¡Ayúdanos a mejorar el blog!
Si ves alguna palabra mal escrita, o frase que no tenga mucho sentido, es muy fácil hacérnoslo saber. Sólo tienes que seleccionar las palabras que te resulten sospechosas y pulsar las teclas CONTROL y ENTER. Se abrirá un formulario con el texto seleccionado, y con pulsar enviar recibiremos tu notificación.
También puedes abrir el formulario pulsando el siguiente botón
Ascenso al trono
Recuperado el trono, Cosroes II conocido como Paeviz (el victorioso) persiguió a los partidarios de Vahram y consiguió la total sumisión de sus súbditos. Como pago a la ayuda prestada, el rey persa renunció a las ciudades de Dara y Nínive y a una parte importante de Armenia. Además, pactó con Mauricio, que los armenios refugiados en Bizancio podían regresar a Persia y serían respetadas sus costumbres, también se permitiría el regreso de los obispos cristianos a Siria. Estas condiciones fueron contempladas por los nobles persas con recelo, ya que opinaban que los sacrificios eran excesivos, además el matrimonio de Cosroes II con una cristiana, dio lugar a que muchos de sus súbditos, consideraran que su rey había abandonado las antiguas costumbres y se había convertido al cristianismo.
Cosroes II (590-628) sería el último gran emperador persa. Inició su reinado con la amistad de los bizantinos y especialmente del emperador Mauricio al que debió en realidad el trono.
Cosroes II supo atraerse el apoyo del ejército y se rodeó de un excelente cuadro de generales: Sharbaraz, Shahin, Shahraplakan, Razates…, hombres todos ellos pertenecientes a la generación del joven Shahansha y que en su mayoría, le habían mostrado su fidelidad y maestría durante la guerra civil.
Conseguido el apoyo del ejército y colocados sus hombres más fieles en los escalones más altos del mismo, Cosroes II se blindó contra posibles y futuras rebeliones aumentando las tropas acantonadas junto a él, en Ctesifonte, y, por lo tanto, directamente controladas por él. Fue así como los pushtighban, los guardias de palacio de los reyes persas, vieron aumentados sus efectivos desde los 1.000 hombres originales, hasta los 6.000. De esa forma, Cosroes contaba siempre con una potente fuerza de caballería de élite que le era fiel por completo y que, sumada a los cien arqueros de élite que protegían en todo momento al rey y a los tres gunds de caballería selecta, es decir, los 10.000 zhayedan o inmortales; los 10.000 cosrogetae y los 10.000 perozitae, que solían acantonarse en los alrededores de la capital persa, constituían un potente ejército de algo más de 36.000 guerreros escogidos, que disuadiría a cualquier general o noble ambicioso, de seguir los pasos de Bahram VI Chobin. Este último pertenecía a la poderosa familia de los Mihran de Rai, una de las siete grandes familias de la Persia sasánida. Para cerrar viejas heridas y atraerse el apoyo de esta gran familia, que controlaba una parte considerable del norte del Irán, Cosroes II se casó con la hermana de su antiguo rival, Bahram VI Chobin. De esta manera, el joven rey cerró las últimas heridas de la guerra civil y consolidó su posición entre la nobleza persa.
Cosroes supo atraerse también el apoyo de los cristianos de su Imperio. Su principal ministro y posiblemente el hombre más poderoso de Persia tras el rey, era Yazden de Kalka. Este cristiano se ocuparía de la administración del imperio y llevaría a cabo una hábil política que atrajo para el trono la simpatía de los cristianos de Oriente. No solamente de los nestorianos, pues Shirin (que al parecer había sido originalmente nestoriano) se acercó al monofisismo y protegió a los armenios y jacobitas sirios.
También los judíos fueron favorecidos por Cosroes. Además, su política de favor y tolerancia hacia cristianos y judíos supo conjugarla con el mantenimiento de buenas relaciones con la jerarquía mazdeísta de Persia. Cosroes, en efecto, podía favorecer a los cristianos y aún a los judíos, pero no olvidaba que su poder y su trono se alimentaban del zoroastrismo persa y por eso, en caso de conflicto entre cristianos y mazdeístas, no dudaba en decantarse por estos últimos. Solamente más tarde, cuando con la inclusión en el Imperio de las poblaciones de Siria, Palestina y Egipto; el número de cristianos que gobernaba aumentó hasta constituir la mayoría de sus súbditos, cambió Cosroes por completo su política religiosa para poder así acercarse aún más a los cristianos y sobre todo a aquellos que, tras la conquista de Egipto, constituían el grueso de sus nuevos súbditos: los monofisitas.
Junto a todo esto: florecimiento del comercio, del artesanado y de la agricultura; edificación de ciudades, palacios y templos, y ampliación de los regadíos, existen también muchas noticias proporcionadas por fuentes muy diversas entre sí que afirman que Cosroes II elevó significativamente la presión fiscal que se ejercía sobre campesinos, artesanos y comerciantes.
Muerte de Mauricio 602
En noviembre del 602, el ejército bizantino proclamó un nuevo emperador. Se trataba de Focas que era solamente un centurión casi analfabeto, un hecatontarca de 55 años de edad y a un paso del retiro, pero tenía lo que le faltaba a Mauricio, popularidad entre los soldados. Marchó a la capital para acabar con el emperador Mauricio. Ni siquiera contaba con el apoyo del Senado, pues este, agraviado por la política autoritaria del Emperador y por el manifiesto nepotismo exhibido por este durante todo su reinado; le volvieron la espalda y se dirigieron hacia el nuevo y popular emperador que se anunciaba ya a las afueras de la ciudad.
La noche del 22 de noviembre del año 602, el emperador Mauricio decidió embarcarse para pasar a Asia y levantar allí, con el apoyo de Persia, de los ejércitos de campaña de Oriente y Armenia, y de sus paisanos de Capadocia, un ejército con el que aplastar a los sublevados. Para llevar a cabo su propósito, Mauricio subió a un dromon junto con su esposa, su hijo mayor, Teodosio, y el resto de su familia. Llevaba consigo el tesoro y esperaba llegar en pocos días a Capadocia. Pero la fortuna le había vuelto la espalda, ya que una tempestad casi echó a pique su barco y, al alcanzar la costa, quedó postrado por un ataque de artritis.
Mauricio fue alcanzado por los soldados de Focas. Conducido hasta las afueras de Calcedonia junto con su familia, Mauricio tuvo que ver cómo sus hijos varones eran degollados ante sus ojos, antes de acabar también con su vida. Su cabeza y la de sus hijos fueron llevadas a Constantinopla y expuestas allí a la curiosidad pública hasta que comenzaron a pudrirse. Mientras tanto, su esposa y sus hijas fueron confinadas en la casa de un lacayo de Focas. Así terminó el emperador Mauricio, el 27 de noviembre del 602.
La muerte de Mauricio fue utilizada por Cosroes II para declarar la guerra a Bizancio y de paso, recuperar para Persia lo que el tratado de paz de 591 le había obligado a entregar. Además, Focas para enredar aún más la situación, no se le ocurrió mejor modo de aplacar a Cosroes II, que enviarle como embajador al autor material del asesinato de Mauricio y sus hijos.
Para complicar más aún las cosas, apareció la falsa historia de que Teodosio, el hijo y heredero de Mauricio, que según decían, había logrado escapar del tirano y llegar hasta Edesa, puso otra poderosa arma en las manos del rey de reyes persa. Y es que a fines del 603 apareció en Edesa un joven que decía ser Teodosio, el hijo de Mauricio. Narsés, el gran general que en 591 había conducido al ejército romano que repuso a Cosroes en el trono de Persia, lo reconoció de inmediato y solicitó la ayuda de Cosroes II.
