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Reinado de Micipsa (148-118 AC)
La única evidencia que tenemos del triunvirato que gobernó Numidia proviene de Apiano, quien afirma que durante la Tercera Guerra Púnica, los hermanos estaban ansiosos por ofrecer asistencia material a los esfuerzos de Roma, pero tardaron en cumplir estas promesas, esperando ver qué pasaría. Fue en ese momento Numidia cuando desapareció de las fuentes casi por completo. Dada la escasez general de nuestras fuentes para la historia romana en general en ese período, especialmente aquellas que no se centran en los eventos de Roma. Sin embargo, este período resultó ser muy importante para Numidia.
En el centro de este proceso estaba la figura sombría de Micipsa, el hijo mayor de Masinisa. Tras la muerte de su padre, recibió el poder político exclusivo en Numidia en su conjunto o una región de Numidia centrada en Cirta.
Galusa asistió al sitio y destrucción total de Cartago por parte de las legiones romanas, en el año 149 AC, muriendo al cabo de pocos años. El reino pasó a su hijo Masiva, de quien se sabe bien poco.
Lo que está claro es que en los años 142 y 134 AC, era el único gobernante (político, militar y judicial) de toda Numidia. En ambas ocasiones hubo peticiones romanas de ayuda militar para las guerras de España.
En 142 AC, es Apiano quien informa que el comandante romano, Quinto Fabio Maximo Serviliano, solicitó elefantes númidas para su guerra en España a Micipsa, aunque no se sabe si lo hizo porque Micipsa era el único rey o estaba a cargo de la política númida.
En 134 AC, fue Escipión Emiliano quien pidió ayuda militar númida, que fue de nuevo debidamente despachada, esta vez bajo el mando del príncipe númida Yugurta, hijo de Mastanabal, que ya había muerto. Por lo tanto, podemos fechar la muerte de los hermanos de Micipsa, quienes murieron supuestamente por causas naturales, entre 148 AC y 134 AC.
Dada la naturaleza fratricida de la familia real númida en el período siguiente, hay dudas sobre la coincidencia que los dos hermanos de Micipsa murieran convenientemente de una enfermedad, dejándolo como único gobernante de una Numidia unida.
Micipsa gobernó Numidia como su único monarca. No se sabe casi nada sobre su reinado, excepto que nuevamente demostró ser un aliado incondicional de Roma y de los Escipiones en particular.
El rey númida Micipsa envidiaba la popularidad de Yugurta, hijo ilegítimo de su hermano Mastanabal, y decidió que estaría mejor en un lugar lo más lejano posible de Numidia. Lo envió a Hispania con un contingente de caballería númida, a colaborar con Escipión en la guerra contra los hispanos.
Mandar a Yugurta a Hispania fue un serio error de cálculo. Los años que Yugurta pasó sirviendo junto al alto mando del ejército romano le sirvieron para aprender muchas lecciones valiosas que emplearía en el futuro. Primero conoció la organización militar y la estrategia de las legiones, ya que participó en numerosos episodios bélicos.
Cuando tenía 26 años estuvo en el famoso asedio de Numancia, mandando tropas númidas enviadas por Micipsa. No solo aprendió de los romanos, sino que también observó que los celtíberos, pese a enfrentarse a un ejército más avanzado y disciplinado, se estaban mostrando muy capaces de oponer una férrea resistencia. Eran quizá inferiores en tecnología y organización, pero usaban el terreno en su favor, evitando combatir en campo abierto, donde nadie podía esperar vencer a la poderosa máquina bélica romana sin tener una gran superioridad numérica.
Los celtíberos se internaban en bosques y montañas, atrayendo a los legionarios para tenderles emboscadas. Atacaban de manera inesperada a las columnas romanas y se dispersaban rápidamente, huyendo por el terreno que hacía muy difícil toda persecución. Aquella, una de las primeras guerras de guerrillas, fue una dura prueba para los romanos, que no estaban tan preparados para ello, solamente para la batalla convencional. La guerrilla les exasperaba, incrementaba mucho los costes militares y además afectaba a la moral de los legionarios. Yugurta tomó buena nota.
Yugurta se reveló como un competente soldado. Según el historiador Salustio, “Por su obediencia incondicional y su desprecio del peligro, pronto se convirtió en héroe de los romanos y terror de sus enemigos”.
El mismo Escipión estaba entusiasmado con Yugurta, y lo recomendó efusivamente al rey Micipsa. “Tengo en alta estima lo que ha hecho por nosotros, y haré lo que esté en mi mano por transmitir esta estima al senado y el pueblo de Roma”.
Micipsa captó la indirecta de Escipión y nombro heredero a Yugurta, junto con sus propios hijos Hiempsal y Adherbal, y en su lecho de muerte, en el año 118 AC, encomendó a Yugurta el cuidado de sus hijos.
El más joven, Hiempsal, sugirió que su padre sufría demencia senil, y también sugirió que por esa razón, debía abolirse la adopción de Yugurta.
