Edad Moderna El imperio Español Guerra en el norte de África

Antecedentes

Tras la conquista de Granada, y una vez dominada la sublevación de los moriscos de las Alpujarras; se estableció una flota fija de 33 naves, cuyo núcleo eran dos naos gruesas y dos galeras, siendo el resto naves ligeras (fustas y bergantines) para la guarda de la costa española y para transportar al norte de África a los musulmanes que no aceptaban el bautismo. Pero entre los conversos había espías de los corsarios berberiscos asentados en diferentes plazas de la costa norteafricana que asolaban las costas españolas. Una de sus acciones más cruentas fue en 1503 el asalto con 17 fustas a Cullera de donde se llevaron 150 cautivos.

El cardenal Cisneros era partidario, como lo había sido anteriormente Alfonso X el Sabio, de conquistar la costa norteafricana, para así impedir los ataques piratas a las costas españolas. El Papa, en 1494, había reconocido a Portugal el derecho de conquista del reino de Fez, habiendo quedado para España el de Tremecén (Tlemecén).

Los portugueses habían conquistado Ceuta en 1415, y en 1458 conquistaron Alcazarseguir. En agosto de 1471, tropas portuguesas provenientes de Arcila, conquistada también en 1471, entraron en Tánger. En 1504-05 los portugueses conquistaron Santa Cruz del Cabo Gue (actual Agadir) y Mogador, plaza esta última abandonada en 1510. Consiguiendo un rosario de plazas a lo largo de la costa africana hasta las islas de Cabo Verde para facilitar el tránsito hacia la India.

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Expansión portuguesa en el Norte de África

Conquista de Melilla (17 septiembre de 1497)

Melilla era un refugio seguro para los piratas turcos y argelinos que asolaban las costas andaluzas y levantinas españolas. Allí contaban con la simpatía y a veces ayuda de los moriscos que vivían bajo el poder cristiano en la península. A los piratas se unían los indígenas rifeños.

El rey don Fernando el Católico ordenó reconocimientos de la plaza de Melilla y de la costa adyacente, con intención de apoderarse de ella y poner fin a tal refugio. Pero los informes que recibió fueron poco favorecedores, desistió de la empresa y puso su atención en otros problemas.

Sin embargo, don Juan Alonso de Guzmán, duque de Medina Sidonia y capitán general de Andalucía aprovechó las luchas civiles de los piratas y decidió ocupar la ciudad en una ocasión en que había sido abandonada.

De esa manera, la noche del 17 de septiembre de 1497 el contador del duque, el caballero Pedro Estopiñán Virnés, tomó la ciudad por sorpresa.

En 1506, los españoles al mando del capitán don Gonzalo Mariño ocupó la villa fortificada de Cazaza, situada frente a Melilla en la península de Tres Forcas. Pero en 1536 fue recuperada de nuevo por los moros debido a la traición de algunos de los penados que constituían la guarnición.

Conquista de Mazalquivir (1505)

Desde Sicilia, a petición del régulo de la isla de los Gelves (Djerva, Túnez), tropas españolas habían ocupado la isla e izado su pendón en su castillo el 8 de septiembre de 1497. Pero iniciada la segunda campaña de Italia, el año 1500 se abandonó la isla.

Una vez finalizada la campaña de Italia, el cardenal Cisneros insistió en la necesidad de ocupar los puertos de la Berbería, y, para evitar objeciones de Fernando el Católico, se ofreció a anticipar los gastos de la expedición.

Una vez decidida la operación, se reunieron en el puerto de Málaga las 6 galeras de Cataluña, varios navíos sueltos y las carabelas de Andalucía, con capacidad para embarcar a 7.000 hombres con armas, pertrechos y suministros. El mando en la mar lo ostenta el catalán Ramón de Cardona y el de tierra, Diego Fernández de Córdoba, siendo Mazalquivir (actual Mers el-Kebir en Argelia) el objetivo de la expedición. Los soldados eran soldados veteranos de las campañas de Italia como Luis Díaz Cerón y Pero López y López El Zagal.

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Expansión española por el Mediterráneo siglo XVI

Mazalquivir, el Portus Magnus de los romanos, era una rada abierta a los vientos del suroeste, refugio de corsarios. El puerto estaba protegido por un castillo fuerte y bien artillado, y ya había sido atacado sin éxito por tropas portuguesas en 1496 y 1501.

La armada salió de Málaga el 20 de agosto de 1505, pero vientos contrarios hicieron que volviera a puerto. Se volvió a intentar la salida el 3 de septiembre, pero por la misma razón se vio obligada a recalar en Almería. Finalmente el 9 de septiembre se hizo a la mar, llegando el 11 a la vista de la costa de Mazalquivir.

Los berberiscos, avisados de la salida e intenciones de la escuadra por sus espías de Málaga, habían concentrado muchas fuerzas en las inmediaciones de Mazalquivir, pero ante el retraso de la flota, creyeron que se dirigía a otro destino y se dispersaron.

Mientras tres naos gruesas de los vascos Juan de Lezcano (o Lazcano) y Flores de Marquina, que habían reforzado sus costados con sacos de lana; se acercaron lo máximo posible al castillo y lo sometieron a un intenso bombardeo, atrayendo sobre si el fuego de artillería. La infantería desembarcó bajo una lluvia torrencial, tomando las alturas próximas a Mazalquivir y se atrincheró en las mismas.

Al día siguiente, 12 de septiembre, los moros atacaron con su caballería las posiciones españolas que, gracias a la previsión de atrincherarse, resistieron el ataque. Los defensores del castillo propusieron una tregua hasta el día 13, comprometiéndose a rendir la plaza si no recibían auxilio del rey de Tremecén. La tregua fue aceptada, y al no haber aparecido ninguna tropa mora el 13 de septiembre, salieron los sitiados con sus familias y posesiones, ocupando los españoles el castillo.

Una vez que han tomado posiciones en el castillo, vieron los españoles una gran tropa mora que venía en auxilio de la plaza, y que, al verla ya perdida, se volvieron a Orán.

Quedó en Mazalquivir una guarnición de 500 infantes y 100 jinetes con 50 piezas de artillería, y el 24 de septiembre, la flota regresó a Málaga.

Pero como se preveía, las poblaciones de los alrededores no dejaban de asediar a la guarnición desembarcada y les privaban de agua y leña. Nuevamente fue la Armada, al mando de un aragonés, pero con barcos de la castellana de Córdoba en esta ocasión, quien proveyó a los conquistadores de lo necesario para subsistir.

Dos años más tarde, Diego Fernández de Córdoba al frente de 3.000 hombres intentó apoderarse de Orán desde Mazalquivir, pero fue derrotado en junio de 1507, pereciendo la mayoría de los combatientes que llevó en la expedición, salvándose él de puro milagro.

Conquista del Peñón de Vélez de la Gomera (1508)

La derrota ante Orán de 1507, había dado alas a los piratas berberiscos, de tal manera que continuamente asolaban las costas del antiguo reino de Granada, seguramente en connivencia con los moriscos que aún lo habitaban. Por ello don Fernando, antes de pasar a la conquista de Orán, decidió una expedición de carácter más limitado, cubriendo el espacio entre Ceuta, ocupada por los portugueses y Melilla, concretamente el Peñón de Vélez, punto estratégico en donde se guarecían las galeras piratas muy cerca del Estrecho; desde donde asaltaban el continente o atacaban barcos mercantes españoles.

Sabía que la decisión le iba a costar un enfrentamiento con los portugueses, dado que el Peñón se encontraba al oeste de Melilla y, por tanto, dentro del territorio que el papa Alejandro VI había concedido a Portugal.

En una de aquellas expediciones piratas, los berberiscos habían actuado muy cerca del Estrecho, en las costas del reino de Sevilla (actual provincia de Cádiz). Se ordenó a Pedro Navarro, que desde Málaga, con la armada de su cargo y las galeras de Saboya, con tropas españolas e italianas; saliese a castigar a los piratas que se refugiaban en el Peñón. El conde pudo apresar algunas de las galeras en retirada, persiguiéndolas hasta su base que era la ciudad de Vélez, en aquel momento habitada por 7.000 habitantes.

Pedro Navarro hizo un intento simulado de desembarco en la ciudad, por lo que la guarnición del Peñón, que cerraba su puerto, se replegó hacia la misma, apoderándose de él las tropas españolas.

Dejó como alcaide de la fortaleza a Juan de Villalobos con una guarnición, el cual repelió varios intentos de los moros de reconquistarla; pero en 1522 la plaza se perdió, según se dice por la traición de un soldado español que mató a su capitán porque había escarnecido a su mujer quedando en manos de Muley Mahomet, señor de la Gomera. Posteriormente pasó a manos de Barbarroja, beylerbey (gobernador) turco de Argel.

Conquista de Oran (1509)

Tras la exitosa jornada de Mazalquivir en 1505, se conquistó el peñón de Vélez de la Gomera en el verano de 1508. El cardenal Cisneros, que era el regente del reino de Castilla, propuso a Fernando el Católico una expedición de conquista de la ciudad costera de Orán, financiando la operación con sus rentas personales, con la condición de que la plaza tomada quedara bajo la jurisdicción de la archidiócesis de Toledo. El monarca accedió, facilitando la leva de las tropas y la formación de la armada, concediéndole a Cisneros el título de capitán general de África el 20 de agosto de 1508. Para mandar la expedición se propuso a un militar de experiencia como Pedro Navarro, veterano de las guerras de Italia junto al Gran Capitán y artífice de la ocupación del Peñón de la Gomera en 1508.

Los preparativos para la expedición se iniciaron en septiembre de 1.508 en las ciudades de Málaga y Cartagena. A principios de 1.509, comenzaron a reunirse en el puerto de Cartagena las tropas que iban a tomar parte en la expedición y las naves destinadas a su transporte. El mando del contingente se le confió a Pedro Navarro, conde de Oliveto, llevando bajo su mando a los capitanes Gonzalo de Ayora, Jerónico Vianelo, Diego de Vera y García Villarroel; todos los cuales eran veteranos guerreros que habían combatido tanto en las campañas peninsulares como en Italia.

El ejército expedicionario estaba formado por 15.000 soldados del Tercio de Sicilia, de la guardia del cardenal Cisneros y de la recluta hecha especialmente para la campaña en la diócesis toledana.

Una vez completado el ejército, cargados víveres, municiones y bien abastecida la escuadra de todo cuanto necesitase, soltó amarras del puerto de Cartagena el 16 de mayo de 1509. Estaba compuesta por 80 naos, 10 galeras acompañadas de naves más pequeñas, transportaban 10.000 infantes y 5.000 jinetes, navegaron rumbo a Mazalquivir, ciudad vecina a Orán, donde desembarcaron las tropas el día 18 por la mañana. Por primera vez en un conflicto bélico se llevaban tropas de caballería armadas con arcabuces. Tras una misa solemne, los soldados formaron quedando a cargo de Pedro Navarro, mientras que el viejo cardenal quedaba en el fuerte de la ciudad.

