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Durante este periodo (711-867) se distingue por las luchas internas entre los partidarios de los iconos y los que estaban en contra que debilitaron al país, también se conoce como la época oscura. Se produjeron nuevas guerras con los árabes, búlgaros, rusos.
Filípico (711 713)
Filípico fue originalmente llamado Bardanes, era un distinguido soldado bajo el reinado de Justiniano II y con el apoyo de los monotelistas tuvo algún tipo de pretensión al trono en la primera gran revuelta que derrocó a Justiniano; el emperador Tiberio III lo desterró a Cefalonia y posteriormente Justiniano, cuando recuperó el poder, lo deportó a Querson, en Crimea. Aquí fue donde Bardanes tomó el nombre de Filípico e incitó con éxito a los habitantes de esta colonia a la rebelión. Los rebeldes tomaron Constantinopla y Justiniano II huyó (solamente para ser asesinado poco después, al ser incapaz de conseguir apoyo en las provincias); su hijo y heredero Tiberio también fue ejecutado. Filípico fue coronado emperador de los romanos en 711.
Filípico se destacó en el campo religioso como defensor del monotelismo, doctrina que predicaba que Cristo tenía una única voluntad y que dejaba de lado la cuestión de su naturaleza y de su energía.
En el plano militar Filípico se tuvo que enfrentar, por un lado, a la pérdida del control imperial sobre la región de Cilicia que cayó en manos de los árabes; mientras que en los Balcanes, los búlgaros bajo el mando de khan Tervel atacaron al Imperio y llegaron hasta Constantinopla en el 712, saqueando los alrededores.
Después de 712, el sistema defensivo bizantino empezó a mostrar signos de colapso: los ataques árabes penetraban cada vez más en Asia Menor, las fortalezas fronterizas fueron atacadas y saqueadas en repetidas ocasiones y las referencias a la reacción bizantina en las fuentes se hicieron cada vez más escasas. Mientras Filípico transfería un ejército desde Opsikion a patrullar los Balcanes, los omeyas bajo al-Walid I incrementaron las incursiones a través de las debilitadas defensas de Asia Menor.
A finales de mayo de 713 las tropas de Opsikion se rebelaron en Tracia, varios de sus oficiales entraron en Constantinopla, donde depusieron y cegaron a Filípico. Le sucedió al mando del estado Artemio, un oficial del palacio que tomó el nombre de Anastasio II y que derogó todos los edictos favorecedores del monotelismo que había aprobado su predecesor. Filípico murió ese mismo año.
Anastasio II (713-715)
Su nombre original era Artemios y tomó el de Anastasio cuando accedió al trono. Fue nombrado emperador por el Senado de Constantinopla y por el pueblo en 713, después de que una revuelta del thema (distrito militar) de Opsikion derrocó a su predecesor Filípico, al que había servido como secretario.
En aquel momento el Imperio estaba seriamente amenazado por los árabes tanto por mar como por tierra. Anastasio II fue un emperador activo y resolutivo que tomó numerosas medidas.
Los éxitos árabes abrieron el camino para un segundo asalto a Constantinopla, una empresa ya iniciada bajo el califa al-Walid I (705-715). Después de su muerte, su hermano y sucesor Sulayman (Salomón) (715-717) tomó el proyecto con mayor vigor, de acuerdo con cuentas árabes debido a una profecía de que un califa con el nombre de un profeta capturara Constantinopla; Sulayman (Solomon) era el único miembro de la familia Umayyad para llevar tal nombre. Según fuentes sirias, el nuevo califa juró «no dejar de luchar contra Constantinopla hasta haber agotado el país de los árabes o haber tomado la ciudad«. Las fuerzas omeyas comenzaron a reunirse en la llanura de Dabiq al norte de Alepo, bajo la supervisión directa del Califa. Sin embargo, como Sulayman estaba demasiado enfermo para hacer campaña, confió el mando a su hermano Maslama ibn Abd al-Malik. La operación contra Constantinopla llegó en un momento en que el Califato Omeya estaba pasando por un período de expansión continua hacia el este y el oeste. Los ejércitos musulmanes avanzaron en Transoxiana, la India y el Reino Visigótico de Hispania.
Los preparativos árabes, especialmente la construcción de una gran flota, no pasaron desapercibidos por los bizantinos que quedaron preocupados. El emperador Anastasio II envió una embajada a Damasco bajo el prefecto patricio y urbano, Daniel de Sinope, aparentemente con el fin de pedir paz, pero en realidad espiar a los árabes. Anastasio, a su vez, comenzó a prepararse para el asedio inevitable: las fortificaciones de Constantinopla fueron reparadas y equipadas con una amplia artillería (catapultas y otras armas de asedio), mientras que los almacenes de alimentos fueron llevados a la ciudad. Además, los habitantes que no podían almacenar alimentos durante al menos tres años fueron evacuados. Anastasio reforzó su armada y a principios de 715 la despachó contra la flota árabe que intentaba conquistar la isla de Rodas. Envió también un ejército bajo el mando del futuro emperador León III el Isaurio para defender Siria.
En Rodas, sin embargo, la flota bizantina, alentada por los soldados del thema Opsikion (Opsicio), se rebelaron, matando a su comandante Juan el Diácono y navegaron hacia el norte a Adramyttium (al norte de Pérgamo). Allí aclamaron a un recaudador de impuestos, Teodosio III, como emperador. Anastasios atravesó Bitinia en el Tema Opsikion para enfrentarse a la rebelión, pero la flota rebelde navegó a Chrysopolis. Desde allí, lanzó ataques contra Constantinopla, hasta que, a finales del verano, tras un asedio de seis meses, en noviembre, simpatizantes dentro de la capital les abrieron sus puertas, siendo tomada la ciudad por las fuerzas de Teodosio III. Anastasio se mantuvo en Nicea durante varios meses, finalmente en el 716 reconoció a Teodosio como emperador y aceptó renunciar y retirarse como monje a un monasterio de Salónica, gracias a la intercesión del patriarca Germano.
Teodosio III (715-717)
Se sabe poco del corto reinado de Teodosio. Se tuvo que enfrentar con una invasión árabe que penetró profundamente en Anatolia, apoyada por una importante flota. En 716 firmó un tratado con el khan búlgaro Tervel que favorecía a los búlgaros y que permitía concentrar sus esfuerzos en frenar a los árabes.
En estas condiciones de guerra casi civil, los árabes comenzaron su avance cuidadosamente preparado. En septiembre de 715, la vanguardia, bajo el general Sulayman ibn Muad, marchó sobre Cilicia hacia Asia Menor, tomando la fortaleza estratégica de Loulon en su camino. Invernaron en Afik, un lugar no identificado cerca de la salida occidental de las puertas Cilicias. A principios de 716, el ejército de Sulayman continuó en Asia Menor Central. La flota omeya bajo Umar ibn Hubayra cruzó a lo largo de la costa de Cilicia, mientras que Maslama ibn Abd al-Malik aguardaba los acontecimientos con el ejército principal en Siria.
Los árabes esperaban que la desunión entre los bizantinos jugara a su favor. Maslama ya había establecido contacto con León el Isaurio. El erudito francés Rodolphe Guilland teorizó que León se ofreció a convertirse en un vasallo del Califato, aunque el general bizantino se propuso utilizar a los árabes para sus propios fines. A su vez, Maslama apoyó a León en sus aspiraciones al trono, esperando maximizar la confusión y debilitar al Imperio, facilitando su propia tarea de tomar Constantinopla.
El primer objetivo de Sulayman era la fortaleza estratégicamente importante de Amorium, que los árabes pretendían utilizar como base para el invierno siguiente. Amorium había quedado indefenso en la agitación de la guerra civil y habría caído fácilmente, pero los árabes optaron por reforzar la posición de León como contrapeso a Teodosio III. Ofrecieron los términos de rendición de la ciudad si sus habitantes reconocerían a León como emperador. La fortaleza capituló, pero aún no abrió sus puertas a los árabes. León llegó a la vecindad con un puñado de soldados y ejecutó una serie de trucos y negociaciones para convencer a los 800 hombres de guarnición en la ciudad. El ejército árabe, frustrado en su objetivo y con las provisiones agotadas, se retiró. León escapó a Pisidia y, en verano, de 717, apoyado por su cuñado Artabasd, estratego del thema Armeniaco, fue proclamado y coronado como emperador bizantino, desafiando abiertamente a Teodosio.
El éxito de León en Amorium estaba afortunadamente cronometrado, ya que Maslama con el principal ejército árabe entretanto, había cruzado las montañas del Tauro y marchaba directo hacia la ciudad. Además, como el general árabe no había recibido noticias sobre el doble juego de León, no devastó los territorios por los que marchó: los temas Arméniaco y Anatólio, cuyos gobernadores todavía creía que eran sus aliados. Al encontrarse con el ejército en retirada de Sulayman y conocer lo que había ocurrido, Maslama cambió de dirección: atacó Akroinon y de allí marchó a las costas occidentales para pasar el invierno. En su camino, saqueó Sardes y Pérgamo. La flota árabe invernó en Cilicia. León, mientras tanto, comenzó su propia marcha hacia Constantinopla. Capturó Nicomedia, donde encontró y capturó, entre otros funcionarios, el hijo de Teodosio, y luego marchó a Chrysopolis. En la primavera de 717, después de cortas negociaciones, aseguró la dimisión de Teodosio y su reconocimiento como emperador, entrando en la capital el 25 de marzo de 717. Teodosios y su hijo se les permitió retirarse a un monasterio como monjes, mientras que Artabasdos fue ascendido a la posición de kouropalates y recibió la mano de la hija de León, Ana.
