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La batalla de Azincourt o Agincourt tuvo lugar el 25 de octubre de 1415 en esta población del norte de Francia, en el marco de la guerra de los Cien Años. Los ingleses con una fuerza muy inferior derrotaron a los franceses, lo que les permitió apoderarse de media Francia.
Antecedentes
En 1375, los ingleses solo conservaban en Francia algunas cuantas plazas, como Burdeos, Calais o Bayona. La guerra parecía llegar a un desenlace muy favorable para Francia, cuando una profunda crisis en ambos países impuso un largo paréntesis a las operaciones bélicas, que duró hasta 1413, en que expiraron las treguas.
Enrique V de Inglaterra, que contaba con 25 años de edad, acababa de ser coronado rey de Inglaterra y quería atribuirse el título de Rey de Francia a través de su tatarabuelo Eduardo III; aunque muchos monarcas ingleses anteriores aceptaban renunciar a este derecho a cambio del reconocimiento francés de la soberanía inglesa sobre Aquitania y otros territorios franceses.
En primavera de 1414 Enrique llamó a su consejo para planificar ir en guerra contra Francia, pero sus señores le sugirieron moderar sus peticiones y seguir negociando.
Enrique entonces dijo que renunciaría a su derecho al trono de Francia si los franceses pagaban 1,6 millones de coronas y le entregaban los territorios de Normandía, Touraine, Anjou, Bretaña y Flandes, además de Aquitania. También la mano de la princesa Catalina, hija de Carlos VI de Francia, junto con una dote de 2 millones de coronas para el matrimonio.
Los franceses solo accedieron al matrimonio con una dote de 600.000 coronas y el territorio completo de Aquitania.
En 1415 un ultrajado Enrique clamaba que los franceses habían ridiculizado su propuesta y puesto en evidencia.
Finalmente, en abril de 1415, Enrique propuso al consejo definitivamente a ir en guerra contra Francia, y esta vez aceptaron.
Expedición inglesa
Enrique movilizó un ejército de 10.000 efectivos (8.000 arqueros y 2.000 jinetes), los reunió en Portmouth y zarparon el 11 de agosto, desembarcando en una playa cerca de Harfleur en el norte de Francia el 13 de agosto de, poniendo inmediatamente sitio al puerto de Harfleur. No era una guerra de incursiones o chevauchées como habían hecho sus precursores, sino de conquista, su objetivo era ir a París y de aquí a Burdeos.
La ciudad no tenía una guarnición importante, pero sus defensas eran buenas, el asedio duró más de lo esperado, pues la ciudad no se rindió hasta el 22 de septiembre. Ahora tenía una base de operaciones, pero su ejército estaba muy menguado por las bajas del combate y por las enfermedades, sobre todo la disentería, las bajas fueron 2.000 muertos y 2.000 enfermos o heridos evacuados.
La estación de campaña estaba a punto de finalizar, pero el monarca inglés, antes de retirarse a Inglaterra, decidió realizar una cabalgada o chevauchée por las tierras que reclamaba, para ello recibió refuerzos de Inglaterra.
Dejó 500 hombres de armas y 1.000 arqueros de guarnición en Harfleur y partió el 8 de octubre con unos 9.000 efectivos a través de Normandía hacia Calais, un enclave y fortaleza inglés en la costa francesa del Canal situado a unos 200 km (120 millas).
Siguió la costa hasta el río Béthume, abasteció a su ejército en Arques. Cruzó el río Bresle cerca de Eu, tras haber cubierto 130 km en cinco días, el 13 de octubre se dirigió tierra a dentro para cruzar el río Somme. Allí recibió las malas noticias de que el punto de cruce más próximo estaba defendido por 6.000 efectivos. Después de discutirlo con sus mandos, decidió no retirarse y seguir hacia el suroeste hasta encontrar un vado que no estuviera vigilado.
Durante los cinco días siguientes, el ejército francés desde la otra orilla les siguió a su altura, los hombres estaban cada vez más hambrientos. El sexto día 19 de octubre, mediante una marcha forzada, les adelantó y el río por Bethencourt y Voyennes, cruzaron el río con el agua por la cintura. Los franceses atacaron entonces, lanzando grupos de jinetes sobre la cabeza de la fuerza principal que acababa de cruzar el río, pero los arqueros que habían cruzado los rechazaron.
El 20 de octubre, los ingleses descansaron y al día siguiente, se pusieron en marcha otra vez, encontrando las huellas de un enorme contingente francés. Los especialistas ingleses determinaron, por la cantidad de pisadas, que los franceses les superaban en número de 3 a 1. Estaban a 2 o 3 días de marcha de Calais, pero eran conscientes de que los franceses les habían alcanzado.