Ambas poblaciones se hallan separadas por una escarpada sierra, a las faldas de la cual 10.000 musulmanes les daban la bienvenida con una lluvia de proyectiles. Seis piezas de artillería trataban de proteger el arriesgado avance español. Los españoles treparon por las escabrosas laderas de las montañas. Los ziyánidas disparaban sobre ellos nubes de flechas y disparos de espingardas, incluso les tiraban piedras. Causaron bastantes bajas por su posición elevada, pero sin lograr detenerlos. Uno de los muertos fue capitán Luis Contreras, que mandaba la vanguardia y con sus fieles hombres llegados de Guadalajara, que sembraron muerte y espanto entre los bereberes. Contreras era tuerto, y fue alcanzado por una flecha, muriendo en combate, y su cadáver fue capturado. Le cortaron la cabeza y corrieron a enseñarla por las calles de Orán, se formó una procesión tras el soldado que la portaba, la gente lanzaba gritos de júbilo y se pregonaba que habían dado muerte al alfaquí de los cristianos, es decir, Cisneros. La turba se dirigió a las cárceles, en donde estaban los cautivos cristianos. Enseñaron el despojo a los mismos y ninguno le reconoció como el Cardenal.

No se coronó la cima hasta el anochecer, los defensores se retiraron a Orán. Navarro limpió la zona de enemigos y preparó el asalto a la ciudad, defendida por una gruesa muralla y dos castillos.

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Expedición española a Orán 1509. Mural de Juan de Borgoña, capilla mozárabe de la catedral de Toledo

Orán era entonces una de las ciudades principales del reino de Tremecén, estando edificada, parte en la ladera del monte de Silla, parte en el llano y parte sobre una colina que entra en la mar, rodeada de buenos muros, con alcazaba o ciudadela morisca. Tenía montadas 60 piezas de artillería gruesa, amén de las máquinas pedreras e ingenios balísticos, guareciendo a 6.000 habitantes, armadores de muchas fustas y bergantines corsarios y comerciantes con Génova y Venecia.

Navarro ordenó una ofensiva total por distintos frentes, siendo el primero en plantar en ellos la bandera el capitán Sosa, de la guardia del Cardenal, casi simultáneamente aparecieron en otros puntos seis estandartes más. Bernardino de Meneses, al frente de los soldados reclutados en Talavera, conquistó una de las puertas de la ciudad. Muchos españoles entraron por la puerta del mar. Los ziyánidas no pudieron resistir el empuje de los españoles, y corrieron a encerrarse en las mezquitas y en algunas casas, fortificándolas para seguir defendiéndose.

Una vez dentro los soldados se dedicaron al saqueo, sin que los capitanes pudieran controlarlos. El rey de Tremecén estaba en camino con un ejército, había que organizar las defensas de la ciudad. Pero los soldados estaban sordos a la voz de sus mandos. Por suerte Banu Zayan, rey de Tremecén, que observaba el asalto a la ciudad desde unas montañas próximas, no trató de recuperar la ciudad mientras los soldados estaban fuera de control.

Al amanecer el nuevo día, volvieron las tropas a la obediencia y Navarro dio la orden de limpiar de cadáveres la ciudad, recoger los escombros y quitar las inmundicias y restos que apestaban la atmósfera. No quería que Cisneros viese la masacre.

Pedro Navarro hizo más de 4.000 muertos y 8.000 prisioneros, siendo muy escasas las pérdidas españolas al conquistar la ciudad.

Al día siguiente, el Cardenal se trasladó en barco desde Mazalquivir, haciendo su entrada triunfal. Navarro entregó a Cisneros las llaves de la fortaleza, y el botín cogido en la ciudad, que ascendía a una cantidad considerable. El Cardenal no quiso nada para sí, no necesitaba el dinero, y dispuso se guardase el oro en las partes correspondientes para el rey y para el sostenimiento de la tropa. 

Cisneros pidió a Navarro que le condujera a las mazmorras en donde estaban más de 300 cautivos cristianos, a los cuales ya habían retirado las cadenas, pero que no liberaron de sus celdas hasta la llegada del Cardenal. Fue el propio Cisneros el que abrió sus puertas.

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Conquista de Orán (1510). El cardenal Cisneros visitando a los cautivos. Autor Francisco Jover y Casanova, museo del Prado, Madrid

La política de expansión en el norte de África tomando plazas costeras sin penetración en el continente, continuó los años siguientes con las tomas de Bugía y Trípoli en 1510, y el vasallaje ofrecido al rey católico por parte de Túnez y Argel.

Conquista de Trípoli (1510)

La toma de Orán en 1509 generó un entusiasmo que impulsó a la corona la formación de nuevas expediciones de conquista. En diciembre de 1509, se reunió una armada en Ibiza y Formentera, a cargo de Pedro Navarro, con el objeto de tomar varias plazas en la costa de Berbería. El 1 de enero de 1510 parte la armada con 20 navíos y entre cuatro y cinco mil hombres de guerra con destino a una inadvertida Bugía, desembarcando el día 5 y tomando la ciudad frente a una débil resistencia.

Una batalla en los alrededores de la ciudad, ánima a Argel y Túnez rendir pleitesía, al menos, de forma nominal, al rey católico.

Se preparaba una fuerza considerable en Málaga, capitaneada por don García de Toledo, hijo primogénito de don Fadrique, duque de Alba, cuando Pedro Navarro, conde de Alvito, se aprestaba a dar el salto hacía Trípoli.

Auxiliado por las galeras de Nápoles y Sicilia, se dirigió Pedro Navarro, al frente de 14.000 efectivos sobre la ciudad. Las galeras se habían mostrado como piezas claves en la conquista de los puertos de las plazas precedentes, gracias a su poco calado y a su potente artillería.

En la mañana del jueves 25 de julio de 1510, la flota española dirigida por Pedro Navarro llegó frente a Trípoli. De los barcos españoles desembarcaron cerca de 6.000 soldados, de los cuales la mitad fueron empleados en el sitio de la ciudad, mientras que los otros se quedaron dando seguridad en los alrededores para evitar la llegada de refuerzos.

Comenzaron el bombardeo desde el puerto con los cañones de las galeras, procediendo a continuación a asaltar sus muros por las partes del mar y tierra. Los moros se batieron con la desesperación de saber que no van a recibir ayuda, pero también con el fatalismo que su destino iba a ser el mismo que sus homónimas anteriores. Tras una lucha de varias horas, la ciudad fue tomada y sometida al saqueo usual de los sitios de la época, causando al enemigo una pérdida de más 5.000 hombres.

En la batalla se distinguió el infanzón aragonés Juan Ramírez, primero que asaltó la muralla, muriendo en la acción el almirante Cristóbal López de Amarán y el coronel Díaz Pórrez.

Mientras Pedro Navarro estaba restaurando y acrecentando las defensas de la plaza, se presentó en el puerto la escuadra de García Álvarez de Toledo y Zúñiga, con los 6.000 hombres que había reclutado. Pedro Navarro había enviado heraldos suyos a reclutar hombres en España e Italia, en principio pensó que las fuerzas llegadas, eran las reclutadas por sus heraldos. Pero la verdad era que García de Toledo, traía un mandamiento del Rey Católico, por el cual asumía, pese a su juventud, el mando supremo de los ejércitos, quedando Navarro de segundo.

Navarro dejó a Diego Vera y Mendoza, capitán general de la artillería, como gobernador de Trípoli. La decisión no pudo ser más acertada, dado que nada más salir el ejército de la plaza, esta se vio sometida al hostigamiento y ataques diarios de los moros de la zona.

Es de destacar el aporte aristocracia siciliana: el ejército de Sicilia dirigido por el virrey Ugo Moncada, que fue capaz de llevar desde Sicilia una considerable fuente de suministro derivados de los impuestos sobre la venta de esclavos.

La llegada de los trabajadores sicilianos a Trípoli, en particular de Messina, para el mantenimiento de la fortaleza construida por los españoles. En 1523 Trípoli, junto con las islas de Malta y Gozo fue entregada por Carlos V a los caballeros de San Juan, que había sido expulsado por los otomanos de la isla de Rodas. La Orden de Malta mantuvo la plaza, no sin esfuerzo, hasta 1551, cuando la fortaleza fue conquistada por los otomanos, dirigido por almirantes turcos Barbarroja y Dragut.

Desastre de los Gelves o de Djerba (1510)

Había quedado a retaguardia, sin conquistar, un punto clave para la dominación del Mediterráneo central, era la isla de los Gelves (Djerba para los musulmanes).

La isla de los Gelves era una isla de mediana extensión, alrededor de 400 kilómetros cuadrados, que cerraba el paso y protegía una enorme ensenada, en donde podían descansar, al abrigo de cualquier ataque del exterior, cientos de galeras y embarcaciones de otros tonelajes, había sido utilizada anteriormente por piratas.

Trípoli nunca podía estar tranquila con esta amenaza a su retaguardia, por lo que Pedro Navarro, propuso al nuevo comandante en jefe, atacarla y conquistarla para España.

El 29 de julio de 1510, partió Pedro Navarro con unas cuantas embarcaciones hacia Djerba para solicitar pleitesía de esa plaza. Rechazadas sus demandas, regresó a Trípoli.

El 26 de agosto se embarcaron las fuerzas conjuntas de Pedro Navarro y García de Toledo, era el mes menos propicio para una operación de esta naturaleza y el 28 de agosto se presentaron en la isla.

El desembarco en Djerba se realizó mediante las embarcaciones de remo de la flota. Los 15.000 hombres no llevaban ninguna bestia de carga y tuvieron que tirar de las piezas de artillería ellos mismos, llevando la munición y la pólvora a hombros. Se formaron escuadrones y se inició la marcha hacia el castillo de Djerba, a través de una tierra calcinada y movediza. El calor y la falta de agua propicia que la sed agobiara a los soldados.

Los escuadrones de vanguardia vieron unos pozos situados en un palmeral, los soldados se precipitaron corriendo a saciar su sed.

Parece ser que García de Toledo quiso impedir la desbandada de los soldados en pos del agua, secundándole los oficiales; pero no se aplicó la disciplina, tal como exigían las circunstancias, seguramente por creerse al amparo del enemigo, de tal manera que en pocos minutos la tropa estaba desarmada, saciando su sed. Los moros, que estaban siguiendo a los españoles desde su desembarco, sin que fueran vistos, aprovecharon el momento y con unos miles de hombres y doscientos jinetes, se abalanzaron sobre los indefensos soldados.