Guerra civil númida (118-112 AC)
Micipsa finalmente murió en 118 AC, con tres herederos nombrados: Yugurta, Adherbal y Hiempsal. Está claro que Hiempsal y Yugurta no se llevaban bien, con Adherbal haciendo de pacificador. A esta potente mezcla se sumaba la ausencia de Roma. En 148 AC, Escipión estuvo presente para actuar como albacea y asegurarse de que los tres hijos nombrados herederos cooperaran en su herencia. En el 118 AC, Escipión había muerto y parece que los romanos abandonaron a los príncipes númidas a su suerte, dados los disturbios recientes en Roma.
Al no llegar a un entendimiento comparable, como aparentemente ocurrió en el 148 AC, los tres hermanos acordaron dividir físicamente el reino entre ellos. Dada la naturaleza de los tres hombres y el reino que heredaron, una ruptura entre ellos no fue inesperada ni tardó en llegar. Antes de dividir el reino, los tres acordaron dividir primero el tesoro. De camino a la partición, el hermano menor Hiempsal se detuvo en la ciudad de Thirmida.
Desafortunadamente para él, el gobernador de la ciudad era seguidor de Yugurta. Notificado de su llegada, Yugurta llegó por la noche junto con un séquito armado, entró en la casa donde se hospedaba Hiempsal y lo asesinó.
Este acto sumió al país en una guerra civil a gran escala, con ciudades y nobles alineados detrás de Adherbal o Yugurta, y ambos bandos levantando ejércitos. Los dos príncipes se enfrentaron en la batalla y, a pesar de que Adherbal tenía el ejército más grande, fue derrotado por Yugurta, entrenado por los romanos. Sobreviviendo a la batalla, Adherbal huyó a la provincia romana de África y luego a Roma para defender su caso. Incluso sin los estrechos lazos entre Roma y Numidia, era natural que el Senado emitiera un juicio sobre este asunto.
La fuga de Adherbal colocó a Yugurta en una posición peligrosa, ya que esperaba presentar al Senado un hecho consumado, con él como el único gobernante sobreviviente. Sin embargo, Adherbal era un desconocido para los romanos, mientras que Yugurta tenía muchos amigos entre la aristocracia romana. Además, tenía todos los recursos de Numidia apoyándolo. Dados sus contactos, conocimiento de los romanos y recursos financieros, Yugurta envió de inmediato, emisarios a Roma para asegurarse de que sus embajadores tuvieran una respuesta favorable entre el Senado romano, a través de una mezcla de amistad y pago abierto. El día de la audiencia en el Senado, Salustio informa que Adherbal pronunció un largo y emotivo discurso apelando al servicio de su padre y su abuelo en Roma. Los enviados de Yugurta señalaron que este había actuado en interés de Numidia.
Al final, el Senado se dividió sobre el asunto, pero tomó el curso lógico, una división de Numidia entre las dos partes, sin perseguir a Yugurta por el asesinato de su hermanastro. Tal curso convenía a los intereses de Roma en la región y una vez más dividió a Numidia, reduciendo así su poder y amenaza para Roma.
Para Yugurta, esto fue un revés, pero con el que podía vivir por el momento. Se envió una comisión senatorial para dividir Numidia, con la región occidental para Yugurta y la oriental para Adherbal. Yugurtha recibió la mayor parte de la población y las regiones fértiles, Adherbal las ciudades costeras. A pesar de que Yugurta había sobornado a todos los senadores romanos que pudo, la comisión llegó a una división imparcial. De hecho, esta división devolvió superficialmente a Numidia a la situación que había tenido antes de la época de Masinisa, con dos regiones potencialmente antagónicas (este y oeste). El problema obvio sería cuánto tiempo se mantendría este acuerdo. Ambos reyes se habían encontrado una vez en el campo de batalla y ambos tenían buenos motivos para continuar la guerra.
Una vez que la comisión romana se hubo ido, Yugurta redactó nuevos planes para la anexión del reino de Adherbal. Para disuadir la ira de Roma por violar el acuerdo, aparentemente planeó provocar a Adherbal para que le declarase la guerra, convirtiéndolo así en víctima de agresión. Con estos fines, envió partidas de asalto al este de Numidia, destruyendo pueblos y apoderándose de ganado. Adherbal, sin embargo, se negó a dejarse provocar, recordando bien su anterior fracaso militar. De esta manera, la situación continuó durante varios años, hasta que en el 112 AC, la situación era tan desesperada para Adherbal que no tuvo más opción que formar un ejército y enfrentarse a Yugurta en el campo de batalla una vez más.
Los dos ejércitos se encontraron cerca de la ciudad de Cirta (actual Constantina en Argelia), la antigua capital de una Numidia unificada. Dado lo avanzado del día, la batalla se pospuso hasta la mañana siguiente y ambos ejércitos se retiraron para pasar la noche. Una vez más, Yugurta demostró su superioridad militar cuando atacó al ejército de Adherbal mientras dormían. El ataque pronto terminó con la derrota y destrucción del ejército de Adherbal, y el propio Adherbal huyó una vez más, esta vez refugiándose en Cirta. Yugurta inmediatamente puso sitio a la ciudad, que, como una de las más fuertes de Numidia, resistió todos sus intentos de tomarla por asalto.
