Siglo XVIII Guerras Anglo-Españolas siglo XVIII (1762-98) Guerra Anglo-Española 1796-99. Batalla del cabo San Vicente

Antecedentes

Desde los años 30 del siglo XVIII, los monarcas españoles y franceses, ambos pertenecientes a la dinastía Borbón, firmaron una serie de tratados, conocidos como Pactos de Familia, para hacer la guerra a Gran Bretaña. Sin embargo, en 1789 se produjo la Revolución Francesa y se abolió la monarquía en Francia. Esto puso fin a los pactos hispano-franceses y una serie de potencias europeas, incluida España, declararon la guerra al país galo para frenar la expansión del liberalismo político que ponía en peligro las coronas europeas.

La coalición monárquica fue vencida y se firmó la Paz de Basilea en 1795, que acabó con la llamada guerra del Rosellón, librada entre 1793 y 1795 entre España y la República francesa. La Francia republicana era ya un hecho consumado, y el objetivo común de ambos países seguía siendo evitar la expansión del Imperio británico.

En agosto de 1796 Manuel Godoy, primer ministro de Carlos IV, firmó con el representante francés el Tratado de San Ildefonso, en el Palacio Real de La Granja de San Ildefonso de Segovia. En el Tratado, ambas naciones acordaban iniciar una política conjunta contra Gran Bretaña y socorrerse militarmente en el caso de que una de las partes lo pidiera.

Francia necesitaba nuestra flota para enfrentarse con la primera potencia naval del mundo, nuestra anuencia para el paso por el territorio español de sus ejércitos ante una posible invasión de Portugal tradicional aliado de Inglaterra, así como contar con la posibilidad de concentración de sus flotas del Mediterráneo del Atlántico.

La decisión española no pudo ser más desafortunada, partir de entonces siguió una política subordinada crecientemente Francia, conforme crecía el poder de Napoleón, con la amenaza constante de invasión en el caso de que España se opusiese sus designios.

Inglaterra tenía 11 millones de habitantes, su marina llegó a tener unos 200 navíos 400 fragatas con 140.000 hombres casi los dos tercios de su ejército guarnecía las colonias sus bases de ultramar. En Irlanda por rechazo de su población exigía también la presencia de un fuerte contingente británico. Por razones políticas estaba descartado el reclutamiento forzoso, pero curiosamente, se permitía a los comandantes de los buques que completasen sus dotaciones raptando ciudadanos ingleses en los puertos, y en los barcos mercantes pesqueros de su pabellón.

La marina española, finales de siglo, tenía 46 navíos, 52 fragatas, 25 corbetas y alrededor de 150 unidades menores, pesar de este número de unidades su efectividad era escasa, baja moral de sus dotaciones escasamente pagadas con retraso de varios meses. La falta de personal de marinería ha sido un problema endémico, así pues, en 1787 existían solo 53.610 marineros es decir el 60 % de las necesidades que se cifraban en 89.350 hombres.

Expedición franco-española a Terranova (1796)

Los franceses prepararon una expedición para atacar el convoy de Jamaica y los asentamientos británicos en Terranova. Se organizó un convoy bajo el mando del vicealmirante Joseph de Richery, con 10 buques, 7 navíos de línea: Victoire (80), Júpiter (74), Barra (74), Berwick (74), Revolution (74), Duquesne (74), y Censeur (74); y 3 fragatas: Embuscada (32), Félicité (32), y Friponne (32), que partieron de Tolón el 14 de septiembre de 1795. Tolón estaba bloqueado en ese momento por la flota Mediterránea de la Royal Navy bajo el almirante William Hotham, con base en San Fiorenzo en Córcega.

Richery navegó hacia el oeste a través del Mediterráneo sin oposición, pasó Gibraltar y se adentró en el Atlántico. El 7 de octubre, mientras se encontraba frente al cabo San Vicente en la costa de Portugal, pronto se revelaron como el convoy británico anual del Levante, 32 buques mercantes del Mediterráneo oriental que navega hacia Gran Bretaña escoltados por 3 navíos de línea: Censeur (74), Fortitude (74) y Bedford (74), tras un breve enfrentamiento, los franceses capturaron 31 buques mercantes, solo 1 logró escapar.

Richery llevó sus premios hacia la costa española, alcanzando el neutral, pero amigable puerto naval de Cádiz. Los acuerdos entre Francia y España limitaban el número de barcos franceses permitidos en el puerto a solo tres, mientras que el resto se ancló en Rota. Poco después de su llegada, un escuadrón británico enviado por Hotham llegó a Cádiz. Esta fuerza estaba bajo el mando del contraalmirante Robert Mann y comprendía 6 barcos de la línea y 2 fragatas. Mann instituyó un bloqueo de Cádiz, cruzando el puerto en anticipación de la partida de Richery. Mientras estaba anclado en Cádiz, Richery fue promovido a contraalmirante.

En Rota, los barcos estaban más expuestos al clima que los de Cádiz, y el 17 de diciembre de 1795 una tormenta barrió la bahía, llevando a Victoire (80), Duquesne (74) y Révolution (74) contra la costa, produciéndoles graves daños y requirieron reparaciones extensas en Cádiz antes de que el escuadrón estuviera listo para navegar una vez más.

