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Antecedentes
Se vieron involucrados, por un lado, Esparta y, por el otro, una coalición de cuatro grandes estados (Tebas, Atenas, Corinto y Argos) que se conoció como el sinedrion (consejo) de Corinto (en realidad las alianzas entre ellos tenían un carácter bilateral). El Imperio aqueménida permanecía en la sombra, sin participar de manera activa, pero subvencionando con oro primero a la alianza de Corinto y, más tarde, cuando vio el riesgo de reconstrucción del imperio de Atenas, a la liga del Peloponeso liderada por Esparta.
La causa inmediata de la guerra fue un conflicto local entre fócios y lócridos en Grecia central, alentado por la facción tebana hostil a Esparta. Pero la causa subyacente era la hostilidad hacia Esparta provocada por la dominación unilateral que había ejercido en los nueve años que siguieron al final de la guerra del Peloponeso.
En el 404 AC, Esparta había contado con el apoyo de casi todos los estados de Grecia continental y del Imperio persa, y en los meses y años posteriores a esa guerra, varios estados insulares del Egeo habían caído bajo su control. Esta sólida base de apoyo, sin embargo, se fragmentó en los años posteriores a la guerra. A pesar de la naturaleza colaborativa de la victoria, solamente Esparta recibió el botín tomado de los estados derrotados y los pagos de tributos del antiguo Imperio ateniense. Los aliados de Esparta se alienaron aún más cuando, cuando en el 402 AC, Esparta atacó y sometió a Elis, un miembro de la liga del Peloponeso que había enfurecido a los espartanos durante el curso de la guerra del Peloponeso. Corinto y Tebas se negaron a enviar tropas para ayudar a Esparta en su campaña contra Elis.
El Imperio aqueménida receloso del crecimiento de Esparta, comenzó a enviar decenas de miles de dáricos (principal moneda persa), para sobornar a los estados griegos para que iniciaran una guerra contra Esparta.
Tebas, Corinto y Atenas también se negaron a participar en una expedición espartana a Jonia en el 398 AC contra los persas. Los tebanos llegaron a interrumpir un sacrificio que el rey espartano Agesilao intentó realizar en su territorio antes de su partida. A pesar de la ausencia de esos estados, Agesilao hizo campaña eficazmente contra los persas en Lidia, avanzando hacia el interior hasta Sardes. El sátrapa Tisafernes fue ejecutado por no contener a Agesilao, siendo reemplazado por Tithraustes, quién sobornó a los espartanos para que se trasladaran al norte, a la satrapía de Farnabazo en Frigia. Agesilao lo hizo, pero al mismo tiempo comenzó a preparar una flota considerable.
Incapaz de derrotar al ejército de Agesilao, Farnabazo decidió obligar a Agesilao a retirarse provocando problemas en el continente griego. Envió a Timócrates de Rodas, un griego asiático, a distribuir 10.000 dáricos de oro en las principales ciudades del continente e incitarlos a actuar contra Esparta. Timócrates visitó Atenas, Tebas, Corinto y Argos, y logró persuadir a las facciones poderosas en cada uno de esos estados para que siguieran una política antiespartana.
Batalla de Haliarto (395 AC)
Los tebanos no estaban dispuestos a desafiar a Esparta directamente, y optaron por precipitar una guerra alentando a sus aliados lócridos, a recaudar impuestos del territorio reclamado tanto por Lócrida como por Focea. En respuesta, los focios invadieron Lócrida y saquearon el territorio lócrido. Los lócridos pidieron ayuda a Tebas, y los tebanos invadieron el territorio focio. Los focios, a su vez, apelaron a su aliado Esparta, y los espartanos, complacidos de tener un pretexto para disciplinar a los tebanos, ordenaron la movilización general. Se envió una embajada tebana a Atenas para solicitar apoyo; los atenienses votaron para ayudar a Tebas, y se concluyó una alianza perpetua entre Atenas y la confederación beocia.
El plan espartano requería dos ejércitos, uno al mando de Lisandro y el otro principal al mando de Pausanias, para encontrarse y atacar la ciudad beocia de Haliarto. Lisandro llegó antes que Pausanias. En lugar de esperar a Pausanias, Lisandro decidió intentar tomar la ciudad. Se acercó a las murallas e intentó convencer a los habitantes de que cambiaran de bando, pero los tebanos ya tenían algunas tropas dentro de las murallas y eso falló.
Persuadió con éxito a la ciudad de Orcómeno para que se rebelara contra la confederación beocia y avanzase hacia Haliarto con sus tropas y una fuerza de orcómenos. Hubo una batalla en el exterior de las murallas, la batalla terminó de manera inconclusa, con los espartanos sufriendo pérdidas tempranas, incluido el propio Lisandro. Otras fuentes dicen que Lisandro y su adivino se habían adelantado para hacer un sacrificio, los tebanos realizaron una salida y fueron aislados de su ejército, resultando muertos. Los espartanos al enterarse de la muerte de su jefe, se retiraron, siendo perseguidos por un grupo de tebanos que persiguieron a los espartanos por un terreno accidentado donde estaban en desventaja, siendo derrotados.