Ataque sasánida (603-609)
En el 603 un ejército persa entró en territorio bizantino, pero sufrió en principio un revés frente a Dara, donde fue derrotado por las tropas enviadas apresuradamente por Focas para reforzar la ciudad. Sin embargo, la llegada de refuerzos mandados por el propio Cosroes II, cambió drásticamente la situación en el frente. En efecto, las tropas de Focas fueron batidas en una disputada batalla que duró dos días y en la que el propio Cosroes II combatió en primera línea junto a su guardia, los pushtighban; uno de sus miembros, de nombre Mushkan, le salvó la vida al cortar con la espada el lazo con el que un soldado romano le había derribado de su caballo. A continuación, Cosroes II emprendió el asedio de Dara, la gran ciudad-fortaleza de la Mesopotamia romana, un gran asedio que duraría nueve meses y que terminaría con la toma y saqueo de la ciudad por los persas en mayo-junio de 604.
Pero Cosroes II no permaneció bajo los muros de Dara mucho tiempo, pues, mientras que el asedio se estrechaba, recibió noticias de Narsés comunicándole que se hallaba cercado en Edesa por otro ejército enviado por Focas para aplastar su sublevación. También le informaba de que tenía consigo al joven Teodosio, hijo y heredero de Mauricio. Cosroes II no desaprovechó ni un momento la oportunidad que se le ofrecía. Llegado junto a Edesa con una parte de su ejército, derrotó a las fuerzas de Focas que cercaban la ciudad; penetró en ella y se unió a Narsés y al joven que decía ser el augusto Teodosio. Cosroes II lo reconoció de inmediato y, dejando tras de sí a Narsés para que continuara sus operaciones contra Focas, marchó a Ctesifonte junto con el falso Teodosio. Allí, en la capital persa, el candidato de Cosroes fue coronado solemnemente por el Patriarca nestoriano de Seleucia del Tigris.
Este hecho, que el joven que decía ser Teodosio, hijo de Mauricio, se dejara coronar por un patriarca nestoriano y bajo la tutela de Cosroes, muestra hasta qué punto el personaje en cuestión, no era sino un títere en manos del Rey de reyes persa. Esa coronación lo invalidaba, tanto a ojos de los ortodoxos, como de los monofisitas, a la par que lo subordinaba por entero a Persia.
No tardó mucho, el supuesto emperador Teodosio, en partir de nuevo hacia la guerra acompañado por un ejército persa. Mientras, en Edesa, las cosas se torcían para Narsés, ya que Focas, que no carecía de recursos ni de oro, había logrado enviar contra él a un nuevo ejército que lo estrechó tanto en Edesa que lo obligó a huir hacia Hierápolis. Allí las tropas de Focas lo cercaron de nuevo y Narsés fue ingenuo al confiar en la promesa que le hacía el emperador Focas, promesa que garantizaba su vida a cambio de su inmediata rendición. Llevado a Constantinopla, a presencia del augusto, nada más tener ante sí al derrotado Narsés, ordenó de inmediato que le quemaran vivo.
Tras la toma de Dara en la primavera del 604, y las derrotas sufridas por los ejércitos bizantinos ante las tropas de Cosroes II; Persia pasó a concentrarse en la conquista de Armenia y en la definitiva conquista del poderoso limes sirio-mesopotámico que los bizantinos habían ido construyendo pacientemente desde la segunda mitad del siglo III frente a la Persia Sasánida. Así, tras un asedio que duró dos años y medio, cayó Mardin (607), «esa roca inaccesible» en palabras de un cronista del periodo, y tras ella, sucesivamente, Martirópolis, Amida, Harrán, Hierápolis, Calínico, Arxamon, Circesium y demás ciudades y fortalezas de la Mesopotamia romana y de la línea del Éufrates.
Más al norte y a la par, los persas se apoderaron de toda Iberia del Cáucaso y tomaron Dvin y Ani. Los intentos de reacción por parte de los generales de Focas y de los nobles armenios aliados de los bizantinos; lograron al principio éxitos como los de la batalla de Elevard, pero terminaron en sangrientas derrotas como las de la llanura de Sirak, o como la de Calkotn, y en nuevos progresos persas. Tras la batalla de Karin, el ejército de Armenia sufrió una derrota tan decisiva que lo puso fuera de combate durante cuatro años. Tras esta batalla y hacia 609, Armenia estaba casi por completo en poder persa. Su principal ciudad, la capital de la Armenia romana, Teodosiópolis (la Karin de los armenios), cayó en poder del spahbad persa Shahin y con ella quedaron abiertos los caminos que desde ella llevaban a Capadocia y Ponto, esto es, al corazón de Asia Menor.
Sin una oposición seria, los persas pasaron a Siria y se apoderaron de Zenobia, Samosata, Zapeta, Beroea, Alepo y Apamea, y consolidaron sus avances en Capadocia. Desde ella, a fines del 609, un ejército persa penetró tan al interior de Asia Menor que sus avanzadillas se plantaron ante Calcedonia, hazaña no lograda por un ejército persa desde los aqueménidas.
Guerra civil bizantina
Mientras Focas, ante estas demoledoras victorias persas, estaba enredado en su política de represión generalizada, se olvidó de Persia y se concentró en aplastar las sublevaciones populares y judaicas en las ciudades de Siria, Palestina y Egipto, y en hacer frente al avance de otro rebelde a su autoridad: Heraclio el Viejo, exarca (gobernador) de Cartago y antiguo compañero de armas de Filípico en las guerras persas de Justino II, Tiberio y Mauricio. De este modo, en vez de destinar sus recursos a enfrentarse a Cosroes, envió a sus generales hacia las provincias orientales del Imperio para aplastar cualquier oposición y frenar el avance de los partidarios de Heraclio el Viejo. Bonoso llevó a cabo una brutal represión en Antioquía, y en toda Siria y Palestina, y luego pasó a Egipto para combatir a Nicetas, el sobrino de Heraclio el Viejo.
El exarca Heraclio interrumpió los envíos de grano a Constantinopla, y desde 609, las batallas libradas por el control de Egipto entre los generales de Focas y las fuerzas enviadas allí por Heraclio el Viejo, impedían la llegada de cualquier suministro desde Alejandría. El hambre, pues, se apoderó de la capital y de la mayor parte de Asia Menor, Siria y Tracia, y con ello los restos de popularidad y apoyo que podían quedarle a Focas se evaporaron.
Había pues que conquistar Egipto. Nicetas, sobrino de Heraclio el Viejo, fue el encargado de tan difícil empresa, ya que casi 2.500 km separaban Cartago de Alejandría. Nicetas contaba además con pocas fuerzas. Llevaba consigo 3.000 hombres procedentes de las fuerzas bizantinas destacadas en África y que a ellos sumaba un número indeterminado de guerreros mauros, pero que, al parecer, superaba ampliamente al de las tropas regulares. Es decir, que Nicetas debió de contar con unos 7.000 hombres para acometer la conquista de Cirenaica, la Pentápolis, la Marmáride y Egipto. Llegaron a Egipto y derrotaron a los defensores en una batalla cerca de Alejandría. La flota alejandrina fue apresada y las guarniciones de Alejandría y Faros se unieron a los rebeldes.