El 10 de agosto de 1796 se firmó el Segundo Tratado de San Ildenfonso, que fue ratificado en París el 12 de septiembre, y el 5 de octubre se produjo la declaración de guerra de España contra el Reino Unido.

La flota española bajo el mando del almirante Juan de Lángara acordó acompañar a Richery fuera del puerto con la fuerza suficiente para ahuyentar a un ataque británico. Lángara reunió 20 barcos de la línea y otros 10 navíos de línea bajo el mando del vicealmirante José Solano para unirse a Richery, la flota combinada zarpó el 4 de agosto. La precaución era innecesaria; Mann había recibido la orden de regresar a la flota del Mediterráneo el 29 de julio.

En agosto de 1796, Canadá y Nueva Escocia se alarmaron por las noticias de que el almirante Richery había escapado de la vigilancia del almirante Robert Mann fuera de Cádiz, y había emprendido camino a Terranova con 7 navíos de línea y algunas fragatas. Contra esta fuerza el vicealmirante Wallace en San Juan de Terranova solamente podía oponer el viejo navío Romney (50) cañones, dos fragatas de 32 cañones (Andromeda y Venus), y dos de 16 cañones.

El capitán Taylor, en la fragata Andromeda (32), había partido de los Grandes Bancos de Terranova con órdenes de proteger el mercado marítimo. El 3 de septiembre habló con una goleta, que le comunicó que había avistado la flota enemiga en la costa, y que consistía en navíos de línea y fragatas. Los subsiguientes informes incrementaron la alarma y se esperaba desembarcos franceses en bahía Concepción.

El 28 de agosto, el escuadrón de Richery llegó a los Grandes Bancos, y poco después fue avistado en San Juan, capital de la colonia de Terranova.

Richery hizo estimaciones para San Juan de Terranova de que su superior poder de fuego podría someter el fuerte Amherst. Con la batería silenciada, él pudo poner sus fuerzas de camino al puerto para destruir la ciudad. Incontables en el mar, los británicos se retiraron detrás de la protección de sus fuertes y baterías de San Juan de Terranova y se prepararon para oponer resistencia.

En San Juan de Terranova la guarnición se componía del RI local de Terranova, artillería real, los voluntarios de Terranova, con la ayuda de los hombres dispuestos, establecieron un campamento en la cima de Signal Hill a principios de septiembre. Un barco bombarda fue construido en los alrededores del puerto y tres brulotes fueron preparados. El gobernador era el vicealmirante James Wallace, situó la fragata Venus (32) para bloquear la boca del puerto, y desembarcó a la mayor parte de su tripulación para manejar las baterías de la costa y el fuerte Amherst. Aumentó la apariencia de su fuerza al hacer marchar a sus pocos hombres alrededor del fuerte y Signal Hill.

Richard tenía el inconveniente de no disponer inteligencia sobre las defensas de San Juan de Terranova, y no tenía pilotos para las aguas de Terranova; por lo que tuvo que depender de la información de un tal John Morridge, patrón de un barco de pesca perteneciente al gobernador Wallace, que era uno de los prisioneros tomados en Bay Bulls. La gran flota de Richery se movió al cabo Spear para observar durante un día algo desalentador. A la mañana siguiente, Richery formó una línea de batalla y la condujo a la entrada del puerto. Dado que los cañones del fuerte Amherst eran de 24 libras y de mayor alcance, desistió de atacar. Decidió no desembarcar, y escogió en su lugar desembarcar en Bay Bulls, 30 km al sur de San Juan.

Ataque a Bay Bulls

El 4 de septiembre el escuadrón francés entró en Bay Bulls. La ciudad se rindió a su llegada. El almirante Richery saqueó y destruyó completamente los asentamientos pesqueros, incluidas las estaciones de pesca, conduciendo a sus habitantes a los bosques. 57 edificios y 47 barcos de pesca fueron capturados con más de 400 prisioneros.

Quemaron sus tiendas y casas, tomaron su pescado y su aceite, la producción duramente ganada, de su trabajo anual.

Incursión a Chateau Bay

El 5 de septiembre, Richery destacó a Zacharie Jacques Théodore Allemand, para incursionar en la bahía de Castles, en Labrador, con los barcos Duquesne (74), Censur (74) y Friponne (32), mientras el propio Richery con el resto de la flota se dirigió a San Pedro y Miguelón para atacar los asentamientos de la costa.

Retrasado por los vientos y las nieblas, Allemand no entró en la bahía de Castles hasta el 22 de septiembre, y para ese tiempo muchos de los barcos de pesca había partido para Europa. El comandante francés envió a un oficial con una bandera de tregua pidiendo la rendición de la ciudad. Esto fue rechazado, pero la aproximación del escuadrón obligó al comandante en jefe británico a destruir las estaciones de pesca.

Incursión en San Pedro y Miguelón

Richery destruyó todos los edificios, veleros y estaciones de pesca que encontró en San Pedro y Miguelón, reclamando las islas para Francia, pero dejándolas sin población. Aproximadamente 225 casas, 17 grandes secaderos de bacalao, 80 barcos de pesca y 80.000 quintales de bacalao fueron quemados en la tierra.