Los defensores levantaron un trofeo para celebrar la victoria, que se construyó a las afueras de las puertas. Los espartanos tuvieron 1.000 muertos y los tebanos 300.
Pausanias llegó un día después, consideró brevemente presentar una segunda batalla, pero decidió que no valía la pena correr el riesgo. Un factor importante fue que el cuerpo de Lisandro estaba cerca de las murallas de la ciudad y, por lo tanto, habría sido difícil de rescatar. Pausanias pidió una tregua para recuperar los cuerpos, reconociendo la derrota espartana. Luego condujo a su ejército hacia el oeste en Focia, donde fue enterrado Lisandro.
La noticia de esta derrota causó indignación en Esparta. Pausanias fue juzgado, acusado de no moverse lo suficientemente rápido para llegar a tiempo a Haliarto, no luchar para intentar recuperar el cuerpo de Lisandro, y por sus acciones en el Pireo unos años antes, donde había permitido que los atenienses restablecieran su democracia. Pausanias sabiamente decidió no asistir al juicio y en su lugar huyó a Tegea, pasando el resto de su vida en el exilio. Fue sucedido por su hijo menor de edad, Agesipolis.
A raíz de estos eventos, tanto los espartanos como sus oponentes se prepararon para enfrentamientos más serios en el futuro. A finales del 395 AC, Corinto y Argos entraron en guerra como aliados de Atenas y Tebas. Se formó un consejo en Corinto para administrar los asuntos de esta alianza. Luego, los aliados enviaron emisarios a varios estados más pequeños y recibieron el apoyo de muchos de ellos. Entre las deserciones estaban: el Escte de Locris, Tesalia, Leucadia, Acarnania, Ambracia, la Calcidía Tracia, Eubea, Atamania y Ainis (Lamia). Mientras tanto, los boiotas y argivos capturaron a Heraclea Trachinia. Solo Orcómeno (Focia) permaneció leal a Esparta en el norte de Grecia.
Alarmados por estos acontecimientos, los espartanos se prepararon para enviar un ejército contra esta nueva alianza y enviaron un mensajero a Agesilao II ordenándole que regresara a Grecia. Las órdenes fueron una decepción para Agesilao, que había esperado con ansias una campaña más exitosa.
El rey espartano Agesilao dijo al salir de Asia “Me han expulsado 10.000 toxotai (arqueros) persas”. Una referencia a los dáricos que eran llamados toxotai por los griegos, ya que un arquero aparecía en su reverso, porque esa cantidad de dinero se había pagado a los políticos en Atenas y Tebas para iniciar una guerra contra Esparta.
Batalla de Nemea (394)
Trás la batalla de Haliarto, que acabó en victoria tebana, los delegados de Corinto, Argos, Atenas y Tebas se reunieron en Corinto para discutir la guerra con Esparta. Acordaron que los espartanos tenían que combatir cerca de casa, porque Esparta en ese momento era como «un nido de avispas«. Mientras debatían las cuestiones de las contribuciones, el mando supremo y la división del botín, se enteraron de que un ejército espartano comandado por Aristodemo, el guardián del rey niño Agesipolis I, había sido enviado al norte desde Esparta para enfrentarse a los aliados. Antes de que se llegase a una decisión, el ejército espartano llegó a su territorio, quemando y saqueando todo lo que se encontraba a su paso. Los aliados salieron al encuentro de los espartanos, y los dos ejércitos se encontraron cerca del lecho seco del río Nemea.
El ejército espartano estaba compuesto por entre unos 18.000 y 19.000 hoplitas, más una serie de tropas ligeras asociadas. De los hoplitas, 6.000 eran espartanos, con los restos provenientes de los otros estados de la liga del Peloponeso: 3.000 eleos, trifilios, acroreos y lasionios; 1.500 sicionios; 3.000 epidaurios, trecenios, hermioneos y halieos. También había 600 jinetes lacedemonios, unos 300 arqueros cretenses, y al menos unos 400 honderos marganeos, letrinos y anfidolos.
En el bando aliado había unos 24.000 hoplitas, más las tropas ligeras asociadas. Tebas, Atenas y Argos aportaban cada una alrededor de un cuarto de las tropas: 6.000 atenienses, 7.000 argivos, 5.000 beocios, 3.000 corintios y 3.000 eubeos. De la caballería aliada, 800 eran beocios, 600 eran atenienses, unos 100 calcideos y 50 locrios ozolos.
