Edad Moderna Conquistadores españoles Hernán Cortés

Orígenes

Nació el año 1485 en Medellín, sus padres eran Catalina de Paz, y el ex capitán Martín Cortés de Monroy, sus padres eran algo mayores y con cierto linaje; pero sin muchos medios, por lo que cuando Hernán llegó a la adolescencia dudan entre dedicarlo al estudio, al servicio de la casa real o a las armadas de Italia o de Indias. Se decidió en principio enviarlo a Salamanca, donde vivían sus tíos Francisco Núñez de Varela e Inés de Paz. Allí llegó el muchacho, con solamente catorce años, e inicia estudios de latín, gramática y leyes, aunque no alcanza a licenciarse en nada.

Ante el poco éxito de su hijo en la universidad, Martín lo llevó a casa a fines de 1501. Tras varios intentos fallidos, de embarcar para las Indias, o de participar en las campañas de Gonzalo Fernández de Córdoba en Italia. Al año siguiente Hernán consiguió una plaza para embarcar al Nuevo Mundo en la flota del extremeño Nicolás de Ovando. Pero poco antes de la partida un desdichado incidente con un marido ultrajado lo dejó maltrecho con varias heridas, a las que se unen poco después unas fiebres cuartanas (paludismo). Restablecido, el joven decidió unirse a las fuerzas del Gran Capitán de Nápoles, para lo cual se encaminó a Valencia. Deambuló por allí casi un año, sin decidirse a embarcar. Los padres reunieron sus ahorros y le compraron una plaza en el barco de Alonso Quintero, que junto a otros mercantes zarpó de San Lúcar de Barrameda en dirección a las Indias.

Hernán llegó en 1504 al puerto de La Española en la isla de Santo Domingo, que era el centro de la administración de España en el Caribe bajo el gobierno de Diego Colón, hijo del descubridor. Sus estudios le sirvieron para encontrar un trabajo como escribano en la villa de Azúa.

Estancia en Cuba

Hernán entabló buenas relaciones con algunos personajes de importancia en La Española. Entre ellos Diego Velázquez. Diego Colón nombró a Velázquez gobernador de Cuba, cargo que llevaba aparejadas la conquista y población de aquella isla. Cortés se unió a la expedición, que partió en 1511, y pronto se destacó en diversos oficios colonizadores, como los de agricultor, ganadero, buscador de oro y comerciante, mostrando una inclinación a los negocios rurales que reaparecería a lo largo de su vida. Al fundarse Santiago de Baracoa, el próspero joven era alcalde del cabildo y mantuvo un tenso entendimiento con el gobernador de Cuba.

El hecho es que la mujer de Velázquez, de apellido Juárez, tenía unas atractivas hermanas, a las que rondaban tanto Hernán como otros capitanes de Cuba. Cortés se comprometió con una de ellas llamada Catalina Juárez, pero se mostró remiso a la hora de cumplir su compromiso matrimonial. Este desaire a la familia Juárez hizo que fuera encarcelado por el gobernador, acusado de conspirar en su contra. Finalmente, accedió a contraer matrimonio con Catalina, apodada la Marcaida, con lo que acabó siendo cuñado del gobernador, siendo nombrado alcalde ordinario de la ciudad recién fundada de Santiago Cuba.

Velázquez recibió orden de armar una expedición al Yucatán y las costas cercanas, y se decidió nombrar a Cortés como jefe de la expedición.

Expedición al Yucatán

Cortés, temeroso de que Diego se arrepintiera de su nombramiento, adelantó la salida. Partió el 18 de noviembre de 1518, con 11 barcos, con 518 infantes, 16 jinetes, 13 arcabuceros, 32 ballesteros, 110 marineros y unos 200 indios y negros como auxiliares de tropa, 32 caballos, 10 cañones de bronce y cuatro 4 falconetes.

Como iba escasa de bastimentos, tuvo que aprovisionarse de estos en el puerto de Trinidad y otros lugares.

Tocó la isla de Mujeres a 15 km de Cancún, y posteriormente se dirigió a la isla de Cozumel un importante puerto naviero y centro religioso maya, allí se incorporó a sus fuerzas, al náufrago Jerónimo de Aguilar, quién fue uno de los primeros intérpretes al servicio del conquistador. Otro náufrago Gonzalo Guerrero se negó a retornar: después de ocho años se había adaptado a las costumbres indígenas e incluso se había casado con una dama principal y tenía tres hijos, de aquí que se le considere el padre del mestizaje en México. Durante la estancia de Cortés en la isla se presentó ante él una persona que se dijo señor de toda la isla. Tras una larga charla, Cortés le habló sobre el rey de España y la fe católica, además de recalcar sus intenciones pacíficas si toda la gente de la isla se subordinaba ante España. Cortés entregó un salvoconducto para que la población no fuese agredida por futuras expediciones españolas a la isla. El 4 de marzo de 1519, los conquistadores españoles zarparon de Cozumel despidiéndose amigablemente de los mayas de la isla.

El 18 de febrero de 1519, desembarcaron en tierra firme. Pronto tuvieron los primeros encuentros con nativos, a los que el asombro y el temor les hizo mostrarse amistosos.

El 12 de marzo, Cortés arribó a tierras del actual estado de Tabasco, desembarcando en la «Punta de los Palmares«, junto al río de Grijalva, que se encontraba a media legua del pueblo de Potonchán, donde ya habían hecho escala las dos expediciones españolas anteriores; siendo ambas atacadas por los nativos mayas. Los mayas se mostraron hostiles, y poco después se produjeron diversas escaramuzas.

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Ruta de Hernán Cortés en el mar Caribe y el golfo de México

Batalla de Centla (14 de marzo de 1519)

El 14 de marzo de 1519, Cortés mandó al capitán Pedro de Alvarado con 100 soldados para que fuese tierra adentro hasta dos leguas para dirigirse a Potonchan (Putunchan) perteneciente a los putunes o grupo maya-chontal, y mandó, por otro lado, a Francisco de Lugo, con otros 100 soldados. Francisco de Lugo se topó con unos grupos de guerreros, iniciándose un nuevo combate. Al escuchar los disparos y tambores, Alvarado fue en ayuda de Lugo, Cortés al oír los disparos acudió con el resto de las fuerzas entra las que se encontraban 13 jinetes. Los indígenas fueron cogidos por ambos flancos por Lugo y Alvarado y Cortés atacó por el centro. En la batalla participaron, según las crónicas de Hernán Cortés y Bernal Díaz del Castillo, 40.000 indígenas de 8 provincias cercanas, contra 410 españoles.

Los españoles se defendieron empleando sus armas de fuego, lo que volvió a causar pavor a los indios; pero lo que más los aterró fue ver a los jinetes de la caballería española, pues los indios creyeron que tanto la persona como el caballo (que nunca habían visto en su vida) eran uno solo. Al final del día, los conquistadores hicieron huir en desbandada al grueso de sus contrincantes dejando más de 6.000 muertos en el campo de batalla contra solamente dos hispanos.

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Guerreros mayas: (1) general; (2) lancero; (3) hondero. Autor Angus McBride
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Batalla entre conquistadores y mayas

Al día siguiente, Taabscoob envió embajadores al campamento español con prendas para pagar su derrota. Se entregó al capitán Alonso Hernández Portocarrero, apresado en la expedición anterior, que haría de intérprete, ya que dominaba tanto la lengua maya como la mexica, el nahuatl. Entre los obsequios había joyas de oro, jade y turquesa, pieles de animales, animales domésticos, plumas de aves preciosas y 20 mujeres jóvenes, entre las cuales estaba Malinali, que sería inseparable consejera y probablemente amante del conquistador. Fue bautizada como Marina, y los indios la apodan Malitzin, que los españoles deforman en Malinche. Los aztecas llamarán también así a Cortés, por estar siempre junto a ella.

Después, Cortés se dirigió a una gran ceiba (considerado árbol sagrado por los mayas) y sacando su espada, dio unos golpes sobre el tronco y tomó posesión de esas tierras; fundando el 25 de marzo de 1519, la villa de Santa María de la Victoria, que sería la primera población española en la Nueva España y una de las primeras en América.

Fundación de Veracruz

Los españoles permanecieron allí hasta el 12 de abril, cuando Cortés se embarcó rumbo a Culúa y Tenochtitlan, dejando en la villa a un puñado de soldados, encargados de pacificar la región. Ese año de 1519, comenzaría una epidemia de viruela, traída sin saberlo por los conquistadores, que en el curso de las siguientes décadas aniquiló al 97 % de la población de la región y que facilitaría la conquista de México.

Llegaron cerca de la ensenada de San Juan de Ulúa el Jueves Santo de 1519, concretamente a los arenales de Quiahuixtlan, en donde se realizaría la fundación de Veracruz. Allí desembarcaron sin problemas y fueron magníficamente recibidos por los nativos de la zona y, por primera vez en la conquista de México.

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Imperio Azteca en 1518. Autor Ian Mladajov

Cerca de Tabasco recibió Cortés a los primeros emisarios de Moctezuma (o Motecuhzoma), el tlatoani más poderoso de México, pero no su emperador, como erróneamente lo denominaron los españoles. Los tlatoanis eran señores de las distintas ciudades, que guerreaban entre sí, sacrificaban los prisioneros a sus dioses y se obligaban a pagar tributos. Los aztecas, excelentes guerreros, dominaban por entonces varias ciudades y regiones de costa a costa, aunque no disponían de una organización imperial. Había continuas rebeliones de los obligados vasallos y también estos y los propios príncipes aztecas guerreaban a menudo entre sí. Moctezuma tenía vasallos aliados, vasallos forzados y enemigos declarados entre los caciques y jefes de aquel extenso territorio. Esto lo advertirá pronto Cortés y lo utilizará en favor de sus designios.

Los caciques habían llevado a la visita un grupo de pintores para dibujar a esos extraños personajes y esos dibujos serían llevados a Moctezuma para que se pudiese hacer una idea más exacta de quienes eran. Esta práctica era habitual, era la forma de informar al tlatoani de todo lo que ocurría en sus dominios, siendo transportados estos dibujos por rápidos mensajeros llamados painanis (consagrados al dios Paynal) que corrían día y noche. Cortés y sus hombres posaron encantados e incluso hicieron una demostración de marcha a caballo y dispararon varias lombardas asustando e impresionando a los mexicas. Los emisarios se marchan con regalos para su señor (una silla de cadera, cuentas de vidrio, un sombrero colorado) y la noticia de que el hombre blanco representa al rey más grande del mundo y desea entrevistarse con el tlatoani Moctezuma.

Los emisarios regresaron con más regalos aún, más oro, más prendas, más alimentos, los españoles no daban crédito a tanta riqueza. Cortés siguió insistiendo en ver a Moctezuma, pero este parecía no estar muy dispuesto a ello, tenía demasiadas y no lo consideraba conveniente.

El lugar donde se encontraban era bastante incómodo para vivir, había muchísimos mosquitos y el calor acababa rápidamente con los alimentos. Mientras pudiesen disfrutar de los generosos servicios de los nativos no habría problema pero y ¿cuándo esto terminase? Cortés decidió enviar a Francisco de Montejo de exploración hacia el norte para buscar algún otro emplazamiento más adecuado pero volvió al poco sin haber podido explorar mucho debido a las corrientes marítimas que no le permitieron navegar, nunca más allá de Pánuco, tal y como le ocurrió a Grijalva. Tan solo vieron una pequeña población junto a la que podrían desembarcar pero que tampoco ofrecía demasiadas garantías.

Algunos soldados, principalmente los más partidarios de Diego Velázquez; comenzaron a inquietarse por las dificultades que se habían presentado en forma de belicosos pueblos y viendo la cantidad de oro recaudado y de otros presentes, dijeron a Cortés que lo mejor era volverse a Cuba. Allí disponían de tierras e indios y con eso se conformaban, además de que las órdenes de Velázquez eran de rescatar no de poblar, por lo que seguir allí contravenía dichas órdenes.

Volver a Cuba significaba dar una buena parte del botín al gobernador y renunciar a otras posibles riquezas que aún no se habían descubierto. Por lo que Cortés se puso manos a la obra para lograr desentenderse del compromiso que le unía con Velázquez. Fingió que accedía a las pretensiones de los que querían volver diciéndoles que al día siguiente iniciarían los trabajos para regresar a Cuba, pero esa misma noche organizó una consulta entre sus hombres más importantes para saber con qué apoyos contaba.