El almirante Richery izó la bandera francesa en la isla de San Pedro, que había sucumbido a una fuerza desde Halifax años antes, pero que había estado dejada sin una guarnición, hasta que un grupo de pescadores británicos habían tomado posesión del lugar y habían construido una ciudad. El escuadrón de Richery entonces se dividió, una porción partió para las costas de Labrador para interceptar a los barcos pesqueros de regreso de Quebec mientras el almirante Richery permanecía cerca de cabo Bretón con cuatro barcos de línea y una fragata.

El 27 de septiembre, el almirante George Murray llegó a Halifax desde las Bermudas. Aunque la información era confusa, la aparente falta de transportes y tropas indicaba que la expedición era una incursión más que un serio intento de tomar Terranova. Dos días después, Allemand se mantuvo lejos de la costa y, como Richery ya había hecho, regresó a casa. El 5 de noviembre Richery, con su división, entró en el puerto de Roquefort, y el 15 Allemand con la suya regresó a Lorient.

La expedición combinada destruyó unos 100 barcos de pesca de la flota de Terranova y quemó las estaciones pesqueras a lo largo de la costa de Terranova, incluyendo la base de la guardia inglesa en la bahía de Plasencia, y tomado un gran número de prisioneros. Algunos fueron enviados en barco a Halifax, y los restantes, unos 300, fueron enviados a Francia y España. Los bancos de pesca británicos en Terranova serían recuperados a raíz de la firma del Tratado de Amiens en marzo de 1802.

Batalla del cabo de San Vicente (14 de febrero de 1797)

Antecedentes

En octubre de 1796, la flota española bajo el mando del almirante Juan de Langara se había unido a la flota francesa, bajo el mando del contralmirante Pierre Villeneuve, en Tolón, formando una flota combinada de 34 barcos de la línea. El almirante John Jervis, comandante de la flota del Mediterráneo que disponía de 14 navíos de línea, recibió la orden de abandonar el mediterráneo, situando su base en Lisboa con la orden del almirantazgo de «… aprovechar cualquier oportunidad para hostigar al enemigo«, además de proteger el comercio británico con las colonias.

Luego se ordenó a la flota combinada que abandonaran el Mediterráneo y se dirigieran al norte para ayudar con la invasión francesa de Irlanda. Así que en diciembre se pusieron en movimiento. Villeneuve tuvo éxito en esquivar las flotas británicas, salió del Mediterráneo y llegó a Brest, en la costa noroeste de Francia, pero resultó que, demasiado tarde para ayudar con la invasión, fracasó. La expedición francesa enviada a Irlanda para ayudar a los rebeldes de la Society of the United Irishmen contra el gobierno inglés fracasó debido a las tormentas, por lo que Velleneuve se quedó en Brest.

Langara sabía que los barcos españoles estaban en mal estado para una batalla, por lo que se detuvo en Cartagena el 6 de diciembre en busca de suministros y reparaciones. Esta acción lo llevó a ser reemplazado por un gobierno español impaciente, pero su sucesor, el almirante José de Mazarredo, también se negó a irse hasta que se resolvieran los problemas con los barcos, los suministros y la dotación de personal. Él también fue reemplazado por el almirante José de Córdoba y Ramos. El problema era que España no dedicaba suficientes recursos a su armada para luchar una guerra exitosa en el mar. Técnicamente, sus barcos eran algunos de los más grandes y mejores del mundo, pero su suministro era insuficiente y sus tripulaciones no estaban bien capacitadas, por ejemplo, el Santísima Trinidad (130), conocido como el Escorial de los Mares, era el barco más grande del mundo en ese momento. Pero solo 60 de sus 900 tripulantes tenían la experiencia y la habilidad necesarias para tripular con éxito un barco de guerra.

El almirante inglés John Jervis llegó a Gibraltar el 1 de diciembre, siendo atrapada en una violenta tormenta. Dos de sus barcos, el Courageux (74) y el Zealous (74), fueron destruidos. Otros dos, el Culloden (74) y el Gibraltar (80), encallaron. El Culloden (74) fue recuperado, pero el Gibraltar (80) sufrió un daño tan grave que tuvo que volver a Inglaterra para realizar extensas reparaciones. El Bombay Castle (74) y el Saint George (98) se quedaron atascados en un banco de arena, y este último tuvo que ir a Lisboa para reparaciones. La flota británica se había reducido ahora a 10 barcos.

La flota española sufrió de igual manera la tormenta y su navío de línea el San Francisco de Asís (74), anclado en la bahía de Cádiz y mandado por el capitán Alonso de Torres y Guerra para proteger la llegada de los barcos mercantes procedentes de América; fue golpeado por la tormenta, desanclado de su fondeadero y obligado a salir a mar abierto.

Con sus barcos golpeados por la tormenta, Jervis observó a la flota francesa escapar a través del estrecho y hacia el Atlántico.

Al amanecer del 25 de enero, el navío San Francisco de Asís (74), que se encontraba en labores de patrulla navegando en paralelo a la costa de Cádiz y a unas 11 leguas de distancia, divisó cuatro navíos desconocidos, se trataba de las fragatas inglesas Lively (40), Niger (40) y Meleager (28) acompañadas de una corbeta.

En el subsiguiente combate el navío español tuvo 2 muertos y 12 heridos, así como un impacto en el palo mayor y daños menores, siendo reparado. No hay datos de los barcos ingleses, pero al menos una de las fragatas resultó seriamente dañada.

