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Antecedentes
Fue una expedición ateniense a Sicilia realizada desde el año 415 al 413 AC, durante la guerra del Peloponeso. Después del éxito inicial se convirtiría en un desastre absoluto para las fuerzas atenienses.
En el 416 AC, llegó a Atenas una embajada de la ciudad siciliana de Segesta (Egesta en griego) para pedir ayuda en su guerra contra Selinunte y sugirieron también que podrían contener la expansión de Siracusa en Sicilia. Los segestanos ofrecieron sufragar los gastos de la expedición. Atenas envió a Segesta delegados para comprobar el tesoro de la ciudad y además recibir 60 talentos como adelanto. Los delegados informaron favorablemente sobre la capacidad económica de Segesta. Los atenienses, y en especial su general Alcibíades, fueron atraídos por la riqueza de la isla en cereales y otros recursos. Ayudando a Segesta sentían que podían ganar una posición en Sicilia que les permitiría lanzarse a una eventual conquista. La asamblea votó el envío de 60 naves a Sicilia.
Nicias, Alcibíades y Lámaco fueron elegidos para dirigir la expedición, aunque Nicias no estaba interesado en ello, y sugirió que se precisarían al menos 100 trirremes y 5.000 hoplitas, más millares de tropas ligeras y otros suministros, esperando que no fuese aprobada la expedición. Pero finalmente fue aprobada contando con el entusiasmo de la población.
En junio del 415 AC, una vez todo dispuesto, la flota zarpó de El Pireo hacia Corcira, donde embarcó al resto de la fuerza. Desde allí zarparon a Sicilia en 134 trirremes (100 de las cuales eran de Atenas), 130 transportes (30 de trigo y 100 de pertrechos), 5.100 hoplitas (2.200 eran atenienses), 1.300 psiloi (arqueros, lanzadores de jabalina y honderos) y 300 caballos. El ejército en total estaba formado por 27.000 efectivos.
Las tropas desembarcaron en Regio (sur de Italia), donde recibieron la desagradable noticia de que el tesoro de Segesta solo era de 30 talentos y que los delegados atenienses habían sido engañados. Ante esto los atenienses decidieron atacar a Siracusa que era la ciudad más rica y más poderosa de Sicilia, en lugar de a Selinunte o Himera como algunos propusieron.
La flota ateniense no cruzó el estrecho de Mesina y prosiguió hasta Catania, que estaba a 45 km al norte de Siracusa. Pasaron por delante de la ciudad, y estando allí llegó un buque correo de Atenas para buscar al general Alcibíades para que compareciera ante un tribunal en Atenas acusado de haber profanado un templo ateniense. Alcibíades se embarcó de regreso, pero en el viaje huyó, refugiándose en Esparta. Políticamente, Alcibíades era más bienvenido en la oligárquica Esparta que en la democrática Atenas y pronto comenzó a ofrecer consejo a los espartanos sobre cómo la situación en Siracusa podría beneficiarles a costa de Atenas. En Atenas fue dictada una sentencia de muerte en ausencia, por desertor.
En Catania, el ejército quedó dividido en dos grupos, uno al mando de Nicias y el otro al de Lámaco. Los atenienses decidieron no atacar, por lo que los siracusanos resolvieron atacarlos por sorpresa. Cuando estos se pusieron en movimiento, Nicias y Lámaco fueron informados y decidieron embarcar a sus hombres y dirigirse a Siracusa.
Batalla de Anapo (415 AC)
Por la noche entraron en el Gran Puerto de Siracusa y desembarcaron en las llanuras del río Anapo al sur de la ciudad. Establecieron allí su campamento y protegieron las naves con una empalizada, antes de que los siracusanos estuviesen de vuelta. En el sur, cerca de la orilla, donde eran particularmente vulnerables a los ataques desde los acantilados no llegan hasta el mar, construyeron un fuerte con piedras y maderas en un lugar llamado Daskon. Los siracusanos regresaron y se prepararon para atacarlos, pero los atenienses se negaron, así que los siracusanos levantaron el campamento para pasar la noche.
