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Reforma del alistamiento
Cayo Mario reformó el alistamiento durante la guerra de Yugurta, ante las dificultades de reclutar un ejército. La plebs urbana no estaba interesada en el servicio militar, y la plebs rural y los pobres que habitaban la ciudad de Roma estaban interesados, pero no podían, dado que solo podían alistarse las cinco clases del centuriado, los que no tenían propiedades al menos de 600 sestercios no podían alistarse.
Para ser elegible para el servicio militar en el ejército romano, cada ciudadano romano (a diferencia de los italianos) era evaluado una vez cada cinco años en el censo, para ver cuánta riqueza poseía. Luego, cada ciudadano era colocado en una de los cinco grupos según su riqueza, junto con una sexta categoría para aquellos cuyos activos caían por debajo del estándar mínimo (600 sestercios). Este sistema no había evolucionado desde los primeros días de Roma.
Esto permitió que el estado viera la riqueza total disponible para la ciudad y fue la base del sistema político y militar, en el que los grupos superiores tenían más deberes militares, pero era recompensada con una mayor participación política. Así, cuanto más dinero valía un ciudadano, más tenía que contribuir a la defensa de la ciudad, pero esto se recompensaba con tener un voto más influyente en las asambleas públicas.
Naturalmente, desde un punto de vista puramente militar esto significaba que había un gran grupo de hombres que no podían hacer el servicio militar. Esto se vio exacerbado por el aumento de los compromisos militares de Roma. Sin embargo, en tiempos de emergencia nacional (tumultus), como era de esperar, tales normas sociales no se cumplieron y se reclutaron a los proletarii e incluso a los esclavos. Esto ocurrió en el 281 AC cuando lucharon contra Pirro y en el 217 AC contra Aníbal.
Marius no abolió el antiguo sistema, simplemente que en esta ocasión lo ignoró. Realizó la inclusión de las personas sin tierras ni propiedades, las denominadas capite censi o censo por cabezas, dentro de las personas que podrían alistarse. Dado que la mayor parte de este grupo eran pobres que no tenían capacidad de comprar su propio armamento, Mario hizo que el estado les suministrase las armas y equipos.
Garantizó a todos los soldados itálicos la ciudadanía romana justificando este acto con el comentario de que en el fragor de la batalla no era capaz de distinguir a un romano de un aliado. Esto eliminó la noción de legiones aliadas, y todas las legiones italianas se verían vistas como legiones romanas. Mario estableció también un periodo de servicio, de entre 6 y 16 años.
Recompensó a los soldados que terminaban su periodo de servicio. Se les pagaba con dinero, tierras, o una pensión de veterano. Mario dio tierras a sus veteranos de la guerra de Yugurta en África; y en la Galia Cisalpina y Narbonense a los de las guerras contra Cimbrios y Teutones.
También contribuyó a que el general fuese visto como el protector del soldado, frente a un Senado contrario a darles tierras y que no había favorecido a la plebe o a los pueblos itálicos. Los cambios en la mentalidad de generales y soldados serán un factor clave para explicar el fin de la República Romana y los alzamientos y caídas de numerosos emperadores.
Reformas de la instrucción
Con la homologación del armamento, se simplificó la instrucción, con anterioridad los vélites y los triarios llevaban distinto equipo. Se incrementó la disciplina y o la preparación de los legionarios para la esgrima, según el modelo de las escuelas de gladiadores.
Mario aumentó de la instrucción del soldado por medio de continuas marchas e incesantes desfiles. Mario pretendió conseguir el endurecimiento de sus hombres.
El que todos tuviesen el mismo escudo haría mucho más efectivas tácticas como el famoso testudo o »tortuga legionaria», por citar un célebre ejemplo.
Al ser permanentes y no disolverse, las legiones mantuvieron un régimen de entrenamiento mientras no estuvieran en campaña. Se buscaba fortalecer físicamente al soldado mediante marchas con todo el equipo a cuestas y usando armas de entrenamiento más pesadas que las reales, también se emplearon para la construcción de carreteras y obras de fortificación cuando no había guerra.
Reformas en el armamento y equipo
Decidió profesionalizar el ejército, en el sentido literal del término: cuando vio que la leva habitual ya no servía, convirtió el ser legionario en una profesión. Admitió a ciudadanos sin recursos como soldados, atrayéndolos con el anuncio de que la República les pagaría un salario y se haría cargo de los costes del equipamiento. De repente, muchos hombres con mala situación económica sintieron que el ejército iba a proporcionarles un trabajo.
Las filas del ejército de Mario engrosaron con rapidez. Al precio, claro, de un enorme coste monetario. Sin embargo, hizo un buen uso del dinero. Entendió que debía redoblar la eficiencia de las tropas. Por ejemplo, dictaminó que a partir de ese momento todos los legionarios debían usar el mismo equipo, mientras que hasta entonces cada hombre se había pertrechado de acuerdo a sus posibilidades económicas.