León III el Isaurio (717-731)
El emperador León III provenía de Germanicea de Siria y había sido trasladado de su región natal junto a sus padres y asentado en Mesemvria, en la costa póntica de Tracia, en tiempos de Justiniano II, responsable también del traslado de los chipriotas a Cízico y Tracia, y de los eslavos a Bitinia y Asia.
El 25 de marzo de 717 era coronado León III en Santa Sofía. Con él se inauguraba una nueva dinastía. El primer objetivo del emperador será hacer frente al peligro musulmán, ya que en el mes de agosto de 717 los omeyas se presentaron ante los propios muros de Constantinopla.
Guerra con los árabes
Asedio árabe de Constantinopla (717-718)
Desde el principio, los árabes se prepararon para el asalto de Constantinopla. Para ello había reunido un gran ejército, unos dicen que sus efectivos rondarían los 120.000 de los cuales 30.000 eran voluntarios (mutawa) para la Guerra Santa (Jihad), su tren de suministro tenía 12.000 hombres, 6.000 camellos y 6.000 asnos. La flota disponía de unos 2.000 barcos de todo tipo junto con otros 80.000 efectivos.
En el lado bizantino, los números son desconocidos. Aparte de los preparativos de Anastasio II, los bizantinos pudieron contar con la ayuda de los búlgaros, con quienes León concluyó un tratado que podría haber incluido la alianza contra los árabes.
Constantinopla debía tener en aquella época uso 500.000 habitantes. León llenó los graneros y los arsenales, reparó las murallas de la ciudad y las equipó con numerosas máquinas de guerra. Constantinopla era prácticamente inexpugnable siempre que pudiera mantener sus comunicaciones marítimas.
Aunque el asedio consumió gran parte de la mano de obra y los recursos del Califato, todavía era capaz de lanzar incursiones contra la frontera bizantina en Asia Menor Oriental durante la duración del asedio: en 717, el hijo del califa Sulayman Daud capturó una fortaleza cerca de Melitene y en 718 Amr ibn Qais asaltaron la frontera.
A principios de verano, Maslama ben Abd al-Malik Ibn-Marwan ordenó que su flota se uniera a él y con su ejército cruzó el Helesponto (Dardanelos) en Abydos en Tracia. Los árabes comenzaron su marcha hacia Constantinopla, devastando completamente el campo, recolectando suministros y saqueando los pueblos que encontraron. El 15 de julio de 717 se presentó frente a la muralla exterior de Constantinopla. Intentó inmediatamente un ataque pero fue rechazado por las máquinas de guerra de los bizantinos.
Malasma comprendió que lo mejor era reducir la ciudad por el bloqueo e hizo excavar una profunda trinchera con un muro frente a la muralla. Situando su campamento detrás, posteriormente mandó construir otra trinchera con otro muro frente al campo de Tracia. Según fuentes árabes, en ese momento, León se ofreció a rescatar la ciudad pagando una moneda de oro por cada habitante, pero Maslama respondió que no podía haber paz con los vencidos y que la guarnición árabe de Constantinopla ya había sido seleccionada.
La flota llegó el 1 de septiembre a Constantinopla y el 3 del mismo mes continuó hacia el Bósforo, una parte navegó al sur de Calcedonia hacia los puertos de Eutropios y Anthemios para vigilar la entrada sur del Bósforo, y cortar los suministros procedentes del Egeo; mientras el resto de la flota navegaba en el estrecho, pasó por Constantinopla y comenzó a tocar tierra en las costas entre Galata y Kleidion, cortando la comunicación de la capital bizantina con el mar Negro. León esperaba con su flota en el Cuerno de Oro, la entrada estaba protegida por una gran cadena que se podía subir o bajar. En la punta Serrallo la fuerte corriente marina que allí se producía confundió a las naves árabes. León bajó la cadena y salió con sus naves atacando las galeras enemigas con “fuego griego”, destruyendo 20 y capturando muchas más. Al ver que llegaba el grueso de la flota de Solimán regresó a su refugio en el Cuerno de Oro. Ese rápido ataque tuvo consecuencias futuras, pues los árabes no se atrevieron a atacarlo nuevamente, lo que permitió el libre abastecimiento de la ciudad.
El ejército árabe estaba bien aprovisionado, e incluso había traído trigo para sembrar y cosechar el año siguiente. El fracaso de la marina árabe para bloquear la ciudad, sin embargo, significó que los bizantinos también podrían transbordar en provisiones. Además, el ejército árabe ya había devastado el campo de Tracia durante su marcha y no podía confiar en la zona para suministro y forraje. La flota árabe y el segundo ejército árabe, que operaba en los suburbios asiáticos de Constantinopla, podían traer suministros limitados al ejército de Maslama. A medida que el asedio se adentraba en el invierno, las negociaciones se abrieron entre las dos partes, ampliamente reportado por fuentes árabes, pero ignorado por los historiadores bizantinos. El invierno de 718 fue extremadamente duro; la nieve cubrió el suelo durante más de tres meses. A medida que se agotaron los suministros en el campo árabe, comenzó una terrible hambruna: los soldados comieron sus caballos, camellos y otros animales, y las cortezas, las hojas y las raíces de los árboles. Barrían la nieve de los campos que habían sembrado para comer los brotes verdes, y según se informa recurrían al canibalismo y comían sus propios excrementos. En consecuencia, el ejército árabe fue devastado por las epidemias; con gran exageración, el historiador lombardo Pablo el Diácono dijo que el número de sus muertos de hambre y enfermedad fueron 300.000, una exageración.
Mientras tanto, el califa Sulaymán, que acudía hacia el asedio con tropas de refuerzo, murió repentinamente. Fue sucedido por Omar II, fanático religioso pero mal militar. El cerco árabe continuó.
La situación parecía mejorar en primavera, cuando el nuevo Califa, Umar II (717-720), envió dos flotas a la ayuda de los sitiadores: 400 buques de Egipto bajo un comandante llamado Sufyan y 360 barcos de África bajo Yezid, cargados con refuerzos, suministros y armas. Al mismo tiempo, un nuevo ejército comenzó a marchar por Asia Menor para ayudar en el asedio. Cuando las nuevas flotas llegaron al mar de Mármara, se mantuvieron su distancia de los bizantinos y anclaron en la costa asiática. Los egipcios estaban en el golfo de Nicomedia cerca del actual Tuzla y los africanos al sur de Calcedónia (en Satyros, Bryas y Kartalimen). Sin embargo, la mayoría de las tripulaciones de las flotas árabes estaban compuestas por egipcios cristianos, que comenzaron a pasarse a los bizantinos a su llegada. Informaron del número y estado de la flota egipcia, y de que la mayoría de los tripulantes eran habitantes de los pueblos costeros del delta del Nilo, que seguían siendo ortodoxos y que eran profundamente odiados por los coptos.
León se hizo a la mar y cayó sorpresivamente sobre las naves árabes que estaban completamente descuidadas. Los cristianos ortodoxos, se pasaron a las filas del emperador León III al grito de ¡viva el basileo!, esto puso en fuga a los árabes y muchas naves fueron destruidas por el “fuego griego”.
Esta sorpresiva acción fue seguida por una victoria en tierra: sus tropas lograron emboscar al ejército árabe que avanzaba por Asia Menor bajo un comandante llamado Mardasan y destruirlo en las colinas alrededor de Sophon, al sur de Nicomedia.
León había conseguido en el frente diplomático que el khan búlgaro Tervel, al mando de tropas búlgaras, marchara contra Maslama al que derrotó en una batalla al sur de Adrianópolis, en la que murieron 22.000 musulmanes. Para aumentar el terror se difundió el rumor que un ejército franco se estaba preparando para defender, por tierra y por mar, a los cristianos.
Este último desastre hizo que el califa Omar llamara a Maslama para que levantara el asedio, lo que sucedió el 15 de agosto de 718, justo un año después de su inicio. Maslama embarcó los restos de su ejército y lo trasladó a la costa asiática del mar de Mármara sin ser molestados por los bizantinos. Su flota se dirigió al Helesponto pero su flota perdió más barcos en una tormenta en el mar de Mármara, mientras otros barcos fueron incendiados por las cenizas del volcán de Santorini y algunos de los supervivientes fueron capturados por los bizantinos. Teófanes afirma que de las 2.000 naves que la componían la flota, solamente se salvaron cinco. Fuentes árabes afirman que en total 150.000 musulmanes perecieron durante la campaña. La victoria de León III fue decisiva en la preservación del Imperio.
La mayoría de las guarniciones árabes fueron retiradas de los distritos fronterizos bizantinos que habían ocupado en el período previo al asedio, a pesar de que sus consejeros lo disuadieron de tales acciones drásticas. En Cilicia, solamente Mopsuestia permaneció en manos árabes como un baluarte defensivo para proteger Antioquía. Los bizantinos incluso recuperaron algún territorio en el oeste de Armenia por un tiempo. En 719, la flota bizantina asaltó la costa de Siria y quemó el puerto de Laodicea y, en 720 o 721, los bizantinos atacaron y saquearon Tinnis en Egipto.