Venciendo las adversidades, Enrique no se arredró, cruzó el río Ternoise, enviando unos exploradores a los alrededores. A su regreso, le informaron que una gran concentración de tropas enemigas se encontraba a menos de 4 km a su derecha.
Los franceses, conscientes de la cercanía del ejército de Enrique, se aproximaron hasta que los separó apenas una franja de terreno de unos 800 metros. El rey inglés acampó en Maisoncelles, y desde sus campamentos los británicos podían escuchar los movimientos de los caballos enemigos, mientras sus cuidadores los preparaban para pasar la noche.
El 24 de octubre, ambos ejércitos estaban uno frente a otro, pero los franceses preferían esperar a más refuerzos, y ambos ejércitos pasaron esa noche en campo abierto. Los ingleses, por su parte, tuvieron cuidado de no ser rodeados. La batalla tendría lugar el día siguiente.
Despliegue inicial
El campo de batalla era un terreno recientemente arado con bosque a ambos flancos, la lluvia reciente los había enfangado y era muy fatigoso cruzarlo tanto a pie como a caballo. Los ingleses ocupaban la posición más elevada, los bosques convergían ligeramente en el lado inglés, su anchura variaba de 1.200 en el lado francés a 900 m en el lado inglés.
Despliegue inglés
Los ingleses disponían de unos 1.000 hombres de armas y 2.000 infantes montados o hobelars, y 6.000 arqueros. Los distribuyó en cuatro divisiones o batallas, tres en primera línea y una a retaguardia; cada una contaba con unos 500 infantes y 250 hombres de armas y 1.500 arqueros. Cada división o batalla estaría formada por el centro compuesto una fila de hombres de armas, seguida de 2 de infantes; y a vanguardia una fila o dos arqueros que se replegarían a retaguardia al acercarse el enemigo, los flancos estarían formados solo por arqueros, que desplegarían formando un ángulo con el centro, según la forma habitual.
Los arqueros estaban provistos de una estaca de 1,80 m de longitud, afilada por ambos extremos, que se clavaba en el suelo apuntando en ángulo hacia el enemigo, que formaban una empalizada que era una defensa impenetrable para la caballería, cuando se movían se llevaban la estaca consigo.
La división o batalla de la derecha estaba mandada por Eduardo, duque de York; la del centro mandada por Tomás Epinghan; y la de la izquierda por lord Camoys. El rey se colocó a retaguardia otra división para cerrar cualquier penetración.
Despliegue francés
Los franceses, que se encontraban a un kilómetro, habían desplegado en tres líneas o batallas, las dos primeras desmontadas con jinetes a cada flanco, la tercera estaba completamente montada. A los flancos habían desplegado algunos cañones que fueron ineficaces.
La primera línea o vanguardia estaba mandada por el condestable de Francia Carlos d’Albert y disponía de unos 6.000 hombres de armas o bascinetes desmontados, junto con 1.000 ballesteros y 2.000 arqueros; el flanco izquierdo era mandado por Luis conde de Vandôme con 1.200 caballeros montados, el flanco derecho estaba mandado por Clignet de Brevante con 800 caballeros montados.
La segunda línea o centro estaba mandada por Juan d’Aleçon y disponía de unos 8.000 hombres de armas desmontados y también comprendía 1.000 arqueros y 2.000 ballesteros, también disponía de 500 jinetes a cada flanco.
La tercera línea o retaguardia estaba mandada por Roberto, conde de Marle y constaba de 6.000 hombres de armas a caballo.
La larga espera
El 25 de octubre (día de San Crispín) ambos ejércitos estaban frente a frente, serían sobre las 09:00 cuando ambos habían finalizado sus respectivos despliegues.
La situación de los ingleses era precaria, se estaban quedando sin comida, habían marchado 420 km en territorio enemigo en dos semanas y media, y estaban a merced de las enfermedades y la disentería; y para colmo ejército francés bloqueaba el camino hacia Calais. Retrasar la batalla solo debilitaría más a los ingleses y fortalecería a los franceses con más refuerzos.
Los franceses intentaban retrasar la batalla, porque sabían que el tiempo estaba a su favor, y cuanto más tiempo pasase, más refuerzos irían llegando.
Se produjeron insultos y provocaciones por ambos bandos, pero pasaban las horas y no ocurría nada, algunos se sentaron y aprovecharon para comer, se estaban acercando a mediodía y Enrique decidió dar el primer paso, mandó avanzar sus líneas hasta una distancia de 250 metros del enemigo.
