Edad Antigua Guerras Pírricas Guerra de Pirro en Sicilia (278-276 AC)

Antecedentes

A la muerte de Agatocles, se había producido una guerra civil entre Tenón y Sóstrato, la ciudad se encontraba indefensa ante la invasión púnica, y ambos generales buscaban el apoyo de Pirro. Desde las ciudades sicilianas de Agrigento, Siracusa y Leontini fueron enviadas embajadas a Pirro, suplicando su ayuda contra cartagineses y mamertinos. Para Pirro, era una oferta muy atractiva. En Italia no estaba consiguiendo su objetivo de acabar con el poder de la República romana, y no quería volver al Épiro o Macedonia, que estaba siendo amenazada por una invasión de celtas desde Galacia.

Pirro, que se encontraba en Tarento, esperaba poder dominar Sicilia y crear allí un reino estable, que pondría bajo mando de su hijo Alejandro. Alejandro era nieto por vía materna del tirano Agatocles de Siracusa, lo que le convertía en un pretendiente ideal para reclamar el trono siracusano. Parece ser que Pirro deseaba usar Sicilia como cabeza de puente para invadir África, mientras dejaba Sicilia bajo control de su hijo.

Como era usual, Pirro envió a Cineas a Sicilia para conocer el estado de las cosas en la isla antes de llegar a ella. Cineas partió de Tarento con un pequeño escuadrón de barcos y galeras y, después de un corto viaje, llegó sano y salvo a Siracusa. Encontró a las principales autoridades de esa ciudad listas para recibir a Pirro tan pronto como llegara y hacer rey al joven Alejandro. Cineas completó y cerró los arreglos para este propósito, y luego envió mensajeros a varias otras ciudades en el lado norte de la isla, dándoles a conocer el plan que se había formado de elevar a un heredero del rey Agatocles al trono, y pedir a sus miembros cooperación en él. Manejó estas negociaciones con gran prudencia y habilidad.

Esto no gustó a los habitantes de Tarento, que exigieron a Pirro que cumpliera lo pactado con ellos, que continuara la guerra contra Roma en la península itálica o que abandonara con su ejército la seguridad que ofrecían los muros de la ciudad.
Pero Pirro no tenía la más mínima intención de abandonar Tarento o alguna otra de las polis griegas de la Magna Grecia en la que se encontraban acuarteladas parte de sus tropas.

Mientras Pirro calculaba sus posibilidades de ocupar Sicilia, el almirante cartaginés Magón ofreció enviar 120 buques para colaborar con sus aliados romanos en el control del vital estrecho de Mesina. El senado romano convocó al almirante Magón para discutir los términos del tratado que uniría a ambos, romanos y cartagineses, contra las ciudades sicilianas rebeldes y su nuevo aliado, Pirro.

Los términos del tratado (básicamente, un tratado de ayuda mutua militar) obligaban a ambos firmantes a marchar en ayuda del otro si era invadido. No importaba quien fuera el que pidiera ayuda, los cartagineses estarían obligados a aportar la flota para transportar a ambos ejércitos, si fuera necesario, aunque cada cual tendría a su cargo el mantenimiento de su propio ejército.

Además, los cartagineses ayudarían siempre a los romanos en los combates navales que se produjeran contra cualquier enemigo, mientras que los romanos no estaban obligados por los términos del tratado a realizar la misma operación. Es decir, según los términos del tratado, los cartagineses estaban obligados a ayudar a los romanos siempre, y a poner su flota a su disposición, mientras que los romanos no estaban obligados a ello. Tras firmar el tratado con el senado romano, el almirante Magón se dirigió en secreto a Tarento, en donde se encontraba Pirro acuartelado con sus tropas.

Aparentemente, Magón quería buscar un entendimiento pacífico entre Cartago y Pirro, aunque en realidad lo que estaba buscando era conocer las intenciones de Pirro con respecto a Sicilia. Y quería convencer a Pirro para que no desembarcara en Sicilia y se mantuviera en Italia combatiendo a los romanos.

Cartago se mantuvo muy activa diplomáticamente, y también firmó un tratado con los mamertinos. Enviaron a Mesina una flota tripulada por marinos cartagineses y 500 soldados romanos para tratar de disuadir a Pirro de que desembarcara en Sicilia.

Pirro retiró sus tropas del interior de Italia y las concentró en los alrededores de Tarento.

Conquista de Sicilia

A finales del verano del año 278 AC, Pirro zarpó de Tarento hacia Sicilia. Antes de abandonar Italia, protegió su retaguardia dejando fuertes guarniciones en las ciudades de la Magna Grecia, en el sur de Italia, al general Milo lo dejó a cargo de Tarento, y a su hijo Alejandro con otra guarnición en Locri.

