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Antecedentes
Tras la derrota de la escuadra española en la batalla del Cabo de San Vicente el 14 de febrero de 1797 la escuadra vencedora de John Jervis puso bloqueo a Cádiz, con el objeto de destruir la flota española allí fondeada y atacar el tráfico mercante. Desde el 2 de abril, los ingleses habían formalizado el bloqueo de Cádiz, para ello reunieron 23 navíos (8 de ellos de tres puentes), 5 fragatas y algunos menores, fuerza muy superior a la bloqueada, en número y sobre todo en eficacia. Pero los británicos toparon con una brillante defensa a cargo de José Mazarredo, que organizó una flotilla de lanchas armadas, contando con 7 cañoneras armadas con cañones, 6 obuseras armadas con obuses y 4 bombardas con morteros. Como no eran suficientes, se armaron las lanchas de los navíos con cañones de 24 libras. También se artillaron 10 pequeños faluchos mercantes, ocho con piezas de 24, y dos con obuses de 9 pulgadas.
Las lanchas aprovechaban su gran movilidad y la nocturnidad para infligir severos daños al enemigo, lo que obligó a la fuerza bloqueadora a retirarse aún más de la costa; lo que hizo inefectivo mucho tiempo dicho bloqueo al poder escapar muchos mercantes y entrar otros tantos y obligó a Jervis a copiar el sistema español y luchar también con lanchas, ya que era inefectivo el uso de los buques. Los franceses tomaron buena nota de esto, y en el bloqueo de Brest varios años después crearon una flotille à l’Espagnole, que era como llamaban ellos a esta forma de combatir con lanchas y cañoneras (en Brest también se formaron lanchas y cañoneras españolas de los navíos de Gravina que causaron gran servicio).
Las tripulaciones británicas andaban algo desmoralizadas, llevaban mucho tiempo lejos de casa y en condiciones extremas, lo que originaba muchos problemas de disciplina. El que Nelson formara parte de la escuadra no arreglaba la cosa. Había que dar un golpe audaz para subir la moral. Jervis se enteró de que los buques con tesoros provenientes de América dejaban el botín en Tenerife, que estaba fortificado, en vez de acercarse a Cádiz.
Mandó dos fragatas al archipiélago para explorar, quienes tras apresar en un golpe sorpresa a una fragata de la Compañía de Filipinas en abril y la corbeta corsaria francesa Mutine se decidió realizar un ataque anfibio en toda regla.
El recientemente nombrado contraalmirante Horacio Nelson fue nombrado jefe de la expedición, con 4 navíos de línea: Theseus (74) buque insignia, Culloden (74), Zealous (74), y Leander (50); 3 fragatas: Seahorse (38), Emerald (36), y Tersichore (32); el cutter Fox (12). La flota partió el 14 de febrero y al día siguiente se encontraron con el bombarda Rayo, que se unió a la expedición. En total disponía de 393 cañones, 2.800 marineros y 900 hombres de fuerza de desembarco.
Tenerife estaba mandada desde 1791 por el teniente-general Antonio Gutierrez Otero, capitán general de Canarias, un militar de gran experiencia que como teniente coronel mandó la fuerza que expulsó a los ingleses de las islas Malvinas, recuperándolas para España. Como general de brigada volvió a derrotar a los británicos, a las órdenes del duque de Crillón, en 1782, en la recuperación de Menorca. Sería la tercera vez que el general Gutiérrez se enfrentaba a los británicos.
Las fuerzas con que contaba Gutiérrez eran las siguientes:
- Batallón de Canarias, unidad de élite muy preparada con 247 hombres.
- Cazadores provinciales, 110 hombres.
- Milicias (Laguna, Orotava Güimar y Garachico), 330 hombres con escasa instrucción.
- Rozadores de Laguna, 245 milicianos con rozadoras, apero de labranza parecido a la guadaña, algunos con fusil.
- Banderas de Cuba y La Habana 60 reclutas que esperaban ser embarcados
- Artilleros veteranos y de milicias, 387 hombres.
- Pilotos auxiliares paisanos, 180 hombres.
- Marineros franceses (de la capturada Mutine), 110 hombres experimentados.
En total Gutiérrez disponía de 1.669 efectivos.