Los espartanos y sus aliados se alinearon para la batalla con los espartanos a la derecha y los aliados a la izquierda. La coalición no tenía muy claro cómo colocarse: los atenienses querían alinearse a la derecha, pero al final accedieron a las demandas de los beocios de tomar el lado izquierdo, mientras que ellos se irían a la derecha. Esto significa que los atenienses se enfrentarían con los espartanos, y los demás aliados se enfrentarían a los aliados de Esparta.
A medida que las dos falanges se acercaban, ambas formaciones se desplazaban a la derecha, como era común en las batallas de hoplitas, debido a que llevaban el escudo en el brazo izquierdo. Por lo que los hombres se movían hacia la derecha para conseguir la protección del escudo del soldado a su lado a la vez que la del suyo propio. Este desplazamiento suponía que cuando se encontraban los ejércitos, ambos sobrepasaban al flanco izquierdo de su enemigo. Consecuentemente, el flanco derecho de ambos ejércitos resultaban victorioso, mientras que los flancos izquierdos eran derrotados.
Los espartanos, una vez derrotaron a los atenienses, se giraron para enfrentarse a los soldados del ala derecha de los aliados, que estaban persiguiendo a los aliados espartanos. La falange espartana alcanzó primero a los argivos, luego a los corintos, y finalmente a los beocios, infligiendo graves pérdidas a todos ellos. Al terminar la batalla los espartanos habían causado 2.800 bajas, mientras que habían sufrido solo 1.100.
Aunque los espartanos controlaron el combate en campo abierto, no fueron capaces de atravesar hasta Corinto y llegar a la Grecia central. Por ello decidieron volver a Esparta.
Batalla naval de Cnido (394 AC)
En 394 AC, el rey Agesilao II de Esparta y su ejército fueron llamados para que volviesen desde Jonia al continente griego para ayudar en la guerra de Corinto. La flota espartana de 85 barcos, bajo el mando de Pisandro, cuñado de Ageselao, también comenzó el regreso a Grecia desde su puerto en Cnido, (actual Datça, al sur de la península de Reşadiye).
Mientras tanto, la flota persa de 90 barcos (80 fenicios y 10 de Cilicia), comandada conjuntamente por Conón y el sátrapa persa Farnabazo II, salió de Quersoneso para oponerse a los espartanos. Las flotas se encontraron cerca de Cnido.
Hay dos breves descripciones de la batalla: una de Jenofonte y otra de Diodoro de Sículo. Según Jenofonte, los barcos griegos de Conon se apostaron frente a los barcos fenicios de Farnabazo. Los aliados de Pisandro pronto huyeron o fueron llevados a tierra, y él mismo murió en la lucha. Según Diodoro, Conon capturó 50 trirremes y 500 prisioneros, el resto regresó sano y salvo a Cnido.
Al parecer la flota espartana se encontró con naves de la avanzadilla de la flota persa y se enfrentaron a ellas con cierto éxito. Más tarde el cuerpo principal de la flota persa llegó al lugar de la batalla, y puso a los espartanos en fuga, forzándoles a llevar a la costa muchos de sus barcos.
La noticia del desastre llegó a Agesilao en la época del eclipse solar del 14 de agosto de 394 AC, lo que le pareció un terrible presagio.
La batalla acabó con el intento espartano de crear un imperio naval. Esparta no volvió a intentar grandes proyectos militares en el mar, y en pocos años Atenas retomó su lugar como principal poder naval griego.
Después de la victoria, Conón llevó la flota a Atenas, lugar en el que supervisó la reconstrucción de los Muros Largos, que habían sido destruidos al terminar la guerra de Decelia, la fase final de la guerra del Peloponeso.
Campaña naval aquémenida
Farnabazo siguió su victoria en Cnido capturando varias ciudades aliadas espartanas en Jonia, instigando movimientos pro-atenienses y pro-democracia. Abidos y Sestos eran las únicas ciudades que se negaban a expulsar a los lacedemonios a pesar de las amenazas de Farnabazo para hacer la guerra. Intentó obligarlos a someterse devastando el territorio circundante, pero esto resultó infructuoso, lo que lo llevó a dejar a Conon a cargo de conquistar las ciudades del Helesponto.
Desde el 393 AC, Farnabazo y Conon navegaron con su flota a la isla egea de Melos y establecieron una base allí. Esta fue la primera vez en 90 años, desde las guerras medas, que la flota aqueménida se dirigía tan al oeste. La ocupación militar por estas fuerzas pro-atenienses llevó a varias revoluciones democráticas y nuevas alianzas con Atenas en las islas.