Tomás Etpinghan jefe de los arqueros y veterano de otras batallas, mandó revisar el equipo de los arqueros antes del avance. Los ingleses tenían que cubrir una distancia de 650 m hasta su nueva posición, el terreno estaba recién arado y embarrado por la lluvia. Llegaron a su nueva posición y clavaron sus estacas en el suelo, con la inclinación suficiente para clavarse en el pecho de los caballos, dando la espalda al enemigo para realizar esta operación. También clavaban parte de sus flechas en el suelo para tener mejor acceso a ellas.
Una vez en posición y asentados, se dio la orden de disparar, con una formidable cadencia de tiro de 10 o 12 disparos por minuto y arquero, cubrieron con inmensas y sucesivas nubes de flechas al enemigo.
Se cree que este diluvio de muerte que descendía del cielo estimuló a los franceses a entrar en acción. Los ballesteros y arqueros franceses intentaron contraatacar, pero debieron retirarse por la superioridad de los arqueros ingleses.
Los bacinetes u hombres de armas tenían equipos adaptados para contrarrestar las flechas, ofreciendo superficies inclinadas para favorecer los rebotes; pero si serían efectivas contra los caballos y arqueros y ballesteros que tenían protecciones acolchadas. No obstante el ruido del impacto de las flechas contra las armaduras, debió de tener un impacto psicológico.
Los cañones franceses que estaban en primera línea posiblemente no pudieron hacer fuego, ya que la lluvia de flechas mató o hizo huir a sus sirvientes.
Primer ataque francés
A continuación, d’Albret ordenó la carga de la caballería contra los flancos donde se parapetaban los arqueros, pero la misma constituyó un terrible fracaso: de los 800 jinetes del ala derecha solamente atacaron 160, mientras que entre los 1.200 del flanco izquierdo se produjeron bajas semejantes, es posible que hubiesen sufrido numerosas bajas de caballos por la lluvia de flechas. Consiguieron llegar hasta los arqueros, pero las estacas los frenaron en seco, muchos fueron empalados.
La formación de infantería llegó momentos más tarde, los hombres de armas con su armadura, el yelmo puesto que les impedía la visión; y con la lanza que habían acortado en ristre avanzaron penosamente por el barrizal, muchos de los caballos heridos embistieron contra la formación, causando la pérdida de cohesión. Cuando llegaron cerca de los arqueros, estos disparaban las flechas en tiro tenso y con más precisión, usaron las flechas de punzón que eran capaces de atravesar las armaduras, causando numerosas bajas.
Cuando los sobrevivientes hubieron llegado a la distancia «una lanza» de sus enemigos, comenzó el combate cuerpo a cuerpo. Los arqueros dejaron los arcos y cogieron hachas, espadas, mazas y lanzas atacaron a los franceses, quienes por sus pesadas armaduras, no pudieron enfrentarse a la agilidad de los arqueros quienes les causaron numerosas bajas y les obligaron a retroceder.
Segundo ataque francés
La segunda línea francesa, que era tan numerosa como la anterior, avanzó. Al igual que la primera fue recibida por una lluvia de flechas, pero su avance se hizo más penoso, ya que tropezaban con los cuerpos de sus compañeros caídos en el combate previo, se habla de que cerca de las empalizadas había montones que dificultaban el avance.
Cuando estuvieron a la distancia de una lanza, los arqueros dejaron el arco y se prepararon para el combate cuerpo a cuerpo, los franceses consiguieron romper la línea inglesa por varios puntos, entonces Enrique ordenó que entrase en acción la segunda línea que pudo contener a los franceses y derrotarlos.
Los hechos relatados por los distintos cronistas son difíciles de reconciliar, se dice que el rey y su séquito, se abrieron camino hasta la segunda línea, puede que aquí fuera cuando recibió un golpe que abolló su yelmo que se encuentra actualmente en la abadía de Westminster. También hablan de montones de cuerpos franceses que eran más altos como un hombre. Al final la segunda línea se retiró dejando el campo lleno y cadáveres y muchos prisioneros.
Matanza de los prisioneros
La batalla de Azincourt había comenzado y concluido en apenas una hora. Llegaba el mediodía y los ingleses reunían a sus prisioneros, saqueaban a los muertos y hacían cuentas acerca de los suculentos rescates que obtendrían por las vidas de los nobles capturados. Muchos de ellos llevaban la armadura puesta, el guantelete derecho se lo habían entregado a su captor y se habían quitado los yelmos para su identificación.