Cuando Nelson atacó los fuertes eran, de norte a sur:
- Castillo de San Andrés, torre cilíndrica. Teniente Francisco Feo, 4 cañones, 43 artilleros.
- Castillo de Paso Alto, planta semicircular. Capitán Vicente Rosique, 16 cañones, 2 morteros, 87 artilleros.
- Castillo de San Miguel, planta circular en la desembocadura del barranco de Tahodio. Alférez Jose Marrero, 4 cañones, 27 artilleros.
- Batería de Santa Teresa (margen derecha del barranco Tahodio). Cabo Manuel Afonso, 3 cañones, 12 artilleros.
- Batería de Santiago o de los Melones. Sargento Juan Evangelista, 4 cañones, 14 artilleros.
- Batería del Pilar. Sargento Francisco Calleros, 3 cañones, 12 artilleros.
- Batería de San Antonio y Santa Isabel. Capitán Patricio Madan, 12 cañones, 30 artilleros.
- Castillo de San Pedro. Capitán Francisco Tolosa, 5 cañones, 1 mortero, 30 artilleros.
- Batería del Rosario en mitad de la playa de la Alameda 7 troneras, estaba abandonada.
- Batería del Muelle. Teniente Joaquín Ruiz, 7 cañones, 42 artilleros.
- Castillo de San Cristóbal de planta cuadrangular de 53×50 m. Sede de la comandancia militar. Teniente Francisco Grandi, 10 cañones, 35 artilleros.
- Batería de la Concepción (actual edificio del Cabildo). Capitán Clemente Falcón, 7 cañones, 3 morteros, 39 artilleros.
- Batería de San Telmo, en forma de triángulo en la margen derecha del barranco de Santos. Capitán Sebastián Yanes, 3 cañones, 16 artilleros.
- Batería de San Francisco (en la caleta de Negros). Teniente Domingo Perdomo, 4 cañones, 16 artilleros.
- Castillo de San Juan Bautista o el Negro, torre circular junto al actual auditorio, de 7 cañones.
En total 91 piezas de artillería, pero con solo 387 artilleros. Las baterías no eran auténticos fuertes o castillos, sino más bien reductos con una plataforma para la artillería, aunque bien construidos y mantenidos. Las fortificaciones de la línea de costa estaban unidas por un lienzo de muralla, que no más que un simple parapeto, aunque era un obstáculo para una fuerza de desembarco. El principal problema era que para atender todo el despliegue solo se contaba con el 50 % de los efectivos artilleros necesarios, siendo la inmensa mayoría de ellos milicianos. El estado de las piezas era mediano, aunque algunas tenían las cureñas en mal estado, podían disparar pero no en las mejores condiciones. Los castillos de Paso Alto y San Cristóbal sí que eran fortalezas de cierta entidad, aunque estaban totalmente dominados, sobre todo el primero, por las alturas de Santa Cruz, de ahí que Nelson basara su plan inicial en tomarlas.
El día 18 de julio la tripulación se dedicó a la instrucción de armas cortas. El día 20 de julio se dieron las últimas instrucciones y detalles de la operación.
Este plan de ataque consistía en que las tres fragatas de su escuadra, que tenían menos calado que los navíos, se acercarían a la costa lo máximo posible en la oscuridad y desembarcarían las tropas para atacar las partes altas y las baterías al nordeste de la ciudad. El barco bombarda Rayo abriría entonces fuego contra la ciudad en ese momento con sus morteros.
La fuerza de desembarco estaría mandada por el capitán de navío Troubridge del Culloden (74), y disponía de 200 hombres por cada navío de línea, 100 más por cada una de las fragatas, completada por 80 artilleros, es decir, unos 1.000 hombres. La maniobra de desembarco comprendería dos fases. En la primera se desembarcaría a unas 2 millas al nordeste del muelle de Santa Cruz, en la playa de Valle Seco, para tomar en maniobra de envolvimiento el castillo de Paso Alto. En la segunda fase, si no se rendía la ciudad tras conquistar Paso Alto, se dirigirían al muelle, para ocupar desde allí la ciudad.
