Edad Media Guerras italianas medievales Italia Medieval

Ciudades-estado italianas

Italia entre el siglo XI y el XIII era muy diferente del resto de la Europa feudal al norte de los Alpes. La geografía influenció de manera determinantemente en la historia de la región. Dentro de la península Itálica hay una gran diversidad geográfica. Italia está compartimentada en numerosas pequeñas regiones por las montañas, particularmente la cadena de los Apeninos, que en siglos pasados harían muy dificultosa la comunicación entre ciudades.

La llanura padana (que toma su nombre del río Po o Padus), está protegida por los Alpes, y esto hacía que un ataque sorpresivo de un ejército extranjero a través de los montes fuera muy difícil; los príncipes alemanes del Sacro Imperio Romano Germánico no podían ejercer el control sostenido y efectivo sobre sus estados vasallos italianos. Así, Italia estaba substancialmente libre de interferencia política germana, gestándose una dependencia solo nominal frente a una gran autonomía en la práctica, al extremo de que en el siglo XII las ciudades italianas ya eran capaces de derrotar a los ejércitos del Sacro Imperio en el campo de batalla. No surgieron fuertes monarquías como en el resto de Europa, en vez de ello emergerían las ciudades-estado independientes.

Se ha estimado que la renta per cápita del norte de Italia casi se triplicó del siglo XI al XV. Esta era una sociedad expansiva demográficamente con una alta movilidad, incentivada por la rápida expansión del comercio y el hecho que el clima mediterráneo y la fertilidad de la tierra favorecían la agricultura; mientras que otras zonas de Europa (Alemania, Francia o Inglaterra) tenían su territorio dominado por densos bosques que dificultaban la agricultura extensiva, y un riguroso invierno que no aseguraba grandes cosechas. En el siglo XIII el norte y centro de Italia se habían convertido en la sociedad más alfabetizada de Europa. El cincuenta por ciento de la población masculina podía leer en su lengua vernácula (un porcentaje sin precedente desde el declive del Imperio romano), al igual que una pequeña pero significativa proporción de mujeres.

Su forma de gobierno inicial fue la comuna, constituyendo cada una, una pequeña república, donde irá siendo controlada progresivamente por una oligarquía de grandes mercaderes y financieros, el terreno que controlaban en su esfera de influencia se denominaba contado.

En el siglo XI y XII las ciudades eran controladas por las familias ricas; cuyo dirigente tenía distintos nombres (dogo, dux, duce, canfoloniero, signore, etc.), que estaba asistido por un consejo cuyo número variaba según la ciudad, los asuntos militares estaban bajo el control de un podesta auxiliado por varios capitanes, uno por cada distrito.

Sin embargo, era una situación de gobierno era muy inestable, por lo que el control de muchas ciudades-estado de Italia septentrional pasó de gobiernos comunales oligárquicos a señoríos dinásticos, a veces surgida de los condotieri, comandantes de compañías de mercenarios que luchaban para un estado.

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Fragmentación del norte de Italia a finales siglo XIII y principales batallas

Los señores fueron tomando posiciones gradualmente y utilizaban su riqueza y habilidad política para acceder al poder, y una vez en él, legitimarlo y establecer un derecho hereditario de gobierno, cultivando el prestigio a través de alianzas matrimoniales, patronazgo artístico o títulos del Emperador o del Papa, comprados previo pago.

La guerra entre güelfos y gibelinos y la guerra entre las ciudades-estado por controlar los territorios de otras fue una constante, hizo que se fortificaran las ciudades, así como se construyeron castillos en los puntos más importantes de su esfera de influencia.

Al final del siglo XIII Verona disponía de 40.000 habitantes, Florencia 95.000, Lucca y Siena unos 30.000, e Italia tenía una población de 12 millones, comparados con los 4 de Inglaterra.

Las ciudades-estado italianas administraban y ejercían su propio comercio, recaudaban sus propios impuestos, y promulgaban sus propias leyes. Algunas ciudades-estado, tales como Florencia, eran repúblicas que estaban gobernadas por consejos elegidos por el pueblo.

En teoría, el poder en las repúblicas pertenecía al pueblo. Pero en realidad, muchas veces quedaba en manos de mercaderes ricos. Durante la Edad Media, los gremios de los artesanos y comerciantes se hicieron muy poderosos. Durante el Renacimiento, grupos de miembros de los gremios, llamados juntas, gobernaban a menudo las ciudades-estado italianas. Se suponía que estas juntas debían cambiar sus miembros con frecuencia. Sin embargo, las familias ricas a menudo se apoderaban del control durante largos períodos de tiempo. Como resultado, algunas de las ciudades-estado estaban gobernadas por una sola familia rica, como la familia Médici en Florencia. Las ciudades-estado italianas se hicieron extraordinariamente ricas como consecuencia del comercio.