Para Yugurta, era una cuestión de tiempo, ya que pronto quedó claro que Adherbal una vez más había podido enviar emisarios a Roma, aparentemente antes de que los ejércitos se encontraran. Por lo tanto, Yugurta pronto podría esperar la llegada de otra comisión senatorial y sería mejor para él si se les presentara un hecho consumado de la muerte de Adherbal y Yugurta como gobernante único de Numidia. Sin embargo, le surgió una complicación adicional ante la presencia de una población considerable de comerciantes italianos en Cirta, que ayudaron en la defensa de la ciudad. Esto daría a los romanos una participación más tangible en los acontecimientos.
Cuando llegaron los enviados, Yugurta no les dio oportunidad de hablar con Adherbal, pero les aseguró que la culpa era de la otra parte y que pronto enviaría emisarios a Roma para explicar el asunto. Al parecer, también prometió poner fin al asedio de Cirta.
Sorprendentemente, la comisión de tres hombres aceptó su palabra y salió de África para informar del asunto al Senado, sin esperar a que se levantara el sitio. La comisión romana abandonó África, es muy posible que fueran sobornados y volviesen cargados de oro.
Con la comisión regresando a Roma para hacer su informe, Yugurta continuó el sitio de Cirta, La comisión romana abandonó África, momento que aprovechó Yugurta para reanudar el asedio de Cirta, poniendo vallado y foso. Desafortunadamente para él, Adherbal hizo que dos de sus hombres escaparan del asedio y llevaran una carta al Senado, que exponía la situación en su totalidad, revelando la duplicidad de Yugurta.
Aunque algunos abogaron por enviar una fuerza militar para ayudar a Adherbal, el Senado solo pudo aceptar el envío de una nueva comisión senatorial a Yugurta, esta vez dirigida por Mario Emilio Escauro, príncipe del Senado. Pudo haber poco interés por involucrarse en una guerra civil númida, especialmente dada la situación en Iliria y Macedonia.
La comisión partió de Roma hacia África en solo tres días y una vez allí convocó inmediatamente a Yugurta a Útica, la capital de facto de la provincia africana de Roma. Al parecer le hicieron amenazas terribles en nombre del Senado. La comisión ordenó a Yugurta que terminara el asedio de Cirta, regresara a su propio reino y acatara el asentamiento romano anterior.
Para Yugurta, había llegado el momento de la verdad. Aceptar la demanda romana anularía los éxitos del último año y lo dejaría solo con Numidia occidental. Continuar el asedio sería desobedecer directamente una orden del Senado. Para Yugurta, el cálculo crucial debió ser si Roma iría a la guerra con él.
Detuvo el asedio durante varios meses (al menos cuatro), pero mantuvo bloqueada la ciudad. Luego volvió a asediar la ciudad. Los defensores de Cirta, abandonados a su suerte por Roma, se vieron obligados a negociar con Yugurta. Se ofreció a los defensores y al mismo Adherbal conservar la vida a cambio de la rendición de la ciudad. Al parecer fueron influenciados por comunidad italiana que vivía en Cirta, creía que Yugurta obedecería las órdenes del Senado.
Los soldados de Yugurta penetraron en la ciudad, se les ordenó asesinar a todos los varones adultos. Adherbal fue hecho prisionero y lo torturaron hasta la muerte. La comunidad comercial italiana no fue respetada.
Cuando la noticia de la caída de Cirta llego a roma en el 112 AC, la guerra resultaría inevitable, pues buena parte de los defensores de la ciudad eran comerciantes romanos. El propio hijo de Yugurta se presentó al Senado con la intención de apaciguar a los romanos con una gran cantidad de dinero, se le respondió que, a menos que ofreciera la rendición incondicional, se volviese de inmediato a su país.
Primera campaña (111-109 AC)
Lucio Calpurnio Bestia (111 AC)
Los cónsules para el 111 AC, fueron Publio Cornelio Escipión Nasica y Lucio Calpurnio Bestia. El mando de África recayó en Bestia.
Bestia reunió a su ejército consular de unos 40.000 efectivos en Regium y los transfirió desde allí a Sicilia y desde Sicilia al África romana. Una vez en el África romana, montó una rápida ofensiva contra las ciudades númidas más cercanas, aunque tampoco se dice cuáles. Los únicos detalles son que varias ciudades fueron tomadas por asalto, lo que dio como resultado una gran cantidad de prisioneros.
Bestia había llevado consigo un ejército sin experiencia, que operaba en una región en la que ningún soldado romano había luchado durante una generación (desde la Tercera Guerra Púnica). Por lo tanto, era imperativo que se desfogaran antes de ponerlos en riesgo, en consecuencia, realizó algunas operaciones básicas de asedio para acumular experiencia y confianza, además de permitir la oportunidad de un botín rápido. A los efectos de la expedición, el saqueo de las ciudades númidas era un método excelente para castigar al pueblo númida por las transgresiones de Yugurta.
Tras estos ataques iniciales, Yugurta adoptó una táctica familiar y abrió negociaciones con Bestia. Su lugarteniente Escauro se oponía a la negociación, pero un gran soborno lo hizo cambiar de opinión.
Yugurta dejó sacrificar algunas ciudades al apetito romano de gloria, era un pequeño precio a pagar por mantener su cabeza y su trono. Los romanos no querían una guerra sin que su ejército estuviera completamente preparado.