Al día siguiente, ambos ejércitos se dispusieron para el ataque, los siracusanos situaron los hoplitas en una falange de 16 filas, y 1.200 jinetes en el ala derecha. Nicias sin caballería y temeroso de la de su adversario, formó la mitad de su ejército con una falange de ocho filas, con los atenienses en el centro, a la derecha los argivos y mantineos, a la izquierda los otros aliados. A retaguardia más cerca del campamento, en el ala izquierda situó los psiloi o infantería ligera frente a la caballería, y la otra mitad en un cuadro hueco, con ocho filas en cada lado, colocando en el centro cuantos auxiliares tenía. Esta reserva recibió la orden de «vigilar y estar en condiciones de acudir en auxilio de quienes lo necesitaran«. Tenía evidentemente una formación contra la caballería.
La batalla se inició con una escaramuza entre la infantería ligera, a continuación chocaron las falanges, los argivos del flanco derecho atacaron con éxito, seguidos de los atenienses que hicieron retroceder el centro, rompiendo la formación, los siracusanos huyeron a la ciudad y escaparon a la aniquilación gracias a su caballería. Los siracusanos perdieron unos 260 hombres, y los atenienses, cerca de 50.
Los atenienses erigieron su triunfo después de la batalla y decidieron regresar a Catana para pasar el invierno, ya que estaban expuestos a la caballería siracusana.
Era tiempo para la diplomacia y los preparativos. Después de su primera derrota, Siracusa intensificó el entrenamiento de sus tropas y realizó movimientos diplomáticos pidiendo ayuda a Corinto y Esparta. Sus embajadores se reunieron con Alcibíades en la ciudad de Corinto, este informó a Esparta de la situación y sugirió que si Sicilia finalmente caía, el Peloponeso sería la siguiente. Esparta tomó la decisión de intervenir, pero moderadamente, mandaría a Siracusa al general Gilipo con unos 4.000 hoplitas espartanos.
Los atenienses también pidieron ayuda, y enviaron embajadores a Etruria y Cartago, pero no consiguieron la respuesta deseada, no obstante de la propia Atenas llegaron 250 jinetes, 30 arqueros montados y 300 talentos de plata suficiente para contratar otros 400 jinetes más de sus aliados de Naxos y Segesta
Asedio de Siracusa (415 AC)
La primavera llegó y los movimientos se reanudaron. Los siracusanos habían guarnecido Olimpeion situado cerca del lugar de la batalla de Anapos, y en la meseta norte, llamada Epipolai (Epípolas) situaron 600 hoplitas más. Una mañana mientras su comandante Diomilo pasaba revista a las tropas, fueron atacados por sorpresa por los atenienses que habían realizado un desembarco nocturno en León, los siracusanos no tuvieron más remedio que retroceder hasta la propia ciudad.
Ambos bandos empezaron entonces a construir una serie de muros. El ateniense de circunvalación, conocido como el «círculo«, para aislar Siracusa del resto de la isla, mientras que los siracusanos levantaron varios contramuros desde la ciudad a varios de sus fuertes.
Una fuerza de 300 atenienses pilló desprevenidos a los siracusanos y destruyeron parte del primer contramuro, igualmente destruyeron los conductos subterráneos que llevaban el agua a la ciudad. Los siracusanos edificaron otro muro, pero esta vez con foso, que partiendo de la ciudad, atravesaba los pantanos de Temenites con el fin de impedir que los atenienses ampliaran su muro hasta el mar.
De nuevo los atenienses atacaron este muro con 300 efectivos y lo tomaron, pero fueron eliminados por un contraataque de los siracusanos en el cual murió el propio Lámaco, quedando solo Nicias de los tres comandantes originales. Los siracusanos atacaron el «círculo» creyendo que estaba desguarnecido, pero no lograron su propósito, destruyendo al menos 300 metros del muro ateniense. Después de que Nicias rechazara el ataque, los atenienses finalmente ampliaron su muro hasta el mar, bloqueando totalmente Siracusa por tierra, y su flota entró en el Gran Puerto para bloquearlos desde el mar.
