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Primer gobierno (498-496)
Kavad una vez instalado en el trono sasánida, se deshizo en cuanto pudo del apoyo de Zahrmir Sucrai de Karen se vio precipitado a la desgracia por orden del nuevo rey. Kavad supo sacar provecho de la rivalidad que existía entre Zharmir Sucrai de Karen y Sapor de Mirahm. Este último fue ascendido a la dignidad de spahbad, es decir, jefe supremo de los ejércitos del Imperio. Desde esa alta posición y con la complacencia y ayuda del rey, acabó con Zharmir Sucrai de Karen. Tras él cayeron también otros muchos nobles persas que habían formado la camarilla del poder desde los días de la muerte de Peroz.
Libre de la presión del ambicioso Zharmir, Kavad I tenía ante sí otros muchos acuciantes problemas. El primero de ellos era asegurarse la continuación del favor de sus protectores, los hunos heftalitas. Kavad, que los conocía bien, pudo mejorar la relación de Irán con ellos, y aunque no logró liberarse del pesado tributo que Persia venía pagando a los heftalitas desde hacía años; sí logró que respetaran las nuevas fronteras orientales del Eranshar pactadas con los heftalitas tras el desastre de Peroz en 484.
Peor suerte tuvo Kavad I en sus fronteras occidentales. Allí los armenios, conducidos por Vahan el Mamiconion (que había logrado del rey Balash no solamente la firma de un tratado de paz, sino también la obtención para sí mismo de la dignidad de marzban, y grandes honores y riquezas); no aceptaron la autoridad de Kavad I y se volvieron a sublevar contra Persia.
Más al sur, diversas tribus árabes se alzaron, a su vez, contra Kavad I, negándose a pagarle los tributos que le adeudaban, atacando las tierras de la frontera del sur de Mesopotamia y haciendo difícil el tráfico comercial de as caravanas persas por sus territorios. Para colmo de males, Kavad I no obtuvo ayuda del emperador Zenón (474-491). Tanto fue así que Zenón se negó, incluso, a enviarle oro para el sostenimiento de las defensas de los pasos caucásicos del Derbent que eran financiadas en común por ambos Imperios desde los días de Yazdegerd I y Teodosio II.
A todo esto había que sumarse la creciente animosidad de los nobles o azadan y de los mobedh hacia Kavad. Los grandes nobles, se hallaban descontentos con el gobierno por la muerte de Zahrmir Sucrai de Karen, uno de los más insignes miembros de la alta nobleza, y que provocó un gran resentimiento entre los nobles, ya que pensaban que los siguientes podían ser ellos. Pronto la corte y las provincias se llenaron de conspiradores y rebeldes. Kavad, para someter a la nobleza e intimidarla, buscó apoyo en el pueblo y en especial en un movimiento religioso-popular que estaba creciendo rápidamente en el Irán desde los terribles años de las hambrunas y sequías de finales del reinado de Peroz: el mazdaquismo.
Aunque al parecer Kavad simpatizaba con los mazdaquitas ya desde antes de subir al trono, se mostró favorable a su fe, en cualquier caso, desde los primeros días de reinado. Esto no podía ser bien recibido, claro está, en la rígida sociedad irania, organizada desde hacía siglos en torno a la religión zoroástrica para la que el mazdaquismo era una herejía.
Kavad I se dio cuenta inmediatamente del prodigioso poder que el movimiento mazdaquita, que por entonces estaba propiciando una actitud levantisca de los campesinos hacia sus señores, podía tener como palanca y amenaza contra la nobleza. Así que no tuvo escrúpulo alguno en promoverlo y en concederle su beneplácito real.
En 496 triunfó una conjura contra él y Kavad I fue destronado por los nobles y los mobedh. Un hermano suyo, Zhamash, fue coronado Shahansha y Kavad I encerrado en la famosa prisión del Olvido.
Zhamash (496-498)
Zhamash no pudo poner freno, sin embargo, a los antiguos aliados de su hermano Kavad, los revolucionarios mazdaquitas. Por lo que la agitación social y el desconcierto administrativo siguieron creciendo, mientras que los enemigos exteriores del Imperio seguían activos contra él y ahora se les sumaban los heftalitas que no veían con buenos ojos el destronamiento de su favorito, el caído y encerrado Kavad.
La situación se hizo pronto insostenible y al cabo facilitó la huida de la prisión de Kavad, pues éste aún conservaba valedores que le prestaron ayuda para huir hacia el país de los heftalitas. Sostenido una vez más por éstos y tras haber estado aprisionado en la cárcel del castillo del Olvido por más de dos años, Kavad regresó, a fines del 498, triunfante y al frente de un ejército de hunos heftalitas, al trono de Persia.