Las negociaciones llevaron a un armisticio y luego a un acuerdo. El precio del armisticio fue el obsequio de grano de los númidas a las tropas invasoras romanas, lo que fue astuto desde el punto de vista logístico y una muestra obvia de sumisión.
Con eso logrado, Yugurta compareció ante un consejo de guerra romano, formado entre los comandantes superiores del ejército romano, e hizo su oferta de sumisión y rendición. En términos prácticos, esto incluía 30 elefantes, una cantidad de ganado y caballos y una cantidad de plata como multa. Sin embargo, Numidia le fue devuelta intacta a Roma. Quizás los romanos estaban más preocupados por las noticias de una inminente invasión barbará a través de los Alpes, por lo que aceptaron un acuerdo rápido.
Las condiciones de rendición de Yugurta fueron tan favorables que provocaron una renovación de la protesta popular en Roma; a petición del tribuno Memmio, se inició una investigación sobre los procedimientos del tratado. Yugurta fue convocado a Roma con la promesa de un salvoconducto, y compareció como testigo; pero, en lugar de cumplir con la inquisición, sobornó a dos tribunos romanos para vetar el proceso y evitar que testificara.
En el ultraje que siguió, Massiva, el primo de Yugurtha e hijo de Galusa, que había huido a Roma por miedo a su primo, aprovechó la oportunidad para reclamar el trono númida. Al conocer los planes políticos que albergaban los romanos de proclamarlo rey único de toda la Numidia. Yugurta lo mandó asesinar. El Senado, aunque inicialmente se inclinó a aceptar el soborno nuevamente para permitirle escapar del castigo, finalmente se vio obligado por su insolencia y por la furia de la turba a expulsarlo de la ciudad y revocar la paz reciente.
Espurio y Aulo Postimio Albino (110 AC)
Para el año 110 AC, fue nombrado cónsul para África el patricio Espurio Postumio Albino. Este llegó a África con nuevos salarios y suministros, pero sin tropas nuevas. Se desconocen las medidas que tomó para restaurar la disciplina. Intentó llevar a Yugurta a una batalla campal, pero este rehuía el combate y se retiraba. Yugurta continuó con sus ofertas para negociar un acuerdo, mientras acosaba a las fuerzas romanas con ataques relámpago. Estos habrían tenido un doble propósito: frustrar a las fuerzas romanas y convencerlas de que no habría una solución militar para la guerra; mientras reforzaba la moral de sus propias fuerzas, mostrándoles cuán lento e ineficaz era el método de guerra romano.
Para Espurio Postumio fue una campaña frustrante, con los númidas negándose a dar batalla y fracasando sobre la sumisión. Esto, a su vez, provocó el descontento en Roma por el tiempo que se tardaba en terminar lo que se suponía que sería una guerra fácil. A medida que transcurría el año, se puede entender fácilmente la creciente frustración de Espurio, sabiendo que con la elección de nuevos cónsules, perdería su oportunidad de victoria y su consulado terminaría en un relativo fracaso. Evidentemente frustrado y sintiendo la presión de Roma, Espurio abandonó África para realizar las elecciones consulares para el 109 AC, dejando sus fuerzas en el campamento bajo el mando de su hermano Aulo Postimio Albino.
La ausencia de Espurio resultó ser más larga de lo esperado, nuevamente como resultado de problemas en Roma con los tribunos. En el punto muerto que siguió, todas las elecciones para el 109 AC se retrasaron, con Espurio teniendo que permanecer en Roma.
Batalla de Suthul 110 AC
Aulo Postimio le tentaron los rumores de que había un gran tesoro oculto en la ciudad númida de Suthul (actual Guelma y antigua Calama en Argelia). Así que esperó a que su hermano el cónsul estuviera camino de Roma para celebrar las elecciones y la cabeza de tres legiones sin experiencia se dirigió a Suthul (actual Guelma). Fracasó al intentar tomar la ciudad por sorpresa, las defensas de la ciudad demostraron ser formidables y el asalto inicial fracasó, decidió atrincherarse para un asedio invernal. Yugurtha tomó la decisión de abandonar su política anterior de no enfrentarse a los romanos en la batalla y viendo la oportunidad de un ejército romano débil, dirigido por un comandante sin experiencia, decidió comprometer sus fuerzas por completo en la guerra y atacar a las fuerzas romanas.
En secreto, reunió sus propias fuerzas y las hizo marchar a una posición cerca de Suthul, luego envió emisarios a Aulo Postumio prometiéndoles un arreglo favorable. Usando estas promesas, consiguió que Aulo rompiera el asedio de Suthul y se dirigiera con su ejército para perseguir a Yugurta. Posiblemente, fue engañado y solo le presentó una parte de su ejército. Así, Aulo se dejó llevar directamente a una trampa.
