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Situación política en 1704
España
Felipe V y sus asesores después del fracaso de la movilización, en las Ordenanzas de 1704 se puso fin a los tercios y se creó el regimiento como la unidad básica de los ejércitos españoles. Al principio se componían de un solo batallón, compuesto de 12 compañías a 40 hombres, excepto la Coronela y el de granaderos que tendrían 50. Posteriormente se aumentó a dos batallones por regimiento.
Los trozos de caballería y tercios de dragones pasaron a llamarse regimientos, que se organizaron en 3 escuadrones, cada unos con 4 compañías, cada una con 1 capitán, y 35 jinetes.
También se publicó una ley convocando y reorganizando también a las milicias provinciales como fuerza auxiliar y como ejército de reserva; y concentraron todo el esfuerzo en preparar la invasión de Portugal para la primavera de 1704, campaña que se iba a emprender con el acuerdo y el auxilio de Francia.
Francia
Los franceses estaban ahora en condiciones de poner fin a la guerra marchando directamente contra Viena. Para este objetivo se desplegaron 8 ejércitos:
- El ejército de Flandes bajo el mariscal Villeroy.
- El ejército del Alto Rin bajo mariscal Tallard.
- El ejército franco-bávaro bajo Marsin.
- El ejército de Piamonte (Piemont) bajo Vendome.
- El ejército de Lombardía.
- El ejército de Saboya bajo La Feuillade.
- El ejército de Cevennes bajo Villars.
- El ejército en España bajo Berwick.
Austria
Los austriacos eran, por supuesto, menos felices en el invierno de 1703. En la próxima campaña, Viena se vería amenazada desde Italia, Baviera y Hungría. Necesitaban desesperadamente ayuda.
Campaña en la península Ibérica en 1704
Desembarco en Portugal y plan de los aliados
En febrero de 1704 la escuadra del almirante Rooke desembarcó en Lisboa al archiduque Carlos, proclamado rey de España como Carlos III en Viena en septiembre de 1703, acompañado de un contingente de 300 soldados alemanes y 8.000 soldados británicos al mando del duque de Schomberg y 4.000 holandeses al mando de Nicolás Faggel. A ellos se unió una fuerza de 15.000 soldados regulares portugueses, lo que permitió al pretendiente reunir en torno a la capital lisboeta un ejército de 27.000 soldados regulares y una masa auxiliar de 13.000 soldados procedentes de milicias.
La idea de maniobra del archiduque era avanzar hacia la frontera y penetrar en España en dos direcciones:
- Los portugueses y holandeses, al mando del marqués de las Minas, se dirigirían hacia Ciudad Rodrigo para penetrar en el corazón de Castilla.
- Los británicos, al mando del duque de Schomberg, se dirigirían hacia Badajoz, para amenazar a las tropas borbónicas con una tenaza.
En territorio portugués no había almacenes, artillería de ningún tipo ni caballos, por lo que la potencia del ejército aliado estaba algo limitada es esos aspectos. Los portugueses tenían algunas unidades montadas, los holandeses ninguna, mientras que los británicos tenían en sus filas un regimiento de caballería (Harvey) y tres de dragones ( 2º de la Guardia, Royal, y Killigrew).
Preparativos españoles y plan del duque de Berwick
La reacción española no se hizo esperar. El capitán-general de Andalucía, marqués de Villadarias en el sur y Ronquillo en el norte reunieron 30.000 soldados en total, separados por el río Tajo. No hay datos sobre la caballería de Villadarias, aunque sabemos que era muy escasa. Entre las tropas de Ronquillo se hallaban dos regimientos de caballería: el de Solís (futuro Calatrava) y el de Órdenes Viejo (futuro Infante).
Anteriormente al desembarco aliado en Portugal, el rey Felipe V ya había solicitado ayuda militar a su abuelo Luis XIV. En febrero de ese año entró por los Pirineos el primer contingente de tropas franceses en España: 20 BIs, 6 RCs y 2 RDs unos 19 escuadrones, en total 13.000 soldados al mando del mariscal de Francia marqués de Puységur y del duque de Berwick, que fue nombrado capitán-general del ejército franco-español.
Mientras tanto, nuevos reclutas fueron llamados a filas, vestidos, instruidos y encuadrados en los viejos regimientos o en otros de nueva creación. Para ello se abrieron los almacenes y se asignaron fondos extraordinarios para hacer frente a la campaña que se avecinaba.
El 4 de marzo de 1704, el nuevo ejército franco-español, formado por 18.000 soldados de infantería y 8.000 de caballería, salió de Madrid con el rey Felipe V al frente, que fue vitoreado por la multitud. Al mando de las fuerzas iba el duque de Berwick. Desde Plasencia, el rey Felipe V declaró formalmente la guerra al archiduque Carlos y a los aliados.
La idea de maniobra del duque de Berwick era la siguiente:
Avance en dos columnas hasta Portalegre: la del duque de Berwick por la margen derecha del río Tajo; la del príncipe Tilly de Serclaes por la margen izquierda.
En la columna de Tilly se encontraban los RCs de Nueva España (futuro España), y el de Camprodón (futuro Sagunto).
En la columna de Berwick se encontraban los RCs Real de Asturias (futuro Príncipe), de la Reina, y Milán (futuro Rey), y el RD de Edimburgo.
Una vez reunidas ambas columnas en Portalegre, avanzarían unidas hasta Abrantes y luego hasta Lisboa.
Villadarias completaría la maniobra penetrando en Portugal desde Ayamonte. Por su parte, Ronquillo avanzaría hasta Almeida desde Salamanca para atraer al ejército del marqués de Las Minas.
Ataque a Portugal en 1704
En mayo comenzaron las operaciones. Las fuerzas de ambos contendientes estaban niveladas. Y ambos habían dividido sus fuerzas de tal modo que el mando y control de las mismas se hacía difícil en un terreno abrupto, y los ríos Duero y Tajo, por lo que el comienzo de la campaña resultó un tanto desordenado y confuso. Por su parte, los caballos franceses aguantaron mal el calor y muchos de ellos murieron; la situación se agravó por la falta de avena y forraje, que escaseaba debido a que el calor prematuro había secado los pastos.
El ejército real pasó por Talavera y atacó la guarnición fronteriza de Salvatierra, que capituló el 8 de mayo sin disparar un solo disparo.
Tras la toma de Salvatierra, el ejército real se dividió en dos columnas, mientras que tres fuerzas auxiliares apoyaron la invasión:
- Columna derecha: avanzó por la ribera derecha del Tajo al mando del duque de Berwick y el rey Felipe V, en dirección de Villa Velha.
- Columna izquierda: avanzó por la ribera izquierda del Tajo al mando del príncipe de Tilly de Serclaes, para ocupar Portalegre.
- Fuerza de don Francisco de Ronquillo: invadió Beira.
- Fuerza del duque de Híjar: invadió el norte de Portugal.
- Fuerza del marqués de Villadarias: invadió el sur de Portugal desde Andalucía.
Berwick planeó abrir la campaña el 1 de mayo. Él mismo y Felipe V marcharon a la orilla derecha, conquistando Salvatierra, Monsanto, Castel-Branco y toda el área hasta Villaveila. Serclaes marcharía en la orilla izquierda, conquistaría Castel de Vide, Port Alègre, marcharía a Nisa para enlazar con Berwick por medio de un puente de pontones en Vila Velha de Rodao. Desde allí marcharían juntos hacia Abrantès, y harían un plan adicional al llegar allí. Francisco Ronquillo y Joffreville entraron en Portugal por Almeida con 14 escuadrones.
Felipe llegó al ejército el 3 de mayo. El ejército marchó el 4 de mayo con 25 batallones y 40 escuadrones. Salvatierra fue pronto asediado, el batallón de guarnición se entregó vergonzosamente el 7 de mayo, después de solo dos días de asedio. Segura y Rosmarinos también fueron capturados. Monsanto fue tomado en tres días. Castel-Branco se defendió solo durante cuatro días. El general holandés Nicolás de Fagel que estaba en Sourcira con dos batallones holandeses se sorprendió cuando el teniente-general marqués de Thouy lo rodeó al amanecer con 8 batallones y algo de caballería. Aunque el propio Fagel escapó, el mayor general Welderen y los soldados tuvieron que rendirse.
La parte del plan ejecutado por Tilly, que disponía 4 BIs franceses y 8 BIs españoles junto con 30 ECs, no fue tan bien. Se opuso al duque de Schomberg, el general inglés, que estaba en Estremoz con una fuerza considerable. Tilly, por lo tanto, se mantuvo frente a Arronches sin avanzar, diciéndole a Berwick que sus comunicaciones y suministros desde España serían cortados si avanzaba. Berwick creía que ese no era el caso, sino que se debía a que Tilly se mostraba algo tímido, afirmaba que incluso se habría retirado a Badajoz si el mariscal francés el señor d’Asfeld no se lo hubiera impedido.
Al ver que a pesar de las reiteradas órdenes de Felipe V, Tilly no avanzaría, Berwick hizo los preparativos para marchar hacia él. Guarneció a Castelo Branco con 5 BIs y 15 ECs al mando de Gaëtano, dejó una guardia de 2 BIs y 1 EC en el puente de barcos en Vila Velha de Rodao y luego cruzó el río Tajo allí. Después marchó a Nisa, y de allí al punto fuerte enemigo de Portalegre. Allí llegó Tilly casi al mismo tiempo que Berwick. Portalegre estaba defendido por 2 BIs portugueses y un BI inglés, pero fue tomado al día siguiente con toda la guarnición siendo hecha prisionera.
El marqués portugués de Las Minas había reunido 18 batallones y 18 escuadrones en Almeida. Comenzó tomando el castillo de Guinaldo, y desde allí cruzó la sierra de la Estrella en Pena Mayor. Luego retomó Monsanto. Gaëtano entonces temió que su línea de suministro a Zarza podía ser cortada. Y se retiró a Zarza. Allí Gaëtano se encontró con Ronquillo, quien había marchado con un pequeño cuerpo hacia él. En Zarza, Joffreville, enviado por Berwick, también llegó. Persuadió a Ronquillo para que reconociera al enemigo en fuerza enviando a 15 escuadrones de regreso a la frontera, dejando 8 batallones más atrás en un desfiladero. Después, esta caballería se enfrentó con el ejército portugués avanzando hacia ellos y solo pudo retirarse a través del desfiladero cargando repetidamente contra el enemigo. La retaguardia luego asustó a la infantería que se había retirado a Salvatierra antes que ellos. El principal cuerpo de infantería tomándolos por los portugueses, emprendió la huida a Alcántara, mientras que los suministros fueron saqueados por soldados que se aprovecharon del pánico. La infantería sola regresó a Zarza al día siguiente.
El mariscal francés que había sido destacado por Berwick con 3 batallones y 6 escuadrones con órdenes de cruzar el río Tajo en Vila Velha de Rodao y luego marchar a Ronquillo por Castelo Branco, se reunió con él en el mismo desfiladero. Risbourg no conociendo la acción reciente, se encontró con el ejército portugués allí en vez de Ronquillo. Sin embargo, mantuvo sus fuerzas tan bien que el enemigo que no era consciente de su fuerza exacta y no se atrevió a atacarle. De este modo, se retiró a Castelo Branco, donde volvió a unirse con Berwick, que había ido con 8 batallones y 14 escuadrones para salvar a Monsanto. Felipe se quedó en Nisa con el resto del ejército.
Berwick quería enfrentarse con Las Minas. Por lo tanto, ordenó a Ronquillo que se reuniera con él en el Duero, y él mismo acampó en la orilla izquierda del río Ponsul. Las Minas marchaba por la carretera de Castelo Branco hacia el puente de pontones. Berwick con su ejército reunido acampó cerca de Castelo Branco, con la intención de atacar a de Las Minas al siguiente. Al enterarse de esto, de Las Minas se retiró a una posición frente a Peña Mayor. Debido a que era imposible atacar a de Las Minas allí, Berwick dejó al teniente-general el conde d’Aguilar al mando del campamento y él mismo se fue a Nisa para reunirse con Felipe.
El marqués de Villadarias, capitán-general de Andalucía entró en escena con 10 batallones y algunos escuadrones. Tenía órdenes de atacar a Castelo de Vide, y para ayudarlo, Berwick le envió 8 batallones franceses al mando del señor d’Asfeld. Castelo de Vide estaba guarnecido por dos batallones portugueses y uno inglés, no estaba bien fortificado, pero tenía un castillo bueno y grande, que podía causarle problemas a los franceses porque carecían de buena artillería. Sin embargo, después de solo cuatro días, los muros empezaron a desmoronarse y el gobernador portugués comenzó a negociar. Cuando los franceses exigieron que se convirtieran en prisioneros de guerra, la parte inglesa de la guarnición se negó. Los franceses comenzaron a intimidar al gobernador al afirmar que todos los soldados serían muertos y las mujeres violadas si no se rendían. Entonces el gobernador se rindió, y los franceses entraron en la ciudad. Los ingleses, que no estaban de acuerdo, se apoderaron del castillo para defenderse, pero el gobernador había ordenado que toda la pólvora fuera arrojada a los pozos, lo que no le dejaba más remedio a los ingleses que rendirse. El marqués de Villadarias luego iría a capturar del castillo de Marvão.
El calor, la enfermedad y la situación de los suministros se convirtieron en un problema para el ejército de Felipe que decidió ir a los campamentos de verano en España. El ejército de invasión entonces arrasó Castelo de Vide, PortAlegre y Castelo Branco, reteniendo solo a Marvao, Salvaterra y Segura. El 1 de julio, Berwick se retiró luego a Ciudad Rodrigo, Aquilar fue a Alcántara, Serclaes se retiró a Badajoz y Villadarias regresó a Andalucía.
