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La religión
El problema se había gestado durante 30 años, desde que la reina Isabel I sucedió en 1558 a su hermanastra María en el trono de Inglaterra. El padre de ambas, el rey Enrique VIII, había roto con el catolicismo y fundado la iglesia Anglicana al divorciarse de Catalina de Aragón, madre de María, para casarse con la madre de Isabel, Ana Bolena.
En su breve reinado, María intentó con furia y encarnizada fe reimplantar el catolicismo y se casó con el heredero de España, quien luego sería el rey Felipe II. Al morir María sin dejar hijos, Isabel fue coronada. Pero Isabel era ferviente protestante, pero permitió la presencia de los católicos para no tener conflictos.
María Estuardo
Felipe II decidió apoyar a su prima católica María Estuardo al trono de Inglaterra, era la cuarta hija del rey Jacobo V de Escocia y su esposa la francesa María de Guisa y era también nieta de Enrique VII. Con 5 años la joven reina había sido prometida en matrimonio al hijo de Enrique VIII de Inglaterra y su tercera esposa Jane Seymour. El matrimonio formaba parte de los llamados tratados de Greenwich, según los cuales, las dos casas reales aceptarían que los hijos de María y Eduardo heredarían Escocia e Inglaterra conjuntamente.
Enrique VIII no se resignó a esperar y atacó Escocia, la reina con 5 años, huyó a Francia y se casó con el Delfín Francisco II de Francia, lo que le daba derecho a las coronas de Inglaterra, Francia y Escocia.
En 1561, tras la muerte de Francisco II en un torneo, subió al trono Carlos II, siendo la regente su madre Catalina de Médicis, que inmediatamente expulsó la expulsó de Francia.
María regresó a su Escocia natal con 18 años dispuesta a ejercer el poder que le correspondía, pero carecía de la determinación necesaria para tomar decisiones importantes. El hermano ilegítimo de María, Jacobo Estuardo I, abanderaba la causa protestante y apoyado por Inglaterra fue depuesta del trono de Escocia.
En 1568, desterrada de Escocia, en donde había abdicado a favor de su hijo, Jacobo IV, María Estuardo se refugió en la corte de su prima Isabel I de Inglaterra, quien, por lo menos en apariencia, sentía cariño por ella y deseaba favorecerla. María, bastante más joven que Isabel, era su única pariente, y, por tanto, la persona que podía heredar la corona inglesa y conseguir la unión dinástica con la vecina Escocia.
Muchos pensaron que María como católica podía ser un buen instrumento para organizar desde el interior de Inglaterra alguna conspiración que acabara con la vida de Isabel y permitiera una vuelta al catolicismo oficial. El oscuro proyecto, nacido en los despachos de Roma, y aprobado por España, fue aprobado sin dificultad y puesto rápidamente en marcha.
Comprometida y descubierta en más de uno de esos intentos fue descubierta e ingresó en la cárcel. Confesó que en sus intrigas no solo estaba implicada el papa Pío V que había excomulgado a Isabel en 1570, sino también al embajador español Bernardino de Mendoza, fue expulsado de Londres en 1584. También se persiguió con más saña que nunca a los católicos ingleses. Y, a partir de aquel año, la tensión entre ambos reinos no dejó de incrementarse ni de agravarse.
María fue condenada a muerte el 15 de octubre de 1585 por conspirar contra la vida de la reina de Inglaterra, y contra la seguridad del Reino; siendo ejecutada en el castillo de Fotheringhay en Escocia el 8 de febrero de 1587, antes de cumplir los 45 años. Su decapitación ha pasado a la historia por su patetismo, hasta tres golpes hubo de dar el verdugo para separar su cabeza.
Conflicto en el mar
Los ingleses no habían iniciado todavía lo que sería, tres siglos más tarde, su gran imperio colonial. Solo Walter Raleigh, súbdito fiel y tal vez enamorado platónico de la reina Isabel, había establecido por su cuenta una pequeña factoría en la costa de América del Norte que bautizó con el nombre de Virgin (futuro estado de Virginia) en honor de su señora, la Reina Virgen. En aquella época, la corona inglesa apenas poseía barcos de guerra ni mercantes en disposición de cruzar los grandes océanos. Pero entre los activos ciudadanos residentes en la costa sí existían navegantes emprendedores, dispuestos a comerciar con cualquiera y a defenderse con las armas si fuera preciso.