Movimientos previos

La escuadra española bajo el mando del teniente-general José de Córdoba, formada por 27 navíos de línea, 11 fragatas, 1 bergantín, 4 urcas, 13 lanchas cañoneras y bombardas, con un total de 2.638 cañones, así como 40 buques mercantes, partió de Cartagena el 1 de febrero de 1797, también se le ordenó recoger un convoy en Málaga y llevarlo a Cádiz. El convoy estaba formado por 5 urcas (naves armadas) que transportaban un valioso cargamento de mercurio.

El almirante John Jervis se encontraba el 18 de enero fondeado en la desembocadura del río Tajo, dispuesto a salir a la mar para escoltar varios mercantes brasileños y buques de guerra portugueses hasta latitudes seguras. El 6 de febrero de 1797, Jervis se sintió aliviado al ser reforzado por el contralmirante William Parker con su escuadrón de 5 barcos, que también llevó la noticia de que la invasión irlandesa había fracasado y la flota francesa estaba en Brest. Esto le dio a Jervis respiro, podía concentrarse en los españoles sabiendo que los franceses estaban lejos.

El 5 de febrero, Córdoba destacó 3 navíos de la línea de 74 cañones (Bahama, Neptuno y Terrible), junto con las 13 lanchas cañoneras a Algeciras. El 6 de febrero el convoy, sin atender las señales de Córdoba continuó navegando, por lo que el Córdoba se vio obligado a comisionar las fragatas Ceres y Atocha para dar protección a los mercantes hasta Cádiz, donde entraron sin novedad.

Se produjo un cambio brusco de viento, y la flota española no pudo entrar en puerto, por lo que Córdoba se dirigió al cabo de Espartel (Tanger), el vendaval obligó a toda la flota a permanecer en el mar durante 8 días, llegando a las inmediaciones del cabo de San Vicente, al sur de Portugal.

La escuadra española navegaba en tres columnas, cuando el día 12 de febrero se avistó una formación enemiga. Dada la orden de caza general hacia los buques señalados, resultaron ser cinco mercantes, de ellos cuatro británicos procedentes de Gibraltar que fueron apresados, mientras el quinto se dejó en libertad por ser neutral. Ese mismo día, en una maniobra de cambio de rumbo por contramarcha entraron en colisión los navíos Colossus (74) y Culloden (74). El primero tuvo escasas averías, no así el segundo que sufrió graves daños, pero tras unas reparaciones de emergencia, quedó listo provisionalmente al día siguiente.

El día 13 de febrero, el almirante británico ordenó a sus buques mantener el orden cerrado y preparase para el combate. A las 14:30 horas, la fragata portuguesa Carlota, al mando del capitán escocés Campbell, se aproximó al Victory (100) para comunicar a la voz que la escuadra española se encontraba a tan solo cinco leguas a barlovento. Ese mismo día se incorporó Horacio Nelson con la fragata Minerve (38) procedente de Gibraltar, que alzo se hizo cargo del Captain (74).

La flota inglesa estaba compuesta de 15 navíos de línea: el Victory (100) buque insignia de John Jervis, Prince George (98) buque insignia de William Parker del escuadrón de vanguardia, el Britannia (100) buque insignia de Charles Thompson del escuadrón de retaguardia, Barfleur (98), Captain (74), Namur (90), Diadem (64), Excellent (74), Goliath (74), Egmont (74), Irresistible (74), Colossus (74), Orion (74), Blenheim (98), Culloden (74); 4 fragatas: Minerve (38), Lively (32), Niger (32), Southampton (32); 2 balandras Bonne-Citoyenne (20) y Raven (18); y el cutter Fox (10). En total 21 buques con 1.430 cañones.

En la madrugada del día 14 de febrero, la flota británica navegaba en dos columnas en orden cerrado, con el viento SW, unas 32 millas (50 km) al suroeste del cabo de San Vicente. A las 06:30 horas, el Culloden (74) señaló 5 barcos al S-SW, el avistamiento fue confirmado por las fragatas Livel (32) y Niger (32). A las 09:30 horas, previa señal de la capitana, que había recibido información de la balandra Bonne Citoyenne (20) de que había visto 8 barcos, se destacaron los navíos Culloden (74), Blenheim (98) y Prínce George (98) para dar caza a los buques. Poco después, a las 09:55 se agregaron a estos el Irresistible (74), Colossus (74) y Orion (74).

Mientras la tormenta había mantenido a la flota del almirante Córdoba en el mar durante una semana, y la había dejada desorganizada y en mala formación. No esperaba un gran ataque británico, ya que no había oído que la escuadra de William Parker había fortalecido a la flota de Jervis y, por lo tanto, pensaba que el número de enemigos era mucho menor de lo que realmente era.

