Edad Moderna Guerra Franco-Holandesa (1672- 76) El ejército de Luis XIV

Reformas de Luis XIV

Efectivos

Luis XIV cuidó a su ejército, lo reformó y aumentó sus filas durante todo su reinado. En 1661 el ejército francés tenía una dimensión más bien modesta, a causa en buena parte del desarme que siguió al final de la guerra con España, sancionado en la paz de los Pirineos en 1.660. Entonces el rey de Francia contaba con unos 32.000 soldados de infantería (de los que 19.000 eran propiamente franceses), unos 8.400 en compañías francas (es decir, no organizadas en regimientos) y unos 8.500 soldados de caballería; lo que hacía un total de casi 50.000 hombres.

Al final de la guerra de la Devolución (1667-68) había quintuplicado los efectivos: 220.000 soldados de infantería, 60.000 de caballería y 10.000 de las fuerzas selectas de la Casa del Rey.

Durante la guerra de la Liga de Augsburgo (1688-97), el ejército real francés contaría 350.000 hombres, que ascenderían a 600.000 si se les suman las fuerzas de milicias y las de la marina. Eran unas cifras de efectivos nunca vistas en Europa, lo que arrastró a las demás potencias a seguir como pudieran esta desenfrenada y costosísima escalada, si no querían dejar de ser consideradas como tales.

Financiación de la guerra

Movilizar eficazmente semejantes masas de hombres requería un ingente esfuerzo por parte del estado en todos los planos, en primer lugar el financiero. Soldadas, abastecimientos y armamento engullían una proporción enorme de los recursos del Estado. Se sabe que en 1691 nada menos que el 73 % de todos los ingresos públicos de la monarquía francesa iban destinados al ejército, y el 16 % a la marina.

Semejantes dispendios eran difíciles de soportar incluso para los ministros del rey. En 1674, por ejemplo, Juan Bautista Colbert, ministro de Hacienda, dirigió esta advertencia al rey mientras este dirigía el asedio de Besançon, en el Franco Condado: “He oído decir que Vuestra Majestad ha superado en mucho el dinero acordado para el sitio de Besançon. Estoy obligado a decir a Vuestra Majestad que no podré pagarlo. Os ruego que toméis en consideración la miseria de vuestros pueblos y el mal estado de las cosechas”. Pero Colbert poco podía ante las apetencias conquistadoras de su soberano, y tras su muerte en 1683, Luis XIV estuvo aún más libre para gastar sin tasa en sus campañas militares. Ello hizo que, para alimentar a este nuevo ejército, el gobierno de Luis XIV hubiera de crear nuevos impuestos, incluidos dos que pretendían gravar los bienes del conjunto de la población, incluida la nobleza y el clero: la capitación, establecida en 1695, y la décima o dixième, de 1710.

Luis XIV no tenía acceso al crédito de bajo coste y largo plazo como disponían los ingleses y holandeses, Colbert se opuso a la guerra franco-holandesa en 1671 por problemas para su financiación, Luis XIV le contesto “que si no era capaz de hacerlo, siempre hay alguien que lo sea”.

Luis acudió a otras fuentes de financiación aparte de los créditos y de los impuestos. La guerra consiguió financiarse a sí misma por dos vías notables. Primeramente, las tropas que controlaban un territorio ocupado exigían a la población la entrega de “contribuciones”, pagos ad hoc en dinero o en especies, en algunos momentos los franceses incendiaron las poblaciones de los que se negaban a contribuir. En segundo lugar, hizo que los aristócratas que querían el puesto de coroneles o capitanes, pagasen por adelantado el cargo. Los coroneles corrían con los costes de la creación de los regimientos.

Luis XIV era un rey predecible y meticuloso, muy basado en la disciplina. Los ejércitos del Rey debían reflejar a su majestad, y, por lo tanto, no deben comportarse como una banda gigantesca de bandidos. Un reglamento de 1670 ordenaba que el pago a los capitanes, que luego debían remunerar a sus tropas, se hiciera cada diez días; de modo que a cada soldado se pagase 5 centavos por día, 15 a los soldados de caballería. De hecho, la falta de pago de la saldada y el suministro irregular, debido en parte a la falta de infraestructura vial y de depósitos de suministro, con frecuencia conducían al saqueo y al pillaje, descomponiendo las filas en bandas de bandidos más que en un ejército de soldados.

La burocracia de guerra

En esta transformación tuvieron un papel muy destacado los ministros de la guerra del rey. Primero Miguel Le Tellier, marqués de Barbezieux y luego su hijo, Francisco Michel Le Tellier, marqués de Louvois, dos servidores abnegados del rey, se encargaron de remodelar la administración militar de la monarquía, hasta hacer que las tropas francesas fueran consideradas el mejor ejército regular de Europa. Particular importancia tuvo la revisión total de la estructura de mando que se llevó a cabo.

Los capitanes y los coroneles eran venerados, se creían los dueños de sus unidades y pensaban que eran capaces de conducirlas a su antojo, sin contactar con el resto de la tropa, o incluso quedándose en su casa o en la corte. Desde su cargo de ministro de la guerra, Louvois se ocupaba personalmente del buen orden de las tropas. Así lo muestra una anécdota recogida por una escritora de la época, Madame de Sévigné. En 1689, estando en Versalles, Louvois se aproximó al capitán de una compañía, que en vez de cumplir con sus tareas militares prefería alternar con la buena sociedad versallesca, y le dijo: “Monsieur, vuestra compañía está en muy mal estado”. “Monsieur, no lo sabía”. “Hay que saberlo. ¿La habéis visto?” “No, Monsieur”. “Deberíais haberla visto, Monsieur”. “Monsieur, daré orden de hacerlo”. “Deberíais haberla dado. Hay que decidirse, Monsieur, o hacer de cortesano o cumplir con el deber cuando uno es oficial”.

De la misma manera, la tenencia de los cargos no implica ningún entrenamiento o preparación preliminar: Ciertos coroneles y capitanes demostrarían ser perfectamente incapaces en el manejo de sus tropas. Estimulado por Louvois, se reformarán los oficiales: la lucha contra el absentismo, la obligación de los oficiales que pasar por una escuela de cadetes antes de poder hacerse cargo su unidad, la creación de grados para oficiales pobres (mayor o comandante y teniente-coronel).

El propósito de Le Tellier, y de su sucesor e hijo Louvois, era regular tanto como fuera posible la independencia de los oficiales y el alto mando, a fin de fortalecer el control del rey sobre su ejército. De hecho, lejos de ser un ejército centralizado encabezado por el rey, el ejército francés era un ejército dividido entre los principales mariscales, que constituían auténticas dinastías: los condes de Noailles, Bouillon, Montmorency, que a menudo eran también gobernadores provinciales. Esta independencia del alto mando conduce a una división de la fuerza armada, a rivalidades entre mariscales que a veces pueden costar la victoria. Para remediar ese problema, Luis XIV nombró a Turena mariscal general de campo y de los ejércitos del rey, el rango equivalente de generalísimo, que desaparecerán con su dueño en 1675. Eso no impidió que tres mariscales, Crépi, d’Humières y Bellefonds dejaran el ejército antes que estar subordinado a Turena.