John Hawkins de Plymouth se había introducido en el comercio africano de esclavos, monopolio real portugués y después de su unión a la corona española. Tan lucrativo era que la reina de Inglaterra en 1567 entró a formar parte en sociedad con Hawkins. Partió a Guinea con 4 barcos y capturó o compró 500 negros que llevó a América donde los vendió.
Hawkins le sorprendió un temporal frente a las costas de Cuba y su flota quedó destrozada. No encontró más puerto que el de San Juan de Ulloa (isla de México), dirigiéndose allí buscando refugio para reparar los daños y sobre todo avituallarse para regresar a Inglaterra. De camino, apresó 2 mercantes españoles y entró en puerto detrás de ellos.
El día 14 de septiembre de 1567 los isleños avistaron la llegada de una flota de 6 naves con banderas hispanas, que los lugareños y los oficiales reales del puerto suponían era la flota de don Francisco Luján que escoltaba al nuevo virrey, así que los funcionarios reales, se apresuraron a recibir a la flota. Cuando los locales salieron a recibirlos, y fueron cogidos por sorpresa y no pudieron reaccionar, siendo arrestados y tomados como rehenes. Hawkins prometió salvaguardar la vida de los lugareños y no hacer destrozos, e incluso pagar por los víveres y reparaciones, siempre y cuando se le permitiera avituallarse. Estando allí se enteró de que la flota de Indias estaba a punto de arribar. Podía matar dos pájaros de un tiro, reparar sus barcos y robar la plata española.
La flota española llegó antes de lo previsto el 17 de septiembre. La integraban 9 barcos de transporte, 2 galeones, una urca y un a pinza. No eran unos extraordinarios refuerzos, pero su almirante, don Francisco Luján, no admitió la huida. Entró en la bahía ante la mirada de Hawkins y, tras una rápida descarga de la mercancía, se dispuso a defender la ciudad. Luján conocía los métodos de Hawkins, así que parlamentó con él para no atacarse mutuamente. Ninguno de los dos pensaba cumplir lo pactado. Al amanecer del 23 de septiembre la flota española desató un fulminante ataque coordinando con las baterías de tierra y los cañones de los 4 barcos españoles. Fueron respondidos por los cañones ingleses. En una relampagueante acción de asalto un comando al mando del capitán Delgadillo recapturó algunas baterías en la isla que habían caído en manos inglesas, esas baterías protegían al buque insignia de Hawkins, el Jesus of Lubeck (propiedad personal de la reina Isabel de Inglaterra). Hawkins al ver perdido su barco insignia dio la orden de abandonar la nave y se trasladó al Minion.
Los ingleses que se encontraban en tierra fueron perseguidos por los soldados españoles y por los civiles armados. El descalabro fue absoluto y solamente Hawkins con su nave Minion y Drake con el Judith pudieron huir a bordo de sus naves. Perdieron 4 de los 6 barcos y unos 500 muertos, y 110 prisioneros que fueron abandonados en la huida, además prácticamente todo el botín, consistente en grandes cantidades de ropa, plata, y unos 50 esclavos. Los españoles perdieron un galeón el Santa Clara y tuvieron 20 muertos.
Los ingleses llegaron a duras penas a Plymouth en enero de 1569. Desde entonces, Isabel I prefirió suspender su red de contrabandistas y enviar corsarios.
Mientras tanto, William Hawkins, hermano de John y alcalde de Plymouth, cuyos navíos para no comprometer a la reina de Inglaterra, navegaban con patente de corso de Condé, con una flota de 50 naves de las cuales 30 eran inglesas, persiguieron a una flota española que se dirigía a Flandes. Los barcos españoles se refugiaron en los puertos ingleses de Fowey, Plymouth y Southampton, y cuando los lingotes que transportaban pertenecían a los banqueros genoveses de Amberes para pagar las fuerzas del duque de Alba, Isabel se apoderó de ellos y con el consentimiento genovés lo utilizó en su beneficio. Como represalia, Alba se apoderó de todos los buques y mercancías inglesas en los Países Bajos, mientras que la reina respondió haciendo lo mismo con las mercancías españolas en Inglaterra. Ambas naciones se enemistaron definitivamente, ordenando además al pirata Francis Drake, asolar las Indias Occidentales (América).
