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Antecedentes
En 1733 los intereses de Francia y de España parecían coincidir, tanto en relación con el enemigo como respecto de uno de los teatros de operaciones, pues a Francia también le interesaba atacar a los austriacos en el norte de Italia, tradicional punto de conflicto entre ambas coronas. La unión de intereses llevaría al Primer Pacto de Familia, sustanciado en agosto pero, no acabó de formalizarse hasta noviembre de 1733.
La movilización empezó, por lo menos, en los primeros días de enero de 1733. Fue entonces cuando en el arsenal de Cádiz se recibió la orden de preparar cinco embarcaciones. Se sabe que pocos días después, a mediados de enero, en El Ferrol se preparaban también cinco o seis embarcaciones cuyo destino sería Cádiz, a fin de juntarse con la escuadra que allí se estaba formando, al mando de Serrano, para dirigirse al Mediterráneo.
Una vez reunidos los barcos llegados de Ferrol con los de Cádiz, uno de los navíos pasaría a Ceuta para recoger al regimiento Navarra. Luego, todos juntos pasarían frente a Málaga, donde se les uniría la escuadra de Justiniani, integrada por otras seis embarcaciones y, sin entrar en Cartagena, se dirigieron a Alicante.
Alicante se convertiría, como ya había ocurrido un año antes con la expedición a Orán, en centro principal de reunión, lugar de avituallamiento y posición de espera para seguir el destino fijado. La elección del puerto levantino tenía sentido, estratégicamente hablando. Cuando la escuadra llegó allí en agosto, el objetivo final italiano no se había desvelado y la guerra de Sucesión Polaca aún no había estallado. De esta manera, España pudo jugar la baza de la sorpresa, o al menos intentarla, haciendo ver la posibilidad de que sus barcos se dirigieran a Argel para bombardear la ciudad, objetivo que probablemente se consideró en serio en algún momento anterior, pero que más tarde fue cambiado por el objetivo italiano.
Los tiempos del movimiento de las escuadras hasta su llegada a Alicante fueron los siguientes:
- Enero de 1733: comienzo de las preparaciones en Ferrol y Cádiz.
- 14 de junio: la escuadra sale de Ferrol (cuatro navíos, una fragata y un paquebote).
- 30 de junio: la escuadra llega a Cádiz.
- 15 de agosto: la escuadra sale de Cádiz.
- 22 de agosto: la escuadra llega a Alicante.
En Alicante se reunieron 10 navíos: Príncipe, Reina, Santa Ana, San Isidro, Santiago, San Felipe, León, Galicia, Constante, y Real Familia; 2 galeones: Conquistador y Fuerte; 2 fragatas Paloma y Hermiona, y 3 bombardas: Vulcano, Relámpago y Trueno.
En octubre de 1733 tras la firma del Pacto de Familia, la armada se dividió en dos escuadras con objetivos distintos. Por una parte, en Alderete debería partir hacia Livorno con 4 navíos de guerra, 8 BIs y los menos transportes posible. Por cuestiones meteorológicas, la salida de Alderete no se produciría hasta el 9 de noviembre.
La otra parte, bajo el mando de Clavijo, el 15 de noviembre se dirigió a Barcelona con los restantes 6 navíos y con todos los transportes. La salida de Barcelona no se produciría, hasta final de mes. Desde allí, la expedición de Clavijo se subdividiría en dos escuadras, una parte de los barcos, se supone que con la infantería, se dirigirían a La Spezia y Livorno, donde ya esperaba Alderete; mientras que los restantes irían a Antibes a recoger la caballería (5.000 efectivos) que habría llegado hasta allí por tierra después de cruzar la frontera francesa con Montemar, para luego partir hacia Génova o a La Spezia a tenor de los vientos reinantes.
Del 11 al 20 de diciembre entró en el puerto de La Spezia el grueso del ejército, alcanzando el ejército español en la Toscana de 40.000 efectivos encuadrados en 20 BIs, 1 BA (Bón de artillería), 30 escuadrones de los RCs de línea Borbón, Flandes, Milán, Extremadura (actual España), Malta, y Andalucía; y de los RDs de Pavía, Tarragona, Edimburgo y Francia. En Italia se unieron a la expedición en regimiento de Batavia (Almansa) que en 1731 había ido acompañando al infante don Carlos (futuro Carlos III de España), cuando este tomó posesión de los ducados de Toscana, Parma y Plasencia.
