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Macrino emperador
Al principio Macrino, que no tenía experiencia militar y que deseaba evitar una batalla, intentó aplacar y llegar a un acuerdo con Artabano IV, ofreciendo devolver a todos los prisioneros. Artabano rechazó esta proposición, exigiendo una compensación económica, la reconstrucción de los pueblos destruidos y la cesión de las provincias romanas del norte de Mesopotamia, recientemente conquistada por Septimio Severo. Estos términos eran inaceptables para los romanos los rechazaron.
Macrino disponía del ejército de Caracalla intacto: 8 legiones (I y II Adiutrix, II Pártica, III Augusta, III Italica, III Cirenaica, IV Escítica y XVI Flavia Firma), los 16.000 falangitas macedonios, una unidad de espartanos y auxiliares germanos y locales, entre los que se encontraban los lanciarii (lanceros) que eran una especie de vélites que actuaban delante de las legiones.
Artabano IV había reunido un gran ejército entre los que se encontraban gran número de catafractos, dromedarios y jinetes arqueros, e invadió los territorios romanos. Esta vez los sorprendidos fueron los romanos, ya que Macrino estaba más pendiente de consolidar su posición como emperador. Este reunió apresuradamente las tropas que pudo y marchó a enfrentarse con los partos.
Batalla de Nísibis 217
Los dos ejércitos se encontraron cerca de la ciudad romana de Nísibis (la fecha exacta no está clara, pero sería junio o julio del 217). No se conoce la composición del ejército parto, pero estaría compuesto por catafractos sobre caballos y dromedarios, jinetes arqueros e infantería ligera.
Según Dión Casio, la primera escaramuza se produjo por la posesión de un abrevadero.
Primer día de batalla
En el primer día de la batalla, los romanos desplegados en una formación típica, con su infantería en el centro y su caballería y tropas ligeras (árabes lanzadores de jabalina) en las alas para proteger sus flancos. Al mismo tiempo, entre los huecos dejados por las cohortes de infantería pesada, colocó la infantería ligera conocidos como lanciarii. Estos podrían escaramuzar hacia adelante y luego retirarse a la seguridad de las formaciones más pesadas si fuese necesario.
Los partos atacaron al amanecer, disparando andanadas de flechas, mientras que los catafractas, apoyados por lanceros sobre dromedarios, cargaban contra el frente romano. Los infantes ligeros lanciarii ponían delante un gran número de abrojos (dispositivo con varias púas que se dejaba en el suelo y al menos una punta quedaba apuntando hacia arriba). Cuando los caballos o camellos partos los pisaban, caían arrastrando a sus jinetes con ellos y rompiendo el impulso de la carga con resultados mortales, momento que aprovechaban los lanciarii para atacar a los jinetes. Los lanciarii sufrieron muchas pérdidas, pero cumplieron bien su misión. En los combates a corta distancia, los legionarios tenían la ventaja.
Los partos lanzaron varios ataques con escasos resultados hasta que cayó la noche, cuando ambos bandos se retiraron a sus campamentos respectivos.
Segundo día de batalla
Al día siguiente ambos ejércitos volvieron a desplegar, siendo una repetición del primero y al final de la jornada ambos ejércitos regresaron a sus campamentos.
Tercer día de batalla
Al tercer día los partos, haciendo uso de su superioridad numérica y su mejor movilidad, trataron de flanquear la línea romana. Los romanos respondieron abandonando su formación habitual de triplex acies y extendieron su frente. De esta forma, también hizo maniobrar sus tropas ligeras y de caballería para proteger las alas, con el fin de evitar ser rebasados y envueltos.
En esos momentos, bajas en ambos bandos eran tan grandes que toda la llanura estaba cubierta con los muertos; los cuerpos fueron apilados en enormes montones, y los dromedarios especialmente habían caído a montones. En este punto, Macrino, con su ejército al borde de la ruptura, envió otra embajada a Artabano, informándole de la muerte de Caracalla y ofreciendo una compensación sustancial. El ejército parto también había sufrido grandes bajas, y, por otra parte, ya que no era un profesional, sino una fuerza de milicia feudal, que había comenzado a ser conflictiva en una campaña prolongada. Por lo tanto, Artabano acordó la paz, después de recibir 200 millones de sestercios.
Nísibis fue así la última gran batalla entre Roma y Partia, como la dinastía de los partos.
Secuelas
Los pagos fueron financiados por recortes en el sueldo de los legionarios. Esto cambió la actitud de las tropas hacia él. Macrino fijó desde entonces su residencia en Antioquía, desde donde se dedicó a planear reformas judiciales. Desde allí nombró a Dion Casio gobernador de Pérgamo y Esmirna.
La situación política se agravó al presentarse Vario Avito Bassiano (Heliogábalo), quien contaba apenas con catorce años, como presunto heredero de Caracalla. En la mañana del 16 de mayo de 218 las legiones romanas proclamaron a este joven de 14 años como emperador. Macrino reaccionó proclamando a su propio hijo Diadumeniano como Augusto, pero no consiguió calmar la situación.
En junio de 218, Macrino fue derrotado por fuerzas que apoyaban a Heliogábalo cerca de Antioquía. Envió a su hijo Diadumeniano a la corte de Artabano IV, pero fue capturado en Zeugma y muerto. Macrino consiguió huir afeitándose la barba, fue reconocido en Calcedonia, mientras esperaba un barco que le debía llevar al otro lado del Bósforo, y fue capturado y ejecutado en junio o julio de 218 en Archelais.
Final del imperio parto
En el 219, los romanos habían sido rechazados, y los partos concentraron sus fuerzas en el oeste para invadir de nuevo Asia Menor. Entonces, de repente, hubo una revuelta en Persia que dejó al rey parto atrapado entre dos frentes, y se desmoronó en cuestión de meses.
El año 224 marcó el final del dominio parto. Ardashir, príncipe de una pequeña ciudad de Persia, se alzó contra el rey Artabano IV y lo derrotó en la batalla de Hormuzjan. Poco después ocupó la capital, Ctesifonte, proclamándose Rey de Reyes e invocando la protección del dios Ahura Mazda. Ardashir dio inicio a un nuevo Imperio persa y mesopotámico, el sasánida, que durante cuatro siglos se alzaría ante Roma y Constantinopla como una amenaza no menos temible que la representada por sus predecesores partos.