El rey númida hizo que su ejército realizara toda clase de maniobras evasivas, fingiendo huir por debilidad. Aulo Postumio, engañado, se cegó en una persecución que lo llevó hacia terrenos cada vez más propicios a su enemigo. Cuando por fin Yugurta hubo puesto las cosas a su favor, asaltó el campamento legionario durante la noche. El ejército romano, tomado por sorpresa, huyó en desbandada hacia una colina cercana. En su nueva ubicación elevada, los romanos podían defenderse con facilidad, pero existía un serio inconveniente: estaban completamente rodeados y no podían huir.
Tenía dos opciones: intentar romper el cerco, algo que parecía un suicidio, o permanecer sitiado hasta que el hambre y la sed diezmasen a los suyos. Yugurta, adivinando la desesperación del general romano, le envió un mensaje prometiendo que si se rendía y accedía a abandonar Numidia, dejaría salir vivos a los legionarios.
Aulo Postumio, sin saber qué más hacer, aceptó. Los prisioneros fueron obligados a pasar bajo un yugo, una costumbre ancestral mediante la cual, cada soldado derrotado reconocía la superioridad del enemigo. Después de infligir a los romanos esta humillación, la mayor que podía sufrir un ejército de la antigüedad, Yugurta concedió a los romanos un plazo de once días para abandonar el país.
La noticia llegó a Roma no a través de Aulo Albino, sino de Yugurta; que envió al Senado una copia del tratado, acompañada de una carta en la que se queja duramente de traición, por haber invadido un país con ansias de paz, que no había levantado ni un dedo contra Roma.
El nuevo tribuno de la plebe Cayo Mamilio pidió la cabeza de Postumio Albino y exigió que su hermano Aulo Albino fuese ejecutado por traición y que a Espurio Albino se le juzgara también por traición.
La derrota romana no se debió solo a la superior dirección militar de Yugurta, sino también al terreno y las condiciones climatológicas. Los suministros romanos procedentes de la costa debían transportarse a través de unas montañas densamente pobladas de coníferas y árboles de hoja perenne, repletas de bandidos dispuestos a lanzarse sobre cualquier convoy escasamente protegido. En las veces que se enfrentaron en campo abierto, las legiones tuvieron que enfrentarse a la caballería númida de Yugurta, estos tenían mayor movilidad y conocían mucho mejor el terreno.
Segunda campaña: Quinto Cecilio Metelo (109 – 107 AC)
El Senado redactó y despachó una dura carta para Yugurta, diciéndole que Roma no podía ni quería reconocer un tratado firmado por un hombre sin Imperium. Por consiguiente, sin autoridad del Senado del pueblo romano para mandar un ejército, gobernar una provincia y concertar tratados.
La victoria de Yugurta sobre Aulo Postimio en la batalla de Suthul generó un sentimiento de especial furia en Roma. Y en el año 109 AC, un nuevo ejército romano, al mando del cónsul Quinto Cecilio Metelo llegó a África. Mientras el otro cónsul Marco Junio Silano tenía la responsabilidad de conjurar la amenaza sobre Italia de las tribus germanas de cimbrios y teutones.
Metelo era un buen soldado, y además era conocido por su honradez y por ser incorruptible. El procónsul Espurio Albino le entregó un ejército desmoralizado, apático, derrotado e incapaz de aguantar riesgos y fatigas. Decidió no emprender ninguna campaña e instruir de nuevo a sus soldados.
Por medio de un edicto, prohibió que nadie vendiera pan en el campamento o cualquier otro alimento cocido, los cantineros no seguirían al ejército, los soldados no tendrían, ni en el campamento ni en marcha, esclavo o acémila. Además, todos los días cambiaba de campamento por caminos transversales, lo fortificaba con empalizada y foso, como si el enemigo estuviese a la vista, ponía numerosos puestos de guardia y les pasaba revista con sus oficiales; del mismo modo, durante la marcha, se hacía presente bien en vanguardia, bien en retaguardia, y muchas veces en el centro, para que nadie se saliese de su fila, para que marchasen apiñados en torno a sus insignias, para que los soldados llevasen su alimento y armas.
Yugurta se enteró por sus agentes de los preparativos de Metelo y viendo que no podría sobornar a Metelo, y temiendo el potencial del ejército que había traído, Yugurta intentó establecer negociaciones de paz.
Metelo, en principio se mostró dispuesto al diálogo y a Yugurta varias exigencias, siempre de una en una, como si cada una de ellas fuera a ser la última. De este modo, Yugurta entregó a Metelo rehenes, armas, elefantes, la devolución de prisioneros y los desertores romanos, que fueron ejecutados sin excepción.
Yugurta se dio cuenta demasiado tarde que Metelo había estado ganando tiempo, mientras entrenaba y aclimataba a su ejército. Metelo se dirigió hacia el oeste, tomó la ciudad de Vaga y se dirigió con su ejército hacia el río Muthul (Wäd Mellag o Mellag). Con un ejército de 35.000 hombres
Batalla del río Muthul 108 AC
Yugurta decidió tender una trampa al ejército romano que le perseguía, decidió buscar un desfiladero y cerrarlo por ambos lados para destruir su ejército. Metelo tras descender montañas y cruzar el desierto trató de alcanzar el río Muthul, donde esperaba reponer sus reservas de agua. Para ello tenía que pasar por un valle estrecho. Yugurta había desplegado 2.000 infantes ligeros y 45 elefantes de guerra bajo el mando de su hermanastro Bomílcar a la salida, mientras esperaba con el grueso de su ejército (20.000 hombres la mayoría jinetes y otros 35 elefantes) en una ladera de un monte por donde los romanos tendrían que pasar.