El único resultado territorial de la campaña de primavera de Berwick fue la posesión de tres fortalezas fronterizas. Los aliados habían perdido varios batallones hechos prisioneros, y Berwick había perdido solo a unos pocos hombres en combate. Por otra parte, sin embargo, había perdido muchos hombres y caballos por enfermedad, y su ejército, por lo tanto, estaba considerablemente disminuido, aunque había salido victorioso en todos los enfrentamientos. Los problemas de logística se hizo evidente durante la operación.
Mientras tanto, surgieron problemas entre Serclaes y Berwick, que dio como resultado que Berwick fuera retirado y reemplazado por Tessé. Las Dos Coronas entonces a principios de octubre comenzaron un asedio de Gibraltar bajo el mando del marqués de Villadarias.
Marcha aliada al Danubio en 1704
Planeamiento de la operación
El año 1704, comenzó con perspectivas extremadamente sombrías para la Gran Alianza, ya que parecía imposible que el Imperio pudiera salvarse de la dominación francesa, en cuyo caso la resistencia europea a Luis XIV inevitablemente colapsaría. Viena estaba seriamente amenazada desde el este, sur y oeste. En Hungría, la hostilidad magiar contra la Casa de Austria, que se había manifestado por primera vez en los levantamientos de la guerrilla en 1702, se había convertido en una guerra abierta librada por poderosos ejércitos bajo la feroz dirección del proscrito príncipe Rakoczy. En el sur, el mariscal Vendôme, se había quedado para castigar la defección de Víctor Amadeo, estaba preparando una ofensiva importante contra Saboya y su ejército aliado austriaco en el norte de Italia.
Baviera bloqueaba las comunicaciones del Emperador con sus aliados marítimos, y el Elector ahora controlaba el Danubio desde su origen hasta la frontera con Austria. Con el mariscal Marsin, quien había sucedido a Villars al mando del ejército francés de Baviera, había reunido a 40.000 hombres en Ulm, listos para descender por el Danubio tan pronto como los refuerzos llegaran de Francia. La fuerza de Marsin era uno de los ocho ejércitos franceses colocados en el campo por Luis XIV, quien determinó con confianza que 1704 sería el año decisivo de la guerra. El objetivo principal era Viena. Los franceses intentaban separar el Emperador de la guerra, y una vez conseguido concentrar todas sus fuerzas en los Países Bajos.
Como buen estratega era, el duque de Marlborough no podía haber dejado de apreciar estas perspectivas desfavorables para el siguiente año; pero si quedaban dudas posibles sobre el grave peligro para Viena, se eliminaba por las insistentes representaciones del embajador del Emperador en Inglaterra, el conde Wratislaw. A medida que la situación del Imperio se volvía cada vez más desesperada durante 1703, el enviado austriaco no solo presionaba vigorosamente su caso en Londres; sino que viajó de una corte a otra de la Gran Alianza solicitando ayuda para Leopoldo, e instando en los términos más enérgicos posibles que en 1704 los aliados debían cambiar. Atención hacia el este desde los Países Bajos. La propuesta de llevar la guerra a un nuevo teatro estaba en línea con el pensamiento de Marlborough, quien resolvió nunca más ejercer el mando en Flandes bajo las restricciones de los últimos dos años. También encontró el favor del parlamento inglés, donde había surgido una fuerte actitud anti-holandesa, particularmente por parte de la oposición tory.
Durante el invierno de 1703/4, Marlborough prestó cuidadosa atención a los diversos cursos propugnados por el conde Wratislaw, el más audaz de los cuales fue atacar la principal amenaza a Viena al liderar un ejército contra las fuerzas enemigas en Baviera. Probablemente fue en abril, antes de que finalmente incluyera en sus planes una marcha al Danubio; pero mientras tanto, produjo un diseño que fue para ganar el apoyo forzado de los holandeses con mentalidad de defensa y al mismo tiempo servir como un plan de cobertura efectivo para la operación principal, en caso de que se realizase. Marlborough había pensado durante mucho tiempo en la idea de que una vez que la frontera holandesa estuviera despejada; invadiría Francia avanzando por el valle del Mosela desde su confluencia con el Rin, y de ese modo superaría la fuerte zona de fortalezas que se extendía por el sur de Flandes.
Al principio, el gobierno holandés se opuso enérgicamente a su propuesta de transferir a todas las tropas británicas y algunas extranjeras a la región de Mosela, aunque las fuerzas holandesas y los auxiliares restantes permanecerían bajo el mando del general Overkirk en defensiva en los Países Bajos. Pero con el influyente gran pensionario, Heinsius de su lado, Marlborough finalmente consiguió su propósito, e incluso aseguró un voto de subsidios para mantener al margrave de Baden y otros príncipes alemanes en campaña. Antes de regresar a Londres, el duque hizo los arreglos para que los contingentes prusianos y hannoverianos que vigilaban las fronteras del norte de Baviera se movieran hacia el oeste a Coblenza, donde aparentemente estuvieran disponibles para las operaciones en el Mosela, pero al mismo tiempo estuvieran listos para unirse. En una marcha por el Rin.
Después de un breve período en Inglaterra, durante el cual maduró sus planes y organizó el envío de 10.000 refuerzos a su ejército en el continente, Marlborough desembarcó nuevamente en Holanda el 21 de abril acompañado por el conde Wratislaw, quien lo respaldó en sus argumentos con los holandeses. Era el portador de las instrucciones escritas de la Reina que lo autorizaba a tomar los métodos más efectivos con los Estados Generales de las Provincias Unidas, y enviar un rápido socorro a al Emperador, y presionar a los Estados para que tomasen las medidas necesarias para rescatar a Alemania del peligro inminente al que estaba expuesto.
Marlborough mantuvo sus planes en secreto, consiguió que todas las tropas inglesas y a sueldo inglés se situaran bajo su mando directo e informó a los delegados holandeses que la campaña iba a ser en el Mosela, estos enseguida se opusieron. Finalmente holandeses acordaron suministrar las tropas requeridas para una campaña en el Mosela, reuniendo un ejército de 50.000 hombres con el ejército del general holandés Auverquerque, formado por 90 ECs y 51 BIs, de los cuales 19 ECs y 14 BIs eran ingleses (16.000 efectivos), junto con 34 cañones.
A primeros de mayo, las fuerzas comenzaron a reunirse en Bedgurg a unos 100 km de Coblenza. El 18 de mayo revistó a sus tropas y se puso en marcha hacia el Rin.
Marcha de Bedburg a Donauwörth
La velocidad esencial para su proyecto, Marlborough envió la mayor parte de su artillería y bagajes pesados y su hospital almacena el Rin en barcaza hasta Mannheim. Aunque los holandeses no permitieron que su tren de asedio saliera de Flandes, proporcionaron la pólvora para ser utilizada por los cañones de asedio que proporcionarían los príncipes alemanes. La conveniente cobertura del plan del Mosela se había preparado, mucho antes de que el ejército abandonara el Mosa, se habían almacenado provisiones en ciudades alemanas a lo largo del Medio Rin para el suministro del ejército y el pago de las tropas.
El 25 de mayo, la caballería que iba por delante llegó a Coblenza y cuatro días después se unió la infantería. En lugar de girar por el valle del Mosela, cruzaron el río por un puente de piedra y el Rin por dos puentes de barcos y se encaminaron hacia Maguncia; todo el mundo se quedó perplejo, sobre todo los franceses que supusieron que el objetivo era Philipsburg, porque se habían construido un puente de barcazas.
A medida que las largas columnas continuaban hasta la orilla derecha del Rin, se unieron 5.000 efectivos hannoverianos y prusianos. El último día del mes, las tropas montadas cruzaron el río Main, opuesto a Mainz, donde Marlborough dispuso que la artillería de asedio ascendiera por el Rin hasta Mannheim.
El 3 de junio, la caballería reforzada con contingentes alemanes, cruzó el Neckar en Lademburg, y después de una pausa para que su hermano el general Churchill que mandaba la infantería, redujera distancia. Los franceses pensaron que el objetivo era la fortaleza de Landau, pero el 7 de junio, en vez de dirigirse a Philipsburg, se dirigieron a Wiesloch hasta Sinzheim. Como ya no era posible mantener el secreto sobre el objetivo final, Marlborough informó a los holandeses de las verdaderas intenciones. Tallard que estaba esperando en Landau para enfrentarse a él, se sintió consternado por el cambio de dirección.
El 10 de junio, llegaron a Modelsheinel, donde príncipe Eugenio de Saboya llegó al campo de Marlborough. El Duque había estipulado en sus conversaciones preliminares con Wratislaw que Eugenio se uniría a él para la siguiente campaña, y el Emperador había aceptado. Tres días después se les unió el príncipe Luis, el margrave de Baden. En Gross Heppach, a 70 km al noroeste de Ulm, el trío formó sus planes. Aunque los tres generales se dirigían entre sí en los términos más cordiales y complementarios, pero tanto Marlborough como Eugenio desconfiaban del Margrave, de quién sospechaban que demoraba deliberadamente las operaciones para dar al elector de Baviera la oportunidad de evitar la derrota. (De hecho, antes de que terminara el mes, Wratislaw sugirió al Emperador la conveniencia de arrestar al Margrave).
Al príncipe Eugenio se le asignó la importante tarea de defender la línea de Stollhofen con una fuerza de 30.000 para oponerse a los ejércitos de los dos ejércitos franceses de los mariscales Villeroy y Tallards. El ejército de Marlborough debía enfrentarse a las fuerzas del Margrave en el Danubio lo más rápido posible.
La etapa final de la marcha de Marlborough se realizó sobre la cuenca hidrográfica entre el Neckar y el Danubio. La abrupta pendiente de los caminos montañosos dificultaba el progreso de la artillería, y diez días de lluvias intensas se sumaron a las dificultades de la infantería. El 22 de junio, sin embargo, los dos ejércitos aliados se unieron en Launsheim, 15 km al noroeste de Ulm. Y ahora los excelentes arreglos administrativos hechos por Marlborough para el viaje trajeron su recompensa en la buena condición física y la moral elevada de las tropas, que acababan de completar una marcha de unos 375 km la caballería en 35 días, la infantería (que llegó el 27 de junio) en 42 días.
La estrategia francesa de Luis XIV se hizo evidente, el mariscal Villeroy con 40 BIs y 70 ECs se ocuparía en distraer la atención del príncipe Eugenio, mientras que el mariscal Tallard con 40 BIs y 50 ECs, marcharía a través de la Selva Negra para unirse al mariscal Marsin y al elector de Baviera.
Asalto del Schellenberg (1704)
El 30 de junio, Marlborough se trasladó a Balmershofen y el 1 de julio a Amerdigen, que se encuentra a 22 km de Donauwörth, cuya captura no solo proporcionaría a los aliados una sólida base de operaciones; sino que les daría una cabeza de puente a través de la cual podrían cruzar a Baviera y así llevar la guerra al propio país del elector. Porque a pesar de que Maximiliano Emanuel no podía ser llevado a la batalla, podría ser obligado a romper su alianza con Francia si veía que su territorio estaba siendo devastado por un ejército hostil.
La ciudad en sí no era una fortaleza poderosa. Sus murallas medievales habían quedado obsoletas hacía mucho tiempo y presentarían pocas dificultades a un atacante. Al sur y al oeste, el Danubio y su afluente inasequible, el Wernitz, ofrecían protección natural. La verdadera clave de las defensas era una colina empinada y de cima plana hacia el noreste, llamada así por su forma de campana, la Schellenberg. Era una amplia meseta, a 200 metros sobre la ciudad, donde había espacio para un ejército de 20.000 hombres. Las laderas del norte estaban cubiertas por un denso bosque (en aquellos días una barrera efectiva para un ataque), pero hacia el este, donde la inclinación era menos pronunciada que en el oeste, un tramo de terreno abierto se extendía hasta el Danubio.
A pesar de las advertencias francesas, Maximiliano Emanuel había retrasado el inicio de los trabajos de defensa hasta fines de junio, de modo que mientras una línea de trincheras recién construidas corría desde el Danubio a lo largo de los lados este y norte de la meseta. Se detuvo antes de una antigua fortaleza de tierra (construida por Gustavo Adolfo en la Guerra de los Treinta Años) en el lado oeste de colina, a unos 500 metros al norte de las murallas de la ciudad. La parte sur del sector inacabado podría cubrirse con los cañones de la fortaleza en Donauwörth; fortalecer el resto de esta brecha se convirtió en la tarea urgente de los hombres del conde de Arco, que había sido enviado con 10.000 infantes y 3.500 dragones para defender la ciudad.
El 1 de julio, los ejércitos aliados acamparon en Amerdingen; 25 km al oeste de Donauwörth. El clima húmedo hizo que las condiciones de marcha fueran deplorables, y le pareció obvio a de Arco, ocupado con sus preparativos en el Schellenberg, que su enemigo no podía estar en condiciones de lanzar un ataque antes de la mañana del 3 de julio a más tardar. Otro día de excavación pondría las defensas en un estado satisfactorio. Marlborough se dio cuenta, y también apreció que cada hora que pasaba traía la posibilidad de que llegaran refuerzos a Donauwörth desde el cuerpo principal franco-bávaro. Estaba convencido de que si se iba a tomar el Schellenberg, había que hacerlo inmediatamente.
