Siglo XVIII Guerra de Sucesión Española II (1707-14) Guerra de Sucesión Española. Campañas en 1710

Situación política en 1710

El 3 de enero de 1710, el marqués de Torcy, ministro de estado de Luis XIV, pidió nuevas negociaciones de paz en Geertruidenberg (Holanda) una vez fracasadas las de La Haya. La novedad era que Luis XIV proponía hacer a Felipe de Anjou rey de Nápoles, Sicilia y Cerdeña, manteniendo la propuesta de La Haya de hacer rey de España e Indias a Carlos III de Habsburgo. Además, ofrecía algún dinero a los ingleses y holandeses como reparación de guerra. Pero de nuevo los aliados le dijeron que al menos debía pagar toda la guerra de España, ser él mismo el que luchara en España contra Felipe V, y entregar las Indias para que se las repartiesen los aliados, y de nuevo las conversaciones fracasaron.

El 11 de mayo de 1710, Luis XIV decidió que no colaboraría en destronar a su nieto Felipe V con sus propios ejércitos, pero estaba dispuesto a aportar 500.000 libras mensuales a la campaña que hicieran los aliados para destronarle. Holanda exigió la participación directa de Francia en la operación. Y las conversaciones fracasaron a fines de mayo de 1710. Los aliados se negaron a modificar los acuerdos de los preliminares de La Haya de junio de 1709

Tras las negociaciones de paz de La Haya y Geertruydenberg, Felipe V decidió no volver a confiar en su abuelo. Eso le ponía en una situación complicada, porque necesitaba los ejércitos, armas y pólvora franceses, pero lo haría negociando con Francia y no sometiéndose a los deseos del rey de Francia.

En febrero de 1710 llegó la flota de América a Cádiz, después de varios años de no haber podido traer plata. Con ello, se pudieron reorganizar un poco las finanzas de Felipe V. El año 1710 fue un año de guerra de desgaste a fin de tomar posiciones de cara a las conversaciones de paz definitivas que se veían inminentes tras las conferencias de La Haya y de Geertruidemberg. Y aunque estas habían fracasado, era evidente que se iba a negociar una paz en cualquier momento.

Operaciones en la península Ibérica en 1710

Situación en España

En España, en 1710, se luchaba ya solamente en Cataluña y Aragón, pues los austracistas habían perdido la esperanza de dominar el resto del país.

El ejército borbónico al inicio de la campaña se componía en la península Ibérica de 152 batallones de infantería y 123 escuadrones de caballería y dragones. Felipe V había reunido más fuerzas que todos los años precedentes, lo que no se había visto en los reinados de Felipe IV y Carlos II. La distribución de estas fuerzas en la península era la siguiente:

  • Frontera de Portugal, al mando del marqués de Bay: 29 batallones y 4.000 caballos; 
  • Andalucía, al mando del general don Francisco Manríquez: 14 batallones y 15 escuadrones; 
  • Galicia y Guipúzcoa, al mando del marqués de Risbourg: 20 batallones y 20 escuadrones;
  • Castilla: 4 batallones y 10 escuadrones;
  • Ceuta: 5 batallones;
  • En un amplio frente que iba de Navarra a Valencia, 80 batallones y 72 escuadrones, al mando del marqués de Villadarias. De este último contingente, la mayoría de fuerzas se encontraban en el ejército principal de Cataluña que, aún sin concordar las fuentes en el número exacto de unidades, pudo componerse de alrededor 60 batallones y cerca de 70 escuadrones (aproximadamente 30.000 infantes y 10.000 jinetes).

En el bando austracista, en noviembre de 1709, los ingleses habían desembarcado en Cataluña 13 batallones de infantería y 1.000 dragones. Además, se habían comprometido a formar otros 8 regimientos más para transportarlos cuanto antes a Barcelona y, a principios de la primavera, su Parlamento había destinado 1,2 millones de libras para sostener la guerra en España. En el mismo bando aliado, el Emperador resolvió enviar para participar en la campaña peninsular tres de sus regimientos de dragones que servían en Italia y 5.000 soldados para ser integrados en sus regimientos apostados en el Principado. Los holandeses, por último, también destinaron 1.000 soldados para completar sus unidades en la península. Los austracistas tenían sus efectivos en tres frentes principales:

  • Portugal, los aliados sumaban 26 batallones y 42 escuadrones al mando de los generales Skonongel y el conde de Villaverde. 
  • Ampurdán, al mando del teniente-general barón de Wetzel se hallaban 10.000 hombres. 
  • Ejército principal de Cataluña, el mariscal Guido von Starhemberg que contaba con 40 batallones y más de 6.000 jinetes.

Aunque la campaña primaveral todavía no se había iniciado, las unidades apostadas en el frente catalán no cesaron durante los primeros meses de 1710 de realizar operaciones de hostigamiento para llevar la intranquilidad al enemigo y tratar de obstaculizar el movimiento de suministros. Desde Balaguer, la principal plaza aliada en el frente leridano, los voluntarios catalanes lanzaban sus partidas más allá de los ríos Ebro, Cinca y Segre, atacando los cuarteles borbónicos en Aragón y Cataluña, y capturando constantemente víveres y acémilas al enemigo. Los voluntarios aragoneses refugiados en territorio catalán hacían igualmente incursiones por Aragón entorpeciendo las comunicaciones entre Zaragoza y Lérida e incluso llegaron a ocupar el castillo de Sangarrén, vecino a Huesca.

El aumento de las tropas borbónicas en Aragón, prontas a iniciar la campaña, redujo la actividad aliada y provocó gran inquietud ante la expectativa de que el objetivo pudiera ser  atacar Balaguer antes de que se recibieran las tropas que se esperaban de Italia para completar el ejército de Cataluña. Para reforzar sus posiciones en torno a Lérida, Starhemberg ordenó el 12 de marzo que una parte de sus tropas se acantonasen en Cervera y Calaf, donde se estaban formando los almacenes de víveres para la campaña, y reforzó la guarnición de Balaguer con 2.500 hombres. Días más tarde, el 16 de marzo, el archiduque Carlos se reunió con sus generales en consejo de guerra para fijar el plan de operaciones y los objetivos a alcanzar durante la campaña. En la reunión prevaleció el parecer del mariscal Starhemberg que consideraba primordial acudir hacia la zona del Segre, donde tan solamente se sostenía la plaza de Balaguer.

Los austracistas dispusieron reforzar los castillos y plazas de Gerona (2.000 infantes y 1.500 caballos), Tarragona (dos batallones), Berga, Cardona y Castelciudad, y por último, desplegaron las unidades del ejército principal y les ordenaron ocupar lo antes posible sus puestos, principalmente a la infantería.

Asedio borbónico de Balaguer (1710)

Mientras tanto, Felipe V también había decidido partir hacia Cataluña para buscar un triunfo decisivo contra su rival austriaco. Resueltos los problemas de última hora en la corte de Madrid, Felipe salió con varios días de retraso sobre lo planeado en un principio y, tras diez días de viaje, el 13 de mayo se reunía con sus tropas acampadas en las proximidades de Lérida. Nada más llegar, el monarca convocó un consejo de guerra en el que se discutió si el ejército debía internarse en Cataluña o si se debía optar por atacar Balaguer aprovechando un ataque de diversión del duque de Noailles en el Ampurdán. Los pareceres de los generales estaban divididos entre ambas opciones por lo que al final prevaleció la opinión del Rey y se resolvió atacar Balaguer antes de que los aliados recibieran los refuerzos que estaban esperando de Italia.

Al enterarse de que el monarca Borbón estaba en Lérida, el mariscal Starhemberg apremió al archiduque Carlos a incorporarse al ejército que se estaba concentrando en Balaguer. Escoltado por su regimiento de Reales Guardias Catalanas, inició la marcha a principios de junio y, después de desviar su ruta hacia las montañas para eludir la caballería borbónica que hostigaba los alrededores Calaf, ponía sus reales en Balaguer el día 8 de junio. Ambos monarcas se encontraban a poca distancia con sus respectivos ejércitos.