La situación de los siracusanos era tan desesperada, que pensaron iniciar negociaciones secretas con Nicias y acusaron de traición a sus generales Hermócrates y Sicano, sustituyéndolos por Heráclides, Eucles y Telias.
Intervención espartana (414 AC)
Poco después de lo anterior, el general espartano Gilipo arribó con sus refuerzos a Léucade, una isla del mar Jónico y continuó hacia Locri en Calabria. Allí se enteró de que Siracusa no estaba cercada por completo, por lo que presionó a la ciudad de Hímera en Sicilia, donde reclutó un ejército de más de 2.000 hoplitas, otros guerreros medianamente armados y un centenar de jinetes. Gilipo avanzó hacia Siracusa y se encontró con la grata sorpresa de que Euríalo estaba desguarnecida, ocupándola enseguida.
Pasaron por el extremo de la muralla ateniense y Trogilo, inmediatamente comenzaron a construir otro contramuro en Epípolas. Aquí sucedieron dos combates: en el primero, los siracusanos fueron derrotados, pero en el segundo triunfaron, lo que le permitió a Gilipo terminar su muro. La flota corintia también llegó al Gran Puerto, bajo el mando de Erasínides, quien eludió el bloqueo ateniense y desembarcó refuerzos.
Nicias, agotado y enfermo, envió un alarmante informe a Atenas en el que explicaba que en lo terrestre, él era el cercado y no los siracusanos, que sus naves se estaban pudriendo y sus guerreros estaban muriendo en gran número. Que cada salida en búsqueda de combustible, forraje y agua significaba una batalla. Que su situación era insostenible.
La situación de Atenas se hizo entonces muy conflictiva pues tenían que mantener dos frentes, uno en su propio territorio y otro en Sicilia. Aún se intentó un nuevo esfuerzo enviando a Demóstenes y Eurimedonte a Sicilia. Demóstones saldría en diciembre con 10 naves y 2.000 marineros, mientras Eurimedonte se dedicaba a reclutar el resto de la expedición. Los espartanos para frustrar tal propósito, enviaron su ejército al mando de Agis al Ática, con el fin de tomar Decelea.
Primera batalla naval de Siracusa (414 AC)
Gilipo decidió que era imperativo acabar con Nicias antes de la llegada de Demóstenes. La primera fase era tomar el fuerte de Plemirio. Convenció a los siracusanos para luchar en una batalla naval al día siguiente, y al mismo tiempo lanzar el ataque por tierra. Llevó fuerzas terrestres en secreto durante la noche en torno a Plemirio. Los siracusanos lanzaron su ataque temprano con dos escuadrones de 45 y 35 barcos desde los puertos Pequeño y Grande respectivamente. Los atenienses respondieron con 60 barcos atenienses.
Después de un éxito inicial debido a la sorpresa, los siracusanos fueron rechazadas debido a su falta de experiencia perdiendo 11 naves. Pero la guarnición ateniense había bajado a la orilla para ver el combate naval, tal y como había sido previsto por Gilipo.
El ataque por tierra sobre Plemirio cogió por sorpresa a los atenienses. Capturaron rápidamente los tres fuertes, que contenían una gran cantidad de trigo y equipos navales, así como el control establecido a lo largo Plemirio, ya que los siracusanos ocupaban entonces ambos lados del puerto. Los atenienses no podían traer suministros.