Después de la derrota en San Juan de Ulúa, Drake hizo dos pequeños viajes a América, en 1570 y 1571, de los cuales se sabe poco. Fue en 1572 que se embarcó en su primera gran empresa independiente. Planeó un ataque al istmo de Panamá, el punto en el cual el tesoro de plata y oro de Perú debía ser desembarcado y enviado al mar Caribe, donde los barcos de España lo recogerían en Nombre de Dios. Salió de Plymouth el 24 de mayo de 1572, en dos pequeñas embarcaciones, la Pascha (70 toneladas) y el Swan (25 toneladas), y con una tripulación de 73 hombres. Con esta fuerza Drake propuso capturar la importante ciudad de Nombre de Dios. De hecho, su incursión allí a fines de julio de 1572, estuvo cerca del éxito, pero finalmente fracasó cuando fue herido y puesto fuera de combate. Permaneció en las cercanías del istmo durante casi un año, atacando barcos españoles e intentando capturar un cargamento de tesoros. En 1573, se unió a un bucanero francés, Guillaume Le Testu y a cimarrones (esclavos africanos huidos de los españoles), e intentó hacerse con un cargamento de plata transportado en mulas de Panamá a Nombre de Dios; realizó una encamisada y dividió sus fuerzas en dos grupos uno para atacar la vanguardia y otro por la retaguardia, pero un marinero borracho de nombre Robert Pike, hizo ruido y alertó a los españoles, la mayoría de las mulas escapó, no obstante logró hacerse con la gran suma de 20.000 libras en oro y plata. Enterraron gran parte del tesoro, sobre todo la plata, ya que era demasiado para llevarlo encima, y se llevaron el oro consigo. En la persecución de los españoles, Le Testu fue herido y capturado y posteriormente decapitado. Los piratas huyeron cargados unos 30 kilómetros por montañas cubiertas de selva hasta donde habían dejado los botes de incursión. Cuando llegaron a la costa, los barcos se habían ido. Drake y sus hombres, abatidos, exhaustos y hambrientos, no tenían a dónde ir y los españoles venían pisándoles los talones.
En ese momento Drake reunió a sus hombres, enterró el tesoro en la playa y construyó una balsa para navegar con dos voluntarios a lo largo de unos 15 kilómetros a lo largo de la costa azotada por las olas hasta donde habían dejado el buque insignia. Cuando Drake finalmente llegó a su cubierta, sus hombres estaban alarmados por su aspecto desaliñado. Temiendo lo peor, le preguntaron cómo había ido la redada. Drake no pudo resistir una broma y se burló de ellos mirando con desaliento. Luego se rio, sacó un collar de oro español de su cuello y dijo «¡Nuestro viaje está hecho, muchachos!» Hacia el 9 de agosto de 1573, regresó a Plymouth.
Vuelta al mundo de Drake (1578-80)
En 1578, John Hawkins se convirtió en tesorero de la Marina, consiguiendo el apoyo de la reina Isabel I y la financiación para sus ataques a los barcos españoles. También aprovechó sus conocimientos de navegación y en la guerra para la preparación de galeones bien artillados y manejables para la futura guerra con España.
Drake zarpó el 13 de diciembre de 1578 a bordo del Pelican (renombrado posteriormente Golden Hind) con otros 4 barcos y 164 hombres. Pronto añadió un sexto barco. El 19 de enero de 1578 en la costa de Cabo Verde capturó un buque mercante portugués, la Santa María, renombrada como Mary. También retuvo a su capitán, Nunho da Silva, un hombre con experiencia considerable navegando en aguas sudamericanas.
A primeros de abril llegaron a la costa de Brasil, que bordearon hasta el río de la Plata. Perdió un barco y cayó prisionero de los indios charrúas un sobrino de Francis cuyo nombre era John Drake, quien fue mantenido como esclavo por dichos indios por varios meses. A finales de 1580 John, un marino francés y otro inglés consiguieron escapar de los indios y hacerse con una canoa, cruzaron a remo el río de la Plata rumbo a la recién fundada Buenos Aires, donde se entregaron a las autoridades españolas. Los corsarios fueron rápidamente encarcelados y posteriormente enviados al tribunal de la Inquisición en Perú.
La flota de Drake prosiguió viaje sufriendo un gran desgaste. Llegó a tierra en la sombría bahía San Julián (Argentina), allí tuvo un amotinamiento y ejecutó al cabecilla Thomas Doughty. Allí se abastecieron, y por falta de tripulantes abandonaron 2 de sus naves, siguiendo su ruta con las 4 restantes. La tripulación descubrió que la Mary tenía maderas podridas, por lo que quemaron el barco. Drake decidió permanecer el invierno en San Julián antes de intentar navegar el estrecho de Magallanes.