La flota procedió más al oeste para vengarse de los espartanos invadiendo el territorio de Lacedemonia, donde arrasaron Faras (Mesia) y atacaron a lo largo de la costa mesia. Su objetivo era probablemente instigar una revuelta de los ilotas mesanianos contra Esparta. Finalmente, se marcharon debido a la escasez de recursos y pocos puertos para la flota aqueménida en la zona, así como a la posibilidad inminente de que se enviaran fuerzas de socorro lacedemonias.
Luego asaltaron la costa de Laconia y se apoderaron de la isla de Citera, donde dejaron una guarnición y un gobernador ateniense para paralizar las capacidades militares ofensivas de Esparta. Citera, en efecto, se convirtió en territorio aqueménida. La toma de Citera también tuvo el efecto de cortar la ruta estratégica entre el Peloponeso y Egipto y así evitar la coalición espartano-egipcia y amenazar directamente Ténaro, el puerto de Esparta. Esta estrategia para amenazar a Esparta ya había sido recomendada, en vano, por el exiliado espartano Demarato a Jerjes I en 480 AC.
Farnabazo, dejando parte de su flota en Citera, luego fue a Corinto, donde dio fondos a los rivales de Esparta para amenazar aún más a los lacedemonios. También financió la reconstrucción de una flota corintia para resistir a los espartanos.
Batalla de Coronea (394 AC)
Agesilao una vez que recibió la orden de retirarse a Esparta, decidió tomar la ruta terrestre a casa y traer un ejército considerable con él. No tuvo problemas para convencer a los griegos de Asia Menor de que lo acompañaran. Una vez que cruzaron el Holesponto, sus aliados eran menos entusiasmados con la idea de abandonar una guerra contra los persas para luchar contra sus compañeros griegos y tuvieron que ser tentados al oeste con promesas de premios para seguir adelante. Agesilao dejó Asia Menor a principios del verano de 394 AC al frente de unos 15.000 hombres.
Su ruta lo llevó al oeste a través de Tracia, donde tuvo que luchar contra los ataques y conquistar varias ciudades. En Anfípolis se enteró de la victoria espartana en la batalla de Nemea, al oeste de Corinto, y ordenó que se difundiera la noticia. Se abrió camino a través de Macedonia, luego en medio de un período de caos que siguió al asesinato del rey Arquelao. Se enfrentó a más ataques a medida que avanzaba a través de Tesalia, pero obtuvo una victoria de caballería que despejó su ruta. Después de una rápida marcha desde Asia Menor, llegó a las fronteras de Beocia en agosto de 394 AC.
Agesilao cruzó a Beocia desde el noroeste justo antes de un eclipse parcial de sol, que se calcula que tuvo lugar el 14 de agosto de 394 AC. Ese día le llegó la noticia de la desastrosa derrota en la batalla naval Cnidao. La flota espartana había sido destruida y su comandante Pisandro había muerto. Agesilao debió ser consciente de que esto significaba que las ciudades griegas de Asia Menor probablemente caerían en manos de los persas, lo que haría sospechosa la lealtad de esa parte de su ejército. Para mantener la moral de sus hombres, y probablemente también para asegurar su lealtad, anunció que la batalla había sido una victoria, aunque reconoció la muerte de Pisandro.
Agesilao tenía un ejército típicamente mixto. Se le envió una mora de las tropas espartanas del ejército en Corinto y se le dio la mitad de la mora con base en Orcómeno, un aliado espartano en Beocia. El ejército que había traído de Asia Menor incluía un contingente de neodamodes, o ilotas emancipados, y algunos de los supervivientes de los Diez Mil, los partidarios griegos de Ciro el Joven, entonces al mando de Herípidas. También había ganado tropas de algunas de las ciudades por las que pasó en su marcha, y hoplitas de Orcómeno y Fócida.
Se enfrentó a un ejército aliado que había regresado a Beocia desde Corinto. Según Jenofonte, esto incluía contingentes de Beocia, Atenas, Argos, Corinto, Aenis o Aeniania, Eubea, y Locris. La suposición general es que la mayor parte del contingente de Beocia regresó de Corinto, acompañado de contribuciones más pequeñas de la mayoría de las otras potencias. Jenofonte proporciona el número de tropas, pero sí dice que ambos bandos tenían un número similar de hoplitas y caballería, pero que Agesilao tenía la ventaja en las tropas ligeras.
Los dos ejércitos se enfrentaron justo al este de Coronea, a orillas del lago Copais. Agesilao se había trasladado a Orcómeno y luego se había trasladado hacia el sur a lo largo de la orilla occidental del lago, mientras que el ejército aliado se movía para interceptarlo, tomando una posición en las estribaciones del norte del monte Helicón, al sur del lago. Ambos bandos parecían estar ansiosos por luchar: cuando Agesilao cruzó el río Cefiso y avanzó hacia las llanuras al este de Coronea, los aliados se trasladaron al norte desde las montañas para interceptarlo.