Tras descender del paso de montaña y adentrarse en el valle, Metelo se percató de la emboscada, pero no tenía más remedio que reponer sus reservas de agua en el río y seguir el camino bajo la vista de los enemigos. Metelo destacó una fuerza de caballería e infantería ligera al mando de Publio Rutilio Rufo (sería cónsul en el 105 AC) para que estableciera un campamento junto al río. Tras ello, la parte principal del ejército romano se desplazó en paralelo a la fuerza númida hacia el río.
Yugurta una vez que todo el ejército romano se había adentrado en el valle, ordenó a su infantería ligera prevalente unos 2.000 que ocupase y fortificase el puesto de montaña para cortar la retirada de los romanos. A una señal, la caballería númida cargó contra la columna de los romanos, atacándola en pequeños grupos aislados. Los romanos se mantuvieron en pequeños grupos, incapaces de realizar movimientos coordinados. Cada grupo luchaba por su propia supervivencia, y la caballería númida tenía el control del campo de batalla.
Según Salustio «Unos númidas hacían estragos en la retaguardia, otros probaban por izquierda y derecha, se mostraban atacando y presionaban, en todos los puntos desorganizaban las filas de los romanos. Entre éstos, incluso los que habían hecho frente al enemigo con ánimo más firme se veían burlados por la confusión del combate, y mientras ellos eran heridos sólo de lejos, no tenían posibilidad de herir a su vez o de trabar combate. Aleccionados ya con anterioridad por Yugurta los jinetes, cuando el escuadrón de los romanos comenzaba a perseguirlos, se retiraban, no en filas cerradas ni al mismo punto, sino lo más alejados posible los unos de los otros. De este modo, al ser superiores en número, si no podían hacer desistir al enemigo de su persecución, los atacaban por la espada y por los flancos cuando estaban desanimados. Y si para huir resultaba más adecuada una colina que los llanos, los caballos de los númidas, que estaban acostumbrados, se abrían paso por allí con facilidad entre los ramajes, mientras que a los nuestros lo abrupto y desconocido del lugar los entorpecía«.
Bomílcar mientras bloqueó la salida para evitar la fuga del grueso y prevenir la ayuda de las tropas de Metelo.
Cuando la batalla parecía completamente perdida, un legado del ejército de Metelo, Cayo Mario, había reorganizado algunos de los grupos conduciendo a 2.000 soldados contra los númidas para liberar a su comandante. Tras ello, Mario marchó contra la fuerza númida estacionada en la colina que se retiró cediendo a los romanos el control del paso, tras lo que marchó contra la retaguardia de la caballería númida, uniendo los grupos en una sola fuerza.
La atención se centró en la fuerza de Rutilio junto al río. En algún momento antes de que comenzara la batalla, Yugurta envió a su lugarteniente, Bomilcar, junto con una fuerza de 44 elefantes y la infantería que lo acompañaba para atacar la fuerza avanzada romana, que estaba junto al río. Bomilcar intentó lanzar un ataque sorpresa contra los romanos utilizando la cobertura de la región boscosa entre las dos fuerzas. Dado que su fuerza tenía más de cuarenta elefantes, parece poco probable que un ataque sorpresa haya tenido éxito, especialmente dada la presencia de piquetes romanos. Al ver la enorme nube de polvo levantada por la fuerza de Bomilcar, Rutilio reunió a sus hombres en formación y salió al encuentro del enemigo.
Este ataque númida terminó casi tan pronto como comenzó cuando los elefantes se enredaron en la maleza entre las dos fuerzas, interrumpiendo el avance númida. La infantería númida que los acompañaba aparentemente se rompió y huyó hacia la seguridad de un terreno más alto, dejando que los elefantes fueran sacrificados. Los elefantes de guerra de Yugurta que sucumbieron en una auténtica carnicería matando a 40 y capturando a 4. Con Bomilcar derrotado, Rutilio partió para reunirse con la fuerza principal, momento en el que había caído la noche.
Ambas fuerzas romanas confundieran el acercamiento del otro con el enemigo; y la batalla se evitó por poco gracias a los exploradores enviados por ambos lados.
Gracias a su retirada a tiempo, Yugurta sufrió pocas bajas en comparación con los romanos que habrían sido derrotados de manera aplastante si la batalla hubiera seguido el esquema del principio. Por lo tanto, el resultado fue indeciso, ya que aunque la victoria fue romana, estos fueron también los que más bajas sufrieron.
Permaneció cuatro días en el campamento frente al río mientras se curaba a los heridos y se daba descanso a la tropa. Allí repartió condecoraciones y les dio las gracias a sus soldados, exhortándolos para que mostraran idéntico espíritu para lo que restaba de campaña.
La victoria romana se debió a dos factores principales: La calidad de los exploradores romanos que notificaron a su general la posición de los númidas emboscados y el inspirado liderazgo de Mario durante la batalla.
