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Guerras de sucesión sasánidas (379-420)
A la muerte de Sapor II fue sucedido Ardashir II (379-383), que murió asesinado en una conjura palaciega, siendo sucedido Sapor III (383-388), hijo, al parecer, de Sapor II.
Teodosio I y Sapor III, veían con temor las evoluciones de los hunos al otro lado del Cáucaso, y decidieron que era más prudente concluir una paz estable entre ambas potencias. Tras el intercambio de embajadas entre las cortes de Ctesifonte y Constantinopla, la paz se firmó en 387.
Teodosio I obtenía la tranquilidad que necesitaba en su frontera oriental para volverse hacia Occidente y desalojar de allí a Maximiano. Sapor III por su parte pudo volverse hacia su frontera oriental para combatir a los chionitas de la Sogdiana, que se habían levantado contra la autoridad del Shahansha e invadieron la Bactriana persa y las provincias indostánicas del Punjab, Sind y Gandhara; es decir, lo que quedaba del Kushanshar persa.
El rey de los chionitas, Kidara I, venció a los ejércitos persas de Sapor III en la región de Balkh, al norte del valle del Oxus, causándoles un gran quebranto y obligándoles a huir hacia Nishapur en Jorasán.
Tras este triunfo, los chionitas se apoderaron de toda la Bactriana persa, con excepción del valle de Kabul. Luego pasaron las montañas del Indu Khus y conquistaron la región de Peshawar, es decir, Gandhara y el Punjab. Tras esto, tantearon el Jorasán persa y el Sacestán. Sapor III no pudo detener su avance y murió poco después de su derrota ante los chionitas de Kidara I.
Bahram IV (388-399)
Le sucedió Bahram IV (388-399). Su reinado parece haber estado configurado por una férrea oposición de la nobleza a su autoridad y por sus luchas contra los bárbaros nómadas del norte. En 395, los hunos superaron las defensas persas del Derbent, en el Cáucaso, e inundaron los territorios de Armenia, Albania, Iberia y la Media superior. Devastaron también los territorios romanos de Armenia, Ponto, Capadocia y Siria, con lo que se mostró a las claras que la defensa persa de los pasos del Cáucaso no solamente beneficiaba a Persia sino también a Roma y que, por lo tanto, su mantenimiento interesaba a ambas potencias. Para 398, los hunos fueron de nuevo rechazados al norte del Cáucaso y las defensas del Derbent fueron restauradas por Bahram IV.
No obstante, las luchas contra los hunos en el Cáucaso impidieron a Bahram IV volverse con todas sus fuerzas contra los chionitas. Destinó a su frontera oriental algunos recursos militares. Parecía que, tras expulsar a los hunos de sus fronteras noroccidentales, podría volverse hacia el este y recuperar los territorios perdidos por su padre ante el rey chionita Kidara I. Pero en el 399, la muerte le llegó de manos de la traición: los nobles se deshicieron de él en una cacería, hiriéndolo con una flecha envenenada.
Yazdegerd I (399-420)
Fue sucedido en el trono por Yazdegerd I (399-420). Su reinado sería altamente polémico, pues mientras que se atrajo las simpatías de los romanos por su tolerante política pro-cristiana y por el mantenimiento de la paz, los nobles y los sacerdotes o magos, por su parte, le guardaron un profundo rencor.
Los cristianos autóctonos habían iniciado una amplia misión evangelizadora, lo cual incomodaba a los sacerdotes de Zoroastro. Además, ocurrió que un templo del fuego zoroástrico fue destruido y el obispo responsable se negó a reconstruirlo, por lo cual el habitualmente tolerante Yazdegerd I se vio obligado a intervenir, arrestando a muchos cristianos.
Numerosos cristianos se refugiaron en territorio romano, donde el emperador Teodosio II les ofreció amparo. Yazdegerd I falleció a finales de 420, siendo asesinado durante una cacería. En la lucha por el poder que siguió a su muerte terminó por imponerse su hijo Bahram V Gor (420-438).