Los planes de Nelson comenzaron a torcerse, cuando sus buques fueron avistados en la noche del 21 al 22 de julio. El gobernador de Tenerife, dio la orden de preparar las defensas para un inminente ataque, por lo que reunió y desplegó por la zona todas las fuerzas isleñas de las que disponía, reforzando las fortificaciones y haciendo que los diferentes fuertes solaparan sus tiros, haciéndolos, por tanto, muy efectivos.
Primer ataque 21-22 de julio
Esta primera oleada que había planeado Nelson en Tenerife se inició como estaba previsto. En la noche del 21 de julio, las tres fragatas inglesas se aproximaron a 3 millas (5 km) de la costa; no pudieron acercarse a menos de una milla como estaba previsto por los vientos y las inesperadas fuertes corrientes, y desde la ciudad se dio la alarma, perdiendo la sorpresa estratégica, aunque no la táctica, ya que no se sabía dónde iban a desembarcar.
La flotilla de lanchas de desembarco, con la que los 900 hombres debería llegar a tierra supuestamente por sorpresa, se realizaría en dos tandas: la primera, provista de 23 lanchas, se dirigiría hacia el barranco del Bufadero, al norte del castillo de Paso Alto; la segunda, directamente hacia la ciudad, para poder efectuar la segunda fase del plan, en caso de que lo inicialmente previsto no resultara efectivo.
No se pudo realizar un bombardeo naval, ya que los navíos y las fragatas no podían acercarse y los cañones navales de tiro directo no podían hacer un fuego efectivo.
Este primer intento fue un rotundo fracaso. La presencia de los ingleses cerca de la costa fue detectada por una campesina que dio avisó a los centinelas del castillo de Paso Alto. Como consecuencia, desde el castillo se inició una serie de descargas de artillería que aconsejaron a los botes ingleses volver por donde venían y regresar a sus buques.
Por un lado, no había ninguna sorpresa en la maniobra efectuada, pues todas las defensas españolas estaban alertadas del inminente ataque. Tampoco pudieron realizar el bombardeo, y los vientos no les permitieron acercarse, lo que provocó que la misión tuviera que abortarse. Al regreso a los buques, algunas lanchas zozobraron.
Segundo ataque (22-23 de julio)
Ante este fracaso, esa misma mañana del 22 de julio decidieron desembarcar en la isla en fuerza, una vez perdido el elemento sorpresa. Esta vez se eligió desembarcar en la playa de Valleseco, fuera del alcance de los cañones del fuerte Paso Alto. A las 10 de la mañana, las fragatas, remolcadas por sus botes, fondean en las proximidades del barranco del Bufadero y desembarcan a los 1.000 hombres, que pusieron pie en la playa de Valleseco.
El desembarco se realizó en condiciones penosas, algunos botes zozobraron y debido al desconocimiento de la zona quedaron muy desperdigados, además la artillería de campaña a falta de semovientes para su traslado, tenía que ser transportada por los hombres, con el cansancio y lentitud que esto suponía.
Los ingleses una vez desembarcados, iniciaron la ascensión a la montaña del Ramonal, con la intención de dirigirse desde ella hacia el sur, pasar a Valleseco y, desde el risco de La Altura, atacar por la retaguardia el castillo de Paso Alto.
El movimiento de las tropas inglesas fue muy penoso y complicado porque a lo abrupto del terreno hubo que unir el tremendo calor que hizo aquella jornada.
Gutiérrez había anticipado la maniobra de los ingleses y había dispuesto en el risco de La Altura, 160 hombres con el apoyo de 4 pequeños cañones de campaña para frenar a los atacantes. Consecuencia del fuego de los españoles, los ingleses quedaron clavados en el terreno, sin moverse, en El Ramonal.
Gutiérrez ante la posibilidad de que desembarcaran más hombres mandó al jefe del batallón Canarias ir al pueblo cercano de La Laguna para conseguir más milicianos y que se dirigieran hacia el Valle Seco, cortando la posible progresión de los británicos. Así, con 30 hombres de su batallón y 50 civiles, ocuparon el mismo día 22, tras una rapidísima marcha, los objetivos previstos.
A los soldados españoles de la posición del risco de La Altura, no les faltaba agua, que era suministrada por las aguadoras de Santa Cruz; por el contrario, a los ingleses les escaseaba, lo que agravó todavía más su situación.