Como el asedio quedaba fuera de toda posibilidad, se decidió por un asalto sorpresa, a pesar de las objeciones de sus generales. Su plan era sencillo y audaz, decidió asaltar por el lado accidental que era el más fuerte, y, por lo tanto, donde no se esperaba; mientras un ataque de distracción se realizaba en el lado oriental para hacerle emplear sus reservas.
Marlborough envió a un gran grupo de jinetes de reconocimiento al Wernitz para informar sobre las defensas del enemigo, y complementó esta información con el examen de los habitantes locales y desertores. Habiendo decidido atacar realizó sus preparativos. Seleccionó a 130 hombres de cada BI para formar una fuerza de asalto de casi 6.000, a ellos se sumarían 3 BGs imperiales del Margrave y 35 ECs. Al completar sus arreglos administrativos, el Duque no se olvidó de enviar una notificación a la ciudad de Nördlingen (22 km al noroeste de Donauwörth) para preparar a sus cirujanos para recibir muchos heridos.
Organizó el ataque con unos 22.000 efectivos en dos columnas. La columna de la izquierda (ataque de diversión), mandada por él en persona, estaba formada en una vanguardia mandada por el general holandés Johan Wingand van Goor, estaba compuesta por granaderos ingleses y holandeses, tomados en grupos de 130 hombres de cada batallón, contaba con 32 ECs de apoyo. La segunda columna de ataque estaba formada por 8 BIs holandeses, ingleses y alemanes (de Hannover y de Hesse), y por 35 BIs, mandados por Henry Lumley y el conde Reynard van Hompesh, en total.
A retaguardia marchaba el ejército del margrave Luis Guillermo para realizar el asalto principal con 16 batallones.
Primer asalto de Marlborough
A las 17:00 horas, la columna de asalto de Marlborough, que se había formado para la batalla al este de Wernitz, había avanzado por las laderas más bajas de Schellenberg hasta que las principales tropas se encontraban a 250 metros de los atrincheramientos. El duque había decidido lanzar un ataque masivo en una franja estrecha inmediatamente adyacente al bosque, donde la línea de fortificaciones sobresalía para formar un ángulo saliente agudo. Preparó sus 6.000 efectivos de asalto en tres líneas densas en un frente de aproximadamente 300 metros; y detrás de estos colocó en una los 32 ECs de apoyo. Más a retaguardia preparada apoyar los 8 BIs y los 35 ECs.
La orden de avanzar se dio alrededor de las 18:00 horas. Durante casi una hora, una batería inglesa de 10 cañones junto a la carretera de Núremberg había estado lanzando disparos redondos con un efecto contundente a un BG francés, que se encontraba en lo alto del Schellenberg para protegerse contra cualquier ataque desde el flanco norte. A medida que las columnas de asalto avanzaban rápidamente por las laderas, lideradas por un «forlorn hope» de 80 voluntarios suicidas capitaneados por el vizconde de Mordaunt y el coronel Richard Munded, con misión de atraer el fuego enemigo para descubrir sus puntos débiles. Fueron recibidas por el fuego mortal de los 8 cañones estacionados junto al bosque, poco después la infantería defensora vertió un gran volumen de fuego de mosquete en las densas filas de los asaltantes.
Los hombres cayeron por centenares, entre ellos el general Goor y muchos de sus oficiales. Los gritos de los asaltantes amenazaron tanto la moral del enemigo que dentro de las murallas se dieron órdenes de ahogar los gritos con el replique de tambores. Por casualidad, los principales atacantes confundieron un barranco seco con la zanja del enemigo y lanzaron sus fascinas, y, por lo tanto, no tenían medios para cruzar las obras reales 50 metros más allá.
Allí se produjo una feroz lucha cuerpo a cuerpo, mientras la infantería francesa y bávara en el parapeto luchaba con uñas y dientes para rechazar a los asaltantes. Los atacantes fueron forzados a regresar por la pendiente y se reunieron solo por la firmeza de un batallón de guardias ingleses que, con la mayoría de sus oficiales muertos o heridos, se mantuvieron firmes contra el contraataque del enemigo, conduciéndolos una vez más dentro de sus líneas.
Segundo ataque que Marlborough
Ahora los aliados retrocedieron para volver a reagruparse en un lugar donde la pendiente de la ladera los ocultaba de los mosquetes defensores, aunque seguían sufriendo bajas por los disparos de la artillería bávara. Los generales y otros oficiales montados dejaron sus caballos para liderar el segundo asalto a pie. Una vez más, los asaltantes llegaron a las trincheras y enfrentaron a los defensores, y nuevamente el ataque fue rechazado con grandes pérdidas. Esta vez fueron los ECs ingleses los que, avanzando dentro del alcance de los mosquetes, reunieron a la infantería en retirada y rechazaron la salida del enemigo. Haciendo caso omiso del pesado fuego que estaban recibiendo, las filas de los jinetes se mantuvieron firmes y su confianza inspiró a la infantería que huía. Metódicamente, estos empezaron a reordenar sus filas para un tercer intento.
Asalto final
Marlborough recibió información de que las defensas entre las murallas de Donauwörth y el parapeto defensivo estaban terriblemente desorganizadas. Los malogrados asaltos del Duque de atacar Schellenberg habían atraído a la mayoría de los hombres del conde de Arco de sus puestos defensivos, dejando el flanco izquierdo vulnerable y expuesto a los ataques aliados, además ya había empeñado las reservas que consistían en los dragones.
Marlborogh ordenó el ataque final con el segundo escalón reforzado con los restos del primero, cuando todas las fuerzas enemigas estaban empeñadas rechazando el ataque, ordenó el ataque del Margrave. Cuando sus fuerzas pasaron frente a la ciudad, fueron atacadas por los cañones de las murallas, pero recibieron fuego escaso de mosquetería, llegando a las posiciones con muy pocas bajas. Atrapados entre los empujes convergentes, los defensores del Schellenberg rompieron y huyeron hacia el río. Mientras corrían hacia el sur fueron perseguidos por los 35 ECs, que les ocasionaron muchísimas bajas durante la persecución.
Los franco-bávaros sufrieron 9.000 muertos y ahogados, y 3.000 prisioneros, incluidos los 4 batallones que guarnecían la ciudad que se rindieron posteriormente.
Las bajas aliadas ascendieron a casi a 6.000, (4.500 heridos y 1.500 muertos). De los 4.000 soldados ingleses comprometidos, más de un tercio había muerto o resultó herido. Los aliados capturaron 16 cañones y 13 colores (banderas).
Con la conquista de Donauwörth y del puente, abría una línea de retirada y otra de avance hacia Baviera.
Al conocer la derrota, el Elector ordenó la destrucción del puente de Lech y se atrincheró en Augsburgo. Marsin pidió ayuda a Tallard, quién el 16 de julio había cruzado el Rin y el 16 de julio cundo se disponía a cercar Willingen, recibió las noticias del desastre. El 22 de julio levanto el asedio y se dirigió a Ulm, donde llegó el día 29 de julio. Este movimiento dejó al príncipe Eugenio en una difícil situación, tenía que seguir a Villard y al mismo tiempo vigilar a Villeroy.
Batalla de Blenheim (13 de agosto de 1704)
Devastación de Baviera
El 8 de julio, Marlborough, tras haber cruzado el Lech 6 km por encima de su unión con el Danubio, ocupó Neuburg (ganando así otra ruta de suministro desde Núremberg) y puso sitio a la ciudad amurallada de Rain. Las defensas no eran de ninguna manera formidables, pero los atacantes se vieron obstaculizados por la falta de un tren de asedio, que el margrave no había podido proporcionar según lo dispuesto; y no fue hasta el 16, después de que un cañón pesado llegó de Núremberg, que el lugar cayó.
La posesión del triángulo Donauwörth-Rain-Neuburg le dio a Marlborough una base segura en el Danubio al frente de sus nuevas líneas de comunicación desde el centro de Alemania. Desde esa posición, podría golpear hacia el sudeste hacia Baviera o moverse hacia el oeste para reunirse con Eugenio, por lo que eventualmente tomó la precaución de destruir los atrincheramientos franco-bávaros abandonados en Dillingen, y dejar una pequeña guarnición de vigilancia allí y en Hochstadt, a 16 km río abajo. Mientras Rain seguía bajo asedio, los ejércitos aliados habían comenzado a devastar la zona. Aprovechando la mayor cantidad de cereales y otras reservas de alimentos que necesitaban para sus propias necesidades, destruyeron implacablemente el resto, quemando pueblos y aldeas enteras en su camino. Esta devastación continuó durante tres semanas, y cuando terminó, más de 400 comunidades habían sido destruidas.
Marlborough ha sido atacado por historiadores alemanes e ingleses por aplicar este tratamiento riguroso a los bávaros, y el hecho de que la mayor parte de la destrucción fue llevada a cabo por las tropas imperiales en lugar de las británicas no ha disminuido la censura. Sin embargo, había razones sólidas, tanto políticas como militares para su acción.
Los ejércitos aliados, avanzando hacia el sur, habían ocupado el 22 de julio Friedberg, una ciudad en la orilla derecha del Lech, frente a Augsburgo. Para Marlborough, la espera debió haber sido un período de frustración que le recordó sus peores días en Holanda. No pudo provocar a sus oponentes para que abandonaran su campamento fortificado en Augsburgo, y carecía de fuerzas suficientes para lanzar un asalto. Tampoco podía cruzar el Lech para interceptar los refuerzos franceses que se acercaban, porque tal movimiento habría puesto en peligro sus propias comunicaciones con el norte y con Eugenio. Consideró poner sitio a Múnich, la capital bávara, pero se vio obligado a abandonar la idea por falta de la artillería necesaria. A sus dificultades se agregó la «molestia perpetua de un comando conjunto». Sus relaciones con el príncipe Luis se habían deteriorado constantemente desde la batalla de Schellenberg, y cada vez era más difícil para los dos llegar a un acuerdo.
Eugenio se reincorpora a Marlborough
En el extremo occidental del teatro de operaciones, Eugenio había estado desempeñando su exigente papel con considerable habilidad. Se mantenía en estrecho contacto con Marlborough por medio de frecuentes despachos y un intercambio continuo de oficiales de enlace de rango superior. Por lo tanto, los dos generales tenían información actualizada de las actividades del enemigo en ambos frentes y pudieron coordinar sus propios movimientos con una precisión que contribuiría en gran medida a la victoria.
Desde su posición detrás de las Líneas de Stollhofen, Eugenio había mostrado a los dos oficiales franceses en Alsacia un frente tan atrevido durante junio, que cuando Tallard comenzó su marcha hacia Baviera; Luis XIV prohibió a Villeroy que se involucrara en la Selva Negra o que enviara más refuerzos a su compañero mariscal. A mediados de julio, Tallard, que había salido de Estrasburgo con un ejército de 35.000 hombres, había cruzado las montañas y estaba sitiando la fortaleza de Villingen en las cabeceras del Danubio, considerando que era necesario reducirla para asegurar sus líneas de suministro. La guarnición alemana resistió, por lo que tras cuatro días de bombardeo los franceses habían hecho pocos progresos.
Mientras tanto, el príncipe Eugenio, dejando la mayor parte de su fuerza en Stollhofen para ver a Villeroi, había atravesado el Bosque Negro hasta el valle superior del Neckar, apareciendo el 18 de julio con 18.000 hombres en Rottweil, a menos de una docena de millas de Villingen. El temor a la intervención de Eugenio puede haber sido la razón principal de la decisión de Tallard de levantar el asedio. En cualquier caso, el día 22 dejó a Villingen sin ser tomado, y una semana más tarde cruzó a la orilla derecha del Danubio y llegó al barrio de Ulm. Los espías de Marlborough informaron los movimientos del mariscal gran detalle.
La brillantez de Eugenio como táctico se revela en sus maniobras exitosas para mantener a Villeroy en el Rin y al mismo tiempo cubrir el avance hacia el este de Tallard. Un rápido descenso del valle de Neckar a Tübingen, 50 km al noreste de Rottweil (donde había sido reforzado por 40 escuadrones del ejército de Marlborough), le hizo parecer a los franceses que abandonaba la búsqueda de un ejército para regresar y enfrentar al otro. Como consecuencia, Villeroi, que se había estado preparando para seguir a Tallard a Baviera, decidió que debía permanecer en Estrasburgo para proteger a Alsacia. Pero desde Tübingen, Eugenio giró de nuevo hacia el sudeste, casi en paralelo a los movimientos de Tallard, aunque a lo largo de una ruta más corta. De este modo, todo estaba procediendo según lo previsto por los aliados: el refuerzo inminente del Elector por Tallard se equilibraría mediante la reunión de Eugenio y Marlborough.
Tallard, que tardó tres días más de lo esperado, se unió al Elector el 5 de agosto en Biberbach, aproximadamente a medio camino entre Augsburgo y Donauwörth. Marlborough se retiró inmediatamente 32 km al noreste hacia Schrobenhausen, donde en la tarde del 6 se incorporó el príncipe Eugenio, cuyo ejército había llegado ese día a Hochstadt.
El 7 de agosto, los tres comandantes aliados se reunieron en Gross Heppach. Examinaron las líneas de acción posibles de Tallard. Las fortificaciones aliadas en Rain y Donauwörth frustrarían cualquier intento de cortar las comunicaciones de Marlborough al norte del Danubio. La única opción posible para al enemigo parecía ser atacar a la fuerza de Eugenio de 18.000 efectivos, antes de que se uniese el ejército de Marlborough de 53.000 y diera a los Aliados la superioridad numérica. Para alentar tal movimiento y provocar la batalla que buscaban, Marlborough y Eugenio mantendrían sus fuerzas separadas, en lados opuestos del Danubio.