Batalla de Akroinon (740)
Durante dos años, los omeyas desviaron por unos años su atención a otros lugares. Pero, a partir de 720-721 retomaron las incursiones de forma regular: cada verano se iniciaban una o dos campañas terrestres llamadas ṣawaif, que solían ir acompañadas de ataques navales o seguidas por una expedición de invierno o shawati. Estas no tenían como fin conquistar territorios, sino saquear y devastar las zonas rurales y, a veces, asaltar fortalezas y centros urbanos importantes. Los ataques de este período se limitaron en gran medida a la meseta central de Anatolia, principalmente en la región de Capadocia, y rara vez lograron alcanzar las zonas costeras de mayor lejanía.
En 723 el califa Hisham ibn Abd al-Malik (723-743) ascendió al trono de los omeyas en Damasco. Aunque en un primer momento dedicó su atención a la construcción de grandes infraestructuras, en 726 comenzó de nuevo la ofensiva contra el Imperio Bizantino. Las invasiones fueron encabezadas por los generales más capaces del Califato, entre los que estaban algunos príncipes de la dinastía omeya, como Maslama y los propios hijos de Hisham, Muawiya ibn Hisham y Sulayman ibn Hisham. Las ofensivas árabes se repitieron casi anualmente durante los siguientes trece años: según el cronista Teófanes el Confesor, en 726 y 730 invadieron Capadocia, arrasando su capital, la antigua ciudad de Cesarea; en 727 asediaron y tomaron Nicea, en las cercanías de la propia Constantinopla, que sería recuperada eses mismo año mediante un golpe de mano; en 732, sus incursiones llegaron a alcanzar Paflagonia; en 734 y 737 invadieron Asia y en 736 y 738 Romania es decir, el Imperio romano, sin especificar qué zona concreta; quizá se refiriera a su corazón, la región en torno al Bósforo y los Dardanelos. El resultado de la violencia y los saqueos musulmanes fue el empobrecimiento y ruina de la agricultura y de muchas ciudades milenarias.
Poco a poco el éxito de los ataques árabes se hizo cada vez menor, sobre todo porque sus recursos comenzaron a ser dirigidos al creciente conflicto con los jázaros. Sin embargo, continuó habiendo ataques, pero los cronistas árabes y bizantinos citan pocas conquistas efectivas de ciudades o fuertes. Tras la victoria de los árabes sobre los jázaros en el año 737, los árabes intensificaron sus campañas contra Bizancio: en el 738 y 739, Maslamah ibn Hisham logró varias victorias, entre ellas la conquista de la ciudad de Ancira (actual Ankara). Durante el año 740, Hisham preparó la mayor expedición de su reinado, que puso bajo el mando de su hijo Sulayman Ibn Hisham.
De acuerdo a la crónica de Teófanes el Confesor, la fuerza omeya totalizaba unos 90.000 hombres. De estos, 10.000 hombres con armamento ligero, fueron enviados a realizar incursiones en la costa occidental de Asia Menor, mandados por Yazid ibn al-Ghamr; fueron seguidos por 20.000 más acaudillados por Abdallah al-Battal y al-Malik ibn Su’aib, que marcharon en vanguardia a través del thema de los Anatolios en dirección a la localidad de Akroinon. La fuerza principal, compuesta por 60.000 hombres (posiblemente una exageración de las fuentes) y comandada por Sulayman, se internó en la región de Capadocia.
León III tuvo que enfrentar entonces a la segunda fuerza invasora en Akroinon (Frigia). No se conocen los detalles de la batalla, pero sí se sabe que el emperador obtuvo una victoria aplastante sobre sus enemigos: los dos comandantes árabes perecieron, así como la mayor parte de su ejército. Sin embargo, un grupo de 6.800 árabes resistieron el ataque y se replegaron hacia Sínada, donde se reunieron con Sulayman, pero sufrieron mucho por el hambre.
Suelyman corrió la región, pero fue incapaz de tomar ninguna ciudad o plaza fuerte, y se retiró con dificultades logísticas de vuelta a Siria. La otra división del ejército musulmán, que saqueó la costa del mar Egeo, regresó a Siria sin grandes bajas y con numerosos cautivos. El historiador cristiano-árabe Agapio de Hierápolis, del siglo X, también registró que los bizantinos tomaron prisioneros cerca de 20.000 musulmanes.
La batalla de Akroinon fue un gran éxito para los bizantinos, al ser la primera gran victoria campal obtenida contra los árabes. Interpretada como la evidencia del apoyo renovado de Dios, la victoria sirvió igualmente para reforzar la creencia de León III en su política iconoclasta, adoptada algunos años antes.
Esta victoria abrió el camino para una postura más agresiva por parte de los bizantinos, puesto que en el 740 realizaron una incursión naval en las costas de Siria, cosa que no hacían desde 719, y atacaron la importante base árabe de Melitene. Sin embargo, aun con su capacidad militar en entredicho y sus tropas diezmadas, el Califato seguía siendo una fuerza formidable, y tomaría nuevamente la ofensiva.
Reforma Iconoclasta
Sus reformas civiles supusieron la eliminación del sistema de prepago de impuestos, que imponía la carga fiscal sobre los grandes terratenientes, la conversión de los siervos en una clase de arrendatarios libres y la remodelación del derecho de familia y del derecho marítimo. Todas estas medidas, que se incorporaron al nuevo código de 740, encontraron una cierta oposición por parte de la nobleza y el alto clero.
Pero la reforma legislativa de mayor peso llevada a cabo por León estaba relacionada con cuestiones religiosas: en concreto con la iconoclasia. Tras un intento, aparentemente exitoso, de obligar al bautismo de todos los judíos y montanistas del Imperio (722), León decretó una serie de edictos contra el culto de las imágenes que fue llamada la «reforma iconoclasta» o «reforma iconoclástica» (726-729). Esta prohibición de una costumbre, que sin duda había dado lugar a todo tipo de abusos, parece haber estado inspirada por un deseo genuino de mejorar la moral pública, y obtuvo el apoyo de la aristocracia oficial y de un sector del clero. Pero una gran mayoría de los teólogos y casi todos los monjes se opusieron a estas medidas con firme hostilidad, y en la parte occidental del Imperio el pueblo rechazó obedecer el edicto. En Grecia se desató una revuelta, basada sobre todo en la cuestión religiosa, que fue aplastada por la flota imperial (727), y dos años después, León suprimió la oposición abierta en la capital al destituir al patriarca de Constantinopla Germán.
En Italia, la actitud desafiante de los papas Gregorio II convocó un concilio que condenó la iconoclastia, pero la respuesta de León III no se hizo esperar: hizo prisioneros a los legados del Papa en la capital bizantina y luego sustrajo las provincias de Italia, Sicilia y a la prefectura de Iliria de la jurisdicción de Roma, situándolas en la de Constantinopla. Además, todas las rentas del patrimonio de Roma pasaban al tesoro imperial.
Aquí comenzó el alejamiento del Papado del Imperio Bizantino y su progresivo acercamiento a los reinos francos, que llegaría a su culminación cuando en el año 800 el Papa coronara a Carlomagno emperador, obteniendo gran cantidad de territorios como recompensa.
No se atrevió a quitarle el exarcado de Ravena, que ya era prácticamente independiente del Imperio, y una flota que él mismo preparó y que se dirigía a Roma naufragó a causa de una tormenta, en lo que fue uno de sus peores fracasos. Finalmente, sus súbditos del sur de Italia incumplieron sus edictos religiosos y el exarcado de Ravena se escindió del Imperio.
Constantino V Coprónimo (718-775)
Fue denigrado póstumamente por sus enemigos, quienes difundieron el rumor de que cuando era un bebé, durante su bautismo, había defecado en la pila bautismal, y por ello le aplicaron el sobrenombre de Coprónimo («nombre de excremento«).
Era hijo y sucesor del emperador León III y su esposa María, fue asociado al trono por su padre en agosto de 720, quien le haría casarse por razones de Estado con Tzitzak, hija del khagan jázaro Bihar. Su nueva esposa fue bautizada como Irene en el año 732. Tras la muerte de su padre, Constantino V accedió al trono como único emperador el 19 de abril de 741.
Guerra civil contra Artabasdo (742/3)
Poco después de su acceso al trono, durante una campaña en Anatolia contra el califa Hisham ibn Abd al-Malik, fue sorpresivamente atacado por su cuñado, Artabasdo, strategos del thema de los Armeníacos. Derrotado, Constantino V huyó a Isauria, refugiándose en Amorium, mientras Artabasdo entraba en Constantinopla, siendo aceptado como nuevo emperador, tras alegar que Constantino había muerto en batalla. No obstante, este logró reunir a sus seguidores y dirigirse a Constantinopla en 742. El usurpador fue derrotado en las cercanías de Sardes en mayo de 743. El 2 de noviembre entraba triunfalmente en Constantinopla donde cegó a todos los participantes en la usurpación incluyendo a Artabasdo.
Tal vez debido a que la usurpación de Artabasdo había sido apoyada por los iconódulos, Constantino se convirtió entonces en un iconoclasta aún más ferviente que su padre.
Guerra con los árabes
En 746, aprovechando la inestabilidad política que sufría en aquellos momentos el Califato Omeya, el cual se despedazaba bajo el reinado de Marwan II, invadió Siria y conquistó Germanicea (actual Maras), ciudad natal de su padre León III. Tras organizar el reasentamiento de parte de la población cristiana local en Tracia, se dispuso a destruir en 747 una flota árabe que amenazaba Chipre. En el año 752 dirigió otra invasión contra el nuevo califa Abasí As-Saffah, tomando Teodosiópolis y Metilene (actual Malatya), evacuando nuevamente a la población local y asentando a pueblos eslavos en la región. Pese al poco beneficio concreto de estas campañas (aparte del reforzamiento de la frontera oriental del Imperio), es significativo el hecho de que el Imperio había pasado a la ofensiva en el Este.