A finales de agosto acometieron la travesía del estrecho de Magallanes, tras haber perdido todos sus barcos excepto el Pelican, y varios hombres en distintos enfrentamientos con los indios patagones. Antes de alcanzar las costas peruanas, Drake visitó la isla Mocha, donde fue malherido durante un ataque indígena. Luego el 5 de diciembre de 1578 saqueó el puerto de Valparaíso. En el buque español el Gran Capitán encontró 60.000 pesos de oro (400 kg) y muchas joyas y piedras preciosas entre ellas una espectacular cruz de esmeraldas. Tres días después el 8 de diciembre de 1578 salió hacia Coquimbo, pero las fuerzas de infantería y caballería llegadas desde La Serena se lo impidieron.
A su paso por las costas del virreinato del Perú atacó numerosos navíos españoles. El 13 de febrero de 1579 atacó algunos navíos anclados en el puerto del Callao. Luego continuó hacia el norte siendo perseguido por la Armadilla de Toledo hasta Paita donde llegó el 10 de marzo. El 16 de marzo ancló en la isla del Caño (Costa Rica) para recargar agua, provisiones y reparaciones hasta el 24 de marzo. La suerte sonrió de nuevo a Drake y capturó sin combatir el galeón Nuestra Señora de la Concepción, porque el capitán de este buque pensó que el barco inglés era un barco español, ya que no esperaba encontrarse en esas aguas con un barco pirata inglés. El fabuloso botín ascendió a 400.000 pesos en oro.
Llegó al puerto de Huatulco el 6 de abril y a la bahía de San Francisco el 17 de junio de 1579. En un punto no especificado de la costa norte de California, fundó un puerto, reparó y aprovisionó sus naves e hizo relaciones con los nativos, dándole el nombre de Nueva Albión (Albión era un antiguo nombre de la isla de Gran Bretaña). La localización exacta de este puerto fue mantenida en secreto para evitar su inteligencia por los españoles. Desde allí navegó hacia el norte, buscando el paso del noroeste que comunicase el Pacífico con el Atlántico.
Zarpando de la costa americana, Drake encaminó su rumbo hacia el oeste, llegando a las islas Molucas; rodeó el cabo de Buena Esperanza y alcanzó Sierra Leona en julio de 1580. El 26 de septiembre de ese mismo año con el Golden Hind arribó a Plymouth con Drake y otros 59 tripulantes a bordo, junto con una preciada carga de especias y riquezas capturadas a los españoles durante el trayecto. El botín con el que Drake regresó a Inglaterra ascendió a unas 800 libras de oro, 20 toneladas de plata, 13 cofres de monedas de oro y plata y numerosos cofres de perlas y piedras preciosas; lo que vino a significar una cantidad superior al presupuesto anual inglés votado en el Parlamento aquel mismo año.
El 4 de abril de 1581, en una ceremonia celebrada a bordo del Golden Hind, atracado en el puerto de Deptford, fue armado caballero por la reina Isabel I.
Drake continuó por su cuenta y riesgo con sus acciones de piratería, pero contando con la secreta protección de Isabel. Puso el punto de mira en las flotas españolas y portuguesas que iban y volvían de América, África o las Indias Orientales.
Cuando Felipe II, tras la expulsión del embajador y como respuesta a las provocaciones de Drake apoyado por la corona inglesa, ordenó en mayo de 1.585 la incautación de todos los barcos ingleses presentes en los puertos españoles, la reina inglesa ordenó una medida similar, estalló una guerra marítima no declarada, pero clara y evidente.
Primera expedición de Drake a las Indias (1585–86)
El 14 de septiembre de 1585, Drake zarpó de Plymouth con su colega Matín Frobister al mando de una flota de 21 naves y 2.000 hombres. Alcanzó la costa oeste de Galicia, saqueó las islas de Bayona y bloqueó la ría de Vigo, robando cuanto ganado vacuno encuentra a mano. Los vigueses sin excepción de clases, sexos ni edades, acudieron a la defensa de su ciudad, obligando a los piratas a subirse a las lanchas, abandonando todo lo que habían robado, zarpando para dirigirse a las islas Canarias.
En las Canarias desvalijaron varias carabelas en La Palma y El Hierro y después se dirigieron a las islas de Cabo Verde, donde incendiaron Santiago. Cruzaron el Atlántico llegaron a Dominica, que encontró poblada solo por indígenas, y desde ahí fue a la isla de San Cristóbal, donde no encontraron ningún habitante. El 1 de enero de 1586 llegaron a la isla de La Española, donde mandó desembarcar 1.200 hombres que tomaron la ciudad de Santo Domingo, exigiendo un rescate a las autoridades españolas por su devolución. Un mes más tarde, después de haber incendiado parte de la ciudad y haber recibido un pago de 25.000 ducados, los atacantes se retiraron, haciéndose nuevamente a la mar.