Sin embargo, los Aliados no tenían la intención de permanecer inactivos hasta que Tallard debiera actuar. Antes de que Eugenio llegara, se habían establecido planes para la captura de Ingolstadt, y el 9 de agosto, el margrave cruzó el Danubio en Neuburg con una fuerza de 15.000 hombres y marchó a lo largo de la orilla norte para invertir la fortaleza. El papel de Marlborough era cubrir el asedio. Con su ejército ahora reducido a 38.000, se acercó a Eugenio, deteniéndose por la noche cerca de Rain, donde estaba a solo una corta marcha de 11 km de Donauwörth.
Mientras este movimiento todavía estaba en curso, llegó al duque la noticia de que toda la fuerza franco-bávara había dejado Biberbach y se dirigía al Danubio, aparentemente con la intención de cruzar en Lauingen, 8 km por encima de Dillingen. La noticia hizo que Eugenio volviera apresuradamente a consultar, y en un consejo de guerra de dos horas, los dos generales hicieron sus planes finales para el enfrentamiento que parecía inminente. El enemigo los superaba en número de seis a cinco. Marlborough envió diez escuadrones imperiales de Eugenio para reforzarle.
Mientras Tallard avanzaba hacia Höchtadt, unos 8 km Danubio río abajo de Dillingen, donde supo que el Duque se estaba uniendo a Eugenio. El elector de Baviera ostentaba el mando nominal y era partidario del ataque cuanto antes, Tallard dudaba que fuera prudente, y se llegó a un acuerdo de avanzar 6 km corriente abajo hasta alcanzar una posición favorable en el pueblo de Blenheim (Blindheim).
Movimientos previos a la batalla
Parece seguro que en la conferencia de Rain los dos comandantes llegaron a la decisión trascendental de apostar todo en una batalla campal, e incluso eligieron un lugar para la lucha. El ejército de Eugenio había retrocedido desde Höchstadt a Münster, en la orilla derecha del río Kessel, un pequeño afluente que desembocaba al Danubio a 6 km al oeste de Donauwörth. Aquí, la gama de colinas boscosas que se extienden hacia el oeste desde Schellenberg a lo largo de la orilla izquierda del Danubio se alejan del río para dejar una llanura estrecha que varía de 1,5 a 5 km de ancho.
A las 02:00 horas del día 10 de agosto, Marlborough despachó la mayor parte de su caballería (28 escuadrones del duque de Württemberg) hacia el norte para cruzar el Danubio en Marxheim y luego se movieron hacia el oeste a través de Donauwörth. El general Charles Churchill siguió con 20 batallones de pie. A las 13:00 horas, el ejército principal comenzó a marchar hacia el oeste desde Rain, tomando un atajo a través del río Lech. A última hora de la tarde, la caballería llegó a Münster, donde se unieron a 22 ECs de Eugenio que estaban de guardia a lo largo de las orillas del Kessel. Eugenio había retirado prudentemente su infantería a Donauwörth para pasar la noche; a la mañana siguiente los llevó de nuevo a Münster, donde pronto se unieron a la infantería de Churchill.
A lo largo del resto del día, la única carretera de Donauwörth estaba llena de largas columnas de la fuerza principal de Marlborough, y a las 22:00 horas, ambos ejércitos se concentraron en el Kessel. El ejército de Marlborough había marchado menos de 20 km, pero el viaje se había realizado por caminos dañados por fuertes lluvias, y habían cruzado tres ríos: el Lech, el Danubio y el Wernitz. Mientras las tropas aliadas descansaban en su campamento todo el día 12, los dos comandantes avanzaron para hacer un reconocimiento, acompañados por 28 ECs. Desde la torre de la iglesia en Tapfheim, una aldea a 3 km al oeste de Münster, pudieron observar la aproximación del ejército franco-bávaro. Cerca de 3 km al este de Hochstadt, junto al Nebel, los intendentes del ejército del enemigo marcaban un nuevo campamento.
Con la protección frontal otorgada por el pantano Nebel y las tres aldeas defendidas, y flanqueadas por colinas bajas por un lado, y por el otro el río Danubio, el lugar parecía ofrecer toda la seguridad necesaria.
Mientras el campamento franco-bávaro dormía, los ejércitos aliados habían estado en movimiento desde las 03:00 horas. El día anterior, los zapadores habían tendido un puente sobre el Kessel en varios lugares y habían preparado caminos a través del Reichen, un pequeño curso de agua al oeste de Tapfheim. Por lo tanto, no hubo retraso indebido en estos obstáculos cuando el ejército de 56.000 efectivos de Marlborough, avanzó en cuatro columnas, en la otra orilla del Reichen se formó una novena columna con 20 BIs y 15 ECs de tropas británicas y alemanas, detrás en reserva bajo lord Cutts.
A las 06:00 horas, las cabezas de las columnas alcanzaron la altura de la aldea de Schweningen, a solo 3 km del Nebel; allí se detuvieron brevemente mientras Marlborough y Eugenio avanzaran con 40 escuadrones para reconocer las posiciones francesas y confirmar su plan de batalla. A través de las nieblas de la mañana, pudieron ver el campo opuesto extendido en el terreno ascendente más allá del Nebel. No tenían mapas detallados para proyectar los límites de la formación, pero las tres aldeas que marcaban la brecha de 6 km entre el Danubio y las colinas les proporcionaron puntos de referencia definidos.
A través de la niebla de la mañana, pudieron ver el campamento enemigo extendido en el terreno ascendente más allá del Nebel. Se decidió que Oberglau, aproximadamente a un km a la derecha del centro, debería marcar el límite entre los ejércitos. Marlborough, con 34.000 hombres, atacaría en un frente desde Blenheim a Oberglau; Eugenio, con la fuerza menor, tomaría el sector de la derecha, desde las afueras del norte de Oberglau hasta la aldea de Lutzingen en las laderas de las colinas. Terminado su reconocimiento, los dos líderes se unieron a sus respectivos ejércitos.
Fue entonces cuando los franco-bávaros se dieron cuenta de la presencia del enemigo y de que iban a ser atacados. Se dieron las alarmas y los cañones se dispararon para llamar a los forrajeadores dispersos, y los puestos de avanzada se incorporaron inmediatamente.
Despliegue de fuerzas
Aunque tomados por sorpresa, los comisarios Tallard, Marsin y el Elector tenían demasiada experiencia como para no haber planeado sus disposiciones para enfrentar tal emergencia. Sus tres ejércitos formaron en el orden en que habían acampado: Tallard, el más cercano al Danubio, Marsin en el centro de Oberglau y el Elector en el flanco norte. Disponían unos 60.000 efectivos y 90 cañones:
- En Blenheim Tallard situó 9 BIs de guarnición mandados por el marqués de Clarenbault, entre Blenheim y el Danubio una barricada de carros con 12 EDs, cuyos caballos habían muerto de una enfermedad, a retaguardia una reserva de 12 BIs bajo el mando del conde de Hautefille.
- Entre Blenheim y Oberglau (3 km) situó 68 ECs en 2 líneas (36 de Tallard y 32 de Marsin) apoyados por 9 BIs y 4 EDs desmontados.
- En Oberglau 17 BIs bajo el mando del marqués de Blainville, (entre los que se encontraban los famosos mercenarios irlandeses Ocas Salvajes) y 6 cañones.
- Entre Oberglau y Lutzingen, el Elector situó 27 ECs: El conde de Arco mandaba 14 ECs bávaros y otros 13 bajo conde de Wolframsdorf, que debían servir como reserva.
- En Lutzingen, el marqués de Maffei desplegó 5 BIs y 16 cañones en la ciudad y otros 7 BIs, capitaneados por el marqués de Rozel, entre la ciudad y los bosques colindante.
La idea de Tallard era que sus escuadrones se situaran en la cresta, a 1.000 metros del agua, para dejar una «zona de destrucción» en el que una carga frontal de su caballería podía ser reforzada por fuertes golpes de flanco de la infantería en Blenheim y Oberglau.
Marlborugh observó que la disposición defensiva de Tallard, se basaba en los pueblos de Blenheim y Oberglau, si sus guarniciones no eran fijadas, el riesgo de contraataque era grave. Por lo tanto, decidió atacar ambos pueblos.
Los comandantes aliados decidieron que Marlborough estaría al mando de los 36.000 efectivos que atacarían el flanco izquierdo, en el que se encontraba el ejército de Tallard defendiendo el puesto de Blindheim, que debía ser capturado. Mientras tanto, el príncipe Eugenio, con 16.000 hombres, haría una ofensiva contra el ejército del Elector y del conde de Marsin, en el flanco derecho. Al mismo tiempo que el ataque de Saboya, el teniente-general Cutts se dirigiría a Blindheim, permitiendo que Marlborough cruzase el Nebel y diese un golpe mortal al enemigo en su centro. Sin embargo, esta maniobra requería un gran concierto en los movimientos de los aliados.
Mientras tanto, los zapadores estaban ocupados reparando un puente de piedra sobre el Nebel y la construcción de cinco cruces adicionales entre Oberglau y Blenheim.
El retraso de Eugenio
Poco antes de las 10:00 horas, el teniente-general Cutts con 20 BIs en 4 líneas y 14 ECs a retaguardia en 2 líneas, ocupó los molinos en la orilla izquierda, y empujando a través del arroyo fueron detenidos a unos 150 metros frente a Blenheim. Estaban listos para la acción, pero tuvieron que esperar casi tres horas para que las tropas de Eugenio alcanzaran sus posiciones asignadas. Bajo el fuego continuo del cañón del enemigo, sostuvieron las posiciones y comieron su comida del mediodía.
Marlborough realizaba los preparativos para cruzar el Nebel. El centro del ejército aliado, mandado por el general Charles Churchill, desplegó en 4 líneas: la primera línea con 17 BIs de infantería para cruzar el Nebel y asegurar una posición más allá del arroyo; la segunda línea formada por 36 ECs y la tercera línea formada por 35 ECs, ejercerían el ataque principal y la cuarta línea con 11 BIs ocuparían el terreno más allá del Nebel y debían proteger la retirada en caso de que fracasara el asalto.
El propio Duque, haciendo caso omiso de las balas de cañón que caían, subió y bajó lentamente las filas reuniéndose con sus oficiales, comprobando la posición de cada cañón e inspeccionando sus escuadrones y batallones.
Su actitud generó confianza en todos los que lo vieron, y solo la frecuencia con la que envió mensajeros para preguntar por el progreso de Eugenio reveló su impaciencia por comenzar la acción. Finalmente a las 12:30 horas, llegó un mensaje de que el Príncipe estaba listo. Inmediatamente, el duque envió un mensaje a Cutts para que atacara a Blenheim y ordenó un avance general hacia Nebel.
Marlborough estaba preparado y desplegado, y no había recibido noticias de Eugenio, envió jinetes a recabar información. Se esperaba que Eugenio estuviese en posición a las 11:00 horas, pero se retrasó debido al mal estado del terreno y al progresivo fuego enemigo. Poco después del mediodía, el coronel Cadogan informó a Marlborough de que la infantería prusiana y danesa del Príncipe había ocupado sus puestos.
Eugenio había desplegado 18 BIs (7 BIs daneses y 11 BIs prusianos) en su flanco derecho, en dos líneas, ya que el terreno era difícil, a continuación los 74 ECs de la caballería imperial en dos líneas.
A las 13:00 horas, se dio la orden de ataque general.
Ataque de Cutts
Cutts recibió la orden de atacar Blindheim al mismo tiempo que Saboya asaltase la villa de Lutzingen en el flanco derecho aliado. Cutts ordenó avanzar a la primera línea los 5 BIs del general Rowe, pero fueron detenidos por el fuego fulminante que surgió de las empalizadas de la aldea, teniendo que retirarse. Ordenó un segundo ataque apoyado por parte de la segunda línea del coronel Ferguson, que atacó en su flanco izquierdo. Las defensas francesas de Blindheim, apoyadas por numerosos dragones, abrieron fuego cuando los aliados estaban a menos de 30 metros de sus barricadas. Estas continuas descargas forzaron la retirada de los británicos hacia el Nebel e infligieron serios daños en las tropas, entre cuyas bajas se encontraba al general Rowe. En ese momento, 8 ECs de gendarmes de élite, mandados por el conde von Zurlauben, cargaron sobre los ingleses. No obstante, la segunda línea aliada, tropas de Hesse, se mantuvieron firmes y rechazaron a los gendarmes, el coronel Palmes con 5 ECs ingleses, cruzó el Nevel y cargó contra los gendarmes, poniéndoles en fuga, permitiendo organizar una nueva ofensiva.
En la siguiente ofensiva, a pesar de que las defensas francesas rechazaron de nuevo el ataque aliado, consiguieron llegar a las afueras de Blenheim, y atrincherarse allí, dando finalmente sus frutos. Clérambault se dejó llevar por el pánico y cometió el mayor error de la batalla, ya que ordenó que los 9 batallones de reserva se dirigieron al pueblo sin consultar a Tallard. Esto afectó directamente a las posiciones franco-bávaras, puesto que debilitó los otros frentes y anuló la superioridad numérica francesa (había un límite de espacio para cargar y disparar los rifles, por lo que un mayor número de soldados resultaba inútil).