El ejército austracista situado en Balaguer el 26 de julio lo componían las siguientes tropas:

  • Imperiales (mariscal de Starhemberg): 10/14 batallones y 6 escuadrones. 
  • Ingleses (conde de Stanhope): 10 batallones y 10 escuadrones.
  • Españoles (conde de la Puebla): 7 batallones y 6/7 escuadrones.
  • Holandeses (barón de Belcastell) : 3 batallones y 6 escuadrones.
  • Palatinos (conde de Franckemberg): 3 batallones y 6 escuadrones.
  • Portugueses (conde de la Atalaya): 2 batallones y 14/15 escuadrones.

La plaza de Lérida constituía el punto fuerte del dispositivo borbónico en la Cataluña Occidental. De los dos puentes que permitían el cruce del río Segre, el más importante se encontraba en dicha plaza y el otro en Balaguer. Hay que tener en cuenta que uno de los factores más importantes de la campaña de Almenar era la restricción en los desplazamientos de los ejércitos por la ausencia generalizada de puentes en la zona y la gran dificultad de vadearlos debido a la crecida primaveral. De ahí la importancia estratégica de dominar ambas plazas: el ejército que las poseyera dominaría la plana de Urgel y el corredor principal de comunicaciones entre Aragón y Cataluña.

El control sobre las planas de Urgel y del Noguera facilitaría a los ejércitos el suministro de forrajes para su nutrida caballería y la sumisión de los pueblos de la región, traducida principalmente en alimentos para las tropas. En un primer momento, el Archiduque dominaba el territorio entre el Noguera Ribagorzana y el Segre, mientras que Felipe mantenía bajo su control el margen occidental de ambos. La plana de Urgel era tierra de nadie, aunque los borbónicos se adentraban en ella con más determinación.

Dispuesto por el rey Borbón el ataque a Balaguer, los primeros movimientos del ejército borbónico consistieron en el cruce del Segre para observar de cerca las posiciones aliadas que se estaban formando en dicha plaza. Sin embargo, las copiosas lluvias del final de la primavera provocaron el deshielo en las montañas y la consiguiente crecida de los ríos que acabó por hacer impracticable el movimiento en la llanura.

Los puentes que estaban en curso de instalación fueron arrastrados por la corriente y las unidades que permanecían al otro lado del Segre se vieron obligadas a pasarlo por Lérida ante la falta de víveres y forrajes debido a la inundación de los campos. A la espera de que el terreno se volviera practicable, el ejército borbónico dispuso sus efectivos entre Alguaire y Almenar para asegurar el margen occidental del Noguera Ribagorzana y proteger los convoyes que provenían de Aragón del ataque de las partidas aliadas. En esa dinámica, el general Amézaga remontó el Noguera para romper el cerco aliado sobre el castillo de Arenys, defendido tenazmente por los catalanes del tercio de Tinchería (regimiento Cataluña), y se dirigió, días más tarde, al Cinca para tomar la plaza de Estadilla y poner freno a las incursiones austracistas en el Ribagorza. No fue hasta principios de junio, cuando recibidos refuerzos de Flandes (6.000 hombres), Tortosa (4 batallones y 3 escuadrones) y Valencia (400 jinetes), cuando los borbónicos decidieron de nuevo aprovechar la superioridad de fuerzas para atacar a los austracistas apostados en Balaguer. Tras construir otros dos puentes de pontones para franquear el Segre con más agilidad, el ejército del rey Felipe realizó la maniobra en 26 horas y el 12 de junio se acampaba junto a Bellcaire a pocos kilómetros de la plaza austracista.

Las tropas del Archiduque, mientras tanto, habían fortificado la parte del puente de Balaguer que daba a la plana de Urgel y se hallaban estacionadas en ese margen bajo la protección de varias baterías de artillería. El teniente-general Verboom, jefe de ingenieros del rey Felipe, había constatado la fortaleza del dispositivo aliado y aconsejó al marqués de Villadarias desistir de cualquier ataque frontal. El general flamenco Tserclaes-Tilly también pensaba que era más prudente esperar a la incursión de Noailles en el Ampurdán y constatar el debilitamiento de los aliados antes de atacar directamente la plaza. Pero Villadarias interpretó esos consejos como una cobardía y ordenó a su ejército pasar a la acción.

La mañana del 13 de junio los austracistas observaron desde sus posiciones al ejército borbónico desplegado en orden de batalla y dentro del alcance de sus cañones. Las tropas borbónicas no tenían emplazada su artillería y no tomaron ningún tipo de precaución para protegerse del fuego de la enemiga por lo que no les quedó más remedio que sufrir impasibles el bombardeo aliado durante más de una hora. Al final, Villadarias ordenó la retirada hacia Bellcaire perdiendo en la acción cerca de 500 hombres entre muertos y heridos. Starhemberg, por su parte, dispuso el traslado del campamento aliado al oeste de Balaguer, ya que durante el combate había apreciado que se hacía difícil proteger esa posición si los borbónicos ocupaban las alturas situadas a la izquierda de su dispositivo. Así las cosas, el ejército del Archiduque pasó el 14 de junio por la tarde hacia la otra parte del río, acampándose al oeste de Balaguer. Desde allí, se ordenó un destacamento al puente de Montañana (en el alto Noguera) con la intención de penetrar en Aragón para continuar entorpeciendo la conducción de convoyes enemigos.

El 15 de junio, los austracistas construyeron un puente provisional en Alfarrás para cruzar el Noguera y abastecerse de forrajes, repasándolo rápidamente para no ser sorprendidos por los borbónicos.

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Situación de los ejércitos en la plana de Urgel en 1.710. Autor Francesc Martí. Historia y Gente. Ayuntamiento de Almenar

El rey Felipe siguió destacando tropas para hacer frente a estas incursiones aliadas y reforzó la plaza de Lérida con el fin de asegurar la principal vía de retirada que tenía su ejército. Los borbónicos se mantenían acampados en la plana de Urgel, entre Ibars y Barbens, y habían decidido en consejo de guerra cambiar de estrategia. Viendo la dificultad de asaltar Balaguer, el Rey optó por destacar diferentes unidades con la misión de acosar las líneas logísticas aliadas, devastando la tierra hasta Igualada y atacando los almacenes de suministros en Calaf y Cervera.

Con esta táctica, Felipe creía obligar al ejército austracista a levantar el campamento de Balaguer y dejar expedito el camino hacia Barcelona.

El 16 de junio empezaba esta nueva fase de operaciones que produjo frutos tempranos para los borbónicos. En ese mismo día, el teniente-general Mahoni ocupaba sin mucha resistencia Cervera, que había quedado desprotegida por los aliados. Las partidas del rey Felipe empezaron a interceptar los convoyes que se dirigían a Balaguer llegando en sus correrías hasta las inmediaciones de Igualada, mientras que, por la parte de Calaf, el conde de Montemar rendía su castillo el día 22 de junio. Dirigidas las partidas también hacia el campo de Tarragona, los felipistas capturaron a los aliados gran cantidad de víveres y llegaron a ocupar el castillo de Ciutadilla, situado a corta distancia de Tarragona. Los aliados no tuvieron más remedio que desviar sus convoyes para evitar el acoso borbónico. Pasada Manresa, las vías logísticas se internaban cada vez más hacia las montañas del noroeste llegando los suministros a Balaguer tras un costoso y dilatado acarreo. El ejército austracista tuvo que utilizar las reservas depositadas en el almacén de Balaguer ante la precariedad de los abastecimientos, aunque los pueblos de la montaña trataban de suplir la escasez de medios aportando los pocos víveres con los que podían contar.

Se entró en el mes de julio sin que los borbónicos pusieran por completo en aprieto a los defensores de Balaguer. El calor empezaba a en la región y la llanura se convirtió en terreno malsano. El rey Felipe no parecía dispuesto a abandonar su posición en la plana considerando que desde allí mantenía de alguna manera bloqueado al ejército aliado; sin embargo, acabó por tomar la decisión de retirarse hacia terreno más saludable, ya que sus partidas no cortaban totalmente los suministros. Después de 40 días, la noche del 25 de julio las tropas borbónicas abandonaron sus posiciones en Ibars y acamparon cerca del puente de Lérida. En el campo aliado, mientras tanto, las cosas parecían mejorar sustancialmente. Las tropas que se esperaban de Italia (4.000 soldados para los regimientos imperiales e italianos) habían acabado de desembarcar en Tarragona el 10 de julio y, a los pocos días, se unían a las tropas del general Wetzel.

