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Antecedentes
Los combates en el frente norteamericano tuvieron como centro Georgia, una joven colonia fundada por expresidiarios en 1733 que ya había conocido la guerra contra los españoles en 1735, y que se veía en el ojo del huracán por su proximidad a las posesiones españolas en Florida y las francesas en Luisiana.
Con su mirada puesta en Florida, James Oglethorpe desembarcó en la isla de Saint Simons en 1736, construyó Fort Frederica y lo guarnicionó como un puesto militar fuerte. Desde Frederica, empujó su límite de Georgia hacia el sur hasta el río Saint Johns, a escasos 35 millas (56 km) de San Agustín.
Mientras tanto, el castillo de San Marcos, en San Agustín, comenzaba a mostrar su edad de medio siglo y las empalizadas se estaban pudriendo. El ingeniero y diplomático capaz, Antonio de Arrendondo, llegó de La Habana para sondear a los georgianos, inspeccionar las defensas de Florida y hacer recomendaciones. Respaldado por la experiencia de Arredondo, el gobernador Manuel de Montiano puso todas las cartas sobre la mesa en una carta dirigida al gobernador de Cuba: “no hay otras obras exteriores que les dieran tiempo para una larga defensa; estamos tan desnudos afuera como lo estamos sin vida adentro, porque no hay cañones que puedan durar 24 horas y si los hubiera, no disponemos artilleros para servirlos”.
El gobernador de Cuba era un administrador ingenioso y ansioso por cumplir con su responsabilidad. Envió cañones, soldados, artesanos, convictos, provisiones y dinero. Las murallas se elevarían 5 pies (1,5 m) y las bóvedas de mampostería, para resistir las bombas inglesas, reemplazarían las vigas podridas de las antiguas habitaciones en el Castillo.
Se construirían obras más fuertes. Para supervisar el proyecto, el ingeniero Pedro Ruiz de Olano llegó de Venezuela. El trabajo comenzó en abril de 1738 de manera bastante desfavorable. El maestro de la construcción, Cantillo, era un sifilítico demasiado enfermo como para ganar su salario diario de 16 reales. Gran parte de su trabajo recayó en su asistente, un maestro albañil de 12 reales. Los 6 canteros eran negros. Uno era inválido, y ninguno de ellos tenía mucha habilidad con la coquina. Para mover piedra, solo había una carreta de bueyes. La panda laboral de 52 convictos, era demasiado pequeña. Sin embargo, la cantera y el horno bullían de actividad, y en el Castillo, el estallido de la demolición resonó cuando los convictos derribaron viejas habitaciones y comenzaron a construir zanjas a prueba de disparos. Comenzaron por el lado este, donde se esperaba la acción enemiga.
Como de costumbre, las desgracias acosaron el trabajo. El cantero Cantillo empeoró y un tal Blas de Ortega vino de La Habana para reemplazarlo, 8 convictos desertaron. El ingeniero Ruiz se llevó un equipo de carpinteros, serradores y hachas para reconstruir un blocao donde el camino a Apalache cruzaba el río Saint John.
El conductor de la carreta se rompió el brazo, la vieja cantera se agotó. Afortunadamente, se encontró una nueva y se abrió, aunque más lejos. La Habana envió dos carros más y más canteros y convictos. En octubre, las ocho bóvedas, una al lado de la otra, estaban terminadas, cada una abarcaba un área de 17 por 34 pies (5 por 10 m) y tenía su propia puerta al patio.
El bastión de San Carlos, a mediados de enero de 1740, también habían terminado la alta torre de vigilancia y el nuevo parapeto.
Asedio británico de San Agustín de Florida (1740)
Con la idea de que un ataque preventivo sería la mejor defensa frente a una previsible invasión española; el gobernador James Edward Oglethorpe acordó la paz con los indios seminolas con el fin de mantenerlos neutrales en el conflicto y ordenó la invasión de Florida en enero de 1740, para apoderarse de San Agustín. Un espía inglés informó respetuosamente que en el castillo de San Marcos “hay 22 piezas de cañón bien montadas en los bastiones, hay una guardia de un teniente un sargento, 2 cabos y 30 soldados aquí que son relevados todos los días. Hay un teniente, un sargento y 12 artilleros que son relevados una vez por semana”.
Organizó su fuerza en base a 600 soldados regulares del RI-42, 400 colonos y 1.200 indios alachuas, mientras el comandante del apostadero de Carolina del Sur, el comodoro Vincent Pearce, debía acudir con su flotilla a San Agustín con 6 fragatas (Flamborough, Héctor, Squirrel, Tartar, Foenix, Woolf, y Spence), 2 bergantines y algunos transportes, para evitar que llegaran refuerzos españoles por mar.
El gobernador español, Manuel de Montiano y Sopelana, solamente contaba con 6 piraguas y 1.000 hombres.
Asaltar a San Agustín no era tarea fácil. Las islas de barrera protegían el puesto español, y el puerto era demasiado poco profundo para que se acercaran grandes buques de guerra. Los espacios ocasionales entre las islas proporcionaron entradas a través de las cuales los barcos más pequeños podían acercarse a San Agustín y su principal bastión defensivo, el castillo de San Marcos.