Guerra contra los búlgaros
Estos éxitos hicieron posible llevar a cabo una política más agresiva en los Balcanes. Con el establecimiento en Tracia de armenios y sirios cristianos, Constantino V promovió una mayor eficacia defensiva y una creciente prosperidad económica en la región, lo que preocupaba al vecino septentrional del Imperio bizantino, Bulgaria.
En el año 753 murió el khan Sevar que era el último descendiente del clan Dulo. Tras su muerte, el khanato cayó en una larga crisis política durante la que el país estuvo al borde de la destrucción. Durante un período de 15 años hubo 7 khanes diferentes, que fueron asesinados. Existían dos facciones principales: algunos nobles querían una guerra contra los bizantinos, mientras que otros buscaban una salida pacífica al conflicto.
El khan búlgaro Kormisosh haciendo caso a los que querían la guerra con Bizancio, realizó una incursión en Tracia, llegando hasta la muralla de Anastasio (fortificación que unía el mar Negro con el mar de Mármara a lo largo de 40 kilómetros), donde fue totalmente derrotado por Constantino.
Como respuesta, el emperador bizantino Constantino V organizó una serie de 9 campañas exitosas contra los búlgaros, siendo la más resonante la victoria en la batalla de Marcelae en el 756, en la que Constantino V envió un ejército fue enviado con 500 barcos que saquearan los alrededores del delta del Danubio. El propio emperador, con la fuerza principal, avanzó desde Tracia, y fue atacado por los búlgaros en el castillo fronterizo de Marcelae. Los detalles de la batalla se desconocen, pero el resultado fue una victoria de Constantino.
Con el fin de detener la invasión, envió a los búlgaros capturados a Constantinopla. Sin embargo, tres años después en el 759, Constantino invadió Bulgaria una vez más, pero sufrió una aplastante derrota en la batalla del paso de Rishki, pero los búlgaros no supieron explotar su éxito, intentando establecer negociaciones de paz en vez de avanzar directamente sobre territorio bizantino. Este acto fue muy impopular entre los nobles y el khan fue asesinado en 761. Tres años después, en 763, Constantino V navegó a Anquialo con 800 buques, 9.600 soldados de caballería y algunos infantes, obteniendo otra resonante victoria en la Segunda batalla de Anquialo sobre los búlgaros, dejándolos seriamente debilitados, al punto que se sucedieron 6 monarcas en un lapso de 3 años.
En el año 775, durante una de sus campañas contra los búlgaros, el emperador fue persuadido mediante una treta por el gobernante búlgaro Telerig para revelar las identidades de sus espías en Bulgaria, que fueron detenidos y ejecutados. Constantino V decidió, en represalia por esta traición, iniciar los preparativos para una nueva campaña contra los búlgaros, durante la campaña el emperador enfermó del carbunco (antrax) y sufrió fiebres muy altas que lo consumieron. Se le condujo a Arcadiópolis en litera a hombros de sus guardias y desde allí hasta Selimbria para ser embarcado rumbo a su residencia en Nicomedia. Murió el 14 de septiembre de 775.
Para más información ver el capítulo “los búlgaros” – “Primeras guerras búlgaro-bizantinas”
Conflicto en Italia
No obstante, sus éxitos contra árabes y búlgaro, se lo dejaron con las manos atadas en Occidente, viéndose incapaz de reaccionar frente al creciente poderío franco y la cada vez mayor independencia del Papado. A comienzos del verano de 751 el rey Astulfo (749-756) conquistó Ravena y puso fin al tiempo del exarcado. Tras la muerte del papa Zacarías al año siguiente su sucesor, Esteban II (752-757) se convirtió en el único representante del Emperador en Italia. Constantino V, esperando de él la fidelidad que había mostrado Zacarías, le encargó de facto la dirección de los asuntos italianos. Por su parte el papa pidió el envío de un ejército que librase Roma y toda la provincia de Italia de la amenaza lombarda.
La actitud ambigua del Papa Esteban al buscar la alianza franca sin romper abiertamente con el emperador salió a la luz en 756 cuando los enviados de Constantino, pasaron a Occidente para entrevistarse con Pipino. La brutal franqueza de este dejó las cosas claras: no había lugar para Bizancio en la escena política italiana. Los enviados regresaron a Constantinopla e informaron al emperador de la pérdida definitiva de Ravena y Roma.
En los años que siguieron Constantino V desplegó una incesante actividad para intentar recobrar lo que había perdido, comenzando por la confiscación de los dominios pontificios en Nápoles, Gaeta y Sicilia. A continuación intentó por todos los medios romper la alianza franco-papal.
Estableció una alianza con los lombardos que continuó hasta la destrucción del reino Lombardo en 774 y su incorporación al Imperio carolingio.
León IV el Jázaro (775-780)
Sucedió a su padre, Constantino V, como emperador del Imperio bizantino en 775. Se había casado por razones de Estado con Tzitzak, hija del khagan jázaro Bihar, y que fue bautizada como Irene en el año 732, por eso se le conoce como el Jázaro.
En 776 asoció al trono a su hijo menor Constantino, y reprimió la revuelta dirigida por sus hermanastros, conocidos como los Cinco Césares, que se habían levantado a raíz de esta medida.
Venció a dos expediciones árabes, a una en Germanicia en el 778 y a otra en Armenia en el 780. En la frontera noroeste, se mantuvo la paz con los búlgaros firmada en el 773.
Pero a diferencia de su padre y de su abuelo, fue relativamente tolerante con los iconódulos, suspendiendo las persecuciones y restaurando al Patriarca de Constantinopla iconódulo. Los monjes pudieron regresar a la capital y algunos de ellos fueron nombrados por primera vez para encabezar obispados, medida que sirvió para aumentar el dominio imperial en la Iglesia.
Durante su reinado, León estuvo en gran medida bajo la influencia de su mujer, la emperatriz Irene, y cuando el emperador murió repentinamente en 780, ella se hizo cargo de la tutela de su hijo y sucesor Constantino VI, que apenas tenía diez años.
Constantino VI Flavio (780-797)
Constantino VI sucedió a su padre León IV como emperador bizantino a la edad de nueve años en 780, y fue emperador bajo la regencia de su madre la iconódula emperatriz Irene. En 787, Irene se alió con Carlomagno con la intención de casar a Constantino con Rotruda, la hija de este; pero el plan no funcionó. Posteriormente, casó a su hijo con María de Amnia, hija de un noble de menor rango.
Irene movió sus fichas con rapidez. Se apoyó en Eustaraquio, un eunuco al que nombró logoteta del dromo, a cargo de la policía y de los asuntos exteriores; y obligó a dimitir al patriarca iconoclasta de Bizancio y en su lugar colocó a Tarasio, un dócil burócrata que era seglar y al que hizo patriarca de la noche a la mañana. Con ayuda del obediente Tarasio, Irene convocó un concilio en 786 en Constantinopla para condenar a los iconoclastas. Pero el ejército tomó la iglesia en donde se celebraba el cónclave y obligó a los participantes a suspenderlo. Entonces Irene fingió aceptar la voluntad del ejército y poco después decretó que las tropas marcharan a Asia Menor para emprender otra campaña contra los árabes. Para que la excusa resultara convincente, les ordenó viajar al punto de reunión tradicional de estas incursiones, y desplazó hasta allá toda la impedimenta habitual para una guerra. Pero cuando el ejército llegó a su destino, pagó y licenció a todos los soldados, y al mismo tiempo expulsó de Constantinopla a sus mujeres y sus hijos.
Disuelto ese ejército rebelde, la Emperatriz mandó venir las tropas de Asia Menor, que eran menos díscolas, y, reforzado así su poder, organizó el famoso Concilio de Nicea, en el cual se condenó a los iconoclastas. Mientras tanto el tiempo iba pasando y su hijo Constantino iba creciendo, pero Irene no mostraba ningún deseo de cederle el trono. En las monedas de oro salía la efigie de los dos, pero era ella quien sostenía el cetro. Al fin, en 790, Constantino, que tenía 19 años y acababa de casarse con María, una esposa elegida por su madre, decidió tomar el poder y preparó una conspiración contra Eustaraquio. Tras diversas peripecias, Constantino logró detener al poderoso eunuco, a quien mandó azotar, tonsurar y desterrar. Después encerró a Irene en un palacio.
Constantino VI gobernó, con escasa suerte militar y política, durante dos años. Pero en 792 hizo lo incomprensible: no solamente permitió que su madre regresara a la corte, sino que la confirmó como coemperatriz. La emperatriz hizo venir al eunuco Eustaraquio, y retomó las riendas del Imperio. Ante lo cual, en 793, los Césares intentaron una nueva conspiración para descabalgarles del trono. Esta vez la respuesta imperial fue tajante: el mayor, Nicéforo, fue cegado, y a los otros cuatro les cortaron la lengua.
Un par de años más tarde, Constantino VI, repudió a su mujer, María, y se casó con Teodota, una camarera de Irene. Su segundo matrimonio fue considerado adúltero y escandaloso. Los años finales de la relación entre madre e hijo debieron de ser tremendos, con Constantino sospechando de Irene y ésta conspirando incesantemente a sus espaldas.
En agosto de 797, Constantino se vio tan perdido ante el férreo empuje de su madre que intentó huir de Constantinopla y reunirse con las tropas fieles de Anatolia. Pero fue detenido. No se sabe que pasó con él si fue asesinado a si se retiró para vivir con su amada Teodota.