Convencidos los aliados de la inminente diversión prometida sobre las costas francesas, el general Wetzel había abandonado el frente asignado en el Ampurdán dejando en Gerona varios batallones y llevando el grueso de sus fuerzas (9 batallones y 11 escuadrones) hacia Balaguer. Como si todo estuviera perfectamente sincronizado, el 25 de julio Wetzel llegaba con los refuerzos a Camarasa (a tres horas del campo aliado) y el general holandés Seissam desembarcaba en Sete para ejecutar la diversión planeada. Con la incorporación de las tropas del Ampurdán e Italia, las fuerzas austracistas se aproximaban en número a las del ejército borbónico, pensando en pasar a la ofensiva.

Batalla de Almenar (27 de julio de 1710)

El día 26 de julio de 1710, el rey Felipe se encontraba a resguardo en Lérida después de mudar su campamento y desplazar la mayor parte de sus tropas a la ribera occidental del Segre. Conocedor de que los aliados se habían reforzado y que volvían a poner en apuros a la guarnición del castillo de Areny, decidió enviar un destacamento hacia Alfarrás con la misión de asegurar el paso del Noguera y controlar los movimientos aliados hacia Aragón. El encargado de ejecutar estos planes era el noble italiano Octavio de Médicis, duque de Sarno, con 10 escuadrones, 7 batallones de infantería y 1.000 granaderos, que inició la marcha con retraso a las 9 de la mañana. Cuando llegaron a Almenar (a 4 km al sur de Alfarrás) divisaron a las fuerzas austracistas ocupando las alturas al norte de la plaza y teniendo bajo su control el paso del Noguera por Alfarrás. El mismo día que el rey Felipe levantaba su campo de la plana de Urgel, los aliados se reunieron en consejo de guerra para decidir si convenía perseguir a los borbónicos para cortarles la retirada hacia Lérida y forzarles a la batalla.

Viendo la premura de tiempo para ejecutar este plan, el archiduque Carlos determinó avanzar hacia Alfarrás (a 25 km de Balaguer) para ocupar el paso y echar otros puentes sobre el Noguera. Nada más ponerse el sol, la noche del 26 de julio, el general Stanhope con 8 escuadrones de dragones, 1.000 granaderos, 6 piezas de artillería y un puente de barcas, emprendió la marcha hacia Alfarrás seguido al día siguiente por el resto del ejército. A las 6 de la mañana del 27 de julio, Stanhope cruzaba el Noguera y se hacía con Alfarrás horas antes de la llegada del duque de Sarno con las fuerzas borbónicas.

Los dos ejércitos habían tenido la misma la idea de tomar antes que el enemigo el paso de Alfarrás. Los borbónicos, aunque estaban más próximos al objetivo y con menos obstáculos, se había demorado en el cumplimiento de la misión y había permitido a los aliados hacerse con el paso y cruzar el Noguera con un importante contingente de tropas. Al duque de Sarno no le quedó más remedio que posicionarse en Almenar y esperar la llegada del ejército principal para tratar de enfrentarse con posibilidades de éxito a las fuerzas austracistas.

Despliegue de fuerzas

A las 6 de la tarde, el ejército austracista había acabado de cruzar el Noguera y se encontraba formado en la plana del Sas, al norte de Almenar. Disponían de 16.000 infantes encuadrados en 42 batallones y 6.000 jinetes encuadrados 46 escuadrones. Debido a la estrechez del terreno, la caballería no pudo formar en las alas, como lo hacía habitualmente cuando el terreno era favorable, y tuvo que disponer la caballería a vanguardia al mando del general Stanhope en cuatro líneas delante de la infantería; la infantería bajo el mando de Starhemberg también desplegó en cuatro líneas. La artillería fue dividida en dos baterías, se emplazó en el borde del Sas dirigiendo sus fuegos hacia Almenar, donde se encontraban apostados los borbónicos. Justo antes del ataque, una de estas baterías, compuesta de 14 piezas, cambió de asentamiento para aproximarse a las fuerzas enemigas que empezaban a formar sus líneas de batalla en la llanura. El Archiduque observaba los preparativos desde el Sas a resguardo de las vistas enemigas y protegido por su guardia personal.

El grueso del ejército borbónico, mientras tanto, estaba al sur de Almenar y empezaba también a formar sus líneas de batalla sobre la plana del Sas.

Villadarias había enviado a las alturas toda su caballería y parte de su infantería disponiéndolas en dos líneas a distancia de tiro de cañón de las fuerzas enemigas. La caballería mandada por Amézaga, desplegó en primera línea 22 ECs y la segunda de 20 ECs, con varios batallones de infantería intercalados en sus líneas. Entre 8 y 10 BIs más se hallaban en Almenara, protegiendo el camino de Lérida, y el resto del ejército remontaba el Noguera en dos columnas. El rey Felipe pasó a la vanguardia y se dispuso a afrontar el inminente ataque de su rival.

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Batalla de Almenar (27 de julio de 1710). Despliegue de fuerzas. (Xavier Hernández: Historia Militar de Cataluña. Vol. III. Rafael Dalmau Editor, Barcelona, 2003

Desarrollo de la batalla

A las 7 de la tarde, los aliados se lanzaron resueltamente sobre el dispositivo borbónico. La decisión fue tomada pensando en que la caída de la noche estaba próxima y que el enemigo, todavía mal desplegado, aprovecharía la oscuridad para mejorar sus posiciones o retirarse a Lérida. Empezó el combate con la carga sobre la primera línea borbónica de 16 escuadrones aliados al mando de los generales Stanhope, Carpenter, Frankenberg y Pepper.

Según Bacallar, los aliados acometieron cuando parte de las tropas borbónicas estaban en orden de marcha por lo que solo la caballería pudo entrar inicialmente en combate. Los aliados tuvieron que superar un pequeño talud que les separaba de las posiciones borbónicas, pero, aun así, el choque fue muy violento, aunque la caballería borbónica logró rechazar en un primer momento a una parte de los escuadrones enemigos y ponerlos en fuga. La infantería de Starhemberg detuvo el contraataque borbónico y los escuadrones aliados volvieron a la carga dirigidos por Stanhope. Con gran trabajo, el duque de Sarno trató de rehacer la primera línea de batalla, pero la izquierda cedió rápidamente y el mismo Duque fue muerto en el lance.

La derecha resistió con más firmeza el ataque austracista, ya que en ella se encontraban las mejores tropas borbónicas, pero a pesar, de ofrecer resistencia durante algún tiempo, tuvieron que abandonar el Sas y dirigirse hacia el valle en franca retirada. Stanhope arremetió entonces contra la segunda línea, que no pudo ser socorrida a tiempo y sus unidades tuvieron también que retirarse del campo acosadas por la caballería austracista. Fue tan rápido el avance de Stanhope que los escuadrones de su segunda ala, exceptuando algunas unidades dirigidas por el conde de Atalaya que aún participaron en el combate, se hallaban todavía distantes cuando el enemigo se batía en retirada.

Los dragones del general Pepper, aunque superados en número durante buena parte del combate, cargaron sobre varios escuadrones de caballería borbónica poniéndoles en fuga y apoderándose de parte de sus armas y equipo. Por ello se les concedió posteriormente la distinción de vestir en su uniforme los cinturones robados a los españoles (única unidad del ejército británico con este privilegio) y se ganaron el seudónimo de los “Crossbelts”.

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Batalla de Almenar (27 de julio de 1.710). Vista de la batalla. Kunsthistoriches museum, Viena

Según algunas fuentes, un destacamento de infantería consiguió alcanzar las alturas cuando la caballería se retiraba y resistió al enemigo durante más de media hora. Posteriormente, varios escuadrones de las unidades que se habían retirado (Vallejo y Osuna) fueron obligados a retroceder para apoyar a la infantería y acabaron sacrificándose para permitir su reincorporación al ejército.

Después de dos horas de lucha, la suerte del combate estaba decidida y se inició, al amparo de la noche, la desordenada retirada borbónica.

Villadarias, viéndose desalojado del Sas y con gran dificultad para rehacer sus fuerzas, instó al rey Felipe a emprender el camino de Lérida, ya que el enemigo acechaba en su búsqueda, seguros de que el Borbón aún no había abandonado el campo de batalla. Inició el Rey la marcha hacia Lérida escoltado por su guardia personal y las tropas que pudo disponer Villadarias. Con la confusión y la oscuridad a punto estuvo de suceder otra desgracia aún mayor para el bando borbónico. Al pasar el canal de Pinyana, en el término de Almenara y Alguaire, Felipe y su montura cayeron dentro de la acequia y el monarca tuvo que ser rescatado de las aguas por su escolta después del consiguiente sobresalto. Se dirigieron hacia Lérida, el monarca llegaba a las 11 de la noche al resguardo de la plaza después de un día aciago para su ejército.