Drake después se dirigió a Cartagena de Indias. El 19 de febrero penetraron durante la noche por Bocagrande hasta llegar a Punta del Judío (que es ahora el Club Naval). Otro grupo intentó entrar por la bahía de las Ánimas, pero una cadena de barriles flotantes cerraba el paso a la altura del fuerte de Boquerón, (fuerte de San Sebastián de Pastelillo). Drake siguió su camino por la península de Bocagrande (desprotegida en esa época) hasta llegar a las defensas de Santo Domingo, se encontró con una gran resistencia, pero, aun así, logró tomarse la ciudad al amanecer. Los ingleses comenzaron a negociar con las autoridades de Cartagena de Indias que se habían refugiado en el pueblo vecino Turbaco.
Para presionar una respuesta en las negociaciones, Drake comenzó a quemar al menos 200 casas en Cartagena hasta que las autoridades pagaran lo que pedía en los plazos otorgados. Y durante este tiempo, Drake encontró entre los papeles del gobernador, una carta de advertencia acerca de la llegada del pirata Drake. Humillado, el inglés pidió destruir la cumbre de la Catedral en construcción con una bala de cañón. Por fin, antes de esta destrucción, las autoridades de Cartagena de Indias pagaron la suma de 107.000 escudos de oro. Drake también tomó joyas, las campanas de la ciudad y piezas de artillería.
El 1 de marzo, habiendo tenido pocas bajas durante los enfrentamientos con los españoles y los indígenas en Santo Domingo y Cartagena, pero diezmados por la fiebre amarilla, zarparon de Cartagena con la intención de regresar a Inglaterra. El 27 de abril, tocaron tierra en el cabo de San Antonio (oeste de Cuba), y de allí siguieron hacia la costa de Florida. El 28 de mayo remontaron el río San Agustín hasta llegar a la fortaleza española de San Agustín, desembarcaron u fueron rechazados por los cañones del fuerte, mandó desembarcar los cañones, silenciando los cañones enemigos; realizaron un ataque al anochecer, pero fueron rechazados por los españoles e indios, a la mañana siguiente se dio cuenta de que el fuerte había sido abandonado, saqueando lo que había e incendiándole. En la isla de Roanoke (Carolina del Norte) recogió a más de un centenar de colonos ingleses que a las órdenes de Ralph Lane y ante las dificultades de poblar la zona decidieron regresar a Inglaterra tras haberse establecido allí el año anterior. La flota de Drake llegó a Portsmouth el 28 de julio de 1586.
El problema holandés
La llegada de Alejandro de Farnesio como gobernador de los Países Bajos, hizo que se recuperara rápidamente el terreno perdido. Había conquistado Amberes, la capital de los rebeldes, y ya pensaba en una victoria definitiva. En ese momento, Inglaterra, preocupada por el avance católico en todos los frentes de Europa y por el aumento de poder de Felipe II, decidió intervenir.
No fue Isabel quien tomó directamente la decisión. Había en su Consejo Privado dos tendencias opuestas: la de los pacifistas, dirigidos por lord Burghley y el conde de Sussex, que no querían comprometerse en el continente, y la de los belicistas, presididos por Francis Walsingham y Robert Dudley, futuro conde de Leicester, que deseaban una intervención rápida y contundente. Fueron estos los que acabaron triunfando y los que inspiraron el tratado de Nonsuch en 1585 entre Inglaterra y los Países Bajos, por el que se prometía a estos últimos ayuda militar y económica para la lucha contra Farnesio.
A la vista del apoyo inglés a los rebeldes, Felipe II pensó que, para resolver el problema de los Países Bajos, era preciso atacar el mismísimo corazón de Inglaterra.
Unos meses más tarde se envió a través del canal de la Mancha una fuerza armada de 8.000 hombres (infantería y caballería), además de una buena cantidad de dinero para pagar más de la mitad de los gastos bélicos de los rebeldes holandeses. La expedición militar inglesa, dirigida precisamente por el conde de Leicester, uno de los favoritos de la reina Isabel, no tuvo éxito. Pero este envío, que equivalía a una declaración implícita de guerra, fue más que suficiente para que Felipe II pensara y dijera entonces que, para resolver el problema de los Países Bajos, era preciso atacar el mismísimo corazón de Inglaterra.