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Antecedentes
Eduardo III decidió construir una escuadra para seguir la guerra en Gascuña y al mismo tiempo incrementar el reclutamiento. La población de Inglaterra era muy reducida con respecto a Francia, la nación más populosa de Europa, pero ello no fue óbice para que el monarca inglés levantara un ejército, que empezaba a parecerse a los ejércitos modernos, divididos en unidades más o menos homogéneas y uniformadas. Ordenó que todos los hombres de su reino, entre los 16 y los 60 años, se instruyeran en el uso del arco largo, los yeomen o aquellos que tenían propiedades superiores a 40 chelines debían de poseer un arco. De esta forma se aseguraba el disponer siempre de soldados para su ejército.
El arco largo, usado por los galeses e introducidos en sus huestes por Eduardo I de Inglaterra, demostrando su eficacia en la batalla de Falkirk. Estaba hecho de madera de olmo, de 1,80 metros de longitud, disparando flechas de 90 centímetros a cerca de 250 metros de distancia, aunque algunos llegaron a los 350. La rapidez de disparo era extraordinaria, pudiéndose efectuar hasta diez lanzamientos por minuto. Era capaz de atravesar dos cotas de malla superpuestas. Mientras que los ballesteros, que era el arma predominante en los ejércitos medievales, era un arma pesada, necesitándose cargar con brazos y piernas, su alcance era algo más de 200 metros, y penetraba una cota de malla con facilidad. La diferencia era que a más de cien metros la ballesta perdía su eficacia, y su trayectoria era tensa, pudiendo ser detenidas por los escudos, los arcos eran de trayectoria curva, y su mayor capacidad de penetración, iba a ser vital para el triunfo en la batalla.
Eduardo III reunió su ejército en Portmouth, las fuerzas allí reunidas eran 3.500 arqueros del condado de Trent, 100 del condado Palatino de Chester, 3.500 galeses, 2.743 hobelers (infantería montada), y 1.141 hombres de armas que unidos a mineros y supernumerarios sumaban unos 10.000 efectivos.
El 11 de julio de 1346 la expedición se hizo a la mar, su destino era Gascuña, pero un normando llamado Godofredo de Harccourt le convenció para desembarcar en Normandía. El 12 de julio llegó a Hoghe, en la península de Contentín, tardó seis días en desembarcar a su ejército y avanzó por Valognes, Carentan y Saint-Lô, para derrotar a los franceses en Caen el 26 de julio. La ciudad no estaba amurallada y fue saqueada a conciencia. Su objetivo era tomar París y finalizar la guerra.
Partió de Caen el 31 de julio, pasó por Corbón, Lisieux y Louviers, el 7 de julio llegó a Elbeuf, donde encontró inutilizado el puente de Ruen, remontando la orilla izquierda del río Sena en busca de un vado. El 13 se aproximó a París, pasando por Vernón y Mantes, devastando y saqueando el territorio mientras era observado por los franceses desde la otra orilla.
Llegó a Poissy donde montó su campamento, los observadores avanzados de Eduardo le informaron que el enemigo había concentrado una enorme fuerza en Saint-Denis. Temiendo una grave derrota, el jefe inglés mandó retroceder hasta Calais.
El 21 de agosto llegó a Airaines, donde los exploradores le dijeron que todos los puentes y vados o estaban destruidos o estaban custodiados. Llegó a Acheux el 23 de agosto, el ejército francés le seguía de cerca. Un lugareño le enseñó un vado cuando la marea estaba baja, el 24 de agosto, cruzó el vado sobre el río Somme y se dirigió Crécy.
Eligió como zona de batalla una entre las poblaciones de Crécy y Wadicourt separados por una distancia de 3 km, existía una pequeña elevación que dominaba gran parte del valle del río Maye, en el que se apoyaría el ala derecha inglesa, no pudiendo ser rebasada por ese flanco. Teniendo en cuenta que más al oeste se encontraba el frondoso bosque de Crécy, que aún actualmente tiene más de 28 kilómetros de borde exterior. Esta zona estaba recién arada, lo que dificultaba el movimiento de la caballería. Sospechaba que Felipe progresaría por el camino Abbeville-Hesdin y que no tendría otra opción que atacar de frente.
Despliegue inicial
Ejército inglés
Eduardo dividió su ejército en tres batallas o divisiones, dos en vanguardia entre los dos pueblos y otra a retaguardia, más a retaguardia construyó un parque próximo a un bosque, en el que encerró todos los vehículos y los caballos.
