenzando a desembarcar su cargamento a la mañana siguiente. El valor de lo desembarcado alcanzaría unos 4.000 millones de euros actuales.

Tercer combate en Cabo de San Vicente (17 de octubre de 1747)

Tras descargar su preciado cargamento y transportar el mismo hacia el interior con la ayuda de la población civil de la zona, permaneció casi dos meses en la ría de Corcubión. El capitán Pedro Mesía de la Cerda fue ascendido a jefe de escuadra a los pocos días de llegar. Allí sería reparado con los repuestos enviados desde el astillero La Graña, siendo las tareas dirigidas por el maestro de arbolada de dicho arsenal, llevando las reparaciones casi dos meses. Una compañía de granaderos del regimiento de Infantería Lisboa, fue embarcada en el Glorioso para compensar las pérdidas de personal.

Siguiendo las órdenes particulares del marqués de la Ensenada, y aprovechando la luna nueva, el Glorioso zarpó de Corcubión el 5 de octubre en dirección a Ferrol. A la mañana siguiente se topó con una escuadra británica formada por 15 navíos, por lo que tuvo que regresar de nuevo a Corcubión. Partiría definitivamente el 11 de octubre. Permaneció fondeado en Finisterre durante tres días a la espera de viento favorable para dirigirse de nuevo a Ferrol. El 14 de octubre, un fuerte viento garreó el ancla del navío, obligando a su capitán a dirigirse hacia Cádiz.

El 17 de octubre, los vigías del Glorioso divisaron a la altura del cabo de San Vicente 10 velas, dos de las cuales, aprovechando el viento favorable, se dirigían hacia el solitario navío. Se trataba de las fragatas King George (32) y Prince Frederick (26), ambas pertenecientes a una pequeña escuadra corsaria bajo el mando del comodoro George Walker. Este escuadrón era conocido en el Reino Unido como “The Royal Family” (La Familia Real) debido a los nombres de las fragatas que lo componían: King George (32), Prince Frederick (26), Prince George (20), Duke, Princess Amelia y el tender Prince Edward. Tres meses antes, en julio de 1.747, los seis barcos sumaban 114 cañones y 1.000 hombres de tripulación. No obstante, solamente tres de ellas se enfrentarían al Glorioso, aunque realmente solo la King George, comandada por el propio Walker, se enfrentaría en un duelo artillero directo con el buque español.

Tras el avistamiento, el viento cesó, quedándose los buques parados. Sobre las 19:00 horas la King George (32), buque insignia del grupo, consiguió aproximarse al Glorioso. Walker se encontraba a tiro de cañón del navío español, pero como este no desplegaba sus colores, permanecía a la expectativa intentando averiguar su nacionalidad. Tras permanecer más de una hora Pedro Messía ordenó cerrar las portas de su batería inferior, lo que hizo dudar a Walker de si realmente se hallaba frente a un rico galeón cargado con los caudales anuales de las Indias. El comodoro consultó la decisión a tomar con sus oficiales, que convinieron en que se trataba de un monied ship (buque del dinero). A las 17:00 horas, se levantó una suave brisa del norte y el buque español retomó su rumbo hacia el cabo de San Vicente. Solo pudo seguirle el King George (32), por continuar el resto de las embarcaciones inglesas sin viento.

Al anochecer, la nave corsaria llegó en solitario a la altura del Glorioso, colocándose a su costado. Alguien de la tripulación inglesa saludó en portugués, pero no obtuvo respuesta. Habló entonces en inglés, y desde el navío español se le preguntó en su mismo idioma por el nombre del barco.

Nada más contestar, se abrieron las portas y una andanada de las dos baterías de esa banda barrieron de proa a popa la fragata británica. Dos de sus cañones fueron desmontados, y el mastelero de gavia, echado abajo. Se inició entonces un duelo artillero entre los dos barcos, en el que los ingleses intentaron paliar su falta de potencia sacando el máximo partido de la compañía de infantería embarcada y del gran número de mosquetes disponibles.

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Combate entre el Glorioso y la King George el 17 de octubre de 1747. El Glorioso (70) a la derecha, la fragata King George (32) en el medio, y la fragata Prince Frederick (26) llega al lugar. Grabado inglés, fechado en 1753.

Sin embargo, Masía, consciente de sus ventajas, no iba a permitir un duelo a corta distancia. Con una luna llena que permitía ver casi como si fuera de día, hizo maniobrar su buque y se apartó del inglés para aprovechar el mayor alcance de sus cañones. Walker, con la mayor parte de la arboladura de su nave dañada, no pudo hacer nada para evitarlo.

