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Antecedentes
La derrota en la batalla de Yarmuk fue una catástrofe para el Imperio bizantino que perdía definitivamente el control sobre Siria. Después de esta victoria, Jalid había retomado Damasco, que se rindió sin lucha, y subió por el valle del río Orontes. Miguel el Sirio (que sigue aquí fuentes de los siglos VII y VIII) cuenta que el avance árabe fue terrible y que los hombres de Jalid dieron muerte a miles de campesinos y ciudadanos de las tierras del valle del Orontes.
Heraclio, ya enfermo, optó por evacuar Siria y abandonó Antioquía. Esperaba crear una nueva línea de defensa en las estribaciones del Tauro, en Armenia y la alta Mesopotamia, y parece ser que lo consiguió en parte. En cualquier caso, se retiró a Constantinopla, atormentado por su extraña enfermedad, con una monstruosa hinchazón de los tejidos, una fobia al agua, una continua necesidad de orinar, episodios de locura mezclados con otros de lucidez y tremendos dolores. En cualquier caso, pese a su enfermedad y agotamiento moral, el viejo emperador no dio la partida por perdida y siguió organizando, desde Constantinopla, la defensa de su Imperio.
Heraclio dio orden a sus gobernadores y generales de que evitaran cualquier choque con los invasores y que permanecieran a la defensiva. En caso de necesidad, se autorizaba a los gobernadores provinciales a pagar tributo a los árabes, algo que las fuentes griegas han intentado mantener oculto. Lo importante en la nueva política puesta en marcha por Heraclio era obtener tiempo y con él, oro y soldados.
Heraclio sabía que si lograba sostenerse en Egipto y el Tauro, los recursos de Egipto y de África, los verdaderos motores del Imperio, posibilitarían la financiación necesaria para reclutar nuevos ejércitos y pensar en una futura reconquista de Siria. Mientras que eso llegaba, solamente cabía aguantar y detener a los árabes mediante combates en las fortalezas y pasos del Tauro, con las murallas de las ciudades de la costa o las nuevas defensas apresuradamente construidas en Egipto, o bien con oro o una combinación de todo lo anterior.
Conquista de Jerusalén (637/8)
Tras la batalla de Yarmuk, el siguiente objetivo de los árabes era Jerusalén, que fue puesta bajo asedio. Durante cuatro meses el asedio continuó sin interrupción. A continuación, el patriarca de Jerusalén, un hombre con el nombre de Sofronio, se ofreció a entregar la ciudad y pagar la jizya, pero solo a condición de que el propio Califa fuera y firmara el pacto con él y recibir la entrega. Jerusalén se entregó en las primeras semanas del 638. Antes de hacerlo envió desde allí hacia Cesarea la Vera Cruz y otras reliquias de la pasión de Cristo que de esta forma llegaron a Constantinopla.
Tras la rendición de Jerusalén, siguiendo las instrucciones del califa, Yazid procedió a poner bajo asedio Gaza, Cesarea, Amr y Sharhabeel marcharon para volver a ocupar Palestina y Jordania, tarea que se completó a finales de este año. Abu Ubaida y Jalid, con un ejército de 17.000 hombres, partieron de Jerusalén a conquistar todo el norte de Siria.
Asedio de Gaza y Cesarea
Gaza, en la costa Palestina, aguantó un duro asedio hasta 639, fecha en que fue tomada y parte de sus defensores, 60 soldados, fueron hechos prisioneros y asesinados.
También sobre la costa palestina, pero más al norte, Cesarea Marítima, la capital de Palestina, sede de una rica población helénica y de una famosa biblioteca, aguantó hasta 641. Fecha en la que fue tomada al asalto por el joven general Muawiya, que inició su fama y su posterior camino al califato con este triunfo. Miles de habitantes de Cesarea Marítima fueron esclavizados y llevados hacia Medina, en donde pronto cobraron fama por sus habilidades como artesanos, escribas, médicos y demás oficios útiles a un naciente imperio.
Tras Cesarea cayeron Trípoli, en la costa fenicia, que se convirtió en una formidable base naval de los agarenos, y Laodicea, que fue tomada gracias a un ardid de los árabes. Incluso Arvad, situada en una isla junto al continente, fue tomada y con ello se completó el dominio de la costa sirio-palestina hacia 642.
Batalla de Hazir (637)
Abu Ubaidah avanzó hacía Damasco y luego a Emesa, mientras que Jalid se dirigió a Calcis. El comandante de la guarnición bizantina en Qinnasrin era un general llamado Meenas, era un militar experimentado y sabía que si se quedaba en Qinnasrin, sería asediado por el ejército Rashidun y tendría que rendirse, ya que no podía esperar ninguna ayuda del Emperador. Por lo tanto, decidió tomar la ofensiva y atacar a los elementos de vanguardia del ejército Rashidun muy adelante de la ciudad y derrotarlos antes de que pudieran unirse el cuerpo principal. Con este plan en mente, Meenas emboscó a la vanguardia en Hazir a unos 5 km de Qinnasrin.
Jalid desplegó su guardia móvil en su formación de combate para la batalla. Meenas desplegó su ejército en un centro y dos alas y él mismo estaba en las filas de vanguardia, posiblemente para dar ánimo a sus hombres. La batalla estaba todavía en sus primeras etapas cuando Meenas fue muerto. Cuando la noticia de su muerte se extendió entre sus filas, los soldados bizantinos atacaron salvajemente sin orden ni concierto para vengar la muerte de su líder. Jalid tomó una unidad de caballería y maniobró desde el costado de una de las alas para atacar al ejército bizantino por retaguardia. Pronto todo el ejército fue rodeado y derrotado.