En 1675, se promulgó una ordenanza, el Ordre de tableau, por la que se regulaban las promociones dentro de la jerarquía militar, con los privilegios de cada grado y los méritos que había que hacer para cada ascenso. El objetivo era lograr un ejército más profesional, que obedeciera directamente al rey y a sus ministros, acabando con los privilegios nobiliarios; como escribió Voltaire: “Se tuvo en cuenta los servicios, y no los abuelos, algo que no se había visto demasiado hasta entonces”. Del mismo modo, se procuró que los empleos de oficiales de baja y media graduación no estuvieran únicamente en manos de los nobles, e incluso se intentó crear una academia militar para garantizar una formación adecuada de los oficiales, aunque la idea no prosperó.

Sin embargo, el éxito de los ejércitos de Luis XIV no radicó en las cifras globales de combatientes y de recursos financieros, sino más bien en otro factor: el modelo de organización de las fuerzas armadas. Fue la estructura de mando, la disciplina, el sistema de abastecimiento de provisiones y de armamento, y el control completo por parte del Estado de los asuntos bélicos; lo que dio a Francia una ventaja decisiva sobre sus rivales y lo que convertiría al ejército francés en un ejemplo para las máquinas militares de los demás países europeos a lo largo de más de un siglo.

El reclutamiento

El reclutamiento se hacía principalmente por solicitud. Cada capitán contrataba los sargentos de reclutamiento, responsables de componer su compañía por todos los medios: regalos, promesas de botín (principal motivación para que los hombres fueran a la guerra) y la paga; pero también violencia y matrícula forzada. El secretario de estado para la guerra entre 1662-1691, Louvois hace la vista gorda ante estas prácticas, estos «pequeños engaños», porque no existía otro medio para reclutar tropas. Por otro lado, se aplicaba a la supresión de las armas de fuego: falsos soldados que los capitanes presentaban durante la revisión para aumentar de forma ilusoria sus números y recibir un mayor saldo global, balance cuya cantidad fluctuaba de acuerdo con el trabajo de campo y los precios de los alimentos.

Luis XIV consideraba que el servicio militar no debería ser una carga, porque un soldado motivado y voluntario era mucho más combativo que un recluta que sale de prisión, teniendo la opción entre la muerte en combate o el patíbulo. Sin embargo, el reclutamiento señorial no había desaparecido, como señala Olivier Chaline: los voluntarios, principalmente de las ciudades, seguían a su señor que sería su capitán. Solo los capitanes de granaderos no tenían dificultad alguna en reclutar tropas, debido a que las condiciones necesarias para convertirse granaderos era ser los mejores de cada regimiento, y los más grandes, para ser granaderos.

No hay que pensar que los ejércitos de la Edad Moderna eran ejércitos nacionales: Geoffrey Parker estima que el 20 % de las tropas de Luis XIII y Luis XIV fueron reclutadas fuera de las fronteras del reino. Por lo tanto, unos 25.000 irlandeses habían luchado por Francia entre 1635 y 1664. Muchos mercenarios suizos y alemanes también lucharon por Francia para representar un tercio de las tropas reales en la guerra Franco-Holandesa.

La disciplina

Para vigilar que los oficiales cumplieran con su deber se puso en práctica, ya desde mediados de siglo, había un sistema de vigilancia y corrección extraordinariamente estricto. En la cúspide se encontraba el ministro, el secretario de estado para la guerra. Este enviaba a los ejércitos inspectores para que pudieran controlar e informar de cualquier tipo de irregularidad que se pudiera producir.

Por debajo de estos se encontraban los intendentes del ejército, que tenían unas atribuciones muy amplias en materia de policía y de disciplina, y que podían controlar a oficiales de muy alta graduación. En un nivel inferior estaban los comisarios de guerra, que vigilaban los alistamientos con objeto de impedir los fraudes y supervisaban el acuartelamiento y abastecimiento de las tropas.

Louvois reforzó aún más este sistema, con un objetivo bien preciso: imponer la obediencia absoluta de los soldados a sus superiores. Como le escribía en 1673 a un oficial superior: “El Rey desea que metáis en prisión o en el calabozo al primero que no os obedezca o que os oponga la menor dificultad”.

La Casa del Rey

Los diversos cuerpos de tropas montadas y a pie que formaban la Casa del Rey. Era un cuerpo de élite del ejército, que actuaban con valor y gallardía cuando eran requeridos, formaban parte del ejército permanente, excepto por compañías como los Cien Caballeros y los Cien Suizos, que eran esencialmente guardias ceremoniales y de palacio. Los guardias reales de Luis XIV sirvieron con los ejércitos en el campo cuando no estaban en el Louvre o Versalles.

Guardia de Corps

Había cuatro compañías, numeradas de una a cuatro, de las cuales la primera compañía (escocesa) se originó en 1440. Un destacamento de la Guardia de Corps estaba con el Rey donde sea que fuera, guardias vigilaban donde dormía y escoltaban su comida desde las cocinas hasta su mesa. En la década de 1650, servían a pie con alabardas y montados con carabinas. Cada compañía tenía 100 hombres, pero esta se elevaba a 400 en las compañías de caballería en 1676. Llevaban una casaca con los colores del rey desde el principio, pero a sus oficiales se les permitió una capa azul con encajes de oro y plata en enero de 1665. Chalecos de cuero pulido lujosamente atados fueron usados durante la guerra de Devolución. La unidad entera adoptó el color azul forrado de rojo y con cordones de plata alrededor de 1.668. Al final de la guerra Franco-Holandesa, las bandoleras plateadas de las compañías tenían colores fijos: la primera compañía o escocesa era blanco; la segunda o de Rochefort era azul; la tercera o de Duras era verde; y la cuarta era amarillo.

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Ejército de Luis XIV. Casa del Rey. (1) mosquetero de la guardia francesa 1678; (2) Guardia de Corps a caballo de la cuarta compañía 1675, se distingue por su bandolera amarilla; (3) granadero a caballo 1676, con el típico bigote y sable curvo. Autor Francis Back

Estaban armados con pistolas, espadas y carabinas. Desde 1676, las carabinas rayadas o rifles se dotaron a casi una cuarta parte de cada compañía.

Por un decreto de 1671, renovado el 8 de enero de 1737, la unidad estaba mandada por un mayor, que contaba con 2 ayudantes mayores, 1 comisario, 1 capellán, y 1 cirujano. Las 4 compañías, contaban con 80 oficiales, 120 suboficiales, 28 músicos y 1.172 hombres.