Campaña contra los búlgaros
En 791, el nuevo emperador Constantino VI se embarcó en una expedición contra Bulgaria en represalia por los asaltos búlgaros al valle de Struma. El khan Kardam anticipó la invasión bizantina y fue al encuentro del enemigo en Adrianópolis (Tracia), derrotando y poniendo en fuga a los bizantinos.
En 792, Constantino encabezó otro ejército contra Bulgaria. En esta ocasión, acampó en Marcellae, cerca de Karnobat y se fortificó. Kardam llegó a la zona el 20 de julio y ocupó las colinas cercanas. Después de algún tiempo observándose y midiéndose, Constantino VI atacó, pero las fuerzas bizantinas perdieron el orden y fueron derrotadas nuevamente en la batalla de Marcellae. Kardam capturó la tienda imperial y a los sirvientes del emperador. Tras su regreso a Constantinopla, el basileo firmó un tratado de paz y se comprometió a pagar tributo anual a Bulgaria.
Para 796, el gobierno imperial se negó a pagar el impuesto y Kardam reclamó su tributo, amenazando con devastar Tracia si no cobraba. Constantino VI se burló de los búlgaros, enviando estiércol en lugar de oro como «pago apropiado«, y prometiendo realizar una expedición contra el anciano Kardam. Nuevamente, ambos ejércitos se encontraron en las cercanías de Adrianópolis, y durante 17 días permanecieron a la expectativa, mientras sus líderes, probablemente, negociaban. Finalmente, ambos ejércitos se retiraron y se mantuvieron los acuerdos de 792.
Guerra con los árabes
Los asaltos anuales, que casi se habían extinguido tras la Revolución Abásida, fueron retomados con renovado vigor desde el año 780, y fueron las únicas expediciones en las que el Califa o su hijo participaron en persona.
Irene (797-802)
Irene por fin consiguió el poder absoluto que tanto había anhelado, y se apresuró a acuñar monedas de oro con su sola efigie en ambas caras, así como a firmar decretos usando el título de basileo, emperador, y no el de basilisa. Sin embargo, sus enemigos seguían siendo muchos, y enseguida tuvo que sofocar una nueva conjura. Para curarse en salud, mandó cegar a los cuatro césares que quedaban vivos y que ya habían sufrido la amputación de la lengua. Necesitaba apoyos, e intentó hacerse popular edificando mucho (iglesias, asilos para ancianos, hospitales) y bajando los impuestos. Pero las cosas marchaban mal en el terreno militar frente a los árabes, y en la corte la situación era aún peor: sus dos eunucos favoritos, Estoraquio y Aecio, luchaban ferozmente entre sí por hacerse con el poder, y estaban tan crecidos que incluso parecían aspirar al trono. Esto es, como los eunucos no podían ser emperadores, conspiraban para colocar a alguno de sus familiares como heredero.
Con respecto al conflicto con los árabes, para tener paz empezó a pagar un tributo desde el año 798, lo que creó malestar entre los militares.
En el verano de 802, Carlomagno envió embajadores a Constantinopla proponiendo matrimonio a la emperatriz Irene para que Oriente y Occidente volviesen a estar unidos. Para Irene pudo haber sido la oportunidad de consolidar su inestable posición en el trono de Constantinopla, sin embargo, los planes de boda fueron frustrados por un golpe de Estado, ese mismo año, Nicéforo, el ministro de Economía, dio un golpe de Estado y se proclamó Emperador. Irene fue confinada en la isla de Lesbos, y la amargura de perder el trono tal vez acelerara su final, porque murió en 803.
Niceforo I Logothetes Megas (802-811)
Nada más subir al poder, su soberanía fue puesta en peligro por Bardanes el Turco, uno de sus más hábiles generales, destinado a la frontera de Armenia, el cual se sublevó contando con el apoyo de otros comandantes, especialmente de los futuros emperadores León el Armenio y Miguel el Armoriano. Sin embargo, Nicéforo se impuso a los dos últimos e indujo al ejército rebelde a dispersarse mediante la sumisión de Bardanes tras la muerte de Irene (cuya causa Bardanes decía defender). Lo cual llevó al general insurgente a aceptar el ofrecimiento de Nicéforo para ser recluido en un monasterio y así poder conservar la vida. Otra conspiración liderada por el patricio Arsaber tuvo un resultado similar. Si bien no puede ser considerado como iconoclasta, los iconódulos le criticaron debido a que no permitió que los asuntos religiosos entorpecieran su gobierno, y sobre todo a que su reforma financiera se hizo a costa del estamento religioso principalmente.
Guerra con los árabes
Respecto a Oriente, decidió dejar de pagar el ignominioso tributo impuesto por el califa abasí Harún al-Rashid a la emperatriz Irene desde el año 798. Sin embargo, esta decisión provocó el ataque del califa, quien asaltó la frontera oriental con un poderoso ejército, tomando numerosas fortalezas y avanzando hacia Ankyra; obligando finalmente a Nicéforo pedir la paz y pagar un nuevo tributo, esta vez más elevado (treinta mil sólidos de oro) y que incluso incluía un rescate personal por Nicéforo y Estauracio que debía ser pagado por el emperador en persona. Sin embargo, la muerte del califa en 809 y las disensiones internas en el Califato supusieron un respiro para los bizantinos, salvo algún ataque aislado contra la ciudad de Euchatia.
Rivalidad con Carlomagno
Nicéforo heredó la problemática con Carlomagno debido al título de Emperador de Occidente que había obtenido el rey franco del papa León III recientemente (el día de Navidad del año 800). Nicéforo defendía las tesis bizantinas de la existencia de un único Emperador, heredero del antiguo Imperio romano como se consideraban los emperadores bizantinos. Trató asimismo de mantener las posesiones bizantinas del Adriático septentrional (Venecia, Istria y Dalmacia), amenazadas por los francos y vitales tras la pérdida de Ravena. Los duques de Dalmacia y el Véneto se sublevaron y solicitaron la protección de Carlomagno (806), pero la armada bizantina consiguió frenar los avances francos y someter de nuevo a estos territorios al año siguiente (807); imponiendo una tregua hasta que finalmente el Véneto y la costa dálmata fueron conquistadas por los francos en 809. Nicéforo no reconoció nunca el título imperial de Carlomagno, algo que Miguel I sí haría a cambio de la devolución de las provincias adriáticas (812).
Campaña contra los búlgaros
Ya desde el año 807 habían iniciado sus ataques contra la región del río Estrimón, y en 809 atacaron en la zona norte, poniendo sitio a la importante fortaleza de Sardica.
A comienzos de 811, el emperador Nicéforo I organizó una masiva expedición contra Bulgaria y avanzó hasta llegar a Marcellae (cerca de Karnobat). El khan Krum intentó negociar el día 11 de julio, pero Nicéforo estaba decidido a continuar su avance. Logró evitar las emboscadas búlgaras en la cordillera de los Balcanes y derrotó a un ejército de 12.000 hombres que trataba de detener su avance hacia Mesia. Otro ejército de 50.000 hombres fue derrotado ante los muros de Pliska, que fue conquistada por el emperador el 20 de julio.
Como venganza mandó incendiar el palacio del khan Krum, a la vez que ordenaba la colonización militar de las zonas fronterizas con los búlgaros. Sin embargo, esta medida resultó ineficaz, pues los colonos no pudieron detener el siguiente ataque de los búlgaros; por lo cual Nicéforo salió nuevamente en campaña contra Krum, movilizando un ejército tan numeroso que el khan solicitó la paz, si bien Nicéforo desechó su propuesta y avanzó nuevamente hacia Pliska, que fue saqueada y ejecutada su guarnición.
Cada vez más preocupado ante la creciente indisciplina de sus tropas, Nicéforo inició la retirada hacia Tracia. Mientras tanto, Krum movilizó a toda la población búlgara, incluyendo a las mujeres, y empezó a preparar trampas y emboscadas contra los imperiales en los pasos de montaña. Al amanecer del 26 de julio, los bizantinos se encontraron atrapados contra entre un foso y una empalizada en el paso de Varbica. Nicéforo resultó muerto en la batalla de Pliska o del paso de Varbica al igual que muchos de sus hombres; su hijo Staurakios fue puesto a salvo por la guardia imperial tras haber recibido una herida en el cuello que le paralizó. Según la tradición, Krum recubrió de plata el cráneo de Nicéforo y lo utilizó como copa.
Para más información ver “los búlgaros” – “Primer Imperio Búlgaro”
Estauracio (811)
A causa de sus heridas en el paso de Varbica, fue coronado formalmente en Adrianópolis por los patricios que habían sobrevivido a la batalla, siendo la primera vez, desde la deposición del último emperador de Occidente en 476, que un emperador era coronado fuera de Constantinopla. No obstante, la gravedad de sus heridas hacía imposible pensar en su recuperación, por lo que durante su corto reinado tuvo lugar una constante pugna en la corte imperial por la sucesión.
Como hija de Nicéforo, su hermana Procopia trató de obtener la designación para su marido Miguel Rangabé, mientras que su propia esposa, la ateniense Teófano, trataba de hacerse con el poder como ya hiciera Irene de la que era pariente. Estauracio apoyó en vano las pretensiones de su esposa y llegó a intentar cegar a su cuñado. Finalmente, ante la indecisión del emperador en elegir un sucesor, se consiguió imponer su cuñado, que fue aclamado como emperador en el hipódromo por el ejército, el senado y el pueblo, siendo coronado en Santa Sofía el 2 de octubre de 811. Aceptando el hecho consumado, Estauracio abdicó y tomó los hábitos, retirándose a un monasterio donde moriría tres meses después, el 11 de enero de 812.