Cuando se propagó la noticia de que el Rey había abandonado el campo de batalla, se produjo la fuga general, descomponiéndose definitivamente el ejército borbónico. La mayoría de las tropas marchaban sin ningún orden, mezclándose la caballería y la infantería, y abandonaron en su huida cañones, bagajes y municiones. En esta coyuntura tan desfavorable, todavía algunos generales lograron retirar con seguridad sus unidades del campo de batalla. Durante la tarde del 28 aún continuaba llegando a Lérida los restos de un ejército que se había salvado por la caída de la noche y la pasividad de los aliados. No se entiende como el mando austracista no acabara definitivamente con su enemigo en retirada.

Secuelas de la batalla

La batalla Almenara, consistió principalmente en un choque de caballería de una violencia tan extrema que el número de bajas fue elevado si tenemos en cuenta que la lucha duró apenas dos horas y que las características del terreno no permitieron la participación del grueso de ambos ejércitos. De los aliados llegaron a entrar en acción poco más que 30 escuadrones (unos 4.500 hombres), mientras que llevaron la peor parte los cerca de 40 escuadrones borbónicos que recibieron la embestida enemiga (unos 6.000 hombres). Las pérdidas austracistas, entre muertos y heridos, ascendieron a 400 hombres (la mitad de ellos británicos). El mismo Stanhope recibió una contusión por una bala perdida y el general Carpenter una estocada leve. Peor suerte tuvieron el general Rochford y el conde de Nassau, muertos en el campo de batalla, este último tras recibir un impacto de su propia artillería mientras hablaba con su ayudante.

Al terminar el combate, los aliados tenían en su poder 8 estandartes enemigos, parte de su artillería y bagajes, y cerca de 300 prisioneros.

Respecto a las pérdidas borbónicas, las fuentes no se ponen de acuerdo en su número. Los austracistas contabilizaron justo después de la batalla 1.500 bajas enemigas, sin contar los 300 prisioneros, entre los que se encontraban el teniente-general Verboom.

La derrota supuso la pérdida de material de difícil reposición, sobre todo artillería y municiones, limitaba las posibilidades de restablecimiento del ejército en Cataluña. Starhemberg aprovechó su victoria en la batalla de Almenara para dejar ocupados Balaguer, Barbastro, Huesca y Monzón.

Felipe V, insatisfecho con la actuación de sus generales, escribió a su abuelo Luis XIV para pedirle un general y, entretanto, hizo venir al marqués de Bay desde la frontera de Portugal para hacerse del mando del ejército de Cataluña y tratar de salvar la situación. Poco pudo hacer por el momento. Dos semanas después de la batalla, el ejército del rey Carlos cruzaba el Cinca con 22.000 hombres, lo que supuso la retirada definitiva del ejército borbónico hacia Zaragoza para rehacer sus fuerzas y tratar de frenar la ofensiva aliada que, ahora más que nunca, parecía lo suficientemente poderosa para llevar al archiduque hasta las puertas de Madrid y la victoria final.

Batalla de Zaragoza o del monte Torrero (20 de agosto de 1710)

El marqués de Bay llegó a Cataluña y organizó la retirada hacia Aragón. Llegó a Zaragoza en 15 de agosto de 1710, pero Zaragoza no les era adicta. Se fortificó entre el río Ebro y los montes de Torrero, formando una línea que abarca los actuales barrios zaragozanos de Las Fuentes, San José y parte de Torrero.

Ese mismo día, el general Starhemberg atacó al ejército borbónico con 28 escuadrones a las fuerzas de cobertura borbónicas. Respondieron al ataque los escuadrones de los regimientos de Órdenes Viejo, Rosellón Viejo, Real de Asturias, Pozoblanco y Guardias Valonas, que lograron desbaratar a las formaciones de jinetes enemigos y tomarles siete estandartes.

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Pasaron 2 días de escaramuzas, hasta que el 18 el marqués de Bay formó las tropas para la batalla, disponía de unos 20.000 hombres encuadrados en 38 BIs y 54 ECs, disponían de 20 cañones. En el ala derecha estaban los dragones de Mahoni y Amézaga. En el ala izquierda la caballería de Arméndariz; los ECs pertenecían a los RCs de Milán, Brabante, Órdenes Viejo, Rosellón Viejo, Extremadura, Gironella, Pozoblanco, los RDs de Osuna, Cano, y Chateaufort (posteriormente Villaviciosa), Lanzarote, Rosellón Nuevo, y Galindo. En el centro situó la infantería mandada por el propio marqués de Bay.

Los austracistas cruzaron el río Ebro el día 19 de agosto, cruzaron el Ebro hasta la margen derecha sin ser molestados y emplearon el día formando las tropas.

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Batalla de Zaragoza o del monte de Torrero (20 de agosto de 1710)

El ejército austracista que disponían de unos 30.000 efectivos encuadrados en 37 BIs y 43 ECs. El ala izquierda aliada estaba compuesta por tropas españolas y holandesas bajo el conde de Atalaya. El ala derecha estaba mandada por Stanhope y estaba compuesto por tropas británicas, portuguesas y austriacas. Starhemberg estaba a cargo del centro, que era principalmente de infantería alemana, austriaca y española.

El 20 de agosto a las 08:00 horas comenzó un duelo de artillería que duró hasta el mediodía. El general Stanhope comenzó el ataque contra el ala izquierda borbónica. Al principio, las tropas españolas y valonas parecían ganar ventaja, habiendo derrotado a un cuerpo de 8 ECs portugueses, que persiguieron desde el campo. Esta persecución abrió un hueco en las líneas del ejército borbónico, lo que le dio a Stanhope la oportunidad de perforarlos. El general británico puso en fuga a los desorganizados soldados españoles, mientras que en el centro y la derecha rechazaron sus ataques.

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Batalla de Zaragoza o del monte de Torrero (1710). Vista de la batalla.

La batalla fue más o menos una repetición de la batalla de Almenara. La caballería del ejército borbónico atacó ferozmente y tuvo casi éxito, pero las tropas aliadas se mantuvieron firmes. Luego los aliados contraatacaron con su infantería y el ejército borbónico fue rechazado. En menos de tres horas de batalla, el ejército austracista obtuvo una victoria completa. Se incautó toda la artillería (20 cañones) y todos sus colores (73 banderas). Entre 5.000 o 6.000 soldados españoles murieron o resultaron heridos, y otros 7.000 fueron hechos prisioneros, entre estos se contaron el mariscal de campo don Pedro Espinosa, el mariscal de campo superintendente de Guardias de Corps conde de Pocu, 11 brigadieres, 29 coroneles, 43 tenientes-coroneles, 13 sargentos mayores, 216 capitanes, 30 cadetes de Guardias de Corps y 158 tenientes. Las pérdidas aliadas fueron puestas como 1.500 hombres muertos o heridos.

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Batalla de Zaragoza o del monte de Torrero (1710). Vista general. Kunsthistoriches museum, Viena

El propio Felipe, ante la desbandada de su ejército, a punto estuvo de caer prisionero pero cuenta la historia que se salvó y logró escapar en dirección a Castilla gracias a la ayuda que le prestó un molinero de la zona.

Tras la batalla de Zaragoza tanto la capital aragonesa como el reino de Aragón volvieron a caer durante unos meses en manos de los austracistas. El archiduque Carlos permaneció 5 días en la ciudad tras hacer una entrada triunfal y proclamó la derogación de los decretos de Nueva Planta que Felipe V había impuesto en 1707 y, por lo tanto, se volvía al régimen foral tradicional del reino. Esto fue un acto con el que quería mostrar el compromiso con el mantenimiento de las tradiciones de los estados de la corona de Aragón. Sin embargo, la estancia supuso una pérdida de tiempo muy valioso que permitió al ejército borbónico retirarse y reorganizarse para la siguiente campaña, salvándose de la posibilidad de ser destruido si Carlos hubiera dado la orden de perseguirlo de forma inmediata. Apenas un mes después de la batalla el archiduque Carlos llegaba por fin a Madrid, aunque apenas logró mantenerla ante un nuevo avance borbónico.