Se creó una situación de pánico, dado que el enemigo atacó con un gran griterío. García de Toledo fue uno de los primeros en morir y con él casi la totalidad de los que componían el primer cuerpo de la expedición.

Cerca de dicho lugar les aguardan defensores a caballo, que cargaron sobre varios cientos de soldados de la vanguardia que se refrescaban descuidadamente. Inmediatamente, los infantes españoles comenzaron a huir, recogiendo a los que como ellos se habían separado de los escuadrones por alcanzar con brevedad los pozos y contagiando el pánico a sus compañeros de armas, que abandonan sus armas y sus armaduras para huir con más velocidad. García Álvarez de Toledo y Zúñiga tomó una pica, intentando dar ejemplo para organizar una defensa, pero fue muerto por los atacantes.

Se produjo la desbandada y los soldados arrojaron sus armas y armaduras para ir más ligeros; siendo rematados con facilidad por sus perseguidores, cuando llegaron al lugar del desembarco, las naves habían sido enviadas a controlar el estrecho paso que comunica la isla con el continente, y allí estaban paradas por falta de viento, pues tenían instrucciones de costear hasta llegar frente al castillo de Djerba. Los soldados se arrojaron al mar para tratar de alcanzarlas, enviando los capitanes de los navíos sus bateles para recogerlos. Muchos murieron ahogados en su intento de escapar: las embarcaciones estaban sobrecargadas y no admitían más pasaje para no encallarse, como les sucedió a un galeón y a una carabela.

Llegada la noche y aún había 3.000 hombres por embarcar. Muchos fueron muertos o presos, otros sobreviven a la mañana siguiente. Hubo capitanes que no permitieron que en sus naves entrasen más soldados por llevar justas las cargas de agua, y marcharon con ruta a Nápoles. Además, tuvo lugar una tormenta, en la que dos carabelas y un galeón se hundieron, muriendo la mayoría ahogados. Otros sobrevivieron en los mástiles y Navarro envió dos fustas para que los recogieran.

El martes 3 de septiembre, con viento favorable, el conjunto de la flota partió, pero en alta mar los vientos provocaron que las embarcaciones se dispersen. Se estima que habían muerto entre 2.000 y 4.000 hombres. Los desastres se sucedieron en la retirada, muriendo muchos de sed al no haber podido aprovisionarse de agua en la isla y teniendo lugar la pérdida de muchas naves por las tempestades.

El 4 de octubre, el grueso de lo que queda de la flota 8.000 hombres embarcados en 60 naves, partieron de Trípoli con rumbo al norte, pero una nueva tormenta provocó la pérdida de más embarcaciones. Se reunieron de nuevo en Trípoli solo 30 naves y 5.000 hombres embarcados poniendo rumbo a Lampedusa, donde pasarían el invierno, mal abastecidos desde Sicilia.

La armada quedó considerablemente afectada, aunque Pedro Navarro volverá a primeros de 1511 a realizar una nueva intentona africana. Pero tras la muerte de las tropas de la coronelía del veneciano Jerónimo Vionnello en la lucha por el control de unos pozos de agua en los Querquenes, se produciría la retirada definitiva de la flota a Favignana.

El desastre provocó que el Rey quisiera liderar personalmente una nueva expedición sobre África que, finalmente, sería suspendida en el verano de ese año con motivo de los acontecimientos en Italia y la constitución de la Santa Liga. Destinándose los recursos disponibles a la lucha contra la corona francesa y produciéndose la disolución de la armada que había iniciado una prometedora carrera con la toma de Bugía.

Expedición de Carlos V a Túnez (1535)

Jeireddín Barbarroja

Orígenes

Nacido en la isla de Lesbos en 1475, su nombre turco era Hızır bin Yakup, y su nombre en árabe Jidr ibn Yakup, pues Jeireddín o Jayr al-Din era una distinción que se le concedió y Barbarroja solamente era un apodo alusivo al tono rojizo de su cabello.

Su madre Katerina era una cristiana griega de Mitilene, viuda de un sacerdote ortodoxo, aunque el cronista, Luis del Mármol, señaló como madre a una cristiana de origen español, secuestrada por corsarios. Su padre Yakup Agá según unas fuentes era un sipahi, mientras que otras indican que prestó servicios como jenízaro en Vardar.

Sea como fuere, Yakup, retirado del mundo militar, se dedicaba a la alfarería, cuyos productos comerciaban sus hijos con un bajel. Posteriormente Aruj e Ilías se compraron su propio bajel para dedicarse al comercio por su cuenta. Tiempo después, Hızır también empezó su carrera en el mar.

El paso siguiente fue la reconversión de la actividad; el sultán otomano necesitaba corsarios con los que combatir el poderío naval de la Orden de San Juan, que operaba desde Rodas y merced a su alianza con Carlos V dominaba el Mediterráneo oriental y prácticamente monopolizaba sus rutas comerciales. Aruj e Ilias operaron en el Levante, entre Anatolia, Siria y Egipto. Por su parte, Hızır actuó en el mar Egeo y basó sus operaciones especialmente en Tesalónica. Ishaq, el mayor, se mantuvo en Mitilene y estuvo a cargo del manejo financiero del negocio familiar.

La guerra de corso les fue bien durante un tiempo; pero cuando regresaba de una expedición comercial en Trípoli con su hermano Ilias, fue atacado por los Caballeros de San Juan. Ilias murió en la batalla y Aruj fue herido. El barco de su padre fue capturado, y Aruj fue tomado prisionero y encarcelado en el castillo que mantenían los Caballeros en Bodrum (en la actual costa turca) por casi tres años. Al saber la ubicación de su hermano, Jeireddín viajó a Bodrum y en una audaz acción lo liberó.

Aruj Barbarroja

Aruj entonces viajó a Antalya (antigua Adalia al sur de Turquía), donde Korkud, el príncipe y gobernador de la ciudad, le dio 18 galeras y le encargó que luchase contra los Caballeros de San Juan, quienes afectaban seriamente el comercio marítimo otomano. El éxito de Aruj que fue nombrado “Reis” (capitán marítimo). Cuando Korkud se convirtió en gobernador de Manisa (oeste de Turquía en el Egeo), proporcionó a Aruj una flota formada por 24 galeras en el puerto de Esmirna y le ordenó participar en una expedición naval a Apulia, Italia, donde Aruj bombardeó varios castillos costeros y capturó dos barcos. De vuelta a Lesbos, se detuvo en Eubea y capturó tres galeones y otro barco.

En cuanto llegó a Mitilene con estas naves capturadas, Aruj se enteró de que Kordud, hermano del nuevo sultán otomano, había huido a Egipto para evitar ser asesinado por causa de disputas sucesorias, práctica común en la época. Temiendo meterse en problemas por su pública asociación con el exiliado príncipe otomano, Aruj partió a Egipto. Ahí se reunió con Korkud en El Cairo se le asignó un barco que Aruj tripuló y capitaneó, comenzando a atacar inmediatamente, desde su base en Alejandría, las islas del Mediterráneo controladas por los cristianos.

Alrededor de 1503, Aruj consiguió como botín tres nuevos barcos e hizo de la isla de Djerba, en la costa de Túnez, su base principal, trasladando el marco de sus operaciones marítimas al Mediterráneo Occidental. Ahí se le unieron sus otros dos hermanos: Ishaq y Hızır. Su fama aumentó cuando entre 1504 y 1510 transportó a los musulmanes mudéjares desde la España cristiana al Norte de África.

En 1512, en una batalla contra los españoles, Aruj perdió el brazo izquierdo a consecuencia de un disparo de arcabuz, para reponer su miembro perdido, Aruj se implantó un brazo de plata, que le granjeará el sobrenombre de “Brazo de Plata”. Ese mismo año Aruj decidió contraatacar a los españoles y emprendió una campaña de saqueo contra la costa de Andalucía y las Islas Baleares. Tras obtener un buen botín decide atacar de nuevo la costa de Italia, capturando cuatro mercantes genoveses y varias naves de guerra. En un solo mes, Aruj “Barabarroja” había capturado 23 naves.

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Piratas berberiscos. Autor Niels Simonsen

A partir de entonces consiguió una serie de victorias, a tal punto que en 1515 envió regalos preciosos al sultán otomano Selim I, quien a su vez le mandó dos galeras y dos espadas con diamantes incrustados.

En 1516 murió Fernando el Católico, lo cual es aprovechado por el sultán de Argel, vasallo de España, para decidirse a romper su ligadura con la potencia europea. Para ello, el sultán Abu Hamo Musa III decidió contratar a Aruj Barbarroja, que acudió con un ejército para auxiliarlo contra los españoles. Aruj se encontró con una situación propicia, su fama y prestigio son grandes y cuenta con muchos seguidores en Argel, por lo cual decidió derrocar al sultán y asumir el control de Argel, convirtiéndolo en su reino personal. Los españoles se vieron obligados a abandonar Argel y refugiarse en un fuerte construido en una isla de la costa argelina, llamada el “Peñón de Argel”, y pidieron al cardenal Cisneros que interviniera. El regente decidió mandar a Argel una expedición de 8.000 hombres al mando de Diego de Vera con la finalidad de retomar la ciudad y acabar de paso con los temidos piratas de Barbarroja. Aruj defendió valientemente la ciudad y derrotó a los españoles, asegurando su control de la zona.

Después de consolidar su poder y declararse sultán de Argel, Aruj buscó ampliar sus territorios y tomó Miliana, Ténès y Médéa. Se hizo conocido por agregar velas a sus cañones para facilitar su transporte a través de los desiertos del norte de África. Para Aruj la mejor protección contra España era unirse al Imperio otomano, su patria y rival de los españoles. Para lograrlo, debía renunciar a su título de sultán de Argel ante los otomanos. Lo hizo en 1517 y ofreció Argel al sultán otomano. El Sultán aceptó a Argel como una provincia otomana y designó a Aruj como baylerbey (gobernador) de la nueva provincia de Argel, además de prometerle su asistencia por medio de jenízaros, galeras y cañones.

Los españoles ordenaron a Abu Zayan, a quien habían nombrado nuevo gobernante de Tremecén y Orán, que atacara a Aruj desde tierra, pero este último se enteró del plan y por sorpresa atacó Tremecén, capturando la ciudad y ejecutando a su gobernante. El único superviviente de la dinastía de Abu Zayan fue Sheikh Buhammud, quien consiguió escapar a Orán y pedir la ayuda de España.