La flota de Pirro se dirigió en primer lugar a Locri, en donde dejó a su hijo Alejandro al mando de una fuerte guarnición. La flota de Pirro estaba compuesta de 60 trirremes, además de unos 200 de buques de transporte para trasladar su fuerza de invasión a Sicilia, fuerza de invasión compuesta de 10.000 soldados de infantería (de los cuales 5.000 serían falangitas epirotas), además de 1.200 de caballería y unos 30 elefantes.

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Mapa de la campaña de Pirro en Sicilia

En el verano del 278 AC, Pirro partió al mando de una fuerza compuesta por 8.000 infantes y 500 jinetes (posiblemente su agema o guardia personal). Consiguió eludir el bloqueo cartaginés sobre el estrecho de Mesina y desembarcó en la costa este de la isla, en las cercanías de la ciudad de Tauromenium (actual Taormina). Allí el reyezuelo local se apresuró a declarar su lealtad al rey epirota.

Desde allí la flota navegó hasta Catana (actual Catania), donde los ciudadanos le recibieron con gran entusiasmo y le pusieron una corona de oro, creyendo que Pirro había llegado para librarles de los odiados cartagineses. Allí en Catana pudo reclutar más de 3.000 hombres para su ejército, dirigiéndose a continuación hacia la asediada Siracusa, con el ejército avanzando por la costa siendo apoyado por su flota.

El ejército cartaginés llevaba meses asediando la mayor ciudad de la isla, Siracusa, con un ejército de 50.000 hombres y un centenar de barcos de guerra. Pero el rápido avance de Pirro cogió a los cartagineses por sorpresa, y Pirro desembarcó sin oposición en la isla de Ortigia, que controlaba la entrada al puerto de Siracusa, con la ayuda de la flota siracusana, unos 140 barcos, la flota de Pirro pudo romper el bloqueo naval cartaginés.

Tras desembarcar en Siracusa, arbitró en la paz entre Tenón y Sóstrato, y recibió soldados y dinero de otros gobernadores griegos sicilianos, como Heráclides tirano de Leontino que envió a Pirro un ejército de 4.000 soldados de infantería y 500 jinetes.

Aunque seguían teniendo una gran ventaja numérica, los cartagineses sabían que tenían pocas opciones de derrotar a las tropas de Pirro. Abandonaron el asedio y empezaron a retirarse hacia el oeste de la isla.
Tras ocupar Siracusa, Pirro se dirigió a Leontino, que ocupó sin lucha. Después se dirigió a Akragas (Agrigento), donde se encontraba el tirano Sosistrato, que puso Akagras y una treintena de villas y pueblos que controlaba a disposición de Pirro. Allí consiguió Pirro más de 8.000 infantes y 800 jinetes, que integró en su ejército. En Akagras (Agrigento), Pirro recibió la buena noticia que los ciudadanos de Enna habían degollado a la totalidad de la guarnición cartaginesa y proponían aliarse con el epirota.

Con los refuerzos conseguidos, el ejército de Pirro ascendía a más de 30.000 soldados de infantería, 2.500 de caballería y 30 elefantes.

Las siguientes ciudades en caer fueron Heraclea, Selinus, y Segesta, cuando los mercenarios cartagineses huyeron sin poder hacer nada por miedo a los elefantes. Estos mercenarios se encontraban en territorio hostil y eran cazados y perseguidos tanto por el ejército de Pirro, como por los sikels o partisanos locales, las bajas púnicas debieron ser muy numerosas aunque no hubiese batallas campales.

Los restos de las fuerzas púnicas huyeron a las ciudades amuralladas costeras del noroeste oeste como Lilibeum (Lilibeo), Eryx (Érice) y Panormus (Palermo). Los púnicos se alarmaron de tal forma ante su éxito que le ofrecieron barcos y dinero, a condición de que formara una alianza con ellos, a pesar de que no hacía mucho que habían firmado un tratado con Roma. De manera poco inteligente, Pirro rechazó la oferta, que le habría reportado inmensas ventajas en su prosecución de la guerra contra Roma, y a instancias de los griegos sicilianos rehusó cualquier tipo de pacto con los cartagineses si no evacuaban la isla por completo.

Sitió la ciudad fortaleza de Eryx (Erice) en la costa noroeste estaba en manos de una gran guarnición cartaginesa y tenía fuertes características defensivas naturales. Al principio, Pirro atacó la ciudad con catapultas y balistas, y luego realizó un asalto con escaleras. Fue el primero en escalar las murallas y luchó heroicamente, haciendo retroceder a muchos defensores. Después de un reñido, la ciudad fue tomada. Toda la guarnición cartaginesa fue pasada a cuchillo.

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Asedio de Eryx . Guerra de Pirro en Sicilia. Autor Milek Jakubiec
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Asedio de Eryx 278 AC. Guerra de Pirro en Sicilia. Autor Robbie McSweeney

El único bastón que les quedaba a los cartagineses era Lilibeo (Lilibeum, actual Marsala) que se estaba al final de un istmo y difícil de abordar. Estaba situada en el extremo occidental de Sicilia, conectaba la isla con África y proporcionaba a Cartago un puerto avanzado en la ruta a Cerdeña.