Starhemberg exigía ir sobre Madrid para aprovechar la victoria y el desconcierto provocado en el ejército de Felipe V, pero el Archiduque le parecía más práctico ir sobre Navarra a reclutar voluntarios. Starhemberg le respondió que Pamplona no servía de nada en esa guerra. Y mientras discutían esto, el virrey de Navarra, Fernando de Moncada, duque de San Juan; pidió ayuda a Francia y a los navarros, y levantó un nuevo ejército borbónico, lo que a la postre significaría que el País Vasco Navarro conservara sus fueros, por haber defendido en este momento la causa de Felipe V. Los austracistas perdieron la ocasión de atacar Navarra y no les quedaba otra opción que Madrid.

El archiduque Carlos decidió ir sobre Madrid el 31 de agosto, lo cual le daría más resonancia internacional que atacar Pamplona o perseguir a los que huían. El 4 de septiembre tomó Calatayud.

El 9 de septiembre Felipe V y su familia abandonaron Madrid en medio del fervor popular, llegando a Valladolid el 16. Unas 30.000 personas de Madrid siguieron al rey. Luis XIV no se impresionó tanto por las derrotas, que esperaba, sino por la multitud que seguía a su nieto Felipe V, al que empezó a valorar más. Decidió enviarle refuerzos desde Francia, para tener bazas en la futura negociación de paz.

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Salida de Felipe V de Madrid en 1710

Llegada del archiduque Carlos a Madrid en 1710

El 28 de septiembre, las tropas del Archiduque entraron en Madrid rodeados de la hostilidad general. Subió por Atocha a la calle Mayor, y sus lacayos arrojaban monedas. Pero solo unos pocos niños se acercaron a recogerlas, pues los madrileños gritaban a su paso “Viva Felipe V”.

Carlos se quedó muy impresionado, y una vez llegado a Cibeles salió de Madrid, poco menos que huyendo, por la calle de Alcalá. Además, los alrededores de Madrid estaban batidos por los guerrilleros de Vallejo y Bracamonte. En Madrid el archiduque Carlos de Habsburgo volvió a proclamarse rey de España con el nombre de Carlos III. Al día siguiente, los generales de Carlos III de Habsburgo se reunieron a considerar su situación, y decidieron abandonar Madrid, que parecía hostil, y concentrar las fuerzas austracistas en Toledo, que sería más fácil de defender. El 9 de noviembre de 1710, Carlos III de Habsburgo abandonó Madrid para dirigirse a Toledo.

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Llegada del archiduque Carlos y su ejército a Madrid el 28 de septiembre de 1710.

El 13 de noviembre de 1710 desaparecieron todas las tropas aliadas de Madrid, porque unas partidas de guerrilleros a caballo, entre las que destacaba Pedro Ronquillo con sus 600 jinetes, estaban acosándolas constantemente. El 23 de noviembre, entraron en Madrid dos regimientos de caballería del bando de Felipe V.

Felipe V hizo una oferta de paz: entregaría Gibraltar y Menorca, el asiento de negros por diez años y la plaza que los ingleses quisieran en las Indias, a cambio de la retirada británica. Inglaterra reclamó 30 años de asiento de negros y una factoría en Río de la Plata, acceso libre al puerto de Cádiz, y así se lo comunicó a Luis XIV, el cual negoció y aceptó estas condiciones ante los aliados en nombre de Felipe V, aunque no tenía poderes para negociar en nombre de España. Felipe V se encolerizó una vez más por la actitud de su abuelo, que le ninguneaba.

Retirada del ejército austracista de Castilla en 1710

En agosto de 1710, Luis XIV envió a España a Luis José de Borbón, duque de Vendôme, hermano del mariscal Felipe de Vendôme, que había luchado principalmente en Italia. Estaba auxiliado por Adrián Mauricio de Noailles, duque de Noailles. Entraron en España por el País Vasco. Llegaron a Valladolid el 17 de septiembre de 1710. Con él venían refuerzos de tropas y pertrechos.

Se reunieron con Felipe V en Valladolid, donde establecieron el siguiente plan de campaña:

  • El marqués de Bay, jefe de las tropas borbónicas hasta ese momento, se mantendría en el frente portugués con la misión de hacer frente a las amenazas desde Portugal.
  • El duque de Noailles se dirigiría al Rosellón para iniciar el ataque a Cataluña desde el norte, reteniendo en el Principado importantes fuerzas aliadas para impedir el refuerzo del ejército del general Starhemberg.
  • El duque de Vendôme se haría cargo de las operaciones en el centro de la península, con un ejército de unos 25.000 soldados acampado en Talavera de la Reina.

En el mes de septiembre los borbónicos comenzaron sus acciones y maniobras de hostigamiento sobre el centro de la Península, obteniendo con ello una posición más ventajosa que la del ejército del archiduque Carlos.

  • En Soria, los dragones de Vallejo observan a las partidas de caballería enemigas.
  • En Almazán, los borbónicos dejaron un destacamento formado por un capitán y 40 jinetes.
  • En Borja y Tarazona, los húsares enemigos fueron mantenidos en jaque por las partidas de caballería borbónicas.
  • En Castilla, el conde Aguilar se dedicó a estructurar e instruir batallones y escuadrones.
  • El mariscal Bracamonte se dedicó a operar sobre el Guadarrama.
  • En Valladolid, el rey Felipe V mantuvo un importante núcleo de 4.000 soldados de los regimientos de Guardias Walonas y Españolas.
    • En Andalucía permanecía un núcleo de fuerza similar. 
  • En Extremadura, el marqués de Bay mantiene un ejército de 30 batallones y 30 escuadrones. A ellos se sumaban los 8.000 infantes y 5.000 jinetes que sobrevivieron a las derrotas de Almenara y Zaragoza.

Los borbónicos ocuparon los puentes sobre el río Tajo en las localidades de Almaráz, Alcántara, Talavera de la Reina y Talavera del Arzobispo, aislando Portugal e impidiendo los refuerzos de los aliados.

La posición de los aliados en Madrid, evacuada por casi toda la población civil exceptuando a los sectores más pobres, era insostenible. Dada la creciente hostilidad del pueblo de Madrid y de Castilla en general, la cercanía del ejército de Vendôme rodeando Madrid y la imposibilidad de recibir refuerzos desde Cataluña y Portugal, el general Starhemberg juzgó peligrosa la situación, por lo que propuso al Archiduque la retirada hacia Cataluña. El archiduque Carlos aceptó la propuesta.

Finalmente, las tropas aliadas consiguieron burlar la vigilancia del enemigo y retirarse de Madrid a mediados de noviembre hacia Toledo. Allí las tropas de Vendôme volvieron a fijarle, pero el general Starhemberg logró abandonar la ciudad con su ejército antes de que llegase el grueso del ejército borbónico. Starhemberg y Stahhope dirigieron sus fuerzas hacia Cataluña siguiendo la carretera de Aragón, siendo perseguidos de cerca por la caballería de Valdecañas. El rey Felipe V pudo entrar en Madrid el 3 de diciembre, vitoreado por una jubilosa multitud que le aclamaba a su paso y que engalanó las calles con estandartes y banderas.

Combate de Brihuega (9 de diciembre de 1710)

El Archiduque se adelantó al resto del ejército junto con 2.000 jinetes, llegando a Barcelona a marchas forzadas. El resto del ejército avanzó separado en dos grupos debido a las dificultades para aprovisionar a las fuerzas sobre el terreno si se mantenían unidas. El general Starhemberg lideraba el cuerpo principal, de unos 12.000 hombres, avanzando a un día de marcha de las tropas británicas, unos 5.000 hombres a las órdenes de James Stanhope, primer conde de Stanhope. Semejante distribución era una invitación al desastre contra un general tan capaz como Vendôme.

Sin embargo, la niebla, la lluvia y el frío hicieron que las columnas de Stanhope y Starhemberg se separaran. El 6 de diciembre la columna británica al mando del general James Stanhole acampó en Brihuega, donde permaneció dos días descansando creyendo que el enemigo se encontraba lejos, mientras que la columna de general Starhemberg seguía hacia Soria.