Cortés instaló su campamento enfrente de la ciudad de Quiahuiztlán habitada ancestralmente por los totonacas. Poco después lo convirtió en ciudad, con el nombre de Villa Rica de la Vera Cruz (ubicada 70 km al norte de la actual Veracruz), por haber desembarcado los españoles en aquel paraje un Viernes Santo. Preparó la ceremonia de fundación bajo la autoridad de su majestad el Rey, siendo nombrados varios de sus hombres como alcaldes mayores, regidores, alguaciles, contador, procurador, tesorero y escribanos conformando así el primer cabildo de la América continental. Esta nueva ciudad quedaba bajo la autoridad y el poder del rey, Diego Velázquez allí ya no mandaba nada.

Fue una auténtica obra de ingeniería jurídica de Hernán Cortés para liberarse de la servidumbre del gobernador y así proseguir con sus planes de conquista del imperio azteca bajo mandato real.

Los totonacas aliados de Cortés

Establecidos los primeros contactos con los nativos la prioridad ahora era tratar de asentarse en la nueva ciudad de Veracruz, en donde la vida resultaba realmente dura. La zona no era especialmente fértil para poder cultivar alimentos y tampoco la caza era muy abundante. El lugar no daba para mucho y eso empujó a continuar explorando en busca de mejores lugares. Un día Cortés estando de caza se encontró con un grupo de nativos, que sorprendidos le ofrecieron gallinas y pan de maíz en señal de amistad y le invitaron a visitar la ciudad de Cempoala situada a un día de camino desde Veracruz, dicha ciudad tenía 20.000 habitantes.

Cempoala era la capital de los totonacas, un pueblo tributario sometido a los mexicas. Se reunieron con varios de los caciques más importantes, estos se quejaron amargamente de que Moctezuma cada año les arrebataba muchos jóvenes para ser sacrificados en Tenochtitlan o para ser utilizados como esclavos, y además los recaudadores del emperador abusaban de sus mujeres y cometían mil tropelías contra su población. Esta fue la primera vez que el conquistador conoció las divisiones entre los pueblos nativos que posteriormente aprovecharía muy bien para lograr la conquista de México. Cortés les ofreció su colaboración para acabar con esos abusos.

Precisamente ese día llegaron a Cempoala cinco de esos recaudadores, los cuales ignorando a los españoles fueron directamente a recriminar al cacique principal el haberles alojado y atendido. Como castigo por ello les exigieron la entrega de 20 jóvenes indios para su sacrificio y una suma astronómica de impuestos. Los totonacas aterrorizados acataron las órdenes de los recaudadores, pero Cortés, no dudó en capturarlos y los encerró, posteriormente tranquilizó a los caciques totonacas, que ahora temían las posibles consecuencias de la acción de Cortés, prometiéndoles protección y toda la ayuda necesaria si los mexicas reaccionaban contra ellos.

Cortés les invitó a no obedecer a los aztecas, sin embargo, a sus espaldas se las ingenió para liberar a los recaudadores y evitar su pronto sacrificio. Les dijo que a cambio de su liberación, le tenían que comunicar a Moctezuma, que los españoles eran amigos, y que no tenían malas intenciones con él. De esta manera Cortés ganó la confianza de Moctezuma y también la de los totonacas, a los cuales necesitaba para ampliar su ejército. Aunque las cosas no tardaron en torcerse, los caciques entregaron a los españoles a 8 indias muy principales para que se casasen con ellas, y así sellar la nueva alianza; Cortés se lo agradeció, pero antes de eso les exigió que dejasen de sacrificar seres humanos y que abandonasen la sodomía, que era algo habitual entre estos pueblos. Igualmente, les invitó a derribar los ídolos que tenían en el templo de la ciudad. La negativa fue inmediata argumentando que si no realizaban esos ritos los dioses no les protegerían ni ayudarían y la desgracia caería sobre ellos.

No tenían ninguna intención de derribar nada, pero sí lo hicieron los españoles, subiendo a lo alto del templo destrozaron y tiraron escaleras abajo los ídolos ensangrentados que lo coronaban. Los totonacas reaccionaron amenazantes y sacando las armas, pero en un audaz movimiento Cortés capturó a los caciques más importantes y avisó a los guerreros que si seguían adelante, los matarían. El cacique principal les pidió que se retirasen y obedeciesen, su situación era muy delicada, la acción española contra los recaudadores mexicas ya les iba a traer suficientes problemas, no era conveniente enemistarse también con los extranjeros.

Al día siguiente se limpió el templo de toda la sangre seca que tenía, se plantó una cruz y una imagen de la Virgen y el fray Bartolomé de Olmedo ofició misa frente a los caciques y las 8 indias, que fueron bautizadas y convertidas al cristianismo.

La quema de las naves

Los españoles reforzaron Veracruz con la construcción de una pequeña fortaleza. Decidieron tomar rumbo a la capital mexica para conocer al tlatoani Moctezuma. En la ciudad quedarían un grupo de soldados para cubrir la retaguardia de la expedición y poder alertar de la llegada de buques españoles que pudieran ser enviados por el gobernador Velázquez.

Antes de partir, decidió escribir una carta o relación a su Majestad narrándole todo lo acaecido desde su salida de Cuba y como prueba enviar gran parte del oro obtenido en las distintas campañas para ganarse su favor. Para ello, se aparejó una nave de las mejores que tenía, y como capitanes a Alonso Hernández de Porto Carrero y Francisco de Montejo para marchar a Castilla. Entrevistarse con el rey Carlos I, entregarle su quinto real, los regalos y la carta de relación redactada por el cabildo o mejor dicho, por Hernán Cortés.

Con esta maniobra querían adelantarse a cualquier acción que Diego Velázquez pudiese emprender en contra de la expedición de Cortés declarándolo en rebeldía. La nave partió el 26 de julio de 1519 de San Juan de Ulúa en dirección a La Habana y de allí siguió a Sevilla. El Rey no estaba en la ciudad hispalense, sino en Flandes por lo que optaron por enviarle todo mediante los conductos oficiales. El Rey lo recibió con gran alegría y agradecimiento a pesar de la dura oposición del obispo Rodríguez de Fonseca, que sabedor de las acciones de Cortés las criticó y censuró. El obispo tomaba partido firmemente por Diego Velázquez.

Mientras tanto en Veracruz se trabajaba arduamente en la construcción de la ciudad. Volvieron a oírse rumores de soldados molestos por el reparto del oro y algunos además por no haberles dejado regresar a Cuba. Los partidarios de Velázquez cada día estaban más crispados, existía un serio peligro de rebelión, un grupo intentó coger un barco y regresar a Cuba, por ello Cortés mandó colgar a los jefes y reuniendo a sus hombres leales, tomó una decisión salomónica; para evitar la disgregación del ejército o incluso una guerra civil entre españoles embarrancó todas sus naves en la costa inutilizándolas para la navegación. La historia siempre ha hablado de que “quemó las naves” pero no es cierto, jamás las quemó, simplemente las barrenó (abrir agujeros en el casco) y las embarrancó para dejarlas inservibles. De esta manera ya no había marcha atrás posible, la única ruta posible entonces era la que llevaba a Tenochtitlan.

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Hernán Cortés hunde sus naves (1519). No quemó las naves como algunas fuentes sugieren, las barrenó y retiró todos los elementos que sirviesen para navegar. Autor José Redondo

Camino a Tenochtitlan (México)

Unas semanas de preparativos partieron hacia México el 16 de agosto de 1519. La expedición estaba compuesta por 15 jinetes, 400 soldados de infantería, 200 indios porteadores y 1.300 guerreros totonacas y 6 cañones. Iban a recorrer 320 kilómetros de terreno montañoso.

A fines de agosto el ejército de Cortés llegó al territorio de la confederación Tlaxcala, integrada por cuatro señoríos autónomos: Tepeticpac, Ocotelulco, Tizatlán y Quiahuiztlán. Tlaxcala se había organizado como una confederación de ciudades-estados unidas en una especie de república gobernada por un senado, que se apoyaban mutuamente contra México-Tenochtitlán que estaba organizado como un imperio formado sobre la base de la triple alianza entre Tenochtitlán, Texcoco y Tlacopan.

El 2 de septiembre, al entrar en territorio Tlaxcala, Cortes envió 6 jinetes como exploradores por delante. Cuando habían avanzado unos 15 kilómetros, en el desfiladero de Tecoantzinco, fueron sorprendidos por un grupo de unos 15 guerreros que les atacó con lanzas, matando a dos caballos e hiriendo a 2 jinetes; estos pronto fueron reforzados con una fuerza de unos 5.000 guerreros, Cortés mandó cargar la caballería restante y la infantería acudió detrás, pero los tlaxcaltecas se retiraron cuando llegó la infantería y se produjeron las primeras descargas de los mosquetes.

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Ruta de Hernán Cortés a Tenochtitlan 1.520

Después de una noche incómoda, comenzó la lucha nuevamente a la mañana siguiente. Esta vez, Cortés estima que había unos 100.000 guerreros, que fueron retenidos por la artillería, ballestas, fuego de mosquete y caballería hasta aproximadamente una hora antes del atardecer, cuando los tlaxcaltecas se separaron nuevamente. Los españoles se retiraron a una pequeña colina, fortificando el templo que encontraron en la parte superior. Al amanecer del día siguiente Cortés lideró una incursión que quemó varios pequeños pueblos y trajo a sus habitantes de vuelta como prisioneros Los tlaxcaltecas respondieron asaltando la colina con una fuerza que Cortés estimó en unos 149.000 hombres. Algunos lograron romper la línea, y la lucha se convirtió en un combate cuerpo a cuerpo, acero toledano se impuso a las armas de piedra y bronce de los nativos Cortés continuó con sus incursiones en el alba contra los pueblos. Esta, junto con la determinación castellana de mantener el fuerte a cualquier costo, era un nuevo concepto de guerra, y los tlaxcaltecas estaban inquietos.

Finalmente, al percatarse de que no podían prevalecer ante los 400 soldados españoles y sus aliados indígenas, el senado ordenó detener la guerra y ofrecer la paz a Cortés, explicando que habían atacado creyendo que Cortés estaba aliado con México.

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Hernán Cortés camino a Tenochtitlan (1519). Tras hundir sus naves, se dirige a la capital azteca. Augusto Ferrer-Dalmau

En Tlaxcala, los castellanos conocieron, que estaba limitado por todos lados por México-Tenochtitlán y sus aliados. De hecho, Moctezuma más tarde, le contaría a Andrés Tapia, que la única razón por la que toleraba la existencia del país era porque servía como un campo de entrenamiento para los jóvenes guerreros en las «guerras de las Flores«; por la que se llevaba cautivos enemigos a México para el sacrificio. Económicamente, también estaba a merced de México, porque tenía pocos recursos y producía poco, y estaba, por lo tanto, reducido al trueque con su más poderoso vecino. Sin embargo, sus guerreros eran numerosos y bien organizados.

Cuando llegó a la ciudad de Tlaxcala, acuarteló a sus hombres y establecieron una especie de reserva militar, cuyos límites los soldados no debían cruzar sin permiso.

Cortés se detuvo allí 20 días y visitó a distintos pueblos cercanos en los que sí consiguió varias alianzas y acuerdos de colaboración. Los tlaxcaltecas prometieron fidelidad y, como eran pobres, no pudieron darles muchos regalos, pero varios caciques síles entregaron algunas de sus hijas como esposas a algunos de los capitanes. Práctica muy habitual entre los pueblos indígenas y también entre los monarcas europeos. El capitán Pedro de Alvarado casó con la hija de uno de los caciques más importantes, a la que bautizó con el nombre de doña Luisa con la que tuvo dos hijos, un varón y una hembra.

Llegaron unos emisarios mexicanos que sugirieron a Cortés que continuase otros 50 o kilómetros a Cholula, una ciudad comercial rica y populosa aliada con México. Ellos allí podían esperar y saber si Moctezuma los recibiría. Los tlaxcaltecas estaban en contra de la idea, alegando que era una trampa de Moctezuma, le dijeron, que había retirado las tropas de sus fronteras para fortalecer la guarnición de Cholula. El principal camino había sido cerrado, y se había construido un camino alternativo, lleno de trampas con estacas afiladas, para neutralizar la caballería.