Cada compañía tenía un total de 343 hombres y que consistían en 1 servidor de tambor y 6 brigadas. Cada brigada contaba con un total de 57 hombres y que consistía en 56 guardias y 1 trompeta.

Las compañías se desplegaban en dos escuadrones de 165 guardias, incluidos 12 brigadieres, 12 sub-brigadiers, 6 portaestandartes, 6 trompetas y un servidor de tambor.

Para ser admitido en este cuerpo, el aspirante tenía que medir al menos 5 pies y 4 pulgadas (1,65 m), estar bien constituido y de buena presencia, ser de origen noble o al menos excepcional y ser católico.

La unidad sería disuelta el 12 de septiembre de 1791.

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Guardia de Corps del rey Luis XIV (1688). Autor Gustave David

Jinetes de la Guardia

Los jinetes de la Guardia estaban comprendidos en dos grupos: los gendarmes de la Guardia y los jinetes ligeros de la Guardia, cada uno comprendía una compañía de 200 hombres, que vestían casacas escarlatas en 1660. Más tarde se adoptaron los uniformes regulares, como se describe en mayo de 1679 con casacas rojas, sombreros negros con plumas blancas, fajas blancas, bandoleras rojas. Los gendarmes tenían puños de terciopelo negro y encaje dorado en las capas, sombreros y bandoleras, mientras que los jinetes ligeros tenían puños rojos. Esto no cambió excepto los puños de los gendarmes, que se informa como rojos en una revista de 1692; el rojo se usó hasta 1715, cuando se restablecieron los puños negros. Se esperaba que los miembros de estas unidades tuvieran un buen origen e ingresos. Estaban armados con pistolas y espadas.

El acceso a la compañía de los gendarmes, como a las demás unidades de caballería de la Casa del Rey, estaba reservado para la nobleza.

Hasta 1664, los oficiales de la compañía incluso podían vender los cargos de gendarmes.

La compañía tenía como capitán al rey y en realidad estaba comandada por un teniente-capitán.

Cuando el Rey salía al campo, un destacamento de gendarmes protegió los estandartes reales.

Al igual que el resto de las unidades de la Casa del Rey, la compañía de gendarmes fue duramente criticada en el siglo XVIII y suprimida en 1787.

Mosqueteros de la Guardia

El cuerpo de mosqueteros de la guardia se creó en 1622 cuando Luis XIII promocionó a una compañía de caballería ligera (carabineros, creada por el padre de Luis, Enrique IV) con mosquetes. Los mosqueteros luchaban en la batalla a pie (como parte de la infantería) y a caballo (formando con la caballería). Constituían la guardia real del rey mientras estaba fuera de las residencias reales. Dentro de las residencias reales, la guardia del rey estaba formada por la Guardia de Corps y la Guardia Suiza.

Poco después de su creación, una segunda compañía de mosqueteros fue creada por el cardenal Richelieu. Tras la muerte del cardenal en 1642, la compañía pasó a su sucesor, el cardenal Mazarino, que disolvió a los mosqueteros en 1646.

Los mosqueteros reaparecieron en 1657, la primera compañía fue resucitada ese año y la segunda en 1665, se les conocía como mosqueteros grises y negros respectivamente debido al color de la capa de los caballos de cada compañía. Llevaban el azul roto en la parte delantera y trasera. Corto al principio, se habían vuelto más largos; así que en alrededor de 1685 Luis los reemplazó con un abrigo sin mangas azul (soubreveste) con las cruces blancas ribeteadas en plata. La primera compañía tenía tres llamas rojas en cada ángulo de la cruz, mientras que la segunda tenía cinco llamas doradas.

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Mosqueteros del rey Luis XIV a mediados del siglo XVII. A la izquierda la compañía negra a la derecha la compañía gris. Autor Lucien Rousselot

Al principio usaban mosquetes de mecha, reemplazados probablemente durante la década de 1660 por carabinas de pedernal, pistolas y espadas. Cada compañía tenía aproximadamente 250 hombres y estuvo presente en muchas acciones. D’Artagan, uno de los héroes de los Tres Mosqueteros de Dumas, realmente existió; fue capitán de la primera compañía desde 1667 hasta su muerte en el asedio de Maastricht en 1673.

Los mosqueteros estaban entre las unidades militares más prestigiosas, y en principio solo estaba reservada para los nobles. Con las reformas de Michel le Tellier, que ordenó un cierto número de años de servicio militar antes de que los nobles pudieran alcanzar el rango de oficial, muchos nobles buscaron hacer ese servicio en las compañías privilegiadas de mosqueteros.

En 1776, los mosqueteros fueron disueltos por Luis XVI por razones presupuestarias. Reformados en 1789, fueron disueltos de nuevo poco después de la Revolución Francesa. Fueron reformados el 6 de julio de 1814 y definitivamente se disolvieron el 1 de enero de 1816.

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Mosqueteros del rey Luis XIV a finales del siglo XVII y principios del XVIII. Autor Lucien Rousselot.

Granaderos a caballo de la Guardia

Esta unidad fue creada en diciembre de 1676 por los granaderos de infantería más valientes del ejército. Tenía una fuerza de 250 hombres en 1696. Se estaba destinado a ser la crema de las tropas de élite, y se encontraría a la cabeza de la Casa del Rey a cargo, tanto, a caballo como a pie. No deja de tener interés para las notas que Luis para elevar a un granadero común de infantería de nacimiento campesino a las unidades de la guardia, debía ser el más valiente de su unidad. Su uniforme constaba de capas rojas en 1678. La capa cambió a azul con línea roja y chaleco rojo en 1698. Los oficiales y los hombres llevaban un distintivo gorro de tela roja con vuelta de piel. Estaban armados con pistolas, carabinas y sables curvos, y tenían sus bolsas de granadas. A todos se les exigió usar grandes bigotes negros para que se vieran más temibles y belicosos. Fueron muchas las acciones en que participaron, sobre todo, reafirmaron su reputación en la batalla de Leuze en 1690 cuando su compañía logró la captura de cinco colores (banderas) enemigas.

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Granaderos a caballo de la Guardia del Rey a finales siglo XVII y principios XVIII

Guardias Franceses

Este era el regimiento de infantería de la guardia reclutada con soldados nativos, de ahí su nombre. Era una unidad grande, con 30 compañías de 200 hombres ya en 1656, llegando a 40 en la década de 1670, pero de vuelta a 32 en 1715, estaba dividida en hasta 6 batallones. Demostró su coraje y firmeza en innumerables asedios y batallas hasta los últimos años del reinado, cuando su vacilación en la batalla de Malplaquet (1709) puso en evidencia las hazañas del regimiento en las batallas de Fleureus (1622) y Steinkirk (1692).

Los uniformes fueron introducidos en el regimiento poco después de 1661 según el padre Daniel, y este consistía en una casaca gris con cordones plateados en todas las costuras para los soldados, mientras que los oficiales tenían escarlata bordado con plata. A los oficiales también se les permitió un abrigo azul adornado con plata desde enero de 1665.

