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Los themas o thématas
Hacia el siglo VI la disposición estratégica de los ejércitos de campaña había cambiado. Las unidades de comitatenses habían sido reducidas a guarniciones permanentemente mantenidas en el interior o a lo largo de las fronteras (allí donde las unidades de limitanei habían sido disueltas). Las unidades de palatini, probablemente permanecieron como fuerzas móviles, aunque se hicieron cada vez menos en número.
El origen de las themas o thematas tiene lugar cuando el emperador Mauricio (582-602) combinó la autoridad civil y militar suprema en la persona de un exarca, formando los exarcados de Rávena y África. Se revocó así, la estricta división entre cargos civiles y militares, que había sido una de las piedras angulares de las reformas imperiales de Diocleciano (284-305). En esencia, sin embargo, el emperador Mauricio se limitaba a reconocer, y formalizar, el mayor protagonismo que en tiempos difíciles debía tomar el general local, o magister militum, sobre el respectivo poder civil del prefecto del pretorio, como resultado de la precaria situación de seguridad de las provincias fronterizas.
En el año 650, la parte oriental del Imperio se derrumbó bajo la embestida del califato musulmán. La rápida conquista musulmana de Siria y Egipto y las consiguientes pérdidas bizantinas en población y territorio, manifestaba que el Imperio se encontraba luchando por su supervivencia. Las fuerzas limitanei y comitatenses de la zona simplemente desaparecieron, lo que significaba el abandono de las tierras por el campesinado debido a los ataques. La población agrícola había disminuido mucho en Asia Menor, la base del poder Imperial. Además, las filas del ejército imperial estaban formadas sobre todo por mercenarios, que cambiaban de lealtad fácilmente, era un claro signo de debilidad. Con el fin de responder a esta crisis sin precedentes, el Imperio fue reorganizado drásticamente. Con Constante el territorio imperial que quedaba en Asia Menor se dividió en cinco grandes regiones o themas, y aunque algunos elementos de la administración civil anterior sobrevivieron, estuvieron subordinados al general gobernante, o estrategos.
Los themas instituidos por Constante II (641-668) eran:
- Thema Armeniakon (Tema Armenio): comprendía el este de Anatolia, desde Capadocia hasta el Mar Negro y el Éufrates. Su núcleo original era el ejército de Armenia establecido por Justiniano. Su existencia está documentada al menos desde el año 667.
- Thema Anatolikon (Tema Anatólio): en el centro y sur de Asia Menor. Formado en torno al Ejército de Oriente. Su existencia está documentada al menos desde el año 668.
- Thema Opsikion (Tema Opsicio): comprendía Bitinia y Paflagonia, y defendía la costa meridional del Mar de Mármara. Se formó en torno al “Obsequium”, una fuerza comitatense. Se creó en el año 680 ya con Constatino IV (668-685).
- Thema Thrakesion (Tema Tracesios): comprendía Hierápolis, Sardes, Tiatira, Laodicea. Fue creado en el 687.
- Thema Thrakes (Tema Tracio): comprendía Tracia y fue creado en el 680.
- Thema Karabisianon, (Tema Carabisiano o de los Barcos, karabi significa barco), en Panfilia y Rodas, encargado de la defensa del Imperio frente a la flota árabe.
Un thema era un terreno concedido a los soldados para cultivar. Los soldados estaban aún técnicamente en una unidad militar, bajo el mando de un estratego que era la autoridad civil y militar. Ellos no eran propietarios de la tierra, la trabajaban y esta era controlada por el estado. Por eso, su uso por los soldados tenía un pago que era reducido. Al aceptar estas proposiciones, los participantes accedían a que sus descendientes también trabajaran en el ejército y en un thema. De esta forma el Imperio bizantino reducía la necesidad de levas impopulares al tiempo que agrandaba y fortalecía el ejército a un bajo costo. Este sistema fue de gran ayuda al poblar territorios despoblados o conquistados, además los themas podían ser erigidos como unidades militares de forma muy rápida y siempre se expandían las tierras públicas durante una conquista.
Las tropas de los temas estaban formados por los llamados stratiotas, que servían al Imperio en el régimen denominado pronóia: se les concedía parcelas (stratiotika themata) que debían trabajar y, a cambio de esto y una pequeña compensación monetaria, estaban ligados al ejército durante toda su vida, e incluso transmitían esta obligación a sus hijos. La palabra griega stratiota (stratiotai en plural) no significa otra cosa que soldado, igualmente que el latín miles (milites en plural). Este sistema permitía al Imperio formar un ejército fuerte basado en la población autóctona, evitando tener que reclutar mercenarios.