Al atardecer, Nelson ordenó la retirada desde el Theseus (74) y, aprovechando la creciente oscuridad los soldados ingleses embarcaron en sus botes y volvieron a sus barcos.
Tercer y último ataque 25 de julio
El lunes 24 de julio, los buques ingleses levaron anclas y se alejaron de la costa. La flota británica se dirigió hacia el sur a Barranco Hondo y Candelaria 20 km al sur de Santa Cruz, donde fue avistada a las 16:00 horas. Se desplegó sobre las playas de Candelaria al RI de milicias de Güímar, se temía un golpe de mano contra el santuario de la Virgen, para saquear sus tesoros.
Pero Gutiérrez no picó el anzuelo y adivinó las intenciones reales de Nelson. El general español agrupó sus fuerzas en Santa Cruz, con objeto de consolidar su potencia de combate. En Paso Alto quedaron tan solo dejó 30 hombres; mientras que en el castillo de San Cristóbal, en el centro de la población, el despliegue defensivo se reforzó con las fuerzas canarias mejor preparadas. El batallón de Canarias quedaría como fuerza en la reserva.
Nelson celebró un consejo de guerra con sus capitanes y acordaron un nuevo plan: el asalto directo al castillo Principal o de San Cristóbal y el muelle inmediato. En ese castillo estaba el puesto de mando del general Gutiérrez. Si caía el castillo y se apresaba al gobernador, la rendición de la plaza era segura.
A las 18:00 horas la escuadra inglesa fondeó al norte de Santa Cruz, es decir en la misma zona en la que había fondeado el día 22.
A las 19:00 horas Nelson realizó una operación de distracción, la bombarda Rayo y una fragata, que comenzaron a bombardear la fortaleza de Paso Alto, sin que apenas tuviera consecuencia las 43 descargas realizas. El fuego fue respondido desde Paso Alto y alrededores del fuerte de San Miguel. Con este bombardeo Nelson quería engañar a Gutiérrez para que pensase que la zona de desembarco era entre el Bufadero, y el Paso Alto, pero Gutiérrez no mordió en el anzuelo.
A las 21:00 horas, la fuerza de desembarco inició la fase de embarque. Constaba de 700 hombres distribuidos en 6 grupos de lanchas, 180 en el cutter Fox y 80 en una goleta canaria apresada días antes.
A las 24:00 horas comenzó la fase del movimiento buque-costa, según la terminología anfibia, iniciado por la balandra Fox, a cuyo bordo iba la fuerza de élite, arrumbando hacia el puerto de Santa Cruz. Mientras tanto continuaba el duelo artillero entre la bombarda Rayo y las baterías del castillo de Paso Alto.
La noche del 24 al 25 de junio, presentaba una visibilidad escasa, lo que aprovecharon los británicos para acercarse y no ser detectados.
Se dividieron en dos grupos al norte un grupo desembarcaría al norte del Muelle en la playa de la Alameda, en el que estaría el propio Nelson con los navíos Theseus (74) y Leander (50), la fragata Sea Horse (38) y el cutter Fox, al mando del propio Nelson; se dirigiría a la plaza de la Pila, donde se reuniría con el otro grupo que estaba formado por los navíos Culloden (74) y Zealuos (74), y las fragatas Emerald (36) y Terpsicore (32), bajo el mando de Troubridge capitán del Culloden (74).
Los botes ingleses llevaban los remos envueltos en tela para no hacer ruido, y cuando se encontraban a unos 350 metros de la playa, fueron descubiertos en la rada de Santa Cruz por la fragata San José, de la compañía de Filipinas, que estaba fondeada a 500 metros del muelle principal. Se dio la voz de alarma que se extendió enseguida desde el San José a toda la zona del frente de Santa Cruz. Comenzaron los primeros cañonazos, posiblemente y porque la oscuridad era absoluta, se realizaron al azar sobre las siluetas del grupo de botes que se acercaban a la playa.
La llegada de los británicos se produjo entre las 02:00 y las 02:15 horas. Sus puntos de desembarco fueron el muelle del puerto, playa de la Alameda, caleta de la Aduana y la playa de la Carnicería.