Miguel I Rangabé (811-813)
Fue nombrado emperador bizantino tras la revuelta palaciega contra su cuñado Estauracio.
La característica más sobresaliente del reinado de Miguel fue su gran liberalidad, lo que significó una ruptura definitiva con la política de restricciones económicas de Nicéforo I. Hizo ricas donaciones a la Iglesia, a los miembros del senado y a los soldados que le habían apoyado en su candidatura. Al cabo de 18 meses había dilapidado la mayor parte de los fondos reunidos por su suegro.
En 812, el khan Krum invadió la Tracia Bizantina, capturando Develt y aterrorizando a la población local, que huyó hacia Constantinopla. Desde esta posición, Krum ofreció volver a las condiciones pactadas en 716. El nuevo emperador Miguel I rechazó la propuesta, especialmente a la cláusula de intercambio de desertores. Para presionar aún más al emperador, Krum sitió y tomó Mesembria (Nesebar) en el otoño de 812.
En febrero de 813, los búlgaros asaltaron nuevamente Tracia, pero fueron rechazados por los ejércitos imperiales. Animado por este éxito, Miguel I reunió tropas de todo el imperio y marchó hacia el norte en busca de una victoria decisiva. Krum dirigió a su ejército hacia Adrianópolis, y acampó cerca de Versinikia. Miguel I dispuso a su ejército contra los búlgaros, pero ningún bando se movió en dos semanas. Finalmente, el 22 de junio de 813, los bizantinos atacaron, pero fueron puestos en fuga inmediatamente. Tras la derrota en la batalla de Versinikia, los búlgaros persiguieron a los bizantinos hasta Constantinopla, a la que pusieron sitio. El emperador Miguel I abdicó y se hizo monje.
León V el Armenio (813-820)
Tras la derrota, fue aclamado emperador por los soldados de la thema de Anatolia, de la que había sido gobernador, y por los tracios y macedonios que habían logrado escapar con vida de la batalla. Desde Adrianópolis marchó sobre la capital, donde recibió la bienvenida del senado y fue coronado emperador por el patriarca Nicéforo. Miguel y Procopia se refugiaron en un convento, y sus hijos fueron castrados.
Campaña contra los búlgaros
El nuevo emperador, León V inició negociaciones con los búlgaros y acordó una entrevista con Krum. Cuando el búlgaro llegó, fue emboscado por los arqueros bizantinos y resultó herido durante la huida. Furioso, Krum saqueó los alrededores de Constantinopla y partió de vuelta, tomando Adrianópolis y asentando a sus habitantes (incluyendo a los padres del futuro Basilio) al otro lado del Danubio. Pese a la cercanía del invierno, Krum aprovechó el buen tiempo para enviar una fuerza de 30.000 hombres a Tracia, que conquistó Arcadiópolis (Lüleburgaz) e hizo 50.000 cautivos. Esto contribuyó a llenar las arcas de Krum y de la nobleza búlgara y permitió reconstruir Pliska, gracias al trabajo de artesanos bizantinos presos.
Krum pasó el invierno preparando el asalto a Constantinopla, donde circulaban rumores acerca de la existencia de material de asedio que llenaba 5.000 carros. Sin embargo, Krum falleció antes del inicio de la campaña, el 13 de abril de 814, sucediéndole su hijo Omurtag.
El reinado de Omurtag se inició con la invasión del Imperio bizantino, tras rechazar las ofertas de paz de los imperiales. Los búlgaros llegaron hasta Bulgarophygon (actual Babaeski), donde fueron derrotados por León V y Omurtag tuvo que darse a la fuga. Aunque no fue una batalla realmente importante, sí afectó a la moral de las tropas.
La posible alianza anti-búlgara de los Imperios bizantino y franco, la necesidad de consolidar la autoridad búlgara en los nuevos territorios conquistados y la nueva amenaza de las tribus de las estepas llevó a Omurtag a firmar un tratado de paz con Bizancio de 30 años de duración en 815.
Vuelta a la iconoclastia
En 814, Leon dio la orden de quitar las imágenes de Santa Sofía, pero el patriarca Nicéforo se negó, por lo que fue obligado a dimitir. El sínodo convocado en 815 restableció la iconoclastia, que a diferencia del primer periodo iconoclasta, encontró poca oposición en principio, siendo la más notoria la de los monjes estuditas, que sufrieron de nuevo el exilio.
Pero más adelante, sus enérgicas medidas represivas contra los paulicianos y los iconódulos dieron lugar a una importante oposición, y después de abortar una conspiración liderada por su amigo Miguel Psello, con el encarcelamiento de este último, León fue asesinado en la capilla de palacio el día de Nochebuena de 820.
Miguel II Psello (820-829)
Fue conocido con el apodo de psello o «tartamudo,» o el «Amoriano» por su lugar de nacimiento. Había participado en una conspiración contra León V, siendo condenado a muerte en diciembre de 820. Sin embargo, sus partidarios tuvieron éxito en el asesinato del emperador León y sacaron a Miguel de prisión para colocarlo en el trono imperial.
Rebelión de Tomás el Eslavo
Tomás el Eslavo era stratego que tenía mando militar en el thema Anatólico. En 821, el califa al-Mamun prometió ayudarle a conquistar el trono, muchos iconódulos y muchos pobres de Anatolia, así como gente del Cáucaso, eslavos y especialmente los paulicianos, miembros de un movimiento herético de Asia Menor, se unieron a su causa. Solo dos themas en Asia Menor fueron fieles al emperador Miguel II. El califa arregló la coronación de Tomás que sería hecha por el patriarca de Antioquia, y muchos miembros de la armada y ejército imperial se pasaron a su bando.
Cuando los árabes capturaron Salónica, la segunda ciudad más importante del Imperio, esta fue rápidamente recapturada por los bizantinos. Durante dos años: 821-823 e incluso asedió Constantinopla a principios de diciembre de 821. Sin embargo, como muchos antes que él, no pudo tomar la ciudad y sus ejércitos fueron derrotados cuando llegó la ayuda de Omurtag, el khan búlgaro; a partir de ese momento poco a poco la revuelta de Tomás fue perdiendo fuerza hasta que fue capturado y ejecutado en 823.
Guerra contra los árabes
Aunque el califa al-Mamun no pudo sacarle mucha ventaja al debilitamiento que causó la rebelión de Tomás, otros árabes sí lo hicieron, en 824 Creta fue tomada por piratas árabes, con una flota de 40 barcos y 10.000 hombres, y Sicilia cayó en 827 bajo los aglabíes. A partir de ese momento Creta se volvió una base para los piratas árabes, lo cual hizo muy insegura la navegación por el mar Egeo.
Conflicto con los iconoclastas
A pesar de sus simpatías iconoclastas, logró conciliarse con los iconódulos (adoradores de imágenes), pero no pudo evitar la hostilidad de los monjes a causa de su segundo matrimonio con Eufrósine, hija de Constantino VI, que había sido ordenada monja anteriormente. Miguel murió de causas naturales en 829 y fue sucedido por su hijo Teofilo.
Teófilo (829-842)
En 832 publicó un edicto por el cual se prohibía el uso y adoración de iconos; pero las historias sobre su crueldad hacia sus opositores resultan tan extremadas que muchos piensan que se trata de exageraciones. Su gobierno fue la época de un último auge del movimiento iconoclasta y, al mismo tiempo, el período de mayor influencia de la cultura árabe en el mundo bizantino.
Guerra con los árabes
En la época de su ascenso al trono, los sicilianos aún luchaban contra los sarracenos; pero Teófilo no pudo prestarles ayuda, ya que se vio obligado a dedicar todas sus fuerzas a la guerra contra los califas de Bagdad, los árabes comenzaron conquistando Palermo en el 831, Messina en el 842, Enna en el 859, culminando con la captura de Siracusa en el 878.
En efecto, una vez seguro en el trono califal de Bagdad, el califa Mamun había emprendido en 830 una serie de duras campañas contra el Imperio, a las que respondió Teófilo con otras de represalia en el 831 y 833. Se sucedieron las incursiones mutuas contra los bastiones fronterizos en una serie de cruentos combates que resultaron devastadores para la región. Para tratar de frenar tanto las acometidas del califa como las de los emires de Melitene y Siria, el Emperador instauró nuevas unidades administrativas en la región: las provincias de Capadocia, Carsiano y Seleucia.
A continuación, el Imperio se enfrentó al nuevo califa, al-Mutasim, que había ascendido al trono de Bagdad en el 833. Esta guerra fue iniciada por Teófilo, pues había dado asilo a ciertos refugiados persas, uno de los cuales, llamado Teófobo tras su conversión al cristianismo, desposó a la hermana del emperador, Elena, y se convirtió en uno de los generales del Imperio.
El ejército bizantino tuvo algunos éxitos iniciales: en 837 fueron tomadas y destruidas Samosata, Arsamosata y Zapetra (Zibatra o Sozopetra), que según algunas fuentes era el hogar natal del califa al-Mutasim. La rebelión persa contra el califa había facilitado la campaña bizantina.
