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Miguel VIII Paleólogo (1.261-1.282)
De no haberse producido la invasión mongola 1256-1260 bajo Hagalu, nieto de Ghengis Khan que había arruinado el poderío selyúcida del Rum, es muy probable que el Imperio Latino hubiese caído.
En el verano de 1261, cuando el general Alejo Estrategopoulos entró en la desprotegida capital a la cabeza de un pequeño número de tropas. Miguel VIII hizo una formal entrada procesional en la ciudad el 15 de agosto, ante las entusiastas aclamaciones del pueblo reunido. En septiembre de 1261 el patriarca coronó a Miguel VIII y su esposa Teodora en la iglesia de Santa Sofía como basileo o emperador. Su hijo Andrónico, como heredero al trono, fue proclamado coemperador. El legítimo emperador Juan IV unos meses después había sido cegado y desterrado por orden de Miguel.
Cuando Miguel VIII Paleólogo entró en Constantinopla, el Imperio bizantino se reducía a una estrecha franja costera al oeste de Asia Menor, a las islas vecinas del mar Egeo y a una parte de Tracia y de Macedonia, incluyendo Tesalónica. En primer lugar, se dedicó a reconstruir la ciudad devastada y a repoblarla. Para asegurar la defensa, debió reconstruir las fortificaciones y recrear una flota, lo que costó muy caro y lo obligó a devaluar nuevamente su moneda (hyperpyron).
El Imperio estaba rodeado por muchos enemigos y un ataque desde Occidente por las fuerzas que querían restituir el Imperio Latino, se preveía en cualquier momento. Miguel volvió a caer en la diplomacia y demostró ser astuto y eficiente.
Al acceder al trono, Miguel abolió todas las costumbres latinas y restauró muchas de las ceremonias e instituciones bizantinas que habían existido antes de la conquista latina. Su mayor ambición era reconstruir el Imperio bizantino como una fuerza a tener en cuenta en la política internacional. Pero era consciente del peligro que suponía el occidente latino, en especial que sus vecinos de Italia (Carlos de Anjou, el Papa Martín IV y los venecianos) se aliasen en su contra; por ello procuró evitar los errores de Manuel I Comneno.
En 1263 y 1264 respectivamente, Miguel, con el apoyo del Papa Urbano IV, firmó las paces con Guillermo II Villehardouin, príncipe de Acaya, y con Miguel, déspota de Epiro, que habían sido incitados a atacarle por el Papa, pero que habían sido derrotados en la batalla de Pelagonia (1259) en Tesalia. Villehardouin se vio obligado a ceder Mistra, Monemvasia y Maina, en Morea. Posteriormente, Miguel también luchó contra los genoveses y venecianos, cuya influencia en Constantinopla quería reducir, manteniendo el equilibrio de fuerzas entre ambos grupos de italianos.
Con el fin de aproximarse al Papado, y separarlo de sus otros enemigos, Miguel decidió unificar la Iglesia bizantina con la católica: para ello, se firmó una débil unión entre ambas iglesias en el Segundo Concilio de Lyon en 1274. Tomó esta decisión con grandes perjuicios en su Imperio, pues sus prisiones se llenaron con muchas personas fieles a la fe ortodoxa. Durante cierto tiempo pareció que la medida había funcionado, pero finalmente, el Papa Martín IV (que en parte seguía las órdenes de Carlos de Anjou) le excomulgó. Entonces necesitaba una nueva táctica e hizo uso de la diplomacia bizantina para conseguir que los aragoneses de Pedro III de Aragón atacasen Sicilia, en las famosas Vísperas sicilianas, partiendo así en dos el reino de Carlos de Anjou.
Batalla de Demetrias (1275)
Una de las principales prioridades del emperador bizantino Miguel VIII Paleólogo fue la de defender su capital de un posible ataque veneciano. En consecuencia, buscó una alianza con el principal antagonista de Venecia, la república de Génova, mientras comenzaba a construir su propia armada.
Con la ayuda de su nueva flota, en 1263 Paleólogo envió una expedición a Morea, contra el Principado de Acaya. En el momento de la victoria, las fuerzas terrestres bizantinas fueron sorprendidas y derrotadas, mientras que la armada aliada bizantino-genovesa sufrió una dura derrota por una armada veneciana numéricamente inferior en la batalla de Settepozzi. Esto llevó a Miguel a abandonar su alianza con los genoveses, quien inició un acercamiento con Venecia, y que condujo a un tratado en 1267. Con la neutralidad de Venecia, la principal amenaza para los intereses imperiales en el mar Egeo eran los corsarios lombardos con su base en Negroponte. La isla fue atacada varias veces por la armada bizantina bajo Alejo Filantropeno, pero este no consiguió progresos importantes. Solamente a partir de 1273, con la ayuda del renegado latino Licario (Likarios), hizo avanzar a las fuerzas bizantinas, capturando una serie de fortalezas en la isla.
A inicios de la década de 1270, Miguel VIII Paleólogo inició una gran campaña contra Juan I Ducas, gobernante de Tesalia. Esta iba a ser dirigida por su propio hermano, el déspota Juan Paleólogo. Para impedir toda ayuda que viniera a él de los principados latinos, Miguel también envió una flota de 73 barcos, dirigidos por Filantropeno, para hostigar sus costas. El ejército bizantino, sin embargo, fue derrotado en la batalla de Neopatria con la ayuda de tropas del ducado de Atenas. Al oír estas noticias, los señores latinos se animaron y decidieron atacar a la armada bizantina, anclada en el puerto de Demetrias
Los números de las flotas opositoras no son claras. Para los bizantinos, Nicéforo Grégoras que eran más de 50 barcos, mientras que el italiano Marino Sanudo menciona 80 barcos imperiales. La flota latina, compuesta de barcos lombardos, venecianos de Negroponte y venecianos que tenían en Creta, es diverso desde los 30 (según Grégoras) a los 62 (según Sanudo) barcos. En cualquier caso, todas las fuentes confirman que la flota latina era numéricamente inferior en un tercio. Cabe señalar que, como consecuencia de su tregua con los bizantinos, los venecianos de Negroponte mantuvieron una postura neutral, aunque algunos de ellos se unieron a la flota latina como individuales.
La flota latina tomo a los bizantinos por sorpresa, y su ataque inicial fue tan violento que hizo un buen progreso. Sus barcos, en los que se habían erigido altas torres de madera, tenían la ventaja, muchos marineros y soldados bizantinos fueron muertos o ahogados. Justo cuando el triunfo parecía al alcance de los latinos, sin embargo, llegaron refuerzos dirigidos por el déspota Juan Paleólogo. Mientras se retiraban de Neopatria, el déspota se había enterado de la inminente batalla. Reunió a los hombres que pudo, cabalgó en una noche 50 km y llegó a Demetrias justo cuando la flota bizantina estaba empezando a flaquear.