Gente de toda Europa llegaba al norte de Italia para comprar, vender y hacer negocios bancarios. Algunas ciudades-estado italianas desarrollaron ciertas especialidades. Florencia se convirtió en un centro de producción textil y de negocios bancarios. Milán producía artículos de metal y armaduras.

La riqueza de las ciudades-estado contribuyó a un gran desarrollo de las artes y la educación. Familias acaudaladas pagaban la creación de estatuas, pinturas, hermosos edificios y elegantes avenidas. Construían nuevos centros de educación, tales como universidades y hospitales. Desde las ciudades-estado de Italia las ideas del Renacimiento se extendieron por el resto de Europa.

En la actualidad la herencia de las ciudades estado se puede ver en el Vaticano y en la república de San Marino.

Repúblicas navales italianas

La inseguridad de las rutas de comunicación internas terrestres, hizo que las principales rutas comerciales se desarrollaran a lo largo de las costas del Mediterráneo. En ese contexto, la creciente independencia que iban asumiendo algunas ciudades con puerto les llevó a asumir un papel de primer orden en el escenario europeo.

Estas ciudades, expuestas a las incursiones de los piratas, en especial sarracenos. Se organizaron de modo autónomo para su defensa, dotándose de poderosas flotas de guerra, y pudieron pasar en los siglos X y XI a la ofensiva, aprovechándose de la rivalidad entre el poder marítimo bizantino e islámico; con los que compitieron en el control del comercio con Asia y África y de las rutas mediterráneas.

Convertidas en emporios comerciales, muchas ciudades italianas experimentaron un desarrollo económico que les llevó a crear flotas mercantes y barrios comerciales en Oriente (Palestina, Bizancio, Egipto…). Algunas, particularmente Génova y Venecia, extendieron su dominio a islas y puertos a lo largo del mar Mediterráneo y el mar Negro, forjando auténticos imperios de ultramar. Políticamente, supuso el ascenso social de los comerciantes, que formaron una oligarquía gobernante en muchas de las ciudades del centro y norte de Italia. Es la etapa de las repubbliche marinare, las repúblicas marítimas.

En el plano institucional, las ciudades formaron gobiernos autónomos republicanos, que expresaban el matiz comercial que constituía la esencia de su poder. La historia de las repúblicas marítimas se inscribe, de hecho, tanto con el principio de la expansión europea hacia Oriente, como con los orígenes del moderno capitalismo, entendido como un sistema mercantil y financiero. Los comerciantes de las repúblicas marítimas italianas utilizaron moneda acuñada en oro, que se hallaba fuera de uso desde siglos antes en el Mediterráneo occidental, pusieron a punto nuevas operaciones de cambio y de contabilidad. Se vieron además incentivados los progresos tecnológicos en navegación, apoyo fundamental para el crecimiento de la riqueza mercantil.

Las cruzadas les dieron la ocasión de expandirse. Venecia, Amalfi, Ancona y Ragusa estaban ya implicadas en el comercio con el Levante, pero con las cruzadas el fenómeno se acrecienta: miles de miembros de estas repúblicas marítimas miran hacia Oriente, creando bases, escalas y establecimientos comerciales. Estos centros mercantiles tuvieron además una gran influencia política a nivel local: los comerciantes de estas ciudades constituyeron en sus centros de negocios, asociaciones de carácter corporativo, con el objetivo de obtener de los gobiernos extranjeros privilegios jurisdiccionales, fiscales y aduaneros, en un preciso marco político del que nacieron varios señoríos personales.

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Repúblicas marineras italianas Edad Media

Amalfi

Amalfi, quizás fue la primera república marítima que alcanzó un lugar destacado, había desarrollado un intenso comercio con Bizancio y Egipto. Los comerciantes amalfitanos acabaron con el monopolio árabe en el comercio mediterráneo y fundaron en el siglo X bases mercantiles en el sur de Italia y en Oriente Medio.

Uno de los testimonios más importantes de la importancia alcanzada por la República de Amalfi, está en las Tablas Amalfitanas, un código que recogía las normas de derecho marítimo, y que tuvo validez durante toda la Edad Media.