Kavad I segundo gobierno (498-531)
De nuevo en el poder, Kavad I no dudó en volver a sostenerse en los mazdaquitas y en usarlos como amenaza contra nobles y magos. Estos, por su parte, habían aprendido la lección: el rey era invencible mientras que fuese sostenido por los hunos heftalitas y contara con el apoyo popular y la fidelidad de los mazdaquitas. Se llegó pues a un equilibrio entre ambos poderes: los nobles y los magos no amenazarían ya al rey, mientras que este seguiría mostrando sus simpatías hacia el mazdaquismo y lo mantendría vivo y a punto para utilizarlo, si llegaba el caso, contra la nobleza. Pero, a la par, protegería a esta y a la jerarquía zoroastriana de los excesos más radicales del mazdaquismo.
Por lo demás, la situación del Imperio sasánida seguía siendo apurada: los problemas sociales y religiosos persistían; la sequía y las hambrunas seguían apareciendo intermitentemente en el Irán por largos años aún; el yugo del tributo heftalita continuaba pesando sobre la economía y la hacienda persas; armenios, árabes e iberos del Cáucaso también seguían manifestándose rebeldes a la autoridad del Shahansha, y el Imperio bizantino persistía en no querer contribuir al común sostenimiento de las defensas del Cáucaso. Pero entonces al menos, Kavad I estaba fuertemente instalado sobre el trono y la oposición interna de nobles y mobedh a la autoridad real había sido vencida. La etapa de las turbulencias había cesado en Persia y Kavad I iba a tener el tiempo y poder suficiente para iniciar y asentar la recuperación militar y económica de su Imperio.
Kavad se atrajo la voluntad de armenios y árabes. Los armenios vieron confirmadas por Kavad las disposiciones del tratado antaño firmadas por ellos con el rey Balash; además, obtuvieron de Kavad el pago de estipendios por su ayuda militar contra el Imperio bizantino. Quiso la suerte que poco tiempo después de firmado este acuerdo, muriera el hijo de Vahan, que sucedía a su padre como señor de los armenios, y Kavad pudo así gobernar directamente a los armenios mediante marzban persas de la casa de Suren. Los árabes, por su parte, fueron atraídos por la promesa de futuros botines y de protección contra los romanos.
Así fortalecido y en inmejorables relaciones con sus aliados heftalitas, con la hija de cuyo khan se había casado, Kavad pudo pensar en llevar la guerra contra el Imperio bizantino, pues armenios, árabes y heftalitas le prestarían su apoyo.
El cálculo del emperador Anastasio falló, libre de preocupaciones en su retaguardia, Kavad I comenzó a reunir sus efectivos y a planear el asalto del limes romano.
Primera guerra Kavad con Bizancio (502-506)
Según la crónica de Josué el Estilita que relata detalladamente la guerra, Kavad exigió dinero al Emperador de Oriente Anastasio I (491-518), en compensación por la defensa del Cáucaso y como indemnización por la fortificación de Dara; fortificación que los persas consideraban un acto hostil, a lo que el Emperador no accedió.
Ofensiva sasánida
Las fuerzas de Kavad cruzaron la frontera y llegaron a la principal ciudad fortaleza de la Armenia romana, en agosto de 502. El dux de la provincia, Constantino, no hizo intento alguno para defender la fortaleza; bien al contrario, la entregó sin lucha al rey sasánida que la saqueó salvajemente. Tras esto, Kavad se aseguró la fidelidad de Constantino haciéndolo general persa y lo mantuvo al mando de Teodosiópolis, entonces bajo control persa. Kavad saqueó también a conciencia el resto de las provincias romanas de Armenia y sus vanguardias llegaron hasta los lindes de la Capadocia. A primeros de octubre de 502, el territorio estaba tan devastado, que Kavad lo abandonó y se dirigió contra la Mesopotamia romana. La tomó por su flanco norte, pues estaba completamente desguarnecida, ya que las defensas de la provincia estaban pensadas para rechazar ataques procedentes de Persia desde el sur o desde el este.
El nuevo objetivo de Kavad era Amida, la formidable ciudad-fortaleza de negras murallas que defendía el alto Tigris. Kavad plantó sus reales delante de la ciudad romana a finales de octubre de 502 y la sometió a un estrecho asedio. El emperador bizantino Anastasio I (491-518), envió a un tal Rufino a Oriente con el encargo de lograr la paz con Kavad, satisfaciendo a los persas en sus anteriores reclamos y ofreciéndoles una cantidad de oro a cambio de que evacuaran las ciudades y provincias romanas atacadas.
Pero Rufino no logró llevar a buen término las negociaciones, tras los cual envió contra los persas un ejército de 52.000 hombres, enorme para los patrones de aquella época. Como las tropas romanas carecían de un mando único, no tuvieron éxito: un ejército de solo 12.000 hombres fue derrotado en Mesopotamia, mientras que el segundo, de 40.000, fue rechazado cerca de Amida.