Su llegada aumentó la moral de los bizantinos, y los hombres de Paleólogo, transportados a bordo de los buques por los barcos pequeños, comenzaron a reponer sus bajas y cambiar el rumbo. La batalla continuó durante todo el día, pero al caer la noche, todos menos dos buques latinos habían sido capturados. Las bajas latinas fueron pfuertes, e incluía el triarca de Negroponte Guglielmo II de Verona. Muchos otros nobles fueron capturados, entre ellos el veneciano Fillippo Sanudo, que probablemente era el comandante general de la flota.
La batalla marcó el comienzo de una ofensiva bizantina sostenida en todo el Egeo.
Final de Miguel
Al reconstruir el Imperio bizantino, Miguel recuperó la antigua administración sin preocuparse de corregir sus abusos. Así, redujo la ley de las monedas, lo que condujo a la decadencia del comercio bizantino. Murió en Tracia en diciembre de 1282, pero su dinastía se prolongó durante casi dos siglos, un período más largo que el de cualquier otra de la historia del Imperio bizantino.
Andrónico II ante los problemas económicos, desmanteló la fuerza naval en 1285, la hizo reducir y confió la defensa a la flota genovesa e involucró a corsarios que preferían perseguir sus propios intereses antes que asegurar la defensa del Imperio.
Andrónico II Paleólogo (1282 – 1328)
Durante su reinado, dejó que la flota, que su padre había organizado, entrase en decadencia, y de este modo al Imperio le resultó más difícil oponerse a las demandas de tributo por parte de las potencias rivales de Venecia y Génova.
Batalla de Bafea (1302)
En su época, los turcos otomanos bajo Osmán I conquistaron casi toda Bitinia, siendo derrotados los bizantinos en 1302 durante la batalla de Bafea (Koyun-Hisar), muy cerca de Nicea. Los turcos emplearon un ejército de caballería con algo de infantería. El comandante bizantino, Mouzolon, había alistado jinetes arqueros mercenarios alanos, y también trató de conseguir ventaja mediante el uso de barcos para el transporte de sus tropas con el fin de sorprender a los otomanos. Pero los otomanos ya tenían conocimiento del asalto y lograron la sorpresa durante el desembarco de las tropas bizantinas. Utilizaron con éxito la cubertura de las depresiones y arbustos en un terreno llano. La milicia local bizantina inmediatamente perdió la confianza y huyó. Los mercenarios alanos cubrieron con éxito la retirada desorganizada, pero pronto ellos también fueron diezmados.
Para luchar contra ellos, el emperador pidió ayuda a Roger de Flor, capitán de un regimiento de mercenarios aragoneses y catalanes llamados almogávares conocido como Gran Compañía Catalana.
Los almogávares o Compañía Catalana
El ejército enfrentó la misma reducción de efectivos en un momento en que la presión turca se hizo más intensa sobre los últimos territorios asiáticos todavía en manos de Bizancio. Después del fracaso de varias campañas, Andrónico debió acudir a contratar a los almogávares (del árabe Al-mugawir) mercenarios de la Gran Compañía Catalana bajo el mando de Roger de Flor (el italo-alemán Roger de Blum). En septiembre de 1303 la Compañía llegó a Constantinopla en un momento en que el Imperio se encontraba totalmente debilitado. Pronto surgieron enfrentamientos entre la hueste y los distintos aliados bizantinos que habitaban en la capital del Imperio.
Batalla del río Cízico
Estos enfrentamientos fueron los causantes de la rápida salida de los mercenarios de la ciudad. Las tropas de Roger de Flor desembarcaron en el cabo de Artacio, cerca de las ruinas de la antigua Cízico, y muy pronto consiguieron una gran victoria frente a los turcos del emirato de Karesi en la denominada batalla del río Cízico (octubre de 1303). Más que una batalla se trató de una masacre: los almogávares atacaron por sorpresa el campamento de los otomanos situado en el cabo de Artacio, matando a unos 3.000 jinetes y 10.000 infantes y capturando a muchas mujeres y niños. Tras esta victoria, Roger de Flor decidió posponer su marcha sobre Filadelfia y pasó el invierno en el cabo de Artacio, posición que contaba con buenas defensas y un fácil abastecimiento.
La campaña de 1304 se inició con un mes de retraso debido a continuas disputas entre almogávares y alanos, que provocaron 300 muertos en el bando alano. A primeros de mayo, Roger de Flor comenzó la campaña con 6.000 almogávares y 1.000 alanos con el objetivo de liberar Filadelfia, que en esos momentos sufría el asedio de Yakup bin Ali Şir, gobernador del poderoso emirato de Germiyan-oğhlu. Transcurridos unos días, los almogávares llegaron a la ciudad bizantina de Achyraus y descendieron por el valle del río Kaikos hasta llegar a la ciudad de Germe, plaza fuerte bizantina que había caído en manos de los turcos. Los turcos que allí se encontraban, trataron de huir a toda velocidad; pero su retaguardia fue masacrada por las tropas de Roger de Flor en los que se conoce como la batalla de Germe.
Batalla de Aulax
Tras la victoria en Germe, la Compañía reanuda su marcha atravesando Chliara y Tiatira, internándose en el valle del río Hermos con dirección a Filadelfia. Por el camino se detienen en diversas plazas, comportándose con dureza con los gobernadores bizantinos por su falta de valor.
Al enterarse de la inminente llegada de la Gran Compañía, el bey (general) Yakup bin Ali Şir, encabezó una coalición de las tropas turcas de los emiratos de Germiyan y Aydın; decidiendo levantar el sitio de Filadelfia y enfrentarse a la Gran Compañía en una batalla campal con sus 8.000 jinetes y 12.000 infantes.
Roger de Flor se puso al mando de la caballería, dividiéndola en tres contingentes (alanos, catalanes y romeos), mientras Corbarán de Alet haría lo propio con la infantería, obteniendo una gran victoria sobre los turcos en la batalla de Aulax, donde tan solamente lograrían escapar con vida 500 infantes y 1.000 jinetes. Tras esta batalla Roger de Flor entró triunfalmente en Filadelfia, conquistando a continuación las plazas de Tula y Fulnes que habían caído en manos turcas.
Los capitanes de la Compañía resolvieron entonces atacar las provincias marítimas de los otomanos. Así, desde Filadelfia la Compañía retrocedió por el valle del río Hermos y entró en la prefectura de la ciudad de Magnesia del Sipilos, el único territorio de Anatolia que permanecía bajo control de los bizantinos. Magnesia del Sipilos contaba con unas sólidas murallas y se encontraba a pocos kilómetros de la isla de Quíos, donde estaba anclada la flota de la Compañía a las órdenes de Fernando de Ahones. Dadas las circunstancias, Roger de Flor decidió ocupar la ciudad bizantina para establecerla como cuartel general, trasladar allí el botín de guerra y acantonar a sus tropas.