Focas reaccionó enviando a Bonosos y su ejército desde Palestina, desde Cesarea Marítima hasta el delta, logrando desembarcar aislar y derrotar al ejército de Bonakis que fue ejecutado. Bonosos se entretuvo represaliando a los que habían colaborado con el enemigo, dando tiempo a Nicetas a agrupar su ejército en Alejandría. Decidió salir de la protección de los muros de la ciudad y plantear batalla a campo abierto a las fuerzas de Bonosos. Dejó las milicias de los demos de Alejandría y los demás habitantes de la ciudad en las murallas para disparar las catapultas, onagros y escorpiones que había colocado en ese sector.
Bonosos, cuyas tropas superaban en número a las de Nicetas, al verles desplegados fuera; ordenó de inmediato el ataque, siendo recibidos por una lluvia de proyectiles que frenó en seco su carga, el pánico cundió entre ellos cuando, de súbito y a una orden de Nicetas, sus tropas mauros se precipitaron sobre los soldados de Bonosos desde otra puerta de la ciudad. Por último, para completar la matanza, las tropas que estaban desplegadas avanzaron.
Heraclio se aseguró el control de Italia y Sicilia y después se embarcó hacia Constantinopla, desembarcando en Abydos a últimos de septiembre de 610. Teodoro, el comes de la guarnición local con un tagma de 500 hombres, se pasó a su bando y le puso al corriente de lo que estaba pasando en Constantinopla. Embarcó de nuevo, pues se había enterado de que Focas esperaba su llegada por tierra, y desembarcó el 5 de octubre en el puerto Sofiano, donde sus seguidores le abrieron las puertas y facilitaron su desembarco y toma de la ciudad.
El propio Focas, cayó en manos de un tal Focio, que tenía una cuenta personal pendiente con él, ya que había violado a su esposa, que le llevó ante Heraclio, siendo ejecutado y su cabeza puesta en una pica. Ese mismo día Heraclio fue aclamado emperador.
Heraclio tenía ante sí dos graves problemas: un tesoro por completo vacío y sin posibilidades de ser restaurado con prontitud, y un ejército disminuido en sus efectivos, abatido en su moral, carente de recursos y falto de oficiales y mandos con adecuada preparación y formación.
Teófanes resume así la calamitosa situación del imperio Bizantino en 611: »El emperador Heraclio encontró que el estado romano se había agotado. Los ávaros devastaban Europa y los persas hollaban las provincias de Asia, capturaron sus ciudades y destruyeron en batalla al ejército romano. Al examinar todos estos problemas Heraclio quedó desconcertado en cuanto a lo que él podía hacer, ya que cuando investigó al ejército para ver si hubiera algún superviviente entre los que habían hecho alguna campaña en los días anteriores a la rebelión de Focas, sólo halló dos entre todos los regimientos»
Lo primero que hizo fue rescatar a Filípico, que fue sacado del monasterio y repuesto en su puesto de general. Le encargó la negociación con Comentiolo, el hermano y general de Focas, que permanecía en Ancira al frente de un ejército intacto y dispuesto a continuar la lucha pese a la muerte de Focas. Este se negó a cualquier acuerdo y, cuando se disponía a ejecutar a Filípico, un oficial armenio de su ejército acabó con su vida. Muerto Comentiolo, sus tropas se pasaron de inmediato al partido del nuevo. El Emperador nombró a Filípico nombrado magister militum per Armeniam.
El hermano de Heraclio, Teodoro, fue nombrado, por su parte, curopalates, cargo que apareció en el reinado de Mauricio y que implicaba el control efectivo del palacio y de las fuerzas militares acantonadas en la capital.
Nicetas, el primo de Heraclio, se hizo cargo del control de Palestina y Siria. En Cartago, el padre Heraclio el Viejo y Gregorio, controlaban las provincias occidentales del Imperio.
Contraofensiva bizantina (613)
En el 613 por primera vez desde que ascendiera al trono, tenía las manos libres para emprender una gran contraofensiva contra el hasta entonces imparable avance persa.
Para poder concentrar su escaso potencial contra Persia, tuvo que dejar a su suerte Iliria y Tracia, para que se defendieran de los ataques lanzados por los ávaros y los eslavos.
Seguramente Heraclio pensaba que una vez detenida Persia y obligada a retroceder hacia Mesopotamia y Armenia, podría volverse contra los invasores eslavos y ávaros, y detener también su avance por territorio del Imperio. Y es que, como siempre, para el Imperio lo primordial era el Oriente, así que el propio Emperador se puso al frente del ejército.
El plan de Heraclio (posiblemente diseñado por Filípico) consistía en lanzar un doble ataque contra los persas: Filípico con el ejército de campaña de Armenia, ejercería el esfuerzo secundario y marcharía por Capadocia hacia Armenia y amenazaría directamente el territorio persa. Su objetivo distraer fuerzas enemigas para hacerle frente, mientras el esfuerzo principal bizantino que realizaría la gran contraofensiva (dirigida por el Emperador y su hermano Teodoro) atravesaría las Puertas Cilicias y Sirias, convergiendo allí con las tropas que Nicetas traería desde Palestina y Siria meridional; de esta suerte, derrotar al ejército de Sharbaraz y recuperar Antioquía. De llevarse a cabo, esta victoria acabaría con la cuña que los persas habían introducido entre el Asia Menor y la Siria meridional, y los obligaría a retirarse al otro lado del Éufrates.
Era un buen plan, pero no salió bien. Heraclio partió de Constantinopla y avanzó hacia Siria. Por delante de él iba Filípico, quien había logrado esquivar al ejército persa de Shahin lo había dejado plantado tras de sí obligándole a retroceder. Libre de Shahin, Filípico pudo entrar en Armenia por el camino de Teodosiópolis y llegar hasta la región de Dvin y el monte Ararat. Filípico, por lo tanto, estaba manejándose muy bien en su parte de la campaña. Penetró aún más profundamente en Armenia y atrajo tras de sí a numerosas fuerzas persas a las que supo vencer sin trabar combate directo, a fuerza de marchas y contramarchas que agotaron a los ejércitos persas que pugnaban por cercarlo.
Pero si en Armenia las cosas fueron bien, en Siria no pudieron ir peor. El ejército mandado por Heraclio y Teodoro, pudo contactar con Nicetas y sus tropas, pero bajo las mismas murallas de Antioquía sufrieron una sangrienta derrota. Del relato de Sebeos, que es el único hay de esta gran batalla (las fuentes griegas, prudentes, callan al respecto), se deduce que fue muy reñida e igualada y que, en el punto crítico del combate, las tropas persas que mandaba Sharbaraz se vieron reforzadas por la llegada de nuevos contingentes persas que desbordaron a los bizantinos.
Acosados por los persas, Heraclio y sus hombres retrocedieron, en orden y sin dejar de luchar, lo que muestra que el ejército estaba ya recuperando su tradicional espíritu de combate y su disciplina, hacia las Puertas Sirias. Allí se volvieron y lograron derrotar a sus perseguidores, seguramente la vanguardia del ejército de Sharbaraz con 8.000 efectivos. No fue una victoria decisiva y el ejército bizantino estaba tan quebrantado que se retiró, apresuradamente y dejando a los persas la posesión de buena parte de Cilicia incluida la ciudad de Tarso.
En esta gran derrota se consumieron las últimas reservas de Heraclio. Cierto es que todavía estaban sobre el campo los ejércitos de Filípico y de Nicetas, pero no hubo ya más contraofensivas romanas hasta la primavera del 622.
Ofensiva sasánida (614-620)
Filípico tuvo que abandonar Armenia ante la presión de los ejércitos persas que lo asediaban.