Durante las siguientes dos horas la King George (32) sufrió un duro castigo sin apenas margen de maniobra, perdiendo a ocho hombres y sufriendo numerosos heridos. La Prince Frederick (26) apareció en escena sobre las 22:30 horas, Edward Dottin, su comandante, la situó sobre el lado de babor del Glorioso, y comenzó a disparar en un intento de distraer el fuego sobre la King George (32), que había tenido la precaución de no ofrecer el costado de su nave a los grandes cañones de su oponente. Los primeros disparos de este causaron tres heridos graves en su tripulación, sufriendo dos de ellos la amputación de sus piernas. El duelo artillero se prolongaría todavía media hora más, hasta que, pasadas las 23:00 horas, el Glorioso se alejó del combate sin que ninguna de las dos fragatas hiciera nada por impedirlo.

Cuarto combate (18 de octubre de 1747)

A las 06:00 horas del miércoles 18 de octubre, las fragatas Prince George (20) y el Duke, pertenecientes también a la Royal Family, llegaron al lugar donde se encontraba su comodoro. George Walker puso ambas naves bajo el mando del capitán Dottin, comandante de la Prince Frederick (26), y las envió en persecución del navío español. Cuando las tres embarcaciones se perdieron de vista en el horizonte, apareció por el este una gran vela que navegaba directo hacia la posición de Walker. Este se alarmó al pensar que podría tratarse de un barco enemigo, ya que, debido al lamentable estado en que se encontraba su nave, no podría ofrecer ninguna resistencia.

Afortunadamente para él, se trataba del Russell (92), un buque británico de guerra de tres puentes. El corsario envió una nota urgente a su capitán para informarle sobre lo ocurrido la noche anterior, advirtiéndole de que si forzaba la vela podría alcanzar al buque español.

Al amanecer, las tres fragatas corsarias, con el Russell (92) algo más retrasado, navegaban en persecución del Glorioso. Pero Mesía, para evitar un combate tan desigual, ordenó arribar de vuelta al noroeste siguiendo la brisa diurna. A unas doce leguas al noroeste del cabo de San Vicente, los vigías del barco español descubrieron otro navío, que se dirigía a su encuentro. Una vez franqueado, el desconocido buque, que navegaba sin bandera, izó la danesa y viró para alcanzar a su oponente. Para hacer creer que era amigo, su comandante demostró conocer los códigos españoles de señales y ordenó disparar dos cañonazos pausados. Mesía, receloso con la extraña maniobra, continuó su rumbo sin inmutarse.

Pasado el mediodía, el capitán del buque que le perseguía, viendo que su treta no había dado resultado, arrió la bandera danesa e izó la británica. Se trataba del Darmouth (50), cuyo comandante era John Hamilton. Al llegar a la distancia de tiro, sus cañones de proa comenzaron a tronar. Los situados en los guardatimones del navío español también entraron en acción. Masía evaluó la situación y decidió aguardar a que su oponente le presentase su costado. Sin embargo, Hamilton, consciente quizá del menor peso de su andanada, no quiso en ningún momento exponer todo su banda, por lo que frenó el buque, comenzando a disparar con sus baterías de estribor cuando su proa llegó a la altura del palo mayor del Glorioso comenzó el duelo artillero.

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Combate entre el Glorioso y el Darmouth el 18 de octubre de 1748. El buque británico de 50 cañones explotó al ser alcanzado en la santabárbara. Autor Alberto Cortellini Sánchez. Museo Naval de Madrid

Este duró casi tres horas, hasta que pasadas las tres de la tarde una explosión tremenda desintegró el Darmouth (50). Solo hubo 18 supervivientes, incluido un teniente.

Por lo que respecta al Glorioso, las bajas fueron de 5 muertos y 20 heridos. En cuanto a los daños recibidos en su aparejo, obligaron a su tripulación a intentar remediarlos para, al menos, poder enfrentarse con alguna posibilidad a los buques enemigos que le perseguían.

Después de recoger a todos los supervivientes del Darmouth (50), las fragatas corsarias reanudaron la persecución del Glorioso, empeño en el que se les unió el Russell (92).

Último combate (19 de octubre de 1747)

La noche del miércoles 18 de octubre, la dotación del Glorioso fue empleada en reparar el casco y la arboladura del navío. Pasadas las doce de la noche, con el cielo despejado y una luna tan clara que permitía ver casi como si fuera de día; Mesía comprobó con resignación cómo un navío de tres puentes el Russel (92) aprovechaba la ligera brisa nocturna y se le colaba a barlovento, ocupando toda su banda de estribor. Las otras dos fragatas Prince George (32) y Duke se situaron a cierta distancia de su popa.

