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Tratado con Pontiac
Aunque el conflicto militar prácticamente había terminado con las expediciones de 1764, los indios aún llamaban a la resistencia contra los británicos en el país de Illinois, donde las tropas británicas aún no habían tomado posesión del fuerte Chartres. Charlot Kaské, un jefe de los shawnees surgió como el mayor líder contra los británicos en la región, llegando a ser más influyente de Pontiac. Kaské viajó hasta Nueva Orleans con la intención de conseguir la ayuda de los franceses contra Gran Bretaña.
En 1765, los británicos decidieron que solo conseguirían ocupar el país de Illinois mediante la diplomacia. Los oficiales británicos se centraron en Pontiac, quien se había vuelto menos agresivo tras la tregua de Bouquet con los indios del Ohio. George Croghan, adjunto de Johnson, viajó a Illinois durante el verano de 1765 y, pese a resultar herido durante el camino por un ataque de los kikapús y los mascountens, consiguió reunirse y negociar con Pontiac. Charlot Kaské quería quemar a Croghan en la hoguera, pero Pontiac consiguió que se moderase y aceptó viajar a la colonia de Nueva York.
Allí firmó un tratado de paz formal con William Johnson en el fuerte Notario el 25 de julio de 1766. No fue ni mucho menos una rendición, ya que ni se cedieron tierras ni se devolvieron prisioneros ni se tomaron rehenes. Más que aceptar la soberanía británica, Kaské abandonó territorio británico cruzando el río Misisipi y refugiándose con otros indios y franceses.
Secuelas de la guerra
El número total de fallecidos durante la rebelión de Pontiac se desconoce. Alrededor de 400 soldados británicos resultaron muertos en combate y aproximadamente 50 fueron capturados y torturados hasta la muerte. George Croghan estimó que unos 2.000 colonos fueron asesinados o capturados. La violencia empujó a más de 4.000 británicos a huir de sus casas en Pensilvania y Virginia. Los datos sobre las pérdidas de los indios americanos son aún menos conocidas, aunque se estima que durante los distintos enfrentamientos murieron 200 guerreros, a lo que habría que añadir todas las muertes causadas por viruela si se acepta que la estratagema de las mantas infectadas tuvo éxito.
La guerra de Pontiac se ha considerado tradicionalmente como una derrota de los indios, pero es más acertado afirmar que fue un empate militar: mientras los indios fallaron en su intento de expulsar a los británicos, estos fueron incapaces de conquistar las tierras de los nativos. El final de la guerra vino a través de negociaciones y no por victorias en campos de batalla. Los indios, de hecho, tuvieron una importante victoria al conseguir que el gobierno británico abandonase las políticas de represión de Amherst y, en su lugar, buscase una alianza con los nativos al estilo de la que estos ya tenían con Francia.
Las relaciones entre los colonos y los indios, que se habían visto duramente deterioradas durante la guerra Franco-India, volvieron a decaer durante la guerra de Pontiac. La guerra destacó por la violencia en ambos bandos, aparentemente movidos por un fanatismo genocida. Las gentes de ambos lados llegaron a la conclusión de que tanto colonos como nativos eran totalmente distintos por naturaleza y nunca podrían vivir unos con otros. Según el historiador Daniel Richter, durante la guerra surgió la idea de que todos los nativos eran indios, todos los europeos blancos y que la misión de cada uno era destruir al otro.
El gobierno británico también llegó a la conclusión de que los colonos y los indios debían permanecer separados. El 7 de octubre de 1763, la Corona redactó el Decreto Real de 1763, mediante la cual quería reorganizar los territorios norteamericanos tras el Tratado de París. La rebelión se produjo cuando el Decreto aún estaba en proceso de preparación, por lo que tuvo que ser aprobado rápidamente en cuanto las noticias del levantamiento llegaron a Londres. Los oficiales dibujaron una línea de separación entre las colonias británicas y las tierras de los nativos al oeste la los Montes Apalaches, creando una inmensa Reserva India que abarcaba desde los Apalaches hasta el río Misisipi y desde Florida hasta Terranova. Al prohibir a los colonos entrar en tierras indias, el gobierno británico esperaba evitar nuevos sucesos como la guerra de Pontiac. Desde este momento, la segregación caracterizó las relaciones entre los europeos y los nativos en Norteamérica.
Los efectos de la guerra de Pontiac se hicieron notar durante mucho tiempo. Debido a que el Decreto reconoció algunos derechos a los indígenas sobre las tierras que ocupaban pasó a ser conocida como la Carta de Derecho de los Indios (Indian Bill of Rights en inglés). A los colonos británicos y los especuladores de tierras, sin embargo, el Decreto les pareció la denegación de poder ocupar las tierras que habían conquistado a los franceses. El resentimiento que esto provocó minó entre los colonos hacia el Imperio, determinó el levantamiento que llevó a la Independencia de Estados Unidos.
Para los indios americanos, la guerra de Pontiac demostró la importancia de la unión de todas las tribus para resistir el avance de colonial. Aunque el conflicto dividió a tribus y poblados, durante esta guerra se creó la primera resistencia multitribal contra los europeos y fue la primera que no supuso una completa derrota de los nativos.
Sin embargo, el Decreto Real de 1763 no evitó que los británicos intentasen expandirse hacia el oeste, por lo que los indígenas se vieron forzados a formar nuevos movimientos de resistencia. El primero comenzó en 1767 tras una reunión organizada por los shawnees y durante las siguientes décadas hubo diversos líderes como Joseph Brant, Alexander McGllivray, Blue Jacket y Tecumesh, por ejemplo, que intentaron crear nuevas confederaciones para revivir los movimientos de resistencia.