En mayo de 1518, los españoles decidieron apoyar a Sheikh Buhammud, sucesor de Abu Zayan que se encontraba refugiado en Orán, en sus pretensiones de recuperar Tremecén. El gobernador de Orán, Diego Fernández de Córdoba, marqués de Comares, con unos 1.000 soldados españoles y cerca de 7.000 bereberes de Buhammud iniciaron una campaña contra Aruj Barbarroja en Tremecén. Tras una serie de escaramuzas y emboscadas con distinto signo, Ishaq, el hermano de Aruj, llegó a Tremecén con refuerzos venidos de Argel, pero fue derrotado y muerto en una batalla menor. Diego de Córdoba, agotado por las duras escaramuzas recibió nuevas tropas de españoles al mando de Martín Argote y llegó a las puertas de la ciudad de Tremecén, defendida por 1.500 turcos y 6.000 corsarios de Barbarroja. En la durísima batalla por el control de la ciudad, los corsarios fueron derrotados y se vieron obligados a replegarse. Durante la retirada, Aruj murió a manos del alférez español García Tineo. Aruj murió a los 55 años, defendiéndose valientemente, fiel a su estilo de vida aventurero. Su muerte y la captura de Tremecén hicieron creer a los españoles que la victoria y el fin de los corsarios estaba al alcance de la mano, no contaban con Hizir, el último hermano de Aruj Barbarroja. Hizir asumió el poder en Argel y el sobrenombre de su hermano, convirtiéndose en el nuevo Barbarroja.

Hizir Brabarroja

Los españoles estaban eufóricos por la victoria y el rey Carlos I decidió acabar de una vez por todas con los corsarios restantes, lanzando contra Argel una expedición de 8.000 hombres al mando de Hugo de Moncada. No contaban con Hizir, el cual tenía un temple igual o mayor al de su hermano, era un gran líder, conocedor de varios idiomas y un experto guerrero. Hizir, con nuevos refuerzos turcos, reorganizó las defensas de Argel, dispuesto a plantar cara a la ofensiva española.

La expedición española acabó en un desastre, las tormentas marítimas destrozaron la flota española sin que esta pudiera siquiera asaltar Argel. En 1519 se produjo un nuevo intento español de tomar Argel, pero la flota española de Hugo de Moncada fue derrotada por la flota de Hizir Barbarroja, quien con su propio barco hundió una galera y capturó otras 8.

Continuó con la política de transportar musulmanes mudéjares desde España al Norte de África, logrando asegurar para sí un gran número de seguidores musulmanes agradecidos y leales, quienes tenían un inmenso odio hacia España. Capturó Bone (en la frontera con Túnez) y en 1519 derrotó una flota hispano-italiana que intentaba recuperar Argel. El mismo año también atacó Provenza, Tolón y las islas de Hyères, en el sur de Francia.

En 1520, los españoles decidieron acabar con la base de corsarios turcos y berberiscos en el Mediterráneo, y habiendo padecido numerosos ataques tanto terrestres como a navíos españoles; el Emperador decidió preparar una expedición para tomar la isla de los Gelves o de Djerba, el mando de la armada se concedió a Hugo de Moncada. A mediados de abril de 1520 partió la armada a las costas de Túnez. Tras desembarcar el ejército a unos 25 km de los Gelves, el día 28 de mayo se inició la marcha contra la isla, y tras caminar unos 3 km, fueron atacados por el ejército del jeque Said, compuesto por de diez a doce mil infantes y apenas 200 jinetes. A pesar de los primeros reveses, Hugo de Moncada, por un lado, y los caballeros flamencos por otro, consiguieron rechazar a los enemigos que se dieron a la huida, perdiendo en el encuentro unos 500 hombres, mientras que del español habían muerto unos 200 infantes y 60 jinetes. Tras reposar un tiempo en el campo instalado en el punto de desembarque, el ejército de Moncada partió de nuevo hacia los Gelves. El 8 de mayo, se fortifica un caserío a medio camino del castillo. El jeque inició las negociaciones, no aguardando socorro de su señor, el rey de Túnez, y capituló, convirtiéndose en tributario del rey de España. En Gelves se procedió a construir de inmediato una nueva fortificación, y se instaló una guarnición española

En 1521, Barbarroja atacó las Islas Baleares y luego capturó varias naves españolas que regresaban del Nuevo Mundo a Cádiz. En 1522 envió a un delegado suyo a participar en la conquista de Rodas organizada por el Imperio otomano, que tuvo como resultado la expulsión de los Caballeros de San Juan de la isla el 1 de enero de 1523. A partir de entonces, hasta 1530, realizó numerosísimas incursiones en territorios europeos en el Mediterráneo, tales como Crotone, Mesina, Toscana, Campania, Andalucía, las Islas Baleares y Marsella.

Finalmente sus expediciones se consumaron con la captura del Peñón de Gibraltar en 1529 y de la isla de Cabrera, en 1530, instalando allí una mini base de operaciones que le permitiría atacar las costas españolas más fácilmente.

Los continuos ataques de Barbarroja acabaron con la paciencia de Carlos I, quien en 1531 contrató al gran almirante genovés Andrea Doria para que al mando de 40 galeras reconquistara las pequeñas bases corsarias de Jijel y el Peñón de Gibraltar. Andrea Doria era un buen marino, pero Barbarroja era muy superior y lo derrotó fácilmente. Pero su derrota no frenará a Andrea Doria. Al año siguiente, 1532, Doria obtendría un gran éxito al capturar los bases turcas en Grecia de Coron, Patras y Lepanto. Este éxito cristiano hizo enfurecer al emperador Solimán I, quien ordenó al almirante Mehmed bey recapturar inmediatamente las bases perdidas. El almirante turco fracasó y Solimán hizo llamar a su mejor hombre, a Barbarroja.

En 1531, se encontró con Andrea Doria, contratado por Carlos I para recapturar Jijel y peñón de Velez, derrotándolo. El mismo año se enfrentó en la isla Favignana con una flota de la Orden de Malta, a la que venció. Luego navegó hacia oriente y desembarcó en Calabria y Apulia. De vuelta a Argel asaltó Trípoli, entregada a los Caballeros de San Juan por Carlos I en 1530. En octubre de 1531 atacó de nuevo las costas de España, e incluso asaltó embarcaciones inglesas.

Barbarroja aprovechó su travesía hacía la corte turca para arrasar Córcega, Cerdeña, Elba y Mesina. Además, se topó con la flota de Andrea Doria, derrotándola y capturando 18 galeras. A su llegada a Turquía, en 1533, Barbarroja contaba con 44 naves capturadas, 25 de las cuales hizo retornar a su base de Argel y el resto las llevó consigo para su entrada triunfal en Estambul. El Sultán estaba tan impresionado con Barbarroja que decidió nombrarlo Almirante en Jefe de la flota turca y gobernador del Norte de África. Además, le otorgó como posesiones personales las islas de Rodas, Eubea y Chíos, todas ellas en el mar Egeo.

Tras estar un buen tiempo en la corte turca, Barbarroja zarpó de Estambul en 1534, al mando de 80 galeras, construidas según sus propios diseños, 22 fustas, una potente armada movida al remo por 8.000 griegos reforzada con 10.000 infantes turcos, de ellos 800 jenízaros. Su principal objetivo era revertir la victoria de Andrea Doria, reconquistando las ciudades portuarias de Coron, Patras y Lepanto, perdidas en favor de los españoles. Pero Barbarroja no solo reconquistaría estas importantes bases marítimas, sino que aprovecharía la ocasión para atacar Génova, Capri y Nápoles.

Conquista de Túnez (1535)

A finales de 1534, el Mediterráneo Occidental estaba amenazado por la flota del almirante otomano Barbarroja. El precio de los seguros marítimos se disparó, las ciudades costeras actualizaron sus defensas y pueblos enteros fueron abandonados. Se construyeron nuevas cadenas para bloquear la entrada a los puertos y más torres de vigilancia. El sur de Italia, bajo la corona española, ya había sufrido un ataque otomano y hasta Venecia empezó a sentirse amenazada y comenzó a fabricar nuevos barcos. Sin embargo, Venecia no se uniría al ataque debido a que temía romper una paz que tenía con el sultán otomano Solimán el Magnífico por 30 años antes con el sultán Bayaceto (Beyazid) II.

Barbarroja se apoderó de Túnez en 1534, deponiendo al rey háfsida Muley Hassan, vasallo de España, este solicitó ayuda a Carlos I para recuperar su reino. El emperador Carlos aceptó ayudarle, esperando derrotar a Barbarroja de una vez por todas. Convocó cortes en Madrid, para solicitar subsidios para recuperar Túnez, y, al mismo tiempo, pidió ayuda a otros príncipes. Se reunieron para la operación las escuadras del Cantábrico y de los Países Bajos de los Habsburgo.

Durante un año, escuadras españolas y portuguesas se fueron concentrando en Barcelona y la campaña fue contando con el apoyo de numerosos nobles españoles, como el duque de Alba, el duque de Nájera, el duque de Benavente, el marqués de Aguilar, el conde de Niebla, etc.

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Jornada de Túnez (1535). El Carlos V pasando revista a sus tropas en Barcelona. Al fondo la ciudad y Montjuic. Autor Jan Cornelisz Vermeyen.

Por parte de las fuerzas españolas participaron:

  • 15 galeras de la armada del Mediterráneo, al mando de Álvaro de Bazán el Viejo.
  • 6 galeras napolitanas al mando de García Álvarez de Toledo y Osorio.
  • 42 naos de la escuadra del Cantábrico.
  • 70 urcas de la escuadra de Flandes.
  • 150 velas de la escuadra de Málaga, con 10.000 soldados. Entre ellas 80 naos gruesas y una nao capitana, de seis gavias, y que servía de hospital.

Por parte de los aliados de España:

  • El reino de Portugal, con el gran galeón «Botafogo» y 20 carabelas, al mando del Infante Luis de Avis, hermano de la Emperatriz.
  • Los Estados Pontificios con 12 galeras, cuatro de ellas de la Orden de Malta, bajo el mando de Virginio Ursino.
  • La república de Génova con 19 galeras al mando de Andrea Doria, entre ellas la galera real, con 26 bancos de cuatro remeros cada uno.

Buena parte del contingente, donde se encontraba el Carlos I, zarpó de Barcelona el 30 de mayo de 1535, arribando a Mahón, en Menorca, el 3 de junio donde tuvo que amarrar debido a una tramontan. Después se dirigieron a Cagliari, Cerdeña, donde se detuvieron para que se le reunieran las naves de Génova, y recogieron los navíos del papa en Civitavecchia y también las de Nápoles. Días después la flota se reunió en Palermo, en la costa de Sicilia, donde Carlos I pasó revista a 74 galeras y 30 galeotas y fustas, 300 embarcaciones de vela grandes y menores, el ejército terrestre eran 25.000 infantes, 2.000 jinetes, de ellos 800 hombres de armas.

