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Antecedentes
En el 271 murió Sapor I, siendo sustituido por su hijo Hormizd I, quien ya se había estrenado como gobernante; pues su padre le había puesto, como rey vasallo, al frente del gobierno de Merv (Jorasán), que reinó por un solo año, lo único que se conoce es que lanzó una expedición guerrera contra Sogdiana.
A Hormizd le sucedió su hermano Bahram I (271-274), quien reinaría por tres años, estuvo envuelto en una guerra de religión entre los seguidores de Mani y tuvo que sofocar revueltas internas. A su muerte fue sucedido por su sobrino Bahram II (274-293) que se dedicó de lleno a los problemas religiosos, dejando en segundo término en los aspectos económicos militares y sociales del Imperio. Esto permitió la recuperación militar de Roma con los emperadores ilirios.
Campaña de Caro (282-284)
En el 282, el emperador Probo (276-282) estaba preparando una nueva campaña contra los persas, tras haber estado guerreando contra las tribus semibárbaras de Cilicia, cuando fue asesinado por un grupo de oficiales. Su sucesor fue el prefecto del pretorio Caro.
Caro nombró cogobernantes a sus hijos Numeriano y Carino. Carino fue a Roma a hacerse cargo de los asuntos en Occidente, mientras Caro y Numeriano procedieron a invadir Mesopotamia en el 283.
Esta vez fueron los romanos los que se aprovecharon de una guerra civil persa. Bahram II había tenido que enfrentarse a su hermano Hormizd (rey de Saka) y a continuación con su tío Narsés y otros nobles, por lo que no se pudo reunir esta vez un potente ejército para hacer frente a los romanos.
Caro expulsó a los persas de las zonas de Mesopotamia que controlaban desde las últimas guerras. Después avanzó hacia Ctesifonte. La imposibilidad persa de reunir un ejército de campaña, permitió que Caro progresara sin excesiva dificultad y tomar Ctesifonte. Era la primera vez que los romanos conseguían tomar la capital persa desde el advenimiento de los sasánidas.
Una vez tomada la capital, Caro decidió proseguir la campaña presionando hacia el interior del Imperio sasánida. La intención del emperador era proseguir hacia el este y aniquilar definitivamente a un enemigo que se había mostrado tan peligroso para Roma. Esta tarea además estaba facilitada por las querellas internas que sacudían a Persia, pues Bahram II se hallaba implicado en una guerra con su hermano Hormizd, que era el gobernador de Jorasán y Transoxiana. Hormizd aprovechó la derrota de este ante los romanos para intentar formar un reino totalmente independiente de la autoridad de su hermano en el antiguo Imperio de Kushan. De esta forma Bahram II no podía contar con dedicar todas sus energías contra los romanos, sino que debía de atender también a los límites orientales de su Imperio.
Caro se dirigió hacia los montes Zagros con la intención de invadir Persia. Se cuenta que los persas, deseando la paz, le enviaron una embajada y que cuando los embajadores persas fueron llevados ante Caro no lo reconocieron, pues este, vestido como un simple soldado, en el suelo y comiendo nabos, pasó inadvertido para los embajadores. Caro rechazó las propuestas de paz de Bahram II y continuó.
Pero en el verano del 284 Caro cayó enfermo y murió en su tienda en medio de una tormenta, según algunos a causa de un rayo, según otros fue asesinado, también es posible que simplemente víctima de la enfermedad.
Campaña de Diocleciano (296 – 298)
El mando pasó a su hijo Numeriano, suspendiéndose la campaña. Numeriano fue víctima de una enfermedad ocular, consecuencia de los rigores de la campaña, siendo asesinado en el camino de vuelta por el prefecto del pretorio Aper. Los soldados, indignados, se negaron a seguir a Aper y proclaman emperador a uno de los altos oficiales del ejército, Diocleciano, a pesar de que técnicamente quedaba todavía quedaba un emperador en Roma en la figura de Carino.
Diocleciano rápidamente negoció la paz y en ella se cedía a Roma la Mesopotamia superior, la misma que conquistara Sapor I en 260. Poco después de esta paz Bahram II venció a su hermano Hormizd y pudo volver a controlar efectivamente los reinos vasallos de Seistán y Kushanshar.
Diocleciano pudo llevarse su ejército a conquistar el trono, consiguiendo en el 285 proclamarse único emperador. Con Diocleciano por fin se restablecería la tranquilidad en el Imperio, acababa la anarquía militar del siglo III.
No terminaron aquí los eternos problemas internos de Bahram II, sino que se vieron complicados aún más por los ataques de las tribus árabes en la frontera suroccidental del Imperio. Bahram II logró vencer a los árabes.
Con Diocleciano se estableció la tetrarquía: parte el imperio en dos y en cada parte estableció un augusto y un cesar. En teoría esto proporcionaba al Imperio 4 dirigentes que podían encargarse de múltiples problemas a la vez, y además dejaba claro a aspirantes que la puerta imperial estaba cerrada. El hecho de haber 4 emperadores no debía hacer olvidar que el poder efectivo seguía residiendo en manos de Diocleciano que era el que marcaba la dirección del Imperio y formulaba las pertinentes reformas legales.
No hubo una división como tal del Imperio pero Diocleciano se instaló en el Este dejando a Maximiano en el Oeste. Y una vez ascendido a césar le correspondería a Galerio ocuparse del problema persa.
Poco después de la tregua acordada con Diocleciano, Bahram II se encontró con un problema en Armenia. Tirídates III, un príncipe de ascendencia parta, entró en Armenia y organizó una rebelión contra el tutelaje sasánida en el 286. Bahram II se limitó a enviar a Armenia un ejército de socorro a su pariente y vasallo Narsés, un hijo de Sapor I que había gobernado Armenia como rey vasallo de los sasánidas desde la conquista del país por su padre. Narsés y Tirídates, apoyados respectivamente por Persia y Roma, combatieron entre sí con diversa fortuna hasta 293.