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El ejército español
En 1751, se hizo una propuesta al Carlos III (1759-88) para un aumento del ejército, que constaría de 57 Escóns y 41 BIs, con el fin de alcanzar, en caso de movilización, una fuerza total de 100 BIs y 100 Escóns. La propuesta incluía una solicitud para la adquisición de un total de 20 BIs extranjeros de Suiza y pequeños estados alemanes. Carlos III completó la reorganización militar con una reforma de la milicia.
Infantería española
Se componía de los 3 RIs de Guardias, 39 RIs de línea y 33 RIs de milicias provinciales.
Los 3 RIs de Guardias eran Real Guardia de Alabarderos, compuesta de 4 oficiales, 1 ayudante y 100 alabarderos (posteriormente 150). Su misión era proteger el Palacio Real.
El RI de Guardias Valonas con 4.255 hombres y 168 oficiales, estaba compuesto de 6 BIs, cada uno compuesto por 6 Cías de fusileros (22 de personal y 82 fusileros) y 1 Cía de granaderos (22 de personal y 92 granaderos).
El RI de Guardias Españolas con 4.255 hombres y 168 oficiales, con la misma composición que el RI de las Guardias Valonas. Ambos eran las unidades de élite de la infantería española.
Los RIs de línea estaban compuestos de 2 BIs, cada uno 19 de personal, 8 Cías de fusileros (14 de personal y 64 fusileros) y 1 Cía de granaderos (12 de personal y 54 granaderos).
Los 39 RIs de línea eran 27 españoles, 2 italianos, 3 irlandeses, 3 valones y 4 suizos.
Las milicias urbanas variaban de una a varias compañías para la defensa de la plaza principalmente ciudades costeras y fronterizas, para defensa de las mismas.
Las milicias provinciales encuadradas en 42 RIs provinciales cada uno formado por un único BI con una PLM (plana mayor) y 8 Cías cada una con 94 efectivos (1 capitán, 1 teniente, 1 subteniente, 1 sargento de primera clase, 2 sargentos de segunda clase, 1 cabo primero de granaderos o cazadores, 1 cabo segundo de granaderos o cazadores, 4 cabos primeros de fusileros, 4 cabos segundos de fusileros, 8 granaderos, 8 cazadores, 2 tambores, 64 fusileros).
Caballería española
Estaba compuesta por la Guardia Real (Guardias de Corps y la BRC de Carabineros Reales), 20 RCs de línea, 10 RCs de dragones.
Los Guardias de Corps eran 4 compañías de guardias, cada una de 200 hombres, para una fuerza total de casi 800 jinetes de la Guardia; las dos primeras compañías, las llamadas «compañías españolas«, estaban integradas por españoles, la tercera compañía, la llamada «compañía flamenca», debería estar compuesta por flamencos. La cuarta compañía, la llamada «compañía italiana», debería ser reclutada en Italia entre los «voluntarios leales» provenientes de las familias más nobles.
Cada compañía se dividía en 4 brigadas compuestas por un teniente o un alférez, 49 guardias y un trompetista.
En 1768, una de las compañías españolas se disolvió y el cuerpo permaneció con tres compañías.
La brigada de carabineros reales contaba con 4 escuadrones, cada uno compuesto por 3 compañías. Cada compañía contaba con 56 hombres (9 de personal y 47 carabineros).
Los 21 RCs de línea (Reina, Príncipe, Milán, Borbón, Órdenes, Farnesio, Alcántara, Extremadura, Barcelona, Malta, Brabante, Flandes, Algarve, Andalucía, Calatrava, Granada, Sevilla, Santiago, Montesa, y Costa de Granada). Estaban formados por 2 ECs cada uno con 4 Cías (1 capitán,1 teniente, 1 alférez, 3 cabos, 4 carabineros y 23 jinetes).
Los 10 RDs (Reina, Bélgica, Batavia, Pavía, Frisia, Sagunto, Edimburgo, Numancia, Lusitania, y Mérida) estaban formados por 2 EDs cada uno con 4 Cías (1 capitán,1 teniente, 1 alférez, 1 sargento, 1 tambor, 3 cabos, 4 granaderos y 23 dragones).
Artillería española
El RRA (Real Regimiento de Artillería) fue creado en 1710, incluía todas las unidades de artillería de campaña y de fortalezas en España y en las colonias, a excepción de las tropas que manejan las baterías costeras.
Originalmente, tenía 36 Cías en 3 BAs de 12 Cías. Cada Cía se componía de 1 capitán, 2 tenientes, 2 subtenientes, 4 sargentos, 4 cabos 1º, 10 obreros, 10 bombarderos, 72 artilleros, un tambor.
No hubo estandarización de modelos y calibres para las piezas de artillería. El conde de Aranda había intentado una reforma en 1756, pero encontró tanta resistencia que Aranda renunció en 1758. No he encontrado datos sobre el número de cañones y calibres empleados.
Marina española
En 1751, la Armada Española constaba de 18 buques de línea y 15 fragatas y otros buques. En 1760, se había reforzado significativamente y contaba 40 barcos de la línea y 10 fragatas. El rearme continuó y un año después, en 1761, este total se había elevado a 49 barcos de la línea, 21 fragatas y otros 16 barcos.
En 1763, después de la guerra donde había perdido varios barcos de la línea, España todavía podía alinear 37 barcos de la línea y 30 fragatas.
El ejército portugués
A principios de 1762, el ejército portugués consistía en 20 RIs y 10 RCs existentes desde la reorganización de 1715. Las unidades estaban en un estado lamentable en cuanto a personal y material.
Infantería portuguesa
Tras su reorganización el ejército contó 26 RIs cada uno con un solo BI, además se contrataron 2 BIs suizos (Thorman y Saussure).
Un BI portugués se componía de 4 Cías de mosqueteros (55 hombres) y 1 de granaderos (56), con lo que los efectivos nominales eran 283, el 7 de agosto de 1762, los 18 BIs puestos bajo el mando del conde de Lippe-Bückeburg tenían una fuerza promedia de 250 soldados.
Caballería portuguesa
Los RCs inicialmente eran 7 (Almeida, Corte, Cais, Alcântara, Elvas, Moura, Bragança) se aumentaron durante la guerra hasta formar 11 RCs de línea, 4 RDs (Chaves, Olivença, Évora, y Penamacor) y 4 RCLs.
A principios de 1762, cada RC o RD contaba con 10 Cías, cada una de 42 hombres. El 16 abril de 1762, decidió agregar 4 Cías a cada RC, lo que lleva la fuerza total de un RC a 14 compañías. Pero luego, el 21 de abril, se decidió que las 40 Cías adicionales no se unirían a los RCs, sino que formarían 4 nuevos RCLs con 10 ECLs.
Marina portuguesa
La flota portuguesa al estallar la guerra se componía de 17 buques de línea (2 de 70 cañones, 7 de unos 64 cañones, y 8 de unos 50 cañones) y varias fragatas. De los cuales muchos estaban en mal estado.
Antecedentes de la guerra
Cuando se declaró la guerra entre Francia y Gran Bretaña durante la guerra de los Siete Años en 1756, España se mantuvo neutral. El primer ministro del rey Fernando VI de España, Ricardo Wall, se opuso a entrar en guerra. Gran Bretaña hizo un intento de persuadir a España a unirse a la guerra como su aliado, al ofrecer Gibraltar a cambio de ayuda española en Menorca, pero esta fue rechazada por Madrid.
Durante la guerra de los Siete Años (1755-63), la flota británica bajo las órdenes del almirante Boscawen atacaron en 1758 a la flota francesa en aguas portuguesas frente a Lagos, en el Algarve. Tres naves francesas fueron capturadas y dos fueron quemadas. Portugal, aunque un viejo aliado de Gran Bretaña, había declarado su neutralidad y entonces el primer ministro portugués, Sebastião José de Carvalho e Melo, marqués de Pombal, había pedido a Gran Bretaña una satisfacción por tales hechos perpetrados.
El gobierno británico pidió disculpas a rey de Portugal, José I, enviando una delegación especial a Lisboa, aunque los navíos no fueron devueltos, como demandaba Francia (Pombal había previamente informado a William Pitt, conde de Chatham que no esperaba que ello ocurriese). El gobierno portugués asistió materialmente a las guarniciones francesas que se habían refugiado en Lagos después de la batalla. El rey de Francia, Luis XV, agradeció a José I por la asistencia dada a los marineros franceses, pero solicitó el retorno de las naves. El caso parecía arreglado, pero España y Francia utilizarían esto cuatro años después como excusa para invadir Portugal.