Desembarco en el muelle del puerto
En el muelle del puerto, llegaron el grupo de Nelson con un total de cuatro o cinco botes, lograron llegar al muelle. Los soldados británicos se lanzaron hacia escaleras arriba hacia el espigón bajo el fuego desordenado de los cazadores provinciales, quienes se retiraron, el teniente de artillería Joaquín Ruiz que mandaba la batería del Muelle con sus 42 artilleros también huyeron.
A ellos se unió el mortífero fuego de metralla del cañón Tigre, situado en el baluarte de Santo Domingo y llevado al castillo de San Cristóbal. había sido colocado allí dos noches antes, después de abrir un boquete en la muralla, por el teniente de artillería don Francisco Grandi, quien tras comprobar que aquel sector de la playa estaba sin batir por sus piezas ni por las de la batería de San Pedro, situada al otro extremo de la playa.
La fuerte resistencia causó muchos muertos y heridos, el intrépido capitán Bowen de la fragata Terpsichore y su segundo, el teniente Thorp, resultaron muertos, mientras que los capitanes Fremantle de la fragata Sea Horse y Thompson de navío Leander resultaron heridos. Horacio Nelson, que llegaba en la segunda oleada de lanchas, fue alcanzado en el codo derecho por la metralla de un cañón. Supuestamente el cañón Tigre, que es conservado en el centro de Interpretación del castillo de San Cristóbal, en Santa Cruz de Tenerife, junto con otros objetos, como las banderas del buque insignia Theseus (74), y de la fragata Emerald (36).
Herido Nelson, su hijastro, el teniente Josiah Nisbet, cogió a Nelson en su bote, le hizo un torniquete con su pañuelo, y fue evacuado con su brazo derecho colgando, fue llevado a la fragata Sea Horse que era el barco más cercano, pero se negó y pidió ir a su buque insignia el Theseus para ser intervenido.
Acompañando a las lanchas de asalto se encontraba el cutter Fox, que tenía que desembarcar en el muelle los 170 soldados; pero resultó alcanzado en la línea de flotación y hundido con sus 170 soldados a bordo por el fuego de la artillería española de las baterías de San Pedro, San Miguel y Paso Alto.
Resultaron muertos 101 británicos ahogados junto con su comandante, el teniente Gibson. En el trayecto de regreso, se oyó un griterío en el agua de los náufragos del cutter Fox, que se hundía en esos momentos, Nelson insistió en que se salvara al mayor número posible de náufragos y en supervisar su salvamento.
El cirujano de a bordo, y en vista de la gravedad de la herida, decidió amputar el brazo derecho del contralmirante por encima del codo. El médico escribió: “Fractura compuesta del brazo derecho por una bola de mosquete que pasa un poco por encima del codo, una arteria dividida: el brazo fue inmediatamente amputado y luego se administró opio”. Al parecer, el brazo se introdujo en un saco junto con el cadáver de otro y se arrojó en las aguas de la rada de Santa Cruz.
Los británicos tomaron la abandonada batería clavando 5 de sus 7 cañones, pero faltos de protección en el muelle e incapaces de avanzar y asaltar el castillo de San Cristóbal; quedaron expuestos al mortífero fuego de los cañones y fusiles españoles. “Fue tan vivo y tan nutrido el fuego de mosquetería y metralla que nos hicieron desde la ciudadela, ventanas y azoteas de las casas circunvecinas, que no fue posible avanzar un paso más, y el suelo estaba sembrado de cadáveres nuestros”. (parte de Nelson a Jervis, 27 de julio).
Finalmente los cazadores provinciales, dirigidos por el propio general Gutiérrez, organizaron su fuego y realizaron una descarga cerrada sobre los británicos. El grupo de asalto británico quedaron pocos con vida, y los supervivientes se rindieron. Posteriormente, la batería del Muelle sería encomendada al teniente Francisco Grandi por el propio general Gutiérrez.