Los 25.000 infantes eran 4.000 soldados veteranos de los tercios viejos españoles, al mando del marqués del Vasto; 8.000 soldados bisoños reclutados para la expedición, al mando del duque de Alba; 7.000 soldados alemanes, al mando de Maximiliano Piedralla; 4.000 soldados italianos, al mando del príncipe de Salerno; 2.000 soldados portugueses, al mando del infante don Luis de Portugal.

Partieron el 13 de junio, el orden de marcha era las carabelas portuguesas en vanguardia, el Emperador en el centro y a retaguardia Álvaro de Bazán.

El 16 de junio llegaron a Puerto Farina, a mitad de camino entre Bizerta y las ruinas de Cartago, donde sorprendieron y apresaron dos naos francesas que llevaban emisarios del rey francés Francisco con avisos de la expedición.

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Batalla de Túnez (1535). Desembarco de tropas. Autor Frans Hogenberg

El ejército comenzó el desembarco en la playa de Cabo Cartago, que finalizó al día siguiente sin que las tropas de Barbaroja pudieran impedirlo a pesar de sus intentos. Barbarroja los había aprovechado para activar los trabajos de fortificación en Túnez y la Goleta, poniendo en ellos 9.000 cautivos, de día y de noche; no daba, sin embargo, completo crédito al ataque, ni menos presumía que fuera el mismo Emperador en persona.

Las precauciones que adoptó al saber de la llegada de los españoles, fueron: encerrar 4.000 turcos en la Goleta, montar artillería gruesa, despachar a Bona 12 galeras de las mejores y otras 12 a Argel con los objetos de valor, varar en tierra las otras o meterlas desarmadas en la dársena bajo la protección de los cañones de la Goleta, preparando por todos lados la defensa.

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Jornada de Túnez (1535). Asedio de La Goleta. Tapiz del taller de Pannemaker. Palacio Real, Madrid

Se supone que llegó a reunir 100.000 hombres, 30.000 jinetes, la mayoría alárabes montaraces atraídos por el robo y el botín, muy útiles en hostigamientos, escaramuzas, amagos y flanqueos.

Los turcos tenían la guarnición de las dos plazas y la custodia de los cautivos cristianos encerrados en la alcazaba, habiendo desistido de la idea primera que tuvo de deshacerse de ellos degollándolos.

Pasó la armada Imperial de Porto Fariña a surgir en el golfo de Túnez, a unos 5 km de distancia de La Goleta, donde hizo el desembarco de tropa y caballos sin oposición, avanzando desde luego al asedio formal.

Las galeras cubrían el flanco y la retaguardia del ejército, que estaba rodeado por una nube de jinetes númidas.

El ejército sitió La Goleta, plaza fuertemente fortificada y artillada situada a la vista de las murallas de Túnez. La plaza estaba defendida por un tal Sinán Arráez, el Judío, que entorpeció los trabajos de los sitiadores con vigorosas salidas; costando la vida de muchos soldados e incluso capitanes, entre los que se encontraban el marqués de Final, Marco Antonio Carreto, el conde de Sarno y Jerónimo Espinóla.

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Jornada de Túnez (1535). Salida enemiga de La Goleta. Tapiz del taller de Pannemaker. Palacio Real, Madrid

Durante 28 días se sostuvieron continuos y cruentos combates y escaramuzas. Por fin, el 14 de julio la artillería abrió una brecha en el muro de La Goleta, y se lanzó un ataque general, por la brecha lanzaron los tercios españoles al asalto. Tras seis horas de lucha 2.000 defensores habían sucumbido y estaban muertos en las calles, muchos más murieron en su huida a Túnez. Trofeo de la victoria fueron más de 300 piezas de artillería, muchas de bronce, y algunas de ellas marcadas con la flor de lis, lo que indicaba su procedencia del rey de Francia. También cayeron las naves de la dársena, 42 galeras muy buenas entre las que se encontraba la capitana de Barbarroja.

Seis días más tarde, Barbarroja presentó batalla a los pies de Túnez. Algunos historiadores cifran sus fuerzas en 80.000 infantes y 25.000 jinetes. A pesar de su superioridad los turcos fueron derrotados y buscaron refugio tras las murallas de Túnez. Pero allí los cautivos que estaban recluidos en la alcazaba se hicieron dueños de la fortaleza, asentaron los cañones apuntando al ejército de Barbarroja, que para evitar quedar cogido entre dos fuegos, huyó con sus tropas y tesoros a Argel, donde contaba con más tropas y mejores defensas.

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Asedio de Túnez (1535). Asalto de la ciudad

Al día siguiente, 21 de julio, Túnez se rindió sin condiciones al emperador Carlos V. Por el pacto hecho con Muley Hacen, el depuesto rey de Túnez, esta ciudad quedó en su poder, mientras que La Goleta quedó en poder de los españoles.

La armada española envió 15 naves genovesas en persecución de Barbarroja, al mando de Adán Centurión. Una vez alcanzado el pirata que tenía otras 15, el español no se atrevió a atacarle. Disgustado, Andrea Doria, por la ocasión perdida para capturar a Barbarroja, acudió con 40 naves, pero el pirata había conseguido escapar a su refugio de Argel. La escuadra aliada tan solo pudo desembarcar en la ciudad de Bona, que fue destruida y abandonada poco tiempo después. Por ello el 27 de julio se trasladó el emperador a Radès (la Rada) donde estuvo cinco días y donde creó una nueva orden militar llamada Orden de la Cruz de Túnez, cuyos collares repartió abundantemente entre los participantes en la jornada.

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Jornada de Túnez 1535. Saqueo de Túnez. Tapiz del taller de Pannemaker. Palacio Real, Madrid

El 1 de agosto se trasladó a La Goleta, mejor ventilada y más segura que Túnez, cerca de su flota, asentándose en la llamada Torre del Agua. Hasta allí se acercó el 6 de agosto el rey Muley Hassan para jurar lealtad.

El rey Carlos era partidario de ir a Argel y acabar de una vez por todas con la madriguera del pirata, pero le convencieron de la escasez de víveres y lo adelantado de la estación. No obstante antes de que regresaran las escuadras aliadas, decidió atacar y tomar Bizerta, que ofreció muy poca resistencia y se la entregaron al rey de Túnez.

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Jornada de Túnez (1535). El ejército acampando en Rada

Desde Argel Barbarroja inició una serie de incursiones de represalia sobre las costas italianas y sobre las Islas Baleares, saqueando Mahón el 4 de septiembre de ese mismo año de 1535. Este saqueo fue de una crueldad sin precedentes, Barbarroja paso a cuchillo a gran parte de la población, incluidos los sacerdotes. Los supervivientes fueron tomados como esclavos. Muy pocos fueron los que se libraron de la cólera de Barbarroja.

Al año siguiente, en 1536, Barbarroja acudió de nuevo a Estambul para comandar una nueva flota que tenía como objetivo atacar el reino de Nápoles, perteneciente a la corona Española. Tras un año de preparativos, en julio de 1537 Barbarroja tomó el castillo de Otranto en Nápoles y saqueó varias villas de la zona. Meses después Barbarroja capturó un gran número de islas griegas pertenecientes a la república de Venecia. Para acabar el año vuelve a asolar Corfú y la Calabria italiana.

El 29 de julio de 1538 el pirata Salah Rais asedió Villajoyosa al mando de 27 navíos. Algo parecido ocurrió poco después en Denia, Calpe y Guardamar.

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Ataque de piratas berberiscos a Villajoyosa 1538

Expedición de Carlos V a Argel (1541)

Antecedentes

El terrible perjuicio que sus acciones estaba causando Barbarroja hizo que Venecia y el Papa convocaran a la organización de una Santa Liga los turcos y en especial contra Barbarroja. La Liga Santa se constituirá en 1538 y estará formada por el Papa, Venecia, los caballeros de San Juan de Malta y España.

La flota de la Liga reunió el considerable número de 162 galeras y 140 veleros artillados, que se pondrán al mando de Andrea Doria, el mejor almirante cristiano. La flota de Barbarroja constaba de 150 galeras, así que la superioridad numérica cristiana era evidente. Ambas flotas se encontraron el 18 de septiembre de 1538 en la batalla de Prevenza, en Grecia, en la batalla subsiguiente la mejor maniobrabilidad de los barcos de Barbarroja le permitió derrotar a los cristianos. Los cristianos tardaron en salir del puerto de Prevenza y formar línea de batalla y para cuando lo quisieron hacer, Barbarroja ya les había ganado; situando sus naves a favor del viento, lo cual le daba una mayor velocidad y maniobrabilidad, permitiéndole separar a los cristianos en pequeños grupos de naves, a los que fue destruyendo de uno en uno. La derrota en la batalla de Prevenza hizo que los turcos ganaran el control absoluto del Mediterráneo, y además sembró de disensiones el bando cristiano, acabando con la única alianza que podía derrotar a los turcos. (Para más detalles sobre la batalla de Prevenza ver el capítulo “el Imperio otomano – Solimán el Magnífico

Tras esta victoria, Barbarroja se centró en tomar todas las islas del Egeo que aún seguían en manos cristianas, limpiado de cristianos los mares Jónico y el Egeo. La acometida turca encabezada por Barbarroja era tan poderosa que Venecia no pudo resistirla y firmó en 1540 un tratado de paz con Solimán I, comprometiéndose a reconocer como territorios turcos todas las islas que había perdido y a pagar la impresionante cantidad de 300.000 ducados de oro. Tras eso el Mediterráneo Oriental quedó definitivamente en manos turcas, solo restaba derrotar a España y dominar el Mediterráneo Occidental.

La decisión de Venecia de pactar con los turcos deprimió aún más a Carlos I, quien pensando que no se podía derrotar a Barbarroja; decidió “tentarlo” ofreciéndole el cargo de almirante de la flota española, y gobernador de los territorios españoles del Norte de África, además de una fuerte cantidad de dinero. Por supuesto la oferta fue rechazada.

Hacia principios de 1540, Carlos V se hallaba solo, hacía un año que la Emperatriz Isabel de Portugal había muerto y había sido enterrada en Granada. Mientras, en Gante, los protestantes se habían alzado.

Batalla de Girolata (Córcega) (15 de junio de 1540)

Mientras tanto, Solimán atareado con los preparativos de una nueva campaña contra Hungría delegó las campañas militares en el Mediterráneo a Jayr al-Din Barbarroja y su flota. Estas campañas no eran solamente para conseguir botín o expansión territorial, sino una Yihâd bil-Bahr (Yihad en el mar) dado que donde hacían esas campañas aún eran dominios no sometidos al Islam.