En vano, uno de los comandantes de caballería de Tallard instó al excitado Clérambault a liberar 12 BIs para alinearlos la orilla del Nebel; mientras que el mismo Tallard, el único hombre que podía y debería haber corregido el error de su subordinado, se había dirigido al flanco izquierdo, menos crítico, para ejercer una supervisión inoportuna sobre Marsin y el Elector en su manejo del ataque de Eugenio.
En cuanto Marlborough se dio cuenta de este error, ordenó a Cutts que contuviese al enemigo en Blenheim; no más de 5.000 hombres aliados consiguieron fijar a más del doble de dragones y granaderos enemigos, encerrados en el pueblo. El Duque había asegurado el flanco izquierdo.
Ataque de Eugenio
En el ala izquierda del ejército aliado, las tropas danesas y prusianas de Eugenio, tenían como misión contener al ala izquierda del enemigo, aunque había pocas esperanzas de vencer a las fuerzas franco-bávaras, que tenían muchos más efectivos. Habiendo formado toda su infantería a su derecha, cruzó los numerosos arroyos que formaban el Nebel en ese sector y lanzó un ataque a Lutzingen, aproximadamente a la misma hora que Cutts estaba haciendo el primer asalto en Blenheim.
El príncipe de Anhalt-Dessau dirigió los continuos ataques prusianos a Lutzingen, un puesto muy bien fortificado. Cada vez que la infantería prusiana cruzaba el arroyo, se enfrentaban cuerpo a cuerpo con las tropas de Maffei y recibían las salvas de los efectivos cañones bávaros. A pesar de las numerosas bajas, los prusianos intentaron asaltar las baterías enemigas, mientras que los soldados daneses del conde de Scholten hacían tentativas de expulsar a la infantería francesa de las arboledas previas a Lutzingen. Los prusianos capturaron una batería de seis cañones.
Mientras la infantería estaba ocupada haciendo frente a las primeras líneas bávaras, la caballería de Saboya avanzó más allá del Nebel bajo el mando del príncipe de Hannover. A pesar del éxito inicial, el ataque fue rechazado por la sólida caballería bávara de Marsin y tuvieron que retroceder al bosque detrás del Nebel.
Sin apoyo alguno, y bajo la amenaza de un ataque de flaco de la caballería bávara, la infantería aliada tuvo que ceder posiciones y situarse de nuevo tras el Nebel (el liderazgo de Eugenio y del príncipe de Hannover impidió que se produjese una huida). Después de reorganizar las tropas, el príncipe Eugenio preparó un nuevo ataque, que obtuvo los mismos resultados que el anterior. Cada vez que las tropas imperiales avanzaban, volvían a ser rechazadas, por lo que Saboya comprendió que todo lo que podía hacer era contener al enemigo hasta que Marlborough consiguiese abrir una brecha en las líneas franco-bávaras.
Ataque de Marlborough
El Duque ordenó que avanzara el centro sobre las 13:30 horas, la primera línea de infantería de Churchill avanzo sin ser molestada y cruzó el río Nevel, formó una cobertura mientras la primera línea que la caballería francesa estaba en las alturas los observaban, Tallard había dicho que cuantos más fuerzas cruzasen el arroyo, más fuerzas enemigas caerían. Una vez establecidos en posición, dejaron intervalos en sus líneas para que pasara la caballería.
Una vez que cruzó las dos líneas de caballería (36 y 35 ECs), la infantería se replegó y se enfrentaron a los 64 ECs de Tallard y sus 9 BIs. Habían desplegado Lumbley a la izquierda, el centro Hompesch y el conde de Erbcach, y el duque de Württemberg con la caballería danesa en la derecha. El teniente-general Bullow detrás mandaba la segunda línea.
Los aliados cargaron, pero fueron rechazados por la caballería francesa mandada por Zurlauben, que realizó un ataque con los gendarmes, que fueron apoyados la infantería de Oberglau 17 BIs bajo el mando del marqués de Blainville. Zurlauben consiguió rechazarles, pero en uno de esos intentos, herido y murió dos días más tarde.
Era evidente que, antes de que Marlborough preparase su segundo ataque, se debían reforzar las defensas de Oberglau. El príncipe de Holstein-Beck recibió el encargo de tomar el pueblo con 10 batallones alemanes, pero el marqués de Blainville, mostró mejores tácticas que su compañero comandante en Blenheim. Cuando los dos principales batallones de Holstein-Beck avanzaron para asaltar la aldea, Blainville contraatacó de repente con 9 de sus mejores batallones, incluida la indomable Brigada Irlandesa al servicio francés. Holstein-Beck fue herido de muerte, uno de sus batallones fue aniquilado, y el resto de la fuerza atacante fue devuelta en desorden a través del Nebel. En este punto crítico, cuando el flanco derecho de Marlborough estaba expuesto a un ataque de caballería que podría haber cortado toda la línea aliada en dos, el propio Duque galopó y se hizo cargo.
Envió un llamamiento urgente a Eugenio para obtener ayuda de su caballería y, al lanzar tres nuevos batallones de Hannover, detuvo el contraataque irlandés. Aunque el príncipe de Saboya estaba muy presionado, era lo suficientemente inteligente como para reconocer la necesidad de Marlborough, y al instante le envió una gran fuerza de coraceros imperiales. Llegaron a tiempo para tomar los ECs de Marsin por el flanco izquierdo. La infantería aliada se reagrupó y presionó de nuevo hacia delante contra Blainville, por el comandante de artillería de Marlborough, el coronel Holcroft Blood, mandó mover los cañones para ocupar mejores posiciones. Era la primera vez que un ejército inglés utilizaba la artillería como arma móvil.
El final
Eran más de las 16:30 horas, y Marlborough, sintiendo que quizás estaba en punto culminante, se colocó a la cabeza de sus hombres y los llevó personalmente hacia delante.
Marlborough ordenó a su caballería que cargara. Cuando las trompetas sonaron, las líneas dobles se abrieron hacia delante en un trote enérgico. Los escuadrones franceses, completamente desmoralizados ante el espectáculo de este poder que se aproximaba, descargaron apresuradamente sus carabinas en una descarga ineficaz y luego giraron en huida, dejando que la infantería sobreviviente fuera cortada o capturada. El enemigo derrotado corrió en dos direcciones. Los de la izquierda de Tallard se dirigieron a Hochstadt y la retaguardia del ejército de Marsin; los de su derecha bajaron hacia el Danubio detrás de Blenheim.
Marlborough envió 30 escuadrones aliados bajo su líder de caballería prusiana, el teniente-general Hompesch, después del primero; él mismo dirigió una fuerza similar en la búsqueda hacia el río. Los franceses no tuvieron tiempo de reorganizarse. Muchos de los que escaparon de los sables aliados fueron arrastrados por la alta orilla del río ahogándose. El propio Tallard fue capturado cuando trataba de abrirse camino hacia Blenheim. Fue llevado a Marlborough, quien le recibió con una ceremonia cortés.
En otras partes del frente de 6 km, el problema ya no estaba en duda. El ataque de caballería de Eugenio, como los anteriores, había sido rechazado por una contra-carga de la caballería de Marsin; pero su infantería, aguantando heroicamente de artillería, había llegado a las afueras de Lutzingen y una vez más había capturado la gran batería allí. Se aferraron al terreno que habían ganado, y con el tiempo su determinación fue recompensada. Marsin y el Elector, al ver el debilitamiento de las fuerzas de Tallard y la exposición resultante de su propio flanco derecho, comenzaron una retirada ordenada, incendiando primero los dos pueblos por los que se había derramado tanta sangre.
Su apresurada pero disciplinada retirada, que estaba en marcado contraste con la vertiginosa huida de la derecha francesa, que se vio favorecida por la falta de luz. Hompesch con una buena oportunidad de interceptarlos, confundió la fuerza de persecución de Eugenio con parte del ejército del Elector y se detuvo para asegurarse; mientras Eugenio, tomando la caballería de Hompesch como refuerzos franceses de Tallard, también dudó. Cuando ambos se reconocieron, los franco-bávaros habían llegado a las marismas detrás de Hochstadt, donde estaba demasiado oscuro para que la caballería aliada los cazara.
Mientras tanto, solo Blenheim quedó en posesión de sus defensores originales, y su destino quedó sellado. Tan pronto como la caballería de Marlborough se alejó para perseguir a los destrozados escuadrones de Tallard, Churchill había girado a su izquierda y, con sus batallones, se había extendido casi hasta la línea de contención del Danubio Cutts alrededor del pueblo. Pero el acosado Clérambault se dio cuenta de que todo estaba perdido. Sin entregar su mando a nadie, se dirigió al Danubio en busca de seguridad. Intentaron cruzar el río, su acompañante llegó a la otra orilla, pero Clérambault se ahogó.
Durante casi una hora, la guarnición sin líderes en Blenheim soportó el peso de los asaltos repetidos de tres lados, y todo el tiempo las víctimas aumentaron cuando el fuego de artillería aliada arrasó las calles abarrotadas. Hubo esfuerzos renovados pero infructuosos para romper cuando un nuevo líder, el marqués de Blansac, asumió el mando. Las demandas de capitulación hechas por los generales británicos fueron rechazadas al principio, pero luego debatidas acaloradamente.
Finalmente, alrededor de las nueve de la mañana Blansac se rindió; sin embargo, había muchos disidentes entre los batallones invictos. Los oficiales sorprendidos tristemente conjeturaron, «Que dirá el Rey?«; y el orgulloso regimiento de Navarra enterró sus colores y otros regimientos reales intentaron quemarlos para que no cayesen en manos inglesas.
Secuelas de la batalla
Los aliados habían perdido unos 4.500 muertos y 7.500 heridos, . Pero contra esto, se estima que al menos 14.000 enemigos fueron muertos, heridos o ahogados, y más de 15.000 cayeron prisioneros de los Aliados. Estas cifras se incrementaron por deserciones y el corte de rezagados durante la posterior retirada al Rin; de hecho, dos semanas después de la batalla, las cartas interceptadas a la Corte francesa admitían pérdidas de 40.000 hombres, o no menos de dos tercios de su fuerza original. La gran cantidad de equipo capturado por los aliados incluía 100 cañones grandes y pequeños, 24 morteros, 129 colores (banderas), 171 estándares, 17 pares de tambores, 3.600 tiendas, 34 carruajes, 300 mulas cargadas, 2 puentes de barcos, 15 pontones, 24 barriles y 8 barricas de plata.
El significado de la batalla de Blenheim no está en el balance de pérdidas de hombres y material. La derrota había destruido repentinamente las aspiraciones del rey de Francia en Europa Central. Viena se salvó, y no habría ningún príncipe de Baviera patrocinado por Francia en el trono imperial, y los principados alemanes entre el Rin y el Danubio ya no debían temer la marcha de los ejércitos de Luis XIV. Por encima de todo, Blenheim puso fin a la ilusión de la invencibilidad de los ejércitos franceses. Durante dos generaciones, el prestigio que disfrutaban los soldados franceses había dominado la escena militar europea. Había creado en el oponente un sentido de inferioridad que facilitaba las mismas conquistas en las que prosperó. Esa reputación ahora había recibido un golpe devastador del cual no se recuperaría durante casi un siglo.
En Inglaterra la noticia de la victoria fue recibida con el mayor regocijo. La reina proclamó una solemne acción de gracias y cabalgó en majestuosa procesión a la catedral de Saint Paul con la duquesa de Marlborough a su lado. La actitud de la nación hacia la guerra sufrió un marcado cambio; la oposición activa fue reemplazada por un entusiasmo entusiasta por la lucha para continuar hasta que Francia fue derrotada.
Una vez más, los aliados ofrecieron términos al Elector que estaba a punto de ver ocupadas todas sus tierras, pero nuevamente se negó. Múnich, Augsburgo, Ingolstadt, Ulm y el resto de Baviera cayeron pronto bajo dominio aliado. El 25 de agosto, Marlborough se entrevistó con Saboya y Baden para planear sus siguientes movimientos. El Duque propuso dirigir la campaña al valle del Mosela para trasladar el escenario de la guerra al interior de Francia. Para conseguir ese objetivo, era necesario capturar la fortaleza de Landau, sobre el Rin, y asediar las ciudades de Tréveris y Trarbach.
Los aliados dejaron al general Thüngen con 15.000 hombres para asediar a Ulm que caería el 10 de septiembre. El 8 de septiembre, los aliados cruzaron el Rin cerca de Philipsburg. Rápidamente, Marlborough y Eugenio marcharon hacia río Lauter, un río afluente del Rin al sur de Landau. Luis de Baden marchó el 12 de septiembre con 31 batallones y 40 escuadrones para comenzar el sitio de Landau que caería el 24 de noviembre de 1704. Marlborough comenzó a marchar con sus tropas a Trier el 20 de octubre, dejando a la mitad de sus tropas con Prinz Eugen, quien cubría el asedio de Landau. Marlborough capturó Trier el 29 de octubre e inmediatamente comenzó a fortificarlo empleando a 6.000 lugareños, mientras que el general Hompesch guarneció el lugar. El príncipe de Hesse con 12 batallones capturó Traarbach que cayó el 18 de diciembre, poniendo fin a la campaña aliada de 1704. Las vías de acceso para entrar en Francia el próximo año a través de Thionville parecían abiertas.
El 7 de noviembre se firmó el Tratado de Ilbersheim, por el cual Baviera pasaba a ser administrada por Austria, permitiendo que los Habsburgo utilizasen todos sus recursos para financiar el resto del conflicto. Con Viena a salvo, el Imperio podía permitirse enviar tropas a Italia para reforzar la resistencia frente al duque de Vendôme, y centrar su acción diplomática en solventar la revuelta húngara de Rácóczi. Además, los príncipes alemanes mostraron un mayor entusiasmo por la campaña de Marlborough, y proliferaron revueltas en Gante y Amberes contra el dominio francés.