Tras dejar el botín y una pequeña guarnición de almogávares en Magnesia, las tropas de Roger de Flor llegaron a la ciudad de Nif, recibiendo allí la petición de auxilio de dos habitantes de Tira. En efecto, las tropas otomanas supervivientes de la batalla de Aulax unidas a las del emirato de Menteşe habían comenzado un ataque conjunto sobre Tira. Roger de Flor encabezó entonces a la mitad de sus tropas y ordenó a la otra mitad que regresase a Magnesia del Sipilos. Las tropas a las órdenes de Roger de Flor iniciaron una marcha a gran velocidad llegando a las murallas de Tira en plena noche, desde donde entraron en la ciudad sin que los turcos descubrieran su presencia. La denominada batalla de Tira comenzó a la mañana siguiente, cuando los turcos se agruparon en una llanura cercana a la ciudad para preparar el asalto, confiados en encontrar en Tira únicamente una pequeña guarnición de soldados griegos.
Roger de Flor ordenó a su senescal Corberán de Alet que preparase un destacamento formado por 200 jinetes y 2.000 almogávares. Cuando los turcos se aproximaron a las murallas, las tropas acaudilladas por Corberán de Alet salieron violentamente de la ciudad y embistieron a las aterrorizadas tropas otomanas, que en muy poco tiempo sufrieron la pérdida de 700 jinetes y muchos más soldados de infantería. Presos del pánico, el resto de los turcos a caballo emprendieron la huida hacia las montañas mientras eran perseguidos por la caballería almogávar. Corberán de Alet decidió mantener la persecución muriendo en el transcurso de la misma.
Bernat de Rocafort llegó con 200 jinetes, 1.000 almogávares y 2 galeras. Rocafort sucedió al fallecido Alet como senescal, el botín, junto con un destacamento y las familias de los soldados; fueron enviados a Magnesia, ciudad elegida por Roger para que el ejército pasase el invierno, mientras el grueso de la expedición marchaba a Ania, donde los supervivientes del emirato de Aydin habían conseguido reagruparse, atemorizando a su población. Ante esta provocación, los almogávares decidieron salir de inmediato contra ellos, en completo desorden y sin recibir órdenes de ninguno de sus capitanes, a pesar de lo cual lograron una nueva victoria, dando muerte a 1.000 jinetes y 2.000 infantes turcos.
Batalla de Kibistra
En julio de 1304, el propósito de la Gran Compañía era buscar el gran enfrentamiento que decidiese la guerra rápidamente; ya que no tenían ni el tiempo ni los hombres necesarios para llevar a cabo una guerra de asedios y escaramuzas. Además, resultaba sumamente complicado conseguir suministros en el interior de Anatolia. Emprendieron la marcha a través de las regiones de Caria y Licaonia camino seguido por los cruzados, el 15 de agosto de 1304 los almogávares llegaron a las Puertas de Hierro o Puertas Cilicias en los montes Tauro donde se encontraron con el ejército otomano que se había refugiado allí.
Los efectivos turcos eran 30.000: 20.000 infantes y 10.000 jinetes, mientras que los catalanes eran 6.000 infantes y 2.000 jinetes. Roger de Flor, situado en la zona derecha de la batalla se encargó de dirigir la caballería mientras que el rudo Bernat de Rocafort, en la parte izquierda, capitaneó a la infantería. Tras el enfrentamiento, la Compañía permaneció en armas en el campo de batalla toda la noche, a la espera de que las huestes turcas volvieran para un segundo asalto, a la mañana siguiente encontraron 6.000 jinetes y 12.000 infantes tendidos en el campo de batalla, el resto había huido. Esta batalla es conocida como la batalla de Kibistra
Traición y venganza catalana
A su regreso el Emperador les ordenó que se asentasen en Gallipoli, en espera de reunir el dinero para pagarles.
Andrónico y su hijo Miguel, engañaron a Roger de Flor y le invitaron en Adrianópolis a una gran fiesta organizada en su honor, y allí se les abonaría su dinero. Roger se presentó junto con una comitiva de 1.000 infantes y 300 jinetes, era el 5 de abril de 1305. Cuando estaban celebrando una cena en el palacio, de pronto abriéndose de par en par las puertas, penetró en el aposento un grupo de alanos capitaneados por un tal George. Se lanzaron sobre Roger y antes de que este pudiese hacer el menor movimiento le cosieron a puñaladas junto con la gran mayoría de sus oficiales.
Casi todos los almogávares que estaban en Andrianópolis fueron sorprendidos y pasados también a cuchillo. En Constantinopla actuaron de igual forma que los de Andrianópolis, matando a todos los almogávares que había en la ciudad. Pero en Galípoli se entraron por algunos que habían conseguido escapar.
Berenguer de Entenza, como gran estratega militar y elegido momentáneamente como nuevo general, convirtió la península de Galípoli en una gran fortificación preparada para el asedio, desde donde realizó pequeñas incursiones en las poblaciones costeras. Se seleccionó a la mitad de las tropas disponibles, que al mando de Entenza embarcaron a bordo de cinco galeras, dos leños y otros diecisiete barcos. De Galípoli fueron a la isla de Mármara, donde saquearon la mayor parte de las poblaciones y degollaron a todos sus habitantes sin respetar edad ni sexo. A continuación, fueron hacia Heraclea donde llevaron a cabo el mismo tipo de operación.
Andrónico se vio obligado a enviar una expedición al mando de su hijo Calo Juan para detener el avance de las fuerzas catalanas. Con 8.000 de sus mejores soldados se dirigió al campo de batallada mientras el resto aguardaba en el campamento. El 7 de junio de 1305, Rocafort dispuso a su caballería en el ala izquierda y la infantería a la derecha. Se produjo una clamorosa derrota, derrotando completamente a los bizantinos en la batalla de Galípoli, los restos del contingente griego huyeron hacia su campamento y posteriormente perseguidos por los catalanes, hacia sus embarcaciones.
Posteriormente, las tropas bizantinas, formadas por 14.000 jinetes y 30.000 infantes entre griegos, alanos y turcópolos, pusieron cerco a Galípoli (abril-junio de 1305), pero finalmente fracasaron y tuvieron que levantar el asedio.
Batalla de Apros (1305)
El emperador Andrónico II Paleólogo y su hijo Miguel IX Paleólogo temiendo la posible llegada de refuerzos para la Compañía provenientes de Cataluña o Sicilia, deciden unir sus fuerzas para hacer un ataque definitivo sobre los almogávares. Alertados por una espía salieron al encuentro del enemigo, y se encontraron cerca de Apros con el campamento bizantino el 20 de junio de 1305.
