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Regreso de Pirro de Sicilia
Durante la ausencia de Pirro, las acciones militares romanas, se habían intensificado sobre los aliados. En el 278 AC Entraron en funciones los cónsules Caio Fabricio Luscino y Quinto Emilio Papo. Caio Fabricio emprende una campaña en toda regla contra los tarentinos, brutios, lucanos y samnita, mientras que Quinto Emilio, debió librar algunos combates en Etruria de menor importancia. En el 277 AC, el cónsul Cayo Junio Bubulco derrota a brutios y lucanos. Al año siguiente Quinto Fabio Máximo infligió derrotas a samnitas, lucanos y brucios.
Los griegos del sur de Italia, llamaron de nuevo a Pirro, que regresó a Italia en otoño de 276 AC, zarpó de Siracusa con 110 barcos de guerra y numerosas naves de carga. Los cartagineses, enterados de su partida, enviaron una flota para vigilar la costa e interceptarlo; mientras que los mamertinos, marcharon hacia el lugar de la costa de Italia donde se esperaba que pudieran desembarcar.
Cuando Pirro navegaba hacia el norte a lo largo de la costa siciliana fue sorprendido por una flota púnica no lejos de Regio y sufrió duras pérdidas. En torno a 70 de sus barcos de guerra fueron hundidos y muchos otros muy dañados. Solamente una docena escaparon indemnes. A pesar de que los cartagineses no habían logrado su objetivo real, la destrucción del ejército entero de Pirro, pues la flota de naves de transportes fueron capaces de escapar y desembarcar sin problemas en Locri.
Desde Locri, Pirro se dirigió a Regio, pero fue incapaz de tomar la ciudad debido a la fuerte resistencia ofrecida allí por la guarnición campana, que estaba mando el mando romano y reforzada por los mamertinos de Mesina. Cuando continuó camino hacia Tarento, los mamertinos con unos 10.000 efectivos, le persiguieron para hostigar y cortar a destacamentos separados, consiguiendo matar a dos elefantes. En consecuencia, tan pronto como se presentó una oportunidad favorable, avanzó a la cabeza de una fuerza poderosa y atacó a los mamertinos de una manera repentina e impetuosa.
El mismo rey se puso a la cabeza de la fuerza y cargó. En el combate recibió una herida en la cabeza y fue llevado a retaguardia por su guardia. Cuando lo evacuaban, los mamertinos se burlaron de él, Pirro regresó y aceptó el desafío del jefe de los mamertinos; en el combate singular cortó a su oponente en dos con un único golpe de su espada. Los mamertinos fueron derrotados, se retiraron y no volvieron a dar problemas a Pirro.
Pirro decidió regresar a Locri con 20.000 hombres y 3.000 jinetes y una vez más exigió una suma particularmente alta en impuestos de la ciudad para cubrir sus pérdidas y reclutar nuevos mercenarios. No contento con esto, también confiscó los tesoros del templo de Perséfone (Proserpina diosa de la Muerte) en Locri, para gran indignación de los griegos. La mayoría de ellos los devolvió de nuevo, después de que los barcos que llevaban el botín a Tarento se encontraron con una fuerte tormenta, en la que murieron muchas personas, pero el tesoro se salvó íntegro, que él tomó por un mal presagio.
No se sabe con certeza si Pirro regresó una vez más a Grecia, y en particular para visitar Antígono Gónatas de Macedonia y Antíoco I de Siria, con una súplica o incluso una demanda para un futuro apoyo. Los samnitas y lucanos cansados después de tres años de duras pérdidas en su guerra contra Roma, se mostraron poco inclinados a continuar apoyando al rey sin reservas.
Por otra parte, los cónsules del año 275 AC, encontraron igualmente difícil movilizar un nuevo ejército, tanto más cuanto Roma había sido afectada en 276 AC por un brote de peste que se había cobrado un alto precio de vidas. Livio informa de un descenso en el número de ciudadanos desde 287.222 en el año 280 AC a solo 271.224 en 275 AC.