Cholula era un lugar de peregrinación. En época de la Conquista, tenía 365 templos, uno por cada día del año azteca. Entonces y ahora, la ciudad estaba dominada por el Tepanapa, un gran templo que sigue siendo la más grande estructura independiente en la tierra.

Tras tres semanas de descanso en Tlaxcala partieron hacia Cholula, ciudad sagrada aliada de los aztecas. Los españoles fueron muy bien recibidos en las mismas puertas de la ciudad por las personalidades más importantes de la misma. Se les invitó a entrar pero bajo una condición, que los tlaxtaltecas se volviesen a sus tierras, ya que eran enemigos y no podían admitir que estos entrasen armados en su ciudad. Sus razones parecían lógicas por lo que se ordenó a los tlaxcaltecas quedarse en los alrededores de Cholula sin entrar en ella.

Al principio el trato dado a los españoles por sus anfitriones fue muy correcto, durante los siguientes días la comida empeoró gradualmente hasta que, en el tercer día, se cortó por completo. También las visitas de los dignatarios locales se volvieron menos frecuentes, hasta que cesaron. Multitudes fuera comenzaron a burlarse de los españoles. La siempre vigilante doña Marina se había entablado amistades entre las mujeres nobles, y se enteró de que estaban preparando una masacre.

Unos indios de Cempoala le dijeron a Cortés, que en las calles habían visto enterrados diversos instrumentos de guerra para matar a los caballos, y muchas piedras y adobes sobre las azoteas para ser arrojados; además habían visto también la ejecución de varios sacrificios humanos al dios de la guerra aquella misma noche, señal evidente de que estaban preparando un ataque contra ellos.

De nuevo, Cortés hizo llamar a alguno de los caciques de Cholula, cuando entraron en su cuartel, fueron rodeados y apuntados con los arcabuces. Fueron interrogados y finalmente confesaron que tanto dentro como en el camino de Tenochtitlán, había más de 20.000 guerreros mexicas esperando la orden de atacar, pero que por culpa de la indecisión de Moctezuma, aún no lo habían hecho.

La reacción española y tlaxcalteca no se hizo esperar, atacaron con los auxiliares totonacas y recorrieron la ciudad casa por casa, cazando y matando a cualquier guerrero o guerrero potencial que se encontraron. Varios sacerdotes huyeron a la cima del templo Tepanapa, pero murieron cuando los españoles prendieron fuego al templo. Cortes estimó cerca de 3.000 hombres fueron muertos en las primeras dos horas.

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Lucha entre españoles y aztecas que empuñan macuáhuitl y algunos llevan acolchados o ichcahuipilli

Con la ciudad en completo caos, llegaron sus antiguos enemigos, los tlaxcaltecas, y les permitió dos días de pillaje y matanza. Los habitantes que habían sobrevivido al asalto inicial huyeron al campo. Después de varios días, llegaron de regreso a Cholula, pidiendo misericordia. Habiendo dado un ejemplo de lo que podía pasar a quién se opusiera a él, Cortés entonces cedió y les permitió regresar, prometiendo su protección en adelante.

Durante estos días en Cholula un volcán que se encontraba muy cerca, el Popocatepetl, entró en erupción llamando la atención de los españoles. Uno de ellos, Diego de Ordaz, pidió permiso para subir al cráter y poder ver qué era lo que ocurría allí. Cortés le dio permiso encontrar un camino hacia México que pasara entre los volcanes Popocatepetl y Ixtacihuatl que tenían más de 5.000 metros y para allá que se fue el aventurero junto con un par de soldados y un grupo de indios. Llegados a un punto de la ascensión donde había un ídolo estos indios no quisieron continuar por ser el límite de tierra sagrada para ellos. Ordaz y los dos soldados españoles continuaron hasta la cima.

Allí se encontraron con una gran sorpresa, contemplaron una de las imágenes más impresionantes que se podría ver en aquella época: todo el valle de México con el lago de Totoca y sus ciudades y en el centro, Tenochtitlán. Quedaron maravillados y rápidamente bajaron a contar lo que sus ojos habían visto.

El contingente permaneció en Cholula durante octubre y noviembre. Partiendo con unos 300 españoles y 3.000 tlaxcaltecas hacia la gran ciudad de Tenochtitlan, expedición fue alcanzada por más embajadores de Moctezuma que ofrecieron guiar el camino hacia México por un camino diferente de que pasaba entre los volcanes Popocatepetl y Ixtacihuatl. Los tlaxcaltecas, sin embargo, desconfiaban porque la ruta propuesta era a través de terreno ideal para tender emboscadas.

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Marcha a Tenochtitlan (1519). Conquistadores e indios tlaxcaltecas, al fondo el volcán Popocatepetl. Autor Adam Hook

Volvieron a recibir embajadores de Moctezuma con gran cantidad de regalos y parabienes y avisos de que no llegasen a México. Se les amenazaba con que la población estaba muy enfadada y que no serían bien recibidos, pero Cortés no hizo caso y siguieron el camino.

Llegaron al borde del gran lago de Texcoco, concretamente a Iztapalapa, el 6 de noviembre de 1519, en donde fueron recibidos por un sobrino de Moctezuma, Cacamatzin, rodeado de varias personalidades de México. Realizada la ceremonia de saludos, cruzaron la gran calzada de Cuitlahuac, que separa el lago Chalco del lago Xochimilco, y llegaron a Itzapalapa, en las orillas del lago Texcoco. Allí los señores de Itzapalapa y Coyoacán, los recibieron con presentes, entre ellos el tocado del Dios Quetzalcóatl, mejor conocido como Penacho de Moctezuma y el cual, fue enviado junto con otros presentes a la corte Imperial. Después de pasar la noche, marcharon a la calzada Iztapalapa, que condujo a la capital Tenochtitlan.

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Llegada de Hernán Cortés a Tenochtitlan (1519).
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Recreación de la ciudad azteca de Tenochtitlan en el lago Totoca a la llegada de Hernán Cortés, al fondo los volcanes Popocatepetl y Ixtacihuatl

Finalmente, se produjo el encuentro entre los dos jefes de unas civilizaciones que por primera vez se encontraron, Moctezuma les recibió en una litera con su hermano, Cuitlahuac, príncipe de Iztapalapa y con Cacama al otro lado. Otros doscientos príncipes formaban el séquito, todos los cuales evitaron mirarle a sus ojos porque tenían prohibido mirar a la cara de Moctezuma, se saludaron y se dijeron muchas cosas amables. El jefe azteca les invitó a entrar en Tenochtitlan y alojarse en el palacio del padre de Moctezuma, Axayaca. Allí se establecieron con todo tipo de precauciones por si aquello pudiera ser una trampa. Era el 8 de noviembre de 1519.

Los españoles no daban crédito a lo que veían, agrandes templos y edificios, muchos de ellos dentro del agua, palacios, oro, flores, multitudes saludándolos, todo un sueño jamás imaginado.

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Entrevista de Hernán Cortes Y Moctezuma el 8 de noviembre de 1519

Pasados varios días los españoles solicitaron a Moctezuma que les permitieses visitar la plaza central de la ciudad en donde se encontraban los templos mayores. De camino hacia allí, pasaron por el mercado de Tenochtitlán que nada tenía que envidiar al mejor mercado europeo. En él se vendían todo tipo de productos llegados de los más variados lugares del continente americano. Dentro de él una había una multitud de personas que realizaban sus compras.

Llegaron a la plaza principal y ascendieron al templo mayor desde donde se podía admirar la grandiosidad de Tenochtitlán y todos sus alrededores con las ciudades esparcidas por el lago de Texcoco. Allí conocieron de primera mano los dos dioses más importantes aztecas, Huitzilopochtli, dios de la guerra, y Tezcatlipoca, dios del cielo y de la tierra, rodeados de sangre fresca y seca de los últimos sacrificios realizados en su honor. Esta imagen ya no espantaba a los españoles, lo habían visto antes, pero Cortés volvió a insistir a Moctezuma sobre la maldad de sus dioses y sobre la posibilidad de poner una cruz y una imagen de la Virgen junto a los ídolos. Pero lo que consiguió fue provocar la ira tanto de él como de sus sacerdotes reprochándole que no respetase sus creencias. Cortés, viendo la indignación de sus anfitriones, optó por no sacar más el tema y permitió que los aztecas continuasen con sus ritos y sus costumbres religiosas, era mejor no soliviantarlos demasiado, por lo menos de momento.

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Recreación del centro de la ciudad de Tenochtitlan a la llegada de Hernán Cortés

El ejército azteca

Organización

Los aztecas asumieron la forma de un estado militarista, a cuya cabeza se encontraba el tlatoani o gobernante, que mandaba con poder absoluto la ciudad estado. Estaba asistido por un Gran Consejo o Senado, conformado por los representantes de cada calpulli o jefes de tribus, en Tenochtitlán existían 20 calpullis, que estaban mandados por un calpullec.

El tlacochcalcatl era el jefe del ejército, estaba a cargo del ejército mexica y tomaba las principales decisiones en asuntos militares, teniendo a su cargo la planificación de las campañas una vez que el tlatoani había decidido llevar a cabo una guerra. Se distinguía porque llevaba un casco de calavera.

El tlacateccatl era el equivalente a general, estaba a cargo de un tlacatecco, cuartel o arsenal militar situado en cada una de las entradas a la ciudad; por lo tanto, había 4, y mandaban una fuerza de un regimiento o xiqipilli de 8.000 soldados, se distinguían por un peinado llamado «columna de piedra» o temíllotl.

Los tlatoanis o tlatoques eran los gobernadores provinciales, mandaban los ejércitos provinciales que tenían a cargo.

Cada regimiento o xiqipilli de 8.000 hombres, se dividía en tlaxilacallis (calles) que posiblemente de unos 2.000 hombres.

Las compañías llamadas calpullis de cuya composición de unos 400 hombres mandados por un capitán o tiachcauh que correspondía a la misma calle o región donde se reclutaban las tropas. Cada calpulli era dividido luego en cuartos que eran mandados por oficiales, que eran nobles de la región o distrito de donde eran reclutadas las tropas.

Las unidades más pequeñas eran de 20 hombres eran llamados pantlis mandados por sargentos o telpochyahques.

Las unidades del ejército azteca se componían de lanzadores de armas arrojadizas (honderos, arqueros y lanzadores de arcos) para el combate a larga distancia, unidades de lanceros para el combate a media distancia y unidades de choque para el cuerpo a cuerpo con arma de mano y escudo.