Sharbaraz tras tomar Tarso, la principal ciudad romana en Cilicia, y una gran base militar y naval que se había tenido hasta entonces por inexpugnable, se volvió hacia el sur. Avanzó por el valle del Orontes y tomó Damasco, la segunda ciudad de Siria. Nicetas, con los restos de los ejércitos de Siria y Egipto, logró pararlo en Emesa, obteniendo una victoria pírrica.
Heraclio envió una embajada a Cosroes II Parviz solicitando la paz en las condiciones más favorables para Persia. Pero Cosroes, con toda Siria, Mesopotamia y Armenia en su poder, con los ejércitos de Sharbaraz y Shahin victoriosos en su avance por Palestina y Asia Menor, no necesitaba la paz, así que desoyó las propuestas de Heraclio y prosiguió la guerra.
Todo parecía pues, torcerse para Heraclio. Sin dinero, sin reservas militares, con los persas dueños ya de toda Siria y Armenia, y a punto de conquistar Palestina; con los ávaros y eslavos avanzando por los Balcanes, con Italia reduciéndose ante los ataques lombardos y la lejana Hispania de nuevo intranquila por los progresos visigodos, no se podía imaginar situación más comprometida que la suya.
A inicios del 614, Sharbaraz penetró en Palestina y Fenicia. Por todas partes estallaron revueltas judías: en Tiro, los habitantes de la ciudad tuvieron que armarse y defender las murallas frente a un ejército de judíos de los alrededores; en Jerusalén, hubo disturbios entre los demos de la ciudad y los judíos, muy numerosos en general en toda Palestina y Siria. Los judíos fueron derrotados y tuvieron que abandonar Jerusalén, tras lo cual corrieron a unirse al ejército de Sharbaraz que acudía a cercarla.
Asediado por Sharbaraz y ante la posibilidad de verse cercado, Nicetas retrocedió hacia Cesarea Marítima y Egipto, dejando a Sharbaraz el campo libre para que se posesionara de toda Palestina. Para abril de 614, los persas ya habían expulsado a Nicetas de sus últimas posiciones en Palestina y acampaban en Cesarea. Nada impedía pues a Sharbaraz apoderarse de Jerusalén. La gran ciudad hizo el amago de rendirse, pero al cabo optó por la resistencia. Los delegados persas que Sharbaraz había enviado para que se hiciesen cargo del gobierno de la urbe fueron asesinados y los demos se volvieron contra los judíos y los expulsaron de la ciudad.
Jerusalén pues desafiaba a Sharbaraz el “Jabalí salvaje” de Cosroes. Era tanta la fe que tenían todos, bizantinos y persas por igual, de que los ángeles defenderían la Ciudad Santa, que durante varios días los ejércitos de Sharbaraz no se atrevieron a iniciar su ataque. La única esperanza de Jerusalén, aunque muy débil, era la aislada guarnición de Jericó, pero ésta fue destruida por Sharbaraz, tras intentar una salida.
Animado éste por las visiones de los ermitaños cristianos que acompañaban a su ejército y que le habían anunciado que los ángeles abandonaban Jerusalén, ordenó a sus tropas comenzar el cerco de la ciudad. Sharbaraz había traído consigo un potente tren de asedio en el que no faltaban catapultas, balistas, onagros y escorpiones. Poco antes, el patriarca de Jerusalén, Zacarías, había tratado de llegar a un nuevo acuerdo con los persas; pero éstos, que no se fiaban ya de los bizantinos y que se hallaban reforzados por las visiones de los ermitaños, hicieron inviables los postreros intentos del patriarca por salvar a su ciudad.
Y así, el 20 de mayo de 614, cuando ya el bombardeo de la ciudad por las máquinas de guerra persas arreciaba y causaba las primeras brechas en los muros, los judíos se unieron al ataque persa y la resistencia se quebró por completo.
La ciudad fue saqueada, se destruyó el Templo y se desvalijó algunas de las iglesias más importantes, como la basílica del Santo Sepulcro, donde se apoderó de gran cantidad de tesoros y de importantes reliquias, como la Cruz de Cristo, que fue enviada a la capital de su reino.
Más de 50.000 personas murieron en la gran matanza y unos 35.000 jerosimilitanos (habitantes de Jerusalén), con su patriarca a la cabeza, fueron obligados a emprender el camino hacia Ctesifonte, no sin antes sufrir la humillación de tener que abandonar su ciudad pasando por encima de una cruz que los persas habían tirado al suelo.
Sólo en Belén respetaron los persas la iglesia de la Natividad, pues según se dice, al ver los mosaicos que a la puerta de la iglesia representaban a los Reyes Magos, se abstuvieron de destruir el monumento, puesto que estos iban vestidos con ropajes persas.
En el 615, el ejército persa mandado por Shahin penetró hasta Bitinia y llegó ante los muros de Calcedonia. Los persas tenían ya Constantinopla a la vista, Cesarea de Capadocia estaba en sus manos y Ancira, en Galacia, era también una de sus bases en el interior de Asia Menor.
A fines del 618, Sharbaraz cruzó desde el Sinaí a Egipto al frente de un poderoso ejército. Tras asediar largamente Pelusio, los persas se dedicaron, al parecer, a tomar la Babilonia de Egipto y más tarde se presentaron ante Alejandría. La ciudad seguía una gran ciudad, sus murallas eran muy fuertes y la rodeaban por completo. A esa defensa sumaba la de los canales del Nilo y la de su potentísimo tren de artillería.
Sharbaraz asedio la ciudad, pero sus esfuerzos fueron rechazados, finalmente un traidor le enseño un pequeño canal sólo usado por los pescadores y que llevaba a la puerta occidental de la muralla marítima de la ciudad. Tras hacerse con un buen número de barcas de pesca, Sharbaraz embarcó en ellas con numerosos soldados escogidos y obligó a los pescadores a llevarlo hasta la citada puerta de Alejandría. Ocultos en las barcas, los persas pasaron inadvertidos para los guardias de la puerta y se pudieron acercar lo suficiente como para tomarla y abrirla así al resto del ejército.
La ciudad fue sometida a una espantosa matanza. Persia, era dueña de Alejandría, de la llave de Egipto. Poco después, hacia 620, sus tropas llegaban a Asuán y comenzaban a llevar a cabo incursiones en Nubia y en Pentápolis. Llegaron con sus ejércitos hasta Etiopía, tras lo cual avanzó hasta Cirene, que quedó destruida; y se aproximó a la actual Trípoli.
Contraofensiva bizantina
Campaña de Heraclio en el 622
En el 620, Heraclio firmó la paz con el khagan ávaro y en el 621, ordenó a las tropas destacadas en Tracia que cruzaran el Bósforo y se agruparan con los restos de los ejércitos orientales en Bitinia. Parece ser que se hicieron también nuevos reclutamientos en Pisidia, Licaonia, Isauria, Ponto, Paflagonia. En abril de 622 Heraclio se presentó a sus tropas, lo hacía de una forma nueva y sorprendente para los soldados bizantinos, lo hizo calzado con las botas negras de soldado raso y no con las botas púrpuras y armado de pies a cabeza. Estuvo hasta el verano en Bitinia instruyendo su ejército y endureciéndole con grandes marchas, privaciones y ensayando tácticas. Cuando a finales del verano de 622 Heraclio consideró que su ejército estaba listo para la lucha, emprendió la marcha.
Los condujo por las montañas del Ponto marchando paralelo al Ponto Euxino (mar Negro) hacia las defensas que Sharbaraz había preparado en los montes para detener su avance. No lejos de las posiciones persas, la vanguardia de Heraclio capturó a un regimiento de exploradores sarracenos al servicio de Sharbaraz. El Emperador estaba tan necesitado de hombres que de inmediato los liberó y los puso a su servicio. El gesto era inteligente, pues no solamente incrementaba su fuerza, sino que la dotaba de un aura de magnanimidad que pronto atraería a otros desertores persas.
