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Guerra con los kutriguros
Hacia el 558 todo un alarde de poder y capacidad, los hunos kutrigurs o kutriguros bajo el kagan Zabergan, dividieron sus fuerzas en tres grandes agrupaciones: la primera fue enviada hacia occidente (Adriático), la segunda directamente contra la capital, Constantinopla, y la tercera contra Querson, territorio bizantino en Crimea.
Los bizantinos suplicaron al ya anciano pero genial general Belisario que dirigiera la resistencia, y lo consiguió. La lucha fue larga y difícil, y así, mientras los invasores amenazaban Constantinopla y eran frenados por el general Belisario, la otra columna de ataque llegaba hasta las Termópilas, en el centro de Grecia.
En el año 559, el kagan kutriguro Zabergan situó su base de operaciones en la ciudad tracia de Arcadiópolis con la idea de renovar, más todavía si cabe, la presión que ejerce sobre el territorio bizantino. Justiniano se alió con los ávaros y les pagó para que atacasen a los kutriguros.
Cuando Zabergan recibió las noticias del ataque de estos recién llegados, que arremetían desde el extremo oriental de su extenso imperio estepario, se replegaron rápidamente al otro lado del Danubio, y pidieron ayuda a sus vecinos los eslavos antas, pero no lo logró, enfrentándose solo al desafío. Poco después los kutriguros fueron aplastados y obligados a unir sus fuerzas a las de los invasores ávaros. Después de ser derrotados, y de la muerte del kagan Zabergan, los kutriguros fueron absorbidos por los ávaros que se convirtieron en el nuevo poder de las llanuras.
Los eslavos antes recibían estipendios de los bizantinos, a cambio de asegurar el Danubio de los hunos, y otros bárbaros. En este tiempo, los antes tenían una «política extensa, capaz de una movilización militar contra los ávaros». Los ávaros empezaron a saquear las tierras de los antes, que entonces eran vecinos de los kutriguros, vasallos de los ávaros. Mezamir rey de los antes, fue enviado como embajador a los ávaros, para negociar el rescate de las tribus antes capturadas. En las conversaciones, Mezamir habló arrogantemente y con desprecio sobre todo contra un kutriguro aliado de los ávaros. Los ávaros ignoraron la inmunidad de los embajadores y mataron a Mezamir, procediendo a continuación a conquistar los territorios de los antes y otros eslavos. Esto ocurrió en el período de tiempo 560-62.
Hacia el 562 el khagan Bayan I (562-602) los ávaros ya habían alcanzado el bajo Danubio tras derrotar a los kutriguros y posteriormente a los eslavos antes. Justiniano les pagaba un tributo anual por la ayuda recibida y por mantener las fronteras en paz.
En el 565 a la muerte de Justiniano su sucesor, Justino II, cortó los subsidios. Los bizantinos eran conscientes de que los göktürk (turcos azules) se aproximaban y que podían ser utilizados contra los ávaros al igual que anteriormente los ávaros habían sido utilizados contra los kutriguros. La desesperación de los ávaros iba en aumento, ya que se sentían acorralados, en el invierno de 565-566 intentaron sin éxito forzar el cruce del Danubio.
Guerra con los gépidos
Otra alternativa para los ávaros era instalarse en la llanura Panónica (la gran llanura húngara) al otro lado de los montes Cárpatos en el territorio ocupado por los gépidos. Los Cárpatos resultaban una barrera fácilmente defendible por los gépidos, así que los primeros intentos ávaros (563 y 566) consistieron en tratar de rodearlos por el Norte a través de la Germanía, pero fueron rechazados a lo largo del río Elba por el rey franco Sigeberto I de Austrasia.
Esta derrota les indujo a volver sobre sus pasos a la región del Danubio Inferior. La solución vino cuando estalló una guerra entre los lombardos y los gépidos en Panonia. Los lombardos se aliaron con los ávaros para acabar juntos con los gépidos y repartirse su territorio. Los gépidos pidieron ayuda a Justino II a cambio de la ciudad de Sirmium (actual Sremska Mitrovica). Una fuerza bizantina relevó al destacamento gépido en la ciudad, pero el Imperio Bizantino no intervino más.
En el 567 mientras los gépidos hacían frente a una invasión lombarda por el oeste, el ejército ávaro de Bayán pudo atravesar las montañas para internarse en territorio gépido. Bayán aplastó al ejército del rey gépido. El rey lombardo Alboino cortó la cabeza del rey derrotado Cunimundo y además, en una muestra excesiva de confianza, tomó a Rosamunda, hija de Cunimundo, como botín de guerra y la convirtió en su esposa. En 573 Alboino sería asesinado en un golpe instigado por Rosamunda.
A continuación Bayán se dirigió hacia la capital gépida de Sirmio, pero se la encontró ocupada por tropas bizantinas del general Bonosos, que habían aprovechado la ocasión para recuperar una ciudad que venían reclamando desde hacía tiempo. La caballería ávara poco puede hacer, ya que no contaba con material de asedio.