Armas arrojadizas

Los aztecas empleaban las hondas o tematlatls, arcos o tlahuitollis, lanzadores de venablos o atlatls, y jabalinas o tlazontenctlis:

  • Honda o tematlatl. Se basaría en una pequeña correa elaboraba con fibras de ixtle extraídas del mague y con una bolsa donde se depositaría el proyectil; cualquier piedra no era válida como proyectil, se sabe que emplearon proyectiles pulidos que llevaban en una bolsa, y que las piedras eran preparadas por las mujeres para esa finalidad. Utilizada por tiradores expertos, las piedras alcanzaban los cien metros de distancia.
  • Arco o tlahuitolli. Tenía por lo menos 1,52 metros de largo, estaba hecho de una madera flexible, y la cuerda de nervios de animales y pelo de ciervo hilado, las flechas o mitls, tenían la punta de sílex, pedernal obsidiana y espinas de peces. Presentaban gran variedad, siendo la más temida la minacachalli que tenía forma de arpón, lo que hacía la extracción fuera casi imposible, a pesar de la reconocida pericia de los médicos aztecas. Los españoles fueron un blanco fácil para ellas. Alvarado sufrió en primera persona cómo una de estas flechas atravesó la silla de montar y le dejó lisiado.
    Según la arqueología experimental se ha comprobado que un arquero bien entrenado podía lanzar doce flechas por minuto y se dice que los arqueros de Tehuacan tenían la habilidad necesaria para lanzar dos y tres flechas al mismo tiempo. No se han encontrado evidencias del uso de venenos en las mismas. Cada arquero llevaba un carcaj o micomitl en el que llevaban 20 flechas.
  • Lanza-venablos o átlatl. Está constituida por un mango de madera con una ranura donde se asientan un venablo o tlacochtli que ayudada por este propulsor alcanzaba mucha mayor distancia que lanzada simplemente a mano, concretamente pueden llegar a más de 50 metros. Los ejemplares conservados son de aproximadamente 70 centímetros de longitud y unos 35 de ancho. Los venablos o tlacochtlis tenían la punta endurecida al fuego, o armada de cobre, de itztli o de hueso.
  • Jabalina o tlazontenctli. Los aztecas también utilizaban una jabalina que llamaban tlazontenctli, que era a la vez un arma de guerra y de caza, tenían aproximadamente 1,8 metros de largo con puntas de obsidiana, bronce, o huesos de pescado.
  • Cerbatana o tlacalhuazcuahuitl. Estaba compuesta de una pieza de madera hueca, que usaba dardos de madera puntiagudos con remeras de algodón al final. Los dardos para esta arma usualmente estaban remojados en el veneno neurotóxico proveniente de algunos tipos de ranas arborícolas encontradas en las regiones del sur de México. Esta arma era más común como instrumento de caza que como un instrumento de guerra.
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Armamento y equipo de un guerrero azteca. El guerrero está lanzando átlatl: (1) átlatl; (2) hacha; (3a) arco o tlahuitolli; (3b) carcaj o micomitl de 20 flechas; (4) macuáhuitl con tres formas de adorno (a, b, y c); (5) lanza o teputzopilli; (6) escudos (variantes a, b, y c); (7) tambor. Autor Adam Hook

Armas de choque

  • Lanza o teputzopilli. Se trataba de un arma de tipo enastado de 1,90 metros aproximadamente. Aunque hemos de añadir que algunas de ellas están hechas para ser lanzadas con lo que su longitud se reduciría. Solía estar realizada en madera y al final la punta estaba hecha de pedernal u obsidiana. La más famosa era llamada teputzopilli en cuya punta romboidal se insertaban pequeñas cuchillas del material citado. No solían disponer de regatón (extremo inferior de metal que se pone en las lanzas para evitar su desgaste). La función de las lanzas eran las obvias del ataque cuerpo a cuerpo, pero hay que tener en la cuenta que se usarían de manera muy distinta que en Europa, pues en la guerra mesoamericana no existía la caballería.
  • Espada o macuáhuitl. Era un arma de mano, consistía en una especie de espada de madera roma, a la que se le insertaban cuchillas de obsidiana en ambos lados, que se pegaban con resinas especiales y se ajustaba a la muñeca con un cordón. El análisis iconográfico parce indicar, que esta arma era utilizada por los nobles. Sobre ella y su poder mortífero se ha discutido mucho. Los españoles en sus crónicas afirmaban, que de un tajo cortaba la cabeza de los caballos o los destripaba; pero, teniendo en cuenta que el corte efectivo de las hojas tenía un tiempo limitado y que su reparación también requería un plazo; es más probable pensar que su poder residía en las lascas de obsidiana que dejaba incrustadas en el hueso del herido y con ellas una infección o hemorragia mortal.
    Había dos variedades: el macuáhuitl normal de cerca de 70 a 80 cm de largo, provisto de por lo menos seis a ocho cuchillas por cada lado, y el macuahuilzoctli, de cerca de 50 cm de largo y con unas cuatro cuchillas por lado. Es probable que la primera sea aquella a la que los españoles llamaron “de a dos manos”, pues la equiparaban con su famosa espada mandoble o montante, usada efectivamente con las dos manos.
  • Mazas.  La macana era una simple y maciza maza de madera, con una protuberancia en su extremo, pero sin cuchillas de obsidiana, aunque alguna podía tener una punta de madera aguda. También usaban una maza con una piedra atada en el extremo llamada quauhololli era ideal para romper huesos, tenía una longitud de 50 a 70 centímetros.
  • Hacha o tlaximaltepoztli.  Era una arma común en los pueblos de Mesoamérica que estaba formada por un mango de madera en cuyo extremo superior se incrustaba una cabeza de bronce estaba incrustada en el mango por medio de un orificio. Se utilizaba para la guerra o como herramienta.
  • Cuchillo o técpal. Era un cuchillo de pedernal hecho de obsidiana o sílex, de figura lanceolada, con hoja de doble filo, con extremos alargados, terminando ambos en punta redondeada o bien uno en punta y el otro achatado. El técpatl era tradicionalmente un cuchillo para sacrificios humanos empleado por los aztecas, pero también, era el arma de corto alcance de los guerreros jaguar.
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Armas empleadas por los aztecas

Protecciones

Los guerreros aztecas se defendían con armaduras, cascos y escudos realizados con materiales adaptados tanto al clima, como al tipo de armas que utilizaban. Buena prueba de su eficacia fue que los conquistadores españoles abandonaron las pesadas y poco apropiadas armaduras de metal por las de algodón, que no solamente eran más ligeras, sino que les proporcionaban una razonable protección frente a las armas indígenas. Aparecen con ellas en el Lienzo de Tlaxcalla, pero algunos de ellos ya las habían adoptado previamente a la conquista de México, porque se conocían desde los viajes de Cristóbal Colón.

Acolchados o ichcahuipilli

Esta prenda era parecida al gambesón o jubón acolchado que los europeos utilizaban debajo de la coraza o a veces solo. El ichcahuipilli, se realizaba con algodón endurecido con sal, dándole una consistencia eficaz contra las armas mesoamericanas. Tenía forma de chaleco y existían dos largos, la que llegaba hasta las nalgas y otra más larga que probablemente lo empleaban solamente los nobles, teniendo en cuenta que el largo de la ropa estaba estipulado. Esta protección se llevaba sola o debajo de los tlahuiztli o trajes de guerreros, dependiendo del rango de estos, y podía completarse con protecciones para los brazos y los muslos realizados del mismo tejido.

Escudo o chimalli

El escudo era una rodela denominada chimalli, con un diámetro de 20 a 75 cm. Se elaboraban con madera, cuero, cañas entretejidas y atadas con algodón, de conchas grandes de tortugas, guarnecidos de cobre, de plata o de oro, según el grado militar. Existía una gran variedad de diseños, en cuya composición intervenían plumas de vivos colores, cuentas, cascabeles y finas láminas de oro, que parecen estar relacionados con tipos de trajes concretos. En la parte interior había dos tiras de cuero para meter el brazo.

Según la propia definición de rodela este escudo se embrazaba en lugar de empuñarse, tal y como vemos en las representaciones de los códices. Algunos de estos ricos escudos, que hoy adornan las vitrinas de los museos, eran de menor tamaño para uso ceremonial.

Existe otro tipo de escudo mencionado en las fuentes, del que prácticamente nadie se ha hecho eco. Era de gran tamaño ya «que cubría todo el cuerpo cuando era necesario, y cuando no, los doblaban y ponían bajo el brazo, a guisa de nuestros paraguas. Probablemente, serían de cuero, o de tela cubierta de hule, o resina elástica». Según Diego Godoy, que se lo vio a los indígenas de Chamula, eran “unas pavesinas que les cubre todo el cuerpo desde la cabeza hasta los pies, las cuales cuando quieren huir ligeramente, arrollan y toman debajo del sobaco, y muy presto, cuando quieren esperar, las tornan a extender”.

Cascos o cuatepoztli

 Se realizaban en madera, recubiertos de cuero u otros materiales, como plumas o pieles, para enriquecerlos y dotarlos de un aspecto feroz. Generalmente, representaban las cabezas de los animales de las principales órdenes militares: águilas, jaguares y coyotes, sin olvidar el espectacular yelmo que acompañaba al traje de tzitzimitl, que era un cráneo humano donde “la cabeza del hombre queda dentro de la del animal, como si lo devorase”.

Tipos de soldados

Cada hombre azteca era un potencial guerrero y recibía entrenamiento militar básico desde los 14 años, ya fuera comerciante, artesano o agricultor. La categoría más baja eran los cargadores o tamemes, que llevaban armas y suministros. La siguiente categoría la conformaban los jóvenes reclutas o telpochcall, que aún no habían entrado en combate, después iban los plebeyos yaoquizqueh que habían entrado en combate y no habían conseguido prisioneros, y finalmente los que conseguían prisioneros, que era el único modo de subir socialmente para los plebeyos. El joven guerrero tenía hasta tres oportunidades para hacer su primer cautivo en la guerra tas lo cual avanzaba en el escalafón:

  • Tlamani: Al obtener un guerrero cautivo. Se recibía un garrote y un escudo con bordes de obsidiana, dos capas distintivas y un taparrabos rojo brillante.
  • Cuextecatl: Al obtener dos guerreros cautivos. Este rango permitía al guerrero llevar el distintivo traje negro y rojo llamado tlahuiztli, sandalias y un casco cónico.
  • Papalotl: Tres guerreros cautivos. Los papalotls (mariposa) eran galardonados con una imagen de mariposas para llevar en la espalda, otorgándoles un honor especial.
  • Cuauhocelotl: Cuatro o más guerreros cautivos. Estos guerreros aztecas alcanzaban el mayor rango de caballeros de Águila y de Jaguar, llevaban un peinado llamado temillotl (coleta recogida atrás).
  • Quachic o guerreros rapados: Se requería haber capturado más de 6 cautivos y haber logrado docenas de otras hazañas para alcanzar este rango. Se caracterizaban por afeitar sus cabezas, excepto por una larga trenza sobre la oreja izquierda. Pintaban sus rostros y calvas con dos colores, una mitad azul y la otra mitad de color rojo o amarillo. Servían como tropas de choque imperiales, participando en tareas especiales, así como prestando asistencia en el campo de batalla cuando era necesario. Al parecer, estos guerreros rechazaban el mando en el ejército para seguir siendo combatientes activos en el campo de batalla. Eran reconocibles por su tlahuitzli amarillo. Al alcanzar el guerrero este rango, este juraba no dar un paso atrás durante una batalla; esto bajo la advertencia de que en caso de faltar a este juramento habría de experimentar el dolor de la muerte a manos de sus compañeros. Los otomís tenían los mismos méritos que los rapados, pero eran de clase noble, compartían el juramento de no retroceder ante el enemigo, custodiaban a los novatos en la batalla y eran considerados los guerreros más valientes del ejército imperial.

Los guerreros de élite se asociaban en unidades especiales que tenían nombre de un animal y su uniforme era parecido al animal que representaban, el casco también adquiría forma de animal, había 7 regimientos u órdenes militares: guerreros del águila (cuauhpilli), que procedían de la nobleza y guerreros del jaguar (ocelopilli) tenían los mismos méritos, pero eran plebeyos, había otros como guerreros coyote, tzitzimitl, xipe totec, huaxteco, y pardo.

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Guerreras aztecas: de izquierda a derecha guerrero rapado o quachic; guerrero águila o cuauhpilli; guerrero puma u ocelopilli; guerrero normal.

El combate

La lucha normalmente empezaba al amanecer. Se utilizaban señales de humo para avisar sobre el inicio de una batalla y para coordinar ataques entre diferentes divisiones del ejército. La señal para atacar era dada por instrumentos musicales como tambores y conchas de caracoles (tlapitzalli).

Generalmente, la batalla comenzaba con las armas arrojadizas, el grueso del ejército estaba compuesto por plebeyos armados con arcos y hondas. Después los guerreros se lanzaban al ataque, y durante esta fase, antes de la lucha cuerpo a cuerpo, se utilizaba el átlatl, era preferida para tiros cortos que las hondas y arcos, por ser mucho más letal.

Los primeros guerreros en entrar en combate eran los más distinguidos guerreros de las sociedades quachic o rapados; luego seguían los guerreros águila y los guerreros jaguar; y finalmente los plebeyos y jóvenes primerizos. Hasta bien entrado el combate, los rangos se mantenían y los mexicas intentaban acorralar o flanquear al enemigo, pero una vez que el combate comenzaban a intensificarse, las filas se rompían, y cada guerrero libraba su propia contienda mano a mano.

Los otomis se mantenían como reserva. Los jóvenes participaban por primera vez en batalla, normalmente no se les permitía luchar antes de que la victoria mexica estaba asegurada, tras lo cual, tratarían de hacer prisioneros durante la huida del enemigo. Se dice que, durante las guerras floridas, los guerreros mexicas solo capturaban a sus enemigos en lugar de matarlos, a veces cortando un tendón o incapacitando de otra manera a sus enemigos.