Por tanto, el asedio persa de Amida se prolongó hasta la caída de la ciudad en enero de 503. Los persas aprovechando un descuido de los defensores, la tomaron al asalto y la saquearon a conciencia deportando a los supervivientes a Persia, eran unos 80.000 amidenos, otros tantos murieron en la defensa y saqueo. Tras organizar su nueva conquista y dejar una guarnición persa de 3.000 soldados, se dirigió hacia las montañas de Singara y enfiló la ruta romana que llevaba hacia las grandes ciudades del occidente de las provincias de la Mesopotamia Romana: Constantia, Martirópolis, Constantina, Edesa, Hierápolis, Samosata, Dara y Calínico.
Kavad volvió a reclamar oro a Anastasio, pero la suma pedida debía de ser muy crecida, ya que reclamaba todos los atrasos. Así pues Anastasio se negó a satisfacer las demandas de Kavad y optó por proseguir la guerra.
Reacción bizantina
Tras este serio revés, Anastasio envió a tres generales a la Mesopotamia con más de 50.000 soldados: Areobindo, con 12.000 hombres bajo su mando, instaló sus cuarteles en Samosata y Dara, teniendo como objetivo el asedio y toma de la gran fortaleza de Nísibis; los generales Hipatio y Patricio marcharían juntos y con 40.000 hombres hacia la ciudad de Amida para echar de ella a los persas.
Tras pasar por Edesa, Hipatio y Patricio tomaron la ruta de Amida y llegaron a sus cercanías. Para entonces, Kavad había dispuesto sorprender a los romanos con una celada. Abandonó las montañas de Singara y dejó Amida como un anzuelo para Hipatio y Patricio. Kavad reunió a 20.000 persas (los contingentes de sus aliados hunos heftalitas, armenios y árabes estaban todavía dispersos por la región entregados al saqueo), y se dirigió contra Areobindo y sus 12.000 hombres instalados en las afueras de Nísibis. Era un buen plan, pero fracasó. Areobindo resultó ser mejor general que Kavad y lo derrotó cumplidamente frente a los muros de Nísibis, en los primeros días de junio de 503. Kavad tuvo que retroceder, aunque pronto se rehizo con la llegada de sus aliados heftalitas y árabes que vinieron a completar los huecos abiertos en sus filas por la derrota.
En junio de 503, una vez reagrupado su ejército, Kavad marchó una vez más contra Areobindo con el firme propósito de alejarlo de los alrededores de Nísibis. Areobindo, que tenía informes sobre las intenciones de Kavad, pidió ayuda a Hipatio y a Patricio que seguían operando frente a Amida; pero estos no tomaron en serio sus peticiones y permanecieron frente a la asediada ciudad. Sin posibilidad de recibir refuerzos, Areobindo no pudo hacer frente con su ejército disminuido por la batalla anterior, al nuevo ejército de hunos heftalitas, árabes y persas que Kavad le echó encima. Fuertemente presionado por Kavad, Areobindo tuvo que huir precipitadamente abandonando la región de Nísibis al control persa.
Hipatio y Patricio, que continuaban intentando recuperar Amida, tuvieron que abandonar precipitadamente el asedio de la ciudad al conocer la derrota de Areobindo y la posterior marcha de Kavad y sus ejércitos hacia el Éufrates.
No obstante, antes de abandonar por completo la región de Amida, los romanos lograron una pequeña victoria sobre la guarnición persa de la ciudad. Pero pese a esta pequeña victoria, Amida siguió en manos persas.
Por la ruta que llevaba de Amida a Nísibis marcharon precipitadamente las tropas de Hipatio y Patricio. Kavad, que sabía de su marcha, les preparó un sangriento recibimiento, obligando a los romanos a retirarse hacia el oeste y abandonar la mayor parte de la Mesopotamia romana a los persas. A la par y en los meses de julio y agosto, los árabes lájmidas o lákhmidas, fieles vasallos de Persia, atacaron el limes del Éufrates y pusieron en grave trance al dux de Calínico, que sin embargo, pudo rechazarlos.