Muchos ingleses recorrían el campo de batalla para ver si conseguían algún prisionero por el que pedir rescate, si resulta que era un noble, podían conseguir mucho dinero.
Enrique no podía permitir que cada capturador vigilase individualmente a su prisionero, dado que la tercera línea francesa estaba aún en su sitio. Así es que los reunió a retaguardia, siendo vigilados por un grupo, mientras los demás recogían el botín y otros proporcionaban seguridad.
El duque de Bravante que había llegado tarde con sus seguidores, cargó de inmediato contra los ingleses, pero fue repelido y se retiró, esta acción inspiró a otros.
Pero a primera hora de la tarde sucedió algo inesperado. El señor de toda aquella zona, Isembart de Azincourt, junto con Robinet de Bournonville, Riflart de Clamasse y otros hombres de armas autóctonos; atacaron por cuenta propia la retaguardia de Enrique y, aprovechando la relajación de la victoria, irrumpieron en su campamento, matando a sus ocupantes (pajes y personal no combatiente) y apoderándose de los bienes y bagajes, incluyendo la corona regia y la espada incrustada de joyas del rey.
Los condes de Masle y de Fauquemberg, los señores de Louvroy y de Chin, que habían formado parte de la tercera línea, y que se habían retirado, junto con otros 600 hombres de armas, volvieron grupas y realizaron una carga para salvar su honor; pero no sirvió de nada, pues la mayoría fueron muertos o hechos prisioneros.
Estos acontecimientos precipitaron la decisión de Enrique de matar a los prisioneros, estos, durante las cargas, habían lanzado gritos de apoyo para ser liberados. De inmediato, Enrique ordenó pasar por las armas a todos los prisioneros. Los nobles y caballeros ingleses consideraron la orden como poco honorable y se negaron a cumplirla por ser contrario al honor de un caballero. Entonces Enrique recurrió a los arqueros que estaban fuera del sistema caballeresco, un escudero con 200 arqueros empezaron a acometer la tarea, empezando por los de menos valor, es decir los que no podían pagar rescate; es muy posible que usasen los ballock o dagas de la misericordia que solían usar para rematar a los heridos muy graves en el campo de batalla.
Enrique ordenó detener la matanza cuando la tercera división se retiró completamente del campo de batalla y los saqueadores del campamento se habían retirado. Eran las 15:00 horas y quedaban muy pocas horas de luz.
Enrique condujo a los prisioneros y heridos propios a Maisoncelles para pasar la noche.
Secuelas de la batalla
La conclusión fue una victoria completa por parte inglesa, murieron 500 hombres de todos los rangos; entre los que se encontraban el duque de York, tío del rey, y el conde de Suffolk; y tuvieron más de 1.000 heridos.
Los franceses enterraron a 6.000 muertos, tarea llevada a cabo por el obispo Arras, entre los que había más de 500 caballeros, y se hicieron 2.000 prisioneros que fueron llevados a Inglaterra.
La estación se acababa y ya se habían agotado los víveres y suministros del ejército inglés. Enrique V y su ejército, agotado y hambriento, se dirigieron lo más pronto posible hacia Calais, plaza fortificada en manos inglesas y a donde llegó pasados tres días. En Calais aguardó durante quince días a que el tiempo mejorara en el Canal, pudiendo embarcarse finalmente hacia Inglaterra en noviembre. Desembarcó en Dover el 16 de noviembre y entró como héroe en Londres el 23 de noviembre.
La estructura política, económica y militar de Francia había sido descabezada, y esta circunstancia produjo una confusión que permitiría a los ingleses ganar tiempo y ejercer una hegemonía sobre el territorio continental francés, aprovechando su debilidad.
Al año siguiente Enrique V se alió con el emperador del Sacro Imperio Romano, Segismundo, y en 1417 inició la conquista de Normandía, que concluyó con la toma de Ruén dos años más tarde. Firmó un tratado de paz en Troyes con Carlos VI de Francia, en 1420, por el que se concertó su matrimonio con Catalina de Valois, hija de Carlos, y se aseguró de este modo la promesa de la sucesión al trono de Francia a la muerte de Carlos VI. Cuando Enrique regresó a Inglaterra en 1421, dejando a su hermano Tomás, duque de Clarence, como gobernador de Normandía. Los franceses se opusieron a la soberanía inglesa y derrotaron al Duque.
Enrique regresó a Francia y llevó a cabo una tercera campaña, pero cayó enfermó y murió. Era el gobernante más influyente en Europa occidental en el momento de su muerte, ocurrida en Vincennes, Francia, el 31 de agosto de 1422. Le sucedió su hijo Enrique VI, lo que complicó la sucesión.