Otras maniobras tácticas de los mexicas, consistían en fingir retiradas y elaborar emboscadas: pequeños grupos de soldados mexicas atacaban primero y se retiraban con lo que atraían y hacían caer al enemigo en una trampa, llevándolos a lugares donde había más guerreros ocultos. Si un enemigo intentaba refugiarse en su ciudad, la batalla continuaba. Pero como normalmente, el objetivo era conquistar una ciudad no destruirla. Una vez que la ciudad era conquistada, el templo principal sería incendiado, proclamando a lo lejos, a todos los pueblos cercanos, la victoria de los mexicas. Si los enemigos aún se negaban a entregar el resto de la ciudad, esta podría ser incendiada, pero esto era poco frecuente.

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Ejército azteca en batalla. En primer término los rapados o quachic. Autor Adam Hook

Conquista de México

Moctezuma prisionero

Los indicaron a Cortés el mejor sitio para emplazar una capilla, cuando un soldado, que era carpintero, notó en una pared la existencia de una puerta tapiada y encalada de pocos días. Allí entraron Cortés y algunos capitanes y tras la vista de un enorme tesoro ordenó que se volviera a tapiar. Debido a advertencias previas de los tlaxcaltecas, les empezó a inquietar entonces la posibilidad de ser asesinados. Cuatro capitanes y doce soldados se presentaron a Cortés para hacerle presente la conveniencia de prender a Moctezuma, manteniéndole como rehén, para que respondiera con su vida en caso de ataque.

Batalla de Nautla

Un par de días después llegó la escusa perfecta para la ejecución de ese plan: una carta recibida de Veracruz detallaba la muerte por parte de un ejército azteca del alguacil mayor Juan de Escalante, de seis soldados y de un gran número de indios totonacas. El enfrentamiento fue provocado porque los recaudadores mexicas exigieron en una ciudad cercana el pago de tributo y un número indeterminado de jóvenes para su sacrificio, pero los lugareños respondieron que el emperador les había retirado dichos tributos y no tenían derecho a exigírselo. Los españoles de Veracruz fueron a auxiliar a sus aliados siendo derrotados en la batalla de Nautla, en que 2.000 totonacas y 40 soldados españoles fueron derrotados por los mexicas dirigidos por Cuauhpopoca en las llanuras de Nautla, entre los ríos Nautla y Misantl. Los mexicas comenzaron a doblegar a los totonacas, quienes prefirieron abandonar a los conquistadores españoles. Escalante comenzó la retirada hasta Nautla,lugar que en represalia sería incendiado, pero él y otros seis soldados fueron gravemente heridos, pudieron llegar hasta Villa Rica, pero los siete murieron tres días más tarde a consecuencia de las heridas. Un soldado de León llamado Argüello fue hecho prisionero, murió en el camino por las heridas de la guerra y su cabeza enviada al emperador mexica, quien no quiso colocarla en ningún templo.

El 14 de noviembre de 1519, Cortés, por mediación de doña Marina, le narró los terribles hechos ocurridos en Cempoala y le pidió explicaciones por haber mandado atacar a unos aliados suyos. Y que por ello se lo llevaba al palacio de su padre en donde los soldados le guardarían. Moctezuma gritó que él nunca había mandado tal cosa y que inmediatamente enviaría unos capitanes para averiguar qué había ocurrido exactamente. Se negó en redondo a ir junto a los españoles a su palacio, pero tras hablar con doña Marina y comprobar que iban a ejecutar la detención de todas maneras accedió a marchar con ellos.

En el palacio no le faltó de nada a Moctezuma, podía recibir visitas de sus súbditos y era atendido por sus criados y mujeres sin ningún problema ni oposición. Pero, aun así, los ánimos en la gran ciudad mexica se estaban exaltando. Esta maniobra de los extranjeros no había gustado nada a muchos militares y familiares del emperador. En sus visitas le proponían acabar con los españoles y así liberarle, pero para calmar los ánimos les dijo que él estaba allí por su propia voluntad y que no había nada malo en ello. Lo peor que le podía ocurrir era que se produjesen alborotos y levantamientos en Tenochtitlan en esos momentos, había que mantener la calma y ver a dónde iba a parar todo aquello.

Una vez pacificados los rebeldes, Cortés le exigió a Moctezuma, que reuniese a todos los caciques de sus reinos; y en una magna ceremonia, rindiesen pleitesía y obediencia al gran emperador Carlos V.

Moctezuma les convenció argumentando que esta era la voluntad de los dioses, que ya habían avisado que en esa época y procedentes de donde nace el sol llegarían otros hombres para tomar el poder de los mexicanos y que ante esto, poco se podía hacer. De esta manera tanto sus caciques como él pasaron a pagar tributo al emperador español marcándose gran cantidad de oro, joyas y otros objetos de valor.

Cortés rodeado por sus capitanes le exigió a Moctezuma que retirase sus ídolos del templo mayor y dejase colocar allí una cruz y una imagen de la Virgen a lo que Moctezuma, muy afligido porque sabía que este tema era muy sensible. Le respondió que lo consultaría con sus caciques y sus sacerdotes, cosa que hizo y, como era de esperar, obtuvo respuesta negativa, es más, fue la gota que colmó el vaso de la paciencia mexica; que a partir de aquí comenzó a prepararse para atacar a los extranjeros y así evitar la conquista del Imperio azteca.

Llegada de Pánfilo de Narváez

En esos días se recibió la noticia de la llegada de 18 navíos al Puerto de Veracruz, en un principio creyó que eran refuerzos del Emperador, pero enseguida se supo que eran tropas mandadas por Diego de Velázquez para castigar a los rebeldes. Estas tropas comprendían 19 buques y más de 1.300 soldados con órdenes de apresar a Cortés. Se reprodujeron los contactos entre ambas facciones españolas mediante el envío de emisarios. Para colmo, Narváez puso en sobre aviso a Moctezuma de que Cortés era un rebelde a su Rey, y que si podía, lo matase.

Así que Cortés no tuvo más remedio que dejar una guarnición de poco más de un centenar de españoles en Tenochtitlan al mando de Pedro de Alvarado, y con 260 españoles y varios miles de indios tlaxcaltecas, se dirigió al encuentro de las tropas de Narváez, que estaban acampadas en Cempoala.

Llegados a Cempoala vieron claro que debido a que ellos eran 6 veces menos numerosos que las tropas de Narváez lo mejor era atacar por sorpresa y por la noche. Se acercaron sigilosamente a los templos en los que se guardaba el enemigo, refugiados a causa de la intensa lluvia que caía; lo primero fue tomar los 16 cañones y los caballos y luego, gradas arriba, llegar hasta lo alto de las tres pirámides en las que Narváez y sus capitanes se encontraban.

Narváez montó un contraataque, pero en ese momento, Sandoval llegó con un destacamento desde la costa, y las fuerzas combinadas los hicieron retroceder. Entonces incendiaron el techo del templo, sacando a los hombres de Narváez. Narváez había sido alcanzado por una estocada que le hirió en un ojo y fue capturado. Cortés mandó un destacamento urgentemente a Villa Rica para quitar los timones, brújulas y velas de los barcos, por lo que no pudieron escapar a Cuba.

La mayor parte de los hombres de Narváez, tras serles mostrados los adornos de oro, y de incitarlos a unirse, aceptaron el perdón de Cortés, y se incorporaron a su ejército, que gracias a esto triplicó sus efectivos de la noche a la mañana.

Masacre de Tóxcatl o Matanza del Templo Mayor (18 de mayo de 1520)

Durante aquellos días llegaron a Veracruz dos tlaxcaltecas con muy malas noticias y peticiones de ayuda desde Tenochtitlán: los mexicas se habían rebelado contra los españoles y Pedro de Alvarado y sus hombres se encontraban sitiados en el palacio. Casi al mismo tiempo llegaron cuatro emisarios de Moctezuma quejándose amargamente de que el susodicho Alvarado sin motivo aparente alguno atacó despiadadamente y por sorpresa a muchos caciques y nobles aztecas que se encontraban celebrando unos ritos tradicionales a sus dioses más importantes. Es muy curioso que, cuando Moctezuma ordenó atacar a los españoles acantonados en Tenochtitlán, había la sospecha o la esperanza de que Cortés hubiese caído derrotado por Narváez; pero en el momento de que llegaron noticias de que había sido al revés, todos esos ataques finalizaron y los rebeldes mexicas se retiraron.

El ejército de Cortés llegó a Tlaxcala en donde se unieron 2.000 guerreros tlaxcaltecas y hasta llegar al palacio donde se encontraban Alvarado y sus hombres ningún cacique ni principal mexica salió a recibirles, incluso entrando en la ciudad el silencio y las calles vacías fueron su único compañero. Esta vez el ejército español ya imponía un poco más, con la adhesión de los hombres de Narváez sumaban 1.300 soldados, 96 jinetes, 80 ballesteros y otros tantos escopeteros, más los 2.000 tlaxcaltecas.

El 24 de junio, llegaron al palacio y lo primero que hizo Cortés fue saber las razones por las que México se había levantado. Alvarado le contó el relato de que los mexicas intentaron quitar la cruz y la imagen de la virgen que habían puesto en un templo y que Moctezuma les reprendió por ello pero eso no hizo más que caldear sus ánimos. A ello habría que sumarle las noticias de la posible derrota de Cortés por lo que decidieron acabar con el grupo de españoles que allí se habían quedado. Según Alvarado un sacerdote y unos caciques mexicanos le habían confesado, que tras la fiesta en honor de sus dioses les iban a atacar y por ello decidieron adelantarse a los acontecimientos atacándoles durante la celebración de la fiesta, el 18 de mayo.

Cuando los señores mexicas se encontraban bailando y desarmados celebrando su fiesta, los españoles con unos 1.000 tlaxcaltecas cerraron las salidas del Templo Mayor y abrieron fuego contra los pipiltin tenochcas.

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Masacre de Tóxcatl o Matanza del Templo Mayor (18 de mayo de 1520). Autor José Redondo

Los mexicas intentaron defenderse del inesperado ataque de los españoles, pero como estaban desarmados no pudieron hacerlo. El resultado del enfrentamiento fue un número desconocido de muertos. Mataron a gran número de jóvenes mexicas, nobles y familiares de importantes personalidades. Una vez perpetrada la masacre, los españoles se refugiaron en las casas donde habían sido hospedados por los mexicas, y pusieron preso a Moctezuma. Más tarde, los mexicas sitiaron a los invasores.

Cuando Cortés volvió, encontró los ánimos caldeados en Tenochtitlan a causa de los sucesos ocurridos, Cortés consiguió que Moctezuma tratase de apaciguar los ánimos y que dejasen salir a los españoles de la ciudad. Existen dos versiones de la muerte de Moctezuma: una es que cuando hablaba a su pueblo, recibió una pedrada de los propios mexicas que lo hirió de muerte; la otra dice que Hernán Cortés ordenó matarlo cuando vio que no podía calmar al pueblo, si bien esta última versión fue aportada por los mexicas y se considera menos probable. La muerte ocurrió el 29 de junio de 1520.

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Muerte de Moctezuma (29 de junio de 1520). Al parecer recibió una pedrada mientras trataba de apaciguar el ánimo de sus súbditos Autor H. Foster

La noche Triste (1 de julio de 1520)

Estando así la situación, los soldados españoles fueron sitiados en el palacio en el que estaban alojados, rodeados por multitudes de indígenas indignados. Los sitiados veían disminuir el agua, las municiones y toda clase de víveres. Hordas de guerreros corrieron al palacio, su número hacía que el fuego de artillería, mosquetes, y ballestas ineficaces, docenas caían con cada carga, pero aún más llegaban, forzando su camino hacia el palacio y prendieron fuego en varios lugares.

Finalmente, fueron empujados hacia atrás a punta de la espada. Los españoles construyeron torres de asedio en un esfuerzo para capturar algunos de los edificios circundantes desde donde honderos y arqueros mexicanos tenían ventaja. Cuando estos fallaron, Cortés lideró un grupo de ataque que capturó y quemó el templo, aunque las imágenes cristianas ya había sido eliminadas por los mexicanos.