Segunda ofensiva sasánida
Kavad volvió a reunir bajo su estandarte a los contingentes de hunos heftalitas, árabes y armenios y retomó la ofensiva sobre lo que quedaba de los ejércitos romanos enviados por Anastasio. Esta vez, el objetivo del rey persa era la fortaleza de Apadna. Al oír que Kavad quería tomarla, los romanos volvieron a movilizar sus tropas contra Kavad, pero este, una vez más, los sorprendió y les obligó a cruzar el Éufrates en vergonzosa fuga, dejando sobre el campo una buena cantidad de cadáveres y prisioneros. Kavad avanzó entonces hacia la ciudad de Edesa, en donde había terminado por refugiarse Areobindo con los supervivientes de su pequeño ejército. El asedio de Edesa comenzó a inicios de septiembre de 503 y Kavad trató de tomar la ciudad al asalto, pero sus máquinas de guerra no lograron perforar las grandes murallas de la ciudad. Trató entonces el rey persa de atraer a Areobindo a una trampa, pero también fracasó en este empeño. Llegó incluso a negociar su retirada a cambio de un crecido rescate: Areobindo, en representación de Anastasio, le ofreció 7.000 libras de oro (504.000 sólidos); sin embargo Kavad pedía 10.000 libras de oro (720.000 sólidos), por lo que no se llegó a ningún acuerdo y la guerra prosiguió.
Kavad no lograba perforar las murallas edesanas y pasado un tiempo, se vio abrumado por la falta de víveres y tuvo que levantar el campo, permaneciendo en Osroene saqueando la región. Mientras, quizás a fines del 503 o a inicios del 504, sus tropas de hunos hostigaban Harrán sin mucho éxito. Sufrieron un grave contratiempo cuando su jefe, posiblemente un hijo del Khan de los heftalitas fuera apresado por los harraneses, y tuviera que jurar a sus captores que se retiraría con sus tropas del escenario bélico.
Parece ser que el jefe huno heftalita cumplió su juramento y abandonó el frente con sus tropas, lo que provocó que la fuerza con la que contaba Kavad disminuyera mucho y sobre todo que sus relaciones con los heftalitas se complicaran. Siendo un factor decisivo en la conclusión de la guerra.
Pero mientras tanto y más al sur, en el desierto sirio, los respectivos aliados árabes de los dos Imperios, se atacaban entre sí. Los árabes aliados de Roma, los del reino de Kinda, lanzaron un ataque contra Hira, la capital de los lákhmidas, vasallos a su vez de Persia. El nuevo rey de los lákhmidas, Alamundaro (Al-Mundir), contraatacó conduciendo una expedición contra la Arabia romana y Palestina. Mucho más al norte, en la alta Mesopotamia, un ejército romano lanzó un devastador ataque contra la provincia persa de Arzanene, y Kavad regresó ante los muros de Edesa. Trató, una vez más, de asediar la ciudad, pero de nuevo tuvo que retirarse sin haber logrado el éxito de su empresa.
Equilibrio
En el campo romano, Anastasio I había enviado a Oriente un nuevo ejército dirigido por el ilirio Celer, magister officiorum y hombre de confianza del augusto, quien tenía la orden de asumir el mando supremo de las operaciones. Instalado en Hierápolis, Celer distribuyó en cuarteles de invierno a las tropas del frente y planeó las operaciones para la campaña siguiente. En la primavera de 504, envió a Patricio con un ejército contra Amida, con el encargo de impedir que la ciudad fuera abastecida y reforzada por los persas. Patricio lo logró plenamente, pues al poco de llegar a la región de Amida, derrotó a un ejército persa que trataba de forzar su entrada en la ciudad para reforzar la guarnición.
Al mismo tiempo, otro contingente romano fue enviado a la región de Singara para saquearla y distraer a los persas. Los sasánidas habían tenido que volverse hacia Transcaucasia, pues un ataque de los hunos que habitaban al norte del Imperio (posiblemente estos hunos de las fuentes fueran los utrigurs y cutrigurs de las regiones del Don y del Kubán); habían sorprendido a las guarniciones persas que controlaban los desfiladeros del Cáucaso, y se desperdigaron por Albania y la Media saqueándolo todo a su paso. Kavad, cuyas relaciones con el Khan heftalita se habían deteriorado mucho y ya no contaba con su apoyo militar, se vio sin suficientes recursos para hacer frente de forma efectiva a este nuevo frente bélico.
Mientras tanto, en Amida, Patricio seguía impidiendo a los persas aprovisionar la ciudad, pero estos, a su vez, seguían impidiendo a Patricio hacerse con el control de la plaza. Más al oeste, en la región de Nísibis, Celer se dedicó al saqueo de las tierras persas, y hacia el sur, Areobindo, hizo lo propio con las de Arzanene.
Las tornas estaban girando y Persia, sin el apoyo de los hunos heftalitas y preocupada por las agresivas evoluciones de los nómadas junto al Cáucaso, no tenía aún la fuerza suficiente como para enfrentarse sin aliados a la Romania. Y es que no solamente los heftalitas abandonaban el campo persa: en 505, Musel, jefe de los armenios que servían en el ejército persa, se pasó al lado romano. Siguiendo sus pasos, Constantino, el traidor que había entregado en 502 Teodosiópolis a los persas, retornó al bando romano tras recibir de Anastasio el perdón. No cesaron aquí las deserciones en el bando persa, pues un jefe árabe de nombre Hadit, se pasó también al bando romano.
