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Antecedentes
Los atenienses tras la batalla de Maratón se habían estado preparando para afrontar una guerra contra Persia desde mediados de la década. Finalmente, en 482 AC, se tomó la decisión, bajo la guía del estadista ateniense Temístocles, de construir una masiva flota de trirremes, imprescindible para que los griegos pudiesen enfrentarse a los persas. Sin embargo, los atenienses carecían de la capacidad y la población suficiente para enfrentarse al enemigo a un mismo tiempo en tierra y en el mar, por lo que para combatir a los persas necesitaban llegar a una alianza con otras polis de Grecia.
El ejército persa de Jerjes I tendría unos 200.000 efectivos, y planeó llevarles por tierra protegidos por la flota. Para ello mando construir dos puentes de barcas en el Helesponto entre Abidos y Sestos diseñados por el griego Harpalo. Para el primer puente se emplearon 314 barcos y para el segundo 360, encima de los barcos se situaron pasarelas de madera.
En el invierno del 481 AC se habían acabado los preparativos, y Jerjes estableció su cuartel general en Sardes, desde donde envió embajadores por toda Grecia solicitando de nuevo la tierra y el agua, símbolos de la sumisión. En Atenas los embajadores persas fueron juzgados y ejecutados, en Esparta, simplemente fueron arrojados a un pozo, lo que significaba la guerra.
Movimientos previos
Jerjes partió de Sardes a mediados de abril. Durante el invierno había estado reuniendo e instruyendo su ejército, a mediados de mayo llegó a Troya, donde al parecer realizó un sacrificio a los antiguos héroes, a primeros de junio llegó a Abidos donde había concentrado su flota que consistía en 1.000 trirremes y 200 naves menores. Cruzó el Helesponto por Sestos y se dirigió a Doriskos donde a finales de junio pasó revista a su flota y a su ejército. A mediados de junio llegaron al río Strymon, donde sus ingenieros construyeron un puente de barcas. A finales de julio llegaron a la ciudad de Melas (Tesalónica) donde se reunieron de nuevo con la flota y descansaron. A mediados de agosto abandonaron el camino de la costa y pasan entre el monte Olimpo y el monte Osa, llegando a Larisa. A finales de agosto después de atravesar Tesalia llegaron al paso de las Termópilas.
Temístocles sugirió que la ruta hacia el sur de Grecia (Beocia, Ática y el Peloponeso) exigía que el ejército de Jerjes atravesase el estrechísimo paso de las Termópilas. Este paso podía bloquearse fácilmente con los hoplitas griegos a pesar del abrumador número de soldados persas. Además, y para evitar que los persas superaran la posición griega por mar, los navíos atenienses y aliados podrían bloquear el estrecho de Artemisio. Esta estrategia dual fue finalmente aceptada por la confederación. Sin embargo, las ciudades del Peloponeso prepararon planes de emergencia para defender el istmo de Corinto en el caso de que fuera necesario, a la vez que las mujeres y niños de Atenas fueron evacuados en masa hacia la ciudad peloponesia de Trecén.
Finalmente, decidieron reunir una fuerza de 10.000 hoplitas, de los cuales 1.000 eran espartanos, todos bajo el mando del rey espartano Leonidas. Los espartanos no mandaron más efectivos porque se encontraban celebrando la festividad religiosa de las Carneas, finalizada la misma acudirían con el resto del ejército.
También reunieron una flota de 324 trirremes y 9 pentaconteros bajo el mando del espartano Euribiades (los espartanos aportaron 10 naves frente a las 180 atenienses de Temístocles).
Acudieron al paso de las Termópilas (Aguas Calientes) que estaba dividido en tres puertas: la del oeste, la del centro y la del este. La del oeste estaba al este de la desembocadura del Asopo, la del este en el lado occidental de la ciudad de Alpenos. Al sur de las tres estaba el monte Calidromo, Leónidas se estableció en la del centro que tenía una anchura de 35 metros, donde existía un muro defensivo levantado por los habitantes de Fócida, y que rápidamente repararon.