El hecho es que los «estatriotas» o soldados-campesinos cultivaban un lote de tierra que les asignaba el emperador (generalmente en las fronteras del imperio) a cambio de prestar servicio militar más o menos un año de cada cuatro. Fueron el nervio en los primeros tiempos del ejército bizantino. Los estratiotas empezaron a funcionar a finales del siglo VII y a mediados del X marcó su plenitud, para después ir decayendo paulatinamente. Descansando más tarde la defensa del Imperio en las unidades de tagmata de la Guardia Imperial, los destacamentos también llamados tagmata que custodiaban a los estrategos de los themas y los mercenarios profesionales, los estratiotas ya no proporcionaban más que un pequeño número de tropas de poco valor combativo.
El sistema funcionó muy bien, hasta que, con el tiempo, comenzó a resquebrajarse. El principal problema fue que los estrategos, aprovechando sus extensos poderes militares y civiles, comenzaron a imponerse como grandes propietarios de tierra, convirtiendo sus terrenos en estados semi-independientes, mientras que los campesinos o estratiotas que componían su clientela comenzaron a operar como una especie de ejército privado. Una vez comenzada la corrupción, el estado poco pudo hacer por eliminarla. No solo eso, a medida que pasaba el tiempo, tenía que realizar concesiones a los grandes propietarios para asegurarse su compromiso militar; hasta el punto que llegó a concederles la exención de impuestos. Lo que conllevó un aumento del deterioro a largo plazo, a medida que más y más pequeños propietarios caían en la esfera de influencia de los estrategos. Eso conducía a una disminución de los soldados bajo control del estado, de modo que, a finales del siglo X, disminuyó el número de hombres útiles. Niceforo II Focas (963-969) comenzó a emplear mercenarios para formar el núcleo de combatientes de los thema, descuidando el entrenamiento y equipo de los campesinos-soldados, cuya fiabilidad dependía en gran parte de los deseos de los grandes propietarios.
Organización de los themas
En cualquier caso, se trataba de una división militar en provincias, normalmente a cargo de un estrategos o general. Estaba auxiliado por tres oficiales civiles para labores administrativas (los protonotarios) y con una guardia de entre una y seis unidades de militares profesionales, conocidas como kentarchai spathariorum, compuesta cada una de ellas por 100 jinetes ligeros.
Las tropas de cada Thema se organizaban en turmas, subdivididas en moiras o dhoungois, cada una de ellas compuesta a su vez de varias bandas. El número total de hombres variaba enormemente de un distrito a otro.
En cuanto al tamaño del ejército, disminuyó mucho en efectivos por la pérdida de Egipto, Siria, el Norte de África y parte de Asia Menor. El número de themas siguió aumentando y en tiempo de Constantino V (740-775) había siete temas y disponía de un os 85.000 efectivos en total:
- Thema de Bukelarios (tema Bucelarios): 6.000
- Thema Thrakesion (tema de Tracesios): 6.000
- Thema Anatolikon (tema Anatolio): 18.000
- Thema Armeniakon (tema Armenio): 14.000
- Thema Trakesios (tema Tracio): 8.000
- Thema de Hellas (tema de Hélade): 2.000
- Thema Kibyrrhaioton ( tema Cibirreotas): 2.000
- Thema Opsikion (tema Opsicio): 2.000
En total nos da una fuerza de 64.000 efectivos, que sumados a los fuerzas tagmatas (18.000), y a los destacamentos de Sicilia e Italia, alcanzarían los 85.000 efectivos.
En los siglos siguientes, para evitar el poder excesivo de los estrategos debido al gran tamaño de los temas, los emperadores León III, Teófilo y León VI dividieron los temas en zonas más pequeñas. En el siglo X, bajo el reinado de Constantino VII Porfirogéneta está documentada la existencia de 28 themas: 16 en Asia y 12 en Europa.
Los tagmatas
Después de la revuelta, el emperador Constantino V (741-775) reformó las unidades de la antigua guardia de Constantinopla en los nuevos regimientos tagmatas. Estaban destinados a proporcionar al emperador con un núcleo de tropas profesionales y leales, tanto como defensa contra revueltas provinciales, y también, en ese momento, como una formación dedicada a las políticas iconoclasticas de Constantino. Los tagmatas eran exclusivamente unidades de caballería pesada, más móviles que las tropas temáticas, y mantenidos en forma permanente.