Barbarroja, ocupado más en el Mediterráneo Central y Oriental, delegó en Turgut Reis (Dragut, en las crónicas occidentales) la misión de llevar esta ‘yihad’ marítima al Mediterráneo Occidental y junto a Dragrut aparecieron otros corsarios como Cará Mami o Alí Hamid (Hamet).

En estos años ninguna costa del Mediterráneo Occidental (salvo las francesas, por ser Francisco I aliado de Solimán) se libró, Italia y sobre todo España fueron víctimas del corso berberisco.

A mediados de 1540, los corsarios musulmanes habían asolado Corfú, las costas italianas e interferían peligrosamente en el comercio español del Mediterráneo. Enseguida, la respuesta cristiana no se hizo esperar y Andrea Doria armó en Mesina (Sicilia) a 80 navíos formando una flota hispano-genovesa con refuerzos de la Orden de Malta que dividió en 5 escuadrones que patrullaban distintas zonas del Mediterráneo. Mientras, en la isla de Djerba (Túnez), Dragut reforzaba allí sus bases corsarias.

Los cinco escuadrones buscaron infructuosamente las naves de Dragut hasta que en Bonifacio (Córcega), la franja del Mediterráneo que junto con Cerdeña patrullaban con 21 embarcaciones el sobrino de Andrea Doria, Giannettino Doria y Berenguer de Requesens, localizaron a las naves berberiscas fondeadas.

Otra parte de la misma flota musulmana había atacado Capraia en la costa corsa y desembarcado en Girolata, una bahía deshabitada cercana. Esta amenaza pirata hizo que algunos lugareños se pusieran en contacto con Giannetto Doria y Berenguer de Requesens quienes se presentaron ante Girolata. En ese momento, gran parte de la tripulación de Dragut, según en la versión de qué cronistas, se hallaba descansando en los bosques de la costa o bien repartiéndose el botín de las razzias anteriores. Ninguna galera protegía la retaguardia musulmana, pues se creían seguros al encontrarse en un lugar aislado y deshabitado.

Una vez localizada la flota turca en Girolata, las naves cristianas atacaron por sorpresa a los piratas que se vieron obligados a escapar tierra adentro y apenas pudieron disparar salvo una andanada de artillería.

Otra versión, la del historiador italiano Alberto Guglielmotti, defiende que Dragut y sus hombres tuvieron tiempo de reembarcar, pero se encontraron frente a una flotilla cristiana. Dejando dos galeras para proteger el botín turco, Dragut se adentró con sus naves mar adentro pensando que tendría fácil la victoria al ser más sus naves y hombres.

Sin embargo, aparecieron las 15 restantes naves del sobrino de Andrea Doria, que metieron a la flota de Dragut en una especie de encerrona. Sin posibilidad de escapar, el almirante turco Dragut acabó por rendirse y fue enviado a Génova para servir como galeote remero. En total, unos 1.200 corsarios fueron hechos prisioneros y 1.200 galeotes cristianos, que servían como remeros en la flota de Dragut, fueron liberados.

A pesar de esta victoria cristiana, la amenaza turco-berberisca era constante y no tardaron los musulmanes en reaccionar

Asalto a Gibraltar (septiembre de 1540)

Entre agosto y septiembre de 1540, una flota de 16 naves (formada por galeras, galeotas, fustas y barcos de transporte) se acercó hasta lo que hoy Gibraltar, a una zona que hoy es Catalan Bay (en esa época, conocida como La Caleta). La flota estaba formada por 2000 musulmanes entre marinos y soldados y tenía como galeotes a 1.000 cristianos. Entre los musulmanes había turcos, berberiscos, renegados (ex cristianos conversos al islam llegados desde el cautiverio o por voluntad propia) y moriscos huidos de España. Una avanzadilla corsaria penetró tierra adentro vestida como cristianos e incluso se internó en la propia villa de Gibraltar, simulando ser unos locales más, llegando a comprar cosas en su mercado. Sin embargo, su propósito era tantear el estado de las defensas de la ciudad que vieron tranquila y sin estar en alerta.

El siguiente paso fue desembarcar 1.000 soldados que vestidos también de cristianos arcabuceros y ballesteros, hicieron pasar por imperiales al llevar banderas con las armas de Carlos V. La mayoría de sus miembros, renegados y moriscos de origen español, no levantaron sospechas, pues se expresaban en un perfecto castellano.

Sin embargo, en la fortaleza de Gibraltar había llegado el aviso de la presencia de la flota berberisca en sus costas y los soldados españoles no abrieron las puertas.

Aunque la fortaleza no la lograron conquistar, murieron ese día 12 personas y se llevaron a más de 70 cautivas por las que pidieron 7.000 ducados de rescate a cada una. En el puerto de Gibraltar hicieron estragos quemando 40 barcos y destrozaron una nave que estaba en astilleros, propiedad de Álvaro de Bazán. Tras unos días en el puerto para negociar los rescates de cautivos, los corsarios berberiscos retornaron al Magreb.

Batalla de Alborán (1 de octubre de 1540)

Semanas más tarde, la misma flota de corsarios encabezada por Ali Hamet y Cará Mami intentaron otra razzia hacia tierras españolas, pero avisado Bernardino de Mendoza, por entonces capitán general de galeras, este se dispuso a esperarles en la isla de Alborán.

Bernardino de Mendoza había participado con el Emperador en el ataque a Túnez, siendo nombrado alcaide de la Goleta, la fortaleza que defendía esta ciudad magrebí.

Ese día 1 de octubre, las dos flotas, cristiana y berberisca, se encontraron frente a frente. Los españoles contaban con 10 embarcaciones frente a las 16 de los berberiscos.

Los musulmanes confiados en su superioridad, lanzaron un ataque de abordaje sobre las naves españolas que respondieron por sorpresa con una andanada de artillería que causó estragos en las naves musulmanas. Mientras, un asalto fallido de los berberiscos a la nave capitana comandada por Mendoza, decidió parcialmente el combate naval que acabó a favor con la victoria cristiana.

Sin embargo, un malentendido causó que una de las naves españolas fuera atacada por ‘fuego amigo’ acabando con la vida de 7 soldados españoles y con 12 heridos.

En total, en el bando berberisco, perecieron casi todos los capitanes berberiscos incluyendo Cara Mamí y 700 berberiscos; 427 fueron hechos prisioneros, entre ellos, Dali (Alí) Hamet. Se liberaron también a más de 800 cautivos cristianos. En el bando cristiano, hubo 137 muertos y más de 500 heridos entre ellos el mismo Bernardino de Mendoza que recibió un arcabuzazo en la cabeza y flechazos en el brazo.

Preparativos del ataque a Argel

La crisis húngara y su consecuencia más inmediata, la toma de Buda (actual Budapest) cogió desprevenido al emperador Carlos V en Génova a finales de 1540. Decidió atacar Argel que era el nido de piratas. El Papa trató de disuadirle, ya que los turcos estaban a punto de someter a Hungría, el marqués del Vasto y Andrea Doria eran de la misma opinión. Pero el Emperador lo tenía decidido y siguió adelante.

Para despistar y evitar levantar sospechas entre los posibles espías otomanos o los apoyos moriscos que pudieran ayudar a los turcos, se dijo que se estaba preparando una expedición de auxilio a La Goleta de Túnez.

Sin embargo, con el paso de los meses se acabaría por descubrir la verdadera intención de aquel rearme y flote de naves. El Emperador Carlos V tenía en mente para la expedición a Andrea Doria y Alfonso de Ávalos, II Marqués del Vasto, ambos expertos almirantes. Pidió ayuda a sus anteriores aliados, pero esta vez solo respondieron Génova y un pequeño grupo de caballeros de la Orden de Malta.

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Soldados españoles en el norte de África siglo XVI

Sin dineros de otros aliados y del Vaticano, pero con el beneplácito papal, el Emperador abandonó Italia y puso rumbo a Mallorca, punto de reunión de varias flotas y soldados de varias nacionalidades: 6.000 españoles a cargo de Hernando de Gonzaga, 6.000 alemanes a cargo de Jorge Frontispero, y 5.000 italianos a cargo de Camilo Colonna y Agustín Spinola. A ellos se les unieron 3.000 aventureros y 2.000 hombres de a caballo, más unos 4.000 soldados de dotación de las galeras. Todos ellos iban en 65 galeras y 300 embarcaciones de diverso tipo. Una fuerza muy similar a la enviada a Túnez en 1535.

También se pertrecharon con abundante bizcocho, pólvora, balas de cañón y muchos bastimentos. Como curiosidad decir que Carlos V estaba tan convencido que iba a vencer esta guerra que hasta mandó traer damas para que presenciaran la campaña ‘in situ’.

La partida

Se organizó la fuerza para la expedición: Andrea Doria sería el almirante de la flota; el virrey de Sicilia, Fernando de Gonzaga, jefe de la vanguardia y el duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo, jefe del grueso o batalla. Quedó vacante el de jefe de la retaguardia que habría de ser designado en tierra.

Parte del dinero con el que sufragó la campaña provenía de la conquista de México y fue aportado por Hernán Cortés, que también participó en la operación. En solamente un mes y poco más, se había preparado este inmenso ejército que en total sumaban unos 27.000 soldados.

El Emperador zarpó el 18 de octubre de 1541 con sus naves desde las Baleares mientras que otra parte salía desde Málaga con las 15 galeras al mando de Bernardino de Mendoza y hasta 200 embarcaciones de todos los tamaños. Acordaron encontrarse en el cabo Caxina (hoy Kajine, Argelia). Durante la travesía desde las Baleares hasta Argel un enorme temporal se levantó y casi hizo zozobrar a toda la flota, pero pudieron sortearlo a duras penas.

Mientras, en Argel, el gobernador Hasán Aga enterado de la expedición, había ordenado fortificar la ciudad y rearmar a la población. Aga era un eunuco converso al Islam de origen sardo, hombre de confianza de Jayr al-Din Barbarroja y que gobernaba Argel desde 1536. Disponía de 800 jenízaros y casi 5.000 auxiliares árabes y moriscos había que unirle la artillería, que eran 50 piezas de bronce, de las cuales 20 eran cañones y el resto piezas pequeñas.

Los imperiales llegaron a las costas argelinas el 20 de octubre de 1541. Las naves tuvieron que refugiarse al amparo de los cabos, la flota española quedó en el cabo Kaxina mientras en el cabo Matefú se refugiaba la flota de Carlos V.