Los 3.000 almogávares formaron un escuadrón de infantería en el centro, flanqueado en ambos lados por la caballería.
Los bizantinos que disponían de 31.000 efectivos, al ver la llegada de estos, desplegaron la infantería en el centro bajo las órdenes del general Teodoro (tío de Miguel), en el ala izquierda la caballería formada por alanos y turcópolos al mando de Basila, y en el ala derecha la caballería formada por tracios y macedonios a las órdenes de Eteriarca. El ejército bizantino atacó primero con su ala izquierda que fue fueron repelidos y huyeron, en el centro la infantería atacó pero también fue rechazada. Los jinetes tracios y macedonios aguantaron, pero fueron atacados de flanco y se retiraron. Los bizantinos sufrieron un gran número de bajas y, viendo su final, se retiraron. Por último, los almogávares temen una posible emboscada y no persiguen al ejército bizantino.
La derrota dejó al Imperio bizantino sin ejército y a los almogávares dominando la mayor parte de Tracia.
Batalla del río Cefiso o de Halmyros (1311)
En 1310, el nuevo líder de la Compañía, Roger Desllor, ofreció sus servicios a Walter V de Brienne, duque de Atenas, limpiando en menos de un año el ducado de todos sus enemigos. Sin embargo, el duque no se avino a pagar la cantidad acordada por sus servicios, desatando las iras de la Compañía. Esta decidió declarar la guerra al Duque y darle muerte en la batalla del río Cefiso también conocida como batalla de Halmyros, del lago Copaide o de Orcómeno el 15 de marzo de 1311, cerca de Queronea.
Los almogávares escogieron el lugar con precisión y prepararon el terreno apuradamente. Delimitaron el frente de batalla con atrincheramientos. Delante de esta línea, donde se proponían atraer el enemigo, condujeron las aguas del río Cefiso por la vía de pequeños canales que excavaron para inundar el terreno que las hierbas disimulaban.
El ejército de Gautier de Brienne estaba compuesto por 3.000 nobles y caballeros y 12.000 infantes. Los almogávares tenían 500 jinetes y 3.000 infantes. La caballería francesa cargó contra los almogávares y quedo atascada en el fango y fue destruida. Los francos lanzaron una segunda carga que corrió la misma suerte. La infantería franca al ver aniquilada la caballería se retiró. Los jinetes almogávares los persiguieron causando una gran matanza.
En un corto espacio de tiempo, la Compañía asumió no solamente el control del ducado de Atenas, sino que extendió sus dominios a la ciudad de Tebas y a Tesalia, convirtiendo esta última en el ducado de Neopatria, donde se establecieron como señores feudales del reino de Aragón. El ducado de Neopatria caería en manos de Florencia en 1390 y el ducado de Atenas caería a manos otomanas en 1458.
Guerra civil o guerra de los dos Andrónicos (1321-1328)
En febrero de 1316 Miguel IX nombró coemperador a su hijo Andrónico III, de 19 años. Con esto se llegó a la situación de que había tres emperadores y la sucesión quedaba asegurada al menos durante dos generaciones. Pero Andrónico III pronto se mostró como un hombre ambicioso y en 1320, no se sabe si intencionadamente, mató a su hermano Manuel. Miguel IX no pudo soportarlo y murió el 12 de octubre en Tesalónica.
Furioso, Andrónico renegó de su nieto y nombró heredero a su hijo menor, Constantino, dando como resultado el estallido de la guerra civil. Andrónico III levantó la bandera de la rebelión desde Adrianópolis y en julio de 1322 su abuelo, amenazada la capital por las tropas del general Syrgianes Paleólogo, aceptó gobernar conjuntamente con su nieto, al que volvió a nombrar heredero único.
La paz duró cinco años, en el transcurso de los cuales los otomanos se apoderaron de Brusa, que hicieron su capital. Pero en 1327 volvieron a estallar las hostilidades. La guerra se desarrolló fundamentalmente en Macedonia, y en este periodo se amplió con la participación de los países balcánicos, cuyas rivalidades dieron lugar a alianzas opuestas: Esteban Decanski de Serbia se alió con Andrónico el Viejo, mientras que su nieto ganó la alianza del zar búlgaro, Miguel Sisman. La guerra terminó con la entrada del joven emperador en Constantinopla (23 de marzo de 1328). Una vez que el anciano Andrónico firmó el decreto de abdicación, se le permitió conservar el título imperial y su palacio de Blaquernas. Residió dos años en Constantinopla y después ingresó en un monasterio, donde permaneció dos años más, hasta su muerte.
Este episodio desastroso arruinó profundamente los limitados recursos del Imperio bizantino dejando sin obstáculos el avance turco otomano y búlgaro.
Andrónico III Paleólogo (1328 – 1341)
Su primer ministro durante esta época fue Juan Cantacuzeno, que luego reinaría como Juan VI. Durante su reinado, Andrónico III estuvo casi constantemente en guerra, sobre todo con los turcos otomanos, que expandieron su territorio, conquistando casi toda Asia Menor antes de la llegada al poder de Andrónico.
Batalla de Pelekanon (1329)
Decidió ayudar a las ciudades importantes de Nicomedia y Nicea y esperaba restablecer la frontera a una posición estable, reunió a un ejército mercenario y junto con el gran doméstico Juan Cantacuceno iniciaron la marcha hacia Anatolia a las tierras peninsulares de Kocaeli, sus efectivos se estiman en unos 4.000. Pero la ciudad Pelekanon (la actual Darica), las fuerzas de Orhan habían acampado en las colinas y le cerraban el paso con unos 8.000 efectivos.
El 10 de junio de 1329, Orhan envió 300 jinetes arqueros para acosar a los bizantinos y atraerlos hacia las colinas. Los jinetes fueron rechazados y los bizantinos no estaban dispuestos seguir adelante. Hubo una serie de enfrentamientos más y al anochecer los bizantinos se prepararon para retirarse. Los turcos les acosaron en todo momento y Andrónico fue herido en una pierna por una flecha y fue inmediatamente enviado a Constantinopla, el gran doméstico fue también herido ligeramente, pero continuó dirigiendo el ejército. Se expandieron rumores de que el Basileo estaba mortalmente herido y la retirada se transformó en una huida. Cuando los turcos cortaron el camino de vuelta, el gran doméstico llevó el ejército de vuelta a Constantinopla por el mar.
Después de esta batalla de Pelekanon los bizantinos abandonaron la idea de volver a conquistar las tierras Kocaeli y nunca intentaron llevar a cabo una batalla campal contra las fuerzas otomanas.