El uniforme de los guardias fue descrito en enero de 1679 como gris con chaleco rojo con cordones plateados, calzas rojas y sombreros negros con plumas blancas. Las cintas rojas adornaban los sombreros y probablemente los hombros. Los sargentos vestían escarlata atada con plata, con puños de diferentes colores de acuerdo con su compañía, y pechos bordeados con oro.

En octubre de 1684, el rey decidió cambiar el uniforme de su guardia de infantería. El 24 de marzo de 1685, el primer regimiento desfilaba con su nuevo uniforme azul, y el rey comentó que nunca se había visto nada mejor. Este era la casaca azul con forro, puños, cintas, chaleco, calzas y medias rojas, botones de metal blanco y encaje blanco para los soldados. Los sargentos tenían lo mismo, pero con encaje de plata bordeando los puños y las solapas de los bolsillos de 1691. Los oficiales tenían bordados de plata. Hasta que fueron abolidos a fines del siglo XVII, los piqueros del regimiento portaban una coraza de acero.

En 1691 el Rey otorgó el grado de mariscal de campo a su coronel, y el de coronel a los capitanes de las compañías; su sueldo aumentó considerablemente a lo largo del siglo siguiente y el coste de una sola compañía era notablemente superior al de un regimiento ordinario. Se les dio preeminencia sobre los Guardias Suizos, que también eran parte de la guardia real, y sus oficiales tenían el privilegio de poder ser comensales del Rey.

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Guardias franceses del rey principios siglo XVIII

En el siglo XVIII, el regimiento de los Guardias Franceses se vio reducido a aproximadamente 4.000 hombres.

Siguiendo la orden del rey del 10 de noviembre de 1733, se compone el regimiento de la Guardia Francesa un total de 4.530 efectivos: coronel, teniente-coronel, comandante, jefes adjuntos, 6 auxiliares, 33 capitanes, 36 tenientes, 36 subtenientes, 66 banderas, 33 portaestandartes que hacían 218 oficiales.

6 batallones de 5 compañías regulares a 140 hombres por compañía y 1/2 compañía de granaderos a 110 hombres por compañía, o 755 hombres por batallón. La compañía tenía 140 hombres con 6 sargentos y 4 tambores.

Completaba el personal del regimiento un comisionado general de conducta, 2 comisionados asistentes, 2 mariscales de la casa, un capellán, un sargento, un auditor, un médico, un asistente, 2 cirujanos, un boticario, un tambor mayor, un ayudante y 6 controladores. Y un preboste general de las bandas francesas, un teniente de preboste, un empleado, 12 arqueros y un ejecutor de justicia o verdugo.

Guardias Suizos

El otro regimiento de infantería de guardia estaba compuesto por soldados suizos con sueldo francés. Sus compañías también eran 200 hombres fuertes, y el número de compañías varió: en 1656 había 16, en 1672 había 10 y en aproximadamente 1696 había 12. El registro de guerra de este regimiento fue excepcional durante todo el reinado. En una revisión en 1663, llevaban abrigos grises azulados forrados de ante y bordados con oro en todas las costuras, los oficiales tenían lo mismo con encaje adicional. En enero de 1665, a los oficiales se les permitieron abrigos azules con encaje dorado. En 1679 los mosqueteros usaban capas rojas con botones dorados y sus puños estaban entrelazados; sus pantalones eran azules, cortados según la moda suiza con los puntos en sus rodillas; sus sombreros no tenían plumas. Los piqueros tenían abrigos azules con coraza y casco, mientras que los sargentos tenían abrigos rojos atados con «verdadero atolladero dorado» según John Locke’s Travels.

En octubre de 1684, el rey se decidió por el rojo y, sin duda, desde 1685, el abrigo rojo con forro, puños, chaleco, calzones y medias azules, los botones de metal blanco y el encaje (plateado para los oficiales) se convirtieron en estándar. Los pantalones de estilo suizo dejaron de usarse alrededor de 1703.

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Guardias Suizos de la Casa del Rey. A la izquierda en 1667, derecha en 1697. Autor Gustave David

La Gendarmería de Francia

Este cuerpo de caballería no estaba técnicamente en la Casa del Rey, aunque tenía precedencia después de la caballería de la guardia y no era parte de la caballería de línea, ya que dependía directamente al rey. El Rey, los miembros de la familia real y los príncipes eran sus capitanes.

Era realmente una reserva de la caballería de la guardia; y realizó un excelente servicio, participando en cada campaña. La compañía más antigua era la escocesa, que databa de 1422, mientras que las últimas 5 de sus 16 compañías datan de 1690. La fuerza podría variar de 80 a 200 por compañía. Algunas compañías se llamaban de gendarmes y otras de jinetes ligeros, pero no había una diferencia real. Estaban armados con pistolas, una espada y una carabina rayada o rifle. Todos tenían el mismo uniforme, que se describe a partir de la década de 1690 como una capa roja con botones plateados y un cordón plateado alrededor de los puños, chaleco de cuero color crema, sombrero con cordones plateados y bandolera beige bordeada de plata. Los oficiales tenían lo mismo, pero sus abrigos tenían más encajes de plata. Las mantas eran de color rojo, adornadas con plata, bordadas con el escudo del capitán de cada compañía.

La Gendarmería no tuvo nada que ver con el trabajo policial hasta que se disolvió en 1788, pero su nombre fue adoptado por las unidades policiales durante la Revolución Francesa.

La infantería de línea

La infantería representaba 2/3 de la fuerza de un ejército moderno. El ejército de Luis XIV no era una excepción. A pesar de su importancia numérica, un infante costaba menos en mantener que un soldado de caballería, la infantería gozaba de poco prestigio, en todo caso. Como prueba de ello, ninguno de los dos duques de Epernon, que habían alcanzado el grado de coronel general de la infantería, se convertirían en mariscales de Francia.

Hay que decir que el infante no fue bien visto por el resto del ejército, es decir, la caballería, mayoritariamente compuesta de nobles, que los juzgaban incapaces de alistarse para compartir los valores y el honor militar. Este pensamiento, ilustrado por la máxima del caballero Bayardo “de los infantes, uno de los cuales es un zapatero, otro un mariscal (herrero), otro panadero y otros mecánicos, no tienen el honor en tan alta estima como los caballeros”.

La infantería de línea francesa estaba compuesta por dos tipos de regimientos: las unidades francesas reclutadas de los nativos del reino y los regimientos extranjeros que eran principalmente suizos y alemanes y que siempre formaban una proporción bastante alta de las tropas de a pie. En 1677, había aproximadamente 50.000 soldados extranjeros de los 230.000 soldados de infantería.