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Última batalla del Glorioso el 19 de octubre de 1747. Pintura de Charles Brooking. National Maritime Museum de Londres. Es un cuadro pintado ese mismo año. A la derecha vemos al malogrado  Darmouth (50), que explotó pereciendo casi toda su tripulación. A la izquierda está la fragata corsaria King George (32), con daños apreciables en su arboladura. El Glorioso (70) está a la derecha, también con daños, y el Russell (92) a la izquierda.

Tras más de tres horas de combate, los artilleros españoles comenzaron a echar en falta las municiones que su comandante había solicitado en Corcubión. Es de suponer que los responsables de autorizar el abastecimiento no consideraron oportuno llenar la santabárbara del buque para un trayecto tan corto. No fue un problema de falta de existencias, ya que en La Graña existía un almacén de pólvora con capacidad para 3.000 quintales. Este gran polvorín no solo estaba destinado a abastecer las naves de guerra que pasaban por el astillero, sino también a todos los cañones de los castillos y fuertes de la ría de Ferrol. El caso es que la dotación del Glorioso era de un 60 % de su capacidad, a lo que hay que descontar el combate anterior.

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Combate entre el Glorioso y el Russel el 19 de octubre de 1747. El navío español batiéndose con el Russell inglés de tres puentes y 92 cañones, al fondo a la derecha el Darmouth (50) arde en llamas, mientras las fragatas Prince George y Duke se mantienen apartadas de la acción. Autor Carlos Parrilla Penagos

Pasadas las 06:00 horas, con los primeros rayos de sol iluminando los desvencijados palos y vergas del buque español, los cañones de este dejaron de disparar, ya que no había con qué cargarlos. Con 33 muertos y 130 heridos a bordo, exhausta la tripulación y agotada su munición, Pedro Mesía de la Cerda rindió el navío.

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El último combate del Glorioso el 19 de octubre de 1747. El glorioso desmantelado rodeado por los buques británicos a la derecha el navío  Russell, a la izquierda la fragata Duke y al fondo la fragata Prince George. Autor de Augusto Ferrer-Dalmau Nieto. Museo Naval de Madrid. https://augustoferrerdalmau.com/

Cuando el capitán Buckle verificó que el fuego del buque español había cesado, ordenó a su comandante que se trasladara con un bote a bordo de su nave. Al estar los botes del Russel tan acribillados como los del Glorioso, los ingleses se vieron obligados a emplear uno de los pertenecientes a las fragatas. Cuando Pedro Mesía subió al barco enemigo, pudo comprobar los enormes daños infligidos a su oponente. En el costado de babor eran incontables los impactos, algunos de ellos a la lumbre del agua; el palo de mesana estaba rendido desde su cofa, y el resto de los masteleros y juanetes, cosidos a balazos; la jarcia de labor y los obenques habían quedado destrozados, y la mayor parte de las velas, desgarradas. En cuanto a la cubierta y el alcázar, arrasadas y cubiertas de astillas, eran un calco de las de su propio navío.

Mathew Buckle en una carta personal al comandante Hills, decía que su barco era muy viejo y endeble, y al recibir cinco impactos en la línea de flotación; le entraba tanta agua en el navío que se vio obligado a trasladar urgentemente los hombres a las bombas del barco, en tres o cuatro ocasiones. Pero también que, tras varias horas combatiendo,

Portsmouth, último fondeadero del Glorioso

Tras su captura, el buque español fue trasladado a Lisboa, donde toda su tripulación, incluidos los oficiales, quedó bajo la custodia del embajador español. Todos ellos serían liberados pocos días después. También se conocen los lugares a donde se les ordenó dirigirse. En cuanto al San Ignacio de Loyola, y pese a lo dicho hasta ahora, no sería desguazado en Lisboa. De hecho, el buque español estaba en mejores condiciones que su captor. El capitán Buckle, tras verse obligado a rechazar una suculenta oferta por el mismo que había realizado el mismísimo rey de Portugal, navegó junto a su presa a uno de los puertos más emblemáticos de Gran Bretaña.

A mediados de mayo de 1748, el Russell y el Glorioso arribaban al fondeadero de Spithead, el amplio y profundo canal situado entre la costa noreste de la isla de Wight y la parte continental del sur de Inglaterra, que daba entrada a través de una estrecha lengua de arena al puerto de Portsmouth. Así lo hizo constar el capitán Richard Hughes, comisionado del Almirantazgo en el astillero de dicha ciudad: “The Glorioso Spanish ship of war, taken by the Russell, has arrived at Spithead” .