La ciudad de Nicea (la segunda en importancia después de Constantinopla en el Imperio bizantino) se rindió después de un asedio de tres años en 1331. La ciudad de Izmit o Nicomedia también fue capturada en 1337. Con la conquista de Karesi, casi todo el noroeste de Anatolia se incluyó en el Imperio otomano, y las cuatro ciudades de Bursa, İzmit (Nicomedia), Iznik (Nicea) y Bergama (Pérgamo) se había convertido en bastiones de su poder. Tras estas pérdidas, únicamente Filadelfia y algunos puertos siguieron estando bajo control bizantino.
Para más información ver el capítulo “los primeros otomanos” – “Origenes de los otomanos”
Andrónico anexionó gran parte de Tesalia y de Épiro, pero se perderían pocos años después de su muerte, durante un nuevo período de guerra civil, arrebatados por el creciente poder de Serbia bajo Stefan Dusan. También reorganizó la armada y recuperó Focea y Quíos que estaban en manos de los genoveses. Murió en 1341, y fue sucedido por su hijo Juan V Paleólogo.
Juan V Paleólogo (1341 – 1376)
Segunda Guerra Civil Bizantina (1.341-1.347)
Los años de la minoría de edad de Juan V fueron el escenario de la llamada Segunda Guerra Civil Bizantina (1341-1347). A la muerte de Andrónico III, la regencia fue atribuida a la emperatriz viuda Ana de Saboya. Poco después, el primer ministro durante el reinado de Andrónico III, el megas domestikos Juan Cantacuceno (que sería posteriormente Juan VI) hizo valer su condición de amigo íntimo del emperador difunto para ocupar el cargo de tutor de la emperatriz en su tarea de regente. Sin embargo, un grupo de políticos influyentes se había agrupado en torno a la emperatriz viuda: dirigido por el megaduque Alejo Apocauco y por el patriarca Juan Calecas, esta facción política se opuso, con el apoyo de la propia emperatriz, a las ambiciones de Cantacuzeno.
Tras su intento fallido por controlar el rumbo de la regencia, Cantacuzeno abandonó Constantinopla y se refugió en la ciudad tracia de Didimoteicos, donde se hizo proclamar emperador el 26 de octubre de 1341. Este acontecimiento marcó el principio del conflicto que opondría durante seis largos años a los partidarios de Juan V al usurpador Juan VI Cantacuzeno.
Los primeros años de la contienda fueron favorables al partido de la regencia de Ana de Saboya: los repetidos fracasos militares de las fuerzas de Cantacuzeno serían aprovechados por sus enemigos para asentar su poder en la mayoría de las ciudades del Imperio y confiscar las propiedades de los denominados «cantacuzenistas«. Sin embargo, el intento fallido de tomar la ciudad de Didimoteicos durante el verano de 1344 cambió radicalmente el curso de los acontecimientos.
En 1344 la situación del Imperio era tan desesperada que Juan Cantacuceno dio a su hija Teodora como esposa al sultán Orkhan. Tres años más tarde, los serbios bajo Esteban Dushan atacaron el Imperio, Orkhan envió 6.000 otomanos a Europa para ayudar a su suegro, derrotando a los serbios y regresaron al sultanato.
A partir de 1344, los ejércitos de Juan VI, reforzados gracias a las tropas enviadas por el emir turco de Aydın, fueron sometiendo las principales plazas de Tracia y llegaron hasta las inmediaciones de Constantinopla. Por entonces, el gobierno de la regencia de Ana de Saboya atravesaba una importante crisis a causa del asesinato del megaduque Alejo Apocauco el 11 de julio de 1345. Seguro de la victoria, Cantacuzeno se hizo coronar emperador por el patriarca Lazaros de Jerusalén en Adrianópolis el 21 de mayo de 1346, antes de conseguir la rendición de la capital. Esta solemne coronación significaba la legalización del levantamiento iniciado en 1341 y un claro desafío a los derechos de Juan V al trono. Cuando a principios de 1347 las tropas de Juan VI se disponían a iniciar el asalto final contra Constantinopla, el partido de la regencia accedió a firmar un acuerdo, por el cual Juan V y Juan VI gobernarían juntos, como coemperadores. La alianza fue sellada a través del matrimonio entre Juan V y la hija de Juan VI, Helena Cantacucena.
En 1349 los turcos regresaron con 20.000 efectivos para arrojar a los serbios de nuevo que habían invadido Salónica.
Durante algún tiempo hubo paz, pero pronto se desataron de nuevo las desavenencias, en 1352 Juan VI, utilizó como argumento un ataque de Juan V (que ya tenía 19 años) para despojarle de su derecho al trono y coronar a su hijo Mateo.
El uso de mercenarios turcos en el ejército bizantino comenzaba a hacer estragos entre la población autóctona de Tracia. Las numerosas razzias turcas hacían cada vez más impopular al emperador Juan VI. La situación se volvió extremadamente peligrosa en marzo de 1354, cuando un fuerte temblor de tierra dañó las fortificaciones de algunas ciudades de Tracia y las expuso al pillaje de estos mercenarios: el importante puerto de Galípoli, que aseguraba el paso del estrecho de Dardanelos, y, por tanto, la travesía entre Europa y Asia, fue entonces capturado por los turcos otomanos. Comenzaba en estos momentos la instalación firme de los otomanos suelo europeo. La población de Constantinopla fue presa del pánico, creyendo que la misma capital estaba amenazada: la situación de Juan VI era insostenible y Juan V aprovechó la situación para recuperar el trono.
Concluyó una alianza con el aventurero genovés Francesco Gattilusio, Juan V consiguió entrar en Constantinopla y forzar a Juan VI a abdicar. A cambio de su ayuda, Juan V acordó a Francesco Gattilusio el gobierno de la isla de Lesbos y la mano de su hermana Maria Palaiologina. Juan VI fue obligado a tomar el hábito monástico (bajo el nombre de Joasaph) y a refugiarse en el monasterio de San Jorge de los Manganes.
Guerra con los turcos otomanos
Después de años de guerra civil la situación del Imperio era crítica: el territorio del Imperio estaba reducido en aquellos momentos a la provincia de Tracia (con la capital Constantinopla), las islas del norte del Egeo (Lemnos, Imbros, Thasos, Tenedos y Samotracia), la ciudad de Tesalónica (aislada por las conquistas serbias) y la provincia del Peloponeso (en manos de los Cantacuzeno). Pero la dramática reducción territorial no fue la peor consecuencia de la guerra: la población campesina y urbana del Imperio había conocido los horrores de la guerra; las actividades agrícolas, que constituían la fuente de riqueza principal, fueron seriamente afectadas, y por si fuera poco, en 1348, llegó la Peste Negra o Bubónica que redujo notablemente las poblaciones de Constantinopla y Tesalónica.