El Duque regresó a Inglaterra el 14 de diciembre, siendo aclamado como un héroe nacional. En febrero de 1.705, la reina Ana le concedió el Parque de Woodstock (Oxfordshire) y le prometió una renta anual de 240.000 libras para que construyese una grandiosa residencia, como agradecimiento de la Corona a los servicios prestados. El resultado fue el magnífico palacio de Blenheim, uno de los monumentos más representativos del barroco inglés.
Campaña italiana de 1704
Leopoldo I había llamado a Eugenio para el importante cargo de presidente del Consejo de Guerra Imperial, y unirse posteriormente a las fuerzas inglesas de John Churchill, duque de Marlborough, para enfrentarse a los franceses y detener su avance hacia Viena.
Las fuerzas francesas mandadas por el mariscal Vendôme, se enfrentaron a las fuerzas de Starembourg, cuando Víctor Amadeo cambió de bando para unirse a la Gran Alianza. Vendôme rodeó, desarmado, y tomó prisionero la mayor parte de las fuerzas del Duque en Lombardía, y los franceses tomaron la ofensiva atacando los territorios de Víctor Amadeo. Al final del año, casi todo el Saboya había caído en manos de los franceses, a excepción de un puñado de fortalezas y la capital de Turín, fuertemente defendida. El rey Luis XIV estaba seguro de que, una vez que los advenedizos de Saboya recibieran una lección, el resto de la península italiana lo tendrían en cuenta. Dirigió a un ejército para mantener seguros los pasos a través de los Alpes para que Eugenio no pudiera regresar a su tierra natal con refuerzos, mientras que otro ejército asediaba Turín.
Vauban abogó por tomar el monte de los Capuchinos que dominaba Turín. Una vez que se había tomado el terreno elevado, el ejército francés podía bombardear la ciudad mientras los zapadores cavaban las trincheras y preparaban las operaciones de minado. El asedio de Turín era sin duda la empresa más importante de la campaña italiana. La ciudad estaba bien poblada y equipada con un sistema de defensa que incluía 17 o 18 bastiones. Las fortificaciones eran extremadamente fuertes. La ciudadela de planta pentagonal, estaba protegida por fosos profundos y trincheras cubiertas en excelente reparación.
La ciudad comenzó a ser bombardeada a partir del 27 de agosto, para forzar su rendición, pero al no rendirse sería sitiada al año siguiente.
Campaña naval en 1704
Desembarco en Barcelona
En 1704, España todavía estaba firmemente en manos del rey Borbón Felipe V. Algunos nobles catalanes fueron contactados para apoyar a los Habsburgo, el príncipe Jorge de Hesse-Darmstadt convenció a los Aliados de enviar una flota a Barcelona, con la esperanza de que, como consecuencia, la gente se alzaría contra el nuevo virrey del Borbón, Francisco de Velasco.
Una flota de 30 barcos ingleses y 18 holandeses con una dotación de 4.000 cañones, 9.000 infantes y 25.000 marineros, bajo el mando del almirante George Rooke, con el príncipe Jorge de Hesse a bordo, que había sido nombrado virrey de Cataluña por el archiduque Carlos, zarparon de Lisboa a Barcelona. De camino capturaron dos galeones y se presentaron frente a la ciudad el 17 de mayo.
Cuando la flota apareció ante la ciudad, el levantamiento esperado no ocurrió. Luego, el príncipe Jorge de Hesse desembarcó a unos 1.200 marines británicos y 400 marinos holandeses en la desembocadura del río Besòs, donde se les unieron unos 1.000 catalanes armados. Este desembarco tampoco logró provocar una reacción dentro de la ciudad. Ante la oposición de las guarniciones y ciudadanos de Barcelona y al advertir que se acercaba una flota francesa más grande, los Aliados no tenían otra opción que volver a embarcarse y navegar de regreso a Lisboa con varios cientos de catalanes que se unieron a los aliados. Unos 350 de ellos se instalarían justo al norte de Gibraltar en un lugar llamado bahía Catalana.
Un segundo intento de tomar la ciudad tendría éxito al año siguiente.
Conquista de Gibraltar
Llegada de la flota anglo-holandesa
Durante el camino de regreso, la flota anglo-holandesa compuesta de 45 navíos de línea, 6 fragatas, 2 bombardas, 7 brulotes, 2 hospitales un yate, decidieron tomar Gibraltar, que estaba defendido por tan solo 100 soldados y poco más de 400 personas civiles armadas. Esta plaza era especialmente importante debido a su situación estratégica en el estrecho de Gibraltar y nudo de comunicaciones entre el océano Atlántico y el mar Mediterráneo y a sus propias características, ya que se consideraba a la propia orografía de la ciudad el punto más fuerte de su defensa. En Gibraltar se encontraban además las antiguas fortificaciones almohades y castellanas realizadas durante el reinado de Carlos V que daban al sitio fama de inexpugnable.
La flota anglo-holandesa se presentó en la bahía de Algeciras el 1 de agosto. Tan pronto como se observó desde la ciudad la imponente flota, el gobernador de la ciudad, el general Diego de Salinas, y el alcalde mayor, Cayo Antonio Prieto, reunieron a los mandos militares para plantear el modo más eficaz de defender la plaza. Gibraltar en estas fechas contaba con una población de alrededor de 5.000 habitantes y una escasa dotación militar (consistente en 100 hombres y un número similar de cañones). Conocedores de que la guarnición no sería suficiente para soportar un asedio, se reclutaron rápidamente a soldados y civiles.
En las primeras horas de ese 1 de agosto se repartirían en las diferentes baterías y puestos de defensa hasta 470 hombres. Al mando del maestre de campo Juan de Medina, 200 hombres irían al Muelle Viejo, situado al norte de la ciudad, a los pies de la alcazaba; el maestre de campo Diego de Dávila y Pacheco con 170 de caballería Francisco Toribio de Fuertes por su parte junto a 20 milicianos, 8 soldados y varios vecinos se establecerían en el Muelle Nuevo, al sur de la ciudad. En el castillo permanecieron los 72 hombres que habitualmente formaban su guarnición, 6 de ellos artilleros.
Primero desembarcó un cuerpo de infantería de marina en la boca del río Guadarrán, donde se hallaba una compañía de 30 milicianos caballo, que no pudo resistir, los enemigos ocuparon las huertas del istmo, de mar a mar, impidiendo la entrada de socorros.
Tras unas descargas de artillería naval realizadas con objetivo intimidatorio, se produjeron los primeros movimientos del ejército anglo-holandés, consistentes en el desembarco de entre 3.000 y 4.000 hombres de infantería en la zona conocida como Punta Mala, actual Puente Mayorga, para establecer su campamento.
En las siguientes horas, tras el establecimiento en tierra del ejército, se mandaron desde el campamento a la ciudad dos cartas. La primera de ellas fechada en Lisboa el 5 de mayo y firmada por el archiduque Carlos, que instaba a los gobernantes de Gibraltar a la rendición y al reconocimiento del archiduque como legítimo heredero al trono de España, apelando a la fidelidad que la ciudad había mantenido a su tío, Carlos II. Se garantizaban en la misiva las propiedades y privilegios de los gibraltareños al reconocer estos su autoridad, mientras se señalaba que el caso contrario sería considerado hostil y se emprenderían acciones bélicas contra la ciudad por parte de los aliados británicos y holandeses.
En la segunda carta, redactada en el mismo campamento y fechada, por tanto, el 1 de agosto, el mismo príncipe de Hesse-Darmstadt manifestaba su deseo de que la ciudad ejecutara la voluntad del legítimo rey de España, evitando el asedio y asalto de Gibraltar.
El cabildo en pleno, junto a los mandos militares gibraltareños, respondía ese mismo día mediante carta al campamento, manifestando su total reconocimiento de Felipe V como rey de España y la disposición a sacrificar sus vidas en la defensa de Gibraltar y sus habitantes.
La respuesta desde tierra llegaría el viernes 2 de agosto, cuando una segunda carta del príncipe de Hesse-Darmstadt llegaba a la ciudad pidiendo la rendición inmediata de la plaza en de media hora, tras la cual comenzarían los bombardeos. La rendición no se produjo y, viendo el almirante Rooke que en la ciudad se comenzaban a preparar las defensas, mandó a los vicealmirantes Byng y Vander Dussen situar sus navíos en una línea frente a la ciudad con el objetivo de dificultar las obras de defensa. El viento, sin embargo, era demasiado fuerte y la formación no puede llevarse a cabo.
El asalto se aplazaba momentáneamente, salvo una pequeña escaramuza llevada a cabo durante la noche, en la que varias lanchas cañoneras al mando del capitán Whitaker conseguían sorprender en los muelles a un barco corsario francés allí situado. Ese mismo día había salido desde la ciudad una carta dirigida al marqués de Villadarias, capitán-general de Andalucía, informando de la situación de la ciudad, la magnitud del ejército sitiador, la situación de la guarnición de Gibraltar y se solicitaba ayuda militar ante la imposibilidad de defender la plaza.
Bombardeo de Gibraltar
La tarde del 2 de agosto, el príncipe de Hesse-Darmstadt, al mando de 1.800 soldados de infantería, se situó en el istmo a escasos metros de las murallas de Gibraltar mientras que la flota al mando de George Rooke formó en una línea frente a la ciudad. A las 05:00 horas, del 3 de agosto navíos y lanchas cañoneras abrían fuego contra las defensas gibraltareñas, concentrando por partes los 1.490 cañones, con tal furia, que en unas seis horas arrojaron 15.000 balas, independientemente de los proyectiles huecos disparados por las bombardas; desarbolaron todas las piezas en ambos muelles y abrieron una considerable brecha en la cortina del recinto.
Cundió en la ciudad y mujeres y niños salieron por la puerta de Carlos V en dirección al Santuario de Nuestra Señora de Europa situado al sur, en la Punta Europa. Al mismo tiempo, la concentración de tropas de defensa en el frente de la bahía, dejaba desguarnecida la costa oriental; y desde barcas unos 100 hombres de los batallones catalanes partidarios del aspirante austriaco aprovecharon esa circunstancia para subir mediante escalas por los precipicios y tomar tierra en la actualmente conocida como la bahía Catalana.
Desde el primer momento de la ofensiva los bombardeos se centraron en los dos muelles gibraltareños al ser las zonas mejor defendidas y de más fácil desembarco. Trascurridas varias horas el almirante Rooke mandó al capitán Whitaker asaltar el Muelle Nuevo. Pero serían los navíos de los capitanes Hicks y Jumper junto a 100 marineros los que se acercarían a la posición al encontrarse mejor situados para ello. La toma del Muelle Nuevo permitiría el asalto de la ciudad desde el sur al situarse fuera de las murallas.
Viendo cómo la guarnición de esos muelles abandonaba el puesto antes de la llegada de los asaltantes, se ordenó a las tropas que se acercasen y ocupasen la batería. Sin embargo, el movimiento de los defensores no se había limitado a regresar a la ciudad; sino que el capitán Bartolomé Castaño viendo que el puerto sería rápidamente ocupado, había mandado colocar minas en la torre allí situada, llamada de Leandro, antes de evacuar las tropas y con la intención de sorprender a los sitiadores.
La explosión de la torre coincidió como estaba planeado con la llegada de los hombres de Hicks y Jumper resultando que 7 lanchas fueran alcanzadas, unos 50 hombres muertos y otros 60 heridos. El movimiento defensivo había cumplido su objetivo, pero el muelle sur había quedado sin defensa. Los supervivientes de la voladura de la batería y varias chalupas con 600 hombres al mando de Whitaker pudieron tomarlo inmediatamente y avanzar sin resistencia hasta una pequeña batería con cañones de a ocho, situados a mitad de camino de la ciudad.
Rodeando la instalación y disparando sus armas de fuego, los aliados asaltaron y tomaron el lugar. Dos columnas de hombres fueron enviadas para rodear la ciudad. Mientras tanto, los marineros de la flota aseguraron las alturas circundantes. Habían sido seleccionados para la tarea debido a la agilidad y velocidad con que normalmente realizaban sus tareas a bordo.
Conquista de Gibraltar
El grupo de mujeres y niños civiles se habían refugiado en el extremo sur de la península y estaban siendo protegidos por sacerdotes en la capilla de Europa. Cuando terminó el bombardeo, los civiles comenzaron a regresar a sus hogares, creyendo erróneamente que estaban fuera de peligro. Un barco inglés disparó un tiro de advertencia a los civiles, pero otros barcos en línea lo tomaron como una señal para reanudar el fuego, y el bombardeo comenzó de nuevo.
Simultáneamente, los refuerzos liderados por Whitaker desembarcaron en el Puerto Nuevo, capturaron a las mujeres y los niños que regresaban de Punta Europa. Aunque Rooke había dado órdenes firmes de que no se dañaría a los prisioneros españoles, docenas de mujeres fueron violadas y maltratadas por los marineros. Los defensores al ver a sus mujeres e hijos prisioneros, presionaron a Diego de Salinas para rendir formalmente a toda la guarnición en Gibraltar y garantizar un paso seguro para los ciudadanos aturdidos y asustados.