Agesilao se colocó con sus tropas espartanas a su derecha, a continuación los veteranos de los Diez Mil bajo el espartiata Herippidas, los orcómenos se situaron a la izquierda y las otras tropas aliadas llenaron el centro.
En el lado aliado, los tebanos se situaron a la derecha, frente a los orcómenos, y los argivos a la izquierda frente a los espartanos.
Los dos lados se acercaron en silencio, hasta que estuvieron a un estadio de distancia (unos 200 m). En ese momento, los tebanos lanzaron un grito de guerra y avanzaron a la carrera. Cuando los dos bandos estuvieron un poco más cerca (unos 100 m), las tropas en el centro espartano cargaron, comenzando con los supervivientes de los Diez Mil y los ilotas liberados y seguidos por los griegos de Asia Menor y el Helesponto.
Los veteranos y los asiáticos derrotaron rápidamente a las tropas frente a ellos. Los argivos entraron en pánico incluso antes de que los espartanos bajo el mando de Agesilao pudieran hacer contacto y huyeron al monte Helicón. Solo a la izquierda las cosas salieron mal, donde los tebanos se abrieron paso a través de los orcómenos y alcanzaron el tren de equipajes de Esparta. Esta noticia tardó un poco en llegar a Agesilao, que estaba siendo coronado con una corona de la victoria cuando llegó la noticia.
Esto desencadenó la segunda fase de la batalla, esta vez con las fuerzas opuestas mirando en la dirección opuesta a la primera. Agesilao condujo su cuerpo principal hacia los tebanos, quienes probablemente formaron una formación inusualmente profunda. Jenofonte fue bastante crítico con la decisión de Agesilao de luchar cara a cara con los tebanos, sugiriendo que hubiera sido más seguro dejarlos pasar y atacarlos por la retaguardia. Agesilaus tenía al menos dos motivos posibles para su decisión: en esta fase, sus espartanos no habían luchado en realidad, por lo que es posible que haya querido asegurarse de que desempeñaran un papel activo en la batalla. También podía haber estado intentando obtener una victoria aplastante que sacaría a los tebanos de la guerra.
El resultado fue un feroz combate cuerpo a cuerpo, Jenofonte dice “escudo presionado contra escudo lucharon, mataron y fueron muertos a su vez” en un extraño silencia. Al final, algunos tebanos se abrieron paso hasta el monte Helicón, pero, en palabras de Jenofonte, “muchos otros murieron en su camino”. El propio Agesilao resultó herido en esta fase de la batalla.
Después de la batalla, 80 enemigos se refugiaron en un santuario de Atenea Itonia, al norte del campo de batalla. Agesilao se aseguró de que los escoltaran a salvo de regreso a su propio lado.
El resultado de la batalla solo se hizo evidente a la mañana siguiente, cuando los espartanos se pusieron en orden de batalla mientras los tebanos pedían una tregua para enterrar a sus muertos, una admisión de derrota. Sin embargo, el ejército aliado todavía estaba prácticamente intacto y se negó a librar una segunda batalla. Agesilao decidió que no valía la pena intentar abrirse camino a través de las estribaciones del monte Helicón para llegar a Tebas, y se retiró hacia el oeste en Focia e invadió la Locris.
Según Diodorus Siculus, más de 600 de los beocios y sus aliados cayeron, y los espartanos perdieron 350 hombres.
Los espartanos sufrieron un pequeño revés, una fuerza de asalto comandada por el polemarca Gylis fue enviada en un asalto a Locris, pero fue acosado por las tropas ligeras de Lorcris mientras se retiraba. El polemarca y los 18 espartanos que estaban presentes murieron, y solo unas pocas tropas escaparon. Esto puso fin a la campaña. Agesilao disolvió su ejército, envió a los diversos contingentes a casa o de regreso a sus puestos anteriores, y navegó hacia el sur a través del golfo de Corinto para regresar a Esparta.
La batalla de Coronea fue la última batalla a gran escala de la guerra. Fue seguida por un período de guerra comparativamente a pequeña escala alrededor de Corinto, incursiones en el territorio de Argos y combates en otras áreas periféricas. La guerra finalmente fue decidida por los persas, quienes hicieron las paces con los espartanos y ayudaron a imponer un pro-acuerdo de paz espartano en 386 AC.
Batalla de Lequeo (391 AC)
Antecedentes
Los eventos del año 394 AC, situaron a Esparta con ventaja en la guerra terrestre, pero muy débiles en el mar. La coalición de estados había sido incapaz de derrotar a la falange espartana en el campo de batalla, sin embargo, había logrado mantener la fuerza de su alianza y habían impedido a los espartanos moverse a placer por la Grecia central. Los espartanos seguirían intentando los años siguientes derrotar a Corinto o a Argos, y dejarlas fuera de combate.