La difícil situación en la que se encontraba el Imperio a finales de los años cincuenta determinó la actuación política de Juan V durante los primeros años de su reinado: en el plano internacional, el Basileo llevó a cabo una intensa actividad diplomática orientada a acercar posiciones con los países de la Europa católica y sobre todo con Roma con el objetivo de organizar una cruzada para liberar el Imperio de la amenaza turca. Para ello Juan V estaba dispuesto a sacrificar la fe de su pueblo y convertirse al catolicismo.
En 1352, Solimán hijo mayor de Orkhan condujo otra expedición, derrotando a los serbios cerca de Demotika (Didymoteikon). Dándose cuenta de la debilidad de los bizantinos, y aprovechando las luchas internas, Soleymán con un ejército de 30.000 hombres desembarcó en Sestus, y al año siguiente tomó Adrianópolis y Demotika.
De Galípoli, los otomanos dirigidos por Soleymán, hijo de Orkhan, después de haber apoyado sin éxito a Mateo contra Juan V Cantacuzeno, se presentaron en 1359 ante las murallas de Constantinopla pero no intentaron tomarla. En 1361, tomaron Dimótika (Didymoteikon). Estas conquistas, así como una batalla ganada por los otomanos cerca de Lulle Burgas, abrieron a los otomanos el camino de Adrianópolis (Edirne) de la que se apoderaron en 1.361, pero que no lo es definitivamente hasta 1.369 pues fue tomada y perdida varias veces.
En 1363 los turcos de acuerdo con los genoveses, transportaron un ejército de 60.000 efectivos a Tracia y tres años más tarde, derrotó a un ejército de 50.000 serbios que se habían propuesto conquistar Edirne (Adrianópolis). Los turcos conquistaron Filipópolis en 1363, obligando al emperador bizantino a reconocer su soberanía sobre Tracia y a pagar tributo. Esta victoria despertó la conciencia del peligro, el Papa insistió en una cruzada, pero Francia e Inglaterra estaban enfrascadas en la Guerra de los Cien Años.
Mientras Juan V empeñaba toda su voluntad en conseguir la ayuda de Occidente, los otomanos conquistaban definitivamente en 1369 Adrianópolis (Edirne) que sería declarada capital otomana. Entre tanto, la deseada ayuda de Occidente llegó al Imperio en 1366, el conde Amadeo VI de Saboya llegó a aguas bizantinas al frente de una flota y capturó Galípoli que cedió en seguida a los bizantinos; acto seguido, ayudó a Juan V a consolidar su posición en la región búlgara de la Zagora, franja costera a orillas del mar Negro al norte de Constantinopla.
Estos éxitos políticos devolvieron la iniciativa al Imperio: los otomanos no podrían en lo sucesivo atravesar el Estrecho, impidiendo la coordinación entre la parte europea y asiática de su joven imperio. De esta manera, los territorios turcos en Europa se sacudieron la tutela del emir otomano y actuaron de forma independiente, organizados en tribus, cada una dirigida por un caudillo o bey.
Guerra civil o guerra de los dos Andrónicos
En septiembre de 1371, durante la ausencia de Juan V del Imperio, los turcos aniquilaron un ejército de 70.000 efectivos de una coalición de señores serbios mandados por el rey Vulkasin en Chernomen (Sirpsindiği en turco) (actual Ormenio en Grecia), junto al río Maritza a unos 15 km de Adrianópolis. Este acontecimiento marcó un momento crucial en la historia de los Balcanes porque permitió la penetración de los turcos en el interior de las regiones de Macedonia, Tesalia y Épiro.
Andrónico IV resentía el hecho de que su padre haya aceptado ser un estado vasallo y tributario del Imperio otomano en 1373 y en el mismo año, se unió a Savci Bey, un hijo del sultán otomano Murad I, en una revuelta abierta contra sus padres. Juan V pidió entonces ayuda al soberano otomano, Murad I, a quien ayudó a pasar a Europa un gran ejército otomano para derrotar a su hijo. Ambas revueltas fueron reprimidas con la ayuda de tropas turcas. Murad cegó a Savci y exigió que Juan V hiciera lo mismo con Andrónico y su hijo, Juan VIII Paleólogo. Juan V cumplió parcialmente la orden, dejando a Andrónico IV con un ojo y a su nieto solamente parcialmente ciego, pero lo hizo encarcelar.
Este acontecimiento puso las bases de la sumisión bizantina a los turcos. No está claro si el Imperio adquirió en este momento el estatus de vasallo de los otomanos (es decir pagar un tributo); en cualquier caso Bizancio no volvería a recuperar la iniciativa política hasta principios del siglo XV (después de la batalla de Ankara en 1402 cuando los turcos fueron derrotados por Tamerlán) y su destino estaría en lo sucesivo fuertemente comprometido por la política turca. La rebelión de Andrónico IV obligó a Juan V a cambiar el orden sucesorio: privando al primogénito de sus derechos al trono, Juan V nombró a su segundo hijo, Manuel II, como heredero y le hizo coronar coemperador.
En 1376, Andrónico IV, logró escapar de su encierro, y se rebeló de nuevo contra su padre; esta vez contaba con el apoyo de los genoveses y del propio Murad I, que no dudó en prestar su apoyo al joven candidato con el fin de debilitar aún más al Imperio. Juan V fue expulsado del trono y encerrado en una fortaleza de la capital. Como pago por su ayuda, Andrónico IV cedió a Murad la ciudad de Galípoli: en lo sucesivo los otomanos serían libres de cruzar los estrechos y fortalecer su presencia en Europa. Andrónico IV, en calidad de vasallo del sultán, tuvo que participar en algunas campañas de los otomanos contra sus rivales en Asia Menor.
Por el lado genovés, Andrónico IV les cedió la isla de Ténedos, cuya situación geográfica, a la entrada del estrecho de Dardanelos, hacía de ella un punto estratégico. Venecia protestó, ya que esto aumentaría aún más la influencia genovesa en el acceso a los mercados del mar Negro y declaró la guerra a Génova. La cuestión de Ténedos fue el detonante de la llamada guerra Chioggia entre las dos repúblicas marítimas.
En 1379, Juan V logró escapar de su prisión y con la ayuda de venecianos y turcos (que volvieron a cambiar de bando) logró derrotar a su hijo Andrónico IV, que se refugió en la colonia genovesa de Pera, enfrente de Constantinopla. La guerra entre los dos emperadores duraría dos años, hasta 1381, fecha en la cual los dos rivales llegaron a un acuerdo con la mediación de los genoveses. Por este acuerdo, Juan V aceptaba modificar de nuevo el orden de sucesión y nombrar a Andrónico IV heredero al trono. Además, Juan V le acordaba el gobierno de la región de Selymbria, una estrecha franja costera al sur de Constantinopla. Por su parte, Manuel II perdía sus derechos y su calidad de coemperador: humillado por los términos del acuerdo, abandonó en secreto la capital y se fue a Tesalónica donde se autoproclamó emperador independiente.