En septiembre, las tropas de Heraclio se encontraron al fin con las de Sahrbaraz. Este intentaba atacar la retaguardia de Heraclio manteniéndose en los montes, pero el Emperador se adelantó mucho a los persas, en una marcha forzada y, dando un amplio giro y usando caminos alternativos, dio la vuelta situándose en la retaguardia de Sharbaraz.
Este, sorprendido por el movimiento enemigo, huyó a través de los montes y bajó hasta los montes Tauro. Sharbaraz permanecía en las alturas y no se atrevía a presentar batalla a los romanos en el llano. Pero al cabo, el Emperador plantó su tienda entre las filas bizantinas y las persas, provocando a los últimos y consiguiendo que bajaran al llano. De inmediato, las tropas bizantinas con el Emperador al frente, se lanzaron contra las líneas persas; pero antes de que se produjese el choque, Heraclio hizo retroceder a sus hombres y, tras atraer a los persas tras de ellos, volvió a darse la vuelta, había escondido una unidad de élite los optimatoi que atacaron de flanco y por retaguardia a los persas. La batalla de Issos fue una completa derrota persa, la primera gran victoria bizantina desde el inicio de la guerra. Sharbaraz salvó a los restos de su ejército y, cruzando el Tauro, se refugió en Siria. Asia Menor estaba recuperada.
Cuando se disponía a reanudar la marcha, le llegó la noticia de que el khagan ávaro había roto los acuerdos del 620 y se disponía a atacar Constantinopla lo que le llevó a interrumpir la campaña y a regresar a toda prisa a Constantinopla. Conforme se acercaba a ella se le informó no sólo de que ávaros y persas le atacaban en su retaguardia, sino que también los eslavos se habían lanzado sobre el Ilírico, Grecia y las islas del Egeo.
Campaña de Heraclio año 623
En febrero de 623, Heraclio logró que el khagan se aviniera a volver a los términos pactados en 620, sorprendido por la rapidez con la que Heraclio había regresado.
Libre de nuevo para operar contra los persas, Heraclio dejó su capital el 25 de marzo de 623 y, tras celebrar la Pascua en Nicomedia, se reunió con su ejército y envió una carta a Cosroes conminándolo a firmar la paz. Evidentemente Cosroes se negó y Heraclio ordenó entonces la invasión de Armenia. Sus movimientos, muy rápidos para ser los de un ejército de 40.000 hombres cargados con un formidable tren de asedio, sorprendieron a los persas.
Sharbaraz, que se encontraba en Nísibis, no pudo interceptarlo y quedó atrás. Heraclio se presentó ante Teodosiópolis y la tomó al asalto. Luego subió hacia la región del lago Seván y tomó por asedio Dvin, la capital de la nueva Armenia persa. De inmediato, bajando por el valle del río Araxes y usando sus formidables máquinas de guerra se apoderó de Naxcawan. Tras esto, avanzó hacia los montes que se alzan al norte del lago Urmia y logró cruzarlos a fines de julio o comienzos de agosto de ese año 623. Con ello, Heraclio entraba propiamente en Persia, Entraron por las fértiles llanuras de la Media Atropatene.
Teniendo noticias del rápido avance de Heraclio, Cosroes se había puesto al frente de su propio ejército y se hallaba acampado en la ciudad de Gazaca (actual Ganzak). Pero lo que desconocía Cosroes era que Heraclio se hallaba apenas a una jornada de esta ciudad. Así, cuando la vanguardia de Heraclio formada por exploradores nativos chocó con los primeros destacamentos de avanzada persa, Cosroes fue presa del pánico y no se atrevió a presentar batalla, sino que huyó hacia el sur por las montañas de Media.
Tomó y saqueó Gazaca, y después se dirigió al cercano Templo de Fuego (actual Taq-Sulaiman), el lugar donde se guardaba uno de los grandes fuegos de Persia y donde se alzaba además uno de los palacios del Rey de reyes.
No se detuvo y continuó tras Cosroes. Éste huía hacia el sur, pero, al llegar a Dastagerd, Shahin y su ejército llegaron hasta él. Así que Heraclio tenía ahora frente a él dos ejércitos persas ya que Sharbaraz regresaba a toda prisa y pronto le cortaría la retirada. En las montañas, sin provisiones, emparedado entre dos ejércitos persas y con el invierno acercándose, Heraclio se encontraba en una difícil situación. Retrocedió rápidamente hacia el norte.
Pronto dejó atrás a Sharbaraz y a Shahin, y alcanzó las riberas del río Curaxes. Allí llevó a cabo otro gesto magnánimo e inteligente: liberó a los 50.000 prisioneros persas que había hecho a lo largo de la campaña. De esta manera conseguía dos objetivos: librarse de muchas bocas inútiles a las que no podría alimentar durante el invierno y, mediante el agradecimiento de los prisioneros liberados, granjearse entre los persas una fama de bondad y generosidad que contraponer a la conocida crueldad y avaricia de Cosroes. Tras cruzar el río Curaxes, Heraclio acampó con su ejército en los prados de Kalankatut (situación desconocida) para pasar el invierno.
Campaña de Heraclio 624
Cosroes a finales del 623 o inicios del 624, envió al spahbad Shahraplakan reforzado con los gunds de savaran cosrogetae y perozitae (unidades de élite del ejército persa con 10.000 hombres cada una) con la misión de sorprender a Heraclio en sus campamentos de invierno y destruirlo. Cuando Heraclio tuvo conocimiento de este movimiento y supo también que los ejércitos de Shahin y Sharbaraz estaban al acecho. No le quedó más alternativa que adentrarse en las montañas del Cáucaso. Era una posición extremadamente difícil, pues Heraclio se encontraba a gran distancia de sus bases, rodeado de ejércitos sasánidas, y, marchando por un terreno que hoy en día es uno de los más difíciles del mundo.
Se aseguró que lo persiguieran Shahraplakan y sus hombres, de repente cambió de dirección, volvió a enfilar hacia Persia ocupando el llano. Shahraplakan se encontraba en la montaña y no podía bajar ya que el llano estaba ocupado por Heraclio que poseía un ejército mucho más fuerte; así que tuvo que continuar por la montaña agotando a sus hombres y a sus caballos. Por el contrario Heraclio marchaba saqueándolo todo a su paso, disfrutando de las cosechas y de los pastos primaverales, y reforzándose sus contingentes con las tribus cristianas del Cáucaso.
Sin embargo, el ejército de Shahin se acercaba ya para cortarle el paso y Heraclio, de nuevo en peligro, tuvo que dirigirse hacia el norte, subiendo al Cáucaso, marchó a través de montañas que superaban los 4.000 metros. Shahin y Shahraplakan le perseguían de cerca y le hostigaban de continuo. Esta marcha de Heraclio fue una gesta militar a la altura del paso de los Alpes por Aníbal o del Indu-Khus por Alejandro. A través del Cáucaso, llegó a las estribaciones del actual monte Ararat y rodeándolo, alcanzó de nuevo al valle del lago Seván. Había dejado muy atrás a los persas, cuyos ejércitos se encontraban dispersados por su marcha a través de las montañas. Pero cuando se disponía a alcanzar el río Araxes, se encontró que Shahraplakan estaba de nuevo siguiéndole y que bajaba por la ribera del río para cortarle el paso.
