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Inicio del Shogunato
Yoritomo consideró que su hermano representaba una amenaza y un rival, por lo que sus hombres persiguieron a Yoshitsune hasta que lo vencieron durante la batalla de Koromogawa en 1189, en donde este último se suicidó. Tras su muerte, Yoritomo condujo sus fuerzas a Shirakawa no Seki (Shirakawa Barrera) en la provincia de Mutsu para destruir al clan Oshu-Fujiwara en 1188.
En el norte de Fujiwara se había construido un vasto complejo defensivo con doble zanja y con una longitud de 3,4 km de largo entre la montaña Atsukashi y el río Atsukashi. A lo largo de la línea defensiva había empalizadas, torres para el tiro con arco y ballesta, y posiblemente un fuerte cerrado. Con esto se pretendía detener el enorme ejército de Yoritomo Minamoto en la campaña el clan Oshu de 1189. La crónica dice que durante el ataque a un punto fuerte, las fuerzas de Yorimoto obtuvieron 18 cabezas a pesar de las mortales flechas de los oyumis (grandes ballestas), finalmente consiguieron hacerse con la fortaleza.
Después de haber sometido a sus rivales, en 1192 Minamoto no Yoritomo se autoproclamó shogun. La palabra shogun significa literalmente “comandante del ejército”, una versión acortada del título “daishogun” o “gran comandante del ejército” y en este caso, además, es una versión acortada del título completo de “seiitaishogun”, algo así como “gran comandante apaciguador de bárbaros”. Este había sido hasta entonces un cargo temporal concedido al general encargado de combatir a los pueblos bárbaros del norte del país, los emishis, y usado por poco más de media docena de generales desde el siglo VIII al siglo X.
Yoritomo reclamó ese título, que debía ser concedido por el emperador, para utilizarlo de forma permanente y hereditaria, y no para combatir a los bárbaros del norte, sino para gobernar sobre todo el país, inaugurando así un concepto completamente novedoso. De nuevo, a menudo se ha buscado para este término, una traducción fácil de comprender, intentando hacer encajar un concepto más cercano a la tradición occidental; con lo que muchas veces nos encontramos con que shogun se traduce como “dictador militar”, “caudillo” e incluso como “generalísimo”, aunque ninguno de estos conceptos sea exactamente correcto. A su vez, al gobierno del shogun se llamaría “shogunato”, dejando así claro que se trata de un gobierno de carácter militar. A diferencia de los otros dos shogunatos que hubo en la historia Japonesa (el Ashikaga y el Tokugawa), este no recibió el nombre del clan de su fundador, sino el de la ciudad en la que se instaló, Kamakura.
En un plano teórico, Yoritomo actuaba en representación del emperador, aunque de facto se tratase de una figura completamente autónoma. Gobernaba directamente en la zona de Kanto, al este del país; y de forma diferida en el resto, ostentando tanto el poder político como el militar, encargándose también de tareas policiales, funciones que a la corte tampoco parecían interesar demasiado, mientras que alguien asumiese la tediosa tarea de mantener la paz, así como de recaudar impuestos. Como principal ayudante tenía el “bakufu”, palabra que significa “gobierno de la maku, siendo esta una especie de cortina o tienda de campaña en la que los generales se situaban durante las batallas para dirigir a las tropas desde alguna colina cercana, en una palabra su jefe de estado mayor.
Poseía un gran número de shoens (grandes extensiones de tierra), aunque la mayoría de shoens del país seguía aún en manos de miembros de la corte y de grandes monasterios, e incluso era propietario de nueve provincias en la zona de Kanto y siete más en otras regiones.
Yoritomo contaba, ya desde antes de hacerse con el poder, con la ayuda y la lealtad de un grupo de vasallos de confianza, los llamados go-kenin (hombres de la casa), que eran en un principio eran miembros de su clan, el Minamoto; aunque esto iría cambiando paulatinamente, incorporando a este selecto grupo a samuráis de otros clanes, dándose la irónica circunstancia de llegar a incluir a numerosos miembros del clan Taira.
Algunos de estos go-kenin eran enviados a provincias fuera del ámbito de influencia directa de Yoritomo, donde le representaban; en otros lugares, firmaban alianzas con los clanes de una determinada provincia, antiguos enemigos en muchos casos, convirtiéndolos en vasallos. Para controlar y administrar cada provincia creó dos nuevos cargos, designados por el mismo shogun: el de jito, una especie de lugarteniente encargado de administrar un shoen, que recaudaba los impuestos y mantenía la paz en dicho territorio; y el de shugo, de carácter superior, algo así como un gobernador militar, que supervisaba toda una provincia. Con el tiempo, ambos cargos pasarían a ser hereditarios. La Corte, por su parte, nombraba los kokushis que eran una especie de gobernadores civiles que dependían de Kyoto, pero que perdieron poder durante este periodo, quedando reducido casi a un título honorífico.