Los españoles disponían de 27 navíos de línea, 11 fragatas y un bergantín, 5 urcas con un total de 2.638 cañones. Se encontraban distribuidas en 3 grupos:

  • Vanguardia mandada por el almirante Joaquín Moreno en el Príncipe de Asturias (112) con el Conde de Regla (112), Matilde (34), San Fermín (74), Firme (74), Diana (34), San Antonio (74), Glorioso (74), Nuestra Señora de Atocha (40), Atlante (74), San Francisco de Paula (74), San José (112), y Ceres (40). También incluía las urcas portadoras de mercurio (Asunción, Santa Justa, Santa Bilbaína y Santa Paula).
  • Centro mandado por el almirante José Córdoba en el Santísima Trinidad (130), con el Mejicano (112), Nuestra Señora de la Paz (40), Oriente (74), Soberano (74), Vigilante (12), San Nicolás de Bari (80), San Isidro (74), Salvador del Mundo (112), San Idelfonso (74).
  • Retaguardia mandada por el almirante Francisco Javier Morales de los Ríos en el Concepción (112), con el Don Pelayo (74), San Carlos (74), Perla (34), Santo Domingo (64), Conquistador (74), San Juan de Nepomuceno (74), Nuestra Señora de las Mercedes (34), y San Genaro (74).
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Flota española encabezada por el Santísima Trinidad (130): desplazamiento 4.902 tm, eslora 63,36 m, manga 16,67 m, 30 cañones de a 36 lb (16,3 kg), 32 cañones de a 24 lb (11 kg), 32 cañones de a 12 lb (5,4 kg), 22 cañones de a 8 lb (3,6 kg), 16 obuses de a 24 lb (11 kg). Tras la batalla del Cabo de San Vicente sería pintado de rojo y 4 cubiertas con 140 cañones.

En la mañana, Córdoba escuchó los cañones de señalización británicos, pero no pudo ver la flota y envió al San Pablo (74) y al Don Pelayo (74), desde la división de retaguardia, hacia el sur, en dirección equivocada; al poco comisionaría también a la fragata Matilde, para que informara a estos navíos de que se mantuvieran a la vista de la escuadra y que se reunieran con esta antes del anochecer. No regresaron a tiempo para participar en la batalla, no se explica como no mandó fragatas o balandras en misión de reconocimiento.

A las 09:00 horas vieron que los barcos británicos estaban más al este de lo que Córdoba había esperado. En vista de que la escuadra estaba todavía muy dispersa Córdoba insistió en las señales para formar en columnas. Mientras se comunicó el avistamiento de otra vela sospechosa.

Por primera vez en días, el viento era bueno para entrar en Cádiz. Creyendo que los británicos no podían tener más de 9 barcos, pensó que su flota podría pasarlos y llevar su valioso convoy de urcas al puerto sin tener que enfrentarse en una batalla.

A las 10:00 horas una vez que se disipó la niebla y Córdoba pudo ver por fin la escuadra británica acercándose. Y se dio cuenta de que en vez de una decena de navíos, como había creído hasta entonces que era la composición de la escuadra británica de la zona, se le echaban encima 15 navíos de línea y media docena de fragatas. El almirante español debió llevarse una gran sorpresa ante esta visión, pero lo que de verdad le angustió no fue ver aparecer más navíos de los esperados, sino tener su escuadra en tal lamentable estado de formación para recibirlos.

Córdoba pensó comprensiblemente que los británicos querían el valioso convoy de urcas y así atacarían primero la vanguardia (el grupo de Moreno). Ordenó formar en línea.

Desarrollo de la batalla

Jervis no iba tras las urcas, ya que las consideraba buques armados. Vio la brecha que se abría entre la división de vanguardia de moreno y el resto de la flota española, y decidió aprovecharla y hacer un corte directo, manteniendo a la flota española separada y tratar cada una de las partes por separado.

Esta estrategia contradecía las tácticas estándar de la época, que implicaban formar una línea paralela a la del enemigo y dispararse entre sí hasta que uno se retirara. Pero la flota española apenas formaba una línea, y la división de vanguardia estaba esta separada del resto, formando una debilidad que Jervis pretendía aprovechar al máximo.

A las 11:30 horas, el Culloden (74) del capitán Thomas Troubridge, que estaba a la cabeza de la línea británica, corrió para cortar la línea española antes de que se pudiera cerrar la brecha.

La división de la flota española estaba dispersa. Cuando nave tras otra atravesó la brecha, Moreno mando virar a los buques para hacerlos frente, él en el Principe de Asturias (112) lo hizo rápidamente; pero otros lo hicieron lentamente y el Oriente (74) no pudo virar, así que en solitario corrió por sotavento toda la línea enemiga, intercambiando algún fuego con los navíos británicos, aunque de lejos. También lo haría posteriormente con varias fragatas, entre ellas la Lively (32), pero sin mayores consecuencias. Otros como el San Antonio (74) siguió con las urcas.

Media hora después de hacer iniciado el paso entre la escuadra española, sobre las 12:00 horas, Jervis ordenó a la flota “virar en sucesión”. Esto significaba que todos giraban en el mismo punto, siguiendo a la nave líder y manteniendo la línea intacta.

El Culloden (74), fue el primero en virar dirigiéndose hacia el cuerpo principal de los españoles, haciéndolo sucesivamente a intervalos de seis minutos los buques que le seguían, Blenheim (98), Prince-George (98), y el Orion (74).