Los fieles epirotas del ejército de Pirro, habían caído en su mayoría, y sus fuerzas consistían principalmente en mercenarios, reclutados en Italia y de cuya fidelidad solo podía estar seguro mientras les condujera a la victoria, pagara sus sueldos y consintiera los saqueos.
Movimientos previos
En la primavera del 275 AC, Pirro y sus aliados samnitas, decidieron ir contra los romanos, Los romanos habían creado dos ejércitos consulares. Uno estaba mandado por Manio Curio Dentato, que marchó contra Lucania. El otro estaba mandado por Servio Cornelio Merenda que se dirigió contra Sammio, con el fin de mantener la fidelidad de estas regiones, ambos tenían que reunirse en Tarento.
Pirro dividió sus fuerzas en dos partes, una más pequeña al mando de Milón para bloquear al cónsul Cornelio y otra mandada por él mismo que avanzaría contra Curio. Este cuando se enteró de que Pirro se dirigía contra él, envió un mensaje al otro cónsul y esperó en un campamento fortificado favorable para la defensa, el lugar elegido estaba a las afueras de la ciudad de Maleventum que los romanos cambiaron de nombre a Beneventum (actual Benevento). Pirro llegó a la conclusión de que era mejor atacar al cónsul Curio antes de que llegase el cónsul Cornelio.
Pirro disponía de una fuerza de 13.600 falangitas, 9.000 hoplitas, 3.000 jinetes y 20 elefantes, mientras que Curio disponía de un ejército consular de 4 legiones, unos 20.000 legionarios, 4.000 de infantería ligera y 2.000 jinetes.
Al final del día, acampó como de costumbre. En lugar de esperar en su campamento hasta el día siguiente, y luego marchar a su manera acostumbrada; consiguió guías para guiar a sus tropas por un camino tortuoso entre las montañas, con miras a descender repentina e inesperadamente sobre el campamento de los romanos desde las colinas muy temprano en la mañana. Se proporcionó una inmensa cantidad de antorchas para iluminar a los soldados al atravesar los bosques oscuros y los barrancos por donde pasaba su camino.
Pero erró los cálculos en tiempo y distancia: las antorchas se consumieron, los guías se equivocaron de camino y el sol ya asomaba en el horizonte cuando alcanzaron las colinas sobre el campamento romano.
Dionisio relató la marcha «Como era de esperar, los hoplitas – con cascos, corazas y pesados escudos -, marchando hacia lugares escarpados por largos caminos ni siquiera frecuentados por gente sino por cabras, a través de la maleza y los riscos, no conservarían ninguna alineación y, antes de que sus enemigos aparecieran ante ellos, sus cuerpos estarían totalmente debilitados por la sed y la fatiga«.
No obstante, su llegada cogió a los romanos por sorpresa, el cónsul mandó salir una avanzadilla de caballería mandada por Dentato para hacer retroceder a la vanguardia de Pirro y dar tiempo para formar sus tropas. Dentato sembró confusión entre las fuerzas de Pirro y atacó el tren de bagajes de la vanguardia y consiguió hacer algunos prisioneros e incluso algunos elefantes que habían quedado aislados.
La vanguardia de Pirro se retiró, y regresó a la llanura, mientras Pirro desplegó sus fuerzas en línea para la batalla.
Curio estaba tan eufórico y complacido por ese éxito, y tan grande era la confianza que le inspiraba, que decidió no esperar más a Léntulo, sino presentar batalla a Pirro. En consecuencia, sacó a sus tropas y las puso en una llanura cerca de su campamento, colocándolas de tal manera que tuviera cierta ventaja por la naturaleza del terreno, y una retirada fácil al campamento fortificado en caso de que las cosas fueran mal.
Despliegue inicial
El ejército romano desplegó con las cuatro legiones en el centro, las aliadas en los flancos y las romanas en el centro, y 1.000 jinetes en cada ala y una reserva de 4.000 vélites o infantes ligeros dentro del campamento.