Bahram V Gor (420-438)
Bahram V Gor (420-438) apodado el »Asno Salvaje», sería el prototipo de rey persa deseado por la nobleza. Fue una de las personalidades más misteriosas que ocuparon el trono sasánida, su gobierno parece haber estado marcado por cuatro hechos fundamentales:
- Una pequeña guerra que libró con Bizancio a inicios de su reinado.
- La reanudación de las persecuciones contra los cristianos y sus presiones exitosas para conseguir que la iglesia cristiana de su imperio se desmarcara de la romana.
- El derrocamiento del rey vasallo de Armenia, los nacarax (la alta nobleza) de Armenia no estaban de acuerdo con el gobierno de Artaxes, rey de la dinastía Arsácida vasallo de Persia y exigieron su derrocamiento a Bahram Gor. Este accedió a la demanda de los nobles armenios y, pese a la oposición de los católicos de Armenia, impuso sobre esta el gobierno directo de un marzban persa. Esto hizo que, en esencia, Armenia pasara de ser un reino vasallo de Persia, a ser una provincia persa.
- Las exitosas guerras libradas en Transoxiana y Jhozrem contra los chionitas, a partir de 429 se dirigió contra los chionitas que intranquilizaban la frontera oriental. En una serie de brillantes campañas, Bahram V derrotó a los bárbaros y restauró el poder de Persia sobre el valle de Kabul y sobre la región de Bujara en el Jhozrem.
En 421, pocos meses después de llegar al trono, Bahram V Gor desató, movido por los magos, cuyo apoyo buscaba recuperar, una persecución contra los cristianos de Mesopotamia y Kuzistán. Muchos huyeron a territorio de la Romania, y Bahram, con insolencia manifiesta, exigió que Teodosio II los devolviera a Persia. El joven Augusto se negó y movilizó su ejército de campaña de Oriente. Bahram V Gor se lanzó a la guerra, dirigió al ejército persa contra la fortaleza romana de Teodosiópolis, en Armenia pero su ataque fracasó. Teodosio II respondió poniendo cerco a Nísibis, pero con ayuda de sus aliados árabes, los lakhmidas, logró levantar el asedio romano de Nísibis. Después los árabes fueron severamente derrotados cuando intentaron conquistar Antioquía. Los romanos fueron capaces de resistir, e incluso el magister militum romano Areobindo mató, supuestamente, a un general persa en combate singular, y los romanos vencieron a la guardia sasánida de los Inmortales. En conjunto, las luchas terminaron sin un resultado claro.
Los heftalitas o hunos blancos acechaban a los sasánidas en su frontera nororiental desde el siglo IV, tras ocupar la región que antes había servido de morada a los kushan. Sus continuas incursiones les permitieron hacerse con territorios que pertenecían al Imperio Sasánida, como Sogdiana, etc. y, ante la nula oposición del Imperio, con el paso del tiempo decidieron iniciar una campaña de conquista a gran escala. Alrededor del 420. Bahram V tuvo que hacerles frente con los pocos recursos de un Estado agotado económicamente tras los continuos enfrentamientos con los bizantinos en occidente. Así, los sasánidas no pudieron oponerse a las acciones heftalitas y se enviaron emisarios para negociar la retirada del noreste del imperio a cambio del pago de un gran tributo, pero en realidad se trataba de ganar tiempo.
Bahram V se aprovechó de la red de espías que mantenía y que vigilaban los movimientos del ejército heftalita para conocer su posición y fuerza, mientras enviaba tropas por rutas poco transitadas con el fin de mantener el factor sorpresa. Viajando ocultos y de noche, las tropas sasánidas llegaron hasta el campamento heftalita, situado en Merv, y la caballería de los savaran atacó sin piedad obteniendo una fácil victoria ante un enemigo asustado que había perdido a su rey en combate. Los heftalitas serían expulsados del Imperio en esta ocasión, pero pocas décadas después reaparecerían buscando venganza y mostrando rápidamente que habían aprendido de sus errores anteriores.