Desembarco en la playa de la Alameda
En la playa de la Alameda, al norte del muelle del puerto, arribaron 3 lanchas con unos 120 soldados en las cercanías del Muelle. Su presencia, cuyo número ignoraban los defensores, provocó la huida de las tropas y milicias desplegadas en ese sector sin que sus mandos pudieran controlarlas. Lo que parecía iba a convertirse en un avance triunfal británico, se convirtió en una terrible carnicería; pues el capitán Luis Román del RI de milicias de Güímar y el teniente Francisco Jorva del RI de milicias de Garachico, junto con 7 milicianos y 6 soldados permanecieron en su puesto; desde donde no cesaron de disparar contra los británicos, que finalmente se reembarcaron y regresaron a sus buques.
Desembarco en la caleta de la Aduana
A la caleta de la Aduana arribaron lanchas mandadas por los capitanes Troubridge del Culloden (74) y Waller de la fragata Emerald (32) con 80 infantes de marina, 80 marineros armados con chuzos y otros 180 marineros armados con fusiles. Subieron por el barranquillo del Aceite, el cabo primero Correa, desde su puesto en la batería de La Concepción, fue determinante para doblegar a las fuerzas invasoras, puesto que fue el primero en divisar los botes ingleses. Correa, aunque estaba enfermo, se enfundó sus pistolas y sable, arengó a un puñado de soldados y se lanzó sobre los ingleses que intentaban alcanzar la playa. Combatió contra ellos y capturó a 17 británicos, a los que llevó prisioneros al castillo de San Cristóbal. Además, se apoderó de armas, entre otras, un cañón inglés y uno de los trofeos más importante de la gesta: la bandera de combate de la fragata Emerald, que se encuentra en el museo militar de Almeyda.
Troubridge se dirigió a la plaza de Pila, después de apoderarse del almacén de víveres y apresar a un diputado de abastos. Le obligaron a llevar a un sargento de marina parlamentario al general Gutiérrez con un mensaje para que rindiese la plaza en caso contrario la incendiarían, ya que disponían 2.000 hombres en tierra y estaban resueltos a llevar su intento al cabo. Pero Gutiérrez rechazó esta oferta respondiendo que tenía mucha pólvora, balas y hombres.
Los británicos hicieron un amago de atacar el fuerte, desde el rastrillo del castillo, Gutierrez ordenó efectuar varias descargas contra los británicos, obligándoles a retirarse. Inmediatamente salió del fuerte el capitán de granaderos Esteban Benítez de Lugo, del RI de milicias de Garachico, al frente de 60 milicianos que a la bayoneta calada cargaron contra los ingleses, que dejaron tras de sí varios muertos y heridos.
Los británicos retrocedieron por las calles del Sol y de las Norias hacia la parte alta de plaza, siendo acosados por los milicianos. Cansado de esperar recibió noticias de que el grupo de Hood se encontraba en el convento de Santo Domingo y se dirigió hacia allí.
Desembarco en la playa de las Carnicerías
La playa de las Carnicerías estaba situada entre los fuertes de la Concepción y San Telmo, el punto de desembarco situado más al suroeste, donde llegó el grueso de la tropa de invasión británica. Lograron desembarcar 350 efectivos, bajo el mando del capitán Hood del Zealous (74).
Durante el desembarco, la batería de San Telmo (margen derecha del barranco de Santos), mandada por el capitán Sebastián Yanes, 3 cañones, 16 artilleros, huyó de la batería, por lo que los británicos no fueron molestados durante el desembarco por disparados. Enfrente se encontraban unos 40 soldados de las banderas de La Habana y Cuba al mando del teniente Pedro de Castilla, quienes lograron detener el avance de los británicos con su fuego. Pero el número de estos se iba incrementando conforme llegaban los efectivos de las lanchas que desembarcaban, por lo que el teniente retiró sus fuerzas para unirlas a las del BI de Canarias, bajo el mando de Juan Quinthe, situado a su derecha defendiendo el barranco de Santos. Juntos impidieron que los ingleses se dirigieran a la plaza de la Pila, estos finalmente ante la imposibilidad de avanzar, se dirigieron al convento de Santo Domingo, a la espera de refuerzos. En las inmediaciones del convento murió el subteniente del batallón de Canarias, Rafael Fernández de 23 años, quien con solo 4 soldados hizo frente a los ingleses.
Lucha en la ciudad
Cuando llegó el capitán Troubridge, que persistiendo obstinadamente en su búsqueda de la rendición de Gutiérrez, ideó otra estrategia. Esta vez envió a dos de los frailes para entregar otro mensaje: a cambio de la entrega de los contenidos del Tesoro Real y de la compañía real de Filipinas, él y sus hombres regresarían a sus barcos. Esto también fue rechazado.