La fuerza terrestre de Oglethorpe de unos 180 colonos y nativos americanos tomó fácilmente las pequeñas fortalezas satélites al norte y oeste de San Agustín: Mosé, Picolata y Pupo.
El pequeño fuerte Mose, estaba defendido por esclavos negros huidos de las posesiones inglesas e integrados libres en la milicia española.
El 31 de mayo las fuerzas terrestres británicas llegaron a San Agustín, poniendo sitio a la ciudad, cuyos habitantes y guarnición se refugiaron en el castillo de San Miguel. Las fuerzas principales llegaron por mar frente a San Agustín en 8 barcos el 13 de junio de 1740, proporcionando a Oglethorpe 1.000 tropas coloniales adicionales y 200 guerreros nativos americanos, la mayoría de los cuales eran cherokees.
Montiano, envió una petición inmediata a Cuba para obtener refuerzos y suministros, estimaba que tenía raciones para menos de un mes, y no estaba dispuesto a librar una batalla puramente defensiva.
El 11 de junio, llegó a San Agustín un desertor de las tropas enemigas, quien les informó de la realidad del contingente inglés. Este se componía de 100 hombres de tropa, que traía 600 hombres de milicias de la Carolina, una compañía de 72 hombres que eran la guardia de su General, 100 marineros, 10 caballos, unos 200 indios, y artillería de a 18, muchos morteros y bombas. Le informó de la estrategia de los ingleses: dar asedio por hambre y asaltar por tierra y mar al mismo tiempo.
Aprovechando el hecho de que las fuerzas terrestres y navales inglesas estaban dispersas debido a la geografía del puerto y, por lo tanto, no podían coordinar de manera efectiva las medidas defensivas, Montiano montó una salida el 26 de junio con de 170 soldados y 80 negros e indios para recuperar el fuerte de Mosé. Los españoles perdieron 11 hombres, uno de ellos alférez y tuvieron 20 heridos. Las bajas inglesas fueron 75 muertos y 35 prisioneros entre ellos un capitán y dos subalternos.
Durante más de un mes que duro el sitio, las tropas españolas recibieron refuerzos continuos, siendo la flotilla británica incapaz de cortar esos suministros. Oglethorpe tuvo entonces noticias de la llegada de una flotilla española desde La Habana. Ante la imposibilidad de ocupar San Agustín, decidió replegarse a Georgia para preparar la defensa ante el posible contraataque español. El 20 de julio los británicos realizaron el último disparo contra San Agustín, y los asaltantes se vieron obligados a levantar el asedio y retroceder hasta el otro lado de la frontera. Otros intentos británicos de penetrar en Florida fueron igualmente infructuosos.
El contraataque español fue de escasa entidad debido a que la mayoría de las tropas estaban ocupadas en otros frentes, se produjo finalmente en julio de 1742. Con el fin de bloquear el paso entre la base británica de Savannah y Florida, el gobernador Manuel de Montiano dirigió una pequeña operación en la isla de Saint Simons, defendida por los fuertes Saint Simons y Frederica. Las tropas atacantes bajo el mando de Antonio Castañeda estaban 4 fragatas, 4 pingues, 1 paquebote, 1 galera, 10 balandras, 9 goletas y 2 lanchas; las fuerzas terrestres eran con fuerzas de San Agustín, granaderos de La Habana y milicianos negros del fuerte Mosé, antiguos esclavos fugitivos de los británicos que habían sido acogidos y armados por los españoles para formar una peculiar fuerza fronteriza. Salieron del puerto de La Habana el 28 de mayo.
El 16 de julio llegaron y ocuparon el fuerte Saint Simons con el fin de convertirlo en su base de operaciones, y luego avanzaron hacia el fuerte Frederica mientras perseguían a los ingleses, aunque no pudieron darles caza por las estrechas sendas y caminos desconocidos del lugar. Sin embargo, fueron sorprendidos en una emboscada por un conjunto de soldados ingleses, colonos escoceses de las Tierras Altas e indios yamacraws y debieron retroceder tras sufrir una docena de bajas.
Durante el viaje de vuelta Montiano se dio cuenta de que algunos soldados habían quedado separados tras las líneas inglesas y planeó una expedición de rescate a través de un pantano. En medio de este fueron emboscados de nuevo por una patrulla inglesa, pero tras unos pocos combates la pusieron en fuga hacia Frederica. Esto encolerizó a Oglethorpe, quien ordenó a los huidos que regresaran junto con parte de la guarnición del fuerte para atacar a los españoles.
Sin embargo, cuando llegaron a la marisma se encontraron con que los escoceses habían mantenido una nueva batalla contra los españoles, matando a siete de ellos y obligándolos a retirarse al acabárseles la munición. No obstante, la presencia española en Saint Simons representaba un peligro constante, así que Oglethorpe decidió eliminarlo por medio del engaño: comunicó a un prisionero español que estaban a punto de llegar grandes refuerzos desde Charlestown (lo cual era falso, pues solo se habían podido enviar algunas naves menores) y acto seguido lo liberó. Este regresó a Saint Simons y comunicó la falsa noticia a Montiano, quien optó por destruir el fuerte y volver a Florida.