Amalfi en 1137 fue saqueada por los pisanos, en un momento en que se había debilitado debido a catástrofes naturales (graves inundaciones) y por la anexión al reino normando. Tras ser conquistada por los normandos, inició una rápida decadencia y fue sustituida en su papel de potencia mercantil por el ducado de Nápoles.

Venecia

El poder de Venecia nació del desarrollo de las relaciones comerciales con el Imperio bizantino, del que al principio formó parte, al menos teóricamente, aunque en el ámbito de una amplia independencia. Venecia permaneció a continuación aliada a los bizantinos en su lucha contra árabes y normandos. Alrededor del año 1000 expulsó a los piratas croatas que ocupaban algunas costas de Istria y Dalmacia y pasó a dominar esta región. A principios del siglo XIII alcanzó el cenit de su poder, dominando los intercambios comerciales en el Mediterráneo y con Oriente. Durante la Cuarta Cruzada (1202-04) se apoderó de las islas y de las localidades marítimas comercialmente más importantes del Imperio bizantino. La conquista de los importantes puertos de Corfú (1207) y Creta (1209) le garantizó un comercio que se extendía al Levante, y llegaba a Siria y Egipto, puntos terminales de las rutas comerciales. A finales del siglo XIV, Venecia se había convertido en uno de los estados más ricos de Europa, tenía unos 200.000 habitantes, que eran muchos para aquella época, y disponía de una flota de 3.000 barcos que podían convertirse fácilmente en barcos de guerra.

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Batalla de Curzola (1298) entre las repúblicas de Venecia y Génova, siendo esta última la vencedora

Pisa

En 1016 Pisa y Génova, aliadas, derrotaron a los sarracenos en Salerno, Reggio y Palerno, además controlaron el mar Tirreno y conquistaron Córcega y Cerdeña. En 1116, en una expedición conjunta con el conde de Barcelona, asaltaron Mallorca e Ibiza en poder de los sarracenos.

Pisa, que por aquella época tenía unos 30.000 habitantes, estaba enfrente del mar, en la desembocadura del Arno, alcanzó su máximo esplendor entre los siglos XII y XIII, cuando sus barcos controlaban el Mediterráneo Occidental. La rivalidad entre Pisa y Génova se agudizó en el siglo XIII y estalló en la batalla de Meloria (1284), que marcó el declive del poderío pisano, con la renuncia de Pisa a toda pretensión sobre Córcega y la cesión a Génova de parte de Cerdeña (1299).

Finalmente en 1402 fue vendida a la República de Florencia por los Visconti e integrada en la república florentina en el 1406.

Génova

Génova había surgido en los albores del siglo X, cuando tras la destrucción de la ciudad por los sarracenos, sus habitantes retomaron el camino del mar.

La alianza con Pisa permitió la liberación del sector occidental del Mediterráneo de los piratas sarracenos, con la reconquista de Córcega, Cerdeña, y Provenza.

La constitución de la Compagna Communis, reunión de todos los consorcios comerciales de la ciudad (llamados compagne), a la que también se adhirieron los nobles feudatarios de los valles limítrofes y de las costas, marcó definitivamente el nacimiento de la República de Génova.

Las riquezas de la ciudad crecieron notablemente gracias a su participación en la Primera Cruzada: su participación permitió la adquisición de grandes privilegios para las comunidades genovesas trasladadas a muchas localidades de Tierra Santa. El punto álgido de la fortuna genovesa se produjo en el siglo XIII con la firma del tratado de Ninfeo en 1261 con el emperador bizantino Miguel VIII Paleólogo, que expulsaba de hecho a los venecianos de los estrechos que conducen al mar Negro. Poco después derrotaron definitivamente a Pisa en la batalla de Meloria, en 1284.

En 1298, los genoveses derrotaron además a la flota veneciana cerca de la isla dálmata de Curzola. El dominio de los mares estuvo en manos de Génova durante unos 70 años, hasta la segunda gran guerra con Venecia, culminada con la guerra de Chioggia, en 1372: durante esta guerra de finales del siglo XII cayó prisionero el veneciano Marco Polo, quien durante su prisión en el palacio San Giorgio dictó a Rustichello da Pisa, su compañero de celda, el relato de sus viajes.