Mientras Vendôme había partido de Talavera con el grueso de las fuerzas bajo su mando, algo más de 20.000 hombres, y comenzó la persecución del ejército aliado en retirada, con sorprendente velocidad e intensidad. Las tropas marcharon día y noche, cruzando a nado y en barcazas el río Henares, y en tan solo unos días alcanzó al pequeño grupo de retaguardia inglés liderado por Stanhope. Este, ignorante de la acelerada aproximación del ejército franco-español, se encontraba descansando en Brihuega.

El 8 de diciembre un destacamento de exploración borbónico llegó a Brihuega al amanecer, descubriendo al enemigo e informando al duque de Vendôme. Este llegó con sus tropas pocas horas después, rodeó la ciudad y emplazó la artillería. A la mañana siguiente invitó a rendirse a los ingleses. El general Stanhole rehusó la rendición, esperando poder resistir hasta que llegara la ayuda, mientras el ejército franco-español, superior en una proporción de más de 5 a 1, les rodeó casi por completo.

La artillería franco-española comenzó a bombardear la población. La artillería, una batería de tres cañones al mando de don Francisco Balbasor, fue emplazada frente a la puerta de la ciudad y originó la brecha por la que se efectuó el asalto:
«[…] rompió la puerta principal, y la quemó, haziendo brecha a los fuertes reparos que tenía, aviendo arruinado una Casa que la flanqueaba, y desalojado los enemigos, que se avían fortificado en ella; atajó el fuego, que hazía la mosquetería de la Torres de San Phelipe. […]» (Memorial del propio Balbasor)

En el asalto subsiguiente, los soldados ingleses mantuvieron un fuego graneado sobre los atacantes, causándoles tremendas bajas, y haciéndoles retroceder.

Toda la tarde se fue en terribles combates, asaltos, luchas cuerpo a cuerpo por las murallas, torreones, calles y portales, plazas y puertas; peleando casa por casa en el pueblo, a la lucha se sumaron los propios vecinos de la localidad y que no cesó ni con la llegada de la noche. Dada la imposibilidad de sostenerse más tiempo, Stanhope solicitó un armisticio que Vendôme rechazó. Finalmente el propio general inglés decidió rendirse incondicionalmente dada la posibilidad de que sus tropas fueran pasadas a cuchillo. Muy entrada la noche, tras la enorme carnicería, hecho prisionero Stanhope. Los ingleses prendieron fuego a la pólvora para poder rendirse con honor al quedar sin municiones, avanzada la tarde del 9 de diciembre los supervivientes se rindieron en términos honorables.

En el asalto murió el coronel británico Varrier, de los Scots Guards, y resultó herido el teniente-general Carpenter. A las seis de la tarde los británicos capitularon. Según sus fuentes, tuvieron 300 bajas, y más de 3.000 soldados quedaron prisioneros (otras fuentes hablan de 10.000 prisioneros), entre ellos el general Stanhole y sus oficiales, entre los que se encontraban los generales Wills (britanico), Saint Amand (holandés) y Copis (alemán).

Entre los prisioneros se hallaban 8 EDs (665 dragones) de los RDs Reales (2), Harvey (4), y Pepper (2); y 8 RIs (Guardia, Harrison, Wade, Dormer, Bowle, Dalziel, y Guardias Escoceses). Solamente se salvaron la artillería y los RIs de Lepell, Bourgay y Richard. Las bajas borbónicas fueron de unos 1.000 muertos.

Batalla de Villaviciosa (10 de diciembre de 1710)

Cuando el general Starhemberg fue informado del ataque a la columna británica, movió sus tropas desde Cifuentes el mismo día 9 para ayudar a la columna de Stanhope, sin saber que este había capitulado. A la mañana del día siguiente, 10 de diciembre, se encontró a todo el ejército franco-español esperándole en la llanura de Villaviciosa. Frente a los 14.000 soldados del general austriaco, el duque de Vendôme tenía desplegados en orden de batalla unos 20.000 soldados, entre los que se encontraba el propio rey Felipe V y el resto de tropas del duque que se habían incorporado la mañana del mismo día 10. Ambos ejércitos desplegaron en dos líneas, como era la costumbre de la época, sobre dos alturas paralelas.

Despliegue de fuerzas

Despliegue del ejército franco-español, al mando del duque de Vendôme fue de forma tradicional dos líneas con la infantería en el centro y la caballería en las alas:

Ala derecha: caballería al mando del marqués de Valdecañas, con 32 escuadrones.

  • En primera línea 15 escuadrones, auxiliado por el teniente-general Armendariz, el mariscal de campo Ronquillo y el brigadier Melchor de Portugal con los RDs Caylus (1), Vallejo (3), y Osuna (1); los RCs de línea Guardias de Corps (4), Granada Viejo (1), Piñateli (1), y Órdenes Viejo (4). 
  • La segunda línea estaba 16 escuadrones, mandada del conde de Merode, auxiliado por el mariscal de campo Tomás Idiáquez y el brigadier Pozoblanco con los RCs de caballería Asturias (4), La Muerte (1), Pozoblanco (4), Estrella (1), Lanzarote (3), y Extremadura (3).

Centro: 31 BIs al mando del conde de las Torres.

  • En primera línea 16 BIs, auxiliado por el capitán general marqués de Toy, el teniente-general marqués de la Ber, el mariscal de campo conde Harcelles y los brigadieres Rufo, Charni, Rivadex, Rupelmonde, Borbón y Terri, con los RIs de Guardias Españolas (3), Guardias Valonas (3), Comesfort (1), Castellar (1), Gueldres (1), Benmel (1), Santal de Gende (1), Armada (1), Lombardía (1), Milán (1), Uribe (1), y Mulfeta (1). 
  • En segunda línea 15 BIs al mando del teniente-general Pedro de Zúñiga, auxiliado por el mariscal de campo Grafton, y los brigadieres Correa, Pertoni, Hercel, Pedroche, Estrada y duque de Petroameno, con los RIs de Castilla (1), Murcia (1), Trujillo (1), Saboya (1), Écija (1), Mar de Nápoles (1), Extremadura (1), Toledo (1), Sicilia (1), Coria (1), Bajeles (1), Vitoria (1), Segovia (2), y Nápoles (1).

Ala izquierda: 22 escuadrones al mando del conde de Aguilar,

  • En primera línea 9 escuadrones auxiliado por el teniente-general Mahony, los mariscales de campo conde de Montemar y Joseph de Amézaga, y el brigadier Crevecoeur; con los RDs de Marimon (1), Quimalol (1), y Grinao (1); y los RCs de caballería de Santiago Viejo (1), Bargas (1), y Reina (4). 
  • En segunda línea 13 ECs al mando del teniente-general Navamorquende, auxiliado por el mariscal de campo Cárdenas y el brigadier Carvajal con los RCs Rosellón Nuevo (4), Granada Nuevo (1), Velasco (1), Carvajal (1), Raja (1), Jaén (1), y Rosellón Viejo (4).

Starhemberg también dispuso sus tropas en dos líneas. El ala izquierda al mando del palatino Franckemberg, se protegía tras una rambla; la infantería del centro la mandaba Villaroel y el ala derecha era mandada por Starhemberg en persona. La caballería aliada formaba con BIs intercalados como protección.

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Batalla de Villaviciosa (10 diciembre de 1710). Despliegue de fuerzas. Fuente La caballería en la Historia Militar

Desarrollo de la batalla

La intención de Starhemberg era esperar a la protección de la noche para retirar su ejército inferior numéricamente, al carecer ya de sentido presentar batalla. Sin embargo, no estaba dispuesto a dejar entrever sus intenciones, por lo que permitió que al menos se iniciara un duelo artillero.

El encuentro comenzó a primera hora de la tarde y duró hasta medianoche. Tuvo siete fases:

Fase 1. Duelo artillero: Ambos ejércitos disponían de igual cantidad de artillería: 23 piezas cada uno; y ambos la tenían desplegada de la misma manera: en tres baterías. Una de las baterías del centro franco-español estaba al mando de Francisco Balbasor. La batalla comenzó con el duelo de artillería al uso en aquella época, cuyas balas de cañón hicieron daños a ambos ejércitos.

Vendôme había esperado a ver si Starhemberg tomaba la iniciativa de atacar, probablemente teniendo en mente que sus fuerzas acumulaban bastante cansancio por las rápidas marchas y el asalto a Brihuega. En torno a las 3 de la tarde, acabó dando orden de avanzar.