Sin embargo, los temporales impidieron que las tropas pudiesen desembarcar hasta pasados un par de días. El 23 de octubre lo hicieron en un lugar entre los wadis (cauces secos) al Hamir y al-Harrach (Alcaraz, en las crónicas españolas), muy posiblemente la playa de Hamma, a unos 6 km de la capital argelina.

El desembarco

Los días 22 y 23 de octubre, desembarcaron las primeras avanzadillas, que otearon el terreno y buscaron fuentes de agua potable para el futuro campamento. El desembarco en la playa de Hamma no fue fácil, pues la soldadesca tuvo que vadear un trecho largo de agua que llegaba hasta la cintura en un mar que comenzaba a ser marejada. Sin embargo, la artillería más pesada, la mayor parte de los caballos y los víveres apenas pudieron ser bajados. Solo pudieron ser bajados 9 cañones ligeros.

Desembarcaron los españoles, alemanes e italianos, y a las 09:00 horas, lo hizo Carlos V. Se estableció un campamento provisional en la playa de Hamma, en la zona conocida como Punta Tafura (Ra’s Tafûra) donde se planificó tomar posiciones e iniciar el asalto.

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Jornada de Argel (1541). Desembarco de fuerzas. Palacio de El Viso del Marqués

Con los soldados en tierra producen las primeras “jinetadas” y escaramuzas con la caballería turca y berberisca que prosiguió durante toda la noche del 23 al 24 de octubre.

El día 24, algunas unidades se encaminaron a una colina que logran conquistar a un grupo de argelinos y dominarla. Se trata de la Kudiyyat as-Sabûn en árabe, (hoy Fort L’Empereur en recuerdo de Carlos V), que ofrece una estratégica visión de la ciudad y donde el monarca español hizo colocar parte de su campamento y su propia tienda de campaña. Según las fuentes árabes, instalaron algunos cañones allí, desde los que comenzaron a bombardear a la ciudad, algo que las fuentes cristianas no mencionan, posiblemente porque no se emplearon dado que era artillería ligera y no de sitio. Los imperiales establecieron su campamento en Ras Tafourah y capturaron todas las colinas y se prepararon para atacar la ciudad.

El Emperador mandó un mensaje a través de un caballero llamado Lorenzo Manuel a Hasán Aga apelando a su condición de súbdito como sardo que era (en esa época, Cerdeña era española), afirmando que había sido bautizado y que debería regresar a su religión original. Además, le señaló que Túnez, mucho más grande y mejor defendida, había sucumbido bajo los ataques del ejército imperial en 1535. Le invitó a rendir la plaza a cambio de ventajas y protección a lo que el musulmán se negó recordando las dos derrotas sufridas por los españoles en Argel, por ser su plaza fuerte y la mar que la rodea, muy brava.

El Emperador ordenó distribuir a las tropas sitiadoras repartiendo el cerco por tres flancos: Los italianos y los caballeros de Malta en la costa por la derecha, los españoles tomaron posiciones en la izquierda en las colinas, mientras que el Emperador y sus fieles más cercanos se situaron en el centro con la infantería alemana. El lado norte de Argel (el que miraba al mar) quedó libre de soldados.

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Asedio de Argel por Carlos V (1541). Plano del asedio

Ese día 24 de octubre, hacia las 21:00 horas, como comentan las crónicas, se levantó un violento temporal, trayendo mucho viento y lluvias. Lo que iba a ser el avance hacia Argel tuvo que detenerse a causa de la escasa visibilidad causada por la niebla y especialmente por la lluvia; que mojó la pólvora de las armas de fuego, echó a perder provisiones, y produjo tal cantidad de barro y charcos que los soldados se hundían en el barrizal con sus armaduras y estaban empapados y ateridos de frío. Así, sin poder dormir apenas, pasaron el día siguiente. La única defensa que tenían eran ballestas y armas de filo y asta.

Un cronista argelino describe en el momento: «El martes, Ala Altísimo envió, hacia el final de la noche, una violenta tormenta que rompió los cables de los barcos. Levantaron los mástiles por miedo a perecer, pero el viento no dejó de aumentar. El almirante llamado Doria tenía una mente turbada como todos los demás a bordo de los barcos. El violento huracán, enviado por Dios, empujó a la flota contra la orilla: los barcos perecieron en las rocas, los esclavos musulmanes escaparon y la gente de Argel corrió para exterminar a los marineros cristianos hasta el final. El tirano vio sus naves sumergidas y destruidas, su poder roto, su deslumbrante resplandor y el descenso que lo amenazaba …«

Combates de Bâb Azûn y Ras Tafûra (25 de octubre)

Al día siguiente, el 25 de octubre, aprovechando los desánimos y las malas condiciones de los soldados sitiadores y al amparo de la niebla y de la amanecida; los argelinos sitiados decidieron de madrugada hacer una salida y acometer a un grupo de italianos que guardaban un puente de madera en un ataque por sorpresa.

La tropa musulmana en su mayor parte estaba formada por turcos y moriscos que llegando hasta donde estaban los italianos desbarataron a la mayor parte de ellos causando bajas importantes y haciendo huir a buena parte de la tropa.

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Jornada de Argel (1541). Ataque berberisco contra los italianos

Los caballeros de Malta, que formaban una unidad de caballería pesada acudieron en su ayuda recobrando posiciones y haciendo que las tropas argelinas atacantes se refugiaran en la ciudad. Uno de estos caballeros hospitalarios, Ponce de Balaguer, enfadado llegó a clavar en una de las puertas de la ciudad, la de Bâb Azûn, su daga por no poder avanzar, diciendo ¡volveremos!. En la escaramuza murieron 300 hombres y otros tantos quedaron heridos.

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Desastre de Argel (1541). El caballero de la orden de Malta Ponce de Balaguer clava un puñal en la puerta de Bab-azoun diciendo ¡Volveremos!. Autores hermanos Raffet y Rouargue

Desde las murallas, los defensores arrojan todo tipo de armas como piedras, flechas envenenadas y disparos de arcabuces y escopetas y los soldados imperiales se repliegan a sus posiciones siendo ayudados por las compañías alemanas. Hubo grandes pérdidas de vidas humanas en ambos bandos.

Horas más tarde, el gobernador Hasán Aga salió con tropas de refresco de la ciudad magrebí y lograron que los de Malta y otras fuerzas se retiren de las murallas y puertas.

En las cercanías, Haedo (o Antonio de Sosa, según otros autores) nos cuenta la caballería de Hasán Aga mató a 150 infantes cristianos y cómo con sus tropas logró desbaratar a un destacamento italiano mientras que los alemanes ni llegaron a combatir. Los argelinos perseguían a los cristianos en desbandada y llegaron a las cercanías del campamento de Ras Tafûra.

Ante esta proximidad amenazadora, el propio Carlos V tuvo que vestir su armadura, y salir a combatir acompañado del duque de Sessa y el duque de Alba. Blandiendo en el aire su espada en mano, el Emperador logró reunir y reorganizar a las tropas motivándolas para que siguieran combatiendo.

A pesar de que lograron rechazarlos casi a las puertas del campamento, el bando cristiano perdió más de 300 hombres, incluyendo a 12 miembros de la Orden de Malta y aquel llano, nos cuenta Haedo (o Antonio de Sosa), se le llamó a esa zona desde entonces, la Sepultura de los Caballeros. Incluso los musulmanes elogiaron el valor de los soldados cristianos.

Prudencio de Sadoval nos dice, además, cómo el Emperador no se acostó esa noche hasta asegurarse que los 200 heridos de aquella contienda de Bab Azûn y del campamento estuvieran a salvo y a resguardo.

La furia de los elementos arrecia

Sin embargo, con el paso de las horas, la climatología se volvió muy adversa. El mar se tornó furioso y en la costa, un viento huracanado destrozó las tiendas de las tropas cristianas dejándolas inutilizables. Esto empeoró las condiciones de vida cotidiana de la mayor parte de la soldadesca que desde entonces tuvo que dormir al raso. Habían desembarcado con raciones para tres días y las habían consumido.

Mientras tanto, en el mar, a causa del temporal y de la bruma reinantes, en cuestión de horas, se hundieron 150 naves cargadas de víveres, municiones y caballos, las galeras aguantaron algo mejor. Algunas galeras que pudieron llegar a la costa fueron abordadas por moriscos y árabes que no solamente saquearon las naves, sino que mataron a la tripulación y a cuanto cristiano civil localizaron, no teniendo piedad ni siquiera con las mujeres que encontraron. Los que sí dejaron con vida fue a los casi 1.000 galeotes remeros de origen musulmán, otomano, berberisco o morisco que encontraron, a los que los argelinos ayudaron.

Una de las embarcaciones dañadas fue la nave en la que llegó Hernán Cortes, “La Esperanza”. El propio conquistador pudo escapar ‘in extremis’ del hundimiento, pero perdió durante su nado a la costa las 5 esmeraldas que llevaba consigo.

Andrea Doria con el resto de naves supervivientes, se refugió en el cabo Matefú (hoy bahía de Temendefust (Matifuox), un lugar montañoso inaccesible para la caballería musulmana pero de fácil acceso para llegar por mar y embarcar y donde se había construido un pequeño muelle.

Retirada de Argel (25-26 de octubre)

El clima no cambió y en el campamento las noticias que llegaban de las enormes pérdidas de las galeras en vidas, caballos y bastimentos desmoralizó a las tropas imperiales sitiadoras.

Se reunió en Consejo de Guerra el Emperador con sus comandantes y se sopesó las posibilidades de continuar o no con el cerco.

Sin artillería pesada ni lugar de cobijo, con la mayor parte de los oficiales y el ejército sufriendo de frío, enfermedad, con la moral baja, y con la mayoría de las vituallas, artillería y víveres perdidos; la conquista de Argel estaba cada vez más lejana. La reunión del Consejo de Guerra que fue muy tensa, los altos mandos acordaron finalmente que la opción más lógica era la de retirarse hacia el cabo Matefú (o Matifuz, en las crónicas cristianas).

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Desastre de Argel (1541). Reembarque de fuerzas

Además, hasta esos días, casi 2.000 hombres se habían perdido en combate, muertos tras ser capturados o ahogados en las naves naufragadas. Para alimentar a la desmoralizada y hambrienta soldadesca se decidió sacrificar a los caballos que transportaban la artillería. Según un cronista argelino dice que “todos los caballos de la expedición más de 4.000 fueron asesinados, abandonados o comidos”.

Se organizó entonces el repliegue en una fila de soldados que fue supervisada el mismo Emperador. Se formó un convoy improvisado colocándose a los enfermos y heridos en medio. La retaguardia iba defendida por soldados españoles y de la Orden de Malta. A los dos flancos, los alemanes y los italianos. Los soldados cristianos dejaron atrás todo tipo de despojos: las pocas tiendas que quedaban en pie, los cañones, animales, armas…, solamente se llevó lo imprescindible.