Situado una vez más entre dos ejércitos persas, Heraclio vio cómo lo abandonaban sus aliados caucásicos. No pudo impedir que Sharbaraz y Shahraplakan unieran sus fuerzas. Recurrió a una estratagema, cruzó el río y se dirigió de nuevo a Persia. Más tarde recibió la noticia de que el ejército de Shahin marchaba contra él subiendo el río. Ahora tenía dos ejércitos persas tras de él y uno delante, y todo parecía perdido.
Heraclio detuvo su avance, y se dirigió contra los dos ejércitos persas que los perseguían. Heraclio eligió un amplio prado, con los flancos protegidos por el río Araxes, a su derecha, y una colina muy boscosa, a su izquierda. Escondió parte de su caballería en los bosques de la colina y esperó la llegada de los generales persas. Cuando Shahraplakan y Sharbaraz se encontraron con Heraclio al frente de un ejército formado y esperándoles, se llevaron una gran sorpresa, pero como le superaban ampliamente en número, formaron sus dos ejércitos y se lanzaron contra el enemigo. En el momento más duro de la batalla, la caballería de Heraclio que permanecía escondida en la colina, bajó al llano y cargó contra el flanco derecho y la retaguardia persas. Los persas sufrieron una tremenda derrota: el ejército de Shahraplakan fue prácticamente destruido y él mismo sufrió heridas, y el de Sharbaraz quedó desecho y dispersado.
A pesar de la victoria, no podía darse ni un respiro, pues el tercer ejército de Shahin venía contra él. Sin dar descanso a sus hombres, avanzó resueltamente contra el nuevo peligro y sin solución de continuidad atacó desde la marcha, arrollando a Shahin y a sus tropas. Era un gran triunfo ya que, en apenas unos días, Heraclio había vencido a tres ejércitos persas, pero sus hombres estaban agotados. Poco tiempo después, Sahrbaraz y Shahin lograron reunir los restos de sus ejércitos y conducirlos de nuevo contra Heraclio. La situación del Emperador era de nuevo muy difícil, pues sus hombres se hallaban al límite de sus fuerzas y, con el invierno acercándose, era fácil prever que esta vez serían derrotados.
Heraclio volvió a tomar una sorprendente decisión: con el invierno encima, abandonó el llano y se internó de nuevo en el Cáucaso. Sharbaraz y Shahin lo persiguieron de cerca, en pleno invierno Heraclio cruzó el curso alto del río Curaxes y se internó en las regiones situadas actualmente en el punto donde convergen las fronteras de Azerbaiyán, Georgia y Daguestán. Sharbaraz y Shahin dieron por concluida la persecución convencidos de que Heraclio y sus hombres perecerían en las montañas. Mientras que Sharbaraz y Shahin se separaron y dispersaron a sus hombres por los cuarteles de invierno que había en Armenia.
Campaña de Heraclio año 625
Cuando Heraclio se enteró de que Sharbaraz y Shahin se habían separado y se disponían a invernar, regresó hacia el sur. Atravesando de nuevo el río Curaxes y llegando hasta el Araxes (actual Aras), bajó por el valle del Araxeonis hasta el lago Van, el lugar escogido por Sharbaraz para invernar. Allí, en enero de 625 y en mitad de la noche, Heraclio cayó sobre Sharbaraz y su ejército. Los persas estaban desprevenidos, miles de guerreros persas fueron sorprendidos y murieron, mientras que Sharbaraz, dejando atrás su armadura dorada, su familia y su tesoro de guerra, logró escapar a caballo, semidesnudo y sin armas. Finalmente Heraclio se dispuso a invernar allí mismo junto a la orilla oriental del lago Van, al frente de un ejército agotado pero con la moral muy alta.
En febrero de 625, el ejército del emperador Heraclio se hallaba acampado en algún punto del noreste de la alta meseta del lago Van. Había envió una embajada al khan jázaro a cargo del patricio Andrés, y esperaba que los refuerzos jázaros llegaran cuando se abriesen los pasos de montaña en primavera.
Pero Heraclio, de súbito y sin aguardar a las noticias de Andrés y los jázaros, levantó el campamento el 1 de marzo, cuando ni el invierno había cesado, ni los pasos montañosos estaban libres de nieve para la marcha de un ejército y se dirigió a Martirópolis y Amida, siendo acosado por Sharbaraz. En la región de Amida pudo Heraclio enviar cartas tranquilizadoras a su capital; pero como su enemigo no le daba descanso, el Emperador se vio forzado a marchar a toda prisa hacia el Éufrates y a cruzarlo a fines de marzo, engañando a Sharbaraz. Tras pasar por Samosata y siempre seguido de cerca por el persa, Heraclio subió a Germanicea y de allí, por el anti Tauro, desembocó en la llanura de Cilicia. Acampó en ella, evitando las ciudades de Adana y Tarso. En aquellos prados, el extenuado ejército bizantino dispuso de un breve descanso. A los pocos días Sharbaraz les atacó, la batalla fue dura combate, pues persas y bizantinos, se apresuraron a abandonar la región. Por las puertas Cilicias y girando hacia al norte, Heraclio alcanzó finalmente Cesarea, tras su «larga marcha», y desde allí, Sebastea y Trebisonda (mar Negro) a mediados de mayo.
Campaña de Heraclio 626
Durante el resto del año 625, Cosroes no reliazó ninguna operación, se limitó a reclutar nuevas fuerzas para atacar Bizancio, y estableció contactos con el khan de los ávaros para realizar un ataque conjunto contra Constantinopla. Cosroes preparó dos ejércitos contra el Imperio, uno contra la capital y otro para inmovilizar y, si era posible, derrotar al ejército de Heraclio situado en el Ponto.
En la primavera de 626, desde Trebisonda Heraclio conoció con inquietud los informes que hablaban de una posible alianza entre ávaros y persas. Reaccionó inmediatamente enviando una embajada al mando del patricio Atanasio a la corte del khagan ávaro. La embajada del patricio Andrés ante los jázaros había tenido un éxito parcial ya que éstos se comprometieron solo a atacar las provincias septentrionales de Persia.
Tras reparar sus fuerzas en las bases del Ponto, el plan de Heraclio era marchar hacia el este en primavera para unirse al ataque contra Cosroes.
A mediados de abril, Heraclio debía de saber ya que Sharbaraz marchaba por Cilicia y que su ejército era el más pequeño de los dos que le atacaban. Sharbaraz, marchando tan al sur, estaba fuera de su alcance; pese a todo, a Heraclio debió de tranquilizarle la noticia de que el ejército persa destinado al sitio de su capital no era muy grande.
El ejército de Shahin, el otro general persa, era el más potente y como marchaba hacia Melitene podía acceder a Anatolia por dos caminos. Sabiendo todo esto, Heraclio dividió su ejército en tres partes: una parte unos 12.000 hombres fue enviada por mar, a Constantinopla para reforzar la defensa y tranquilizar a los ciudadanos, mientras que el resto marcharía unido, en un primer momento, hasta Sebastea. Desde esa ventajosa posición, se podía interceptar al ejército persa, tanto si marchaba por el camino del Ponto, como si lo hacía por el de Capadocia.
Teodoro, con el grueso de las fuerzas, se dirigiría a interceptar a los persas, mientras que Heraclio quedaría a retaguardia con una pequeña reserva de 5.000 efectivos, lo que permitiría tanto auxiliar a su hermano en caso de derrota, como interceptar al ejército enemigo en caso de que éste cambiara bruscamente de dirección.