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Batalla de Villaviciosa (10 diciembre de 1710). Despliegue de fuerzas

Fase 2. Ataque del ala derecha borbónica: Comenzó el ataque la caballería del ala derecha donde estaba el propio rey Felipe V, estaba al mando del marqués de Valdecañas, que bajó por la rambla y atacó con gran energía a la línea enemiga al mando de von Frankemberg; haciendo huir rápidamente a la caballería palatina y sembrando la confusión entre la infantería que trató de aguantar apoyada por la caballería española (catalana) y portuguesa, pero finalmente acabó por ceder, resultando con este ataque destrozado el ala izquierda del ejército aliado. Los borbónicos tomaron las baterías aliadas, destrozaron las unidades que acudieron en refuerzo e iniciaron la persecución, quedando sin posibilidad de regresar al combate en apoyo del centro.

Fase 3. Ataque aliado al centro franco-español: Starhemberg vio que se le presentaba una oportunidad con la desaparición de la caballería de Valdecañas y se lanzó al ataque. La primera línea austracista usando una adecuada combinación de la infantería del centro y la caballería de la derecha quebró la primera línea del centro borbónico, los batallones más bisoños huyeron y otros que se mantuvieron firmes fueron dejados de lado. Vendôme trató de evitar el desastre lanzando al ataque la caballería de la izquierda de Aguilar. Este puso en serios apuros a Starhemberg y amenazó con caer sobre el centro austracista pero Villaroel formó su fuerza en ángulo para combatir en dos frentes y resistió el ataque. Starhemberg reagrupó a sus tropas e hizo retroceder a Aguilar.

Rota la primera línea española, los aliados también aguantan el ataque de la infantería de la segunda línea y la hacen retroceder. Además, recuperaron los cañones que habían perdido en el ataque inicial y toman varios de los borbónicos. La batalla parecía perdida y comenzaba a anochecer. Vendôme y el rey Felipe se vieron arrastrados por la masa de fugitivos, pero a pesar de las súplicas de Vendôme, Felipe se negó a abandonar a su maltrecho ejército.

El marqués de Toy acudió a tratar de impedir el retroceso en el centro y evitar así la división en dos del ejército, pero casi fue hecho prisionero por soldados portugueses. Se repetía lo ocurrido en la batalla de Almansa tres años antes. Al igual que el duque de Berwick entonces, en esta ocasión el duque de Vendôme no creyó perdida la batalla, mientras su infantería trataba de aguantar el empuje como podía.

Fase 4. Ataque del ala izquierda borbónica: Afortunadamente para los borbónicos, Aguilar había conseguido reagrupar a su caballería y volvió al ataque, cargando con ímpetu contra Starhemberg que resistió la carga inicial, pero no las sucesivas cargas y el ala derecha aliada acabó cediendo.

Perdidas las dos alas aliadas la clave de la batalla residía en la resistencia del esforzado centro austracista, apoyado por entre 1.000 y 2.000 caballos que Starhemberg había logrado conservar junto a sí. La situación se había vuelto de pronto difícil para los aliados, ya que la caballería de Valdecañas por fin había regresado al campo de batalla y además se habían presentado los 1.200 jinetes de la partida de Bracamonte; uniéndose estas fuerzas a la caballería de Aguilar.

El ala derecha del archiduque se salvó del desastre por una maniobra de flanco que hizo el centro aliado que, al mando de Villarroel, acudió en ayuda de Starhemberg y salvó la situación.

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Batalla de Villaviciosa (10 diciembre de 1710). Vista de la batalla. Kunsthistoriches museum, Viena

Fase 5. Reacción del ala derecha aliada: El general Starhemberg reagrupó y reorganizó sus fuerzas, rechazó finalmente a los jinetes del conde de Aguilar y se lanzó a la carga en su persecución. Tomó las piezas de artillería borbónica situadas en el flanco izquierdo y se lanzó contra el centro borbónico. La lucha se volvió enconada. Los batallones de infantería de Guardias Valonas y Saboya recibieron un duro castigo de fuego enemigo. El teniente-general Armendáriz fue herido en la cabeza y en el pecho por la metralla enemiga. Murieron el mariscal de campo Ronquillo, el brigadier Rodrigo Correa y el coronel Félix Miramón, coronel del regimiento de Sagunto.

Fase 6. Contraataque de la caballería franco-española: En centro borbónico continuaba cediendo, el ala izquierda comenzaba a retroceder y no había señales de la caballería del ala derecha, encelada en la persecución del enemigo. Comenzaba a oscurecer, y es cuando el conde de Aguilar arremetió con su caballería y dragones contra el ala derecha del archiduque. Los jinetes alemanes y portugueses, al mando del conde de la Atalaya, resisten la carga inicialmente. Por fin los jinetes de Aguilar rompieron las dos líneas de la derecha enemiga. En ese momento llegaron al combate los jinetes del marqués de Valdecañas, que rompió de igual modo las líneas de la izquierda aliada. El teniente-general Mahony y el mariscal Amezaga cargaron al frente de sus escuadrones desde el ala derecha para asestar el golpe final al ejército aliado.

Fase 7. Última resistencia y retirada aliada: El general Starhemberg no se dejó impresionar por la carga de Mahony y Amézaga, y formó la infantería aliada forma en “cuadro”, ya que se estaba acometida por 3 partes. Por fortuna para ellos, la infantería borbónica se había retirado lejos y se hacía de noche, por lo que la infantería aliada pudo retirarse también aunque lo tuvo que hacer combatiendo, demostrando de nuevo su gran calidad. Starhemberg pudo retirarse a un bosque cercano donde no le molestaría la caballería, aunque dejando atrás bagajes y artillería. El campo de batalla quedó, por tanto, en posesión de la caballería de Valdecañas, aunque ambos bandos reclamarían la victoria en aquel día.

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Batalla de Villaviciosa (1710). El duque de Vendôme entregando a Felipe V los colores capturados. Autor Jean Alaux, galería de las Batallas, palacio de Versalles.

El archiduque reclamó la victoria, pero la cantidad de muertos, las decenas de heridos, piezas abandonadas y despojos de su ejército que se hallaron los días siguientes en los alrededores del campo de batalla no podían ocultar la realidad de la derrota. Como dice Henry Kamen en su libro, las distintas versiones contradictorias de los combates no cambian el hecho de que las tropas del rey Felipe V consiguieron la victoria. Puede decirse con justicia que la batalla de Villaviciosa fue decidida por los escuadrones de caballería y dragones del marqués de Valdecañas y del conde de Aguilar, que superaron con creces a los escuadrones enemigos.

Un testigo presencial de la batalla nos da muestras de la crudeza de los combates. El artillero Rafael de Silby, que estuvo al mando de una posición artillera en el centro de la línea borbónica, nos ha dejado el siguiente testimonio:
«[…] después de quatro horas de cañoneo, retrocediendo la infantería cargada de los enemigos, les esperó (sin estar sostenida su batería), y a corta distancia dio sobre sus batallones una descarga a metralla tan acertada que, horrorizados con el estrago, se echaron desesperadamente sobre su segunda línea, y las tropas de V.M. pudieron rehacerse […]» (El marqués de Canales quiso premiar a este artillero por esta acción con el empleo de comisario general, pero Silby renunció al premio por no dejar el mando de su compañía.)

Secuelas de la batalla

Durante la noche se reagruparon ambos bandos. Los aliados habían dejado atrás al menos 3.000 muertos y con parte de sus tropas dispersas acabarían perdiendo otros tantos prisioneros tras la batalla. Entre los muertos estaba el general holandés Belcastell y entre los prisioneros Wetzel y Franckemberg. Había partidarios de capitular, pero Starhemberg insistió en retirarse y les recordó que después de todo habían vencido a la infantería enemiga y solo debían preocuparse de la caballería. De hecho, al día siguiente descubrieron que solamente eran molestados por unos 2.000 jinetes al mando de Bracamonte. Los borbónicos habían tenido del orden de 4.000 muertos y heridos. Vendôme al ver que Starhemberg se retiraba en buen orden por un terreno desfavorable para la caballería, se contentó con verlo marchar.

Starhemberg se vio hostigado todo el camino de vuelta por las partidas borbónicas, perdiendo cientos de hombres. Considero inútil defender Zaragoza y siguió su camino a Cataluña, llegando a Barcelona el 6 de enero con menos de 7.000 hombres tras las perdidas de la batalla y las penalidades de la retirada.