Ante tal imagen Diego de Salinas y sus oficiales decidieron tras cinco horas de bombardeo levantar bandera parlamentaria. El fuego sobre Gibraltar cesó y varios oficiales anglo-holandeses acudieron al cabildo de la ciudad a debatir las condiciones de la capitulación. El alcalde Cayo Antonio y los regidores gibraltareños expusieron su disposición a rendir la ciudad al considerarla indefendible solicitando las condiciones más beneficiosas para ellos previa liberación de los rehenes de Punta de Europa.
Esta tradicional versión del conflicto ha sido contradicha por la crítica reciente. Según esta al rendirse, la plaza disponía de prácticamente toda su artillería, abundante munición, pólvora, agua y suministros. No había padecido apenas bajas y sus defensas se encontraban casi intactas. Así la toma de rehenes por los marinos ingleses aparece como causa fundamental de la capitulación de una plaza que, según las propias fuentes inglesas, podría haber resistido largo tiempo.
La ciudad fue entregada finalmente el 4 de agosto, por el gobernador al príncipe de Hesse-Darmstadt al ser aceptados por las dos partes los seis puntos principales de la capitulación de Gibraltar:
- Que los oficiales y soldados podrían salir con sus armas.
- Que los soldados podían salir con lo que pudieran cargar en sus hombros y los jinetes con sus caballos.
- Que se podrían sacar de la ciudad tres cañones con 12 cargas de pólvora y balas.
- Que los gibraltareños podrían cargar con pan, carne y vino para 7 días de marcha.
- Que se podría así mismo cargar con la ropa y los cofres de oficiales y cabildo y lo que quedara en la ciudad podría ser enviado más tarde.
- Que a todo aquel que permaneciera en la ciudad se le respetarían todos los privilegios que tuvieran así como los tribunales de la ciudad y derechos religiosos y por último que los mandos militares de Gibraltar debían señalar la posición de todos los almacenes de pólvora, munición y armas de la ciudad.
- Quedaban excluidos de esta capitulación todos los ciudadanos franceses que quedarían como prisioneros de guerra siendo sus bienes confiscados.
Tras firmar la capitulación, el cabildo de Gibraltar redactó y mandó una carta al rey de España en la que se exponían las condiciones en las que se había desarrollado el sitio, las escasas defensas con las que contaban para defender la ciudad, y el sacrificio de los gibraltareños al exponerse a una fuerza militar muy superior.
Al día siguiente los gibraltareños que decidieron abandonar la ciudad salían por la Puerta de Tierra hacia las poblaciones cercanas desfilando junto a sus banderas, el pendón de la ciudad y entre redobles de tambores. De los aproximadamente 5.000 habitantes de Gibraltar permanecieron en ella no más de 70 personas, muchas de ellas enfermas y un número importante de religiosos como el párroco de la Iglesia de Santa María, Juan Romero de Figueroa.
Las bajas entre los invasores fueron aproximadamente 150 muertos y heridos, principalmente por la explosión al principio de la operación.
La guarnición enemiga sufrió cerca de 100 bajas por los bombardeos.
Es importante señalar aquí que los barcos no podrían pasar el invierno en Gibraltar, el puerto carecía de instalaciones para eso y la flota todavía tendría que retirarse al norte antes del invierno. Estas instalaciones serían construidas posteriormente.
Intento de conquistar Ceuta
Una semana después de caer Gibraltar, el día 12, aprovechando que Ceuta estaba asediada por el rey marroquí Muley Ismail, que la había tenido sitiada durante 33 años, los británicos pactaron con los marroquíes ayudarles por mar para que ellos avanzando por tierra y la conquistaran. Pero este pacto ocultaba el deliberado propósito de los británicos de quedarse con la plaza para sí. Ceuta estuvo así a punto de ser otro Gibraltar, pero lo evitó su valiente gobernador, el marqués de Gironella, no se dejó intimidar.
Mientras los marroquíes atacaban la ciudad, un buque de guerra aliado entró en el puerto de Ceuta conminándole a que se rindiera; pero él les respondió conminando a su vez a los agresores, advirtiéndoles: “No reconozco otro dueño que al Rey que me entregó Ceuta para su defensa, y por ella moriré primero entre sus ruinas antes que dejarla en otras manos ni que se vea señoreada de otros estandartes; y no se me vuelvan a hacer más proposiciones sobre semejante materia, porque además de no volverlas a oír, experimentaría mi firme resolución”. Cuando los aliados vieron que estaban ante un gobernador tan resoluto, dispuesto a hacerles frente y a morir por Ceuta, se retiraron.
Batalla naval de Málaga
En Tolón, importante base naval francesa en el Mediterráneo, se había reunido una gran flota franco-española al mando del joven Luis Alejandro de Borbón, hijo natural de Luis XIV, que tenía como consejero del veterano almirante de Estrées. La flota franco-española contaba con: 51 navíos de línea, 6 fragatas, 8 brulotes y 12 galeras, que sumaban un total de 3.577 cañones y 24.277 hombres.
Estaba dividida, según la costumbre, en tres escuadras; el centro mandado por el general en jefe; la vanguardia, a cargo del teniente-general de Villete Mursay, la retaguardia, encomendada al teniente-general, de Langerón. Cada escuadra estaba dividida en tres escuadrillas; a la vanguardia se agregaron cinco galeras de España, mandadas por el conde de Fuencalada, y al centro 7 galeras de Genova del duque de Tursi.
Apenas una semana después de haber tomado Gibraltar, Rooke recibió un aviso del espionaje británico de que una gran flota francesa se aproximaba. Dejando la mitad de sus infantes de marina para defender la nueva plaza conquistada, partió de inmediato con toda la flota anglo-holandesa para enfrentarse a la hispano-francesa. La escuadra francesa había salido de Tolón y en Málaga se habían unido a ella las 5 galeras españolas mandadas por el conde de Fuencalada.
Al poco de zarpar de Málaga el 24 de agosto, los hispano-franceses avistaron la flota enemiga. La armada anglo-holandesa desplegó en igual forma en tres escuadras; el centro las órdenes del almirante Rooke, la vanguardia al de Shovel, la retaguardia al del holandés Callenburg, con otros cuatro jefes de escuadrillas subordinados.
Serían las diez de la mañana, a la altura de Torre del Mar (Vélez-Málaga), cuando los anglo-holandeses, que estaban barlovento, arribaron sobre los enemigos atacaron la vanguardia distancia de medio tiro de cañón, generalizando la lucha en toda la línea.
Los anglo-holandeses desplegaron en tres escuadrones:
- Escuadrón de vanguardia mandada por el vicealmirante Cloudesley Shovell en el Barfleur (96):
- Escuadra de vanguardia bajo John Leke con el Prince George (96), el Newark (80), el Boyne (80), el Norfolk (80), el Yarmouth (70), el Berwick (70), el Namur (96).
- Escuadra de retaguardia bajo Shovell con el Warspite (70), el Orford (70), el Swiftsure (70), el Lennox (70), el Assurance (66), el Nottingham (60), el Tilbury (50), el Garland (50).
- Escuadrón de centro mandado por el almirante George Rooke en el Royal Katherine (90),
- Escuadra de vanguardia bajo Thomas Dikes con el Cambridge (80), el Royal Oak (76), el Bedford (70), el Suffolk (70), el Burford (70), el Monck (60), el Swallow (50).
- Escuadra centro bajo Rooke con el Saint George (96), el Shrewsbury (80), el Grafton (70), el Eagle (70), el Monmouth (70), el Nassau (70), el Montagu (60), el Panther (50).
- Escuadra de retaguardia bajo Georg Byng con el Somerset (80), el Dorsetshire (80), el Torbay (80), el Essex (70), el Firme (70), el Kingston (60), el Triton (50), el Centurion (50).
- Escuadrón de retaguardia la escuadra holandesa mandada por el almirante Gerard Callenburgh en el Graaf van Albemarle (64):
- Escuadra vanguardia bajo Gerard con el Unie (90), el Gelderland (72), el Katwijk (72), el Wapen van Vriesland (64), Wapen van Utrecht (64), el Damiaten (52)
- Escuadra de retaguardia bajo van Wassenaer con el Dordrecht (72), Bannier (64), el Leeuw (64), el Vlissingen (64), el Nijmegen (54).
Otros barcos: 5 fragatas el Larke (40), el Roebuck (40), el Charles Galley (32), el Tartar (32), el Newport (24), 2 bombardas (el Hare, y el Terror); 7 brulotes (el Firebrand, el Griffin, el Hunter, el Lightning, el Phoenix, el Vulcan y el Vulture); 2 buques hospital (el Princess Anne y el Jefferies); un yate (William and Mary). En total había 3.614 cañones y 22.543 marineros.
Los franceses desplegaron también en tres escuadras:
- Vanguardia mandada por el teniente-general Villette-Mursay en el Fier (90),
- Escuadra de vanguardia bajo Saint-Aubin con el Éclatant (66), el Éole (62), el Oriflamme (62), el Saint Philippe (92), el Heureux (72), el Rubis (56).
- Escuadra centro bajo Villete con el Arrogant (56), el Marquis (56), el Constant (68), el Intrépide (84), el Excellent (60).
- Escuadra de retaguardia bajo Belle-Isle con el Sage (58), el Écueil (68), el Magnifique (90), el Monarque (84), el Perle (52).
- Centro mandado por Luis Alejandro de Borbón con el almirante Estrées en el Foudroyant (104):
- Escuadra de vanguardia bajo Cöetogon con el Furieux (58), el Vermandois (60), el Parfait (74), el Tonnant (90), el Orgueilleux (72), el Mercure (50).
- Escuadra centro bajo Borbón-Estrées con el Sérieux (60), el Fleuron (54), el Vainqueur (86), el Terrible (102), el Entreprenant (58).
- Escuadra de retaguardia bajo Pointis con el Fortuné (54), el Henri (66), el Magnanime (74), el Lys (88), el Fendant (58).
- Retaguardia mandada por el marqués de Langerón en el Soleil Royal (102):
- Escuadra de vanguardia bajo Sébeville con el Zélande (60), el Saint Louis (60), el Admirable (92), el Couronne (76), el Cheval Marin (44).
- Escuadra centro bajo Langeron con el Diamant (58), el Gaillard (54), el Invincible (68), el Sceptre (84), el Trident (56), el Content (60).
- Escuadra de retaguardia bajo Harteloire con el Maure (54), el Toulouse (62), el Triomphant (92), el Saint Esprit (74), el Ardent (64).
Otros barcos: 8 fragatas [el Oiseau (36), el Étoile (30), el Méduse (28), el Hercule (20), el Galatée (18), el Sibylle (10), el Andromède (8), y el Diligence (6)]; 9 brulotes (el Enflammé, el Dangereux, el Turquoise, el Croissant, el Bienvenue, el Aigle Volant, el Etna, el Violent, el Lion) 24 galeras (7 genovesas, 5 españolas y 12 francesas), 5 barcos auxiliares. En total 3.577 cañones y 24.275 marineros.
Lucha en la vanguardia
El mando francés del escuadrón de vanguardia era Vilette-Mursay en el Fier (90). Pensó en luchar contra Shovell en el Barfleur (96), pero el almirante inglés arregló su línea para igualar perfectamente a los franceses. Cuando las líneas comenzaron a dispararse, el Fier (90) se opuso al Namur (96), y Shovell luchó contra el Intrepride (84). Este enfrentamiento inicial duró aproximadamente una hora, y luego la vanguardia francesa intentó superar a la inglesa para duplicar su línea. Shovell luego luchó contra el Excellent (60) y el Sage (58).
Vilette dejó el Namur (96), y luego luchó contra dos buques de 70 que según él había dejado dañados severamente. A continuación, Vilette apareció con otros de 70 con los que luchó brevemente, que antes se habían enfrentado al Constant (68).
Finalmente, Vilette apareció frente al segundo de Leake, probablemente el Boyne (80). Fue en ese momento que un disparo alcanzo el Fier (90) y causó una explosión y un incendio que consumió todas las habitaciones de los oficiales, el fuego también llegó a un almacén de mosquetes que se dispararon en todas direcciones. El Fier se vio obligado a abandonar la línea para extinguir el fuego. Desafortunadamente, las otras naves de su escuadrón imitaron esta maniobra, y así toda la escuadra de Vilette, excepto el Arrogant (56), que se abandonó la línea de batalla. Siendo ayudado por las galeras del duque de Tursis.
Esto dejó la escuadra de Saint-Aubín en su buque insignia Saint Philippe (92) aislado, con Leake a su lado y Shovell a favor del viento. Saint-Aubín mantuvo su curso, a pesar de que esto conllevaba el riesgo de quedar rodeado por las escuadras de Leake y Shovell. Había una distancia de unos 6 kilómetros entre él y el centro. Más tarde, la galera del conde de Foncelada intentaría en vano remolcar su barco de regreso al escuadrón de Vilette.
Shovell hizo un buen juicio de la situación. Aproximadamente a las 14:00 horas o más tarde, vio que los barcos dañados de Vilette estaban fuera de alcance y que varios barcos en el centro de la alianza estaban siendo remolcados.
Lucha en el centro
Desde ambos bandos hubo declaraciones de que el centro luchó con «gran furia».
En el centro aliado había tres escuadras. Dilkes estaba a vanguardia, Rooke en el centro y Byng en la retaguardia.
El almirante Rooke notó que el enemigo era fuerte en el centro y más débil en la vanguardia y en la retaguardia. Ordenó al Swallow (50), al Panter (50), al Larke (40), y al Newport (24) y dos brulotes situarse en segunda línea en caso de que irrumpieran las galeras o las naves del enemigo. El centro luego cerró sobre el enemigo aproximadamente las 10:15 horas, cuando los franceses estaban a medio disparo, Rooke mandó abrir fuego.