Colocando a vasallos leales en estos puestos de responsabilidad, Yoritomo tejió una red de confianza en cuyo centro se situaba Kamakura.
Esta relación de vasallaje era recompensada con tierras de las que se había conquistado a los Taira en las guerras Genpei así como con un porcentaje de los impuestos que cada jito y shugo recaudaban en la zona que administraban. El sistema del gobierno de Kamakura demostró ser más eficiente que el anterior sistema imperial; haciendo que la productividad de los shoens aumentase y los beneficios agrícolas fuesen mayores de lo que eran hasta entonces, algo que colaboró en la tranquilidad de la corte de Kyoto, puesto que sus cortesanos eran propietarios de un gran número de territorios que ahora les procuraban sus riquezas.
El shogunato trajo consigo un período de paz. Las únicas batallas libradas entre japoneses en este período, fueron para sofocar rebeliones, contra las invasiones mongolas y la caída del shogunato.
Rebelión Jokyu o shokyu
En 1198 el emperador Go-Toba (1180-1239) fue obligado a abdicar por orden de Yoritomo, ascendiendo al trono su hijo mayor. Go-Toba mostró una fuerte oposición al gobierno de Kamakura, desde su nuevo puesto como emperador retirado, cargo este que había perdido poder notablemente desde la existencia del shogunato; algo que, obviamente, también contribuía a acrecentar su descontento. Una serie de disputas en torno a los procesos sucesorios, tanto de la Familia Imperial como del shogunato, hicieron que el emperador retirado acabase perdiendo la paciencia.
En el 1201 se produjo la rebelión de Kennin, la familia Jo del clan Taira, se sublevaron, refugiándose el castillo de Toriska, Tomoe Gozen, que era una mujer samurái, ayudó a su sobrino Sukemori a defender el castillo, destacando por su bravura. Finalmente fueron derrotados.
En 1221, Go-Toba inició una rebelión en contra Hojo Yoshitoki shogun de Kamakura, declarándole traidor del estado, iniciando la rebelión Jokyu o guerra Shokyu, respaldado por una mezcla poco homogénea de opositores al shogun, como familias del clan Taira; otros clanes de la zona oeste, enemistados con el gobierno por diferentes motivos; o los monasterios cercanos a la capital, pertenecientes a las sectas tradicionales, deseosos de acabar con la influencia creciente de las nuevas sectas budistas, localizadas principalmente en la zona de Kamakura.
Una semana después de la declaración de guerra de Go-Toba, Hojo Yoshitoki tenía ya listo un ejército de casi 200.000 guerreros, dirigidos por el shikken, hijo de Tokimasa, que emprendieron la marcha inmediatamente hacia la capital, reclutando a más soldados a su paso.
Hojo Yoshitoki decidió lanzar una ofensiva contra las fuerzas de Go-Toba en Kioto, utilizando la misma estrategia en tres frentes que se había empleado unas décadas antes. Un grupo fue desde las montañas, otro desde el norte, y el tercero, comandado por el hijo de Yoshitoki Yasutoki, se acercó vía el camino de Tokaido.
Las fuerzas del Emperador, junto a los soheis o monjes guerreros del monte Hiei, intentaron detener el avance hacía Kyoto defendiéndose en las orillas de los ríos Uji y Seta como en las ocasiones anteriores. Las fuerzas del shogun atacaron toda la línea del río Uji y Seta, buscando los puntos débiles, las fuerzas imperiales se mantuvieron firmes durante muchas horas. Sin embargo, con el tiempo los atacantes consiguieron cruzar el río y dispersar a los defensores, y abriendo el camino a la ciudad para el resto de sus fuerzas rebeldes. Esta fue conocida como la Tercera Batalla de Uji.
Acabaron fácilmente con la oposición que fueron encontrando por el camino y tomaron Kyoto desde tres flancos distintos, aplastando completamente a las tropas de los aliados de Go-Toba.
Cuenta la leyenda que Saito Musashibo Benkei, un sohei o monje guerrero, salió del monasterio, se situó en el puente Gojo (Goyobashi) en Kyoto, donde venció a 999 guerreros y coleccionó 999 espadas, hasta que fue derrotado por Minamoto no Yoshitsune en su duelo número 1.000. Benkei después acompañó a Yoshitsune, luchando a su lado por el resto de su vida.