Durante la fase defensiva del Imperio en los siglos VIII y IX, su papel fue el de una reserva central, guarnecida en y alrededor de la capital, en regiones como Tracia y Bitinia. Formaban el núcleo del ejército imperial en campaña, aumentado por los impuestos provinciales de tropas de los themas o temáticas, que estaban más preocupados por la defensa local. Los principales tagmatas eran:
- Las Schola, que se habían transformado únicamente en un regimiento de paradas.
- Los Escubidores o Exkoubitores (Vigilantes), que también se había transformado en un regimiento de paradas.
- Los Arithmos o Vigla, fundadas en el siglo VI, promovida desde las tropas temáticas por la emperatriz Irene en la década de 780. Durante el reinado de Nicéforo I el Vigla se había convertido en una parte permanente de la tagmata con la responsabilidad de la custodia del Palacio Sagrado y el Hipódromo de Constantinopla. El regimiento lleva a cabo tareas especiales en la campaña, incluyendo vigilancia del campamento imperial, transmitiendo las órdenes del Emperador, y guardaba a los prisioneros de guerra.
- Los Optimates u Optimatoi (que significa los mejores), anteriormente había sido una unidad de apoyo, responsable de las mulas del tren de equipaje (touldon) del ejército. A diferencia de las otras tagmatas, estaba guarnecida fuera de Constantinopla y estrechamente asociada con su área de guarnición: el thema Optimaton, que comprendía el norte de Bitinia. Estaba mandada por un domestikos que era también el gobernador del thema.
- La Hetaireia (Compañeros) o Guardia Personal que debió aparecer en el siglo VIII y duró hasta el XIII, estaba formada por jóvenes nobles bizantinos, constaba de 1.200 efectivos.
Las unidades tagmatas estaban organizadas de forma similar. Estaban mandados por un domestikos, a excepción del Vigla, que estaba mandado por un droungarios. Estaban asistidos por uno o dos oficiales llamados topoteretes (lugartenientes), cada uno de los cuales comandaba la mitad de la unidad.
A diferencia de las unidades themáticas, donde no había niveles de mando intermedios permanentes (tourmarchai, chiliarchoi o pentakosiarchai) hasta que León VI introdujo los droungarios después de 902. La subdivisión más grande del tagmata era el bandon (batallón de 500 efectivos), mandado por un komes (conde), llamado skribon en los Exkoubitores y tribounos (tribuno) en las unidades de Noumeroi y de las murallas.
Los bandons, a su vez, estaban divididos en kentarchias (compañías), encabezadas por un kentarchos (centurión), o drakonarios (draconarius) para los Exkoubitores, y vikarios para las unidades de Noumeroi y murallas.
A finales del siglo VIII, las tagmata estaban integradas por unos 18.000 hombres, en el 810 llegaron a los 22.000 y en el 842 a los 24.000 efectivos.
La Flota bizantina
A comienzos del siglo VII, la flota de guerra bizantina era una sombra de lo que había sido. Sin rivales en el Mediterráneo, no había razones para mantener una flota tan preparada. Había gran número de buques, pero su preparación para el combate era mucho menor que en décadas pasadas.
Tras la conquista de Siria y Egipto, los árabes utilizaron los astilleros sirios y egipcios para construir una flota (también hay que destacar la importancia de los bosques de cedros del Líbano para ello). Los árabes copiaron a los bizantinos, tanto sus buques como sus manuales (embestir con el espolón, emplear máquinas de guerra y emplear soldados al abordaje).
La reacción bizantina fue el uso del fuego griego, tanto en catapultas que lanzaban «recipientes de nafta«, como el cheirosiphon o sinoforo, o primitivo lanzallamas tan famoso. Sin embargo, su empleo no pudo impedir que el exarcado de África (capital, Cartago) cayese en manos de los árabes (pese a la resistencia de varias tribus hasta finales del siglo VII).
La organización de la flota bizantina durante la dinastía Isaurica, estaba organizado de forma similar al ejército terrestre, había una flota imperial o tagmata y la flota de los themas.
En el siglo VIII, hubo motines de la flota de los themas, que no utilizaba el fuego griego, a diferencia de la escuadra con base en Constantinopla. Ello fue decisivo para aplastar el motín de la flota en 727. Los emperadores redujeron la importancia de los themas navales, que habían adquirido la autonomía para organizar sus flotas hasta el punto de rebelarse contra la autoridad imperial.