La batalla de Anzen o de Dazimon (838)
Como reacción a los ataques bizantinos, al-Mutasim decidió poner en marcha una gran expedición punitiva que tendría como objetivo la conquista de dos grandes ciudades enemigas de la Anatolia central: Ancira y Amorio (Amorium). Esta última era probablemente la mayor población de la península de la época; era además el lugar de origen de la dinastía amoriana que entonces regía el imperio y, por tanto, tenía un notable valor simbólico. Según las crónicas, los soldados de al-Mutasim que participaron en la campaña escribieron la palabra «Amorio» en sus escudos y pendones. El 5 de abril, el califa partió de su nueva capital de Samarra para comenzar la campaña. Un gran ejército se reunió en Tarso (80.000 soldados según Treadgold) que, a continuación, se dividieron en dos. La columna septentrional, mandada por el príncipe iraní de Usrushana y vasallo abasí al-Afshin, debía invadir el thema de Armeníacos desde la región de Melitene; las fuerzas del emir de esta ciudad, Omar al-Aqta, participarían también en esta maniobra La columna meridional, la principal, iría encabezada por el propio califa, atravesaría las Puertas Cilicias para entrar en Capadocia y se dirigiría hacia Ancira.
Tras tomar la ciudad, las dos columnas se reunieron para marchar contra Amorio. La hueste de al-Afshin incluía, según Juan Skylitzes, las fuerzas de los príncipes armenios vasallos de Bagdad y reunía entre 20.000 a 30.000 soldados, de los que unos 10.000 eran jinetes-arqueros turcos.
Los bizantinos, por su parte, pronto entendieron las intenciones del califa, y partieron de Constantinopla a hacerle frente a comienzos de junio. El ejército imperial contaba con soldados de origen anatolio y posiblemente también de las provincias europeas, con los regimientos selectos de tagmata capitaneados por el doméstico de las escuelas Manuel el Armenio; así como con un contingente de persas y kurdos jurramitas guiados por su caudillo Nasr (convertido al cristianismo y bautizado con el nombre de Teófobo). Estos grupos habían huido del territorio califal debido a las persecuciones religiosas; establecidos en el Imperio pocos años antes, habían formado la «turma persa«. Teófilo acampó en Dorilea y dividió sus fuerzas: la principal se envió a reforzar la guarnición de Amorio, mientras que el resto de sus hombres (unos 25.000 según Haldon y 40.000 según Treadgold) lo siguió para interceptar a los abasíes entre las Puertas Cilicias y Ancira.
A mediados de junio, al-Afshin cruzó los montes Antitauro y acampó en el fuerte de Dazimon (la actual Dazmana), un lugar estratégico que servía a los bizantinos para concentrar sus fuerzas. Pocos días más tarde, el 19 de junio, la vanguardia del principal de los ejércitos abasíes penetró también en territorio enemigo; a esta le siguió dos días después el mismísimo califa, al que acompañaba el grueso del ejército. Teófilo recibió la noticia de estas maniobras a mediados de julio. La hueste encabezada por al-Afshin era la menor de las dos, pero amenazaba las líneas de abastecimiento bizantinas. Por ello, el Emperador dejó unas pocas fuerzas en la línea de avance del ejército que acompañaba al califa y marchó hacia el este, a interceptar el que mandaba al-Afshin. En 21 de julio, se encontraron los dos ejércitos; el bizantino acampó en una colina de la llanura de Dazimonitis, al sur del fuerte de Dazimon, que se llamaba Anzen.
Aunque tanto Teófobo como el doméstico de las escuelas Manuel, los dos principales comandantes bizantinos, aconsejaron que se realizase un ataque nocturno por sorpresa, el emperador prefirió seguir la opinión de los demás oficiales y esperar al día siguiente para abalanzarse contra el enemigo. Así, el ejército bizantino atacó al alba, con fortuna al principio del combate: no solo obligó a retroceder a un ala del ejército enemigo, sino que le infligió 3.000 bajas. Llegado casi el mediodía, Teófilo decidió reforzar el otro flanco con 2.000 bizantinos y kurdos; para dirigir la maniobra en persona abandonó el puesto de mando y rodeó la retaguardia del ejército. En ese instante, al-Afshin lanzó un feroz contraataque con los jinetes-arqueros turcos que frenó el avance bizantino y permitió el reagrupamiento de sus propias fuerzas. Las unidades bizantinas percibieron entonces la ausencia del Emperador y, creyéndolo muerto, comenzaron a vacilar. La confusión pronto dio lugar a la desbandada general; algunos de los soldados huyeron incluso a la capital, adonde llevaron el rumor del fallecimiento del soberano. Algunas unidades bizantinas, por el contrario, mantuvieron el orden en sus filas y se retiraron a un lugar llamado Quiliokomon.
Por su parte, Teófilos quedó aislado junto con los regimientos de tagmata y sus tropas kurdas en la colina de Anzen. Los árabes la rodearon, pero una lluvia repentina salvo al Emperador y a sus soldados, ya que inutilizó las cuerdas de los arcos de los guerreros turcos. Al-Afshin mandó traer entonces las catapultas para bombardear la posición enemiga. Entonces los oficiales del Emperador bizantino, temiendo que las tropas kurdas los traicionasen, lo convencieron para retirarse. Teófilo y su pequeña escolta lograron atravesar las líneas enemigas y alcanzar Quiliokomon, al norte de Amaseia, donde comenzó a reagrupar a los restos de su ejército derrotado, aunque sufrió numerosas heridas en la huida. Según las fuentes, el Emperador salvó la vida gracias a la intervención tanto del doméstico Manuel, gravemente herido y posiblemente muerto poco después, como de Teófobo.
La situación del emperador se tornó precaria tras la derrota, y llegó a rumorearse que había muerto en el combate. Abandonó la campaña emprendida y marchó primero a Dorilea y, poco después, a la capital. Se abandonó Ancira, que los árabes saquearon el 27 de julio. Una vez reunidos los dos ejércitos abasíes, marcharon contra Amorio sin encontrar resistencia en su avance; la ciudad cayó tras dos semanas de asedio. Se calcula que solo la mitad de sus 70.000 habitantes sobrevivieron al brutal saqueo; fueron vendidos como esclavos. La pérdida de la ciudad fue uno de los peores reveses sufridos por el Imperio durante el siglo IX, tanto por la importancia material de la urbe como por su simbolismo como cuna de la dinastía reinante. Afortunadamente, para los bizantinos, la llegada de noticias de una rebelión en el territorio califal obligó a al-Mutasim a replegarse poco después.
Al mismo tiempo, Teófilo tuvo que lidiar con la revuelta de Teófobo y sus tropas kurdas. Cuando los rumores de la muerte del soberano alcanzaron la capital bizantina, algunos propusieron a Teófobo, emparentado con aquel mediante matrimonio y parece que iconodulo, como su sucesor. Al llegar a Constantinopla, Teófilo hizo llamar a Teófobo, pero este, temiendo que el Emperador lo castigase, huyó y se refugió con sus seguidores kurdos en Sinope, donde se lo proclamó emperador. Finalmente, sin embargo, se lo convenció para que capitulase sin resistencia un año después; el cuerpo «persa» fue disuelto y sus miembros repartidos por las distintas provincias.
A pesar de la alarma bizantina por las derrotas en Anzen y Amorio, estas no tuvieron consecuencias militares a largo plazo para el Imperio, ya que los abasíes no aprovecharon la ventaja obtenida. Sí tuvieron una importante consecuencia religiosa: sirvieron para desacreditar la iconoclastia, que se había mantenido hasta entonces gracias a las victorias militares imperiales. Poco después de la repentina muerte de Teófilo en el 842, se restauró la veneración de los iconos, acontecimiento que formó parte del triunfo de la ortodoxia. La batalla sirvió también como ejemplo de las dificultades que el ejército bizantino tenía cuando se enfrentaba a arqueros montados; en los siglos VI y VII, por el contrario, las fuerzas armadas del Imperio habían logrado hacerlo sin problemas. Fue también el primer combate que libraron las tropas bizantinas con los nómadas turcos provenientes de Asia Central; sus descendientes, los selyúcidas o seljúcidas, se convirtieron a partir de mediados del siglo XI en los más encarnizados enemigos del Imperio.
La gran derrota, recordada en las obras bizantinas posteriores, puso fin a las campañas militares del emperador.
Para compensar la derrota militar, emprendió en vano una serie de acciones diplomáticas destinadas a frenar la expansión árabe en el Mediterráneo. Así, en el 838, se enviaron embajadas a los francos de Luis el Piadoso, a los venecianos y a los omeyas cordobeses. Los venecianos fueron los únicos que respondieron, amenazados de forma más directa y teóricamente aún vasallos de Constantinopla, enviaron una flota, que fue derrotada por los árabes en Tarento en el 840.
Guerra con los búlgaros
Una vez expirado el tratado de paz de 20 años entre el Imperio bizantino y los búlgaros, el nuevo emperador Teófilo saqueó el interior de Bulgaria en 836. Los búlgaros respondieron, dirigidos por Isbul, ministro del Khan Malamir, llegando hasta Adrianópolis. Por aquella época se produjo la anexión de Filipópolis (Plovdiv) y sus contornos al Imperio Búlgaro. Durante este período se erigieron numerosas inscripciones conmemorativas de las victorias búlgaras y de las actividades constructivas en el entorno de la capital, Pliska. La guerra concluyó cuando los eslavos que vivían en las proximidades de Tesalónica se rebelaron contra el Imperio Bizantino en 837.