Después de su llegada a Tesalónica, Manuel II se declaró en completo desacuerdo con la política oficial del Imperio, que buscaba una cohabitación pacífica con los turcos. Mucho más tarde, las tropas del sultán Murad I, fueron derrotadas por las fuerzas serbias del príncipe Lazar Hrebeljanović en el río Dubravnica cerca de Paracin en el centro de la actual Serbia en el invierno de 1380-81, no hay datos de la batalla, pero los serbios derrotaron a los turcos.
El joven emperador inició una política agresiva contra los otomanos en Macedonia: sus primeras acciones se saldaron con sonados éxitos de las tropas bizantinas. Los serbios volvieron a derrotar a los otomanos en la batalla de Plocnik (1.386)
La situación se tornó pronto en desastre: los bizantinos fueron aplastados en una batalla ocurrida a las afueras de Tesalónica. Toda la provincia de Macedonia fue ocupada y Tesalónica sitiada. Al final, Manuel II capituló y en 1387 la segunda ciudad del Imperio pasó a manos de Murad I.
El ímpetu con el que los turcos avanzaban por los Balcanes parecía incontenible: después de la caída de Tesalónica fue el reino de Serbia. Aunque la batalla de Kosovo (1389) se saldó con la muerte de los dos soberanos, Murad I y el príncipe serbio Lázaro, el resultado fue claramente favorable a los turcos que redujeron el Estado Serbio a la situación de vasallo turco. La victoria otomana permitió realizar nuevas conquistas al sur del Danubio, acabando con la última defensa organizada en el área de los Balcanes y dejando a Hungría como único oponente serio en el sudeste de Europa.
Juan VII Paleólogo se declaró en seguida en guerra contra su abuelo y consiguió, gracias de nuevo al apoyo de los turcos y genoveses consiguió hacerse con el poder en Constantinopla en 1390. Al final de su vida, Juan V tenía que enfrentarse a la enésima guerra por el trono: detrás se encontraba la mano del sultán, quien les prestaba su apoyo militar y financiero con el fin de debilitar aún más el frágil equilibrio del Imperio.
Una vez más fue el segundo de los hijos de Juan V, Manuel II, quien acudió en ayuda de su padre. Al frente de una pequeña flota, compuesta por barcos bizantinos, venecianos y de los caballeros de Rodas, Manuel II entró en Constantinopla y devolvió el trono a su padre.
Manuel II Paleólogo (1391-1425)
En el momento de la muerte de su padre, el emperador Juan V, el 16 de febrero de 1391 Manuel, que entonces contaba con 41 años de edad, se encontraba de rehén en la corte del sultán Bayaceto I en Prusa. Sabía perfectamente que el sultán iba a nombrar a su odiado sobrino Juan VII como nuevo emperador, ya que este le aseguraba una sumisión ilimitada.
Decidido a evitarlo, la noche del 7 de marzo, amparado por la oscuridad y la confianza que la guardia turca le había demostrado por ser un noble respetado, salió de esa ciudad y se encaminó a la capital bizantina, donde fue recibido con gran entusiasmo por la gente. Comenzaba así su gobierno, desafiando el poder del sultán, ocupando el lugar que le correspondía sin que nadie pudiera impedirlo y negándose a pagar tributo.
Como respuesta a esta humillación, Bayaceto I, que se manifestó en esos días muy enojado y contrariado; decretó el asedio de la ciudad, cerrando de todos los caminos hacia la ciudad. Comenzó un bloqueo tan salvaje que provocó una gran escasez en Constantinopla, y la ruina total de muchos de sus barrios y habitantes, que ya estaban en declive desde hacía varios años. Según el historiador bizantino Ducas, la situación era tan comprometida que la gente demolía sus casas de madera para usar este material para cocer el pan. Bayaceto exigió crear en Constantinopla una zona especial para los comerciantes otomanos, con soberanía del sultán y leyes propias, y finalmente obligó a Manuel a participar de una campaña en las costas del mar Negro. El emperador, a pesar de estas múltiples ofensas y de la extremadamente difícil situación, se mantuvo firme y enérgico en el gobierno del Imperio.
El asedio turco duró ocho años, si bien fue levantado en diferentes ocasiones.
Tras una cruzada predicada por el papa Bonifacio IX, y emprendida por Segismundo de Hungría, junto con los duques de Borgoña y Nevers que reunieron entre 50.000 y 100.000 efectivos, la mayoría húngaros, se reunieron en Nicópolis, siendo derrotados por Bayaceto en 1396.
Carlos VI de Francia envió un pequeño cuerpo expedicionario bajo el mando del mariscal Boucicaut, que penetró en el Cuerno de Oro, impidiendo que los otomanos tomasen Gálata.
A los 42 años, Manuel se casó con Helena Dragasés, hija del príncipe serbio de Serres, Constantino Dragas, también sometido al vasallaje del sultán. Manuel decidió entonces viajar a Occidente personalmente en busca de ayuda, y con este fin visitó Italia, Francia, Alemania e Inglaterra, sin éxito real.
La victoria de Tamerlán sobre los turcos en la batalla de Ancara o Angora en 1402, en la que Bayaceto fue derrotado y hecho prisionero y la posterior lucha entre sus hijos Süleyman, İsa, Mûsa y Mehmed, de la que salió victorioso este último, le permitieron un respiro ante la constante presión otomana.
Mehmed I llamado el Chelebi o Caballero (1413-21) se dedicó a imponer el orden en sus territorios y a recuperar los territorios balcánicos, firmando la paz con Manuel con el que mantuvo buenas relaciones.
El nuevo sultán otomano Murad II el Conquistador (hijo de Mehmed) (1421-51) exigió el pago de tributo, Manuel se negó y volvió a asediar Constantinopla en 1422. Manuel se vio obligado a firmar un acuerdo por el cual el Imperio bizantino se comprometía a pagar tributo al sultán.
Juan VIII Paleólogo (1425 – 1448)
Batalla de las islas Equínadas (1427)
Carlos I Tocco, era el gobernante de los condados palatinos de Cefalonia y Zakynthos, de Lefkada y del despotato de Epiro; aprovechó las luchas bizantinas-achéicas para extender sus dominios al Peloponeso (1407-1408). Su hermano Leonardo tomó y saqueó la fortaleza de Glarentza, en el noroeste del Peloponeso, y en 1421 Carlos compró la posesión permanente de ella a Oliverio Franco, quien la había tomado del príncipe aqueo Centurión II Zaccaria tres años antes.