El navío español quedó amarrado a uno de los muelles del astillero, y todas sus escotillas se cerraron, para impedir el acceso a las cubiertas inferiores. Las llaves se entregaron al guardalmacén del Servicio de Artillería Real (Office of Ordinance), y la tripulación inglesa que había navegado con él desde Lisboa fue licenciada. El buque permanecería en esa situación durante los meses siguientes, a la espera de una inspección técnica que pudiera determinar su estado. Por su parte, el Russell (92) zarparía hacia Chatham, el principal astillero británico, para ser sometido a una reparación integral.

A mediados de septiembre, Thomas Bucknall, uno de los constructores del astillero, redactaba y rubricaba un detallado informe en el que se especificaban todas las piezas que debían ser cambiadas. En el mismo se adjuntaba una relación con las “Dimentions & Scantlings of the Glorioso Spanish ship of War”, incluyendo las longitudes y diámetros de los mástiles y vergas. En cuanto a la opinión de Bucknall, era concluyente: el navío era un barco fuerte y bien construido, que podía estar en condiciones de hacer un buen servicio después de que las piezas dañadas fueran sustituidas.

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El Glorioso en Portsmouth. Grabado inglés, fechado el 24 de septiembre de 1748, en el que se representa al Glorioso junto a otros navíos británicos dentro de la rada de Portsmouth.

Tras varios meses de disputas entre el Almirantazgo británico y el capitán Buckle, en las que este último llegó a solicitar el amparo del rey, el destino final del buque español se decidía en un famoso local de Londres. El final de la guerra con España, la consabida reducción de la flota de guerra inglesa y, sobre todo, las ricas maderas americanas con que estaba construido el Glorioso impidieron muy probablemente que el famoso navío navegara de nuevo con bandera británica. Finalmente, sería subastado por un curioso método en Lloyds Coffee House, el 24 de abril de 1749.

En la actualidad, la ubicación del antiguo café está ocupada por una de los miles de tiendas de la conocida cadena de supermercados Sainsbury.

Negociaciones de Lisboa

A partir de agosto de 1746, comenzaron las negociaciones en la ciudad de Lisboa, en el neutral país de Portugal, para tratar de organizar un acuerdo de paz. La muerte de Felipe V de España había llevado a su hijo Fernando VI al trono, y él estaba más dispuesto a ser conciliador sobre los asuntos de comercio. Sin embargo, debido a sus compromisos con sus aliados austriacos, los británicos no pudieron aceptar las demandas españolas de territorio en Italia y las conversaciones se rompieron.

La guerra entró en punto muerto a partir de 1742 (si se exceptúan las acciones menores de Anson y Knowles), pero el estallido de la guerra de Sucesión Austriaca en Europa, en la que España y Gran Bretaña tenían intereses enfrentados; provocó que no se firmara paz alguna hasta el Tratado de Aquisgrán de 1748. Este puso fin a todas las hostilidades, retornando prácticamente todas las tierras conquistadas a quienes las gobernaban antes de la guerra con el fin de garantizar el retorno al statu quo anterior.

En el caso de la América española, la acción del tratado fue prácticamente inexistente, ya que al final de la contienda ningún territorio (con la excepción de Louisbourg, que retornó a manos francesas) permanecía bajo otra ocupación que no fuera la original. España renovó tanto el derecho de asiento como el navío de permiso con los británicos, cuyo servicio se había interrumpido durante la guerra. Sin embargo, esta restitución duraría apenas dos años, ya que por el Tratado de Madrid, Gran Bretaña renunció a ambos a cambio de una indemnización de cien mil libras. Estas concesiones, que en 1713 parecían tan ventajosas (y constituyeron unas de las cláusulas del Tratado de Utrecht), se habían tornado prescindibles en 1748. Además, entonces ya parecía claro que la paz con España no duraría demasiado (se rompería de nuevo en 1761, al sumarse los españoles a la guerra de los Siete Años en apoyo de los franceses), así que su pérdida no resultaba para nada catastrófica.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2020-02-23. Última modificacion 2022-09-01.
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Comentarios:

  1. manuel dijo el 2021/10/11 a las 9:26 pm

    hola buenas noches ,me llamo manuel y estoy interesado en construir una maqueta del glorioso, pero no encuentro los planos por ningun lado, ni en museos, ni en la armada. tendria usted por casualidad los planos, o dibujos para poder realizarlo? muchas gracias .un saludo

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