Portugal tenía cada vez mayores dificultades para mantener su neutralidad en la guerra de los Siete Años, debido a incidentes menores entre los residentes británicos y los franceses: en una ocasión, el cónsul británico en Faro advirtió en secreto a las fragatas británicas que entrasen en el puerto y la ciudad para impedir la descarga de un buque francés; y en Viana do Castelo, mercaderes británicos equiparon un barco con armas y retomaron de un corsario francés un barco inglés que había sido capturado. Sin embargo, el rey y el gobierno de Portugal se comprometieron firmemente a mantener al país fuera de la guerra.
Todo cambió cuando Fernando VI murió en 1759 y fue sucedido por su hermano Carlos III. Uno de los objetivos principales de la política de Carlos era la supervivencia de España como potencia colonial y, por tanto, como una potencia a tener en cuenta en Europa.
Los franceses estaban presionando cada vez más a una España reacia a entrar en la guerra de su lado (mientras que iniciaba negociaciones secretas con Gran Bretaña para acabar con ella). Ambos países eventualmente firmaron el famoso Tercer Pacto de Familia el 15 de agosto de 1761, un «sistema continental» planificado principalmente para aislar a Gran Bretaña de Europa. No obstante, unas naves británicas interceptaron la correspondencia oficial de España hacia Francia y así una cláusula secreta fue descubierta. Según ella, España declararía la guerra a Gran Bretaña el 1 de mayo de 1762. Gran Bretaña se anticipó a España, y declaró la guerra antes, el 2 de enero de 1762.
Ultimátum hispano-francés
José I de Portugal. Frente al ultimátum franco-español de 1762 a traicionar su alianza con Gran Bretaña, dijo que ”le afectaría menos [a Portugal], aunque reducido al último extremo, el dejar caer la última losa de su palacio, y el ver a sus fieles súbditos derramar hasta la última gota de su sangre, que sacrificar, junto con el honor de su corona, todo lo que Portugal tiene por lo más querido…“.
Ambos poderes Borbones decidieron obligar a Portugal a unirse a su pacto de familia (el rey portugués estaba casado con una Borbón, hermana del rey español). España y Francia enviaron un ultimátum a Lisboa el 1 de abril de 1762, por el cual Portugal debía:
- Finalizar la alianza anglo-portuguesa y reemplazarla por una nueva alianza con Francia y España.
- Clausurar sus puertos a los barcos ingleses e interrumpir todo el comercio con Gran Bretaña tanto en Europa como en el imperio Portugués.
- Declarar la guerra a Gran Bretaña.
- Aceptar la ocupación de los puertos portugueses (incluyendo Lisboa y Oporto) por un ejército español. Por lo tanto, Portugal sería a la vez «protegido y liberado de sus opresores británicos«.
A Portugal se le dieron cuatro días de plazo para contestar, después de lo cual el país podría enfrentar una invasión de las fuerzas de Francia y España. Ambas potencias borbónicas esperaban beneficiarse mediante la desviación de las tropas británicas de Alemania a Portugal, mientras que España espera aprovechar Portugal y su imperio.
La situación de Portugal era desesperada. El gran terremoto, tsunami e incendio de Lisboa de 1755 había destruido por completo la capital portuguesa, matando a decenas de miles de personas y había producido destrozos y daños en la mayor parte de las fortalezas portuguesas. La reconstrucción de una nueva Lisboa dejó sin dinero para sostener un ejército o la marina; e incluso los cuadros militares que habían muerto en el terremoto no habían sido reemplazados hacia 1762. A partir de 1750 los suministros de oro de Brasil (que habían convertido a Portugal, por mucho, en el poseedor de oro más grande durante el siglo XVIII) iniciaron su declive irreversible, y el precio de azúcar de Brasil también se redujo, ya que la demanda británica y holandesa se redujo.
La marina portuguesa, que había sido la más poderosa del mundo durante el siglo XV, se vio reducida a solo tres navíos de línea y algunas fragatas. El cuadro general de los ejércitos portugueses era calamitoso: los regimientos estaban incompletos, los almacenes militares estaban vacíos, y no había hospitales militares. En noviembre de 1761, las tropas llevaban un año y medio sin recibir la paga (recibieron la de 6 meses en la víspera de la guerra), y muchos soldados vivían del robo, o habían adquirido el asesinato como medio de vida. La disciplina militar era una lejana resemblanza de lo que antes habían sido unas grandes tropas y la mayor parte de las tropas estaba sin uniformes y desarmadas.
El conde de Saint-Priest, embajador francés en Portugal, informó: “Era imposible encontrar un ejército en un mayor desorden que en Portugal. Cuando llegó el conde de Lippe [el comandante supremo aliado, enviado por Inglaterra], el ejército tenía como mariscal de campo, al marqués de Alvito, quien nunca había aprendido a disparar un rifle o mandar un regimiento, incluso en tiempos de paz. Los coroneles, en su mayoría grandes señores, colocaron como oficiales en sus regimientos a sus ayudantes de cámara. Era muy común ver a los soldados (incluso los centinelas del palacio real), en su mayoría harapienta, pidiendo limosna. Este estado de desorden había terminado poco antes de que yo llegara. Hemos de ser justos”.
En noviembre, Portugal solicitó ayuda a Gran Bretaña. El ministro portugués en Londres solicitó 12.000 de infantería, alrededor de 3.500 de caballería, cañones y armas para todo el ejército portugués, y un personal completo para organizarlo y mandarlo. Tal socorro estaba fuera de lugar, pero a Portugal se le prometió la mitad de infantería, un regimiento de caballería ligero y 20.000 armas.
El 19 de noviembre, se recibió el ultimátum británico en Madrid.
El 20 de noviembre, se ordenó a 7 barcos de la línea y 2 fragatas que reforzaran a Saunders, llevando a la flota mediterránea a 19 barcos de la línea y una docena de fragatas, y al mismo tiempo se ordenó a Keppel que le enviara 3 barcos bombardas. Se ordenó a todos los buques en la costa portuguesa dirigirse a Lisboa y que estuvieran listos para recibir las noticias del resultado del ultimátum y llevarlo a todas las estaciones.
El 21 de noviembre, el almirantazgo británico emitió advertencias en todas las direcciones de que el ultimátum había sido enviado. La atención de Saunders se dirigió especialmente a los barcos que estaban en Cádiz, y quedó impresionado con la importancia de asestar un golpe severo de inmediato. Aproximadamente en este momento, Saunders envió a Anson un plan para asestar un golpe mortal al comercio del Mediterráneo francés atacando Marsella al amparo de una finta contra Menorca. En vista de la guerra con España, fue acompañado por otro plan para un golpe similar a los barcos de Cádiz, y para la captura de Orán como equivalente de Menorca si esa isla fuera entregada a España. Lamentó no haber estado nunca en Marsella ni en Cádiz, no podía dar una opinión decidida sobre la viabilidad de sus propuestas, pero estaba listo para intentarlo tan pronto como se enterara.
En diciembre, el embajador británico en España abandonó Madrid.
El 10 de diciembre, la corte española emitió órdenes de incautar a todos los buques británicos, buques de guerra o mercantes, en los puertos españoles, así como todos los buques españoles, a fin de evitar la incautación en el extranjero.
Saunders estaba en Gibraltar, donde tenía 15 barcos de la línea en la Bahía de listos para navegar en cualquier momento. El 24 de diciembre, se emitieron órdenes a todas las estaciones británicas para comenzar las hostilidades.
El 26 de diciembre, la Gaceta anunció un estado de guerra con España. El 29 de diciembre, Percy Brett, el oficial que desde 1759 había estado a cargo de la sección norte del bloqueo del Canal, fue enviado con 2 naves más de la línea y otra fragata más para reforzar a Saunders.
A finales de 1761, Saunders aún no había recibido ninguna instrucción de Gran Bretaña.
El 4 de enero, Saunders fue informado de que desde mediados de diciembre los españoles habían estado trabajando duro para poner a Cádiz en un estado de defensa, y que los barcos habían sido retirados al puerto interior.
El embajador británico en Madrid había informado a Londres que había un escuadrón de 11 barcos de la línea en Ferrol listos para hacerse a la mar, y que 1.500 soldados habían marchado a ese puerto para embarcarse hacia las Indias Occidentales. Además, en Cádiz había 5 batallones esperando órdenes finales para el mismo destino. Un regimiento ya se había ido a Mallorca, y otro estaba en camino, y dos barcos cargados con armas y municiones habían navegado hacia las Indias Occidentales desde Barcelona.