Tras saquear el territorio gépido se procedió a ocuparlo y llevar el grueso del pueblo ávaro que había quedado atrás. A su vez “animaron” a sus antiguos aliados lombardos para que buscasen fortuna en otro lado (la Italia bizantina). En el primer año, invadieron la zona que rodea Venecia y se extendieron por el norte de Italia. Al año siguiente conquistaron la mayor parte de Liguria.
Los ávaros quedando como indiscutibles dueños de la llanura Panónica que va a constituir el núcleo de su reino, que se va a extender desde los Alpes hasta algún punto al norte del mar Negro. Sin embargo, en el extremo oriental del kaganato ávaro se va a perder la soberanía sobre los sabires y los utriguros a manos de los göktürks.
Guerra con el Imperio bizantino
A inicios del 568, el ejército del kagan ávaro Bayán, reforzado con restos de los sometidos gépidos y con grupos de eslavos y 10.000 kutriguros, cruzó el Danubio y atacó a Dalmacia, separando las tierras de Bizancio con el norte de Italia y Occidente, saqueando el país.
Las tropas romanas aguantaron bien este primer envite y se mantuvieron en Sirmium haciendo fracasar todos los ataques de Bayán y sus tribus aliadas. Este tuvo que reconocerse derrotado y solicitó que le entregasen regalos a cambio de su retirada para así poder justificarse ante sus seguidores. El jefe de la guarnición de Sirmium, que se veía en una posición ventajosa con respecto al abatido bárbaro, se negó a atender las peticiones del Kagan si antes no recibía un permiso explícito del Augusto.
Una embajada ávara se encaminó a Constantinopla para conseguirlo. Hubiese sido el momento oportuno para que Justino II firmase una paz ventajosa, pues pese a las amenazas ávaras y a sus desorbitadas peticiones, tanto ávaros como romanos sabían que bastaría con la entrega de algunos subsidios para acordar la paz. Pero Justino II se negó y ordenó continuar la guerra.
Eso fue decisivo, pues las fuerzas del Danubio quedaron empantanadas en una guerra que les impedía acudir en auxilio de las fuerzas destacadas en Italia y que atraía hacia ella los refuerzos que debían de haber ido a luchar contra Alboino y sus lombardos. No fue así y la guerra con los ávaros se mantuvo, con diversas alternativas, hasta 571 en que Justino II convino al fin y ante la inminencia de una gran guerra contra Persia; en pagar un subsidio anual a cambio de que los ávaros reconocieran la posesión romana de Sirmium y mantuviesen la paz.
A su ascenso al poder, el emperador Tiberio II (578) renovó los tributos y convenció a los ávaros para dirigir sus energías contra los eslavos esclavenos en Escitia Menor la orilla occidental del mar Negro, a los que saquearon a conciencia.
La desguarnición de la frontera danubiana para enviar fuerzas a Oriente, fue aprovechado por los eslavos, posiblemente azuzados por los ávaros, que cruzaron el limes en 579 y saquearon los territorios romanos. Tiberio, haciendo uso de su prerrogativa sobre los federados ávaros, les solicitó que castigasen a los eslavos; pero los ávaros se comportaron de forma traicionera y, tras cruzar el Danubio con el pretexto de que marchaban a destruir a los invasores eslavos, se revolvieron contra los bizantinos y asaltaron sus territorios poniéndose a la cabeza de las hordas eslavas que se suponía que tenían que combatir.
En 580, los ejércitos del kagan ávaro Bayán, más fuertes que nunca tras la ampliación de su dominio sobre nuevas hordas de eslavos, penetraron profundamente en Tracia y en Iliria, llegando en sus incursiones hasta Grecia. Los eslavos que acompañaban a los ávaros, no se asentaron aún, sino que se limitaban a devastarlo y a regresar a sus bases de partida al otro lado del Danubio; pero su frenesí destructor era tan terrible que la población romana de Tracia, Iliria y el norte de Grecia, sufrieron como nunca antes lo había hecho bajo las incursiones bárbaras.
Asedio de Sirmium (580-582)
Sin embargo, la llave del limes danubiano era Sirmium (Sirmio) y esta fue hábilmente defendida por los bizantinos.
En 580, el kagan, Bayan I, marchó con sus hombres a la orilla derecha del río Sava, frente a Sirmium, y comenzó la construcción de un puente para cruzarlo. La ciudad en ese momento estaba en gran medida indefensa y no estaba preparada para soportar un asedio, ya que la mayoría de las fuerzas bizantinas se encontraban en Oriente en la guerra contra Persia sasánida. El emperador bizantino Tiberio II trató de impedir el ataque ávaro por medios diplomáticos, pero cuando el embajador del kagan exigió la rendición de la ciudad, respondió que antes daría una de sus dos hijas como novia al kagan, en lugar de rendir Sirmium. Tiberio logró enviar a unos cuantos oficiales de Dalmacia para supervisar la defensa de la ciudad, mientras que el enviado Thognis intentó sin éxito negociar con Bayan. A pesar de la debilidad de la guarnición, la ciudad resistió durante casi tres años, y no fue hasta finales de 581 o principios de 582, poco antes de su muerte, que Tiberio accedió a entregar la ciudad a cambio de la vida de sus ciudadanos. Los ávaros de hecho respetaron la población, pero tomaron sus posesiones y 240.000 sólidos del Emperador, como atrasos del tributo debido durante tres años.