Teófilo buscó entonces el apoyo búlgaro para sofocar la rebelión, pero, paralelamente dio órdenes a su flota de remontar el Danubio y evacuar clandestinamente a los prisioneros bizantinos de guerra que habían sido establecidos en la Bulgaria transdanubiana por Krum y Omurtag. En represalia, Isbul lanzó una campaña a lo largo de las costas del mar Egeo en Tracia y Macedonia y tomó la ciudad de Philippi, donde levantó una inscripción conmemorativa. El resultado final fue el establecimiento de la soberanía búlgara sobre la tribu eslava de los Smoljani.
Miguel III el Beodo (842-867)
Puso fin a la iconoclasia, pero paradójicamente, aumentó el conflicto con los paulicianos, que rechazaban tajantemente el culto a las imágenes y a las reliquias, a la Virgen y a la cruz. Influyentes en Asia Menor, tenían su centro en Melitene y cooperaban con los árabes contra el Imperio. La dura persecución de los paulicianos, que se extendían también por el Asia Menor occidental e incluso por la Europa Balcánica, no fue del todo eficaz y dio como resultado indeseado el surgimiento de los bogomilos.
Guerra con los árabes
Los árabes amenazaban territorios imperiales tanto en el sur de la península itálica como en Creta y Asia Menor. Teoctisto recuperó efímeramente Creta en el 843-844, pero la volvió a perder tras sufrir una derrota en el Bósforo. Amenazado interna y externamente, el Califato abasí se avino, sin embargo, a firmar una tregua que mantuvo la paz entre los dos Estados hasta el 853. En el 845-846, se realizó un intercambio de prisioneros entre el Imperio y el Califato.
Se reforzó la flota imperial, lo que permitió arrasar la fortaleza egipcia de Damieta en el 853 y emprender una serie de incursiones, símbolo de la paulatina recuperación militar del imperio. Desde la época de la expansión musulmana por Egipto, era la primera vez que la flota bizantina se aventuraba por esas aguas. La campaña egipcia, sin embargo, animó a los árabes a construir una flota para hacer frente al peligro, armada que alcanzó su apogeo durante el posterior Califato Fatimí.
En la década del 850, las principales amenazas al Imperio en la frontera oriental eran el emirato de Melitene gobernado por Umar al-Aqta, el emirato de Tarso donde reinaba Ali ibn Yahya (Ali el Armenio), el emirato de Qaliqala (Teodosiópolis, la moderna Erzurum), y los paulicianos de Tefrike, acaudillados por Karbeas. Melitene, en particular, suponía una grave amenaza por su ubicación en las laderas occidentales de la cordillera del Antitauro, que le permitían a sus huestes penetrar sin obstáculos en la meseta de Anatolia. Un ejemplo del peligro de estos estados fueron sus correrías del 860 en territorio imperial, un año de continuos reveses militares para los bizantinos. Ese año Umar y Karbeas se unieron para lanzar una incursión que penetró profundamente en las provincias imperiales de Asia Menor y en la que obtuvieron gran botín; a esta campaña le siguió poco después otra ofensiva de las fuerzas de Tarso mandadas por Ali, al tiempo que un ataque naval sirio dañó la importante base naval bizantina de Adalia.
Batalla de Marj al-Usquf (863)
En el verano de 863, Umar atacó nuevamente, uniendo fuerzas con el general abasí Jafar ibn Dinar al-Jayyat (probablemente gobernador de Tarso) para emprender una ofensiva exitosa en Capadocia. Los árabes cruzaron las Puertas Cilicias y penetraron en territorio bizantino, saqueando mientras avanzaban, hasta que llegaron a las cercanías de Tyana. Allí, el ejército de Tarso decidió comenzar la retirada, pero Umar obtuvo la aquiescencia de Jafar continuó avanzando por Asia Menor. Umar mandaba el grueso de las fuerzas de su emirato, pero se desconoce cuántos soldados le acompañaban: el historiador musulmán contemporáneo Ya’qubi indica que Umar contaba unos 20.000 efectivos incluyendo un contingente pauliciano encabezado por Karbeas.
En el bando bizantino, el emperador Miguel III había reunido su ejército para desbaratar la incursión árabe, y se enfrentó a los invasores en una batalla que se libró en un lugar conocido como Marj al-Usquf (la pradera del Obispo) en las fuentes árabes. Era un paraje montañoso cerca de Malakopea, al norte de Nacianzo. La batalla fue sangrienta y hubo muchas bajas en ambos bandos; según el historiador persa al-Tabari, 2.000 de los soldados de Umar sobrevivieron al choque. A pesar de esto, los árabes lograron zafarse y continuaron su marcha hacia el norte; llegaron al thema Armeniaco, alcanzaron más tarde la costa del mar Negro y saquearon el puerto de Amisos.
Batalla de Lalakaon (863)
Apenas Miguel tuvo noticia de la caída de Amisos, ordenó que se formase una enorme hueste (al-Tabari indica que contaba con 50.000 soldados, una exageración para la época) entregando el mando a su tío Petronas, el doméstico de las Escuelas, y a Nasar, el strategos del thema de los Bucelarios. Al-Tabari afirma que fue el propio Emperador el que asumió el mando de este ejército, pero las fuentes bizantinas lo contradicen. Sin embargo, dado el sesgo contrario a Miguel de los historiadores que escribían durante el periodo de la dinastía macedonia, esto podría ser una omisión deliberada. Las fuerzas reunidas provenían de todo el Imperio. Los bizantinos formaron tres columnas que marcharon contra los árabes: la del norte, compuesta de las fuerzas de los temas del mar Negro (el de Armeníacos, Bucelarios, Colonea y Paflagonia); la del sur probablemente el ejército que había combatido en la pradera del Obispo y que luego había seguido al ejército árabe en su avance, formada por tropas de los temas de Anatolios, Opsicianos y Capadocia, así como por las de los kleisourai (distritos fronterizos) de Seleucia y Carsiano; y la columna occidental, mandada por Petronas, formada por los hombres de los themas Macedonio, Tracio y Tracesio y por los tagmata de la capital.
La coordinación de todas estas fuerzas no fue fácil, pero los ejércitos bizantinos lograron reunirse el mismo día (el 2 de septiembre) y rodear a las huestes de Umar, menos numerosas, en un lugar llamado Poson o Porson, cerca del río Lalakaon. Se desconoce la ubicación exacta del río y del lugar donde se libró la batalla, pero la mayoría de los expertos concuerdan en que deben de hallarse cerca del río Halys, a unos 130 kilómetros al sureste de Amisos. La aproximación de los ejércitos bizantinos hizo que la única ruta que el emir podía tomar para huir del cerco fuese una que estaba dominada por un cerro. Durante la noche, tanto árabes como bizantinos trataron de apoderarse de él; lo lograron estos últimos después de diversos combates. Al día siguiente, el 3 de septiembre, Umar decidió concentrar sus fuerzas en el sector oeste del cerco, donde se encontraba Petronas, e intentar zafarse por allí. Sin embargo, los bizantinos que ocupaban esa posición repelieron el asalto y permitieron a las otras dos columnas acosar al ejército árabe en la retaguardia y en los flancos, que se hallaban desprotegidos. Los árabes resultaron completamente derrotados: la mayor parte del ejército y el propio Umar perecieron en el combate.
Solamente el hijo del emir, al frente de una pequeña fuerza, consiguió huir y dirigirse hacia el sur, en dirección a la región fronteriza de Carsiano. Le persiguió Machairas, el kleisourarches de Carsiano, que lo venció y capturó junto con muchos de sus hombres.
Los bizantinos aprovecharon la victoria y enviaron un ejército a invadir Armenia, por entonces en poder de los árabes. En octubre o noviembre, vencieron y mataron al emir Ali ibn Yahya. Así, en la misma campaña, lograron eliminar a los tres adversarios más peligrosos de la frontera oriental. Estos triunfos militares resultaron trascendentales: la batalla acabó definitivamente con el poderío del emirato de Melitene. La victoria bizantina en la batalla de Lalakaon alteró la situación estratégica en la región y marcó el principio de un siglo de ofensivas bizantinas en Oriente.
En el 865 se intentó de nuevo recuperar Creta.
Primera guerra ruso-bizantina
La primera guerra ruso-bizantina tuvo lugar en el 860 cuando Askold y Dir enviados por Ririk, se lanzaron contra la misma Constantinopla. Un libro escrito por el erudito emperador Constantino VII algunas décadas después, habla de la llegada de 200 barcos y 8.000 hombres a las puertas de la capital bizantina.
El 18 de julio del 860, los atacantes incendiaron las casas y mataron a los residentes de extramuros. Tras devastar los alrededores, los rus entraron en el mar de Mármara y atacaron las Islas Príncipe.
El ataque cogió a los griegos por sorpresa, «como un trueno del cielo«. El emperador Miguel III se encontraba ausente de la ciudad, al igual que su armada, temida por su habilidad en el uso del letal del fuego griego. El ejército imperial (incluyendo las guarniciones habitualmente acuarteladas en las cercanías de la capital) se hallaba luchando contra los árabes en Asia Menor. Las defensas terrestres de la ciudad se hallaban debilitadas por la ausencia de estas guarniciones, pero las defensas marítimas también presentaban carencias. La armada bizantina se hallaba luchando con árabes y normandos en el mar Egeo y en el mar Mediterráneo.
La invasión se prolongó hasta el 4 de agosto, en el que las noticias del regreso de la flota imperial y del ejército de Miguel III desde oriente, hizo que los varegos levantaran el asedio y se retiraran. Focio atribuye la retirada a la intervención divina, una tempestad dispersó a la flota invasora.