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Batalla del Cabo de San Vicente 14 de febrero de 1797. La línea británica liderada por el Culloden (74), seguido por Bleheim (74) que ha virado y el Prince George (98) que dispara al Príncipe de Asturias (112) por el que vira seguido por él. Autor Geoff Hunt

Pero cuando le tocaba el turno al Colossus (74) los navíos españoles Príncipe de Asturias (112) y el Conde de Regla (112) intentaron de nuevo incomodar la maniobra de Jervis. Atacando al navío británico y provocándole graves daños en la arboladura superior, lo cual hizo que este no pudiera virar y quedarse en un serio aprieto. Moreno no perdió tiempo en ordenar a su tripulación que se preparara para abordarle.

El Orión (74), mandado por James Saumarez dándose cuenta del infortunio de su compañero, viró de nuevo y junto al siguiente buque británico, el Irresistible (74), acudieron en ayuda del Colossus (74), al igual que el Victory (98) de Jervis; que dispararan varias andanadas en hilera a los navíos españoles que se vieron obligados a desistir en su empeño.

Cuando el Irresistible (74) completó su turno, fue la nave insignia de Jervis, el Victoria (98), que luego fue atacado por los buques de Moreno. Pero cuando la Victory (98) se detuvo, el Príncipe de Asturias (112) se vio obligado a virar repentinamente, lo que le colocó en la posición perfecta para recibir las masivas andanadas del buque insignia del almirante británico.

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Batalla del Cabo de San Vicente 14 de febrero de 1797. La línea británica virando a estribor, siendo atacados por el solitario navío Príncipe de Asturias a las 11:40 horas. A la derecha otros navíos españoles sotaventados en mala posición. Autor Derek G. M. Gardner

Sin embargo, Moreno continuó obstinadamente sus ataques. El Egmont (74), que venía detrás del Victoria (98), fue atacado por dos de los barcos en su división. El Goliat (74) llegó a continuación e intercambió fuego con el Príncipe de Asturias (112) y el Conde de Regla (112), mientras que el San Fermín (74), y el San Francisco de Paula (74) seguían sotaventeados. El Goliat (74) logró completar su turno, pero el decidido ataque español le había dejado gravemente dañado.

Una hora después de que los británicos hubieran cortado la línea, sobre las 13:00 horas, Moreno finalmente desistió, arregló los aparejos y esperó al Fermín (74) y al Paula (74) y con ellos decidió intentar rodear la línea frontal británica y unirse a la división de Córdoba de esa manera. Sus ataques repetidos y decididos, se ganaron los elogios de Nelson, quien luego dijo que “hizo todo lo que un buen oficial podía hacer para intentar atravesar la línea británica”.

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Batalla del Cabo de San Vicente 14 de febrero de 1797. Situación a las 13:00 horas.

Córdoba había ordenado a sus buques acelerar para cerrar la brecha, pero cuando vio que la línea inglesa viraba, ordenó virar y formar una línea para enfrentarse a los ingleses. No todos los buques lo hicieron y algunos lo hicieron lentamente debido a su poca instrucción.

Desde su posición en el Captain (74), cerca de la retaguardia de la línea británica, Horacio Nelson tenía una buena vista de los eventos a medida que se desarrollaban. Vio como, sobre las 13:00 horas, el Culloden (74) comenzaba a abrir fuego contra los barcos españoles más atrasados, con el Blenheim (98) acercándose por detrás. Había visto las señales de Jervis y vio que el Britannia (100) no estaba girando.

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Batalla del Cabo de San Vicente 14 de febrero de 1797. La línea británica dirigiéndose hacia los buques españoles, a la derecha, el buque Victory (74) de Nelson llegando a la flota española. Autor Geoff Hunt

Así que Nelson, en una notable muestra de iniciativa e ingenio, se salió de la línea, giró y pasó entre los buques Diadem (64) y Excellent (74) y se dirigió hacia la línea española. Gracias a su pensamiento rápido y su habilidad en la navegación, la alcanzó solo 10 minutos después de que el Culloden (74) se enfrentase al grupo del Santísima Trinidad (130), San José (112), Salvador del Mundo (112), San Nicolás de Bari (80), dirigiéndose contra el San Nicolás.

Nelson a las 13:30 horas, hizo detener la maniobra de Córdoba, pero lo habría pasado muy mal si no hubiese sido socorrido por el Culloden (74) y el Blenheim (98) de la vanguardia inglesa, a los que se unieron enseguida el Prince George (98), el Orion (74) y otros.

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Batalla del cabo de San Vicente 14 de febrero de 1797. El Captain (74) de Nelson atacando al San Nicolás de Bari (80) junto al San José (112) sobre las 14:00 horas, perdiendo un mástil en la lucha. Autor William Allan

A las 14:00 horas Córdoba viendo que no podía formar línea de batalla, ordenó que “cada uno empeñe el combate cuando pueda”. Que quería decir que cada navío buscase un oponente lo más rápido posible con independencia de los demás navíos. La señal debido a la dispersión errática no fue vista por muchos barcos. Varios tripulantes del San Juan Nepomuceno (74), uno de los navíos de vanguardia, declararon si haberlas visto. También quedó registrado en la bitácora del navío. Si estos vieron la señal los demás navíos debieron verla también, y el San Genaro (74), debió haberla repetido como estaba establecido. Pero no lo hizo, al igual que los demás navíos que se alejaban del combate.