En los primeros días de junio de 626, un ejército persa de Sharbaraz con unos 30.000 efectivos, llegó ante los muros de Calcedonia, hecho que no tenía nada de extraordinario, pues se había repetido en otras ocasiones anteriores. No obstante, el general persa tenía órdenes muy concretas en esta ocasión: el saqueo y la devastación sistemática de las ricas tierras de la Bitinia occidental. Aldeas, arrabales, pequeñas ciudades, villas, monasterios e iglesias fueron incendiados y el tráfico por tierra con Asia quedó interrumpido. La gran ciudad de Constantinopla contemplaba inquieta los incendios desde la orilla europea del Bósforo. Las fuerzas de cobertura bizantinas se retiraron, a la seguridad de las murallas. Los persas esperaron la llegada de los ávaros, que llegaron después, ya que habían reclutado un inmenso ejército de unos 80.000 efectivos, que incluían eslavos, búlgaros, gépidos y ávaros. Encendieron fuegos en su sector para que los persas y los habitantes de Constantinopla no tuvieran ninguna duda de sus intenciones. Los persas hicieron también señales de humo, comenzando el asedio de la ciudad.
Mientras en un punto intermedio entre Colonea y Satala, en los primeros días de julio, el ejército bizantino de aplastó al persa de Shahin. La victoria de Heraclio inclinaba la balanza a su favor, y ponía a su contrario en un grave aprieto. Ordenó a Teodoro que, con parte de su ejército, embarcara a toda prisa en Trebisonda hacia Constantinopla, mientras que él con el ejército avanzó hacia el río Fasis. Llegó allí sin dificultades y a fines de agosto instaló su campamento en algún lugar del valle del río, en una excelente posición desde la que enviar al patricio Andrés al encuentro del ejército jázaro que marchaba desde la Albania Caucásica hacia las puertas Caspias para regresar a las estepas del Terek.
Andrés los encontró a tiempo: llevaba consigo las noticias de la victoria de los ejércitos de Heraclio sobre los persas y el envío de un ejército de refresco a la capital imperial. Andrés portaba, además, la última oferta de Heraclio: para sellar la alianza el Emperador ofrecía a su propia hija, la augusta Epifania como esposa para el khagan jázaro. El khagan se convertiría así en miembro de la familia imperial con todas las ventajas y prestigio que ello acarreaba, y Heraclio aportaría como dote de su hija (amén de cuantiosos regalos en joyas, vestidos y dinero) Albania, Iberia y parte de Armenia, y, de llegarse a una paz concertada con Persia, dejaría libres a los jázaros si desearan continuar sus ataques a la derrotada potencia y favorecería bajo cuerda sus movimientos.
Los jázaros se abrieron paso por las Puertas Caspias e invadieron Persia, entrando a tierra de Adraiga bajo el mando del general Ziebel con 40.000 efectivos, que era segundo en el mando tras su khagan.
Constantinopla pudo resistir el asedio gracias a la flota, que evitó que los persas pudieran trasladarse a la orilla europea, y a los refuerzos enviados. Los ávaros tuvieron que interrumpir el asedio, y el ejército persa, bajo el mando de Shahrbaraz, se retiró a comienzos de 627 de Calcedonia a Siria.
Campaña de Heraclio 627
En la primavera de 627, Heraclio, al frente de un gran ejército de campaña de 40.000 hombres, junto con otro 40.000 jázaros se acercó a Tiflis, la capital del reino de la Iberia Caucásica y centro de la resistencia persa en aquellas regiones. Una vez llegado a la ciudad, el Emperador comenzó en cerco de la misma.
Cosroes nada más enterarse, envió a Shahraplakan, que se había ya recuperado de sus antiguas heridas, al mando de una fuerza de 1.000 savaran sacados de entre las filas de la guardia de palacio y los pushtighban (10.000), logrando entrar en Tiflis justo antes de que se terminase el cerco, reforzando la guarnición de la ciudad, y la determinación de resistir.
Tiflis estaba situada junto al río Curaxes, poseía unas fuertes murallas y estaba bien guarnecida y abastecida de alimentos.
En pocos días, los ingenieros bizantinos construyeron gran número de balistas, catapultas y demás máquinas de asedio, y a continuación comenzó un sistemático bombardeo de las defensas de la ciudad. Pero las murallas aguantaban bien el castigo y los habitantes de la ciudad, dispuestos a resistir y confiados en la invulnerabilidad de sus defensas, reparaban por la noche lo que las máquinas de guerra dañaban o destruían por el día. Heraclio ordenó entonces a sus ingenieros que construyeran en el río Curaxes un gran dique y desviaran su corriente contra los muros de Tiflis. Las murallas, embestidas por la fuerte corriente del desviado río, sufrieron grandes daños, pero una vez más, los hombres de Tiflis lograron reparar las defensas de su ciudad y rechazar los ataques de bizantinos y jázaros.
Heraclio y los jázaros empezaban a impacientarse, pues el verano se estaba acabando sin conseguir ningún resultado, no podían levantar el asedio ya que, si se retiraban su prestigio quedaría muy dañado.
Cosroes II ordenó a Sharbaraz, que había invernado no lejos de Calcedonia, que marchara al este y se enfrentara con Heraclio. Pero éste no cumplió la orden, sino que, dejando atrás Anatolia, acampó en Siria y permaneció allí, inmóvil, hasta el final de la guerra.
A mediados de septiembre del 627, Heraclio decidió abandonar el asedio de Tiflis, ya que se acercaba el invierno y se le estaban acabando los suministros, y decidió invadir la Armenia persa, esta vez con 40.000 bizantinos y 40.000 jázaros, y unos 10.000 armenios y caucasianos, en total unos 90.000 hombres. Las fuerzas persas no pudieron oponer resistencia y así, tras tomar Shirak y barrer el valle del Araxes, Heraclio cruzó este río en Vardanakert (Armenia). Luego dio un descanso a su ejército en aquellas fértiles regiones y envió exploradores por delante suya para que le trajesen noticias de los persas.
Cosroes no podía contar Sharbaraz con que estaba en Siria y no le obedecía, Shahraplakan y su ejército habían quedado libres al levantar el asedio a Tiflis; pero las fuerzas con las que contaba eran insuficientes para frenar el avance de Heraclio. Así que Cosroes movilizó la totalidad de sus reservas y las puso al mando del spahbad Razates (Rhahzadh) que era armenio, sus efectivos serían de 70.000 a 80.000 hombres.
Razates y su ejército se presentaron tan súbitamente ante el ejército bizantino-jázaro, que Heraclio estuvo a punto de ser sorprendido y derrotado. Con gran dificultad logró reunir sus tropas y desorientó a los persas al marchar por el valle del Araxes en dirección al lago Urmia y los montes Zagros, en vez de hacerlo hacia el Araxeonis y Asia Menor que era lo que Razates esperaba que hiciera. Ante el peligro de que Heraclio volviera a invadir, como ya lo hiciera en 623, la Media Atropatena, Razates marchó tras él.
Durante esta marcha por el valle del Araxes, Heraclio tomó Naxcawan, se adentró en las tierras situadas junto al lago Urmia y, tras cruzar los montes Zagros, se internó en Media Atropatene.
Batalla de Nínive 627
Heraclio, con los persas tras de él, practicó la táctica de tierra quemada, quemando ciudades y pueblos, llevándose todo el forraje y los alimentos, y destruyendo lo que no podía llevarse. De esta manera, Razates en su persecución, se encontraba en dificultades para alimentar a sus soldados y a sus caballos.