Para el 30 de junio, después de un asedio de seis días, los capitanes líderes se dieron cuenta de que su posición en la ciudad era insostenible. Si se quedaban, serían masacrados. La única salida era la retirada. Los carpinteros arrancaron madera del palacio, y armaron un puente portátil de madera para ponerlos sobre los huecos en la calzada, que habían sido retirados por los mexicas. También reunió todo el tesoro de Moctezuma y dio permiso a todos para que cogiesen el oro que creyesen conveniente. Aconsejando que cargaran solo un poco, lo suficiente para que no le entorpeciesen sus movimientos en la lucha que probablemente tendría lugar.

Cortés decidió hacerlo esa noche, aprovechando que llovía copiosamente, y los mexicas estaban guarnecidos de la lluvia, salieron silenciosamente, los conquistadores emprendieron su escape hacia el poniente, por la calzada de Tlacopan, que era la más corta para salir de la ciudad.

Los siete u ocho mil hombres que emprendieron la retirada marcharon en tres grupos, el de vanguardia comandado por Gonzalo de Sandoval, el central, que era el grupo más numeroso comandado por Hernán Cortés, y la retaguardia, en donde iban Pedro de Alvarado y Juan Velázquez de León. Lograron cruzar los canales de Tecpantzinco, Tzapotlan y Atenchicalco, pero la sigilosa marcha fue descubierta cuando llegaron a Mixcoatechialtitlan, al parecer fueron descubiertos por una anciana, que dio la alarma, y en unos momentos, miles de guerreros mexicas atacaron en tromba a los españoles; les acosaron a lo largo de la calzada, mientras otros atacaban desde sus canoas.

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La Noche Triste (1 de julio de 1520).

Los mosquetes y las ballestas resultaron inútiles en el cuerpo a cuerpo y fueron desechados a medida que los hombres confiaban en la espada para abrirse pasar. La retaguardia con los bagajes fue cortada, y los hombres retrocedieron por los escalones del templo para una última resistencia, donde finalmente fueron dominados. Muchos de los mexicas se dedicaron a saquear el tren de bagajes, lo que dio al resto del ejército un respiro a medida que avanzaba por el lago a la seguridad del continente.

 llegar al canal de los Toltecas, en Tlaltecayohuacan, muchos españoles y tlaxcaltecas cayeron en el agua.

En un momento dado, algunos capitanes sugirieron a Cortés, herido en una mano, retornar para amparar a los rezagados, y él contestó que los que habían salido era de milagro. No obstante, intentaron el regreso por la calzada, pero enseguida toparon con Pedro de Alvarado, herido, uno de los últimos en escapar del infierno azteca.

En aquella retirada cayeron muchos españoles, unos 600 (Cortés admite 150 y López de Gómara, capellán de Cortés, unos 450) sobre todo los que llegaron con Narváez, que al llevar muchas piezas de oro consigo, a pesar de las advertencias de Cortés, murieron ahogados en el lago. Las pérdidas entre los tlaxcaltecas se estiman en varios miles. Se perdió además gran cantidad de piezas de artillería y 46 caballos, así como gran parte del tesoro que se transportaba. Es muy probable que los prisioneros y los que no pudieron escapar fueran sacrificados días más tarde a Huitzilopochtli.

La noche fue conocido en la historia de México como la Noche Triste. Los supervivientes mujeres incluyen a La Malinche, amante de Cortes y dos de las hijas de Moctezuma bajo el cuidado de Cortés.

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La Noche Triste (1 de julio de 1520).

Batalla de Otumba (7 de julio de 1520)

Al amanecer, los sobrevivientes se reunieron en tierra en firme, en Popotla, después de hacer el recuento de los daños a Cortés «se le saltaron las lágrimas de los ojos«.

Los conquistadores continuaron su marcha hasta Tlacopan (actual Tacuba), en donde descansaron en el monte de Otocampulco (atual Los Remedios), aunque fueron ayudados por algunos otomíes, fueron obligados a retirarse al ser atacados por los tepanecas. Pasaron la noche en Acueco, al emprender la marcha en la madrugada del día siguiente, los mexicas los iban acosando dando gritos de guerra a lo lejos. Cuando los conquistadores llegaron a Calacoaya atacaron a sus habitantes, quienes no se les habían enfrentado. Una vez que desquitaron su ira destruyendo este pueblo, cruzaron los llanos de Atizapán y subieron a Teocalhueyacan. Tras confrontar nuevamente a sus perseguidores, continuaron su camino a Cuautitlán y Tepotzotlán, por las lomas del poniente del valle de México, para rodear la zona lacustre por el lado norte y después dirigirse hacia el oriente rumbo al territorio de Tlaxcala.

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Retirada de Hernán Cortés de Tenochtitlan del 1 al 7 de julio de 1520

Poco después de cruzar por Zumpango, pernoctaron la noche del 5 de julio en Aychqualco. Cuando emprendieron la marcha al día siguiente, fueron atacados por la retaguardia en Aztacuemecan en donde los mexicas mataron al caballo de Cristóbal Martín de Gamboa, el cual fue la primera carne que comieron los españoles desde que habían salido de México. Después de librar otra escaramuza pasaron la noche en Tonaxipan.

Los mexicas estaban rodeando la ciudad por lo que optaron por salir de allí y, evitando los caminos gracias al trabajo de guía de los tlaxcaltecas, pudieron descansar en una colina y reponerse de las heridas. Los españoles perdieron otros 70 hombres durante la retirada.

El sábado 7 de julio de 1520, la huida ya no era una opción. Un gran contingente de guerreros mexicas y sus aliados de Tlalnepantla, Cuautitlán, Tenayuca, Otumba y Cuautlalpan alcanzaron a los españoles en los llanos de Temalcatitlan. La cifra de aztecas allí congregado es todavía hoy un tema de controversia, siendo posible que hubiera reunidos cerca de 40.000 guerreros (los primeros historiadores en estudiar la batalla calcularon 200.000), frente a unos 400 españoles y 3.000 indígenas aliados.

En la primera línea de los mexicas se situaron las cofradías militares del Jaguar y del Águila, fácilmente identificables por sus trajes a imitación de estos depredadores; y la nobleza azteca encabezada por Matlatzincatzin, el cihuacóatl (jefe militar), que veía la batalla como una forma de borrar de una vez por todas a los españoles. Por su parte, los escasos 440 españoles formaron en una disposición típica en ese momento: los piqueros se colocaron tras los rodeleros, mientras los ballesteros formaban en los flancos dispuestos a cubrir a sus compañeros junto a los pocos afortunados que portaban arcabuces. Como reserva dejó al pequeño grupo de 20 jinetes, que aún le quedaban. Con los hombres combatieron 5 mujeres, entre ellas María de Estrada, que lucharon junto a la infantería pica en la mano “como si fuesen uno de los hombres más valerosos del mundo”.

Con ambos ejércitos desplegados, los primeros en atacar fueron los jinetes españoles encabezados por el propio Cortés que cargaron contra la marea humana, sorprendiendo a los aztecas. La fuerza de la galopada les introdujo en mitad del ejército enemigo antes de retroceder ordenadamente. El extremeño y su caballería repitió este movimiento, carga y huida, una y otra vez, mientras la infantería española recibía las primeras acometidas furiosas.

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Batalla de Otumba (7 de julio de 1520). Carga de la caballería española. Autor Augusto Ferrer-Dalmau

Pese a las exitosas cargas de caballería, la desproporción de fuerzas causó que la infantería formada por españoles y tlaxcaltecas comenzase a retroceder lentamente. De hecho, el flanco protegido por los tlaxcaltecas estaba a punto de derrumbarse completamente cuando Hernán Cortés dispuso un plan para salir con vida de aquella encrucijada. Tras pasar varios meses en la corte de Moctezuma, el extremeño sabía que en Mesoamérica la muerte del general, e incluso la captura del estandarte del enemigo, se consideraba el fin del combate. También conocía el importante papel que estaba jugando Matlatzincatzin en aquella batalla, quien, bajo un enorme estandarte negro con una cruz blanca sobre fondo rojo, era fácilmente distinguible desde la posición española. Así, al grito de «Santiago y cierra España», Cortés se abrió pasó junto a cinco jinetes (Pedro de Alvarado, Alonso de Ávila, Cristóbal de Olid, Rodrigo de Sandoval y Juan de Salamanca) en dirección al jefe militar azteca.

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Batalla de Otumba 7 de julio de 1.520. Autor Giuseppe Rava

Antes de que la infantería pudiera detener la carga, los jinetes alcanzaron el Estado Mayor azteca y a Matlatzincatzin. El cihuacóatl vestía un traje de negro de pies a cabeza, con enormes garras en sus pies y manos y un yelmo imitando el aspecto de una serpiente. Pese a su aspecto tétrico, Cortés no tembló en derribarlo y Juan de Salamanca en darle el golpe final antes de apoderarse de su estandarte. Cuando los guerreros de la triple alianza vieron a los jinetes castellanos enarbolar el estandarte de su general, dieron la batalla por perdida y comenzaron una desesperada huida hacia Tenochtitlán. «Y con su muerte, cesó aquella batalla», escribió Hernán Cortés a Carlos I de España anunciando el desenlace de la batalla.

Tras la victoria española, Cortés y sus hombres pudieron regresar en paz hasta la ciudad aliada de Tlaxcala sin ser perseguidos. Días después los aztecas intentaron una última y desesperada táctica, invitando a los tlaxcaltecas a firmar la paz con la condición de que entregaran a Cortés y sus hombres. Sin embargo, los tlaxcaltecas, que desde el principio habían sido buenos aliados de los españoles, negaron el acuerdo y negociaron con los españoles para participar juntos en la conquista de Tenochtitlán y poner fin del Imperio azteca.

Conquista de Tenochtitlán (10 de mayo al 12 de agosto de 1521)

Los españoles y sus aliados indígenas se reorganizaron para atacar Tenochtitlán meses después. Ya estaba todo preparado para la conquista de la ciudad. Hernán Cortés nombró a tres capitanes Pedro de Alvarado, Cristóbal de Olid y Gonzalo de Sandoval con 600 españoles. Todo estaba dispuesto para finalizar la conquista de México. Marcharon sin ningún tipo de resistencia hasta Tacuba en donde se alojaron. Allí se unieron 10.000 aliados tlaxcaltecas, y juntos se dirigieron a Tenochtitlán. Cuando llegaron oyeron los gritos y los insultos de los mexicas invitándoles a entrar en combate con ellos. Estos tenían la laguna y las calzadas completamente tomadas.

Nada más llegar, Cortés distribuyó las fuerzas entre sus capitanes y mandó construir 3 fuertes para proteger a las tropas, y ordenó a Martín López que fabricase 13 bergantines para hacerse con el control del lago Texcoco.

El 10 de mayo de 1521, comenzó el asedio. Lo primero que hicieron los ejércitos de Alvarado y Olid fue ir a Chapultepec y cortar el acueducto que llevaba el agua a Tenochtitlán. Tuvieron que enfrentarse a un pequeño ejército mexica pero lo derrotaron. El primer paso para iniciar el asedio de la ciudad había sido dado. Ya no llegaría más agua a la capital, tan solo podrían vivir con la que tuviesen almacenada. Mientras tanto Sandoval salió de Tezcuco y atacó Iztapalapa en donde tuvo una dura batalla contra los mexicas a la que sobrevivió gracias a que desde Tezcuco partió Cortés con sus 13 bergantines y atrajo a muchas de las canoas mexicas que le estaban plantando cara. Cortés a pesar de verse rodeado por cientos de canoas pudo vencerlas embistiéndolas directamente gracias al mayor tamaño y velocidad de sus naves.

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Asedio de Tenochtitlan (1521). Bergantines españoles en la laguna. Gracias a los bergantines que Cortés mandó construir tuvo un dominio efectivo del lago y pudo bloquear las comunicaciones de Tenochtitlan.

Durante varios días continuaron las luchas entre los mexicas y los españoles y sus aliados tlaxcaltecas y totonacas. A pesar del corte del acueducto de Chapultepec y de las calzadas para que no pudiese llegar agua ni alimentos; los mexicas por la noche aprovechaban la oscuridad para introducir en Tenochtitlan esos aprovisionamientos por barca, por lo que se optó por poner dos bergantines a vigilar y cazar esas canoas, táctica que consiguió reducir el tráfico de entrada pero no acabar con él.

Los españoles que atacaban por las calzadas, iban poco a poco ganando terreno, apoyados desde los lados por los bergantines que conseguían reducir el ataque de las canoas mexicas desde el lago. Cuando conseguían conquistar unos metros de calzada derribaban las casas para evitar ser atacados desde ellas y levantaban un muro para defenderse.