La primera escuadra del centro aliado era la de Dilkes. Luchó contra el último escuadrón de la vanguardia francesa y algunos barcos de Cöetlogon. De sus barcos, el Suffolk (70) y Burford (70) tuvieron que abandonar la línea por falta de tiro o por daños. En el lado francés, el Magnifique (90), el buque insignia del contraalmirante Belle-Isle, tuvo que abandonar la línea.
Dilkes luchó cerca de Rooke después de las 14:00 horas. El Serieux (60) trató tres veces de abordar el Monck (60).
La escuadra de 8 barcos de Rooke tuvo que luchar contra la escuadra de Toulouse y parte del escuadrón de Coëtlogon, con un total de 10 barcos.
Al principio, los dos barcos del almirante lucharon entre sí directamente, pero luego Rooke llevó sus barcos un poco más al frente. Luego, Rooke en el Royal Katherine (96) luchó contra el Vaingueur (88) y detrás de él, Saint George (96) luchó contra el Foudroyant (104). Detrás de eso, probablemente fue el Montague (60) quien tuvo la difícil tarea de pelear contra el Terrible (96). Otra lucha se desarrolló entre el Tonnant (92) y Orgueilleux (86) a los que se opusieron Shrewsbury (80) y Monmouth (70).
Las naves del escuadrón de Rooke que abandonaron la línea temprano fueron el Grafton (70), el Monmouth (70), el Nassau (70) y el Montagu (60). Esto dejó a Rooke con solo 4 naves para luchar contra nueve barcos franceses sufriendo el mayor número de muertos y heridos. En el centro de la batalla terminó a eso de las 19:00 horas.
La escuadra de Byng formaba la tercera parte del centro inglés. Luchó por primera vez contra el almirante de la retaguardia francesa, y esto da credibilidad al hecho de que los holandeses solo llegaron a la línea un poco más tarde. El Ranelagh (80) su buque insignia, tenía 24 muertos y 48 heridos y 22 disparos en el casco por encima de la línea de flotación.
Lucha en la retaguardia
La retaguardia aliada estaba compuesta por dos escuadras holandesas. La tercera escuadra holandesa al mando de Van der Dussen se había ido unos días antes a las islas Azores para apoyar la llegada de un convoy holandés. No he encontrado una fuente clara para el lugar de estos barcos en la línea. El almirante Callenburgh estaba Graaf van Albemarle (64).
Probablemente luchó a una gran distancia. No se sabe si no intentó acercarse, o si los franceses lo evadieron. Lo que está claro es que al final de la pelea, el barco de Callenburgh, el Albemarle (64), quedó tan dañado que tuvo que cambiar su bandera al Katwijk (72). No obstante, el fuego de los holandeses parece haber sido efectivo, el Fier (90), el Excelent (60), el Magnifique (74), el Fleuron (54), el Cheval Marin (44), Gaillard (54) y el Invencible (68) tuvieron que abandonar la línea por un tiempo. De estos siete barcos, al menos dos se opusieron al escuadrón de seis barcos de Callenburgh.
La escuadra de Wassenaer era tan fuerte como su oponente. Por lo tanto, es probable que se hubiera acercado un poco más que Callenburgh, y la lista de pérdidas también sugiere esto.
El último barco en la línea holandesa era el Gelderland (72). En cierto momento fue atacado por cuatro galeras. El capitán llevó algunos cañones a la parte trasera de su nave y las hizo retirarse. La lucha en la retaguardia parece haber terminado cuando ya había oscurecido, algo más tarde que en el centro.
Secuelas de la batalla
Los anglo-holandeses se les había empezado a acabar la munición. Sobre las 20:00 horas, ambas flotas se separaron para remediar los daños sufridos en los cascos y en los aparejos, que fueron muchos, aunque no hubo navíos rendidos ni echa dos al fondo. Los mandos franceses, a pesar del brío del joven Borbón que deseaba perseguir al enemigo, optaron por retirarse también.
La flota franco-española tuvo 3.048 bajas (1.500 muertos y 1548 heridos) las bajas anglo-holandesas fueron 787 muertos (695 ingleses y 92 holandeses) y 1.931 heridos, (1.663 ingleses y 268 holandeses)
Pasaron el día siguiente, 25 de agosto, en maniobras de escuadrones, sin perderse de vista, ambos necesitaban reparar los daños; cada uno de ellos procuró repetir la acción, evitándolo el contrario. El hecho es que no volvieron a combatir, por lo que salieron ventajosos los anglo-holandeses. Porque la batalla del 24, después del gasto considerable de municiones que habían hecho disparándolas contra la plaza de Gibraltar, había dejado la mayoría de los navíos tan escasos de pólvora, que no hubieran podido defenderse más de una hora. Si los franceses hubieran presentado una segunda batalla el triunfo habría sido decisivo.
El conde de Tolosa desembarcó a los heridos en Málaga, donde fueron recibidos como vencedores, y después entró con su escuadra en Alicante, de allí regresó Tolón, para no salir más a la mar. Jorge Rooke se dirigió Gibraltar; proveyó la plaza de cañones, víveres y gente, tocando en Lisboa, regresó Inglaterra para recibir acogida inesperada.
En el buque insignia francés, el Foudroyant (104) se encontraba el vizcaíno Blas de Lezo y Olavarrieta, que tenía 15 años y era guardiamarina, un disparo de cañón le arrancó la pierna izquierda, permaneciendo en su puesto hasta que terminó el combate, sin hacer caso de su grave lesión. Debido al valor demostrado tanto en aquel trance como en el propio combate, fue ascendido a alférez de bajel por Luis XIV, al que el comandante francés había notificado la bizarría de Lezo. Felipe V le otorgó también una merced de hábito, que conllevaba una serie de privilegios similares a los de la baja aristocracia.
Se le ofreció ser asistente de cámara de la Corte de Felipe V. Rechazó este cargo y, una vez recuperado de la pérdida de la pierna, siguió su servicio a bordo de diferentes buques, tomando parte en las operaciones que tuvieron lugar para socorrer las plazas de Peñíscola y Palermo; en el ataque al navío inglés Resolution (70) en la costa genovesa, que terminó con la quema de este; así como en el apresamiento posterior de dos navíos enemigos en el Mediterráneo Occidental, que fueron conducidos a Pasajes y Bayona, todo ello en 1705. El mando de las presas se otorgaba como premio a los oficiales que se habían distinguido en el servicio, como debió de hacer Lezo en los combates de ese año.
Pero enseguida fue requerido por sus superiores y en 1706 se le ordenó abastecer a los sitiadores de Barcelona al mando de una pequeña flotilla, parte de la armada que con este fin mandaba un almirante francés. Realizó brillantemente su cometido, escapando una y otra vez de las naves enemigas y facilitando el aprovisionamiento del ejército del mariscal de Tessé. Para ello dejó flotando y ardiendo paja húmeda con el fin de crear una densa nube de humo que ocultase los navíos españoles, pero además cargó sus cañones con unos casquetes de armazón delgado con material incendiario dentro, que, al ser disparados, prendieron fuego a los buques británicos. Los ingleses se vieron impotentes ante esta táctica.
Posteriormente se le destacó a la fortaleza de Santa Catalina de Tolón, donde participó en la defensa de la base naval francesa de la acometida de la flota del príncipe Eugenio de Saboya. En esta acción y tras el impacto de un cañonazo en la fortificación, una esquirla le reventó el ojo izquierdo.
Intento de recuperación de Gibraltar
La ocupación de Gibraltar por los enemigos de Felipe V tuvo un gran impacto. El Rey encargó al capitán-general de Andalucía, el marqués de Villadarias, la empresa de recuperar la plaza.
El 5 de septiembre, cuando los ingleses habían tenido tiempo para organizar debidamente la defensa del Peñón, llegaban al campo de Gibraltar las primeras unidades del ejército que iba a llevar a cabo el asedio. Villadarias lo hizo unos días después.
Villadarias dispuso de un importante número de efectivos para el asedio. Sus tropas sumaban 12.000 hombres: 9.000 españoles y 3.000 franceses. Una cifra considerable, aunque las tropas españolas estaban formadas por un heterogéneo conglomerado de unidades entre las que había notables diferencias. Entre ellas se encontraban milicias municipales llegadas de distintos lugares de Andalucía y los regimientos de élite de infantería española, mandados por el conde de Aguilar, o el de la Guardia Real Valona, que estaba a las órdenes del duque del Havre.
El lento progreso del trabajo de zapadores e ingenieros militares en el istmo, que trazaban ramales en zigzag que comunicaban con las paralelas desde las que emplazar y disparar las baterías de artillería, llevaron a un intento de asalto por las alturas de la montaña.
El 11 de noviembre, se llevó a cabo un plan elaborado a partir de las informaciones que facilitó al marqués de Villadarias un cabrero de la zona llamado Simón Susarte; quien, como buen conocedor del terreno, se ofreció a conducir a un contingente de tropas por caminos ocultos hasta un lugar desde el que podían atacar el Peñón de forma ventajosa y sorprender a sus defensores.
Comprobada la viabilidad del proyecto, se organizó una tropa de 500 hombres al mando del coronel Figueroa. Sin embargo, el ataque que había de efectuar el grueso de los efectivos no se produjo como estaba previsto. Figueroa y sus hombres, que estaban aislados en la zona que habían ocupado, fueron descubiertos. Después de agotar la munición que llevaban, fueron exterminados por el enemigo y una feroz lucha cuerpo a cuerpo.
La razón por la que no se había lanzado el ataque fueron las dudas del máximo responsable de las tropas francesas que participaban en el sitio, el general Cabanne, quien consideraba indecoroso deber la conquista de la plaza a un paisano. En realidad, lo que reflejaba su actitud eran las reticencias y malas relaciones que había entre los mandos de los dos ejércitos que defendían la causa de los Borbones.
En tres meses, y a pesar de la numerosa deserción y de un tiempo infame que retardaba los trabajos, las trincheras españolas llegaron a escalar el pie de monte y se alojaron prácticamente debajo de sus defensas más adelantadas. También pudieron alcanzar la Laguna o Inundation, un terreno pantanoso localizado a 200 metros al norte de sus defensas, posteriormente profundizado y convertido en obstáculo insuperable por los británicos en 1727. En el asedio de 1704-05, las fuerzas borbónicas consiguieron sobrepasarlo y acercarse como nunca lo harían durante los restantes ataques a las murallas gibraltareñas.
Los conflictos entre españoles y franceses no se debían solo a cuestiones estrictamente militares. Los problemas surgían por cualquier motivo. Los hubo muy serios, como el rechazo de los franceses a aceptar los suministros que proporcionaba la intendencia española.
Otro momento importante del asedio se vivió en febrero de 1705. Los sitiadores habían estrechado el cerco y llegado al pie del Peñón. Con los refuerzos que Villadarias había recibido pocos días antes, el 7 de febrero decidió lanzar el que consideró el ataque definitivo. Dieciocho compañías acometieron las defensas inglesas, y a punto estuvieron de romperlas, pero faltó el empuje final.
El asalto había sido planificado de forma conjunta por españoles y franceses, bajo las órdenes del marqués de Villadarias. Cuando la acometida estaba a punto de desbordar las líneas inglesas, las tropas francesas abandonaron las posiciones que ya habían ocupado sin causa alguna que lo justificase. Esa fue la razón por la que aquel día 7 no se recuperó la plaza de Gibraltar.
Todo apunta a que los jefes del ejército francés decidieron actuar de esa forma con el propósito de que Gibraltar no fuera conquistado antes de la llegada al campamento del mariscal Tessé para hacerse cargo del mando de las operaciones, con otros 4.000 efectivos franceses. En efecto, días después llegó al campamento sitiador René de Froulay, conde de Tessé, mariscal de Francia, a quien Felipe V por orden de Luis XIV le encomendaba la conquista de Gibraltar. Después de lo acontecido el 7 de febrero, su llegada se produjo en un momento de fuertes tensiones entre españoles y franceses.
En aquellas circunstancias, tener que traspasar el mando suponía para el marqués de Villadarias una grave humillación. Junto a otros oficiales españoles que se sintieron deshonrados, se retiró del asedio y marchó a Antequera, donde tenía fijada su residencia. Injustamente se le tachó de incompetente, e incluso se sospechó que estaba traicionando la causa de Felipe V, si bien sus acciones como capitán-general de Andalucía señalaban lo contrario.
La presencia de Tessé en el Campo de Gibraltar no supuso avances significativos en el asedio. Los ingleses consiguieron introducir en el Peñón un importante refuerzo de hombres, municiones y alimentos. Lo que supuso un duro golpe para la moral de los sitiadores, que seguían con los problemas causados por una climatología particularmente adversa. A ello se sumaba la escasez de medios.
En abril, el responsable del sitio decidió, ante la falta de apoyo naval y la posibilidad de que los sitiados continuaran siendo reabastecidos, poner fin al asedio. Ordenó realizar los trabajos necesarios para establecer un bloqueo a Gibraltar, y evitar de ese modo que se convirtiera en una base desde la que lanzar ataques hacia el interior de Andalucía.
Terminados los trabajos del bloqueo, las unidades que habían participado en el asedio se retiraron. Con un fracaso, debido en parte a la actitud de los jefes franceses y sus diferencias con los españoles, concluía el primero de los tres asedios a los que fue sometido Gibraltar en el siglo XVIII para intentar incorporarlo de nuevo a la Corona de España.