Saunders tristemente reconoció que su oportunidad se había ido. Inmediatamente vio que el único modo para realizar sus funciones de contención era asumir una actitud puramente defensiva y evitar cualquier concentración de las divisiones dispersas de Francia y España, particularmente para mantener separadas las divisiones dentro del Estrecho y las del Atlántico. La principal preocupación de Saunders era el escuadrón Tolón. Sin embargo, él sabía que ese escuadrón no estaba listo para la mar, y sentía que lo único que podía hacer era evitarlo, se movió hacia el oeste para bloquear Cádiz, a fin de evitar que su escuadrón saliera, o cualquiera del norte que entrara.
El 18 de enero de 1762, España publicó el tratado con Francia y declaró oficialmente la guerra a Gran Bretaña.
En febrero, Francia envió a Jacques O’Dunne a Lisboa para persuadir al rey de que abandonara su alianza con Gran Bretaña y se uniera a la alianza con España o, en su defecto, se enfrentara a una invasión franco-española de su reino. Cuando el embajador francés O’Dunne entregó el ultimátum el 1 de abril de 1762, un grupo de sargentos con un capitán llamaron a su puerta, pidiendo limosna.
Para el 12 de marzo, varios oficiales británicos (entre los que se encontraban Charles O’Hara y Charles Rainsford) bajo el mando del general Tyrawley, un viejo amigo de Portugal de 72 años, ya estaban en Portugal para asumir un papel asesor en el ejército portugués. Del mismo modo, los comandantes Joseph Norwood, Thomas Lee y Michael Henry Pascal tomaron el servicio en la marina portuguesa. El conde de Oeiras se sorprendió por la llegada prematura de los consejeros británicos, incluso antes de que un solo regimiento británico hubiera desembarcado. Esto lo puso en una posición incómoda en sus negociaciones con los embajadores francés y español. Lord Tyrawley le dijo a Oeiras que ya se sabía públicamente que las tropas británicas se estaban preparando para embarcarse en Portugal y que consideraba que sus preocupaciones por el secreto eran bastante inútiles en las circunstancias.
En marzo, la situación entre Oeiras y Tyrawley pronto se deterioró y los portugueses pronto solicitaron su reemplazo. Oeiras también solicitó 3 barcos británicos del escuadrón del almirante Saunder con sede en Gibraltar para ocupar el puesto en Lisboa. Después de unos días, los 3 barcos regresaron a Gibraltar.
Del 16 de marzo al 18 de abril, el rey Carlos III de España junto con Choiseul le pidieron al rey de Portugal que abandonara a su aliado británico, que cerrara sus puertos a la armada británica y se uniera a España y Francia contra Gran Bretaña. El rey de Portugal rechazó sus repetidas solicitudes.
Para reforzar su ultimátum y presionar al gobierno portugués, las tropas españolas y francesas comenzaron a reunirse en las fronteras del norte de Portugal desde el 16 de marzo de 1762, alegando que era simplemente un “ejército preventivo”. El gobierno portugués declaró su intención de defenderse a toda costa. Tan pronto como la noticia de la entrada de las tropas españolas en el norte del reino llegó a la Corte, Portugal declaró la guerra a España y a Francia (18 de mayo de 1762), pidiendo ayuda financiera y militar a Gran Bretaña. España y Francia declararon la guerra, el 15 y 20 de junio, respectivamente. Fue denominada guerra Fantástica porque, a pesar de los sucesivos movimientos de tropas, no tuvo lugar ninguna batalla importante.
Primera invasión de Portugal (Tras-os-Montes)
Los preparativos hispano-franceses fueron lamentables, los ejércitos acantonados en la frontera con Portugal sufrieron todo tipo de penas, ya que padecieron bajas antes de comenzar la campaña. Para ayudar a sus aliados españoles, los franceses enviaron un ejército de 12.000 hombres al mando del príncipe de Beauvau. Al frente de los españoles, estaban Nicolás de Carvajal y Lancaster, marqués de Sarriá y Alejandro O’Reilly. Los portugueses, bajo la dirección de Sebastião José de Carvalho e Mello, marqués de Pombal, nombraron como comandante en jefe a Federico Guillermo de Schaumburg-Lippe, conde Lippe, conocido como el Portugués, un militar con amplia experiencia y durante la contienda serían ayudados por varios generales británicos.
El objetivo hispano-francés era la invasión de Portugal desde tres ejes: por el norte hasta Oporto, por el centro hasta Lisboa, por el sur al Alentejo, siendo el principal en dirección a Lisboa.
El 24 de febrero de 1762, Carlos III daba por fin autorización al marqués de Sarria para entrar en Portugal, pero las fuerzas aún no estaban listos para la acción y solo el 2 de marzo el comandante en jefe estableció su cuartel general en Salamanca. El 16 de marzo el Rey firmó el plan de operaciones, que preveía la invasión de la frontera portuguesa nordeste de Puebla de Sanabria y Ciudad Rodrigo en dirección a Lisboa. Las fuerzas españolas a lo largo de la frontera eran 63 BIs y 38 Escóns, junto con 12 BIs franceses (Montmorin (2 BIs), Cambis (2 BIs), Royal Vaisseaux (2 BIs), Artois (2 BIs), Aumont (2 BIs), La Sarre (1 BI), Royal Cantabres (1 BI) mandados por el teniente-general Beauvau.
Se produjo el cambio del esfuerzo principal que fue desviado hacia el norte, a través de la región de Tras os Montes para alcanzar Oporto. El cambio fue debido a los escrúpulos de Carlos III, que unido a las presiones de Isabel de Farnesio y Ricardo Wall, decidió alejar a Lisboa del campo de batalla para no perjudicar a su hermana la reina portuguesa.
Este cambio supuso una demora en el inicio de la guerra, pues se hubo de trasladar la base de operaciones desde Ciudad Rodrigo a Zamora. Fue en ese retraso donde radicó que la invasión se malograra, al dar tiempo a la llegada de la fuerza de socorro inglesa y del conde de Lippe.
Hubo después un intercambio de correspondencia entre el Rey y Sarriá, en que se nota la impaciencia de Carlos III para que se ejecutase la invasión, la cual chocaba con las razones locales de imposibilidad de cruzar el río Duero y de dificultad en transponer el río Esla, afluente de la margen derecha.
A finales de marzo el rey español continuaba insistiendo para que se pasase a la acción, pero solo a finales de abril parecía estar preparada la fuerza. El 29 de abril el marqués de Sarriá informó a la Corte, en Madrid, que iba a iniciar el movimiento y tomar la plaza de Miranda do Douro.
A finales de abril, llegaron las primeras fuerzas británicas a Portugal. Mientras tanto, los fuertes portugueses en el Tajo estaban siendo reparados. El ejército portugués mal entrenado consistía entonces en aproximadamente 9.000 de infantería y 1.300 de caballería.
El 1 de mayo, se enviaron órdenes a las tropas británicas estacionadas en Belle-Isle para el envío de 4 BIs (RI-3 de Buffs, RI-67 de Lambert, RI-75 de Boscawen, RIL-85 de Crawford), junto con un destacamento y el RCL-16 de Burgoyne, a Portugal (bajo el mando de John Burgoyne más tarde tuvo un desafortunado protagonismo en América al rendirse en Saratoga). El destacamento de artillería, bajo el mando del coronel Pattison, constaba de 8 Cías que totalizaban unos 400 hombres, 360 caballos y mulas, y 32 piezas de latón de diversos calibres (2×12 pesados, 6×12 medianos, 6×6 medianos, 12×6 ligeros, 2×8 obuses y 4 obuses reales). Dos RIs más que consisten principalmente de reclutas (RI-83 de Armstrong y RI-91 de Blayney) se agregaron desde Irlanda, con lo que el total de las fuerzas ascendía a unos 7.000 hombres. Mientras tanto, con el pretexto de la amistad portuguesa contra Gran Bretaña, un ejército español de 42.000 hombres se concentró en 3 divisiones bajo el mando general del marqués de Sarria. El cuerpo principal se reunió en Zamora.