Un tanto desesperado Nicias trató de explotar su superioridad naval encerrando a los siracusanos en el Puerto Grande, pero fue frustrado en sus intentos. Los siracusanos se negaron a presentar batalla y mantuvieron sus trirremes frente a lo Tucídides llama los «antiguos astilleros». Situado en la bahía al noreste del puerto, estos astilleros estaban protegidos por una empalizada construida a partir de estacas masivas que se habían clavado en el fondo del mar. En un esfuerzo por romper este obstáculo, los atenienses utilizaron un gran buque mercante de 275 toneladas con torres de madera y una pantalla de protección a sus lados. En la madrugada, trajeron este bastión flotando hasta la empalizada, y a su amparo pequeñas embarcaciones llegaron hasta las estacas, atando cuerdas a las mismas y las arrancaron, para las que estaban debajo de la superficie se emplearon buceadores. Sin embargo todo fue en vano; tan pronto como los atenienses se retiraban, las estacas eran reemplazadas de inmediato. Esta es conocida como la batalla de las Estacas.
Hubo otro ataque naval en el que los atenienses perdieron 9 buques, debido a que los siracusanos habían reforzado las proas de sus buques y no había espacio para maniobrar.
Batalla nocturna de Epípolas (413 AC)
En julio del año 413 AC, llegaron por fin los refuerzos atenienses al mando de Demóstenes y Eurimedonte. Estos consistían en: 73 trirremes, 5.000 hoplitas y 3.000 arqueros, los que sumados a los psiloi (honderos y lanzadores de jabalinas), totalizaban 15.000 efectivos.
La llegada de Demóstenes no fue un gran alivio para los atenienses. Su campamento estaba ubicado cerca de un pantano y muchos de ellos habían caído enfermos, incluyendo Nicias, por lo que la dirección del ejército ateniense la asumió Demóstenes.
Demóstenes decidió actuar de inmediato, intentó conquistar la meseta de Epípolas, ya que sin las alturas no podría prevalecer ningún asalto a la ciudad. Pero las máquinas de asedio que estaban usando fueron incendiadas, por lo que decidió hacer un segundo intento por la noche. A la luz de la luna llena, los atenienses llegaron a la cima del acantilado, sin ser detectados. Capturaron el punto fuerte en Eurialo, mientras se estaban dedicando a destruir el contramuro, se presentó el ejército siracusano, que fue rechazado. Al atacar de nuevo, ambas fuerzas se mezclaron, creándose la confusión, una parte de la fuerza ateniense retrocedió presa del pánico sobre las reservas que acudían en auxilio, estas se contagiaron del miedo y dieron media vuelta, resultando derrotados.
Ante este fracaso, Demóstenes mandó levantar el cerco y regresar a Atenas. La partida se difirió casi un mes, pero cuando las naves estuvieron listas para zarpar, el 27 de agosto del 413 AC, ocurrió un eclipse de luna que los atenienses consideraron como un signo de desgracia. De manera que tanto las tropas como los marineros rehusaron a embarcarse, negativa que fue aprobada por Nicias, que era muy supersticioso.
Segunda batalla naval de Siracusa (413 AC)
Cuando Gilipo supo la decisión de los atenienses, pensó aprovecharla atacando con sus naves las de los atenienses, aunque solo disponía de 66 frente a las 86 de sus adversarios. En el combate naval Eurimedón, que mandaba el ala derecha ateniense, trató de rodear al enemigo, separándose del centro. El centro fue roto y la flota ateniense fue obligada a retroceder hacia el interior del Puerto Grande, en una terrible confusión, perdiendo 18 naves. Gilipo ordenó bloquear la entrada del Puerto Grande colocando una hilera de trirremes y naves mercantes, anclados y amarrados unos a otros.
Después del eclipse lunar, los atenienses decidieron que la única salida a tan desesperada situación era forzar la salida del puerto. Cargaron sus trirremes con el máximo de soldados que podían contener y se lanzaron contra la barrera de naves siracusanas que cerraban la entrada del puerto. Estaban dispuestos a morir en el intento y si sobrevivían, dirigirse a Catania.
El 10 de septiembre del año 413 AC, los atenienses zarparon en su desesperada acción y navegaron en línea recta hacia la salida del puerto con 110 naves. Fuera esperaba una formación en forma de media luna, con los corintios ocupando las alas y el centro los siracusanos. La batalla fue caótica por lo reducido del espacio y la cantidad de naves. La victoria siracusana fue aplastante y en la acción murió Eurimedón, los atenienses perdieron 50 barcos y los siracusanos 26.