La infantería estaba organizada en regimientos que tenían uno o más batallones, teniendo los batallones un número variable de compañías, que a su vez tenían un número variable de oficiales y de infantes. Los regimientos más antiguos o los que tenían al rey como coronel solían tener varios batallones, pero la mayoría solo tenía un batallón.

A principios de la década de 1660, el regimiento podía tener dos batallones a 20 compañías por batallón. A principios del siglo XVIII, la regla habitual era 13 compañías por batallón, incluido una de granaderos, y cada compañía tenía entre 45 y 50 hombres. Los regimientos suizos generalmente tenían compañías de 200 hombres, pero menos compañías por regimiento. Los regimientos a menudo se nombraron por el nombre de sus coroneles, lo que significaba que el nombre cambiaba cuando designaban un nuevo coronel.

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Ejército de Luis XIV (1660-70): (1) Piquero del regimiento escocés Douglas 1667; (2) mosquetero del regimiento de Fustemberg 1669; (3) mosquetero del regimiento Lyonnais 1666. Autor Francis Black

Louvois hizo un esfuerzo para dar nombres provinciales a los regimientos de infantería franceses, por lo que muy pocos nombres de coroneles quedaban en 1691. Sin embargo, los sucesores de Louvois Barbezieux (1691), Chamillard (1701) y Voysin (1709) no tenían el mismo punto de vista. En 1714, de los 238 regimientos de infantería, 144 llevaban el nombre de sus coroneles. Como regla, los regimientos extranjeros conservaban los nombres de sus coroneles.

Los ejércitos a principios del reinado de Luis XIV, tanto franceses como extranjeros, estaban lejos de estar mayoritariamente compuestos de mosqueteros o fusileros. Por el contrario, la pica seguía siendo el arma principal del soldado de infantería. Esta arma de madera de 5,5 metros de largo, terminada con una punta de hierro, tenía la doble ventaja de no ser ni costosa ni difícil de manejar. Por lo tanto, el ejército francés, como la mayoría de otros ejércitos de la época, se componía principalmente de piqueros. De hecho, los regimientos de infantería, cuyo número de compañías variaba regularmente, como el número de hombres en dichas compañías eran incapaces de formar una unidad táctica inspirada en el modelo español, holandés o sueco.

Hay que recordar que los ejércitos de la época no eran ejércitos permanentes. Además de la Casa del Rey, las únicas fuerzas militares permanentes eran seis regimientos llamados «viejos«: Picardía, Champagne, Navarra, Guardia Francesa, Piamonte, y Normandía y los 6 regimientos «pequeños viejos»: Béarn, Bourbonnais, Auvernia, Flandes, Guyena y del Rey, que se reclutaban las tropas necesarias en caso de guerra.

Si nos ceñimos al esquema desarrollado por Juan Lesprès de Lostelnau aplicada a la Guardia Francesa de 1630, el ejército evolucionaba mediante batallones de 256 hombres, a razón de 128 piqueros flanqueados por 128 mosqueteros (64 por cada lado). Los piqueros formaban 16 hileras centrales, los mosqueteros 8, o una formación completa era de 32 hombres al frente y 8 de fondo. Los mosqueteros llevaban el mosquete pesado, generalmente de calibre 18,6 mm, y también estaban armados con una espada.

A pesar de todo, la infantería no podía resistir las cargas de caballería, hasta la generalización del arma de fuego en la infantería.

Tres innovaciones aparecen en ese periodo: la aparición de la llave de chispa o de pedernal, las granadas de mano, y la bayoneta.

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Típico batallón de infantería de Luis XIV. Formaba en 32 hileras (8 de mosqueteros en los extremos y 16 piqueros en el centro) con 8 de profundidad.

Aparición de la llave de pedernal o de chispa

Fue desarrollada en Francia a inicios del siglo XVII. Aunque se desconoce su origen preciso, usualmente se atribuye el desarrollo a Marin le Bourgeoys, un artista, armero, luthier e inventor originario de Normandía. El diseño básico de Marin le Bourgeoys se convirtió en estándar de las llaves de chispa y rápidamente reemplazó los viejos sistemas de disparo basados en la llave de rueda o de mecha a través de Europa.

Las armas de chispa basadas en este diseño serían empleadas por más de dos siglos, hasta que finalmente fueron reemplazadas por las de percusión en las décadas de 1840 y 1850.

Esta llave hacía que el mosquete fuera más simple de usar que el mosquete de llave de mecha, la mayor virtud era el estar siempre lista para una utilización inmediata, lógicamente una gran ventaja sobre la de mecha que exigía tener encendida una mecha por ambos extremos. Esta arma pasó a llamarse fusil y a los que la empleaban fusileros, había una versión con el cañón más corto que pasó a denominarse carabina, empleada fundamentalmente por la caballería.

Era más caro y más frágil que el mosquete tradicional, no se impuso hasta un real decreto de 1699; en los batallones de infantería, que entró en práctica en febrero de 1670 por orden real que redujo el número de piqueros a 20 por compañía de 70 hombres, el resto eran mosqueteros, de los cuales 4 debían ser fusileros, que llevaban el mosquete de pedernal o de chispa.

El aumento de armas de fuego en los batallones de infantería les permite proporcionar un intenso fuego y casi continúo, diezmando infantería y caballería.

Aparición de las granadas de mano

Su origen fue a principios del siglo XVI, en Francia, se llamaba «niños perdidos» (enfants perdus) a los que comúnmente se colocaba en los puestos avanzados de la infantería. Eran escogidos los mejores de cada «banda» (compañía). Se les armaba con granadas de mano a partir de 1537. En 1667 se denominaron granaderos y destinaron cuatro a cada compañía de infantería, estos primeros granaderos llevaban un hacha, un sable y una bolsa llamada granadera con 10 o 12 granadas.

En 1670 se formó una compañía independiente; desde octubre de ese año, se ordenó a unos 29 regimientos que tuvieran una compañía de granaderos, una práctica que pronto adoptaron todos, y luego se añadió una a cada batallón.

Cuando, en 1671, el fusil reemplazó al mosquete, se dieron fusiles a la mayor parte de granaderos. A finales del reinado de Luis XIV, todos los granaderos llevaban fusil. Algunos granaderos tenían una honda para lanzar las granadas más lejos, algo que no fue estandariza hasta el siguiente reinado.

Prusia sería el siguiente país que creó un cuerpo de granaderos. A este le siguieron los países del norte de Europa y, posteriormente, lo hicieron el resto de naciones. El cuerpo de granaderos francés fue suprimido en 1789

Aparición de la bayoneta

La palabra bayoneta proviene de la ciudad de Bayona, donde fue inventada por los rebeldes en 1670, aunque hay indicios de que ya en 1642 fuera utilizada. Antes de la supresión de la pica, algunos oficiales, teniendo a esta arma por inútil y embarazosa en muchas ocasiones, buscaron otra que fuese más cómoda. Cuando Jacques de Chastenet, vizconde de Puységur Puysegur, fue enviado en 1642 a Flandes; enviaba partidas más allá de los canales. Los soldados no llevaban espadas, sino bayonetas de tipo bouchon o plug (insertar) cuyo mango era de un pie (39 cm) de largo y lo mismo la hoja. Aquella bayoneta entraba en el cañón del fusil y servía de defensa contra los que querían atacar a una tropa después de que hubieran hecho su fuego.