Los aliados buscaban preservar su frente unido contra Esparta, mientras que Atenas y Tebas tomaban ventaja de la preocupación de Esparta de aumentar su poder en las áreas que tradicionalmente habían dominado.
En el año 393 AC, Conón y Farnabazo navegaron hasta la Grecia continental, y se dedicaron a saquear la costa de Laconia y atacaron la isla de Citera, en donde dejaron una guarnición y a un gobernador ateniense. De ahí navegaron hasta Corinto, en donde distribuyeron dinero y urgieron a los miembros del consejo a demostrar al rey persa que eran merecedores de confianza.
Farnabazo envió a Conón con recursos económicos y gran parte de la flota hasta Ática, en donde se unió a la reconstrucción de los Muros Largos desde Atenas hasta el Pireo. Con la ayuda de los remeros de la flota y de los trabajadores pagados con dinero persa la construcción pronto estuvo completada. Atenas pronto tomó ventaja de los Muros y de la flota para atacar las islas de Esciro, Imbros y Lemnos, en dónde estableció cleruquías (colonias de ciudadanos atenienses).
En el 392 AC, estalló una stasis (revuelta civil) en Corinto entre el partido democrático y el oligárquico. Los demócratas, apoyados por los argivos, lanzaron un ataque contra sus oponentes y les expulsaron de la ciudad. Los exiliados fueron en busca de la ayuda de los espartanos, quienes tenían su base en Sición en ese momento, mientras que los atenienses y beocios fueron a apoyar a los demócratas. En un ataque nocturno los espartanos y los exiliados tuvieron éxito en tomar el puerto de Corinto, el Lequeo, situado en el golfo homónimo, y derrotaron al ejército que fue a enfrentarse con ellos al día siguiente. Los aliados intentaron invadir el puerto, pero los espartanos los derrotaron.
Fue entonces cuando los atenienses enviaron una fuerza para ayudar a Corinto, con Ifícrates al mando de los peltastas. Mientras las fuerzas atenienses llegaban, los espartanos y los exiliados invadieron desde Lequeo el territorio de Corinto y, en el año 391 AC, el rey espartano Agesilao II condujo un gran ejército espartano hacia la zona y, atacando varios puntos fuertes, obtuvo numerosas victorias. Los atenienses y sus aliados casi quedaron cercados en Corinto, pero pronto encontraron una oportunidad de mejorar su situación y vencer a los espartanos, gracias al descuido de estos.
Desarrollo de la batalla
Aunque el rey espartano Agesilao marchó a territorio corintio con el grueso de su ejército, dejó una fuerza importante en Lequeo para proteger el puerto. Parte de esta estaba compuesta por hombres de la ciudad de Amiclas, que tradicionalmente regresaban a casa cuando estaban en campaña para participar en cierto festival religioso. Al aproximarse la celebración de este festival, el jefe espartano en Lequeo salió con una fuerza de hoplitas y de caballería para escoltar a los amicleos más allá de Corinto en su camino a casa. Tras conseguir pasar la ciudad sin problemas, el jefe ordenó a sus hoplitas regresar a Lequeo, mientras que la caballería siguió junto con los amicleos. Aunque tenía que pasar cerca de las murallas de la ciudad de Corinto con su ejército, esperaba no tener problemas, pues creía que los hombres de la ciudad estaban acobardados en su interior y poco inclinados a salir y acometerlo.
En la ciudad, los comandantes atenienses Ifícrates que mandaba a los peltastas, y Calias, que mandaba a los hoplitas, observaron como un regimiento espartano de unos 600 hombres se acercaba a la ciudad sin protección de la caballería, por lo que decidieron aprovechar la situación. Así, los hoplitas salieron de Corinto para formar cerca de la ciudad, mientras los peltastas abordaron la persecución de las fuerzas espartanas, arrojándoles jabalinas.
Para poner fin al acoso de los atenienses, el jefe espartano ordenó a un destacamento de sus hombres que cargasen contra ellos, pero los peltastas retrocedieron y escaparon fácilmente de sus perseguidores. Entonces, cuando los espartanos emprendieron la vuelta al regimiento, los peltastas se giraron y les arrojaron lanzas que les infligieron bajas importantes. Esta maniobra se repitió varias veces, siempre con el mismo resultado.
Incapaces de escapar y preocupados por las constantes pérdidas, los espartanos se refugiaron en una cima que domina Lequeo. Cuando los hombres que protegían esta vieron el apuro por el que atravesaban sus compañeros, zarparon de la ciudad con pequeños barcos y se aproximaron todo lo que pudieron a su posición, hasta colocarse a aproximadamente 800 m de la colina donde resistían los embates enemigos. Los atenienses mientras tanto comenzaron a desplegar a sus hoplitas; al percatarse de esto, los espartanos huyeron hacia los barcos, perseguidos por los peltastas atenienses. En total, el regimiento espartano perdió a 250 de sus 600 soldadosen los combates.