En la tarde de ese mismo día 26 de octubre, los cristianos comenzaban a abandonar las posiciones de Ras Tafûra y la de Kudiyyat as-Sabûn. Desde las murallas de Argel, entre sorprendidos y aliviados, los musulmanes observaban cómo el ejército sitiador se replegaba y les dejaba botín y despojos. Para hacer aún más imposible esta retirada, en algún caso, como atestigua Prudencio de Sandoval, algunos grupos de jinetes moros les vigilaban en lontananza e incluso llegaron a tenderles emboscadas y presentar batalla a los soldados españoles y hospitalarios que cubrían la retaguardia.

Aunque la distancia era relativamente corta, el viaje se hizo largo a causa de la lluvia, el frío y sobre todo el barro. Les tocó atravesar un wadi crecido, el Wed Knis. Y desde ahí, llegaron a la fuente de Ët Balma (“Fuente de la Palmera” en las crónicas cristianas) donde se abastecieron de agua, plantaron el real y en una casa pudo el Emperador dormir.

En su avance se encontraron con el wadi El-Harrach, que bajaba crecido. Con mástiles, restos de las galeras zozobradas y lanzadas a la costa, los soldados imperiales construyeron un pontón de madera para cruzarlo. Pasaron primero los alemanes, los italianos, el cuerpo de mando, la corte y los enfermos.

Sin embargo, los jinetes e infantes árabes comenzaron a hostigarles cuando comenzaban a pasar los españoles y los jinetes. Tras defenderse de los atacantes cruzaron el puente y desde entonces los de Argel dejaron de acosarles no así los nómadas árabes de la Metedja argelina.

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Desastre de Argel 1541. Infante español defendiendo la retaguardia ataca a jinete moro. Autor Palbo Outeiral

El ejército tenía hambre y se hallaba más agotado. Además de la carne de caballo, comenzaron a comer raíces, palmitos, tortugas, cebollas salvajes o albarranas y caracoles. Se bebía agua en condiciones insalubres. Las condiciones para dormir eran durísimas, al raso y en hoyos excavados en la tierra. Esto causó que muchos soldados que aún estaban sanos enfermaran especialmente los italianos y los alemanes.

El 28 de octubre, cruzaron otra torrontera, la del wadi Hamir que venía crecida, con penalidades y el agua llegándoles hasta el pecho. Para ese día la tempestad ya había comenzado a remitir.

Llegada al cabo Metafú (29 de octubre)

Al atardecer del día 29 ya habían llegado al cabo Metafú donde instalaron el real y pudieron proveerse de cobijo, mejores pitanzas y acomodo proporcionado por las naves de provisiones allí ancladas. Se mataron también los últimos caballos para dar alimento a la exhausta soldadesca.

Ya descansados, se reunió de nuevo el consejo de guerra para decidir si se iniciaba otro asalto y cerco a Argel o, por el contrario, se partía. Tras sopesar los estragos causados por la climatología y por los propios lugareños, se decidió partir a pesar de la oposición de algunos comandantes como Hernán Cortés. Que pidió poderse quedar con varios cientos de soldados para conquistar Argel, quizás por su experiencia en México donde dominó todo un país con un puñado de hombres, pero allí las circunstancias eran bien diferentes. Además, esta campaña supuso una gran pérdida para Cortés, no solamente porque parte de su inversión económica en la misma y de su patrimonio personal se fueron literalmente a pique, sino que tras lo de Argel, su salud se quebró.

Reembarque del ejército (31 de octubre – 2 de noviembre)

Había pocos barcos disponibles para un número altísimo de soldados. Se decidió arrojar por la borda y abandonar o desjarretar a cientos de caballos de combate, algunos de ellos ejemplares valiosísimos, para dejar espacio en las bodegas a los supervivientes. Hubo incluso hasta algún conato de insubordinación en la soldadesca, que pensaba que iba a ser abandonada en Argel a su suerte. Carlos V tuvo que dar personalmente garantías de que se quedaría hasta que el último hombre, enfermo o sano, hubiese embarcado.

Comenzaron embarcando el 31 de octubre los primeros hombres, entre ellos a los heridos, que pusieron rumbo a Bugía, y la evacuación prosiguió en los días siguientes. Carlos V se quedó hasta el final hasta que el 2 de noviembre se reembarcaron a las últimas unidades militares, las españolas.

Cuando las naves disponían a salir del golfo de Argel la climatología empeoró y se levantó en el mar una tempestad que de nuevo hizo zozobrar a algunas naves y separó a otras del conjunto de la flota imperial. Algunas chocaron entre sí y se hundieron en alta mar, otras de nuevo se estrellaron en la costa de Argel y los pocos supervivientes fueron muertos o hechos esclavos por moros nómadas. Un caso de superación ante la adversidad fue de un grupo superviviente de un naufragio, que pudo bajar con algunos arcabuces y víveres a la costa y se encaminó hacia Argel buscando protección. Tras un combate con los berberiscos locales, se rindieron y Hasán Aga ordenó que se les cautivara como esclavos, pero que se respetase sus vidas. Hubo el caso de una embarcación con 400 alemanes que se perdió 50 días a la deriva y en la que sus ocupantes perecieron de frío y hambre.

Se calcula que en esta fase de la partida murieron otras 1.100 personas entre los naufragios y las emboscadas de los nómadas y argelinos. Otras naves, con más suerte, lograron poner rumbo a Sicilia, Cerdeña, Italia, a los enclaves españoles de Orán y Bugía. En esta última plaza recalaron varias naves, entre ellas la galera del Emperador que llegó pilotada por Andrea Doria y allí se quedaron por tres semanas mientras la tempestad amainaba.

En Bugía, un atormentado Carlos V no entendía en qué había fracasado para sufrir tal derrota y esa climatología adversa. Ordenó hacer un ayuno de tres días y rezar. Aprovechó la estancia para acordar con los mandos de la plaza la construcción de futuras fortificaciones.

Hasta el 23 de noviembre el tiempo no amainó. Solamente entonces, a la noche, pudieron de nuevo poner rumbo a España, pasando primero por las Baleares (entre 26 y el 29 de noviembre). Desde donde pusieron rumbo a Cartagena, a donde llegó el 30 de noviembre, a las nueve de la noche, según se recoge en los registros del Concejo de la Villa. El Emperador pasó la noche en su camarote y a la mañana siguiente, el 1 de diciembre, bajó a tierra, donde fue recibido con gran alivio y alborozo. En Cartagena se reunió con el Cabildo de la ciudad con vistas a comenzar unas futuras obras de fortificación de la ciudad para establecer allí su sede como futura base de Galeras.

Secuelas de la expedición

Tras la llegada de Carlos V a España procedente de Argel, se decretó en todo el reino luto oficial por la muerte de tantos soldados y la pérdida de las naves, en total entre 4.000 y 5.000 hombres según las fuentes. El Desastre o Jornada de Argel, favoreció a Hasán Aga quien aprovechó esta derrota para seguir incentivando la piratería de los corsarios argelinos.

Así en los dos años siguientes a la campaña de Argel los corsarios camparon a sus anchas por el Mediterráneo y atacaron en España los municipios de Rosas, Palamós, Callosa d’Ensarriá, Vinaroz, Altea, Guardamar, Orihuela, Villajoyosa y el sur del reino de Valencia. Sin embargo, dos años después del Desastre de Argel y tras someter a los reyes de Tremecén y el llamado rey del Cuco, Ibn al-Qadi (Benalcade, en las crónicas castellanas), Hasán Aga moriría a la edad de 56 años por una indisposición.

En Túnez, algunos contrarios al rey aliado de Carlos V, Muley Hassan, aprovecharon esta derrota del Emperador para atacar la plaza española al año siguiente. Sin embargo, la reacción española esta vez sí fue más afortunada. El Tercio Viejo de Sicilia acudió a socorrer a Túnez, sitiada por un ejército formado en su mayor parte por caballería mora; consiguiendo salvar la ciudad tras la buena actuación del maestre de campo Álvaro de Sande, y además de apoyar al emir pro-carolino se conquistaron algunas plazas tunecinas como Monastir, Esaque, Susa, Xamilo y Xamel.

Posteriormente, el rey Francisco I, aprovechando el agotamiento del Emperador y de los recursos sacados de Argel el año anterior, rompió la tregua en julio de 1542 y envió un ejército invasor a Países Bajos. En 1543, el rey francés fue nombrado honoríficamente almirante de la flota turca y acogió en sus puertos a los barcos de Solimán el Magnífico.

A nivel de política internacional, el Desastre o Jornada de Argel de 1541, supuso fin al interés de Carlos V por la conquista norteafricana que tanto habían promovido sus abuelos los Reyes Católicos y el cardenal Cisneros; si Túnez fue el cenit y la gloria de su carrera, Argel supuso la pérdida del poder español en el Mare Nostrum y la conversión hasta la batalla de Lepanto de 1571 del Mediterráneo en un “lago otomano”.

En 1543, Barbarroja decidió aumentar los dolores de cabeza de Carlos I, ayudando al rey francés, Francisco I en su lucha contra España. Para ello Barbarroja comandó una flota de 200 naves y 10.000 soldados para atacar las costas de Italia y obligar a los españoles a distraer tropas para defender las costas, aliviando así su presión sobre los franceses. Tras arrasar Calabria, Barbarroja atacó el Lacio, amenazando Roma. Posteriormente continuó su ofensiva tomando Niza y poniéndola bajo control francés.

El año siguiente, 1544, continuó su ofensiva sobre Italia, saqueando Nápoles y obligando a Génova a liberar a Dragut, uno de sus lugartenientes apresado por las galeras de la familia Doria, que posteriormente se convertirá a su vez en un célebre corsario. Tras eso se dedicó a asolar Cerdeña y las Baleares, hasta que satisfecho regresó a Estambul en 1545.

Cansado de tanta aventura y satisfecho con sus éxitos y su contribución a la defensa del mundo musulmán, Barbarroja decidió retirarse, designando a su hijo Hasán como su sucesor en el mando sobre su flota y como gobernador del reino de Argel. Para gozar su retiro, Barbarroja construyó un palacio con vistas al mar Bósforo y dedicó sus últimos días a escribir sus memorias. Finalmente Barbarroja falleció serenamente el 4 de julio de 1546. Su muerte fue largamente celebrada por los cristianos, los cuales le odiaban y temían más que a nada en el mundo. Barbarroja fue y sigue siendo un héroe para los turcos.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2018-03-06. Última modificacion 2022-07-09.
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