También le llegaron noticias a Leónidas, desde la cercana ciudad de Traquinia, de la existencia de un sendero montañoso llamado Anopea. El sendero pasaba por un lugar llamado Dracospilia, y seguía hacia el oeste hacia la garganta del Asopo, en las cercanías del pueblo de Traquis, y que bordeaba las tres puertas. En respuesta, Leónidas envió a 1.000 soldados fócidos para que se estacionaran en las alturas y evitasen esa maniobra.
Los persas avanzaron con su flota por delante y en la costa de Magnesia fue sorprendida por un temporal y según Herodoto perdieron 400 buques y gran cantidad de víveres cuando llegó a la isla Eubea, dividió la flota en dos partes: una con 200 naves fenicias que bordearía la isla para bloquear la línea de retirada de la flota aliada, y la otra entraría en el canal de Eubea y entablaría combates con los griegos.
La vanguardia persa trabó combates a media tarde con los barcos griegos, siendo estos favorables al bando griego, que capturó hasta 30 barcos. Por la noche, estalló otra tormenta, naufragando la mayoría del destacamento persa enviado a cortar la retirada griega.
El segundo día de batalla, las noticias de este naufragio llegaron a los griegos. Sabiendo sus vías de escape seguras, decidieron mantener la posición. Utilizaron tácticas de ataque y retirada sobre varios barcos cilicios, capturándolos y destruyéndolos. No obstante, al tercer día la flota persa atacó las líneas griegas con todos sus efectivos, los griegos adoptaron la formación de media luna para evitar ser envueltos. Tras un día de cruentos combates, los aliados mantuvieron las posiciones, no sin sufrir severas pérdidas en el proceso. La mitad de la flota ateniense había quedado dañada, pero los aliados habían infligido un número equivalente de bajas a la armada persa. Esa noche, los griegos recibieron las noticias de la caída de las Termópilas. Dado que la flota griega se encontraba menguada, y en cualquier caso ya no tenía sentido defender Artemisio, se retiraron a la isla de Salamina.
Llegada de Jerjes
Jerjes llegó con su ejército al paso de las Termópilas y acampó en la puerta este junto a la desembocadura del Asopo. Mandó a sus jinetes para que informasen de lo que hacían los griegos, estos les permitieron llegar hasta el campamento, observarles, y partir. Cuando los exploradores reportaron a Jerjes el diminuto tamaño del ejército griego y que los espartanos, en lugar de estar entrenando rigurosamente, por el contrario realizaban ejercicios de calistenia (relajación) y peinando sus largos cabellos, Jerjes consideró el informe digno de risa.
Jerjes pidió el consejo de Demarato, un rey espartano exiliado que pretendía territorios en Lacedemonia, este le indicó que los espartanos estaban preparándose para la batalla, y que era su costumbre adornar su pelo cuando estaban a punto de arriesgar sus vidas. Demarato les calificó como los hombres más valientes de Grecia y avisó al rey persa de que pretendían defender el paso.
Jerjes envió un emisario para negociar con Leónidas. Ofreció a los aliados su libertad y el título de “amigos del pueblo persa”, indicándoles que serían asentados en tierras más fértiles que las que ocupaban en ese momento. Cuando Leónidas rechazó los términos, el embajador le volvió a solicitar que depusiera las armas, a lo que Leónidas respondió con la famosa frase “Ven a cogerlas tú mismo”. El embajador le dijo que “disponían de tantos arqueros que las flechas oscurecerían el sol”. El más valiente de los espartanos un tal Dienekes le respondió “entonces lucharemos a la sombra”. Los espartanos en general, consideraban el arco como un arma poco honorable, ya que evadía el enfrentamiento cuerpo a cuerpo.
El enfrentamiento se vio retrasado por una lluvia torrencial. Y al fracasar la negociación con los espartanos, la batalla se volvió inevitable. Sin embargo, Jerjes retrasó el ataque durante cuatro días, esperando que los aliados se dispersasen ante la gran diferencia de tamaño entre los dos ejércitos, pero al ver que no surtía efecto, decidió finalmente atacar.