La batalla o división de la derecha, junto a la ciudad de Crécy, estaba bajo el mando nominal de Eduardo, hijo del rey; el mando real lo ostentaba el duque de Cornualles y príncipe de Gales, el cual pasó a la leyenda con el sobrenombre de “Príncipe Negro” tenía 2.000 arqueros, 1.000 galeses y 800 infantes.
La batalla o división izquierda estaba mandada por el condestable Northampton y el conde de Arundel, apoyándose en pueblo de Wadicourt, disponía de 800 infantes y 1.200 arqueros.
La batalla o división de retaguardia, se encontraba al mando del propio rey, el cual había asentado su puesto de mando en una altura donde había un molino, desde el que podía visualizar todo el campo de batalla, disponía de 700 infantes y 2.000 arqueros.
Los arqueros desplegaban en una línea oblicua de cada división, con objeto de proporcionar más efecto de masa a sus disparos. Cada aljaba contenía 48 flechas, disponiendo de varias, pudiendo ser reabastecidos sobre la marcha, desde el campamento situado a retaguardia del conjunto. También desplegó cinco cañones o bombardas junto a los arqueros en el flanco derecho.
Delante de la primera línea, había ordenado Eduardo III, que se excavaran trincheras y se clavaran estacas puntiagudas, de tal forma que todo el ejército se encontraba protegido por una formidable barrera contra la que se estrellaría la caballería enemiga. También frente a la división derecha se hicieron trampas o trous de loup posiblemente agujeros con ramas afiladas.
Aunque todo el ejército estaba desplegado, se ordenó que los soldados se sentaran en el suelo, se quitaran los cascos y descansaran, incluso se les sirvió una comida en caliente a medio día. Los arqueros procuraron mantener los arcos, flechas y las cuerdas de repuesto protegidos de la lluvia para que no perdieran efectividad.
El ejército francés
Mientras tanto, Felipe se había reunido en Abbeville. Le acompañaban el rey Juan de Bohemia y su hijo Carlos, Jaime III rey de Mallorca (rey sin reino ocupado por Pedro el Ceremonioso de Aragón), Rodolfo, duque de Lorena, Luis de Blois, Luis de Flandes, Juan de Hainault y Carlos, conde de Alençon, y casi todos los caballeros de Francia.
Felipe perseguía a su oponente, los exploradores vieron a los ingleses situados entre Crécy y Wadicourt a medio día. Siendo consciente del cansancio de sus tropas, el rey galo ordenó pararse a los que estaban avanzando para atacar, con objeto de descansar unas horas antes de la batalla, aparte que ya era atardecer y no gustaba combatir en las sombras. Pero los nobles se enfurecieron contra el rey, de tal forma que Felipe VI cambió la orden y ordenó lanzarse sobre las posiciones inglesas. Orden y contraorden produce desorden y eso fue lo que ocurrió, porque algunas unidades se habían parado y estaban prestas a descansar, cuando les llegó la contraorden de cesar y atacar al enemigo.
El ejército francés avanzaba a vanguardia con ballesteros genoveses bajo las órdenes de Odene Doria y Carlo Grimaldi, detrás tres divisiones o batallas: la primera mandada por el rey de Bohemia con los condes de Alençon y Flandes, la segunda por el duque de Lorena y el duque de Lois, la tercera por el rey en persona. La infantería, los carros con equipaje y equipos se había ido quedando atrás para no frenar la marcha de su rey. En total las fuerzas eran de unos 6.000 ballesteros, 12.000 caballeros, y unos 15.000 infantes.
Desarrollo de la batalla (26 de agosto de 1346)
Estaba empezando a atardecer cuando los ballesteros, cansados y ateridos de frío, a causa de la pertinaz lluvia, con las pesadas ballestas a sus espaldas, fueron desplegados en primera línea, formando una intrincada barrera humana. Detrás la primera división, las otras aún no habían llegado.
Tras avanzar penosamente por el terreno enfangado, cuando se encontraban a unos 300 metros, los arqueros ingleses lanzaron una lluvia ininterrumpida de flechas (eran capaces de disparar 10 en un minuto), pareciendo inagotables los carcajes o aljabas de los arqueros. Pero gracias a la perfecta sincronización entre la primera línea y los aprovisionadores de flechas que las transportaban desde la retaguardia, produjo el milagro.
La acción sobre los ballesteros se fue haciendo más intensa y más mortífera a cada metro que avanzaban, se suponía que cada ballestero debía estar acompañado de un escudero armado con un pavés, especie de escudo grande con un pico puntiagudo que se clavaba en la tierra, delante del ballestero. El objetivo de este soldado era proteger al ballestero durante los instantes en que este estaba indefenso, durante el lento y penoso proceso de recargar la ballesta. Al parecer muchos de estos escudos o paveses estaban en el tren de bagajes, lo que dejaba a los ballesteros desprotegidos.