Sin embargo, no fue hasta 1671, cuando el general Jean Martinet estandarizó las bayonetas para su regimiento de fusileros. Los dragones ingleses adoptaron el arma un año después. Por una ordenanza de 16 de mayo de 1676 mandó Luis XIV que los dragones se armasen de mosquete y bayoneta. Los granaderos creados en 1667, reunidos en compañías en 1671, estaban armados de fusiles y bayonetas.

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Bayoneta tipo socket o enchufe. Forma de calarla

Todos estos acontecimientos conducen a la disminución de piqueros en el ejército del rey francés y de los demás ejércitos. Mallec escribía en 1684 en su obra titulada, los trabajos de Marte: “Se nota que excepto en los combates de la llanura, los piqueros son muy inútiles, no pudiendo emplearse de faccionarios en los puestos avanzados donde para advertir es necesario hacer ruido; como ni servir en los ataques y asaltos de las plazas donde se necesita tener armas fáciles de manejar y que causen mucho rumor para intimidar a los atacados. Estas y otras muchas razones fueron la causa de dar este año bayonetas a algunos mosqueteros, para meterlas en sus cañones y servir de picas cuando los atacase la caballería y quizá por este medio se abandonaran las picas”.

En 1669 Sebastián Le Prestre, conde de Vauban, perfeccionó el sistema de amarre de la bayoneta, introduciendo la bayoneta tipo socket o de enchufe, que permitía quitarla y ponerla con facilidad y permitía al soldado disparar con ella puesta sin el peligro de que pudiese explotar el cañón. Se componía de una manga que se deslizaba sobre la boca del cañón y se mantenía en su lugar por un perno en el cañón que se encerraba en una toma. La hoja era normalmente de sección triangular. Con pequeñas alteraciones, la bayoneta de Vauban sigue siendo la forma básica.

A pesar de todo, a finales del siglo XVII, los piqueros fueron disminuyendo, los primeros en abolirlos fueron los ingleses y alemanes tras el tratado de Ryswick que ponía fin a la guerra de los Nueve Años en 1697

La milicia

La milicia instituida por Louvois en noviembre de 1688 fue una fuente de mano de obra considerable para la infantería. Los primeros 25.000 reclutas fueron instruidos por sus aldeas con sombreros, abrigos, calzones y medias, generalmente todo en gris. Esta fue sin duda la vestimenta de los 30 regimientos de la Milicia Provincial que existieron entre 1689 y 1698. Algunas unidades agregaron toques de colores: por ejemplo, la milicia Soissonnois tenía revestimientos rojos. Los dos regimientos de la milicia de Alsacia incluso tenían gorras para sus granaderos en 1697.

Al principio, los solteros entre 20 y 40 años se llamaban para dos años de servicio. La mayoría de los regimientos de 1689 solo cumplieron el deber de guarnición en su provincia. El abuso del sistema durante la guerra de Sucesión Española hizo que la milicia provincial fuera muy impopular debido a que se usaba para proporcionar reclutas para regimientos de línea en el frente. Había muchos otros tipos de milicias en el reino.

Los regimientos provinciales de la milicia recibían el nombre de pequeños regimientos, y se reclutaron principalmente en Burdeos, Montalván, Delfinado, Languedoc y tenían una composición similar a la de la Casa del Rey. Se emplearon para reforzar el el ejército real en las campañas exteriores.

Las ciudades tenían unidades de la milicia burguesa, por lo general compuestas por gente adinerada, cuyas compañeras a menudo se distinguían por cintas y bandas de varios colores, y en la década de 1.690 muchos tenían buenos uniformes. La milicia burguesa de Nancy tenía el uniforme blanco con los puños, chalecos y calzones en rojo; los gendarmes montados de Rochefort lo tenían escarlata, etc. La ventaja para los burgueses era que el servicio en estos cuerpos los eximía de ser convocados para la milicia provincial. Su valor militar era cuestionable, pero eran útiles para los deberes de la policía.

Otro tipo de milicia era el Arrière-Ban, una llamada de la pequeña nobleza para ayudar a los ejércitos. Los 5.000 caballeros de campo convocados en septiembre de 1674 no conocían ninguna disciplina, y pasaron octubre saqueando Lorena antes de que Turrene los enviara de vuelta a casa.

Los milicianos usaban el mosquete de infantería colgado en el nuevo cinturón introducido en diciembre de 1683 para reemplazar las bandoleras. Llevaban una bolsa para las balas, la cantimplora de pólvora grande y la cantimplora de pólvora fina.

Las milicias de guardacostas, eran más útiles, ya que realizaron labores como observar los navíos enemigos y perseguir a los posibles intrusos. Se organizaban en compañías parroquiales a lo largo de la costa de Francia y esas zonas no estaban sujetas al servicio de la milicia provincial.

Caballería de línea

La caballería tradicional experimentó cambios profundos durante el reinado de Luis XIV. Las guerras anteriores estaban en su mayoría dominadas por los asedios de fortalezas. La caballería que era un arma móvil por excelencia, estaba, por lo tanto, muy limitada durante los asedios. Su acción se limita a la «pequeña guerra«: la vigilancia de las poblaciones, el control de los territorios ocupados, una misión que llevaron también a cabo los dragones a la perfección. La caballería fue reacia a aceptar la estructura de regimiento, siendo mucho más cara de mantener que los dragones, perdiendo terreno a favor de estos.

Durante el reinado de Luis XIV, lo que podríamos llamar la caballería pesada estaba solo en la Casa del Rey, el resto de la caballería se llamaba «cavalerie légère» o caballería ligera; se consideraba ligera porque no usaba armadura pesada como en el reinado anterior. La caballería ligera, tal como la entendemos en la actualidad, surgió en la década de 1690 con los primeros húsares.

En 1659 había 112 regimientos, pero un par de años después solo quedaban cuatro. El resto se disolvió o se redujo a compañías independientes, que se ampliaron a regimientos nuevamente desde 1665. El cargo de coronel-general no se abolió como en la infantería, sino que se convirtió en un título en gran parte vacío después de 1694, cuando el ministro de la guerra tenía inspectores informando directamente a él.