La flota imperial (Vasilikoploimon) era el equivalente marítimo a la tagmata. La flota (ploimon) disponía de 12.000-18.000 hombres y 50-60 barcos. El barco de guerra más común era el dromón (dhrómon), disponía de 100 remeros más los propios soldados, unos 70 (polemistai), especialistas y marinos. Fue la evolución natural náutica de la galera romana o trirreme. El dromón constaba de tres velas triangulares, también llamadas latinas, y dos filas de remeros (de 30 a 50 remos), lo que le daba gran velocidad. Tenía 30-50 metros de eslora y 5-7 metros de manga. Iban equipadas con balistas y una especie de lanzallamas para lanzar el famoso cheirosiphon o sinoforo.
El khelándion fue otro barco de guerra bizantino muy común. Al mando de la flota estaba el estratego táctico, también llamado «Dhroungarios ton Ploimon«. Considerado el mayor entre los Protosphatarios y con la dignidad de Patrikio y Anthypatos. Organizaba, dirigía y elaboraba la estrategia en la batalla. Lo podía sustituir el Topoteretes Spatharokandidatos, segundo en el mando. Los topoteretai mandaban, por su parte, pequeñas flotillas de vigilancia.
Existían mandos intermedios como los spatharokandidatoi (estacionados en la capital). Los protomandatores eran oficiales de enlace, por debajo de ellos estaban los komites que servían como archontes, líderes o capitanes de abordo de cada uno de los barcos.
Fuego griego
El «fuego griego» era el arma incendiaria utilizada por los bizantinos. Fue creado en el siglo VI. Los bizantinos lo empleaban con frecuencia en batallas navales, ya que era sumamente eficaz al continuar ardiendo incluso después de haber caído al agua. Este arma representaba una ventaja tecnológica decisiva, y fue responsable de varias importantes victorias militares bizantinas, especialmente la salvación de Constantinopla en dos asedios árabes (años 674-678 y 717-718); con lo que aseguró la continuidad del Imperio, constituyendo así un freno a las intenciones expansionistas del Islam, y evitando la posible conquista de la Europa Occidental desde el Este.
La impresión que el fuego griego produjo en los cruzados fue de tal magnitud que el nombre pasó a ser utilizado para todo tipo de arma incendiaria, incluidas las usadas por los árabes, chinos y mongoles. Sin embargo, eran fórmulas distintas de la bizantina, que era un secreto de Estado guardado en forma celosa, cuya composición no se conoce. Por lo tanto, sus ingredientes son motivo de gran debate. Se han propuesto algunos de los siguientes ingredientes nafta, cal viva, azufre y nitrato. Lo que distinguió a los bizantinos en el uso de mezclas incendiarias fue la utilización de sifones presurizados llamados cheirosiphon o sinoforo, para lanzar el líquido al enemigo. La mezcla fue inventada supuestamente por un refugiado cristiano sirio llamado Calínico, originario de Heliópolis. Algunos autores piensan que Calínico recibió el secreto del fuego griego de los alquimistas de Alejandría. Lanzaba un chorro de fluido ardiente y podía emplearse tanto en tierra como en el mar, aunque fue utilizado preferentemente en el mar. El «fuego griego» siguió usándose hasta 1453. Curiosamente, los bizantinos llamaron a esta arma «fuego romano«.
Infantería de los Isaurios
La infantería era proporcionada en su mayoría por los themas o por mercenarios reclutados, era la fuerza secundaria, ya que la principal la constituía la caballería.
Los ejércitos de los distintos themas se agrupaban en tourmas, drouggos y banda. Cada tourma se estacionaba en una ciudad fortificada de la región, mientras que un bandon tenía su base en la localidad donde se reclutaban sus integrantes. Sin embargo, los ejércitos de los themas, pese a su notable éxito en la defensa del imperio contra los asaltantes, tenían un gran inconveniente, la falta de profesionalidad de las tropas. Reunidas para campañas cortas y estacionales, y basadas en tácticas muy alejadas de los combates de masas, no eran útiles para combinarse en grandes ejércitos, por lo que carecían de capacidad ofensiva.
Los bandons de infantería podían variar entre los 150 y los 400 soldados.
Caballería de los Isaurios
La caballería bizantina estaba formada por la caballería pesada o catafractos (katáphraktos) de los tagmata y una caballería media o ligera de los themas.