En febrero de 1423, los venecianos negociaron una tregua entre Zaccaria, Tocco y los bizantinos, que estaban ansiosos de establecer un frente común contra los otomanos. Pero esto no impidió una incursión otomana importante en la península por parte de Turahan Bey en el verano de 1423, ni detuvo al agresivo déspota bizantino Teodoro II Paleólogo de asaltar el territorio veneciano e incluso capturar a Centurión Zaccaria en junio de 1424. Los bizantinos inicialmente parecían contentos de dejar a Tocco solo, ya que él también tenía resultados abiertos con Zaccaria; pero la guerra entre las dos potencias fue provocada a finales de 1.426, cuando las fuerzas de Tocco se apoderaron de los animales de los pastores albaneses durante la migración anual de la bizantina controlada Tierras altas centrales a la llanura de Elis.
El emperador bizantino, Juan VIII Paleólogo, viajó personalmente al Peloponeso, y las fuerzas bizantinas sitiaron Glarentza por tierra y por mar. Tocco reunió una flota de sus dominios en las Islas Jónicas y Epiro, aumentada por barcos de Marsella, y la puso bajo el mando de su hijo ilegítimo, Torno. La flota bizantina, bajo un cierto Leontarios (probablemente Demetrio Laskaris Leontares), se encontró con la flota latina en las islas Echinades y le dio un golpe aplastante: la mayoría de los barcos de Tocco fueron capturados, muchas de las tripulaciones fueron muertas y más de 150 hombres fueron hechos prisioneros. El propio Torno a duras penas pudo escapar, pero uno de sus sobrinos fue capturado.
Esta derrota puso fin a las ambiciones de Tocco en el Peloponeso: en un acuerdo negociado, el hermano de Juan VIII, Constantino Paleólogo, se casó con Madalena Tocco, sobrina de Carlo, y recibió los dominios del Peloponeso de la familia Tocco como su dote. Con base en los antiguos dominios de Tocco, y bajo el liderazgo de Constantino, los bizantinos continuaron a reducir los últimos restos del principado aqueo. Patras cayó en mayo de 1430, y hacia 1432, Constantino y sus hermanos habían depuesto los últimos feudatorios latinos y restaurado toda la península, con excepción de las posesiones venecianas, al control bizantino.
Guerra con los otomanos
Para buscar protección frente a la amenaza de los turcos otomanos, visitó al Papa y aceptó la unión de las iglesias griega y romana, lo que se ratificó en Florencia en 1439. En dicho viaje estuvo acompañado por Jorge Gemisto Pletón, un filósofo neoplatónico que tendría una gran influencia sobre el mundo académico italiano, así como sobre el Renacimiento en toda Europa occidental.
El nuevo sultán Murad II que estaba en guerra civil con su hermano Mustafá, propuso renovar la paz con los bizantinos, e incluso ceder Galípoli al Imperio bizantino. Juan VIII, prefirió apoyar a Mustafá al trono. La respuesta fue enviar un contingente de 10.000 soldados para cercar Constantinopla una vez más. En aquel año, el 24 de agosto, el Sultán ordenó un duro ataque a las murallas y, después de varias horas de batalla, ordenó la retirada y, una vez más, Constantinopla consiguió sobrevivir, pero Juan VIII tuvo que pagarle tributo.
Murad se dedicó a recuperar los territorios de los territorios de los Balcanes y en 1430 recuperó Salónica, e invadió Transilvania y en 1435 asedió Belgrado, donde sufrió una severa derrota por Juan Hundayi. En 1441 derrotó a los otomanos expulsándolos de Serbia. En 1443 Hundayi volvió a derrotar a los otomanos en la batalla de Kunovica en 1443, firmando una tregua de 10 años.
Tras la victoria, Murad se dedicó de nuevo a atacar a los bizantinos, en 1444 destruyó las fortificaciones del istmo de Corinto y devastó Morea dos años después.
Designó a su hermano Constantino XI como sucesor y, a pesar de las intrigas de sus hermanos menores, Demetrio y Tomás, y de su madre, Helena Dragaš, consiguió asegurarse la sucesión de Constantino.
Constantino XI Paleólogo (1449 – 1453). Caída de Constantinopla
Al morir el emperador Juan VIII sin descendencia, en 1448, se convirtió en emperador de los últimos reductos de lo que antes fue el Imperio bizantino. Con su capital, Constantinopla, aislada del resto de sus posesiones en medio de territorio turco. Constantino XI hizo todo lo posible para preparar la ciudad contra la inevitable ofensiva final de los turcos.
En 1448 rompiendo el pacto se reunió un nuevo ejército cruzado que fue derrotado en la batalla de Varna, eliminando la amenaza del norte del Danubio.
Con las manos libres volvió a sitiar Constantinopla, el emperador bizantino pidió ayuda a las potencias occidentales, solo respondieron los venecianos y los genoveses porque su comercio se veía amenazado y el Papa que envió al cardenal Isidoro con solo 200 soldados.
En 1451 subió al poder Mehmed II el Conquistador, y pondría el último y definitivo asedio a Constantinopla, disponía de unos 100.000 efectivos combatientes, de los cuales 25.000 eran profesionales o kapikuli (10.000 jenízaros y 15.000 jinetes) 60.000 fuerzas provinciales y 15.000 auxiliares (minadores, artilleros, asediadores, etc.).
Los defensores solo contaban con 8.000 combatientes de los cuales 2.000 eran extranjeros (800 genoveses al mando de Giovanni Giustiniani, 300 arqueros napolitanos enviados por el Papa, y varios mercenarios más), apoyados por unos 25.000 civiles en edad militar.
El sitio comenzó oficialmente el 7 de abril y el 29 de mayo de 1453 la ciudad caería definitivamente.
Las bajas de los bizantinos se estiman en 4.000 soldados, la de los otomanos se desconoce, pero debieron ser muy altas. Se cometieron asesinatos, torturas, violaciones, y saqueo se estima que 4.000 personas fueron asesinadas durante el saqueo. 40.000 personas de ambos sexos fueron convertidos en esclavos, incontables libros fueron destruidos, se dice que quemaron 120.000 libros de la biblioteca pública.
Los últimos restos del Imperio bizantino, el despotado de Morea y el Imperio de Trebisonda, cayeron poco después.
Los eruditos bizantinos huyendo de los otomanos, se difundieron por Occidente, contribuyendo a la difusión cultural con el Renacimiento.
Para más información sobre la caída de Constantinopla, ver el capítulo “los primeros Otomanos”, – “la caída de Constantinopla”.