Sarriá dejó Zamora el 1 de mayo y, haciendo el ejército marchar en 3 columnas, progresó sobre Alcanises, donde acampó el 4 de mayo. Al día siguiente, una parte significativa de las fuerzas entró en territorio portugués. Publicó una proclama titulada “razones para entrar en Portugal”, en la que los españoles declararon que no estaban entrando como enemigos, sino como amigos y libertadores del pueblo portugués para liberarle de los “pesados grilletes de Inglaterra”, el “tirano de los mares”.
En el lado portugués, el conde de Lippe concentró el ejército portugués en una posición central, en la región Abrantes, Tomar y Golegã, para facilitar la reunión de las unidades y los medios logísticos; significaba una actitud de expectativa estratégica a la espera de que el enemigo se manifestase sus verdaderas intenciones, para entonces poder reaccionar. De hecho, con el ejército anglo-portugués centrado, podía mover el centro de gravedad para responder a cualquier invasión procedente tanto del norte como del centro y del sur, dada la escasez de accidentes orográficos e hidrográficos de valor. Además, el ejército de ocupación anglo-portugués esta posición central, impediría el acceso del enemigo a Abrantes y garantizaría en aquella región los pasajes del Tajo que le eran esenciales si tuviera que intervenir al sur del río o equilibrar fuerzas entre las dos márgenes.
Mientras tanto, una tropa de 7.104 británicos al mando de lord Tyrawly, se estableció en Lisboa. Las fuerzas totales incluidas las inglesas no alcanzaban los 15.000 efectivos.
La invasión fue bien al principio: el 30 de abril, un ejército de 22.000 españoles invadía Tras os Montes (región al noroeste de Portugal), Miranda de Douro, la única plaza fortificada y aprovisionada de la provincia, fue sitiada el 6 de mayo de 1762; pero una explosión de pólvora accidental y enorme (20 toneladas) mató a 400 abrió dos brechas en las murallas, forzando la rendición a primeros de mayo de 1762.
El 9 de mayo los españoles llegaron a Bragança, que fue tomada de día 12, Chaves se rindió el 21 de mayo, y la Torre de Moncorvo el 23 de mayo; eran ciudades abiertas sin soldados, y fueron ocupadas sin disparar un arma de fuego. Dentro de toda la provincia de Trás-os-Montes no había pólvora ni provisiones. El general español bromeó sobre la ausencia total de soldados portugueses en toda la provincia: “No encuentro donde estos insectos están”. Al principio, la relación de los invasores con la población civil fue aparentemente excelente. Los españoles pagaban el doble por las disposiciones que habían adquirido, y no había una sola escopeta. Pero el Madrid había cometido un doble error: ya que los españoles creían que la simple muestra de poder sería suficiente para inducir a Portugal a la sumisión, entraron en el país casi sin provisiones, lo que debilitaría toda la campaña. También asumieron que el país les podría proporcionar toda la comida necesaria. Cuando esto resultó una ilusión, el ejército español impuso las requisiciones forzadas a las poblaciones, lo que fueron el detonante de una revuelta popular, la guerra por la adquisición de alimentos.
La victoria parecía cuestión de tiempo, y en Madrid, se creía con confianza que la caída de Oporto era inminente, pero de repente los invasores se enfrentaron a una rebelión nacional, que se extendió por las provincias de Trás-os-Montes y Minho. Francisco Sarmento, el gobernador de Trás-os-Montes, publicó una declaración pidiendo a la gente resistir a los españoles o de ser declarados rebeldes. Los españoles se encontraron con pueblos abandonados sin comida ni habitantes para construir carreteras para el ejército. Junto con algunas milicias y Ordenanzas (respectivamente un tipo de institución militar portuguesa de segunda y tercera línea), bandas de civiles armadas con hoces y fusiles atacaban a las tropas españolas, aprovechando el terreno montañoso. Los españoles sufrieron fuertes pérdidas por las acciones de los guerrilleros y por las enfermedades. De acuerdo con una fuente contemporánea francesa, más de 4.000 españoles murieron en el hospital de Braganza, ambos de heridas y enfermedades.
Los invasores se vieron obligados a dividir sus fuerzas con el fin de proteger a las plazas conquistadas, encontrar comida, y escoltando convoyes con suministros. La comida para el ejército tenía que llegar de España, lo que hizo que los convoyes de suministros fueran vulnerable a los ataques. A menos que el ejército español tomase rápidamente Oporto, el hambre haría que su situación fuera insostenible.
Batalla del Duero (25 de mayo de 1762)
Una fuerza española de unos 4.000 hombres dirigidos por O’Reilly dejó Chaves, y avanzó hacia rápidamente hacia Oporto. Esto causó gran alarma entre los británicos en la ciudad, en los que su comunidad había muchas tiendas de provisiones y 30.000 botellas de vino a la espera de ser enviadas.
Las medidas para la evacuación de ellas fueron iniciadas por el Almirantazgo británico, mientras el gobernador portugués de Oporto recibió la orden de salir de la ciudad, cosa que no hizo. Pero cuando los españoles trataron de cruzar el río Duero entre la Torre de Moncorvo y Vila Nova de Foz Côa; se reunieron las fuerzas de Charles O’Hara y una fuerza portuguesa de miles de milicianos y Ordenanzas, junto con campesinos con armas de fuego ayudado por las mujeres y los niños en las colinas de la margen sur (25 de mayo). En la batalla que siguió, los asaltos españoles fueron completamente rechazados con pérdidas. El pánico se apoderó de los invasores, que hicieron una retirada y fueron perseguidos por los campesinos hasta Chaves, al punto de partida de la expedición.
Batalla de Montealegre (26 de mayo de 1762)
El 26 de mayo, otra columna de unos 8.000 efectivos del ejército español, que había partido de Chaves hacia la provincia de Minho, con el objetivo de alcanzar Oporto, fueron detenidos y rechazados en las montañas de Montealegre; en una batalla con las Ordenanzas portuguesas en las montañas de Montalegre y el resultado fue similar: los españoles tuvieron que retirarse con pérdidas.
El ejército español disminuido y desmoralizado se vio obligado a retirarse hacia España a finales de junio de 1762, abandonando todas sus conquistas con la única excepción de la ciudad de Cháves. Frustrados, los soldados españoles en su retirada saquearon lo que encontraron de valor, incluidos iglesias y conventos.
De acuerdo con el historiador militar español José Luis Terrón Ponce, el total de víctimas españolas durante la primera invasión de Portugal (causada por la guerrilla, las enfermedades y la deserción) fue de más de 8.000 hombres. Al menos 4.000 españoles perecieron en el hospital de Braganza por heridas y enfermedades.
Para salvarse y para preservar la reputación de Carlos III, Sarria solicitó ser removido por motivos de salud y después de recibir la Orden del Toisón de Oro: “El antiguo marqués de Sarria fue premiado por su derrota con la Orden del Toisón de Oro, y su renuncia voluntaria fue aceptada”.
Sarriá había desperdiciado la oportunidad de haber invadido Portugal antes de la llegada de los refuerzos ingleses.
Segunda invasión de Portugal (Beira Baxa)
Reorganización del ejército portugués
Mientras tanto, en mayo llegaron fuerzas expedicionarias británicas mandadas por el general George Townshend, con los RI-83 y RI-91, junto con la mayor parte del RDL-16. Otra fuerza compuesta por los RI-3, RI-67, RI-75 y RI-85; y dos Cías de la Royal Artillery llegaron en julio de 1762. El número total de fuerzas se conoce al detalle por documentos oficiales: 7.104 oficiales y hombres de todas las armas. Gran Bretaña proveyó también de provisiones, munición y un préstamo de 200.000 libras a su aliado, Portugal.
Hubo cierta fricción entre los dos aliados, causados por problemas de idioma, de religión y por rivalidad o envidia; los oficiales portugueses se sentían incómodos al estar mandados por extraños, y especialmente con los sueldos de sus pares británicos, que era el doble del de ellos (de modo que los oficiales británicos podían mantener el sueldo que tenían en el ejército británico).
Además de la dificultad de alimentar a las tropas británicas en Portugal, Lippe enfrentó con éxito otro gran problema: la reorganización del ejército portugués y su integración con el británico. Lippe seleccionó solo 7.000 a 8.000 hombres de los 40.000 soldados portugueses que fueron movilizados, y despidió a todos los demás como inútiles o no aptos para el servicio militar. Por lo tanto, este ejército completo en la campaña era de unos 15.000 soldados regulares (la mitad portugueses y la mitad británicos). Las milicias y Ordenanzas (respectivamente, una especie de institución militar portuguesa de segunda y tercera clase, alrededor de 25.000 hombres en total, fueron utilizados solamente para guarnecer las fortalezas, mientras que algunas tropas regulares (1ª clase) permanecieron en el norte de Portugal para hacer frente a las tropas españolas de Galicia.