El desastre austracista de Brihuega-Villaviciosa fue aprovechado por Felipe V para entrar en Zaragoza el 4 de enero de 1711, y establecerse en esa ciudad; Noailles para sitiar Gerona (que se rindió en 25 de enero); y por el marqués de Valdecañas para tomar Graus y Benavarre.

Campaña de Flandes en 1710

En octubre del año anterior, Inglaterra y Holanda firmaron un Tratado de Barrera, que aseguraba el apoyo holandés para una continuación de la guerra (especialmente para ganar a España para Carlos III) garantizando a Holanda el derecho de guarnecer un gran número de ciudades y fortalezas en la frontera francesa y en los Países Bajos españoles. Las desventajas que este acuerdo impuso a los Países Bajos españoles despertaron el antagonismo del Emperador, al igual que la adquisición holandesa propuesta del alto de Guelderland (a orillas del Mosa debajo de Venlo) enojó a Federico de Prusia. La otra fuente principal de preocupación para Marlborough era el reclutamiento, Dinamarca, Prusia, Sajonia y Hannover estaban en una guerra en el norte por la división de los territorios abandonados de Carlos XII de Suecia, que había sido derrotado por Rusia en la batalla de Poltava (junio de 1709). Solo los esfuerzos intensos de los diplomáticos ingleses impidieron que los aliados del norte se atacaran entre sí por el botín y retiraran a sus 60.000 soldados de sus compromisos contra Francia.

Asedio de Douai (1710)

Con estas dificultades temporalmente superadas, Marlborough pudo salir de campaña en abril con una fuerza fuerte. El comienzo temprano (un mes antes de lo normal) atrapó a los franceses desprevenidos, y le dio al Duque una libertad inusual en sus movimientos de apertura. Su plan para la campaña era tomar las fortalezas de Douai y Arras, coordinando el asedio de esta última con un desembarco cerca de Abbeville, para aislar Boulogne y Calais. La reducción de Douai fue una demostración magistral del papel de un ejército de cobertura.

En la tarde del 20 de abril, Marlborough abandonó su zona de reunión en las afueras de Tournai y marchó rápidamente hacia el sudoeste hacia la llanura de Lens, pasando las líneas de La Bassée sin oposición, habiendo cubierto 48 km en las primeras 22 horas. El ejército principal de Villars, al sur de Douai, no estaba listo para la batalla; sin forraje, estaría inmovilizado hasta que apareciera un nuevo crecimiento y sus regimientos aún estuvieran muy por debajo de la fuerza. El 22 de abril, Marlborough cruzó el Scarpe sobre Douai, y al día siguiente completó la inversión de la fortaleza. Se emitieron órdenes para que el tren de sitio fuera llevado por agua desde Tournai.

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Asedio de Douai (1710). Grabado coloreado

Los 8.000 infantes (20 BIs) defensores esperaban obtener poca ayuda de fuera de sus muros, pero bajo el general Albergotti, veterano de Malplaquet, ofrecieron una resistencia determinada, acosando a los sitiadores con repetidas salidas e infligiéndoles gran número de bajas. Hacia finales de mayo, Villars, por fin capaz de formar un ejército, se movió contra Marlborough. Pero el duque, después de haber dejado las operaciones de asedio bajo el mando de Eugenio, se preparó para hacerle frente. Había aprovechado la ventaja del tiempo para asegurar las rutas que Villars debía usar, y aunque el astuto mariscal llevó a cabo varias maniobras rápidas durante el mes de junio en un intento de abrirse camino hacia Douai, los contragolpes de Marlborough lo frustraron cada vez. Con Malplaquet fresco en sus mentes, los franceses no se atrevieron a presentar batalla. Abandonaron Douai y retrocedieron al sur del Scarpe para cubrir Arras. El 26 de junio, la fortaleza capituló, habiendo costado a los aliados más de 8.000 bajas. Albergotti abandonó la plaza con 4.500 hombres.

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Asedio de Douai (1710). Vista del asedio

Asedios de Béthune, Saint Venant y Aire en 1710

En lugar de proceder directamente contra Arras, Marlborough, mostrando una actitud inusualmente cautelosa, decidió mejorar sus comunicaciones con Flandes y al mismo tiempo despejar el camino para su descenso proyectado en Abbeville mediante la reducción de tres ciudades fortificadas que se encuentran al oeste de Lille en la cuenca superior del Lys: Béthune, Saint Venant y Aire. En consecuencia, marchó hacia el oeste sobre Vimy Ridge para tomar una posición bien arraigada en la cuenca entre el Scarpe y el Lys, donde podría bloquear cualquier intento de Villars de levantar el asedio de Eugenio. Sin embargo, el mariscal, que tenía las órdenes de no atacar, dejó a Béthune a su suerte, empleando a su ejército en la construcción de nuevas líneas de defensa que iban a ocupar un lugar destacado en la campaña del siguiente año. Béthune se rindió en agosto, después de un asedio de seis semanas. Sin demora, Saint Venant y Aire, las dos fortalezas restantes en el programa de Marlborough para el año, se invirtieron simultáneamente. La primera, débilmente guarnecida, cayó en 15 días, pero Aire causó muchos más problemas.

Marlborough en septiembre frente a Aire. El marqués de Goësbriand había sido nombrado por el mariscal de Villars como gobernador de la ciudad; tenía bajo su mando una guarnición de 7.500 hombres y un destacamento de infantería en el fuerte de Saint-François.

En cuanto a los sitiadores, contaban con 40 batallones bajo las órdenes del príncipe de Anhalt. El duque de Marlborough y el príncipe Eugenio encabezaron varios cuerpos del ejército sitiador, y la reunión de estos hombres de guerra, bajo los muros de la ciudad, dio a las operaciones que estaban a punto de comenzar una importancia excepcional. Sus comienzos no fueron felices. Fueron seguidos por un gran convoy de municiones desde Gante en 37 barcos; un destacamento francés, lo persiguió, lo atacó y lo quemó. Pero esta pérdida solo pudo retrasar los primeros movimientos de los aliados.

Después de haber expulsado de Lambres a una compañía de granaderos que habían sido situados allí, rodearon la ciudad y formaron dos ataques, uno en el costado del castillo, que fue dirigido por el príncipe Eugenio, el otro en el punto débil del lugar, la plaza de Notre-Dame.

Hasta el 19 de septiembre, los sitiadores cavaron sus líneas y comenzaron a disparar, avanzando sucesivamente hacia la ciudad. La ciudad sufrió mucho de la artillería enemiga: sus proyectiles alcanzaron principalmente la iglesia de Saint-Pierre, todas las casas situadas detrás del bastión de Thiennes y la calle de Saint-Omer. El 27 de septiembre, el enemigo había preparado puentes para pasar la zanja delantera detrás de la prisión, pero fueron quemados y tuvo que abandonar el ataque. Al día siguiente lo reanudaron frente a la calle de Puits: pasaron el foso delantero, cruzaron el glacis y entraron en el camino cubierto. Al lado del castillo, incapaces de seguir la inundación, abandonaron su trabajo y cargaron sus fuerzas contra la puerta de Arras: pasaron el foso delantero el 31 de octubre y se instalaron la noche siguiente en el revellín que cubría la puerta. Pero los franceses los desalojaron.

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Asedio de Aire (1710). Vista del asedio

Sin embargo, el progreso de los sitiadores continuaba de manera constante. El marqués de Goësbriand tuvo que capitular el 8 de noviembre.

Se fue con 3.600 hombres, dejando 1.500 heridos en la ciudad. Las pérdidas de los aliados ascendieron a 6.500 hombres. Aire estaba en ruinas.

La victoria puso fin a una campaña que, aunque no alcanzó el objetivo, sin embargo, los aliados habían logrado ganancias sustanciales. La reducción de las cuatro fortalezas había abierto una brecha imponente en las defensas de la frontera francesa, y había extendido las comunicaciones aliadas hacia Francia, asegurando el control de toda la vía fluvial de los ríos Lys, Scheldt y Scarpe hasta Douai. A pesar de que Villars no se había involucrado en una batalla decisiva, el progreso que se había logrado ayudaría materialmente a una ofensiva importante el siguiente año.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2019-04-15. Última modificacion 2022-08-20.
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