Tras años de luchas juntos, el hermano de Yoshitsune se volvió en su contra y se vieron obligados a huir como fugitivos. Siendo rodeados en el castillo del puente Koromo (Koromogawa). Mientras su compañero Yoshitsune se adentraba en el castillo para suicidarse, Benkei resistió en la puerta principal para protegerlo, venciendo a más de 300 samuráis. Los soldados temían atravesar el puente para enfrentarlo porque era letal, de modo que decidieron atacarle con flechas a distancia. Cubierto de flechas, siguió de pie desafiando a sus enemigos. Al no moverse se atrevieron a cruzar el puente, el gigante cayó finalmente, dando lugar a la leyenda conocida como la “muerte de pie de Benkei”.
El conflicto se había resuelto en menos de un mes y acabó con el destierro a diferentes lugares del emperador retirado y sus dos hijos, habiendo sido uno de ellos también emperador y siendo el otro el emperador en ese mismo momento; ascendió así al trono un nuevo emperador, hijo del anterior, nieto por lo tanto, de Go-Toba.
La aplastante victoria de Kamakura sirvió además al bakufu para afianzar su autoridad en todo el país con una serie de medidas políticas y administrativas. Primero, estableció una especie de sucursal del gobierno de Kamakura en la ciudad de Kyoto, llamada Rokuhara Tandai, desde donde poder controlar más estrechamente todo lo que sucedía en la capital. Además, el gobierno se reservó el derecho de participar muy activamente en decisiones que hasta entonces habían sido tomadas exclusivamente la corte, como asuntos relativos a la sucesión al trono o a la regencia imperial. Por último, se confiscó una gran cantidad de shoens, pertenecientes tanto a la Familia Imperial como a todos aquellos que habían apoyado la rebelión de Go-Toba. En estos shoens se colocaron de forma estratégica, una serie de jito cercanos al gobierno de Kamakura, muchos de ellos miembros del mismo clan Hojo.
Tras afianzarse así el poder del shogun, sofocando esta rebelión y pasando a controlar de cerca la capital, el siguiente medio siglo se caracterizó por ser pacífico y estable, gracias también a un eficiente gobierno por parte de los Hojo; pacificado así el país.
Invasión de los mongoles
Los mongoles, que controlaban China en ese tiempo bajo la dinastía Yuan, intentaron invadir Japón dos veces, marcando los acontecimientos militares más importantes del periodo Kamakura. A principios de octubre de 1274, una flota mongola con unos 15.000 efectivos chinos y mongoles, junto con unos 8.000 coreanos en 400 barcos grandes y otros 400 pequeños, se dirigió a Japón y desembarcaron en la bahía de Hakata, enfrentándose con unos 10.000 efectivos japoneses en la Primera batalla de Hakata o batalla de Bunei. Tras una semana de enfrentamientos, los japoneses cedieron terreno y se refugiaron el interior al castillo de Dazaifu. El 19 de octubre, los mongoles perdieron muchas naves de batalla debido a un tifón, en el que perdieron la mitad de sus fuerzas y las tropas restantes se retiraron.
Anticipándose a un segundo asalto, el shogunato organizó la construcción de muros y fortalezas a lo largo de la costa, y reunió fuerzas para defenderse de futuras invasiones. Un segundo intento de invasión se hizo en 1281, los mongoles enviaron dos flotas, una desde Korea con unos 60.000 efectivos en 900 barcos y otra desde China con 100.000 efectivos y 3.500 barcos, ambas flotas se juntarían en la isla Iki. Los Coreanos llegaron primero y en vez de esperar, se dirigieron a la bahía de Hakata, donde se enfrentaron a unos los japoneses, en lo que ha llegado a ser conocido como la Segunda batalla de Hakata o batalla de Koan; retirándose de nuevo a la isla Iki.
Un mes más tarde ambas flotas se dirigieron a la bahía de Imari, donde desembarcaron y esperaban envolver Hakata por tierra. Los japoneses que disponían de unos 40.000 efectivos los estaban esperando, durante dos semanas la situación estuvo en tablas. Finalmente, el 15 y 16 de agosto un potente tifón al que los japoneses llamaron Kamikaze (Viento Divino), asoló por completo la zona, destrozando casi todos los barcos que componían la flota mongola, perdiendo la mayoría de las naves.