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Mercante genovés atacado por piratas en 1390. Autora Christa Hook

Tras el paréntesis del siglo XV, marcado por las epidemias de peste y por la dominación extranjera; la ciudad vivió su apogeo a partir de la liberación a manos de Andrea Doria en 1528 y durante todo el siglo siguiente, en el que la vieja aristocracia mantuvo una gran vitalidad sobre todo en el ámbito económico. La República, objetivo de las mayores potencias limítrofes como Francia y el ducado de Saboya, fue arrastrada por la oleada napoleónica en 1805 y unida al reino de Cerdeña en 1815, que ahogó definitivamente la economía y provocó la emigración de gran parte de la población rural hacia América.

Ragusa

En la primera mitad del siglo VII Ragusa comenzó a desarrollar una activa actividad comercial en el Mediterráneo Oriental. Desde el siglo XI surgió como una ciudad marítima y mercantil, especialmente en el Adriático, el primer contrato comercial conocido se remonta al año 1148 y se firmó con la ciudad de Molfetta, pero otras ciudades aparecieron en las décadas siguientes, incluyendo Pisa, Termoli y Nápoles. Después de la caída de Constantinopla durante la Cuarta Cruzada en 1204, Ragusa quedó bajo el dominio de la República de Venecia, de quien heredó la mayor parte de sus instituciones. La soberanía de Venecia se prolongó durante un siglo y medio, la determinación de la estructura institucional de la futura república, con la aparición del Senado (1252) y la aprobación del Estatuto de Ragusa (9 de mayo de 1272).

En 1358, después de una guerra con el Reino de Hungría, Venecia se vio obligado a renunciar, con el tratado de Zara, y una gran parte de sus posesiones en Dalmacia. Ragusa voluntariamente quedó como un vasallo del Reino de Hungría, de la que obtuvo el derecho al autogobierno a cambio de la restricción de la ayuda con su la flota y el pago de un tributo anual. Ragusa fue fortificada y equipado con dos puertos. La Communitas Ragusina comenzó a ser llamada Respublica Ragusina en 1403. Basando su prosperidad en el comercio marítimo, Ragusa se convirtió en la gran potencia de Sur del Adriático y llegó a rivalizar con la república de Venecia. Por siglos Ragusa fue un aliado de la otra república marítima del Adriático, rival de Venecia: Ancona. Esta alianza permitió a los dos pueblos en conjunto, en lados opuestos del Adriático resistir los intentos de los venecianos a hacer el Adriático una «Bahía Veneciana», también para controlar directa o indirectamente a todos los puertos del Adriático. Ancona y Ragusa desarrollaron una ruta comercial alternativa a la de Venecia (Venecia-Alemania-Austria): este recorrido se inició desde el este, pasa a través de Ragusa y Ancona, a continuación, Florencia y, finalmente, la de Flandes. Ragusa fue la puerta de los Balcanes y el Este, un lugar donde se comerciaban metales, sal, especias y cinabrio. Ragusa llegó a su apogeo durante los siglos XV y XVI, gracias a exenciones fiscales para los bienes asequibles.

Ancona

Incluida en las tierras del Papa en 774, Ancona entró en el Sacro Imperio Romano alrededor del año 1000, pero poco a poco llegó a ser totalmente independiente, con la llegada de las comunas en el siglo XI. Aunque en lugar cerrado, por la supremacía de Venecia en el mar Adriático, la república marítima de Ancona fue notable por su desarrollo económico y el comercio preferencial, especialmente con el Imperio bizantino, con quien tuvo un vínculo especial. Estaba en excelentes relaciones con el reino de Hungría, fue una aliada de la hermana república de Ragusa. Fue a través de estas alianzas valiosas que siempre se las arregló para defenderse de Venecia, que quería tener en su poder todo el mar Adriático. A pesar de la relación con Bizancio, mantiene buenas relaciones con los turcos.

Una ruta comercial pasaba a través de Ancona, alternativa a la de Venecia: desde el Oriente Medio, a través de Ragusa, Ancona, Florencia, Flandes, terminaba en Inglaterra, y, por lo tanto, la ciudad fue la puerta de entrada hacia el Este del centro de Italia. Los fondachi (bases comercial) de la república de Ancona fueron en Constantinopla, Alejandría, Quíos, Acre, y los puertos de Rumanía y Siria. La moneda de Ancona (agontano) era aceptada en todos los mercados de comercio del Mediterráneo.

Ancona tuvo que defenderse de Imperio Germánico (contra el que resistió repetidos asedios) y el papado. La lucha para defender su propia libertad siempre habían tenido éxito, hasta que, en 1532, el Papa Clemente VII, con una maniobra política astuta, tomó posesión de la ciudad.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2017-08-07. Última modificacion 2022-05-31.
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