Durante esos instantes el ballestero tenía un pie y ambas manos ocupadas en el arma, por lo que obviamente necesitaba de un hombre que lo protegiera de las flechas enemigas. Pero se les había ordenado avanzar antes de que los encargados de los suministros hubiesen entregado los paveses a los escuderos. Los ballesteros solamente eran capaces de disparar 1 o 2 virotes por minuto. Pronto descubrieron con horror que las ballestas por la lluvia habían perdido efectividad y solo alcanzaban unos 100 m, por lo que tenían que acercarse aún más.
Las filas de ballesteros empezaron a agrietarse y el miedo empezó a cundir entre los genoveses, que lo único que deseaban era salir pronto de aquel infierno de muerte; pero la caballería que les seguía, les impedía retroceder. Finalmente, huyeron en masa, desorganizando las filas de los caballeros, de tal manera, que ante la mirada atónita de los caballeros ingleses, el conde de Alençón, ordenó poner lanzas en ristre y acometer a sus propios ballesteros, causando casi tanta mortandad como las flechas.
Fue el propio rey de Francia, quien al ver la desordenada fuga de los genoveses, gritó: “¡Matad a esos bergantes! Nos están impidiendo avanzar”.
El conde de Alençón cargó contra la división del Príncipe Negro, mientras que el de Flandes lo hacía contra la división de Northampton, ambas cargas fueron un fracaso.
El conde de Luxemburgo y el rey de Bohemia iniciaron una segunda carga, no se sabe si para reforzar la primera carga o para aprovechar el momento de confusión en las filas inglesas. Consiguiendo penetrar en la formación del Príncipe Negro. Según Froissart, los caballeros rebasaron a los arqueros, Warwick mandó un emisario al molino donde estaba el rey, pidiendo ayuda, quien mandó 30 caballeros para reforzar la posición de su hijo. Las fuerzas del conde de Luxemburgo, consiguieron romper la formación del Príncipe Negro, pero finalmente fueron rechazados por la segunda línea con grandes pérdidas, Alençon el conde de Luxemburgo que estaba casi ciego, murieron en el enfrentamiento.
Los franceses realizaron un total de 15 cargas, cada una de las cuales dejando más muertos sobre el campo de batalla. El estado del terreno que no permitía coger velocidad a los caballos y les hacía fatigarse mucho antes, los cuerpos de los muertos diseminados por el campo de batalla, así como la zanja y las estacas clavadas, frenaron los ataques, los últimos de los cuales se ejecutaron de noche ciega.
Eduardo mantuvo a sus hombres en sus posiciones toda la noche, y al amanecer del día siguiente, las levas de Bauvais y Ruen acudieron al campo de batalla, fueron fácilmente derrotadas.
Felipe, que había sido herido en el cuello por una flecha y su caballo muerto, fue persuadido para abandonar el campo de batalla. Se dirigió al castillo de Broye para descansar esa noche y continuó hasta Amiens.
Secuelas de la batalla
Los ingleses dispararon unas 75.000 flechas. Las bajas francesas se estiman en 12.000, entre ellos 11 príncipes y más de 1.500 caballeros. Entre los más importantes de los muertos en Creçy, las fuentes señalan a Carlos, hermano del propio rey Felipe, el rey de Bohemia, el duque de Lorena y los condes de Flandes, Alençon, Auxerre, Harcourt, Sancerre, Blois, Grandpré, Salm, Blamont y Forez. Era de uso rematar a los heridos incurables, pero los encargados de ejecutar esta penosa tarea eran tropas galesas compuestas por campesinos.
La muerte de un señor o caballero a manos de un plebeyo estaba prohibida por el código de ética caballeresco, de modo que se les dejaba morir por sí mismos. Otros, en mejor estado, eran evacuados a retaguardia y canjeados posteriormente. Los heridos y prisioneros plebeyos, eran asesinados sumariamente en el mismo campo de batalla al no poder pagar rescate.
Las bajas inglesas se estiman en 1.200 hombres.
Después de la batalla, Eduardo se concentró en sitiar Calais, cuya capitulación se realizó el 4 de agosto, otorgando a Inglaterra una cabeza de puente sólida e inexpugnable en el norte de Francia, desde donde podía controlar el comercio con el continente.
El 29 de septiembre se firmó una tregua que duraría hasta julio de 1348.