La batalla de Lequeo supuso la primera ocasión en la historia griega en la cual los peltastas habían derrotado a los hoplitas espartanos. La noticia de la derrota espartana causó gran impresión en el rey espartano Agesilao, que poco después regresó a Esparta. En los meses siguientes a la partida de los espartanos, Ifícrates fue reconquistando las fortalezas y los puntos fuertes de los que anteriormente se habían apoderado los espartanos.
Además, Ifícrates lanzó varias incursiones contra los aliados de los espartanos en la región periférica. Los espartanos y sus aliados oligárquicos conservaron el puerto de Lequeo durante el resto de la guerra, pero limitaron sus operaciones alrededor de Corinto, por lo que no hubo más combates de importancia en la región durante el resto de la contienda.
También hizo campaña contra Pilos y Arcadia, derrotando decisivamente a Pilos y saqueando el territorio de los arcadianos cuando se negaron a entablar combate con sus tropas.
Después de esta victoria, un ejército argivo llegó a Corinto y, tomando la acrópolis, llevó a cabo la fusión de Argos y Corinto. Se derribaron las piedras fronterizas entre Argos y Corinto y se fusionaron los cuerpos de ciudadanos de las dos ciudades.
Reformas militares de Ifícrates
Ifícrates se dio cuenta de que los hoplitas poseían una armadura y un armamento superiores, pero que les hacían demasiado pesados y lentos en el campo de batalla. Hizo cambios en su equipo tradicional para darles más oportunidades frente a los peltastas. Buscó un equilibrio entre los dos tipos de soldados: modificó la panoplia del hoplita de tal modo que no fuera tan pesada, cambió el gran y pesado hoplón de bronce por un escudo más pequeño; reemplazó las pesadas grebas por unas botas de cuero, que fueron conocidas como ificrátidas; y las corazas pesadas de linotorax fueron sustituidas por unas nuevas de lino acolchado mucho más ligeras. Para compensar la perdida general de protección frente al hoplita tradicional, este soldado tenía una lanza más larga, de 3,6 m, que le permitiría alcanzar antes al adversario equipado y ataviado al estilo tradicional.
A pesar de estos avances y de conseguir una mayor maniobrabilidad y velocidad en el combate, los guerreros griegos dieron más valor a la armadura pesada, la cual proporcionaba mayor protección.
Al mismo tiempo, también se adaptó el equipo de los peltastas. La protección que poseían era suficiente para los combates cuerpo a cuerpo con arqueros, pero no tenían ninguna oportunidad ante los hoplitas. Por esta razón cambiaron su escudo, haciéndolo más grande y oval, fabricándolo primero con mimbre y más tarde de madera. Poseían jabalinas y espadas cortas y se dotaron también de una lanza corta que les facilitaba realizar ataques relámpago contra los hoplitas. Algunos se podían permitir adquirir incluso un casco de bronce.
Campañas terrestres posteriores
Después de las victorias de Ifícrates cerca de Corinto, no se llevaron a cabo más campañas terrestres importantes en esa región. La campaña continuó en el Peloponeso y el noroeste. Agesilao había hecho campaña con éxito en territorio argivo en el 391 AC, y lanzó otras dos grandes expediciones antes del final de la guerra. En el primero de ellos, en 389 AC, una fuerza expedicionaria espartana cruzó el golfo de Corinto para atacar a Acarnania, un aliado de la coalición antiespartana.
Después de las dificultades iniciales para enfrentarse a los acarnanianos, que se mantuvieron en las montañas y evitaron enfrentarse a él directamente, Agesilao finalmente pudo llevarlos a una batalla campal, en la que los Acarnanianos fueron derrotados y perdieron a varios hombres. Luego navegó a casa a través del Golfo. Al año siguiente, los acarnanianos hicieron las paces con los espartanos para evitar nuevas invasiones.
En 388 AC, Agesipolis dirigió un ejército espartano contra Argos. Como ningún ejército argivo lo desafió, saqueó el campo durante un tiempo y luego, después de recibir varios presagios desfavorables, regresó a casa.
Campañas navales posteriores
Después de su derrota en la batalla naval de Cnido, los espartanos comenzaron a reconstruir una flota y, al luchar contra Corinto, habían recuperado el control del golfo de Corinto hacia el 392 AC. Tras el fracaso de las conferencias de paz del 392 AC, los espartanos enviaron una flotilla, al mando del comandante Ecdicus, al Egeo con órdenes de ayudar a los oligarcas exiliados de Rodas. Ecdicus llegó a Rodas para encontrar a los demócratas en pleno control y en posesión de más barcos que él, por lo que esperó en Cnido. Los espartanos luego enviaron su flota desde el golfo de Corinto, al mando de Teleutias, para ayudar. Después de recoger más barcos en Samos, Teleutias tomó el mando en Cnido y comenzó las operaciones contra Rodas.