Lippe finalmente logró tanto la integración de las dos fuerzas armadas para realizar operaciones conjuntas.
Inicio del ataque
Después de la derrota en Trás-os-Montes, el ejército español estaba organizado en tres divisiones: la división del norte frente a las provincias de Tras-os-Montes y Minho; la división central que era la principal estaba reforzada por tropas francesas y los restos de la división noreste, con el objetivo de conquistar Lisboa; y la tercera división en el sur para invadir la provincia de Alentejo, en el sur de Portugal.
El plan de tomar Oporto a través de Trás-os Montes fue reemplazado por el nuevo plan: Portugal sería invadida por la provincia de Beira Baixa, en el centro este del país, y el objetivo final sería Lisboa. Para resolver los problemas logísticos, el ministro español Esquilache fue enviado a la zona para preparar y organizar la logística para que el ejército español tuviese alimentos por seis meses.
El ejército español mandado por Pedro Pablo Abarca de Bolea y Ximenez de Urrea, 10º conde de Aranda, estaba formado por unos 42.000 efectivos, de los cuales 12.000 eran franceses bajo el mando del Charles Juste de Beauvau, príncipe de Craon.
Considerando la falta de preparación del ejército portugués, y la enorme disparidad en la proporción de fuerzas, el marqués de Pombal reunió y preparó 12 naves en el estuario del Tajo para transportar al rey portugués y su corte hacia Brasil, si fuera necesario.
La división central contaba con unos 24.000 españoles y 8.000 franceses iniciaron el avance y al principio ocuparon varias fortalezas que estaban con las murallas en malas condiciones y sin tropa regular: Alfaiaites, Castelo Rodrigo, Penamacor, Moonsanto, Salvaterrado Extremo, Segura (17 de septiembre), Castelo Branco (18 de septiembre), y Vila Velha (2 de octubre); estaban prácticamente rodeados y sin poder de fuego, como lamentó Lippe. Después de la guerra, varios gobernadores de fortalezas fueron juzgados y condenados por traición y cobardía.
Asedio de Almeida (16 al 25 de agosto de 1762)
Almeida era la principal fortaleza de la provincia, contaba con 83 cañones y 9 morteros, estaba en tal estado que Charles O’Hara, el oficial británico que lideró las milicias y a los guerrilleros en la batalla del Duero; aconsejó al comandante de la fortaleza que sacara su guarnición de la fortaleza y la colocara en los alrededores, desde donde podría presentar mejor defensa el comandante respondió que no podía hacer tal cosa sin que fueran órdenes de su superior. Su guarnición, de solamente 2 RIs regulares y 3 RIs de paramilitares (que en total sumaban 3.000 a 3.500 hombres), sufrieron una drástica reducción de tropas por deserción mientras el enemigo se aproximaba y comenzaba el asedio.
Frente a una abrumadora fuerza invasora y mandados pobremente por un incompetente, el octogenario Palhares, cuyo sustituto enviado por el gobierno aún no había llegado, los restantes 1.500 hombres que permanecían en la plaza se rindieron sin honores de guerra, el 25 de agosto, después de una simbólica resistencia de nueve días. La guarnición había realizado solamente 5 o 6 disparos de artillería, desobedeciendo la prohibición de Palhares de disparar al enemigo, y solamente sufrieron dos bajas. Se les concedió la libertad, cargar con sus armas y equipaje, y unirse a la guarnición portuguesa de Viseu: Los aliados Borbones estaban tan sorprendidos con la rápida propuesta de rendición de Palhares, que moriría en una prisión portuguesa, que concedieron todo lo solicitado. La captura de la plaza fuerte fue celebrado públicamente en Madrid como una gran victoria y representó el máximo de la predominancia inicial de los atacantes.
El conde de Aranda guarneció la ciudad de Almeida, pero esta fue la única plaza importante que estuvo en manos españolas hasta el fin de la guerra. Le fue devuelta a los portugueses por medio del Tratado de París de 1763 a cambio de la devolución a los españoles de Cuba y Filipinas, que estaban en manos británicas.
Batalla de Valencia de Alcántara (27 de agosto de 1762)
El 24 de agosto, el conde de Lippe, a cuyas órdenes se encontraban las fuerzas anglo-portuguesas, decidió atacar la ciudad de Valencia de Alcántara por tratarse de la principal base de abastecimiento español para la invasión de Portugal. Para ello envió a John Burgoyne, un coronel del RDL-16 y con funciones de general de brigada. Burgoyne contaba con un contingente anglo-portugués de aproximadamente 2.800 hombres formado por 400 dragones, 6 Cías de infantería británica, 11 Cías de granaderos portugueses y 4 piezas de artillería ligera. Las fuerzas conjuntas cruzaron el río Tajo por Abrantes y en Castelo de Vide se les unieron 100 voluntarios portugueses a pie, 50 hombres a caballo y unos 40 campesinos armados.
El 27 de agosto, después de recorrer casi 72 kilómetros a marchas forzadas, el contingente atacó y capturó la ciudad, sorprendiendo a los defensores españoles. Varias compañías del RI de Sevilla, que estaban acuarteladas en la ciudad fronteriza, fueron aniquiladas y una vez que se apoderaron de la ciudad, británicos y portugueses despejaron rápidamente los alrededores de tropas españolas haciendo gran cantidad de prisioneros, incluido un general español. Posteriormente, la ciudad fue abandonada sin sufrir daños tras pagar un rescate en maíz equivalente a los impuestos de un año.
Esta pequeña victoria elevó la moral portuguesa y a Burgoyne se le concedió un gran diamante y las banderas españolas capturadas. La victoria también retrasó la invasión y contribuyó a la victoria general de ese año. Dos meses más tarde Burgoyne derrotaría de nuevo a los españoles en la batalla de Vila Velha.
Batalla de Vila Velha (5 de octubre de 1762)
Lippe se retiró a las montañas del interior para defender la línea del Tajo, lo que equivalía a una defensa avanzada de Lisboa. Los principales objetivos de Schaumburg-Lippe habían consistido en evitar a toda costa una batalla contra un enemigo tan superior, pero aprovechaba cualquier accidente de terreno como gargantas y los pasos de montaña, mientras que atacaba los flancos del enemigo con unidades pequeñas. También impedir que los franco-españoles cruzasen el río Tajo, y llegasen a la fértil provincia del Alentejo, cuyas llanuras habrían permitido a su numerosa caballería alcanzar fácilmente a la región de Lisboa.
Después de la captura de Almeida, Aranda marchó con la intención de cruzar el Tajo en el Alentejo en el punto más propicio: Vila Velha de Ródão, donde el ejército español de Felipe V de España había cruzado el río, durante la guerra de la Sucesión Española algunos años antes. Sin embargo, Lippe anticipó este movimiento y se movió más rápido. Llegó a Abrantes y estableció un destacamento bajo Burgoynne en Niza y otro bajo el conde de Santiago, cerca de Alvito, para obstruir el paso del río Tajo en Vila Velha; de modo que cuando el ejército invasor se acercase, se encontrase con que todas estas posiciones estratégicas estaban ocupadas, y todos los barcos habían sido tomados o destruidos por los portugueses.
El 3 de octubre de 1762, el conde de Lippe, anticipándose a la ofensiva española que se disponía a cruzar el río Zêzere para atacar el cuartel general portugués de Abrantes; dio instrucciones a George Townshend, marqués de Townshend, de marchar a la provincia de Beira Baixa siguiendo la orilla izquierda del Zêzere para unirse a las fuerzas de George Lennox y juntos hostigar las líneas españolas de comunicación con Almeida y Ciudad Rodrigo. Los soldados portugueses al mando del marqués de Townshend tuvieron que soportar penosas marchas, pero finalmente lograron interceptar y atacar un convoy escoltado por fuerzas francesas cerca de Sabugal, capturando gran cantidad de suministros.
El mismo día, el contingente español, que hacía poco había tomado Vila Velha, avanzó hacia Porto Cabrão, dejando en la ciudad 8 piezas de artillería junto a 200 granaderos y 100 hombres a caballo. El general Burgoyne, quien estaba encargado de la defensa del sur del Tajo, dándose cuenta de lo desprotegido que quedaba Vila Velha, ordenó al teniente-coronel Charles Lee que se pusiera al frente de un destacamento formado por 100 granaderos portugueses, 200 hombres del RI-85 y 50 dragones del RDL-16 para atravesar el Tajo y atacar la posición. Un granadero portugués del RI-2 de Cascais cruzó valientemente el río con una cuerda para facilitar el paso de una barcaza, sacrificando su vida en esta acción.