Kavad estaba pues bastante disminuido en sus recursos bélicos y su mayor preocupación debía ser, en ese verano del 505, la de cómo salir airosamente de una guerra que se estaba tornando en su contra por momentos. Por su parte, Anastasio, siempre atento al bienestar de sus súbditos, libró a las provincias de Eufratensis, Osroene y Mesopotamia de pagar los impuestos pertenecientes a los años 503-505, y se dispuso a realizar un esfuerzo final para acabar la guerra.
Final de la guerra
Kavad, que veía preocupado cómo los ejércitos romanos estaban tomando la ofensiva, decidió pedir una tregua y envió a su eran spahbad a negociarla con Celer: ofrecía la devolución de Amida y del resto de sus conquistas en la Mesopotamia romana y en la Armenia occidental, así como la entrega de los rehenes romanos. Celer, tras algunas dudas, y al ver que durante el invierno de 505 sus tropas comenzaban a perder la disciplina, decidió tratar la oferta de tregua hecha por los persas.
Se firmó un armisticio respetando el statu quo antes de la guerra, y volvía a cobrar por mantener los pasos o caucásicos del Derbent, la duración de tratado era en principio sería siete años, pero que se mantuvo durante dos décadas. Las operaciones militares en Mesopotamia hicieron comprender a los romanos que la posesión de la poderosa fortaleza de Nísibis daba a los persas una gran ventaja. Por ello, el Emperador ordenó la construcción de una fortaleza similar en Dara-Anastasiopolis, lo cual, desde luego, agradó poco a los persas, los romanos infringieron con esta construcción el tratado del 442 y fue quizá un motivo para la guerra que estallase de nuevo en 526.
Kavad dedicó los años que van de 507 a 518, al desarrollo interno de Persia. Emprendió en esos años la construcción por todo el reino de canales, presas y pozos que debían de prevenir los estragos de futuras sequías, amén de aumentar la tierra cultivable, los ingresos fiscales y la población del imperio. Fundó también en esos años numerosas ciudades destinadas a convertirse en centros artesanales, agrícolas y comerciales, y a servir de base para la administración de las regiones en donde habían sido fundadas. Cabe mencionar Eran-asankard-Kavad, situada en Susiana, Ram-Kavad en las montañas que separaban la Susiana de la Pérside; la de Kavad-Khvarreh en Pérsis (actual Fars) y Peroz-Kavad, junto a la frontera norte, destinada a servir de valladar frente a las incursiones de los nómadas del otro lado del Cáucaso.
Segunda guerra Kavad con Bizancio (526 – 531)
La Segunda guerra de Kavad contra el Imperio de Oriente se debió sobre todo a los enfrentamientos entre las dos potencias en el área del Cáucaso. Allí se encontraba el pequeño reino de Lazica, codiciado por Constantinopla, entonces gobernada por el emperador Justino I, lo cual tocaba de forma sensible la esfera de intereses de Persia.
Los romanos se consideraban los protectores de los cristianos en la Iberia persa. El rey de Lazica, Tzath, viajó en 521/22 a Constantinopla, y allí fue bautizado y se casó con una cristiana, lo que fue justamente interpretado por los persas como señal de una alianza con Constantinopla. Como entonces los persas intentaron convertir al zoroastrismo a los habitantes de Iberia, el rey de este territorio, Gurgenes, pidió ayuda al emperador Justino.
El desencadenante de la guerra fue la negativa de Justino I, emperador de Bizancio a adoptar al hijo menor de Kavad, Cosroes, ya que existía un precedente para tal proceder: la petición de Arcadio a Yazdegerd I de que tutelara a su pequeño hijo y heredero Teodosio II.
Kavad declaró la guerra e invadió la Mesopotamia romana, a la par que en el frente caucásico, donde hasta entonces se mantenía lo que hoy llamaríamos una guerra de baja intensidad, ordenó a su marzban de Iberia que pasara a lanzar ataques a gran escala. Mucho más al sur, los aliados árabes de ambos imperios se sumaron, gustosos, al nuevo conflicto entre ambos imperios.
Para 526, la guerra hacía arder todas las fronteras entre ambos poderes, desde el Cáucaso al mar Rojo. El enfrentamiento giró en torno a la gran ciudad-fortaleza de Dara, muy reforzada por Anastasio I, quien le había dado su nombre y la había transformado en una verdadera ciudad-fortaleza.