Alarmados por este resurgimiento naval espartano, los atenienses enviaron una flota de 40 trirremes al mando de Trasíbulo. Él, juzgando que podría lograr más haciendo campaña donde no estaba la flota espartana que desafiándola directamente, navegó hacia el Helesponto. Una vez allí, se ganó a varios estados importantes del lado ateniense e impuso un impuesto a los barcos que navegaban más allá de Bizancio, restaurando una fuente de ingresos en la que los atenienses habían confiado en la última guerra del Peloponeso. Luego navegó a Lesbos, donde, con el apoyo de los mitileanos, derrotó a las fuerzas espartanas en la isla y ganó varias ciudades. Sin embargo, mientras aún estaba en Lesbos, Trasíbulo fue asesinado por asaltantes de la ciudad de Aspendus.
Después de esto, los espartanos enviaron un nuevo comandante, Anaxibio, a Abidos. Durante un tiempo, disfrutó de varios éxitos contra Farnabazo y se apoderó de varios barcos mercantes atenienses. Preocupados porque los logros de Trasíbulo estaban siendo socavados, los atenienses enviaron a Ifrates a la región para enfrentarse a Anaxibio. Durante un tiempo, las dos fuerzas simplemente asaltaron el territorio de la otra, pero finalmente Ifícrates logró adivinar dónde Anaxibio llevaría a sus tropas en una marcha de regreso de una campaña contra Antandro y tendió una emboscada a la fuerza espartana. Cuando Anaxibio y sus hombres, que estaban alineados en la línea de marcha, entraron en el terreno accidentado y montañoso en el que esperaban Ifícrates y sus hombres, los atenienses emergieron y les tendieron una emboscada, matando a Anaxibio y a muchos otros.
En 389 AC, los atenienses atacaron la isla de Egina, frente a la costa de Ática. Los espartanos pronto expulsaron a la flota ateniense, pero los atenienses continuaron su asalto terrestre. Bajo el mando de Antálcidas, la flota espartana navegó hacia el este hasta Rodas, pero finalmente fue bloqueada en Abidos por los comandantes atenienses regionales. Mientras tanto, los atenienses de Egina pronto se vieron atacados y se retiraron después de varios meses.
Poco después, la flota espartana al mando de Gorgopas tendió una emboscada a la flota ateniense cerca de Atenas, capturando varios barcos. Los atenienses respondieron con una emboscada propia; Chabrias, de camino a Chipre, desembarcó con sus tropas en Egina y tendió una emboscada a los eginetas y sus aliados espartanos, matando a varios de ellos, incluido Gorgopas.
Los espartanos luego enviaron a Teleutias a Egina para comandar la flota allí. Al darse cuenta de que los atenienses habían bajado la guardia después de la victoria de Chabrias, lanzó una incursión en El Pireo, apoderándose de numerosos barcos mercantes.
Paz de Antálcidas (387 AC)
El tratado también se conoce como la paz de Antálcidas, en honor a Antálcidas, el diplomático espartano que viajó a Susa para negociar los términos del tratado con el rey de Persia aqueménida. Sin embargo, el tratado se conocía más comúnmente en la antigüedad como la Paz del Rey, un nombre que refleja la profundidad de la influencia persa en el tratado, ya que el oro persa había impulsado la guerra anterior.
Para llevar a los atenienses a la mesa de negociaciones, Antálcidas trasladó su flota de 90 barcos al Helesponto, donde podría amenazar las rutas comerciales por las que los atenienses importaban grano de la región del mar Negro. Los atenienses, conscientes de su desastrosa derrota en el 404 AC, cuando los espartanos se hicieron con el control del Helesponto, acordaron negociar, y Tebas, Corinto y Argos, que no querían seguir luchando sin Atenas, también se vieron obligados a negociar. En una conferencia de paz en Esparta, todos los beligerantes acordaron los términos establecidos por Artajerjes.
Jonia y Chipre fueron abandonadas a los persas, y los atenienses se vieron obligados a ceder sus territorios recién conquistados en el Egeo. De manera igualmente significativa, la insistencia en la autonomía puso fin a un nuevo experimento político que había surgido de la guerra, la unión de Argos y Corinto. En lo que los griegos llamaban sympoliteia, las dos ciudades se habían fusionado políticamente, otorgando a todos los ciudadanos la ciudadanía conjunta. Se vieron obligados a separarse y se pidió a los tebanos que disolvieran su liga Beocia. Solo la liga del Peloponeso de Esparta y los ilotas fueron pasados por alto, ya que los espartanos, que eran responsables de administrar la paz, no deseaban que se aplicara allí el principio de independencia.