Reemplazó definitivamente la lanza por el pilum incluso para los triari, uniformó el equipo, todos los soldados llevaban el mismo equipo casco de bronce de tipo montefortino, cota de malla de hierro, espada corta española o gladius hispaniensis, un pilum pesado y otro ligero y el gran escudo o scutum.
Asignó un emblema o enseña a cada legión, el Aquila de plata que era portada por un suboficial o aquilifer. En un principio el Aquila fue asignada a las legiones romanas como insignia especial por Cayo Mario en su segundo consulado (104 AC). Incluso antes había sido su primera insignia, con las otras cuatro: lupi, minotauri, equi y aprique (lobo, minotauro, caballo y jabalí) al frente de las respectivas filas; pero tomó algunos años antes de que la costumbre entrara en acción, el resto se quedó atrás en los campamentos.
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El Aquila supone la conversión de la legión en un cuerpo, con un espíritu colectivo y una continuidad de tradición. En un principio se hicieron de plata, pero a partir de Augusto se hicieron de oro. Las Águilas eran guardadas en el «edes signorum» o santuario del campamento. Los signum que eran portados por un signifer y había uno por cada cohorte y uno por cada manípulo. Cada signum se componía de varios discos o phalerae puestos y otros elementos distintivos del valor como las coronas, estaban sujetos en un asta y en la parte superior había una punta de lanza para las cohortes y una mano para los manípulos.
Plinio el Viejo dice: «A las legiones romanas la consagró, con carácter exclusivo, Cayo Mario en su segundo consulado. Anteriormente también era primera enseña junto con otras cuatro: el lobo, el minotauro, el caballo y el jabalí precedían sendas formaciones. Unos pocos años antes habían comenzado a llevarla a ella sola al campo de batalla; las demás se dejaban en el campamento. Mario prescindió por completo de estas últimas. A partir de ello se ha observado que casi nunca el campamento de invierno de una legión está donde no haya una pareja de águilas«. El águila era primera enseña junto a otras cuatro: lobo, minotauro, caballo y jabalí, posteriormente estas desaparecieron quedando únicamente el águila, cuyas las fueron pintadas en los escudos.
Reformas en la movilidad
Cada legión tenía un convoy con el equipamiento de unas 500 a 550 mulas (una mula por cada 10 legionarios). Para evitar que estos convoyes fuesen demasiado grandes, Mario hizo a sus hombres acarrear todo el equipo que pudiesen, incluyendo su armadura, armas y raciones para 3 días.
Para facilitarlo, se dio a cada legionario un bastón cruzado en forma de T para acarrear la carga sobre sus hombros (unos 30 kg). Por esto los soldados recibieron el apodo de «muli mariani o mulas de Mario«, por la gran cantidad de carga que tenían que llevar ellos mismos.
Llevar la mayor parte de sus propios suministros aumentó considerablemente la movilidad del ejército en su conjunto y redujo el tamaño de los trenes de equipaje. Esto les habría permitido moverse más rápido y, por lo tanto, ser más receptivos. Esto habría sido especialmente útil contra un ejército del tamaño de las tribus del norte, quienes, además de su gran número, también tenían a sus familias con ellos.
Hay que señalar, que esto no eliminó por completo la necesidad de trenes de bagajes del ejército romano, y aún en el año 36 AC, la campaña de los partos de Antonio se vio socavada por la pérdida de su tren de bagajes. Sin embargo, a corto plazo, hizo que el ejército romano fuera mucho más hábil para responder a cualquier movimiento realizado por las tribus.
Reformas de la estructura militar
Las centurias pasan a tener 80 soldados más 20 no combatientes al mando de un centurión, formarían en cuadros de 10 x 8. Dos centurias (180) forman un manipulo y 3 manípulos (hastati, príncipes y triari) forman una cohorte (480), 10 cohortes (numeradas de I a X) forman una legión. Dos cohortes eran mandadas por un tribuno.
Desaparecieron los vélites, que serían ocupados por auxilia, o cuerpos especializados de «auxiliares«, que procedían de levas entre los indígenas de las diversas provincias, agrupándose según su origen étnico y conservando su indumentaria y estilo peculiar de combate. Entre ellos se encuentran arqueros, honderos,etc.
La caballería cívica (1.800 équites) desapareció, y en lugar de esta, aparecen las alas auxiliares de caballería, al mando de un prefecto de ala, que en un principio fue ocupado por latinos, pasando posteriormente a manos de los jinetes extranjeros. Cada ala tiene 16 turmas y cada turma 32 jinetes (tracios, galos, germánicos, hispanos, númidas, etc.)
La legión tenía también había un escuadrón 10 o más tropas de caballería ligera romanos llamados speculatores, que servían como exploradores, como mensajeros e incluso como escolta montada.