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Asedio de Tenochtitlan (1521). Lucha en las calzadas a la ciudad

Los aztecas en la ciudad construyeron trincheras construidas estaban acompañadas de muros de piedra adicionales, doblando la altitud total del obstáculo, obligando a los españoles a ir flanqueando los muros, liberando la zona, y rehabilitando los fosos para poder colocar la artillería, y así poder destruir la muralla improvisada. De esta manera, cañonazo tras cañonazo, los hombres de Cortés derribaron la última muralla, que daba paso a la vista panorámica de la Gran Plaza de Tenochtitlan, plaza que ocuparon.

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Conquista de Tenochtitlan (1521). Hernán Cortés tomando la ciudad. Autor James Field

En un momento dado, cuando las tropas invasoras consiguieron realizar varias incursiones muy destructivas dentro de la ciudad, capturado a 62 conquistadores. Cortés vio que sería el momento adecuado para ofrecer la paz a Cuautemoc enviándole tres emisarios mexicas capturados. Pero la respuesta fue un brutal ataque contra las posiciones españolas que fue reprimido. La suerte estaba echada, ya no había posibilidad de paz, la guerra y la destrucción total sería el camino.

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Asedio de Tenochtitlan (1521). Contraataque azteca. Autor Adam Hook

A los pocos días llegaron los españoles a la zona del templo Mayor en donde se encontraban los edificios mexicas más importantes. Sus principales habían huido a una zona a la que era difícil acceder a pie por lo que hubo que preparar un ataque con los bergantines, encargándoselo Cortés a Gonzalo de Sandoval. Viendo Cuautemoc la que se le venía encima decidió huir de la ciudad en unas canoas que ya tenía preparadas y trató de llegar a la costa del lago. Tras una breve persecución el capitán español García Holguín identificó la canoa en la que iba el jefe mexica y amenazando con dispararle le capturó y lo entregó a Cortés. El 12 de agosto de 1521 se acabaron los combates.

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Última posición azteca en el Gran Templo de Tenochtitlan (1521). Autor Adam Hook
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Última posición azteca en el Gran Templo de Tenochtitlan (1521). Autor Adam Hook

El cerco había durado 75 días, y la población quedó muy diezmada por una epidemia de viruela traída por los europeos. Se estima que 240.000 mexicas murieron durante el asedio, por su parte Cortés cifra las muertes en 67.000 por combate y 50.000 de hambre. En las fuerzas españolas, sobrevivieron 900 soldados, 80 caballos, 16 piezas de artillería y 13 bergantines.

Cuauhtémoc fue llevado a presencia de Cortés, que había asistido a la batalla final desde una azotea donde había colocado una tienda carmesí. Allí el tlatoani exclamó ante el conquistador: «¡Ah capitán! Ya yo he hecho todo mi poder para defender mi reino y librarlo de vuestras manos, y pues no ha sido mi fortuna favorable, quitadme la vida, que será muy justo, y con esto acabaréis el reino mexicano». Cortés quiso tranquilizarlo y le ofreció reconocerlo como emperador a cambio de que en lo sucesivo le entregara el tributo señalado; los aztecas reconstruirían la ciudad y seguirían con su vida.

Los nobles y Cuauhtémoc fueron sometidos a interrogatorios por Cortés, quien deseaba saber el destino del oro que guardaban los mexicas. Aunque recibió una canoa llena de toda clase de objetos de ese metal, Cortés no quedó satisfecho diciendo que solo era una parte de lo que habían abandonado cuando huyeron y sometió a tortura a sus prisioneros, entre ellos el propio Cuauhtémoc. Al tlatoani le quemaron los pies buscando que revelara el paradero del resto del oro.

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Cuauhtémoc y su primo el gobernante de Tacuba torturados por Hernán Cortés. Óleo por Leandro Izaguirre. Museo Nacional de Arte, México D.F

Al ver que su primo, el señor del estado aliado de Tacuba, le suplicó que confesara, Cuauhtémoc «lo miró con ira y le preguntó si estaba él en algún deleite o baño«. Finalmente, explicó que, poco antes de la caída de la ciudad, los dioses le habían revelado que el fin de Tenochtitlán era inevitable, tras lo que ordenó arrojar todo el oro a un pozo en la laguna. Los buceadores españoles, sin embargo, no encontraron allí nada de valor.

Viaje de Hernán Cortés a Las Hibueras

Cortés tenía conocimiento de las riquezas que existían en Las Hibueras, (actual república de Honduras), así que envió en el año de 1524 una fuerza al mando de su capitán Cristóbal de Olid. Estaba formada por cinco navíos y un bergantín, a bordo de los cuales iban 400 hombres, suficiente artillería, armas y municiones, además de 8.000 pesos oro para comprar en Cuba caballos y bastimentos. Simultáneamente, había partido una expedición por tierra al mando del capitán Pedro de Alvarado para conquistar y explorar Centroamérica.

Más temprano que tarde, Cortés se enteró de que el capitán Cristóbal de Olid, hombre de toda su confianza, había entrado en tratos con su principal enemigo, el gobernador de Cuba, Diego de Velázquez; para robarle a Cortés las nuevas tierras que se habrían de descubrir en el viaje de exploración y conquista que él mismo estaba sufragando. Cortés decidió montar una segunda expedición en junio de 1524 al mando de su primo Francisco de las Casas, con cinco navíos y cien hombres con órdenes de aprehender y castigar a Olid. Al arribar la expedición punitiva a la actual Honduras después de un naufragio, se sucedieron unas escaramuzas y fue tomado prisionero el enviado de Cortés, su primo Francisco de las Casas, en compañía de Gil González de Ávila, este recién llegado con el título de gobernador del golfo Dulce.

De alguna manera, tanto de las Casas como Gil González lograron escapar hacia la jungla. Posteriormente, amigos de Cortés en una cena tomaron prisionero a Cristóbal de Olid y lo degollaron, dando por terminado el asunto. En tanto Hernán Cortés, sin saber lo que había sucedido, emprendió por tierra rumbo a Las Hibueras en compañía de un gran ejército, siendo acompañado por Cuauhtémoc y Teutiercas. Caminó hasta Veracruz, en donde se embarcó hasta la villa del Espíritu Santo, de allí continuó por tierra entrando en Tabasco en donde con grandes dificultades atravesó grandes pantanos, caudalosos ríos y selvas impenetrables, pasó por varias poblaciones tabasqueñas como Cupilco, Cimatán, Nacaxuxuca, Zaguatán, Chilapan, Ixtapa, Acalán, Tatahuitalpan, Usumacinta. En esta última ciudad, un noble de Tlatelolco contó a Cortés que Cuauhtémoc se quejaba de que «estaban desposeídos de sus tierras y señoríos y mandaban los españoles y que le parecía buen remedio matar a Cortés y a los que con él iban«. El 28 de febrero de 1525, Cortés ordenó que interrogaran por separado a Cuauhtémoc y al señor de Tacuba y «sin haber más probanzas los mandó ahorcar. Y fue esta muerte que les dieron muy injustamente dada, y pareció mal a todos«, sentenció el cronista Díaz del Castillo.

Ya en Guatemala llegó a Tayasal, siendo bien recibidos y Cortés se entrevistó con el halach uinik Ah Can Ek (Canek). Cortés explicó lo acontecido con el poderío mexica, y el halach uinik no tenía aún las noticias de Tenochtitlan, pero le contó acerca de noticias de guerras acontecidas con los mayas chontales de Centla con los dzules (hombres blancos). Cortés explicó que él era el capitán de esas guerras y trato de convencerlos para su conversión al cristianismo. Ante el resguardo de la ciudad y el número de habitantes mayas, Cortés prefirió no llevar a cabo ninguna acción militar y se despidió de los itzáes, dejando un caballo lastimado y moribundo que Ah Can Ek prometió cuidar. En 1618 los misioneros franciscanos encontraron a los descendientes mayas adorando a un caballo fabricado de madera.

Continuó por agrestes sierras y llegó a la población maya de Nito (Guatemala junto a la desembocadura del río Dulce) y luego al puerto de Naco (en donde se enteró de lo sucedido a Cristóbal de Olid así que se embarcó de regreso a la ciudad de México, llegando en 1525.

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Otros viajes de Hernán Cortés

Expediciones posteriores

Primera expedición (1532)

Durante su estancia en España en 1529, Cortés consiguió de Carlos V el título de marqués del valle de Oaxaca y el gobierno sobre los futuros descubrimientos en el mar del Sur (océano Pacífico).

Ya de regreso a México, mandó a su primo Diego Hurtado de Mendoza para que preparara una expedición para explorar las islas y litorales del mar del Sur, más allá de los límites de la audiencia de la Nueva Galicia gobernada por Nuño de Guzmán enemigo acérrimo de Hernán Cortés. La expedición partió de Acapulco el 30 de junio de 1532, con los dos navíos, el San Miguel y el San Marcos. Ascendieron por la costa de Colima, haciendo desafortunadas escalas para forzar a los indios a que les diesen alimentos. Pero no fue fácil obtenerlos, ya que los nativos no disponían de maíz y vivían básicamente de la pesca y de la recolección.

Luego se encontraron con las islas Marías de las que tomaron posesión, y de allí regresaron a tierra firme y trataron de obtener abastecimiento de agua en la bahía de Matanchén, Nayarit, abastecimiento que les fue negado por órdenes de Nuño de Guzmán, dueño y señor de la región. Según Nuño de Guzmán, no naufragaron sino que en una de sus continuas escalas en busca de alimentos fueron sorprendidos por los indios y asesinados.

De los 38 hombres que regresaron, 20 decidieron ir por tierra hasta Compostela, en la costa de Jalisco, donde Nuño de Guzmán los apresó, para a continuación solicitar un pesquisidor que los juzgara. Los acusó absurdamente de haber desembarcado ilegalmente en sus costas, actitud que no sorprendió demasiado a Cortés. Los 18 restantes continuaron hacia el sur con su bergantín hasta que, a la altura de la villa de la Purificación, encallaron y se hizo mil pedazos.

Continuaron a pie, pero los indios, hartos de sus robos, mataron a 15 de ellos, sobreviviendo tan solo tres, entre ellos Juan de Saavedra. En total hubo 23 supervivientes, es decir menos de la mitad de los hombres que partieron de Acapulco.

Segunda expedición (1533)

El navío Concepción al mando del capitán y comandante de la expedición Diego de Becerra, era una de las dos naves que Cortés envió en 1533, poco después de la conquista de la gran Tenochtitlan; la otra nave era el navío San Lázaro al mando del capitán Hernando de Grijalva. Zarpó la expedición desde el actual puerto de Manzanillo el 30 de octubre de 1533. El día 20 de diciembre las naves se habían separado, el barco San Lázaro que se había adelantado esperó en vano al navío Concepción durante tres días y al no tener avistamiento del navío acompañante se dedicó a explorar el océano Pacífico y descubrió las islas Revillagigedo.

A bordo del Concepción todo era diferente, el navegante y segundo en el mando Fortún Jiménez se amotinó y asesinó mientras dormía al capitán Diego de Becerra; después agredió a los tripulantes que se mostraron leales al asesinado capitán, para posteriormente abandonar a los heridos en las costas de Michoacán, junto con los frailes franciscanos que le acompañaban en la travesía.

Fortún Jiménez navegó hacia el noroeste siguiendo la costa, y en algún momento giró hacia el oeste y llegó hacia una apacible bahía, se sabe que arribó a la actual ciudad y puerto de La Paz, él pensó que había arribado a una isla; jamás supo que había arribado a una península que con el tiempo se llamaría península de Baja California.

Allí se encontró con nativos que hablaban una lengua no conocida y además andaban semidesnudos, eran muy diferentes de los nativos del altiplano mexicano que tenían una cultura propia. Los tripulantes que le acompañaban al ver a las mujeres semidesnudas y a causa dela larga vigilia sexual, se dedicaron a tomarlas por la fuerza. Para ese entonces se habían dado cuenta de que en el lugar abundaban las perlas que los nativos extraían de las conchas de moluscos que abundaban en la bahía, así que se dedicaron a saquear el lugar y a abusar de las mujeres.