En un primer momento, la suerte sonrió a los persas. En Mesopotamia, dos jóvenes estrategos, Citas y Belisario, recién salidos de la comitiva militar de Justiniano fueron derrotados por los ejércitos de Kavad. Al mismo tiempo en el norte, en Lazica, la guerra se tornaba cada vez más favorable a los persas. La muerte de Justino I en el 527 y la subida al trono de Justiniano I (527-565) no significaron el fin de las hostilidades. Más bien al contrario, Justiniano elevó a la condición de magister militum per Orientem al recientemente derrotado Belisario.
Batalla de Dara (530)
Belisario con un ejército de 25.000 hombres, entre los cuales destacan 5.000 jinetes de los más variados orígenes como hérulos, hunos, y jinetes de las regiones limítrofes, se dirigió a la ciudad de Dara para defenderla.
Era julio del año 530 cuando 30.000 persas al mando de Peroces Mirranes, se dirigieron a la fortaleza de Dara dispuestos a tomarla. El general Belisario sondeó la situación y vio perfectamente claro la clase de combate que debía desarrollar. De sus 20.000 infantes, solo unos 5.000 podían ser aptos para plantar cara a los persas, el resto eran reclutas recientes o tropas de guarnición, que no resistirían un combate a campo abierto luchando con los persas. Kavad respondió enviando 10.000 soldados más al mando de Firouz, que estableció el campamento a unos 5 kilómetros de distancia en Ammodius.
Belisario decidió enfrentarse a los persas a campo abierto, ya que se encontraban débilmente protegidos. Excavó una serie de zanjas en la carretera hacia Dara para bloquear a la caballería persa y ambas fuerzas desplegaron con la infantería en el centro y la caballería en las alas.
En el primer día de la batalla los persas tantearon el ala izquierda romana mandada por Bounces, que probó a realizar una retirada fingida: los persas no cayeron en la trampa y se retiraron antes de ser alcanzados por el contraataque romano.
El segundo día, los persas avanzaron a la hora del almuerzo, desplegándose en dos líneas y procediendo a disparar sus flechas sobre las filas romanas, usando relevos para mantener una lluvia constante de proyectiles. Sin embargo, al tener el viento en contra su táctica fue menos eficaz de lo deseable.
La primera oleada del ataque persa se dirigió contra el flanco derecho de los hérulos, que al principio retrocedieron, pero por temor a las represalias de sus aliados hunos contraatacaron y obligaron a los persas a retirarse. Al parecer, luego hubo una pausa en la que un soldado persa retó a los bizantinos a un combate singular, siendo derrotado por un hérulo llamado Andreas. Luego hubo un segundo combate tras el cual Andreas volvió a vencer, matando a un segundo adversario. Tras esto, los persas se retiraron para pasar la noche. Al día siguiente volvieron a formar los ejércitos, pero ya habían llegado los 10.000 hombres de refuerzo al mando de Firouz.
Al día siguiente volvieron a desplegar para la batalla, Belisario formó la mayor parte de su infantería en un único bloque en el centro. En las alas situó a la caballería. En el ala izquierda y escondidos detrás de un montículo situó a 300 hérulos (bárbaros del norte de Europa) bajo el mando de Faras y Bounces, 600 hunos al mando de Sunicas y Aigan junto al flanco izquierdo de la infantería. En el ala derecha 600 hunos bajo el mando de Simmas y Ascan. Se quedó con una reserva de bucelarios mandada por el general Juan a retaguardia.
Los persas formaron su infantería en dos líneas en el centro. En el ala derecha se situó la caballería mandada por Pityaxes, y en el ala izquierda la caballería mandada por Baresamanes, y a retaguardia los inmortales.
Los sasánidas tras el típico intercambio de lanzamiento de proyectiles ambos ejércitos, lanzaron un ataque masivo sobre el ala izquierda de los bizantinos, los cuales empiezan a retroceder. Pero Belisario que había previsto este movimiento, lanzó un ataque de flanco con 300 jinetes hérulos sobre los persas que estaban haciendo retroceder el flanco izquierdo bizantino, los persas son derrotados, sufriendo 3.000 bajas.
También Belisario, sabiendo la escasa calidad de sus tropas, dio órdenes estrictas de que si se hacían retroceder a los persas, no se hiciese un ataque generalizado, por temor a que si se revolvían los persas, podrían sufrir un desastre.
Entonces los persas deciden atacar el flanco derecho bizantino, apostando fuerte, emplearon a su unidad de élite los inmortales, su mejor caballería, que hizo retroceder el ala derecha bizantina. Belisario, se dio cuenta y ordenó a Juan con sus bucelarios contraatacar de flanco a los inmortales. En este ataque tuvo la fortuna de fuera derribado el portaestandarte del ejército persa. El general Baresamanes, que mandaba el ataque intentó recuperar el estandarte, pero murió en el proceso, el golpe moral hizo que los sasánidas retrocedieran desmoralizados, siendo perseguidos de manera limitada por los bizantinos, los persas sufrieron en este ataque 5.000 bajas.