Los enfrentamientos con el enemigo árabe comenzaron a forjar un tipo de guerra basada en el movimiento. La infantería perdió entidad poco a poco en favor de la caballería ligera, la caballería de los themas, que utilizaba mayoritariamente la opción de golpear y huir. Solamente el tagmata de Constantinopla disponía de unidades de caballería pesada.
Catafractos bizantinos
Armamento ofensivo
Desde el punto de vista del equipamiento ofensivo, el catafracto (katáphraktos) bizantino hizo su entrada en el siglo VII portando aún el kontós o sárisa, lanza pesada de acometida originalmente manipulada a dos manos por el jinete a causa de su extraordinaria longitud (entre 3,75 y 5 m). Entonces era empuñado mediante una sola mano y en ristre, en parte por la paulatina adopción del escudo como complemento protector por estas unidades, en parte por la adopción del estribo entre los siglos VI y VII. Sin embargo, las nuevas armas estrella de los catafractos bizantinos acabarían siendo las espadas y las mazas. Las mazas, denominadas siderorabdíon o rabdíon, se convirtieron en el arma predilecta de choque de la caballería pesada, a lo largo de los siglos VII-X, al resultar particularmente prácticas para reventar las protecciones metálicas de otros jinetes, o de sus monturas. Estas mazas podían estar hechas totalmente de hierro, o más frecuentemente componerse de una cabeza engastada en un mango de madera.
Las espadas podían ser de hoja recta o curva. Las espadas rectas se denominaban spatha o spathíon, su longitud oscilaba entre los 85-115 cm. Las espadas curvas o sables se conocían como paraménion, y fueron introducidos en la panoplia bizantina hacia el siglo VIII. Normalmente, un catafracto solía portar ambos tipos de espadas a la vez, para poder hacer uso de ellas una vez la maza (o la lanza) quedaran inutilizadas. La daga o machairio, debía de estar presente también en la panoplia de los catafractos, siendo especialmente útil como arma de emergencia o en forcejeos particularmente encarnizados.
Las hachas eran de un solo filo conocidas como distrálion o monopélukon, o de dos filos conocidas como bipennes; no aparecen recomendadas en ningún momento por los tratadistas militares bizantinos para sus jinetes, y tampoco parecen haber sido un arma popular entre los catafractos, pero si en la infantería.
El arco quedó desterrado de la pesada, pasando a ser la especialidad de la caballería ligera o hippotoxótai.
Protecciones
El casco conocido como perikephálaion, krános o kassídion se erigió entre las piezas clave de la protección de estos soldados. Los modelos herencia de la tradición militar tardio-romana desaparecen a finales del siglo VII, siendo reemplazados por modelos básicamente semiesféricos o cónicos enmarcados dentro de la tradición del tipo spangenhelm. Nicéforo II especificaba en sus Praecepta Militaria que estos yelmos debían disponer de complementos defensivos capaces de proteger el rostro y el cuello, entre otras partes que el casco dejaba al descubierto. Este tipo de protecciones adicionales solían consistir en cofias o aventails elaboradas en cuero, tela acolchada o mallas, que en general tan solo dejaban descubiertos sendos orificios para los ojos, del mismo modo que habían sido empleadas en la tradición militar persa sasánida entre los siglos III y VII.
La protección para el torso y los miembros del cuerpo del catafracto no hace sino aumentar en complejidad y densidad, aún a pesar de la incorporación regular del escudo como parte de su equipamiento.
Llevaba en primer lugar, un peristhêthidion, una chaqueta acolchada larga hasta los codos y las rodillas; sobre la que se pondría la coraza propiamente dicha o klibánion, destinada a protegerle el torso, era una coraza lamelar o de escalas o cosidas sobre cuero o tela, con placas que protegían los hombros y la espalda. Se dice que el nombre deriva del griego klivanos que significa horno, porque esta coraza mantenía un calor insoportable bajo fuerte luz solar.
El uso del escudo se generalizó a lo largo del siglo VI, reemplazando paulatinamente al obsoleto uso del kontos a dos manos, manteniéndose como parte incontestable del equipo defensivo del catafracto a lo largo de los siglos VII-XI. El escudo denominado skoutárion, estaba elaborado con láminas de madera cubiertas de cuero y reforzadas mediante un marco y una espina central de metal, así como por un umbo metálico (omphalós o boúkolon) situado en el centro. El escudo más corriente empleado por la caballería pesada bizantina hasta el siglo X poseía forma oval o redonda, pudiendo alcanzar los 117 cm de longitud.