Al final de la guerra de Devolución, la caballería estaba organizada en 95 regimientos; pero el rey no estaba satisfecho con su desempeño, y todos fueron reducidos de regimientos a compañías de 100 hombres. En febrero de 1670, las compañías se dividieron en dos y se organizaron en 66 escuadrones. El mariscal Turenne era entonces el coronel-general de caballería y trabajó para crear un cuerpo fiable y disciplinado. En 1671, cada escuadrón se duplicó a 200 hombres y se dividió en tres compañías. La orden real del 4 de febrero de 1672 vio el comienzo del establecimiento permanente de la caballería. Los 66 escuadrones existentes fueron todos convertidos en regimientos, y 52 de ellos aumentaron su fuerza a seis compañías, cada una de 54 hombres, aunque los efectivos variaron enormemente en los años siguientes.

Cada compañía estaba mandada por un capitán, un teniente, un corneta (oficialmente llamado subteniente después de 1684) y un maréchal-des-logis (ayudante). Al principio solo había un oficial superior, el maestre de campo o coronel, pero se le unió un teniente coronel y un comandante durante 1685-6. Los regimientos superiores tenían nombres permanentes, pero la gran mayoría fueron nombrados por el nombre de su coronel. Las fluctuaciones en el número de regimientos continuaron, aunque alrededor de 60 se mantendrían en tiempos de paz. Hacia el final de la guerra holandesa en 1678 había 90 regimientos; y aunque muchos se disolvieron, volvió a aumentarse a 102 en 1690. El pico se alcanzó durante la guerra de Sucesión Española, cuando el número de regimientos aumentó a 108.

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Ejército de Luis XIV (1670-80): (1) mosquetero de la Guardia Suiza 1678; (2) mosquetero del regimiento de Viezert 1679; (3) y (4) jinetes de la caballería de línea 1671; (5) fusilero de linea del regimiento del Rey. Autor Francis Back

El arma básica del jinete era la espada recta recibió de una longitud de 89,3 cm decretada en marzo de 1676; la empuñadura era generalmente de bronce con una sola rama. Un par de pistolas de chispa y una carabina completaron el armamento. La carabina estaba enganchada a una bandolera y las pistolas se llevaban en fundas fijadas a la parte delantera de la silla de montar. La espada se llevaba en una bandolera, pero esto se cambió de 1684 a un cinturón que también era compatible con una pequeña caja de cartuchos con 12 cargas.

La caballería de la década de 1660 vestía casacas y pantalones de cuero color crema, botas reforzadas, guantes de piel de ante, sombreros de fieltro y capas. La faja blanca los identificaba como franceses, ya que esta vestimenta básica era común para los soldados de caballería en gran parte de Europa. En noviembre de 1671, una orden real ordenó que la caballería tuviera abrigos de cuero, capas y buenas botas, y se vistiera con una buena tela gris forrada del mismo color, excepto las unidades reales, que debían vestir de azul oscuro. Esta orden estableció el estándar hasta bien entrado el siglo XVIII.

Los dragones

No hay que confundir a los dragones con la caballería, ya que técnicamente los dragones eran soldados de infantería montados a caballo. Los dragones eran considerados como un arma separada, de infantería y caballería, como lo eran la artillería y los ingenieros.

Este cuerpo era la versión de la infantería montada, ya que los dragones luchaban a pie como la infantería, pero usaban caballos para moverse rápidamente. Por esta razón, algunos los consideraron como parte de la infantería aunque estaban cada vez más involucrados en el combate a caballo.

Desde 1689, los regimientos de dragones tuvieron precedencia con la caballería excepto durante los asedios, cuando se convertían en infantería. Aunque solo hubo dos regimientos de dragones hasta 1669, se pusieron especialmente de moda a partir de entonces, de modo que incluso después de su disolución al final de la guerra Franco-Holandesa, 14 regimientos permanecieron en el establecimiento de paz (unos 10.000 hombres).

El pico fue alcanzado en 1690 con 43 regimientos de dragones, pero solo 15 permanecieron en 1699. Una docena más se levantaron a partir de 1702, pero el establecimiento de paz regresó a 15 regimientos en 1715.

En términos generales, estas unidades se organizaron algo similar a la caballería de línea, y generalmente llevaban los nombres de sus coroneles. El regimiento de Feronaye tenía pantalones de y chalecos de tela. Hubo muchos cambios en la vestimenta de los dragones, el regimiento del Rey tenía el uniforme azul forrado de rojo, con un gorro azul con un dobladillo rojo. El regimiento de la Reina tenía uniforme rojo forrado de azul. El regimiento del Delfín tenía un uniforme azul forrado de azul. El regimiento Tessé tenía el uniforme amarillo forrado de rojo, y un gorro amarillo de piel vuelta El de Fimarcon tenía el uniforme verde forrado de verde.

En cuanto al armamento llevaban un fusil o una carabina, y una espada.

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Ejército de Luis XIV finales siglo XVII. Dragones. (1) regimiento de Hautefort 1698; (2) regimiento del Rey 1698; (3) regimiento Tessé 1680; (4) oficial del regimiento Coronel-General 1680. Autot Francis Back

La artillería

La artillería también se sometió a una reforma de la que estaba necesitada. El arma estaba muy descuidada, ya que no formaba un cuerpo independiente, hasta entonces era una parte integral de la infantería, servida por soldados de a pie durante las campañas.

Hasta la década de 1660, los artilleros eran individuos colocados en ciudades de la guarnición que se agruparían en unidades temporales, o «trenes», para una campaña. Eran considerados especialistas en lugar de tropas de combate, y se asignaban soldados para protegerlos a ellos y los cañones. Las piezas de artillería que servían habían sido estandarizadas por última vez en 1572 y se conocían con nombres exóticos como culebrinas (couleuvrines) o bastardas (bâtardes). El gran maestro de artillería disfrutaba de un poder considerable en todos los aspectos del servicio. Luis XIV y Louvois, con mentalidad reformista, introdujeron por primera vez nuevos calibres estándares en 1666 de 4, 8, 12, 24 y 33 libras. Los morteros estaban en calibres de 6, 12 y 18 pulgadas, disparando proyectiles explosivos con mecha, en respuesta a la fortificación avanzada de ciudades y plazas.

Estas piezas eran bastante largas y pesadas, y no había distinción entre artillería de asedio y de campaña. En 1667, los diversos artilleros se formaron en seis compañías de artilleros y bombarderos, que se conservaron después de la paz en 1668. El duque de Mazarin, entonces gran maestro, parece haber disuelto las unidades. En octubre de 1669, renunció al cargo, que luego fue ocupado por el duque de Lude. El objetivo de Luis era militarizar al personal de artillería, y el primer paso fue la creación del regimiento de Fusileros del Rey en 1671. Esta unidad no solo estaba destinada a proteger la artillería, sino también a servirla e incluso a repararla. Todos los hombres estaban armados con mosquetes de pedernal en lugar de mosquetes de mecha y picas. Creció rápidamente de uno a seis batallones durante la guerra Franco-Holandesa.