Yugurta supo retirarse a tiempo y no sufrió excesivas bajas. Pero tras la batalla, muchos de sus soldados, que eran mayoritariamente pastores y campesinos, optaron por regresar a sus hogares, a ocuparse de sus propios asuntos. Reorganizó el resto de sus tropas en guerrillas, volviendo con ello a la guerra de desgaste.
Yugurta decidió seguir a la fuerza principal de Metelo y montando ataques relámpago con su caballería contra cualquier unidad romana perdida con la que se encontrara. Una de esas unidades fue emboscada y masacrada. Esta táctica obligó a Metelo a adoptar más cautela cuando hacía campaña en el campo de Numidia, con su ejército dividido en dos fuerzas principales, una comandada por él y otra por Mario, con los dos siguiéndose el uno al otro.
Esto marcó la pauta para el resto de la campaña del 108 AC, con las fuerzas de Metelo y Mario atacando diversas ciudades númidas, Yugurta siguiéndolas con su caballería e impidiendo el progreso romano siempre que podía, estropeando las cosechas o envenenando las fuentes de agua, pero sin dar batalla.
Batalla de Zama Regia (108 AC)
Cecilio Metelo, al ver que le estaban cansando con artimañas, y que el enemigo no le daba posibilidad de combatir, decidió poner bajo asedio una ciudad grande, para lo cual eligió Zama Regia. Esta ciudad era baluarte del reino en la zona donde estaba situada, en la idea de que, como lo exigía el hecho, Yugurta vendría en auxilio al estar en peligro los suyos, y allí se daría la batalla.
Yugurta, informado por los desertores de lo que tramaba Metelo, se anticipó al cónsul. Ordenó a los habitantes de Zama Regia que defendieran las murallas con la ayuda de los desertores «la clase más firme de las tropas del rey, porque no podían engañarle«, con la promesa de que en su momento iría él con el ejército en ayuda de la plaza. Tras convenir la defensa, se retiró a unos parajes ocultos en espera de los romanos; poco después se enteró de que Mario había sido enviado sobre la marcha a buscar trigo, con unas pocas cohortes, a la región de Sica (actual Le Kef), que era la primera ciudad que, después de la derrota, había desertado del rey. Aprovechando la noche, hacia allí se encaminó Yugurta con una élite de caballería y, cuando salían los romanos de la ciudad, entabló combate con ellos en la misma puerta, animando al mismo tiempo a los habitantes de Sica para que atacaran a las cohortes por retaguardia.
Ya en campo abierto, los romanos pudieron repeler fácilmente el ataque de la caballería del rey. A continuación, Mario se encaminó en dirección a Zama Regia. La plaza estaba situada en una llanura, fortificada a base de obras y estaba bien abastecida de armas y de hombres. Por lo tanto, Cecilio Metelo rodeó con el ejército todo el perímetro de las murallas, indicando a sus lugartenientes dónde tenía que ejercer el mando cada cual.
Mientras se combatía en el asedio de Zama, Yugurta irrumpió de repente con un gran contingente de tropas en el campamento romano; descuidados los que estaban de guardia no pudieron impedir que los númidas penetraran en la empalizada. Los romanos, paralizados por el miedo, buscaban desesperadamente una salida. Cerca de cuarenta legionarios lograron reagruparse, tomaron un lugar elevado y allí lograron aguantar sin que los númidas pudieran desalojarlos; recogían los dardos que les arrojaban desde lejos y los volvían a arrojar. Entretanto, Metelo, que estaba librando una reñida batalla en los muros de la ciudad, oyó el griterío enemigo a sus espaldas y dándose cuenta de la amenaza, envió rápidamente al campamento a toda la caballería y a Cayo Mario con las cohortes de los aliados. Yugurta se retiró a lugares protegidos. Metelo, sin poder culminar la toma de la ciudad, cuando la noche se le echaba encima, optó por retirarse a su campamento.
Al día siguiente, antes de continuar el asalto; el cónsul dio la orden de que toda la caballería se aposte delante del campamento por la parte por donde se esperaba la posible llegada de Yugurta, asignó a los tribunos las puertas y las zonas próximas y se dirigió en dirección a la ciudad; al igual que el día anterior, asaltaron las murallas.
Yugurta apareció de repente en el campamento y cargó por sorpresa con la infantería mezclada con la caballería. Los jinetes, confiando en los de a pie, no perseguían para luego replegarse como era práctica habitual, sino que se enfrentaban de cara con los caballos y cargaban contra las líneas, procurando romper las líneas por las que penetrase su infantería ligera.
Al mismo tiempo se combatía con gran violencia en el asedio de Zama.
Llegó un momento en que la atención recayó sobre la batalla ecuestre que allí se daba. Cuando Mario se apercibió de ello, atacó las murallas con gran violencia. Las escalas alcanzaron sus objetivos; casi se habían afianzado los romanos en las murallas, cuando los de la plaza acudieron y arrojaron contra ellos piedras, fuego y toda clase de proyectiles. Los romanos aguantaron al principio, luego, cuando se partieron varias escalas, y muchos estaban cubiertos de heridas, se alejaron de las murallas. Por último, la noche suspendió los combates.