El 7 de octubre, el destacamento de Lee, aprovechando la ventaja de la sorpresa, lanzó un ataque nocturno, sorprendiendo a los españoles acampados en Vila Velha. A pesar de que los españoles se encontraban atrincherados, lo inesperado del ataque fue decisivo para que británicos y portugueses superaran tanto a la infantería como a la caballería española, infligiéndoles pérdidas considerables. En total unos 100 españoles murieron, entre los prisioneros había 6 oficiales y un general, resultaron heridos o fueron hechos prisioneros otros 150.
Además, se capturaron 6 cañones y 60 mulas de artillería. Y el que era el principal objetivo de Lee, el depósito de artillería, fue quemado casi enseguida por los primeros asaltantes. Las pérdidas del lado anglo-portugués fueron tan solo de un muerto y 10 heridos. Con la llegada de refuerzos ingleses al día siguiente, la ciudad fue definitivamente asegurada.
Secuelas de la invasión
La toma de Vila Velha supuso el fin de la segunda la invasión franco-española a Portugal, y a mediados de octubre el ejército franco-español decidió retirarse y volver a España con Lippe y Townshend persiguiéndolos y obligando incluso a los españoles a abandonar a sus heridos. El 24 de octubre, las fuerzas francesas y españolas se encontraban de regreso en territorio español. Los días siguientes hubo algunas escaramuzas a ambos lados de la frontera.
Por otra parte, en el mismo (7 de octubre 1762) la portuguesa de Townshend derrotó a una fuerza francesa escolta de un convoy en Sabugal, capturando una gran cantidad de suministros muy necesarios para el ejército invasor.
Ambos ejércitos permanecieron inmovilizados en Abrantes, uno frente al otro. Pero mientras que los anglo-portugueses reforzaban continuamente sus posiciones y recibían suministros, los ejércitos borbónicos tenían sus líneas de suministro y comunicación prácticamente cortada por los campesinos armados, milicias y Ordenanzas en su retaguardia. Los portugueses habían practicado la táctica de tierra quemada, que volvería a ser utilizada de nuevo en 1810-11 contra los franceses.
El ejército franco-español estaba agotado se ve obligado a elegir entre quedarse en Abrantes y aguantar el hambre y las acciones guerrilleras, o replegarse más cerca de la frontera.
Lippe, al ver que la situación del enemigo desesperada, mandó al general Townshend realizar una maniobra envolvente contra la retaguardia franco-española, al mismo tiempo difundió el rumor de que era parte de una gran fuerza británica de 20.000 efectivos recién desembarcada. Los borbónicos se retiraron a Castelo Branco el 15 de octubre, para estar más cerca de la frontera y donde se establecieron el cuartel general.
El ejército anglo-portugués abandonó sus posiciones defensivas y persiguió al ejército español en su retirada, atacando su retaguardia, tomando muchos prisioneros; recuperando de casi todas las ciudades y fortalezas previamente tomadas por los españoles. El 3 de noviembre de 1762, durante la reconquista de Penamacor y Monsanto, las fuerzas de Hamilton derrotaron una partida de caballería española que protegía la retirada en Escalos de Cima; mientras que los británicos de Fenton derrotaban a otra partida en Salvaterra.
En los primeros días de julio de 1762 se permitió la creación de dos nuevos RIs formados por desertores franco-españoles que habían ingresado en el ejército portugués, esto sin contar con los desertores que habían sido embarcados en barcos británicos u holandeses. Esto sugiere un índice de deserción brutal, dado que el grueso de deserciones ocurrió principalmente desde mediados de octubre, durante la retirada de los invasores, y la mayor parte de los desertores que sobrevivieron a los paisanos no se incorporaron al ejército portugués, sino que fueron utilizados como informantes o centinelas. Las pérdidas borbónicas fueron devastadoras. Comparativamente, las bajas británicas fueron muy inferiores: 14 soldados fueron muertos en combate y 804 hombres murieron por otras causas, en especial por enfermedades.
Tercera invasión de Portugal en el Alentejo
La tercera invasión del territorio portugués se vio estimulado por las negociaciones de paz entre Francia y Gran Bretaña y los rumores de una paz general. Después de su derrota en la segunda invasión, España se vio obligada a reorganizar sus tropas con el fin de conquistar una parte del territorio portugués que podría ser cambiado por sus enormes pérdidas coloniales a manos de los británicos. Esto reforzaría su posición y poder de negociación durante las conversaciones de paz, que culminarían en el tratado de París, el 13 de febrero 1763.
Los restos de las tropas borbónicas se instalaron en los cuarteles de invierno dentro de España, cruzar el río Tajo en Alcántara, el ejército anglo-portugués hizo lo mismo en Portugal. Para entonces, el ejército francés estaba prácticamente fuera de combate, ya que además de los muchos muertos, desertores y prisioneros, había 3.000 franceses en el hospital de Salamanca.
Sin embargo, Aranda asumió correctamente que si atacaba primero, antes de la primavera del siguiente año, antes de empezar la nueva campaña, guarniciones portuguesas serían máximo aprovechamiento de la caballería franco-española que era superior. Sabía que las fortalezas portuguesas estaban guarnicionadas por las tropas de segunda línea (milicia y ordenanza), y la experiencia reciente ha demostrado que las operaciones de asedio eran su talón de Aquiles. Además, el mal estado de las fortalezas portuguesas del Alentejo era casi una invitación para la invasión: durante una inspección a las fortalezas del Alentejo, el general de brigada británico Charles Rainsford recomendaba retirar algunos de sus cañones más grandes para evitar su captura.
Lippe había tomado medidas preventivas mediante el fortalecimiento de las guarniciones de las fortalezas de la región del Alentejo, cerca de la frontera (Elvas, Marvão, Ouguela, Arronches, Alegrete y de Campo Maior); mientras transfirió de algunos regimientos del norte a sur del río Tajo en el Alentejo, donde permanecieron en los cuarteles de invierno (pero más cerca del centro de gravedad para la siguiente campaña). También creó una fuerza de reserva que consiste en todos los regimientos británicos y algunas tropas portuguesas, cerca de Sardoal. Por fin, se enviaron algunos oficiales británicos al mando guarniciones portuguesas en fortalezas clave: el mariscal de campo Clark en Elvas, coronel Wrey en Alegrete, el coronel Vaughan en Arronches, el capitán Brown en Marvão, manteniendo los comandantes portugueses de Ouguela (capitán Brás de Carvalho) y Campo Maior (marqués do Prado). Este conjunto de medidas sería decisivo.
Inicio de la invasión
Para esa campaña, los españoles se reunieron tres grandes divisiones alrededor de Valencia de Alcántara. Esta vez, a diferencia de las dos anteriores invasiones, los españoles dividió su ejército en varias divisiones, con cada una de atacar un objetivo. Una división para tomar Marvão, otra para atacar Ouguela, y otra para atacar Campo Maior.
Batalla de Marvão (9 y 10 de noviembre de 1762)
El castillo de Marvão se levanta sobre una peña de granito en la sierra de São Mamede, cerca del río Tajo, y era una plaza fuerte de importancia clave para asegurar el cruce del río por parte de las tropas españolas. El castillo estaba defendido por 500 hombres bajo mando del capitán inglés Thomas Browne, que estaba al cargo de una Cía del RI-83 del coronel Bigoe Armstrong, además de un puñado de soldados portugueses, milicianos y varios cañones.
La fuerza española de ataque contaba con entre 4.000 y 5.000 hombres. Cuando se acercaron a la localidad, la población local presionó a los defensores del castillo para que se rindieran, pero prevaleció la firmeza del capitán Browne, que esperaba un largo asedio. El militar británico a cargo de la defensa de la fortaleza se sorprendió cuando los españoles atacaron, dada la naturaleza escarpada de una fortificación erigida sobre una posición defensiva muy elevada.