A esa misma hora, el Colloden (74) y el Captain (74) estaban muy dañados. El Captain había perdido su mástil y, por lo tanto, se hizo difícil de maniobrar. Estaban justo en el centro de la acción, recibiendo fuego de varias naves españolas. A las 14:15 horas, Jervis envió a Collingwood en el Excelent (74), que era el último buque de la línea, para pasar a través de la línea enemiga y acercarse a ellos.

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Batalla del cabo de San Vicente 14 de febrero de 1797. El Captain (74) de Nelson abordando al San Nicolás de Bari (80) enredado con el San José (112). Autor Richard Bridges Beechey

El primer barco al que se enfrentó fue el Salvador del Mundo (112), que estaba siendo rodeado por varios buques ingleses entre ellos el Orión (74).

El Excellent (74) le disparó fuertemente, hasta que se rindió, o, al menos, a Collingwood le pareció que lo había hecho. Confiando en el Orión (74) para tomar posesión del barco, Collingwood siguió navegando. Pero el Salvador del Mundo (112) abrió fuego contra el Orión (74) cuando se dirigía a abordarlo. El Orión (74), y luego el Victory (100), le dispararon, causando un daño considerable y matando al capitán y poniendo fuera de combate a 200 de su tripulación.

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Batalla del Cabo de San Vicente 14 de febrero de 1797. El buque Salvador del Mundo (112) recibiendo fuego del Victory (100), al que forzó a rendirse. Autor Robert Clevely

El Excellent (74) después se acercó al San Isidro (74) y soltó varias andanadas de durante 10 minutos hasta que se rindió. Esta vez, Collingwood esperó hasta estar seguro de que el San Isidro (74) había ostentado los colores de rendición, e hizo una señal a Jervis de que el premio no era seguro, y por eso el almirante envió a la fragata Lively (32) a tomar posesión.

El Excellent (74) pudo interponerse entre el Captain (74) de Nelson y el San Nicolás de Bari (80), le disparó varias andanadas a una distancia tan cercana y con tanta fuerza que pasaron directamente y alcanzaron al San José (112) al otro lado. Como resultado de tal embestida, el San Nicolás y el San José chocaron y sus aparejos se enredaron. La tripulación del Captain aprovechó el respiro para poder hacer algunas reparaciones apresuradas a su propio aparejo. Nelson fue golpeado en el abdomen por una gran astilla de madera.

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Batalla del Cabo de San Vicente 14 de febrero de 1797. Situación a las 15:30 horas

El Excelent (74) se alejó hacia Santísima Trinidad (130), dejando al San Nicolás de Bari (80) al Captain (74), Nelson viendo la oportunidad, viendo a la tripulación del San Nicolás temporalmente ocupada en tratar de desenganchar su aparejo del San José (112), ordenó acercar su barco y abordó al San Nicolás (80).

Nelson encabezando un grupo de abordaje de soldados del RI-69 y marinería, pasó abordo del San Nicolás (80) por la galería de popa.

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Batalla del cabo de San Vicente 14 de febrero de 1797. El Captain (74) de Nelson atacando al San Nicolás de Bari (80) junto al San José (112) sobre las 13:00 horas, obligando a la escuadra de Córdoba a detenerse y presentar batalla. Autor William Allan

Tras una corta, pero intensa lucha, el barco se rindió cuando su comandante Tomás Geraldino agonizaba en la cubierta del alcázar. Reforzado el grupo de abordaje británico con gente de refresco, Nelson pasó al San José (112) y logró rendirlo. El jefe de escuadra Francisco Javier Winthuysen, que allí tenía su insignia también había muerto.

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Batalla del cabo de San Vicente 14 de febrero de 1797. Nelson aceptando la rendición del buque español San José (112).

El Excellent (74), tras haber atacado al San Nicolás, se situó a sotavento del Santísima Trinidad (130) que estaba duramente atacado por el Blenheim (98), Orión (74) e Irresistible (74) que lo bombardeaban por todos los lados.

Al cabo de una hora el Trinidad estaba desmantelado por completo con 476 bajas a bordo y Córdoba ordenó arriar la bandera, acción que no fue vista por los británicos que continuaron el cañoneo hasta que desde el Orión (74) vieron los colores ingleses sobre el Trinidad. El Excellent (74) continuó la caza pero fue detenido por el Mejicano (112).

Mientras tanto, la vanguardia española del conde Morales de los Ríos con sus 7 navíos había virado y se dirigía en socorro del Trinidad; al mismo tiempo que lo hacían el Don Pelayo (74) y el San Pablo (74), destacados por la mañana, y los del almirante Moreno, el Príncipe de Asturias (112), el Conde de Regla (112), el San Fermín (74) y el San Francisco de Paula (74).

El San Pablo (74) y el Don Pelayo (74) fueron los primeros en llegar para ayudar al Trinidad, lanzando andanada tras andanada a los navíos británicos que lo atacaban.

A las 16:20 horas, Jervis ordenó que la flota terminara la batalla y se volviera a alinear para retirarse del campo de batalla con sus presas. El Santísima Trinidad, a la llegada del Don Pelayo (74), volvió a izar la bandera española y se desvió lentamente hacia sus compañeros. Era un premio muy codiciado, pero los británicos no pudieron hacer nada más que mirar mientras se escapaba de su alcance.

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Batalla del cabo de San Vicente 14 de febrero de 1797. El San Pelayo acude al rescate del Santísima Trinidad.