En lugar de correr riesgos en asaltos, Pirro se limitó a bloquear el puerto y asediar la ciudad, reunió a sus veteranos para cuidar de la única otra seria amenaza para su control de Sicilia, los Mamertinos.

Los mamertinos

Los mamertinos eran originalmente mercenarios de Campania contratados por Agatocles en sus guerras contra Cartago durante el siglo anterior. A su muerte, los mercenarios fueron pagados y se les dijo que volviesen a sus casas. Marcharon a Mesina en el 288 AC, y decidieron quedarse allí, mataron a la población masculina de la ciudad y tomaron el nombre mamertinos (hombres del dios de la guerra Mamers). Controlaron el tráfico del estrecho de Mesina, capturaban barcos comerciales desprevenidos en el estrecho, llevando el botín a su base. Capturaban prisioneros y exigían rescates y también formaron bandas de bandidos para extorsionar el campo local.

Los mamertinos estaban siendo ayudados por los cartagineses que obviamente deseaba para provocar un «segundo frente» contra Pirro y «ganar tiempo» en Lilibeo. Los sicilianos llamaron a Pirro para deshacerse de esta plaga.

Reunió sus mejores tropas y se dispuso acabar con los mamertinos, y tomar fortalezas. Los mamertinos hicieron una valiente salida, tratando de presentar una batalla campal, pero fueron fácilmente derrotados y se refugiaron tras las murallas de Mesina. La ciudad fue asaltada y los mamertinos muertos o expulsados.

Finalizado el problema mamertino, Pirro fue anunciado como «rey de Sicilia«. Su hijo Alejandro, fue designado como heredero y su dinastía parecía segura.

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Los sicilianos proclamando a Pirro rey de Sicilia tras derrotar a los mamertinos

Asedio de Lilibeo

Las fuerzas epirotas se reunieron de nuevo delante de Lilibeo con un tren de asedio completo y Pirro ordenó un asalto a las obras exteriores. Los ingenieros púnicos no habían estado ociosos, y habían allanado el terreno del istmo y habían construido máquinas de guerra y torres de asedio. Los infantes se lanzaron al asalto con los equipos, pero fueron rechazados por el volumen de fuego enemigo. Incluso los veteranos epirotas fueron incapaces de avanzar contra las murallas. Pirro trató de noquear a las torres con su propia artillería, pero con poco éxito. La flota cartaginesa apoyaba a la ciudad llevando suministros y acosando a los sitiadores.

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Asalto de Lilibea o Lilibeo por las fuerzas de Pirro

Pirro comenzó a maldecir a los siracusanos respecto a las naves que estaban sin utilizar en el puerto. Los atacantes suspendieron sus ataques suicidas y volvieron a las operaciones de minado en el suelo rocoso, pero los defensores realizaron obras de contraminado y frustraron cualquier progreso.

Tras más de dos meses de operaciones sin conseguir ningún avance, y a medida que aumentaban las bajas en los soldados locales, estos eran cada vez menos entusiastas para iniciar asaltos, y exigían que los realizaran en primer lugar las fuerzas de Pirro. Finalmente, el asedio fue cancelado y el aura de invencibilidad de Pirro quedó empañada.

Final de Pirro en Sicilia

Pirro gobernó la isla siciliana con carácter autoritario, ignoraba a las autoridades indígenas de las ciudades poniendo al mando gente de su confianza, quitándoles y poniéndoles nuevos a voluntad. Los habitantes de las ciudades greco-sicilianas, muy celosas de su autonomía, veían ya en Pirro, a un dictador, y esta era una cosa que no iban a soportar.

Empezaron a plantearle problemas de todo tipo a Pirro, y este muy quisquilloso respondió represaliando a los revoltosos, hecho que no gustó nada a los sicilianos, los cuales decidieron aumentar la presión de hostigamiento.
Además, Pirro decidió crear una gran flota y trasladar la guerra contra Cartago a sus dominios en África, lo que suponía más gastos. Así es que estaba más que harto del comportamiento hostil de los habitantes de la isla, decidió que la empresa de Sicilia ya no daba más de sí, así que aprovechando los lamentables llamamientos de auxilio de los tarentinos, en el año 276 AC.

Cuando dejó la isla exclamó “Bonito campo de batalla dejo para romanos y cartagineses

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2016-06-05. Última modificacion 2022-01-12.
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Comentarios:

  1. julio rafael berlin dijo el 2017/02/20 a las 6:19 pm

    excelente gran general Pirro

  2. Bochita dijo el 2019/08/13 a las 2:17 pm

    Excelente sitio.
    Felicitaciones

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