Es necesario resaltar que Fortún Jiménez y acompañantes no otorgaron nombre alguno a ninguno de los sitios que encontraron, siendo otros exploradores quienes diesen nombre a los lugares visitados por Fortún Jiménez. El abuso de las mujeres por parte de la tripulación sumado al saqueo al cual se dedicaron, provocó un violento enfrentamiento con los nativos que terminó en la muerte de Fortún Jiménez y algunos de sus compañeros, los sobrevivientes se retiraron del lugar, abordaron a duras penas el navío Concepción, navegaron erráticamente durante varios días hasta llegar a las costas del actual estado de Jalisco, en donde se toparon con los subalternos de Nuño de Guzmán quienes les requisaron la nave y los tomaron prisioneros.

Tercera expedición (1535)

Después de haber patrocinado dos viajes de exploración en el mar del Sur y sin haber obtenido resultados materiales, Hernán Cortés decidió encabezar el tercer viaje de exploración. Molesto Cortés porque Nuño de Guzmán, su archienemigo de siempre, le había requisado un buque durante la primera expedición que sufragó; además del buque Concepción que Cortés había enviado en el segundo viaje de exploración del mar del Sur. Decidió enfrentarlo en su propio terreno y desde allí montar la tercera expedición, para ello preparó un gran número de tropas a pie y a caballo para marchar sobre la provincia de Nueva Galicia de la cual Nuño de Guzmán era gobernador.

El virrey de Nueva España advirtió a Hernán Cortés el 4 de septiembre de 1534 “que no enfrentase a quien le había requisado sus barcos” a lo que Hernán Cortés se negó alegando que había gastado más de 100.000 castellanos de oro; además de haber sido designado por su majestad el rey de España Carlos I para conquistar y descubrir nuevos territorios. Para ese entonces Cortés ya había organizado un astillero en Tehuantepec y tenía tres navíos dispuestos; el San Lázaro (en el que regresó Grijalva de la segunda expedición al mar del Sur), y el Santa Águeda y el Santo Tomás que recién habían sido construidos. El proyecto de Cortés era ambicioso, enviaría los navíos a Chametla Sinaloa (cerca de la actual población de Escuinapa) en el territorio gobernado por Nuño de Guzmán y allí abordaría el ejército terrestre comandado por él.

Para llegar a Chametla, Cortés tuvo que atravesar por varios días con su ejército de Nueva Galicia, la Nueva Galicia era una provincia de Nueva España gobernada por su acérrimo enemigo Nuño de Guzmán. Cuenta Bernal Díaz del Castillo que, cuando en la Nueva España se supo que el marqués de Oaxaca iba de conquista nuevamente; muchos “creyeron que era cosa cierta y rica” y se ofrecieron a servirle soldados de a caballo, arcabuceros y ballesteros, y 34 casados con sus mujeres, en total 320 personas y 150 caballos. Y añadió que los navíos estaban muy bien provistos de bizcocho, carne, aceite, vino y vinagre, mucho rescate, tres herreros con sus fraguas y dos carpinteros de ribera con sus herramientas, además de clérigos y religiosos, y médicos, cirujanos y botica. Con los pendones a todo lo alto arribó el ejército de Cortés a la población de Santiago de Galicia de Compostela, ubicada en esos días en el valle de Matatipac (en la actualidad la ciudad de Tepic); donde fue acogido amistosamente por el gobernador Nuño Beltrán de Guzmán, su enemigo de siempre.

En esa población Cortés y su ejército permanecieron durante cuatro días antes de proseguir su viaje. Se dice que Nuño de Guzmán aconsejó a Cortés no proseguir con el viaje de exploración y le proveyó de bastimentos, en tanto Cortés se asombró de la pobreza en que vivía Nuño de Guzmán. Sin duda alguna el recibimiento de que fue objeto el conquistador de México de parte de Guzmán se debió al ejército que acompañaba a Cortés. Después de la partida de Cortés, Nuño de Guzmán dirigió una carta a la Audiencia en México en “que se queja de que el marqués del Valle quería penetrar con su gente en su gobernación, siendo que solo era capitán general de la Nueva España”. En Chametla (Sinaloa), después de atravesar los actuales estados de Jalisco y Nayarit, territorio conocido como parte del reino de Nueva Galicia en esa época; Cortés y su comitiva embarcaron los buques Santa Águeda y San Lázaro en los cuales subieron 113 peones, 40 jinetes con todo de a caballo y dejó en tierra a 60 jinetes más, según lo reportó a la Real Audiencia el gobernador Nuño de Guzmán.

Una vez embarcado en el buque San Lázaro, Cortés junto con su expedición tomó rumbo al noroeste, y el día 3 de mayo de 1535, arribó a la bahía que nombró bahía de la Santa Cruz, actualmente La Paz (Baja California Sur); lugar en el cual confirmó la muerte de su subalterno Fortún Jiménez a manos de los nativos. Una vez que hubo tomado Cortés posesión de la bahía de la Santa Cruz, decidió establecer una colonia; mandó traer a los soldados y bastimentos que había dejado en Sinaloa, pero el mal tiempo no le ayudó, los buques se perdieron y únicamente regresó a la bahía de la Santa Cruz un navío llevando una carga de cincuenta fanegas de maíz, insuficientes para alimentar a la población. Por lo cual Cortés salió personalmente en busca de víveres, más lo conseguido fue insuficiente por lo cual decidió retornar a la Nueva España con la intención de proveer desde ahí a la nueva colonia. Al mando del poblado de la Santa Cruz quedó Francisco de Ulloa, pero las quejas de los familiares de quienes se habían quedado en la península hicieron que el virrey ordenara el abandono de la población y el retorno de los pobladores a la Nueva España.

Cuarta expedición (1539-40)

Hernán Cortés quien ya había patrocinado tres viajes de exploración del mar del Sur (océano Pacífico) y los cuales habían terminado en fracasos, decide enviar un cuarto viaje de exploración al mar del Sur al mando de Francisco de Ulloa en 1539. Partió la expedición del puerto de Acapulco el día 8 de julio del año, a bordo de los buques Santo Tomás, Santa Águeda y Trinidad. A la altura de las islas Marías se vieron obligados a abandonar el navío Santo Tomás, por lo cual continuaron el viaje de exploración en los dos buques restantes. Se adentraron en el golfo de California y visitaron en el viaje de ida y de regreso la abandonada población de la Santa Cruz, conocida actualmente como la ciudad de La Paz; en el viaje de ida llegaron al extremo norte del golfo el 28 de septiembre, a lo que se conoce actualmente como desembocadura del río Colorado y llamaron a la boca del río Ancón de San Andrés.

Después de haber desembarcado y tomado posesión de las tierras del extremo norte de la mar Bermeja (conocido actualmente como golfo de California), nombre que le dieron por la coloración rojiza de las aguas, que se teñían con las aguas procedentes del río Colorado; iniciaron el regreso al poblado de la Santa Cruz, doblaron el cabo San Lucas e ingresaron en el océano Pacífico. Por la actual bahía Magdalena pasaron el día 5 de diciembre sin haber ingresado por estar herido Ulloa, a causa de una escaramuza que sostuvo con los nativos.

Con fecha de 5 de abril de 1540, Cortés llegó a la isla de Cedros continuando la exploración con los navíos Santa Águeda y Trinidad , nunca más se supo de Francisco de Ulloa y de sus compañeros de navegación. Después de haber desembarcado y tomado posesión de las tierras del extremo norte del mar Bermeja (actual golfo de California), iniciaron el regreso al poblado de la Santa Cruz, doblaron el cabo San Lucas e ingresaron en el océano Pacífico. Por la actual bahía Magdalena pasaron el día 5 de diciembre sin haber ingresado por estar herido Ulloa, a causa de una escaramuza que sostuvo con los nativos.

Muerte de Hernán Cortés

En 1541 Hernán Cortés, de 56 años (una edad elevada en esa época), acompañado de sus hijos Martín y Luis, participó en la Jornada de Argel o Desastre de Argel, costeando de su propio bolsillo un barco capitaneado por Enrique Enríquez. En los siguientes años se estableció en Valladolid, donde retomó su actividad empresarial y se arropó de un ambiente humanista. Allí observó impotente como sus protestas al Emperador eran sepultadas una y otra vez por las intrigas de la Corte. A finales de 1545, el conquistador se trasladó a Sevilla con la intención de viajar una vez más a México, quizás con el empeño de acabar sus días allí. No en vano, murió en esta ciudad dos años después el 2 de diciembre de 1547 en Castilleja de la Cuesta (Sevilla), sin ver cumplidas sus demandas a la Corona y sin poder viajar a su querida Nueva España una última vez.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2018-04-20. Última modificacion 2022-07-03.
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Comentarios:

  1. jorge dijo el 2019/11/15 a las 2:23 am

    No conquisto mexico hernan cortez, lo conquisto toda la enfermedad que trajeron, acabo con la mitad de la poblacion, y todos los traidores que se unieron tuvieron su merecido, sometimiento y esclavitud, asquerosos españoles, ladrones, leprosos, mugrosos, destruyeron una cultura que ni en mil años pudieron tener, un conocimiento astral, natural, filosofico, humanista y psicologico que no tendran ni en mil años, de nada les sirvio haber saqueado a mexico, si volvieron a ser mierda, son ahora la mierda de europa, y aunque tuvieran la oportunidad de saquear de nuevo algun lugar saldrian de la mierda en la que estan momentaneamente pero volverian a ella no tardanado mucho pues la mierda la tienen en sus cabezas, mierda fueron y en mierda regresaron.

  2. Arre Caballo dijo el 2019/11/24 a las 8:15 pm

    En un principio no pensamos publicar este comentario, en esta página nos limitamos a contar la historia respetuosamente. Al final hemos decidido publicalo como una muestra lo que lo que es la falta de cultura y de educación.
    Solo voy a recordar que cuando los españoles conquistaron el Imperio Azteca era un pequeño territorio rodeado por enemigos, incluidos los Mayas. Cuando Mejico se independizó sus territorios incluían America Central perdido en 1823. Texas y Nuevo México en 1836, y Californa Alta en 1848. En un principio era un territorio mayor que los Estados Unidos en aquella época y con más población. Solo basta comparar Texas y California de los EEUU y comparalos con sus vecinos del sur.

  3. Agustín Montes de Oca dijo el 2020/05/03 a las 7:43 am

    Vaya que conceptos tan equivocados, desde luego que los españoles trajeron enfermedades, trajeron su cultura, su fanatismo y cometieron muchos errores ofuscados por su absurda religiosidad, pero siendo honestos diremos también que los aztecas o mexicas tenían un comportamiento deleznable y estaban enfermos de religiosidad absurda y de una actitud agresiva y brutal, con sus orgias de sangre y sacrificios humanos de indecibe crueldad, por algo los pueblos de México se unieron contra ellos, ya era insoportable su violencia y desquilibrio mental.

  4. Carlos Fernández C. dijo el 2020/06/29 a las 12:22 am

    En un crisol los diversos elementos se funden, después de quinientos años, la discusión entre «buenos y malos», es meramente académica, ambas culturas en ese momento tenían sus claroscuros, al igual que hoy, pero eso es parte de la historia del ser humano, con toda su grandeza y toda su maldad. (Los sacrificios aztecas no difieren en su contexto de las quemas de la Inquisición, ni tampoco de las persecuciones de brujas, todo es por mandato divino). No creo que hoy seamos muy diferentes…..

  5. Rodrigo Márquez dijo el 2021/03/22 a las 12:22 am

    Es injusto culpar a los españoles por su expansión imperial, ávida de tierras y tesoros.Después de todo es lo que hicieron todos los imperios en la historia.Sus vidas se desarrollaban en un entorno precario y violento, si vemos la brutalidad de lo que fueron las guerras en Europa y Asia nos daremos cuenta que en América no hicieron nada muy distinto.

  6. SANTIAGO y cierra España dijo el 2021/03/26 a las 6:27 am

    A la mierda con los mexicas, mayas y otras etnias adoradoras de seres de bajo astral. De no ser por los españoles, (castellanos) anglosajones, franceses, los paises bajos (antes holanda) etc., los hubieran exterminado. Sacrificaban y comían humanos, para los imbeciles que los adoran han de ser iguales en deseos perversos. Cada vez que veo las mugres ruinas e Idolos bajo la Ciudad de México y que han preservado, siento asco por quienes añoran esas «civilizaciones» tan amorosas.

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