Los españoles intentaron aproximarse por el lado sureste de la localidad y Browne envió refuerzos a ese sector de la fortificación. Los defensores británicos y portugueses abrieron fuego con sus mosquetes y cañones contra los asaltantes que trataron de escalar los muros. Para agravar los problemas de los españoles, las escalas con las que intentaban subir eran demasiado cortas y por ello fueron repelidos con facilidad. Las tropas hispanas fueron diezmadas por los accidentes en un terreno tan abrupto y el fuego de las armas ligeras y los cañones de los defensores. Viendo que había perdido el factor sorpresa y que el castillo estaba bien defendido, el comandante español ordenó retirada al día siguiente porque sus fuerzas no estaban preparadas para iniciar un largo asedio.
Batalla de Ouguela (12 de noviembre 1762)
Otra división española de 4 escuadrones atacó Ouguela el 12 de noviembre 1762, cuyas murallas estaban en ruinas. Su pequeña guarnición, formada por algunos grupos armados irregulares y 50 fusileros, se enfrentaron al enemigo, infligiéndoles numerosas bajas y les obligó a abandonar el intento de asalto, y huyeron dejando muchos muertos atrás. El rey de Portugal promovió el capitán Brás de Carvalho y oficiales del otro Ouguela a un rango superior.
El 19 de noviembre, Las guarniciones de Marvão y Ouguela se unieron en con la guarnición portuguesa de Alegrete, dirigido por el coronel Wrey, realizando una incursión exitosa en la localidad extremeña de La Codicera, saqueando la localidad.
La enconada resistencia que los españoles se habían encontrado en Marvão y Ouguela tuvo un efecto evidente en sus movimientos y los convenció de que cualquier intento de invasión del Alentejo portugués necesitaría de una victoria decisiva. La cercanía del invierno, las enfermedades que estaban causando muchas bajas entre los soldados y la falta de suministros obligaron a los españoles a retirarse a partir del 15 de noviembre y el día 22 de ese mes España pidió una tregua.
El 19 de noviembre, Lippe-Bückeburg trasladó su sede a Monforte. Mientras tanto, el coronel Wrey realizó una incursión desde Alegrete en la ciudad española de Codocera (Badajóz), tomando algunos prisioneros.
El 22 de noviembre, el conde de Aranda envió al mayor general Bucarelli desde Albuquerque a la sede de Lippe-Bückeburg en Monforte para proponer una tregua. El mismo día, un cuerpo español de 4.000 hombres abandonó Badajoz en un intento de tomar el lugar de Olivença por sorpresa. Sin embargo, la guarnición de este lugar se había fortalecido y pudo detener el avance de la columna española.
El 1 de diciembre, se firmó un armisticio. Las ciudades de Chaves y Almeida permanecieron en posesión española durante otros 3 meses.
El 12 de diciembre, Lippe-Bückeburg trasladó su sede a Vila Viçosa.
Guerra en las colonias de Río de la Plata
Primera expedición de Cevallos a Río Grande en 1762
A primeros de enero de 1762 zarpó de Cádiz la fragata Victoria (26), al mando del teniente de navío Carlos José de Sarriá, con órdenes para el gobernador Pedro de Cevallos, gobernador Buenos Aires desde 1755, de sitiar y tomar la colonia portuguesa de Sacramento. Cumpliendo las órdenes recibidas, Pedro de Cevallos, que era teniente-general, con amplia experiencia militar, comenzó los preparativos con gran sigilo, organizó las milicias y pidió indios a las misiones jesuitas. El 28 de ese de agosto llegó el capitán Domingo Ortiz de Rozas con las órdenes recibidas el día anterior en Montevideo, por las cuales se le informaba que España estaba en guerra y que debía proceder a tomar la plaza.
A primeros de septiembre zarpó la escuadra española compuesta por la fragata Vitoria (26), un navío de registro armado, 3 avisos, 12 lanchas grandes armadas y 15 transportes, manteniéndose entre el 4 y el 7 de septiembre dando bordadas a la vista de la plaza hasta que este último día anclaron y comenzó el desembarco de 2.700 milicianos. Hasta el día 14 de septiembre estuvo la tropa entretenida en el desembarco y pasaron varios días hasta que llegó la artillería en 113 carros desde Montevideo el día 26. Al día siguiente llegaron 1.200 indios y el 1 de octubre emprendió la marcha del ejército, comenzando el sitio a la Colonia de Sacramento el 5 de octubre de 1762.
Las operaciones terrestres se desarrollaban según lo planeado, afortunadamente para los españoles, los portugueses estaban mal preparados. El 29 de octubre, consiguió abrir brechas en la muralla y se preparó el asalto el 31 de octubre de 1762 Vicente da Silva da Fonseca, el gobernador de la plaza, capituló con honores, entrando los españoles en Sacramento el 2 de noviembre de 1762, siendo también ocupadas la isla Martín García y la isla San Gabriel. Los prisioneros portugueses fueron enviados a Río de Janeiro en sus propios buques, mientras que gran parte de los civiles fueron trasladados Cuyo. La corte portuguesa consideró que Fonseca no había resistido más tiempo y lo mantuvo preso hasta su muerte.
Las operaciones navales fueron un fracaso por los graves problemas de entendimiento entre el gobernador Cevallos y el oficial Sarriá, que a su llegada fue puesto al mando de las unidades navales españolas. El 14 de octubre se hicieron a la vela 4 bergantines portugueses y, sin oposición alguna, sacaron de la plaza sitiada, familias, plata y otros efectos. Uno de ellos puso rumbo a las costas brasileñas, mientras que los otros tres regresan a la plaza el 17 de octubre con víveres y materiales necesarios para la defensa.
A las órdenes de Sarriá se había puesto su fragata Victoria (26), el navío de registro Santa Cruz, propiedad de la compañía comercial de Mendinueta, 3 avisos, 8 lanchas y 3 corsarios. Realizado el desembarco, y sin órdenes de Cevallos, se retiró a la costa cercana a Buenos Aires, a la ensenada de Barragán, desembarcó la artillería del navío Santa Cruz y parte de la Victoria (26) y se atrincheró en tierra, desobedeciendo las reiteradas órdenes para que regresara y combatiera a las embarcaciones portuguesas. La contestación del oficial de marina fue que no había venido de España luchar contra el contrabando. Después de innumerables cartas donde se le pedía ocupara su puesto con la escuadra, decidió zarpar el 17 de octubre, aunque realmente no salió de la ensenada hasta el día 29 y llegó a Colonia dos días después, cuando los portugueses ya habían capitulado.
Cevallos sin detenerse, prosiguió su campaña hacia el este, apoderándose el 19 de abril de 1763 del fuerte de Santa Teresa. Varios días después se apoderó de Santa Tecla y San Miguel, llegando el 24 de abril hasta Río Grande de San Pedro, donde le sorprendió la llegada de la paz. La toma de la Colonia frustró un plan luso-británico de apoderarse de Buenos Aires y todos los territorios del Río de la Plata, donde, según este plan, quedaría la Banda Oriental para los portugueses y la Banda Occidental para los británicos.
Expedición anglo-portuguesa de 1762
Según estos planes, la Compañía de las Indias Orientales británica pondría el dinero, unas cien mil libras esterlinas, y las naves. En julio de 1762 el capitán John MacNamara zarpó de Londres rumbo a Lisboa con el navío Lord Clive (62) y la fragata Ambuscade (40) al mando del capitán William Roberts. Eran antiguos buques de la Royal Navy comprados para esta expedición al Almirantazgo. En Lisboa, el capitán MacNamara fue nombrado jefe de escuadra y salieron de la capital portuguesa el 30 de agosto con rumbo a Río de Janeiro. En este último puerto, su gobernador Gómes Freire, conde de Bobadela, les proporciona más naves, la fragata Nossa Senhora da Gloria (38) y otras 8 embarcaciones menores, donde embarcaron soldados al mando del teniente-coronel Vasco Alpoin.
El 20 de noviembre zarparon de Río de Janeiro y se cruzaron sin verse, ironías del destino, con varias embarcaciones que llevaban a los prisioneros portugueses de la Colonia. En su desconocimiento de la caída de la Colonia de Sacramento, se dirigían a tomar Buenos Aires para lo cual desembarcarían en la ensenada de Barragán. Llegados a la altura de Montevideo se enteraron de la toma de la Colonia por los españoles y se dirigieron a Buenos Aires, pero por falta de prácticos no encuentran el canal de entrada que les llevaría por el río hasta la ciudad. MacNamara regresó a la zona de Montevideo, donde un buque portugués les llevó las noticias y la orden de regresar.