Después de la guerra Franco-Holandesa (1672-78), un capitán español al servicio de Luis XIV, el capitán González, protegido por La Frezelière y apoyado por Louvois; emprendió la producción de nuevas piezas, más ligeras y más manejable y menos voraces de pólvora, entrando en servicio cañones más cortos y más ligeros de 4 y 8 libras. Se dividió la artillería en tres clases principales: de sitio, de campaña y de regimiento. Se aumentó el número de piezas de campaña, así, en 1693, en la batalla de Neerwinden, el ejército francés disponía de cinco veces más cañones que en la batalla de Rocroi (1643).

Los cañones y los morteros solían ser de latón y estaban magníficamente decorados. Los afustes de los cañones estaban pintados de rojo con herrajes negros

El 15 de abril de 1693, su nombre cambió a Real Regimiento de Artillería, que oficialmente reconoció lo que había sido durante algún tiempo: un regimiento de artillería. También existían varias compañías independientes de artilleros, mineros y bombarderos, y algunos bombarderos se utilizaron para formar el Real Regimiento de Bombarderos el 28 de agosto de 1684; estaba especializado en el servicio de morteros y grandes cañones de asedio. Los servicios de los regimientos de Artilleros Reales y Bombarderos Reales durante las guerras de Luis fueron numerosos, distinguidos y en todos los frentes.

Los cañoneros de las Costas del Océano, se formaron en La Rochelle en 1702 bajo los auspicios del duque du Maine, entonces maestro general, era una unidad de artillería de costa. Todas estas tropas finalmente se unirían en un solo cuerpo de artillería en 1720. Durante su reinado, Luis XIV convirtió la artillería en un verdadero brazo militar, redujo el considerable poder del gran maestre y responsabilizó a la autoridad del servicio.

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Cañoneros franceses de las Costas del Océano siglo XVII. Constituían la artillería de costa y se encuentran defendiendo un puerto. Autor Peter Dennis

Los ingenieros

Antes de Luis XIV las fortificaciones que imperaban eran las llamadas de “traza italiana”, que se habían impuesto en Flandes, pero tenían el inconveniente de su alto costo.

Las construcciones militares durante el reinado de Luis XIV las realizó Sébastien le Preste, futuro marqués de Vauban, proveniente de una familia noble de Morvan (Borgoña). Durante la guerra de la Fronda (1648-52), Vauban se involucró en el ejército rebelde del príncipe de Condé cuando solo tenía 17 años. Capturado en 1653, fue conducido ante Mazarino, quien, seducido por su vivacidad mental, lo convenció de ponerse a su servicio, es decir, al servicio del rey. Participando en muchos asedios, a menudo siendo herido, Vauban se destacó lo suficiente como para ser nombrado ingeniero militar responsable de las fortificaciones en 1655, a los 22 años. Él perfeccionó las fortalezas de Flandes y tomó varias, incluyendo las de Douai, Lille, Tournai, en solo 9 días.

Fue nombrado comisario general de las fortificaciones en 1678, continuando a servicio Luis XIV, instigando al Rey para que negociase, el Tratado de Nimega de 1678, que puso fin a la guerra de la Devolución, y el famoso «cinturón de hierro«, más conocido antes de la guerra como «el pre-cuadrado«.

Renunciando a la ofensiva, Francia, bajo el impulso de Vauban y el apoyo de Louvois, buscó defender sus fronteras del norte mediante la negociación de algunas de las ciudadelas de Flandes para defender París contra cualquier agresión extranjera, estar ciudades incluían Lille, Tournai, Menen, Marienbourg, Charleroi, Cambrai, Maubeuge. El resultado fue un límite casi lineal, que no representa un límite geográfico, histórico, ni lingüístico, sino estratégico. La misión de Vauban era modernizar estas fortalezas, para formar una línea defensiva triple impenetrable que mostraría toda su efectividad durante la guerra de Sucesión Española (1701-14).

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Vauban dirigiendo la reconstrucción de la fortaleza de Burges. Autor Peter Dennis

Vauban también tuvo la tarea de fortificar las costas, incluidas las bretonas, para contrarrestar un posible desembarco de tropas británicas en la península, además de la organización de defensa exitosa de Camaret en 1694. Como gran ingeniero, Vauban construyó y modernizó más de 180 fortalezas.
Racionalizando la guerra de asedio, desarrolló un sistema para tomar fortalezas rápidamente con un costo mínimo en pérdidas humanas. En el séptimo capítulo de sus memorias, Vauban recuerda dieciséis máximas generales sobre la correcta conducción de un asedio. Sin entrar en detalles, se puede resumir estas máximas:

  • Racional, explica Vauban, y esto puede parecer elemental hoy en día, pero no lo era en ese momento, que se planeaba un asedio por un largo tiempo, con planes de batalla, el estudio de la tierra que bordea las fortificaciones para colocar mejor reductos, trincheras.
  • Las trincheras deben ser grandes y no deben estar construidas de tal manera que la artillería enemiga pueda batirlas.
  • Las trincheras deben permitir la salida rápida de sus ocupantes en caso de repliegue o ataque.  
  • Nunca debes atacar una fortaleza al frente, para no sufrir fuego de flanco o ni ángulos de reentrada.

La innovación de Vauban innova es que racionaliza el arte de la guerra, al menos el arte del asedio y la defensa de un lugar. Considera que Vauban el asedio debe ser sistemático, racional, preparado.

La intendencia

De la misma manera, la administración militar trató de resolver un viejo problema de los ejércitos, el de los suministros, tanto de víveres como de municiones. Anteriormente estas funciones estaban en buena parte en manos de intermediarios y proveedores privados, lo que entrañaba muchos casos de corrupción y abuso. Louvois implantó un estrecho control a través de los comisarios de guerra, que supervisaban la artillería, las municiones, el transporte, las ambulancias, los servicios del cuartel general, etcétera. Por su parte, los intendentes civiles debían cuidarse de proporcionar a los comandantes de campo los suministros fundamentales para la subsistencia de las tropas, y, como ocurría en el plano civil, debían informar directamente a Versalles del desarrollo de las operaciones.

Además, en las fronteras se crearon una serie de centros de abastecimiento y de intendencia para alimentar a los trenes de avituallamiento. Todo ello tenía como objetivo impedir que las tropas saquearan los lugares por los que pasaban, con las indeseables consecuencias que eso tenía por los continuos roces con la población civil y las deserciones que se producían cuando los soldados eran encargados de ir a buscar comida.

Luis XIV ordenó que se mejorase el suministro de sus ejércitos: creación de tiendas (almacenes), administradas por comisionados de alimentos, en los puestos fronterizos y lugares de etapas, servicio de carretas siguiendo a las tropas en campaña, construcción de hospitales militares de campaña. También a Luis XIV se debe la construcción del Hotel des Invalides en 1674 que, como su nombre indica, trató a los mutilados.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2019-02-03. Última modificacion 2022-08-12.
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Comentarios:

  1. Agustín Ferraro dijo el 2020/05/10 a las 3:36 am

    bro te fuiste al asco, yo solo queria un resumen para historia

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