Los persas ya tuvieron bastante y se retiraron. Fue esta una victoria defensiva bizantina muy relevante, ya que hacía muchos años que estos no eran derrotados por los bizantinos, también sirvió para dar una gran proyección al general Belisario.
Batalla de Satala (530)
Ante este éxito, Cabades que era la máxima autoridad sobre los persas, decidió lanzar una invasión paralela sobre la Armenia bizantina con 30.000 hombres al mando del general Mermeróes.
Pero el general bizantino Sitas, al mando de 15.000 hombres, dejó que los persas se adentraran en territorio armenio y eligió cuidadosamente el punto donde debía interceptarles. Lo halló y les tendió una emboscada derrotándolos por completo cuando los persas estaban dedicados al asedio de la ciudad de Satala (actual Sadak, Turquía).
Sitas destacó 1.000 hombres que se habían escondido en unas colinas cercanas a la ciudad, mientras que el grueso del ejército al mando de Doroteo, se refugiaron tras los muros de Satala.
Al día siguiente los persas avanzaron para sitiar la ciudad. Los 1.000 jinetes escondidos salieron de improviso y atacaron por la retaguardia a los persas, sembrando entre estos la confusión, ya que no sabían exactamente cuántas fuerzas les atacaban, pues el polvo impedía ver cuantos eran. Los persas desplegaron para hacerles frente creyendo que eran el grueso de las fuerzas bizantinas.
Doroteo ordenó que las fuerzas de la ciudad sitiada hicieran una salida cargando de frente, el ejército persa fue cogido en dos frentes, pudieron aguantar el envite debido a que sus fuerzas eran el doble. En un momento dado, Florentino el Tracio un mando bizantino, ordenó a su unidad cargar directamente contra el centro persa, consiguiendo abatir al portaestandarte de Mermeróes y lo arrojó al suelo antes de resultar muerto. Aunque el estandarte persa fue izado poco después, no fue suficiente, los persas se desbandaron y huyeron a su propio campamento. Los persas sufrieron grandes bajas, por lo que procedieron a rehacer sus tropas y luego retirarse a su propio territorio, en definitiva, fue un buen año para los bizantinos y no así para los persas.
Algunos autores dicen que la batalla de Satala y la de Dara fueron la misma, pero dado que los nombres de los generales y de los lugares sean distintos, hace suponer que fueron dos batallas diferentes.
Batalla de Calínico o Callinicum 531
En la primavera del 531, los persas, viendo que los bizantinos no se retirarían de Mesopotamia, mientras que ellos mismos tenían cada vez más dificultades para mantener su ejército en esa región, se decidieron a dar un golpe definitivo.
El grueso del ejército persa al mando de Cabades se atrincheró en Nísibis, cerca de Dara, para inmovilizar a las fuerzas romanas en esa fortaleza. Mientras una fuerza de caballería al mando de Azaretes y del árabe Alamundaro (Al-Mundir), jefe de los lákhmidas; subirían secretamente por el Éufrates y atacaría Siria, arrasando todo a su paso hasta tomar Antioquía. Esta ciudad estaba más desprotegida y no había sufrido saqueos, por lo que se anunciaba como un suculento botín y era una oportunidad que no había que desperdiciar. Sin embargo, los bizantinos se enteraron, y su comandante Belisario decidió marchar con el grueso de sus hombres para detener a Azaretes, mientras dejaba tropas para proteger la región.
Belisario gracias a las marchas forzadas a que sometió a su ejército, logró adelantar a Azaretes y les cortó el paso en la ciudad siria de Calcis, donde llegaron los refuerzos árabes del rey Aretas, monarca de Palmira. Ante esto los persas acamparon en Gabulón y optaron por retirarse a Persia. Belisario empezó a seguirlos a una distancia de un día para impedir un encuentro, ya que sabía que si atacaba a los persas, estos le harían frente con su poderoso ejército.
Sin embargo, antes de la llegada de Hermógenes, Sunicas desobedeció a Belisario y realizó un ataque al campamento persa con 4.000 jinetes del que regresó con éxito. Los persas tampoco querían forzar batalla y optaron por retirarse seguidos por las inquietas tropas de Belisario.
Tras la marcha forzada los persas descansaron en Calínico, mientras los bizantinos lo hacían en Sura, al otro lado del Éufrates. Al día siguiente los bizantinos continuaron la marcha y se encontraron con los persas aún en su campamento. Muchos soldados entonces exaltados obligaron a sus comandantes a atacar.
Los bizantinos poseían una fuerza de 20.000 hombres (incluyendo 2.000 isaurios) y 5.000 aliados árabes gasánidas. Desplegaron con el flanco izquierdo apoyándose en el río con las unidades de infantería bajo el mando de Pedro, en el centro la caballería bizantina y la guardia personal de Belisario, en el flanco derecho la infantería de Longinos, y en el ala derecha los auxiliares árabes gasánidas.