Junto a estas viejas unidades, fueron otras de nueva creación. Una era la brigada de Carabineros Reales formada en 1730 habiendo reunido las compañías preferentes de los RCs de línea, tenía 4 ECs con 636 plazas. La otra era la compañía de Granaderos Reales, formada con personal seleccionado de la compañía de élite de los RDs de Belgia, Batavia, Sagunto, Numancia y Lusitania, en total 150 efectivos.
Una vez desembarcadas todas las fuerzas, marcharon hasta la Toscana, estableciendo su cuartel general cerca de Siena.
A causa de discrepancias con sus aliados franceses y sardos, el comandante José Carrillo de Albornoz, conde de Montemar, con el infante don Carlos, acordaron para separarse de franceses y proceder por su cuenta riesgo la conquista en solitario de Nápoles.
Aparentando seguir el plan que le había reservado el mariscal Villars, envió a Lombardía al duque de Liria con 3 BIs y 120 jinetes, excusándose ante Villars con el pretexto hábilmente pensado de falta momentánea de víveres, y se ofreció reforzar aquellas tropas a medida que fuese adquiriendo víveres. Cuando Villars se enteró del engaño se quejó al rey de Francia.
En poco más de dos meses, el ejército de don Carlos y de José Carrillo de Albornoz, conde de Montemar, consiguieron atravesar los Estados Pontificios de acuerdo con el Papa, gracias a las gestiones de Belluga, y se plantó en las fronteras del reino de Nápoles. En una primera fase de este nuevo frente apenas hubo encuentros, tanto por la escasa entidad de la fuerza militar austriaca como por el entusiasmo de la población, que en su mayoría mostró su apoyo a los españoles. De hecho, el 10 de mayo don Carlos entraba en la capital, donde sería inmediatamente entronizado. La marcha militar había discurrido por el interior, por lo que los austriacos, además de guarecerse en los castillos de Nápoles, tuvieron tiempo de hacerse fuertes en algunos lugares de la costa, como Gaeta, o cercanos a ella, como Capua, no lejos del mar.
En todo caso, la llegada a Nápoles fue favorecida por el apoyo de la escuadra de Clavijo, que con un nuevo transporte de 8.000 efectivos al mando del conde de Clavijo; además de los realizados en Livorno y La Spezia, había sometido las islas de la bahía de Nápoles, Procida, Ischia y Pozuelo. La entrada quedaba así asegurada, y las posiciones austriacas, aisladas de los castillos de la capital.
Tras esta acción, y con don Carlos entronizado, los objetivos se dirigieron a las principales poblaciones de la costa donde se habían fortalecido los austriacos, al oeste, en el mar Tirreno, se trataba fundamentalmente de Gaeta y su puerto, que fueron tomados por el mismo rey. Inmediatamente después, las acciones se trasladaron al Adriático. Por ese mar, el ejército de los Habsburgo había recibido un refuerzo de 6.000 hombres, además, el virrey austriaco Giulio Borromeo Visconti, conde de la Pieve di Brebbia, decidió trasladar allí sus fuerzas, para resistir mejor con los refuerzos recibidos.
La acción española se compuso de dos movimientos: uno por tierra, persiguiendo a los austriacos que se dirigían al Adriático; y otro por mar, donde la escuadra de Alderete esta vez sí llegó a tiempo para impedir el desembarco de nuevos refuerzos, además, capturó algunas naves enemigas y apoyó con sus cañones, cuando era preciso, la acción de tierra.
Dejando Nápoles bien guarnecida, y las plazas de Gaeta y Capua sometidas a asedio, Montemar marchó sobre Bari, enviando laf para evitar la retirada por mar de los austriacos. La noticia de que un refuerzo austriaco de 6.000 croatas esperaba al otro lado del Adriático precipitó el combate.
El 24 de mayo ambos ejércitos se encontraron en lugar elegido por los austriacos a 15 km de Bitonto, ventajoso y bien defendible. Los austriacos, al mando del general Belmonte, ocupaban una posición fuerte, apoyada a la derecha en el monasterio de San Francisco de Paula y a la izquierda en otro convento. Una trinchera unía ambos puntos. Sus fuerzas eran de 6.500 soldados de infantería, 1.500 de caballería, 400 húsares del regimiento de Kiacker y el resto eran 24 ECCs (escuadrones de coraceros).