Secuelas de la batalla

A las 17:00 horas se había roto definitivamente el contacto y la escuadra británica puso rumbo al norte, siendo seguidos por el Victory (100), con los 4 trofeos y el Captain (74) a remolque de una fragata; fondearon en la bahía de Lagos el día 16 a las 15:00 horas, sin que ninguno de los dos oponentes hiciese el mínimo esfuerzo para reiniciar el combate. Las pérdidas españolas en la batalla fueron 4 navíos apresados: San José (112), Salvador del Mundo (112), San Nicolás de Bari (80) y San Isidro (74); el Santísima Trinidad (130) estaba desmantelado. Los españoles tuvieron un total de 1.284 bajas entre muertos, heridos y contusos. Los ingleses tuvieron 3 navíos fuertemente dañados; Captain (74), Culloden (74) y Blenheim (98), con 73 muertos, 227 heridos graves que fallecieron posteriormente en su mayoría, y 100 contusos.

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Batalla del cabo de San Vicente 14 de febrero de 1797. Flota británica con los navíos españoles apresados San José (112) y San Nicolás de Bari (80) con la bandera británica tras su rendición, el Santísima Trinidad desarbolado es dejado atrás. Autor Robert Clevely

Córdoba trasbordó a la fragata Diana (34) a las 19:00 horas el Trinidad totalmente desmantelado se dirigió hacia Cádiz, junto con la fragata Mercedes (34), que inútilmente intentaba remolcar al gran navío. El 17 de febrero al mediodía se perdió el contacto con la Mercedes y el Trinidad fue avistado por una balandra inglesa; al anochecer se reincorporó la Mercedes.

En la mañana del 20 fue alcanzado por un grupo de 2 navíos, 4 fragatas y un bergantín británicos. Ante esta situación, Orozco recurrió a la estratagema de izar la bandera británica por encima de la española; dando a entender que estaba controlado por una dotación de presa inglesa, lo que unido al mal tiempo surtió los efectos apetecidos y la división enemiga se retiró al anochecer del mismo día. El Trinidad arribó sobre Zafí, en la costa de Marruecos, quedando hasta el 28 de febrero por la mañana que logró poner rumbo a Cádiz.

Ese día a las 08:00 horas se acercó por la popa del Trinidad la fragata inglesa Terpsichore (32), a las 22:00 horas se acercó lo suficiente para intercambiar fuego con el Trinidad, que acertó a la fragata por los disparos acertados de los 4 cañones de guardatimones de 36 y 24 libras. El Trinidad sufrió algunos daños en las jarcias y velas, varios balazos en el costado, un soldado muerto, cinco hombres heridos, uno gravemente, y algunos contusos. La Terpsichore (32) perdió el mastelero de gavia y averías en la arboladura, jarcias, vergas y costados; pero continuó todo el día 1 de marzo el seguimiento del español desde barlovento hasta que el día 2, desde el Trinidad se avistó la escuadra del general Córdoba, a la que se incorporaría aquella misma tarde. El 3 de marzo fondeó en la bahía de Cádiz.

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Batalla del Cabo de San Vicente 1797. El desarbolado Santísima Trinidad (130) es atacado por la fragata Terpsichore (32) el 1 de marzo, dos semanas después de la batalla. Autor John Christian Schetky

Se celebró un consejo de guerra para examinar el proceder de los mandos, y que finalizó la causa el 18 de julio 1797, estimó punibles las conductas del general en jefe y de algunos de sus subordinados.

Al almirante José de Córdoba se le halló reo de insuficiencia y desacierto en las maniobras y disposiciones del ataque, lo que bien puede traducirse por incompetencia y falta de previsión. Fue condenado a la pérdida de empleo sin posibilidad de obtener otro, destierro de la Corte y de las cabeceras de departamento.

El teniente-general conde Morales de los Ríos, segundo jefe y al mando de la vanguardia, fue hallado culpable de inactividad y de negación de socorro y castigado con las mismas penas. Los comandantes de los navíos Atlante, Glorioso, San Fermín y San Genaro, convictos de desobediencia a las señales, falta de pundonor e ineptitud, fueron privados de sus empleos.

Los comandantes del Paula, San Ildefonso, San Juan Nepomuceno, Conquistador y San Antonio, quedaron suspensos de su empleo entre uno y seis años. Los segundos de todos estos navíos fueron reprendidos públicamente por no haber representado y reconvenido a sus comandantes para que cumpliesen con su deber, maniobrando con toda diligencia. Solamente se elogió el comportamiento del Príncipe, Conde de Regla, San Pablo y Don Pelayo.

El consejo de guerra, tan minucioso a la hora de analizar las conductas, no estimó en ninguno de los casos cobardía ni falta de deseo de combatir. La defensa del Trinidad por parte de Córdoba rayó en la heroicidad, y en su posterior rehabilitación se reconoció que “se portó en esta acción con el mayor espíritu militar, y es notorio que dio en ella grandes pruebas de valor, bien que le faltase suficiencia y acierto en las disposiciones y maniobras”. Por otra parte, el valor derrochado por los mandos y dotaciones del resto de los buques que participaron activamente en el combate fue reconocido por el propio enemigo.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2020-02-25. Última modificacion 2022-09-26.
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