Pirro desplegó 1.500 jinetes ligeros en su ala izquierda apoyados por 1.000 infantes ligeros. En el centro 4.500 hoplitas, 13.600 falangistas y otros 4.500 hoplitas. En su ala derecha 1.500 jinetes pesados /tesalianos y macedonios) con 1.000 infantes ligeros, y como reserva los elefantes con 1.500 infantes ligeros.
Desarrollo de la batalla
El choque fue como en las batallas anteriores, primero se enfrentaron la caballería en las alas, que no produjo un resultado definitivo y a continuación chocó las legiones contra la falange, las tropas de Pirro estaban cansadas por la marcha nocturna y las romanas descansadas.
Los romanos progresaron por el ala derecha de Pirro, pero retrocedieron por la izquierda, así es que Pirro decidió emplear los elefantes contra el flanco derecho, apoyados por la infantería ligera.
Los romanos para pararlos emplearon la reserva del campamento, la infantería ligera que llevaban cerdos untados de pez líquida y que cuando estaban cerca de los elefantes, les prendieron fuego y les dejaron libres. Los animales, histéricos, se precipitaron hacia los elefantes que, asustados por los chillidos de los cerdos en llamas, se aterrorizaron y rompieron su formación, aplastando a amigos y enemigos. Al mismo tiempo, la infantería ligera romana, arrojaba flechas y lanzas incendiarias contra los elefantes.
(La técnica de los cerdos había sido empleada anteriormente con éxito por los megarenses contra Antígono, quién a partir de entonces ordenó que se criaran a los elefantes con cerdos para que se acostumbraran a verlos y no se asustaran de su presencia ni de sus chillidos.)
Plutarco relató la batalla de esta manera: «desde el amanecer percibieron los enemigos su venida desde las atalayas; de manera que desde aquel punto se pusieron en inquietud y movimiento. Hizo sacrificio Manio, y como también el tiempo se presentase oportuno, salió con sus tropas, acometió a los primeros, y, haciéndolos retirar, inspiró ya miedo a todos, habiendo muerto muchos y aun habiéndose cogido algunos elefantes. La misma victoria condujo a Manio a tener que pelear en la llanura, y trabada allí de poder a poder la batalla, por una parte desbarató a los enemigos, pero por otra fue acosado de los elefantes, y como le llevasen en retirada hasta cerca del campamento, llamó a los de la guardia, que en gran número estaban sobre las armas y se hallaban descansados. Acudiendo estos e hiriendo desde puestos ventajosos a los elefantes los obligaron a retirarse y a huir por entre los propios, causando con ello gran turbación y desorden; lo cual no solamente dio a los Romanos aquella victoria, sino la seguridad del mando».
La estampida de los elefantes causó tal desorden y descontrol en ambos mandos que decidieron retirarse de la batalla, los romanos a su campamento y Pirro a retaguardia.
Los romanos perdieron 6.000 soldados y los epirotas 9.000 y 2 elefantes; los romanos capturaron 1.300 prisioneros y 8 elefantes. Los romanos también capturaron parte del tren de bagajes de Pirro, otorgándose la victoria.
Secuelas
Pirro estaba ahora en peligro de ser atrapado entre los ejércitos de los dos cónsules y se retiró a toda velocidad a Tarento tras su derrota. Desde allí pidió de nuevo ayuda a los reyes de Macedonia y Siria. Como estos ignoraron sus súplicas, no le quedó otra alternativa que abandonar Italia. Regresó a Grecia a finales del año, dejando a Milón con una guarnición en Tarento, prometiendo regresar a Italia en cuanto obtuviera nuevas fuerzas. Pirro llegó a Epiro a finales de 274 AC, tras una ausencia de seis años. Trajo de vuelta solo 8.000 infantes y 500 jinetes, y tan poco dinero que no podía acometer nuevas empresas militares.