Metelo, al ver que eran vanos sus intentos, que no tomaba la ciudad y que Yugurta no peleaba como no fuese en emboscadas o en su propio terreno, y que el verano estaba ya terminando; se alejó de Zama y estableció sus guarniciones en aquellas ciudades que habían hecho defección a su causa y se hallaban suficientemente fortificadas por la situación o por sus murallas. El resto del ejército lo instaló, para pasar el invierno, en la parte de la provincia más cercana a Numidia: el cónsul se acuarteló en Tisidio con una legión y Mario puso su campamento cerca de Utica.
Yugurta se dispuso a reclutar un nuevo ejército, mientras Metelo trataba de apoderarse de tantas ciudades númidas como fuera posible, para cortar las líneas de aprovisionamiento de Yugurta. Metelo sobornaba continuamente a los aliados de Yugurta, incluso a Bomilcar, el su leal compañero, que había asesinado a Masiva en Roma.
Yugurta empezó a ver conspiraciones por todos los lados, y muchos de sus consejeros lo abandonaron antes de ser acusados y ejecutados. Yugurta, después de perder a sus amigos, muertos la mayoría por sus órdenes; y al haberse refugiado muchos en la corte del rey Boco de Mauretania, como no podía hacer la guerra con lugartenientes de confianza y consideraba peligroso probar la lealtad de los nuevos, empezó a conducirse de forma contradictoria, lleno de incertidumbre.
Batalla de Thala
Con su mando renovado por otro año, Metelo decidió capturar a Yugurta, ambas fuerzas se encontraron y al instante se entabló el combate. En la parte comandada por el rey se luchó por algún tiempo, todos sus demás soldados fueron derrotados y puestos en fuga al primer choque.
Finalmente, Yugurta se retiró junto con parte de su caballería al desierto, en dirección a Thala (actual Tala), ciudad grande y rica, donde estaban la mayoría de sus tesoros y se habían refugiado sus hijos. Cuando Metelo tuvo información de ello, sabía que entre Thala y el río más cercano había 50 millas (romanas) de terrenos secos y baldíos. No obstante, con la esperanza de liquidar la guerra si se apoderaba de esta plaza fuerte, se propuso superar todas las dificultades y ordenó descargar los bártulos de todos los animales de carga, excepto el trigo para diez días, además de transportar odres y otros recipientes para el agua.
Cecilio Metelo dio instrucciones de que, en los campos, se requisase el mayor número de animales domésticos para cargarlos con vasijas de todas clases, pero especialmente de madera, recogidas en las chozas númidas. Indicó a las gentes de la zona, que se habían rendido tras la huida del rey, que acarrearan la mayor cantidad de agua posible y les fijó fecha y lugar para ponerse a su disposición; todos los animales de carga del ejército acarrearían agua del río más cercano a Thala. Preparado de esta manera, partió en busca de Yugurta.
Los de la plaza fuerte, que se habían considerado defendidos por lo intrincado del lugar, se vieron impresionados ante la súbita aparición del ejército romano ante sus murallas. Yugurta huyó, aprovechando la noche, con sus hijos y gran parte del tesoro.
Metelo al observar que la ciudad se hallaba bien defendida por obras y por su situación geográfica, rodeó las murallas con una empalizada y un foso. A continuación, por los dos sitios disponibles más apropiados aproximó los manteletes, levantó un terraplén, y construyó sobre el mismo unas torres. Frente a estos preparativos, los de la ciudad preparaban defensas en los lugares por los que iban a comenzar el asalto los romanos.
Finalmente, los romanos, aunque agotados por el gran esfuerzo anterior y los combates, a los cuarenta días de haber llegado allí, se apoderaron de la ciudad; todo el botín fue destruido por los desertores (Estos habían llegado a la ciudad junto a Yugurta tras la batalla en la que había salido derrotado el rey).
Mientras tanto, Yugurta indujo al rey Boco (suegro de Yugurta), mediante grandes regalos y mayores promesas, a entrar en alianza con él.
Los ejércitos de Yugurta y del rey Boco se unieron en un lugar acordado; y desde allí marcharon contra la ciudad de Cirta, porque Metelo había instalado allí el botín, los prisioneros y la intendencia. De modo que Yugurta pensó que, o bien merecería la pena apoderarse de la ciudad, o, si el general romano decidía acudir en ayuda de la plaza, se batiría en combate. Más que el ataque a la ciudad, la estrategia de Yugurta consistía en involucrar cuanto antes al rey Boco en la guerra contra los romanos.
Cuando tuvo constancia Metelo de la unión de los dos reyes decidió esperarlos en un campamento fortificado no lejos de Cirta. Entretanto, por una carta recibida de Roma, Metelo se enteró de que la guerra en Numidia se le había concedido a Mario (del nombramiento del mismo como cónsul ya había tenido noticias). Pensando que se le iba a arrebatar una victoria ya lograda, envió unos delegados a Boco para que no se enfrentara con los romanos: todavía tenía muchas posibilidades de trabar alianza y amistad con él, las cuales eran preferibles a la guerra. A estas propuestas Boco respondió que él deseaba la paz, pero exigía el mismo trato para Yugurta. Metelo envió otra delegación y de esta manera pasó el tiempo.