En un consejo de guerra se decidió atacar la Colonia y el 4 de enero de 1763 fondean en Riachuelo, cerca de Colonia, donde intentan varios ataques que fueron rechazados. Al mediodía del 6 de enero los tres buques mayores se situaron por la banda de estribor frente a las fortalezas, el Lord Clive (62) frente a Santa Rita, la Ambuscade (40) frente a San Pedro Alcántara y la Gloria (38) frente al de San Miguel, y comenzó el bombardeo de la plaza, sostenido por ambas partes por unas cuatro horas. Por causas que se desconocen, comenzó un voraz incendio en el navío británico que lo consumió por completo al estallar la santabárbara al anochecer, muriendo 272 hombres, incluido su capitán. 78 hombres fueron rescatados por los españoles, mientras las otras dos fragatas, muy averiadas, volvieron a Río de Janeiro. La fragata británica llegó con 80 muertos y heridos. Tan solo cuatro españoles murieron en el fuerte.
De los 78 sobrevivientes, 4 eran oficiales, 2 guardiamarinas y 72 marineros. El gobernador Cevallos después de que los náufragos fueran interrogados ordenó que se le proporcionara un juego de ropa a cada uno de ellos. Los oficiales fueron juzgados sumariamente y ahorcados en la plaza.
La toma de la Colonia de Sacramento y el rechazo a la escuadra enemiga fue una de las mayores victorias que se habían dado hasta entonces en aquella parte de América, pero fue empañada por la actitud indecorosa y cobarde del teniente de navío Sarriá. Al mando de este oficial se encontraban la fragata Victoria (26), el navío Santa Cruz, al mando del capitán Urcullu, y el aviso o paquebote San Zenón. Al aparecer la escuadra de MacNamara, ordenó Sarriá retirarse con la fragata Victoria (26) lejos del fuego británico y portugués, quedando como única defensa frente al enemigo los cañones de la plaza. El teniente de navío Sarriá, con el resto de oficiales, abandonaron la fragata en un bote y se dirigieron a la cercana isla de San Gabriel. A las 20:00 horas, cuando la tripulación iba a abandonarla, estalló el navío británico, y al no haber ya peligro decidieron quedarse a bordo. A las 23:00 horas, el contramaestre envió un bote a la isla para recoger al comandante, pero al acercarse a la fragata se disparan tres cañonazos por una falsa alarma y Sarriá ordenó que lo lleven a tierra firme. Al amanecer del 7 de enero regresó a la fragata y después salió en bote a la isla San Gabriel, quedando el resto de oficiales para recoger su equipaje.
Esa tarde regresó de nuevo a la fragata, donde hubo un consejo de guerra. Mandó abandonar la nave y dirigirse a la isla, sin informar a su superior, el general Cevallos, de sus decisiones. Varada como estaba en la arena ordenó hundirla sin preocuparse de salvar la artillería, pólvora, municiones y demás pertrechos. La fragata no sufría daño alguno y, aunque estaba varada, hubiera salido sin dificultad con la subida de la marea. El contramaestre, desobedeciendo las órdenes de Sarriá, solamente abrió unos barrenos, por lo que la entrada de agua fue más lenta.
Al enterarse Cevallos de lo que ocurría, mandó a la fragata al piloto Manuel Joaquín de Zapiola, a un práctico y varios marineros para salvarla; pero estando ya saliendo del puerto el 8 de enero, se desató una tormenta que la lanzó contra las rocas, donde se perdió por no poder echar un ancla, ya que todas habían sido echadas al agua por órdenes de Sarriá. Ante tales hechos, el teniente Sarriá y los oficiales fueron arrestados por el gobernador Cevallos. Celebrado un consejo de guerra en 1766 quedó, inexplicablemente, absuelto de todos los cargos. Muchos y poderosos contactos debía tener el teniente de navío Carlos José de Sarriá.
Por el tratado de París firmado el 10 de febrero de 1763, la Colonia de Sacramento y las demás posesiones ocupadas por Cevallos serían restituidas a los portugueses.
Segunda expedición de Cevallos en 1763
El fuerte de Santa Bárbara se hallaba artillado con siete piezas y guarnecido por un efectivo de 500 correntinos y muchos indígenas, al mando del teniente-coronel Antonio Catani cuando el 1 de enero de 1763 fue asaltado y conquistado por fuerzas portuguesas al mando del capitán Francisco Pinto Bandeira, basadas en el fuerte Jesús, María y José de Río Pardo. Estas fuerzas estaban conformadas por 230 dragones riograndenses y aventureros paulistas (estos al mando del capitán Miguel Pedroso Leites).
La artillería apresada, junto con 9.000 cabezas de ganado y 5.000 caballos arreados de las estancias de la zona fueron trasladados al fuerte de Río Pardo.
El 10 de febrero de 1763 se firmó el Tratado de París, que puso fin a la guerra de los Siete Años y obligaba a España a devolver los territorios conquistados.
Aún en control de colonia del Sacramento, Cevallos marchó con su ejército al este en la primavera, el 19 de marzo de 1763 salió de Sacramento con 300 dragones llegando a Maldonado el 29 de marzo. El 8 de abril el ejército salió de Maldonado en dos columnas, la vanguardia iba al mando del capitán Alonso Serrato con 150 hombres, seguía la artillería y en la retaguardia iban 169 carretas.
El 17 de abril mandó construir una batería de 6 cañones frente a la fortaleza de Santa Teresa, guarnecida por 1.500 hombres y 13 cañones. El 18 de abril, 400 portugueses realizaron una salida para impedir la construcción de la batería, fueron rechazados y obligados a huir. Se produjo la deserción de 1.200 soldados de la fortaleza, quedando dentro de los muros su comandante, el coronel Luis Tomás Osorio con 280 dragones y 25 oficiales, los que se rindieron al día siguiente, 19 de abril. Osorio con poco más de 100 hombres de la guarnición fueron trasladados a Maldonado.
Cevallos envió tres destacamentos en persecución de los fugitivos, al capitán Serrato hacia el fuerte de San Miguel y al capitán José de Molina en dirección a Río Grande, hacia donde debían converger los otros tres destacamentos. El fuerte de San Miguel se rindió sin combatir, quedando en poder español 13 cañones en Santa Teresa y 15 en San Miguel. Cevallos ordenó la mejora de la fortaleza de Santa Teresa, siendo su autor el ingeniero Francisco Rodríguez Cardozo.
El 24 de abril llegó a Río Grande de San Pedro y el 12 de mayo invadió la villa conquistando el fuerte de Jesús, María y José de Río Grande retirándose los portugueses hacia São José do Norte en la orilla opuesta a Río Grande, que también fue ocupada por Cevallos. Los pobladores portugueses que no huyeron hacia Porto dos Casais, fueron trasladados por Cevallos a Maldonado, dando origen al pueblo de San Carlos. Fueron capturados 27 cañones y 8 morteros.
El 27 de diciembre de 1763, Colonia del Sacramento y la isla San Gabriel volvieron a manos portuguesas, pero las demás conquistas continuaron en poder español.
Final de la guerra
El 22 de noviembre de 1762, siete días después del comienzo de la retirada española definitiva de Portugal, y tres días después de la incursión portuguesa en España (Codicera); el comandante en jefe del ejército franco-español, el conde de Aranda, envió al mayor-general Bucarelli a la sede anglo-portuguesa en Monforte, con una propuesta de paz: la suspensión de las hostilidades. Fue aceptado y firmado 9 días más tarde, el 1 de diciembre 1762.
Sin embargo, el comandante Borbón trataría de un último movimiento para salvar la cara: en el mismo día Aranda enviado una propuesta a los portugueses para la suspensión de las hostilidades (22 de noviembre), que también envió una fuerza de 4.000 hombres para apoderarse de la ciudad portuguesa de Olivenza. Pero los españoles se retiraron tan pronto como descubrieron que la guarnición había sido reforzada poco antes. Lippe informó Aranda que tal comportamiento era extraño para alguien bien intencionado y con ganas de paz. El comandante español respondió que había habido un error de comunicación con el líder de la expedición.
Un estudio preliminar del tratado de paz había sido firmado en Fontainebleau, pero el tratado definitivo sería firmado el 10 de febrero 1763 en París, con la presencia del representante portugués, Martinho de Melo e Castro, entre todos los demás. Por este tratado, España se vio obligado a devolver a Portugal las pequeñas ciudades de Almeida y Chaves (en la frontera hispano-portuguesa) y colonia del Sacramento en América del Sur (que había sido tomadas a los portugueses junto con parte del Río Grande do Sul en 1763).