La batalla
El quinto día de su llegada, Jerjes finalmente decidió lanzar un ataque sobre los griegos. Primero envió a los soldados de Media y a los del Juzestán contra los aliados, con instrucciones de capturarlos y llevarlos ante él. Estos contingentes lanzaron un ataque frontal contra la posición griega, que se había situado en la muralla fócida, en la parte más estrecha del paso. Sin embargo, se trataba de tropas de infantería ligera, numerosas pero en franca desventaja de armamento y armadura frente a los hoplitas griegos. Al parecer iban armados con escudos de mimbre, espadas cortas y lanzas arrojadizas, poco efectivas contra la muralla de escudos y lanzas largas de los griegos. La primera oleada fue hecha pedazos con tan solo dos o tres bajas entre los espartanos.
Con el fin de agotarlos fue lanzando oleada tras oleada con el fin de desgastar a los griegos. Tras varios asaltos fracasados, decidió enviar a sus tropas de élite: los Inmortales que eran unos 10.000 efectivos. Los griegos para evitar la fatiga, rotaban sus unidades, ya que el frente no exigía muchos efectivos y en ese momento les tocaba el turno a los espartanos o quizás al ver a los Inmortales, decidieron ser ellos quien los hicieran frente. Los espartanos se situaron delante del muro y realizaron la anastrophe su maniobra favorita, fingieron una retirada, cruzaron el muro y les dejaron cruzar y perseguirles, de repente dieron la vuelta y cargaron contra los desorganizados Inmortales y los masacraron contra el muro.
Jerjes quedó perplejo con la derrota de su mejor unidad.
En el segundo día, Jerjes envió de nuevo a sus arqueros para ablandar y después lanzo la infantería para atacar el paso con los mismos resultados. Recibió la visita de un traidor griego de Tesalia llamado Efialtes que le informó de la existencia del paso montañoso que rodeaba las Termópilas, ofreciéndose a guiarles. Al anochecer envió a su comandante Hidarnes jefe de los Inmortales, para que rodeasen a los aliados a través del paso, según Diodoro, Hidarnes contó con una fuerza de 20.000 hombres para esta misión lo que es una exageración para avanzar por un sendero de montaña.
Al amanecer del tercer día, los fócidos que guardaban el sendero Anopea, se dieron cuenta de la llegada de la columna. Unos corrieron a avisar a Leonidas y otros se retiraron a una colina cercana para preparar su defensa asumiendo que los persas habían llegado a atacarles, pero estos se limitaron a dispararles flechas y seguir su camino.
Cuando los fócidos avisaron a Leonidas que no habían podido defender el paso, convocó un consejo al amanecer. Decidió quedarse con una fuerza de 300 espartanos, 400 tebanos y 700 tespios defendiendo el muro por ambos lados. Según la costumbre espartana, se quedaron los que ya tenían hijos, mientras que los solteros y casado sin hijos regresaron. El resto se retiró. La idea era retrasar el avance persa el máximo tiempo posible para que la caballería persa no los masacrase durante la retirada.
Al amanecer Jerjes realizó una libación religiosa, esperó para dar a los Inmortales tiempo suficiente para finalizar el descenso por la montaña, y luego comenzó su avance.
Al parecer esa mañana a Leonidas, mientras estaban desayunando a Leonidas se le atribuye la frase “espartanos desayunaz fuerte, porque esta noche cenaremos en el Hades”. Los aliados en esta ocasión avanzaron más allá de la muralla para hacer frente a los persas en la zona más ancha del paso, intentando con ello incrementar las bajas que pudieran infligir al ejército persa y dar la impresión que no se habían retirado.
Lucharon con sus doris hasta que todas ellas estuvieron rotas por el uso y luego desenvainaron sus xifos (espadas cortas). Heródoto cuenta que en la lucha cayeron dos hermanos de Jerjes: Abrocomes e Hiperantes. Leónidas también murió en la lucha y los dos bandos pelearon por hacerse con su cuerpo, consiguiéndolo finalmente los griegos.
A medida que se aproximaban los Inmortales, los aliados se retiraron y se hicieron fuertes en una colina tras la muralla. Los tebanos se alejaron de sus compañeros y, con las manos levantadas, avanzaron hacia los bárbaros, pero todavía mataron a algunos antes de aceptar su rendición.