Los persas en tanto se dividieron en dos grupos a la derecha 10.000 a 15.000 sasánidas de Azaretes y a la izquierda 5.000 a 10.000 árabes lákhmidas de Alamundaro.
Al principio ambas fuerzas se atacaron lanzando proyectiles afectando más a los persas que poseían poca protección. Tras esto Alamundaro con sus lákhmidas, atacó a los gasánidas mientras Azaretes hacía lo propio con los bizantinos; los gasánidas se dieron de inmediato a la fuga, permitiendo a los lákhmidas flanquear a los bizantinos. Ante esto, Belisario mandó a su lugarteniente Ascan con 800 jinetes y los isaurios a rechazar a Alamundaro, pero fueron masacrados.
En la desesperación, Belisario ordenó desmontar a los jinetes y pelear de pie. Puso también a sus hombres de espaldas contra el río para no ser rodeados. Estableció una línea de infantes amontonados que logró rechazar las ofensivas persas mientras sus arqueros contraatacaban. De ese modo llegó la noche y se hizo una pausa. Aprovechando la noche, Belisario ordenó a los sobrevivientes nadar para cruzar el río hasta llegar a un islote cercano donde barcos traídos desde Calínico los transportaron a la ciudad.
“Belisario, junto con los jinetes que todavía se mantenían junto a él, retrocedió sobre las posiciones en las que se defendía todavía la infantería de Pedro. Belisario llego junto a este y desmonto, sus jinetes fueron obligados a hacer lo mismo. La lucha se recrudeció cuando la caballería persa y los árabes de Alamundaro, que habían flanqueado a los romanos, dejaron por fin de perseguir a los fugitivos y se lanzaron contra las últimas posiciones defendidas por la infantería romana. Belisario retrocedió como pudo y desplegó ahora a los restos de su ejército, para evitar ser envuelto, de espaldas al río. Los persas entretanto cargaban una y otra vez contra las filas romanas con la intención de romper de una vez la cohesión de las mismas. Belisario, luchando por mantener el orden entre sus filas, dispuso a sus unidades apiñadas en un estrecho margen del río, de esta forma, apoyados hombro con hombro, escudo con escudo, los bizantinos presentaron a sus contrarios una infranqueable barrera de hierro ante la que se estrellaron una y otra vez las cargas de caballería de los persas, enemigo que a su vez sufría por contra las descargas de los mortíferos arqueros romanos situados tras las primeras líneas de su infantería”.
A pesar de esta victoria pírrica, los persas no lograron tomar ni una sola ciudad de la región y solo pudieron hablar a su rey la victoria contra Belisario; sin embargo, las bajas fueron tan altas que Azaretes perdió el favor real.
Belisario no podía quedar perjudicado por la derrota, por cuanto había combatido en contra de su voluntad. Por ello la derrota no fue considerada deshonrosa. Fue llamado a Constantinopla nuevamente donde fue enviado a luchar contra los vándalos.
Muerte de Kavad 531
Kavad organizó otra invasión del territorio bizantino, en la que un gran ejército, comandado por Mihr-Mihroe, Adergoudounbades y Bawi, invadió Mesopotamia y asedió la ciudad de Martirópolis, que en ese momento estaba siendo defendida por Buzes y Bessas. Sin embargo, con la aproximación del invierno y la llegada de refuerzos bizantinos procedentes de Amida, los sasánidas levantaron el asedio en noviembre o diciembre.
El fracaso persa ante Martirópolis hizo que Kavad se retirase, muriendo ese mismo año, fue sucedido por su hijo favorito, Cosroes también llamado Husrav o Chosraw. Se firmó un tratado de paz entre ambas potencias a fines del 532: Cosroes I se comprometía a mantener la paz en el limes del Imperio bizantino y a evacuar las fortalezas que sus tropas ocupaban en Lazica; a cambio, los bizantinos tenían que pagar a Persia un total de 11.000 libras de oro (792.000 sólidos) así como comprometerse a abonarle anualmente una cantidad de oro destinada a cubrir su parte en los gastos derivados de la defensa persa de los desfiladeros caucásicos.
A cambio, la sede del magister militum per Orientem, responsable de la defensa de las fronteras orientales del Imperio bizantino (Romania), se trasladó de Dara a Constancia, y las fortalezas que habían sido tomadas por una y otra potencia en las guerras precedentes fueron de nuevo canjeadas. Justiniano aprovechó la paz en Oriente para intervenir en Occidente, donde, en los años siguientes, Belisario destruyó el reino vándalo del norte de África, e invadió la Italia ostrogoda. Cosroes se dedicó a asentar su poder en Persia.