Las primeras escaramuzas fueron interrumpidas por una violenta tormenta. Al día siguiente, el conde de Montemar desplegó 12 BIs: Guardias Españolas (3), Guardias Valonas (3), Lombardía (2), la Corona (2) y suizo de Besber (2), 22 Cías de granaderos (pertenecientes a los RIs de Guadalajara, África, Sevilla, Navarra, Soria, Nápoles, Real de Borbón, Castilla, Amberes, Namur, Guardias, Zamora y Borgoña), 24 escuadrones de caballería (procedentes de los RCs Borbón, Extremadura, Milán, Malta, Flandes y Andalucía; los RDs de Pavía y Francia), más la BRC de Carabineros Reales, la Cía de Granaderos Reales y las Cías de granaderos a caballo de Tarragona y Batavia.
Despliegue inicial
En un primer momento, Montemar intentó enfrentarse solo a la caballería enemiga, creyendo erróneamente que no se había unido a la infantería. Desechada tal opción, se dirigió al campo de batalla, donde aguardaban bien atrincherados los austriacos. Tras observar la formación enemiga, ordenó pasar a la izquierda a la mayor parte de su caballería, considerando que en ese flanco era el terreno más apto para superar las defensas del enemigo. Quedó el ejército español dispuesto del modo que sigue:
- Ala izquierda: en primera línea la BRC de Carabineros Reales; en segunda línea los RCs de caballería de Extremadura, Malta y Andalucía.
- Centro: en primera línea los 12 BIs de infantería; detrás, los RCs de Borbón, Milán y Flandes.
- Ala derecha: Cía de Granaderos Reales, los RDs de Pavía y Francia, y 4 Cías de granaderos a caballo, extraídos de otros tantos RDs.
Desarrollo de la batalla
Los españoles tomaron la iniciativa y avanzaron por el centro con el RI de Guardias Españolas en el flanco derecho, y en el izquierdo, lo hizo el RI de Guardias Valonas al mando del conde de Maceda, ante la potente carga de los guardias, los austriacos empezaron a ceder terreno.
Los austriacos reaccionaron lanzando una carga de caballería que fue totalmente rechazada por el RI de la Corona, llegando incluso a capturar un estandarte enemigo, trofeo poco frecuente en una unidad de infantería.
Aprovechando el desconcierto enemigo, Montemar ordenó cargar a la BRC de Carabineros Reales del ala izquierda contra los ECCs y ECs de húsares; que fueron perseguidos tanto por los carabineros reales, como por los RCs de Malta, Andalucía y Extremadura, que sablearon a los soldados austriacos en fuga, persiguiéndolos, incluso hasta la misma ciudad de Bari. Un carabinero incluso mató a un guardia de la ciudad.
Al mismo tiempo, los RDs de Pavía y Francia del ala derecha, cargaron contra izquierda de la línea austríaca, muchos de los cuales se refugiaron en un convento cercano, terminando siendo desalojados por los RDs de Pavía y Francia.
Ante este doble ataque envolvente, el centro imperial entró en pánico, y parte de las tropas abandonaron la línea, corriendo a refugiarse en la localidad de Bitonto, situada detrás del despliegue imperial, a donde se refugió el general austriaco Rodosqui con numerosas tropas.
Secuelas de la batalla
La victoria española fue total. Tras nueve horas de combate, los austriacos tuvieron un millar de muertos, otros tantos heridos y más de 2.000 prisioneros. Al día siguiente, 26 de mayo, Bitonto se rindió y Montemar marchó sobre Bari, donde Belmonte trataba de organizar la defensa. Sin embargo, la población local obligó a los austriacos a rendirse. Los españoles capturaron al resto del ejército, 23 cañones, 15 banderas y los 24 estandartes de los RCCs de Belmonte y Kakorsawa.
Entre los trofeos obtenidos por el conde de Montemar se encontraban los pares de timbales que habían sido ganados en Hungría y Serbia durante la guerra de Belgrado contra los otomanos. De todo el ejército austríaco, solo lograron escapar 200 húsares. La derrota fue de tal magnitud que el príncipe de Belmonte tuvo que solicitar al conde de Montemar que pusiera en libertad bajo palabra a uno de sus oficiales para que llevase a Viena la noticia de su derrota.
Al ser destruido su ejército en Nápoles, el virrey Visconti huyó a los Estados Pontificios, y todo el reino de Nápoles, a excepción de las plazas de Gaeta y Capua, que se rendirían en agosto y noviembre, quedaron en manos españolas. El rey Carlos nombró a Montemar duque de Bitonto y erigió un obelisco en el campo de batalla para conmemorar la victoria.
Como consecuencia de la batalla, el reino de Nápoles quedó definitivamente en manos españolas, y el Tratado de Viena de 1738 confirmó el retorno a la dinastía borbónica.