El equipo, tácticas y actitud militar de los samuráis y sus oponentes, los mongoles, eran muy diferentes, y aunque ambas invasiones fracasaron miserablemente, su impacto en la evolución y los cambios en la técnica de batalla samurái fueron muy importantes. El samurái se mantuvo unido a las ideas de un combate singular, el de la batalla entre guerreros honorables individuales; y algunos elementos rituales de la batalla, como una serie de intercambios de tiro con arco a cabo antes de entrar en lucha cuerpo a cuerpo, en el que empleaban principalmente la espada. Los mongoles, por supuesto, no sabían nada de las convenciones japonesas, y eran sin duda mucho más organizados en sus tácticas de ataque.
Los mongoles no seleccionaban oponentes individuales con quién tener duelos honorables, más bien, avanzaban cabalgando, con varias armas de fuego y el famoso arco mongol, atacando líneas enemigas y matando a la mayor cantidad de enemigos que podían sin importarles los protocolos de batalla japoneses. Aunque la arquería y el combate montado eran piezas centrales de las tácticas de guerra japonesa en aquellos momentos, los mongoles eran y son famosos hasta el día de hoy por su excepcional habilidad en esas áreas. La forma en que las técnicas y actitudes de los samuráis fueron afectadas en forma directa por estas experiencias, empezando a dar más importancia a la lanza y a la lucha en el suelo.
Para más información visitar el capítulo – los mongoles – campañas de Kublai Kan–
Inicio de la crisis
Pese a haber evitado la conquista de Japón, los intentos de invasión mongol provocaron al bakufu una enorme crisis financiera y social que, en solo medio siglo, acabaría desembocando en su caída. Por un lado, el gobierno había tenido que hacer frente a grandes gastos para la defensa del país, que no se habían compensado al vencer con ninguna nueva tierra conquistada ni ningún botín económico. Además, la posibilidad de un tercer intento de invasión hizo que se mantuvieran las costosas medidas de seguridad durante décadas. Tampoco pudo recompensar a los samuráis que habían ayudado en la defensa del país, por el mismo motivo, esta vez no se había vencido a un clan enemigo, al que se desposeía tras la victoria de sus tierras para repartirlas entre los generales aliados; así, por primera vez se rompía la norma de “recompensa por servicios” sobre la que se asentaba gran parte del sistema “feudal”, con lo que la autoridad del shogunato se empezó a poner en duda.
Agravando aún más el problema, algunos monasterios budistas se atribuyeron el mérito de la victoria doble ante los mongoles, curioso hecho provocado por la aún más curiosa forma en la que transcurrieron los hechos durante las batallas; incluso el monje Nichiren proclamó haber predicho los intentos de invasión mongola, como una especie de castigo divino a los líderes del país. Curiosamente, sí se recompensó a algunos monasterios por su supuesta ayuda en la batalla, algo que aún contribuyó más al descontento de los samuráis. Entre la clase guerrera crecía un sentimiento de desconfianza hacia un shogunato títere en manos del clan Hojo, atrás había quedado el tiempo en el que jurasen lealtad a Yoritomo. Los Hojo empezaban incluso a perder las simpatías de miembros del mismo gobierno y de la aristocracia samurái pertenecientes a otras familias, puesto que, cada vez más, los puestos de responsabilidad de todo el país eran ocupados por miembros del clan Hojo de forma casi exclusiva.
Toda esta situación coincidió con una subida totalmente desproporcionada del precio del arroz y del auge de actividades como el comercio, la manufactura o las transacciones de tipo monetario. Todos estos factores contribuyeron a que parte de la clase samurái, que al fin y al cabo vivía de la agricultura aunque no la practicasen directamente, empezase a empobrecerse de forma rápida. Para hacer frente a esta situación, muchos de ellos, los de rango más bajo e incluso algunos jito, no tuvieron más remedio que empezar a vender o, sobre todo, empeñar propiedades, endeudándose. Por supuesto, esta crisis no afectó a los samuráis más poderosos y privilegiados, clase que acabaría evolucionando a los daimyos de periodos posteriores.
El preocupante endeudamiento de gran parte de los samuráis hizo que el bakufu tomase una decisión de emergencia en 1297, declarando una amnistía que anulaba todas las deudas contraídas por la clase guerrera. Obviamente, esta medida únicamente solucionó el problema a corto plazo, para agravarlo a la larga, ya que ahora los samuráis, pese a estar libres de sus deudas; seguían siendo igual de pobres que lo eran antes. Por lo que tuvieron que volver a recurrir a los servicios de los prestamistas, y estos, temiendo una posible nueva amnistía del gobierno, endurecieron enormemente las condiciones de sus préstamos, con unos intereses tan altos que empobrecieron aún más a la clase samurái. A principios del siglo XIV el descontento de gran parte de los samuráis, casi todos excepto los Hojo y pocos más, estaba llegando a un punto casi incontenible.