El teniente Vicente Siera, de la compañía de la Habana capturó cinco soldados ingleses en la plaza de Pila y se los entregó al general Gutiérrez, dándole información sobre la situación de las fuerzas en el convento de Santo Domingo; lo que levantó el ánimo de Gutiérrez que estaba mal informado y creía que estaba perdiendo la batalla.
Gutiérrez mando un enlace para localizar al comandante del BI de Canarias y entregarle la orden bloquear a los ingleses en Santo Domingo. El RI de La Laguna se dirigió en dos columnas, una por la retaguardia de la plaza de Santo Domingo, para evitar la progresión de los británicos al interior; y la otra columna siguiendo la línea de costa para cortar la retirada, que con la ayuda de civiles destruyeron los botes ingleses.
Durante toda la noche, hasta la madrugada, se entabló una durísima batalla, calle por calle, en los oscuros y estrechos callejones del centro de Santa Cruz. El general Gutiérrez ordenó que 4 destacamentos de 40 hombres cada uno, fueran taponando las bocacalles, apoyados pequeños cañones de campaña.
Ante lo difícil de la situación, Nelson, maltrecho y recién operado, a eso de las 6 de la mañana, envió 15 botes con unos 400 hombres hacia el muelle con objeto de reforzar los efectivos de Troubridge. Los disparos de las baterías de costa (especialmente la del muelle, que fue desclavada y puesta de nuevo en servicio por el teniente Grandy), hundieron 3 botes, por lo que los demás regresaron a sus buques de origen. Entre muertos y ahogados, este último intento de Nelson, perdieron cerca de 100 soldados.
Desde la torre del convento, vieron retirarse la segunda oleada, y perdidas todas las esperanzas de recibir refuerzos, a las 06:30 horas, Troubridge envió un oficial con bandera blanca a ofrecer capitulaciones ante el general Gutiérrez. En su escrito, Troubridge ofrecía la capitulación siempre que “se le concedieran los honores de guerra”. Gutiérrez accedió con la condición de que aquella escuadra británica se comprometiera a no volver a atacar Tenerife ni a ninguna de las demás islas de Canarias.
Mientras el Theseus (74), buque insignia de Nelson, junto con el barco bombarda Rayo, desconocedores de la negociación de la capitulación, atacaron la pequeña fortaleza de San Andrés, mandada por el teniente Francisco Feo, con 4 cañones y 43 artilleros, situada a unos kilómetros al norte de Santa Cruz, en la misma cordillera de Anaga. La fortaleza se enfrentó a los dos buques con un fuego tan preciso que destrozo una vela del Theseus, que se tuvo que alejarse. Los ingleses acercaron responder con un fuego tan acertado que la bombarda quedó bastante malparada retirándose también.
El acuerdo fue firmado ante Gutiérrez por el capitán Hood, quien posteriormente se trasladó, acompañado por el capitán Carlos Adán, a bordo del Theseus, para informar a Nelson de la capitulación. Las condiciones fueron aceptadas por el contralmirante en todos sus términos, incluyendo el de entregar en Cádiz un informe dirigido a la Corte para informar de la victoria lograda.
Los británicos vencidos desfilaron por la plaza de la Pila, donde estaban formadas las unidades españolas y los marineros franceses de la fragata Mutine. Posteriormente al desfile, se incorporaron los prisioneros para ser reembarcardos con sus heridos a los buques de procedencia.
Secuelas
Los españoles sufrieron 24 muertos: 1 teniente coronel del regimiento de La Laguna (Juan de Castro y Ayala, que a pesar de su edad avanzada se hallaba a la cabeza de la tropa), 1 subteniente, 14 soldados y milicianos, 6 civiles y 2 marineros franceses, y 36 heridos. Los británicos sufrieron según el parte rendido por Nelson a Jervis, un total de 349 bajas (44 muertos en combate, 177 ahogados, 5 desaparecidos y 123 heridos). De los muertos 7 eran oficiales, y de los heridos 5 oficiales. Estas cifras fueron muy superiores.