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Antecedentes
Tras la muerte de Bahram II en el 293 le sucede su hijo Bahram III pero es rápidamente depuesto por el ya mencionado Narsés, que firmó un tratado de paz con Tirídates por el que este se hacía con la mayor parte de Armenia.
Narsés fue recibido por una comisión de los azadan, es decir, de la alta nobleza persa en Asuristán (Mesopotamia). Los azadán no estaban dispuestos a reconocer la soberanía del débil Bahram III y le ofrecieron el trono. Con tales apoyos, Narsés entró en Ctesifonte y se deshizo de Bahram III y sus partidarios. El sacerdote Kerder, quien había sido el verdadero gobernante de Persia en la sombra por más de veinte años, sobrevivió al ascenso de Narsés I, pero perdió su influencia y su poder.
Narsés I proporcionó estabilidad de nuevo al Imperio, se mostró mucho más activo, militarmente hablando, que sus predecesores, resolvió todas las disputas internas y por fin se volvió a reunir a los savaran para formar un ejército de campaña en condiciones.
En el 294 o 295 Narsés invadió Armenia con éxito expulsando a Tirídates II que tuvo que refugiarse entre los romanos. Narsés decide imitar a su padre Sapor y castigar las intromisiones romanas en Armenia; para ello en el 295 invadió Mesopotamia para posteriormente atacar Siria y retirarse, sin que las fuerzas locales romanas hicieran demasiado para impedirlo.
Campaña de Galerio
Ante la grave situación en la frontera persa Diocleciano ordenó a Galerio que se traslade desde el Danubio para hacerse cargo de la situación. Galerio se dirigió con su ejército hacia Mesopotamia, tras unos choques previos satisfactorios los romanos se dirigieron a la zona entre Carras y Callinicum, cercana al río Balikh.
De nuevo un ejército romano se enfrentaba a la caballería persa en las llanuras de Carras. Se desconocen los hechos exactos por lo que hay que suponer que se repitieron los mismos errores de otras veces y se infravaloró la capacidad sasánida de emplear su caballería al máximo rendimiento en terreno llano. Hubo grandes pérdidas por ambos bandos.
El resultado fue un serio correctivo para Galerio, aunque por lo menos no fue un desastre total. Según se cuenta cuando apareció un indignado Diocleciano en Antioquía a informarse de la situación, hizo correr a Galerio detrás de su carro durante una milla como castigo.
Por su parte, los sasánidas se hicieron con el control de las provincias de la alta Mesopotamia, tan vitales para la seguridad de la Siria y el Oriente romano. Se perdieron de un solo golpe y Narsés ocupó, una tras otra, las grandes ciudades-fortaleza de Nísibis, Carras, Singara, Amida, Martirópolis y Edesa. Parecía que de un momento a otro iba a repetirse el drama de 260 y que los ejércitos persas iban a esparcirse por Siria y Asia Menor.
En el 297, Galerio estaba preparado para una nueva campaña. Se había reconstruido el ejército y traído más tropas. Diocleciano decidió quedarse con algunas fuerzas guardando Siria, mientras Galerio con 25.000 soldados iniciaba la ofensiva, esta vez desde Armenia.
Batalla de Satala (298)
Nuevamente, se demostró que la montañosa y boscosa Armenia era un terreno más apto para la infantería romana que las llanuras de Mesopotamia. Además, es de suponer que contarían con la colaboración de la facción pro-romana que existía en ese país.
Durante el segundo encuentro, la batalla de Satala, las fuerzas romanas se apoderaron del campamento de Narsés, su tesoro, su harén, y su esposa. Las descripciones detalladas de las disposiciones de los dos ejércitos no han sobrevivido, pero es evidente que el ejército romano cogió a los persas desprevenidos mientras acampaban. Presumiblemente, la ayuda activa de la población local de origen armenio permitió a los romanos para acercarse y atrapar a los persas sin ser detectados.
Narsés fue herido en la batalla y huyó del campo de batalla abandonando a su suerte a las mujeres de su harén. El botín tomado por los vencedores era tan grande que alcanza el estatus de leyenda y su transporte de regreso a territorio romano representó un desafío logístico. La batalla dio origen a una conocida anécdota, relatada por el historiador Amiano Marcelino, en la que un soldado raso romano había robado una bolsa de cuero muy decorada lleno de perlas de los persas, el soldado tiró las perlas como inútil, pero se quedó con la bolsa.
Tras su victoria, Galerio ya sí pudo dirigirse hacia Mesopotamia, retomando Nísibis. Finalmente, volvería a conquistar la capital persa de Ctesifonte. Posteriormente, se reunió en Nísibis con Diocleciano que había estado ocupado resolviendo una revuelta en Egipto, a la espera de los representantes de un humillado y derrotado Narsés.
En el tratado de paz de Nísibis (298/9) los sasánidas renunciaron a las tierras más allá del Tigris (la Mesopotamia romana) que aseguraban las comunicaciones entre las provincias romanas y su aliado armenio. Narsés devolvía toda Armenia a Tirídates III el Arsácida, el fiel aliado de Roma, y le entregaba Iberia (más o menos la actual Georgia). Narsés que quiso emular a Sapor había acabado perdiendo todo lo que este consiguió en la frontera occidental del Imperio sasánida.
Por su parte los romanos pudieron afirmar que se habían lavado las afrentas pasadas, los 4 tetrarcas asumieron los títulos Persicus maximus, Armeniacus maximus, Medicus maximus y Adiabenicus maximus.
Fue, no obstante, una paz provechosa y duradera para ambas potencias, pues se mantuvo por más de cuarenta años y alentó un próspero comercio entre ambos imperios.
Con esta realidad, las dos potencias se dedicaron a fortificar sus respectivos límites con el otro. Desde fines del siglo III, una compleja red de fortalezas y de grandes ciudades fortificadas, surgió a un lado y otro de la frontera entre ambos imperios. La época de los grandes movimientos de tropas y las conquistas fulgurantes, había acabado y por largo tiempo, las guerras entre Persia y Roma iban a tener el carácter de complejas operaciones de asedios de ciudades y fortalezas, y toma de puntos estratégicos. La más poderosa fortaleza del lado romano iba a ser Nísibis y en ella, y por el tratado de 298, debía de concentrarse el tráfico comercial entre ambas potencias.
A Narsés I le sucedió su hijo Hormizd II (302-309), solamente sabemos que contó con el apoyo de la nobleza y la simpatía popular, y que mantuvo la política de tolerancia religiosa de su padre. A la muerte de Hormizd II (309), uno de sus hijos, Adhurnarseh, subió al trono, pero la alta nobleza persa, los azadan y las siete grandes familias del imperio, se mostraron contrarias al nuevo rey y lo asesinaron. Varios hijos del depuesto rey fueron también asesinados y uno de ellos, Hormizd, huyó a territorio romano. Tras esto los nobles alzaron al trono de Persia a un niño, Sapor II (309-379), hijo de Hormizd II, sería uno de los reyes más grandes de Persia.