Derribado parte del muro, Jerjes ordenó rodear la colina y los persas hicieron llover flechas sobre los defensores hasta que todos los griegos estuvieron muertos. Cuando los persas se hicieron con el cuerpo de Leónidas, Jerjes, furioso, ordenó que se le cortase la cabeza al cadáver y que su cuerpo fuese crucificado. Heródoto hace la observación de que este trato era muy poco común entre los persas, que tenían el hábito de tratar con gran honor a los soldados valientes.
Tras la partida de los persas, los aliados recuperaron los cadáveres de sus soldados y los enterraron en la colina. Casi dos años después cuando finalizó la invasión persa, se erigió una estatua en forma de león en las Termópilas, para conmemorar a Leónidas. Cuarenta años después de la batalla los huesos de Leónidas fueron llevados de vuelta a Esparta, en donde fue enterrado de nuevo con todos los honores. Se celebraron juegos funerarios anuales en su memoria.
Los persas sufrieron 20.000 bajas frente de 2.000 a 3.000 griegas.
Batalla de Salamina (480 AC)
Tras atravesar las Termópilas, el ejército persa prosiguió su avance, saqueando e incendiando Platea y Tespia, ciudades de Beocia que no se habían sometido a los persas, para luego marchar sobre la ciudad de Atenas, que ya había sido evacuada por aquel entonces. Mientras tanto, los aliados, en su mayoría del Peloponeso, prepararon la defensa del istmo de Corinto, demoliendo la única carretera que lo atravesaba y construyendo una muralla que lo cruzaba. La ciudad cayó, los pocos atenienses que se habían atrincherado en la Acrópolis fueron derrotados, y Jerjes ordenó el incendio de la ciudad.
Como en el caso de las Termópilas, para que esta estrategia fuese efectiva se requería que la armada aliada bloquease simultáneamente a la flota persa, impidiéndole el paso a través del golfo Sarónico, para evitar que las tropas persas simplemente desembarcaran pasado el istmo, en el Peloponeso. Sin embargo, en lugar de un mero bloqueo, Temístocles persuadió a los aliados para que buscaran una victoria decisiva contra la flota persa.
Engañaron a los persas para que llevasen su armada hacia los estrechos de Salamina, Jerjes planeaba simplemente aplastar a los 300 trirremes griegos, que se oponían a su fuerza de 400 naves en las estrechas aguas en torno a Salamina.
Temístocles, en cambio, tenía otras ideas. Desplegó su flota con los atenienses y los corintios a la izquierda, los eginetas y los espartanos a la derecha, esperando atraer a los persas a las aguas poco profundas y estrechas próximas a la bahía de Eleusis. Al aproximarse los persas, la mayoría de los trirremes griegos quedarían ocultos de ellos por una isla próxima. Con el fin de atraer a los persas a su perdición, Temístocles ordenaría a los 50 trirremes corintios bajo su mando que izaran velas y fingieran retirarse.
Los trirremes persas, construidos para combatir en mar abierto, se verían casi imposibilitados para maniobrar en el estrecho.
La mañana del 20 de septiembre del 480 AC, Jerjes subió a un trono dorado en las tierras altas sobre Salamina. Cuando atacaron a la vanguardia persa, muy dispersa en su persecución de los corintios, supuestamente en fuga. Cuando los capitanes de las naves persas que iban en cabeza se dieron cuenta de que habían caído en una trampa, ordenaron una ciaboga es decir girara para hacerlos frente. No obstante, las naves que iban detrás de ellos no tenían a dónde ir, lo que sumió a la flota en el desorden. El número superior de los persas se había convertido ahora en un estorbo más que en una ventaja.
Una línea de trirremes griegos maniobró ordenadamente para embestir al desconcertado enemigo, y sus espolones de bronce infligieron un mortal castigo a las naves persas, que se hundieron.
La flota persa sufrió un grave revés en la batalla de Salamina, donde perdieron 200 trirremes, la mitad de su contingente, frente a 40 de los griegos, acabando con la amenaza sobre el Peloponeso.
Jerjes, temiendo que los griegos atacasen los puentes del Helesponto y que pudieran dejar atrapado a su ejército en Europa, se retiró con gran parte del mismo de vuelta a Asia. Dejó un ejército más reducido de fuerzas escogidas al mando de Mardonio, para que completaran la conquista a lo largo del año siguiente.