Tan pronto como terminó la batalla, la gente de Hazir salió de su pueblo para saludar a Jalid. Suplicaron que eran árabes y no tenían ninguna intención de luchar contra él. Jalid aceptó su rendición, y avanzó a Qinnasrin.
Calcis se rindió en junio de 637 tras lo que Jalid junto con Abu Ubaidah marcharon a Alepo que se rindió en octubre del año 637.
Batalla del Puente de Hierro (637)
Después de la conquista de Alepo, Abu Ubaidah envió una columna bajo Malik al-Ashtar para capturar Azaz en el sur de Anatolia, al este de las montañas Tauro. La captura de Azaz era esencial para asegurar que ninguna gran fuerza bizantina permaneciera al norte de Alepo, desde donde podrían atacar el flanco y la retaguardia del ejército musulmán durante la operación contra Antioquía. Tan pronto como Malik se reunió con el ejército, Abu Ubaidah marchó hacia el oeste para capturar Antioquía, con Jalid ibn Whalid liderando la avanzada con su guardia móvil. El ejército marchó hacia el oeste directo de Alepo vía Harim y se acercó a Antioquía desde el este.
A unos 20 km de la ciudad, cerca de la actual «Mahruba», un puente de hierro atravesaba el río Orontes. El ejército bizantino esperó allí a las fuerzas árabes, se estima que tenía unos 20.000 efectivos, los árabes unos 15.000.
Se libró una gran batalla, de la que se desconocen los detalles. Al parecer, Jalid volvió a desempeñar un papel prominente con su guardia móvil, como lo había hecho en la batalla de Yarmuk. Las fuerzas bizantinas fueron derrotadas con grandes pérdidas, posiblemente la mitad de sus fuerzas. Se estima que tras la batalla de Yarmuk y de Ajnadayn es la batalla con mayor número de bajas bizantinas de la campaña Siria.
Conquista de Jazira (638)
Los restos del ejército bizantino huyeron a Antioquía. El ejército musulmán continuó el avance y sitió Antioquía. La ciudad se entregó a los musulmanes el 30 de octubre de 637. De acuerdo con el pacto, los derrotados soldados bizantinos se les permitió partir en paz.
El ejército árabe puso bajo sitio Antioquía, que se rindió el 30 de octubre de 637. Tras la rendición de Antioquía, las columnas árabes se trasladaron al sur, a lo largo de la costa mediterránea, y capturaron Lataka, Jabla y Tartus.
Jalid realizó una incursión hacia el este hasta el Éufrates, a las proximidades de Munbij, pero apenas encontró oposición. A principios de enero del año 638 se reincorporó al ejército de Abu Ubaidah en Alepo. Heraclio no podía intentar recuperar Siria y estaba más preocupado por salvar los restos del Imperio bizantino que, después de la batalla de Yarmuk y de la toma de Antioquía por los musulmanes, eran muy vulnerables. Para reorganizar sus recursos militares y mantener a los musulmanes en Siria incitó a los árabes cristianos de Jazira (región al norte de Mesopotamia) a tomar la ofensiva contra los musulmanes.
Al conocer la situación, Jalid era partidario de tomar la ofensiva y forzar una batalla campal, pero el resto de generales prefería la guerra defensiva y concentrar el ejército en Emesa. Umar fue informado de la invasión de los árabes cristianos y envió varios destacamentos a Jazira a que atacasen Raqqa y Nuseibeen. Por otra parte, envió a Qaqa ibn Amr con 4.000 hombres desde Irak hacía Emesa. Los árabes cristianos llegaron a Emesa para encontrar a los musulmanes estaban fortificados y pusieron cerco a la ciudad. Pero apenas había comenzado el asedio cuando llegaron mensajeros a galope desde Jazira para informarles que los musulmanes marchaban desde Irak hacia Jazira.
Los árabes cristianos abandonaron el asedio y se retiraron hacía Jazira. Umar decidió conquistar Jazira que se concretó a finales del verano del 638.
Final de Jalid
Tras la conquista de Jazira, Abu Ubaida envió a Jalid y a Ayaz al norte de Jazira. Capturaron las ciudades de Edesa, Amida, Malatya y Marash tras lo cual, atacó la Armenia bizantina hasta la región de Ararat. Omar detuvo a los ejércitos árabes que regresaron a Siria cargados de botín. Esta expedición fue la última de la carrera militar de Jalid.
Jalid viajó a Medina y fue humillado por Omar quien le acusaba de atesorar bienes que pertenecían a los musulmanes. Al final se llegó a un acuerdo por el que Jalid tuvo de renunciar a la mayor parte de su fortuna, quedándose solamente el equipo militar y sus esclavos tras lo que regreso a Siria.
Tras volver a Siria a principios del 639, se propagó una epidemia que acabó con la vida de miles de musulmanes. Jalid murió en el año 642 en Emesa. Expresó tristeza porque no murió como mártir en el campo de batalla «He luchado en tantas batallas buscando el martirio que no queda un lugar en mi cuerpo sin una cicatriz o una herida, sin embargo, aquí estoy, muriendo en mi cama como un camello viejo. Que el los ojos de los cobardes nunca descansan«.