Sin amilanarse ante el desastre, los generales atenienses contaban con 70 trirremes frente a los 50 de sus oponentes, decidieron realizar otra tentativa, pero las tripulaciones rehusaron, prefiriendo retirarse por tierra.
Derrota final
Abandonando a enfermos y heridos, Nicias y Demóstenes organizaron las tropas que eran unos 40.000 para dirigirse por tierra hacia Catania, formaron en un cuadro hueco con Nicias en vanguardia, seguida de Demóstenes, la infantería pesada a los flancos, iniciaron la progresión a lo largo del río Anapo.
El primer día a causa de los persistentes ataques de caballería, solo avanzaron cinco kilómetros. Al día siguiente solo fueron tres escasos, para encontrarse con la línea bloqueada por numerosos contingentes. Durante los dos días siguientes, los atenienses trataron de abrirse paso, pero no lo consiguieron, y decidieron cambiar de ruta y progresar por el río Calciparis.
Partieron de noche dejando las hogueras encendidas en el campamento y alcanzaron la carretera costera de Heloro. Nicias y su división iban en cabeza, pero la división de Demóstones iba más retrasada por el acoso de la caballería y la infantería ligera enemigas. A medio día estaban separadas entre 8 y 9 kilómetros, cuando la división de atrás se vio rodeada y se refugió en un recinto amurallado denominado la casa de Policelo. Se le ofreció la posibilidad de rendirse, pero rehusó entablándose el combate, hasta que la situación se hizo tan desesperada que acabó por rendirse, después de haber conseguido que se respetara la vida de los 6.000 hombres.
La suerte de Nicias y su división fue muy parecida, Al llegar al río Erineo, se encontró el camino bloqueado por el enemigo, prosiguió hacia adelante sin dejar de combatir durante 5 kilómetros, llegando al río Asinaro, donde sus hombres deshaciendo la formación se lanzaron al agua para colmar su sed. Fueron rodeados y muertos, solo 1.000 sobrevivieron cuando Nicias se rindió a Gilipo.
Secuelas
Solo sobrevivieron 7.000 de los 40.000 a 50.000 soldados y marineros que Atenas envió a Sicilia, los supervivientes fueron enviados a las latomías (canteras) de Siracusa, donde hacinados, murieron a causa del hambre o de enfermedades apenas 70 días después.
La flota de la confederación de Delos perdió 216 trirremes, de los cuales 160 eran atenienses. Unos 100 se salvaron, pero no todos en condiciones de navegar.
El tesoro aliado que en 431 AC disponía de 6.000 talentos, quedó reducido a menos de 500.
Así termina Tucídides su relato sobre esta expedición: »Los atenienses fueron derrotados en todos los campos, sufrieron sobremanera; fueron vencidos en toda regla: su flota, su ejército, todo fue aniquilado, y muy pocos hombres lograron regresar a sus hogares».
En Atenas, los ciudadanos no creyeron, al principio, en la derrota. Cuando se dieron cuenta de la enormidad de lo que había ocurrido, les entró pánico, ya que el Ática estaba entonces expedita, teniendo en cuenta que los espartanos estaban muy cerca, en Decelia.
La derrota causó un cambio inmenso también en la política de muchos otros Estados. Estados que habían sido neutrales se unieron a Esparta, imaginando que la derrota de Atenas sería inminente. Asimismo se rebelaron numerosos aliados atenienses de la liga de Delos, y aunque la ciudad comenzó inmediatamente a reconstruir su flota, había poco que pudiera hacer acerca de las revueltas. La expedición y el desastre consiguiente dejaron a Atenas tambaleándose.
Los trirremes podían ser reemplazados, pero los 25.000 marineros experimentados caídos en Sicilia eran irreemplazables, y Atenas tuvo que depender de esclavos mal preparados para formar la columna vertebral de su nueva flota.