Razates pensó que como en 623, Heraclio se disponía a saquear la ciudad de Gazaca (Ganzak), se apresuró para reforzarla, pero Heraclio torció hacia el sur, hacia la cabecera del río Gran Zab (afluente del Tigris), y acampó en los llamados campos de Khamanta, en donde dio un merecido descanso a sus tropas, a finales de noviembre.
El 1 de diciembre, Heraclio cruzó el río Gran Zab y acampó. Razates, informado de este nuevo movimiento de Heraclio, abandonó Gazaca y lo siguió, cruzando también el Gran Zab unos 5 km al sur de donde lo había hecho el emperador.
Heraclio, mientras tanto, deseoso de saber qué pasaba con Razates, envió a uno de sus generales, el armenio y magister militum per Orientem Vahanes, quien a la cabeza de un destacamento de exploradores de caballería, sorprendió a un drafsh (1.000 efectivos) persa y lo desbarató, matando a su drafsh-salar o jefe, capturando a 27 de ellos. Uno de esos prisioneros persas resultó ser un guardia personal de Razates y por él se informó de que éste se había adelantado a ellos y estaba cerca de Nínive, esperando la llegada de refuerzos, en concreto de 3.000 savaran de la Guardia Real.
Era importante entrar en combate antes de la llegada de los refuerzos, así que Heraclio levantó su campo y, poniendo a recaudo su tren de bagajes, avanzó en busca de un lugar adecuado para entablar la batalla.
Razates, bien informado por sus exploradores, supo de inmediato que Heraclio se había puesto en marcha y se dispuso a seguirlo. Recorrieron unos 25 km, cuando en la mañana del sábado 12 de diciembre de 627, Heraclio encontró el campo de batalla que deseaba: Karamlays cerca de Nínive, una extensa llanura en la que podía de manifiesto su superioridad numérica sobre los persas.
Razates y sus fuerzas se llevaron una gran sorpresa cuando, vieron entre la niebla a los bizantinos formados para la batalla, no tuvo más remedio que aceptarla y apresuradamente formó a sus fuerzas en tres divisiones apoyadas en las últimas estribaciones de un monte rodeado de colinas que se alzaba al oriente de la llanura. La posición de Razates estaba bien escogida, pues la cercanía de las colinas le permitía contar con un refugio en caso de derrota y le aseguraba el acceso al agua.
Heraclio dio la orden de cargar, era esto lo que aconsejaba el Strategikon, buscar el cuerpo a cuerpo con los persas antes de que éstos pudieran hacer efectiva la superioridad de sus arqueros.
Fue una dura batalla en la que Heraclio recibió una herida de lanza en los labios y su caballo fue herido en la grupa y en la cabeza. Según las fuentes, Heraclio dio muerte a tres persas con sus propias manos, uno de los cuales era Razates. Rota la línea de caballería persa tras la caída de Razates, Heraclio condujo a sus jinetes contra la infantería persa que, aguantando bien, ofreció una dura resistencia. En una crónica bizantina (Nicéforo de Constantinopla) se le atribuye haber acabado con el comandante en jefe sasánida: Razates (Rhahzadh); mientras que en otra (Teófanes el Confesor) se le atribuye haber abatido personalmente a tres sasánidas, al menos uno de ellos era un alto mando, pero no se dice que fuera el propio Razates, que era armenio.
Rota la línea de caballería sasánida provocada por la caída de Razates, Heraclio condujo a sus jinetes contra la infantería persa que, aguantando bien y ofreció una dura resistencia.
La batalla duró once horas y sólo la cercanía de la noche le puso término. Los persas se replegaron el Cala Karamlays y apoyados en las colinas, no abandonaron el campo de batalla. Las bajas fueron muy numerosas en ambos bandos, (se estiman 20.000 bizantinos y 23.000 persas).
A la mañana siguiente, la del 13 de diciembre, Heraclio contempló el campo de batalla, recogiendo 28 drafsh o estandartes persas, mientras estos le observaban encaramados en las colinas.
El Emperador reunió a su ejército marchó contra el propio Cosroes II, quien, según los informes de los espías, estaba en su palacio de Dastagerd.
Heraclio marchó de nuevo Gran Zab arriba, buscando un paso para volver a cruzarlo. El 21 de diciembre los persas recibieron los refuerzos de los 3.000 savaran, y se dispusieron a seguir a Heraclio. Heraclio cruzó el Gran Zab y enfiló hacia el Pequeño Zab, había enviado por delante a un tal Jorge con 1.000 jinetes para tomar los puentes antes de que los persas pudieran cortarlos. Jorge (quien años más tarde pelearía en Yarmuk como magister militum per Armeniam) realizó la hazaña de recorrer en una sola noche 72 kilómetros, adueñándose de los puentes. El 23 de diciembre el Emperador con el resto del ejército y se cruzó el Pequeño Zab, acampando para celebrar la Navidad, y dar descanso a sus hombres y a sus caballos.
Heraclio continuó el avance hacia el este y, subiendo las primeras estribaciones de los montes Zagros, se apoderó de la residencia favorita del Gran Rey, en Dezerida (Dastagerd), el Emperador ordenó quemarla tras saquearla. El monarca persa que la había ocupado poco antes, había huido aterrado hacia Ctesifonte.
Mientras los persas que le perseguían, lo adelantaron y se movieron hasta el río Tornac, acampando tras su puente, con el fin de cortar el paso a Heraclio.
Heraclio avanzó hacia el río Tornac y en el camino tomó y saqueó el palacio que los cronistas llaman Rhousa o Rusa. Luego se acercó al puente sobre el Tornac dispuesto a tomarlo al asalto; pero no hizo falta, pues los persas levantaron el campo y huyeron. Sin oposición, cruzó el río y avanzó hasta el palacio de Beklal en donde acampó para dar descanso a sus tropas. El palacio era uno de sus paraísos de caza, según Teófanes había un cercado con 300 antílopes y 100 onagros cebados que Heraclio dio a su ejército, al tiempo que los soldados se hicieron además con numerosos rebaños de ovejas, cerdos y ganado vacuno.
Estando allí, unos armenios desertores del campo de Cosroes, le informaron de que el poderoso rey persa acampaba con sus elefantes de guerra y su ejército en un lugar próximo que se llamaba Barasroth. Le informó también de que el lugar era prácticamente inaccesible, pues lo cruzaba un río rápido sobre el que se alzaba un pequeño puente y la localidad en donde el rey persa se hallaba, era de calles empinadas y estrechas, y rodeada de barrancos y torrentes.
Heraclio se dirigió a Dastagerd (cerca de la actual Bagdad), en donde recuperó 300 estandartes bizantinos y se hizo con un inmenso botín además de liberar a miles de prisioneros y esclavos bizantinos procedentes de Edesa, Alejandría y otras ciudades del Imperio bizantino, tras lo cual saqueo y destruyó la ciudad. Desde allí solicitó la paz a Cosroes que se había refugiado en Ctesifonte. El rey persa rechazó la oferta en contra de la opinión de los nobles persas, que empezaron a apartarse del Rey de reyes y a tramar su caída.
Tras la negativa, el 7 de enero bajó de Dastagerd y el 10 llegó al río Narbas, situado a 18 km de la capital persa y donde estaba el ejército de Cosroes. Renunció intencionadamente a sitiar la capital persa, ya que temía que se cortaran sus vías de aprovisionamiento.
Heraclio decidió retirarse al norte, devastando todo a su paso y saqueando campos, pueblos y ciudades, en marzo acampó en un lugar llamado Barzan. Los hombres de Heraclio llevaban un año peleando sin descanso y fue probablemente aquí, en Barzan donde los jázaros dieron por terminada su campaña y emprendieron el camino de regreso a sus hogares.