Equipo de los caballos
Respecto a los caballos, estos debían ser animales robustos y de gran alzada, capaces de soportar el peso del jinete con todo su equipo, aparte de las protecciones metálicas que el propio animal hubiera de portar, como veremos. La pieza fundamental del equipo de todo caballo era la silla de montar, la cual incorporaría el estribo de forma regular y definitiva a lo largo del siglo VII.
En cuanto a la silla se impone la de arzón, con los borrenes frontal y trasero, elaborados mediante un sólido armazón de madera revestido de cuero acolchado, firmemente asegurado al cuerpo de la montura mediante cinchas.
El estribo se incorporó poco a poco a los ejércitos bizantinos desde las filas de los jinetes ávaros, hasta ser valorado en todo su potencial como elemento capaz de garantizar aún mejor la estabilidad del jinete; en combinación con una silla alta de arzón, los estribos permitían al jinete encajarse a lomos de su montura, y transmitir toda la fuerza de su caballo a sus armas, así como maniobrar y pelear con absoluta seguridad. El estribo les permitió explotar al máximo las posibilidades de protección y blindaje del catafracto (katáphraktos), tornándole virtualmente invulnerable a la mayor parte de ataques que podía sufrir en los campos de batalla del momento. Del mismo modo, el predominio de la caballería convierte al kontós, diseñada principalmente para batir a la infantería, en un arma marginal.
Respecto a la protección de la montura, esta podía llegar a ser particularmente pesada: en primer lugar, se podía proteger el testuz del animal mediante un chanfron metálico elaborado en láminas o en tres o más piezas sólidas articuladas que prácticamente suponían un casco completo; todo el cuerpo del caballo podía estar protegido mediante un peto o pieza para el pecho, una pieza para la grupa y otra para la cerviz del animal, siendo elaboradas frecuentemente con láminas de cuero endurecido o de cuerno (más infrecuentemente en metal); del mismo modo se podía cubrir al animal con una barda de tejido acolchado similar al epilôrikion portado por el jinete, vestido bien solo o bien sobre la armadura. Estas protecciones debían de ser lo suficientemente alargadas como para proteger todo el cuerpo del caballo, pero no tanto como para estorbar sus movimientos.
Empleo
Las unidades de catafractos podían ser desplegados de distintos modos. En primer lugar, una formación rectangular que adoptaba un orden cerrado momentos antes de impactar al enemigo, manteniéndose los jinetes de cada línea lo más próximos posible unos a otros. Esta formación presentaba al enemigo un muro sólido de jinetes y caballos blindados armados bien con pesadas lanzas de acometida (especialmente entre los siglos VI-VII) o bien predominantemente con mazas, con la esperanza de forzar al enemigo a apartarse de su trayectoria. En segundo lugar, la formación en cuña, heredada del cuneus romano, y cuya principal ventaja estribaba en su maniobrabilidad, y poder dirigir toda la fuerza de la carga directamente sobre un punto.
El catafracto bizantino entraba en el siglo VII convertido en un jinete destinado a aprovechar el debilitamiento causado en la formación enemiga por la lluvia de proyectiles lanzada por la caballería ligera y por él mismo en las fases de combate previas a la carga y al combate cercano. Polifacético y flexible, su utilización en el campo de batalla dependía fuertemente de la actuación de otras unidades de caballería menos pesadas, con las que debía de actuar en profunda sincronización. Si bien los fundamentos tácticos elaborados por Mauricio se mantienen básicamente inalterados, en el siglo X los se erigen en el centro de gravedad del ejército a todos los niveles. Todo el despliegue del ejército (con o sin presencia de infantería) gira en torno a ellos, y se estructura en relación con su formación en cuña.
Las restantes unidades de caballería, particularmente las más próximas a ellos en el despliegue, tienen como función “preparar el terreno” para su ataque, protegerles de cualquier intento de abortar su carga, cubrir su retirada en caso necesario, y relevarles en diversas fases de la batalla. Los jinetes ligeros o hippotoxótai base de los ejércitos bizantinos en época de Mauricio; bajo el reinado de Nicéforo II convirtieron en “auxiliares” de las unidades más pesadas, destinados a abrir el encuentro y facilitar una estrategia abocada a una secuencia de cargas decisivas donde el golpe de gracia vendría dado por la carga de los catafractos, en cuya formación quedarían, además, integrados.